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ArribaAbajo- VII -

Pueblos anteriores a los toltecas. - Los ulmecas, los tzapotecos y los xicalancas. - Gigantes: Tribus de que hace mención nuestra historia. - Los totonacos. - Los chiapaneques. - Los mixtecos. - Los otomíes y los mazahuis. - Los michoacaneses.


Los autores que llevan la opinión de no ser los toltecas el pueblo primitivo, nombran como el más antiguo a los ulmecas y a los xicalancas, añadiendo también los tzapotecas. «O fuese esta una nación sola, dividida después en hulmecos y xicalancos, como la mexicana se dividió en tlatilulcos, y mexicanos, o fuesen dos naciones diversas, pero amigas, y confederadas, es cierto que ambas habitaron a las vertientes del río Atoyac, entre Tlaxcallan, y Quetlaxcoapan, hoy Puebla de los Ángeles, y que desampararon la tierra,» etc182. No hemos encontrado qué idioma hablaban los xicalancas; más por el hecho de saber que desalojados de sus terrenos por las emigraciones siguientes, fueron a establecerse sobre la costa del Golfo, hacia el istmo de Tehuantepec, en donde siempre se habló y aun se habla el mexicano, inferimos, si bien con desconfianza, que son de las tribus primeras de esa, inmensa familia azteca, que hizo su patrimonio del Anáhuac, y que desde tiempo inmemorial se precipitó del Norte sobre el Valle. En cuanto a los tzapotecos y a los ulmecas o mixtecas, les encontramos actualmente en el lugar en que en definitivo se fijaron, y sabemos que usan de lenguaje particular.

Antes de estos pueblos, las relaciones no encuentran más de a los gigantes, llamados quinametin. No entraremos en la cuestión de si existió o no una nación entera de gigantes; responderán por nosotros la geología y la anatomía comparada: nosotros nos figuramos que esta debe de ser la tradición confusa de los bárbaros, con quienes tuvieron que combatir los primeros inmigrantes, que comenzaban a recorrer el camino de la civilización.

Seguida hasta su origen nuestra historia antigua, apuntaremos ahora las noticias relativas a los pueblos de que se hace en ella alguna mención. Conforme a la opinión de Torquemada (libro 3, capítulo 18), los totonacos vinieron del Norte, divididos en veinte parcialidades o familias, y se asentaron en Teotihuacan antes de la irrupción de los chichimecas; de allí se trasladaron   —120→   a Tenamitic, y en seguida a los lugares que actualmente ocupan: durante el gobierno de su segundo rey se presentaron los chichimecas en Nepoalco, a seis leguas de la capital totonaca Mixquihuacan.

Consta de los chiapanecos, por sus tradiciones y por el sentir de los historiadores, que era un pueblo antiquísimo en Anáhuac, y lo mismo se corrobora por la manera con que conserva el uso del calendario; debe colocársele como anterior a las tribus conocidas, y posterior a los misteriosos constructores de Palenque y de Copan.

Por más que hemos leído y releído el capítulo XXIX del libro X de la obra del padre Sahagún, en que habla de diferentes tribus y de sus emigraciones, no hemos logrado entender el relato a todo nuestro gusto, para fijar por él el orden cronológico que a aquellas deba dárseles; no obstante, de lo que hemos creído haber entendido, junto con lo que en otras partes hemos visto, y con lo que se infiere de las pruebas aisladas abandonadas en el curso de nuestro escrito, vamos a sacar y a proponer nuestra opinión en la materia.

Los mixtecos, de la familia tzapoteca, se asentaron en la comarca en que viven, después de los tzapotecas y empujados de los lugares en que estaban por la más antigua de las irrupciones toltecas; habitaron por lo mismo en Anáhuac desde muy antiguo. La provincia se llamó Olmeca Uixtoti, y Olmecauixtoti el jefe de quien los individuos de la tribu tomaron el nombre de Olmecauixtoti, y de los cuales descendieron los que apellida Sahagún, Anaocamixteca183. Según notamos en otro lugar, los mixtecos invadieron la tierra que ocupaban los chuchones o chochos, de manera que estos son moradores de México más antiguos que sus conquistadores; debiéndose tener presente los diversos nombres encontrados para los chochos y los distintos lugares en que estaban derramados.

Notamos en la primera parte que los toltecas, los chichimecas y los otomíes, tuvieron relaciones allá en los lugares que habitaron antes de emigrar al valle; al comenzar sus viajes, los otomíes tomaron la iniciativa colocándose en la parte montañosa. Los mazahuis, de su misma familia, dan a entender por la diferencia de idioma, que se separaron de sus hermanos mucho tiempo hacia; es decir, que son anteriores a los otomíes en las bajas latitudes, ocupando el actual terreno con anticipación a las primeras inmigraciones de la familia nahóa.

Parecen contemporáneos de los toltecas, los michoaoaneses184. Al ocupar ellos el país y aun después, tuvieron que habérselas con los tecos, de la familia popoloca; de manera que encontramos otra prueba de ser esta nación de las primitivas en Anáhuac.

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De los chontales, cohuixcas y demás pequeñas fracciones de pueblos que hablan diversas lenguas, y se encuentran esparcidos desde el Estado de Guerrero hasta el de Oaxaca, nada se sabe; nosotros por la posición los juzgamos restos de las tribus que precedieron en la tierra a las naciones que nos dejaron su historia. Esta opinión no es tan aventurada; Humboldt antes de nosotros había juzgado de la misma manera, si bien incurriendo en ciertos errores, que nosotros no adoptamos. «Las naciones que invadieron sucesivamente a México, dice, los toltecas, los chichimecas, los nahuatlaques, los acolhuis, los tlaxcaltecas y los aztecas, formaban un solo grupo, casi como los alemanes, los noruegos, los godos y los daneses, confundidos en una sola raza, la de los pueblos germánicos. Es probable, como más arriba lo indicamos, que otras naciones, los otomíes, los olmecas, los cuitlateques, los zacatecos y los tarascos, hayan aparecido en la región equinoccial de la Nueva España antes de los toltecas. Donde quiera que los pueblos han avanzado en la misma dirección, la posición del lugar en que se les encuentra designa en cierta manera el orden cronológico de sus emigraciones.»185 Por la misma regla daremos colocación a los pueblos que hablaron las lenguas perdidas.

En cuanto a las naciones del Norte, de las cuales ni aun siquiera hacen mención nuestras historias, y que ellas no dejaron relación alguna de sí, aventuraremos lo que se pueda inferir por sus idiomas y por sus costumbres.



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ArribaAbajo- VIII -

Defectos de nuestro trabajo emprendido. - Vamos a proceder en sentido opuesto del hasta aquí adoptado. - Comenzamos definitivamente nuestro sistema estableciendo que los pueblos más antiguos deben encontrarse al Sur y los más modernos al Norte. - Idea de los gigantes. - Los pueblos que dejaron recuerdos históricos no son los primeros habitadores del país. - Las ruinas de Chiapas, Yucatán y Guatemala dan testimonio de una civilización anterior a la de los pueblos conocidos en México. - Marcan un segundo centro de civilización los monumentos de Casas grandes a la Quemada. - Esas civilizaciones no tienen entre sí semejanzas, ni punto alguno de contacto. - La primera es más antigua que la segunda. - Mención de los olmecas, de los zapotecas y de los xicalancas. - Los popolocos son, al menos en alguna de sus subtribus, anteriores en México a los mixtecos. - La familia mixteca es de las más antiguas en Anáhuac. - Los amuchcos. - Otras tribus.


Hasta aquí hemos ido amontonando promiscuamente los datos a medida que los hemos encontrado. Sin orden y sin concierto, tal como el acaso las iba presentando, tocamos someramente las cuestiones por el lado que podían tener interés para nuestro asunto, sacando consecuencias aisladas. De las pruebas que hemos creído encontrar, dejamos unas en un lugar, otras en otro, sin estrecharlas ni ligarlas para darles un solo cuerpo; el todo está como dislocado, y cual si no hubiera precedido a su formación algún concierto. Es que nosotros pretendimos no prejuzgar las cuestiones. Quisimos no emprender la tarea bajo un plan arreglado de antemano y ajustar los hechos a una medida determinada, prefiriendo examinarlos tan desapasionadamente cuanto pudiéramos, y una vez conocidos, formular con ellos lo que resultara, adoptando el sistema que por este camino dieran de sí. Como al principio prometimos, caminamos de lo conocido a lo desconocido, de lo menos a lo más remoto. Ahora vamos a proceder de una manera inversa; y aprovechando cuanto arriba hemos sacado por verdadero, probaremos a ver lo que puede traslucirse en el plano etnográfico acerca de las inmigraciones de las tribus. No formaremos disertaciones para asentar los hechos, ni repetiremos lo que en el cuerpo de la obra se haya dicho ya; daremos por puestas en orden y agrupadas por materias las nociones que están esparcidas, y sacaremos los resultados sin presentar al lector la serie de ideas sucesivas que nos hayan conducido a ellos; pero esto, no sin que tengamos algún apoyo que darles, fundado en raciocinio o en doctrina a ello nos   —123→   obliga el carácter mismo de nuestra obra, que como tanto hemos repetido, no tiene pretensiones más de a establecer la parte geográfica de las lenguas.

A nuestro corto entender, el plano etnográfico puede revelar el camino que siguieron algunas de las inmigraciones indígenas; puede decir de muchas el orden sucesivo en que se verificaron; mas no puede servir para precisar las épocas, para establecer entre los viajes un riguroso sistema cronológico. Nuestra pretensión terminará indicando que una tribu fue anterior a otra en la tierra de Anáhuac; acabado esto, ni remotamente se nos atribuya que entre un hecho y otro hecho señalamos un número determinado de años o de siglos.

Con estas salvas fundamos nuestro sistema en la siguiente proposición: Fuera de pocas excepciones, los pueblos más antiguos de México se encuentran al Sur; los más modernos viven hacia el Norte.

Todos los pueblos, de las nociones vagas que conservan acerca de su origen, forman leyendas prodigiosas, en que reúnen sus conocimientos mitológicos y reales, con absurdas relaciones de asuntos fantásticos y mentirosos. En nuestro país el recuerdo primitivo, con respecto a los pobladores se refiere a los gigantes. «Casi en todos los pueblos de la tierra, dice el señor barón de Humboldt186, la ficción de los gigantes, de los titanes y de los cíclopes, parece indicar el conflicto de los elementos, o el estado del globo al salir del caos; no cabiendo duda que en ambas Américas, los enormes esqueletos de animales fósiles derramados en la superficie de la tierras han tenido grande influencia en su historia mitológica. En la punta de Santa Elena; al Norte de Guayaquil, se encuentran enormes despojos de cetáceos desconocidos; de aquí viene que las tradiciones peruanas relatan que una colonia de gigantes, que se destruyeron entre sí, desembarcó en aquel punto. En el reino de la Nueva Granada y en las vertientes de las cordilleras mexicanas, abundan las osamentas de mastodontes y de elefantes fósiles, pertenecientes a especies que han desaparecido de la superficie de la tierra; por eso también, la llanura que se extiende desde Suancha hasta Santa Fe de Bogotá, a una altura de 2700 metros, lleva el nombre de Campo de los Gigantes. Es creíble que los ulmecas se vanagloriaban de que sus antepasados habían combatido contra los gigantes en la fértil llanura de Tlaxcala, porque allí se encontraron dientes molares de mastodontes y de elefantes, que en todo el país los tiene el pueblo como muelas de hombres de estatura colosal.»

Asignar en seguida de la idea mitológica de los gigantes cuál fue el pueblo primitivo en México, nos parece empresa tan imposible como vana. Nosotros   —124→   creemos que la América ha estado poblada desde muy remoto. Multitud de pueblos se han removido sobre el terreno llenándolo en todas direcciones, y sepultándose en las tinieblas del olvido, sin dejar algún rastro, algún recuerdo, por el cual fueran conocidos siquiera sus nombres. Las naciones que por la tradición, por relaciones escritas, por los monumentos, o por algún otro camino dejaron memoria de su existencia, son las que pueden entrar bajo el dominio de la historia; y ésta, que no puede contar, si es verídica, más allá de lo que sabe, da el nombre de pueblos primitivos a los primeros que conoce, y su tiempo comienza allí donde empezó su cronología. Así entre nosotros; los pueblos primitivos de Anáhuac se llama a los ulmecas, a los zapotecas y a los xicalancas, porque dejaron recuerdo histórico, no obstante que, para nosotros, quedan rastros de tribus anteriores, que no estamos seguros por cierto si fueron o no los primeros habitadores del país.

Los monumentos descubiertos en el espacio comprendido entre Chiapas, Yucatán y Centro América, dan noticia de una de esas naciones desconocidas, muy más antigua que las mencionadas por nuestra historia. Aquellos edificios, en las paredes construidas de piedras cortadas siguiendo cada una el contorno de las inmediatas con las cuales ajusta, recuerdan los muros de Tebas, de Micenas y de otras antiguas ciudades de la Grecia. Por algunos dibujos y por no pocos objetos, tienen semejanza con sus relativos en las ruinas de Nínive. Por los trajes de las figuras en las estatuas y en los bajorrelieves y por su fisonomía se les clarificaría naturalmente entre las construcciones de algunos de los pueblos de la Asia. Estas, sin embargo, no son más de una especie de reminiscencias, pues los edificios de México no son ni griegos, ni ninivitas, ni asiáticos; presentan un tipo particular, propio suyo, que bien podrá tener analogías o semejanzas casuales con otros tipos, sin que por eso deje de ser único en su especie. También son del todo diferentes, no tienen relación ninguna con los templos o palacios producidos por la civilización azteca, ya se les compare con las obras de los mexicanos derramadas en su vasto imperio y encontradas por los conquistadores españoles, ya se les ponga en paralelo con sus semejantes en la Quemada y Casas grandes. La grandiosidad de los monumentos, lo bello y regular de los adornos, el gusto que preside a la ornamentación, el dibujo de las figuras gracioso y aun correcto, el carácter de los jeroglíficos, revelan una civilización distinta de la azteca; la fisonomía de los individuos representados en las esculturas, indica un pueblo diverso del azteca; los trajes y las posiciones de los hombres, la forma de algunos utensilios, no dejan duda acerca de que se trata de costumbres que no son las aztecas.

Si esas dos civilizaciones no son iguales, tampoco estuvieron en contacto. De lo contrario, se reflejarían la una en la otra, tendrían algunos puntos de   —125→   contacto, se les descubriría el aire de familia, aunque con las diferencias que les hubieran dado las épocas distintas, los gustos y las exigencias de dos pueblos diversos: la observación en vez de hermanas las considera como absolutamente extrañas. Llamaremos palencana a la civilización del Sur. Afirmaremos que es más antigua que la civilización tolteca, fundándonos en la misma falta de contacto acabada de notar; en que nuestra historia no conoció a aquellas naciones; en que los relatos históricos de Centro América se refieren a esos pueblos de una manera confusa, interpolando la narración con cuentos absurdos de mitología o de magia; en que las ruinas de los monumentos estaban olvidadas por las tribus encontradas por los conquistadores blancos, no obstante estar situadas en países ocupados por naciones a las cuales no podía llamarse bárbaras.

Mientras la misteriosa civilización palencana, obra de un pueblo desconocido, corría la suerte de las cosas humanas, al Norte se implantaba, crecía y llegaba a sazón la toltecatl, obra de las tribus de familia nahóa. El espacio que sucesivamente fue ocupando, lo marcan los monumentos de las primeras Casas grandes (orillas del Gila) y de las segundas (Chihuahua), el Zape (Durango), y la Quemada (Zacatecas). Si todas estas poblaciones son coetáneas; si juntas reconocían la autoridad de un solo amo o formaban otros tantos señoríos, no seremos nosotros los que atinemos a decirlo. Lo probable es, considerada la gran distancia intermedia entre los puntos señalados, que a medida que la nación fue creciendo y progresando, adelantó también sobre el terreno hacia las comarcas australes, para donde llevaba a los emigrantes el movimiento general.

Entre Zacatecas y Chiapas queda un espacio inmenso que ateniéndonos a nuestra historia estaría vacío o poco menos, supuesto que la única noción que asienta es, que ulmecas, zapotecas y xicalancas vivían en los distritos en donde ahora se encuentran las ciudades de Puebla y de Tlaxcala. Los xicalancas eran de lengua nahóa; los ulmecas o mixtecos y los zapotecos tenían lenguas diferentes entre sí, aunque de la misma filiación; ambas tribus parece que desde muy antiguo corrieron juntas la misma fortuna.

Los mixtecos, a quienes en lo antiguo coloca nuestra historia en los lugares que acabamos de mencionar, aparecen actualmente establecidos más al Sur. Sabemos que el país que ocupan lo vivían los chuchones, sobre los cuales vinieron a conquistarlo. Luego de aquí podremos sacar, que un hecho cualquiera empujó a los mixtecos del primero para el segundo lugar; y que, los chuchones eran más antiguos que aquellos en las tierras de la Mixteca, y sus contemporáneos, al menos en el país de Anáhuac.

Los restos de los chuchones conquistados son conocidos en Oaxaca bajo la denominación de chochos; en Puebla con la de popolocos, y en Guerrero   —126→   con la de tlapanecos. De la misma tribu son los tecos de Michoacan, los invasores de Ameca, y los habitadores del distrito de Tepic en Jalisco. Observando sobre la carta la posición que guardan todas estas fracciones de la misma tribu, quedaremos persuadidos de que ha ocupado en tiempos remotos el terreno que siguiendo las costas del Pacífico se extiende desde las orillas del río Tololotlan hasta Oaxaca. Como el rumbo general de las inmigraciones es de N a S, creeremos, sin vacilar, supuesto que nada sabemos en contrario, que los chuchones trajeron en su inmigración ese mismo rumbo general. Si añadimos que hay también popolocos en Centro América y aplicamos la regla general de nuestro sistema, podremos inferir igualmente, que los chuchones, al menos en una de sus subtribus, son más antiguos en México que los mixtecos. De estas conclusiones se desprende, que el espacio que acabamos de señalar estaba también habitado, a pesar de que no lo diga nuestra historia. Y como el chocho o popoloco es lengua hermana del mixteco, habremos de concluir admitiendo, que esta familia de lenguas y de tribus es de las más antiguas en Anáhuac.

Al mirar en nuestra carta a los amuchcos, de lengua hermana del mixteco y del popoloco, enclavados en el territorio de los conquistadores mixtecos, no podremos menos de asignarles la misma suerte en la conquista que a sus hermanos de tribu, y hacerles coetáneos de ellos.

El acontecimiento que llevó a los mixtecos para el Sur, llevó en la misma dirección a los zapotecos, quienes se asentaron junto a aquellos. Encontraron en el país a los huatiquimanes, que ya perecieron, pueblo en aquella localidad anterior a las tribus invasoras. Los huatiquimanes o guanitiquimanes, son, pues, otro pueblo primitivo.

