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- XX -



ArribaAbajoNada de nada. Nada por nada


    Por cosas de este mundo,
      nunca te apures,
que no hay mal que no acabe,
      ni bien que dure.

(CANTAR)                



    Nada me importa. Al sentimiento extraño,
ni en el bien gozo, ni en los males peno;
si ahogo en el no importa el propio daño,
sepulto en un ¡paciencia! el daño ajeno.
Esperando mi mal, mi bien engaño;  5
paso lo malo en aguardar lo bueno;
y así, el alma en sí misma sepultada,
da a habido y por haber -nada de nada,

   Me es todo igual. Nada el placer me importa,
ni al hosco aspecto del dolor me irrito.  10
Si el mal la senda de mi vida acorta,
prorrumpo sin rencor: -Estaba escrito.
Cuando sus iras mi destino aborta,
-Buen semblante a mal tiempo, -me repito;
y así, cerrando a la pasión la entrada,  15
grabé en mi corazón: -Nada por nada.

   Nada me importa. Que daré no ignoro
sepulcro al bien y al mal en mi indolencia.
Sé que mi amor han de curar, si adoro,
el tiempo, el gusto, otro placer, la ausencia.  20
La presunta ilusión templa mi lloro,
amarga mis delirios la experiencia;
y de afectos en lid tan encontrada,
es lema de mi fe: -Nada de nada.

   Me es todo igual. Como insaciable hiena  25
me hiere el desengaño carnicero,
pero en mi herida, sin placer ni pena,
sepulcro doy al universo entero.
¡Oh vida inútil, de pesares llena!
¡Oh estéril mundo, donde el bien no espero!  30
pues os debo esta fe desesperada,
-Nada de nada -os doy; -nada por nada.

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  —211→  

- XXI -



ArribaAbajoVivir muriendo


Vivit, et est vitae nescius ipsae suae.

(OVIDIO)                



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       Al nacer me recibieron
la vida y la muerte en brazos;
y al ver tan opuestos lazos,
con torva faz prorrumpieron:

   -¿Qué buscas aquí, perdida?-  5
dijo a la vida la muerte.
-¿Nació para ti, por suerte?-
dijo a la muerte la vida.

   -Dios, a mi eterna morada-,
responde aquélla, -le envía.  10
-Soy, para entrarle en la mía-,
dice ésta, -de Dios enviada.

   -Pues vuelva al seno de Dios,
y su justicia decida
si es de la muerte o la vida-,  15
claman a un tiempo las dos.

   Y haciendo, audaz cada una,
presa en el mísero infante,
lleno de llanto el semblante
me levanté de la cuna.  20

   Entre ambas camino incierto,
dudando mi fantasía
si antes de nacer, vivía,
o si es que, al nacer, he muerto.

   Los que en la vida fui dando  25
desde mis pasos primeros,
cual dados en sus linderos
los fue la muerte contando.

    Camino, y en mal tan fuerte,
la mente desvanecida,  30
nombra desvelo a la vida,
y llama sueño a la muerte.

   Ponen, con locos empeños,
mis sufrimientos a prueba,
desvelos, si el sol se eleva,  35
si se alzan las sombras, sueños.

   Y así van el alma mía
sueño y desvelo asediando,
uno tras otro pasando,
como la noche y el día.  40

   Si de la vida, por suerte,
el breve término dejo,
conmigo doy sin consejo
en el confín de la muerte.

   Y a veces tan dulces lazos  45
forman la muerte y la vida,
que una en otra confundida,
van una de otra en los brazos.
—212→

   ¿Si en mi ataúd, por fortuna,
daré mi primer vagido,  50
o por fortuna habrá sido
lecho de muerte mi cuna?

   Si he muerto al nacer, por suerte,
¿a qué me asedia la vida?
Y si ésta aún no está cumplida,  55
¿por qué me sigue la muerte?

   ¿A dónde, en tan ciego abismo,
voy tras de ensueños que adoro,
tanto, que entre ellos ignoro
si sombra soy de mí mismo?  60

   ¡Sacadme ya, Dios clemente,
de un abismo tan horrendo,
o eternamente muriendo,
o viviendo eternamente!





- XXII -



ArribaAbajoVaguedad del placer


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- I -

    -Al que antes cumpla su anhelo,
logrando la dicha extrema
de dar a su sien diadema
hecha de luces del cielo.-

   Así una turba ligera  5
de niños baja diciendo,
tocadas del Iris viendo
las aguas de una pradera.

