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ArribaAbajoGallego, Juan Nicasio

Zamora. 1777 - Madrid. 1853

Estudió en Salamanca. Amigo de Meléndez Valdés. Al ser ordenado sacerdote fija su residencia en Madrid. Patriota durante la Guerra de la Independencia y diputado por Cádiz. Estuvo exiliado en Montpellier, protegido por el Duque de Frías. Influido por Menéndez Valdés, perteneció a la escuela salmantina. Sus Obras Poéticas fueron publicadas un año después de su muerte, donde se encuentra sus sonetos de excelente factura.




ArribaAbajoA Glicera


ArribaAbajo   ¿Qué imposible no alcanza la hermosura?
¿Quién no cede a su hechizo soberano?
Adonde llega su poder tirano
la fábula, la historia lo asegura.

   Renuncia Adán la celestial ventura,  5
su dulce halago resistiendo en vano;
por ella Paris el valor troyano
arma y conduce a perdición segura.

   De una manzana la belleza rara
causó de entrambos la desdicha fiera  10
que de tu amor los gustos acibara:

   mas si a verte llegara, mi Glicera,
el uno de tu mano la tomara,
el otro a tus encantos la rindiera.




ArribaAbajoA Judas


ArribaAbajo   Cuando el horror de su traición impía
del falso Apóstol obcecó la mente,
y del árbol fatídico pendiente
con rudas contorsiones se mecía,

   complacido en su mísera agonía  5
mirábale el demonio frente a frente,
hasta que al fin, del término impaciente,
de entrambos pies con ímpetu le asía.

   Mas ya que vio cesar del descompuesto
rostro la agitación convulsa y fiera,  10
señal segura de su fin funesto,

   con infernal sonrisa lisonjera
los labios puso en el deforme gesto,
y el beso le volvió que a Cristo diera.




ArribaAbajoCargado de mortal melancolía...


ArribaAbajo   Cargado de mortal melancolía,
de angustia el pecho y de memorias lleno,
otra vez torno a vuestro dulce seno,
campos alegres de la patria mía.

   ¡Cuán otros, ay, os vio mi fantasía,  5
cuando de pena y de temor ajeno,
en mí fijaba su mirar sereno
la infiel hermosa que me amaba un día!

   Tú, que en tiempo mejor fuiste testigo
de mi ventura al rayo de la aurora,  10
selo de mi dolor, césped amigo;

   pues si en mi corazón, que sangre llora,
esperanzas y amor llevé conmigo,
desengaños y amor te traigo ahora.




ArribaAbajoAl Duque de Rivas


ArribaAbajo   Tú a quien afable concedió el destino,
digna ofrenda a tu ingenio soberano,
manejar del Aminta castellano
la dulce lira y el pincel divino.

   Vibrando el plectro y animando el lino,  5
logra Saavedra, con dichosa mano,
vencen las glorias del cantor troyano,
robar las gracias del pintor de Urbino.

   Lógralo, y logre yo, si más clemente
se muestra acaso la áspera fortuna  10
que hoy no me deja en blando son loarte,

   tejer nuevas coronas en tu frente
ya esclarecida por tu ilustre cuna,
ya decorada del laurel de Marte.




ArribaAbajo A Zaragoza


ArribaAbajo   Viendo el tirano que el valor ferviente
domar no puede del león de España,
ni el lazo odioso de coyunda extraña
dobla el fuerte Aragón la invicta frente,

   y juró cruel venganza, y de repente  5
se hundió en el Orco, y con horrible saña
del reino oscuro que Aqueronte baña
alzó en su ayuda la implacable gente.

   De allí el desmayo y la miseria adusta,
de allí la ardiente sed, la destructora  10
fiebre salieron y el contagio inmundo.

   Ellos domaron la ciudad augusta;
no el hierro, no el poder. ¡Decanta ahora
tu triunfo, oh Corso, y tu valor al mundo!




ArribaAbajoInvocando a la Virgen por la salud de la reina doña Cristina de Nápoles


ArribaAbajo   Dulce consuelo del linaje humano,
madre excelsa de Dios, sacra Lucina,
humillado a tus pies la frente inclina
con ardiente fervor el pueblo hispano.

   Si nunca vierte lágrima sen vano  5
el que se acoge a tu bondad divina,
vuelve, Señora, al lecho de Cristina
los bellos ojos, la piadosa mano.

   Muévate de Fernando la agonía,
que en zozobra cruel pregunta, espera,  10
teme, se afana, alienta, desconfía.

