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El señorito mimado o La mala educación

Comedia moral en tres actos

Tomás de Iriarte



[Nota preliminar: Edición digital a partir de Colección de obras en verso y prosa de D. Tomás de Iriarte, T. IV, Madrid, Impta. Benito Cano, 1787, pp. 123-326, cotejada con la edición crítica de Rusell P. Sebold, Madrid, Castalia, 1978.]




Sic teneros animos aliena opprobria saepe
Absterrent vitiis.


Horacio, Lib. I, Sat. IV.                



Así del vicio, con la ajena afrenta,
El ánimo del joven escarmienta.



PERSONAJES
 

 
D. MARIANO,   señorito mimado; joven imprudente, superficial, indócil y de estragada conducta.
D.ª DOMINGA,    su madre; señora de mediana edad, bonaza y contemplativa.
D. CRISTÓBAL,   tío, tutor y padrino de D. MARIANO; hombre recto, franco y activo.
D. ALFONSO,   caballero de Granada, hospedado en casa de D.ª DOMINGA; anciano pundonoroso y de buen corazón.
D.ª FLORA,    su hija; señorita bien criada, bastante viva y muy sensible.
D. FAUSTO,   amante de D.ª FLORA y competidor de D. MARIANO; mozo de generosas prendas.
D.ª MÓNICA,   mujer sagaz, que se finge señora de distinción.
PANTOJA,   criado antiguo de la casa; fiel y honrado, nada lerdo y de humor festivo.
FELIPA,   doncella de D.ª DOMINGA; simple y algo interesada.
D. TADEO,   trapalón, que pasa por cuñado de D.ª MÓNICA.
 

La escena es en Madrid, en una sala de la casa de D.ª DOMINGA. Esta sala tendrá tres puertas: la de la derecha conduce a los cuartos de D.ª DOMINGA y D.ª FLORA; la de en medio a los de D. CRISTÓBAL, D. ALFONSO y D. MARIANO; y la de la izquierda a la antesala y otras piezas de la casa.

   

La acción empieza a la hora de la siesta y concluye al anochecer.

 




ArribaAbajoActo I


Escena I

 

D. CRISTÓBAL, examinando con atención unos papeles, sentado junto a una mesa en que hay recado de escribir. D.ª DOMINGA, sentada en una silla algo distante de la mesa.

 
D. CRISTÓBAL

 (Con la pluma en la mano.)  

Nueve y seis, quince... dieciocho...
veintisiete... treinta y cuatro...
llevo tres... y nueve, doce...
D.ª DOMINGA
Ahora con el bocado
en la boca, ¿tienes gana 5
de ajustar cuentas, hermano?
D. CRISTÓBAL
Y cuanto más las ajusto,
menos las entiendo. Un año
de examen se necesita,
según encuentro enredados 10
estos papeles.
D.ª DOMINGA
Descansa
de tu viaje; y más despacio
podrás ir viendo...
D. CRISTÓBAL
Señora,

 (Dejando la pluma, y apartando de sí con enfado algunos de los papeles que tiene delante.)  

perdido está el mayorazgo.
Aquí me faltan recibos. 15
Las cuentas, los inventarios,
todo está como Dios quiere.
No hay formalidad. El gasto
excede en mucho a la renta.
En bien diferente estado 20
dejó mi hermano su casa.
D.ª DOMINGA
¡Ah! ¡Dios le tenga en descanso!
D. CRISTÓBAL
Si él viera algunas partidas
de estas cuentas... Vamos claros;
su hijo de usted, mi dichoso 25
sobrinito, don Mariano,
se porta. En toda su vida
sabrá ganar un ochavo;
pero arruinar una casa,
eso lo sabe de pasmo. 30
Él tiene mala conducta;
yo riño; no me hacen caso;
usted le contempla en todo.
Pues bien: darle barro a mano;
que se pierda, que nos pierda, 35
si usted quiere. Ya estoy harto
de predicar.
D.ª DOMINGA
Don Cristóbal,
seis días ha que has llegado
de vuelta de tu gobierno
de las Indias, y ha otros tantos 40
que no cesas de clamar
contra el infeliz muchacho.
D. CRISTÓBAL
No, amiga; contra su madre,
sí, contra usted sola clamo.
¡Qué crianza! Ahora todos 45
hemos de pagar el daño,
cuando de nadie es la culpa
sino de usted... Lo bonazo
de ese genio, ese amor ciego
al hijo, el mimo, el regalo... 50
D.ª DOMINGA

 (Arrastrando lánguidamente las palabras.)  

Yo, como naturalmente
soy benigna...
D. CRISTÓBAL

  (Con viveza.)  