   Siguen el monte esquivando,
—213→
y crece su empeño loco,  10
en tanto que, poco a poco,
va el Iris su luz menguando.

   Y cuando de su ornamento
creían la sien orlada,
vieron su luz disipada  15
como fantasma en el viento.

   -¿Cómo es? -desde el monte erguido
preguntan cuantos los miran;
y alzan los ojos, suspiran,
y les responden: -¡Ya es ido!-  20

   -¡Mentira! -bajan diciendo
los que ven clara su lumbre,
y en tanto ganan la cumbre,
mustios los otros subiendo.


- II -

   Porque sus lindos reflejos  25
son, al tocarlos, ficciones,
cual son de cerca ilusiones
las que venturas de lejos.

   El Iris, siempre inconstante,
se va mostrando inseguro,  30
a los que bajan, oscuro,
y a los que suben, brillante.

   -¿Cómo es? -en ronco alarido
gritan los antes burlados;
y los de ahora, extasiados,  35
tristes responden: -¡Ya es ido!-

   -¡Mentira! -dicen bajando
los que poco antes mintieron;
y a los de abajo se unieron
prestos el monte esquivando.  40


- III -

   Juntos con pueril anhelo
se agitan con ansia ardiente,
corriendo de fuente en fuente,
tras los matices del cielo.

   Y todos, dando a cuál más  45
gusto a su pecho anhelante,
unos gritan: -¡Adelante!
y los de adelante: -¡Atrás!-

   Y así, sin orden ni gula,
aquí y allí discurrieron,  50
y ni allí ni aquí le vieron,
y en todas partes lucía.

   Y al verle desvanecido,
con más vergüenza que enojos,
vueltos al cielo los ojos,  55
exclaman todos: -¡Ya es ido!!!-


- IV -

   Así en eterno cuidado,
aquí y allí nuestro intento
corre fugaz por el viento
tras un placer nunca hallado.  60

   Que el hombre, en su desacuerdo,
llama, al verle en lontananza,
si es delante, una esperanza,
y si es detrás, un recuerdo.

   Y aun no marcó en su sentido  65
el gusto una vana huella,
cuando, imprecando su estrella,
suspira y dice: ¡YA ES IDO!

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- XXIII -



ArribaAbajoÚltimas abjuraciones


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    ¡Voy a morir! Prenda del alma mía,
este el centón de mis quimeras es;
leed, leed, y de la gloria impía
de tanto error abjuraré después.


EL HIJO (leyendo)

   -Cuna de rosas, al nacer, hallamos.  5


EL PADRE

   -¡Mentira! Abrojos al nacer nos dan.


EL HIJO

   -Rosas, la vida al comenzar, hollamos.


EL PADRE

   -¡Falso! Los pies por entre abrojos van.
   ¡Voy a morir! Las bárbaras memorias
que el fin amargan de mis horas ved.  10
¡Cúmulo abyecto de entrañables glorias!
Leed, por Dios, y escarmentad; leed.


EL HIJO

   -Su vida el hombre de ilusiones puebla.


EL PADRE

   -¡Ay! Necio error a la ilusión llamad.


EL HIJO

   -Huye la edad de la razón cual niebla.  15


EL PADRE

   -¡Horror! ¡Pasad, horas sin fin, pasad!
   ¡Voy a morir! De nuestra vida escasa,
pasa en engaños la primer mitad;
la otra mitad en desengaños pasa.
¡Nunca olvidéis esta cruel verdad!  20


EL HIJO

   -¡Triste es dejar del mundo la presencia!


EL PADRE

   -¡Mundo, os doy ledo mi postrer adiós!


EL HIJO

   -Perece el bienestar con la existencia.


EL PADRE

   -¡Muerte, del hombre el bienestar sois vos!

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- XXIV -



ArribaAbajoQuien más pone, pierde más


    Es la constancia una estrella
que a otra luz más densa muere,
pues quien más con ella quiere,
menos le quieren con ella.

   Este refrán que te canto,  5
tiene, amor mío, tal arte,
que su verdad a probarte
con una conseja voy.

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   Fue una niña de quince años
el duende de esta conseja,  10
y aunque la niña ya es vieja,
aun dice entre angustias hoy:

   Que es la constancia una estrella
que a otra luz más densa muere,
pues quien más con ella quiere,  15
menos le quieren con ella.

