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Discurso octavo

De algunas relaciones, aprobaciones, instruciones y cartas, en confirmación y aprobación de los discursos para el negocio del amparo de los legítimos pobres y reformación de los fingidos destos reinos

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Relación a la majestad del Rey don Felipe, nuestro señor, por el doctor Pérez de Herrera, en que se escribe el fundamento y sitio de la fábrica del albergue desta villa de Madrid.

       Señor:

     Para el albergue que V. M. ha sido servido mandar se haga y fabrique en esta villa de Madrid, para el amparo de los legítimos pobres mendigantes desta Corte, he buscado muchos sitios con particular cuidado, y, entre muchos que he visto, no he hallado otro más a propósito que el en que está ya comenzada gran parte de la fábrica; porque, fuera de que costó muy poco el suelo y sitio, respeto de otros en los cuales se habían de derribar algunas casas, éste, por ser solares y campo raso, es muy bueno y barato, porque tiene las calidades (231) siguientes.

     Está en un camino real, y de tan gran concurso como es el que va a Nuestra Señora de Atocha, casa de tanta devoción. Límpianle todos los aires, sin que alguna cosa se lo pueda estorbar. Este sitio tiene el cierzo por la delantera, y el mediodía por las espaldas, que para la sanidad y conservación de la salud de la gente que durmiere y viviere dentro, es de mucha importancia. Y puédese meter dentro el agua del pilar, que está en el mismo camino de Nuestra Señora, hasta un buen pedazo de la casa, que se vaya por su pie, para que con el remanente del mismo pilar, que Vuestra Majestad es servido se arrime a la huerta del albergue, pueda limpiar las oficinas dél y salir el agua a su acostumbrado camino, que es un arroyo que va al río desta villa, y también desde que el sol sale hasta que se pone le baña.

     El sitio (232) es alto y capaz, conforme la traza, que es de la forma que se verá luego. Tiene esta fábrica cuatrocientos pies cuadrados, que son mil y seiscientos de circuito; la iglesia está en medio, y tiene ochenta y cuatro pies en cuadro, y el altar mayor en sitio y lugar que se oya misa de todas partes; la sacristía ha de estar debajo del altar con luces a los patios de la dicha casa, que son cuatro casi cuadrados, y en cada uno de los de los pobres mendigantes dos chimeneas de compaña, muy capaces, con sus poyos para sentarse a calentar las noches de invierno; y al rededor de los patios, portales. Tiene así mismo esta fábrica once dormitorios, cada uno de veinticinco pies de ancho, y ciento cincuenta y ocho de largo, los cuales vienen a parar a la dicha iglesia, siendo tres por cada parte de cuatro della, y dos por la delantera, porque se quita uno para entrar a la iglesia, y esto se hace con intención de que de cada uno dellos, y de unos apartamientos que habrá, puedan oír misa los pobres de cada dormitorio. Y lo mismo hagan las mujeres de la reclusión de la casa del trabajo y labor, que las justicias de V. M. han de condenar de aquí adelante, por los delitos que cometieren, a ella, como dije en el discurso cuarto; la cual se hace y ejecuta en uno de los cuatro patios dichos, en lo más bajo dél, porque se manda éste y otro su compañero al mismo lado por corredores, para igualarlos con los otros dos de mano derecha por un desnivel que tiene el sitio, y con esto se iguala.

     En esta casa hasta ahora todos los dormitorios y cuartos son en bajo, si no se doblaren algunos para lo que sucediere con el tiempo, poniéndose y trasladándose (233) el Hospital General desta villa en los dos patios de atrás -como diré adelante-, aunque son muy enjutos, por ser el sitio de suerte y altura que se sube a la casa desde la calle por gradas; solo el aposento del retor, administrador della, se fabrica en alto, arrimado a la iglesia, para que, por un corredor que por la parte de adentro della ha de haber, por unas ventanas que caigan a los dormitorios, pueda juzgar y visitarlos las noches, viendo lo que hacen con las luces de las lámparas dellos, que han de estar encendidas toda la noche. Tendrá esta casa una huerta muy capaz -que irán sus lindes por el arroyo que pasa al río desde el segundo Prado de San Gerónimo-, de la cual se podrá sacar alguna buena renta para ayuda a la costa de la lumbre de invierno para las chimeneas y luces de las noches, y reparos de la casa, y gastos para el culto divino de la capilla; no teniendo otro gasto de consideración, no comiendo ni cenando los pobres a cuenta de la casa, como se dijo en su lugar.

     Es tan grande (234) y capaz esta casa de sitio y fábrica, que al presente, por ser muy costosa, no se podrá edificar toda de una vez, sino la mitad de la parte de la delantera para ejecutar luego el negocio de los pobres, y el de las vagabundas. Y espero en Nuestro Señor que, adelante, en estando acabada en cuatro patios que tiene, se han de poder acomodar estas obras heroicas en el uno de la mano derecha, a la entrada de la puerta principal, los pobres mendigantes varones, con tres o cuatro dormitorios capaces para todos ellos; y en el otro patio, que está a la mano izquierda (que se entra por los corredores que dije), las mujeres pobres mendigantes, y niños y niñas que han de asistir en ellas hasta edad de siete o ocho años, con dos o tres dormitorios suficientes para todas ellas. Y en el patio (235) de la puerta principal de la mano izquierda, que está debajo deste cuarto, mandándose por puerta particular, se han de encerrar las mujeres vagabundas delincuentes de la casa del trabajo y labor, por haberse fabricado con esta intención, Por consulta y mandado de V. M., teniendo calabozos a propósito para las incorregibles, y las demás oficinas y dormitorios necesarios para su vivienda. Y en los otros dos patios (236) a las espaldas desta casa, que confinan con éstos, se podrá trasladar el Hospital General desta Corte (porque al presente está en sitio muy estrecho y poco airoso, y más metido en la villa de lo que conviene para la salud della), sólo con doblarse dos dormitorios de los que están vecinos de aquel patio, para que en ellos se acomoden los pobres: para que en los cuatro dellos se curen los del dicho Hospital General, y en el otro convalezcan y se recojan los enfermos, para salir convalecidos; pudiendo estas cuatro obras y ministerios mandarse por diferentes puertas, cada uno por la suya, y tener diferentes ministros subordinados todos al rector o administrador general de la casa.

     Y si por alguna razón y causa pareciere no convenir que el hospital se acomode y traslade en la parte dicha -que confío en Nuestro Señor se hará-, se podrá en su lugar fundar otra obra muy necesaria y piadosa, de que al presente carece esta Corte y es muy conveniente la haya en lugar (237) tan populoso: que es una casa que se llame del remedio y aprobación de las mujeres convertidas, adonde [se admitan] las que han vivido viciosamente, y tocadas con la gracia y favor de Nuestro Señor, y gana y deseo de hacer penitencia y emendar la vida, se quieren recoger en ella para de allí, o darles estado de matrimonio, o meterse monjas en la casa de la Madalena desta Corte, que se llama de las Arrepentidas. Y así mismo sirva de refugio esta dicha casa, para que pueda acogerse a ella cualquiera mujer ordinaria que fuere cogida en alguna flaqueza, y quisiere reducirse a servir a Nuestro Señor. Y si el dicho Hospital General se redujere a estos cuartos -como está dicho-, podría servir la casa (238) en que al presente él está deste efeto, o alguna parte della por ser mucho el sitio, pudiéndose vender lo que sobrare para comprarles alguna renta con que vivan y con lo que Nuestro Señor socorrerá; o podía esta obra tan importante hacerse en el otro, adonde está la casa que sirve las cuaresmas de predicarlas y recogerlas, que es el Hospital de los Peregrinos antiguo desta Corte, en la calle que llaman de los Ciegos, etc.

     Y para que se vea la traza desta casa y albergue, en su planta, montea, y perspetiva de los cuartos de la delantera e iglesia, me ha parecido ponerla aquí, para que otras ciudades destos reinos se aprovechen de la traza della, y en las provincias de los estranjeros hagan lo propio, con el favor divino, con el tiempo; que, aunque no sean las que edificaren tan costosas, por ser pocas las ciudades que pueden hacer gastos grandes, a lo menos imiten en lo más que pudieren esta traza, por parecer que es acomodada para el intento que se lleva en este orden de recoger mendigantes a vida de concierto y cristiana.

     El presidente de Consejo, con su valor y piadoso celo, ha comenzado a juntar limosnas (239) para esta fábrica, aplicando a ella primeramente nueve mil ducados de la hacienda que quedó del cardenal don Gaspar de Quiroga, arzobispo de Toledo, como testamentario principal suyo; y así mismo ha aplicado siete mil ducados por la Junta de Policía -como cabeza della- de la renta de sisa desta villa de Madrid, y otras condenaciones que va aplicando en sentencias de pleitos criminales, de suerte que de primera instancia han llegado las limosnas por su orden dadas a veintidós mil ducados, y va con ánimo de juntar a esto mucho más; que se entiende será menester para esta fábrica acabarla perfetamente, más de ochenta mil ducados, los cuales espero en Nuestro Señor los ha de dar por la mano liberalísima de V. M., pues son para su servicio, y para cosa tan necesaria y de tanta caridad.

     Las limosnas que se van juntando para este albergue se depositan en el pagador general Juan Pascual, y depositario desta villa; y así mismo está nombrado el licenciado Valladares Sarmiento, del Consejo de Cámara de V. Majestad, por comisario dello, como tan recto ministro, para que haga librar y firme las libranzas del dinero que se gastare en la dicha fábrica, tomando la razón dellas Juan Gallo de Andrada, escribano de Cámara de V. M., persona tan legal como se sabe, para que en todo esto haya mucha claridad y verdad; no entrando jamás en mi poder dinero (240) alguno, aunque me ocupe en buscarlo, porque el vulgo, que suele siempre juzgar de las cosas como quiere, eche de ver que en este negocio hay gran puntualidad, y que sólo me mueve a hacerlo el servicio de Nuestro Señor, y de V. M. y el bien común, y no interés de hacienda, ni otra cosa.

     Mandóme el presidente del Consejo que me comunicase con Luis Gaitán de Ayala, del Consejo de Hacienda de V. M., para que, con la mucha experiencia que tiene en materia de fábricas y otras cosas, ordenase la escritura para el concierto désta, de la forma como se había de hacer; y así se hizo con Diego Sillero, alarife desta villa, tomándola a su cargo a toda costa, porque así dice Luis Gaitán de Ayala ha hecho hacer todas las obras grandes desta villa, en el tiempo que fue corregidor en ella, por ser imposible obras tan grandes hacerse de otra manera, ni poderme yo encargar de comprar ni guardar tantos materiales. Y así, en la escritura se obligó el dicho Diego Sillero de dar perfetamente acabada esta dicha fábrica en espacio de dos daños, socorriéndole cada cuatro meses con cuatro mil ducados, y que al fin della se pagase lo que más montase; nombrando cada uno de nosotros un alarife que tase la dicha obra, y en discordia dellos V. M. se sirviese mandar nombrar otro, o su presidente de V. M. en su lugar.

     Comenzóse esta fábrica (241), poniéndose la primera piedra en ella con la solenidad que se dirá, el día de Nuestra Señora de Setiembre del año pasado de 1596 a las seis de la tarde, en la forma siguiente.

