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296. El quirquincho bola y el zorro

La carreta volcada


JUJUY

Hicieron una apuesta a cual resiste que pase una carreta por encima. Y que venían cargadas las carretas y que iban a cosechar algunas cosas, si se ladiaban.

El quirquincho bola tiene una coraza dura, y se puso en el camino. Pasó la carreta, y él estaba ande iba a dar una rueda, y se ladió la carreta, y voltió varias cosas de comida. Y ganó el quirquincho bola, porque no le pasó nada.

Y le tocó al zorro, y se puso igual. Y pasó la carreta, lo agarró con la rueda, y lo reventó. Y se acabó la apuesta.

Medardo Farbán, 49 años. Santa Catalina. Jujuy, 1951.

Lugareño semiculto en este lugar lejano de la Puna. Juez de Paz.



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297. El quirquincho y el zorro

La carreta volcada


CATAMARCA

Que diz qui una vez andaba el quirquincho flaco, dice, que si habían acabado los maizales. Ya nu hallaba qué comer. Y el zorro lo mismo. Que le dice:

-Bueno, vamos Juan, que le dice, a rodar tierra, por áhi.

-Bueno -dice.

-Llevemos el avío.

Que había llevado el quirquincho en una bolsita un pedazo de queso y un pedazo de pan, unas tortillas86. Y el zorro lo mismo. Si habían ido, dice, y habían hecho una jornada, y el quirquincho si había preparau con su buena cueva y sacaba apenas el hocico para que no lo vaya a traicionar el zorro.

-Bueno -dice Milján87- comamos tu avío primero, después vamos a comer el mío.

-Y bueno -que le dice.

Comieron el queso y las tortillas del quirquincho hasta que lu habían acabau.

En la otra jornada ya habían sacau la del zorro. Pero resulta que el zorro no le quería convidar. Y le dice:

-¿Qué comís, Juan?

-Quesos -que le decía.

Y abría la boca y le chispiaban unos pedazos de quesos y de   —121→   tortilla. Y diz qui ha sacau un cuerito y los juntaba a los pedacitos, y los echaba en la bolsita. Al rato:

-¿Qué comís, Milján?

-Quiso -que le dice.

Cerraba la boca para que no se le escape. Y el zorro daba la vuelta y no abarcaba nada.

Al final dice qui había pasau una carreta llena 'e melones. Que le dice el zorro:

-Ve -dice-, tan lindos los melones, si pudiéramos comer.

-Y bueno -es que le dice-, yo me voy esconder -dice- allá en el bache aquél -dice-, en el güeco. Cuando entre la rueda allá, yo me voy a poner pa que pase por encima mío, y en el barquinazo áhi van a caer, y vos encargate de recoger melones pa la chacra. La chacra que 'taba vacía ya.

Si había ido y si había puesto -dice.

Ya llega la carreta. El carretero que iba sentáu en el pértigo dele guasca a los güeyes. Y cuando menos había acordau -dice-, casi si había caído por el bote.

-¡Eh! ¿Qué pasó?

Ahí en el bote habían caído tres melones. Así que el quirquincho, con el hocico -dice- los empujaba. Habían entrau derecho para una chacra y áhi los habían comíu -dice.

Ya entre los dos los habían comido a los melones.

Al otro día ha queríu hacer lo mismo el zorro. Qué, li ha pasado la carreta por la cabeza y lu había pulverizado.

Bueno...


Convidemé un vaso 'e vino
para mojar la garganta,
y hacer lo del ruiseñor,
que bebe y que después canta.



Perfecto Bazán, 49 años. Belén. Catamarca, 1968.



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298. El quirquincho, el zorro y la carreta con quesos

CATAMARCA

Dice que eran el quirquincho y el zorro. Eran amigos, compañeros. Se juntaban por ahí.

Y el quirquincho va y ve una carreta qu'iba llena de quesos. Y agarra, éste, se pone en la huella del camino. Va la carreta, pega un tropezón, y salta un queso. Pasa la carreta, pero queda el queso. Entonce el quirquincho se puso a comelo al queso. Y viene el zorro:

-¿Qué 'tás comiendo, hermanito?

-Este queso.

-¿Y de dónde lo has hallado? ¿De dónde has sacado?

-Y, de la carreta ésa.

-¿Y comu has hecho para sacalo de la carreta?

-Y mi hi puesto en el camino y ha tropezau la rueda y ha saltau el queso.