Demasiado.
D.ª DOMINGA
Pero, hermano mío...
D. CRISTÓBAL
Pero,
cuñada mía, ¿es mal chasco
el que me he llevado yo? 55
Vaya usted considerando.
Cuando partí a mi gobierno,
aún no tenía cuatro años
ese chico. Su buen padre
le encomendó a mi cuidado; 60
me nombré por su tutor;
soy su tío; en estos brazos
le he sacado yo de pila.
Vea usted con cuántos cargos
quedé respecto a un sobrino, 65
un pupilo y un ahijado.
Me era forzoso partir
a mi destino. Los llantos,
las plegarias de su madre
entonces me precisaron 70
a sustituir en ella
la tutoría, esperando
que no me tocase estar
en Indias sino cinco años;
pero de un gobierno en otro 75
he pasado quince largos.
Desde allá, cada correo,
¿no escribía un cartapacio,
dando mis disposiciones
para educar a Mariano 80
al lado de unos maestros
hábiles, y de un buen ayo?
Usted los buscó a su modo,
según veo: descuidados,
o necios, o aduladores, 85
que la estaban engañando,
y me engañaban a mí,
con enviarme unos retazos
de latín y de francés,
como verdaderos partos 90
del ingenio de su alumno;
dibujos bien acabados;
muestras de gallarda letra;
y nada era de su mano...
Usted siempre aseguraba 95
que el tal niño era un milagro
de aplicación, una alhaja;
tan vivo y adelantado,
tan obediente a su madre,
tan cortés... Yo mentecato 100
lo creí muy santamente;
y con gozo extraordinario
le prometí que sería
dueño de cuanto he ganado
en Indias con mi sudor. 105
D.ª DOMINGA
Ni él ni yo desconfiamos
de promesa tan segura...
D. CRISTÓBAL
Conforme. No hay que fiarnos.
En fin, vuelvo de mi viaje
muy satisfecho; y lo que hallo 110
es que ese caballerito
cumplirá presto veinte años
sin saber ni persignarse;
que está lleno de resabios,
de mil preocupaciones; 115
que es temoso, afeminado,
superficial, insolente,
enemigo del trabajo;
incapaz de sujetarse
a seguir por ningún ramo 120
una carrera decente.
¿Por las letras? Es un fatuo.
¿Por las armas? Es un mandria.
Tirará... por mayorazgo.
D.ª DOMINGA
¡Qué terrible eres! El chico 125
todavía no ha logrado
ver sereno ese semblante.
Se asusta, se pone malo
sólo con que alces la voz.
Siempre ha sido delicado. 130
El estudio no le prueba.
Ni tampoco es necesario
que un hijo de caballero
lo tome tan a destajo
como si con ello hubiera 135
de comer.
D. CRISTÓBAL
Quedo enterado.
¡Viva mi doña Dominga!
Piensa bien. ¿Conque sacamos
en limpio que un caballero
no ha de ser hombre? En contando 140
con una renta segura
de cinco a seis mil ducados,
¿a qué fin ha de afanarse
para ser buen ciudadano,
ni buen padre de familia, 145
ni sabio, ni buen soldado?
¿Para qué? Dejemos eso
a los hombres ordinarios.

 (Levantándose.)  

¡Vaya; que merece usted
dirigir un seminario! 150
D.ª DOMINGA
Digo: ¿y te parecerá
que no sé yo quién te ha dado
contra tu mismo sobrino
unos informes tan falsos?

 (Exclamando.)  

¡Hijo de mi alma! Pantoja, 155
ese traidor de criado
es quien le ha vendido. ¡Infame!
Pues ¿qué? ¿Tú y él encerrados
no estabais de conferencia
antes de ayer muy temprano? 160
Ya mi doncella Felipa
oyó, no todo, pero algo,
por el hueco de la llave.
D. CRISTÓBAL
Cierto; y porque sentí pasos,
dejé la conversación 165
para otra vez. Llega el caso
de que en presencia de usted,
no a espaldas, la prosigamos.

 (Toca una campanilla, que está sobre la mesa.)  

¿Para qué andar con misterios
en un asunto tan claro? 170
Él vendrá...
D.ª DOMINGA
Déjale ahora.

 (Levantándose.)  

¿A tal extremo llegamos
que se nombra por fiscal
de la conducta del amo
a un criado, a un chocarrero? 175
Yo no sé cómo lo aguanto.
D. CRISTÓBAL
Le cito, no por fiscal,
por testigo y abonado...

 (Vuelve a tocar la campanilla.)  

Pantoja es algo chancero,
pero no miente; es honrado; 180
nos tiene gran ley; conoce
desde la cuna a Mariano,
y sabe todas sus mañas.
Se explica con desparpajo...
D.ª DOMINGA
Más de lo que es menester; 185
porque es tan atravesado,
tan socarrón, tan ladino...


Escena II

 

D. CRISTÓBAL, D.ª DOMINGA, FELIPA, que sale por la puerta de la derecha; y PANTOJA, que viene luego por la de la izquierda.

 
FELIPA
¿Qué mandan ustedes?
D. CRISTÓBAL
Llamo
a Pantoja.
PANTOJA
Ya está aquí.
D. CRISTÓBAL

 (A D.ª DOMINGA.)  

Usted perdone el mal rato. 190
Nuestra disputa será
muy breve; vamos al grano.
Pantoja.
PANTOJA
Señor.
D. CRISTÓBAL
Parece
que esta señora, intentando
convencerme y disculparse 195
de la crianza que ha dado
a mi sobrino, desea
que me venga el desengaño
por tu boca. Di sobre esto
cuanto sabes, sin empacho 200
y con toda realidad.
PANTOJA
Pero, señor...
D. CRISTÓBAL
Habla claro.
PANTOJA
No sé cómo he de atreverme...
D. CRISTÓBAL
Contemplaciones a un lado.
A quien tenga la razón, 205
dársela.
D.ª DOMINGA
Me haces agravio...
D. CRISTÓBAL
La averiguación importa;
y yo seré el agraviado
si usted se resiste a ella.
D.ª DOMINGA
Eso es darle mucha mano... 210
D. CRISTÓBAL
Y si usted no está culpada,
¿qué teme?
PANTOJA
¿Con que mi encargo
es predicar un sermón
panegírico en aplauso
de la vida y las hazañas 215
de aquel joven...?
D.ª DOMINGA
Sí, de tu amo;
y mira cómo hablas de él.
Su madre te está escuchando.
D. CRISTÓBAL
Y su tío te prohíbe
disimular.
PANTOJA
Apretado
220
es el lance en que me ponen.
Para quedar bien con ambos,
¿no hay medio?... Pues si no le hay,
aquí del valor. Hagamos
justicia seca; y perdonen 225
ustedes, que soy mandado...
Mi sermón tendrá dos puntos;
que, al fin, me ha de servir de algo
haber estudiado un poco
de latín cuando muchacho. 230
Primer punto: las flaquezas
de mi señor don Mariano
en cuanto al entendimiento.
Segundo punto: las que hallo
por lo que hace al corazón. 235
Y digo así...

 (Tose y escupe.)  