     Hízose una procesión general con las cruces y pendones de las parroquias desta villa, y muchos religiosos de todos los conventos, y otra mucha solenidad. Y salió del Hospital de Antón Martín, llevando la piedra cuadrada angular muy bien labrada, en hombros, algunos hermanos del dicho hospital, con una imagen de un Niño Jesús encima de bulto, con mucho ornato, y muy ilustre y grande acompañamiento, y en particular el licenciado Rodrigo Vázquez Arce, presidente del Consejo, y el licenciado Valladares, de la Cámara de V. M., y otros consejeros y alcaldes de Casa y Corte, y muchos caballeros de hábitos y gran calidad. Y llegando la procesión a la primera esquina del albergue, a un sitio donde estaba un altar muy adornado, el obispo de Ávila, don fray Juan de las Cuevas, de la orden de Santo Domingo, vestido de pontifical, hizo las ceremonias y bendiciones que la santa Iglesia católica tiene ordenadas en el Pontifical para este acto, de principio y fundación en algún edificio y casa dedicada al culto divino. Y así se puso la piedra (242) en el cimiento, después de bendecida, en el hueco de otra grande que estaba puesta a propósito para ello, poniendo en tres cajitas de plomo, que había hecho hacer a este propósito, en la una monedas de todo género de cobres, y cuartillos, y medios reales; y en la otra, monedas de plata y oro diferentes; y en la del medio, una medalla de plata sobredorada, muy al natural de la efigie de V. M., y una cruz y una imagen de Nuestra Señora del misterio de la Anunciación, cuya devoción y advocación es esta casa. Y en medio de la piedra, se puso una lámina de plomo, cubierta con otra, en la cual estaban vaciadas y reveladas las razones de la siguiente página, para servicio de Nuestro Señor y memoria en siglos venideros, a imitación de lo que los pasados antiguos han usado con nosotros en los fundamentos de obras insignes y grandiosas, cuando les dieron principio. Porque, si con el tiempo, que todo lo consume y acaba, se descubrieren en las ruinas de los edificios tales cosas, se sepa y eche de ver la razón por qué se fundó el edificio, y para qué fin fue su principio: dando contento y gusto a los hombres el ver declaración de antigüedades, por la inclinación natural que tenemos todos a saber las cosas pasadas; sabiendo así mismo en qué año, mes y día se fundó esta obra, qué rey y señor la mandó hacer, y poseía entonces a España, y otras curiosidades dignas de memoria.



Posteritati. S.

Annuntiationi deiparae virginis mariae hoc sacrum, ad mendicorum hospitium, et ad vitae in melius institutionem dicatum est, jussu et ope Philippi II, hispaniarum regis potentissimi, atque ejus filii Philippi III, principis felicissimi favore: ex decreto auxilioque praeclarissimi viri Roderice Vazquez Arce, summi praesidis, et aliorum a regis consilio virorum consensu; solertia et precibus doctoris Christophori Perez de Herrera salmanticensis, apud triremes hispaniae prothomedici regii. Anno quarto pontificatus s. d. n. Clementis viii, incarnationis vero domini nostri milesimo quingentesimo nonagesimo sexto, die octavo septembris.



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Carta del doctor Pérez de Herrera, al rey don Felipe, nuestro señor, cerca de la ocupación que podrían tener en oficios de la república alguna parte de los niños del seminario de santa Isabel la real

       Señal:

     La cosa más necesaria que parece puede haber para el aumento y conservación de muchos bienes espirituales y temporales en estos reinos de V. M. consiste (como tengo dicho en otra parte) en que todos se ocupen en ellos en diferentes oficios y ministerios, así de la república, como de la guerra, siendo la ociosidad madre y origen de muchos vicios y pecados. Para lo cual, es muy a propósito hacer gran fuerza en ocupar los niños (243) en oficios mecánicos y otros necesarios para la vida; pues, criándose y acostumbrándose a ello, y teniéndolo por su oficio y ganancia, lo continuarán adelante siempre, con que se escusará el andar tan vagabundos, y otros inconvenientes que dello resultan; pues ya será dificultoso reducir a trabajar a todos los que han llegado a crecida edad con ociosa vida.

     Y así me ha parecido suplicar a V. M. se sirva mandar se ocupen, ejerciten y habiliten en ellos alguna parte de los niños que V. M., con su piadoso y santo celo, manda alimentar en el seminario de Santa Isabel la Real desta Corte; y que sea de manera que estos reinos abunden de las mercaderías que se traen de fuera dellos, y se hinchan de oficiales de todos ministerios: mandando V. M. -siendo servido- que se derriben algunas casas de poco valor, que están en la delantera del dicho seminario, y se haga y allane allí una gran plaza, fabricándose a los lados ochenta tiendas (244), cuarenta de cada parte; siendo este edificio de suerte fabricado que no se estorbe el paso y camino que va por delante la casa de Santa Isabel, salvándose con unos arcos desde la dicha casa hasta el principio de la plaza. Y las dichas tiendas y viviendas moderadas se podrían ocupar con otros tantos oficiales, naturales y estranjeros, que se hallarán con mucha facilidad, dándoseles de balde, y haciéndoles V. M. alguna merced particular porque vivan en ellas; pues con esto, y con servirse cada uno de dos o tres muchachos del dicho seminario, no manteniéndolos: acudiendo a sus horas al seminario a comer, cenar y dormir, y a continuar el aprender buenas costumbres, viviendo cristianamente, el tiempo que tardaren en salir maestros de los oficios (245) que aprendieren, que podrán ser muchos y de importancia (como es labrar y fabricar arcabuces, mosquetes, pistoletes, frascos y otras muchas cosas de hierro, azófar y peltre, y otras menudencias que se suelen traer de Flandes; pintar lienzos y mapas; hacer esferas y globos, relojes, y compases de diferentes formas, escritorios como los de Alemania, y bufetes, y peines; labrar cosas de vidrio, hacer antojos, y abrir sellos, y hacer estuches con sus herramientas, y espejos, y otras muchas mercaderías curiosas que se traen de fuera del reino, y necesarias para la vida humana; pudiéndose también tejer en estas tiendas telillas, pasamanos, y otras cosas que el mismo tiempo irá enseñando); pues, teniendo tres o cuatro puertas principales a la calle de Atocha, con sus arcos y cadenas, que por ellas se vea y descubra la fábrica del dicho seminario, lucirán y parecerán muy bien las tiendas y oficiales, y todo el reino acudirá a comprar a ellas por junto las mercaderías que hubiere menester para sus tratos. Pudiendo salir de allí, dentro de pocos años, oficiales que enseñen a otros, y que así mismo hinchan y ocupen las tiendas que V. M. tiene fabricadas junto a su Real Palacio, y en la calle Nueva, donde hay muchas dellas; pues es justo que la Corte de V. M., como el mayor rey del mundo, esté adornada por muchas maneras de todas las cosas necesarias, usadas y frecuentadas por todos estos reinos de España, pareciendo en el trato otro Amberes.

     Pues con esto tomando ejemplo (246) algunas ciudades, y en particular la de Sevilla, Valladolid, Granada, Zaragoza, Valencia, Barcelona y Lisboa, y otras de consideración, harán lo propio, y se enriquecerán estos reinos, como está dicho, sin tener precisa necesidad de otros; y se escusarán muchos inconvenientes y daños que hay, como tengo apuntado en mis discursos. A que ayudará mucho la fábrica de los tapices que V. M. ha sido servido mandar se hagan allí cerca en otra casa; y V. M. se sirve se comience ya el ejercicio della con los mismos muchachos, y con la ocupación de diferentes labores, y otros oficios caseros de las niñas del mismo seminario, que están a cargo de la Madre Madalena (247) de San Gerónimo, persona muy virtuosa y celosa de servicio de Nuestro Señor, y de V. M., que las dotrina con particular cuidado. Y con la casa del trabajo y labor para ocupación y castigo de las vagabundas, y con el albergue y examen de los mendigantes, y reformación de los que fingidamente piden limosna pudiendo trabajar, por tener salud y edad para ello, ocupándose en diferentes ministerios y oficios, espero en Dios verá V. M., y lo gozará largos años, hechas muchas cosas de importancia para servicio de Nuestro Señor y de V. M., y bien y aprovechamiento destos reinos.



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Memorial que los caballeros, procuradores de cortes destos reinos, dieron al rey, nuestro señor, suplicándole ponga en ejecución estos discursos

       Señor:

     El Reino dice que, considerando cuán necesaria es la caridad -pues ella vivifica y da fuerzas a todas las virtudes, y con ella y por ella se ejercitan las obras de misericordia, de que tan en particular hemos de dar cuenta a Dios, Nuestro Señor, como por su Evangelio nos enseña-, y la ocasión que dan los mendigos de que esta divina virtud se resfríe en nuestros corazones, que con fingida pobreza, y enfermedades y llagas no verdaderas, sino procuradas, toman por oficio el de los que son verdaderamente pobres (248); y como los unos y los otros, atendiendo a solo su interés, no tienen cuidado de guardar los mandamientos de la Iglesia, ni tampoco hay quien lo tenga de si los guardan o no, viven como si no hubieran nacido en el gremio della, y casi todos mueren como si no fueran sus hijos, sin médico ni medicinas, sin confesión ni sacramentos, sin que nadie sepa ni crea si se mueren; y en tal forma viven y mueren los verdaderos y los fingidos pobres, que se debe sentir mucho, y obliga a procurar su remedio. Por lo cual, en diversas Cortes, se ha suplicado a V. M. para que, dando forma que a los necesitados se les socorra con caridad, y para que sea con seguridad de que lo son, se procure cómo se conozcan, y que también haya quien les dé el mantenimiento espiritual, como el corporal, del cual están tan necesitados. Y aunque con el sumo cuidado, que de todas las obras de piedad y buen gobierno ha habido, así en V. M., como en los Reyes de gloriosa memoria sus predecesores, se han hecho leyes (249) en esta razón, y se han querido ejecutar, se ha hallado alguna dificultad, porque se manda por ellas que ninguno pida en lugares fuera de su natural, dándoles seis leguas de distrito: que tiene grandes inconvenientes, porque las tierras que son pobres tienen muchos naturales que mendigan, y pocos o ningunos que los puedan socorrer; demás de que, a los que vienen a tan trabajoso estado, se les hace vergüenza pedir donde los conocen (particularmente si le han tenido más próspero), y sus deudos se afrentan, y dellos y de los estraños reciben más veces reprehensión que consuelo y limosna, sin otros inconvenientes que, así en ésta, como en las demás, parece que hay.

     Y estando con gran cuidado, conociendo los muchos daños y no viendo los remedios, se alentó mucho el Reino viendo los discursos (250) del doctor Cristóbal Pérez de Herrera, por parecerle que con ellos se averigua la verdad de los que son pobres, y se remedia que vivan y mueran bien; y que su ejecución es fácil, no siendo violenta, y siendo hecha por muchas manos, y a un mismo tiempo en todo el reino, y puesta en ejecución por personas de caridad y de autoridad, con poca costa, sin obligarles a que no pidan, ni que vayan a hacerlo en partes que sea contra su voluntad. Y habiéndose divulgado por las ciudades destos reinos, ha sido en general y en particular aprobado, y bien recebido, y querrían ver su ejecución y efetos. Y deseando el Reino lo mismo, ha dilatado el importunar a V. M., sabiendo que su piadosísimo y católico celo tiene muy prevenidas todas las cosas que son tan de servicio de Nuestro Señor. Mas, considerando ahora que el haberse tratado deste negocio (251) y de sus inconvenientes, y la publicidad de las cosas que por los pobres fingidos se han usado, ha causado que se resfríe la caridad con ellos y con los verdaderos, y que, no se habiendo remediado los daños que había, se haya seguido éste; y que se podría remediar lo uno y lo otro, con que Vuestra Majestad fuese servido de mandar que con brevedad se tomase resolución en esta materia, que al parecer sus formas son fáciles de ejecutar y suaves de llevar, sin tener (a lo que ahora se conoce) inconvenientes: suplica humilmente a Vuestra Majestad sea servido de mandarlo poner en ejecución. Por acuerdo del Reino, Pedro de Contreras, y don Juan de Inestrosa, sus secretarios. Fue este memorial dado a Su Majestad en las Cortes, en el año de mil y quinientos y noventa y seis.