   De su penar los plazos acelera,
y antes que su fulgor esconda el día
agita el viento la feliz bandera.




ArribaAbajoLos hoyuelos de Lesbia


ArribaAbajo   Cruzaba el hijo de la cipria diosa
solo y sin venda la floresta umbría
cuando, al pie de un rosal, vio que dormía
al blando son del mar mi Lesbia hermosa;

   y al ver pasmado que su faz graciosa  5
los reflejos del alba repetía,
tanto se deslumbró que no sabía
si aquello era mejilla o era rosa.

   Alargó el dedo el niño entre las flores
y en ambos lados le aplicó a la bella,  10
formando dos hoyuelos seductores.

   ¡Ay, que al verla reír, la dulce huella
del dedo del amor mata de amores!
¡Feliz el que su boca estampe en ella!




ArribaAbajoEn los campos de Vergara


ArribaAbajo   ¿Qué inusitada aclamación festiva
convierte el gozo de mi patria en duelo?
¿Por qué de mar a mar con raudo vuelo
suena sin fin centuplicado el viva?

   La Paz, sí: ¿no la veis, de fresca oliva  5
la sien ordena, descender del cielo,
en su diestra agitar cándido velo,
y ahuyentar la Discordia vengativa?

   ¡Oh momento feliz! Su horrible tea
de la nación magnánima española  10
maldita siempre y execrada sea;

   y anuncie el blanco lino que hoy tremola
y en que la cifra de Isabel campea,
un grito, un pensamiento, un alma sola.




ArribaAbajoAl nacimiento de Pradina


ArribaAbajo   Cuando al morir el poderoso estío
el Otoño asomó la rubia frente,
frescura dando al congojoso ambiente,
vida a las plantas, movimiento al río,

   nació Pradina, y celestial rocío  5
vivificó las flores de repente;
arrullolas Favonio blandamente,
y el sol brilló con nuevo señorío.

   Alegre al verla el ruiseñor trinaba,
y de su boca de coral salía  10
fragante olor que el aire embalsamaba.

   ¡¡Triste de ti, Casinio! (cuando abría
los bellos ojos, el Amor clamaba).
¡Ay, de tu libertad, y aun de la mía!».




ArribaAbajoAl cumpleaños de Para


ArribaAbajo   ¡Pradina hermosa! cuando Dios quería,
y yo feliz tus ojos celebraba,
de tu presencia angelical gozaba
y en tu blando mirar me embebecía.

   De tu boca dulcísima la mía  5
en tiernos besos el maná gustaba,
a tu bella garganta me abrazaba,
y de amor y placer desfallecía.

   Mas hora ¡triste! de tu lado ausente,
de la esperanza el mentiroso halago  10
es cuanto gozo en mi dolor vehemente.

   Beso un papel; abrazo el aire vago;
la hiel del tedio gusto solamente,
y en amargura y llanto me deshago.




ArribaAbajo La primavera


ArribaAbajo   Sacude abril su fértil cabellera
y el ancho suelo puéblase de flores;
el alba le saluda, y mil colores
en torno brillan de la clara esfera.

   Anuncia alegre el soto y la pradera  5
la vuelta de la risa y los amores,
y arroyos, aves, selvas y pastores
cantan la deliciosa primavera.

   Ríe el zagal; alégrase el ganado;
todo el placer de su presencia siente;  10
el bosque, el río, el páramo, el poblado,

   mas yo, que estoy de mi Pradina ausente,
suspiro solo y de tristeza helado,
cual si bramara el ábrego inclemente.




ArribaAbajo A Pradina ausente


ArribaAbajo   ¿Será que siempre esté, cara Pradina
tu larga ausencia y desamor llorando?
¿No escucharé jamás tu acento blando
ni he de embeberme en tu beldad divina?

   Huyó el octubre: la robusta encina  5
vino el sañudo cierzo derribando;
siguiole abril, los campos matizando,
y tu dureza más y más se obstina.

   Llega anhelante el polvoroso estío;
vuelve otoño de vides coronado;  10
torna la escarcha del invierno frío:

   y tú tranquila, inmóvil, sin cuidado
dejas desfallecer el pecho mío,
ya de gemir y de esperar cansado.




ArribaAbajo A la misma


ArribaAbajo   Cuando mi bien el campo hermoseaba
que del Órbigo baña la corriente,
yo de su vista celestial ausente
solitario y lloroso me quejaba.

