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Descripción de las misiones, al cargo del Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles de la Villa de Tarija

Fray Antonio Tamajuncosa



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ArribaAbajoProemio a la descripción de las misiones de Tarija

Uno de los timbres más gloriosos del cristianismo es el celo que han desplegado los misioneros en la predicación del evangelio, su valor, su abnegación, su constancia, dan a sus trabajos apostólicos un carácter de heroísmo, que solo puede rehusarles el que los juzga con prevención, o los desconoce por ignorancia.

Cuando los signos de la redención se levantaban en medio de los cadalsos, y los misterios de la fe eran celebrados entre millares de víctimas, unos pocos solitarios, sin más armas que las de la persuasión, recorrían los parajes más retirados del globo, para retraer de la vida salvaje a los más indómitos moradores del desierto ningún obstáculo los detenía, ningún peligro los arredraba, y su sangre regó más de una vez los campos que eran fecundizados con sus sudores.

La historia no le reprocha ningún crimen, y recuerda muchas de sus virtudes. No fueron ellos los que asolaron al Perú y al Méjico, ni tampoco los que presenciaron el suplicio de Quauhtemotzin y Atahuallpa: los Olmedo y los Valverde no eran misioneros. Quien quiera saber cual fue su conducta en aquel desgraciado periodo, tienda la vista al Paraguay, al Orinoco, a California, donde eran tratados con humanidad los indígenas, cuando un Rey Católico asistía   —II→   al auto de fe que se celebraba en Valladolid para solemnizar sus triunfos.

A los esfuerzos de los misioneros es debida la cesación de las atrocidades que enlutaron el Nuevo Mundo, y cierta protección que las leyes coloniales empezaron al dispensar a los indígenas: y si no quedaron más garantidos sus derechos, no fue por falta de celo en los catequistas, sino porque era prepotente la acción de los magistrados. Hasta llegó el caso de desconocerlos para librarse de sus vejámenes. La independencia en que se constituyó esta parte del clero de las autoridades civiles, influyó siniestramente en el porvenir de las misiones, que entregadas a sus doctrineros, tomaron el carácter y los hábitos de comunidades religiosas.

Esa vida monástica, esas prácticas ascéticas, y más que todo, la falta de propiedad, y el ningún contacto con los demás pueblos, enervaron el vigor de los indios, y los sumieron en una profunda apatía. En este letargo vegetaron largos años, mientras duró el influjo de sus directores; y aun después de expulsados, no pudieron levantarse de su abatimiento. ¡Tan grande es la fuerza de las costumbres en una naturaleza salvaje!

Con todo, la cooperación de los misioneros fue bienhechora, y la ineficacia de los arbitrios que se emplearon después para reemplazarlos, descubrieron prácticamente el vacío que dejaron en la administración de las colonias. Su poder era inmenso, y se aplicaron a organizar cuando todo respiraba devastación y muerte. Esta actitud pacífica de los propagadores de la fe allanó el camino a muchas e importantes conquistas: tal fue la de los Chiriguanos, que habían resistido a los ejércitos de los incas, y al poder de los españoles.

Los primeros, bajo los auspicios de su emperador Yupangui, y los segundos, a las órdenes del virrey don Francisco de Toledo, cedieron el campo a un puñado de bárbaros, atrincherados en los bosques, y defendidos por las asperezas de su territorio. Esta resistencia hizo formar tal concepto del valor de estos pueblos, que pasaron muchos años antes que se pensase en sojuzgarlos.

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En 1633 la Audiencia de Charcas instó al padre Díaz Taño, cuya larga morada en las misiones del Guayra le había familiarizado con el idioma guaraní de que usan los Chiriguanos, para que intentara convertirlos: y al pesar que no le faltaba resolución y recursos, tuvo que desistir de la empresa por la ninguna disposición que manifestaron los caciques a desprenderse de la autoridad que ejercían sobre sus tribus. Pero en 1690, las disensiones que estallaron entre los indios del río Parapití y del Pilcomayo, indujeron estos últimos a solicitar el apoyo de los misioneros de Tarija.

Solos e indefensos, los padres Arce y Zea se arrojaron con un valor extraordinario entre los contendientes; y un incidente, del que se aprovecharon hábilmente, les facilitó su tarea, y aseguró su triunfo. Uno de los principales caciques del Guapay había provocado el rigor del gobernador de Santa Cruz de la Sierra, y ya se había perdido la esperanza de salvarle, cuando los Misioneros, cediendo a los ruegos y las lágrimas de la hermana del cacique, se comprometieron a recabar su indulto.

El tiempo era corto, el peligro inminente, y sólo el influjo de que gozaban entonces los Padres jesuitas, podía arrancar esta víctima de las manos de la justicia. Los padres Arce y Zea valoraron toda la importancia de este servicio, y sin dejarse acobardar por las dificultades del camino, se resolvieron a tratar personalmente con el Gobernador de la Provincia. No les fue difícil conseguir lo que habían solicitado, y devolvieron el cacique a su familia y su tribu, que fueron el núcleo de la primera reducción que fundaron bajo el título de Presentación de Nuestra Señora.

Sus principios fueron prósperos: pero el carácter inconstante de los indios, y las intrigas de los encomenderos, siempre adversos a esta clase de establecimientos, trabaron sus progresos; a los que se oponía también el aislamiento en que se hallaba esta doctrina, del punto céntrico, y director de Tarija. El padre Arce se ocupaba en reparar esta falta, fundando otra reducción en el valle de Tariquea, cuando un levantamiento general de los naturales volvió las cosas a su estado anterior.

  —IV→  

Así quedaron hasta el gobierno del Marqués de Castelfuerte, virrey del Perú, que se empeñó en restablecer las misiones de los Chiriguanos. Las dos tentativas que se hicieron en 1731 y 1734 tuvieron un mal éxito: la primera, por una insurrección de estos pueblos, y la otra por un temblor, que fue atribuido a venganza de sus dioses, por la introducción del cristianismo. La única reducción que quedó en pie fue la del Rosario, en el valle de Salinas, la que mantuvo a los misioneros en relación con sus neófitos, y les habilitó para volver a levantar sus establecimientos. Todos ellos fueron obra de los Padres franciscanos, a cuyo cargo quedó el Colegio de Tarija después de la expulsión de los Jesuitas.

Su mayor recomendación es haber adoptado el sistema de sus antecesores, que, a pesar de sus defectos, nos parece el más adecuado a las circunstancias de una sociedad que apenas emerge de la barbarie: ni creemos que una organización civil, por más perfecta que se le suponga, llevaría ventaja al régimen de las misiones. ¿Cuál es el país, sin excluir los más civilizados, que pueda presentar en un corto vecindario de 1648 almas, como la de Abapó, dos escuelas, frecuentadas por 400 niños una escuela de canto, como en la Florida, donde la población no alcanzaba a 500 habitantes?

El informe que publicamos ahora por primera vez, fue elevado al expirar del siglo pasado al gobernador intendente de Potosí, de quien dependían políticamente las Misiones de Tarija; ignoramos la suerte que les haya cabido después de aquel tiempo. Pero si, como es probable, han participado de las desgracias comunes a los demás pueblos del Alto Perú, debe deplorarse un mal que no será tan fácil reparar, aun cuando prosperen las provincias limítrofes.

Entretanto estas poblaciones ocupan un lugar importante en la topografía del Nuevo Mundo. Colocadas entre los 18º y 20º de latitud austral, a las faldas de una de las ramas más elevadas de la gran cordillera de los Andes, tienen las llaves de tres grandes ríos, el Guapay, el Parapití y el Pilcomayo, que son los que deben dar circulación y salida a los productos estancados en las provincias interiores del Perú y Brasil.

  —V→  

La posibilidad de navegar el Pilcomayo ha sido demostrada por el padre Patiño, que en 1721 lo exploró con tres botes hasta las rancherías de los Tobas, en las inmediaciones de los Chiriguanos: y los portugueses de Matogroso trafican desde muchos años há con la provincia de Santa Cruz de la Sierra por los ríos Itenes, Mamoré y Guapay, llegando hasta Payllas, que es el puerto de Santa Cruz, y pudiendo elevarse hasta en frente de Abapó, para acercarse más a la frontera de los Charcas. En estos viajes suelen emplear 32 días a la ida, y 38 a la vuelta; a saber:

IDA
De Matogroso a la junta del Itenes con el Mamoré12
Hasta Loreto12
Hasta Paylla8
_____
32

VUELTA
De Paylla a Loreto5
Hasta la junta del Mamoré con el Itenes8
Hasta la Estacada5
Hasta Matogroso 20
_____
38

Causa ciertamente sorpresa que en estos desiertos, donde el carácter de los hombres está en armonía con el de la naturaleza, los esfuerzos de unos pocos misioneros hayan logrado amansar y reunir en pueblos a cerca de 17.000 individuos. La taciturnidad del gobierno español en los asuntos relativos a la administración de las colonias, había defraudado al público de este conocimiento: y los que se ocupan del estudio de la geografía no leerán sin interés el informe del padre Tamajuncosa1, en que se refieren con una recomendable sencillez estos ensayos de colonización, practicados por una religión mendicante en una provincia ignorada.

Buenos Aires, 30 de agosto de 1837.

Pedro de Angelis





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ArribaAbajo Misiones de Tarija

Excelentísimo señor:

El Comisario Prefecto de las Misiones del cargo del colegio de Propaganda Fide de Nuestra Señora de los Ángeles de la villa de Tarija, considerando las grandes utilidades que pueden resultar a la propagación de nuestra religión cristiana, y mayores adelantamientos de la monarquía, de la cabal y verdadera inteligencia del número, estado y progresos de dichas Misiones; y del modo, forma y esfuerzo, con que sus Misioneros las han erigido, administrado y gobernado hasta ahora; presenta a Vuestra Excelencia este informe general de todas ellas, valiéndose de las más exactas noticias que ha adquirido con la más viva aplicación en las tres visitas generales que tiene efectuadas hasta el día, y en los cinco continuos años que las ha dirigido y gobernado: y para la mayor claridad lo divide en dos partes. En la primera se hará una descripción de todos aquellos pueblos reducidos, con noticia de otros muchos inmediatos, que están por reducir; número de sus habitantes, traje, uso y costumbres, y los frutos que dan y pueden dar sus terrenos. En la segunda se tratará del gobierno espiritual, temporal, político y económico que se ha guardado y guarda en la administración, educación y conservación de aquellos naturales.


ArribaAbajoParte primera


Noticia general de todas las Misiones

Todas las Misiones del cargo del Colegio de Tarija están entre los 18º y 40’, y 23º y 15’ de latitud; y los 314º 45’, y 316º, y 9’ de longitud   —4→   Catorce están desde el río de Parapití hacia el N, a la banda de la cordillera que divide el Perú del Chaco; cuatro en la cordillera de Sauces; dos en la frontera de Tarija; y una en la llanura de Centa, cerca de la ciudad del Nuevo-Orán. Esta es de Mataguayos y Vejoses, y las demás, excepto dos que son de Chanesea, son de indios Chiriomanos. Las primeras lindan por la parte del N con la ciudad de Santa Cruz de la Sierra; por el S con los bárbaros infieles de los valles de Ingré, Abatiré y Guacaja; por el E con los bárbaros infieles de Izozog, provincia de Chiquitos, y tierras incógnitas; y por el O con los partidos de la Laguna y Valle-grande. Generalmente el clima es ardiente, la tierra fértil, el país montuoso y abundante de tigres, dantas, jabalíes, leones y otras fieras; y los naturales, robustos, fuertes y bien formados: pero haraganes, indómitos e inconstantes, amigos de su libertad, enemigos de la sujeción, engreídos de sí mismos, propensos a la embriaguez, al juego y al ocio: son alegres, nada adustos, corteses, vivos de entendimiento; pero falaces, embusteros, astutos y muy desconfiados, particularmente para con el español, a quien profesan una innata adversión, o continuada antipatía. Son en extremo supersticiosos, y dan mucho más crédito a los que veneran por sus brujos, que a todo lo que les dicen y predican los Padres conversores: en una palabra ellos más quisieran vivir en la brutal libertad del gentilismo, que en la política y provechosa sujeción del cristianismo. Esto es generalmente lo que se puede decir de todos ellos: pero pasando a tratar de cada pueblo en particular, se hallará alguna diferencia entre ellos; y para evitar la confusión que podría ocasionar el hacer relación de ellos según su antigüedad, se hará de ellos mención según el orden con que se siguieren, desde el Piray hasta Centa. Y comenzando por las catorce que están al otro lado del río de Pirapití, hacia el N, y a la parte oriental de la Cordillera que divide el Perú del Chaco, se dará principio por la misión o Pueblo del Piray.




Piray

La misión más retirada del colegio de Tarija, y la más cercana de la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, es la del Piray. Esta fue empezada por los Padres de la Compañía de Jesús muchos años hace, y hubieron de desampararla enteramente, huyendo a Santa Cruz por temor de la muerte que les fraguaban sus indios rebeldes, los cuales quemaron la capilla, cuyo titular era Santa Rosa,   —5→   y arrojaron su imagen y las campanas en una laguna inmediata, donde se hallaba el pueblo. El motivo de esta rebelión no debe atribuirse a otra cosa que a su inconstancia, o a los infundados temores que tuvieron de que los españoles los querían hacer sus esclavos: por cuya razón, manteniéndose en su barbarie, hicieron varias incursiones y correrías a los vecinos de Santa Cruz, quienes los persiguieron largo tiempo; después del cual fueron los mismos indios ya humillados a aquella ciudad, y pidieron con repetidas instancias al Reverendo Obispo, el ilustrísimo doctor don Francisco de Herboso, un sacerdote que los doctrinase, y este les envió un presbítero secular, llamado don Lorenzo Ortiz, el cual entró y fundó de nuevo la reducción en 10 de mayo de 1763, en el sitio en que ahora se halla, con la invocación de Nuestra Señora de la Asumpción del Piray: para cuyo efecto lo proveyó de lo necesario a su subsistencia, le auxilió con algunos regalos para los indios, e hizo conducir allí 150 cabezas de ganado caballar, 1.000 reses y porción de sal. Trabajó aquel sacerdote lo que pudo en fabricar una pequeña capilla, formar el pueblo, y congregar a los que vivían dispersos: hasta que, habiendo fallecido el año de 1772, por providencia del señor presidente de Charcas, solicitada por el mismo Ilustrísimo Prelado, fue entregada a los Padres Misioneros del colegio de Nuestra Señora de los Ángeles de Tarija, en cuyo nombre, y con su autoridad y comisión, la recibió el reverendo padre fray Manuel Gil, Predicador Apostólico de dicho Colegio, y ex-comisario de Misiones, que entró a poseerla el día 17 de diciembre de 1772, en que los comisionados, don José Vicente Lobo presbítero, y don Gregorio Ortiz, le entregaron a más de la capilla suficientemente operada, casa y pueblo formado, 37 bueyes, 142 cabezas de ganado vacuno de todas edades, 29 caballos, tres yeguas, ocho cabras y cuatro ovejas, un cañaveral de ocho almudes, de cien varas en cuadro cada uno, y un trapiche con todo el adherente.