D. CRISTÓBAL
Di.
D.ª DOMINGA
¡Qué enfado!
PANTOJA
Dejó el amo don Cristóbal
a mi señorito un ayo,
hombre severo y formal,
que, por no ser del agrado 240
de mi ama y señora, pronto
hizo dejación del cargo.
Enseñó al niño a leer,
y en esto hubo sus trabajos;
pues si el niño no quería 245
deletrear un vocablo,
ya le entraba la rabieta.
Su mamá con agasajo
acudía a libertarle
del poder de aquel tirano; 250
le daba un dulce, un juguete;
se le llevaba a su cuarto;
y en quince días después
no había fuerza en lo humano
para que viese un renglón. 255
Con la razón y el halago
nunca se sacaba fruto.
¡Azotes! ¡Oh, ni nombrarlos!
¡Sujeción! No se hable de eso.
¡Reprehender! Contrabando. 260
«Señora -esto no lo digo
yo, que lo decía el ayo-,
¿qué sirve lo que en un mes
con mi paciencia adelanto,
si usted en medio minuto 265
consigue desbaratarlo?»
Tras de aquel ayo vino otro
de manga ancha, dócil, manso...
D.ª DOMINGA
¡Charlatán! Y con todo eso,
¿acaso el chico ha dejado 270
de aprender lo que le basta?
PANTOJA
¡Cómo! Pues ¿no fue un milagro
saber ya firmar su nombre
antes de los catorce años?
Por lo que mira a contar, 275
se quedó un poco atrasado;
mas para eso que llegó
a la puente de los asnos,
y ya empezaba a saber
aquello de quorum, quarum. 280
D.ª DOMINGA
¡Buena gana de llenarse
los sesos de latinajos!
Si él tirara por la Iglesia...
FELIPA
¡Toma! Conozco yo tantos
hombres de mucho provecho 285
que jamás han estudiado.
PANTOJA
Pues ya se ve. Comen, beben,
se pasean con descaro;
y si hay quien les dé un empleo,
le toman sin hacer ascos. 290
D. CRISTÓBAL
¡Vaya, no gloses!
PANTOJA
Decía
que el señorito, entregado
todo a los nominativos
y otros estudios abstractos,
no pudo hacer gran progreso 295
en el francés, sin embargo
de que en seis meses tomó
sus tres lecciones, o cuatro.
Las demás habilidades,
como montar a caballo, 300
el baile, música, esgrima
y dibujo, le costaron
aun mucho menos. Pagar
maestros, y no cansarlos.
Además de esto...
FELIPA
Señora,
305
yo me voy de aquí, o me tapo
los oídos.
PANTOJA
Pasaré
al segundo punto.
D.ª DOMINGA
¡Hermano!
¡Que tengas gusto de oír
las chanzas de ese bellaco! 310
D. CRISTÓBAL
¡Ojalá no fueran veras
estas chanzas!
PANTOJA
¿Sigo o callo?
D. CRISTÓBAL
Acaba.
PANTOJA
Como empezó
mi amo desde muy temprano
a campar por su respeto, 315
y holgarse muy a su salvo,
sin que le tomasen cuentas
ni le siguiesen los pasos,
bien se deja discurrir
qué poco le habrán faltado 320
amigotes que le enseñen
a gastar con todo garbo,
a frecuentar las insignes
aulas de Cupido y Baco,
cafés, mesas de trucos, 325
nobles garitos, fandangos
de candil, y otras tertulias
perfumadas del cigarro.
Sobre todo, aquellos fieles
compañeros (aquí llamo 330
la atención de mi auditorio)
le han proporcionado el trato
de la célebre señora
doña Mónica de Castro,
en cuya mansión se pasan 335
los más divertidos ratos.
D. CRISTÓBAL
Ya me has nombrado otra vez
esa mujer, y no caigo
en quién sea.
D.ª DOMINGA
Es una amiga
que me hace de cuando en cuando 340
algunas visitas, viuda
de un coronel retirado...
PANTOJA
Su merced así lo dice.
FELIPA
Señora de mucho rasgo.
PANTOJA
Bastante.
D.ª DOMINGA
Muy advertida
345
PANTOJA
¡Gran labia, gran garabato!
D.ª DOMINGA
Que tiene en Madrid negocios...
PANTOJA
Y muchos.
D.ª DOMINGA
Vino de Almagro.
PANTOJA
O de otra parte, ¿quién sabe?
FELIPA
Vive hace tiempo en el cuarto 350
principal de aquella casa
que es propia del mayorazgo
del señorito...
PANTOJA
Y de balde.
D. CRISTÓBAL
¿Cómo de balde?
PANTOJA
Es muy largo
de contar.
FELIPA
Pues si en la casa
355
andaba un duende malvado
que no dejaba vivirla,
hasta que tomó a su cargo
doña Mónica ahuyentarle.
D.ª DOMINGA
Era ya mucho el espanto 360
que causaba a los vecinos.
D. CRISTÓBAL
¿Quién? ¿El duende? ¡Qué insensatos!
PANTOJA
Lo cierto es que algunas noches
se oyeron golpes de mazo
en las paredes, ruido 365
como si rodase un carro,
quejidos muy lamentables
y cadenas arrastrando.
D. CRISTÓBAL
¿A mí te vienes con ésa?
D.ª DOMINGA
No hay duda.
FELIPA
Y algunos trastos
370
viejos, que en unos desvanes
quedaron arrinconados,
se hallaban por la mañana
vueltos lo de arriba abajo.
D. CRISTÓBAL
¿Mi sobrino cree en duendes? 375
PANTOJA
Sí tal, a puño cerrado.
D. CRISTÓBAL
¿Y mi hermana?
PANTOJA
En casa, todos.
Pues sí, desde que era mi amo
tamañito, le asustaban
con cocos y mamarrachos, 380
fantasmas, disciplinantes,
brujas y otros espantajos.
Si no duda que hay mal de ojo,
que hay palacios encantados,
que cura un saludador, 385
y el martes es día aciago,
¿qué mucho será que ahora...?
D. CRISTÓBAL
¡Aquí de Dios! Yo no alcanzo
cómo usted, señora mía,
cayó en semejante lazo. 390
FELIPA
Si la pidió el señorito
que a lo menos por medio año
dejase ocupar la casa...
D. CRISTÓBAL
¿A doña Mónica? ¡Guapo!
D.ª DOMINGA
Ella estaba inhabitable. 395
FELIPA
Como el señor don Mariano,
que es el dueño, lo quería...
D. CRISTÓBAL
Cabal: era necesario
darle gusto. Ya iré yo
a ver al duende despacio. 400
PANTOJA
Hay malas lenguas que dicen
que un perillán bien pagado
por una de las guardillas
se introducía en el cuarto
para hacer las travesuras 405
que alborotaron el barrio.
Yo no sé quién dispondría
la artimaña, pero, al cabo,
doña Mónica, ayudada
de uno a quien llama cuñado, 410
que vive en su compañía,
a vista del sobresalto
del señorito, propuso
con espíritu bizarro
que, por hacerle favor, 415
no tendría gran reparo
en ir a habitar allí
por algún tiempo, dejando
un incómodo mesón
en que se alojó de paso. 420
D. CRISTÓBAL
Bien sabía la gran maula
a qué bobos daba el chasco.
D.ª DOMINGA
Pero ¿tú crees...?
D. CRISTÓBAL
Yo creo
esto y mucho más. No aguardo
a mañana, no; en la hora 425
acudiré a remediarlo.
Me basta saber que aquélla
es la casa en que Mariano
se junta con botarates
que han de ocasionar su estrago. 430
PANTOJA
También allí ganará
buen caudal; porque el cuñado
de la susodicha dama,
que es un terrible lagarto,
sabe convertir en oro 435
el hierro, el plomo y el barro.
Es alquimista...
D. CRISTÓBAL
Ésta es otra.
PANTOJA
Con el dinero que mi amo
le adelanta, podrá al fin...
D. CRISTÓBAL
¡Señor! ¿En qué siglo estamos? 440
¿Conque sólo mi sobrino
ignora que ese arte falso
mil ricos empobreció,
y a ningún pobre dio un cuarto?
No hablemos más del asunto. 445

