Antonio Pérez y Felipe II
Drama histórico original en cinco actos en prosa y verso
José Muñoz Maldonado Fabraguer
PERSONAJES | |
FELIPE II, Rey de España. | |
DON ANTONIO PÉREZ, su Secretario. | |
DON JUAN DE ESCOBEDO, Secretario de Don Juan de Austria. | |
DOÑA ANA DE MENDOZA, Princesa de Éboli. | |
DOÑA LAURA, mujer de Don Juan de Escobedo. | |
DON RODRIGO VÁZQUEZ DE ARCE, Juez. | |
El PRIOR del Monasterio de Gerónimos del Escorial. | |
DON ALFONSO VARGAS, General. | |
FORTÚN, Alcaide de la torre de Lujan, deudo de Escobedo. | |
El CARDENAL de Toledo. | |
ÁLVAREZ, Carcelero de la torre de Luján. | |
PEDRO LAHERA, Amigo y confidente de Pérez. | |
LUIS DE GUZMÁN, Cortesano de Felipe II. | |
ALVAR FÁÑEZ, Cortesano de Felipe II. | |
RUIZ GÓMEZ, Cortesano de Felipe II. | |
UN TRABAJADOR. | |
UN LEGADO del Papa. | |
PUEBLO, SOLDADOS y CABALLEROS. |
La escena es en Madrid año de 1591, en Aragón en 1592, y en Roma en 1598.
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(Acto V, escena última.) |
31 de Marzo. Año 1591.- Madrid.
Palacio.- En la antecámara del REY.- DON ANTONIO, su secretario, rodeado de varios CORTESANOS que aguardan la salida de S. M.
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Escena II | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
En este momento se abre la mampara de la cámara del REY, y un PAJE joven dice: | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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(DON ANTONIO se retira respetuosamente mirando —7→ a la puerta de la cámara del REY, que sale distraído con un papel. DON ANTONIO permanece en el fondo del salón hasta que el REY le llama.) |
Escena III | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
El REY. | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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(Permanece un momento pensativo, y luego se vuelve con prontitud hacia la puerta principal, y ve a DON ANTONIO.) |
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Escena IV | ||||
DON ANTONIO. El REY. | ||||
REY.- ¡Antonio Pérez! | ||||
DON ANTONIO.- ¡Señor! | ||||
REY.- ¿Sabes que llegó hace dos días de Flandes Escobedo con carta de mi hermano don Juan de Austria? | ||||
DON ANTONIO.- Señor, lo supe apenas llegamos del Escorial anoche. | ||||
REY.- ¿Y no has calculado el contenido de tan intempestiva misión? | ||||
DON ANTONIO.- Señor, sabéis que jamás intento profundizar los misterios de la política que V. M. quiere reservar a su solo conocimiento. | ||||
REY.- Y haces bien... Las cartas de mi hermano... contienen lo de siempre... pero de un modo más terminante, más exigente... Casi amenaza con la pérdida total de los Países Bajos si no se refuerza pronto y poderosamente su ejército... Yo me guardaré bien de hacerlo... Sabes que he previsto hace tiempo sus proyectos ambiciosos. Por de pronto, Pérez, con cualquier pretexto honroso harás salir de Flandes los tercios castellanos. Los flamencos adquirirán algunas ventajas, harto lo siento; pero es menos malo dilatar la sumisión de los rebeldes, y prolongar los desastres de la guerra, que exponer el reino al ímpetu de ese bastardo ambicioso. ¡Era mi mejor vasallo...! pero los pérfidos consejos de Escobedo le arrastran a mi pesar a su ruina. ¡Ah, Pérez, cuán desgraciado soy! | ||||
DON ANTONIO.- Señor no en vano el mundo da a V.M. el renombre de prudente. Su política admirable ha desconcertado hasta ahora las tramas de sus más poderosos enemigos. Su influencia en los gabinetes de Europa es inmensa, decisiva, y V.M. puede contar con el amor del pueblo, que le mira —11→ como el escogido de Dios, y el más celoso defensor de su causa. | ||||