-¡Convidame, hermanito!

-¡No! -dice-. Andá vos conseguilo como hi conseguido yo.

-¡A ver, qué tal es!

Con la punta 'e l'uña es que li ha sacau y que li hace probar.

-¡Ay! ¡Qué rico! ¿Y cómo has hecho? ¿Cómo has hecho?

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-Y mi hi puesto en el camino y ha tropezau la rueda en mí y ha saltau el queso.

-¿Y adónde voy a ir?

-Y andá buscala a la carreta y ponete vos también.

Claro, el quirquincho era duro. Si hacía una pelotita, así quedaba hecho, y ahí tropezaba la rueda como tropezar en una piedra. Pero el zorro, blando, agarró y se puso. Viene la rueda. Y lo pasa y lo hace pedazo, al zorro, lo corta en el medio. ¡Qué le va a pasale como al quirquincho, que es duro!

María Adela Oviedo de Nieva, 68 años. Santa Rosa. Tinogasta. Catamarca, 1970.

Lugareña. Buena narradora.



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299. El quirquincho, el zorro y las carretas

MENDOZA

Dice que eran dos amigos, el peludo y el zorro. El zorro siempre ha sido habilidoso y siempre encuentra comida, pero una vez pasaba hambre. El quirquincho, en cambio, consiguió cosas para comer.

En aquellos tiempos viajaban carretas con mercaderías de Buenos Aires a la campaña y de la campaña a Buenos Aires. El quirco88 cuando vio que venían unas carretas fue y se puso en unas vuellas89 del camino. Esperó que pasaran las tres carretas primeras y fue y se puso en la vuelta, y cuando fue a pasar la rueda inchó el lomo y volcó la carreta.

El carretero entró a gritar a los compañeros para que le ayuden a levantar la mercadería. Mientras tanto el peludo entró a retirar mercaderías y quesos y fiambres, y a esconderlas y a acarriar a su casa.

Al otro día llegó el zorro a la casa del peludo, y 'taba lleno de todo el peludo. Y el zorro se moría di hambre, y entonce le dice el quirquincho que lu iba a envitar y lu entró a envitar. Y al zorro almirado l'izo el cuento de cómo tenía tanta comida. Y entonce le dice el zorro que pórque no li avisaba cuando vinieran las carretas para hacer lo mismo. El quirquincho le dijo que cómo no.

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Al poco tiempo, no más, venían las carretas. Le dice el peludo al zorro cómo tenía qui hacer, que se pusiera en la penúltima carreta y él se iba a poner en la última. Que se pusiera bien metido en la vuella. Y cuando llegara la rueda que hinchara el lomo. Y que él, al mismo tiempo, lo haría igual. Pero el peludo voltió la carreta y el zorro, cuando quiso hinchar el lomo, lo aplastó la rueda y lo dejó áhi, para todo el viaje.

Entonce el peludo acarrió las mercaderías que pudo. Y después recogió el cadáver de su compañero, y le sacó una patita, y hizo una flauta, un pito, para recuerdos de él. Y el peludo silbaba con la flauta que había hecho de la pata del zorro. Entonce le avisó a los parientes del finau zorro, la muerte del compañero.

Bonifacio Díaz, 67 años. Las Cuevas. Las Heras. Mendoza, 1951.

El narrador oyó contar este cuento en Mendoza a su abuela, oriunda de Chivilcoy, Provincia de Buenos Aires.



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300. El sapo y el mataco

MENDOZA

Que iban por un camino el sapo y el mataco, y devisaron una carreta que venía. Y dice el mataco:

-Chey, ¿a que vos no voltiás aquella carreta como la voy a voltiar yo?

Y entonce se vino el mataco y se puso en el medio 'e la güella y la voltió a la carreta. Y áhi sacaron toda la comida que quisieron.

Y después vino otra tropa de carretas. Áhi le tocó al sapo. Él dijo qu'era capaz de voltiar la carreta. Entonce se puso, el sapo, en el medio 'e la güella para voltiar la carreta. Y cuando llegó la carreta ande 'taba el sapo, lu hizo tirita90 al sapo.

Juan Lucero, 59 años. Ancón. Guaymallén. Mendoza, 1951.

Campesino originario del lugar. Trabaja en los viñedos de la región.