 (A PANTOJA y a FELIPA.)  

Idos ya los dos. Dejadnos
a solas.
PANTOJA
Más me valdría
no haber cantado de plano;
pero usted, tras que yo tengo
el frenillo bien cortado, 450
me ha puesto en el precipicio.
D. CRISTÓBAL
Ésa es cuenta mía.
PANTOJA
Vamos.
FELIPA
¡Qué pimentón en la lengua,
picotero, traidorazo!


Escena III

 

D. CRISTÓBAL y D.ª DOMINGA.

 
D.ª DOMINGA
¿Estás ya contento?
D. CRISTÓBAL
Estoy
455
conmigo mismo irritado.
Creí que era usted sencilla
y débil, pero no tanto.
¿Cuándo la fiara yo
la crianza del muchacho, 460
si hubiera tenido entonces
las experiencias que hoy palpo?
D.ª DOMINGA
Pues, para que te confundas,
ese mozo mal criado
por su madre, tan inútil, 465
tan despreciable, tan malo,
merece el tierno cariño,
la estimación y la mano
de una señora de prendas,
joven, rica y noble.
D. CRISTÓBAL
Extraño
470
que llegue ahora al tutor
la noticia.
D.ª DOMINGA
Se ha tratado
el asunto con reserva.
D. CRISTÓBAL
¿Reservas conmigo?
D.ª DOMINGA
A espacio.
Escucha la historia, y luego 475
hablarás.
D. CRISTÓBAL
¡Vaya, sepamos!
D.ª DOMINGA
Nuestro amigo don Alfonso,
que está al presente hospedado
en casa con su hija Flora,
vino hace un mes...
D. CRISTÓBAL
Bien; le trajo
480
desde Granada a Madrid
ese pleito con don Fausto.
Todo esto lo sé. ¿Qué más?
D.ª DOMINGA
Como era amigo y paisano
del difunto...
D. CRISTÓBAL
Y también mío.
485
Le estamos muy obligados
en esta casa, y merece
todo nuestro obsequio. Al caso.
D.ª DOMINGA
Poco antes de tu llegada
me vino el lance rodado 490
de proponerle la boda
de su hija con mi Mariano,
supuesto que ambos se quieren,
y las circunstancias de ambos
son iguales. Don Alfonso 495
admitió con sumo agrado
mi propuesta; y me ofreció
en los términos más claros
que apenas ganase el pleito,
que se hallaba en buen estado, 500
se dispondría esta unión.
Debe ya cumplirse el pacto
después de la favorable
sentencia que hoy ha logrado.
D. CRISTÓBAL
¿Y eso callabas, hermana? 505
D.ª DOMINGA
Sí, para tener el lauro
de ser yo quien negociase
tan ventajoso tratado
sola sin necesitar
tutelas, ni padrinazgos, 510
ni protecciones de tíos.
Usted que me está acusando
de madre tan floja y simple,
ya verá que sirvo de algo
para colocar a un hijo, 515
pero bien.
D. CRISTÓBAL

 (Pensativo.)  

Ya. Sin embargo...
D.ª DOMINGA
¿Qué sin embargo? Es negocio
seguro en que no hay engaño.
D. CRISTÓBAL
Mas ¿cómo este don Alfonso
no ha despegado sus labios 520
para hablarme del asunto?
D.ª DOMINGA
¡Oh! Que mi primer encargo
fue que guardase el secreto.
D. CRISTÓBAL
¡Misterios bien excusados!
D.ª DOMINGA
Es gran boda.
D. CRISTÓBAL
Buena.
D.ª DOMINGA
¿Y hallas
525
inconvenientes?
D. CRISTÓBAL
Hay varios.

 (Contando por los dedos.)  