REY.- Antonio, no gusto de lisonjas... sólo hay en el mundo un hombre que me conozca a fondo... y ese hombre eres tú. El Rey Felipe, tan austero para todos, cuyas virtudes tanto preconiza el clero; no es ante tus ojos más que un hombre lleno de debilidad y de miserias... Hasta eres el confidente de las pasiones que afligen mi combatida alma... tú sabes los crímenes ocultos que han abortado... y el número de las víctimas que han terminado en silencio sus días... Por ti he logrado el amor de la única belleza que ha hecho palpitar mi corazón de hielo... por ti soy adorado de la hermosa Ana... y este amor que forma mi delicia... mi encanto... ¿lo creerás? se ve turbado de continuo por el recuerdo del crimen... La ausencia del príncipe de Éboli no basta a tranquilizarme, y cuando en los brazos de su mujer debo ser el más feliz de los mortales... leo sobre su frente pálida y hermosa la palabra adulterio, veo detrás de ella el ángel que castiga los profanadores del tálamo nupcial... ¡y me amenaza con el fuego eterno...! ¡Y bien; yo la adoro aún, Antonio! ¡Es el único corazón que hasta ahora ha correspondido al mío...! ella ama a Felipe, a Felipe solo, no al soberano de dos mundos. ¿Y este amor lo condena la religión...? ¿y es un crimen...? ¡pero un crimen necesario para mí...! Levantaré en expiación magníficos monasterios, donde cien austeros monjes penitentes, hundida la frente en el polvo, invoquen día y noche la misericordia del Señor y el perdón de mi culpa... y lo conseguiré... sí... lo conseguiré... que Dios por la oración del justo suspende su brazo levantado sobre el mísero pecador... | ||||
DON ANTONIO.- V.M. se abandona tanto a su religioso fervor, que cree imperdonable una falta harto común en el mundo... ¡Ni es tan gran crimen corresponder a un corazón que nos ama! | ||||
REY.- ¡Sí me ama...! Antonio, si la oyeras repetírmelo —12→ todos los días, si vieras sus transportes, si pudieras conocer cómo la dulzura de su voz penetra en mi corazón, y deshacen sus mágicos acentos las tempestades que continuamente lo combaten... A ella sólo son deudores mis pueblos de los únicos rasgos de clemencia que salen de mi trono... ella sola ha desarmado cien veces mi brazo, dispuesto a caer sobre mis enemigos. | ||||
DON ANTONIO.- (Aparte.) Cree ser amado: ¡cuánto se engaña! | ||||
REY.- Si pudiera libremente disponer de mi mano... sentaría a la hermosa Ana en mi trono, adornaría su frente con la diadema de dos mundos, y la Europa, postrada a sus pies, la adoraría como a su señora. | ||||
DON ANTONIO.- Feliz, señor, la hermosa que ocupando entero vuestro corazón logra apartar de él un momento los amargos sinsabores que rodean el cetro... Al hablar de ella habéis casi olvidado los recelos que os causa don Juan de Austria, y la insidiosa embajada de su secretario Escobedo... | ||||
REY.- Es verdad... he olvidado un momento que era Rey por escuchar las debilidades de mi corazón, que me recuerdan que soy hombre. ¡Escobedo...! pienso hablarle yo mismo... Quiero penetrar con mi vista hasta el fondo de su alma, y leer en ella lo que debo esperar o temer. Es hombre de estado. Dicen que político profundo, es maestro en el arte del engaño y disimulo. Me alegro. Es tan fácil leer en el alma de los cortesanos que me rodean... que creo me causará placer el habérmelas con un hombre de mi temple. Antonio Pérez, Escobedo debe de aguardarme; dile que entre. | ||||
DON ANTONIO.- V. M. en política y en prudencia le excede en mucho. Escobedo es hombre de talento, pero un intrigante que trata de fundar su elevación en la confianza que ha merecido a un hombre grande de cualidades indisputables, y cuyo nombre han hecho glorioso repetidas victorias... Preciso es, señor, que no olvidéis esto, y que siendo mi mayor enemigo, no será extraño emplee astutamente en mi —13→ daño, la ocasión que le ofrece V. M. en esta conferencia. | ||||
REY.- Antonio... ¡más que el secretario del Rey, eres el amigo de Felipe...! ¡y Felipe II necesita de Antonio Pérez! | ||||
(Sale DON ANTONIO, a quien el REY saluda con la mayor bondad.) |
Escena V | ||||
El REY permanece un rato ocupado en la lectura de los papeles. DON JUAN. | ||||
DON JUAN.- Señor... (Besando la mano.) | ||||
REY.- Alza... no he podido recibirte antes: ocupado en mi obra del Escorial, paso allí muchos días, y como viejo me complazco en labrar mi sepulcro, palacio que he de habitar eternamente... ¿Y mi hermano Don Juan...? | ||||
DON JUAN.- Siempre ocupado en la guerra: le desespera no haber podido ya someter los rebeldes protestantes por falta de recursos, y ofrecerlos rendidos a los pies de V. M. como cuando sujetó los moriscos de Granada. | ||||
REY.- Debe de estar muy galán. ¡Es tan joven! Hasta tiene la fortuna de parecerse a mi padre el Emperador. | ||||
