Lumină de lună = Luz de luna [Selección]
Mihai Eminescu
Traducción de Dorel Fînaru y Enrique Nogueras
Cuando pasas el río de Selene parece que cae la tarde
aunque en el mundo del sol no hay nunca noche.
Es una hermosa, adormecida tarde aun si es de día.
El aire es violáceo, los olores de las flores soberbias
se elevan turbadores de las huestes de flores soberbias;
en un bosque grandioso, donde un árbol de otro árbol se liga,
de lianas que cuelgan al aire miríadas de flores,
donde entre viejos árboles se hacen las abejas colmenas salvajes,
llenas de panales de miel, que corre como oro en el sol,
con árboles de guirnaldas gigantes ceñidos
de la raíz a la cima rodeada de lianas y enlazadas nubes,
que con miríadas de flores los rodean y cubren su grandeza.
Si en los bosques penetras das a un valle verde y hermoso
sobre cuya colina se extiende un hermoso jardín.
Grandes cerezos con frutos negros, con sus hojas verdes,
curvan sus ramas al peso de los dulces, negros frutos,
manzanos con manzanas rojas como la dulce cara de la Aurora,
mueven al viento sus hermosas, grandes, olorosas frutas;
y junto al jardín soberbio, colgadas de jóvenes árboles
se alzan viñas cuyas hojas vueltas por la sombra anhelan
cuyas uvas cárdenas y amarillas bajo el sol se inflan.
Negras con bruma son unas, y otras con granos tal oro amarillos,
mariposas las rodean como dulces navecillas de colores y de luces,
y abejas de los granos agrietados el néctar de la miel liban;
y en medio del jardín, entre un soto de verdes naranjos,
se alza como una flor envuelto el palacio de Selene.
Grande es y con diez entradas, cada una con altas escaleras
y balcones en el aire, sobre plateadas columnas,
alza el palacio tres pisos con millares de ventanas
con grandes arcos por donde penetra una luz azul;
y a través de cuyas bóvedas se ven argénteas columnas,
muros con espejos de diamante lucir más claros que el día,
altivas imágenes con hijas de príncipe vestidas de azul,
bosques de cuento con árboles embrujados y blancas ciervas,
y entre las columnas parece que ves pasar un milagro:
la luna con su rubio pelo que cae deshecho en olas
sobre sus hombros, henchido de olores dulces y el cántico,
que tiembla en el aire fino de la tarde por los siglos.
Sobre sus hombros desnudos apenas se apoya un manto azul,
las manos de blanca cera juegan con sus rubias trenzas,
y el coral que cae a sus pechos y con los pliegues del manto.
En un mundo de tinieblas
vive la brillante sombra.
En primer lugar bañada
de brumas grises y eternas,
sin embargo, poco a poco,
los rayos del pensamiento
hienden las blancas tinieblas
y forman un arco azul,
claro sereno en su torno
que sus márgenes se encuentra
dentro de sus negros pliegues
y adelante, y adelante,
el genio de la luz vuela.
A su espalda, entre tinieblas,
ha quedado un río claro
de azul y sereno aire.
En franjas sutiles, cuerdas
de plata, él suspende
pliegues y ondas en el cauce
del río de aires azules,
que de camino le sirve
al genio orgulloso y alto
de la luz.
Lejos, lejos se fue como estrella fugaz
que deja tras de sí la obscuridad más honda.
Estrellas surgen del cielo, lo oscuro crece en los valles1
sobre ríos, sobre bosques y montes de grises lomos,
noche clara hay en los cielos, noche negra en lo profundo.
Las nubes se abren en dos como cortinas corridas
y por el azul del cielo se muestra una ciudadela,
asombrosa y luminosa entre montes afilados
que la elevan casi al cielo. De las ventanas de oro
ves la luz verde extenderse desde la señal del Toro:
Valhalla que se levanta de entre los montes oscuros.
Tan pálido y profundo y orgulloso
un rostro así en mi vida nunca he visto
ni tan hermoso: solo tenía un vicio
en este mundo y le sentaba bien:
el orgullo.
Y de pegarle, de correr sobre él,
de rozar lo que tiene de más santo,
de tener la paciencia de quebrarlo y sacarlo
de quicio no respondería nada,
solo este orgullo frío,
terrible e infernal.
1.
Un cuento, un cuento como no hubo ni habrá
que de la más hermosa al mundo razón da.
2.
Un cuento, un cuento como no hay otro cuento
de la guapa del mundo al mundo cuenta el cuento.
3.
Un cuento, un cuento como no hubo ni aún hay,
que de la bella del mundo al mundo mismo cuenta.
4.
Un cuento, un cuento que no es ni podría ser
de la bella del mundo al mundo mismo cuenta.
5.
Un cuento, un cuento que no hay ni puede haber
de la bella del mundo al propio mundo cuenta.
Cuantas noches medité hasta confundir mi mente3,
hasta que sueños gigantes se secaban fantasmales,
yo me dormía y las estrellas iban sobre mí obedientes,
ardía la luna entre ramas como un escudo de oro
y entre los altos trigales pasaban los estorninos,
el viento de olor cargado despertaba en la campana voz de santos.