   Tuvo la niña un amante
a quien, idólatra, un día,
-Te he de querer -le decía-
hasta después de morir.  20

   Y si con Dios avenida,
corta mi aliento la muerte,
dejaré el cielo por verte.-
Tal dijo, sin advertir

   Que es la constancia una estrella  25
que a otra luz más densa muere,
pues quien más con ella quiere,
menos le quieren con ella.

   Murió la niña, y cumpliendo
de su antiguo amor los gustos,  30
dejó el país de los justos,
y al mundo el vuelo tendió;

   Y cuando alegre a su amante
con alas de ángel cubría,
-¿Ves cuál dejé -le decía-  35
el cielo por ti? -Mas, ¡oh!

   Que es la constancia una estrella
que a otra luz más densa muere,
pues quien más con ella quiere,
menos le quieren con ella.  40

   Durmió el ángel a su lado;
y, de otra esfera anhelante,
sus alas cortó el amante
y en ellas al cielo huyó.

   Y al encontrarse la niña  45
víctima de un falso trato,
llorando vio que el ingrato,
subiendo al cielo cantó:

    Es la constancia una estrella
que a otra luz más densa muere,  50
pues quien más con ella quiere,
menos le quieren con ella.





- XXV -



ArribaAbajoAdiós para siempre

A Carolina.




    Porque no infiel juzguéis a mi memoria,
aunque os digo por siempre al huir de vos,
la eternamente lamentable historia
vais a escuchar de mi primer adiós.

   «Era una niña, como vos, afable,  5
lozana, y pura y celestial cual vos».
¡Quién, al dejar a un ser tan adorable,
podrá decirle: Para siempre adiós!

   «Partí... y la fama me contó su muerte».
¡Guárdeos el cielo de su suerte a vos!  10
Y al recordar su abominable suerte,
dejad que os diga: ¡Para siempre adiós!

   Pues siempre, herido de dolor tan fiero,
desde aquel día, como ahora a vos,
a cuantos seres con el alma quiero,  15
¡Adiós, les digo, para siempre adiós!



  —216→  

- XXVI -



ArribaAbajoBeneficios de la ausencia


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    Agur, Irene; hasta cuándo,
no te lo podré decir;
por Dios que al verme llorando,
ganas me dan de reír.
      ¡Quién creyera,  5
flor de mi natal ribera,
que si lloro a los dos pasos,
me reiré a los tres escasos!
Esto me recuerda, Irene,
      que algún día  10
leí contigo una Higiene
      que decía
que, conforme a la experiencia
      de un doctor,
es un bálsamo la ausencia  15
que cura males de amor.

   Ya te escribiré, mi bien,
cuantas penas me atormenten,
aunque, a ojos que no ven,
corazones que no sienten.  20
      ¡Qué infinito
será tu amor..., por escrito!
Mas dice Santo Tomás
que ver y creer, y no más.
      Este refrán no te corra,  25
advirtiendo
que el tiempo todo lo borra,
      y sabiendo
que, conforme a la experiencia
      de un doctor,  30
es un bálsamo la ausencia
que cura males de amor.

   -¡Qué yertas son las francesas!-
te diré todos los días;
-¡qué heladas! -si son inglesas,  35
y si italianas, -¡qué frías!-
      Y entretanto
mil y mil serán mi encanto.
¡Ay, cubren tanta ficción
las alas del corazón!  40
Hermosa Irene, ten calma;
      ¿por qué lloras?
no llores, prenda del alma,
   pues no ignoras
que, conforme a la experiencia  45
      de un doctor,
es un bálsamo la ausencia
que cura males de amor.

   Parto por fin, ya amanece;
adiós, alma de los dos;  50
ruega a Dios que no tropiece
por esos mundos de Dios.
      Si hoy te adoro
con la obstinación de un moro,
tal vez me ablande mañana  55
el fuego de otra cristiana.
Sí, que aunque este amor es cierto,
      ¡ay! presumo.
que el amor de un ido o un muerto,
   siempre es humo;  60
pues, conforme a la experiencia
      de un doctor,
es un bálsamo la ausencia
que cura males de amor.