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301. El sapo y el mataco

SAN LUIS

En la época de las carretas que viajaban a Güenos Aires a tráir y llevar mercadería, salieron de amigos y compañeros el sapo y el mataco. Y le preguntó el sapo al mataco qué iban a hacer para comer. Y ya que venían crujiendo unas carretas. Y entonces el mataco le dijo:

-Escondete por áhi, por esas pajas, y esta noche vamos a tener qué comer.

Y él se puso cerquita de la güella. Cuando llegó la carreta, el mataco se puso en la misma güella frente a la rueda, y puso el piquito, y cuando la rueda quiso subir por él, hinchó el lomo y dio güelta la carreta. ¡Cómo sería de duro y de fortacho91 el mataco! Quedó la pedacería de la carga. ¡Cómo sería el devoro!92 Cuando los troperos enderezaron la carreta y levantaron las cargas, quedaron muchos rezagos que les sirvieron a los dos compañeros para comer.

En seguida, cuando se terminó eso, le dijo el mataco al sapo:

-Agora te taca a vos que hagás la misma operación.

El mataco le dio las instrucciones para que hiciera la misma operación. ¡Qué iba a resistir el sapo tan blandengue! El sapo se preparó. A eso de la noche ya venía una carreta crujiendo de cargada. El sapo se colocó cerquita de la güella y cuando   —128→   enfrentó la rueda puso el piquito, y cuando le quiso hinchar el lomo, regoldó93 para cada lado un ojo del sapo, y gritó desaforado:

-¡La errí! ¡La errí!

Y di áhi quedó aplastado el sapo y con los ojos saltones.

Pascual Fernández, 65 años. La Florida. Ayacucho. San Luis.

Campesino rústico. Buen narrador.



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302. El sapo voltea la carreta

SAN LUIS

A los animales les habían dicho que las carretas tráian cosas ricas, pasas, alfajores, quesos. Que cuando se daban vuelta, quedaban muchas cosas para comer en el suelo. Que haciendo hombro en una rueda se daban vuelta.

Una vez, los animales 'taban reunidos y vieron venir una carreta cargada de todo. Áhi dijieron a ver quién se ponía en la güella y hacía hombro para voltiar la carreta. Pero no se animaban. Todos dispararon de la güella y se pusieron a ver. El único que hizo valor fue el sapo. Y se puso en la güella. Cuando pasó la carreta medio se hizo a un lado, pero lu alcanzó a agarrar di atrás. Trató de salvar la cabeza, pero le pasó por los cuadriles. Y algo voltió de las cosas que llevaba la carreta, que iba muy cargada. Y el sapo le dijo a los compañeros:

-¡La echamos, compañeros!

Y de áhi le quedaron al sapo aplastados los cuadriles y la cabeza levantadita, afirmado en los dos bracitos.

Juan C. Ruarte, 66 años. Villa General Roca. Los Manantiales. Belgrano. San Luis, 1951.



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303. El quirquincho bola y el sapo

La carreta volcada


SAN LUIS

Una vez un peludo convidó a un sapo a tomar vino y comer queso ande había volcado una carreta. Al volcar la carreta habían quedado en el camino quesos y pipas de vino que tráiba de carga. Esta carreta venía con una tropa de carretas de las que antiguamente hacían el comercio, antes que hubieran trenes. Comieron hasta llenarse y chuparon94 hasta quedar bien borrachos. Cuando 'taban bien mamados95, vieron que se les había acabáu el vino y no sabían di ande sacar más. Entonces le contó el quirquincho bola al sapo que él había hecho volcar la carreta, que si había puesto en la güella, cuando vio que venía una tropa de carretas, que cuando fue a pasar una carreta él hinchó el lomo con mucha juerza, ande daba una de las ruedas, y la carreta volcó. Que se cayó toda la carga, y que mientras los hombres volvían a cargar, él iba escondiendo quesos y pudo tapar con yuyos unas pipas de vino. Entonces dijo el sapo que él iba hacer lo mismo.

El quirquincho bola y el sapo 'taban conversando a la orilla del camino y comiendo lo último que quedaba, cuando vieron que venía una tropa de carretas. Áhi no más se acomodó el sapo en la güella. El mataco lo quería convencer que no se ponga, que él no iba a resistir, pero como 'taba tan mamáu el sapo no hizo juicio y se puso no más.

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Pasó la carreta, que era tan pesada, y la rueda lo aplastó al sapo, y claro, ni se tambalió siquiera.

