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ArribaAbajo Varios cuentos del zorro

15 versiones


Cuentos del 806 al 820


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806. El zorro y el conejo

SALTA

Resulta que el conejo307 tenía la cueva en la orilla de una paré ande había agricultura. Y el zorro viene caminando por la orilla 'e la paré, y lo ve el conejo que venía el zorro. Y como el conejo sabía que si lo agarraba áhi se lo iba a comer, agarra y forcejiaba la paré de modo de no dejala caer. Entonce ve el zorro, y le dice:

-Amigo, ¿qué hace?

-¡Cómo!, ¿no ve lo que hago?

-¿Pórque sostiene esa paré?

-¡Ah!, es que recién ha 'tau Dios conmigo y me dice que sostenga esta paré, que no se caiga. Y mi ha dicho que si yo lo308 dejo caer a la paré se va a perder el mundo. Y en realidá ya hace tres días que 'toy pechando aquí con el fin que no se pierda el mundo. ¿Pórque no hacís la gauchada, y mi ayudás a pechar la paré? -le dice al zorro-. Tengo un hambre que ya no veo. Porque si lo largo se cái la paré y se da vuelta el mundo y los perdimos todos.

-¡Ah!, no es propio que se pierda el mundo -dice el zorro-. Te voy a ayudá a pechá un rato. Andá a comé. Toma agua y volvé.

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Y se fue el conejo, se mandó a mudar lejo. Lo dejó pechando al zorro áhi. Se cansó de pechar el zorro. Aguantó tres días. Al otro día dice:

-Yo largo la paré aunque se dé vuelta el mundo.

Y éste, tan cansau que 'taba, sale disparando. Y mira, y nada, la paré ni pensaba cáirse.

-¡Qué pícaro, el conejo! -dice-, y toda la injusticia que hace conmigo. Lo busco y lo como ande lo encuentre.

Y se va buscandoló. Por todos los campos s' iba. A las cansadas, al tiempo, lo encuentra trabajando una cueva. Cuando lo ve el conejo, rápido se entra para adentro. Y di áhi lu habla:

-Mirá -le dice-, ahora hay otro anuncio. Hace dos días vino Dios y mi ha dicho qui haga una cueva bien profunda. Dice que ahora va llover juego.

-¡Sí! ¿En realidá? -dice el zorro.

-¡Claro!, por eso 'toy cavando la cueva, porque va a llover juego. ¿Pórque no ti hacés vos también una cueva y así nos salvamos los dos?

-Güeno -dice el zorro.

-Mirá -le dice el conejo-, te lo cambio a la cueva, que ya 'tá prencipiada.

-Y bueno -dice el zorro.

-Ya que la tengo prencipiada, te la doy, yo la voy a hacer más grande.

El conejo se va a otra parte. Y le dice al zorro:

-El plazo 'tá cerca, faltan dos días no más pa que llegue el juego. Hay que trabajá día y noche.

Y así el zorro trabajaba noche y día, sin descansar. Y mientras tanto, el conejo juntaba espinas. Y le decía al zorro:

-A la cueva hay que hacelo con güeltas.

Y cuando el zorro se perdía trabajando adentro, el conejo le comenzaba a poner espinas en la cueva, adentro, sin que el zorro se diera cuenta. Y entonce le dice:

-Mirá, cuando vos sintáis que te hinca alguna cosa, ése es el juego.

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Y por áhi, en lo que viene el zorro sacando tierra, se hinca el zorro, y dice:

-¡Ah, esto había síu juego, en realidá! -y se fue adentro y no sale más.

Pasaron dos días y el zorro tenía mucho hambre. Y ya no podía más, y ha veníu y ha salíu. Se ha hincau en la nariz, en los ojos, en todas partes y ha dicho:

-¡'Tá lloviendo juego!

Y ya el hambre lu ha obligau a salir, y dice:

-¡Qué!, aunque me queme, salgo no más, ya nu aguanto más, ya nu aguanto más.

Y haca fuerza, y pecha no más, y sale para ajuera entre un montón de espinas. Y nu había nada de juego. Y se dio cuenta de todo lo que li había hecho el conejo, y dice:

-¡Cuando lo encuentre lo como, ya no lo perdono más!

Se larga buscandoló. Al tiempo va y lo encuentra en la campaña, en unas casas botadas309, abajo di un horno. Áhi vivía. Y ya lo quería comé el zorro al conejo, y el conejo le dice:

-¡Ay, hermanito!, el anuncio del juego se aproxima, esto va a ser muy pronto. Mirá este horno -le dice-. ¿Sabís pa qué lu hi trabajau yo? El anuncio es de otra manera. Va a haber un diluvio y después va a llover juego, y por esto hi trabajau el horno, así me encierro y pueda ser que me salve.