Esta reducción está fundada en los 18º 44’ de latitud, y en los 315º 57’ de longitud, en una pampa hermosa y montuosa, en distancia de 30 leguas de la ciudad de Santa Cruz: su clima es ardiente y los vientos bastante nocivos, por cuyo motivo hay muchas enfermedades. Tiene a un lado un río de bastante agua, y unos hermosos bañados cubiertos de grama. El pueblo fue casualmente incendiado el año de 1776, y fue preciso hacerlo de nuevo, y levantar otra iglesia más capaz: todo se ejecutó, y quedó un pueblo bien formado, con una plaza espaciosa, grande y cuadrada; las calles rectas, aunque algo angostas; las casas, o ranchos de los indios, de palizada y barro, cubiertas de paja, y algo angostas, para suplir con el calor del fuego la poca ropa que tienen. La iglesia es muy capaz, bien aseada, y suficientemente   —6→   proveída de ornamentos y vasos sagrados; y al un lado de ella está la casa habitación de los Padres conversores, trabajada con solidez, cubierta de teja, (como también la iglesia). Tiene una buena sala, que sirve de recibidor, con dos cuartos, o aposentos, para los dos Padres, y en lo interior un patio muy capaz, con herrería y varias oficinas; y en lo exterior un corredor que sigue, y toma todo un paño de la plaza. Tiene sus escuelas para los niños y niñas; una ramada y cuarto para los forasteros, y, una música de indios medianamente hábiles en el violín, arpa y violón.

El número de almas de que se compone, según el padrón que se sacó este año, asciende a 1.630, de los cuales solos tres son catecúmenos, y los demás neófitos. Todos ellos son de nación Chiriguanos, los cuales vivían antes dispersos en aquellas inmediaciones, y costó mucho trabajo reducirlos a vivir en un pueblo. Su estatura es más que regular, su color trigueño, algo pálido, de buena presencia, fuertes y robustos: pero flojos y naturalmente propensos a la ociosidad, como que, hasta que casados, y tengan hijos, no pueden reducirse a que hagan y siembren su chacra, viviendo del trabajo de sus padres, a quienes ayudan algún poco. Su vestido, en los hombres comúnmente, es andar con camisa y calzones: algunos usan el traje entero de español, y otros se contentan con una camiseta ancha y sin mangas, que les llega más abajo de las rodillas: y las mujeres usan de un saco ancho de algodón, que les cubre hasta los pies, al que llaman tipoy. Así las mujeres como los hombres padecen generalmente del coto, que les sale a la garganta, les fatiga mucho, y algunos llegan a ahogarlos. No se sabe cuál será la causa de esto, porque si se quisiera atribuir al agua que beben de unos pozos que hay en los bañados, los que sólo beben de la del río se verían libres de esta imperfección, pero sucede muy al contrario, pues los que la beben del río tienen el coto más abultado.

No usan otra arma que la flecha, en la que son muy diestros son sumamente inclinados a la bebida de la chicha, que regularmente hacen de maíz, y casi en ella invierten toda la cosecha: de que resultan muchas embriagueces, que causan grandes desórdenes, y dan mucho que sentir a los Padres conversores: quienes, después de haberse valido de todos los medios imaginables, no han sido capaces de desterrarlos. Por este vicio, que los entorpece y abruta, apenas se halla quien pueda mandar el pueblo, pues que, por la bebida todo se abandona absolutamente.

El terreno es muy fértil, y no cayendo heladas, produce con abundancia maíz, camote, arroz, tabaco, algodón, caña dulce, y varias   —7→   legumbres: pero las heladas, secas y otras muchas plagas, que son frecuentes, frustran muchos años estas cosechas. Todos tienen sus chacras, y por cuenta de la misión hay una muy grande de maíz, destinada al alimento de los ancianos, huérfanos y trabajadores, para socorrerles de semilla, y remediar otras necesidades. Tiene igualmente la misión algunos cañaverales, de los cuales sacan miel, aguardiente y azúcar, la que tiene muy poca estimación por ser inferior a la de Santa Cruz.

Tiene asimismo la misión dos estancias de ganado vacuno, en las cuales se cuentan en el día 1.009 cabezas de hierro, 71 de ganado caballar, 13 de mular, y 200 de ovejuno y cabrío. Algunos indios tienen también sus estancias particulares, pero son muy pocos, y los más no tienen mucha inclinación a poseer grandes bienes, contentándose con lo muy preciso para dar lugar a su innata ociosidad.




Florida

A dos leguas cortas del Piray hacia el E, en los 18º 42’ de latitud, y en los 316º de longitud, está situada la Misión de Nuestra Señora del Pilar de la Florida, en una llanura agradable, llamada Caugua; tiene no muy lejos un río, y buenos bañados. Se dio principio a esta misión en 12 de noviembre de 1781, sin más auxilios que el estipendio de 160 pesos, que con cargo de 80 misas, dio el ilustrísimo señor doctor don Francisco Ramón de Herboso, arzobispo de la Plata, y la limosna libre de 200 pesos que dio el señor canónigo don Manuel García, y se concluyó en 24 de noviembre de 1782, en que se celebró la primera misa, y se perfeccionó con 1.000 pesos que se libraron del ramo de temporalidades, los 500 con el cargo de 250 misas.

Esta misión se pobló de los indios bárbaros, de nación Chiriguanos, que vinieron de los pueblos de Mazabí, Igmirí y Tacurú, sitos en la otra banda del Río Grande o Guapay, hacia el S., y se refugiaron en las Misiones de Piray, Cabeza y Abapó, con cuyos indios estaban unidos con el parentesco, ya de consanguinidad, ya de afinidad; huyendo de sus países con el motivo de la hambre y guerra que padecieron el año de 1779, lo que reconocieron como un castigo de Dios, por no haberse querido hacer cristianos. En aquella sazón el cabo del piquete, que se hallaba en Abapó, pretendió llevarse   —8→   a estos indios a Santa Cruz, con el pretexto de formarles un pueblo en sus inmediaciones, en lugar cómodo; y efectivamente se llevó hasta seis leguas de aquella ciudad los 93 primeros indios que habían salido, haciendo fuerte violencia a la resistencia que ellos hacían a esta involuntaria traslación. Pero el señor Presidente, regente de la real Audiencia de la Plata, don Gerónimo Manuel de Ruedas, en 11 de enero de 1731 expidió providencia, en que mandó se escribiese carta al señor gobernador de la provincia de Santa Cruz, a fin de que librase las correspondientes órdenes para que no se impidiese la libre elección de dichos indios Chiriguanos, forzados a la incorporación de las Misiones reducidas, y lo dejase todo a la prudente y caritativa disposición de aquellos Padres misioneros. Con este motivo regresaron aquellos indios, y se incorporaron a la Misión de Piray, y los que fueron viniendo, se repartieron entre Cabeza y Abapó, donde estuvieron un año entero, siendo el número de almas hasta quinientas.

Pero, temiendo los Padres conversores, que entre estos indios y los de dichas misiones se levantase algún ruidoso alboroto, por la memoria que se suscitaba de la guerra que estos les hicieron el año de 1779 hicieron recurso al mencionado Presidente, regente de Charcas, y obtuvieron licencia para fundarles un pueblo a parte en el sobredicho lugar de Caugua: como realmente se efectuó, corriendo con este inmenso trabajo el religioso fray Francisco del Pilar, alumno del colegio de Tarija. Pero, como la mutabilidad e inconstancia de esta nación les son tan naturales como el color, sabiendo después que este religioso iba a fundar misiones en Mazabí, Igmirí y Tacurú, repentinamente, y sin poderlos contener, se fueron a aquellos sus pueblos: lo que ejecutaron por sola su voluntad el día 24 de julio de 1788, después de haber residido siete años en la Misión de la Florida. Quedó esta enteramente despoblada, y para que no se perdiera lo que en ella se había trabajado, obteniendo el beneplácito y licencia de la real Audiencia de la Plata, fueron a ella algunas familias de Piray, cuyo vecindario era ya muy copioso; y estos indios, con otros que se fueron agregando en el mes de noviembre del mismo año de 1783, son los que hoy día forma aquel pueblo.

Este, aunque pequeño, está bien formado, con mucho desahogo su iglesia o capilla, a proporción del pueblo, muy aseada, y provista de ornamentos y vasos sagrados: a su lado está la casa habitación de los Padres conversores, bastante capaz, de patio grande, cuartos y oficinas necesarias; y por ser el terreno húmedo, hay la proporción de tener en ella (como la hay) una huerta para toda especie de ver duras.   —9→   El temperamento no es tan mal sano como el Piray, pero, crían todos igualmente cotos que los desfiguran bastante. Su robustez, color, traje y costumbres, son las mismas que las de aquella misión.

Según el último padrón que se formó este año, tiene 493 almas, todas las cuales renacieron en el santo bautismo. Son igualmente flojos para el trabajo y propensos a la embriaguez. Tienen sus chacras, y recogen los mismos frutos que en Piray. A cuenta de la misión hay un buen cañaveral, de que se sacan algunas cargas de azúcar, la que regularmente es mejor que la del Piray: tiene asimismo chacras de maíz, algodón y frijoles, para el socorro del pueblo, y para su subsistencia tiene dos estancias de ganado, en las cuales hay 1.105 cabezas de ganado vacuno, 48 de caballar, 2 de mular y 40 de ovejuno y cabrío. Algunos particulares tienen también algunas vacas y animales, pero pocos. Las escuelas van con formalidad, los niños aprenden suficientemente la música, aunque para el canto los estorba el coto.




Cabezas

A ocho leguas de esta misión hacia el S, en los 18º 58’ de latitud, y en los 316º 5’ de longitud, está la Misión de Nuestra Señora del Carmen de Cabezas, en un campo abierto, y que domina al Río Grande o Guapay, del cual dista media legua. Se llamaba antes Cotoca. Fundose esta misión en el año de 1769 por el presbítero don Melchor José Mariscal, a sus expensas, siendo obispo de Santa Cruz el ilustrísimo señor doctor don Francisco Ramón de Herboso, y presidente de Charcas don Ambrosio Benavides, con cuya espontánea voluntad fue entregada a los Padres misioneros del colegio de Tarija, los cuales la tomaron a su cargo el día 24 de diciembre de 1772. Se les entregaron entonces todas las cosas existentes en ella, con más 500 cabezas de ganado vacuno y 50 yeguas, según relación de don Domingo Morales, sirviente del mismo fundador, y maestro de escuela del mismo pueblo, que se halló presente a todo.

El temperamento es ardiente y muy sano: el terreno seco, pero fértil, cuando no faltan las aguas produce los mismos frutos que los pueblos antecedentes, aunque rarísima vez se ha podido sacar buena azúcar. El pueblo, que está circunvalado de monte, está bien formado   —10→   y techado de palma, tiene una plaza magnífica, las casas son de palizada con barro. La iglesia tiene 48 varas de largo y 16 de ancho, con dos filas de horcones labrados, que sirven de columnas para sostener el techo, que también es de palma: esta muy aseada y abastecida de ornamentos y vasos sagrados. La casa habitación de los Padres conversores es muy cómoda, y con suficientes piezas para oficinas, despensas, herrería, carpintería y huerta. Ningún edificio es de adobe, porque no se halla piedra para los cimientos. Todas estas obras las hicieron los padres de Propaganda Fide con indecibles trabajos, por no hallarse oficiales, y por los cortos socorros que hubo para esto.

Los indios son de la misma nación Chiriguana, que se congregaron de varias partes, su estatura y robustez es mejor que la de los pueblos expresados, por criarse más sanos, y no tener el embarazo del coto. Sus armas, trajes, vicios y costumbres son como los de dichos pueblos.

El número de almas, de todas edades, es al presente de 1.380, de las cuales las 44 son de catecúmenos, y las demás de neófitos. Para el socorro de todas las necesidades, a más de las chacras de caña, algodón, maíz y otras legumbres, tiene la misión cinco estancias, en las cuales, después de haberse sacado cerca de 2.000 cabezas de ganado vacuno, para socorrer a la expedición que entró el año de 1779, y 150 para las misiones de Obaig y Pirití, tiene al presente 2.600 cabezas de vacuno, 160 de caballar, 24 de mular, y 60 de ovejuno y cabrío. Algunos particulares tienen también su ganado y animales, pero los más no tienen más que la chacra para su sustento, para el cual les sirve mucho el pescado, de que abunda aquel río.




Abapó

A cuatro leguas de Cabezas hacia el S, en los 19º de latitud, y los 316º de longitud, está la Misión de la Santísima Trinidad de Abapó, en un llano o alto plan, algo arrimado a la serranía, y cerca de un cuarto de legua del Río Grande o Guapay, el cual algunos años se retira más de una legua del pueblo.

En este lugar, los padres jesuitas, José de Arce y Juan Bautista   —11→   de Zea, en el año de 1690, condescendiendo a las vivas y repetidas instancias de los indios Chiriguanos que allí vivían, fundaron misión, con el título de la Presentación de Nuestra Señora. Por algún tiempo corrieron allí con prosperidad las cosas de la fe: pero después, aunque los mozos y niños asistían al catecismo, los más de los adultos huían de él, enfriando sus primeros fervores; y finalmente, como los mamalucos de San Pablo en el Brasil hubiesen asaltado el año de 1696 las Misiones de los Chiquitos para cautivarlos, no obstante que fueron rechazados con pérdida, se renovaron en dicho pueblo de la Presentación las sospechas antiguas de que los Padres eran espías de los españoles, que pretendían reducirlos a esclavitud. Tomó cuerpo esta voz, que por sus particulares intereses la fomentaron algunos malos cristianos vecinos de Santa Cruz de la Sierra: alterose el pueblo sobremanera contra los dos Padres, y fue tal el tumulto, que de mano armada pasaron a quemar la iglesia y casa de los misioneros, los cuales se vieron precisados a desamparar el pueblo, donde arraigado aquel error no se podía esperar en adelante algún fruto, y se retiraron a la reducción de San Francisco Xavier de Chiquitos. De esta historia, que es a la letra como la refiere el padre Pedro Lozano, en su Descripción Corográfica del Gran Chaco, §. 56 y 59, es fácil conocer la inconstancia de esta nación Chiriguana, su repugnancia a la sujeción, y la facilidad con que creen las noticias que consideran contrarias a su amada libertad.

Habiéndose pasado 74 años algunos indios de aquel pueblo fueron al de Asero, donde se hallaba trabajando en la conquista de aquellos naturales el Hermano fray Francisco del Pilar, y le persuadieron, fuese a su tierra a fundarles reducción: lo que ejecutó el año de 1770, y en el inmediato 1771, a 30 de noviembre, se celebró allí la primera misa; y desde entonces la han servido los padres misioneros del colegio de Tarija, sufriendo imponderables trabajos en la enseñanza y sujeción de aquellos indios.

El terreno de este país es arenoso y poco firme, por cuya razón en tiempo de lluvias se abren grandes zanjas, las que llegan muy cerca del pueblo: es fértil, y produce los mismos frutos que el Piray; aunque por la destemplanza de los tiempos, ha habido temporadas de diez y más años, que no se logró cosecha de provecho. Rarísima vez se ha podido sacar azúcar. Las plagas de langosta y gusano son frecuentes. El temperamento es ardiente, seco y muy sano. Los naturales que todos son Chiriguanos, son de una bella presencia, sanos, robustos, ágiles, y sin imperfección en el cuerpo; pero flojos para el trabajo, y repugnantes a la sujeción: bien que con   —12→   el continuado afán de los Padres conversores, se han sujetado algún tanto, y han aprendido varios oficios, como de albañil, de herrero, de carpintero, de tejedores, de sastre y zapatero, en que están algunos suficientemente instruidos, sin haber tenido más maestro que al Padre conversor, F. Pedro León de Santiago, quien tiene ya gastada la salud con los trabajos de 16 años que la sirve.