Primero, que don Alfonso
es un hombre muy sensato,
y cuando dio esa palabra,
no, no estaría informado 530
de los defectos del novio.
Segundo, que si Mariano
no se corrige, no puede
ser buen padre, esposo ni amo.
Tercero, que si hoy le estima 535
Flora, tendrá desengaños
mañana que desvanezcan
su amor tan reciente. Cuarto...
D.ª DOMINGA
¡Lindos escrúpulos! Voy
a responderte, contando 540
también por los dedos... Mira.
Lo primero, que ha empeñado
don Alfonso su palabra
conmigo, fijando el plazo.
Lo segundo, que en mi chico, 545
aunque me predique un santo,
no veré, ni creeré
defecto alguno de cuantos
le está achacando su tío.
Lo tercero, que es en vano 550
pretender que doña Flora
deje de amarle. Lo cuarto,
que ha de ser... porque ha de ser,
y yo lo quiero, y lo mando.
D. CRISTÓBAL
Ésa sí que es gran razón, 555
amiga. De pie de banco...

 (Mirando hacia la puerta de la izquierda.)  

¡Hola! Don Alfonso...
D.ª DOMINGA
A tiempo
llega.


Escena IV

 

D.ª DOMINGA, D. CRISTÓBAL, D. ALFONSO que sale por la puerta de la izquierda con muestras de inquieto y pensativo.

 
D.ª DOMINGA

 (A D. ALFONSO.)  

Le estaba enterando...
D. CRISTÓBAL
Usted me ha tenido oculto
un secreto, y yo me espanto... 560
D.ª DOMINGA
De todo le he dado parte.
Ya no hay que disimularlo,
porque está con la noticia
de la boda tan ufano
como usted y como yo... 565
¡Qué gozo! El pleito ganado,
colocada doña Flora,
unidos los mayorazgos
de dos casas tan amigas...
¿No es así? Pero ¿qué escaso 570
de palabras viene usted?
¿Qué pensativo? Reparo
yo no sé qué frialdad...
D. ALFONSO
¡Ah, señora! Un hombre blanco
suele verse en tales lances... 575
D.ª DOMINGA
Pues ¿qué sucede?
D. ALFONSO
Soy claro,
pero con ustedes hoy
temo serlo demasiado.
Ya no es posible ocultar
mi inquietud.
D. CRISTÓBAL
¿Puedo yo acaso
580
servir, aliviar a usted?
D. ALFONSO

  (Con pausa y gravedad.)  

Amigo, veo que si hablo,
hago un mal papel; que soy
un padre injusto si callo.
Conozco, como si ahora 585
despertase de un letargo...

 (Con prontitud.)  

Luego dirán que los mozos
proceden atropellados,
y cometemos los viejos
unos absurdos tan crasos... 590
D.ª DOMINGA
No lo entiendo.
D. CRISTÓBAL
Pues yo sí.
D. ALFONSO
Don Cristóbal, he guardado
tal silencio con usted
acerca de este contrato
por causarme gran vergüenza 595
confesar el juicio errado
que formé; pero, ya vista
mi imprudencia, es necesario
acudir a repararla.
D. CRISTÓBAL
Hermana, ¿voy acertando 600
en mis pronósticos?
D.ª DOMINGA
¡Cómo!
Don Alfonso, ¿nos burlamos?
D. ALFONSO
Los informes fidedignos
y contestes que hoy me han dado
de la increíble conducta 605
que se nota en don Mariano,
el bienestar de una hija
a quien tan de veras amo,
cuya educación ha sido
el mayor de mis cuidados, 610
me aconsejan que no debo
sacrificarla.
D.ª DOMINGA
Es bien raro
el capricho.
D. CRISTÓBAL
Yo me pongo
en lugar de usted. Sobrados
motivos puede alegar 615
que le sirvan de descargo
para suspender al menos...
D.ª DOMINGA
¡Suspender! ¿Qué es esto, hermano?
¡Un tío contra un sobrino
hablar así!
D. CRISTÓBAL
Yo siempre hablo
620
en favor de la verdad.
Por la razón me declaro;
y todos los parentescos
del mundo suponen tanto
como nada cuando importa 625
no mantener en su engaño
a un amigo, hombre de bien.
D.ª DOMINGA
Y antes de haber empeñado
su palabra el tal amigo,
¿no pudo haberse hecho cargo 630
de las consecuencias?
D. ALFONSO
Sí,
debía. Pero ¡qué caro
me ha salido aquel error!
Bien se me representaron
la nobleza y conveniencias 635
de ese joven, el agrado
con que él y Flora se tratan,
el apetecible lazo
que estrecharía la unión
de nuestras casas; mas ¿cuándo 640
pudiera yo sospechar
que un hijo de tan honrados
padres, único heredero
de un decente mayorazgo
y criado entre personas 645
de distinción y buen trato,
anduviese distraído,
cercado de amigos falsos,
de locos, de estafadores;
ya sin dejar de la mano 650
los naipes, ya contrayendo
deudas por fútiles gastos,
pasando noches enteras
fuera de casa, mudando
el traje de caballero 655
en capote jerezano;
en fin, cobrando opinión
de ocioso y desarreglado?
D.ª DOMINGA
Mi hijo queda agradecido
a elogios tan cortesanos. 660
Crea usted esos informes,
crea los de mi cuñado,
y retracte su palabra;
pero sepa que me llamo
doña Dominga Piñeiro, 665
y que lo que se ha tratado
conmigo, se ha de cumplir.
Que si es mi genio pacato
y flexible en otros puntos,
en tocando a mi Mariano, 670
soy una sierpe, una furia.
Voyme; que si no...

  (Vase.) 

D. CRISTÓBAL
¡Rebatos!


Escena V

 

D. ALFONSO y D. CRISTÓBAL.

 
D. ALFONSO
Siento disgustarla...
D. CRISTÓBAL
¿Y qué?
Está bien justificado
cuanto usted dice del novio, 675
y hemos de hablar muy despacio
en la materia.
D. ALFONSO
Son hombres
tan cuerdos y autorizados
los que me aconsejan... Luego,
yo forastero, que me hallo 680
con sólo un mes de Madrid...
D. CRISTÓBAL
Es disculpable el engaño.
D. ALFONSO
Mucho me arrastra el amor
de padre cuando quebranto
los fueros de la amistad; 685
cuando mi honor... ¡Qué mal pago
doy al benigno hospedaje
que debo a ustedes!
D. CRISTÓBAL
Yo salgo
a una breve diligencia
que importa al fin deseado 690
de corregir extravíos
de este mozo...