Nada nos dice la historia para explicar el hecho de que, junto al mixteco y al zapoteco o rodeado por ellos, se encuentran en las mismas condiciones de los chochos y de los amuchcos, los cuicatecos de lengua hermana del zapoteco, y los triquis, los chinantecos, los mazatecos, los chatinos, los papabucos, los soltecos y los chontales. Para suplir la falta, no nos parece descabellado inferir por analogía, que todas esas tribus tuvieron que sufrir más o menos en la irrupción de los guerreros mixtecos y zapotecos, y que son restos de pueblos anteriores a sus invasores, y mucho más antiguos en aquella tierra.



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ArribaAbajo- IX -

Los chontales. - Familia maya-quiché. - Sus inmigraciones. - Forma definitiva que los quichées tomaron en Guatemala. - Los mayas. - Razas encontradas en sus irrupciones por los mayas y por los mixtecos. - Los mixes. - Los zoques. - Los huaves son una excepción en la regla general. - Los chiapanecos. - Inducciones. - Ojeada hacia el Norte. - Cholula. - Teotihuacan. - Inmigraciones toltecas. - Pruebas. - Tres derroteros bien determinados en la carta etnográfica. - Las inmigraciones toltecas han sido muchas. - Causa del error en que incurren nuestros historiadores adoptando una sola inmigración. - Reflexiones. - Pueblos encontrados por los nahóas. - Los mazahuis. - Los otomíes. - Tribus que estaban en contacto con la civilización del Norte.


Los pueblos que acabamos de mencionar pertenecen etnográficamente a la misma familia. Les encontramos obrando unos sobre otros, o sobre tribus de origen desconocido, supuesto que a sus lenguas no hemos podido darles clasificación. Entre ellas nos encontramos a los chontales, a quienes hemos colocado en la familia de los mayas. Chontales había en los Estados de México y de Guerrero; se les ve aún entre los zapotecas cerca de las costas del Pacífico; en Tabasco cercanos a las orillas del Golfo, y por último, en Guatemala. Esta nación debe haber sido grande, como la de los popolocos, para que las diversas invasiones que los han despedazado y esparcido a tan largas distancias, no hayan podido extinguirlos, ni hayan sido parte para quitarles su nacionalidad. Se presiente que un destino común ha presidido a la suerte de chontales y de popolocos; que idénticas causas han de haber influido en su dispersión; que se han puesto en contacto alguna vez, y cuentan, poco más o menos, la misma antigüedad.

Los individuos de la familia maya, sin embargo, no se encuentran hacia las costas del Pacífico. Consultando la carta se hallará que el idioma más boreal de este grupo es el huaxteco, sobre las costas del Atlántico; seguirá al Sur en la misma costa el totonaco, si bien este es un pariente dudoso; siempre sobre la playa se dará con el chontal en Tabasco; y después, en el mismo Tabasco, en Chiapas, en Yucatán y en Guatemala encontraremos la familia entera agrupada y confundida en el espacio que escogió para su asiento definitivo. La dirección general de las lenguas en el plano; la autoridad etnográfica, que hace hermanas estas tribus con las moradoras de las   —128→   islas; la tradición conforme en decir de desembarcos de gentes en la Huaxteca y en Yucatán; todo autoriza a creer, que esta tribu, oriunda del Norte, siguió su camino a lo largo de las orillas del Golfo. La situación de la isla de Cuba entre las dos penínsulas de la Florida y de Yucatán permiten comprender, que pueblos de Norteamérica pudieron poblar en Cuba, y de aquí pasar a las costas de Yucatán. De Cuba a la Huaxteca hay una distancia de mar que los indios no podrían navegar en sus frágiles embarcaciones; para obviar el inconveniente se podría adoptar, que los huaxtecos siguieron por tierra las orillas del Golfo hasta presentarse de improviso a los pueblos de Anáhuac, o que costeando vinieron a dar a su final destino.

La última forma que las instituciones políticas de la familia maya quiché había tomado en Guatemala, la representaban las monarquías de los kichées, de los kachiqueles, de los zutugiles y de los mames, y los señoríos establecidos en Chiapas y en Verapaz. Así les encontró la conquista española. La historia asegura que la fundación de aquellos Estados se debió a los toltecas; de manera que, su principio se ha de referir, o al tiempo en que terminada la monarquía tulana los restos de los toltecas emigraron al Sur, o bien como quiere la leyenda guatemalteca, por un trozo de gentes salido directamente del Antiguo Mundo. Es de advertir, que esta relación guatemalteca no se conforma con la mexicana, ni en los nombres, ni en el número, ni en la sucesión de los monarcas; menos se ajusta en lo relativo a los acontecimientos de la nación. De aquí tendremos derecho para inferir, que no se trata en las dos relaciones de uno solo y mismo pueblo, sino de dos fracciones de una misma familia, que en sus tradiciones dejaron el recuerdo de su origen común.

Por otra parte, los toltecas hablaban la lengua nahóa, y en las monarquías que se dice ser obra suya, se hablan lenguas hermanas de un tronco enteramente distinto, según aparece por nuestros actuales conocimientos lingüísticos. Fundados en este hecho, ¿negaremos el dicho histórico que designa a los toltecas como progenitores de aquellas tribus? Sin vacilar contestaremos que sí: no son los toltecas, etnográficamente hablando, los padres de los kichées, de los kachiqueles, de los zutugiles, etc.

La persistencia de los nombres geográficos nos dará la misma solución. Si se examina el plano de Guatemala se mirará que nombres de la lengua nahóa distinguen los objetos físicos y las poblaciones, en las comarcas adonde viven las tribus de filiación maya-quiché. Estos nombres no los impuso la conquista mexicana que no llegó hasta allí; ni son obra de las emigraciones respectivamente modernas del tiempo del imperio. Ningún pueblo al colonizar en un país recurre a los términos de una lengua extranjera para distinguir sus posesiones; y cuando los adopta, como en este caso, es porque   —129→   un pueblo más antiguo y más civilizado estuvo allí muy detenidamente, y tuvo influjo sobre la nación que sobrevino para hacerle admitir las antiguas denominaciones. Sacaremos de aquí, que es absolutamente verdadero que una colonia de lengua nahóa vivió y se estableció en Guetemala, con anterioridad a las tribus de los mayas-quichées. Debe admitirse, sin repugnancia, que las tribus nahóas fundaron algunas monarquías en Guatemala; pero será insostenible que los individuos de la familia maya sean hijos de los toltecas. Se podrá sí establecer que, o bien los pueblos que habitaban la tierra al llegar los toltecas y con quienes estos formaron sus monarquías, se sobrepusieron en el trascurso de los años a sus dominadores, recobrando su nacionalidad, o que nuevas tribus inmigrantes, las tribus de los quichées, invadieron el país, arrancaron el poder de manos de los toltecas e hicieron a estos desaparecer en el cuerpo de su nación. Los nombres de los reyes comprueban este aserto; y en cuanto al influjo que los nahóas tuvieron en los advenedizos, el estudio etnográfico lo encontrará en el análisis de sus lenguas.

Sea lo que fuere de estas cuestiones, lo innegable es, la presencia de las lenguas de filiación maya en aquellos lugares, y una invasión de la lengua nahóa, anterior al menos a la de las lenguas kichées; y todo ello más antiguo que los pueblos de la mesa central de México.

Los mayas, propiamente dichos, no presentan en los lugares de su península un solo nombre que no pertenezca a su idioma; lo cual indica, en nuestro concepto, que aniquilaron en el país a los antiguos moradores, o que los hicieron emigrar para otras tierras. Por otra parte, supuesto que consta que los mayas no fueron los constructores de las ciudades cuyas preciosas ruinas aparecen en su territorio, podríamos asegurar sin aventurar demasiado, que en su origen era un pueblo bárbaro, ya que sin ningún sentimiento de lo bello ni de lo útil, desdeñó habitar y dejó caer en pedazos los hermosos edificios, que tanto derecho tenían para cautivar su admiración. Tal vez estos mismos mayas fueron los que extinguieron en Yucatán, con su establecimiento en la península, y en Chiapas por medio de sus invasiones, la misteriosa civilización del Sur en aquellas comarcas. El siglo XVI en todo el Yucatán solo había una nación, una lengua única: las costumbres del pueblo eran uniformes; y aunque la unidad de gobierno se había roto con la caída de los xius de Mayapan, los pequeños estados en que la comarca quedó fraccionada conservaban el aire de familia. Para las tribus del interior de México, tan ignorantes de los conocimientos náuticos, la entrada a las tierras de los mayas solo podían verla por el Sur de la península, y aunque por allí la boca es bien ancha, ninguna de las tribus emigrantes intentó pasarla para penetrar en aquel país, dejando a los mayas conservar sin mezcla alguna su tipo nacional. Las invasiones pasaron de México a Guatemala, cual   —130→   si les hubiera dado dirección la cadena de montañas que atraviesa el istmo de Tehuantepec.

Si por su posición geográfica los mayas se pusieron a cubierto de los sacudimientos que trastornaban a otros pueblos, por la misma causa se hicieron casi extraños a las demás naciones, y sobre todo para las de la mesa central. Ellos, sin embargo, mantenían relaciones con las de Tabasco, Chiapas y Guatemala; los nombres geográficos indican que llevaron sus excursiones hasta las costas del Pacífico en Chiapas, y el elemento maya introducido en otras lenguas demuestra el roce que los mayas tuvieron con las tribus de su vecindad. Sabemos que sojuzgados los quelenes, tribu extinguida, nacieron de ellos y de los invasores los dos dialectos el tzotzil y el tzendal; este, mezcla del zoque (pudiera ser el haba de los quelenes), del maya y del jololabal, da la procedencia de las tribus que concurrieron a su formación. El chañabal, compuesto del tzotzil, del maya, del casdal y del trokek, nos enseña que en aquella comarca habitaron antes de la invasión las dos últimas tribus, las cuales se fundieron con los conquistadores, dejando únicamente en la lengua señales de su existencia. El chol, venido del tzotzil y del maya, nos muestra dos lenguas hermanas puestas en contacto después de su separación, para dar principio a un nuevo dialecto. Todas estas mezclas y confusiones, son en este caso, así el resultado de la comunidad de origen, como indicio de los frecuentes tratos y relaciones que aquellos pueblos mantuvieron entre sí.

Imposible, para nosotros, sería fijar el tiempo preciso en que los pueblos de familia maya comenzaron sus inmigraciones, y cuál fue el primero que en nuestro terreno se presentó. De la multitud de dialectos y de lenguas hermanas que componen este grupo sí se puede inferir, que mayas y kichées se separaron desde muy temprano, obrando por su propia cuenta, modificando la lengua primitiva conforme a las necesidades respectivas, a la varia suerte corrida, al contacto con los otros pueblos. Aparece la forma más variada y moderna la del kiché, en las denominaciones de kiché, zutugil, kachiquel y mam. En razón a su aislamiento, el maya debe haberse apartado menos de su lengua madre, del tipo primordial. Y considerando su rustiquez y las nociones históricas, resultaría el chontal como el más antiguo. Los demás miembros de la familia han de ser de formación intermedia más para llegar al resultado presente a nuestros ojos, bien ha sido indispensable el trascurso de algunos siglos.

Las tribus kichées se pusieron en contacto con los colonos de la raza tolteca y con los primitivos moradores de aquellos países, desconocidos para nosotros; de la presencia de todos sobre la misma comarca resultaron los combates que acabaron por dar un patrimonio a cada tribu, y de la mezcla   —131→   de los idiomas se fueron formando la multitud de lenguas hermanas que ahora se registran en Guatemala.

Las conquistas de la lengua maya por un lado, y por el opuesto las de la zapoteca, dejaron encajonados en las montañas del istmo a los mixes, tribu montaraz y bravía que supo defender valientemente su independencia hasta contra los conquistadores blancos; y a los zoques, menos bárbaros que los mixes, aunque no muy adelantados en civilización. Por falta de estudio sobre estas dos lenguas no han sido clasificadas todavía; no sabemos por consecuencia adónde referirlas; mas de los pueblos podemos decir, que permanecen en aquellos lugares desde tiempo inmemorial, y son de los pobladores más antiguos en el país, anteriores a todos los que al presente les rodean como vecinos.

Sabemos de los huaves que son originarios de un país más austral del que ocupan; forman por lo mismo una excepción en cuanto al camino que siguieron, en su viaje, entre los pueblos de México. Los acontecimientos de su historia se refieren a una época comparativamente moderna, y la tribu está como pegadiza, no teniendo importancia para nuestra historia, sino bajo el aspecto de indagar de cuál tronco desciende.

La última lengua que por este rumbo nos falta enumerar es la chiapaneca, que también carece de clasificación. Sea cual fuere su origen, la historia está conforme en considerar a la tribu como antiquísima en el país; su posición geográfica lo confirma, y es un dato más su estado de civilización. Esta, sin embargo, es del todo tolteca, de manera que, se puede asegurar que la tribu tomó y perfeccionó sus conocimientos en el trato con los pueblos que se formaron en la civilización del Norte, y que nada recogió de la del Sur, a la cual fue completamente extraña.

Resumiendo cuanto hasta aquí llevamos dicho, estableceremos antes de pasar adelante, las deducciones siguientes. En el espacio comprendido entre Chiapas, Yucatán y Guatemala vivió un pueblo desconocido, del cual no tuvo noticia nuestra historia. Ese mismo pueblo poseyó una civilización mucho más adelantada que la de las tribus que se tienen en nuestras relaciones como naciones primitivas en México. La civilización de ese pueblo desconocido no tiene semejanza, ni punto de contacto, con la civilización de los pueblos que florecieron hacia el Norte. A este rumbo las ruinas de algunos edificios dan señales de esa civilización que hemos llamado tolteca. Tres familias de lenguas, representadas por las tribus respectivas, aparecen como las más antiguas, en México, y son la nahóa, la mixteco-zapoteca y la maya-quiché. Todos los acontecimientos a que los hechos asentados hayan dado lugar, son anteriores a los tiempos históricos de los pueblos de la mesa central.

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He aquí por lo que respecta a las comarcas comprendidas desde el Departamento de Oaxaca, poco finas o menos, hasta Guatemala; veamos si algo se puede notar en los terrenos al Norte de esta demarcación.

La pirámide de Cholula es el monumento mayor de los de su género, conocido en México. Para nosotros, revela su existencia un pensamiento de orgullo y de grandeza; indica su ejecución un pueblo numeroso, constituido bajo un régimen social adelantado, aunque despótico; los artífices habían hecho progresos en el arte de construir, supuestos los materiales allí aprovechados, y no les eran extraños ciertos conocimientos que solo pertenecen a las naciones cultas, ya que supieron orientar la base: si la mecánica era desconocida de los trabajadores, debieron haber gastado luengos años antes de terminar su labor. Por otra parte, obra tan costosa en esfuerzos individuales no pudo ser emprendida y acabada por una tribu errante, que deteniéndose en un punto del camino tuviera el antojo de dejar una señal de su tránsito, y una vez puesta, prosiguiera su peregrinación. Las grandes construcciones son indicio del arraigo sobre el suelo. Es, pues, casi seguro, que cuando la pirámide estuvo concluida, y sobre la plataforma superior se alzó el santuario, una gran ciudad se extendía a sus pies, tal vez la capital de un señorío poderoso.

Se atribuye la construcción del monumento a los ulmecas, y a los toltecas principalmente. Los escritores que han creído ver en las pinturas jeroglíficas el recuerdo de la confusión de las lenguas y de la dispersión de las gentes, y que traen a los toltecas por el Asia desde el campo de Sennar; para seguir la reminiscencia bíblica aseguran también, que la pirámide fue emprendida como la torre de Babel, para preservarse de un segundo diluvio. Modo fácil de hacer de la antigua Tollan Chollollan la Babilonia de Anáhuac. Nosotros, en nuestra ignorancia, ni referimos a semejante objeto la construcción, ni la atribuimos a tan remotos tiempos; pero sacamos de la misma tradición conservada entre los indígenas, que la pirámide es anterior a la fundación del reino de Tollan. En las relaciones escritas que a los toltecas pertenecen se deja entrever, que los límites de su territorio no comprendían a Chollollan. Esta era en su tiempo una populosa ciudad, gozando de gran crédito bajo el aspecto religioso. A la caída de los monarcas de Tollan, los fugitivos se dirigieron de paso para la ciudad santa, respetada por los invasores del reino tulano, quienes no llevaron hasta allá ni sus armas, ni su exterminio.

Esto es en cuanto a antigüedad: en cuanto a los constructores adoptamos haber sido los toltecas, mas no los toltecas mismos que establecieron el reino de Tollan, ya que estos resultan más modernos; sino una fracción de la familia, una tribu desprendida del Norte, con los conocimientos de aquella   —133→   civilización, y que vino a establecerse en la comarca donde la pirámide se encuentra (Departamento de Puebla). Si recordamos que en aquellos sitios vivían los xicalancas, los mixtecos y los zapotecos, pueblos ahora habitadores de comarcas más australes; si examinando el plano no encontramos palabra alguna de esas dos lenguas, sino el predominio absoluto de la nahóa, ya no parecerá descabellado inferir, que lo que empujó hacia el Sur a las tres tribus fue esta irrupción de pueblos de idioma nahuatl, contemporánea del establecimiento de los xicalancas en el istmo, y de la invasión de los zapotecas y de los mixtecas sobre los chuchones y las demás tribus que estaban a vecindadas en Oaxaca.

Con pequeñas modificaciones, cuanto acabamos de decir acerca del teocalli de Chollollan podríamos alegar con respecto a las pirámides de Teotihuacan, para inferir también, así su antigüedad, como el ser obra de un pueblo de la familia tolteca, anterior sin embargo al repetido reino de Tollan. De las ruinas de Xochicalco nada podríamos decir fundadamente; nos parecen muy más antiguas que las pirámides, y acaso la obra de una nación que precedió en su paso a las tribus de filiación nahóa.

En todo el espacio ocupado en la carta etnográfica por los nombres de procedencia azteca, bien estén las poblaciones habitadas por gentes de filiación nahóa, bien de la de familias diferentes, la nación tolteca que vino a establecerse al Norte de y en el valle de México, no fue quien implantó su lengua, ni quien puso las denominaciones a los objetos físicos. En efecto, los mexicanos no tuvieron influjo para extender su idioma sino dentro de los límites de su imperio y sobre los pueblos a los cuales alcanzaron sus armas, o con quienes mantuvieron relaciones; es decir, su influjo se hizo sentir sobre la extensión del país cerrada al N por el paralelo de 20º de latitud, al E por el Océano, y al O por el reino de Michoacan y el río Zacatula. Por más que los historiadores indígenas cuenten a veces por centenares de leguas, el reino tolteca fue sin comparación muy más pequeño que el mexicano, no pasando al Norte del 21º de latitud, sin llegar a ninguno de los dos mares, y sin extenderse por el Sur muy más allá del valle de México. No fueron, pues, los súbditos de estas monarquías quienes llevaron la lengua nahóa por todo el litoral de la mar del Sur, desde las bocas del río Zacatula hasta los confines de Sinaloa; ni quienes dieron origen a los señoríos de Jalisco y de la laguna de Chapala; ni quienes, en fin, dejaron los rastros que en nombres y en edificios se observan hasta las márgenes del Gila.