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Aprobaciones destos discursos, y conceptos, por muchos teólogos insignes, y predicadores que residen en esta corte, y de los catedráticos de propiedad de las universidades destos reinos

     Las personas que aquí firmamos nuestros nombres, decimos que, habiendo visto estos discursos del doctor Cristóbal Pérez de Herrera, de la materia del amparo de los verdaderos pobres y redución de los vagabundos, nos ha parecido ser cosa muy justa el ejecutarse todo ello con brevedad, por ser muy llegado a la ley natural, y fundado en Sacra teología, y Derecho divino y humano, y en la Económica, Ética y Política, que los pobres sean amparados, y vivan y mueran como cristianos, y se distingan de los vagabundos que se mezclan entre ellos a hurtarles la limosna. Y por ser este nuestro parecer, lo firmamos (252) de nuestros nombres. En Madrid, a 1 de mayo de 1595 años. Fray Diego de Yepes, confesor de Su Majestad, de la Orden de San Gerónimo. Fray Pedro Fernández, confesor del Príncipe, Nuestro Señor. Fray Juan Gutiérrez, predicador de Su Majestad, de la Orden de Santo Domingo. El licenciadodon Alonso Coloma, canónigo de la doctoral de Sevilla. Y el padre fray Juan de Castroverde, predicador de Su Majestad. El doctor Castillo, canónigo de la doctoral de Cuenca. Fray Sebastián de Bricianos, de la Orden de S. Francisco. El maestro fray Juan de Castañizas, de la Orden de San Benito. Fray Sebastián de Villoslada, de la misma Orden. El padre Dionisio Guillén, de la Compañía de Jesús. El padre Sebastián Fernández, de la Compañía de Jesús. El padre Juan del Águila, de la Compañía de Jesús. El padre fray Francisco de Mena, general que es de la Orden de los Mínimos. Y el padre fray Juan Ponce de León, de la misma Orden. Y otros predicadores de las órdenes de San Agustín, y el Carmen, y de San Francisco de Paula, y muchas otras personas de grandes letras y partes lo han aprobado; y en particular todos los catedráticos de propiedad de Teología, Cánones y Leyes, de las Universidades de Salamanca, Valladolid y Alcalá a los cuales les ha agradado mucho, como parece por los originales; y fuera desto, a muchos hombres doctos y de entendimiento destos reinos, así de los Consejos de V. Majestad en esta Corte, como de las Chancillerías dellos -procurando yo con particular cuidado y diligencia, al principio que comencé a escribir el primer discurso, comunicar (253) mis conceptos y pensamientos con muchos varones de gran cristiandad y letras, por ir muy enterado en que mi intento era acertado para proseguir y llevarlo adelante con muchas veras, como con el favor de Dios lo he hecho, y si no lo fuera, dejar este camino de amparar pobres y reducir fingidos mendigantes, y buscar el que fuese más en servicio de Nuestro Señor, de V. M. y bien común destos reinos.



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Instrución que por orden de su majestad envió su presidente y consejo a cincuenta ciudades y villas destos reinos, en lo acordado sobre este particular

     Lo que parece que es conveniente proveer para el amparo de los pobres mendigantes, y reformación de los que no lo son, es lo siguiente:

     1. Que se haga visita general y examen en un mismo día, que será el que se acordare y señalare, de todos los que mendigan. Y a los que pareciere que tienen necesidad, o causa bastante de pedir limosna, se les dé licencia por escrito, poniendo en ella nombre propio y apelativo, naturaleza, edad, y señas de su persona, y si es soltero o casado, y qué hijos tiene, con las edades y señas dellos; y que esta licencia sea limitada por un año, que comience desde Pascua de Resurreción, hasta la siguiente.

     2. A los que no vinieren a este examen, o que en él parezca que no tienen causa legítima de mendigar, se mandará que no lo hagan so pena que, pasados treinta días, serán condenados, por la primera vez, en que sirvan en las obras públicas de los mismos albergues, o de los lugares donde fueren hallados, y por la segunda, serán castigados por vagabundos.

     3. Que a los que se diere licencia para mendigar, para que puedan usar della, traigan y se les ponga un rosario enhilado en alguna cadenilla, o hilo de hierro fuerte, donde corran las cuentas, y al cabo traerán una insignia vaciada de metal, con una imagen de Nuestra Señora del misterio de la Encarnación de la una parte, y de la otra, las armas de la ciudad o villa donde el pobre hubiere sido examinado, y ha de asistir, siendo esta señal del rosario muy decente y honrosa, devota y de ninguna nota.

     4. Que para estos pobres se busque y haya una casa o albergue con capilla en ella, en parte competente, en que todos puedan oír misa; y sea la casa de patio y sitio espacioso, con piezas largas para dormitorios, y portales al rededor; y en los dormitorios habrá lámparas encendidas toda la noche, y camas que solamente tengan jergones de paja o heno, y una manta grosera en cada una, pues han de servir para que los que ahora duermen por las calles y portales, se recojan allí. Y esta casa se procure que sea conforme a la calidad del lugar, tomando para ello algún hospital de los reducidos, reedificándole, o de la manera que pareciere, de suerte que tenga la menos costa que fuere posible.

     5. Que los que fueren casados, o tuvieren otra casa o albergue conocido donde los recojan y ellos gusten vivir, no será necesario que vayan al albergue a dormir, sino sólo lo tengan por parroquia suya, acudiendo los domingos y fiestas de guardar, para que, con los otros que asisten allí las noches, oigan misa y les enseñen la dotrina cristiana. Y esto hecho, saldrán por el lugar y casas a pedir limosna, trayendo la propia señal como los otros días, siendo para todos ellos la limosna que juntaren, como hasta ahora ha sido, manteniéndose della, recogiéndose los unos y los otros, a boca de noche, donde está dicho.

     6. Y en estas casas habrá un sacerdote de virtud y partes a propósito, que sea administrador y rector dellos, diciéndoles misa los dichos días, y para que les enseñe la doctrina cristiana, y los confiese y comulgue cuando manda la santa madre Iglesia, y a quien obedezcan y tengan respeto; el cual señale algunos de los mismos pobres, que sean los de más fuerza y salud, para que por semanas sirvan a los otros de barrer los dormitorios, y encender las lámparas y fuego del invierno las noches, y traer agua; y que sea de suerte y a horas que no les impida el salir a pedir con los demás.

     7. Con intervención del dicho administrador harán las justicias ordinarias el examen de los que se señalaren por pobres verdaderos y legítimos, y ambos firmarán las dichas licencias, que, como está dicho, han de valer por un año; y éste acabado, las han de revalidar los mismos, constándoles que el pobre se ha confesado y comulgado en el mismo albergue, en el tiempo que manda la Iglesia, y no de otra manera.

     8. Que el dicho juez ordinario haga que el escribano del Ayuntamiento tenga libro donde se pongan los exámenes, y el administrador, lista de los nombres dellos; y ninguno destos pobres se pueda ausentar del lugar y albergue donde fuere recebido sin licencia de la justicia y administrador, la cual se le ha de dar por causa muy legítima y urgente, llevándola por escrito para el otro albergue donde se mudare, si no fuere queriéndose retirar a no mendigar más, por tener con qué pasar la vida, poniendo en el libro la razón dello.

     9. Aunque sean ciegos, cojos, mancos o tullidos, han de traer el rosario e imagen de Nuestra Señora, como dicho es.

     10. Los del mal de San Lázaro y San Antón, y otros males que inficionan, se han de curar en las casas que hay para ello, y no se ha de consentir que salgan fuera a mendigar.

     11. Adviértese así mismo que los pobres no se han de curar, cuando enfermaren, dentro de los albergues, sino en los hospitales generales de los lugares donde asistieren, porque sólo les han de servir estas casas de dormitorios y parroquias, pues, teniendo poca costa, se conservarán mejor.

     12. Esta orden no ha de comprehender a los peregrinos, yendo o viniendo recta vía, y hase de guardar con ellos lo proveído por las leyes y premáticas. Tampoco se ha de entender esto con los estudiantes pobres que suelen acudir a pedir limosna, como tengan licencia in scriptis de su juez competente para ello; la cual se les ha de dar por tiempo limitado, para que usen della en el propio lugar donde estudian, o en algunas aldeas cuando salen cerca de la Universidad de Salamanca a ser cetres.

     13. Con los pobres vergonzantes, que por serlo no mendigan por las casas con publicidad, y con esta orden estarán más precisamente necesitados, se tenga particular cuenta con que sean socorridos con limosna para ayuda a pasar su vida, tomando esto a su cargo el cura de sus parroquias, ayudándose para ello de algunos de los regidores, veinticuatros o jurados, que serán nombrados cada año, y de personas virtuosas de las mismas parroquias, guardando el orden que se enviará acordado sobre esto a su tiempo.

     14. Y entiéndese que en estos albergues han de estar apartados hombres de mujeres, y si algunos hubiere casados, que no estén en sus casas (que serán bien pocos), podrá haber en los dichos albergues algunos apartamientos donde asistan, teniendo consigo sus hijos hasta edad de siete años, porque desta edad se han de acomodar todos los niños y niñas pobres a servir amos, o otros ministros y oficiales de la república; acomodando los huérfanos con algunas mujeres pobres que asistieren en estos albergues, hasta la edad dicha que se han de ocupar. En Madrid, a dieciséis de enero de mil y quinientos y noventa y siete años.

     Enviáronse estas instruciones, con cartas acordadas, duplicadas del presidente y Consejo de V. M., a las ciudades y villas destos reinos, por mano de los caballeros procuradores de Cortes dellos. Y todas han respondido en conformidad, y espero se les enviarán premáticas muy presto sobre todo, para que se ponga en ejecución, de suerte que Nuestro Señor sea servido, y estos reinos reciban gran beneficio con ello.

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Carta de Alonso de Barros, criado del Rey nuestro señor, epilogando y aprobando los discursos del doctor Cristóbal Pérez de Herrera, de la redución y amparo de los pobres mendigantes del reino.

     Son tan grandes los beneficios (254) que Dios ha hecho y hace a los hombres, que por ellos y para ellos hizo todo lo criado. Hizo el cielo con sus movimientos, los planetas y estrellas con sus influencias, de donde procede la generación y propagación de todas las cosas, de los animales, de los peces, de las aves. Hermoseó la tierra de yerbas y plantas, renovándolas a sus tiempos, de manera que con su ordinario tributo, como música concertada de diferentes instrumentos, todos concuerdan en servicio del hombre, sin que ninguno se exima, que no le acarree algún provecho. Usó con nosotros de particular misericordia, haciéndonos del gremio de su Iglesia, y dionos materia con que le podamos obligar cada día a que nos haga merced.

     Si por grandeza de mano tan liberal hubiera querido igualdad de paga (255), imposible fuera poder satisfacer a la menor parte de lo mucho que le debemos. Pero como es padre, y padre piadoso, habiendo mostrado por los efetos de sus obras que todo lo que había hecho por el hombre era con fuerza de amor, y no por necesidad que dél tuviese -pues ni le puede dar más gloria, ni aumentar el poder-, quiso suplír nuestra falta en lo que es deuda, diciendo que Él se contenta con que le reconozcamos por Señor de todo -como lo es-, y que, en cuanto a la paga, la hagamos unos a otros; que lo que hiciéremos por el más pequeñuelo de los hombres, si lo hacemos en su nombre, lo recibirá en cuenta, como si por Él propio lo hubiésemos hecho.

     Según esto, bien claro se echa de ver ser una de las más perfetas obras para con Dios, y de mayor beneficio para con los hombres, el uso de la hospitalidad; pues allí se acude a todas las de misericordia, en especial en curar con piedad al enfermo, que es la suma de los beneficios de nuestra flaqueza humana. Porque faltando la salud, todos los otros bienes de la tierra se tienen por accesorios y de poco fruto, aunque ayudan para dilatar la vida; la cual, con ser naturalmente amada, defendida y conservada de todos los vivientes, parece que de solos los pobres fingidos es aborrecida, pues, con perjuicio de la república, la venden por vilísimos precios, y se salen con ello a pesar de los que gobiernan: parte por el poco cuidado que con ellos se tiene, y parte por el mucho estudio que ellos mismos ponen en parecer pobres; porque, como el principal instrumento de su oficio sea la desnudez, aquél se tiene por mejor vestido que con más remiendos cubre menos de sus carnes. Y para perficionar el arte (256), tornan bebedizos y sahumerios con que marchitan el color, y unturas con que enjugan los miembros. Y tanto hacen por parecer enfermos, que lo vienen a ser, y aun a morir por las calles. Y lo peor es que mueren a solas, sin prevención en la vida, y sin ayuda en la muerte. Y es grandísima compasión que, siendo una buena muerte reparo y aun remedio de los yerros de la mala vida pasada, quiere este género de gentes, por sola su voluntad, imposibilitarse (si decirse puede) de poderlo hacer, porque, con la cautela de su avaricia, a todos los que podían ser sus amigos tienen por sospechosos; y de los que se habían de ayudar, se recatan, y así quedan solos, cuando más habían menester la compañía, que es en la hora de la muerte.

