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Según la antigua costumbre de distribuir entre los hijos una porción
del país franco y una del romano, Pepino repartió el reino entre
Carlomán (245) y Carlos. El primero, que reunía escasas dotes, murió al poco
tiempo; y el segundo se halló al frente del Estado más poderoso de
Europa, y mereció el título de Magno. |
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El rey Desiderio solicitó su amistad dándole por esposa a su hija
Ermengarda, y prometiendo restituir las tierras al Papa. Pero no tardó en
molestar a éste, fomentando las sediciones que estallaban de acuerdo con
los Griegos de la Campania; se amparó, por fin, del Papa; mandó sacar
los ojos a sus fieles, violando el asilo de las iglesias; devastó la
Pentápolis, se dirigió contra Roma y suscitó rivales a Carlomagno, que
repudió a la hija del desleal monarca. Entonces el Papa Adriano solicitó
de Carlos la protección a la Iglesia, de la cual era defensor oficial.
Habiendo procurado en vano la conciliación, Carlos se dirigió contra
Desiderio, y favorecido por las discordias suscitadas entre los
Longobardos y por la aversión en que los Italianos tenían a estos, con
poco trabajo conquistó la península, hizo prisionero al rey enemigo, y así
terminó el reino de los Longobardos que habían pesado sobre Italia
durante tres siglos sin hacerse amar y sin producir un gran hombre
siquiera. Carlos obtuvo en Roma un solemnísimo triunfo (246), no como rey
extranjero, sino como patricio, y allí ratificó con las más solemnes formas
las donaciones de Pepino. Como no iba seguido de una nación nueva, no
le fue preciso despojar a los antiguos propietarios; confirmó en la
posesión de sus títulos y bienes a los señores que le juraron fidelidad, y
conservó el título de rey de los Longobardos. El duque de Benevento
conspiró con los de Espoleto, del Friul, del Clusio, y con Adelchi, hijo de
Desiderio; mas fueron vencidos, entonces Carlos abolió los ducados, y
aquellas vastas provincias fueron divididas en cantones, presididos por
condes, que estuvieron bajo la vigilancia de un conde palatino. El ducado
de Benevento conservó el nombre de Lombardía. |
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774 |
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Carlos llevó a Italia a su hijo Pepino, de edad de seis años, y
habiéndole dado la investidura de este reino, hizo que le ungiera el Papa
Adriano. El reino de Italia ocupaba la parte superior de la península, y en
la meridional los Griegos conservaban a Nápoles, Gaeta, Otranto, Amalfi,
Sorrento, la Sicilia y por algún tiempo también la Córcega y la Cerdeña,
en lucha con los duques de Benevento. Otras ciudades marítimas había
que, prestando homenaje a los emperadores griegos, vivían en libertad,
como Pisa, Génova y Venecia. Esta última se había formado en las islas
de la laguna, por los que huían de Altino, Aquilea, Oderzo, Concordia y
Padua, destruidas por Atila; durante la invasión de los Bárbaros,
acudieron a unírseles nuevas gentes; pero los primeros no concedieron a
los últimos todos sus derechos civiles y políticos; de donde resultó una
nobleza procedente del más legítimo origen. Gobernábanse por el sistema
municipal, y conservaron del imperio de Constantinopla una dependencia
más bien honorífica que de hecho. Se dedicaron a la pesca, al comercio, y
a la explotación de la sal. El patriarca de Aquilea se trasladó a Grado;
otros obispos residieron en otras islas; Paolucio Anatesio fue el primer
dux vitalicio elegido, en quien estaba concentrado el poder de los nobles,
cuya ambición y preponderancia enfrenaba, sin que él mismo pudiese
ejercer un poder despótico. Los Venecianos se defendieron de los
Esclavones, de Carlomagno y de los piratas de la Istria. |
Venecia |
480 |
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En la Germania, Carlomagno empuñó la espada para reprimir otras
irrupciones de los Bárbaros y organizar a los sumisos. Los más molestos
fueron los Sajones, a los cuales exterminó, degollando a más de 4500
prisioneros en Werden, y con la fuerza implantó allí el cristianismo y los
principados eclesiásticos |
764 |
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Domó también a los Turingios, a los Bávaros, a los Ávaros, a los
Eslavos y a los Daneses, haciéndose preceder o seguir siempre de
misioneros que procuraban y hasta forzaban la conversión. Preparó una
flota con la cual reprimió a los Musulmanes, que asediaban la isla de
Mallorca, la Córcega, la Cerdeña, y hasta Niza y Civitavecchia; sostuvo a
los Españoles en la lucha contra los Árabes; pero sus paladines, en la
retirada, fueron exterminados en Roncesvalles, figurando entre ellos
Orlando, o Roldán, conde de Bretaña, que adquirió gran fama en las
novelas del tiempo de las Cruzadas. |
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Obedecía entonces a Carlomagno la Francia entera y la mejor parte de
los pueblos occidentales; tenía por tributarios a los Eslavos, establecidos
entre el Báltico y Venecia, a los Bohemios, a los Moravos, a los
Esclavones y a los Croatas; enemigo temido de los Árabes, solicitaron
tenerlo por aliado los Griegos de Constantinopla y los Normandos de la
Escandinavia. El título de patricio lo hacía patrono de la Iglesia, de los
pobres, de los oprimidos, pero no le confería soberanía alguna sobre
Roma; sin embargo, era protector y amigo de los papas. León III, salvado
de una revuelta de señores romanos, visitó a Carlomagno en el campo de
Paderborn, donde los señores Germanos le tributaron homenaje, y lo
acompañaron en su solemnísimo regreso. También llegó a Roma
Carlomagno, y en la fiesta de Navidad el Papa le puso en la cabeza la
diadema de oro; el pueblo gritó: «Vida y victoria a Carlos, grande y
pacífico emperador, coronado por la voluntad de Dios.» |
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789 |
Carlomagno
emperador |
800 |
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Aquello era renovar el símbolo político y la antigua dignidad del
Imperio, y realzar por ende la estirpe romana, hasta entonces servil ante
los conquistadores. Roma se hacía independiente de Constantinopla; y el
emperador se constituía en jefe de toda la cristiandad, acogida a la Iglesia
universal. Toda autoridad procedía de Dios, quien la trasmitía a su vicario
en la tierra; este, conservaba para sí la espiritual, y la temporal recaía en
el emperador, no hereditario, sino electo según su mérito, mediante el
hecho de jurar la observancia de la ley de Dios y los pactos políticos
celebrados con los pueblos; de lo contrario, perdía la corona. En cambio
el emperador, cual administrador temporal de la cristiandad, alcanzaba
supremacía sobre todos los reinos y sobre la misma Roma, la cual volvió
a ser capital del mundo. Este concepto es necesario para comprender toda
la historia de la Edad Media; la idea del Imperio era moral y política; y
sería injusto imputar a Carlos y a León los males que de ella resultaron,
cuando la unidad combinada a la sazón se convirtió en una discordia,
perjudicial a entrambos, y que sin embargo fue provechosa para la
humanidad. |
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Carlomagno fundó así una constitución que, hasta nuestros tiempos,
unía la Europa central y todos los pueblos de Occidente con el nombre de
cristiandad, producía el íntimo acuerdo de la fuerza con el derecho, y
facilitaba la difusión de las mejoras en la vida y en el pensamiento. Los
príncipes más poderosos ambicionaban la dignidad imperial, lo cual fue
causa de movimiento y de civilización. Los papas, como tutores de los
pueblos y de los príncipes, se constituían en apoyo de éstos contra los
abusos imperiales, favoreciendo así la libertad política, que más tarde
había de volverse contra ellos. |
Instituciones
civiles |
Carlos no fue Magno únicamente por sus conquistas, pues lo fue más
bien por sus leyes, con las cuales quiso introducir en su vastísimo
dominio una unidad de administración, contraria a las ideas germánicas.