  (Toma el sombrero, la espada y el bastón, que están sobre una silla.)  

En mi despacho
puede usted luego, si gusta,
esperarme; y retirados
allí, con más libertad 695
que en esta sala de paso,
le contaré...

 (Suspendiéndose y mirando hacia la puerta de la derecha.)  

Me parece
que oigo la voz de don Fausto.
Hoy perdió su pleito, ¡el pobre!
Por usted que le ha ganado, 700
me alegro; por él, lo siento.
Es gran mozo; muy urbano,
instruido y más juicioso
de lo que muestran sus años.
D. ALFONSO
Yo le he cobrado afición. 705
Los dos hemos litigado,
pero con todo...
D. CRISTÓBAL
¿Qué importa?
Aunque sea en mis contrarios,
yo estimo las buenas prendas.
Adiós.

 (A D. FAUSTO, que sale por la puerta de la derecha.)  

Beso a usted la mano.
710
Si pudiera detenerme...
A bien que dentro de un rato
nos veremos.
D. FAUSTO
Yo no vengo
a estorbar.
 

(Vase D. CRISTÓBAL por la puerta de la izquierda.)

 


Escena VI

 

D. ALFONSO y D. FAUSTO.

 
D. ALFONSO

  (Con agrado.)  

Señor don Fausto,
lo que hoy para mi es fortuna, 715
es para usted un quebranto;
y le juro que mi gozo
no puede ser tan colmado
como algunos pensarían.
D. FAUSTO
Sé que es usted muy humano, 720
y creo serlo también.
Cuando el respetable fallo
de un tribunal se declara
por usted, bien me persuado
que le asiste la justicia. 725
Ni me enojo, ni me abato.
Yo he seguido este litigio
porque le dejó entablado
mi difunto padre, y muchos
me estaban siempre culpando 730
de tener los intereses
de mi casa abandonados,
mas no por eso en mi pecho
con tal motivo labraron
ni el encono, ni el capricho, 735
ni los viles sobresaltos
de la codicia. Mi lengua
ni una palabra ha soltado
que sonase a enemistad.
Allá nuestros abogados 740
han contendido. Nosotros
hemos corrido entretanto
con la mejor armonía,
y ésta durará.
D. ALFONSO
No extraño
que usted, con una franqueza 745
tan noble, haya continuado
en frecuentar esta casa
mientras seguían los autos.
He formado gran concepto
de usted porque de ordinario 750
los que pleitean se miran
con odio.
D. FAUSTO
No soy tan bajo.
Me han dicho algunos que apele.
¿Para qué? Para arruinarnos.
D. ALFONSO
Es así.
D. FAUSTO
Pero, señor...
755
¿podré con desembarazo
descubrir...?
D. ALFONSO
Cuanto usted quiera.
D. FAUSTO
Amigo, ni el menoscabo
que de la sentencia de hoy
me resulta, ni el atraso 760
o la pérdida total
de cuanto poseo y valgo
me serán jamás sensibles,
si a pesar de mis escasos
méritos, consigo al fin 765
no incurrir en desagrado
de usted cuando le suplico
apruebe el amor en que ardo
por doña Flora. Mi dicha
depende ya de su mano. 770

 (Tomando a D. ALFONSO la mano y besándosela tiernamente.)  

Y de ésta... que reconozco
por la de un padre.
D. ALFONSO

 (Sorprendido.)  

¡Don Fausto!
D. FAUSTO
Un tierno afecto disculpa
mi arrojo. Si es temerario...
D. ALFONSO
No, no lo es; mas, por desgracia, 775
presumo que ha de ser vano.
D. FAUSTO
¿Por qué vano? ¿En quién consiste?
¿En usted o en Flora?
D. ALFONSO
En ambos.
En mí, por una palabra
que siento haber empeñado; 780
y en ella, porque se inclina...
D. FAUSTO

  (Con viveza.)  

Sí, ya lo sé, a don Mariano.
D. ALFONSO
Mientras yo no la convenzo
de que ese mal empleado
amor la hará desdichada, 785
y mientras no pongo a salvo
mi honor sobre una fatal
obligación que contrajo,
ni su deseo de usted,
ni el mío...


Escena VII

 

Los mismos y FELIPA.

 
D. ALFONSO

 (A FELIPA.) 

¿Qué hay?
FELIPA
Un recado
790
de mi ama doña Dominga,
que aguarda a usted en su cuarto.
D. ALFONSO
Querrá hablarme de un asunto
que tenemos empezado.
A más ver.
D. FAUSTO
Usted no olvide,
795
señor...
D. ALFONSO
Nada olvido. En cuanto
dependa de mí...
D. FAUSTO
Mil gracias.
 

(Vase D. ALFONSO por la puerta de la derecha.)

 


Escena VIII

 

D. FAUSTO, FELIPA y después D. MARIANO.

 
D. FAUSTO
Doña Flora y yo dejamos
pendiente una explicación
que la importa. ¿Habrá reparo 800
en que la digas...?
FELIPA
Sí le hay;
como que ya voy notando
que estos días la hace usted
carocas, y que está mi amo
don Mariano receloso 805
de que es usted su contrario.
¿Piensan que soy yo criada
de estas que hacen a dos palos?
No; me trata el señorito
muy bien, y soy de su bando. 810
D. FAUSTO
Ni yo pretendo que dejes
de ser fiel; antes lo alabo.
FELIPA
A fe que si no lo fuera,
perdiera buenos regalos.
D. FAUSTO
Ya no te alabo, Felipa. 815
FELIPA
¡Chito! Aquí está don Mariano.
Es galán en toda forma,
¿no es verdad?
 