El pueblo padeció varios incendios, por cuyo motivo se hizo, últimamente todo nuevo, con una idea admirable para que no padezca semejante desgracia: todo él está a cordel, y de cuatro en cuatro casas hay una competente separación: todas ellas son de palo y cañas, embarradas por ambas partes y cubiertas de paja; la plaza que es muy capaz, está abierta por la parte del S, y desde ella se ve el río Guapay, por haberse desmontado hasta el mismo. La iglesia se hizo igualmente nueva, con buenos cimientos de piedra, y paredes de adobe, y en lo interior dos filas de horcones labrados, que sirven de columnas: tiene 43 varas de largo y 14 de ancho; es obra muy fuerte, y que hasta ahora ha hecho movimiento alguno. A los lados tiene dos torres de adobe para las campanas, que son medianas; y otra algo apartada, y más alta, para el relox de hierro, que está corriente: lo interior está muy aseado; tiene tres retablos pintados, y dos sacristías, en que se hallan los ornamentos y vasos sagrados con suficiente abundancia y mucha limpieza. Entre la torre del relox y la iglesia está la escuela de las muchachas, y en frente al otro paño de la plaza está la de los muchachos, en cada una de las cuales, hay cerca de 200. La casa de la habitación de los Padres es del mismo material que el de los pueblos antecedentes; tiene un buen recibidor, y en él cuatro aposentos: en el interior un grande patio cerrado, y en él la carpintería, herrería, huerta y varias oficinas; así esta, como la iglesia y escuelas están cubiertas de teja de palma. Todo lo dicho se ha hecho a dirección del mencionado F. Santiago (excepto la casa de su habitación, aunque en mucha parte la ha perfeccionado,) y con su método y eficacia ha ido instruyendo a sus indios, ya con blandura, ya con rigor según la larga experiencia que tiene de la condición y naturaleza de esta nación.

Consta el pueblo de 1.648 almas de todas edades, y tiene para su subsistencia tres estancias de ganado, que son la del Palmar, la de Opabusú, y la que tienen cerca del pueblo. En la última hierra que se hizo, se contaron 1.500 cabezas de ganado vacuno, 180 de caballar, 20 de mular, y 360 de ovejuno y cabrío. Nunca ha tenido esta misión 2.000 cabezas de vacuno, antes es maravilla que tenga las que tiene. En sus principios apenas tuvo de 300 a 400, de las cuales las   —13→   250 se sacaron de la Misión de Salinas, y las demás fueron de limosnas que recogió dicho F. Francisco del Pilar. Desde entonces ha tenido exorbitantes gastos, no sólo por lo mucho que se trabajó en el pueblo e iglesia, sino por las necesidades que han ocurrido de guerra y hambre. A los siete años de su fundación, acometieron los infieles a este pueblo, y en mantener la gente de su vecindad, y la mucha que para su defensa vino de Santa Cruz, Valle-grande y otras partes, en aquel año de 1778, se gastaron 328 cabezas de ganado vacuno, 56 panes de sal, y otras muchas cosas, precio estimable. Siguiose después una hambre horrible en toda la Cordillera, particularmente en los años de 1789 y 90, por la suma escasez de aguas, en que fue preciso mantener, no solo a los del pueblo, sino a muchísimos indios, que vinieron de las misiones más modernas, que no tenían con que socorrerlos, y de los pueblos bárbaros, en que murieron sin número. En aquellos años fue mucho el consumo de ganado, ya por lo que se mataba para el sustento de tantas personas, que en ninguna parte hallaban con que alimentarse, ya por lo que se moría en el campo por falta de pastos.

Las armas, vicios, costumbres, traje y ocupaciones de los indios de este pueblo son los mismos que los de los mencionados arriba, con los cuales hay una casi entera conformidad en escuelas, faenas y demás cosas; y sería mayor el adelantamiento temporal, sino se les negara los sínodos a sus Padres conversores, quienes se ven en trabajos para pagar los salarios a capataces y vaqueros, y para proveer a los indios de hachas, y otros instrumentos para el trabajo, y mantener las iglesias con la debida decencia: siendo constante, que los más de estos gastos salían de dichos sínodos, por ser cortas las facultades que ofrecen dichas misiones.




Mazavi

Pasado el río Grande o Guapay, y siguiendo hacia el S, está la Misión de San Rafael Arcángel de Mazavi, a 16 leguas distante del antecedente, en los 19º 24’ de latitud y 316º de longitud. Fundola el mencionado Hermano F. Francisco del Pilar en 24 de junio de 1788, en que se celebro la primera misa. El pueblo está situado en medio de unos cerros al pie de la Cordillera, en parte bastante elevada. Su temperamento es ardiente, seco y sano. No tiene más agua que la que sale de un manantial bastante escaso, y está   —14→   distante media legua del pueblo. Tiene varias rinconadas, donde la misión, y los indios tienen sus chacras, en que siembran maíz, algodón, alubias y algunas hortalizas: por la falta de humedad no puede criarse allí la caña. En sus inmediaciones tiene mucho monte, aunque las maderas buenas son escasas. Son muy pocas las tierras para estancias de ganado por la falta de agua, a causa de ocupar los españoles las que se hallan en sus inmediaciones.

El pueblo es grande, pero las casas no guardan buen orden tiene buena plaza; y por amenazar ruina la iglesia y casa habitación de los Padres conversores, se hicieron nuevas en estos últimos años, y quedaron con bella proporción, formando uno de los paños de la plaza; en el otro están las escuelas para muchachos y muchachas. La casa es muy capaz, y tiene las oficinas necesarias dentro del patio. Ninguna obra hay de adobe, excepto la pequeña torre de las campanas, por no poderse hacer aún los embarrados, sino en tiempo de aguas.

Consta este pueblo de 1.384 almas de todas edades, de las cuales las 1.023 son cristianas, y las demás catecúmenos. Son de igual presencia y robustez que los de Abapó; y excepto algunos pocos que visten a lo español, los más usan de camiseta, y las mujeres de tipoy. Sus armas, vicios y costumbres son las mismas que de los pueblos antecedentes.

Para la subsistencia de este, tiene la misión una corta estancia de ganado vacuno, por no haber tenido en sus principios sino unos muy escasos auxilios que sufragaron los particulares bienhechores, y lo más fue con cargo de misas que celebraron los Padres conversores. Estos en su entrada recibieron de dicho hermano Pilar cosa de 140 cabezas de ganado vacuno y siete mulas viejas, que casi se acabaron del todo en los años de hambre y seca que padecieron, y actualmente tiene 200 cabezas de ganado vacuno, 12 de caballar, 5 de mular y 170 de ovejuno y cabrío.




Igmirí

A una legua larga de la antecedente hacia al S, está la Misión de Nuestra Señora de Guadalupe de Igmirí, en los 19º 26’ de latitud, y en los 316º de longitud. Fundola el mismo F. Francisco   —15→   del Pilar con licencia de la Real Audiencia de Charcas, la que siempre corrió desde los principios en otorgar estas licencias sin intervención de los Señores gobernadores de Santa Cruz: para cuya fundación se libraron de temporalidades 900 pesos, con los cuales se trabajó la iglesia y casa habitación de los Padres conversores, las que se concluyeron el día 18 de septiembre de 1787: se proveyó de algún ganado, y se habilitó la sacristía de los ornamentos y vasos sagrados precisos; a lo que igualmente contribuyeron con sus limosnas los fieles cristianos. Así la casa como la iglesia fueron de poca subsistencia, como que ya se tienen dispuestos los materiales para hacer otra de nuevo.

Su situación es una llanada no muy distante de la serranía muy abierta hacia el E, y rodeada de lomas llenas de monte o bosque, desde las cuales se descubren los cerros de la Misión de San José de Chiquitos. Son terrenos de igual fertilidad y producciones de frutos que Mazaví: tiene cerca una quebrada de agua algo salobre, que en tiempo seco se retira, pero a media legua tiene un ojo de agua buena, y bastante copiosa. Es muy escasa de terrenos para estancia de ganados, por falta de aguas.

Contiene este pueblo 550 almas de todas edades, de las cuales las 170 recibieron el santo bautismo: su presencia, robustez, armas, traje, vicios y costumbres son las mismas que en los de Mazaví: solo que se les repara mayor repugnancia a la sujeción. Para su subsistencia, a más de las chacras, tiene en su estancia, que siempre estuvo en uno de los sitios de Cabezas, 130 cabezas de ganado vacuno, ocho de caballar, 3 de mular y 83 de ovejuno y cabrío.




Tacurú

A distancia de dos leguas cortas del antecedente, está la Misión del Patrocinio de San José, en 19º 28’ de latitud, y en los 316º de longitud, en una cañada abierta, que tiene una quebrada de agua salitrosa muy cercana del pueblo, y a distancia de media legua hay un manantial de agua buena. El temperamento, terreno y frutos los mismos que en las dos antecedentes: tiene bosques por todas partes.

La fundó el mismo Hermano F. Francisco del Pilar, y concluyó   —16→   su capilla y casa habitación de los Padres (que en el día se hallan renovadas con mucho aseo) el día 21 de setiembre de 1786. Tiene los suficientes ornamentos y vasos sagrados, y el pueblo, aunque pequeño, está en buen orden. Las almas que las componen son 311 de todas edades, de las cuales las 56 son de catecúmenos, y las demás recibieron el santo bautismo. El motivo de este corto número fue la epidemia de las viruelas, de que murieron muchos. Son los indios de buena condición.

Para la subsistencia de este pueblo tenía la misión una corta estancia de ganado en distancia de tres leguas al trastornar la serranía, en el sitio de Cabezadas, junto con el de Igmirí de Zaypurú, y del de proveedor para el destacamento de soldados; y porque aquel lugar era muy corto para tanto ganado, y por otra parte los indios infieles de aquella inmediación lo robaban, fue preciso trasladarlo al Carandaití, arreándolo el mismo Padre conversor por no tener quien quisiese ayudarle. Este puesto abundaba de muchos tigres, y como no podía lograrse un capataz y vaqueros activos que lo defendiesen de tales fieras, fue necesario traerlo a las inmediaciones del pueblo, donde se halla al presente, por no tener lugar donde ponerlo: y después de haber sufrido la hambre mencionada, y los pastos precisos, se contaron en la última hierra 130 cabezas de ganado vacuno, 13 caballar, 4 de mular, y 130 de ovejuno y cabrío. Si los Padres conversores de las otras misiones, que cuentan 1.000 o 2.000 cabezas de ganado, fuesen dueños y no unos meros administradores de sus haciendas, podrían fácilmente proveer graciosamente de algún ganado, siempre que se funde alguna nueva reducción; y por este motivo no han querido ser déspotas en estas atribuciones, y solamente lo han hecho cuando han tenido orden del señor presidente de Charcas, u de algún señor Gobernador Intendente.




Zaypurú

A tres leguas de Tacurú, hacia el S., y en los 19º 3’ de latitud, y en los 316º de longitud, se formó por el expresado fray Francisco del Pilar la Misión de San Antonio de Padua de Zaypurú, en terreno llano, montuoso, fértil y escampado, en el cual se concluyó la primera capilla y casa habitación de los Padres conversores, de muy poca subsistencia, y se celebró la primera misa en 21 de abril de 1788. A distancia de una cuadra hacia el E baja una   —17→   quebrada, cuyas aguas, (que en tiempo seco son escasas, por venir de las cabezadas en que está el ganado, y pasar por manantiales calientes y minerales de alcaparrosa, y mucha caña) son muy insípidas y de mal gusto. Fundose esta misión con mucha paz, porque los indios de aquel pueblo, temerosos de los españoles, por el estrago que hicieron con ellos en la guerra del año de 1779, quemaron casi todos sus ranchos, y la mayor parte ganaron los montes.

Pocos meses antes que se diese principio a esta fundación, entró el señor gobernador de Cochabamba, don Francisco de Viedma, hasta este pueblo, acompañado de varios sujetos de Santa Cruz, y del padre conversor de Abapó, fray Pedro León de Santiago, quien lo proveyó de todo le necesario: donde estuvo muy poco tiempo por los recelos que concibió del bárbaro capitán Maruamá, sin embargo de que este ni otro alguno no le dieron motivo de recelar, pues este indio, aunque fuerte, valeroso y atrevido en aquella primera batalla, después se ha portado tan afecto, que gustosamente permitió que sus hijos recibieran el santo bautismo, y finalmente ha perdido la vida en defensa de las misiones.

Habiéndose plantado la de este pueblo, fueron viniendo los indios con sus familias, y cada día se ha ido poblando más. Hiciéronse la iglesia y casa habitación de los Padres conversores, nuevas, espaciosas y de buenos materiales, y se ha puesto el pueblo en buen orden, con sus escuelas muy bien ordenadas. En el día se cuentan 874 almas de todas edades, de las cuales las 367 recibieron el santo bautismo, y las demás se van instruyendo para recibirlo. Su presencia, robustez, traje, armas, vicios y costumbres, son como las de los pueblos antecedentes. Sin embargo que aquellos terrenos son fértiles, ellos solamente siembran maíz, arroz, frijoles y otras legumbres; y porque los fríos suelen ser allí más fuertes y frecuentes, no se planta caña dulce, de la cual ninguna azúcar se podría sacar.

Tiene la misión en el sitio de Cabezadas una corta estancia de ganado, que se compone de 200 cabezas de ganado vacuno, 29 de caballar, 10 de mular y 380 de ovejuno y cabrío, que se tienen en el pueblo. Las repetidas obras que se hicieron, las varias plagas que ha habido, la horrible hambre que se padeció, y la escasez de pastos en aquel sitio (que es el único que hay apto) en que se mantiene el ganado de Igmirí, y el del Proveedor que es más numeroso que el de las dos misiones juntas, han embarazado el mayor aumento.

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En el mismo pueblo, y retirado a un canto de él, está situado sobre la barranca que cae a la quebrada, un fuerte para el destacamento de 25 soldados con su capitán comandante, un sargento y dos cabos, el cual consiste en un cuartel de palizada embarrada, sin más cubos, muralla ni resguardo, que unos palos a lo largo que cercan el cuartel. Su armamento son unos cañones pequeños, cuyas cureñas están, por lo quebradas, amarradas con guascas, y unos pocos fusiles poco servibles. Es muy escasa y casi ninguna la provisión de balas y pólvora, por no quererles proveer de armas y municiones necesarias, después de haberlas pedido varias veces el actual comandante, como él mismo me lo ha referido; y sin embargo que del ramo de tributos según tengo entendido) se les dan los sueldos de 400 pesos al comandante, de 18 mensuales al sargento, 12½ a los cabos, y 7½ a cada soldado, ellos están en una casi perpetua ociosidad, atentos únicamente al cuidado de sus caballos y ganados y en idas y vueltas de Santa Cruz y demás misiones, sin socorrerlas cuando lo necesitan, por no tener, como dicen, orden para ello, o por carecer de las armas y municiones precisas.

A legua y media de este pueblo había unas rancherías de bárbaros en un sitio llamado Equiterapuá, o por mejor decir, Ibuitirapuá, que significa cerro redondo, y porque corre noticia que en este paraje propuso hacer una población de españoles don José Buzeta, en un informe de 15 de diciembre de 1777 ó 78, del que dicho gobernador intendente de Cochabamba envió copia a la real Audiencia de Charcas, es necesario advertir aquí, que dichas rancherías estaban alrededor de una laguna, que en tiempo de seca algunos años queda sin agua, y no les quedaba otro recurso, aun para beber, que sacarla de un corto manantial que está cerca.