Y le dice:

-Mirá, ya que lo tengo, ¿pórque no te encerrás vos, y yo me hago otro más chiquito? ¿Pórque no te encerrás vos? Esta misma tarde va a venir el diluvio.

Y el zorro se ha asustau otra vez y le ha dicho que güeno, y se ha encerrau en el horno. El conejo ha traido barro y piegras y li ha cerrau la puerta del horno. Y después ha traido agua y   —566→   li ha echau por encima del horno, y hacía ruido. Y el zorro decía que eran truenos y el diluvio, y decía:

-Bueno, yo 'toy tranquilo. El conejo de zonzo si ha quedau ajuera, ahora qui ha llegau el diluvio.

'Taba sentau, muy tranquilo. El conejo había juntau leña y le había puesto juego abajo del horno. Y así, después del diluvio lo sintió al juego. Y cada vez lo sentía más caliente, más caliente, al juego. Y ya decía el zorro:

-¡Había sido positivo el diluvio y el juego!

Y al fin se afisea el zorro y muere dentro del horno y se ha quedado libre el conejo.

Áhi termina.

Eusebio Maita, 46 años. Ciudad de Salta, 1952.

El narrador es un empleado ferroviario, hombre del pueblo, que tiene un repertorio muy numeroso de cuentos tradicionales.



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807. La carrera del zorro y la piedra

JUJUY

Que pasaba el zorro al lado de una piedra de caraquiar310 o tutaniar311, y al verla tan reluciente de grasita, se ha parao a conversar. La piedra de tutaniar es la que usan los paisanos pa golpiar los güesos y sacarles el caracú312, y 'tá siempre engrasada.

Que li ha dicho el zorro a la piedra:

-Compadre, ¿quiere que le dé una lambidita?

-Bueno, compadre -contestó la piedra-, pero con una condición.

-Ponga lo que quera, compadre -contestó el zorro.

-Bueno, allá va el trato -dijo la piedra-. Después que lamba, tenimos que correr una carrera.

-Bueno, compadre -contestó el zorro.

El zorro lambió un buen rato y la piedra quedó como lavada. Entonces se prepararon para la carrera, que tenía que ser un cuesta abajo.

Han largau la carrera. Al principio el zorro le llevaba ventaja a la piedra, pero cuando la piedra ha tomau vuelo, lo llevaba mal al zorro.

-Apure, compadre, que ya lu alcanzo -le gritaba la piedra.

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En toda la furia de la disparada, la piedra ha tropezau con otro313, ha dau un salto grande, y ha caido sobre el pobre zorro. Áhi lu ha dejau hecho una tortilla. Se ha parau la piedra y li ha dicho al zorro:

-Vea, compadre, lo que le pasa por goloso.

Santiago Vargas, 38 años. El Cucho. Capital. Jujuy, 1957.

El narrador es peón hachero en esta región de la selva subtropical.



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808. El zorro

TUCUMÁN

Diz que nuestro Señor, Tata Dios, lu ha mandau al zorro que le diga a la gente que coma una sola ocasión al día. Ha veníu el zorro y que ha gritau:

-Dice Tata Dios que coman tres ocasiones al día.

Ha veníu Tata Dios, y entonce el zorro si ha escondíu. Y Tata Dios lu ha hecho buscar y li ha hecho cortar la boca hasta las orejas, por embustero. El zorro así ha dicho pa que la gente tenga más trabajo y gaste más. Y así ha seguíu esa costumbre hasta el presente, por la mentira del zorro. Y el zorro en castigo ha quedau bocón, bocacho.

Hilario Cóndori, 74 años. Amaicha del Valle. Tafí. Tucumán, 1951.

Campesino descendiente de collas. Su apellido es indígena.



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809. El zorro y Dios

SANTIAGO DEL ESTERO

Dice que había un zorro que no creía en Dios. Todo el mundo le decía Dios y él le decía Bendivillo.

Y un día se junta con Bendivillo.

-¿Y qué tal malo sos, Juancito? -dice que le dice.

-¡Oh!, yo soy muy malo cuando me enojo, yo soy muy malo.

-A ver, enojate -dice.

Y se muerde la cola y grita ¡Ajajá ja! y da vueltas, enroscau.

-A la pucha que habías sido malo, Juancito -le dice Dios.

-Sí, soy malo, Bendivillo -le dice.

-A ver usté, a ver, si se enoja usté -le dice a Dios.

-Bueno -le dice-. Allá hay una pampa grande. Vayan a juntarse todos para que vean cuando yo me enoje.

Bué... Después les avisa a todos los zorros, zorritos... Se llena la pampa. Y les dice:

-Bendiville se va enojar.

Y de repente se levanta una nube, una tormenta. Empezó a llover rayos y piedras. Había hecho una mortandá de todos los zorros y al Juancito lu había dejau medio quebrajiau no más. Y viene Dios y le pregunta:

-Y... ¿qué tal malo había sido yo?