El reino de los Francos era todavía electivo, aunque en la descendencia de
los Pepinos. No tenía capital fija, si bien Carlomagno solía detenerse con
frecuencia en Aquisgrán (247), rodeado de una corte civil y eclesiástica.
Concedió a sus hijos más jóvenes la Lombardía y la Aquitania.
Desaparecieron los mayordomos de palacio, y los ducados fueron
repartidos entre condes, jefes militares y civiles, siendo los más
poderosos los fronterizos (margraves) no hereditarios; los condes
presidían los litigios de los hombres libres. Algunos missi imperiales
recorrían las provincias para hacer justicia y recibir las quejas de los que
creían no haberla obtenido; reunían en asambleas provinciales a los
condes, a los obispos, a los abates y a los vasallos, con algunos regidores
y hombres buenos. En estas asambleas se examinaban los asuntos
eclesiásticos y civiles, y la administración de las quintas reales. |
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Los esclavos carecían de derechos civiles, pero no de libertad
personal; se hacía aún tráfico con ellos, mayormente con los que
procedían de países idólatras o mahometanos. |
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Carlos convocaba frecuentemente las asambleas generales, en las que
se discutían los asuntos de más trascendencia. Al adquirir el imperio
mayor extensión, les fue difícil, y aun imposible, a muchos hombres
libres, asistir a estas dietas; de modo que al fin solo concurrieron señores
laicos y eclesiásticos, condes y magistrados. Allí el emperador recibía los
donativos, discurría con los señores y discutía las propuestas como los
demás; escuchaba las necesidades del pueblo, y eran muy varios y
numerosos los asuntos que en tales asambleas se trataban. De allí
tomaron origen los Capitulares, que forma una colección de leyes
antiguas y nuevas, mezcladas con decisiones de los concilios, con
instrucciones y comisiones, con nóminas, recomendaciones y gracias, sin
constituir, empero, una completa legislación. La más alta sabiduría se
codea con pueriles ingenuidades; con más frecuencia que el mandato se
ve la exhortación; restos de barbarie con refinamientos progresivos;
consérvanse los procedimientos judiciales de los distintos pueblos que
constituían el imperio. |
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Capitulares |
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Ejército |
Para la defensa nacional se armaban todos los hombres libres; para las
expediciones particulares, los condes llevaban al campo a la juventud,
escogida entre sus vasallos, y cada ariman se proveía de trajes, armas y
víveres. Este eriban ejecutaba únicamente las expediciones consentidas
por la nación; pero el rey tenía además la banda de vasallos suyos,
voluntarios o pagados, que empleaba donde quería. Los vasallos de las
iglesias y de los monasterios eran conducidos por el obispo o por el abate. |
|
Como cada jefe tenía que mantener a sus propios soldados, el reino
estaba libre del gasto más pesado, tanto más cuanto que se pagaba a los
magistrados con beneficios y con una participación en las multas. La
corona poseía tierras propias o tributarias, cuya administración corría
comúnmente a cargo de la reina. El fisco percibía además derechos sobre
los ríos, las plazas, los puertos, los puentes y los caminos. |
Rentas |
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Fomentaban el comercio las ferias, que se celebraban con ocasión de
los consejos, o durante las fiestas religiosas. Carlomagno protegió los
oficios, la agricultura y la minería; pero mal podían prosperar las artes
dado aquel sistema de guerra, y en las providencias del monarca con
frecuencia no se puede alabar más que la buena intención. |
La Iglesia |
Lejos de mostrarse celoso de la Iglesia, Carlomagno comprendió la
utilidad de su poderío y se valió de él para contener a los Bárbaros, y
civilizar y organizar a los pueblos; dio alquerías, fundó iglesias y tantos
monasterios como días tiene el año, según dicen las crónicas; impuso el
diezmo a los recién-convertidos a beneficio de la Iglesia y de los pobres;
consolidó la jurisdicción de los eclesiásticos, a quienes incumbían no
solamente las causas de los curas, sino que también las de los
matrimonios y los testamentos; la elección de los obispos fue restituida a
los eclesiásticos y al pueblo. Los obispos procuraban conservar y mejorar
la disciplina; los monjes crecían en rigidez; en varios concilios se
decretaban reformas; se exterminaban las herejías, multiplicábanse los
libros rituales, y Carlomagno hubiera querido uniformar la liturgia. |
|
Carlomagno campea en todos los acontecimientos de su siglo;
soldado, legislador, docto, religioso, sencillo en el cuidado de su persona,
fastuoso en la corte, venerado por los papas y por los emires árabes, ha
sido objeto de novelas y poemas como los héroes de Troya. Tuvo guerras
continuas, no para conquistar, sino para defender su territorio; por ellas
fue obligado casi inevitablemente a conculcar derechos y exigir
gravosísimos sacrificios. Habiendo comprendido el cambio que se
operaba en la sociedad, se puso al frente de ella, aceleró la fusión de los
Galos con los Francos, y de los Bárbaros con los Romanos; convirtió al
clero en el lazo que, mejor que la conquista, iba a unir a naciones
diversas, y trató de establecer una jerarquía, como la eclesiástica, donde
todos adoptasen por jefe a un solo gobernante. |
|
A sus cualidades de gran hombre unía los vicios del bárbaro; nadie
querrá disculparle por la matanza de los Sajones; cambió de mujeres, y la
fama no respetó sus costumbres ni las de sus hijas. Dividió entre sus hijos
las tres diversas naciones: franca, longobarda y romana de Aquitania
Señaló esta última a Luis; a Bernardo, hijo de Pepino, la Italia, y a Carlos
la Austrasia y la Neustria, quedando la unidad imperial en Luis. Murió el
día 27º del año 814, a la edad de 72 años, y fue sepultado con un
evangelio de oro sobre las rodillas, y con las insignias imperiales, pero
con un cilicio (248) debajo de ellas. En su testamento hacía muchas
donaciones a iglesias, pero no hablaba de Roma, dominio de los papas, ni
de la dignidad imperial, que había de ser conferida por el Papa mismo,
por cuanto las instituciones germánicas establecían que el protector fuese
elegido por el protegido. |
|
También en la Grecia había decaído tanto la literatura, que un tal
Juanillo de Rávena fue colmado de alabanzas y honores porque sabía leer