DON JUAN.- Eso sí... no hay mancebo más bizarro en el ejército. Las damas todas de Bruselas admiran su aire grave y continente, noble, cuando sobre un fogoso alazán andaluz armado de su lanza se pone al frente de los lucidos tercios castellanos, italianos y flamencos... | ||||
REY.- La Reina María de Escocia debe de envanecerse de haber cautivado el corazón del guerrero más gallardo de la cristiandad; creo que está decidida a otorgarle su hermosa mano. | ||||
DON JUAN.- El príncipe don Juan la ama, señor; mas sin permiso de V. M. jamás contraerá este enlace, de que le hace digno su alto nacimiento, y que tanto podría convenir a vuestra política. | ||||
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REY.- Sí. Don juan es mi hermano, es el vasallo que ha dado más esplendor a mi trono... | ||||
DON JUAN.- ¡Es el hijo de Carlos V! | ||||
REY.- Y por eso tal vez no le sentaría mal una corona, ¿no es verdad? | ||||
DON JUAN.- Don Juan, criado desde pequeño en la soledad por orden del Emperador vuestro padre, y más bien educado para el servicio de la iglesia que para del estado... desconoce la ambición: la sangre imperial que circula por sus venas le ha hecho emprender hazañas que honrarán los siglos venideros, y que hubieran bastado a revelar su alto origen si su mismo padre no lo hubiera públicamente reconocido. Adquirir la inmortalidad como vástago digno del Emperador es la sola, la única corona que apetece don Juan. | ||||
REY.- La Flandes bien podría ser regida por el esposo de la Reina de Escocia, pero es preciso antes someter el país; esos malditos protestantes lo tienen conmovido. No quisiera que mi hermano debiera a una mujer el título de Rey. | ||||
DON JUAN.- Flandes quedará sometida por la intrepidez de don Juan... no lo dude V. M., y para hacerlo no necesita, señor, la halagüeña perspectiva de una corona, bástale el celo que le anima por vuestra gloria, el que ha desplegado en tantas batallas donde humilló siempre a vuestros enemigos; pero don Juan ha menester más fuerzas... Flandes está levantada en masa contra nosotros. El tribunal de la inquisición con las víctimas que inmola, lejos de disminuir el número de nuestros contrarios, los aumenta prodigiosamente... Sin un pronto refuerzo en el ejército, la rebelión adquirirá más fuerza, desmayarán nuestros soldados, y la alta reputación de vuestro hermano quedará oscurecida, y marchitos sus antiguos y gloriosos laureles. | ||||
REY.- El bueno de Antonio Pérez no cree que haya necesidad de esos refuerzos... No hace una hora que me propuso, y accedí a ello, la retirada de Flandes de los tercios castellanos, y su pase a Italia, donde —15→ juzga su presencia más oportuna para contener a los Ferrareses, que dan muestras de querer insurreccionarse según dice... | ||||
DON JUAN.- Señor, sólo la perfidia de Antonio Pérez puede haberos propuesto tan funesta medida; ella sola es capaz de comprometer altamente la seguridad del reino. | ||||
REY.- Mira bien lo que dices, Escobedo, que siempre he tenido a Pérez, por leal: educado en palacio por su padre Gonzalo Pérez, que también fue mi secretario, he podido conocerlo a fondo desde la niñez. Agregado desde un principio a mi servidumbre, se hizo notar por su talento y adelantos en la política; y a la muerte del padre, no juzgué, poder reparar su pérdida sino con su propio hijo... Hace veinte y seis años que me sirve... | ||||
DON JUAN.- Hace veinte y seis años que os vende. Dotado de un exterior agradable, y algún tanto conocedor del corazón humano, ha sabido inspirar a V. M. una confianza de que su alma es enteramente indigna. Unido en amor criminal con la hermosa Ana de Mendoza la princesa de Éboli, ambos de concierto trabajan en su mutuo provecho, y combinan su perfidia para apoderarse, del poder... Antonio Pérez es el hombre de vuestra confianza... la princesa de Éboli, es más la amiga que la primera de las damas de la Reina. | ||||
REY.- ¡Antonio amar a la princesa de Éboli...! ¡a una mujer casada...!. ¡qué, maldad! | ||||
DON JUAN.- Por eso procura tener a siempre ausente de España con mandos importantes a su marido el príncipe. | ||||
REY.- ¡El bueno, el honrado Ruiz Gómez! ¡uno de los mejores ricoshombres de Castilla! | ||||