   Hoy, que la veo al fin; hoy que esperaba  5
el dulce premio de mi amor ardiente,
hállola sin piedad, dura, inclemente,
y más mi angustia y mi dolor se agrava.

   Pues bien, Pradina: si al afecto mío
perpetuo llanto y desamor le espera,  10
culpa de ausencia o del olvido impío;

   goce yo tu sonrisa placentera,
y más que en fuerza de tu infiel desvío
gimiendo viva, y suspirando muera.




ArribaAbajoInestabilidad de las cosas humanas


ArribaAbajo   A la voz de los tiempos rigurosos
se desploman las torres elevadas:
los montes y las rocas encumbradas
se ocultan entre juncos cenagosos.

   ¿Do estáis, anfiteatros y colosos,  5
arcos soberbios, moles ponderadas?
¿Dónde están vuestras bóvedas sagradas,
templos de Olimpia y de Balbec famosos?

   ¡Todos yacéis! Del poderío griego,
del sirio y persa, del romano, y godo,  10
¿qué dejó su segur al hierro y fuego?

   ¿Y deberá extrañar, cayendo todo,
que una botella de licor manchego
consiga derribarme por el lodo?




ArribaAbajoA Quintana por su oda al combate de Trafalgar


ArribaAbajo   ¿Es la liar de Píndaro valiente
la que en mi oído atónito resuena,
a cuyo son sublime, que enajena,
las glorias canta de la griega gente?

   No, que es del gran Quintana el plectro ardiente  5
que del nombre español el mundo llena:
a su voz brama el mar, el bronce truena
y el combate inmortal se ve patente.

   Goza a par de los héroes que ensalzaste,
Píndaro nuevo, el lauro peregrino  10
con que sus sienes y la tuya ornaste;

   pues al alto lugar que os da el destino,
si tú por sus hazañas le ganaste,
suben hoy por tu cántico divino.




ArribaAbajo A Corina en sus días


ArribaAbajo   Id, mis suspiros, id sobre el ligero
plácido ambiente que el abril derrama;
id a los campos fértiles do brama
en ancho cauce el orgulloso Duero.

   Id de Corina al pie sin que el severo  5
ceño temáis del cano Guadarrama,
pues el ardor volcánico os inflama
que en mí incendió la hermosa por quien muero.

   Saludadla por mí; su alegre día
gozad ufanos, y el cruel tormento  10
recordadle del triste que os envía;

   y en pago me traed del mal que siento
un ¡ay! que exhale a la memoria mía
empapado en el ámbar de su aliento.




ArribaAbajoA la memoria de Garcilaso


ArribaAbajo   Río, ¿do está de Laso la divina
musa que un tiempo suspiraba amores;
la que tu verde sien ciñó de flores
y suspendió tu linfa cristalina?

   A tu margen la alondra matutina  5
modula al son del agua sus loores,
y el dulce lamentar de dos pastores
resuena grato en la imperial colina.

   Zagales de Aranjuez, que en lastimera
voz recordáis su muerte cada día,  10
vosotros los del Tajo en su ribera,

   dejad ¡ay! que la humilde musa mía
de flores a su cítara ligera
y tierno llanto a su ceniza fría.




ArribaAbajoAl autor del Anti-Quijote


ArribaAbajo   La voz sonora de un rocín gallego
que al Setabiense aclama noche y día
llegando al reino de la muerte fría
del buen Quijote perturbó el sosiego.

   ¡Hi de pu...!, dijo el paladín manchego,  5
¿ese follón amengua mi valía?
¡Sús! ¡Alto! ¡A castigar su demasía!
Ensilla, Sancho, a Rocinante luego.

   Señor, ¿a Rocinante? Si se enfada
mi rucio solo acallará sus voces,  10
dejándole tendido en la estacada.

   Harto se echa de ver que no conoces,
Sancho amigo, su fuerza denodada:
capaz es de matarte el rucio a coces.




ArribaAbajoA la muerte del Anti-Quijote, folleto escrito por el Setabense


ArribaAbajo   En un sucio rincón doliente ya
el bien acuchillado Anti-Quijó
aborto del ingenio más idió
de cuantos a Madrid han apestá.

   Gime el mísero padre su desgrá  5
y llora, y grita, y dice que es famó,
pero no es de extrañar que cielo hermó
a su negro polluelo llame el grá.