correctamente en latín una carta griega. Juan Damasceno escribió la
Exposición exacta de la fe ortodoxa, primer sistema completo de
dogmática, y es también el autor de los Paralelos sagrados. |
|
Carlomagno empezó muy tarde a aprender a escribir; y sin embargo
tenía vastos conocimientos, razonaba con precisión sobre puntos jurídicos
y teológicos, apreció y protegió a todo el que daba pruebas de sana
inteligencia, fundó escuelas, llevose consigo a Paulo Varnefrido,
historiador de los Longobardos, y dio a Pedro de Pisa la dirección de las
escuelas de palacio, a las cuales asistía la corte toda. Esta escuela fue
confiada después a Alcuino, hombre superior a su siglo, que en lengua
inculta, con duro estilo y profusión de adornos compuso muchos libros,
en los cuales demostró conocer los mejores autores sagrados y profanos, y
se dedicó a corregir los manuscritos alterados o mutilados por ignorantes
amanuenses. Con él rodeaban la mesa de Carlomagno obispos y abates
versadísimos en las doctrinas sacerdotales. Otros sabios acudieron de
Hibernia, y con ellos fundó Carlos escuelas, no solamente para las
primeras familias, sino que también para las clases media e inferior. Al
efecto mandoles escribir libros elementales. Llevó de Italia cantantes y
músicos, convencido de que la música dulcifica las costumbres. En el
venerable Beda encontramos apuntadas las causas de las mareas, y
sostenida por el irlandés Virgilio la forma esférica de la tierra y la
existencia de los antípodas. |
|
Las pocas cartas que han quedado de aquella época, dan testimonio del
extremado descuido en que se tenían la lengua y la sintaxis. Los libros
pecan al contrario por un cuidado excesivo, afectando términos
extravagantes y metáforas extrañas y acumuladas. Adelmo, obispo inglés,
escribió treinta y seis versos, en los cuales se halla el primero leyendo el
último al revés, el acróstico leyendo hacia abajo y el telóstico hacia
arriba. |
|
El venerable Beda de la Northumbria (672-735) sabía latín, griego,
poesía, aritmética, astronomía, música; y es notable su Historia
eclesiástica de Inglaterra. Pablo, diácono del Friul, reunió precedentes
recuerdos para escribir la Historia de los Longobardos hasta Rotaris.
Eginardo, franco de allende el Rin, favorito de Carlomagno y sus
sucesores, escribió los anales de los mismos. |
|
Las bellas artes habían ido siempre en decadencia., pero no hay que
achacarlo únicamente a los Bárbaros. El godo Teodorico había puesto
cuidado en conservar y restaurar los edificios públicos, por medio de
leyes y dinero; y también fabricó en Rávena palacios, pórticos y
acueductos, la Basílica de Hércules, San Martín y San Andrés de los
Godos; en conmemoración suya fue edificada la Rotonda, cuya cúpula
está formada de una sola piedra de diez metros de diámetro. Las
construcciones romano-bizantinas más notables se ven en Rávena. |
Orden gótico |
Nada prueba, sin embargo, que los Godos conociesen la arquitectura
gótica. La flaqueza de las columnas, el sobrecargo de ornamentos, las
alturas desproporcionadas, defectos de los edificios de entonces, los
hallamos hasta en Oriente. Las iglesias allí edificadas por Constantino y
por Justiniano, no eran transformaciones de antiguos edificios, por lo cual
pudo dárseles más francamente el tipo cristiano. Por falta de columnas, se
aumentó el uso de los arcos, alargando a veces la parte inferior; se
introdujeron las cúpulas, no ya apoyadas sobre un cilindro que surgía del
terreno, sino formadas por un casquete apoyado en un tambor, que por
medio de pechinas se enlaza con un cuerpo de edificio angular. Muchos
santos y obispos son elogiados como hábiles constructores, y algunas
comunidades religiosas se ocupaban en hacer caminos y puentes. |
|
También los reyes Longobardos hicieron construir palacios e iglesias,
con esculturas y pinturas, representando a menudo figuras extrañas y
ridículas. |
|
En aquel tiempo aumentó el uso de los mosaicos; perfeccionáronse los
vidrios de colores; las obras de metales preciosos, como las del tesoro de
Monza, prueban que ni aun estas artes se habían perdido; y se cuentan
maravillas de la habilidad atribuida en platería a San Eloy de París. |
|
Las artes tuvieron mucho que hacer en la multitud de edificios
encargados por Carlomagno en todas partes, principalmente en
Aquisgrán; sacáronse columnas, capiteles y mosaicos de Roma y Rávena;
difundiose por la Germania el amor a la miniatura y a los libros; y es
posible que los artistas llamados por el monarca del otro lado de los
Alpes fundasen una escuela, que haya servido de fundamento a las logias
en que los Francmasones se trasmitían ciertas doctrinas y procedimientos
sobre el arte de construir. |
|
Después de Confucio viene el reinado de la guerra, es decir una serie
de discordias entre los diversos Estados de la China, hasta que el rey de
Tsin sojuzga a los demás, dando principio a la 4ª dinastía de los Tsin
(248 a. de C.). Chao-siang rechazó a los Tártaros y construyó la famosa
muralla; persiguió a los literatos y destruyó todos los libros de historia. |
|
No tardó en alcanzar el poder la 5ª dinastía de los Han occidentales
(202 a. de C.) por obra de Cao-tsu, en la cual fue famoso Venti, que
criaba gusanos de seda en su propio palacio, hizo lo posible por
restablecer los anales de aquel antiquísimo imperio y los libros
canónicos, en cuya empresa ayudó mucho la reciente invención de
formar el papel con el bambú machacado, y aquella tinta que es tan
estimada aún entre nosotros. Entonces el imperio se puso en relaciones
comerciales con los vecinos, extendiéndose hasta el Caspio. |
|
La dinastía de los Han orientales (25 d. de C.) pudo devolver al
imperio sus antiguas fronteras, rechazando a los Yung-nu y a otros
bárbaros invasores, y tuvo gran dominio en el Asia central, pero el
partido de los gorros amarillos y la ambición de varios príncipes
descompusieron el Estado, tanto como las continuas correrías de los
Tártaros, de los Mongoles y de los Manchúes. Los Chinos conocieron a
los Romanos, de los cuales tenían formada una grande idea; pero no
querían mandarles seda, por no perjudicar sus propias manufacturas.
Solo un embajador de An-tun (Antonino) pudo llegar a la corte de
Huang-ti. |
Budismo |
En aquel tiempo se extendió la religión de Buda, como hemos dicho
al principio de este compendio. Seis siglos antes de Jesucristo osó Buda
declarar la guerra a las creencias establecidas y a la casta sacerdotal;
introdujo un culto más puro y proclamó la igualdad de los hombres.