Explícase el hecho con que los toltecas en su peregrinación dejaban de lejos en lejos colonias establecidas, las cuales crecieron con el tiempo y se derramaron por el país. Como se advierte, la explicación será buena tratándose de una sola de las direcciones y de las tierras adyacentes, mas   —134→   en manera alguna podrá contentar si se refiere a la superficie entera de México.

Recordaremos que en los anales jeroglíficos se encuentran diversos derroteros aplicados exclusivamente a los toltecas. Esos derroteros, hasta con notaciones cronológicas distintas, convienen en unos puntos, se separan en otros, y dan señales de no corresponder a la misma peregrinación. La historia de México y la de Guatemala comparadas, no presentan entre sí, congruencia con los nombres, en las dinastías, en los acontecimientos; los hechos se refieren a épocas a veces muy distantes, a veces muy aproximadas, y el conjunto no aparece uno solo y homogéneo. Nuestras indagaciones nos han presentado en Centro América muestras del idioma nahóa, con señales evidentes de haber sido introducido allí, mucho antes que los toltecas fundaran su señorío en México. Tribus de la misma filiación, como los xicalancas, habitaban antes de aquellos las tierras de la mesa central; y los monumentos acusan la existencia de trozos de la misma familia, avecindados en Anáhuac antes que sus hermanos vinieran a vivir en Tollan. La manera con que están destrozados, desparramados, empujados a largas distancias los popolocos y los chontales, indica que ese estado final no lo pudo traer un solo sacudimiento producido por el paso de las tribus nahóas, sino que fue obra de varias y sucesivas irrupciones, que no se verificaron sin los choques que la guerra lleva consigo.

Las irrupciones en país nuevo, sin objeto preconcebido, toman regularmente su dirección precisadas por los accidentes físicos. Influyen en ellas las cadenas de montañas, el curso de los ríos, las costas de los mares: para los pueblos semicivilizados, pastores y agricultores, deciden de su asiento la fertilidad de las tierras y los depósitos de las aguas, los valles y los lagos. Estos asertos tuvieron su puntual cumplimiento en México, y lo demuestran las diversas direcciones que las inmigraciones de los pueblos nahóas tomaron a través de nuestro país. Los derroteros quedaron marcados sobre el suelo, así por los pueblos encontrados a lo largo del camino, allí donde todavía subsisten los descendientes de los antiguos invasores, como por los nombres geográficos, que han persistido en las comarcas ahora habitadas por individuos de otras familias.

Nuestra carta presenta, al menos, tres derroteros bien marcados. El primero es el más prolongado y más notable. Corre desde Sinaloa hasta Nicaragua, siguiendo las costas del océano Pacífico. Las inmigraciones que por aquí se verificaron no fueron extrañas a Sonora; dejaron allí sus huellas en las lenguas de las tribus habitadoras del país. Cuando los inmigrantes tocaron en Sinaloa, la cadena de montañas que divide de Durango aquella fracción política, y se ramifica hasta las orillas del río Tololotlan, marcó el rumbo   —135→   de la marcha, sostenida en la misma dirección por muchas leguas. El curso del río Grande primero, después el Zacatula, desviaron del camino general algunas partidas de viajeros: quienes tomaron la primera travesía, se internaron en el país hasta el lago de Chapala, en cuyas márgenes asentaron sus villorios; quienes tomaron la segunda, se encerraron en Guerrero, y pudieron luego, prosiguiendo sobre la corriente de algunos ríos, llegar a las fértiles llanuras de Cuernavaca, y hasta Puebla y a Tlaxcala.

Por la parte central del territorio los monumentos de las dos Casas grandes, del Zape y de la Quemada marcan con precisión el segundo camino. La misma cadena de montañas de que hablamos arriba decidió del rumbo en la marcha de los invasores, quienes en esta vez siguieron las vertientes orientales, atravesaron Chihuahua, Durango y Zacatecas, invadieron a Jalisco, y llegaron al lago de Chapala directamente por el Norte. El río de Lerma hacia el Oeste, las ramificaciones del río de Tala al Norte, condujeron a las tribus a la mesa central y al mismo valle de México, quedando en posición para extenderse hasta donde quisieran para el Sur, y hasta las orillas del Golfo.

En la parte Oeste de la carta se encuentran señales de la tercera ruta general, a lo largo del río Bravo. No parece que a su desembocadura llegara la invasión, ni que tocara en Nuevo León y Tamaulipas; reaparece el rastro en Potosí, y se encuentra visible el camino que trajo de Sur a Norte a los emigrantes, hasta ponerse en contacto con sus hermanos del valle de México. Del conjunto de las tres rutas se puede entrever, que la familia nahóa, en más altas latitudes que la del río Gila, siguió un derrotero más aproximado a las costas occidentales, que a las orientales del territorio de los Estados Unidos.

Con todo lo expuesto hemos creído probar, que si nuestra historia solo admite una inmigración tolteca, en realidad las inmigraciones han sido varias, cumplidas en tiempos diversos y en épocas diferentes. Precisar ahora cuántas fueron, no es ya cosa de nuestra incumbencia. El error de haber adoptado los historiadores exclusivamente una, nos parece dimanado del nombre de toltecas que se apropiaban aquellas tribus. La explicación de esto nos parece obvia. La palabra tolteca expresaba un dictado honorífico; era además una denominación de casta, un apellido de familia; nada más natural que lo adoptaran y lo conservaran todas y cada una de las tribus descendientes del tronco común, reconocibles por hablar idéntico idioma, y que se servían de los conocimientos de una misma civilización. Y esto debía de acontecer con tanta mayor razón, cuanto que naciones que hablaban idiomas extraños, que etnográficamente no tienen parentesco alguno, se engalanaban con el mismo nombre, y tenían a honra llevar la denominación. Basado el sistema sobre una sola inmigración, naturalmente proseguía el   —136→   error acumulando sobre una sola tribu marchas, acciones, descubrimientos: nombres imposibles de concordar, sucesos incoherentes y contradictorios, cronología enmarañada, que sólo por milagro pudiera comprenderse. Volviendo las cosas a como debieron ser, a como fueron, desaparecen las dificultades, se desatan los enigmas, y todo vuelve al estado razonable en que debió encontrarse desde su principio.

La lengua nahóa es, pues, antiquísima en el país; muy anterior a todos los pueblos reconocidos por primitivos en México. Ha llenado, en tiempos diversos, casi todo nuestro territorio; se ha puesto en contacto con la pluralidad de tribus de idiomas extraños, y ha influido notablemente en ellos. La nación era poderosa, civilizada, emprendedora; su valor se reconoce en que ha sabido vencer todo género de obstáculos para llevar sus invasiones a climas muy remotos; derramó su sabiduría en el Anáhuac, comunicando a las demás naciones sus artes y sus ciencias; formó una época particular suya, que se reflejó en la siguiente edad de un modo peculiar; y además, una de sus fracciones fue la primera que dejó anales, en un género de escritura que no es exactamente ninguno de los adoptados por los otros pueblos de la tierra.

Las antiguas inmigraciones nahóas encontraron al Sur algunos pueblos anteriores a ellos en la tierra. Un hecho igual debió repetirse al Norte, de lo que dan testimonio los rastros que quedan de las tribus perdidas actualmente, pero que subsistían aún a fines del siglo XVI. Tales son las que hablaban el tlaltzihuizteco, el tuzteco, el tlacotepehua, el cuyutumateco, el izcuco, el matlame, el texome, el tolimeca, el chumbia, el tisteco, el tezcateco, el camoteca, el panteca y el tepuzteco. Es ya imposible indagar si en realidad estos idiomas eran diversos, o pertenecían a las familias conocidas, o, lo que no es improbable, eran nombres diferentes aplicados a las fracciones del mismo pueblo: en lo que no cabe duda es, en que allí existían gentes de otra filiación que la nahóa, mezcladas con esta, y sojuzgadas y vencidas, supuesto que habían perdido su nacionalidad y se iban fundiendo en la masa de los vencedores. Llama por todas partes la atención, que, con cortas excepciones, los nombres de las tribus son mexicanos, no obstante que ellas no hablen la misma lengua, y que esos términos sean con frecuencia apodos o dictados despreciativos. Los pueblos no ocurren nunca a los idiomas extraños para darse un nombre nacional; si alguno llevan de otra lengua, es por que otro pueblo se los impuso; y si el sobrenombre es ofensivo, de seguro que el pueblo injuriado no lo adopta, y si lo tiene, es por la fuerza y en un estado de servidumbre.

Los mazahuis revelan por su idioma haberse separado desde muy antiguo de sus hermanos los otomíes; pueblo bárbaro, encastillado en un país montañoso,   —137→   cuyos accidentes físicos se distinguen con palabras de su propia lengua, de los elementos suficientes para admitir que allí ha vivido por siglos, sin ser inquietado por las irrupciones nahóas, que han pasado al pie de sus ásperas serranías.

Los otomíes siguieron a los mazahuis, y la fracción que se avecindó en los montes colindantes con el Mazahuacan, siguió la suerte de sus vecinos y no parece que haya sido inquietada. Su asiento primitivo lo colocamos, no en toda la parte que ahora ocupa, sino en las montañas de la fracción política de México, en donde el suelo no retiene más de apelaciones otomíes. Esta es la cuarta familia de lenguas que encontramos en el país, coetánea al menos de las tres apuntadas arriba.

En esta época la civilización del Norte debía haber llegado a su madurez. Bien fuera que las cuatro ciudades, cuyas ruinas hemos marcado, conservaran aún todo su esplendor; bien que la familia nahóa, empujada desde el Gila, se hubiera internado más al Sur, lo cierto es que por aquel rumbo existía el asiento de la nación. Por lo que la tribu tolteca sabía al presentarse en la mesa central, debemos inferir, que aquel señorío estaba constituido de una manera inteligente, y que se había pulido y hecho grandes progresos en las ciencias y en las artes. Los otomíes, los chichimecas y los cuextecas confinaban con las comarcas en que estaba implantada la familia nahóa; y además, los cuatro pueblos mantuvieron tan largas y estrechas relaciones, que los tres primeros se civilizaron en parte, y todos mezclaron sus idiomas, de donde resultaron las denominaciones de otonchichimecas, nahuachichimecas y cuextecachichimecas, porque hablaban otomí, nahóa y cuexteco junto con el chichimeca. Estas tres palabras nos informan igualmente, de que el chichimeca era de los cuatro pueblos el más bárbaro y su lengua la menos pulida y adelantada, como la historia lo confirma, ya que predominaron sobre ella las hablas de todos sus vecinos.



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ArribaAbajo- X -

Los toltecas. - Segunda faz de la civilización en México. - Reflexión acerca del nahóa. - Término de la monarquía tolteca. - Con ella acabó la civilización del Norte. - Irrupción de los otomíes. - Los totonacos. - Los cuextecas. - Los michoacaneses. - Llegada de los chichimecas al valle. - Inmigraciones de las tribus de filiación tolteca. - Los matlaltzincas. - Los acolhuis. - Se confunden los acolhuis con los chichimecas y comienza el reino de Acolhuacan. - Los mexicanos.- Su crecimiento. - Tercera y última faz de la civilización en el periodo mexicano. - Reflexiones.


En el estado que acabamos de bosquejar es como creemos que se encontraba México, cuando la inmigración llamada tolteca por excelencia vino a poner los fundamentos de la monarquía de Tollan. Esta tribu fue la primera que nos dejó relaciones escritas; de ella se encarga nuestra historia antigua como de la nación primitiva, y de su época se cuentan los tiempos verdaderos de los anales indígenas. De aquí adelante tenemos a la historia por guía, y no se dirá de nuestros asertos que puramente son conjeturales y obra de nuestra acalorada imaginación.

La invasión de los toltecas en la mesa central no produjo grandes trastornos; fracciones de su familia ocupaban el país muy de antemano, allanando las dificultades que aquellos pudieran haber encontrado a su llegada. Su venida trajo a más bajas latitudes la civilización del Norte; marcando los límites de su monarquía los términos australes de aquellos conocimientos. Atendiendo a que el espíritu humano no permanece estacionario, sino antes bien camina, y camina sin cesar, es de creerse que en Tollan esa misma, civilización tuvo mayores incrementos y llegó a más perfección. Las relaciones que de común se establecen entre los pueblos vecinos; la comunidad de lengua con algunas tribus; la influencia que la superioridad del saber da a las naciones adelantadas sobre los pueblos bárbaros, hicieron que las artes y las ciencias toltecas se extendieran por todas partes, se comunicaran aun a tribus demasiado rudas, sustituyendo esta segunda faz de la civilización indígena, primera que nos es bien conocida, a la misteriosa del Sur, borrada en todas direcciones por las invasiones de los bárbaros.

Aunque a riesgo de entrar en una digresión, este nos parece el lugar más oportuno de añadir otra razón en favor de haber llamado nahóa y no mexicano   —139→   al idioma de aquellas tribus, y de hacer hermanas a las dos hablas en vez de tenerlas por una sola y misma cosa. Suponiendo que sea falso cuanto hemos asentado, acerca de reconocer la huella de esta lengua en tiempos anteriores a los toltecas de Tollan, nadie nos negará que, la tribu acabada de nombrar hablaba el mismo idioma que los mexicanos, y por consecuencia que fue la primera que introdujo su habla en México. Los toltecas pertenecen al siglo VI de nuestra era: los mexicanos fundaron su capital el siglo XIV. El nombre de mexicano fue dado por los españoles al idioma de los mexicanos habitadores de México, es decir, es un nombre derivado de la lengua india, pero compuesto y arreglado a la pronunciación del castellano. Los toltecas ni vieron, ni conocieron a los mexicanos; no podían llamar mexicano a su idioma siete u ocho siglos antes de que los tenochcas tomaran su apellido nacional, ni ocurrieron a lengua extraña para distinguirlo; luego es indispensable seguir al padre Sahagún, quien bien informado da al idioma el nombre de nahóa. El nahóa y el mexicano no pueden ser una misma cosa, por una razón sencilla: un idioma hablado, no por dos pueblos que se separaron desde muy antiguo y que cada uno por su propia cuenta lo fue modificando, sino por un solo pueblo colocado en las circunstancias ordinarias de la vida de las naciones, no se mantiene el mismo durante diez siglos.

La monarquía tolteca duró cerca de cuatro siglos, al cabo de los cuales, la guerra civil, con sus inseparables compañeras el hambre y la peste, vinieron a ponerle desgraciado término. De los tristes restos escapados de la destrucción, pocos quedaron habitando la mesa central y el valle de México; el tropel de los fugitivos tomó para el Sur, y fueron a establecerse en Guatemala, formando una nueva irrupción sobre las tribus allá avecindadas. Con la caída de la monarquía tuvo término también la civilización del Norte. Ella avanzó lentamente desde el Gila hasta Tula; puso su sello sobre todos los pueblos, y llegó a su apogeo en la mesa central. Las fracciones de la familia nahóa fueron sus propagadoras; ellas tal vez la principiaron, o cuando menos la pusieron en su mayor estado de adelanto. Llaman sobradamente la atención su culto de los astros; su religión primitiva inocente y sencilla; sus pasmosos conocimientos astronómicos en el arreglo del año, superiores a los que sobre el mismo problema poseían a principios del siglo XVI las naciones más cultas de Europa. Por fortuna, la simiente depositada en los pueblos extraños, y el enseñamiento hecho a las tribus de la misma filiación, germinaron con el tiempo, y el todo no fue perdido para la humanidad. Verdad que muchos años pasaron antes que reapareciera lozana y vigorosa en las cortes de Tetzcoco y de México; esos tiempos intermedios no se malgastaron, porque tribus broncas y salvajes vinieron a abrevarse   —140→   en esa fuente. Al contacto de los depositarios de la civilización se pulieron y domesticaron, y aquí, como en el imperio romano cuando las invasiones de los bárbaros, como en todas partes, las hordas hurañas e ignorantes del Norte vinieron a recibir de las manos de los vencidos sus instituciones, su culto, su lenguaje.

De la destrucción de los toltecas a la venida de los chichimecas al valle de México, hubo un intervalo de pocos años según algunos historiadores; de muchos conforme a otros. Se asegura también, que en todo aquel periodo el país quedó deshabitado; cosa que no puede admitirse para el territorio entero de México, sino únicamente para la comarca ocupada por los toltecas, y eso sin olvidar que aun allí mismo había restos suyos, que en seguida formaron nación con el nombre de colhuis o colhuas. En el intermedio transcurrido se verificaron además varios acontecimientos, callados por la historia y sacados por nosotros, bien de ella misma, bien de nuestra carta.

El primero que nos ocurre enumerar es, una invasión otomí sobre las tierras abandonadas por los toltecas. Esa invasión se extendió al Este hasta tocar con el totonaco. Aunque insistamos sobre lo ya dicho, los toltecas hablaban lengua mexicana; nombres de su idioma pusieron a las poblaciones de su monarquía y principalmente a su capital. Ahora se habla allí el otomí; preciso es admitir que la primera lengua ha sido sustituida allí por la segunda. El asiento primitivo de los otomíes lo colocamos, en la parte montañosa distinguida exclusivamente con nombres otomíes; los lugares que ellos ahora viven, en que han persistido las denominaciones nahóas, son de los que se apoderaron en esta invasión; de manera que, por aquel rumbo, los nombres nahóas deben marcar los límites de la monarquía tolteca. La irrupción fue anterior a la venida de los chichimecas, porque estos, o alguna de las tribus nahóas que en seguida llegaron al valle, se hubieran establecido en Tollan, ciudad en que aun quedaban magníficas ruinas, y tenía para los emigrantes el gran valor de los recuerdos de familia.

La autoridad de Torquemada nos permite colocar a los totonacos en Teotihuacan antes de la llevada de los chichimecas: trasladados de allí a Tenamitic, ocuparon en seguida los lugares en que ahora se les encuentra, nombrando a su capital Mixquihuacan. Los cambios de lugar nos parecen la señal de haber sido desalojados de los primeros puntos por las tribus llegadas después de ellos. Hemos hecho a los totonacos, de una manera dudosa, hermanos de los cuextecas por el habla; si no es así, en cuanto a las costumbres no cabe duda en que las tenían idénticas, prueba de que si ambos pueblos no son de la misma filiación, tuvieron al menos relaciones estrechas en las regiones septentrionales. El padre Sahagún asegura que su lenguaje es diferente, aunque algunos hablaban el othomí, el nahóa o el cuexteco;   —141→   cosa natural de entenderse, por ser las naciones que les rodeaban y con las cuales estaban en contacto.