   No llores, Setabiense, por el hí,
pues salvarás la vida por fortú  10
en ungüentos y drogas de botí,

   que si alcanzara el tiempo del buen cú
que hizo en la Mancha el célebre escrutí
no se librara el tiste de hacer hú.




ArribaAbajoA Corina ausente


ArribaAbajo   Mi solo y dulce amor, Corina hermosa,
anhelada mitad del alma mía,
de cuyos bellos ojos nace el día
puro como en abril purpúrea rosa:

   El alma que sin ti jamás reposa,  5
sin ti, su única gloria y su alegría,
en un gemido el para bien te envía,
pues Febo dio su vuelta presurosa.

   Vuelan los años ¡ay! y sin estruendo
fugaz los sigue juventud florida,  10
su mágica ilusión con ella huyendo.

   ¡Feliz quien goza el sol de su querida!
¡Y triste aquel, que en soledad gimiendo,
ausente pasa el mayo de la vida!




ArribaAbajo A mi Caramillo


ArribaAbajo   Rómpase ya la mísera flautilla,
que entonando de amor tiernos cantares,
si no aplacó su voz soberbios mares,
supo alegrar los campos de Castilla.

   En son festivo el Tormes a su orilla  5
sonar la oyó sin sustos ni pesares,
y hora escucha sus quejas Manzanares,
y el llanto ve correr por mi mejilla.

   Mas si cantar de aquélla sólo sabe,
que ya no osa nombrar el labio mío,  10
la belleza gentil, los garzos ojos;

   como mi dicha y mi esperanza, acabe
y envueltos con mis lágrimas el río
lance al Tajo profundo sus despojos.




ArribaAbajoA Lesbia en su cumpleaños


ArribaAbajo   Del nacarado Oriente a los umbrales
entre ráfagas bellas de oro y grana
torna a lucir la espléndida mañana
que al mundo abrió tus ojos celestiales.

   Pura brille y feliz: huyan los males  5
de ti, divina Lesbia, como vana
niebla al sol estival, o cual ufana
disipas la aridez si al campo sales.

   Meció tu cuna en la estación amena
el arrullo del céfiro, y más flores  10
que sus halagos con tu aliento crías.

   Arda a tus pies la juventud de amores,
y tu lozana edad goza sin pena,
que cuanto gracias da, no aumenta días.




ArribaAbajoA Lord Wellington en la toma de Badajoz


ArribaAbajo   A par del grito universal que llena
de gozo y gratitud la esfera hispana,
y del manso, y ya libre, Guadiana
al caudaloso Támesis resuena;

   tu gloria ¡oh Conde! a la región serena  5
de la inmortalidad sube, y ufana
se goza en ella la nación britana;
tiembla y se humilla el vándalo del Sena.

   Sigue; y despierte el adormido polo
al golpe de su espada; en la pelea  10
te envidie Marte y te corone Apolo;

   y si al triple pendón que al aire ondea
osa Alecto amagar, tu nombre solo
prenda de unión, como de triunfo, sea.




ArribaAbajoAl Excmo. Sr. Conde de Haro, hijo primogénito del Excmo. Sr. Duque de Frías al cumplir un año


ArribaAbajo   Precioso niño, si al templar mi pena
basta el recuerdo de tan fausto día,
y al cielo llega la plegaria mía
en vez de lira al son de mi cadena;

   dará benigno a tu niñez serena,  5
delicias de tu casa y su alegría,
más que soñado néctar o ambrosía
de salud y placer la copa llena.

   Tu brazo un tiempo blandirá brioso
de tu padre el acero, cuando altivo  10
batas la ijada al alazán fogoso.

   Docto cual él serás y ardiente y vivo;
cual tu madre gentil, discreto, hermoso;
cual ambos bueno, amable, compasivo.




ArribaAbajoA la Excma., Sra. Duquesa de Frías en sus días


ArribaAbajo   Cuando improvisa mi prisión oscura
tornó en vergel tu planta bienhechora,
y vio asombrada la naciente aurora
en tus ojos su luz brillar más pura;

   no bastando mi pecho a tal ventura,  5
las gracias viendo do el espanto mora,
así al perderte prorrumpí, señora,
bañado el rostro en llanto de ternura.

   «¡Ángel celeste, hechizo y ornamento
del mundo, vete en paz, y el cielo pío  10
sin fin te colme del placer que siento!»

   Este fue, dulce amiga, el voto mío:
hoy le renueva el alma y el acento,
y en pobres versos a tus pies le envío.