Pueblos recién incendiados por los infieles

Desde Zaypurú hasta el río Parapití se habían fundado seis misiones, llamadas Tapuitá, Tacuarembotí, Ibirapuentí, Pirití, Obaig y Parapití, las que este inmediato mes de noviembre fueron invadidas e incendiadas por los bárbaros infieles de los pueblos comarcanos, con quienes se mancomunaron algunos indios de algunas de dichas misiones, para volver a su antigua libertad, e impedir toda comunicación a todo español. Con solo hacer una mediana reflexión sobre la naturaleza y condiciones de esta nación Chiriguana, que se refirieron   —19→   arriba, los agravios que recientemente recibieron de los españoles, que apacentan sus ganados en la inmediaciones de sus pueblos, y el principal motivo de haber pedido reducción los de los pueblos desolados, fácilmente se dejan discurrir los interiores y exteriores principios, de que dimanó esta inopinada irrupción. Casi todas ellas fueron principiadas en tiempo del hambre general, en que pidieron con las más vivas y repetidas instancias que les fuesen a plantar misión en sus pueblos, a lo que se movieron, no tanto de los deseos de religión, como de los que tenían vehemente de socorrer la extrema necesidad en que se hallaban. Algunos que formaron concepto de que aquel era un castigo del gran Dios, que tomaba venganza de ellos por el atrevimiento que tuvieron de suscitar la pasada guerra, estuvieron siempre quietos, y gustaron de tener Padres conversores: pero otros que juraron seguir la vida de sus padres, siempre manifestaron repugnancia, a la religión, y a todas las distribuciones conducentes a la educación y civilización, sirviendo a los demás de escándalo. Los infieles siempre han mirado con horror la sujeción, aunque muy moderada y racional, con que estaban los que vivían en reducción. Los malos cristianos españoles que viven entre ellos, fomentaron este asombro, con unos embelesos capaces de hacerles concebir el más sangriento odio contra las misiones, como ellos mismos me lo significaron, al pasar por entre aquella barbaridad el próximo mes de mayo: quejándoseme igualmente de los considerables daños que les hacían a sus chacras los ganados de los estancieros inmediatos; de los cuales ha habido quien en estos últimos meses les robó una india, y quien se llevó un hijo que inicuamente tuvo en otra. Habiendo pues precedido todos estos motivos, es ocioso querer gastar el discurso en buscar otros, que tal vez no tendrán más fundamento, que el que le quiera dar un entendimiento mal intencionado.

Lo que no admite duda es, que los indios de Tapuitá, después de haber estado siempre repugnantes bajo la sujeción de los Padres conversores, en los instantes precedentes a esta irrupción, dejaron el pueblo y se juntaron con los infieles para robar y hacer lo que hicieron: pero también es cierto, que los del Parapití hicieron todo el esfuerzo posible para defender sus hogares, y que de las otras cinco reducciones fueron muchos a ayudarles, y dieron pruebas de la antipatía que tenían a los invasores; por cuyo motivo si las resultas de las expediciones, que entraron a perseguir a los enemigos salieron favorables, todavía queda esperanza de restaurar algunas de las misiones destruidas, si se logran los auxilios que para ello son necesarios: pues es preciso que se trabaje de nuevo todo, como si ahora se empezara su   —20→   fundación, porque el destrozo ha sido universal. Y para que Vuestra Excelencia tenga noticia del estado en que estas seis Misiones se hallaban, darle de cada una de ellas el informe correspondiente, siguiendo el orden que hasta aquí he guardado.




Tapuitá

A dos leguas de Zaypurú hacia el S, en los 19º 36’ de latitud, y en los 315º 58’ de longitud se había fundado la Misión de Santo Domingo de Tapuitá, por el expresado F. Francisco del Pilar, en un sitio triste en medio de la serranía, en que no hay más agua que la que baja de una quebrada inmediata, la que en tiempo de seca es preciso ir a buscarla de muy arriba. El terreno es fértil, y semejante al de Zaypurú. El pueblo estaba bien formado, y tenía las escuelas corrientes: la capilla estaba surtida de los ornamentos y vasos sagrados necesarios. Constaba de 553 almas, de las cuales las 243 estaban bautizadas. Su natural siempre fue feroz, y en armas, traje y costumbres se asemejaban a los demás. Para su subsistencia tenía la Misión una estancia de 400 cabezas de ganado vacuno; siete de caballar, seis de mular y 180 de ovejuno y cabrío. El Rey dio para su fundación, que fue en 6 de diciembre de 1795 en que se celebró la primera misa, 1.300 pesos.




Tacuarembotí

A tres leguas de Tapuitá, y en los 19º 38’ de latitud, y en, los 316º 2’ de longitud, estaba la Misión de San Buenaventura de Tacuarembotí, la que fundó el mismo hermano Pilar en 29 de noviembre de 1791, en que se celebró la primera misa. Su situación es una cañada algo ancha y arenosa: cerca del pueblo corre un arroyo de bastante agua, que baja de la inmediata cordillera: el terreno es fértil y produce los mismos frutos que los pueblos antecedentes: la mayor parte de la campaña está poblada de bosques, en que son muy escasas las maderas buenas: el agua en todas aquellas lomerías no se halla. Constaba el pueblo de 1.401 almas de todas edades, de las cuales las 341 habían recibido el santo bautismo; las escuelas estaban muy bien ordenadas: se había hecho una muy cómoda casa, habitación de los Padres conversores, y actualmente se acababa de trabajar   —21→   la nueva iglesia la que estaba surtida de los necesarios ornamentos y vasos sagrados. Tenía una estancia en que se contaban 100 cabezas de ganado vacuno, seis de caballar, cuatro de mular y 50 de ovejuno y cabrío.




Ibira-pucutí

A media legua de Tacuarembotí hacia el S, y en los 19º 39’ de latitud, y en los 316º 9’ de longitud, se hallaba la Misión de San Francisco Solano de Ibirapucutí, que había fundado el mismo hermano Pilar en 19 de octubre de 1790, en que se celebró la primera misa. Su situación en un campo agradable, rodeado de lomerías montuosas, pero de maderas poco útiles: la agua es algo escasa; el terreno fértil. Tenía 719 almas, de las cuales las 90 eran cristianas. Las escuelas estaban bien ordenadas; el pueblo en buena disposición la casa habitación de los conversores y la iglesia, con aseo y limpieza, y tenía esta los ornamentos y vasos sagrados necesarios. En su estancia había 240 cabezas de ganado vacuno, 20 de caballar, 14 de mular, y 80 de ovejuno y cabrío.




Pirití

A dos leguas cortas de Ibirapucutí, y en los 19º 42’ de latitud, y en los 316º 9’ de longitud, había fundado el mismo hermano Pilar la Misión de San Gerónimo de Pirití en 3 de mayo de 1792, en que se celebró la primera misa. Estaba situada en un campo abierto, las cosas sin mayor orden, la capilla aseada y con lo necesario para celebrar los divinos oficios; el terreno fértil, y muy cerca del pueblo pasa un arroyo de agua, muy buena, que con facilidad regaba una hermosa huerta que allí tenía el Padre conversor. Constaba de 798 almas, de la cuales las 173 habían recibido el santo bautismo, y todos los muchachos y muchachas, asistían con prontitud a la escuela y catecismo, lo que repugnaban sus padres y demás adultos, en quienes se notaba muy poca inclinación al cristianismo. En su estancia tenía 204 cabezas de ganado vacuno, 11 de caballar, 4 de mular y 93 de ovejuno y cabrío. Los indios se iban ya sujetando al trabajo.



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Obaig

A legua y media de la antecedente, hacia el S, y en los 19º 45’ de latitud, y en los 316º 6’ de longitud, fundó dicho fray Francisco del Pilar la Misión de San Diego de Obaig, en cuya capilla se celebró la primera misa en 31 de marzo de 1793. Estaba situada en un llano ameno, rodeado de bosque que sólo sirve para leña; el terreno es igualmente fértil que los otros. Cerca del pueblo pasa una quebrada de bastante agua, la que falta en los terrenos que están hacia el E. Este pueblo era antes muy numeroso, pero se disminuyó mucho con la calamidad del hambre general. Al presente tenía 874 almas, de las cuales las 367 habían recibido el santo bautismo; estaban las escuelas en muy buen orden: se había fabricado una casa muy capaz para la habitación de los Padres conversores, y se prevenían materiales para hace nueva iglesia. Tenía en su estancia, antes de su última hierra, 200 cabezas de ganado vacuno, 29 de caballar, 10 de mular, y 218 de ovejuno y cabrío.




Parapití

A ocho leguas del pueblo anterior hacia el S, en los 19º 58’ de latitud, y en los 316º 7’ minutos de longitud, fundó el expresado fray Francisco del Pilar la Misión de la Purísima Concepción de Nuestra Señora, en la orilla del río de Parapití, cuya capilla concluyó el día 6 de enero de 1795, en que se celebró la primera misa. Es un descampado admirable, abundante de leña; pero muy escaso de maderas: sus terrenos fértiles y de buenos pastos. El río es caudaloso y de buen pescado; pero a cuatro o seis leguas del pueblo se pierde entre los arenales que medían hasta los pueblos de Izozog, en que se forma una grande laguna, que da principio al río de San Miguel de Chiquitos. Tenía este pueblo 756 almas de todas edades, de las cuales, las 155 renacieron en el bautismo. Sus escuelas estaban bien arregladas; la iglesia aseada y provista de todo los ornamentos y vasos sagrados necesarios. En su estancia había 523 cabezas de ganado vacuno, 38 de caballar, 12 de mular, y 93 de ovejuno. Este fue el primer pueblo que expugnaron los bárbaros enemigos, a los que resistieron poderosamente los naturales hasta no poder más.

En las cercanías de estas seis misiones había varios pueblos de bárbaros, que incesantemente visitaban y procuraban pervertir a los indios   —23→   de las reducciones; y para lo que pudiera convenir, haré de ellos una breve narración, retrocediendo del Parapití hasta Tapuitá.

Cerca de la Misión de Parapití, a seis leguas de la serranía para el E, había un pueblo, llamado Parapití-mirí, que ya no existe.

A legua y media de Obaig hacía el 8, está un pueblo de bárbaros, en el sitio llamado Charaguá, que tiene una quebrada de bastante agua, y consta de unas veinte casas. El sitio es montuoso, y a distancia de media legua tiene bastantes descampados.

A distancia de dos leguas del pueblo antecedente, entre poniente y sud, hay otro de bárbaros, llamado Yuatí, que tendrá una diez casas o ranchos. Está en un sitio escabroso y montuoso, tiene una quebrada con muy poca agua; y por secarse la mitad del año, van a sacarla de unos pozos que distan un cuarto de legua.

Distante una legua del antecedente, está otro pueblo de bárbaros, llamado Caapuí, que tendrá once ranchos, en paraje montuoso: tiene una quebrada con agua suficiente. Cae igualmente entre poniente y sud.

A legua y media de Caapuí, entre poniente y sud de Charaguá, hay otro de bárbaros, llamado Timboy, que tendrá como doce ranchos, y dista tres leguas del Parapití. Está al pie de la serranía, metido en una quebrada áspera y montuosa, y de otra sale muy poca agua, y cuando esta se llega a secar, suelen ir a un cuarto de legua por ella.

Al poniente de Ibaig, trastornada la cordillera, a distancia de tres leguas cortas, hay un pueblito, llamado Ibuembé, situado en un altito, de donde se dividen las campañas: tiene al pie una pequeña quebrada con muy poca agua, y cuando llega a secarse, se mantienen de la que sacan de unos pozos que hacen; pero a media legua tienen una quebrada que trae bastante agua.

A distancia de media legua del antecedente hacia el N, está otro; llamado Ibuipuitá, de cinco a seis ranchos, entre una quebrada de muy poca agua, al pie del cerro.

Al poniente de Ibirapucutí, trastornada la sierra, a distancia de legua y media, hay un pueblo, nombrado Amboaig, de unas diez casas. Su situación es montuosa y llena de quebradas secas, excepto una que tiene al pie con muy poca agua.

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Al poniente de Tacuarembotí hay dos pueblos, llamados Tacuarembotí-mirí, que dista una legua, y Muchirí, que dista dos leguas cortas: aquel tiene diez y ocho ranchos, y este siete: ambos están en la peor situación, rodeados de cerros montuosos y quebrados: el primero tiene una quebradita con bastante agua, pero el segundo la tiene muy escasa.

Al poniente de Tapuitá, a distancia de dos leguas, pasada la serranía, hay un pueblo de bárbaros, llamado Abatirimirí. Su situación es montuosa, y a poca distancia está una quebradita con poca agua, y media legua hacia el N hay bastante escampado.

Otros muchos pueblos hay de la misma conformidad, los que van siguiendo hasta los valles de Ingré, Abatirí y Guacayá. Todos son de la nación chiriguana, con todas la propiedades que se mencionaron arriba. En armas, vestido y costumbres todos son iguales, como también en presencia, robustez y color. A los maridos toca sembrar las chacras y traer leña, y fuera de esto todo es pasear, echarse, jugar, beber, emborracharse y pasar ociosamente la vida. A las mujeres pertenece acarrear el maíz y todo lo que se sembró y plantó, majar el maíz y hacer la chicha, y cargar con las demás faenas, y después en recompensa las maltratan en sus embriagueces. Algunos curten los cueros de los venados que cazan, y de ellos se hacen casacones, calzones, botas y monteras. Su vida es demasiadamente brutal, y por lo mismo reflexionan muy poco en lo pasado y en lo porvenir.




De las cuatro Misiones existentes en la Cordillera de Sauces

Desde la Misión de Zaypurú, hacia el poniente, hay las cuatro de la cordillera de Sauces, que son por su orden, la de Tayarendá, la de Ití, la de la Tapera y la de Asero, las cuales, en la presente conmoción de los bárbaros están en grande peligro de perderse, si no entra prontamente la expedición de milicias de la Laguna, de que pende su subsistencia.




Tayarendá

A distancia de 24 leguas de Zaypurú hacia el O, esta la Misión   —25→   de San Pedro Alcántara de Tayarendá, en los 19º 20’ de latitud, y en los 315º 15’ de longitud, la que fundó el expresado fray Francisco del Pilar, con limosnas que recogió de los fieles, y se celebró en ella la primera misa en 8 de mayo de 1790. Está situada en una cañada abierta, por la cual pasa un río, que por ser muy arenosa, la mitad del año llega a perderse el agua entre ella: pero a un lado del pueblo corre una quebrada de agua muy buena y perenne, que socorre con abundancia. Así esta, como el río se acercaron ya tanto a las rancherías, que será preciso mudar todo el pueblo a cuatro leguas hacia el N, en unos campos muy alegres, y a poca distancia de la quebrada, que llaman de Yuquí, en paraje muy firme y divertido; el temperamento es ardiente en verano, y bastante frío en invierno, como que caen algunas heladas. El terrero es muy fértil, y produce maíz, arroz, frijoles y otras legumbres: también se ha plantado algodón, pero las heladas lo acabaron.

Los indios son de nación chiriguana, venidos de otros pueblos y tienen muy poca constancia, y menos inclinación a recibir el santo bautismo. La iglesia es muy pulida, y la casa habitación de los Padres conversores, de adobe, con patio interior y las oficinas necesarias. Tiene el pueblo una buena plaza, y los ranchos de los indios está en buen orden, y las escuelas muy capaces.

Cuenta en el día 362 almas de todas edades, de las cuales 131 recibieron el santo bautismo; su presencia, robustez, color, armas, vestido, vicios y costumbres, son las mismas que las de los indios de las otras misiones, aunque se les conoce alguna más sujeción.

Para su subsistencia tiene una estancia, en que hay 330 cabezas de ganado vacuno, 24 de caballar, 10 de mular, y 208 de ovejuno y cabrío. El terreno para esta estancia está oprimido por todas partes de los varios españoles que entran a ocupar aquellas tierras con sus ganados las que no quieren desocupar, aun mediando las órdenes de los jueces reales.

En el mismo distrito, que media entre Zaypurú y esta misión, hay otras estancias de españoles con mucho ganado, particularmente en los sitios que llaman Ipitá, Ibibobó y el Pincal otros se extienden por aquellas inmediaciones, sujetándose a vivir en aquellas soledades, para mantener sus vidas con no pocos sustos y trabajos. Todos estos son feligreses del curato de Sauces, del que se hará alguna mención.