Los cuextecas son los últimos individuos de la gran familia maya-kiché; les encontramos al Norte, y son, a no dudarlo, los más modernos en México. En relaciones con los otomíes, los nahóas y los chichimecas, parece que desde muy temprano ocuparon la comarca en que se le encuentra, fijándose allí de una manera permanente, sin tomar parte en las emigraciones que las naciones sus vecinas emprendieron. Por la diversidad de idioma, o por algún rencor de raza, se apartaron de sus antiguos amigos y se mantuvieron independientes haciéndoles constante guerra. Fuertes en su terreno accidentado, ni las irrupciones de los chichimecas les llevaron más adelante, ni las armas triunfantes de los mexicanos pudieron domeñarlos.

Por lo que atañe a los michoacaneses, parece que se establecieron en el lugar donde les vemos, en un tiempo poco más o menos el mismo del establecimiento de los toltecas en Tollan. Ocuparon el país sobre los tecos, de lengua popoloca, población primitiva que no dejó vestigios en los nombres geográficos, probando así que allí pereció completamente, absorbida por un pueblo que le era superior por el saber. La última organización política del Michoacanes de data mucho más reciente que la del establecimiento de la tribu en el país, así como su civilización y el grado de adelanto que había alcanzado.

Los chichimecas llegaron al Valle hacia el último tercio del siglo XII. Adoptando la opinión, para nosotros más probable, les hemos asignado una habla particular, el chichimeca. Antes expusimos los fundamentos de nuestra creencia; añadiremos ahora, que nos confirmamos en ella a medida que hemos hecho mayor estudio en la materia. Cada vez nos parece más débil el argumento de que si tenían idioma propio no pudieron abandonarlo para adoptar otro extraño. En efecto, que un pueblo libre deje su lenguaje por otro, es cosa nunca vista; pero que de dos pueblos puestos en contacto, que se mezclan, que se confunden; el uno porque cede a la presión de la conquista, al influjo de la civilización, a cualesquiera otra causa, pierda su lengua y tome otra, es cosa que se ha presentado con sobrada frecuencia. Muchos ejemplos pudiéramos citar de pueblos de África y de Europa en los cuales se ha verificado el hecho, y sin salir de nuestro país, mencionaremos en Guerrero las lenguas que el mexicano ha extinguido, imponiendo a las tribus que las usaban una lengua extranjera; los popolocos que antes llegaban hasta Tecamachalco y ahora se retiran al Sur adoptando los pueblos el mismo idioma mexicano; los otomíes que al Norte de México ocupaban poblaciones en que ahora únicamente se entiende el azteca; el castellano que ha borrado una buena porción de los idiomas indígenas o ha logrado que los   —142→   indios lo practiquen al mismo tiempo que sus lenguas nacionales; los mayas que han impuesto su lengua a los descendientes de la raza blanca, a sus mismos conquistadores.

Los chichimecas no conquistaron la tierra, la ocuparon. No emprendieron guerra, porque no hubo contra quien, y les bastó enseñorearse y extenderse por el suelo. Esto dio por resultado que no sufrieran cambio alguno las tribus avecindadas al Sur; todas ellas parecían sólidamente establecidas, y no fueron inquietadas. Los chichimecas hallaron en el Valle las reliquias de los desdichados toltecas, y por un pensamiento feliz, que revela cuando menos el respeto tributado a la desgracia y al saber, ningún desmán cometieron con ellos, y antes bien les tomaron cariño, y entraron en tratos y relaciones, avecindándose en sus mismos pueblos. Estos descendientes de los toltecas crecieron en número, tomaron el nombre, como ya dijimos, de colhuis o colhuas, y fundaron el señorío de Culhuacan a orillas del lago.

De pocos años después de la llegada de los chichimecas a fines del mismo siglo XII, la historia conserva la memoria de varias tribus, que desprendidas de sus establecimientos del Norte, llegaron a veces juntas, a veces separadas, buscando tierras en que aposentarse: casi todas eran de lengua nahóa, y sus irrupciones de pronto tomaron un carácter pacífico, que se explica por las circunstancias particulares de los pueblos a los cuales venían a pedir hospitalidad. Reina una gran confusión en el número, en los nombres, y en el orden sucesivo de estas tribus inmigrantes, mas como la tarea de descifrar el enigma no nos corresponda, la dejamos a quien toque, contentándonos nosotros con consignar lo que convenga a nuestro propósito.

El motivo que los sacaba de sus tierras para arrojarlos a las extrañas debía ser bien poderoso; porque ese movimiento general no podía ser efecto de la fiebre imitatoria; ni de guerras en las cuales los vencedores se hubieran quedado sobre la tierra disputada; ni la falta de mantenimientos, que no hubiera traído para los mismos puntos una cantidad considerable de viajeros reunidos; la causa era superior a todo esto, y obraba, no contra las fracciones, sino contra el conjunto de la familia nahóa, a la cual arrancaba entera de sus posesiones, y a ella y a sus amigos los empujaba al país del destierro. Recopilando los nombres que encontramos y los lugares adonde se establecieron, comenzaremos por los tepaneques, quienes fundaron un señorío independiente, su capital fue Azcapotzalco, y su poder llegó a tanto alguna vez, que dos de sus reyes usurparon el reino de Acolhuacan. Los techichimecas, que conmovieron un tanto el país y son los fundadores de la república de Tlaxcallan. Los malinalcas, que también fuera del Valle, formaron un Estado con su cabecera Malinalco. Los xochimilcas y los chalcas, avecindados respectivamente en Xochimilco y en Chalco, orilla de los lagos   —143→   de su nombre. Los cholloltecas y los huexotzincas, fuera del Valle, en las ciudades libres de Chollollan y de Huexotzinco. Los cuitlahuacas y los mizquicas, vivieron en Cuitlahuac (hoy Tlahuac) y en Mizquic, en el lago de Chalco. Los tlahuicas, que formaron un fuerte señorío, con su ciudad principal Cuauhnahuac (Cuernavaca). Los cohuixcas, avecindados en Guerrero. Todas las tribus acabadas de mencionar hablaban el nahóa. Junto con ellas, y formando cuero con las siete naciones que tomaron el nombre particular de nahuatlaques, vino un pueblo de lengua extranjera, por cierto bien diferente de la nahóa, llamado matlaltzinca: tomó asiento en el valle de Tolocan, y solicitado por los tarascos se extendió después a Michoacan.

En pos llegaron los acolhuis, de procedencia nahóa. Los chichimecas distinguieron particularmente a esta tribu entre sus hermanas, sin duda por ser la más civilizada: Xolotl, rey chichimeca, dio sus dos hijas en matrimonio a dos de los jefes principales de los acolhuis. «A ejemplo de la familia real (dice Clavigero, y duplicamos aquí la cita), se fueron uniendo poco a poco en casamiento, otras muchas de las dos naciones, hasta formar una sola, que tomando el nombre de las más noble se llamó Acolhua y el reino Acolhuacan.» Clavigero, el defensor acérrimo de que los chichimecas no pudieron mudar de lenguaje, nos suministra la autoridad para afirmar el hecho, patente por otra parte en nuestra historia, de que chichimecas y acolhuis se confundieron y mezclaron para formar una sola nación, la cual tomó el nombre de la más civilizada. Concedido esto, admitido que un pueblo dejó voluntariamente su nombre nacional para tomar otro más noble, el del pueblo con el cual se confundió, queda ya como disputa insostenible que ese mismo pueblo, con el trato, el ejemplo y el enseñamiento, domesticándose y puliéndose porque era bronco y bárbaro; no hubiera podido perder, no hubiera perdido sus costumbres rústicas, sus instintos groseros, su lenguaje, en fin, para adoptar lisos, costumbres y habla más refinados y perfectos. No todo lo aprenderían los chichimecas al mismo tiempo, está bien; el lenguaje sería de lo último que abandonaron, concedido; pero la cuestión no versa acerca de la época, sino sobre el hecho, y este se pudo verificar, y se verificó, a semejanza de los muchos de su clase que se han verificado. La capital del reino de Acolhuacan era Tetzcoco.

En compañía con los acolhuis penetraron los otomíes en el Valle fundando el señorío de Xaltocan.

A la postre vinieron los mexicanos. Eran en la mesa central tanto o más antiguos que sus tribus hermanas; pero inquietos, removedizos, pendencieros, dotados de instintos feroces, llevaron largo tiempo una vida vagabunda, ya fuera, ya dentro del Valle, molestando a cuantos tenían la desdicha de encontrarse a su paso. Reducidos a esclavitud en Culhuacan; puestos en   —144→   libertad, merced a un rasgo de su sanguinaria ferocía; vencidos y desbaratados en algunos reencuentros; pobres y cargando el odio de los pueblos comarcanos, vinieron a poner en las islas del lago los cimientos de México. La necesidad les hizo industriosos; las contradicciones acrecentaron su valor natío. Bregaron animosos contra la mala fortuna, y se salvaron así de la destrucción; poco a poco crecieron y se hicieron fuertes. Entonces, el rencor que guardaban en el corazón por las pasadas injurias se desbordó como un torrente; atravesaron en sus barcas las aguas de la laguna, y llevaron a la tierra firme la guerra y la servidumbre. Crecieron más, y durante la administración de una serie de reyes tan políticos como guerreros, la nación llegó a ser la primera de Anáhuac. Embellecieron su capital hasta hacerla una maravilla; cultivaron las artes y las ciencias, hasta hacerse los rivales de los tetzcocanos; propagaron sus instituciones, sus costumbres, su teogonía y su lenguaje por donde quiera que su poder alcanzó; y pocos pueblos no vieron dentro de su territorio invadido, a las guarniciones de los guerreros aztecas venir a demandar el tributo. Los siervos de los culhuaques fueron los señores de la tierra.

Ya señalamos las emigraciones que durante este periodo hicieron las gentes de lengua mexicana hasta Centro América, y ahora solo diremos, que en la conquista de Soconusco (Xoconochco), los invasores hicieron desaparecer el mam, que allí se hablaba, sustituyéndole su propia lengua.

La venida de las tribus, y el que las más adelantadas se avecindaran en el valle de México, no solo dio por resultado una inmensa población, sino también que aquí se implantaran de preferencia y crecieran con mayor lozanía los conocimientos de estos pueblos. Desde que la monarquía tolteca desapareció, hasta el principio del reino de los acolhuis, no pueden contarse más de años de tinieblas y de ignorancia. Comenzó el crepúsculo con el establecimiento de la corte de los acolhuis en Tetzcoco; y fue patente la luz, cuando esta ciudad y la de México eran rivales en esplendor y en saber. Los elementos aprovechados en esta tercera y última faz de la civilización de Anáhuac eran todos de origen tolteca, de manera que los pueblos modernos solo pueden aspirar a la honra de haberlos perfeccionado, dándoles mayor ensanche con mayor número de aplicaciones, y de haberlos propagado sobre un espacio inmenso. El conjunto de instituciones políticas, de enseñamientos morales, de preceptos religiosos, de saber científico, forman un todo monstruoso, que no se sabe si achacarlo a un pueblo nuevo, bárbaro y sanguinario, o ponerlo a cuenta de una nación antigua, organizada tan humana como discretamente: el entendimiento tiene allí mucho que admirar, y el corazón no encuentra poco que aborrecer. La civilización tolteca, cual nosotros la conocemos, era inferior a la mexicana debía ser así; la humanidad   —145→   no permanece estacionaria, adelanta de continuo; una generación lega a la siguiente su saber, y esta, por poco que sea, añade alguna cosa al cúmulo de lo que recibió. Los pueblos modifican el depósito que se les entrega conforme a sus instintos y a sus necesidades; abandonan unas cosas, cultivan otras de preferencia, dan al todo un aspecto particular aunque con el aire de la familia de donde procede; pero en último análisis, la humanidad ha hecho progresos, ha dado algunos pasos en ese sendero que la conduce por designios de la Providencia a la perfección y a la mejora. Tal vez los tetzcocanos estaban más adelantados que los de México; estos, sin embargo, eran los más poderosos, y por eso dieron su nombre a la civilización y a su época.




ArribaAbajo- XI -

La historia nada dice de las inmigraciones de las tribus del Norte. - Inducciones sacadas de nuestra carta etnográfica. - California. - No tenemos noticias para las regiones del Noreste. - Los apaches.


En esta sazón volvemos a quedar sin guía. Nuestra historia antigua que registró cuidadosamente los hechos de las naciones del Sur, nada o bien poco sabe decirnos de las del Norte, más allá del asiento de los pueblos civilizados; quedamos, pues, estrechados de nuevo, a recurrir a los enseñamientos de la carta etnográfica, a las inducciones de nuestro sistema comprobado por las relaciones históricas, y a las tradiciones conservadas por acaso en las crónicas de los misioneros.

Arriba de los límites boreales de los señoríos constituidos de México, de Tetzcoco y de Tlacopan en el Valle, y de Michoacan, fuera de él, vagueaban tribus bárbaras y errantes, ocupando la inmensa superficie de Querétaro, Guanajuato, Aguascalientes y Zacatecas, y parte de Jalisco y de San Luis debían su origen a los individuos de las familias chichimeca, mexicana y otomí, que desdeñando recibir el blando yugo de la civilización, se separaron de sus hermanos, llevando en sus tierras una vida salvaje y aventurera. Los conquistadores españoles que en aquellas comarcas les encontraron, dieron a todos el sobrenombre de chichimecos, palabra que comprendía a todos los guerreros nómadas sin distinguir la lengua que hablaban o la estirpe   —146→   a que pertenecían; la denominación chichimeca perdió entonces la acepción honorífica en la cual la tomaban las naciones que con ella se adornaban, y quedó convertida en palabra despreciativa, que en rigor no significaba más de bárbaro. Ellos, sin embargo, se daban diversas denominaciones, y eran tonases y mecos, cazcanes, zacatecos y mazapilis, cuachichiles, cocas y tecuexes, etc., afectando muchos el título de teules chichimecos. Sin excepción eran cazadores; valerosos y rapaces, hacían indistintamente la guerra a todos los pueblos comarcanos, llevando el exterminio a lugares distantes; celosos de su libertad, la defendieron tenazmente contra los invasores blancos, y todavía entrado el siglo XVII, eran el terror de las ciudades levantadas en su territorio, y de las caravanas de viajeros que se aventuraban a pisar sus montañas.

Desde la desembocadura del Zacatula hasta Sinaloa, en todo el espacio ocupado por el mexicano, orillas del Pacífico, se veían señoríos más o menos importantes, como los de Colima, de Etzatlan, de Ameca, de Jalisco, de Coinan, de Culiacán, etc. Eran absolutamente de filiación nahóa, avecindados en las diversas comarcas durante las inmigraciones toltecas, y tenían por consecuencia cierto grado de cultura que revelaba su origen.

Para adelantarnos ahora más al Norte, es preciso dividir el ancho espacio cercano a la frontera con los Estados Unidos en dos regiones, la primera al Noroeste, la segunda al Noreste. Si comenzamos por aquella y consultamos la carta, descubriremos que al Norte del lago de Chapala queda una prolongación del mexicano; linda con este el zacateco, idioma de su familia, y con una pequeña interrupción del irritila continúa el concho, también dialecto mexicano, hasta terminar en las márgenes del río Bravo. Esta zona de Norte a Sur marca, por medio de esos vestigios de la lengua, una de las direcciones generales seguidas por los nahóas en sus marchas hacia el Mediodía.

Además, allí están las ruinas de las ciudades populosas construidas por la familia tolteca, en donde hemos supuesto que brotó y se desarrolló la civilización media de los pobladores de México a excepción de la Quemada en terrenos de los zacatecos, los lugares restantes están ocupados por naciones de un solo tronco etnográfico, diverso totalmente del tolteca; el Zape entre los tepehuanes; Casas grandes entre los tarahumares; las más antiguas Casas grandes entre los pimas. Este hecho da la primera inducción, trivial e innecesaria de puro ser verdadera: la raza nahóa ha desaparecido, y en su lugar se encuentra, otra raza diferente.

Al hablar del mexicano copiamos la opinión del padre Ribas, quien previo el estudio de las lenguas de algunos de los pueblos de Sonora y de Sinaloa asegura, que aquellos naturales conservaban la tradición de haber salido del   —147→   Norte, de cuyos lugares les habían arrojado otros pueblos que después habían sobrevenido, y que las lenguas presentan vocablos y radicales de la lengua mexicana; infiriendo el autor «que casi todas estas naciones comunicaron en puestos y lengua, con la mexicana, y salieron de la banda del Norte.»

Todos los pueblos de Sonora y de Sinaloa conservan la tradición de su roce con las tribus de filiación nahóa; y en sus teogonías, en sus costumbres y en sus idiomas tienen las pruebas, de que ese roce fue largo y continuado. Los coyas de Jalisco, tribu la más austral de la familia pima, vive encastillada en las montañas cuyos picos principales llevan nombres mexicanos; su idioma ofrece tal analogía con el azteca, en las palabras y en las formas gramaticales, que esto indujo a Balbi a colocarlo en la familia mexicana, no obstante que Vater había opinado en contrario; sus dioses proceden del cielo tolteca. Los tepehuanes son tal vez los que sufrieron menos el influjo extranjero; pueblo sin divinidades, pero guardador exacto de una ley natural caracterizada por su moralidad, presenta sin embargo cierto tipo de la civilización de sus vecinos. Los xiximes, los acaxees, los sabaibos y los tebacas tienen tan profundos rasgos de semejanza con las gentes nahóas, que nos hemos creído autorizados para colocarlos como rama de aquel tronco: esta clasificación podrá no ser exacta con respecto a la lengua, y así lo tenemos ya dicho; pero en cuanto a las costumbres, a la teogonía y a la civilización, nuestro concepto es absolutamente verdadero. Siguen los pueblos de Sinaloa, contando entre ellos a los pimas, a los cuales se ha referido el padre Ribas, y más al Norte nos quedan por último los ópatas y los tarahumares. De los primeros aseguran los misioneros, que creían que algunas familias mexicanas se habían quedado en sus tierras, y que de ellas se había formado el pueblo ópata, cuyo idioma conserva muchas voces aztecas. Esa creencia no la referían únicamente a su población, la aplicaban también a su origen primitivo. Los tarahumares, pueblo agricultor, semibárbaro, presenta pocos puntos de contacto con las gentes con quienes vamos haciendo las comparaciones, aunque también es verdad que sabemos bien poco de su tradición y de sus creencias.

No puede caber ya la menor duda; todas estas tribus han tenido relaciones prolongadas y estrechas con los nahóas; en los establecimientos boreales de los toltecas han representado el mismo papel, que en los australes los chichimecas, los otomíes y los cuextecas; y cuando las colonias nahóas han quedado debilitadas, a consecuencia de las disensiones cuyo recuerdo conserva la familia en su tradición, y sus moradores se han puesto en marcha para el Sur, ellos se apoderaron de las comarcas abandonadas, sustituyéndose a los antiguos moradores. Esto no ha de haber sido siempre de una manera pacífica; el recuerdo de los pueblos ópatas y pimas, de haber sido empujados al Mediodía por otros pueblos, nos hace conjeturar, que ellos a su   —148→   vez invadieron el país ocupado por los nahóas; que debilitados estos por sus guerras intestinas, sucumbieron, y que los restos de los fugitivos vinieron a tomar descanso hasta el valle de México. La familia ópata-pima-tarahumar ha de haber sido la que acabó de extinguir la civilización del Norte.