     Todos estos descuidos y cuidados desea reparar el doctor Cristóbal Pérez de Herrera (257), y no como algunos piensan, quitándonos de delante la ocasión compasiva de los pobres mendigantes -que necesarios son sus gemidos para ablandar nuestra dureza-, sino procurando se haga un hospital o albergue, donde sean recogidos los pobres. No hablo de los vergonzantes, cuya miseria es mayor, porque no se publica, y de cuyo remedio él trata largamente en sus discursos, y se ha comenzado a poner en ejecución por algunas parroquias y personas principales, que, con santo celo, toman a su cargo los trabajos de aquéllos, que aún no les es lícito el quejarse de los que tienen. Sólo trato de los que ponen toda su esperanza en la manera de pedir; los cuales, estando juntos, y con distinción de varones y hembras, podrán ser examinados, y averiguado cuáles son falsos y cuáles verdaderos, expelidos los sanos -pues no lo son, ni pueden llamarse pobres los que tienen fuerzas para ganar de comer-, serán curados los enfermos. Y al viejo, al ciego, al tullido, o con otro justo impedimento para no trabajar, que se le dé licencia para que pida, y se le ponga una señal, de suerte que sea conocido y respetado por ella, como lo son los ministros reales por las insignias que traen; y en tal caso guardarse hía la limosna (258) para ellos, con satisfación de que lo merecen, porque dándola a éstos, y despidiendo a los que no la trujesen, ellos mismos se irían secando, como árboles con la falta del riego; y no sería mal arbitrio si, con sólo negarles la limosna que no es suya, les forzásemos a que buscasen otra ganancia y dejasen ésta para cuya es.

     Deste propio remedio se sirven hoy en Nápoles y en Turín, con el cual no anda esta gente perdida por las iglesias, inquietando a los que oyen misa, ni se entran libremente en las casas, con máscara de pobres, a empobrecer a los que se descuidan. Que pues no se consienten holgazanes en la república de las hormigas, ni en el reino de las abejas, tampoco se deben consentir en el gobierno de los hombres: lo uno, por el gasto que hacen; y lo otro, por el mal ejemplo que dan. Y así ellos, imitando al buen labrador, procuran escardar y arrancar de raíz la mala yerba, cuando chupa la sustancia de la tierra, porque medre la buena.

     Y si así se hiciese en España, bastaría nuestro caudal a suplir sus faltas, que, como es corto y limitado, si lo gastamos con los pobres fingidos, no tenemos después para los verdaderos. Y no los dejando salir por la mañana, como se ordena, sin que primero oyan misa y la dotrina cristiana, no habrá tantos ignorantes de la fe que profesan, que pocos dellos la saben, y si la saben, pocos la usan. Confesarse (259) han a sus tiempos, y escusarse han muchos y extraordinarios pecados, que con la libertad de su vida se cometen, y con su propia bajeza se encubren, y no se saben ni se remedian. Y viendo y tratándolos cada día, serían más conocidos los naturales, y echarse hía de ver, en las romerías, de los estranjeros, que son muchos los que con este color entran cada año en España, y mucho el dinero que sacan della; y aún pluguiese a Dios no se siguiese más daño de los vicios que siembran, que del dinero que cogen. No se hará trato de la pobreza, cegando a los niños, quebrándolos el cuerpo, brazos y piernas, para ganar con ellos, corno algunos padres lo hacen. Acabarse ha ya esta raza y sucesión de pobres artificiales, heredada de padres a hijos como mayorazgo, que en efeto lo debe de ser, pues tanto la conservan.

     Y finalmente, destos zánganos de limosna que dicen tácitamente: «Dadme de lo que vos trabajáis, porque yo me quiero holgar», saldrán soldados (260) para la guerra, oficiales para la república, y labradores para el campo. Que, aunque al principio se les haga áspero, les podría ser después provechoso: porque mudándose la esperanza, se suele mudar también la fortuna; y el que ayer, por la pobreza de sus pensamientos, era pobre abatido, poniéndolos mañana en cosas grandes, puede venir a ser rico y estimado, como muchas veces se ha visto.

     El celo de nuestro autor, y su pretensión, no es otra cosa sino dar ser y forma a la caridad, que estaba desfigurada con el poco uso que della se tenía. Para esto gime como la leona, persuadiendo al Rey, Nuestro Señor, y a sus ministros, se hagan albergues en todo el reino, donde forzosamente sean recogidos los que se llaman pobres; porque, según la fuerza de su invidia, estando juntos, los unos serán fiscales de los otros, y todos remediados, aunque por diferentes caminos. Saberse (261) ha cuáles son los pobres ricos, y enriquecerse han los que son pobres; y como por milagro sanarán los que parecen mancos, aflojándoles la ligadura de los brazos; andarán libremente los cojos, si les quitan el palo en que se arriman; cerrarse han las heridas que parecen incurables, y curarse han las cuartanas, mal de corazon, y gota coral, con sólo quitar un pañuelo sucio de la cabeza: llamarse ha esta casa el Palacio del Desengaño, y serlo ha, por el oficio de los censores que en ella ha de haber.

     Advierte también que si se hiciese un recogimiento temporal y perpetuo, que sirviese como de castigo para las mujeres viciosas, que son incorregibles, sería de mucho beneficio en la república, pues por lo menos, estando encerradas, no dañará su compañía, ni escandalizarán sus costumbres. Y no siendo por la pena infames, no habrán perdido con el miedo la vergüenza; antes saldrán escarmentadas, y conservada su honra, que es lo que más importa en la nación española para la emienda.

     Por tan piadoso intento, por obra tan necesaria, y trabajo tan provechoso, verdaderamente que el autor merece mucha honra y premio. Y que si los romanos que libraban a su patria y ejército del cerco de los enemigos, eran por ellos honrados con la corona obsidional hecha de yerba y grama; y los que defendían de la muerte a algún romano, y la daban al enemigo, eran premiados con la otra, cívica, de hojas de encina: que él las merece justísimamente entrambas, pues con su industria y trabajo procura librar, no a uno, sino a muchos, de peligro que tenían de morir como bestias, sujetos al enemigo universal, al cual también se le quiebra la cabeza, quitándole este poder; y defiende a su patria del riguroso cerco con que la tienen oprimida estos enemigos domésticos -digo los pobres fingidos-, a quien damos nuestro dinero, para que nos hagan guerra con sus vicios; entre los cuales puede haber herejes, espías y traidores, que, debajo de la ceniza de su quebrado color, y hábito roto, traigan fuego con que abrasar nuestras casas, que es peligro más urgente que temido, de donde muchas veces procede ser mayor el daño. Y si son premiados (262) los descubridores de minas, porque hallaron el oro amarillo, de color enferma, en la más flaca y estéril tierra que tiene el mundo, costando el hallarlo trabajo, y el sacarlo costa, y el poseerlo peligro, y con todas estas dificultades así aprovecha, como es el uso que dello se tiene: qué premio merecerá el que, no con peligro de la vida temporal, sino asegurando el de la eterna, no con trabajo de la persona, sino descansada y pacíficamente, a nuestra puerta, y casi sin gasto ni costa, nos ofrece unas minas riquísimas, que se hallan en la esterilidad de la pobreza y en la amarillez del mismo pobre, que cultivadas con misericordia, dan grandes intereses espirituales, con que se enriquece el alma, que es lo que más importa. Y bien creo que nuestro autor no ha pretendido más premio deste su trabajo, que salir con la empresa, porque es muy de [l] servicio de Dios. Aunque también sé que en casos semejantes no puede dañar el favor, porque la esperanza del premio facilita el trabajo, y el ejemplo de los premiados hace muchos virtuosos: como se prueba de la monarquía de los romanos, y de las grandes cosas que por este respeto acometieron y acabaron. Que el mayor fundamento para que en la república haya hombres que emprendan cosas honradas y provechosas para ella es el ser premiados (263) de sus hazañas y trabajos, pues se ponen en aventura de perder su crédito por emprenderlas, a juicios del vulgo, y aun de alguna parte de la gente más granada del mundo; como también es justo ser castigados con gran rigor los inventores de maldades y de cosas feas: porque con esto se acertará a efetuarse negocios importantes, para servicio de Nuestro Señor y bien universal destos reinos.



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Joannis Antonii de Herrera avthoris filii, anno aetatis svae XV, in inclyta, salmanticensi academia vtrivsque jvris stvdiosi, de annvntiatione virginis deiparae dedicatoria, vt hoc necessarivm et sic vtilissimvm opvs tveatvr

                       Viderat aethereo superum Moderator ab axe,
   Sollicito cuius pectore fervet amor.
Viderat Eumenides saeui Phlegethontis ab undis
   Anguibus implicitas exseruisse comas,
Ac secum mariale genus (pia pignora Christi)
   Conantes Stygiis occuluisse uadis.
Tunc Pater aeterno succensus pectus amore
   Aligerum summa destinat arce Poli,
Virginis ut sacros postes, divumque recessus
   Lustret, et augustae limina casta domus.
Tardius e summis decurrunt flumina ripis,
   Fulmina suntque Jouis tardius icta manu,
Quam leuibus pulcher iactis per inania pennis
   Nuntia uerba ferens, Aliger ima petit.
Visa domus fuerat, Pariis non fulta columnis,
   Parua, sed et longo tegmina saepta situ.
Hic pia perspicui seruabat Virgo pudoris
   Foedera, longacuo caelibe iuncta toro.
At Paranymphus, ubi Galilacis fulsit in oris,
   Sacra doinus cursu praepete tecta petit.
Ingreditur, cum Virgo pio sermone reuoluit
   Mystica fatidico pectore dicta Patrum.
Institit, ut uidit, faciem miratus honestam,
   Atque ita dulciloquis uocibus orsus ait:
«Salue, inter coetus Virgo meneraîîda pudicos,
   Grataque; lux oculis Omnipotentis, aue.
Salue, cui plenis exundat gratia riuis:
   Salue hominum, salue pax et origo boni.
Salue Virgo decusque poli, spesque unica mundi,
   Atque futura Dei filia, sponsa parens.»
Angelicis nimium Virgo conterrita uerbis,
   Extulit ancipiti lumina pulchra metu.
Cogitat et quae sit dictae noua forma salutis,
   Et diuina pauens concutit ossa tremor.
Talia tunc dulci facundus nectare dixit
   Aliger, hosque refert lingua diserta sales.
«O Decor, o summo facies dignissima caelo,
   Quae superae superas lumina flaua domus:
Cur sic, Virgo, times, ac torpent membra pauore?
   Excute corde pium, candida Nympha, metum
Ipse etenim rutila uenio tibi nuntius arce,
   Aethereique fero caelica Verba Dei.
Namque Poli mundique sator, qui cuncta gubernat,
   Vt miserum Stygio liberet hoste genus;
In tua se humanae contectus imagine formae,
   Mirus amor, claudet uiscera, Virgo, Deus.»
Dixerat, at pulchro faciem, suffusa rubore,
   Talia Virgo pio uerba lepore dedit.
«Quo res ita modo, juuenis facunde, futura,
   Cum mihi non liceat tangere posse uirum?
Et niueum servare tormin, castumque pudorem
   Virginitas poscat sponte dicata Deo?»
«Mitte istam puro conceptam pectore curam,
   Casta puella, precor», nuntius almus ait:
«Concipies, nulloque dabis de semine partus,
   Quod sine Virginei labe pudoris erit.
Nam, sacer empyreis descendens spiritus astris,
   Influet in uentrem, Virgo ueneranda, tuum,
Atque ut uera meo credas sermone fateri,
   Nostraque ne dubitans irrita uerba putes,
Ecce tua Elisabeth cognata ex stirpe, parentis
   Jam desperato pignore gaudet anus.»
Dixit: at illa pias referens ad sidera palmas,
   Annuit, atque humilis talia dicta dedit:
«En adsum, supreme Deus, parere parata,
   Et tua complector pectore jussa meo.
Quamuisque indignam tanto se munere noscat,
   Ecce tibi auscultans haec tua serua iacet.»
O felix uerbum, quo mox (mirabile dictu)
   Eripis humanum Daemonis ungue genus!
O memoranda dies alacri dignissima plausu,
   Et merito angelicis concelebranda choris!
Qua Deus ipse, hominum casus miseratus acerbos,
   Venit in oppressum, uictus amore, solum.
O amor, o pietas, o fortis dextera amoris,
   O amor, o lapsis spesque salusque reis!
Quem non terra, fretum, quem non capit arduus aether,
   Qui regit aurata sidera fixa domo.
Omnia quem noscunt Regem, dominumque fatentur
   Intacta (o mirum) Virginis aluus habet.
Ad te igitur duplices subnixo poplite palmas
   Tendo, refulgentis gloria prima poli:
Et patris oro mei faueas, Regina, labori,
   Et tua tam justum dextera firmet opus.
Vult templa atque urbes mentita pauperis umbra
   Purgare, et normae restituisse nouae.
Huic studio tu, Virgo, soles quae audire precantes,
  Auxiliare, pii ferque fauoris opem:
Omnibus ut iusto factis moderamine rebus,
   Sit tibi cum Nato gloria cuncta tuo.