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Ití

A tres cuartos de legua de la antecedente, y siguiendo la misma cañada arriba, está la Misión de Nuestra Señora de la Candelaria de Ití, en los 19º 22’ de latitud, y en los 316º 15’ de longitud. Fundola el mismo hermano Pilar, y se celebró en ella la primera misa en 30 de abril de 1789. Su temperamento y terrenos son los mismos que en la antecedente: la tierra es muy liviana y suelta, y produce los mismos frutos. Los indios son Chaneses, y de peor condición que los Chiriguanos. Por estar los edificios amenazando ruina, se fabricó otra casa muy capaz, de adobe, para habitación de los Padres conversores, cubierta de teja, con corredor a la plaza, y buen patio en la interior, con las oficinas necesarias, y se van acabando de acopiar los materiales para levantar nueva iglesia, y hacer nuevas escuelas para los muchachos y muchachas.

Tiene este pueblo 1.014 almas, de las cuales 167 son cristianas: su presencia, robustez, color, vestido, armas, vicios y costumbres son las mismas que las del antecedente, con corta diferencia, y sólo se distinguen en la mayor repugnancia a la religión, y sujeción al trabajo. En su estancia tiene la misión 470 cabezas de ganado vacuno, 66 de caballar, 11 de mular, y 307 de ovejuno. Los indios tienen también algún ganado, pero poco, y no reparan matarlo sin necesidad.




La Tapera

A cuatro leguas de la antecedente, en los 19º 28’ de latitud, y en los 315º 14’ de longitud, se fundó por el mencionado hermano Pilar la Misión del Apóstol San Pablo de la Tapera, en que se celebró la primera misa el día 28 de mayo de 1798. Este era un pueblecito de bárbaros de pocos ranchos, y en esta fundación se intentó reunir a él todos los indios, que en aquellas inmediaciones tenían sus ranchos, lo que hasta el día no se ha podido lograr, por las pésimas persuasiones de los malos cristianos, que tienen sus ganados en aquellas comarcas, a fin de tener con ellos las mismas brutales diversiones, que los asemeja a los mismos bárbaros. De aquí ha provenido, que un capitán de aquellas rancherías, disgustado con esta fundación, procuraba pervertir a los que vivían contentos en la misión, para que la dejasen; y no pudiéndolo conseguir, se fue a convidar y persuadir a los bárbaros de los pueblos de más adentro,   —27→   que lo acompañasen para matar a aquellos Padres conversores y destruir aquella tierna planta, que costó bastantes trabajos: pero hasta el día, aunque lo intentaron, no se ha efectuado, y se espera no se efectuará si las milicias de la Laguna llegan a tiempo para rechazarlos, y humillarlos.

La situación de esta reducción es una quebrada explayada, por la cual pasa bastante agua, que juntándose con otra, que viene de Lecheleche, forma el río que pasa por Ití y Tayarendá. Está colocada en tan alto espacioso, y a poca distancia sale un manantial perenne de agua muy buena. Interinamente tiene una pequeña capilla, y actualmente se está levantando una hermosa iglesia de adobes. Está suficientemente proveida de ornamentos y vasos sagrados. Los Padres conversores tienen una pequeña casa de palizada embarrada y cubierta de paja. El pueblo tiene ranchos sobrantes, y puestos en buen orden para sus vecinos, para los que quieran agregarse. La tierra es fértil y produce los mismos frutos que los de los pueblos antecedentes, y es del mismo temperamento.

Por ahora tiene 67 almas de todas edades, de las cuales las 21 recibieron el santo bautismo. Son de nación Chiriguanos, y de la misma condición que los demás. Para su subsistencia tiene la misión una estancia con 326 cabezas de ganado vacuno, 13 de caballar, seis de mular y 96 de ovejuno: para su fundación dio el Rey, Nuestro Señor, 1.300 pesos.

A ocho leguas de la Tapera, hacia el O 4.ª al S, está el pueblo de Sauces, que es curato del Arzobispado de la Plata, cuya situación es un llano muy escampado y húmedo; su temperamento es cálido y enfermizo; el pueblo está sin orden; la iglesia aseada y de adobe con un cementerio serrado con paredes bastante altas, y en ellas hay varias troneras para defenderse de los enemigos. Los vecinos son españoles, mestizos y otra gente ordinaria: pero cobardes para defenderse de los indica Chiriguanos, pues no solamente ahora sino en otras ocasiones que se han visto con amagos de ser invadidos, se han huido todos, dejando al cura solo, quien se vio precisado a pedir indios de la Misión de Asero para su defensa. Así el cura como otros vecinos de este pueblo tienen sustancias de ganado vacuno, que llegan hasta los pueblos de los bárbaro cuyas chacras hacen bastante daño, de lo que ellos mismos se quejan amargamente.

A media legua de este pueblo hacia el O está un sitio, llamado Pampas, en que se juntaron de varias partes muchos indios Chiriguanos bárbaros, quienes formaron allí su pueblo, y no solo no sirven de utilidad alguna, sino que abrigan a cuantos vagos y malhechores se juntan   —28→   con ellos. El dicho cura de Sauces solicitó se fundase allí misión, proponiendo que dichos indios la habían pedido con mucha solicitud, y prometiendo dar 100 cabezas de ganado. Esta solicitud y promesa son ciertamente laudables; y si esta misión no fuese más bien para aumentar discordias, que para propagar la fe católica, sería acertado ponerla en ejecución. Si estos indios amasen de veras estar bajo la dirección y enseñanza de los Padres misioneros, fácil les sería lograrlo, agregándose a la Tapera o a Tayarendá, de donde salieron dos capitanes con su gente, para vivir en Pampas con más libertad. Como ellos no son naturales de aquel puesto, es muy de temer que viéndose un poco sujetos, se marcharían a sus tierras. A esto se agrega que, estando tan inmediato a Sauces, cuyos vecinos ocupan las tierras de aquellas inmediaciones con sus ganados, jamás había de haber paz entre ellos y los Padres conversores; pues la misión había de tener tierras bastantes para chacras y estancia, lo que no podría lograr sin quitarles a ellos las que poseen. Los Padres precisamente habían de celar la conservación y quietud del pueblo, desterrando de él a todos los que fuesen con solo el ánimo de bailar, beber y embriagarse con los indios, como lo acostumbran con escándalo de aquellos bárbaros. Por cuyos motivos parece ser impracticable esta fundación en tal lugar.




Asero

A 13 leguas de la Tapera, para el O, y a ocho de Sauces para el N, está la Misión de N. P. S. Francisco de Asero, en los 19º 16’ de latitud, y en los 314º 45’ de longitud. Está situada entre cerros, en una pampa o campo, por cuya orilla pasa un río caudaloso del mismo nombre, que va a juntarse con el río Grande o Guapay. Su temperamento es muy ardiente, el terreno fértil, y produce los mismos frutos que las otras misiones.

En estos parajes se retiraron casi 2.000 almas de indios Chaneses, perseguidos de los Chiriguanos sus enemigos, y amenazaban grandes peligros y riesgos a los pueblos cristianos de la Laguna, Villar y Sopachuí, animados con la valerosa audacia de su capitán Chindica, como largamente expuso a la Real Audiencia de la Plata, don Francisco de Guemes Hesles, corregidor de aquel partido, en su informe de 16 de diciembre de 1757. Y considerando aquel tribunal, que el único medio de reducir y convertir aquellos indios, y de librar a aquellos vecinos pueblos de la ruina que les amenazaba, era enviar a ellos los misioneros de Propaganda Fide del colegio de Tarija, en 31 de mayo de 1758, proveyó que el Guardián de   —29→   aquel Colegio destinase y remitiese a dichos parajes los operarios necesarios. Fueron destinados para esta conquista el padre fray Tomás Amaya y el hermano fray Francisco del Pilar, quienes la empezaron con inmensos trabajos e inmensos peligros en Pilipilí (de que se hablará después) y de aquí pasaron a Asero, donde levantaron el estandarte de la Fe, hicieron su capilla, y se celebró la primera misa en 12 de noviembre de 1767, Allí perseveraron en medio de la misma calamidad y miseria por el espacio de tres años; y habiendo clamado por los alimentos necesarios para su conservación, y pedido algún socorro para perfeccionar esta reducción y la de Pilipilí, la junta subalterna de aplicaciones libró primeramente 1.100 pesos del ramo de vacantes, para la fundación y establecimiento, de las dos misiones, y 400 pesos para la subsistencia de los dos religiosos: y después, en providencia de 18 de marzo de 1772, atendida la nueva instancia, por haberse puesta dos religiosos en cada una de ellas, aplicó del ramo de temporalidades 800 pesos, para que sirvieran de alimento y subsistencia de dichos religiosos, con la carga y pensión de que dijeran 400 misas dotadas a dos por cada una; y más 2.000 pesos para la fábrica de las iglesias, y el residuo que quedare, para compra de ganados y fundación de esta estancia.

El pueblo está algo ordenado, la plaza es grande, la casa habitación de los Padres conversores de adobe, con patio y oficinas necesarias; las escuelas igualmente de adobe, y bien ordenadas: la iglesia de lo mismo, bien aseada, y proveída de ornamentos, ropa blanca, vasos sagrados y demás cosas conducentes al servicio divino.

Los indios de esta reducción, excepto algunos pocos chiriguanos, son de nación Chaneses: son dóciles, obedientes y algo sujetos, pero ociosos y muy inclinados a la embriaguez, adictos a las costumbres de sus antepasados, e igualmente noveleros, e inconstantes que los Chiriguanos. Son de una estatura regular y robustos: algunos visten como los españoles, y los demás con camiseta, y todas las mujeres con tipoy; sus armas y costumbres las mismas que de las otras misiones. Actualmente tiene 485 almas de todas edades, de las cuales sólo 28 adultos son bárbaros; y para su subsistencia tienen tres estancias, en las cuales hay 1.300 cabezas de ganado vacuno; 100 de caballar, 35 de mular, y 400 de ovejuno y cabrío. Tiene también un cañaveral con su trapiche, y sacan mieles y aguardiente: pero dudo se pueda sacar buena azúcar, porque en invierno es bastante el frío.

A distancia de esta misión, seis leguas al O, estaba la de la Concepción de Pilipilí, fundada poco antes que la antecedente por los expresados padre Anaya y hermano Pilar, la que subsistió hasta el año de 1792   —30→   en que, viendo que el pueblo era muy corto, (pues nunca llegó a 100 almas) y que no había esperanza de que se aumentase por morirse de muy niños, a instancias de los mismos indios, y obtenida la licencia de la real Audiencia de la Plata, se trasladaron todos a la de Asero, por ser de la misma nación, a la que se adjudicó todo el ganado que tenía, con las demás cosas de iglesia, y quedó aquel sitio desamparado enteramente por el pleito que suscitó un eclesiástico, sobre aquellas tierras. A las 14 ó 15 leguas de ese sitio está el pueblo de la Laguna; y este dista 30 leguas de la Ciudad de la Plata.




De las Misiones confinantes a Tarija

La Villa de San Bernardo de Tarija, que se fundó el año de 1574 en la cual había un pequeño convento de N. P. S. Francisco de religiosos observantes, que pasó a ser colegio de Propaganda Fide, con el título de Nuestra Señora de los Ángeles, el año de 1755, está en los 21º 25’ de latitud, y en los 314º 29’ de longitud, en un valle escampado, muy poblado, y de buen temperamento, circunvalado de una áspera serranía y a 30 leguas al E tiene un valle muy ameno, llamado de las Salinas, en que el cura de dicha villa tiene su teniente para dar el pasto espiritual a los muchos españoles, que lo ocupa con sus chacras y estancias de ganado: a cuyo extremo hacia el S está la Misión de Nuestra Señora del Rosario, y a 20 leguas de esta hacia el E, trastornando una serranía por quebradas ásperas, está la otra Misión del Arcángel San Miguel al extremo de otro valle, que llaman de Itaú, en que también viven varios españoles, bajo la jurisdicción del cabildo de Tarija.

Hablando el padre Pedro Lozano de la Compañía de Jesús en su Descripción Corográfica del Gran Chaco, dada a luz por el padre Antonio Machoni, de las espirituales conquistas que por esta parte se hicieron, para convertir a los bárbaros Chiriguanos y Mataguayes, que poblaban aquella región, en el § 24 dice así: «En el año 1607 los padres Manuel Ortega y Gerónimo, de Villarnao, entraron a conquistar esta nación; y aunque a los principios dieron algunas esperanzas de su conversión, en breve se marchitaron por los hechiceros ministros del infierno, que maquinaron quitarles la vida, levantándoles mil calumnias que esparcían por el vulgo para malquistarles con toda la nación, como lo consiguieron: por lo que quedando los Chiriguanos protervos y obstinados en sus antiguos errores, los Padres se salieron a los dos años, esto es, el de 1609: y en este mismo emprendió la reducción de estos bárbaros el celo apostólico de los hijos   —31→   de la religión Seráfica, cuyos sucesos referiré aquí con las palabras, en que los dio a la luz pública el Reverendo Padre Fray Diego de Córdoba en su Crónica Franciscana de las provincias del Perú, impresa en Lima el año de 1650. Dice, pues, así (lib. I, cap. 15; § 126 ). «Siendo los indios Chiriguanos gente indómita, que nunca los pudo sujetar el virrey don Francisco Toledo, que por su persona hizo entrada a sus tierras, y se detuvo mucho tiempo por aquellos desiertos sin ningún efecto de su celo e industria; después, por los años de 1609 se sujetaron al padre fray Agustín Sabio, religioso sacerdote de nuestra religión, que con otro fraile, lego de su seráfica orden, entraron por la villa de Tarija, provincia de los Charcas, a sus tierras con las licencias del virrey y de la Audiencia Real. Fundoles iglesia, puso campana en ella, la adornó con imágenes y sagrados ornamentos para el culto divino, no perdiendo ocasión en que pudiesen sembrar el grano y semilla evangélica; y cayendo en muchos, como en tierra bien dispuesta, fructificó en ellos maravillosamente. Ilustroles el Señor con la luz de su conocimiento para recibir la Fe santísima que les predicaba el padre F. Agustín, con que fueron innumerables los que mediante el sagrado baño del bautismo que les administraban los siervos de Dios, nacieron a la gracia. Navegando las cosas de nuestra Santa Fe con esta bonanza dos años después de la entrada de nuestros frailes en aquella tierra, salió a ella el padre fray Agustín Sabio a negociar con la Real Audiencia, cosas para el aumento de aquella conversión, dejando en su lugar a su compañero, y a un devoto sacerdote, clérigo, para que continuasen sus doctrinas. En esta breve ausencia se levantó una borrasca y tormenta deshecha, movida sin duda del demonio, porque los indios mataron dos españoles que habían entrado en aquella provincia y comenzaron a plantar una viña, y al clérigo y al religioso lego los sacaron de todas sus tierras atados por las manos, con lo que por entonces se imposibilitó aquella conversión». Otras dos veces entraron los jesuitas, y al cabo hubieron de salirse por no esperar fruto de ellos.

En el año 1690 los padres jesuitas José de Arce y Miguel de Valdolivas, entraron en el valle de las Salinas, donde dejaron algunas familias de Mataguayos para fundarles misión, y se pasaron a Chimeo y Cururutí. En setiembre del mismo año volvieron de regreso, y aunque los Mataguayos les habían ya levantado una casa pajiza para su albergue, no se quedaron, por querer primero asegurar la paz con las parcialidades del Pilcomayo. A fines del mismo año retrocedió el padre Arce a las Salinas, y en el siguiente de 1691 se ocupo con el padre Juan Bautista de Zea en desvanecer todas las contradicciones y estorbos que el enemigo común oponía a la conversión de los Chiriguanos, dimanados en parte de los mismos infieles inconstantes, noveleros y chismosos, parte de   —32→   los cristianos apóstatas, allegándose a esto el estorbo de algunos españoles que se opusieron a que los Padres tomasen asiento en el valle de las Salinas. Por último, los indios de Chiquiaca y de Tariquea, que estaban sujetos a reducción, se levantaron y asolaron dicho valle, en que los Padres dominicos habían plantado tres misiones, con los títulos de Rosario, San Miguel y Santa Rosa, quedando muertos tres de ellos a manos de los rebeldes.