Sobre nosotros parecíame el cielo una elevada copa del revés,
las estrellas brillantes su mundo de azul llenaban,
y las nubes flotando parecían espumas de luz de plata4;
mi alma, árbol de cantares, encorvaba sus ramas
los ensueños recargados y las hogueras de flores,
que luce de mil modos, detenida en el viento.
Por un claro de luz como el alba rosada
se levantó una sombra dulce, la santa faz de una niña,
era de pálido mármol, sus grandes ojos de luz
y sobre sus blancos hombros se elevaban negras alas
la negra ropa brillante iluminaba instantes de la noche,
e iba el pelo sin peinar preso en corona de espino.
Es raíz de la vida la mentira. Si un sistema
de mentiras hicieses fundamento de tu vida
duraría. En el Olimpo tan bello y tan vano5
floreció Grecia Antigua. De las osadas mentiras
de la Biblia -la Buena Nueva y todas sus grandezas-
aunque desperdigado, de Canaán el pueblo vive.
Cuando la verdad entra en el pensar humano
esta al punto decae,
porque cuaja la vida la mentira, la verdad la disuelve.
Un faro el Sol es en el mar del mundo6,
los planetas de oscuridad navíos
que flotan calmos en su curso prescrito,
teniendo como brújula el gran faro.
¿Pero y si se apagara? ... Sobre el océano del mundo
se perderían por siglos y por siglos,
en la oscuridad eterna y el dolor.
Yo no hablo del Dios de hoy:
han sido tantos. Hablo de uno
que no existe hace mucho y puede que
no haya existido nunca, mas lo hubiera podido;
y si hubiera podido, existió. Porque todos han sido
una idea y ninguno fue real. Si yo canto
la bayadera de alguno pasado
nadie puede tomárselo a mal,
si sabio es. Lo haría si no lo es. Él simplemente
me importaría muy poco entonces. Y el que quiera
encontrará en mi canto una verdad
aunque la sabiduría, también está,
es cuanto podemos dar nosotros los hombres,
porque no sabemos si sabemos la verdad.
Y así podrías decir: cada
tiempo tiene la suya. ¿Quién sabrá
si aquel Dios que en el pecho de su amada
se olvidaba del mundo
no era, precisamente por su olvido,
mejor que el Dios de ahora al que
tanto le importa nuestro mundo que
nos resulta difícil soportar tanto amor
y a los predicadores que sus ideas propagan
y su orden?
Largas olas de flores azules,
las olas un campo de lino,
llenan mi alma con el embrujo
de una paz libre de los sentidos.
¿La reina de las noches
por qué está siempre triste?
¿Sabéis que miles de años
muere y muere la luna?
¿Que el cielo altivo, abierto
que extiende sus estrellas
es solamente un sueño
de aquella calma eterna?
¿Que [por] valles de caos
del azar flota en manos,
y vierte a todo el mundo
el dolor de la muerte, y el encanto?
Dulce y profundo encanto
se extiende con tal fuerza
que hacia ella levanta
olas del mar serenas.
Si alzan a ella los ojos
de la dulce sombra los novios
sienten en su hondo sueño
que el amor es hermano de la muerte.
Que todo cuanto puebla el universo
también ella declina
de detener su curso por entero
¡Luz, luz, luz nacería!
La tierra y sus orillas golpeadas
y el cielo con su bóveda serena
y el mar con sus acuáticos desiertos
y las blandas estrellas de los siglos surgidas
-ojos y ojos que miden el tiempo-
y la blanda luna brillando en los lagos:
en la cima del monte, a la orilla del agua
siempre encuentras hombres de igual mal llevados,
que igual nacen y mueren y se entierran.
Se trate de pastores, o lectores de estrellas
en sus oídos suena el mismo canto,
para la eternidad sus vidas son iguales.
Donde quiera que hay jóvenes, se juntan las parejas,
para el juego, la vida y la danza se juntan,
mientras los viejos hablan de los tiempos pasados,
la misma luna flota sobre ellos
y en el tiempo sus vidas fluyen todas,
y tras ellos resuena de la muerte la voz,
ya caiga coronado con diademas el uno,
y el otro ya desnudo en la tierra se tienda:
lo que ves siempre muerte ha de llamarse.
Tras el verano sigue el mismo invierno
y tras las noches crecerán los días:
hijos sin cuento de una luz eterna.
Son la muerte y la vida cual dos polos
en torno a los que giran las estrellas
y ambos no tienen tiempo ni vacíos.
La luna sale del bosque
La luna sale del bosque.
toda la noche la mira.
Pintando de sombras negras
los sudarios de la nieve.
Ella siempre los alarga
subiendo al cielo los cambia,
como si a su santa cara
le hubieran dado con cera.
¿Qué piensa? Solo las nubes
calmas se unen y separan
como haces de gas azul
o con la luz los vapores.
Calma la hierba rebusca
agua en guijarros y grava
la flor sonríe en secreto,
¿mas de qué se ríe ella?
Y están vestidos de negro
el lago, el soto y el bosque.
Estrellas temblando pálidas
arden entre grises nieblas.
Se baña el mundo en rocío,
sobre el lago las luciérnagas.
Luna y sombra, sombra y luna
se mezclan y se confundan.
Deslizándose en el cielo
nubes negras cubren todo.
Se mueren una tras otra
y la imagen y el suspiro.
Envuelto en la oscuridad
yo no veo, no oigo susurros.
¡Ay, que solo que me siento!
Es de noche, noche, noche.