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Al príncipe don Felipe, nuestro señor, de don Luis Fernández Portocarrero y Bocanegra, conde de Palma

Soneto
                         Alejandro lloró siendo mancebo
con su marcial espíritu iracundo,
que Filipo su padre vencía el mundo:
águila que tenéis al sol por cebo,
   Alejandro español, Filipo nuevo,
a quien deja el Segundo sin segundo
tanta tierra sujeta y mar profundo,
de donde nace, adonde muere Febo,
   los que por conservarlo, quieren daros
sangre de España, las reliquias della
a vuestro templo dejan ofrecidas:
   dad fuerza a la razón de sus amparos,
que viendo que queréis favorecerla,
con más valor ofrecerán sus vidas.


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Discurso nono

Al Rey don Felipe, nuestro señor, del ejercicio y amparo de la milicia destos reinos, por el doctor Cristóbal Pérez de Herrera al poderosísimo príncipe de las Españas y del nuevo mundo, don Felipe, nuestro señor, suplicando a su alteza ampare este discurso con su majestad

          Señor:

     Por haber suplicado a Su Majestad, padre de V. A., en los demás discursos, que como Rey cristianísimo y católico ampare a los verdaderos pobres de sus reinos, y mande poner en razón y ocupar los vagabundos que anden entre ellos, para que los unos y los otros vivan cristianamente -lo cual ha sido servido mandar se ejecute, como quien tiene tanto celo en acudir a las obras del servicio de Nuestro Señor, y socorrer y hacer merced a sus vasallos-, me ha obligado, en este discurso último, a suplicar a Su Majestad algunas cosas de importancia, con que doy fin a mis intentos. La una es, Señor, que Su Majestad, con su gran prudencia, se sirva de mandar que en estos reinos haya algún ejercicio en la milicia (264), y la otra, que en particular se acuda al amparo della, favoreciendo a los soldados de todo género, para que en su vejez, o falta de salud por enfermedades, o accidentes de la guerra, no padezcan necesidades grandes.

     Y para esto, me ha parecido suplicar humildemente a V. A. interceda por este negocio con Su Majestad, poniéndole en su real mano estos pensamientos de buen celo, aunque indignos de tanta merced, amparándolos corno quien es. Pues, siendo dados de mano de hijo único, y sucesor de sus reinos, y tan amado suyo -y con tanta razón y causas-, serán muy bien recebidos de Su Majestad; que, por conocerse ya tanto por todo el mundo el valor, clemencia y caridad de V. A., y ser tan inclinado a favorecer el arte militar, y estas y otras obras grandes, que son de tanta importancia para ser amado y servido de los que con sus vidas y esfuerzo conservan y estienden los reinos, como lo hace la gente de guerra, me da ánimo de suplicárselo a V. A., imitando en hacer esto V. A. a su cristianísimo padre y al católico emperador Carlos Quinto Máximo, su abuelo, de felicísima memoria, que tanto han favorecido a esta gente. Pues entre las grandezas que V. A. ha mostrado, no será la de menos importancia ésta, para que todos se animen a seguir este camino, y servir a Su Majestad y a V. A. -como es razón-, estendiendo esta monarquía hasta sacar de poder de infieles la Casa Santa y aquella tierra donde el Redentor del mundo padeció por nosotros: al cual suplicamos todos, así para conseguir ésta, como para otras santas y poderosas empresas, nos guarde a V. A. muchos años, como puede y es menester en la república cristiana.



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Del ejercicio y amparo de la milicia destos reinos

       Señor:

     Después de haber escrito a V. M. los discurso,:s precedentes en la materia del amparo y redución de los pobres (265) mendigantes, y todos los demás destos reinos, me pareció no salir fuera del propósito e intento a que voy enderezado, recopilar en éste lo que en el discurso tercero se trata, y la forma y traza que se da, para que en estos reinos se conserve la industria, de donde nace la riqueza, fortaleza, y defensa de las provincias y poblaciones dellos. Y también para que se eche de ver cuán a propósito y conveniente es que, de la mano real y liberalísima de V. M., salga el remedio de otros verdaderos pobres, que por ser de los más honrados que hay en el mundo, es santa cosa, y muy justa, que no queden sin remedio, pues todos de la clemencia de V. M. le alcanzan.

     Éstos son, Señor, los soldados, que, profesando la milicia, y defendiéndonos con valor y virtud, sirviendo a V. M. pusieron y ponen de ordinario a riesgo sus vidas; y dellos, los que quedaron con ellas están de suerte que, por las heridas que en sus cuerpos recibieron y trabajos que han padecido, los vemos estropeados e inútiles, o tan cargados de la edad, que, por no estar para servir, obliga a darles el remedio que merecen sus obras. Y porque los demás mis pensamientos (266) y conceptos se han visto en el Consejo de conciencia y justicia -adonde ha sido Dios servido se ha descubierto el celo y deseo con que he procurado acudir a los demás pobres-, me pareció en éste hacer memoria de lo que toca a gente de guerra, que tiene necesidad de socorro para sustento de su vida, para que en el de Estado y Consejo della se trate de su remedio; y, si algo en lo que dijere y diere escrito se hallare a propósito, se elija, pues podría ser que en este discurso haya algunas cosas fáciles de ejecución. Y aunque no me hallo con el talento que para cosa tan grande y tan de veras se requiere, suplirá algo desta falta la larga experiencia de tantos años que he andado en la guerra, y la inclinación natural que tengo a ella; y confío en Nuestro Señor, que como me ha ayudado a lo que parecía al principio más dificultoso, lo hará también para acabar esto, pues es más fácil y tan de su servicio. Y así, con licencia de Vuestra Majestad, advertiré de lo tocante al ejercicio della los puntos siguientes.



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Del ejercicio de la milicia

     Lo primero es que hay en España -como se dijo en el primer discurso- mucho número de gente que anda en hábito de pobres, y podría ser de provecho con la reformación (267) que V. M. se ha servido mandar ya se haga; y hallarse ha mucha suma de personas de aquí adelante, que, quitándolas de aquel ocio y pereza en que viven, y ejercitándolas en las armas, puedan servir en la milicia alguna parte della, por lo menos de marineros y gastadores; y que, después de haber sacado los niños de los lugares que se ha dicho en el discurso que trata de su remedio, donde se han de criar, en llegando a edad de muchachos, los pongan a oficios, y, conforme al talento que cada uno mostrare, se podrán escoger de allí para ejercicios de mar y tierra -como dije en su lugar-, pues déstos podrá haber adelante muy buenos soldados y marineros, criándose con virtud y honra.

     Parece también de importancia que los que fueren de diez a catorce años, los corregidores destos reinos los embarquen, porque se ejerciten en mar, y sean proeles de galeras, pajes, y grumetes de navíos, y vengan a ser escogidos marineros; como se hizo en La Coruña y Ferrol, que son los que al presente están sirviendo la armada de V. M., como ya se dijo.

     Y en lugares donde haya agua (268) bastante, se fabriquen armerías, donde otros déstos, con oficiales que se podrían traer, estranjeros o naturales que ya hay en estos reinos, para industriarlos, se enseñen a hacer todo género de armas: coseletes, morriones, manoplas, picas, alabardas, venablos, y mosquetes -que es la arma de más importancia en estos tiempos para la guerra, y que más daño y estrago hace en los enemigos-, y arcabuces, frascos, broqueles y rodelas; fundir artillería, y fabricar y refinar pólvora (cosa tan necesaria en la guerra), y otros instrumentos de fuego. Y que también los enseñen a ser armeroles, para limpiarlas y preservarlas; y escusarse ha la necesidad de la gente de Milán, Flandes, Francia, y Alemania, que causan tantos gastos, pudiendo España, como puede, suplirlo: siguiéndose de no hacerse (269) esto un grande inconveniente, que los estranjeros enemigos saquen el dinero de España, con que nos hacen guerra, y quedamos nosotros con menos caudal y sustancia para poderles resistir, cuando la ocasión se ofrezca. Y los que déstos mostraren más ingenio, se entresaquen, y en algunos seminarios que para ello haya, y en particular en el que Vuestra Majestad tiene hecho en esta Corte, en Santa Isabel la Real, donde con tanto cuidado los dotrinan y ponen en buenas costumbres, se les enseñen matemáticas (lo cual se puede hacer en lengua vulgar). Sabiendo con ellas cosmografía y el arte de navegar (cosa tan necesaria para este oficio), se escusarán los pilotos estranjeros, y servirán los naturales vasallos, y de fidelidad, pues importa tanto para las armadas de Vuestra Majestad, y la seguridad dellas y la nuestra, y para saber en las de guerra las canales y puertos, y entradas de barras dificultosas de las partes que fuere necesario; pues, por f alta desto, se ha seguido, y pueden seguir, daños notables, como cada día los vemos por experiencia. Y que destos ejercicios salgan ingenieros (270) para las jornadas de guerra, y fortificación destos reinos, y conquistas de otros; habiendo también artilleros que sean españoles, pues vemos las burlas que los estranjeros pueden hacer, y hacen, en las batallas navales, cargando nuestras piezas sin balas, y haciendo otras invenciones que tan caro nos podrían costar.

     Lo último es mandar V. M., siendo servido, que en todas las ciudades, villas y lugares de consideración destos reinos, respeto de la grandeza y calidad de cada una, haya algún ejercicio militar de gente de a caballo y de a pie, como ya V. M. lo ha acordado; porque, habiendo tanta ejercitada en la tierra y en mar, habrá soldados muy diestros, de quien Vuestra Majestad se podrá servir en las ocasiones, principalmente dándoles libertades y exempciones, como V. Majestad les concede.

     Y para esto, sería a propósito tener mucha copia de armas en algunas fortalezas (271) destos reinos, como son el alcázar de Segovia, y Toledo, Mota de Medina del Campo, Burgos, Murcia, Granada y Sevilla, o en algunas destas partes donde pareciere más a propósito, para que, ofreciéndose ocasión, V. M. pudiese en breve espacio armar la gente que fuese menester de los vasallos destos reinos, particularmente labradores del campo, que son tantos y tan robustos, y están tan desarmados como se sabe. Y si (lo que Dios no quiera) hubiese alguna precisa necesidad -pues hay tantos enemigos estraños de diversas naciones, declarados por tales, y no son menos los domésticos, que van creciendo mucho cada día- sería una muy acertada prevención que hubiese en las dichas fortalezas muchas armas labradas, en guarda de alcaides de gran confianza, y de la que más fuere necesaria en ellas, que pudiesen también darse a mucha otra gente de importancia y valor que hay en estos reinos: que pelearán de muy buena gana en servicio de Dios, y de V. M., cuando la ocasión se ofrezca. Y cuando no fuere menester, no será prevención ni ardid de guerra de poca sustancia, que los enemigos entiendan que toda España está tan guarnecida y armada, para que amedrentados no intenten sus malos propósitos, y reverencien y teman a V. M. como deben; pues con esto, y con hacer mucha fuerza en procurar se arme siempre por la mar -pues quien es señor della, lo es de la tierra-, se harán muchos efetos de importancia, siendo Nuestro Señor servido.



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Del amparo de la milicia

     Esto es, Señor, lo que se me ofrece acerca del ejercicio de la milicia, por la ocasión que se ha movido de tratar de gente de guerra. Y volviendo al punto e intento que llevo, que es del aumento de la caridad, para que una profesión tan honrada como es ésta sea por muchas vías favorecida y amparada (272) de V. M., y todos se inclinen a seguir este camino, que tan bien afortunado ha sido en la nación española, pues es temida y estimada en todo el mundo; y de tanta importancia para estenderse nuestra santa fe católica, y engrandecerse los reinos de V. M.: y así, para conservación y aumento desta profesión, podría ser V. M. servido que en esta Corte hubiese una congregación de caballeros de caridad, calidad y hacienda, soldados viejos, hasta en número de seis o ocho, o los que pareciere a V. M., que siendo ricos servirán estos oficios sin salario, por solo buen celo y servicio de Nuestro Señor, que yo sé que hay muchos que holgarían emplearse en esto con mucha voluntad y caridad; y que por ellos se eligiese (273) un protector general de la milicia cada año dellos mismos, y dos diputados, los cuales tengan cuidado de solicitar y favorecer en el Consejo de Guerra de V. M. el buen despacho de los capitanes, soldados, y otros oficiales, que vinieren a pretender a esta Corte, para que sean premiados y acrecentados, y para que se les pague lo que se les debiere de sus sueldos que no han podido cobrar.