-Muy malo había sido mi Diocito.

Recién le había dicho Dios.

Zenón Revainera, 73 años. Atamisqui. Santiago del Estero, 1970.

Lugareño nacido y criado en Atamisqui.



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810. El zorro vende el alma al diablo

SANTIAGO DEL ESTERO

El que vendió el alma al diablo, es el zorro. El zorro, resulta que andaba sin comer, y un día lo encontró al diablo. Y le dice:

-Mirá, si me consigues algo, para comer, cuando quieras vos me llevas. No, no, aunque no muera. Cuando quieras vos me llevas. La cuestión es que ahora me saques del apuro.

-¡Cómo no! -le dice el diablo.

El diablo le encuentra la comida y le trae.

Pero después, el zorro se le escapaba. Después ya no quiso cumplir la promesa.

Y un buen día había un baile de zorros. Y el zorro tenía que ir a ese baile. Y le dicen los compañeros:

-Mirá, ahí anda el diablo buscandoté.

-¡Eh! -le dice-. ¿Y me va llevar?

-Y tiene que llevarte.

-Y qué voy hacer.

-Mirá -le dicen-, lo que vas hacer, es cortarte el pelo. Quedate bien peladito, pila.

Entonce el diablo, que sabía que el zorro iba estar en el baile, llegó y empezó a ver todos los zorros. Y nu hallaba su zorro que le había vendido el alma. Y los miraba a todos y los volvía a mirar, y al fin dice, en lo que estaba:

-Bueno, ya que no encuentro mi zorro, me llevo este pelado. Y era el mismo.

Rafael Bravo, 58 años. Santiago del Estero, 1970.

La narración es general en el Departamento Figueroa. Es adaptación del cuento humano El diablo y el hombre.



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811. El zorro que vendió su alma al diablo

SANTIAGO DEL ESTERO

Juancho, el zorro, andaba de mal en peor. Nada le salía bien. Andaba mal en amores y no conseguía comida. Los perros lo corrían permanentemente cuando se arrimaba a los árboles donde dormían las gallinas y decide pactar con el diablo. Y llegaron al siguiente acuerdo: Que le dé un año de completa felicidad, que le vaya bien en amores, que obtenga riqueza, que gane en las carreras porque era muy afecto a las carreras cuadreras el zorro, y al cabo de ese año le iba entregar su alma al diablo.

De acuerdo al pacto, cumpliendo su parte el diablo, le facilitó todas las cosas al zorro.

El zorro se vio lleno de novias, lleno de aventuras, se hizo de mucho dinero y no había carreras de caballos donde no ganara. Ya casi al finalizar el año, se le vencía el año, se encuentra con el quirquincho y le plantea el caso. Porque el quirquincho le dijo:

-¿Por qué andas tan triste?

-Ya se me vence el plazo. He tratado con el diablo y ya tengo que morir, tengo que entregarle mi alma -dice-. Pero quiero morirme en mi ley. Voy a ir a esa carreras de caballo muy lindas, que hay en tal parte. Por qué no me acompañas.

-¡Cómo no! -le dice el quirquincho.

Se van allá. Y como siempre, ganó una fortuna en las carreras de caballos. Y se puso a beber. De estar se puso triste.

-¿Ya ti ha vuelto la zoncera? -le dice el quirquincho.

-Ya va a venir el diablo, ya está siendo hora.

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-Pero no siás tonto -le dice-. Vení, hombre, si vamos a embromalo al diablo.

-¿Y qué vamos hacer?

-Eso es fácil, hombre. Vení te voy a pelar bien.

Y agarró y lo peló, lo dejó sin un pelo, lo afeitó bien al zorro el quirquincho.

En eso aparece el diablo, y le dice al quirquincho:

-¿No lu ha visto a Juancho, el zorro?

-Sí, ha estado, pero ha ganado mucha plata en las carreras, pero me parece que se ha retirado.

Y el diablo divisaba para todos lados. Las parejas que bailaban.

Los corrillos que 'taban bebiendo. Y no encuentra al zorro, y dice:

-¡A la pucha! ¡Me ha embromau éste! Pero, pa que no haga el viaje de vicio, voy a llevar este pila de aquí.

Y lo levantó al zorro que estaba pelado. De manera que creyendo que era un perro pila, un perro pelado. Y lo llevó no más. Sin querer lo llevó, se cumplió el trato.

Manuel José Victoria, 50 años. Santiago del Estero, 1970.

Oyó este cuento en los Departamentos de Salavina y San Martín.

Éste es un cuento humano adjudicado a animales.



