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En esta referencia cometemos un anacronismo; esas palabras del juez de paz, Casal Gaete, dichas del modo que va a verse, tuvieron lugar en marzo de 1841, entre las felicitaciones que se dirigían a Rosas con motivo de la máquina infernal, y que se hallan en el número 5.277 de La Gaceta Mercantil, pero lo que en marzo de 1841 no trepidaban en publicar los sostenedores de la Federación bien pudieron sentirlo en julio del año anterior, porque los malos instintos y el arrojo de descubrirlos a la luz del día, no son cosas que se improvisan, son resultados de organizaciones predispuestas y de conciencias por largo tiempo relajadas. Y así, no se mirará extraño que para retratar la moral política de los amigos de Rosas en 1840, nos sirvamos en esta tan larga obra de un documento publicado pocos meses después a aquel en que están ocurriendo los sucesos que narramos. En un oficio de aquel juez de paz, dirigido a Rosas, y publicado en la Gaceta citada, se encuentra esta horrible pero ingenua confesión de la sangrienta burla con que Rosas y su partido profanaron a Dios, a la religión y a la humanidad «Es muy cierto que los salvajes unitarios, bestias de carga, agobiados con el peso de sus enormes delitos, las asquerosas unitarias y sus inmundas crías habrían muerto degollados.., pero el horrendo montón que formasen las ensangrentadas osamentas de esta maldita infernal raza, podría manifestar al mundo una venganza justa únicamente, pero nunca el remedio a los males inauditos que nos ocasionara su perversidad asombrosa».
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Cuando en 1839 recibí, en la cárcel y en los grillos de Rosas, el bautismo cívico, destinado por él a todos los argentinos que se negaban a prostituirse en el lupanar de sangre y vicios en que se revolcaban sus amigos, Don Bernardo Victorica usó para conmigo ciertas atenciones que estaban absolutamente prohibidas.
Solo, sumido en un calabozo donde apenas entraba la luz del día por una pequeña claraboya, yo no olvidaré nunca el placer que sentí cuando el jefe de policía consintió en que se me permitiese hacer traer algunas velas y algunos libros. Y fue sobre la llama de esas velas, que carbonicé algunos palitos de yerba mate para escribir con ellos, sobre las paredes de mi calabozo, los primeros versos contra Rosas, y los primeros juramentos de mi alma de diez y nueve años, de hacer contra el tirano y por la libertad de mi patria todo cuanto he hecho y sigo haciendo, en el largo período de mi destierro.
Mármol.
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Descripción de la fiesta de la parroquia de Montserrat, publicada en el número 4.834 de La Gaceta Mercantil, de 10 de agosto de 1839.
4
El carro, según el documento que estamos citando, tenía nueve varas de elevación, cinco de largo y tres de ancho.
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Oficio dirigido al obispo de Cuyo, e inserto en el número 5.483 de la Gaceta.
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Inútil es decir que todo documento publicado en esta obra es auténtico.
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Entre los curiosos documentos inéditos, que poseemos hoy, de tiempo de la dictadura, se hallan las famosas Clasificaciones, de que tanto se ha hablado, y que comprenden nueve mil cuatrocientos cuarenta y dos individuos; comenzadas en 1835, y concluidas, parece, en 1844. Cuando escribimos la Amalia, en el destierro, nos referimos a ellas, pero, como se comprende, no poseíamos los documentos. Hoy que están en nuestro poder, insertamos en el texto de la obra que se conservaba inédito, una pequeñísima parte de ellos, para que se vea el orden y la prolijidad de esas tablas. Buenos Aires, 1855.
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Todas las palabras que en este documento van en cursiva y con comillas son anotaciones que en el original están escritas de puño y letra de Don Juan Manuel Rosas.
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(Esta carta fue conocida recién el 29 de diciembre de 1849; presentada a la Cámara de Diputados por M. Larroche Jaquelein.)
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