     Y si se ausentaren algunos destos caballeros de la congregación a oficios y cargos de guerra, o a otras partes de servicio de V. Majestad, o sus negocios, los que quedaren hagan congregación como de antes; salvo si el protector general se ausentare, se elija otro en su lugar por la congregación, por su ausencia, o hasta cumplirse el año del oficio. Y habiendo estas personas que tomen a su cargo este cuidado, los que aquí vinieren a negociar, cuando no lo hicieren en tiempo limitado, los harán volver a su ejercicio de guerra y a cumplir con sus obligaciones, dándoseles alguna ayuda de costa a los que pareciere merecerla, por orden y parecer de la congregación, y a costa della, de la renta que ha de tener por el orden que se dirá adelante; y así, no gastarán tanto tiempo en esta Corte (274), consumiendo sus haciendas, sin servir a V. M. en las ocasiones, y, mudando costumbres en ella, aventurar algunas veces con necesidades su crédito y honor. Y el Consejo de Guerra de V. M., informado desta congregación, tendrá cuidado de los que pretenden y de sus despachos, conforme a sus papeles y servicios. Y aun muchos dellos podrán escusar el venir a pretender a esta Corte, pues esta congregación, por relaciones de sus generales, maestres de campo y capitanes, en ausencia los procurarán hacer promover y aventajar conforme a sus méritos y partes; y escusarse ha con esto, que los soldados, a quien los ejercicios militares habían hecho robustos, valientes y virtuosos, se pierdan con la ociosidad, vicios y regalos de la Corte; y todos estos daños y otros muy particulares se vienen a remediar con esto.



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De la trabajosa vida y grandes merecimientos de los soldados

     Pues los capitanes y soldados valerosos, gratificados y honrados engrandecen los ánimos para empresas que por su dificultad son increíbles, siendo vivas murallas y defensa de la fe católica, y los que defendiendo los reinos hacen rostro a los enemigos, haciendo trincheas de sus personas por defendernos y conservarnos en quietud, paz y sosiego, y sin peligros, ni sujetos a los increíbles inconvenientes y desventura que causa la fiera bestia de la guerra, V. M. hace y hará como rey cristianísimo en gratificar sus servicios, dignos de mucha recompensa, pues padecen tantos trabajos, así por mar como por tierra; que como he andado (275) doce años entre ellos, y aun cabídome buena parte de sus trabajos y peligros y heridas, he visto las miserias que padecen: porque, fuera de traer las vidas a riesgo de perderlas cada hora, y las armas a cuestas, no siempre tienen el sustento necesario, faltos de todas las cosas (276) que para la vida humana son menester, careciendo de camas en que descansar con la asistencia de las guardias, el hacer centinelas y pasar noches enteras sin reposar, en lo que sus capitanes mandan, con el rigor del frío, vientos y nieve, y las angustias de los calores. Y si la gente vulgar, que no juzga más de lo exterior, piensa que decir soldado es decir disolución y libertad, hay en esto tanto engaño como el vulgo ignorante lo suele tener en todos los juicios que hace; pues vemos que entre los hombres que en este mundo viven, no hay profesión que más superiores y dueños tenga que la del soldado: porque, dejado aparte, si es cristiano, la obligación que tiene a la observancia de la religión a que nuestra ley cristiana nos obliga para hacer lo que debemos, conservando el honor que tan a los ojos traen los que siguen esta profesión, y obran virtud, véase cuántas leyes militares, bandos y órdenes, tienen sobre sí, que los enfrenan para no hacer cosas mal hechas; pues no tiene más voluntad el soldado de hacer lo que le manda su general, y maestre de campo general, y el de su tercio, sargento mayor, capitán, alférez, sargento, y sus cabos de escuadra, que a todas estas cabezas está sujeto en cuanto a su oficio, fuera del respeto y temor que tienen a su justicia, que son sus auditores y preboste general, y capitán de campaña, y sus ministros. Porque los excesos y delitos (277) que el soldado comete son castigados con penas más terribles y extraordinarias que las que el derecho común (278), y leyes de griegos y romanos, imponen a los otros delincuentes; y en nuestra lengua, se verán apuntadas por el licenciado Cristóbal Mosquera de Figueroa, auditor general que fue de la armada de la isla Tercera, y al presente alcalde mayor del adelantamiento de Burgos, en el libro cuarto del comentario que hizo del ejercicio del oficio de auditor general.

     Y esta obediencia de los soldados no para aquí, que también la reconocen respetando a los demás ministros de V. M. que tanto han menester para cobrar sus sueldos, y para muestras que les toman. Pues si va el soldado embarcado, ¿qué clausura hay como la suya? Pues acontece estar muchos días, y aun meses, contemplando la tierra, y no salir a ella, sustentándose de los mesmos mantenimientos, secos, desabridos, podridos, y aun adulterados, que suelen cuando navegan en alta mar; no habiendo voluntad de soldado que sea cumplida, ni puede salir de lo que comenzó, ni despedirse del ejército, ni dejar la bandera, ni volver las espaldas a la jornada, so pena de la vida, y de perpetua infamia, hasta tanto que alcance licencia de su superior. Y así, Señor, pues todo esto es necesario que padezca el soldado para el buen gobierno de la guerra, y que en todo guarde mucha puntualidad, se echará de ver que es la gente que casi más merece por sus trabajos, de cuantos hay en este suelo; y más desamparados de todos, pues en esta Corte he visto pedir limosna a algunos (279) que, delante de mis ojos, les vi llevar de balas las piernas y brazos, y pelear con mucho valor y ánimo; y otros que hay en otras partes con grandes necesidades, por haber quedado inútiles, y sin remedio ni favor humano, mas, antes, aborrecidos de algunos que ni están determinados de tomar armas, cuando se ofreciese ocasión, ni quieren ver delante de sí a quien tiene valor y pensamientos honrados para emprender cosas grandes.

     Y pues hay tantos premios para los eclesiásticos (como es justo que los ministros de Dios los tengan), y tantas dignidades, colegios y prerrogativas para los que profesan letras, y muchas plazas y oficios de jurisdición, salarios y premios para los demás ministros de V. M., en virtud de los cuales todos viven y se sustentan hasta acabar la vida honradamente, será muy justo que para la gente de guerra haya algún descanso y premio (280), así para los que en este ejercicio han enfermado, como para los que están inútiles por estar sin brazos o piernas, como para aquellos a quien la vejez tiene imposibilitados para servir. Pues en este tiempo los debemos juzgar por más animosos que los antiguos, por el riesgo y muerte tan propincua a que se ponen, esperando las balas de los arcabuces, mosquetes y piezas de artillería, de que ellos estaban tan seguros: pues sólo con la igualdad de las armas, cuando venían a las manos, era el mayor riesgo que corrían, porque las piedras de los trabucos eran pocas y menos dañosas, y de incierta puntería, y a pocos pasos, lo que agora alcanza millas y leguas enteras; y un miserable artillero, cobarde y vil, hace pedazos un gran capitán, y a muchos famosos soldados (281) con una bala, que en otro tiempo, peleando valerosamente, ganaran nombre eterno. De donde se encarece cuánta razón hay que tales vasallos sean premiados por V. M., y que se haya hallado traza, o se procure y piense otra más a propósito, para que el que siguiere la guerra, procure pasar adelante en ella, confiado que si la suerte le fuere contraria, y no le sucedieren las cosas como pensaba, esté cierto, que si saliere estropeado o inútil de entre los peligros en que vive, o la edad le pusiere en necesidad de no poder servir, ni sustentarse por aquel oficio, que es el camino que siguió, será socorrido con casa, cama y vestido; y si es persona que ha tenido oficio en la guerra, o hijodalgo, tendrá renta con que pueda pasar su vida, y morir en quietud y servicio de Nuestro Señor, y los unos y los otros insignias honrosas y militares, siendo nuestra nación tan amiga de honra. Y atreverse han con esto todos (282) a emprender cosas grandes, y embestir a cualquier bateria, por peligrosa que sea, sabiendo que tienen remedio para lo que les sucediere; lo cual será causa que crezca el número de soldados valerosos, y se inclinen hombres principales y otros de mediano estado a enviar a sus hijos, o alguno de los que tuvieren, con mucho gusto a la guerra, alentándose muchos a serlo con la remuneración de los premios que esperan.



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El orden del amparo, y recompensa de los soldados ordinarios

     Para que esta gente de tanta importancia en la república cristiana sea socorrida en sus necesidades, y porque muchos se inclinen a seguir esta profesión, sería a propósito -siendo V. M. servido- se fabricase en esta Corte una casa, de alguna merced que V. Majestad hiciese por el Consejo de las Indias, de algunos oficios que se vendiesen, o de algunas partes de navíos o presas de la mar que a V. M. le tocan, y de alguna ayuda que en los pagamentos y remates de cuentas se les puede pedir de limosna a los soldados que sirven al presente, o de adonde parecerá a propósito, pues muchos pocos ayudan a juntar mucho. La cual se llame del amparo de la milicia, adonde acudan y se reciban todos los inútiles y estropeados en la guerra, o que por vejez no son ni pueden ser de servicio, que por certificaciones o probanzas trajeren averiguado haberles sucedido las tales heridas, o enfermedades, en ella en servicio de V. Majestad; y adonde se socorran (283) de comida los que vinieren con necesidad a negociar a esta Corte, el poco tiempo que les fuere forzoso asistir en ella, como se dijo, que éste sea limitado.

     Y porque, en los premios que se dieren a esta gente, haya distinción, y que la justicia distributiva obre en este negocio, proporcionando las mercedes y limosna con la calidad y antigüedad de las personas, podría haber dos diferencias en la distribución: ura sería con los soldados ordinarios que hubieren servido en la guerra. Con los cuales se podrá usar de caridad, dándoles una ración suficiente cada día en mesa común para su persona, y doce mil maravedís a cada uno para vestirse, y casa y cama en que duerma, y curarle sus enfermedades en el [hospital que la serenísima princesa de Portugal dejó en esta Corte, si pareciere a Vuestra Majestad y fuere conveniente], o en la misma casa, en enfermería que para ello haya; y si algunos hubiere casados -que serán bien pocos-, se les podrá dar en sus casas, cerca désta, alguna ración moderada y los doce mil maravedís para vestirse, y lo que pareciere necesario para ayuda a pagar la casa; y acudiendo a ella, a la comunidad y juntas, a sus ocasiones y tiempo, reconociendo al administrador por superior y cabeza. Y esto que se diere Que lo que se diere a los soldados ordinarios se llame recompensa. a estos soldados ordinarios y a algunos hombres de mar, se podrían llamar recompensas; con lo cual podrán vivir en recogimiento y buen ejemplo, descansando de los trabajos pasados, amparados y consolados, como es razón que lo estén, pues han defendido la fe y derramado su sangre en servicio de V. M. Y destas plazas ordinarias podría haber en esta casa ciento y cincuenta, conforme a la necesidad y número de soldados que ocurrieren; y con el tiempo podrá crecer el número, como fueren aumentándose las rentas della, como se dirá adelante; y al principio comenzar con menor número, si no hubiese bastante caudal, a contento y eleción del protector general; y que estos soldados ordinarios tengan un administrador, soldado viejo, y hombre cuerdo y de autoridad, que los gobierne y mire cómo viven, y un capellán que les diga misa y administre sacramentos, con salarios competentes por su cuidado y trabajo. Y si tuvieren vicios, los pueda corregir y castigar el protector general y congregación; y si fueren incorregibles, despedirlos. Pudiéndose enviar Que pueden destas casas enviar algunos soldados a lugares de fronteras, para que den consejo en ocasiones de guerra. desta casa, como de la cabeza, los soldados jubilados que parecieren necesarios, a algunos lugares marítimos o fronteras de enemigos reinos, que allí asistan por cuenta destas casas, y con renta, y alguna ayuda de los vecinos dellos, para que en ocasiones den su parecer en las cosas que se ofrecieren, y pongan en orden la gente cuando se peleare; y lo mesmo se podría hacer de los recompensados de más calidad, que se dirá adelante.