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812. El zorro y la zorra

SAN LUIS

Que era un zorro que andaba de novio con una zorra. Éste le ofertó314 visita a la novia. Y la novia dijo que lo iba a esperar con alguna comida. Entonce ella se fue y buscó, robó por áhi una gallina gorda.

-Voy a esperar a mi novio con esta gallina gorda. ¡Linda la gallina! -decía.

Bueno. Ya salió el zorro de viaje, a visitar la novia. Pero que iba muerto di hambre, que no había podido conseguir nadita para comer. Iba por áhi, por el camino, tristón, con el estómago vacido315. Bueno, por áhi encuentra una gallina muerta, podrida, y media seca ya, que no tenía ya más que el esqueleto y las plumas. Bué... Y que dice el zorro:

-Agora 'toy bien, le voy a hacer crer a mi novia qui hi comíu.

Entonce pasó el hocico bien, bien por las plumas de la gallina muerta y refregó toda la cabeza. Y las plumas viejas se le clavaron por los pelos de la cabeza, y unas plumitas chiquitas por el hocico.

Y claro ya se puso contento. ¡Cómo lu iba a querer la zorra si sabía que era tan pobre y qu'iba hambriento! ¡Qué matrimonio iba a ser ése! Bueno, ya llegó a la casa de la novia. Ya llegó,   —575→   haciendosé el que iba muy satisfecho y bien comido. Ya 'staba la novia contenta esperandoló. Ya lo saludó. Le dio la mano. Y ya le contestó el zorro, la abrazó y la saludó como eran los amores. Ya lo hizo pasar, y se sentaron por áhi los dos. Después le preguntó:

-¿Usté no habrá almorzao seguramente?

El zorro qu'staba con el estómago vacido, le contestó, haciendosé el bien comido:

-¡Cómo no! ¡Sí, almorcé! ¡Estoy llenecito!

-¿Y qué almorzó?

-Puro pollo no más. Puro pollo no más.

Y l'hizo ver las plumas que sin querer se le habían pegau en la cabeza.

-¡Ah!, pero yo lu hi esperao acá con una gallina. ¡Cómo me va a despreciar!

-Bueno, por no despreciarla voy a comer un chiquito, alguna presita.

Y ya se pusieron a comer los dos, y el zorro 'taba tan necesitau que casi se comió solo toda la gallina.

Guillermo Benítez, 73 años. Piedra Blanca. Junín. San Luis, 1951.



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813. El zorro y las vizcachitas

SAN LUIS

Dice que dos vizcachitas pichonas si habían encontrado cada una un pedacito de frazada. Habían andado por la orilla di un camino y áhi habían encontrado estos pedacitos de frazada de lana. Algún arriero los habría tirau por áhi. Dice que era un invierno muy crudo, y claro, los animales del campo sufrían mucho, con el tiempo cruel.

Bueno... Las dos vizcachitas 'taban muy contentas y pensaron que si cosían los dos pedazos iban a tener una linda cubija316 y que podían dormir juntas. En la playa317 de la vizcachera 'taban conversando cómo harían para coser la cubijita y de dónde iban a sacar hilo. El inconveniente era que no tenían hilo.

Bueno... Don Juan, el zorro, iba pasando, y cuando vio que las vizcachitas estaban tan puestas en razón318, conversando, áhi no más se paró a oír qué decían. Ya se enteró de lo que decían y si arrimó. Saludó y les preguntó si les podía servir en algo. Ellas le dijieron lo que querían hacer. Áhi no más el zorro les ofreció proporcionarles un piolincito319 que él tenía, siempre que le dejaran un pedacito de la frazada para taparse él también. Ellas consintieron y el zorro les dio el piolincito, y entonce cosieron   —577→   la frazadita, que quedó muy linda. Claro, como eran muy nuevas las vizcachitas, no tenían noticia de las mañas del zorro y hicieron trato con este pícaro.

Bueno... A la noche se jueron a dormir las vizcachitas muy contentas. Era una noche muy fría, 'taba escarchillando320, y se presentó el zorro. Ya lo convidaron con una esquinita de la cubija, y entonces les dice él muy formalmente:

-No, yo tengo que dormir abajo de mi piolincito. Ése es mi derecho, así ha sido el trato.

Y quiera que no, le tuvieron que dar ese lugar, que era el medio de la frazada. El zorro se puso en el medio, se tapó, y la vizcachitas se quedaron sin nada, no les alcanzaba la cubija.

El zorro pasó muy bien la noche, durmió calientito, y las pobres vizcachitas amanecieron duras de frío, engarrotadas.

Guillermo Benítez, 73 años. Piedra Blanca. Junín. San Luis, 1951.

Piedra Blanca: pueblo serrano.

El narrador, semiculto, es originario de este pueblo serrano de San Luis.