DON JUAN.- Aseguran que de concierto con esa mujer peligrosa pone asechanzas a la austera virtud de V. M., procurando adormecer su corazón con los encantos de su fatal hermosura, a fin de ocultar sus relaciones con el partido descontento de Aragón, en el que fomenta el amor a las instituciones libres —16→ de aquel país con el objeto de proporcionarse un apoyo para continuar impunemente los abusos que comete en el gobierno de tan extensos dominios, y afianzar para lo sucesivo la dilapidación de los caudales... mientras hipócrita con falso semblante de virtud os habla de continuo de honradez y buenas costumbres, devora en secreto con la princesa el fruto de sus rapiñas. | ||||
REY.- ¿Eso más, Escobedo...? ¡La calumnia no respeta aun a mi sagrada persona...! ¡No basta a los enemigos de Pérez suponerle un crimen tan horrendo...! ¡Llevan más adelante su osadía...! (Aparte.) ¡Ay de él si fuesen ciertos mis recelos...! | ||||
DON JUAN.- Podrán ser calumniosas, señor, las intenciones que le suponen con respecto a lograr seducir el corazón de V. M., a quien defiende la piedad más sólida y la virtud... pero no por eso serán menos ciertas sus relaciones criminales con los aragoneses, y sus dilapidaciones escandalosas... Tal vez el partido protestante ha debido ganarlo, cuando ha tenido, según decís, la impudencia de proponeros la retirada de Flandes de los tercios castellanos en el momento en que más necesaria es su presencia, y cuando imperiosamente exige un pronto y poderoso refuerzo aquel ejército. | ||||
REY.- Disimulemos. (Aparte.) Escobedo, revocaré la orden que en un momento de sorpresa ha podido arrancarme Pérez. Los tercios castellanos permanecerán en Flandes, y nuevas tropas marcharán con la mayor velocidad a reforzar el ejército de don Juan... La sumisión completa de los Países Bajos marcará la época en que con el beneplácito de su Rey y hermano podrá aspirar al enlace de la hermosa María, y... no será sólo la corona del amor la que adorne entonces su victoriosa frente, que yo haré que al dar la mano don Juan de Austria a la Reina de Escocia, no tenga que humillarse, sino que la presente cual su igual, y con orgullo. | ||||
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DON JUAN.- Yo, señor, en su nombre os manifiesto cuál será su ardiente gratitud... Más le obligarán los refuerzos concedidos, que el bondadoso galardón que le prepara V. M. En breve, lo aseguro, la herejía desaparecerá de Flandes, y todos sus habitadores acatarán sumisos las leyes de Felipe II. | ||||
REY.- Ven conmigo. (Levantándose.) Voy a contestar a mi hermano, y a escribir por mí mismo al virrey de Portugal para que haga salir con parte de la escuadra las fuerzas de que crea poder disponer sin comprometer la tranquilidad de aquel recién conquistado reino... Tú mismo serás el portador de las órdenes al Virrey, y de la carta a don Juan... Quiero que Antonio Pérez ignore todas mis disposiciones en este asunto. | ||||
DON JUAN.- En vuestra prudencia es harto frecuente ese modo de obrar... muchas veces los virreyes, gobernadores y generales reciben por un mismo mensajero, escritas del propio puño de V. M. órdenes contrarias a las que en vuestro augusto nombre envía el secretario de estado. | ||||
REY.- He creído que el Rey debe saber siempre algo más que sus ministros... que vio debe abandonarles todos los secretos... y que debe de gobernar algo por sí mismo... ¿Cuándo marcharás de Madrid? | ||||
DON JUAN.- Pienso salir mañana para Lisboa a entregar los pliegos al virrey, y embarcarme desde allí para Holanda... | ||||
REY.- ¡Tan pronto...! ¡aún no hace dos días que has venido...! apenas has podido abrazar a tu esposa, y a tus hijos después de tantos años de ausencia. | ||||
DON JUAN.- Urgen mucho los refuerzos al ejército de Flandes... además mi familia partirá conmigo... | ||||
REY.- (Aparte.) ¡Traidor! mis sospechas se confirman... quiere alejar de mí su mujer y sus hijos, únicos rehenes que pudieran responderme de su fidelidad.- Me parece muy bien... ¡la unión en los esposos me encanta...! | ||||
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DON JUAN.- Si V. M. me dispensase la honra de que antes de marchar os presente mi mujer, y lleve el consuelo de besar vuestra augusta mano... | ||||