  —217→  

- XXVII -



ArribaAbajoEl amor inmortal


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    ¡Atrás! que ya los altares
velan las sombras profanas;
y al vulgo de estos lugares,
lo llaman a sus hogares
con su oración las campanas  5

   ¡Atrás! y no en loco tema
traigas, revuelta en la falda,
símbolo de tu fe extrema,
esa florida guirnalda
de tus amores emblema.  10

   Torna, loca, a tu alquería,
porque si bien lo contemplo,
es necio, por vida mía,
dejarme así cada día
lleno de hierbas el templo.  15

   -He de ver su sepultura,
pese a sus iras crueles,
pues bien nos predica el cura
que nunca el Dios de la altura
cierra su casa a los fieles.  20

   -Así te azucen traidores
alguna vez sus mastines,
por tus ofrendas de amores,
los dueños de los jardines
en donde robas las flores.  25

   Y pues que en tal desacierto
sigues con cordura poca,
quédate ahí; y ten por cierto
que gana muy poco un muerto
con la oración de una loca.-  30

   ¡Cuitada, que en su quebranto
no halla en la tierra consuelo,
lo busca en el cielo santo,
y sordo también el cielo
las puertas cierra a su llanto!  35

   Huye, niña, que a esa puerta,
entre nocturnos reflejos,
pareces ya de una muerta
la sombra que vaga incierta
llorando gustos añejos.  40

   Huye, que de amor ajena,
como a imagen de la muerte,
llamándote el alma en pena,
de horror la comarca llena
cierra las puertas al verte.  45
—218→

   ¡Pobre loca, que en su intento,
sin que de su afán se corra,
ama con ardor violento
memorias que el tiempo borra,
cenizas que lleva el viento!  50

   ¡Oh, muy loca es quien no ha oído,
porque escarnecerla puedan,
que en este mundo fingido
sólo pagan con olvido
a los que van, los que quedan!  55





- XXVIII -



ArribaAbajoBuenas cosas mal dispuestas

EPÍSTOLA A EMILIA.



(SÁTIRA CONTRA EL GÉNERO HUMANO)



Verdadera miseria es vivir en la tierra.
Cuando el hombre quiere ser más espiritual,
tanto le será más amarga la vida;
porque siente mejor, y ve más claro
los defectos de la corrupción humana.


(KEMPIS, lib. I, cap. XXII)                




Introducción

   Del hombre, Emilia, las virtudes canto,
aunque al hombre al cantar, siempre sin calma
cayendo está sobre mi risa el llanto.

   Dicen que lleva la moral la palma
con el físico el alma comparando;  5
mas tan ruin como el cuerpo tiene el alma.

   Perdonad mi opinión los que llamando
al hombre la mejor de las conquistas,
un culto le rendís; ¡culto nefando!

   Hablo con vos, ilusos moralistas;  10
con vos, factores de virtudes, hablo,
que en el hombre miráis cosas no vistas.

   Vos, alzando un aurífero retablo,
ponéis al hombre en preeminente nicho,
siendo digno de altares como el diablo.  15

   Vos, que le amáis por bárbaro capricho,
sois, su hipócrita instinto disculpando,
más hipócritas que él: lo dicho, dicho.

   Vos, al hombre en vosotros adorando,
vivís, amantes de vosotros mismos,  20
la humanidad falaces incensando.

   ¡Huid, con tan revueltos silogismos,
a la luz con que alumbro, temerario,
del corazón los múltiples abismos!

   Derrocad por pudor vuestro escenario,  25
o, agitado a mi voz el pueblo, arguyo
que os romperá en la frente el incensario.

   Mas ya de vos, sin ahuyentaros, huyo,
porque altivo desprecio a los histriones,
y en santa paz mi introducción concluyo:  30

   Cuando, cual don de sus mejores dones,
Dios hizo al hombre, le adoptó por hijo,
y en su afán le colmó de bendiciones.

   Y en cuanto al hombre su Señor bendijo,
-Si ennobleces con esto tu existencia,  35
serás mi ser mas predilecto, -dijo.

   Y en prueba de inmortal munificencia,
echó a sus pies con paternal contento
la fe, el amor, la gloria, la conciencia,
el honor, la virtud, el sentimiento.  40
—219→


- I -

El sentimiento


   Qué dirás que hizo el hombre, aun inocente
al verse de virtudes opulento?
(No te rías, Emilia.) Lo siguiente:

   Al sentimiento se acercó al momento,
y echando al corazón en hora mala,  45
se colocó en la piel el sentimiento.

   La aprensión, vive Dios, no fue tan mala,
porque en su alma el dolor jamás se ceba,
pues siempre fácil por su piel resbala.

   Así el dolor de la más triste nueva,  50
si un aire se lo trae, cuando pasa,
otro aire, cuando pasa, se lo lleva.