(D. MARIANO llega vestido en traje de por la mañana, con un bastoncito de petimetre, etc. Sale por la puerta de la izquierda, dirigiéndose con alguna aceleración a entrar por la de en medio. Viene cantando entre dientes, y se suspende al ver a D. FAUSTO.)

 
D. MARIANO
¡Oh, seó don Fausto!
¿Conque, en fin, se vio ese pleito?
D. FAUSTO
Hoy mismo se ha sentenciado. 820
D. MARIANO
Dicen que usted le ha perdido;
y me alegro, ¡voto a tantos!,
me alegro.
D. FAUSTO
¿De qué?
D. MARIANO
¿Qué importa
que usted pierda, si yo gano?
Con eso el buen don Alfonso 825
no me tendrá ya penando
por su hija. Estoy impaciente.
Vengo a que me dé un abrazo,
y a que disponga cuanto antes
la boda. A fe de Mariano, 830
que hasta ahora no creía
estar tan enamorado.
Sobre que usted y su pleito
me estaban ya jorobando
la paciencia... ¡Anda con Dios! 835
Ya hemos salido del paso.
D. FAUSTO
Envidiable es la fortuna
de usted.
D. MARIANO
¿Y la de ella es barro?
Ya usted lo ve. La Florita
es una chica de garbo; 840
yo, sin vanidad, tampoco
soy de lo más desgraciado.
Es viva; yo no soy muerto;
tiene un lindo mayorazgo,
pero no es malejo el mío; 845
y con lo que el tío indiano
me deja, lo pasaré
como un padre jubilado.
Usted no sabe vivir.
Siempre metido en cuidados 850
de sus pleitos, de su hacienda;
revolviendo unos legajos,
unos librotes... sirviendo
su empleo como un esclavo...
No, señor; la libertad. 855
Por eso, cuando ha dicho algo
mi madre sobre buscarme
destino, se lo he quitado
de la cabeza. La vida
es corta. Se pasa un rato 860
de paseo, otro de juego;
cuatro amigos, el teatro,
algún baile, la tertulia,
tal cual partida de campo;
y uno gasta alegremente 865
lo poco que Dios le ha dado.
Ociosidad llaman esto
algunos críticos raros...,
pero a los hombres de modo
nunca los prenden por vagos. 870
D. FAUSTO
Los que gozan conveniencias
son los que están obligados
a dar el más digno ejemplo
de aplicación. Los estragos
de la ociosidad...
D. MARIANO
¿Yo ocioso?
875
En todo el día no paro.
D. FAUSTO
La lectura, por ejemplo...
D. MARIANO
¡Qué lectura! Jamás abro
un libro; pero con todo
váyame usted preguntando 880
sobre cualquier materia.
¿Oye usted qué bien lo parlo?
Pues no he leído en mi vida,
después del Catón cristiano,
sino David perseguido 885
y alivio de lastimados.
D. FAUSTO
No digo que usted se prive
de la sociedad. El trato
decente...
D. MARIANO
¿Y qué es la decencia?
¿Estar un hombre espetado? 890
¿Cortesías, cumplimientos?
¿Estudiar cada vocablo
porque de todo se espantan?
No, amiguito, yo soy franco.
Me va muy bien con la gente 895
del bronce, y nunca me amaño
a gastar zalamerías.
Todo se vuelve reparos
en estas casas de forma.
Las busco de vuelo bajo. 900
Lo demás es vivir mártir.
Estos afilosofados
le meten a un hombre en prensa.
Si uno se pasea, malo;
si juega, peor.
D. FAUSTO
Un juego
905
de comercio, y moderado...
D. MARIANO
Calle. Donde está una banca,
una treinta y una, un cacho...
estos juegos sí que empeñan,
y no calientan los cascos. 910
D. FAUSTO
Pero esto de no pensar
en servir de algo al Estado...
D. MARIANO
¿Y el Estado necesita
de mí ni de nadie? Vamos.
Vea usted lo que se saca 915
de leer tanto libraco.
Al fin será menester
que yo le vaya enseñando
el arte de ser feliz,
y que le dé unos repasos 920
sobre la ciencia del mundo.
Como ande usted a mi lado
quince días...
D. FAUSTO
Nadie debe
singularizarse.
D. MARIANO
¿Acaso
me singularizo yo? 925
Vivo como uno de tantos
que hay por Madrid... Pero voyme
a ver al suegro, y me escapo
de oír un sermón que lleva
traza de ser muy pesado. 930
Felipilla, di a mi novia
que ya pasaré a su cuarto.
Ella... el padre... mamá... el tío,
todos estarán saltando
de contento. Sólo usted 935
se me pone cabizbajo.

 (Dando una palmada en el hombro a D. FAUSTO, que está pensativo.)  

Digo: ¿En qué piensa? ¿En el pleito?
Alegrarse, que hoy estamos
de enhorabuena.

 (Alejándose un poco de D. FAUSTO, y mirándole de medio lado.)  

¡La envidia
que me tiene! ¡Pobre diablo! 940

 (Vase por la puerta de en medio.)  



Escena IX

 

D. FAUSTO y FELIPA.

 
FELIPA
¡Vaya usted viendo! Hay quien dice
que este mozo es atronado;
¡y a mí su marcialidad
me gusta... horror!
D. FAUSTO
No es milagro,
si agrada igualmente a Flora. 945
FELIPA
Eso, mucho... Preguntarlo
a ella misma.
D. FAUSTO
Ya se acerca.
FELIPA
¿Sí? Pues de aquí no me aparto.
Hablará usted con escucha
como las monjas. ¡Cuidado! 950


Escena X

 

D.ª FLORA, D. FAUSTO y FELIPA.

 
D. FAUSTO

 (A D.ª FLORA.)  