REY.- Sí... a las diez de esta noche. Tal vez podrán haberme ocurrido nuevas instrucciones que darte para don Juan... Vamos. (Entran en la cámara del REY.) |
Escena VI | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
DON ANTONIO viene por la puerta del fondo acompañando a la princesa de Éboli DOÑA ANA. | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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(En este momento aparece en el dintel de la puerta de la cámara del REY: éste y DON JUAN permanecen inmóviles oyendo.) | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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(DON ANTONIO besa inclinado la mano de la princesa. DON JUAN entonces señala con la mano para mostrar al REY esta acción, y ambos en silencio salen de la cámara, y se dirigen fuera del salón por la puerta —20→ principal. DON ANTONIO y DOÑA ANA, que se hallan en lo más adelantado de la escena, no los ven, y continúan.) | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Escena VII | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
El REY viene por la puerta del fondo por donde antes salió, en ademán reflexivo y meditabundo. | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Escena VIII | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
DON ANTONIO, que entra por la puerta por donde salió acompañando a DOÑA ANA. | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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(Se oye a lo lejos toque de campana.) | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Escena IX | ||||
DON ANTONIO. | ||||
DON ANTONIO.- No hay remedio. El Rey está decidido... La expresión de su fisonomía anuncia el horrible proyecto que fríamente ha meditado su alma. ¡Oh! ¡lo conozco demasiado para poder equivocarme! Sus labios se agitaban al hablar, como si un pensamiento distinto a sus palabras permaneciese secreto en el fondo de su corazón, y se negasen a articular los sonidos que debieran dármelos a conocer. ¡Al marchar a la capilla a escuchar la palabra de Dios me ha intimado la orden de su asesinato de un modo espantoso...! Dilatar su cumplimiento sería perderme solo, y no salvar a ese desgraciado. ¡En vano procuré evitar este crimen que me liberta de un enemigo personal...! Felipe es inflexible en sus resoluciones: cuando mi corazón las combate, o baja la cabeza y elude la respuesta, prevalido de su autoridad, o alza los ojos al cielo, suspira, y cree ver en la ejecución de su voluntad el cumplimiento de la del Eterno. (Mirando al reloj que hay sobre la mesa.) ¡El reloj marca ya las ocho de la noche...! ¡una —27→ hora más, y ya no existirá uno de los hombres más poderosos de la monarquía...! ¡y ya Antonio Pérez no tendrá rival...! Ese constante y uniforme sonido que produce el movimiento de esta péndola que arregla las horas de nuestra vida... ¡me hace estremecer...! ¡Por él calculo yo los instantes que restan de vida al infeliz Escobedo...! ¡Y quién me asegura que mis enemigos no estén haciendo en este momento sobre mí igual funesto cálculo...! (Sale a la puerta del fondo, y dice a su PAJE:) Haced llamar a don Pedro Lahera. |
Escena X | ||||
En este momento DON JUAN llega: da las manos DON ANTONIO, que le saluda con la mayor afección y cordialidad. | ||||
DON ANTONIO.- Bien venido amigo Escobedo; apenas supe vuestra llegada hice a uno de mis pajes que fuese a ofreceros mis respetos. El despacho con el Rey... | ||||
DON JUAN.- Me obliga vuestra atención; ¡siempre estáis tan ocupado...! | ||||
DON ANTONIO.- El Rey no respira sino por la felicidad y la gloria de los españoles, y así es que sacrifica al interés de sus vasallos de tantos y tan extensos dominios su propia salud: de las veinte y cuatro horas del día apenas concede cuatro al sueño; ya veis... | ||||
DON JUAN.- Es mucho su desvelo... y sólo con un hombre como vos podría S. M. estar tan al corriente del gobierno de la monarquía. | ||||
DON ANTONIO.- Casi todo lo hace por sí mismo. Cuando se digna consultarme sobre alguno de los negocios de estado, creedlo, apenas hallo reparos que oponer a su opinión. | ||||
DON JUAN.- Estoy seguro de ello... El Rey es muy prudente..., y vos, Pérez... muy político. | ||||