     Pudiéndose fabricar esta casa del amparo de la milicia junto al seminario de Santa Isabel, que V. M. tiene en esta Corte, que es adonde se hace una obra tan santa como es recoger niños y niñas pobres, para enseñarlos a vivir cristiana y virtuosamente, pues allí hay sitio a propósito para ello, para que los soldados viejos, marineros, pilotos y artilleros, y otros jubilados por estropeados o vejez, que allí han de vivir, instruyan y enseñen a los niños (284) de habilidad, e inclinaciones a propósito, del seminario, diferentes oficios y ejercicios militares, imponiéndolos en jugar armas de todo género, y tirar arcabuces al blanco; y a otros, a plantar, apuntar y disparar artillería -pues hay capacidad y campo dispuesto todo para ello en aquel sitio-, y aun a hacer minas y contraminas, y escalar murallas, y otras cosas de fortificaciones necesarias, para la guerra de mucha importancia; y a formar un escuadrón, hacer una trinchea; y aun leerles y declararles alguna persona docta que para ello haya, a Vegecio De re militari y otros autores que han tratado del arte militar, para que salgan perfetos en ella; asistiendo a estos ejercicios alguno de los caballeros de la congregación, suficiente, y nombrado para este efeto.

     Y con esto, y con las matemáticas que aprenderán de sus maestros -como se dijo-, podrán poner lo que les leyeren y aprendieren de teórica, en prática; y será cosa harto notable ver en esta Corte tres (285) casas tan famosas, y obras tan insignes, dignas de los felicísimos tiempos de Vuestra Majestad: la una, de soldados y gente de mar, que descansan de sus trabajos; y otra, de los que comenzarán a seguir esta profesión: pudiendo sacarse de allí cada año buen numero dellos para ministerios de la guerra en mar y en tierra, y ser adelante, criándose por este orden, varones de grande utilidad en ella, que sean una gran defensa y aumento destos reinos de V. Majestad; y la última, el albergue general de los pobres mendigantes desta Corte, que también se fabricará junto a aquel sitio, con la casa de la reclusión y castigo de vagabundas. Y aun sería posible que el Hospital General, con el tiempo, se trasladase en la mitad de la fábrica del albergue, por ser muy capaz y de sitio muy grande, como ya se dijo: y todas casi en el paso que va a Nuestra Señora de Atocha, que es tan gran devoción desta Corte, para que con tal vecindad y protección sean amparadas de la Virgen sacratísima.



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De las remuneraciones y amparo de los capitanes, alféreces, y sargentos, y otros soldados, hidalgos y de calidad

     Otra diferencia de distribución podría haber con capitanes y gente principal, personas que hayan tenido cargos en la guerra, en favor de los cuales se podrán, siendo V. M. servido, fundar cien premios, que podrán tener por nombre remuneraciones (286) distribuidas en personas beneméritas, como capitanes, alféreces, sargentos, y otros en quien concurran las calidades, que merezcan ser escogidos para estas plazas con papeles, informaciones y probanzas de crédito, aprobadas por el protector general y la congregación, por votos de la mayor parte della. Las cuales podrán ser en tres diferencias: de cuarenta mil maravedís las menores, y las medianas de ochenta mil, y las mayores de ciento y veinte mil, más o menos, a voluntad de V. M. y disposición de los tiempos y rentas. Las cuales se han de dar a las personas dichas, que hubieren quedado estropeados e inútiles para servir, o impedidos por vejez o enfermedades, o que hayan servido, aunque estén sanos, en oficios de la guerra por tiempo de treinta y cinco años; que pues los que leen cátedras de propiedad en las Universidades jubilan (287) y descansan al fin de veinte años que han servido y leídolas, razón parece sería que lo tengan los soldados que en la guerra hubieren asistido todo este tiempo; y que como jubila el oficial en la guerra que hubiere servido treinta y cinco años, jubile el soldado ordinario o hombre de mar, en cuarenta años que tenga de servicio en ella.

     Que tengan obligaciones los capitanes, alféreces, y otros soldados de experiencia y partes, que tuvieren las remuneraciones dichas, a asistir (288) en esta Corte, para dar razón en las cosas que se ofrecieren, y en el Consejo de guerra se les mandare, de aquello que por su experiencia hubieren alcanzado y sabido, como personas que han servido a V. M.; pues no hará ningún daño esto, para poder los consejeros estar más informados de las cosas, por quien las ha visto y manejado, para votar y resolver los negocios de importancia en el Consejo, para que se acierte en lo que se hiciere y tratare; pudiendo también hallarse dos o tres dellos, los más pláticos y ejercitados, con el caballero de la congregación, a los ejercicios militares dichos. Y adviértese que esta asistencia de Madrid haya de ser precisa los ocho meses del año; y para salir los otros cuatro, sea con licencia de la congregación y protector general. Y si de otra manera lo hiciesen, sean multados en parte de su entretenimiento, si no fueren los que estarán ausentes, siempre con orden de V. M. o de la congregación, asistiendo en algunos presidios para decir sus pareceres en las ocasiones que allí se ofrecieren, o en otras partes en la guerra, gozando allí sus recompensas, con los sueldos que tuvieren en aquella parte. Y si importare a alguno dellos vivir en su tierra por falta de salud, o otra causa legítima, y pareciere dársele esta licencia, se la conceda la congregación a la persona que la pidiere, cobrando su remuneración de la casa o mesa capitular desta Corte, adonde se juntará la congregación a lo necesario deste ministerio, en sala que habrá a propósito para ello, enviando fee de vida del lugar o parte donde el capitán, alférez, sargento o soldado de calidad residiere.

     Pues los romanos con su gran prudencia y gobierno, con el cual sojuzgaron el mundo, tenían una ciudad famosa en España, la cual llamaban Emérita Augusta -que es la que ahora llamamos Mérida-, en la cual premiaban y remuneraban a los capitanes y oficiales, y a todos los soldados viejos (289), o inútiles por sucesos de la guerra (que fueron los que sirvieron a Augusto César en conquistar la invencible gente de Cantabria, Asturias y Montaña, a los cuales llamaban eméritos, que quiere decir jubilados), dándoles muy bastantes entretenimientos para pasar y acabar sus vidas en paz y sosiego, por ser frontera de la Lusitania, con quien la tenían; razón será que V. M., con su gran caridad y gobierno, también se sirva imitar esta tan loable costumbre. Y no sólo hacían esto, mas también honraban, con señales y divisas militares y bizarras, ellos y otras naciones, a todos los que hacían insignes hazañas en las guerras, o servían largo tiempo en ellas, para que fuesen estimados y conocidos por donde pasasen, y se animasen todos los soldados a hacer obras dignas de alcanzar este premio.

     Y así, si V. M. fuere servido, sería de importancia que los soldados viejos, e impedidos, que tuvieren recompensas en esta casa del amparo de la milicia, traigan al cuello, por señal (290) y honra de sus servicios, antigüedad y trabajos, una banda roja de tafetán, con fluecos de seda de la misma color. Y los capitanes y otros oficiales que tuvieren remuneraciones, las traigan también de la mesma manera, con los cabos y fluecos de oro, porque todos ellos sean estimados y conocidos por hombres jubilados en la guerra; pues da indicio esto de haber servido mucho tiempo, o haberse visto en grandes peligros en defensa de la fe católica y servicio de V. M. Y aun todos los que hubieren servido en la guerra en general, parece que sería bien que trujesen alguna señal bizarra y honrada, que diese indicio dello, como es espada, dorada la guarnición, y plumas de colores diferentes, conforme a sus servicios y valor; pues, como dije en otra parte, las señales son de tanto honor como es la causa y razón por qué se traen. Y pienso cierto que serán de grande autoridad con el tiempo, y muy pretendidas, estas insignias ganadas con ejercicios militares de tanta honra.

     Y con este tan gran beneficio (291), dado por la mano liberalísima de V. M., habrá tantos más que deseen y procuren servir en la guerra, y seguir este camino, cuantos son más los que en ella se huelgan con títulos honrosos, que con mucho sueldo; y principalmente, viendo que juntamente tienen para la vejez seguro el descanso de la vida, y el premio de sus trabajos, cuando se vieren perdidos y hallen el amparo tan cierto, y honra, como aquí hallarán.

     Porque la abadesa del monasterio de las Huelgas de Burgos suele proveer las trece plazas de comendadores, que dejó el rey don Alonso el Noveno señaladas allí para caballeros soldados que en la guerra hubiesen sido heridos, y estén impedidos, y hasta ahora se dice que no se hace conforme a la voluntad última del rey que lo instituyó, parece justo que V. M. mande se cumpla de aquí adelante, y que conforme a ella se provean en supuestos beneméritos que hayan servido en la guerra, y que concurran las calidades dichas en ellos.

     Es de considerar que, demás del gran servicio que a Dios en esto se hace, y bien a la república, así mismo V. M. lo recibe, y es en beneficio de su real hacienda; pues con las recompensas y remuneraciones (292) que se dieren a estos soldados, escusará de hoy más V. Majestad muchos entretenimientos, plazas muertas, y pensiones de guerra que hay en Italia, y rentas de por vida, de que al presente hace merced a soldados viejos e impedidos en diferentes partes. Y podrían cesar con esto las plazas de capitanes ordinarios, que no habrá necesidad de proveerlas de la hacienda de V. Majestad, pues en esta casa del amparo de la milicia habrá plazas que puedan suplir esto, y de más crecido sueldo y mayor gusto para los que las alcanzaren, por las insignias tan honrosas que han de traer con ellas.



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Que todas las personas que sirven en la guerra en general, es muy justo sean premiadas

     Y no sólo parece justo (293) hacer V. M. merced a esta gente de que se ha tratado, que es tan digna della, mas también a todos los que sirven en este ministerio de la milicia en general, para que esta profesión sea muy estimada y honrada, y cada día vaya creciendo, pues es el fundamento de la conservacior y aumento de las monarquías. Y pues los que come ten delitos, o hacen desórdenes en ella, son castiga dos con rigor, como conviene, parece justísima cosa por el contrario ser premiados los que en servir se aventajaren. Y así, parece justo (294) que V. M. haga merced a los generales de tierra y mar, maestres de campo, capitanes y personas calificadas, promoviéndolos y aventajándolos con hábitos y encomiendas, y otras mercedes, conforme a sus servicios y partes, porque las personas que hubieren servido largo tiernpo a Dios y a V. Majestad en este instituto de vida tan peligroso, y de tanto cuidado y trabajo corporal, puedan hallarse y vivir descansados. Y así mismo a los oficiales, soldados de todo género, que hubieren servido en la guerra con fidelidad, valor y cuidado, es justo hacerles merced. Y también de las que V. Majestad hace a los eclesiásticos en obispados, dignidades y pensiones, parece justo que se pongan los ojos en sacerdotes y personas principales de letras y costumbres, que hubiesen servido en las armadas y ejércitos de administradores y capellanes mayores, y en otros; pues, por la caridad de que allí usan en aquella urgente necesidad, por el desamparo de padres y deudos que suelen tener los soldados enfermos y heridos, merecen mucho los que tienen cuidado dellos, y les curan y dan salud. Y no menos son dignos de premios los auditores generales de los ejércitos y armadas, que en la guerra sirven, si hacen lo que deben y administran justicia (que fácilmente se echa de ver); y así, es razón que sean honrados con plazas y oficios principales, conforme a sus letras, partes y calidades. Y a los médicos y cirujanos que sirven a V. M. en estas jornadas, conforme a la opinión quetuvieren, ingenio y letras, cuidado y fidelidad con que hubieren servido, pues destas tres suertes de sujetos deben ser preferidos para servicio de V. M. y de su Real Casa: los que hubieren leído con cátedras de estimación en Universidades principales, y fueren tenidos por eminentes (295) en su facultad en ellas; o asistido en la guerra y armadas de V. M. con sus plazas, o residido y curado en los hospitales famosos de España mucho tiempo con salarios dellos. Porque estas personas de guerra, fuera del riesgo en que andan de sus vidas, lo merecen por la larga experiencia que en sus oficios han alcanzado con la frecuentación y uso dellos, y casos y sucesos extraordinarios que han manejado, en que pueden haberse aventajado a otros. Y con este ejemplo tan importante de los premios, se hallarán muchos que se aficionen a seguir este camino y profesión tan honrosa para la reputación de España; pues se da a entender la razón que hay de hacer merced a esta gente por haberlo merecido, teniendo más legítima causa de pedirla y ser premiados que los que sin estos trabajos ganan de comer en sus casas con mucho descanso y sosiego.