Por eso todos los sapos son con esa figura de animal aplastado, porque desde entonces quedaron así, aplastados.

Gabriela Romero, 64 años. El Sauce. Chacabuco. San Luis, 1950.

Campesina. Buena narradora.

Posiblemente éste es el cuento original que explica el aspecto del sapo y la dureza del mataco cerrado en su caparazón.



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304. El mataco, el quirquincho, el zorro y el sapo

SAN LUIS

Que andaban juntos el mataco, el quirquincho, el zorro y el sapo, que eran compañeros. Que el quirquincho se llamaba Anastasio. Puande andaban, siempre venían carretas. Se ponían en el medio 'e la güella y hacían descarrilar una carreta y áhi comían todos. Los más capaces eran el mataco y don Anastasio. Los demás no valían nada, ni uno. Se tenían que poner por turno. Y a don Sapo no querían que dentrara en el turno. Y una vez se encaprichó y dijo que él tamién iba hacer descarrilar una carreta. Y lu han dejau los otros. Y va y se para en medio 'e la güella, medio paradito. Y cuando llegó la carreta, no alcanzó a decir más de:

-¡La errí! ¡La errí!

Y le pasó por encima la rueda y lo mató.

Venancio Heredia, 22 años. San Francisco del Monte de Oro. Ayacucho. San Luis, 1939.

Campesino. Buen narrador.



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305. El sapo y el mataco

SAN LUIS

Hicieron una apuesta el sapo y el mataco, que iban a volcar una carreta que venía cargada. Que las carretas di antes tráiban quesos, charques y de toda clase de comida. Cuando volcaban quedaban pedazos de todo y ellos comían.

Le tocó el turno al mataco y se puso en la güella96, medio metíu en la tierra, pa que creyeran que era una piedra. Cuando llegó la carreta, hinchó el lomito, se cerró, le pasó la rueda por encima, y áhi no más volcó la carreta. Por un lado y por otro cayeron los bastimentos que tráiba la carreta. Los troperos levantaron las cosas, arreglaron la carreta y los güeyes, y se jueron otra vez, y quedaron muchísimos desperdicios en el suelo. Comieron hasta que se llenaron el sapo y el mataco, y muy contentos se jueron a dormir.

A los pocos días devisaron que venía una tropa de carretas.

-Le toca el turno a usté -le dice el mataco al sapo.

-Muy bien -le dice el sapo.

El sapo se aprontó y se puso en la güella, ande venía la carreta más cargada. Cuando la vido a la carreta que ya llegaba, hinchó el lomito y las paletitas, pero cuando le iba a pasar por encima, medio hizo un lau la cabeza de miedo de semejante peso.

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-¡L'erré! -gritó el sapo cuando vido que lo aplastaba la rueda y ni se movía la carreta.

Y lo agarró por las caderas y lo aplastó no más.

Santos Gil, 72 años. Buena Esperanza. Gobernador Vicente Dupuy. San Luis, 1951.



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306. El zorro y el peludo

SAN LUIS

Había un zorro y un peludo. El peludo andaba con mucho hambre, no tenía qué comer. Y divisó que venía un sulqui97, y tráiba una bolsa de máiz. Entonce él cavó ligero, en la buella98, bien hondito y él se puso abajo. Cuando venía pasando el sulqui, medio hinchó el lomito y se volcó el sulqui pa l'otro lado, pal lau 'e la cueva. Entonces se le reventó la bolsa 'e máiz. Entonces el dueño levantó el sulqui, levantó el máiz, pero quedó mucho máiz tirau. Entonce el quirquinchito se puso a comer.

En eso viene el zorro.

-¿Cómo has hecho -que le dice- pa conseguí tanto máiz?

-Y, venía el sulqui cargau con máiz, hice una cueva, en la huella, me pongo abajo, cuando iba pasando le hinché el lomo y se lo volqué. Y vos que sois más grande, ya va a venir el carnicero, podés hacer lo mismo.

Entonces el zorro hizo lo mismo.

Y viene el carnicero, en una jardinera99, y pasó por encima del zorro. Cuando quiso hinchar el lomo lo reventó. Le reventó la cabeza. Quedó muerto por envidioso.

Julián Aguilera, 65 años. Las Barranquitas. Pringles. San Luis, 1971.

El narrador actualiza el cuento al cambiar la carreta antigua por el sulqui y la jardinera, que no responden al efecto de la narración tradicional.