El tiempo a que referimos estas irrupciones es, a los mismos fines del siglo XII en que tantas tribus se presentaron en el Valle, y en que otras varias invadieron a Jalisco y lugares más australes. En cuanto al orden, los pueblos rústicos y cazadores de las montañas nos parecen los más antiguos. Los coras y los acarees con los de su estirpe, que son los más parecidos a los aztecas, deben haber sido vecinos de estos por mayor número de años, pues adoptaron en todo sus costumbres; además, habla en favor de su primacía, su posición topográfica. La serranía que divide Sonora de Chihuahua, Sinaloa de Durango, influyó en la dirección de estas irrupciones; siguieron las vertientes occidentales cahitas, pimas y ópatas, las orientales tepehuanes y tarahumares. Las emigraciones nahóas, al pasar por Sinaloa, estrecharon a lo largo de los ríos varias pequeñas tribus, ahora extinguidas, que en nuestro concepto eran los moradores del país. Los cahitas a su turno, y por el lado opuesto, los estrecharon sobre las mismas corrientes, destruyéndolos poco a poco por la comunicación de su lengua. Sobrevinieron los pimas e invadieron el país sobre los séris. De lengua totalmente diversa de la de aquellos pueblos, de costumbres feroces, salvajes y sin el menor instinto por la civilización; sirviéndose de las flechas emponzoñadas de que no usó ninguno de los pueblos de México, los séris presentan un fenómeno curioso bajo más de un aspecto: se les podría creer caribes, si no estuvieran tan lejos de los de las islas y de los del continente. Los ópatas llegaron después de los pimas, y aun invadieron los terrenos de estos, de donde resultó la diferencia de pimas altos y bajos. Por el Este, los tepehuanes se presentaron los primeros; los tarahumares les empujaron para el Sur, de donde resultó que muchos de aquellos se encuentren mezclados con estos en Chihuahua.

En la península de California, los habitantes conservan el recuerdo de que sus progenitores vinieron del Norte; cosa que nosotros hubiéramos adivinado, al ver la configuración de su tierra, rodeada por los mares y distante de pueblos que practicaran la navegación. Los misioneros jesuitas encontraron vestigios de una civilización más antigua, olvidada completamente por las tribus a quienes impusieron el yugo del Evangelio. Otra raza se había perdido, pues, allí, y de las que sobrevivían, la pericú debió penetrar la primera en la península, luego la guaicura, y al último la cochimí. Huyeron los pericúes en razón de lo que los guaicuras avanzaban empujados por los cochimíes, y cuando llegaron al cabo de San Lucas, se les acabó la tierra; allí encontraron el fin del mundo. Acorralados entre el mar y sus enemigos,   —149→   por mucho que se defendieran, estaba escrito que ellos antes que ninguno de sus hermanos debían de perecer.

El pueblo civilizado que vivió en la California no dejó en herencia ninguno de sus conocimientos a los modernos habitantes de la península, supuesto que el siglo XVII les encontraron los misioneros jesuitas completamente desnudos, alimentándose con los frutos espontáneos de la tierra, y en la más crasa ignorancia aun de aquellas cosas que sirven para hacer menos fatigosa la vida. Ellos tampoco presentaban síntomas de haber hecho el más pequeño invento en su favor, de manera que, su absoluta degradación física y moral solo puede explicarse, con que eran tribus salvajes que confinadas en aquella comarca, sin el enseñamiento y el estímulo, resultado del trato con otras naciones, poseedores de un suelo estéril que no produce las primeras materias para las artes y ni siempre vuelve con creces el grano que se le confía, fueron olvidando paulatinamente lo poco que sabían, en lugar de aprender alguna cosa, y ni ocurrieron a satisfacer las más urgentes necesidades de la vida porque no tenían objetos que aplicar a esos intentos. Los californios, por esta circunstancia tal vez, presentan el tipo del pueblo más atrasado en México.

Pasemos ahora a la región del Noreste, para confesar nuestra ignorancia, diciendo que nada sabemos de aquel rumbo. Extinguidas las tribus con las lenguas que hablaban, sin relaciones históricas suyas o noticias de los misioneros y de los pobladores, sólo podemos asegurar de una manera confusa que eran cazadoras, y en el vasto territorio que ocuparon no se encuentran ruinas de población importante, y ni aun siquiera pueblos de gente congregada que mostrara un principio de cultura.

Casi en nuestros días, la última tribu que ha invadido la frontera Norte de México es la de los apaches. Sus hordas feroces están derramadas sobre un espacio inmenso; salvajes, rapaces, sanguinarios, sin domicilio fijo, son el terror de los establecimientos de los blancos, llevando al centro de los fronterizos la desolación y el exterminio. Ellos son el tipo de los pueblos primitivos en el estado de barbarie, y la protesta viva contra la raza blanca invasora del país. Los tobosos fueron los precursores de los apaches en Coahuila.



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ArribaAbajo- XII -

Señales que el castellano va dejando sobre los nombres geográficos. - Cambios. - Nombres religiosos. - Las misiones.- La colonización. - En las guerras civiles.


La lengua española, última introducida en nuestro país, tiene ya bien marcadas las señales de su predominio. En el lugar respectivo dijimos hasta dónde se ha derramado, y los distritos en que ha hecho desaparecer las lenguas indígenas; ahora solo buscaremos cómo se ha ido implantando en los nombres geográficos, hasta llegar al estado en que hoy se encuentran.

Por regla general los nombres de los pueblos no han cambiado, conservándose en los idiomas de las naciones que los impusieron. Sin embargo, han sido más o menos estropeados por el uso, ya en perder o mudar algunas letras o sílabas, como Tetzcoco, Coliman, Cuitlahuac, convertidos en Tezcoco, Colima, Tlahuac; ya en ofrecer distintas terminaciones a ejemplo de Tollantzinco, Huexotzinco, Tepenenetl, ahora Tulancingo, Huejocingo, Tepenene; ya en fin separándose de sus raíces primitivas para tomar letras y formas españolas, como Tlacopan convertido en Tacuba. Nombres hay tan estropeados que apenas pueden ser reconocibles; así un extranjero no podría distinguir en Cuernavaca, Orizava y Churubusco, que se trata de las poblaciones mexicanas de Quauhnahuac, Ahuilitzapan y Huitzilopochco.

Cada pueblo lleva como acompañado y en primer lugar, el nombre de uno de los santos o la advocación de Dios o de la Santa Virgen. Esta reunión de palabras de donde resulta, v. g., San Juan Teotihuacan, en cuya forma, el Evangelista querido del Salvador es el patrono de la ciudad perteneciente a los dioses aztecas; este conjunto de voces en que van apareadas las de las lenguas de los pueblos vencidos con las del idioma de los vencedores, muestran no solo la invasión, la conquista permanente, el predominio de los invasores, sino también el espíritu religioso que dominaba en la época, y la gran parte que las órdenes monásticas tomaron en la reducción de los pueblos por la enseñanza de la doctrina.

La primera ciudad fundada en México por los castellanos recibió un nombre religioso, la Veracruz; Segura de la Frontera (Tepeaca; no prevaleció la denominación española) fue sugerido en el campamento por circunstancias   —151→   particulares; Medellín fue una lisonja a don Hernando en recuerdo del lugar de su nacimiento; los demás pueblos fueron San Esteban del Puerto, la villa del Espíritu Santo, la villa de San Ildefonso, etc.; México, capital del mayor imperio de Anáhuac, tuvo la honra de quedar como la ciudad más importante en la colonia. Estas fundaciones corresponden propiamente a Cortés y a sus compañeros de armas.

Junto a la conquista de la espada se puso la de la predicación, y cada una asumió una forma peculiar. Los misioneros de todas las filiaciones impusieron los nombres religiosos; en su devoción ferviente, aunque cándida, creían ganadas las almas para el cielo, cuando un pueblo y sus moradores habían sido bautizados. Entre las naciones con domicilio fijo, dejaban a los lugares su nombre indio y le añadían la advocación religiosa; en donde los pueblos se formaban de nuevo con gente congregada solo aparecía el santo patrono. En algunas misiones unían al primero e indispensable nombre cristiano el de la tribu sometida; en otras se ponía la denominación de un objeto físico y casual; no faltan ejemplos de nombres propios de personas, mas entonces es segura señal de que la reducción espiritual iba acompañada de la autoridad política o de la fuerza armada. La mezcla de palabras religiosas y profanas ha caminado con varia fortuna, según los caprichos extravagantes del uso, que no siempre admite reglas generales; aquí quedó el nombre indígena perpetuamente unido al religioso, junto y allí está el primero sin reminiscencia alguna del segundo, y más allá el santo se ha conservado perenne dejando caer en el olvido a su sospechoso compañero.

En las expediciones del siglo XVI, las ciudades de origen español se distinguen generalmente porque se llaman como los lugares de España; por eso encontramos Valladolid, Guadalajara, Jerez, Compostela, Antequera, etc. Las poblaciones mandadas levantar por los virreyes tomaban de común su apellido, como Salvatierra, Monterrey, Vizarron, Córdoba, Linares, etc. Por último, las colonizaciones emprendidas bajo la autoridad por los particulares, llevan nombres propios en que están reunidos los apellidos de los virreyes con los de los principales pobladores; el mejor ejemplo de esta clase es Tamaulipas.

Estas diferencias, que corresponden a ciertas épocas no bien determinadas, marcan el periodo de la dominación española; la independencia y las revueltas políticas han dejado también su huella en las apelaciones geográficas. Consumada la emancipación, en odio contra los antiguos conquistadores, para borrar del suelo si posible era su memoria, se fueron mudando los nombres de las principales ciudades imponiéndoles antiguos aztecas o bien los de los héroes de la insurrección; de aquí vinieron por la una parte de Valladolid, Michoacan; de Antequera, Oaxaca; y Xicotencatl y Maxiscatzin,   —152→   por no sabemos qué trabacuentas, resucitaron juntos, sin recordar que el primero fue acérrimo enemigo de los castellanos, mientras el segundo se mostró su tenaz defensor: por la otra parte resultaron Guadalupe Hidalgo, símbolo del primer caudillo de la revolución y de su bandera; Cuautla Morelos, recuerdo de uno de los principales episodios de la guerra de independencia, y la multitud de los de su especie.

Durante las guerras civiles, cada partido ha querido perpetuar las acciones que le corresponden y la memoria de sus hombres ilustres; imponer nombres geográficos les ha parecido buen camino, y cada uno ha puesto mano en ir aumentando una sinonimia desordenada, en que ya se va haciendo obra de romanos poder descubrir la apelación primitiva de algunos lugares. Más podríamos decir acerca de esta materia, y nos abstenemos, porque en cosas como estas que pasan a nuestros ojos y de todos son sabidas, cansa y fastidia la repetición de los hechos que pasan a frívolos en fuerza de ser comunes.





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ArribaAbajoTercera parte

Geografía de las lenguas de México


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ArribaAbajo I. Yucatán

El nombre indígena de la península era Mayapan. En toda ella, y sobre la extensión ocupada por los indios, llamados mayas, solo existía una raza homogénea, un mismo pueblo, reconocible donde quiera por la misma fisonomía, idénticas costumbres, y un lenguaje invariable.

Poco sabemos acerca de su historia; el celo religioso en personas indiscretas e ignorantes produjo en Yucatán resultados análogos a los de México, es decir, autos de fe en que fueron destruidos por las llamas los antiguos manuscritos, ora versaran sobre la teogonía, ora trataran de las ciencias y de las artes. Para nuestro intento basta saber, que un señor supremo gobernaba la península, hacia el siglo XV, teniendo por residencia la ciudad de Mayapan; una revuelta redujo a la familia imperante de los Xius al cacicazgo de Maní, y el resto del país quedó subdividido en más de cuarenta señoríos. Este fraccionamiento no privó completamente de su supremacía al rey de Maní, quien fue siempre considerado como el primero; ni rompió la unidad nacional bajo otros aspectos, pues legislación, costumbres y lenguaje continuaron sin ninguna alteración.

Hacia aquella época o poco después, una colonia maya vino a establecerse en la Verapaz, sobre la gran laguna del Peten, conocida ahora por de Nuestra Señora del Rosario; los colonos tomaron el nombre de itzaex, de petenes, y conforme se fueron derramando a lo lejos adoptaron distintos apellidos. Casi junto al lago habitaban los chatan itzaex; al Norte y al Noreste los coboxes187; los chanes más retirados al Norte, y sin poderles asignar un lugar   —156→   fijo los chataes, los pegues, los tetes, los chinamitas, enemigos de los lacandones, los tulunquíes o tirampiés, y los queaches o cheaques. Los choles hablaban una lengua hermana de las tribus enumeradas, y confinaban con ellas.

De procedencia en línea recta de los mayas, las fracciones acabadas de mencionar son las únicas que encontramos; dentro de la península sólo hemos hallado los nombres de cocomes y de kupules dados a los indios orientales; la denominación de itzalanos aplicada por nuestros historiadores a los mayas, y la palabra yucateco que es exclusivamente de formación española.

El Mayapan no estuvo sujeto a los emperadores de México, y los mexicanos casi no conocían aquel país; la situación geográfica de la península la apartaba del movimiento de los demás pueblos, de lo cual resultó en gran parte la homogeneidad de la nación. Invadida por los castellanos, los mayas defendieron su independencia tan porfiada como valientemente; sometidos al yugo español, mostraron de continuo su impaciencia con inquietudes y revueltas; su odio ni ha disminuido ni cambiado después de la emancipación del país; la raza blanca es su enemiga natural, se ha sublevado contra ella, y más de una vez ha estado a punto de exterminarla.

Este carácter rencoroso y tenaz hace de los mayas un pueblo excepcional. En el resto de México, los conquistadores impusieron su idioma a los vencidos, y les van haciendo olvidar poco a poco sus lenguas nativas; en Yucatán por el contrario, conservan con tal tesón su habla, que lograron hasta cierto punto que sus dominadores la aceptaran. Fingiendo ignorar el castellano, aunque lo comprendan; no hablando nunca sino en maya; obedeciendo exclusivamente a los mandatos hechos en este idioma, obligaron a los blancos a aprender y a cultivar la lengua india, hasta el grado de que en realidad es la dominante en la península, con la sola excepción de una parte del distrito de Campeche.

Esa tenacidad, bien calificada en nuestro concepto con el epíteto de maya, ha mantenido sin alterarse los nombres propios de las poblaciones entre los cuales muy pocos son castellanos, o muestran la reminiscencia del influjo de las órdenes monásticas. La lengua se conserva; más los siglos transcurridos, el trato con los blancos, los nuevos objetos, y las nuevas necesidades introducidas con los invasores, la han adulterado un tanto, de manera que ya no se habla en su primitiva pureza sino en los distritos de Valladolid y de Tizimin.

En la actualidad, el indio yucateco es una mezcla confusa de buenas y de malas cualidades, fruto de la dominación castellana. Apegado nimiamente a las exterioridades religiosas, no dejará de postrarse ante una imagen de los bienaventurados; se arrodillará reverente al pie de un Crucifijo, y besará respetuoso la señal santa de la redención; irá descubierta la cabeza   —157→   a pedir la mano al sacerdote con quien encuentre; consumirá contento su escasa fortuna, el pan suyo y el de sus hijos, en obras piadosas y en funciones en la iglesia: en cambio, no profesara tanto amor ni tanta devoción a Dios y a la Santa Virgen, como a San Antonio de Padua; ocurrirá en sus necesidades con más confianza a las ánimas del purgatorio que a los santos; dudará de la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía; morirá tranquilo y con resignación cristiana, sin confesar al sacerdote los pecados más atroces y más públicos. Algo pitagórico en sus creencias, piensa que vuelve al mundo el alma de los finados, y para que al salir del sepulcro no pierda el camino, del hogar doméstico, le marcan con cal el sendero de la choza hasta la tumba: los duendes y las brujas existen para él sin caber duda, y da cumplido crédito a los maleficios de los hechiceros. No robará un peso, pero se tomará de seguida cuatro veces dos reales; nunca miente, más jamás responderá por frases directas, sino con ambigüedad y reticencias.

Honrado en sus acciones, mira con desdén los principios santificados por la honra; se embriaga y todo lo atropella; sorprende a la esposa infiel sobre el adúltero lecho, y la perdona y la vuelve a sus brazos, a trueque de que ella reciba algunos azotes; toma por compañera a la mujer perdida, diciendo fríamente que se contenta, porque aquello no fue en su tiempo; sufre los castigos vergonzosos e infamantes con impasibilidad, afectándole en cuanto le lastiman físicamente; sus acciones las dirige, en fin, al contento de los sentidos, sin pararse en si son buenas o malas.

«Por tradición, por experiencia y aun por discurso, tiene algunas nociones de astronomía, matemáticas, medicina y otras ciencias. Conoce todas las constelaciones, y sabe designarlas con nombres análogos a lo que representan, no siendo los que se hallan generalmente admitidos entre los sabios: de día por el curso del sol, y de noche por el de las estrellas, determina a punto fijo la hora; no le es desconocido el influjo de los astros sobre los cuerpos terrestres, y se guía por aquellos para sus siembras, podas y cosechas; sin leer los calendarios, predice los movimientos de la luna, y conoce cuando va a eclipsarse188, atribuyendo la causa de este fenómeno a que el sol pretende destruir a aquel satélite, haciendo un ruido estrepitoso con palos y otros instrumentos, para evitar una catástrofe tan terrible, cuyas tristes consecuencias presiente, según lo anuncian los fuertes alaridos que lanza.   —158→  

En sus enfermedades y dolencias se cura a sí mismo, y cura también a otros en su caso, adoptando por principio la dieta; sabe las virtudes de todas las plantas como si hubiese estudiado botánica, conoce los venenos, los antídotos, y no se le ocultan los calmantes: casi siempre entra en su plan la sangría, cuya operación desempeña bárbaramente, con una espina o con un hueso de pescado. Igual claridad de entendimiento deja percibir sobre otros ramos del saber humano; y en medio de esto, se le advierte lleno de errores y de preocupaciones acerca de las cosas más triviales.»

Respeta al europeo como a su señor, y le odia como a su tirano; al blanco le tiene en menos, como de inferior raza que la suya, y le aborrece como al usurpador de sus tierras: presentes a su memoria las antiguas tradiciones, abriga en su corazón la esperanza de volver al tiempo de sus reyes, y por eso se resiste a hablar el idioma castellano, y hace esa guerra sin cuartel que destruye cuanto se encuentra en Yucatán. Su rencor está vivo como en los primeros días de la conquista, y la independencia de España, solo es el acontecimiento que le trajo algunas ventajas, de que se aprovecha; en lo demás, solo cambió el nombre y la raza de sus enemigos.