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814. El tarro, el león y la leona

ENTRE RÍOS

El lión se quería separar de la liona. Andaba con otros amores por áhi. No había qué motivos dar pa dejar a la liona, su mujer, pa que la liona no lo persiga. Al fin de tanto pensar, le dice una güelta:

-Mirá, liona, yo me voy a separar de vos porque tenés mal aliento y yo no puedo soportar más tu jedor321. Siempre ando con asco y no puedo comer.

Áhi la liona pegó unos bramidos, furiosa, y dice:

-De ónde sacás eso, yo no tengo mal aliento. Vos andás jodiendo porque andás con picardías. Naides me ha dicho que tengo mal aliento.

Bueno, se asustó un poco el lión, y pensó, y dice:

-Vamos a llamar a otros testigos, a los animales del Montiel322.

El lión pensaba que de miedo a él, todos los animales del monte le iban a dar la razón.

-Sí, sí, que vengan todos los animales del Montiel y me tomen el olor del aliento. Ya vamos a ver tu calunia. Ya te vas a joder por mentir.

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Y comenzaron a llamar los animales del monte, pero ¡qué pucha!, tenían miedo y vinieron unos pocos no más. La llamaron a la liebre, pero la pobre, de miedo, que 'taba temblando, se había quedao muda, no pudo decir nada, no pudo hablar.

Lo llamaron al carpincho323.

Éste pensó que si decía una cosa en contra de la liona quedaba mal, como mentiroso, y dice:

-Yo no tomo ningún olor -y se retiró.

Áhi lo cazó di un zarpazo el lión y lo mató.

Pasó el ñandú324 y como vio lo que le pasó al carpincho, dijo:

-¡Ah!, ¡qué olor, como jiede325 el aliento de la liona!

Y se iba retirando muy contento, cuando la liona le tiró un zarpazo y lo mató.

Entonce le tocó al zorro. Y éste, con la suerte que había visto que corrieron el carpincho y el ñandú, no sabía a quién dar la razón. Pasó ande 'taban los liones, y iba tosiendo, y tosiendo a más no poder. Sacó el pañuelo, se sono como diez veces las narices, estornudó, y con una voz muy ronca, dijo:

-Me he resfriado anoche. Tuve que pasar a pie un estero326. Toy muy mal de mis narices. No puedo oler nada. Aura mismo voy a un médico, me hago unos remedios y mañana temprano vengo para ser testigo de cómo es el aliento de esta señora.

Y áhi lo dejaron al enfermo que se juera. Y al día siguiente lo esperaron. Pero hasta el presente no ha güelto. Y así se salvó el zorro, de vicho327 que es.

Dora Pasarella, 30 años. Villaguay. Entre Ríos, 1960.

La narradora es trabajadora del servicio doméstico.

Aarne-Thompson, Tipo 51 A.



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815. La zorra haragana

ENTRE RÍOS

Dice que vivía por los montes una zorra muy haragana. Dice que no tenía cueva ni cama y no se ocupaba de procurarse lo necesario.

Cuando andaba de día no sentía nada, pero en las noches de invierno se moría de frío. Todas las noches, cuando se ponía a temblar de frío, decía:

-Mañana cavo una cueva y junto paja pa mi cama. Desde mañana ya no voy a sentir frío de má328, y voy a dormir calentita.

Al día siguiente la zorra se ponía al sol y si olvidaba del trabajo. Y decía:

-Que vaye329 a trabajar el que necesite. Yo 'toy muy bien.

Y eso era todo los días.

Una güelta, un mes de julio frío de má, la zorra se quedó muerta, engarrotada, al lao de un mogote330. Como se murió temblando de frío quedó mostrando lo diente. Y dice que pasa un carancho y dice:

-¿Qué hace áhi, doña Juana? ¿Qué se 'stá riendo del trabajo? Con estas noches tan frías si olvidó de hacerse cama, por   —581→   eso se rái331. Vengo a convidala a un beile332. ¿No quere que váyamos333 juntos? Con el frío de anoche los pobres no estaba334 pa risa.

Y así se burlaba el carancho de la zorra floja de má, que se murió de frío por no trabajar.

Dora Nélida Pasarella, 29 años. Villaguay. Entre Ríos, 1959.



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816. El caballo viejo y la zorra

BUENOS AIRES

El cuento del caballo que el dueño lo echó a la calle porque ya estaba muy viejo y no le producía nada.

Es un caballo que trabajó toda la vida, alrededor de treinta años, porque hay caballos que viven hasta esa edá y otros más también. Y bueno, ya cuando no servía para nada, el patrón lo echó afuera del campo y le dijo que no volviera más al campo porque le comía mucha comida, mucho pasto, y que él no lo podía tener, que ya no servía para nada, salvo que viniera únicamente, que estuviera más fuerte que un león.