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307. El zorro y el quirquincho bola

CÓRDOBA

El zorro y el quirquincho bola andaban en sociedá y habían agarrau el camino. Se iban en busca di alimento. Yendo por el camino vieron venir una tropa de carretas. Venían llenas de distintos alimentos. La de adelante venía con tortas, pan, queso, patay100, pasas, tabletas. Ésa le gustó al mataco. Pensó cómo le daba un golpe, cómo hacerse de todos esos alimentos. Pero el zorro vio que una carreta di atrás venía llena de charqui101 y ésa le gustó a él.

-Manos a la obra -dijo el mataco.

El mataco se escondió atrás de una mata de paja. Le salió al paso a la carreta. Cuando le jue a pasar la rueda de la carreta por encima, hinchó el lomo, y al suelo la carreta. El zorro vio y dijo:

-Esto es muy fácil. Yo voy hacer lo mismo.

El zorro es muy vivo pero a veces es perdidoso. Y obró lo mismo que el mataco. Se puso en la güella y cuando quiso hinchar el lomo ¡listo!, lo mató no más la rueda de la carreta.

Arturo Valentín Reina, 52 años. San Francisco del Chañar. Sobremonte. Córdoba, 1952.

Lugareño semiculto. Buen narrador.



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308. El tatú y el zorro

FORMOSA

Dice que andaban junto el tatú y el zorro. Dice que los dos se hicieron compadre. Y el tatú siempre robaba queso de un carro que pasaba por el camino. Y el zorro que quería comer queso como el tatú y va y lo invita para robar juntos.

Y va el tatú y se pone en el camino. Hace como una cueva y se pone hasta que pasa el carro. Y cuando pasa el carro se levanta, con juerza, y el carro da un barquinazo y se le caen muchos quesos. Y el carro pasa y quedan allí los quesos. Y el tatú se quedó un rato escondido. Y el zorro salió y comió todo el queso y no le quedó nada al tatú.

Y depué le dice el tatú enojado que ahora le toca a él hacer caer los queso. Y el zorro que suele creer que sabe más que todos, hace lo mismo como hizo el tatú. Y se puso en el medio del camino. Y pasó la carreta por encima de él y le descuartizó al zorro. Y todos los queso que cayeron se los comió el tatú.

José Agustín Rossi, 16 años. Formosa, 1954.

Alumno de la escuela primaria. Oyó el cuento a vecinos de la ciudad y a hombres del campo.



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309. El tatú y el zorro

CORRIENTES

Había una vez un tatú que era compadre del zorro. Un día que estuvieron juntos, el zorro divisó que venía por un callejón, una carreta llena de quesos y le dijo al compadre tatú:

-¿Por qué no te ponés, guapo102, compadrecito, en la huella103? Pues, tu pellejo es duro y no se romperá, cuando esté por pasar la carreta, así se volcará y caerán los quesos y podemos comer.

El tatú aceptó y tal como el compañero había pensado, sucedió. La carreta volcó, cayeron los quesos y empezaron a comer, pero como el zorro se engullía con más ligereza, el tatú quedó con hambre.

El tatú le propuso:

-¿Por qué compadre no te ponés ahora vos en la huella para que caigan otra vez los quesos?

El zorro aceptó, pero como a él la carreta le104 iba a matar, puesto que no tenía la caparazón105 del compadre, fue a ponerse en la huella al pasar la carga, pero a la vera del camino, para hacer creer al tatú, y completamente muerto al parecer, con su cara sonriente, siempre pícaro.

-¿Por qué te estás riendo si no echaste ningún queso? -le dijo el tatú dando vueltas alrededor de él.

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Le movía con el hocico el tatú, quería levantarle, sin que el zorro diera señales de vida. Y entonce creyendoló muerto106, el tatú se alejó dejandoló abandonado.

Al rato, cuando ya se supuso bien solo, se levantó despacito y emprendió la disparada hacia otros montes.

Rosa E. Gelardi de Schlomer. Itá Ibaté. General Paz. Corrientes, 1951.

La narradora es Directora de Escuela y oyó el cuento desde niña en Corrientes. Variante del cuento tradicional.



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310. El tatú y el zorro

CORRIENTES

El tatú y el zorro eran compadres. Un día 'taban junto y vieron que venía una carreta cargada con queso.