Fuerte por naturaleza, puede soportar un largo camino con un peso hasta de diez arrobas; sufre sin abatirse el trabajo diario y pesado del jornalero; se entrega a las faenas más rudas casi sin fatiga. Sus alimentos son sencillos y frugales; bástale poco para sus necesidades, y no apetece salir del estado miserable en que se encuentra. El vestido se reduce, en el hombre a la camisa y al calzoncillo de tela blanca ordinaria; en la mujer al hipil que la cubre la parte superior del cuerpo, y al fustán o enagua, de manta de algodón; y no es raro que los hombres anden casi desnudos.

Tal es el retrato que del indio yucateco nos hacen los escritores blancos de su península189.

Yucatán, reino independiente, formó en el sistema colonial una provincia de su mismo nombre; la carta federal le hizo Estado libre y soberano: se le separó una parte de su superficie para formar el territorio de la Isla del Carmen: después se dividió en las dos fracciones de Yucatán y de Campeche. Sobre todas esas subdivisiones se extiende el idioma maya, por lo cual suprimimos por inútil la nómina de sus pueblos.

Muchas veces se da el nombre de mayo a la lengua maya; nosotros usamos exclusivamente la terminación femenina, refiriéndonos a Yucatán, para evitar la confusión que podría resultar nombrando el idioma mayo, dialecto del cahita, usado a orillas del río Mayo en Sonora: entre ambas lenguas no   —159→   hay el menor punto de contacto. La maya, yucatana o yucateca se habla en Yucatán, Tabasco, Chiapas y Guatemala; forma una de las ramas principales de la familia que hemos titulado huaxteca-maya-quiché, y si no sabemos que tenga dialectos, cuenta con algunas lenguas hermanas.

Recopilando los nombres que nos hemos encontrado, usarán el idioma maya, los mayas, mayos, cocomes, kupules e itzalanos; en Guatemala los coboxes, chanes, chataes, puques, tutes, chinamitas, tulunquíes o tirampiés, queaches o cheaques: de los demás individuos de la familia haremos mención en los lugares respectivos.

El peten, dialecto del maya hablado por los petenes o itzaex, chichen-itzaex, chatan-itzaex, corresponde a Guatemala.



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ArribaAbajoII. Tabasco

Poco o nada se sabe acerca de las tribus habitadoras de esta fracción política. Los mexicanos conocieron aquel país por las relaciones de sus traficantes, pues ni lo invadieron, ni tuvieron con él relaciones directas: por este rumbo las armas de los emperadores de México no pasaron del Coatzacoalcos. La comarca, con el Yucatán y las tierras al Este, eran llamadas por los mexicanos Onohualco.

Fuera del castellano, dominante en la capital y en algún otro lugar, se encuentran en Tabasco los idiomas maya, chontal, zoque, mexicano, ahualulco y caribe.


Maya

Se habla en el distrito de Macuspana, al Este y hacia los límites con la Isla del Carmen, extendiéndose hasta el pueblo de Montecristo. Las poblaciones que le pertenecen son:




Maya y chontal




Chontal

Lengua hermana de la maya, que se encuentra derramada en Oaxaca y en Guerrero al Oeste, hasta Guatemala al Este. En Tabasco es el idioma   —161→   que ocupa mayor extensión, dilatándose por los distritos del Centro, de la Sierra, de la Chontalpa y de Macuspana. Son sus pueblos:

Distrito del Centro:

Distrito de la Sierra:

Distrito de la Chontalpa:

Distrito de Macuspana:

Los chontales viven contentos en su miserable condición. Sus chozas, formadas de paja, son estrechas, y los pobres muebles están como amontonados en ellas; la puerta queda siempre para el monte o para un lugar retirado, a fin de que si se presenta un extraño puedan huir con facilidad las mujeres y los niños y que no les vean; el padre de familia queda solo para hablar con el extranjero. Este carácter huraño y desconfiado desaparece con los amigos, con quienes toda la familia se muestra social y afable; pero se hace patente en las domas circunstancias de la vida, por saber guardar un secreto de una manera notable, por no responder jamás a lo que se les pregunta sino por la frase de «quién sabe», por no decir la verdad y ocultarlo todo. No procuran su adelanto ni su mejora, naturalmente indolentes y perezosos, viven en la holganza sin dedicarse a alguna cosa.

Sus artículos de primera necesidad consisten en el maíz, el cacao, el tabaco y el aguardiente; su alimento frecuente es el posole, que es una bebida formada del maíz cocido y molido deshecho en agua; rara vez comen la carne de res, a no ser en las festividades religiosas o en sus casamientos; en cambio gustan mucho del pescado, lo cual les hace dedicar un tanto a   —162→   la pesca. En las fiestas la carne se prepara de una manera peculiar: reses y pavos quedan cortados en grandes tajadas, que se asan un poco, y colocadas en las escudillas reciben la salsa llamada ulich, compuesta de harina de maíz desleída en agua y puesta a hervir hasta que toma alguna consistencia. Antes de tocar la comida, el más anciano sahuma con incienso al santo de la festividad y se arrodilla ante él con unas velas de cera virgen en las manos, para pedir ixin (maíz), jáas (plátano), imagenin190 (yuca), chúm (calabaza), chigchúm (challote), hácum (camote), y júc (macal), para alimentarse. Estos ancianos tienen gran influjo en los pueblos, gozan de muchas exenciones, y se les oye con respeto en los negocios públicos.

Careciendo los chontales de abrigo y de alimentos nutritivos, son sin embargo sanos y robustos. Atribuyen las enfermedades de que adolecen a los hechizos; sus facultativos tienen un gran conocimiento práctico de los vegetales y de sus virtudes, y curan las dolencias con ellos, no sin practicar en secreto ceremonias misteriosas antes de poner mano al enfermo. Usan de la sangría, punzando con una navaja, un vidrio, o un colmillo del pege-lagarto, de que resulta que más se padece con el remedio que con la enfermedad.

Afectos a las bebidas embriagantes, conocen dos particulares, el chorote, y el balche o guarapo, compuesto de agua, caña de azúcar, palo-guarapo y maíz quemado.

En materias religiosas son supersticiosos, fanáticos e hipócritas; en nada creen, ponen duda en todo, y solo están aferrados en la existencia de los brujos y de los maleficios. Creen en la transmigración, suponiendo que los hombres se vuelven toro, tigre, culebra, pájaro, etc.; de aquí es que miran con recelo los daños que los animales les causan, atribuyéndolo a que aquellos son sus enemigos, y buscan a los hechiceros para que les den la manera de tomar venganza. Concurren presurosos a las fiestas de la iglesia y gastan sus pocos bienes, no obstante lo que acabamos de decir.

El vestido de los hombres consiste en una camisola, o camisa corta que sólo llega al estómago, sin mangas y a veces sin cuello; un calzoncillo hasta la rodilla o hasta los talones, y el sombrero. Las mujeres llevan una enagua, y si usan la camisa es dejando las faldas por de fuera; muchas usan el refajo chiapaneco: los muchachos andan completamente desnudos191.

Estas costumbres tan semejantes a las de los mayas, indican que una misma civilización, las mismas creencias se han extendido entre ambos pueblos, reconocidos hermanos por la afinidad de las lenguas.



  —163→  
Zoque

El zoque, soque, zoc, entra en la composición del tzendal. Idioma que hemos dejado sin clasificar, presumimos que pertenece a la familia maya: zoimagen en maya significa murciélago, nombre idéntico al de los tzotziles. Se extiende a Chiapas y a Oaxaca; en Tabasco ocupa los pueblos siguientes, en el distrito de la Sierra:

En el pueblo de Ayapa, distrito de la Chontalpa, se habla zoque y mexicano.

No obstante que después nos ocuparemos de los zoques, citando la autoridad del señor Moro, por vía de comparación copiaremos aquí el juicio formado acerca de ellos por el mayor Barnard, en estas palabras: «Los zoques habitan la región montañosa del Este (en el istmo de Tehuantepec), desde el valle de Chicapa al Sur, hasta el río del Corte al Norte: ocuparon primitivamente una provincia chica, situada en los confines de Tabasco, y fueron sometidos por la expedición que llevó a Chiapas Luis Marín. Se parecen en algunos de sus rasgos a los mijes; pero son de formas más atléticas; y se les distingue fácilmente por lo marcadas que tienen las facciones, y la rara costumbre de afeitarse la corona de la cabeza. Gustan desenfrenadamente de licores, son ordinarios y vulgares en sus modales, pero son pacientes, sufridos e industriosos. Cultivan grandes cantidades de naranjas deliciosas, maíz y tabaco en los trechos de tierra abierta de la Sierra, y tienen en todo el istmo una celebridad merecida los efectos que fabrican de ixtle y pita. Mentalmente son de una ignorancia lamentable, pues sus ideas de la Divinidad y la religión son vagas e indefinidas. Su conocimiento del idioma español es limitado, lo mismo que entre los indios de Güichicovi.»192




Mexicano y Ahualulco

El idioma mexicano, que ocupa una extensión tan considerable en México, termina; por este rumbo en Tabasco, junto a los pueblos de la Chontalpa. Desde aquí hasta el Coatzacoalcos la lengua ha perdido mucho de su antigua pureza; este cambio se ha verificado con particularidad entre los indios llamados   —164→   ahualulcos o agualulcos, entre quienes es ya una jerigonza bárbara, llena de palabras españolas y de las lenguas de los pueblos con los cuales están en contacto: de aquí ha dimanado que pusiéramos en nuestra clasificación al ahualulco como un dialecto del mexicano.

Los caracteres generales de aquella raza difieren poco de los que marcan a los mexicanos; los mismos alimentos que en los demás lugares, la misma indolencia para el trabajo, el mismo amor a la independencia y a la soledad, idéntico afecto a la embriaguez, y no les falta el apego a sus antiguas creencias, ni su reconocida ignorancia. Por lo demás, si hemos de admitir lo que el mayor Barnard afirma: «Son los indios de estatura menos que mediana, pero anchos de espalda, y de gran fuerza muscular, pues a menudo llevan a hombros, durante muchas horas, un peso de 150 a 256 libras, expuestos a los rayos del sol más caluroso del verano: su color es cobrizo; tienen el cabello liso y grueso, poca barba, ojos chicos, altas las quijadas, la frente chica y estrecha, los dientes blancos, labios gruesos, una expresión agradable de boca, y un mirar melancólico y triste. Las mujeres son menos fuertes, y algunas hay hermosas y bien proporcionadas, realzando, su belleza su dedicación a los quehaceres domésticos: son alegres y muy vivas en sus modales; y son más tímidas que modestas.»193

Poco puede decirse del traje de los indios, que se compone de los efectos más sencillos y ordinarios: el atavío de las mujeres lo forman un lienzo sencillo de algodón, ajustado alrededor del cuerpo, desde la cintura hasta las rodillas, dejando el pecho y la espalda completamente descubiertos. Se entretejen el pelo con cintas de colores vivos, dejándolo caer por el cuello formando trenzas negras y brillantes, o lo recogen bonitamente alrededor de la parte de atrás de la cabeza entrelazado de flores, y lo sujetan con un peine semicircular; y cuando hay alguna fiesta, se iluminan el pelo con un escarabajo llamado cucuyo, que arroja una luz fosfórica. Es común entre los niños de ambos sexos la más completa desnudez.»194

Sus costumbres son sencillas, se alimentan principalmente de vegetales, y tienen exagerada afición por los licores embriagantes; son serios y meditabundos. Es particular el respeto que los hijos tienen por sus padres, y la veneración con que miran a los ancianos. Se guarda fidelidad en el matrimonio, contraído frecuentemente en edad muy temprana por huir del servicio de la milicia. Sus creencias religiosas están reducidas a las exterioridades del culto, mezcladas con ridículas supersticiones.

«Como agricultores, están todavía los indios en los tiempos primitivos ni los accidentes del comercio extranjero, ni el contagio del ejemplo han   —165→   producido cambio visible en su modo antiguo de cultivar la tierra: bástales saber «que la tierra alimenta al que la cultiva,» y que ningún incidente, sea político o de otra especie, puede destruir su exuberante fertilidad. Como labradores, el indio es pobre, pero libre; y apetece la soledad de su miserable ranchito, porque le devuelve, aunque sea peor o jornalero, algún tanto de la perdida libertad de su antigua raza. Este deseo de buscar la soledad, ha dado origen a la disposición que tienen de habitar los puntos elevados y las cumbres, y de situar sus pueblos en lugares los menos fáciles de acceso y menos ventajosos para prosperar.»195

Las costumbres que acabamos de bosquejar son comunes a todos aquellos indígenas; por lo que toca a los agualulcos en particular, nos encontramos en el Boletín de Geografía196, que «Allá en la época que el célebre filibustero Lorencillo (Laurent Graf) ejercía sus rapiñas en las costas de Yucatán y Tabasco, época que corresponde a los años de 1680 a 1685, existían entre las barras de Santa Ana y de Tonalá, cuatro pueblos de indios situados en la costa, y que se nombraban colectivamente los 'agualulcos', formando los límites de la entonces provincia de Tabasco. Estos cuatro pueblos se llamaban individualmente, los Cozoliacaques, los Tecominuacanes, los Mecatepeques y los Huimanguillos. Acosados estos indios por Lorencillo, abandonaron sus pueblos, se dividieron y fueron a establecerse en los lugares y formas siguientes: los Cozoliacaques se trasladaron a Acayucan, en donde hoy existen conservando el nombre de su pueblo, y en estos últimos días, una porción de estos indios ha vuelto a habitar el lugar del antiguo Cozoliacaque; los Tecominuacanes se dividieron en dos fracciones, de las cuales una fundó el pueblo de Boquiapa que hoy figura en el partido de Cunduacan, y la otra se estableció con el mismo nombre de Tecominuacan siete leguas al NO de Huimanguillo en donde hoy existe; los Mecatepeques fueron a asentarse entre Tecominuacan y Ocuapan, y allí se ve un pueblecillo en completa decadencia; los Huimanguillos se dividieron en tres porciones, de las cuales la una se fijó en el partido de Cunduacan, fundando el actual Huimango; otra, mezclándose con la raza blanca, se estableció en Ocuapan, y la tercera fundó el actual Huimanguillo.




Caribe

Dialecto del maya, usado por indios que se internan en Tabasco y tienen su asiento principal en Guatemala. Son bárbaros, y no tenemos datos bastantes para decir el parentesco que los una con los caribes de las islas.





  —166→  

ArribaAbajoIII. Chiapas

Además del castellano, dominante en algunos lugares, se hablan el maya, el lacandón, el chañabal, el cho, el punctunc, el kiché, el mame, el tzotzil, el tzendal, el zoque, el mexicano, y el chiapaneco: lenguas perdidas, el casdal, el trokek, el quelen y el zotzlen.


Maya

Los pueblos de esta lengua se encuentran en el distrito del Noreste: Catazaja le corresponde enteramente; en San Pedro Sabana se habla el maya y el tzendal, y en el Palenque el maya y el chol. En el distrito del Sur, y más allá de donde se encuentran los pueblos chañabales, se ven nombres de la lengua maya distinguiendo los objetos físicos, indicando que hasta por allí deben haber llegado las antiguas irrupciones de los mayas.




Lacandón

Los lacandones, y la subtribu de los xoquinoes de la misma familia, hablan un dialecto poco diferente del maya, y viven en la parte oriental de Chiapas, extendiéndose a la Verapaz en Guatemala.

Los lacandones viven empeñolados en las montañas; hombres y mujeres visten sacos de manta tejidos por las últimas; llevan el pelo crecido y tendido por las espaldas y sobre los pechos; son mansos y susceptibles de domesticarse. Los chiapanecos les buscan poco más allá del Palenque, les llevan sal, hachas y cuentas de vidrio, recibiendo en cambio jícaras grandes, muy buen tabaco, y rico cacao197.



  —167→  
Chañabal

Dialecto también del maya, según Ximenez (véase la clasificación), y conforme a Pineda198 un compuesto del zotzil, del casdal, del maya y del trokek: el casdal y el trokek son lenguas perdidas. El chañabal se llama también jojolabal, jocolabal, comiteco, y se habla en Comitan, Zapaluta y Chicomucelo, distrito del Sur.




Chol

Los choles forman una tribu establecida desde tiempos remotos en Guatemala; divididos en dos fracciones, tal vez por las irrupciones de los mayas, la una se encuentra al Este de Chiapas, y la otra muy retirada en la Verapaz. Son de su familia los mopanes o aycales, quienes tenían al Sur la provincia del Chol, al Este y al Norte los itzaex-petenes, y al Oeste los lacandones y los xoquinoes199; deben añadirse como de la misma filiación los manches, los ajoyes, axoyes u oxoyes200, y los choles uchines. Balbi201 con el núm. 674 nombra el idioma chol, y con el 673 el mopan, hablado por «los mopanes, nación numerosa, feroz, guerrera e independiente, mora al Sur de los choles, y al Oeste de los lacandones.» Nosotros no hemos encontrado, en parte alguna de las consultadas, noticia de que haya una lengua particular mopan; y como por otra parte choles y mopanes son subtribus de la misma familia, para no aumentar inútilmente los nombres dejamos como sinónimas ambas palabras. El chol o mopan es de la fecunda rama del kiché, y en Chiapas se usa en el distrito del Noreste, en las cuatro poblaciones de




Punctunc

Dialecto del maya, admitido bajo la autoridad que citamos en nuestra clasificación. Se asegura que se habla en los alrededores del Palenque, cosa que nos inclinaría a creer, aunque sin fundamento de ninguna especie, que el punctunc sea acaso el chol o alguna otra de las lenguas de aquella comarca.




Kiché

Kiché, quiché, utlateca; tronco de una familia numerosa de lenguas derramadas en su mayor parte por Guatemala. En Chiapas se usa en el pueblo de Tuxtla chico, distrito de Soconusco. Pineda escribe chiché en lugar de quiché, lo cual es conocidamente un error.



  —168→  
Mame

En el artículo de clasificación señalamos, tomado de Juarros, cuáles eran los límites del reino de los mames, y dijimos que quedaba dentro de su demarcación Soconusco (Xoconochco), distrito ahora de Chiapas. Resumiendo lo que el mismo Juarros y Torquemada aseguran acerca de esta nación, su historia quedaría reducida a que, los mames habitaban el Soconusco desde tiempos remotos y era un pueblo autóctono; los olmecas que llegaron de la parte de México les redujeron a la servidumbre, y una fracción de los vencidos emigró hasta Guatemala: los que en el Soconusco quedaron fueron invadidos aún por los toltecas, empuñando el cetro del reino mame uno de los hermanos de Nimaquiché; el nuevo señorío sostuvo más adelante porfiadas guerras con sus vecinos los kichées, hasta que el rey de estos, Kikab II, les derrotó, haciéndoles ocultar en los bosques: Ahuizotl, octavo emperador de México, se apoderó del Soconusco, lo hizo tributario, y quedó para siempre bajo su dominación.