ArribaAbajoA un barrilito de jerez que me regaló una señora


ArribaAbajo   Jugo Divino, honor de Andalucía
y envidia del flamenco y del britano;
tú por quien el Olimpo soberano
torciera el gesto al néctar y ambrosía.

   ¡Cual me colmara el verte de alegría  5
(más que con Hebe Júpiter, ufano)
si a henchir mi copa con su blanca mano
se hallase aquí la hermosa que te envía!

   El rubio Febo en sus collados tiene
puro cristal: mi labio lo rehúsa,  10
que a tan helados sorbos no se aviene.

   Sé pues mi numen tú, y ella mi musa,
y al diablo doy los brindis de Hipocrene
y el chorro de Castalia y de Aretusa.




ArribaAbajoAl primer pintor de cámara don Vicente López


ArribaAbajo   Si plugo a Carlos con la regia mano,
que a Marte arrebató palmas sin cuento,
alzar del suelo el mágico instrumento
a que gloria inmortal debe Tiziano;

   si vio Velázquez de su dicha ufano  5
premiar todo a Filipo su talento,
dando a su efigie en ínclito ornamento
la roja insignia del Patrón hispano:

   hoy a despecho de la envidia injusta
te ofrece, López, tan feliz destino  10
de otro monarca la bondad augusta,

   que a favor desusado y peregrino
da a tus desvelos recompensa justa
y nuevos timbres al pincel divino.




ArribaAbajoA Bernardina el día que cumplió catorce años


ArribaAbajo   Dorando alegre en la oriental ribera
frescos racimos que el otoño cría,
otra vez torna el apacible día
que abrió tus ojos a la luz primera.

   ¡Oh si tan grande mi ventura fuera  5
que en él gozar te viese, Dina mía,
esa edad de inocencia y alegría
triscando como sílfide ligera!

   Si de tu vida en el risueño oriente
el dulce nombre de tu madre bella  10
formar te oí con labio balbuciente,

   ¿por qué me ha de negar infausta estrella
te mire ufano en tu verdor naciente,
y en gracias tantas competir con ella?




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   Cuando no hallaba ni aun en sueño vano
de mi triste prisión fácil salida,
por generoso impulso dirigida
tú me tendiste protectora mano.

   Por ti recobro, ilustre Soberano  5
cuanto me puede hacer grata la vida.
Familia tierna, libertad perdida,
el sol de España, el suelo carpetano.

   Que admiras hoy benévolo confío,
de mi tosco buril escaso fruto,  10
estos humildes rasgos que te envío,

   mientras exento ya de pena y luto
por tanto alto favor el pecho mío
te da en su gratitud mejor tributo.




ArribaAbajoParabién al rey Fernando por su enlace con la princesa de Nápoles María Cristina


ArribaAbajo   Al clamor de la pública alegría
en que el pecho español su aliento apura,
de cuyos ecos a su cueva oscura
huye bramando la Discordia impía,

   gozad ¡oh Rey! en tan dichoso día,  5
nuncio veraz de siglos de ventura,
la flor de gentileza y hermosura
que la bella Parténope os envía.

   Nunca el vivo placer, Fernando augusto,
que en vuestra frente generosa brilla,  10
altere de fortuna el ceño adusto;

   y a tan plácida unión deba Castilla
un príncipe feliz, clemente, justo,
a quien doblen dos mundos la rodilla.




ArribaAbajoA mi Sra. Dª. P. de S. en sus días


ArribaAbajo   Si entre las damas que la corte adora
eres, Clori, la bella de las bellas;
y así a tu vista desparecen ellas
como la noche al despuntar la aurora,

   por tu dulzura y tu bondad, señora,  5
en que también, venciéndolas, descuellas,
contra el fiero rigor de las estrellas
mi voz al cielo en tu favor implora.

   Grata en tanto y benévola permite
que el rudo acento de la musa mía  10
en tan digna ocasión te felicite.

   Un siglo goces tu dichoso día,
sin que adusto pesar tu tez marchite
ni del tiempo veloz la huella fría.




ArribaAbajoAl Ilmo., Sr. Obispo de Zamora en sus días


ArribaAbajo   Hoy que sus rayos el mayor planeta
mustios y oblicuos a la tierra envía
y envuelto en tinieblas y en escarcha fría
del trópico tocó la helada meta;

   para dar vado a la emoción secreta  5
que el alma siente en vuestro fausto día,
sin invocar a Euterpe ni a Talía,
sola mi gratitud me hará poeta.