-Vamo a comé queso -'ijo el zorro-. ¿Por qué pa no te poné compadre por la huella y tumbá la carreta? Vo tené, compadrito, duro el lomo mismo. Ponete, compadrito, así comemo grande.

Dice que el tatú se puso por la huella y tumbó la carreta y comieron queso. El zorro comía ligero y comió casi todo el queso y el tatú quedó con hambre no má.

-'Hora te poné vo -'ijo el tatú con rabia.

Dice que el zorro, que se cré que sabe má que todo, 'ijo que güeno y se puso por la huella. Y pasó la carreta por él y lo aplastó. Y quedó el zorro mostrando lo diente, muerto. Entonce vino el tatú que 'taba con rabia grande no má y le 'ice:

-¿Por qué te 'tas riendo, compadre, si no tumbate la carreta, si no sacate queso?

Y le dejó el tatú al zorro muerto, que se aprovecha mismo de lo otro y le come cuando puede.

Concepción Segovia, 73 años. Villa Pellegrini. Iberá. Corrientes, 1954.

Campesina rústica. Oyó el cuento a los mariscadores de la Laguna Iberá.



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311. El zorro y el peludo

La carreta volcada


ENTRE RÍOS

Andaban de compañeros el zorro y el peludo. Y buscaban alimentos. El peludo sabía que al zorro le gustaban mucho los quesos. Y sabía que venían las carretas a los puertos, a llevar quesos. En esos tiempos eran los campos abiertos y sin caminos y todo se transportaba en carretas. Entonce llevaban quesos, cueros y otras cosas, las carretas a Buenos Aires. Y como les conocía el camino a las carretas, el peludo se fue y esperó que pasara una carreta. Las carretas iban en tropas, ¿no?, de cuatro, cinco, diez carretas. Y esperó que pasara la última. Se puso entre los pastos, bien sobre el camino, y cuando iba a pasar la última carreta, cuando pasaron los bueyes, se le metió bajo la rueda de la carreta, que nadie lo pudiera ver, ¿no? Y la carreta pegó un barquinazo. Y cuando trabó la carreta el quirquincho barquinió la carreta y se cayó un queso. Después que se retiraron las carretas levantó el queso y se lo llevó al compañero. Y bueno... Y así sucesivamente varias veces. El zorro no le quería preguntar porque como él también se las daba de taimado, de que era capaz de conseguir alimento como el compañero, no quería ser menos, tampoco, no le quería preguntar. Hasta que ya le había traído varias veces. Un día a cada uno le tocaba. Un día le tocó al zorro, y le dice:

-Che, hermano, vos que siempre vas a buscar y me traés quesos, ¿dónde conseguís queso?

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-Y es fácil -dice-. Yo voy y espero las carretas que van a Buenos Aires y después que pasan, a la última me le meto abajo 'e la rueda. Y siempre voltea un queso o dos y me lo traigo.

-¡Ah, pero es muy sencillo! -dice-. Yo voy hacer lo mismo -dice.

Y se va. Se pone en los pastos. Y cuando pasa la carreta se le mete abajo 'e la rueda. Pero como no tiene la misma cáscara del peludo, lo pisó, claro, y lo mató en seguida.

Rubén Tejeda, 30 años. Villaguay. Entre Ríos, 1970.

Trabajador de campo.



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312. El zorro y el peludo

La carreta volcada


ENTRE RÍOS

Dice que andaban de compañeros el peludo y el zorro.

Y dice que viene una carreta de mercadería. Y el peludo se puso en la huella. Y entonce, se hizo una bolita, y como tiene tanta fuerza, se volcó un poco la mercadería, cayó al suelo y pudieron comer.

Entonce le tocaba al zorro hacer la misma. Y el zorro entonce se puso, claro, y le pasó la rueda por encima, porque no tenía ninguna defensa. Se murió.

Amílcar Aniceto Zapata, 71 años. Estancia Rincón del Vizcaíno. Viale. Entre Ríos, 1970.



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313. El peludo y el zorro

La carreta volcada


RÍO NEGRO

Una vez venía una tropa de carros. Una tropa de carros que marchaban en esos años cargadas.

El piche y el zorro andaban juntos. Entonces estaban con hambre. Y dice el zorro:

-Che, y ahora ¿qué comemo?

-Mirá -dice el peludo- ahí viene una tropa de carros. Vamos a volcar un carro y vamo ayudarles a cargar y nos van a dar algo que comer.