El mame, mam, mem, zaklohpakap, es lengua hermana del kiché. Balbi hace sinónimas las palabras mam y pocoman, en el núm. 682, y aun parece que duda si el pocoman es el poconchi: un pasaje de Juarros donde se lee «man o pocoman» puede inducir a este error, que desaparece completamente con la lectura de los demás pasajes de la obra en que se escribe del man, del pocoman y del poconchi como de lenguas diversas, haciendo lo mismo Ximenez en la nota suya que copiamos en la clasificación. El mame se habla en Guatemala; y en Chiapas, solo en el pueblo de Tapachula, distrito de Soconusco.




Tzotzil

La invasión tolteca, que de México se desprendió sobre Guatemala, formó en Chiapas con los quelenes y con los chiapanecos un pequeño señorío. De los quelenes no nos encontramos al presente rastro alguno, razón por la cual les colocamos entre las tribus extinguidas; sabemos solo que de ellos resultaron los tzotziles y los tzendales. La comunidad de origen de estos dos pueblos la prueba la semejanza de sus hablas202; y la afinidad de estas con el kiché, las coloca como hermanas de las lenguas de la familia huaxteco-maya-kiché.

  —169→  

El tzotzil, zotzil, zozil, adoptando como regla invariable y general escribir cada nombre bajo todas las formas en que lo encontremos, es peculiar de Chiapas y se habla en

Distrito del Centro:

Distrito del Sur:

Distrito del Norte:

Distrito del Oeste:




Tzendal

Tzendal, zendal, cendal, tzeltal, celdala, celtala, idioma semejante al tzotzil y hermana de la kiché. Peculiar de Chiapas, se habla en

Distrito del Centro:

Distrito del Sur:

Distrito del Norte:

Distrito del Noreste:



  —170→  
Zoque

Los zoques se encuentran derramados en Chiapas, Tabasco y Oaxaca; tienen al Norte el mexicano y el chontal, al Este el tzendal, el tzotzil y el chiapaneco, al Sur el mexicano, y al Oeste el huave, el zapoteco y el mixe.

Los indios de las tres fracciones se diferencian poco en el aspecto, y de todas puede trazarse el mismo retrato. El señor Moro203 dice de ellos que, «se distinguen fácilmente de los demás habitantes de estas regiones por una fisonomía particular, pero no sabré decir si su aspecto es más o menos desagradable que el de los mijes.

En cuanto a moralidad, son algo más racionales que estos, llevándoles además la ventaja de ser naturalmente buenos y serviciales, hasta el punto de fastidiar con sus importunos ofrecimientos.

Parece que anteriormente los zoques poblaban también el pueblo de Chimalapilla, que se hallaba situado en las riberas del río del mismo nombre, uno de los confluentes del río del Corte. Según tradición, este pueblo fue completamente desolado, hace más de un siglo, por las viruelas, y los pocos que sobrevivieron fueron a juntarse con los vecinos de Santa María.

Es opinión general, y según don Tadeo Ortiz también histórica, que a la época de la conquista por los españoles, pasaba por Chimalapilla un camino que ponía estas comarcas en comunicación más directa que la actual con Tabasco y Chiapas; pero la idea que he formado de la configuración de la sierra me hace concebir algunas dudas sobre la realidad del hecho.

Los zoques cultivan el poco maíz que necesitan para subsistir, una corta cantidad de tabaco, y dos plantas pertenecientes a la familia de las bromelias, de las cuales sacan el ixtle y la pita cuyas hebras saben blanquear, hilar y teñir de varios colores. Sus hilados y las hamacas que tejen con estas materias, constituyen la parte principal de su industria y de su comercio.

Los de Santa María benefician además un poco de achiote, y llevan a vender a todos los puntos de la parte austral del istmo, las excelentes y abundantísimas naranjas de cuyo árbol es su pueblo un plantel delicioso.»

Los pueblos zoques de Chiapas son:

Distrito del Norte:

Distrito del Oeste:

Distrito del Noroeste:




Mexicano

Lo introdujeron aquí las armas de los ejércitos de Ahuizotl como ya hemos dicho, y por eso se le encuentra separado y rodeado por los idiomas extraños. La provincia imperial llevaba el nombre de Xoconochco, con su cabecera del mismo nombre; esta ya no existe, y según Juarros204 estuvo situada entre los pueblos de Santo Domingo Escuintla y de Acacozagua; mas según hemos leído en un manuscrito, era el actual pueblo de Huehuetan. Los mames perdieron en la conquista su habla nativa para adoptar la lengua de los invasores, siendo este el primero de los ejemplos de su clase que se nos presenta.

Pueblos mexicanos de Chiapas

Distrito del Oeste:

Distrito de Soconusco:



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Chiapaneco

Remesal205 hace proceder a los chiapanecos de una colonia de Nicaragua, y Juarros206 les pone como descendientes de los toltecas y de la familia de los kichées: una tercera opinión, la de Clavigero207, enseña que los primeros pobladores vinieron de la parte del Norte, y que en Soconusco se separaron, para habitar los unos en Chiapas y los otros en Nicaragua. En lo que no cabe duda es, en que era un pueblo antiquísimo en México; ellos en sus tradiciones se decían los primeros pobladores del Nuevo Mundo. Se gobernaban por dos jefes militares nombrados por los sacerdotes; habían llegado a cierto grado de cultura, y «Hacían el mismo uso de las pinturas que los mexicanos, y tenían el mismo modo de computar el tiempo; pero empleaban diferentes figuras que aquellos para representar los años, los meses y los días.»

La lengua chiapaneca la hemos dejado sin clasificar. Si es verdad que es la misma que se habla en el pueblo de Nicoya, es la orotina de Guatemala. Su uso queda en Acala, distrito del Centro, y en la villa de Chiapa y en Suchiapa, distrito del Oeste.




Lenguas perdidas

El casdal y el trokek, de los cuales no hemos encontrado otra noticia, sino que entran en la composición del chañabal. De los quelenes, a cuya lengua llamamos quelen, quedan mayores rastros, mas no como de una tribu existente hoy. Balbi, en sus números 690 y 691, junta a los quelenes y a los zoques como si fueran la misma cosa, dándoles por vivos: hubiéramos adoptado la opinión si no faltaran en su catálogo el tzotzil, con quienes tal vez equivoca a los quelenes. Nosotros dejamos al quelen como perdida. El zotzlen entra también en este lugar, refiriéndonos a lo que dijimos en la clasificación.





  —173→  

ArribaAbajoIV. Oaxaca208

Se enumeran en Oaxaca, fuera del castellano, los idiomas siguientes: zoque, huave, mixe, zapoteco, nexitza, serrano de Istepeji, cajonos, serrano de Miahuatla, tehuantepecano, triqui, chontal, chinanteco, mazateco, cuicateco, chatino, mixteco, chocho, mexicano, papabuco, solteco: lenguas perdidas el huatiquimane, el chantaleno y el ixcateco.


Zoque

Dijimos antes que se extiende por Tabasco y Chiapas y viene a finalizar en Tehuantepec: los pueblos que lo hablan están situados en el istmo:




Huave

Los huaves, guaves o huavis, según consta por sus relaciones, son originarios de la América del Sur. Por guerras, o por motivos que se ignoran, abandonaron su país, y costeando en sus débiles embarcaciones vinieron a situarse en las llanuras que se extienden en Tehuantepec, desde las playas   —174→   del Pacífico hasta la cordillera interior. Habitaban allí los mixes; y fuera porque no pudieron defender la tierra contra los invasores, o porque les agradara más la montaña, dejaron el país a los recién venidos. Los mexicanos se apoderaron de los pueblos de los huaves, poniendo en ellos guarniciones, y permanecieron dueños del territorio hasta que los zapotecos y los mixtecos coligados arrojaron a los conquistadores, y redujeron a los huaves a muy estrechos límites. En la actualidad ocupan solo las lagunas.

Para que sirva de estudio y de comparación, copiaré lo que de estas decía el alcalde mayor de Tehuantepec, Juan de Torres, en 1580: «Como cuatro leguas desta Villa de Tehuantepec, comienzan dos lagunas de agua salada que proceden de la mar del Sur, porque tiene barra, que entra e sale el agua de la mar en las dichas lagunas, y estas dos lagunas se vienen a hacer una con otra que viene a la vía del Este, y se junta a la barra con las otras, y estas dos principales corren leste a hueste; tendrán las dichas lagunas de largo ocho leguas, y de ancho tendrá tres leguas, y en medio de estas lagunas, entre la una y la mar del Sur, hace una isla que terná cuatro leguas de largo, y una legua y media en partes de ancho, y en esta isla están los pueblos de Guazontlan y Ocelotlan, y entre las dos lagunas hace, otra isla o manga de tierra firme hasta el pueblo de Tepehuazontlan, y junto a este pueblo esta la canal de estas lagunas, por donde salieron los navíos que el Marqués del Valle mandó pa las Californias y especería; y en todas estas lagunas hay mucha cantidad de géneros de pescado y camarón, de que los naturales son muy aprovechados, porque viven y tratan de ello, y ansí mismo hay mucha cantidad de lagartos; y pasando la dicha barra, corriendo hacia el este, corre otra isla entre la mar y la dicha laguna, que corre al este, que tiene más de doce leguas de largo y de ancho en algunas partes a dos leguas, y a legua y media, y a legua, y en esta isla hay dos pueblos el uno que se dice Camotlan y el otro Iztaltepec de la mar junto a un cerro, y más adelante, corriendo la vis del este, están otros dos cerros en una tierra anegadiza, en que los naturales de la dicha isla tenían el principal sacrificio; es tierra llana y en muchas partes anegadiza, y de manglares, y al presente está esta isla poblada de estancias de ganado mayor, y lo mismo la isla dicha de Guazontlan está poblada de ganados mayores.»

En casi tres siglos transcurridos, la figura de las lagunas no ha cambiado. En la actualidad, los indios de San Dionisio Tepehuazontlan llaman Duicquialoi: (mar superior) a la laguna más al Norte, y Duicquialiat (mar inferior) a la más al Sur: dividen a esta en dos partes por una línea que juntaría el canal de Santa Teresa con la boca barra, y nombran Duicnamulet (mar de Poniente) a la que queda al Oeste, y Duicnahaunot, (mar de Oriente) a la   —175→   que queda al Este: el Pacífico se llama Nadamduic (mar grande), y las islas se conocen por Monapostiac y Natartiac209.

Los huaves serán poco más de tres mil: su lengua es diferente de las otras que se hablan en México: huave hemos visto que la nombran en los libros consultados, solo el de Manuscrito de Juan de Torres la llama guazonteca huazonteca), por lo cual le damos ambas denominaciones: no la hemos clasificado y creemos que corresponde a alguna de las familias de Guatemala.

«Los huaves (dice el señor Moro)210 se distinguen fácilmente por su aspecto, que difiere totalmente de los demás moradores del istmo. Generalmente son robustos y bien formados; algunos entre ellos manifiestan una inteligencia extraordinaria; pero los más son tan brutalmente ignorantes, que se diferencian poco de un pueblo salvaje.

Según sus propias tradiciones, no son indígenas de estas tierras y pretenden proceder de los peruanos, aunque otros, fundándose sobre ciertas analogías de idioma, los hacen más bien originarios de Nicaragua.

Durante nuestra residencia en San Mateo, creemos observar que los huaves celebraban una fiesta clandestina el 21 de Junio, día del solsticio, como lo practicaban los peruanos, y nos pareció también que festejaban el novilunio inmediato.

Los huaves dicen que a consecuencia de una guerra desastrosa, tuvieron que embarcarse para huir de su propio país. Todos ellos creen que llegaron al istmo siguiendo la costa, y que el primer punto que ocuparon fue el de San Francisco, desde el cual se extendieron en seguida.

Razones de interés local mantienen a estos cuatro pueblos, o repúblicas como ellos los llaman, en un estado de continua discordia, y hasta el idioma se ha corrompido al punto que apenas pueden los de un pueblo entenderá los de otro.

Los huaves de ambos sexos van habitualmente poco menos que desnudos. Su industria casi exclusivamente se reduce a la pesca que solo saben efectuar por medio de atarrayas, y de cuyos productos hacen un comercio bastante extenso, a pesar de que no poseyendo embarcaciones propias para arriesgarse en aguas de algún fondo, y desconociendo hasta el uso de los remos, no frecuentan más que los puntos que por su poca profundidad no ofrecen mayor peligro, como son los esteros, y las márgenes de las lagunas y del mar. Es bastante singular que siendo los huaves un pueblo de pescadores, muy pocos, entre ellos, saben nadar.

He asistido a algunas de sus fiestas, cuyas ceremonias conservan un tipo de sus antiguas costumbres, y siento que los límites que me he prescrito   —176→   no me dejan lugar para hacer su relación y comunicar a otros el vivo interés que me han inspirado.»



Las poblaciones huaves, son:




Mire

El mixe o mije es una de las lenguas que no hemos sabido clasificar. Los mixes o mijes compusieron una tribu poderosa y guerrera, semibárbara, y que defendió valientemente su libertad. Ni los mixtecos, ni los zapotecos pudieron domeñarlos; nada tampoco lograron contra ellos los mexicanos; y más de una vez rechazaron a los conquistadores españoles, causándoles graves pérdidas. Cortés, en su carta 4.ª al emperador Carlos V asegura que los mixes, ocupaban un país áspero, imposible de penetrar en él, ni aun a pie, defendido por fortalezas considerables; que dos tentativas sin fruto se habían hecho para someterlos, en las cuales perecieron algunos castellanos y que aun permanecían en guerra continua con sus vecinos.

En la actualidad los mixes se extienden en parte de los departamentos de Tlacolula, de Villa-alta y de Tehuantepec, y al E van a confinar con Chiapas; en el Istmo habitan la región montañosa que se extiende por su centro, y no cuentan allí más del pueblo de San Juan Guichicovi.

«Física y moralmente (dice el señor Moro)211 los mixes son una raza degradada, de aspecto repugnante y de la más grosera barbarie.

Son adictos a la agricultura y cultivan plátanos, maíz, frijoles (judías), caña dulce de la que extraen una azúcar impura, y se puede decir que abastecen con estos productos al resto de la parte austral del istmo.

Un objeto de ambición para los mixes de Guichicovi, es el de poseer el mayor número posible de caballerías mulares, lo que se hace inconcebible cuando se observa que ningún uso hacen de ellas, ni aun para el transporte de los productos agrícolas, que estos indígenas prefieren acarrear ellos mismos.

Los mixes de Guichicovi, notoriamente idólatras, suelen contaminar los altares del templo católico con la sangre de las aves que, como víctimas, sacrifican a otros dioses.

Conforme a los apuntes de don Pedro de Garay, los mixes de Guichicovi ascienden a unos 5000, pero don Tadeo Ortiz, no sé sobre qué datos,   —177→   calculó en el doble de este número los que profesan la idolatría. Por mi parte, viendo que asisten sin resistencia y aun con agrado a los ritos católicos, estoy persuadido que han hecho una mezcla absurda de la religión de Cristo con sus antiguas supersticiones.»



Los pueblos mixes, tomados de la lista de los curatos, confrontada con una nómina general de todas las poblaciones del Estado son:

Totontepec:

Atitlan:

Ayutla:

Chichicastepec:

Acatlan, San Pedro:

Jilotepec, Santiago:

Lachixila:

Juquila:

Guichicovi, San Juan:




Zapoteco

El reino zapoteco, vecino y rival del mixteco, se extendía desde el valle de Oaxaca hasta Tehuantepec y el Xoconochco: su poder era grande en los años cercanos a la conquista, y más de una vez desbarató los ejércitos de   —178→   los mexicanos. De la última guerra sostenida contra ellos hace mención el informe de Juan de Torres, en estos términos: «e que las principales guerras que tuvieron en tiempo de su gentilidad fueron con Moctezuma, Señor de México; porque el dicho Moctezuma, envió a esta provincia de Teguantepeque, mucha cantidad de gente mexicana con quien pelearon, y se defendieron valerosamente; y estos naturales desta dicha provincia mataron mucha cantidad de indios mexicanos, y tantos, que se averigua, que de solamente las cabezas de los mexicanos, los naturales desta provincia hicieron una albarrada que está en un cerro, que estará dos leguas desta Villa (Tehuantepec), que era antiguamente fuerza desta provincia, el cual cerro está, y cae hacia la banda del NO, e pasa por junto a él el camino real que va desta Villa a la Ciudad de México; e que jamás el dicho Moctezuma, ni los dichos mexicanos, pudieron sojuzgar a los naturales desta provincia, y visto esto, después de la dicha guerra, los mexicanos que quedaron pasaron a las provincias de Soconusco y Guatemala.»

Los zapotecos dividían el año en la forma que los mexicanos y chiapaneses, si bien para los meses y los días tenían diferentes nombres; usaban la pintura jeroglífica para perpetuar la historia de su nación, y cuanto más querían trasmitir a la posteridad; conocían las virtudes medicinales y las aplicaciones útiles de los vegetales, de las gomas y de los bálsamos; eran primorosos en el arte de fundir los metales, sobresaliendo en la construcción de los dijes y de los adornos de oro y de plata; sabían curtir con perfección las pieles, aplicándolas a sus pinturas, a sus vestidos, a los usos domésticos. Las ruinas que aun subsisten de palacios, de fortificaciones, de templos, revelan el grado de cultura a que habían llegado, siendo aun mejor prueba los palacios de Mictlan, obra peregrina de una civilización pasada, que han admirado a quienes los han visto, y que nuestro culpable abandono deja arruinar y desaparecer como cosa sin importancia.

Los zapotecos del Istmo, refiriéndonos todavía al manuscrito tantas veces citado, llevaban por traje una a manera de turca, sin mangas ni collar, de algodón, pintadas según su usanza, que les llegaba a la rodilla, y a los principales hasta el suelo; la gente menuda iba desnuda, con un braguero para tapar sus vergüenzas; dejaban crecer el pelo, se lo trenzaban y lo abandonaban colgando a la espalda.

Al presente, «los zapotecos componen la mayor parte de la población austral del istmo, y casi la exclusiva de diez y seis pueblos sobre el total de veinte y cuatro.

Conforme al manuscrito que anteriormente indiqué haber conseguido el Secretario de la comisión, Moctezuma emperador de México, después de subyugados los huaves, procedió a la conquista de Guatemala; pero mientras   —179→   luchaba con las dificultades de la guerra, Cosijoesa, rey de Teozapotlan y de la nación zapoteca, auxiliado por el rey de la Mixteca, desalojó a los mexicanos, tomó a Tehuantepec y mantuvo sujetos a los huaves.