   Gozadle un siglo, y por el santo celo
de tal pastor, que honrara el Vaticano,  10
de las sagradas ínfulas modelo,

   hoy para bien del pueblo zamorano
más bendiciones os conceda el cielo
que tiene repartidas vuestra mano.




ArribaAbajoA una señorita que me pidió versos, cuando en medio de la lucha fratricida de D. Pedro y D. Manuel de Portugal apareció el cólera en aquel reino y se propagó por Andalucía


ArribaAbajo   Del padre Tajo el agua cristalina
con su puñal sacrílego ensangrienta,
de estragos siempre y lágrimas sedienta,
civil discordia en la nación vecina.

   La ambición, que a dos príncipes fascina,  5
de Montiel los escándalos ostenta
a la asombrada Europa; y muda y lenta
peste voraz sus pueblos extermina.

   ¡Ay, que ya el monstruo la comarca huella
de los hijos del Betis, que a millares  10
abandonan su hogar despavoridos!

   ¿No escuchas sus lamentos, Dina bella?
¡Y ahora me pides himnos y cantares!
Pídeme llanto, indignación, gemidos.




ArribaAbajoMis deseos a la Excma. Sra. Condesa de Toreno en el día de sus bodas


ArribaAbajo   Siempre, bella Pilar, siempre risueño
luzca a tus ojos el solemne día
que de tus gracias su ventura fía
quien se envanece de llamarte dueño.

   Cien veces mayo ofrézcate halagüeño  5
las flores, que sin él tu aliento cría:
corra tu edad en plácida alegría
como un sabroso y bonancible sueño.

   De amables niños, lisonjero adorno
de matrona feliz, fórmete en breve  10
séquito digno turba bulliciosa,

   que al agruparse de su padre en torno,
entre blandas caricias le renueve
rasgos y hechizos de su madre hermosa.




ArribaAbajoA la señorita doña María de la Concepción Gayoso


ArribaAbajo   Aún en mi corazón, con fuego impreso,
y en mi atónito oído resonando,
dura el suspiro de tu acento blando,
más dulce que de amor el primer beso.

   Al donoso ademán, al embeleso  5
de tu expresión y tus miradas, cuando
cantas el aire bético imitando,
¿quién, Corila gentil, no pierde el seso?

   Bella, sensible, juguetona, esquiva,
me exalto, y río, y me estremezco, y lloro  10
al eco de tu voz tierna o festiva.

   ¡Feliz quien goce el mágico tesoro
de tantas gracias, y contigo viva,
y escuche de tu labio un: Yo te adoro.




ArribaAbajoEn la traslación de los restos de D. Pedro Calderón al cementerio de San Nicolás


ArribaAbajo   Gloria y delicia de los patrios lares,
¡buen Calderón!, de tu fecunda vena
el copioso raudal el orbe llena
venciendo espacios y cruzando mares.

   Difunden hoy tus dramas a millares  5
las prensas de Leipsick, los oye Viena,
y hasta en las playas bálticas resuena
el cisne del modesto Manzanares.

   ¡Oh hispana juventud! Si al arduo empeño
de hollar del Pindo la sublime altura  10
no te alentare porvenir risueño,

   esa pompa. ese mármol te asegura
con muda voz que, si la vida es sueño,
siglos de siglos el renombre dura.




ArribaAbajoEn el álbum de la señora doña Tomasa Andrés de Bretón


ArribaAbajo   ¡Cuál como tú feliz, bella Tomasa,
en quien Bretón extático se mira,
y en tu amor quincenal (no, no es mentira:
vuelve la hoja y lo verás) se abrasa.

   «Hermosa, mucho más, la tengo en casa»,  5
dice a toda beldad que el mundo admira.
Tus ojos son el numen que le inspira;
tuyo el hechizo que a sus versos pasa.

   Sólo falta ¡oh dolor! que en la terneza
de sus deliquios conyugales, cuando  10
a la diosa de Amor, no a Febo, invoque,

   la gran fecundidad de su cabeza,
la unidad de lugar atropellando,
en punto menos alto se coloque.




ArribaAbajo A San Fernando


ArribaAbajo   Desciende de las fúlgidas mansiones,
ilustre leonés, santo guerrero;
muévate a compasión el trono ibero
que en el Betis plantaron tus legiones.