Entonces, este caballo, apenado, siguió caminando por los caminos y ya buscandosé la vida como podía, pero siempre con una enorme pena, ¿no? Y un día que se encontraba triste, se encuentra con una zorra. Y la zorra le dice:

-¿Qué te pasa, querido amigo? -le dijo al caballo.

Y el caballo le contó su pena. Le dijo:

-Mi dueño me ha echado al camino y porque ya no sirvo para nada, estoy muy viejo y me ha dicho que únicamente regrese si estoy más fuerte que un león.

Entonces la zorra, con toda su inteligencia, pensó algo para hacerle el bien. Y le dijo:

-Bueno, si tú sigues mi consejo, yo te puedo hacer más fuerte que un león.

-¿Y cómo? -le dijo el caballo.

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-Bueno, tú te tirarás al suelo y te harás el muerto. Yo buscaré un león que conozco, en el bosque, y él te va venir para comerte.

Entonces, este, hicieron así. Él se tiró al suelo y la zorra fue a buscar al león. Entonces la zorra le dice al león:

-Mira, hay un caballo muerto en medio del camino. Sería conveniente, si tienes hambre, que lo vayas a comer.

Entonces el león, que tenia hambre, vino rápidamente, gustoso, ¿no? Y cuando se disponía a morderlo ya, dice la zorra:

-Un momento, me parecería más conveniente que te lo llevaras hasta tu guarida.

-¿Y de qué manera? -dice el león.

-Bueno, ponte la cola junto a la cola del caballo, que yo los voy atar fuertemente y así lo llevás a la rastra.

Dicho y hecho, el león se puso al lado del caballo y cuando ya estaban amarrados, le pegó un golpe al caballo en las costillas y le dijo:

-Bueno, dispara siempre y corre sin parar hasta la casa de tu dueño.

El caballo se levantó, y enfurecidamente, corría disparando a gran velocidá para que se golpiara el león. Y el león no podía hacer pie. Iba dando tumbos en la tierra. No podía hacer pie así que de ninguna manera éste pudo incorporarse. Y de esa manera, el caballo entró disparando a la casa de su dueño y le dijo:

-Aquí me tiene, más fuerte que un león.

Claro, el león, con tantos golpes estaba desvanecido, ¿no? Y de esa manera, entonces, le dijo el dueño:

-Ahora sí que veo que eres más fuerte que un león. Quédate en mi campo para toda la vida.

Ronaldo Elleceer Urruti, 35 años. Cañuelas. Buenos Aires, 1969.

Joven hacendado con gran vocación de narrador.

Aarne-Thompson, Tipo 78.



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817. La cola de los zorros

NEUQUÉN

Cuando Dios creyó oportuno, mandó a San Pedro, como hombre de confianza, quien hacía las veces de capataz y los angelitos del cielo quienes hacían de peones, que vinieran a la tierra. Los mandó que reunieran a todos los seres que habitaban en la tierra, porque hasta ese momento todos eran irracionales, no tenían razón de lo que hacían, eran inocentes, y cuando estuvieran reunidos los dejaran a los angelitos cuidandolós, y él fuera al cielo a avisarle a Tata Dios, y entonces Él vendría. Así fue. Anduvo San Pedro, con los angelitos, como seis meses hasta que por fin en un punto determinado reunió a todos estos seres que habitaban la tierra, serpientes, víboras de todas clases y de todos los tamaños, como así leones, tigres, panteras, zorros, en fin, todos los animales como vacas, ovejas, cabras, yeguarizos, asnos, mulares, etc., y también los seres humanos que se encontraban existiendo en la tierra después que Adán y Eva comieron la manzana.

Una vez que San Pedro, cumpliendo las órdenes de Tata Dios, hubo reunido a todos los habitantes de la tierra, ensilló un azulejo y le pegó p'al cielo a avisarle a Tata Dios. Los angelitos no dejaban desparramar el gran rodeo que habían reunido, el que abarcaba setenta leguas de largo por cincuenta de ancho. Al rato no más Tata Dios montado en un moro, lindo y ligero el pingo335, aunque no era menos el azulejo de San Pedro. Bueno, la cuestión fue que Tata Dios se metió en medio del rodeo y les   —585→   echó un discurso, y les dio a cada animal un don especial para que pudieran vivir y prestar utilidad. Ese don lo tenían que conservar todos los animales de su familia para siempre. Tata Dios le dijo a San Pedro:

-Yo voy a dar una vuelta y voy a esperar un rato por si hubiera quedado algún animal sin recibir su don.