La gallarda defensa que sostuvo en seguida con las huestes aztecas, concluyó en un convenio de amistad, y Cosijoesa casó con una hija de Moctezuma, llamada por su hermosura copo de algodón. De este matrimonio nació Cosijopi que significa rayo del aire, y que reinaba al tiempo de la conquista de México por los españoles.

Cosijopi fue bautizado y se llamó el rey don Juan Cortés de Moctezuma. Fue príncipe magnánimo y generoso hasta la prodigalidad: por sus órdenes y a sus expensas, se edificó el templo y convento de dominicos de Tehuantepec; pero habiéndose descubierto que no había dejado enteramente el culto de sus primeros dioses, pereció despojado de sus dominios y de su libertad.

Aunque Cosijopi no opuso resistencia alguna a los españoles, los zapotecos no dejaron de hacerlo en el interior del país. Cortés hablando en una de sus cartas de dos provincias que trataba de sujetar, dice:

"Se llama la gente de la una los zapotecos y la de la otra los mijes, las cuales (provincias) son tan ásperas, que aun a pie no se pueden andar, puesto que he enviado dos veces gente a los conquistar, y no lo han podido hacer porque tienen muy recias fuerzas, y áspera la tierra, y buenas armas."

Aun en el día, siempre que se presenta la ocasión, los zapotecos acreditan ser dignos de la fama de valientes que conservan desde la antigüedad. Por su estado de civilización, los indígenas de Tehuantepec son incomparablemente superiores a los de las demás partes de la República, y sus cualidades morales, los hacen altamente recomendables: generalmente los he hallado inteligentes, laboriosos, dóciles y joviales.

En cuanto al físico, los tehuantepecanos son vigorosos, de buen aspecto, y puedo decir que entre los indios que yo conozco, son acaso los únicos que tienen un bello sexo.

Para mí es evidente que estas cualidades no son inherentes de la raza zapoteca, sino debidas a sus relaciones con los europeos. En efecto, he observado que los zapotecos de la tierra, y del valle de Oaxaca son semejantes a los indígenas del resto de la República, y en nada se parecen a los de Tehuantepec, entre los cuales, no son raros los de pelo rubio y de una tez bastante blanca.

Sé que Cortés había reunido bastantes españoles en el istmo, que era el punto de su predilección. Las tehuantepecanas gozan de alguna celebridad en la República por sus atractivos; y la predilección que tienen por   —180→   los europeos, junta a un grado algo excesivo de sociabilidad, hacen harto probable esta suposición.

Ya que hablamos de las mujeres desta parte del istmo, añadiré que son notables por su porte airoso y por la regularidad de sus facciones. Su traje de gala es al mismo tiempo rico y elegante, ni se observa menos gusto en el peinado que hábilmente usan.

En las costas del Pacífico se encuentra con abundancia un junco llamado chintule, cuyas raíces despiden un olor aromático muy penetrante. Una infusión de estas raíces comunica su fragancia al agua que los tehuantepecanos emplean como un objeto de lujo sumamente apreciado, tanto para lavar la ropa de uso, como para las abluciones personales.

Una descripción aunque incompleta de las costumbres de los zapotecos de esta localidad, reclamaría más páginas de las que puedo dedicar ahora a este objeto, por lo que habré de abandonarlo, y sólo añadiré, que no hay entre ellos falta de industria. En Tehuantepec particularmente, se encuentran panaderos, carpinteros, herreros, hojalateros, plateros, curtidores, zapateros, guarnicioneros, y como lo observa en sus notas el secretario de la comisión, aun en las casas menos acomodadas fabrican el jabón necesario para el consumo de la familia. Los tejidos de seda silvestre y de algodón que labran las mujeres, son verdaderamente admirables, y mucho más cuando se consideran los imperfectos instrumentos que les sirven para el objeto.» Hasta aquí el señor Moro.

Oaxaca, capital del Estado, se encuentra entre los zapotecos. Poco después que don Hernando Cortés ganó la tierra, pobló en la costa de Tututepec una villa nombrada Segura de la Frontera: Juan Núñez Sedeño y Hernando de Badajoz, que eran los alcaldes ordinarios, mirando que la tierra era enferma y caliente, alzaron de allí la villa y la asentaron en Oaxaca, causa por la cual, el marqués los condenó a muerte en pena de la desobediencia y del atrevimiento, si bien no se llevó a efecto la sentencia. Pusiéronle por nombre Antequera en memoria del lugar de su nacimiento, aunque algunos decían haberlo querido así el Licenciado Delgadillo, oidor de la primera audiencia, por recuerdo de su patria. El verdadero fundador de la ciudad lo fue en seguida Juan Pelaez de Berrio, teniente de capitán general, y primer alcalde mayor, quien la trazó a 13 de Julio de 1529, poblándola con 80 vecinos. En las cercanías existía un pueblo de mexicanos llamado Oaxaca, donde Moctezuma tenía guarnición de soldados, y como la audiencia señaló el pueblo para propios de la ciudad, vino de aquí que los nombres se confundieran, llamándose Oaxaca o Antequera212.

  —181→  

El zapoteco o tzapoteco es lengua hermana del mixteco, con la cual forma una familia particular: comparada, el habla actual con las gramáticas que del idioma se escribieron, apenas se puede encontrar la semejanza. El padre fray Juan de Córdova, autor de un Arte zapoteco, asegura que «Es ahora de notar, que entre todos los pueblos que hablan esta lengua, digo aun los que son meros zapotecos, ningún pueblo hay que no difiera del otro poco o mucho, lo uno en poner unas letras por otras, y lo otro en que aunque hablan unos mesmos vocablos, unos los toman por una cosa, y otros por otra.» De un manuscrito del Ministerio de Fomento (que era una descripción del Estado de Oaxaca) y de la nómina de los curatos que nos remitió el Illmo. señor Obispo de aquella diócesis, hemos sacado un tronco zapoteco, con los dialectos principales de Zaachiala, Ocodan y Eda, y los siguientes que se separan todavía más de su pureza primitiva; el nexitza o netzicho, el serrano de Ixtepeji, el serrano de Cajonos, el serrano de Miahuatlan, y el tehuantepecano: de estos cuatro últimos formamos listas separadas de los pueblos que respectivamente los usan, comenzando por el zapoteco más puro.




Zapoteco principal

Oaxaca:

Jalatlaco:

Tlalixtac:

Etla, San Pedro:

  —182→  

Zautla, San Andrés:

Zachila, Santa María:

Zimatlan, San Lorenzo

Lachixio, Santa María:

Mixtepec, Santa Cruz:

Ayoquezco:

Tlacolula:

Tlacochahuaya:

Tectipac, San Juan:

Mitla, San Pablo:

Quíatoni:

Ejutla, Santa María:

Ocotlan, Santo Domingo:

Minas, Santa Catarina:

Zegache, Santa Ana:

Tilcajete:

Amatlan, San Luis:

Jalapa, Villa de:

Petapa, Santa María:

Nejapa:

Quiechapa:

Quiegolani:




Zapoteco nexitza

Se encuentra el nexitza, o como en otras partes se le dice, el netzicho, al Norte de Oaxaca, en el Departamento de Villa-alta.

Villa-alta, San Ildefonso:

Lachixila, Asunción:

Tabaa:

Betaza:

Choapan, Santiago:

Comaltepec:

Yahuivé:

Lataní:

Zoochila, Santiago:

Yagavila:

Yaee:

Tanetzé:




Zapoteco serrano de Ixtepeji

Al Norte de la capital en el Departamento de Villa-alta.

Ixtlan, Santo Tomás:

  —185→  

Analco, San Juan:

Ixtepeji, Santa Catarina:

Teococuilco:

Chicomezuchil, San Juan Bautista:




Zapoteco serrano de Cajonos

Al Norte de la capital, en el Departamento de Villa-alta.

Cajonos, San Francisco:




Zapoteco serrano de Miahuatlan

Al Sur de la capital, en el Departamento de Ejutla.

Mixtepec, San Agustín:

Lapaguia:

Miahuatlan, San Andrés:

Coatlan, San Pablo:

Río-Hondo, San Mateo:

Ozolotepec, San Juan:

Piñas, San Mateo:

Ozolotepec, Santa María:

Loxicha, San Agustín:




Zapoteco tehuantepecano

Al Este de la capital, en el Istmo.

Tehuantepec:




Triqui

Idioma sin clasificar. En la relación de los curatos, las cuatro poblaciones que hablan el triqui, están confundidas entre las Chontales, lo cual no es exacto. Los pueblos corresponden al Departamento de Tehuantepec, y son:

Huamelula:

Tequisistlan:




Chontal

En el Departamento de Tlacolula. Los Chontales de Oaxaca formaban en lo antiguo un pueblo bárbaro y feroz, rudo en sus costumbres, sin vestido para cubrirse, sin habitaciones, y sin ninguno de los conocimientos de sus vecinos. Altos, robustos, valientes, opusieron una resistencia tenaz a la conquista española, y sólo fueron dominados por el fervoroso empeño de los misioneros.

  —187→  

El chontal es lengua de la familia maya, y se encuentran Chontales en Guerrero, en Tabasco y en Guatemala. El confundirse de continuo a los triquis con los chontales nos hace presumir, que acaso ambas tribus tengan parentesco.

Los pueblos Chontales de Oaxaca son:

Ecatepec, Santa María:




Chinanteco

En el Departamento de Teotitlan. La Chinantla, con su cabecera del mismo nombre, era una provincia mexicana; los habitantes eran feroces y guerreros; usaban de lanzas de desmesurado tamaño para combatir, manejándolas con destreza y seguridad: desde muy temprano se mostraron amigos de los castellanos.

Su lengua es muy bronca, compuesta de sonidos guturales; las articulaciones para pronunciar las consonantes son ásperas, y las vocales apenas se distinguen: no tiene todavía clasificación. Los chinantecos llamados también tenez, moran en los siguientes pueblos.

Teotalcingo:

Yolos, San Pedro:

  —188→  

Valle Nacional:

Tlacoatzintepec:

Tepetotutla:




Mazateco

En el Departamento de Teotitlan, formando una pequeña fracción en el límite con el Estado de Veracruz. El mazateco está todavía por clasificar.

Huehuetlan:

Huautla, San Juan:

Jalapa, San Felipe:

Ixcatlán:




Cuicateco

Lengua hermana del zapoteco: se habla en el Departamento de Teotitlan.

Atatlanca, San Juan:

Cuicatlan:

Teutila, San Pedro:

Pápalo, Santa María:




Chatino

En los Departamentos del Centro y de Jamiltepec, entre el zapoteco y el mixteco. No hemos encontrado datos para clasificarla.

Elotepec, San Juan:

Sola, San Miguel:

Juquila, Santa Catarina:

Teotepec:

Teojomulco, Santo Domingo:




Mixteco

Los mixtecos se extienden por los Estados de Puebla, de Guerrero y de Oaxaca, ocupando en este los Departamentos del Centro, Jamiltepec y Teposcolula.

Las tradiciones de los mixtecos aseguran, que de dos árboles frondosos que en Apuala se encontraban, habían nacido los primeros señores de su nación. Los mixtecos, sin embargo, vinieron del Norte, y son un pueblo autóctono   —190→   que inventó esta conseja para darse cuenta de su origen. Sosola era considerado como su paraíso.

Se sabe que a la invasión de los mixtecos, los chuchones eran señores del territorio. Los chuchones, conocidos ahora por chochos, se encuentran derramados como veremos después, por diversos lugares y con distintos apellidos.

Los mixtecos formaban un cuerpo de nación; mas no estaban sujetos a un solo príncipe: caciques principales se dividían el mando, y los pueblos pasaban de un amo a otro según lo decidía la suerte de las armas. La invasión mexicana tocó en las Mixtecas: los pueblos sojuzgados constan en los anales jeroglíficos de México; aunque esa conquista debe entenderse que no consistía, sino en percibir el tributo; tributo que los vencidos pagaban, mientras no tenían fuerzas para rebelarse y sacudir el yugo.

Los de Teotzacualco, por ejemplo, reconocían, poco antes de la conquista española, a un señor que trajeron de Tilantongo llamado Oconaña (veinte leones): en su tiempo los sujetó Moctezuma, puso allí guarnición, y le daban por tributo plumas, chalchihuites y mantas de algodón y de nequen. El pueblo estaba asentado en los montes de Yucuduza (sierra pintada) y los naturales tenían sus fortificaciones de piedra suelta sobre la cumbre de los cerros.

Amoltepec, del Amolli, planta que se emplea como jabon (Yucunama, cerro de jabón), obedecía al tlatoane de Tututepec, y le tributaban una docena de codornices, cuarenta cargas de mazorcas de maíz, siete cargas de pino para alumbrarse y una pluma verde. «Hacia la parte del Sur, dice Hernando de Cervantes, diez leguas del, tiene una muy gran sierra, en la coronilla de la cual está una peña muy grande, y en ella hay una concavidad del tamaño de una gran portada, y en lo alto de ella están tres manos esculpidas coloradas, y asimismo cuatro o cinco letras que parecen griegas; dicen los naturales que antiguamente pasó por allí un hombre, y les predicó, y dejó allí aquellas señales; no saben dar razón de lo que les dijo; y del pie de la peña mana agua, a donde hay una fuentecita de ella, la cual es muy buena.»213 Hé aquí otra nueva referencia a ese personaje mítico y mitológico de Quetzalcohuatl, cuya memoria se encuentra derramada desde Tollan hasta Coatzacoalcos.

Los de Cuilapa (el Cuyolapan del libro de tributos) tuvieron guerra con los de Teotzapotlan, les vencieron y se apoderaron de los zapotecos del valle de Oaxaca, constando que les pagaban tributo Mitla y Teticpac214.

  —191→  

De los pueblos llamados Peñoles, Izcuintepec, Eztetla, Quauxolotipac y Huictepec, son mixtecos, Totomachapa, y Elotepec, chatinos: todos reconocían el señorío de Moctezuma, a quien tributaban oro y mantas; combatían contra el señor de Tututepec, que era independiente. La cueva que está junto a Totomachapa, «tiene la boca de gran altura, que habrá diez estados a la cumbre,» mira al Sur y corre hacia el Norte: andado como un cuarto de legua en el interior, no se le encontró término. En tiempo de aguas sale por la boca un arroyo considerable. Los mixtecos hacían allí sus sacrificios, y de partes lejanas venían multitud de peregrinos, a consultar a los dioses y a pedirles agua para los sembrados215.

Los pueblos pertenecientes a Tustlahuaca, en la frontera con los amuchcos, obedecían igualmente a los mexicanos.

Apuala era llamada por los mixtecos yutatnoho (río donde salieron los Señores) y también yuta tnuhu (río de los linajes). La tradición mixteca asegura, que los señores de Apuala se derramaron por la tierra, dividiéndose en cuatro partes: llamaron a la mixteca alta ñudza vui ñuhu, «que es cosa como divina y estimada, del verbo, yehe ñuhu, que es ser tenido y estimado. A la parte de los chuchones, llamaron, tocuijñuhu, por la misma razón, y tocuij ñudzavui, que es chuchon mixteca, por la participación y comunicación que tienen con los mixtecos y mucho parentesco. A la parte que cae hacia Goaxaca, tocuisi ñuhu, por ser también tierra estimada, a la mixteca baja pusieron nombre de ñuniñe, por ser tierra cálida, y toda aquella cordillera hasta Puctla que es principio de la costa llamaron ñuñuma, por las muchas nieblas que allí se ven ordinariamente, y por su espesura parecen humo, que en la lengua mixteca se llama ñuma. A la costa del mar del Sur que se sigue a Puctla llamaron ñundaa, por ser tierra llana, y ñuñama, que es la caña del maíz, y ñundeui, por que se parece mejor en aquella tierra el horizonte que llaman, sahaandeoui que quiere decir el pie del cielo.»216

El mixteco tiene afinidad con el zapoteco, y forma con esta lengua una familia: se habla en Oaxaca y en Guerrero. En el artículo de clasificación vimos la opinión del padre Reyes, acerca de la variedad que se nota en el uso de este idioma en los diferentes pueblos; ahora añadiremos solamente, que el lenguaje tepuzculano se considera como el más puro; le sigue en importancia el de Yanhuitlan, y después se enumeran el de la Mixteca baja, el montañés, el de Cuixtlahuac, el de Tlaxiaco, el de Cuilapa, el de Mictlantongo, el de Tamazulapa, el de Xaltepec y el de Nochiztlan: en todo, once formas,   —192→   que cuentan más o menos marcadas diferencias. Nos ha sido imposible separar cada dialecto en particular, expresando separadamente los pueblos que a cada uno corresponden, razón por lo que en nuestra nómina van confundidos todos los mixtecos.

Los pueblos mixtecos, o como les llaman en algún lugar, mixtoguijxi, en Oaxaca son los siguientes:

Cacalotepec:

Huajolotitlan, San Pedro:

Tequistepec:

Chazumba:

Tamazulapan:

Tezoatlan:

Tonála:

Silacayoapan:

Tamazola:

Igualtepec:

Tlachichilco:

Tlapancingo:

Coycoyan:

Juxtlahuaca:

Tecomaxtlahuaca:

Tlacotepec, San Miguel:

Mixtepec:

Huaxolotitlan:

Pinotepa del Departamento:

Cortijos:

Atoyac, San Pedro:

Amuzgos, San Pedro:

Teposcolula:

Chilapilla:

Tejupan, Santiago:

Tlaxiaco, Asunción:

Peñasco:

Yolotepec:

Chalcatongo:

Cuanana:

Achutla, San Miguel:

Ytundujia:

Chicahuaxtla, San Miguel:

Nochistlan:

Tecomatlan:

Jaltepec:

Tilantongo:

Almoloyas:

Apoala:

Teozacoalco:

Yanhuitlan:

Tututepec:

Huitzo:

Peñoles:

Sosola, San Juan:

Cuilapan:




Chocho

Lengua hermana de la mixteca. En Oaxaca lleva el nombre de chocho; en Puebla el de popoloco; en Guerrero el de tlapaneco; en Michoacan teto; en Guatemala pupuluca: es el antiguo yope. La nación que usaba de esta habla parece ser una de las más antiguas del país.

Los chochos o chuchones de Oaxaca moran en los pueblos siguientes, del Departamento de Huajuapan.



  —197→  
Mexicano

En el Departamento de Teotitlan.




Papabuco

Idioma que hemos dejado sin clasificar. Se habla exclusivamente en el pueblo de Elotepec, Departamento del Centro, colocado entre los chatinos.




Solteco

También entre los chatinos, y particular del pueblo de Sola. No conocemos su filiación etnográfica, y nos figuramos que pertenecerá, así como el papabuco, a tribus antiguas que se están extinguiendo.




Lenguas perdidas

En Oaxaca tenemos que enumerar el huatiquimane o guatiquimane, nombre de una tribu que vino a desaparecer entre los zapotecos nexitzos, en el Departamento de la Villa-alta: no sabemos nada de su historia. El chantaleno, que como apuntamos en la clasificación, pudiera ser el chatino. El ixcateco.





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