DON ANTONIO.- No tanto como vos... a nuestros acertados consejos debe don Juan de Austria la gloria inmortal —28→ que hace respetar al mundo su nombre y sus insignes victorias... ¡Debe de echaros mucho de menos su amistad en vuestra ausencia! | ||||
DON JUAN.- Será muy corta... pronto deberé de estar otra vez a su lado... | ||||
(En este instante entra por la puerta del fondo LAHERA.) | ||||
DON ANTONIO.- Dispensad... Un negocio urgentísimo, y de interés sumo para el Rey, me obliga a pediros me permitáis comunique una orden a este caballero... Tal vez os pareceré poco atento... Es cosa de un instante. | ||||
(DON ANTONIO habla un momento aparte LAHERA, le enseña el papel que el REY le dio, y le hace un ademán de silencio. LAHERA echa como involuntariamente mano a la daga.) | ||||
DON JUAN.- Tal vez será alguna fruslería... En palacio se da tanta importancia a todo... Quizás Antonio Pérez quiere ostentar de este modo hasta conmigo, mismo su poder... ¡miserable! Tal vez toca a su término. ¡Los celos que hice concebir al Rey esta mañana producirán... sí, producirán su efecto! | ||||
LAHERA.- (A DON ANTONIO.) No conozco la persona de ese don Juan Escobedo; como siempre ha estado fuera con don Juan de Austria... | ||||
DON ANTONIO.- Yo te lo haré conocer ahora mismo. | ||||
LAHERA.- Dicen que es hombre de provecho... que tiene mucho valor... | ||||
DON ANTONIO.- Eso te toca a ti... Si te falla la empresa, ya sabes tu recompensa... la muerte. | ||||
DON JUAN.- ¡Ah! ¡si antes de mi marcha pudiese presenciar su caída! | ||||
LAHERA.- No temáis... me valdré de aquellos cinco desalmados que despacharon hace dos meses a aquel hidalgo portugués. | ||||
DON ANTONIO.- Como gustares. (DON ANTONIO toma de la mano a LAHERA, se dirige a donde está DON JUAN, y se lo presenta.) Os presento, don Juan, este caballero: es muy mi amigo, y estaba deseoso de conoceros... | ||||
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LAHERA.- La fama de un hombre de vuestras cualidades inspira siempre el deseo de conocer y de admirar de cerca su persona... | ||||
DON JUAN.- Caballero, me ofendéis... | ||||
LAHERA.- Podéis contar con la amistad de uno de vuestros admiradores. | ||||
DON JUAN.- Agradezco vuestra generosa atención: ved si en algo os puedo servir... debo de volver muy pronto a Flandes... Ahora mismo cuando llegasteis estaba hablando a Pérez de mi partida. | ||||
DON ANTONIO.- Nunca será tan pronta que no podamos aún vernos algunas veces... ¿y vuestra comisión...? | ||||
DON JUAN.- Está terminada... Eran asuntos particulares de familia... | ||||
DON ANTONIO.- (Aparte.) ¡Pérfido! | ||||
DON JUAN.- Salgo mañana mismo: únicamente venía a decir a S. M., que me ha dispensado el honor de querer que le presente mi esposa a las diez de esta noche, pues debe de partir también conmigo, que tal vez no podré yo hacerlo en persona, pues me ha llamado la Reina casi a la misma hora, y si me detuviese... | ||||
DON ANTONIO.- (Con intención.) Descuidad... Vuestra esposa se presentará sola al Rey. | ||||
DON JUAN.- Aún tengo tiempo de volver a mi casa para prevenirla.- ¡Pérez! Tal vez no pueda veros antes de mi marcha... sabéis cuanto soy vuestro amigo... Deseo vuestra prosperidad. (Abrazándose.) | ||||
DON ANTONIO.- ¡Cual yo la vuestra...! (DON ANTONIO aparte a LAHERA al tiempo de abrazar a DON JUAN.) ¿Lo conoces ya bien...? | ||||
LAHERA.- ¡No se me escapará...! | ||||
(Vase LAHERA acompañando a DON JUAN, y le hace grandes cumplidos al salir por la puerta.) |
Escena XI | ||||
DON ANTONIO. | ||||
DON ANTONIO.- Este Pedro Lahera a quien mi piedad ha arrancado —30→ del suplicio, y que en su agradecimiento me ha consagrado toda entera su existencia, es un hombre admirable para los detalles de ejecución... puedo disponer de él como de mí mismo. |
Escena XII | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
El REY. | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
El REY entra por la puerta del fondo, acompañado de varios de los señores de la corte. | |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Escena XIII | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Dichos. DOÑA LAURA. | ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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