Pero Tata Dios, al rato, viendo que no se presentaba ningún animal a pedir su don y tenía mucho que hacer, le pegó pal cielo. Más tarde se le presentó a San Pedro un animal que por zonzo y rezagado se había quedado sin recibir su don. Entonce San Pedro aprontó su azulejo y le pegó pal cielo para pedirle por el zorro. Así fue que cuando Tata Dios iba entrando al cielo San Pedro se le puso a la par y le dijo lo que sucedía. Tata Dios viendo que no había quedado ningún don para el zorro, le dijo a San Pedro:

-Vuelvasé a la tierra y digalés a todos los animales que han recibido su don que le den un poquito cada uno del don que han recibido a ese animalito que no estaba presente cuando yo les entregué el don a todos, porque yo ya no vuelvo a la tierra.

El animal que había quedado sin recibir el don era el zorro. ¿Sabe por qué el zorro no había entrado al rodeo? Porque el zorro era completamente rabón, y es claro, le daba vergüenza que lo vieran así, porque andaba mostrando todo lo que Dios le había dado.

Cuando volvió San Pedro a la tierra comunicó la orden a los animales. Cada uno de los que habían recibido el don le dio un poquito al zorro. Como eran muchos, el zorro recibió muchas buenas condiciones, y de zonzo que era, se hizo muy vivo y astuto. Lo único que nadie le dio cola y seguía siendo rabón.

Una vez el zorro fue invitado a la fiesta que daba una familia de zorros para festejar el cumpleaños de la hija, una zorrita joven llamada Juanita. A pesar de ser rabón el zorro concurrió a la fiesta. Como todos eran iguales a él nadie podía fijarse en los demás. La fiesta estuvo muy linda y el zorro se enamoró de la dueña del cumpleaños. Desde entonces salían todos juntos los de la familia zorruna a todas partes.

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Un día una familia yeguariza invitó muy especialmente al zorro para que concurriera con su novia, doña Juanita, como así con los padres y hermanos de ésta.

El zorro, al recibir la invitación se puso a meditar cómo podía presentarse a la fiesta, tapandosé, él y su novia. Como ya era muy inteligente pensó en que podía pedir prestadas unas colas a otros animales. Las perdices martinetas tenían entonces colas muy grandes como los pavos reales. El zorro pensó en pedir colas a esta familia y se presentó a la casa de un matrimonio de martinetas. Cuando llegó el zorro, las martinetas no sabían qué hacer, si disparar o hacerse las que no tenían miedo. Lo cierto es que tenían mucho miedo porque el zorro prefiere a las perdices para su alimento y las persigue para cazarlas. El zorro notó el miedo que le tenían y se aprovechó para hacer su pedido. Dio los buenos días y le dijo al marido:

-Señor martineto: vengo, amigo, a su casa a pedirle un favor. Sé que en la Argentina no se niega un favor a nadie.

El martineto le contestó:

-Vaya diciendo el favor que necesita, pues, en mi rancho lo que sobra es voluntá.

-Muy bien -dijo el zorro-, tengo que ir a una fiesta donde estoy invitado especialmente con mi novia, y como usted sabe somos rabones y se nos ve todo. Por eso necesito que me preste la cola suya y la de su señora para taparnos la parte trasera y evitar que la gente se ría de nosotros. La fiesta va a ser mañana a la noche y le juro que pasado mañana a la tarde se las devuelvo. No me tenga desconfianza que soy muy cumplidor.

-Bien -dijo el martineto-, si es así no hay ningún inconveniente.

El martineto le arrancó la cola a la señora y la señora se la arrancó a él. Les costó, claro, mucho dolor. Y entonce le dijo al zorro:

-Aquí tiene las colas, don Juan, pero a cumplir su palabra, mire que ni usted ni yo somos chiquitos.

-Pierda cuidado -dijo el zorro-, yo cuando doy mi palabra la cumplo. Sólo faltaría muriendomé.

Se fue el zorro con las colas de las martinetas a la casa de la novia que estaba preparandosé. Se sacaron algunos pelos de   —587→   la parte trasera y se pusieron las colas de las martinetas. Las colas les quedaban muy bien y se fueron a la fiesta. La fiesta duró más de lo que el zorro había pensado. Con ese motivo se pasaron ocho días y el zorro no devolvía las colas al matrimonio martineto que había quedado rabón. Al noveno día se apareció el zorro un momento. El martineto le había dicho a la esposa, la martineta:

-Mirá, si hoy no viene don Juan a devolvernos las colas, mañana voy a buscarlo y adonde lo encuentre lo peleo y se las quitaré.

Estaba limpiando un trabuco viejo el martineto cuando se presentó el zorro:

-Buenas tardes -dijo el zorro.

El martineto apenas le contestó.

Cuando vio el zorro el enojo del martineto le esplicó cómo había sido la fiesta y por qué se había demorado en devolver las colas. Y le dijo:

-Señor martineto, como lo considero mi mejor amigo, vengo a rogarle me preste o me alquile las colas por ocho días más porque me voy a casar a Buenos Aires, y es claro, nos sacaremos una fotografía. Cuando regresemos yo y mi esposa los ayudaremos en todo lo que podamos.