Finalmente, entraron otra vez los Padres jesuitas, y restauraron la Misión de Nuestra Señora del Rosario, el año de 1734, y habiéndose esparramado los indios por aquellos montes, el padre Pons (de venerable memoria) trabajó con celo infatigable en reunirlos, lo que consiguió el año de 1737. Desde entonces hasta su expulsión dirigieron los Padres jesuitas, aquella Misión de Salinas, y en 1 de setiembre de 1769 fue entregada a los padres misioneros del colegio de Propaganda Fide de Tarija, quienes la han servido hasta ahora.




Salinas

El temperamento de esta Misión de Nuestra Señora del Rosario es muy ardiente en verano, y bastante frío en invierno: los aires son puros, el terreno húmedo y fértil; a un cuarto de legua pasa un río caudaloso, y muy inmediato al pueblo corre una quebrada de abundante agua y bellísima calidad. El pueblo estuvo sin orden alguno hasta el año de 1794, en que se hizo nuevo, con buena disposición para los indios Chiriguanos, y buena plaza delante la iglesia. Para los Mataguayos se hizo a un lado otra ranchería, la que por su desidia se va ya arruinando. La iglesia es proporcionada al pueblo, está muy aseada, con el retablo recién dorado, está provista de los ornamentos y vasos sagrados más que suficientes para los oficios divinos. Todo el ámbito de la iglesia, casa de los Padres conversores y corrales, forma un fuerte muy capaz, con seis cubos y enteramente cercado de pared de adobe muy defendido.

Los indios, como he dicho, son de nación Chiriguanos, y algunas pocas familias son de Mataguayos: estos visten como los españoles, así hombres como mujeres, y son de un natural más apagado; y aquellos visten de camiseta y tipoy, excepto algunos pocos que visten como los primeros, y son de un genio tenaz, irreducibles a trabajar sin la paga, enemigos de sujetarse a las cargas de los demás cristianos, y revestidos de todas las malas propiedades de los demás de su nación. Unos y otros   —33→   componen el número de 375 almas de todas edades, de las cuales 33 son todavía catecúmenos, y frecuentemente vienen y se agregan de la infidelidad. Tienen sus chacras de maíz y camotes, y si no fuesen tan ociosos podrían tener frijoles, arroz, calabazas y otras hortalizas.

A la misión, desde los Pr. Jesuitas, se le asignaron muchas tierras para chacras y estancias de ganado. Cuando expatriaron a estos fue entregada la administración temporal de ella a don Juan Fernández y a don José Gallo, vecinos de aquel valle, los más fieles y honrados; y viendo que bajo su dirección iba la hacienda en decadencia, suplicaron ellos mismos, por medio del corregidor de Tarija, a, la Junta de temporalidades, que la encargase a los Padres misioneros franciscanos de dicho colegio, quienes servían aquella misión en calidad de solo conversores: lo que efectivamente se verificó el año de 1769, en que les entregaron 1.440 cabezas de ganado vacuno, y 240 de caballar: pero ninguna oveja porque todas se habían perdido. Desde entonces hubo una invasión de los bárbaros, en que se perdió la estancia de Chiquiaca, y aunque se salvó mucho ganado, hubieron de expender gran parte de él por no alcanzar los pastos y terrenos restantes. También se retiraron de esta hacienda 500 cabezas a la Misión de Abapó, y aunque no llegaron allá si no 250, no todas las restantes volvieron a su querencia. Finalmente, por orden del señor gobernador intendente de Potosí, se remitieron 200 cabezas a la de Itaú, por hallarse muy necesitada. Y sin embargo de todo esto, y de matarse cinco o seis reses semanalmente para las raciones de indios y peones, y de venderse anualmente cien para soportar los salarios de capataces, vaqueros y otras necesidades, tienen actualmente 3.860 cabezas de ganado vacuno, 422 de caballar, 43 de mular y 402 de ovejuno.




Itaú

En el valle de Itaú, y en un sitio o pueblo, llamado de Tabarillo, el padre fray Lorenzo Ramo, misionero del colegio de Tarija, fundó misión en 28 de julio de 1791, con el título de San Mateo, por haber celebrado allí la primera misa en su día. Se había edificado en aquel lugar un fuerte pequeño de adobe, la capilla y algunas casas: pero viendo que los indios no querían congregarse en aquel nuevo pueblo, y que los pocos que había en él empezaban a hacer alguna novedad ruidosa, en que corría peligro, determinaba ya regresarse al colegio: en cuyo caso el capitán Tubichá-miní lo convidó para que fuese a fundar misión   —34→   y hacer capilla en su pueblo, que está cuatro leguas más arriba, en el mismo valle, hacia el N. Así lo hizo, desamparando enteramente aquel pueblo, en que se hallaba ya solo, y fundó la misión en dicho pueblo de Tubichá-miní, el día 29 de junio del año inmediato de 1792, con el título del Arcángel San Miguel, y se halla en los 21º 18’ de latitud, y en los 315º 20’ de longitud. Para principiar esta fundación, dio el Rey Nuestro Señor 400 pesos, y hasta el año de 1794 contribuyó con 100 pesos anuales para la sustentación de cada uno de los Padres conversores, y desde entonces ha dado 200 pesos cada uno: lo demás corrió a expensas de los fieles y de la reducción de las Salinas, coadyuvando el apostólico colegio de Tarija con ornamentos y otras cosas necesarias.

Los indios son Chiriguanos, y están casi rodeados de pueblos de la misma nación, porque al N tienen el pueblo de Zapatirá, distante seis leguas, y a nueve leguas de la misión el pueblo de Chimeo: al E está Ñacaguazú, distante una legua, y Cururutí a cinco leguas de la reducción: al O están las Salinas, y el pueblo de los Chiriguanos más inmediato es Ibuicatupirí: al S está Caraparí, y siguen las naciones de Chaneses y Mataguayos que distan cuarenta leguas, poco más o menos.

El pueblo está en una llanura agradable, y a poca distancia corre el río de Itaú: los ranchos son de palos y cañas sin embarrar, por librarse de sabandijas: el temperamento es sano e igual al de las Salinas, el terreno de semejante fertilidad, y puede tener algodonales, parrales, y otras plantas delicadas. En todo aquel valle viven varios españoles con sus ganados, y dejan muy pocas tierras para la misión, a la cual el año inmediato solamente se le asignaron cosa de dos leguas para estancia, en el sitio que llaman Ñaguazú, que mucha parte es monte espeso.

A esta misión invadieron los bárbaros Chaneses, el día 22 de febrero de 1798; quemaron mucha parte del pueblo, mataron a cinco indios, cautivaron a 62 almas, y saquearon todas las casas del valle, y los Padres conversores estuvieron muy expuestos a perder la vida por defender a sus neófitos y catecúmenos: se temía segundo asalto; se pidió socorro al cabildo de Tarija, pero lo miraron con mucha indiferencia y si los enemigos hubiesen verificado lo que amenazaron, ciertamente se hubiera perdido del todo la misión y todo aquel valle. Por este motivo, y por estar la iglesia y casa habitación de los Padres conversores amenazando ruina, emprendieron hacer en la misma reducción un pequeño fuerte, y encerrar en él la casa iglesia y oficinas, todo de adobe: lo que tienen ya ejecutado con el auxilio, aunque corto, de los vecinos de aquellos valles, y de la Misión de las Salinas. Este fuerte tendrá cosa de 30 varas de largo y a proporción de ancho, y cuatro cubos que quieren levantar   —35→   algo más de lo que están, según el talento que les alcanzare, pues, no hay otros maestros que los Padres. Pero siempre necesita esta misión y frontera de otro fuerte más capaz, con guarnición de soldados armados, porque sin esto todo está expuesto a perderse. Ya sobre este particular se hizo el correspondiente recurso a esa superioridad, y estamos esperando con vivas ansias que se conceda para el resguardo que se necesita.

Actualmente se compone la misión de 387 almas, de las cuales las 59 recibieron el santo bautismo. Su estatura, robustez, color, vestido, armas y costumbres son las mismas que las de los demás de esta nación: tienen poca inclinación al cristianismo y a la sujeción, sin embargo se les pusieron escuelas para muchachos y muchachas, y es imponderable lo que cuesta juntarlos a ellas. Para su subsistencia tiene la reducción 736 cabezas de ganado vacuno, 83 de caballar, 6 de mular, algunos jumentos, y 91 ovejas; todo lo cual, o lo más de ello, excepto las 200 que se sacaron de las Salinas, ha sido adquirido con los sudores y agencias de los Padres conversores.

A más de estas misiones, había también en esta frontera de Tarija, y bajo la dirección de los Padres misioneros del mismo colegio, otras dos llamadas Tariquea y Garrapatas, de nación Chiriguanos, las que se perdieron en los años de 1757 y 58, por la fiereza de los mismos indios, cuyo natural en todos tiempos ha chocado con la religión y sujeción. Ya los Padres jesuitas tenían misión en dicho Tariquea en el año de 1691, y corría felizmente aquella conquista, cuando de repente se alzaron y destruyeron hasta las que había en el valle de las Salinas. En el año de 1713 volvieron estos indios de Tariquea a pedir con vivas ansias al padre Francisco de Guevara les fundase reducción: fundósela en 30 de agosto de 1715: hizo grandes progresos la fe en aquellos naturales; pero el año de 1726 se sublevaron, abandonaron la reducción, y todo se perdió. ¿Quién será capaz de comprender la inconstancia de esta nación? Sin embargo el año pasado de 1799, habiéndoles el Padre conversor de las Salinas, fray Manuel Concha, enviado recado para que se fuese a su misión, donde tienen muchos parientes, prometiéndoles hacer una calle para ellos solos, y darles un capitán de ellos mismos, estaban ya todos resueltos a reunirse con los de las Salinas: y lo iban a practicar muy contentos y alegres, cuando un cristiano perverso, que tiene allí una estancia de ganado, les persuadió, con noticias para ellos muy melancólicas, que no lo hicieran, y así se han quedado.



  —36→  
De la Misión de Centa, y ciudad del Nuevo-Orán

A distancia de 90 leguas al S desde Tarija, al trastornar toda la serranía, en los 23º 15’ de latitud, y en los 315º 45’ de longitud, y en la entrada del Gran Chaco, se fundó la Misión de Nuestra Señora de las Angustias de Centa, por los padres conversores, fray Manuel Concha y fray José Ocaña, misioneros del colegio de Tarija, quienes entraron el día 13 de setiembre de 1779, en compañía de don Gregorio Zegada, coronel de milicias, alcalde ordinario de primer voto de la ciudad de Jujuí, Gobernador de armas en ella y sus fronteras, y comisionado por el señor gobernador y capitán general de Salta para esta fundación: la que inmediatamente se verificó a cuenta de la real hacienda. Y se construyó un fuerte con sus cubos, y seguidamente la casa habitación de los Padres conversores, todo de adobe; y luego la capilla de palizada embarrada, proveyéndola de los precisos ornamentos y vasos sagrados: y desde entonces hasta el año de 1796, se oblaron del ramo de sisa 3.000 pesos anuales para el socorro del fuerte y misión, por no tener estancia de ganado, y hasta ahora se han dado del mismo ramo 200 pesos a cada uno de los dos Padres conversores para sus alimentos.

Esta misión está distante del pueblo de Humaguaca 30 leguas, y 70 de la ciudad de Jujuí. Por el costado que mira al N tiene el río que llaman de Centa, en el cual entran los de Iruya, San Ignacio y San Andrés: es bastante grande y abundante de pescado: por el S, a distancia de seis leguas, está otro río regular, nombrado Santa Cruz por el E, a distancia de tres leguas de este pueblo, se halla el caudaloso río que llaman del Bermejo o de Tarija, por venir juntos, con el cual se incorpora el de Centa, y más abajo del de Santa Cruz, y es mucho más grande que el que llaman del Pasaje, y abunda de muchas especies de pescados, de lobos y caimanes: y a la parte del O se ven campos muy dilatados, de bosques poblados de ricas maderas, como de nogales, cedros, quebrachos, quinaquina, lapacho, palo blanco y amarillo, y otros de mucha estimación. El terreno es fertilísimo, y muy apto para viña, arroz, trigo, caña dulce, maíz, garbanzos, lentejas, frijoles, algodón, ají, añil, y cuanto se quiera sembrar o plantar. El temperamento es muy cálido y húmedo, de que se infiere ser igualmente enfermizo, como que cuantos Padres han entrado, todos enfermaron, excepto el padre fray Estevan Primo de Ayala, quien asegura, que anualmente caen muchos enfermos, y que a veces es con tanto exceso, que mueren muchos. Así mismo abunda de innumerables mosquitos, zanjudos, víboras y otras sabandijas; y en los   —37→   montes hay gran copia de tigres, dantas, jabalíes y otras fieras horribles.

Por tres partes está rodeado de bárbaros infieles: por el N, está la nación Chiriguana; por el S, los Matacos; por el E, los Tobas, y por el O, los cristianos de Humaguaca. Ninguna de las naciones bárbaras ha puesto empeño en acometer, ni mortificar a esta misión y sus vecinos, ni los españoles se han visto precisados a tomar las armas contra ellos. Sólo en el año de 1796 hubo una expedición, que salió de Salta, Jujuí y la Nueva-Orán para el sitio llamado San Francisco, sito entre el río Bermejo y el de Jujuí al S, para perseguir a los Tobas alzados de la reducción de San Ignacio del río Negro inmediato a Ledesma, por haber muerto a 11 vecinos de la frontera, y robado varios caballos costó la expedición 15.000 pesos, pero sin fruto, porque no pudieron dar alcance a los indios. También el año pasado de 1799 se hizo otra expedición contra los mismos Tobas, porque habiendo huido de su reducción, robaron mucha caballada de los hacendados inmediatos; se reunieron con ellos los Matacos, de los cuales murieron cinco, se cautivaron 17 y los demás escaparon, perdiendo 200 caballos, que pillaron los españoles. Siempre estos indios Tobas han sido rebeldes y dañinos a los de aquella vecindad pero los demás han dado pruebas de su pacífico corazón.

El pueblo o ranchería de los indios de la misión no tenía orden alguno, y consistían sus habitaciones en unas ramas paradas, y de ninguna subsistencia; hasta el año, de 1795 en que, a instancias de los Padres conversores, fabricaron sus casas, o ranchos embarrados, y cubiertos de paja con bastante capacidad, puestos en buen orden, formando una buena plaza. Los Padres conversores, con solo el deseo de adelantar aquella misión, plantaron un gran cañaveral, del que sacaban bastante azúcar de excelente calidad, cercándole con un tapial muy fuerte, y en el mismo continente plantaron limones, naranjos y otros árboles, y sembraron trigo, arroz y varias hortalizas; y en la misma casa hicieron una huerta bastante capaz, en que plantaron una viña y hermoso parral, cedros y naranjas dulces, cebollas, y otras plantas y verduras, cogiendo ellos mismos el azadón, y sin tener para ello más socorros que el de sus sínodos, industriándose de este modo para proveer la iglesia de las cosas necesarias, inclinar a sus indios al trabajo, y socorrer sus necesidades. Para el riego de todo lo dicho, tomaban el agua de una grande acequia que corre cerca del pueblo. Hasta el día persevera todo lo dicho sin novedad.