   No tiene ya Corteses ni Colones  5
que rindan a sus pies otro hemisferio:
el que era envidia ayer del orbe entero
ludibrio es hoy de reyes y naciones.

   Mira a tu nieta, cándida, inocente,
que en infantiles juegos divertida  10
ni aun el rumor de la borrasca siente.

   Guarda y protege su preciosa vida,
y esa corona trémula en su frente
de mi contrarios vientos combatida.




ArribaAbajoA la reina Isabel en el pleno ejercicio de su voluntad


ArribaAbajo   Cual viene en pos de nebuloso invierno
brotando rosas la estación florida,
y la campiña yerta y aterida
revive al soplo de favonio tierno,

   así de España al liberal gobierno,  5
débil un tiempo, sin vigor, sin vida,
brío y lustre darás, reina querida,
y harás su dicha y tu renombre eterno.

   Lanzado en fin al báratro profundo,
no verterá en mi patria su veneno  10
de la anarquía el monstruo furibundo.

   A tu sombra, Isabel, aliente el bueno,
y a tu cetro feliz aclame el mundo
de la virtud imán, del vicio freno.




ArribaAbajoSoneto


ArribaAbajo   Cual viene en pos del borrascoso invierno
los campos alegrando abril florido
y la furia del austro embravecido
cede al arrullo del favonio tierno;

   así el estado y público gobierno,  5
que en desdichas sin fin gimió sumido,
su esplendor volverás, oh Rey querido,
y harás su dicha y tu renombre eterno.

   Ya el déspota cayó. Ya del profundo
sueño tornando de arrogancia lleno  10
ruge el león de España furibundo.

   A tu sombra, de hoy más, aliente el bueno,
y en tu trono feliz te admire el mundo,
alma de la virtud, del vicio freno.




ArribaAbajoA Margarita en sus días


ArribaAbajo   Dos veces y no más Márgara mía,
veces y no más plugo al destino
que a tu lado me hallase el matutino
plácido ambiente de tu fausto día.

   Gozoso entonces admirar solía  5
los rasgos de tu imperio peregrino,
y al eco de tu labio purpurino
colmaba el pecho insólita alegría.

   Todo cambió. Por términos extraños
perdida ya de verte la esperanza,  10
me acosan males, tedio, desengaños.

   Sólo en mi corazón no hallo mudanza;
que el poder de las penas y los años
en él tu imagen a borrar no alcanza.




ArribaAbajoA Ofelia en sus días


ArribaAbajo   Una vez, y no más, Ofelia mía,
una vez y no más plugo al destino
que a tu lado me hallase el matutino
plácido ambiente de tu fausto día.

   Fortuna entonces a mi amor reía:  5
feliz gozaba tu mirar divino,
y al eco de tu labio purpurino
nadaba el pecho en célica alegría.

   ¡Todo cambió! Por términos extraños
funestos dones debo a la venganza:  10
mofa, pobreza, canas, desengaños.

   Sólo en mi corazón no hallo mudanza,
que el poder de las penas y los años
en él tu imperio a destruir no alcanza.




ArribaAbajoSoneto improvisado en broma y de pies forzados


ArribaAbajo   Ya no reina en las tablas Marco Antonio,
César, Yogurta ni el patrón de Plinio.
El trágico puñal perdió el dominio,
opio se emplea, arsénico, antimonio.

   Cruces, horcas, fantasmas el telonio  5
te ofrece si haces de él fiel escrutinio:
de crímenes atroces vaticinio
es hoy la bendición del matrimonio.

   El delirio, el furor se llaman genio;
ya Diana no es más que un plenilunio;  10
sólo se usa en el gálico Cilenio:

   y en los teatros en diciembre o junio
tiemblan de horror los arcos del proscenio
de sólo presenciar tanto infortunio.




ArribaAbajoPara el álbum de D. P. de T.


A Tulita de Avellaneda


ArribaAbajo   Hoy que sus rayos el mayor planeta
mustios y oblicuos a la tierra envía
y envuelto en tinieblas y en escarcha fría
del trópico tocó la helada meta,

   Tula cruel, ¿pretendes indiscreta  5
que salga a relucir la musa mía?
¿Dónde hallará calor mi fantasía?
¿Quién con setenta abriles es poeta?

   ¡Ay, que del estro se extinguió la llama!
Pasó la edad del canto y los amores,  10
y ya la ávida huesa me reclama.

   Sólo del crudo invierno en los rigores
trocar es dado al numen que te inflama
las nieblas en fulgor, la escarcha en flores.