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Cómo se podrá sacar renta bastante para el sustento y remuneración desta casa, y gastos de la congregación, que se podría fundar en esta corte

     Para cuyos gastos y rentas me ha parecido suplicar a V. M. me dé licencia para decir aquí algunos pensamientos, de qué parte se podría sacar alguna sustancia para el sustento de negocio tan importante, recibiendo mi buen celo y deseo de acertar; pues seria posible que algunos dellos sean a propósito para ello, con otros que se irán considerando adelante: pues no hay cosa que si con deseo de que

tenga efeto se busca, no se acierte, y se halle remedio conveniente.

     Lo primero es, que atento que este negocio es sustento de soldados y caballeros (pues, siendo soldados, gozan de las esenciones de los hijosdalgo, por ser gente tan privilegiada y favorecida en derecho), que se señalase para esta casa (296) del amparo de la milicia la cuarta o quinta parte de lo corrido de las vacantes de las encomiendas, y la veintena parte de la renta de cada una de las que, de aquí adelante, se fueren proveyendo en estos reinos; pues fueron fundadas las encomiendas para premiar a los caballeros que en la guerra sirviesen, y tienen obligación de tener lanzas en ella los comendadores, cuando se ofreciere necesidad; pidiéndole a Su Santidad la licencia que para esto, y para lo demás que dijere, fuere necesaria.

     Lo segundo es pedir a Su Santidad (297) que (pues es pastor universal nuestro, y representa en la tierra la persona de Cristo, Nuestro Redentor, que tan encomendados nos dejó sus verdaderos pobres, y éstos lo son legítimos, más que otros, y de tan gran provecho) se sirva de hacer limosna por mano de su Colector a esta casa, de la parte que quisiere de las vacantes de los obispados que a Su Santidad tocan; pues aunque mueran los arzobispos y obispos que repartían las limosnas, no cesan los pobres que hay en aquellas partes, y las limosnas fenecen por entonces. Poniendo por ejemplo aquella santa y loable costumbre de Roma, que, aunque vaque el pontificado por muerte de un pontífice hasta eleción de otro, no vaca por esto el oficio de limosnero dél; pues es de derecho cierto, ordenado por los santos pontífices y sagrados cánones y concilios, ser la cuarta parte por lo menos de los bienes eclesiásticos para los pobres de los lugares donde se gozan y desfrutan.

     Lo tercero es que también, si V. M. se sirve, a esta casa le puede hacer merced de la décima o octava parte de las pensiones que V. M. provee a particulares sobre los arzobispados y obispados destos reinos, pues es obra tan piadosa y de tanta consideración.

     Lo cuarto es que los cabildos eclesiásticos, según su riqueza y calidad, den alguna limosna cada año de toda la gruesa de sus rentas a esta casa, o que pidan a Su Santidad aplique una prebenda de las que tienen a ella, en la primera vacante de cada parte, como ya para otros efectos muy justos se ha hecho; que no hará falta notable tener un prebendado menos en cada una, pues de razón se les debe a los que defienden la Iglesia (298) que ella les favorezca con algo, pues son causa de tener los prebendados seguridad y descanso en las suyas. Y no será cosa nueva, para premiar personas que han servido sirven en la guerra, aplicarse rentas eclesiásticas, pues en el reino de Portugal (299) se fundaron las encomiendas, o tenças de los hábitos de Cristo, y otras, de beneficios curados y simples, con obligación de servir, en las fronteras que en África aquel reino tiene, algún tiempo los caballeros portugueses que las alcanzaren, y a quien se les hace merced dellas; lo cual hacen con mucho valor, peleando y escaramuzando con los moros vecinos muy de ordinario.

     Lo quinto es que, de los bienes que dejó el cardenal de Toledo, don Gaspar de Quiroga, de los cuales cierta parte ha repartido el licenciado Rodrigo Vázquez de Arce, presidente del Consejo de V. M., y los demás testamentarios, en sus criados y deudos, dándoles renta y juros de la misma hacienda de por vida, conforme a las calidades y servicios de cada uno; las cuales rentas -siendo V. M. servido- podrán aplicarse, como fueren vacando, a esta casa, remitiéndolo V. M. al presidente, para que con su prudencia y celo ordene en esto lo que más conviene al servicio de Nuestro Señor y de V. M., y socorro general de gente tan menesterosa y honrada, como se lo dejó encomendado a el presidente el mesmo cardenal.

     Lo sexto y último parece sería también muy a propósito: que cada uno de los caballeros (300), a quien V. M. hiciese merced de algún hábito de las órdenes Militares -pues con él entra en esta profesión, y V. M. le honra en ella-, diese para esta casa alguna limosna o propina en cantidad de cincuenta ducados, más o menos, como V. M. fuese servido, pagados con los derechos del título del hábito; pues al que le recibe le será de poca consideración, y a esta casa de mucha; y aún aplicarse a ella, de limosna, los diez mil maravedís del pan y agua que los caballeros de hábito tienen y gozan, siendo con su gusto y voluntad, no parece fuera de propósito, pues todo junto sería muy buena renta. Y la mesma propiedad, y aun mayor, tendrá, que todos los virreyes, capitanes generales, y maestres de campo, coroneles, capitanes, sargentos mayores, y los demás ministros y oficiales de guerra, de tierra y mar, que se proveyeren por V. Majestad para cualesquier partes y reinos, así de Europa como de las Indias, cuando se les despachen sus títulos y patentes, den así mesmo alguna limosna a esta casa, proporcionando la cantidad della con la calidad de los oficios; que podría ser, para que fuese moderada, la cuarta parte del sueldo de un mes dél, o como V. M. lo mandare ordenar, pues por ellos entrarán en tan gran obligación de favorecer esta obra tan suya, y en tanta ocasión de que algunos dellos puedan ser favorecidos della en algún tiempo, y de Nuestro Señor para alcanzar vitorias en las jornadas que hicieren, y así se puede decir que es hacer bien para sí mesmos.

     Y si V. M. fuese servido hacer merced a esta obra tan piadosa de alguna de las partes que tocan a V. M. en las presas de la guerra de tierra y mar, sería muy grande. Y que también sea heredera (301) de los bienes castrenses de los soldados que murieren en ella ab instestato, sin tener quién los herede; fuera de que sabrán de aquí adelante adónde puedan dejar sus haciendas con grande satisfación los que murieren sin herederos forzosos en la guerra, y otras mandas que dejarán a estas casas los que hubieren profesado la milicia de su voluntad, en vida y muerte. Y algunos prelados y personas eclesiásticas y seglares de gruesas haciendas, aficionados e inclinados a ella, con este ejemplo harán otra casa, por ventura en Sevilla, adonde ya hay un principio de una que fundaron los Reyes, pues es cosa tan del servicio de Nuestro Señor, y aumento y conservación de su fe y Iglesia. Pudiendo tener uno de los caballeros de la congregación Que haya en esta congregación arca de tres llaves, adonde se guarde el tesoro de las rentas dél. oficio de tesorero, y depositario general de la hacienda desta casa; teniendo el dinero della en arca de tres llaves, una él mismo, y otra el protector general, y otra el diputado más antiguo. De todo lo cual espero en su Divina Majestad ha de ser servido resulte una tan grande y piadosa obra, que ha de dar premio en el cielo a V. M. y felices vitorias de sus enemigos por ella; y España tendrá, en señal desta obra de misericordia que en ella se hace, mucha felicidad y abundancia, fama y nombre sobre todas las provincias del mundo, confiando en Nuestro Señor lo ayudará, como puede y es menester.

     Hame parecido escribir al fin deste discurso tanta diversidad de pensamientos y medios, de donde se pueda sacar hacienda para la ejecución y perpetuidad deste negocio, porque aunque algunos (302) dellos no parezcan a propósito y no haya faltado quien le ha parecido no ser justo proponer a V. M. bienes eclesiásticos, porque se cumpla y haga cosa tan importante y necesaria: por no saber ni poder yo alcanzar otros medios más a propósito que éstos lo hice, y por ser para defensa y conservación de la fe católica, y bien destos reinos. Pues eso será más fácil, de muchos elegirse los que fueren convenientes, o algunas personas de buen celo y ingenio decir otros mejores para ello, o hacerlo las personas que les desagradaren éstos; principalmente habiendo de ser visto y hecho todo por mano de V. Majestad, y su Consejo, a quien Dios dio tan gran prudencia y sabiduría para escoger lo que más convenga, en que Nuestro Señor se sirva, y esta gente tan digna de socorro alcance el premio que han merecido su virtud y trabajos, pues -como dije arriba- son los pobres más honrados que hay en la república, y a quien por muchos títulos y causas se debe favorecer y amparar.

     Con esto doy fin a mis pensamientos y discursos por ahora. Y porque algunas personas (303) aficionadas a curiosidades y letras humanas los busquen por las emblemas morales y versos que tienen, las puse en ellos; pues, procurándolos por ellas, y leyéndolos por curiosidad, podría ser se aficionasen a ser muy amigos de pobres verdaderos, y caritativos con ellos, pues tan encomendados nos son de Cristo, Nuestro Redentor: que, por ser este último del amparo de gente tan necesitada dél como son los soldados, parece que no me he apartado del intento que en los ocho discursos precedentes he llevado. Y porque no me pongan por cargo y culpa que me divierto a muchas y diversas materias los que se cansan y enfadan en ver gastar el tiempo a otros en cosas del bien universal de los prójimos, pareciéndoles ser fuera de camino lo que no es tratar de su particular cada uno, o por ser tan confiados de sí propios, que lo que ellos no dicen, no piensan ser acertado ni bueno, no me determiné a juntar con éstos otros discursos de importancia para servicio de Nuestro Señor, de V. M. y provecho de la república, que he escrito y trabajado, hasta que se vea por esperiencia el mucho provecho y gran efeto, que de la buena ejecución de lo que tengo secrito en este particular, con el favor divino resulta, que ya se va descubriendo gran parte dello. Pues con las tablillas (304) impresas que de prestado se les han puesto al cuello a los mendigantes, por señales, en esta Corte, Sevilla, Valladolid y Toledo, hasta que se les muden en los rosarios, y imágenes con las armas de cada ciudad donde residieren -acordadas ya por V. Majestad- en acabándose la fábrica del albergue desta Corte, y las de los destos reinos, ha sido Dios servido que, con este principio y ensayo de lo de adelante, han confesado y comulgado, por estar ya señalados, mucho número de pobres mendigantes; pues en esta Corte, en particular, lo han hecho más de mil y quinientos, cumpliendo con el precepto de la Iglesia este año de noventa y ocho, cosa no vista hasta ahora en esta gente. Y así se puede esperar en Dios, Nuestro Señor, que, con el santo celo de caridad y cristiandad que V. Majestad muestra en favorecer y amparar esta causa tan suya, ha de ir en mucho aumento; pues es tanto, que, con su poderosa y liberalísima mano, ha hecho merced y dado de limosna, de una vez, en este mes de abril de 98, para la fábrica del albergue desta Corte, veinticuatro mil ducados, dádiva digna de tan gran Príncipe. Y así esperamos en la Divina Majestad que, como obra hecha tan en su servicio (pues es para amparar a sus pobres), la ha de favorecer, y dar a V. M. el premio dello en la tierra y en el cielo, conservándole la salud y aumentándole la vida, para que lo vea efetuado, y goce largos años, como la Cristiandad lo ha menester.



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Al doctor Pérez de Herrera, de don Bernabé de la Serna Ramírez

Soneto
                         Tiende la noche desde el Occidente,
en el mundo su obscuro y negro manto,
y cubre de tristeza, horror y espanto,
esta confusa máquina excelente.
   Y luego por los arcos del Oriente,
bordando (le oro el lirio y rojo acanto,
deshaciendo las nieblas Febo santo
muestra su resplandor claro y luciente.
   Son tus emblemas noche, horror, tinieblas,
Herrera, porque tienen escondida
la verdad con figuras, cual con velo.
   Tu ingenio es Sol y Oriente, que las nieblas
deshace, y a sus obras les da vida,
con claros rayos que te influye el Cielo.


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