Para el sustentamiento de estos indios, y tenerlos sujetos, entablaron en el principio darles ración de carne todos los sábados del año: a cuyo fin, como no había allí estancia de ganado, venían de tanto en tanto algunas remesas de Jujuí, y en esto se gastaban los 33.000 pesos   —38→   anuales, que se cobraban del ramo de sisa, por el que corría con esta provisión. Últimamente, el año de 1796, el señor gobernador intendente de la provincia de Salta, don Ramón García de León y Pizarro, actual presidente de Charcas, puso una famosa estancia, bajo la administración de don Pedro Ignacio López, a quien se encargaron 3.000 cabezas de ganado vacuno, 200 caballos y 300 yeguas. Pero, observándose que todo iba en decadencia, tuvo a bien dicho jefe entregar su administración al Padre conversor, fray Estevan Primo de Ayala, el cual en el mes de setiembre de 1797 recibió 1.824 cabezas de vientre, y 448 terneras herradas en aquella hierra inmediata, y 611 vacas, que con cargo de reintegro se suplieron al fuerte de Pizarro; 91 caballos, 98 yeguas de vientre, y 36 yeguas que paran en dicho fuerte, dos potros y una potranca. Hasta ahora ha corrido y corre con esta administración dicho Padre conversor, y provee de carne a los indios, soldados, presidarios y otros sujetos, y en el día se cuentan 2.300 cabezas de ganado vacuno, 200 de caballar, 6 de mular y 60 de ovejuno.

Se componía la misión de indios Vejoses y Mataguayos, y por la inmediación de la ciudad de Nuevo-Orán, había siempre disensiones entre estos y aquellos. Ya años pasados habían muerto los indios a un vecino de Orán; y en el año, de 1798, los soldados mataron a dos indios, por cuyo motivo casi todos los de la reducción se fueron al monte, con ánimo de no volver más a ella; y después de muchas diligencias e instancias de los Padres conversores, se allanaron a vivir en reducción, con tal que la trasladasen a distancia de cuatro o seis leguas retirada de los españoles; a este fin fueron algunos de los indios principales al Gobierno de Salta, y pidieron que se les hiciese esta gracia, para evitar disensiones entre los unos y los otros: y habiéndoseles concedido provisionalmente hasta conseguir el beneplácito de S. E., se determinó plantarles la reducción a seis leguas de Orán, hacia el S, y una legua, antes de llegar al Fuerte de Pizarro, adonde se trasladó el destacamento que antes estaba en la misión. Allá se trasladaron los indios Vejoses; pero como los, Mataguayos vivían siempre encontrados con ellos, considerando que por estar aquellos en aquel paraje muy cerca de los de su nación, no les podía ir muy bien, resolvieron quedarse en su antigua reducción, lo que ha sido preciso tolerar, para que no se perdieran estas almas. Quedáronse, pues, los Mataguayos en la reducción antigua, bajo la dirección de un Padre conversor, pero no se les da ración sino los días que trabajen con algún empeño, para sí o para la hacienda. Ellos son en número 93 almas, de las cuales las 41 recibieron el santo bautismo, y las restantes son de catecúmenos; y si se verificase fundar misión en río Seco, cuyos indios, que son de la misma nación, ya la han pedido, sería fácil reunirse con ellos. La estatura de estos indios es regular, el color entre moreno y amarillo,   —39→   se aplican al trabajo cuando les dan de comer, y en vicios y costumbres son casi iguales a los Chiriguanos, particularmente en la firme creencia a sus hechiceros.

La situación para el nuevo pueblo, destinado para los indios Vejoses que residían en la mencionada misión, está al S, entre el río que llaman de Santa Cruz, o de Santa María, y el de Jujuí, a las márgenes del río de Tarija o Bermejo, en una campaña llamada de Zaldua, (nombre que le puso don Juan Antonio Moro Díaz, en obsequio de la señora gobernadora, esposa del señor Pizarro) que tiene dos leguas de largo, y otro tanto de ancho en chaparral y monte ralo: terreno igualmente fértil que el de Orán o misión antigua, más abundante de pescado, y tiene buenos lugares para el ganado, y a dos leguas están los Vejoses bárbaros. Por ahora, a más de las 60 casas 6 ranchos de palo y caña sin embarrar para los indios, no hay más fabricado que la casa habitación del conversor que los dirige, la cual tiene 32 varas de largo, con su recibidor y dos cuartos, el uno de los cuales sirve de capilla con puerta afuera. Es la obra de palizada doble o pilca francesa, con techo de paja; tiene un corredor a la parte del patio interior, que está cuadrado y cercado de palo a pique, y en él tiene tres cuartos, uno para despensa, otro para cocina, y otro para el cocinero. En ocho familias que componen este pueblo, hay 427 almas: esto es, de cristianos adultos 19, y de párvulos 34; de adultos gentiles 233, y de párvulos 141.

Sus propiedades son casi semejantes a las de los Mataguayos, tienen allí sus chacras de maíz, zapallos, melones y sandías: con esta inmediación a los de su nación se espera vendrán algunos a recibir la Santa Fe.




Nueva Orán

La ciudad de la Nueva Orán, fundada en el año de 1794 por el señor don Ramón García de León y Pizarro, siendo gobernador intendente de la provincia de Salta, se halla a un cuarto de legua de la mencionada Misión de Nuestra Señora de las Angustias de Centa, en la misma llanura y tierra fértil que queda explicado. El pueblo se tiró a cordel, se señalaron las calles y cuadras, se fabricó una pequeña capilla con su sacristía y torre, todo de pilca francesa, la casa de cabildo de adobe, y algunas casas de vecinos. En el medio tiene una plaza grande en cuadro, muy llana y espaciosa, en que   —40→   está al N la iglesia nueva de adobe, que ahora se concluyó bajo la dirección del expresado padre fray Estevan Primo, la cual tiene 44 varas de largo y 9½ de ancho, con los ornamentos suficientes, y aunque la torre no está concluida, hay allí prevenidas tres campanas para colocarlas en ella. Al S está la capilla antigua casi del todo arruidada, al E algunas casas de los vecinos, y al O la casa de cabildo de mucha subsistencia, si se tiene cuidado en repararla, la cual tendrá como treinta varas de largo. Al presente tiene 71 casas, pero de estas las dos son de adobe, las 39 con solo techo, con algunos retazos de pared, y parte de ellas muy deterioradas, y las 30 restantes enteramente se han caído después de concluidas, las unas por haberlas abandonado los dueños, y las demás por haber muerto los padres de familias en la epidemia que asaltó en aquella nueva ciudad, a fines del año de 1796 y principios de 1797, en que murió gran parte del vecindario, y como las paredes son de palo a pique o de pilca francesa y los techos de terrado, se arruinaron por falta de reparo.

Actualmente tiene 107 vecinos que vinieron de Salta, de Jujuí, del Valle de Iruya, de Bacoya, de Puscaya, y la mayor parte de los valles de Tarija; de todos los cuales la mayor parte más reside en las estancias o chacras que en la ciudad: solos ocho son españoles, y los demás son mestizos, mulatos y gente ordinaria. Otros hay que se cuentan por vecinos de esta ciudad, y efectivamente obtienen oficios de su cabildo, como son don Juan Antonio, Moro Díaz, don Diego Puigrodon, don Gaspar Arias, y algunos otros que allí tienen sus estancias de ganado: pero estos viven perpetuamente en Salta o en Jujuí o en otras partes, donde tienen su domicilio fijo, y a veces van a Orán a los negocios particulares o públicos que ocurren.

De todos los expresados vecinos, diez y seis tendrán de cien cabezas de ganado vacuno para arriba, y de los demás, unos tienen algún poco de ganado y otros nada; pero siembran sus chacras y lo pasan como pueden. Por ahora hay seis vecinos que tienen sus cortos cañaverales, y como el terreno es tan pingüe como queda dicho, pueden plantar y sembrar de todo, y sacar de ello útiles ganancias. Por ahora sacan a Jujuí y Salta el azúcar, ají y algodón que cogen; y el ganado vacuno y caballar lo extraen a la Puna y Tarija, y aunque de estas extracciones sacan poca utilidad por la cortedad de sus caudales, y la dificultad que hay en tales transportes a una tan larga distancia, sin embargo, como sacan estos efectos   —41→   con sus propios animales, siempre ganan algo, y con el tiempo ganarán mucho mas.

El fuerte mantiene 24 soldados pagados del ramo de sisa: al capitán le dan 200 pesos anuales, y al alférez, sargento, cabo y demás soldados, les dan por igual 95 pesos y sus raciones. Cuando hay algo que hacer, se llaman y ocupan los milicianos que se necesitan, a quienes solamente se les da la ración de carne.

Si estas milicias se hubieran de componer de los habitantes del valle de San Andrés, de Iruya y de Bacoya, que pertenece al curato de Humaguaca, o que en todo rigor pueden llamarse inmediatos a la Nueva Orán, solamente podrían componer tres compañías de a 40 hombres cada una; pero si se les agregasen los de Puscaya y Acoiti, que pertenecen al curato de Yaví y están muy atras-mano; y los de los valles de Caraparí, Itaú y Bermejo, que se hallan en los curatos de Tarija y Patcaya, desde luego se podrían formar otras muchas compañías, aunque sería dificultosísimo poderlos congregar por las grandes distancias que hay de aquellos parajes a Orán. A lo que se agrega, que por cualquiera parte que hubiesen de pasar, hay 6 caminos muy ásperos o peligros manifiestos. Porque, si se pasa de Itaú y Caraparí por el Río Seco, que es el camino que nuevamente se ha abierto y es el más derecho, es preciso pasar por entre los bárbaros, en quienes rara vez deja de haber traición y peligro. Si de aquellas partes se quisiera pasar por el río de Tarija y Bermejo, y entrar por los ríos del Pescado y de Centa, sobre ser paso intransitable en tiempo de aguas, es camino penosísimo por los innumerables vados que hay que pasar, algunos muy pantanosos, y la mucha piedra que se encuentra. Si finalmente se quiere entrar, por Acoiti, o por el abra de Centa, es camino fragoso por las cuestas y la mucha piedra en que forzosamente se despean todos los animales. De aquí se infiere ser más difícil, o casi imposible, que de la Nueva Orán (a lo menos por ahora) se pueda dar algún socorro o auxilio a los de Itaú y Caraparí, cuando se viesen combatidos de los bárbaros enemigos.

Los Padres conversores de aquella misión, cuidaron desde los principios de administrar los sacramentos y pasto espiritual a los vecinos de aquella nueva ciudad: después pusieron un presbítero secular, y por haber este enfermado y muerto, el señor obispo de Córdoba del Tucumán, a súplica del señor gobernador intendente de Salta, remitió los títulos al expresado fray Estevan Primo, para que cuidase de aquellas sus ovejas, en atención a que no era posible que   —42→   pudiese allí mantenerse un presbítero secular, por la cortedad y pobreza de aquel vecindario; con que dicho religioso, a más de cuidar de la administración temporal de aquella real hacienda, y de la espiritual de los dos pueblos de Mataguayos y Vejoses, también carga con la de la Nueva Orán, por condescender a los deseos de dichos señores Obispo y Gobernador, y cooperar en todo lo posible al bien espiritual de aquellos pueblos.

Hasta aquí no se ha hecho particular mención de los trabajos, fatigas, desvelos, temores, vigilancia, peligros, y otros mil sobresaltos que han padecido y padecen los Padres misioneros en las horribles soledades de aquellos tristes desiertos: pero cualquiera que se pare en considerar lo remoto de aquellos lugares, la condición de aquellos indios, la pobreza de aquellos religiosos, los cortos socorros que se les dan para sus alimentos, la poca o ninguna defensa, y otras inexplicables calamidades que allí se experimentan, fácilmente, conocerá, que sólo la eficacia de la divina protección es capaz de hacer permanecer en aquellos parajes a unos religiosos que, privados de toda comodidad, solamente ponen sus miras en instruir, educar, pulir, y perfeccionar a aquellos pobres y rústicos indios, para conseguir de ellos que sean útiles para sí y para el estado, y que, aprovechándose de sus saludables instrucciones, salven sus almas. A este fin ocupan los días y las noches enteras en discurrir los medios más proporcionados para hacerles entrar en una vida política, civil y cristiana, y conforme a lo que conceptuan ser conveniente entablar el método de gobernarlos.






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Del gobierno espiritual, temporal y político de las Misiones

Es preciso advertir, que cuando se fundaron las misiones, después de haber tenido las licencias necesarias, los Prelados del colegio y misiones, destinaron a ellas los religiosos que les parecieron a ser propósito para el ministerio a que eran enviados. Estos se vieron de repente en unos pueblos de bárbaros, idiotas, incultos, y que necesitaban hacerles primero hombres racionales que cristianos.   —43→   Este cuidado se encargó enteramente a dichos religiosos, así de parte de dichos Prelados, como de los Ministros de nuestro Soberano, quienes absolutamente lo confiaron a su prudencia, según los talentos de que se consideraban dotados, para esta empresa: y si alguna vez se ha notado algún defecto o exceso, se les ha procurado exhortar y corregir, y ellos se han sujetado a las disposiciones de sus prelados y superiores. Con que, ellos son destinados para aquellos pueblos, y se quedan en ellos para ejercitar todos los oficios, esto es, de catequista y párroco, de padre de familias y maestro, de juez árbitro y conservador, y de cuantos ejercicios mecánicos hay en cualquiera república: pues en el mismo hecho de dejarlos allí solos, se cree que así el Papa como el Rey les han conferido toda la autoridad y poderío que sea menester, para hacer de sus indios unos hombres cristianos, económicos y políticos.




Gobierno espiritual

Para hacerlos cristianos, se dedican mañana y tarde a enseñarles la doctrina de nuestra católica religión. Por la mañana, al salir el sol, se llama a la iglesia, y allí se reza la doctrina cristiana y se encomiendan a Dios, un día en castellano y otro en su propio idioma: luego se sigue la misa, y se van a sus casas. Por la noche, o al entrarse el sol, vuelven a congregarse, rezan la doctrina y el santísimo rosario, y se encomiendan a Dios; y habiendo cantado algunas cosas devotas, se van a recoger. En las misiones nuevas todo lo reza uno de los Padres conversores, y cuando después de algunos años están los muchachos bien instruidos, hace que uno de ellos lo rece, estando él presente. En los días Domingos y fiestas principales, se les explica un punto de doctrina cristiana. Todos los años, por la cuaresma, son examinados de la misma, y cumplen con los preceptos de la confesión y comunión todos los que se hallan capaces; para lo cual no se les hace fuerza alguna, sino que se les persuade y exhorta, como a unos cristianos muy tiernos en la Fe: y efectivamente, en Piray, Florida, Cabezas, Abapó, Asero y Salinas, casi todos los adultos confiesan y comulgan. Todos los días se visitan los enfermos, se les aplican los remedios, se les socorre de todo lo necesario, se les administran los santos sacramentos; y muriendo, se les hace el entierro correspondiente en el cementerio, que para ello está destinado a un lado de la iglesia. Para matrimoniarse, se guardan todos los ritos   —44→   de las Santa Iglesia, y para ninguna de estas cosas reciben los misioneros cosa alguna, antes suelen darles algún regalo.

Los que están casados, suelen buscar mil pretextos para no asistir a la doctrina, misa y rosario; se les ronda, y no pocas veces el mismo Padre ha de ir por los ranchos a congregarlos, porque los alcaldes y fiscales lo miran con indiferencia: más los días de fiesta asisten todos con prontitud. A los que se llaman catecúmenos, y son en la realidad bárbaros, aunque se les procura congregar e instar a que asistan a la iglesia, se les disimula bastante, por la ninguna aplicación que tienen a la religión: sin embargo, cuando están muy enfermos, se hace todo el esfuerzo posible para que reciban el bautismo, y se instruyan lo suficiente para recibirlo con fruto, y muchísimas veces se logra.