Si usted se dignase ahora
de oír, ya que nos cortaron
la conversación...
D.ª FLORA
No pude
entender, señor don Fausto,
eso que usted me decía 955
sobre un retrato. He quedado
con suma curiosidad.
D. FAUSTO
En breve la satisfago.
Conozco dos caballeros
que asisten algunos ratos 960
a una casa (y creo está
no muy lejos de este barrio)
en que vive cierta viuda,
llamada, si no me engaño,
doña Mónica.
FELIPA
Conozco.
965
D. FAUSTO
Dijéronme por acaso
que en poder de aquella dama
habían visto un retrato
de usted.
D.ª FLORA
¿Mío?
D. FAUSTO
Ciertamente.
D.ª FLORA
A la verdad que lo extraño. 970
D. FAUSTO
Yo, como es tan fiel mi afecto,
señora, aunque mal premiado,
ansioso de poseer
joya de valor tan alto,
ofrecí cualquier dinero. 975
Desempeñaron mi encargo
muy bien los negociadores,
y ayer mismo me entregaron
esta alhaja...

 (Sacando un retrato de la faltriquera.)  

que valía,
si yo la hubiera tasado, 980
no tesoros, que eso es nada,
sino las penas que paso
por el bello original...
FELIPA
No, no es esto lo ajustado.
Usted refiera su cuento 985
sin ribetes, liso y llano.
D. FAUSTO
Si fuera yo tan dichoso
que ahora lograse en pago
de mi ternura el permiso
de conservar este hallazgo... 990
D.ª FLORA
No es lo mismo merecerle
usted que hallarme en estado
de concedérselo yo.
FELIPA
¡Ay, éste es aquel retrato
que mandó mi ama sacar 995
para el señor don Mariano!
D.ª FLORA
Pues le ha guardado muy bien.
D. FAUSTO
Tal vez se le habrán robado...
D.ª FLORA
O tal vez...
FELIPA
¡Vaya! ¿A qué viene
hacer juicios temerarios? 1000
D.ª FLORA
Yo temo...
FELIPA
Calle usted. Si él
se muere por sus pedazos.
D.ª FLORA

  (A D. FAUSTO.)  

En fin, usted me lo entregue.
D. FAUSTO
¿Para siempre?
D.ª FLORA
No; entretanto
que descubro la verdad. 1005
D. FAUSTO
¿Y después?
D.ª FLORA
Después... tan varios
pueden ser los accidentes...
no es posible adivinarlos.
El retrato en mi poder
quedará depositado. 1010
D. FAUSTO
Para su restitución.
¿No es así?
D.ª FLORA
No he dicho tanto.
FELIPA
Si es robado, ha de volver
a su dueño. ¿Pues no es claro?
D. FAUSTO
No tengo yo menor gloria 1015
de saber que le rescato
que de poseerle. Éste es.

 (Entregándosele a D.ª FLORA.)  

Si algún día llega el caso
de poder usted más libre
disponer de él, yo la encargo 1020
que se acuerde de que fue
prenda que un apasionado
amante adquirió, y no pudo
guardar por no hacer agravio
al dueño, hurtándole así 1025
favores involuntarios.
Si él consigue recobrarla
por dádiva de esa mano,
sabrá no ponerla en otras.
D.ª FLORA
Siento haberla enajenado; 1030
pero desde hoy, yo lo juro,
para ninguno la guardo
que no haya de ser mi dueño,
y que no la estime... tanto,
a lo menos, como usted. 1035
D. FAUSTO
¿Quién no revive, animado
con tan halagüeña oferta?
D.ª FLORA
Nada ofrezco.
D. FAUSTO
Sin embargo,
sabe el señor don Alfonso
a quien ya he comunicado 1040
mi legítima intención...
D.ª FLORA
Ni a su honor, ni a mi recato
está bien que yo me explique
con más libertad. No mando
en mis afectos ahora 1045
todo lo que es necesario
para pensar cuerdamente
lo mejor; pero si acaso
un breve error me deslumbra,
con un breve desengaño 1050
seré dueña de mí misma.
FELIPA
¡Lo que la da este retrato
que discurrir!
D.ª FLORA
Más que piensas.
D. FAUSTO
¡Amable Flora!
D.ª FLORA
Observando
mi crítica situación, 1055
las dudas con que batallo,
mi fe empeñada, el aprecio
de que es tan digno ese honrado
proceder, lo que me ofenden
ciertos recelos que callo... 1060
En fin, baste por ahora.
D. FAUSTO
En fin, basta que el retrato
será de quien le merezca.
¡Qué dulce esperanza!
FELIPA
Vamos,
señorita. Mire usted 1065
que está en casa don Mariano,
y no gusto de quimeras.
D.ª FLORA
Él debe temer mis cargos
algo más que yo los suyos.
D. FAUSTO
Ya he puesto mi suerte en manos 1070
de un buen padre. La pasión
lisonjea demasiado,
pero volveré...
D.ª FLORA
Está bien.
D. FAUSTO
Y confío...
D.ª FLORA
Adiós, don Fausto.
D. FAUSTO
Señora, adiós. Con su casa 1075
de usted tuve un pleito. Hoy salgo
de él, pero me empeño en otro
de interés más elevado.
Con esta sentencia sí
que soy feliz, si la gano. 1080

 (Vase.)  



Escena XI

 

D.ª FLORA y FELIPA.

 
D.ª FLORA
¿No te he dicho que tenía
antecedentes fundados
para no fiarme ya
del cariño de ese ingrato?
¡Ah, por mi ciega imprudencia 1085
bien digna soy de tal pago!
FELIPA
Esto se pasará pronto
como nube de verano.
D.ª FLORA
¿Pasará? ¡Qué mal conoces
mi corazón delicado, 1090
tan dócil al tierno obsequio,
cómo sensible al agravio!
Soy fiel, y quiero lo sean
conmigo.
FELIPA
Ya estoy al cabo.
Como se suele decir: 1095
al son que me tocan bailo.
D.ª FLORA
Tarde alcanzará perdón
de esta ofensa don Mariano.
Examinaré mi yerro;
verás como le reparo; 1100
verás que sí soy mujer
fina, extremada, cuando amo;
cuando llego a despreciar,
sé aborrecer otro tanto.



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