Perseguidos, sus secuaces se dispersaron por Arman, Malaca, el imperio
Birmano y el Japón (632 antes de Jesucristo) y más tarde llegaron al
Tíbet, que fue su centro, propagando una doctrina moral entre pueblos
que no tenían ninguna. |
Clamo |
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En la China (390 años antes de Jesucristo), habían penetrado algunos
libros budistas; pero sólo en el año 64, después de Jesucristo, fue
trasladada allí esta religión bajo el nombre de Fo. Los letrados la
rechazaron siempre, pero fue aceptada por muchos, corrompida por la
superstición de los bonzos, que afectaban extrañas penitencias, e
inventaban milagros. El dios de los budistas está generalmente
representado por un dragón, o bien por un hombre agachado con un
enorme vientre y la cabeza bamboleándose. Por lo demás, la doctrina
varía según los pueblos a que es llevada; pero en el fondo establece la
trasmigración de las almas hasta que llegan al aniquilamiento. |
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A la dinastía de los Han-orientales sucedió la de los Tsin, turbada
también por letrados y eunucos, y arrojada después por Lieu-yu fundador
de la VIII dinastía de los Sung (400), pronto sustituida por la de los Tsi
(483), poco alabada, y por la de los Liang (502). Alteradas las creencias
nacionales por los Budistas y por los Tao-sse, tratose de resucitar la
filosofía de Confucio; pero prevalecieron los bonzos, y fueron protegidos
por la dinastía XI de los Chin (557). Bajo la de los Sui (589) el Norte y el
Mediodía volvieron a unirse, y Yang-ti se granjeó el título de
Sardanápalo de la China, merced a las grandes obras públicas con que
dotó a su país. La dinastía de los Yang (608) abolió doce pequeñas
dinastías que se habían formado en el imperio, y tuvo un héroe en
Tai-tsung, que ensanchó sus dominios hasta la Persia, el Altai y el
Tang-nu, e iban a prestarle homenaje los príncipes del Nepal y del
Maghada en la India, y el shah de Persia; el emperador romano le mandó
rubíes y esmeraldas; prestole obediencia hasta la Península de la Corea, y
escribió el Espejo de oro sobre el arte de reinar. Su reinado duró 23 años,
y se señaló además por haber presenciado la primera introducción del
cristianismo, verificada en 635 por O-lo-pen, cura nestoriano, como
consta en una famosa inscripción, descubierta en Si-ngan-fu por unos
misioneros en el año 1625. |
|
Los sucesores de Tai-tsung tuvieron mucho que hacer con los
Tibetanos (249), que ocupaban el Asia central, y se ensancharon, ayudados al
principio y contrariados después por los Árabes que se establecían en la
Persia. Harun-al-Raschid expidió embajadores a la China. La XIII
dinastía de los Cha-en (907) aumentó las relaciones exteriores. En 721
fue llamado el bonzo Y-hang, quien enseñó una astronomía que fue
clásica, y que probablemente había aprendido de los Indios, de los cuales
tradujo varias obras e hizo la triangulación de todo el imperio, que
ocupaba entonces 26 grados y medio de Levante a Poniente y 31 de
Norte a Sur. |
El Tíbet |
El Tíbet se extiende, desde la vertiente septentrional del Himalaya,
hasta el Occidente de la China, al Mediodía del Turquestán (250) Chino y al
levante del Turquestán Independiente, entre montañas y llanuras
elevadísimas. No habiendo conocido el alfabeto hasta el siglo VII, los
naturales carecen de tradiciones escritas, pero creen descender de una
especie de monos. Aliáronse con los Chinos contra los Jug-nu. Hacia el
año 632 fue introducido entre ellos el budismo, cuya religión, no
combatida por Letrados ni Brahmanes, se difundió, enseñó la escritura y
moderó la fiereza nativa con máximas de una moral pacífica y piadosa.
Algunos religiosos introdujeron el Kangiur, cuerpo de la doctrina de
Sakia-Muni, en 108 volúmenes. Fundáronse muchos conventos, con el
supremo lama al frente, encarnación de Buda (251). Siguen inmediatos a él
cinco grandes lamas, que forman su consejo, y eligen su sucesor. Poco a
poco fue compilada la gran colección de los libros tibetanos. De allí el
budismo se propagó al Mogol, donde fueron traducidos los libros
canónicos. El puesto de gran lama fue muy ambicionado, porque unía la
autoridad de príncipe a la religiosa; pero se dividió en las dos sectas del
gorro encarnado y del gorro amarillo, y en el día los lamas dependen del
emperador de la China. Los Tibetanos son actualmente dulces y afables,
afeminados y llenos de supersticiones, con ritos y fiestas de evidente
origen indio. |
|
El grandioso pensamiento de Carlomagno consistía en oponerse a las
nuevas incursiones de los Árabes, de los Eslavos y de los Germanos, y al
fraccionamiento interior, reuniendo los Estados cristianos en un gran todo,
sometiendo las razas extranjeras, extirpando las creencias enemigas,
adoptando los adelantos de la civilización romana, la libertad de los
Germanos no emigrados y la nueva organización de los emigrados, para
constituir un Estado con la administración imperial, con las asambleas
populares y con el patronato militar. Pero ninguno de sus hijos tenía
fuerza bastante para realizar la constitución del país, que se extendía desde
el Elba hasta el Ebro, y de la Calabria al mar del Norte, y las naciones que
comprendía se disgregaron descomponiendo la unidad. Persistieron los
gobiernos locales, el orden de la magistratura y de la propiedad, y el
imperio occidental; pero el dominio se dividió súbitamente en los tres
reinos de Italia, Francia y Germania, y otros menores; a la primera partida
de Bárbaros, ya establecida, siguieron otras, los Eslavos al nordeste, y los
Normandos al noroeste. En la Persia se acrecentaba el poderío
mahometano, que amenazaba a la España y a la Italia; en medio de tal
desquiciamiento y confusión, el único poder ordenador que subsistía era la
potestad eclesiástica. |
|
Luis el Piadoso, educado religiosamente, corrigió los escándalos
dejados por su padre, reparó las faltas de las conquistas, tomó bajo su
protección a los Hebreos, que se dedicaron al comercio, y vigiló la
disciplina eclesiástica y la libertad de las elecciones. |
|
Dividió el reino entre sus tres hijos, asociándose al primogénito Lotario
en el imperio, con supremacía sobre los otros. Pero no tardaron en romper,
y dieron principio a guerras que parecían de personal ambición, cuando en
realidad eran las diferentes naciones que aspiraban a la independencia;
aquí las razas tudescas, allí las romanas, teniendo al frente a príncipes de
la familia imperial. En todo se metía el clero, cuya eficacia crecía a
medida que se acentuaba la debilidad universal. Luis, agobiado por tantas
contrariedades, renunció a la corona, y fue consignado a la autoridad
eclesiástica para que lo degradase, pero pronto fue repuesto en el trono, y
se hizo un nuevo reparto del imperio, cuya unidad mal podía combinarse
con la división usada por los Merovingios. Origináronse nuevas guerras;
en la batalla de Fontenay se hallaron frente a frente los hijos de los
Velchos y los de los Teutones, quienes hicieron luego una alianza,
pronunciando un juramento, no ya en el lenguaje del clero, adoptado hasta
entonces en todos los actos, sino en la lengua vulgar de la Galia y la
Germania, de que dicho pacto es el monumento literario más antiguo. Pro
deo amur et pro christian poblo et nostro comun salvament, dist di en
avant, etc. |
883 |
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839 |
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En tanto las guerras civiles destrozaban la Aquitania; los Bretones y los