El principal cuidado que ponen los misioneros es en juntar a los muchachos y muchachas en sus respectivas escuelas, en que aprenden la sujeción, la doctrina, la crianza, y a leer o hilar, y al cantar varias cosas; y no pocas veces se valen de los muchachos para algunas cortas faenas, para enseñarles, e instruirlos al trabajo. En los primeros años corren con todo esto los Padres, y cuando hay algunos suficientemente instruidos, se escoge alguno y alguna, que sirvan de maestros, que les enseñan lo que va expresado, asistiendo el Padre algún rato, para ver si se aprovechan. Estos muchachos y muchachas son los que infaltablemente asisten mañana y tarde a la iglesia, y continúan en este ejercicio y sujeción hasta que se casan: a no ser que sus padres alguna vez los hayan menester para que les ayuden o acompañen, que entonces se les da licencia para ello. Algunos muchachos aprenden también la música, y las muchachas barren la iglesia y traen agua a los conversores: estos tienen en casa algunos, especialmente huérfanos, que los sirvan y aprendan a cocinar, y otras cosas.




Gobierno temporal y económico

Todas las misiones procuran tener una estancia de ganado, plantar y sembrar lo que pueda ofrecer alguna utilidad. Las más de las estancias se proveyeron con las limosnas que se recogieron de los fieles, y muchas de ellas con cargo de misas; con las cuales se han procurado aumentar aun aquellas, para las que el Soberano dio   —45→   algún suficiente socorro. Para estas estancias se hacen las más eficaces diligencias, a fin de encontrar capataces inteligentes, fieles y cuidadosos, que las gobiernen, conserven y aumenten con su industria: y como estos en aquellos remotos desiertos no se hallan, se ven los Padres precisados algunas veces a valerse de los indios, dando alguna vista o pasada de tanto en tanto a la estancia; y en todo caso, sean los capaces que fueren, siempre asiste uno de los Padres misioneros en las hierras anuales, en que se junta todo el ganado en el corral y se cuenta con prolijidad.

Igualmente, cuidan que en las chacras de la misión se planten cañaverales, algodonales, y algunos árboles frutales, y se siembre maíz, frijoles, arroz y otras semillas, según la calidad de los terrenos y climas: para lo cual, en las misiones más adelantadas se obliga a los indios que trabajen dos días a la semana, lo que hacen con mucha frialdad, y esto en sola la mañana, y en los demás días trabajan en sus chacras: pero no todos toman el mayor empeño en ello, por más que los Padres se fatiguen en hacer que trabajen para tener a lo menos lo necesario para vivir. Los más procuran tener sus pequeños algodonales para vestirse, y los menos, o muy pocos, tienen algún ganado vacuno, y cuando les da la gana, lo matan y se lo comen todo.

Según es la estancia y el número de las familias de cada pueblo, es la matanza del ganado. En los pueblos más adelantados se matan cuatro o seis reses a la semana, y en los demás una, y esta muchas veces de quince días. Esta carne sirve para el gasto de la casa de los Padres, para los enfermos, para los vaqueros y oficiales, y para los forasteros, a quienes se suele socorrer, particularmente a los comerciantes. En las Misiones de Salinas y Centa se da semanalmente ración de carne a los indios, pero en las demás solamente en las festividades más solemnes. En las Salinas, Itaú y Asero venden anualmente algunas reses para soportar los salarios de capataces y peones, pero en las demás, aunque tienen la misma necesidad, no les es fácil hacer estas ventas, por estar demasiadamente retiradas. El sebo y grasa que se saca en las misiones pobres, sirve para el gasto, y la mayor parte del año no les alcanza, pero en las otras se vende todo lo sobrante a los comerciantes, por sal, ropas u otros efectos útiles.

Del mismo modo, cuando el algodón, azúcar y otros frutos son abundantes, se venden; pero cuando escasean (que sucede muchos años por los tiempos malos) solo sirven para la manutención del pueblo.   —46→   Todos los años se tiene cuidado que los indios vayan a melear para recoger alguna cera, para cuyo trabajo se les da ración de carne y maíz. Algunos años traen muy poca, ya por su poco empeño, ya por las trampas que hacen, ya por el mal tiempo que les hace, y otros traen algunos quintales, la cual, sacada la que se necesita para el culto divino, también se vende a los comerciantes.

El algodón se manda hilar y tejer a los mismos indios, y el lienzo se gasta regularmente en vestir a los muchachos y muchachas de escuela, y a los desvalidos del pueblo, y cuando sobra, también se vende. El extraer estas y otras cosas a los pueblos cristianos de las fronteras, tiene muy poca cuenta, por las distancias y caminos tan fragosos que hay entre ellos y las misiones: sin embargo algunas veces las remiten al Padre Procurador, el cual las expende, aunque sea con cortas ganancias.

También se hacen todos los años los quesos que se pueden pero estos se consumen todos entre los indios, en pago de algún trabajo, y ninguno se extrae por los motivos dichos; pues nada se ganaría en ellos, por estar allí la sal muy cara. Alguna vez se han llevado algunas cargas a Santa Cruz, cuando allí están escasos. La Misión de Salinas saca de ellos alguna ganancia, por tener abundancia de sal y de compradores.

Suelen ir a las misiones varios comerciantes del Valle-grande, de la Laguna, de Tarija y de otras partes, con géneros útiles, y a estos se les recibe con mucho agrado, y se hacen con ellos los trueques ya mencionados: pero de la ciudad de Santa Cruz van otros con tasajos de carne charqueada, melados, alfeñiques y otras frioleras para trocar por algodón e hilados, y cuando estos sobran a los indios, se les da permiso para dicho comercio, pero cuando escasean se les niega, por no dejar a los indios desnudos.

Si se consideran bien los gastos que hay en una misión, como de proveer la iglesia de lo necesario, de pagar a los capataces y peones sus salarios, de congraciar a los indios sus trabajos, de proveerles de hachas y otras herramientas, de socorrer a los enfermos y otros necesitados, y de otros muchos que se ofrecen en las estancias, en la casa y en el pueblo, fácilmente se deja conocer, que todos sus productos son escasos: y por lo mismo los Padres conversores emplean en ello la mayor parte de su sínodos, sin los cuales nada se adelantaría.



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Gobierno político

Siendo las misiones unas escuelas generales, en que los Padres misioneros enseñan a sus indios, no sólo los artículos y preceptos de la religión y las reglas prácticas de una buena economía, sino también el método de un gobierno político, para la perfecta morigeración, paz y quietud de sus pueblos, es preciso que desde los principios les vayan entablando una vida civil, que poco a poco los connaturalice con la sujeción y dependencia, reconociendo en los que gobiernan el pueblo una autoridad que sea capaz de reconciliarles respeto, veneración y obedecimiento. Procuran primeramente inspirarles un conocimiento de la potestad regia, para que se reconozcan vasallos fieles de nuestro Soberano, y obedezcan las sabias disposiciones de sus Ministros. Para lograr esto, es menester combatir largos años, con las densas tinieblas de su ignorancia, y expugnar con mil ardides aquella brutal libertad con que están connaturalizados. Los capitanes que los indios tenían en su gentilidad, conservan siempre su título y mando sobre sus soldados, y para más distinguirlos se les da bastón con puño de plata, y tienen en la iglesia escaño distinguido. Este honor es hereditario, y faltando sucesión, se congregan los soldados delante del Padre conversor, y a pluralidad de votos, se elige capitán, cuando alguno fallece.

Aunque los indios son incapaces de gobernar, por las perversas condiciones que les acompañan, los Padres conversores escogen de ellos los menos inútiles, para darles los títulos de Gobernador, Teniente, Alcaldes y Fiscales. Esta elección se hace el día primero de enero con la posible solemnidad. Se congrega todo el pueblo, todos los dichos entregan la vara, se les aplaude y agradece lo bien que han cumplido sus oficios, o se les advierte aquello en que han faltado; y luego el Padre conversor mayor, o los confirma en los mismos, o pasa a nombrar otros, como le parece más conveniente, les entrega el bastón, y concluye con una seria exhortación, en que les hace ver que deben celar el bien de todo el pueblo y lo demás que incumbe a estos empleos. Estos también tienen lugar distinguido en la iglesia. El Gobernador, Teniente y Alcaldes rondan, celan, congregan la gente a la doctrina, misa y rosario, y cuidan de averiguar lo que pasó en la misión; y los Fiscales les asisten en las matanzas y otras faenas. Todos los del pueblo les guardan respeto y les obedecen, mientras ellos proceden con juicio y formalidad; pero cuando los ven ebrios y metidos en los mismos vicios y excesos que los demás, los tratan como a   —48→   un cualquiera del vulgo, y les pierden el respeto: lo que los Padres acostumbran reprender, exhortando a los así empleados, que se moderen y porten con más juicio, y eviten las concurrencias peligrosas; pero todo es predicar en desierto.

Supuesto que todos estos oficios los tienen como por ensayo, para que aprendan a gobernar; y viendo los Padres conversores que ellos nada hacen sin su influjo o intervención, se ven precisados a mandar y ordenar todo lo que es propio de estos empleos, sin lo cual nada se adelantaría, y se quedaría todo en una mera barbarie. De aquí es, que avisando el Gobernador, Teniente o Alcalde algún exceso, crimen o desorden al Padre conversor, este les dice lo que deben hacer para corregirlo, y en su virtud ellos prenden y encarcelan, ponen en el cepo, azotan o aplican la pena que conviene. Algunas veces vienen al pueblo algunos forasteros, especialmente de Santa Cruz, que con el pretexto de comercio quieren entrar en los pueblos de adentro, o efectivamente traen algunos efectos con que comerciar. Avisan luego los alcaldes al Padre misionero, y este los instruye con arreglo a lo que tienen ordenado los señores gobernadores de Santa Cruz, aunque no siempre se observa con el rigor con que ellos lo ordenaron; usando las más de las veces de conmiseración, excepto cuando traen aguardiente a vender, lo que nunca se permite ni tolera.

Estas órdenes son las que pasaron a las Misiones de Piray, Cabezas y Abapó los señores gobernadores de la provincia de Santa Cruz, don Andrez Mestre, don Tomás Lezo y Pacheco, y don Francisco de Viedma. El señor Mestre, con fecha 18 de marzo de 1775, encargó a los Padres misioneros de dichas misiones, no dejen internar a ninguno tierra adentro con ningún pretesto, ni motivo, así de los vecinos de Santa Cruz, como de los indios, por los graves inconvenientes que se originaban de su entrada en los pueblos de los indios bárbaros. El señor Lezo, en carta de 5 de noviembre de 1778, dirigida al padre ex-comisario, fray Manuel Gil, haciendo confianza del celo y prudencia que en él había observado en la propagación de la fe, y en el adelantamiento de los tres pueblos referidos, y de la paz y tranquilidad de ellos, le encargó diese orden para que no se permitiera pasar cruceño alguno comerciante tierra adentro, por convenir así al sosiego de dichas reducciones: y añadió que conocía muy bien que los motores de las revoluciones de la Cordillera eran los muchos apóstatas que había entre los bárbaros, y que mientras estos no se sacasen por fuerza o maña, no se podría lograr el incesante trabajo de los Padres conversores; y efectivamente es así. El señor Viedma, en una providencia dirigida al subdelegado de Santa Cruz, y al Padre Presidente   —49→   y demás misioneros de las reducciones de su comprensión fecha en Cochabamba a 23 de setiembre de 1784, ordena los puntos siguientes: Primero, que cualquiera vecino que intente pasar a dichas misiones con género para vender y comerciar, haya de acudir a dicho Subdelegado, o a los alcaldes ordinarios de Santa Cruz, a impetrar la correspondiente licencia y guía, que presentarán luego que llegasen, a los alcaldes del pueblo donde se dirigen, interviniendo en su cumplimiento los Padres misioneros de aquella reducción, quienes procurarán contener los excesos escándalos. Segundo, que el que pase a dichas misiones sin la citada guía, todos y cualquiera efectos que lleve, se les darán por decomiso, aplicando la tercera parte al denunciador y las otras dos para los costos de aquellas misiones. Tercero, que por ningún caso han de llevar aguardiente, bajo la pena de decomiso, y con la misma aplicación que contiene el capítulo antecedente.

Las justicias o castigos que dichos alcaldes ejecutan, son como de una mano que trata con compasión a los que podrían aborrecerles: se puede decir, que más es ceremonia y aparato exterior, que castigo verdadero. En tiempo de bebidas, que son frecuentes (y ya los Padres agotaron su discurso en buscar medios para exterminar sus excesos, y no han podido conseguirlo) andan los alcaldes de ronda, y es muy rara la vez, que no cedan al convite y al mismo desorden.

Los días que el Padre conversor explica algún punto de doctrina o misterio de nuestra Religión (que son todos los Domingos y fiestas principales), uno de los alcaldes, tenientes, o Gobernador les repito en idioma a los indios lo mismo que oyó en la plática, estando todos juntos en la puertas de la iglesia.

Es también frecuente el cuidado que tienen los Padres, en que las plazas y calles estén con aseo o ranchos en buen orden y sin ruina, y que los caminos estén bien abiertos, lo que casi cada año, se practica con toda la gente. Ellos procuran que se instruyan en todos los oficios mecánicos, y efectivamente se dedican algunos, y se dedicaran más, si hubiera maestros que les enseñasen.

Este es el estado y gobierno de las misiones, del cargo del Colegio de Propaganda Fide de Tarija; y aunque las más modernas no se hallan en todo el orden y adelantamiento que las más antiguas, se van sin embargo dirigiendo a ello bajo un mismo método. Las proporciones de temperamentos, terrenos y robustez de los naturales, ofrecen desde luego unas colmadas utilidades; y la aplicación, desvelo y eficacia con que los Padres conversores se esmeran en adelantarlos   —50→   en lo temporal, político, económico y bien espiritual, indican los eficaces deseos que tienen de llenar todos los vacíos de su ministerio, para la utilidad pública y mayor bien de la religión y el estado. Sólo falta hallar los medios más acertados para infundir en los corazones de aquellos indios una firmeza de espíritu que disipe su inconstancia; una sujeción gustosa que aniquile el amor que tienen a la libertad e independencia; una inclinación a la propia comodidad para pasar honestamente la vida, que les haga aborrecer el ocio; un amor sincero a los españoles, que convierta la adversión que les tienen en una amigable correspondencia; una suficiente estimación de la templanza, que les modere aquella suma propensión que tienen a la embriaguez, madre de todos los vicios; en una palabra, un espíritu de hombría de bien, para ser útiles para sí, para sus familias, para su pueblo, para el común de la religión y el estado: si esto no se consigue, se trabajará mucho en ellos, y se adelantará muy poco; se pasará una y otras generaciones, y no tendremos el gusto de verlos como los deseamos. Los Padres conversores han hecho, y hacen para lograrlo, cuanto alcanzan sus talentos, pero la alta comprensión y larga experiencia de que Vuestra Excelencia está dotado, se dignará comunicarnos aquellas reglas, método e instrucción que le parezcan más proporcionadas para conseguir de estos indios los verdaderos y sólidos adelantamientos, que les puedan hacer útiles y eternamente dichosos.

Dios guarde la apreciable vida y salud de Vuestra Excelencia los muchos y felices años que necesitan todas estas provincias, para el buen gobierno de ellas, y propagación de nuestra Santa Fe Católica. Potosí, febrero 26 de 1800.

FRAY ANTONIO TAMAJUNCOSA2,
Comisario y Prefecto de Misiones.

Excelentísimo Señor Gobernador-Intendente de la Provincia.









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