Áhi, en la güella, claro, el peludo tenía fuerza, y cuando fue a pasar el carro, se puso en la misma güella, y se levantó pa arriba, y lo volcó al carro. Y ellos se presentaron y les ayudaron a recoger y cargar. Qué, los troperos les dejaron quesos, les dejaron masitas, de todo pa que comieran.

Y le dice el piche al zorro:

-Bueno amigo, ahora le toca a usté. Di aquí a unos días, dice, cuando quedemos sin comer, que pase otra tropa, va tener que volcar usté el carro.

-Cómo no -dice el zorro.

Así fue. Se quedaron sin comer, allá, a los varios días, porque tenían de todo, masitas, queso, de todo comían ellos. Cuando ya se quedaron sin nada, le dice:

-Bueno, compañero, áhi viene una tropa. Vamos a ver -dice-. Ahora le toca a usté -dice.

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Agarra el zorro, hace una cueva en la güella, y cuando iba a pasar el carro se enderieza pa arriba y le pasa el carro por encima. Lo mata al zorro. No tuvo fuerza suficiente para volcarlo.

Bueno, siguió solo el peludo. Siguió viaje el peludo, por áhi caminando.

-A ver -dice-, quí aura no encontraré otro compañero.

Domingo Adelaido Tello, 68 años. Valcheta. Río Negro, 1971.



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314. El peludo y el zorro

RÍO NEGRO

El peludo y el zorro andaban juntos y andaban con hambre. Iban por un camino. Y en eso ven una tropa de carros cargados que venían. Eran de esos carros antiguos que iban con comida de toda clase. Entonce le dice el peludo al zorro:

-Vea, compadre, yo me voy a poner en la güella y voy a hinchar el lomo cuando me pase la rueda del carro, y cuando vuelque el carro vamos a tener comida para varios días.

-Muy bien, compadre, después yo voy hacer lo mismo.

El peludo se enterró en la güella y cuando pasó el primer carro, no más, hinchó el lomo abajo de la rueda. Se ladió el carro y volcó. Y claro, saltaron quesos, vicios107, de todo el cargamento se desparramó. Y mientras los troperos trabajaban de arreglar el carro y las mulas, entre las matas108, el zorro y el peludo sacaron provisiones y escondieron entre las matas.

Siguió la tropa y ellos tuvieron para comer varios días. Cuando quedaron sin nada, el zorro le dice al peludo:

-Compadre, ahora me toca a mí.

-¡Cómo no!, compadre -le dice el peludo.

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Y cuando vieron que venía otra tropa de carros, el zorro hizo un pocito en la cueva y se acomodó. Cuando le pasó la rueda por encima quiso hinchar el lomo, y claro, lo reventó áhi no más. Y si acabó el zorro.

Francisco Linares, 73 años. Viedma (Hogar de ancianos). Río Negro, 1971.

El narrador trabajó toda su vida en las estancias de la Patagonia. Oyó este cuento junto al fogón.



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315. El zorro y el mataco

CHUBUT

Un día se juntó el zorro con el mataco.

-¿Qué andás haciendo por acá? -le dice el mataco al zorro.

-Yo ando en busca de caza y no encuentro nada.

-Mirá -le dice el mataco-, yo 'toy esperando que llegue esa carreta que se ve allá. Que 'toy sin vicios y voy a volcar una.

-¿Vas a volcar una? ¿Y cómo hacés?

-Ahora vas a ver.

Venía áhi cerca una tropa de carretas. Apenas llegaron las carretas al lugar donde 'taban, el mataco se hizo el muerto y se puso en la güella, bien aplastado en la tierra. El carretero lo vio y le dijo:

-¡Pobre mataco, acá dejastes el cuero!

Pero apenas la rueda jue a subir sobre el mataco, éste hinchó el lomo, se cerró de golpe y hizo volcar la carreta. Y áhi, mientras los carreteros volvían a cargar la carreta, el mataco acarriaba de toda clase de comida que había en el suelo. Y áhi comieron.

El zorro, en tanto dice:

-Ya que volcastes vos una, yo voy a volcar la otra.