Normandos devastaban la Neustria; los Sarracenos la Gotia, la Provenza y
la Italia; allende el Rin se sublevaban los Sajones; los Eslavos se
aprontaban para arrojarse sobre su presa, los señores habían quedado
abatidos por la guerra; gemían los pueblos cansados; de consiguiente la
paz fue aceptada en Verdún, en cuyo tratado fue repartida la Francia entre
tres pretendientes, quedando la parte oriental separada de la occidental; los
Galos tomaron el nombre de Franceses, los Lombardos el de Italianos, y
los Germanos el de Alemanes. Entre los dominios de los hermanos,
serpenteaba el de Lotario, que comprendía a Roma y a Aquisgrán. Cada
cual se aplicó a aquietar la parte que le había tocado; pero los barones
habían perdido el hábito de la obediencia, y convertían cada castillo en un
principado independiente. Diferentes veces, los tres reyes trataron de
unirse para domar a los rebeldes o resistir a los invasores, o aliarse para
fortalecerse, y hasta creyeron útil asociar a los obispos a la autoridad
seglar. Pero el reino de Carlomagno se hallaba definitivamente dividido
en los tres de Francia, Germanía e Italia; y el sistema personal, que había
dominado con Carlomagno, era sustituido por la unidad territorial. |
843 |
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Carlomagno había contenido con su espada las hordas sarracenas,
normandas, húngaras y eslavas; pero a la muerte del gran emperador,
alimentaron los bríos de estos invasores. Mas no encontraban, como al fin
del imperio romano, gente embrutecida por la servidumbre y los vicios,
sino generaciones de robusta vida, armadas para la defensa del propio
hogar. Los Sarracenos, que entonces se hacían señores de la Persia, fueron
rechazados de Francia por Carlos Martel y por los condes de Aquitania, de
Navarra y de Barcelona, condado este último que les sirvió de barrera. |
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Pero de los puertos de África acudieron otros Sarracenos a piratear por
el Mediterráneo y sus costas; devastaron la Cerdeña, las Baleares, Niza y
Centumcelle; y como eran dueños del estrecho de Gibraltar, y por lo
mismo de la parte occidental del Mediterráneo, del mismo modo que
dominaban ya la parte oriental, hacían dudar si sería el Oriente o el
Occidente el rey del mar. Corriéronse hasta la Provenza y se establecieron
en Fraxineto, desde donde pasaron los Alpes Marítimos e incendiaron a
Acqui; apostados en San Mauricio, estuvieron haciendo correrías por
Italia, la Borgoña y la Suevia (252), perturbando el comercio y las
peregrinaciones. Los duques y los señores, al cabo de mucho tiempo,
lograron expulsarlos. |
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Los Sarracenos
en Sicilia |
La Sicilia no había caído jamás en poder de los Longobardos, y el
imperio griego enviaba un patricio a gobernarla y sacarle el jugo. l`l
gobernador Eufemio robó una religiosa de Mesina, y para evitar el
merecido castigo, se dirigió a Zaidat-Allah, emir del Kairuán,
prometiéndole vasallaje si le ayudaba a conquistar su patria y el título de
emperador. Efectivamente, con tal auxilio se hizo rey de Sicilia. Pero los
naturales le dieron muerte y rechazaron a los Sarracenos; éstos volvieron
en mayor número, tomaron a Palermo, convirtiéndola en sede de sus
emires, que completaron y regularizaron la conquista. Ensoberbecidos con
esto, negaron obediencia a los príncipes de África, lo que dio origen a
disidencias, en medio de las cuales los Cristianos renovaron frecuentes
tentativas para recuperar la patria. |
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827 |
831 |
847 |
Ya los Sarracenos habían maltratado y saqueado repetidas veces las
costas de Italia, y ocupado a Bari, a Tarento y la isla de Ponza. De
Centumcelle se dirigieron a Roma; pero el Papa León IV se puso al frente
de las tropas y de los ciudadanos, rechazó a los Sarraceno hacia el mar,
fortificó a Orta y Ameria y los barrios de allende el Tíber, que llevaron el
nombre de ciudad Leónica. |
847 |
Ciudad Leónica |
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Los Sarracenos continuaron sus devastaciones; Luis II trató de
oponerles una liga de todos los Italianos, con los cuales los expulsó de
todas partes, y hasta de Bari y de Tarento, al cabo de larga resistencia.
Pero merced a la ayuda del emperador de Oriente y a las discordias de los
habitantes de la Campania, llegaron nuevos refuerzos de África y de
Sicilia, y los Sarracenos recorrieron toda la Península meridional,
saquearon los conventos de Monte Cassino y de Volturno, y se internaron
hasta Tívoli. El Papa Juan VIII pedía auxilios a Carlos el Calvo y a todos
los príncipes, pero no pudo salvar a Roma sino mediante el tributo anual
de 26000 monedas de plata. |
366 |
1016 |
Las discordias intestinas de los Sarracenos retardaron sus empresas; y
los hijos del país, los príncipes de Benevento y Capua, los Pisanos y el
Papa redoblaron sus esfuerzos para arrojar al enemigo común, logrando al
fin expulsarlo hasta del Garellano. Benedicto VIII hizo armas contra los
que se habían estacionado en Luni, y los derrotó; adujo luego a Pisa y a
Génova a sitiarlos con la flota en Cerdeña, de donde fueron arrojados; y
persiguiéndolos más tarde hasta el África, les obligaron a negociar la paz.
Por fin los nobles de Pisa, ayudados por Génova y por los marqueses de
Lunigiana, arrebataron la Cerdeña de manos de los Sarracenos, siendo
dividida entre los vencedores; más tarde invadieron a Palermo, y con las
riquezas tomadas construyeron su catedral. |
1022 |
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Según la tradición, un tal Colona recuperó la Córcega de los
Sarracenos. Estos permanecieron largo tiempo en la Sicilia, después de
haber rechazado a los Griegos, cuyos gobernadores se retiraron al
continente, lo que dio origen a las Dos Sicilias. La dominación árabe fue
tristísima para los naturales, perseguidos hasta en sus creencias religiosas,
si bien por último los vencedores toleraron el culto y los usos patrios. Los
Árabes introdujeron en la isla sus doctrinas, el cultivo del algodón, la
morera, la caña de azúcar, el fresno que produce el maná, el alfónsigo.
Allí, como en otros puntos, los jeques, o jefes de familia, adquirieron
poder con perjuicio de la autoridad del emir; y el país quedó dividido entre
una infinidad de pequeños señores, que se hostigaban entre sí. Uno de
estos se dirigió al normando Rogerio (253), que guerreaba entonces en la
Calabria, y le excitó a emprender la conquista de la isla, lo que llevó a
cabo con infatigable valor, arrojando a los Sarracenos de Sicilia. |
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1091 |
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Los Teutones procedentes del Asia que ocuparon el Norte de Europa,
[sic] tomaron varios nombres; llamáronse Germanos o Francos los que
se instalaron en territorio del Imperio; y Normandos los que se quedaron
en la península escandinava e islas adyacentes. Dicen que Odín guió al
Báltico a los Germanos que se mezclaron con los pueblos indígenas; los
Godos tomaron el nombre de Danos; la población del Jutland engendró
aquellos Sajones y Anglos que conquistaron la Gran Bretaña; en los
puntos meridionales se mezclaron mucho más los Teutones y
Escandinavos; y en la Suecia se conservó por largo tiempo la distinción
entre Suecos y Godos, como razas conquistadoras y vencidas. Más que a
la agricultura, les convidaban a la caza y a la pesca las selvas y los lagos.