Entonce los martinetos les volvieron a prestar las colas a los zorros.

Se fue el zorro con la zorrita a casarse a Buenos Aires y en vez de volver como se esperaba les ocurrió algo que no pensaban. Como no tenían documentos de identidad fueron deportados a Montevideo. Allí vivieron en el campo y tuvieron muchos hijos. Los hijos de los zorros nacieron todos con colas muy grandes, mientras que los martinetos se quedaron sin colas y tuvieron sus hijos rabones. Las dos familias cambiaron para siempre: la de los zorros tuvo hermosas colas y la de las perdices quedó sin colas.

Enrique Ignacio Nordenston, 67 años. Neuquén, 1948.

Hacendado de la región. Es persona de cierta cultura. Ha oído este cuento a arrieros criollos de la región.

Aarne-Thompson, Tipo 235.



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818. El zorro piojoso

RÍO NEGRO

Dice que el zorro iba, y dice que le picaba mucho el cuerpo. Y dice que encuentra un compañero, un amigo, y le dice:

-No sé, che, lo que me pasa. Me pica todo el cuerpo.

Y dice que se movía para todos lados.

-Y qué, tendrá piojos -dice que le dice el otro.

-¿Y cómo se cura eso?

-No hacés más que meterte a la laguna, y te vas despacito. Te mojás los pies primero y los piojos se van a ir subiendo, se van a ir subiendo pa arriba. Hasta que al último cuando ya veas que se amontonan en la nariz todos, entonces vos te zambullís de golpe -dice- y los piojos se van a quedar arriba y vos salís para abajo.

Y lo hizo; se le fueron los piojos para arriba; él se zambulló, pero se ahugó el pobre, junto con los piojos.

Apolinario Pailemán, 78 años. Conesa. Río Negro, 1971.

El narrador ha nacido en la región, en donde ha vivido toda su vida.

Aarne-Thompson, Tipo 63.



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819. El baile del zorro

¡Cómo pa música!


MISIONES

El zorro formó un baile. Envitó a todo lo bicho del monte. Y estaban de baile. Todo divertido. Tocaba la guitarra, cantaba, bailaba. Era con la mala intención de comé lo animalito que se descuidaban o eran lerdo para dispará cuando él le hacía un agarrón.

En ese momento llega el perro. Y avisan al zorro que viene uno que quiere entrá al baile.

El zorro ve que era el perro que quería entrá. El perro, que é el enemigo de él y de todo lo animale dañino. Entonce contesta el zorro que para el perro é prohibido entrá.

Y bueno, el perro atropelló y entró no má al baile. Y bueno, todo lo invitado de la fiesta del zorro disparó uno por un lado otro por otro. Y el perro lo empezó a perseguí al zorro, al dueño del baile.

Y bueno, en la disparada, el guitarrero había perdido la guitarra, el que tocaba y cantaba. Y bueno, el zorro en la disparada pasó por encima de la guitarra. Y sonó la guitarra, y el zorro enojado de má dice:

-¡Puta, carajo, como pa música estoy yo!

Y bueno, el perro ya lo agarraba al zorro y le dio rabia con la música de la guitarra. Y así se dice el refrán cuando uno está en apuro, ¡cómo pa música estoy yo!

Paulino Silvano Olivera, 59 años. Eldorado. Misiones, 1961.

Nativo del lugar. Pertenece a las pocas familias criollas de esta colonia de extranjeros.



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820. Como pa música

ENTRE RÍOS

Dice que los animales estaban en una fiesta. Bailaban, cantaban con la guitarra y tomaban mucho vino. El zorro 'taba borracho y empezó a peliarse con todos. Entonce llamaron la policía. Y llegó la policía, que eran unos galgos malos y ligeros de más. Y entonce todas dispararon, unos para un lado y otros para otro lado. Y los guitarreros perdieron una guitarra. Y los galgos lo sacaron corriendo al zorro. Y el zorro iba muy mal, ya lo alcanzaban. Y en lo que corría pasó por encima de la guitarra y la hizo sonar. Y en el apuro dijo:

¡La pucha, como pa música 'toy yo!...

Y ha quedado el refrán cuando uno 'tá muy jodido: ¡Como pa música 'toy yo!

Vicente Mentasti, 80 años. Paraná (Barrio de la Costa). Entre Ríos, 1970.



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ArribaAbajoNota

De los varios cuentos del zorro aquí reunidos, algunos han sido especialmente clasificados; al pie del texto correspondiente figura el tipo dado en el catálogo de Aarne-Thompson. Entre los motivos de estos cuentos figuran los más comunes, en los cuales el zorro domina a otros animales con sus trampas y picardías, pero también los que lo han burlado con justicia en casos inesperados. Responden al tono dominante en la narrativa popular animalística.





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