Y ya cuando las carretas volvieron a seguir viaje, el zorro se puso largo a largo, como muerto, en la güella, haciendosé el muerto como había hecho el mataco. Y venía avanzando la carreta.   —149→   Y ya le pasó la rueda por encima y hizo fuerza el zorro por volcar la carreta, y sólo se oyó el ruido de los güesos, que había reventado el zorro. Y saltaron las tripas por atrás. Y áhi murió el zorro por querer hacer lo que no es capaz.

Baldomero Terraza, 73 años. Rawson. Chubut, 1959.

Gran narrador. Oyó el cuento desde niño en la Provincia de Buenos Aires.



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316. El piche y el zorro

El carro volcado


SANTA CRUZ

Jue a buscar comida el piche109 y el zorro. Nevó mucho. Hacía frío. No tenía comida. Salieron de compañeros los dos a buscar comida por áhi. Por un camino iban los dos. Venía un carro por el camino. Era carro de ante que venía cargau con cosa de comida. Y dice el piche:

-Yo lo hago saltar y cai comida. Yo sé, yo soy duro. Yo me pongo en el camino y hago saltar la rueda.

Se puso el piche en la güella. Metido en la nieve no se vía. No vía el hombre del carro. Pasó el carro. Pasó la rueda sobre el piche hecho una pelotita dura, dura. Cimbró. Cayó comida, mucho. Comieron los dos.

Comieron todo. Salieron otra vez. Dijo el zorro:

-Yo me pongo. Yo hago cair más comida.

Viene otro carro con comida. Se pone el zorro. Pasa el carro y lo mata al zorro. El zorro es blando. El piche tiene cáscara dura.

Capipe, de más de 75 años. Río Gallegos. Güer Aike. Santa Cruz, 1954.

El narrador vive actualmente en Río Gallegos. Pertenece a la Reserva Tehuelche de Camusu Aike.



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ArribaAbajoNota

El tipo fundamental del cuento de La carreta volcada de esta serie recogida de la tradición oral ha sido creado, seguramente, por nuestro pueblo en los primeros tiempos de la colonización. El ambiente que da los elementos esenciales para la trama del tema es el característico de nuestra antigua vida campesina. Los caminos fragosos de tierra y la típica carreta de dos ruedas sin herrar, tirada por dos bueyes, que transportaba mercaderías a través de todo el territorio, condicionan la función de sus personajes. Sus personajes son, el mataco o quirquincho bola, curioso armadillo que al cerrarse en su caparazón queda transformado en una bola de increíble dureza, el zorro, y en pocas versiones, el sapo. Consta de los siguientes motivos:

Difusión geográfica del cuento

Difusión geográfica del cuento

A. El mataco y el zorro (o el sapo) van   —152→   por un camino en busca de comida. Ven venir una tropa de carretas cargadas y acuerdan hacer volcar alguna de ellas. El mataco, hecho bola, se acomoda en uno de los surcos del camino por donde pasan las ruedas. La carreta que llega, al chocar su rueda con el duro cuerpo del mataco, vuelca o da un tremendo barquinazo y desparrama abundante comida, que los animales aprovechan.

B. El zorro, a su turno, imita al mataco y muere aplastado.

C. El sapo imita al mataco; al pasar la rueda trata de esquivarla, pero lo alcanza en la parte posterior, y desde entonces queda con su conformación de aplastado.

Este desarrollo original, que da personalidad al nuevo cuento, se basó, sin duda, en el motivo hispánico y también esópico, el del sapo jactancioso aplastado por la rueda de un carro, de escasa difusión. En el motivo hispánico el sapo no figura en competencia con otro animal fuerte; su vanidad lo hace arriesgar la prueba de la rueda del carro y al morir exclama: ¡Que erréla!, exclamación que se conserva en dos versiones en San Luis. En el motivo esópico dos sapos son vecinos; uno vive en un charco y otro en un callejón; el del charco ve el peligro del vecino y lo invita a acompañarlo, pero no lo atiende y es aplastado por la rueda de un carro (Espinosa, III, p. 250 y sigs., Esopo, 67).

Nuestro cuento es general en el país; han publicado versiones: Chertudi, I, N. º 10; Di Lullo, 261-262; Dávalos, 75-76, entre otros. Figura en la clasificación científica de Hansen + + 68 B, tomado de cuentos argentinos (Di Lullo).

Nuestras 25 versiones y variantes han sido recogidas en las Provincias de Salta, Jujuy, Catamarca, Mendoza, San Luis, Córdoba, Corrientes, Entre Ríos, Río Negro, Chubut y Santa Cruz.