Tenían muchos reyes supremos y muchísimos reyes tributarios, y a estos
seguían los condes, los capitanes y los vasallos. Los reyes, elegidos por
el pueblo entre la estirpe de Odín, eran pontífices, jueces y generales. |
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Los Normandos son, después de los Helenos, el pueblo que más
figura en la historia, y los que formaron la aristocracia de los tiempos
nuevos. La religión de Odín los acostumbraba a las empresas y a la
sangre, pues prescribía el sacrificio de niños y hombres. En el mar se
sentían presos de un valor frenético, y afrontaban los mayores peligros
contra las tormentas y las armas. Por medio de sus correrías por mar
obtenían lo que les negaba la tierra, y hasta en los tiempos romanos
infestaban las costas de la Galia Céltica y de la Armórica. Después se
arriesgaron a emprender viajes que apenas fueron repetidos después de
la invención de la brújula. Conquistaron las Hébridas; descubrieron las
islas Feroe; conocieron el Winland (254), las Órcadas, la Islandia, y quizá la
Carolina. En la Islandia se fijaron muchos señores, que conservaron allí
la lengua y las tradiciones escandinavas; el cristianismo pronto fue
introducido en aquel país por los reyes de Noruega. Los monumentos
literarios más antiguos de la Islandia son los Runos, de quince
caracteres, que servía no solamente para inscripciones, sí que también
para composiciones extensas. Lo había enseñado Odín, y era mágica la
eficacia de cada, letra. Los escaldas, poetas, diplomáticos, embajadores,
componían versos de complicadísima forma, cuyas variedades ascendían
a 136, formando estrofas. El último escalda fue Sturle Thordson, que
escribió la historia de la Escandinavia. La colección de sus sagas,
debidas a catorce escritores, forma el Edda, que contiene la mitología
antigua, con un vocabulario y una poética al fin. Merced a esta colección
se investigó, o mejor dicho se adivinó la primitiva historia y el sistema
religioso de la antigua Germania. También creían en la inspiración de
ciertas mujeres. |
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Runos |
Escaldas |
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Ni con el tiempo ni con las emigraciones cesó la afición a los cuentos
y a lo maravilloso en los Islandeses, los cuales trasmitieron sus
narraciones de viva voz de padres a hijos, inventaron otras nuevas y
otras sagas, que han coleccionado los modernos sabios daneses. ¡Feliz el
que obtiene un elogio de estos cantores, por sus audaces empresas!
Imbuíanse ideas feroces, sanguinarias, vengativas, y supersticiosas
creencias de sueños, presentimientos, trollos, ondinas, salamandras. Esta
literatura decae cuando la Islandia pasa a ser tributaria de la Noruega, y
no le quedó a la Isla más importancia que la que le dan la pesca y la
extracción de minerales. Mientras algunos en Islandia conservaban las
antiguas tradiciones, otros recorrían los mares en busca de aventuras y
ganancias; no les detenían los hielos ni las tormentas; una vez en tierra,
cortaban árboles, construían barcas y se dejaban arrastrar, por ignotos
ríos; al ardimiento unían la destreza; vestíanse de peregrinos, traficaban
con reliquias, ponían su valor al servicio de quien les pagaba, mejor,
prontos a volverse contra aquellos a cuyo favor habían peleado. Así
durante dos siglos amenazaron a Europa, y fundaron memorables reinos,
no emigrando un pueblo todo, sino unos cuantos guerreros que se
casaban con las mujeres de los vencidos. |
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Sirvioles de freno el cristianismo, importado o bien por príncipes que
lo habían visto en Constantinopla, o por misioneros, entre los cuales
sobresalió san Auscario, que fue después obispo de Hamburgo. No
faltaron obstáculos ni martirios a los misioneros, a pesar de que las
mujeres favorecían la difusión del cristianismo. |
831 |
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Entonces se constituyeron los tres reinos escandinavos de Suecia,
Noruega y Dinamarca. En esta última dominaron los reyes Skoldunges,
y después los Estritas. En la Noruega Olao publicó el código
Christenret, y recurrió a medidas violentas para extirpar la idolatría. La
Noruega fue invadida luego y repartida entre los Suecos y los Daneses.
San Olao II, tratando de recuperar la independencia, pereció y fue
considerado como patrono de la nación. |
964 |
1032 |
1001 |
Olao Skötkonung cambió el título de Uppsala (255) por el de rey de
Suecia, y convirtió el reino al cristianismo. |
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Habiendo desembarcado en Francia, los Normandos se mostraron
dispuestos a establecerse en ella, y Ludovico Pío, o sea Luis el Piadoso,
les concedió una provincia entre los Frisones, a condición de hacerse
cristianos. Después de haber devastado las márgenes del Elba y parte de
España y Portugal, se aprovecharon de la debilidad de la Francia para
remontar el curso de sus ríos y fijar su residencia junto al Escalda, el
Loira, el Sena y el Mosa. Establecidos en la isla de Walcheren, obtuvieron
el país de Lovaina, la Frisia, todo el territorio comprendido entre el Mosa
y el Sena. Otros se fijaron a orillas del Loira, y en la isla de Biere, donde
adquirió fama Hastings, el más terrible entre los reyes del mar, que corrió
a saquear a Pisa con cien naves, y tomó a Luni creyendo que era Roma.