ArribaAbajoA mi Sra. Dolores Perinat de Pacheco, ¡lo que puede el tiempo!


ArribaAbajo   Volviome loco una mujer hermosa
diez lustros ha: lloré, seguí su huella,
vi el soberano bien cifrado en ella,
y ensalcé su beldad en verso, en prosa.

   Dije que sus mejillas a la rosa  5
prestaron su carmín; que no tan bella
fue la madre de Amor, llamela estrella,
cielo, sol, querubín, arcángel, diosa.

   ¡Mas hoy que diferencia, cara amiga!
¡Tanto pueden los años!... ¡Ay! perdona  10
que tan amarga sequedad te diga:

   siempre que veo tu gentil persona
exclamo, cuando más, ¡Dios te bendiga!
y vuélvome tranquilo a mi poltrona.




ArribaAbajoA los ferrocarriles


ArribaAbajo   Más quiero estar rollizo como un sollo
sin montar en borrico ni en caballo,
que andar diez leguas mientras canta un gallo
metido en un cajón hecho un repollo.

   Tengo presente aquel fatal embrollo  5
que en Versalles pasó y otros que callo:
de aquí no he de moverme aunque eche tallo:
un hijo mío no ha de ser criollo.

   En un ferrocarril sálvese un pillo
que a una doncella deshojó el capullo,  10
o de alguna prisión forzó el rastrillo;

   que yo prefiero al plácido murmullo
de un arroyo roncar como un chiquillo,
y llámenme, si quieren, Pero Grullo.




ArribaAbajoA la cuaresma


ArribaAbajo   Si de Laredo buen salmón, buen sollo
gracias al galopar de un buen caballo,
tuviese yo, cantárame otro gallo,
y al diablo diera alubias y repollo.

   Esto de hacer de yerbas un embrollo  5
desprende gases que de intento callo:
de acelgas como un indio penca y tallo
mas no un hijo de España ni un criollo.

   Mejor lo pasa, por ser pobre un pillo
que prefiriendo un rábano a un capullo  10
lo entrega de sus dientes al rastrillo.

   Yo me aguanto y ayuno sin murmullo,
pero envidio los fueros de un chiquillo:
no hiciera más el mismo Pero Grullo.




ArribaAbajoAl Excm. Sr. Conde de San Luis, fundador del teatro español


ArribaAbajo   Ese que en honra de la patria un día
alzó tu mano, esclarecido Conde,
monumento a las musas, do se esconde
tras la risueña máscara Talía;

   campo de noble lid, donde a porfía  5
luchan los genios españoles, donde
con nuevos triunfos nuestra edad responde
de otra edad a la excelsa nombradía;

   hará que justa en tu alabanza apure
la alta fama su aliento, y en la historia  10
lugar tan encumbrado te asegure,

   que durará de España en la memoria
cuanto en los siglos venideros dure
de Lope y Tirso y Calderón la gloria.




ArribaAbajo A la Sra. Josefa Espinosa de los Monteros, para el álbum de la Señorita Flora Ferrer


ArribaAbajo   Sí, Pepa, bien lo sé: Flora es tan linda
que pocas competir podrán con ella;
descubre cada párpado una estrella,
y es cada labio suyo media guinda.

   Ríome yo de la gentil Florinda  5
fascinó a Rodrigo, y aun aquella
a quien dio Paris la manzana bella
dudo que a sus encantos no se rinda.

   Por Dios que, si me pongo, en breve rato...
Sí, sí, ¡pereza fuera! ¡Vive Cristo,  10
que voy a hacer al punto su retrato!

   Pincel, tintas, marfil, todo está listo...
Pero, Pepa, ¿no soy bien mentecato?
¿Cómo la he de pintar, si no la he visto?




ArribaAbajoAl Excmo. Sr. Marqués de Molins


ArribaAbajo   Si no brindo con vino a tu salud,
como lo manda el uso inmemorial,
caro Mariano, en Pascua o Carnaval,
es senil impotencia; no es virtud.

   Observante me han hecho del talmud  5
los años con su rígido ritual
mas te festejaré desde el portal,
como la murga, al son de mi laúd.

   ¿Quién pudo imaginar que soy aquél
que pudiera engullir por colación  10
hasta el arco y la tripa del rabel?

   Y hoy debo confesarte ¡oh confusión!
que si ha la verdad santa he de ser fiel,
puches piden mis dientes, no turrón.



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