Remontando el Sena llegaron a Ruán, y luego incendiaron los arrabales de
París, obteniendo un tributo anual de Carlos el Calvo. |
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830 |
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Normandía |
Rollón hizo un convenio con Carlos el Simple, que le concedió la
Neustria y la Bretaña, y una hija suya para esposa, con el objeto de que
abrazara el cristianismo. Así empezó el ducado de Normandía. Rollón
distribuyó entre los suyos las tierras, dictó leyes y sometió a las demás
facciones. Aquí se paró el torrente que hacía un siglo asolaba la Francia. |
Inglaterra |
Los siete reinos anglo-sajones combatían entre sí en Inglaterra, sin que
ninguno pudiese prevalecer sobre el otro de una manera estable, hasta que
lo consiguió Egberto, descendiente de Odín. Pero en aquel momento
mismo empezaron los desembarcos de los Normandos, favorecidos por
los naturales adversarios de los Sajones. Pudo derrotarlos Etelwulfo, que
enriqueció al clero y prometió al Papa un tributo anual; pero los reyes del
mar no cesaban en sus correrías, y habiéndose fortificado en York, se
prepararon a conquistar toda la Inglaterra. De los siete reinos, sólo
quedaba libre el Wessex, cuando Alfredo, hijo de Etelwulfo, que en dos
viajes a Roma había conocido otra civilización, concibió el proyecto de
utilizarla para reformar las costumbres e instituciones de su país, usando
de una arbitrariedad que no era tolerable a los ojos de los modernos. Por
esto, cuando ordenó a los habitantes de ciudades y aldeas que se armasen
contra los Normandos, nadie le obedeció, después de lo cual fue ocupado
el reino. Alfredo se refugió en casa de un pastor, que le obligaba a ganar el
pan a costa de los más humildes servicios; observó cuáles eran sus
defectos para enmendarse; las antiguas canciones de los bardos y los sagas
enardecieron su amor patrio y resolvió restaurar su nación. Con algunos de
sus compañeros de armas, volvió a enarbolar la bandera del caballo blanco
y en breve quedó sometido todo el país, de donde desapareció la antigua
división en reinos. Aprontó una escuadra, con la cual venció al terrible
Hastings, después de 56 batallas. Invicto en los reveses, moderado en la
prosperidad, siempre dulce y modesto, Alfredo favoreció los estudios,
restableció los conventos, asilo entonces de la ciencia; tradujo al idioma
vulgar los libros que le parecieron más convenientes, como la Pastoral de
Gregorio Magno, de la cual mandó un ejemplar a cada obispo, y un tintero
con la prohibición de separar aquel de este, ni de la Iglesia; compuso por
sí mismo libros en prosa y verso, y siempre tenía a su lado pergamino para
anotar las más bellas sentencias que leía en la Biblia; atrajo a los artesanos
y comerciantes concediéndoles privilegios; creó una marina e hizo
explorar los mares del Norte. Coleccionó las leyes de sus predecesores en
el Código anglo-sajón, en el cual entraban pasajes de la Biblia, cánones
eclesiásticos, leyes, constituciones y juicios. |
787 |
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Alfredo |
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879 |
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Dividió el reino en distritos (shires), centenas y decenas de familias,
cuyos jefes respondían de los delitos de sus dependientes, y decidían sus
litigios. Cada año se reunían en asamblea las centenas; y por la Pascua y
San Miguel se congregaban los tribunales de condado bajo la presidencia
del obispo o del alderman. El rey convocaba dos veces al año, y por lo
común en Londres, a los grandes del reino, laicos y eclesiásticos; y
también solían reunirse sínodos, donde nobles y obispos deliberaban sobre
las cuestiones de la Iglesia. La tradición, que atribuye a Arturo todas las
empresas guerreras, concede a Alfredo todos los actos legislativos. |
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Poco tiempo duró la prosperidad por él proporcionada; sus sucesores
tuvieron continuas guerras con los Daneses, favorecidos por sus
compatriotas, que, vencidos, sufrían la tiranía de los Sajones, y poco a
poco se deshacían los reyes. Entre los Daneses adquirió gran fama Canuto,
quien recuperó toda la isla, favoreció el cristianismo, restableció el dinero
de san Pedro, y de vuelta de una peregrinación a Roma, hizo adoptar un
código más humano. |
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1017 |
Canuto |
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Después de él, volvió a dividirse el reino, y fue más viva que nunca la
lucha entre Sajones y Normandos, que se introducían poco a poco en la
corte y en los empleos. |
Guillermo el
Conquistador |
Guillermo el Bastardo, sucesor de Roberto el Diablo, duque de
Normandía, estudió la fuerza y las riquezas de Inglaterra y concibió el
designio de conquistarla. Uniendo el valor a la astucia, y granjeándose la
amistad de los grandes y del Papa Gregorio VII, invadió la isla, y en la
batalla de Hastings venció a los Ingleses con la muerte de su rey Haroldo.
Fue proclamado señor de Inglaterra, no ya de la nación solamente, sino
que también de sus capitanes. Largo tiempo le costó vencer la resistencia
de los naturales, que se armaban de espadas y cuchillos; fabricó la torre de
Londres, y llenó el país de fortalezas; concedía feudos y baronías a los
pastores de Normandía y a los tejedores de Flandes; y hacía casar a las
hijas de los ricos con capitanes y soldados. Muchos Anglo-Sajones
emigraron, y otros se refugiaron en las selvas, vanagloriándose del título
de bandidos (outlaws) y teniendo el apoyo de los monjes. |
1086 |
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El mayor número se refugió en la Escocia, donde habían quedado los
Pictos, Bretones y Escotos, sin sufrir la invasión de los Daneses, y
gobernándose por sí mismos. Pero Guillermo tomó a York y sometió los
territorios inmediatos que repartió entre sus capitanes. Entonces se hizo
coronar en Westminster por tres legados pontificios. |
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La conquista restringió la libertad popular de los Sajones e introdujo el
feudalismo normando, dos elementos que aún hoy luchan en Inglaterra.
Guillermo dividió el país en 6015 baronías, con jurisdicciones
independientes, y el derecho de subenfeudar las posesiones a caballeros;
por esto la aristocracia inglesa, que dura todavía, está celosísima de
conservar el territorio patrio, como los Romanos el ager. Guillermo
reservose 1400 factorías y la caza, rigurosamente vedada; mantuvo
suprema autoridad sobre el primero como sobre el último de sus vasallos,
a quienes dictaba leyes y convocaba a las dietas. Mandó formar el catastro
de los bienes raíces, y este libro, que aún se conserva (dooms day book,
libro del juicio final), indica todas las divisiones con su calidad, los
molinos, los estanques, el valor de todo y los nombres de los poseedores;
adecuadamente a este libro se repartían los impuestos, a que estaban
sujetos hasta los conquistadores, diferenciándose en esto de los señores de
los demás países. |
|
El antiguo clero, ignorante, fue violentamente reemplazado por otro
mejor, entre el cual se distinguió Lanfran de Pavía, arzobispo de
Canterbury; pero Guillermo conservó cierta superioridad sobre las cosas
de iglesia, aunque vigorizó la jurisdicción de las curias. |
|
Reunió en Londres doce hombres de cada provincia, para que bajo
juramento manifestasen cuáles eran las costumbres del país, y con ellas se
formó un código en lengua francesa para uso de los vencidos; pero estos
no tenían defensa contra la preponderancia de los vencedores; la lengua
francesa fue adoptada en los actos públicos y privados y en la
conversación, de donde provinieron los muchos modismos extranjeros,
que unidos al sajón, constituyeron la lengua inglesa, término medio entre
las romanas y las teutónicas. |
1087 |
Después de haber atacado a Felipe I, rey de Francia, devastando
campos y reduciendo a cenizas mieses y viñedos, Guillermo murió en
Nantes. |
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Después que la Europa quedó dividida entre pequeños señores, cada
uno procuró defender su parte, y no les era fácil piratear, a los
Normandos. Entonces se vestían de peregrinos, e iban a los santuarios de
san Jacobo de Galicia, de san Martín de Tours, y de Roma, llevando
debajo de la túnica armas terribles, y tratando de sacrílegos a los que se
atrevían a perturbarlos en su viaje. Hastings y Biorn, después de haber
incendiado a París, se propusieron saquear la capital del mundo
cristiano; llegaron a Luni, creyeron que era Roma y la devastaron. Más
tarde, cuarenta Normandos que representaban la Tierra Santa sobre
naves de Amalfi, desembarcaron en Salerno y ayudaron a rechazar una
flota de Sarracenos; después de lo cual obtuvieron donativos del
príncipe Guaimaro, que les invitó a volver acompañados de otros
compatriotas. Volvieron efectivamente, estableciéronse en el monte
Gárgano, y ofrecieron el apoyo de su brazo al que lo necesitase. Cada
año acudían nuevos Normandos a Italia; obtuvieron la ciudad de Aversa;
doce hijos de Tancredo de Hauteville ayudaron al príncipe a someter a
Amalfi y a Sorrento; Guillermo Brazo de Hierro, Drogón y Unfredo
acompañaron a los Griegos para ir a quitar la Sicilia a los Sarracenos, y
disgustados, se propusieron arrancar de manos de los imperiales la
Apulia (256) y la Calabria, como lo hicieron. Los doce valientes se
repartieron el país, tomaron por capital a Melfi y por jefe a Guillermo
Brazo de Hierro, a quien el emperador de Germania concedió el título de
duque de la Apulia. Situados entre los Latinos y los Griegos, vivían a
costa de unos y otros; habiendo hecho prisionero al Papa León III, le
suplicaron que les enfeudase cuanto poseían y cuanto pudiesen adquirir
a uno y otro lado del Faro. León accedió a sus ruegos, y esto dio a los
Papas la supremacía respecto de un país al que no podían aspirar. |
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Reino de la Apulia |
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Roberto Guiscardo |
Roberto Guiscardo, tan audaz como astuto, vino de Normandía
acompañado únicamente de cinco jinetes y treinta infantes; pero reunió
aventureros, con los cuales tomó la Calabria, y se hizo duque de esta y
de la Apulia; arrancó de manos de los Griegos a Bari, su última
posesión; apoderándose de Salerno y Amalfi pone término a la
dominación de los Longobardos; concibe la idea de atacar el imperio de
Oriente, se apodera de Corfú, sitia a Durazzo y entra en el Epiro; de
suerte que el emperador Alejo tiene que oponerle los Turcos. |
Reino de Sicilia |
Roberto se hizo reconocer por el Papa, a quien ayudó contra los
señores de Túsculo. Roger, su hijo, duque de Calabria, se trasladó a
Sicilia, alegando que quería librarla de los infieles, y empleó veintiocho
años en arrebatarla a los Sarracenos, a los Griegos y a los naturales. Con
la toma de Palermo, destruyó el dominio de la estirpe de los Beni-Kelb,
distribuyó la mayor parte de las tierras entre sus secuaces y restableció a
los obispos; pero dejó a los Musulmanes sus posesiones y su culto,
dejando así subsistente el feudalismo. Como en su primitiva patria, los
señores se reunían en parlamento, y estas y otras usanzas fueron
comunes a las dos Sicilias y a Inglaterra. Con el tiempo fueron también
admitidos los naturales en el parlamento, pero únicamente tomaban
asiento allí barones y eclesiásticos, divididos en dos brazos. Más tarde,
cuando las ciudades se rescataron de los barones para no depender más
que del rey, se añadió el brazo demanial. |
|
Los Eslavos, familia innumerable, que extendió sus dominios desde el
Adriático al estrecho de Bering, y desde el Báltico al Kamchatka, son de
estirpe indo-escítica, distinta de la germánica y de la tártara y mongola.
Invadieron antiguamente el Egipto; arrojados de allí, atravesaron el Asia
Menor y ocuparon la Tracia. Otros, llamados Sármatas por los Griegos,
habitaban al Norte del Caspio, del Cáucaso y del Euxino. A su aparición
en la historia se dividieron en Vendos (al Sur del Báltico), Antos (a
orillas del Dniéper y el Dniéster), y Eslavinos, cerca de los manantiales
del Vístula y del Oder. Estos últimos se retiraron a las regiones
hiperbóreas, y habiéndose mezclado con los Roxolanos, fabricaron una
nueva ciudad (Novogorod), que llegó a ser importantísima. Los Vendos
se establecieron entre los Cárpatos y el Volga, confinando con los
montes de la Bohemia, en la cual vivían los Chescos. En la Polonia
habitaban los Leskos, regidos por voivodas (257) hasta que fue elegido rey
(krol) Craco, fundador de Cracovia. Después de nuevas divisiones,
Premislao unió a toda la nación. |
750 |
Los Eslavos Antos del mar Negro partieron de la Dacia para infestar
la Mesia y la Iliria; más tarde prestaron ayuda a los Romanos de
Constantinopla para arrojar a los Ávaros, y con el consentimiento de
Heraclio se fijaron en el interior de la Iliria. Los Eslavos, acostumbrados
a chozas, destruían las ciudades que encontraban; sin embargo, la
tradición los pinta como gente tranquila, inofensiva, industriosa,
hospitalaria, de hermosa figura y dulce lenguaje, y aficionada al canto,
mientras que por otra parte aparecen como tremendos guerreros. Su
religión reconocía un principio del bien y otro del mal, el blanco y el
negro; veneraban la naturaleza, e interrogaban a las fuentes y encinas
sagradas. |
|
El mayor número de ellos ocupaba los territorios a que después se dio
el nombre do Rusia y Polonia, y adelantaban a medida que las gentes
primitivas emigraban o eran vencidas por Germanos o Francos. Entre los
Eslavos ilíricos preponderaban los Croatas o montañeses. |
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Los banes, príncipes casi independientes, gobernaban las doce
zaparias, y pirateaban por el Adriático y el Archipiélago, hasta que los
Húngaros conquistaron aquel reino hacia el año 1000. |
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Los Moravos, después de haber constituido un reino formidable,
quedaron sojuzgados por los Bohemios; habiendo recobrado su
independencia, eligieron por capital a Belograd. Carlomagno no pudo
someter a los Bohemios, aunque rechazó a los Eslavos sobre el Elba y el
Danubio; pero bajo los sucesores de aquel, éstos volvieron para destruir
el cristianismo, que consideraban contrario a su independencia.
Principalmente los Moravos, bajo Ratislao, derrotaron a tres ejércitos de
Luis el Germánico; pero Ratislao fue entregado a los Francos por el
traidor Zventibaldo, quien, siempre desleal, ocupó la Bohemia; y luego la
Moravia fue hecha tributaria. |
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Pero la estirpe germana prevalecía sobre los Eslavos, y detuvo sus
correrías, que podían producir una nueva barbarie; además, entre ellos se
introdujo con el cristianismo la civilización europea. Del monasterio de
Corbia salieron misioneros, que precedían o seguían a los ejércitos de los
Francos. Otros partieron del imperio griego, señalándose los hermanos
Cirilo y Metodio, que hasta convirtieron a los Búlgaros, tradujeron al
eslavo los libros sagrados y litúrgicos, e inventaron un alfabeto, donde se
añadían diez signos al griego. Wenceslao edificó en la Bohemia una
iglesia a los santos Metodio y Cirilo, y en ella fue muerto por los fautores
de la idolatría; pero Otón el Grande restableció el cristianismo, y
estableció obispados que servían de barrera a los Bárbaros. |
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925 |