   Y así el alma, en sentir, es tan escasa,
cuando antes por la piel el sentimiento,
con ímpetus brutales no traspasa.  55

   ¡Ay! ¡Por eso se olvidan al momento
el muerto padre, que a llorar provoca,
la ausencia de un amigo, y de otros ciento!

   Y así al alma en su fondo nunca toca,
la lumbre de unos ojos que se inflaman,  60
el regalado aliento de una boca.

   Y por eso nunca oye a los que le aman,
cuando, con voces de dolor gimiendo,
del corazón contra las puertas llaman.

   Y solamente con la piel sintiendo,  65
el hombre vil con corazón vacío
(de golpes y estocadas prescindiendo),
sólo le afectan el calor y el frío.

   ¿Lo has oído, bien mío?
¡Sólo le afectan el CALOR y el FRÍO!  70


- II -

La conciencia


   El hombre, por su infamia o su inocencia,
se puso en el estómago, y no es broma,
la augusta cualidad de la conciencia.

   Por su conciencia el hambre a veces toma,
y por eso en el hombre nadie extraña  75
que su deber olvide porque coma.

   ¡El alma enciende en implacable saña
ver la conciencia a la opresión expuesta
de un atracón de trufas y Champaña!

   ¡En alta voz mi corazón protesta  80
contra esta rectitud del hombre fiero,
puesto que de el la rectitud es ésta!

   ¿Quién espera en la fe de un caballero,
si otro contrario regaló su panza
(hablo siempre metáfora) primero?  85

   ¿Quién verá sin impulsos de venganza
que un cuarterón de... (cualquier cosa) inclina
de la justicia la inmortal balanza?

   ¡Mísera humanidad, a quien domina
ya de una poma la frugal presencia,  90
ya el aspecto vulgar de una sardina!

   Jamás un noble escucha con paciencia
que llame a su despensa, algún ricacho,
general tentación de la conciencia.

   ¿A qué alma sin doblez no causa empacho  95
ver que el hombre, honrosísimas cuestiones
las reduce a cuestiones de gazpacho?

   Decid, ¡oh diplomáticos varones!
los muchos tratos que hacen y deshacen
pechugas de perdices y pichones.  100

   El hambre o el interés deshacen o hacen
cuanto ofrece aumentar nuestra opulencia,
pues como dicen los que pobres nacen:
«El hambre es quien regula la conciencia».

   Añade a tu experiencia:  105
que el hambre es quien regula la conciencia.


- III -

El honor.- La virtud


   VIRTUD y HONOR, Emilia, y no te asombre,
puso el hombre en la lengua, y por lo mismo
de honor y de virtud tanto habla el hombre.

   De su virtud y honor el heroísmo  110
pondera altivo, hablando y más hablando,
silogismo añadiendo a silogismo.

   Siempre al hombre más vil verasle alzando,
un pedestal donde su honor se ostente,
las frases con las frases combinando.  115
—220→

   Rico o pobre, el mortal eternamente
llama a su honra el amor de sus amores;
¡maldito charlatán, y cuánto miente!

   Jamás a la virtud faltan loores
de las doncellas en la linda boca,  120
cráter que el mayo coronó de flores.

   Hay tanta lengua que el honor evoca,
que, ya ofuscada mi razón, no explico
si a risa, a llanto, o a indignación provoca.

   Perpetuamente en expresiones rico,  125
¡qué hermoso fuera el hombre si tuviese
las entrañas tan bellas como el pico!

   En general, si hay uno que os confiese
que es la virtud su solo patrimonio,
bien podéis exclamar: «¡Qué pobre es ése!».  130

   O buscad de su honor un testimonio;
veréis que por dos cuartos... (y son caras)
su honra y virtud se las vendió al demonio.

   Pues como dijo el Padre Notas-Claras
(que era un fraile muy sabio, por más mengua)  135
-Salvo alguna excepción (que son muy raras)
no hay honor ni virtud más que en la lengua.-

   ¿Lo has entendido? ¡Oh mengua!
¡No hay honor ni virtud más que en la lengua!


- IV -

El amor


   ¿Qué hizo el hombre, -dirás, Emilia bella,  140
-con la llama de AMOR?- ¡Ay!! el idiota
la torpe sangre se inflamó con ella.

   Y así, de amor si el huracán azota,
por sus entrañas circulando ardiente,
el torpe incendio a los sentidos brota.  145

   Lleva el amor su antorcha diligente
por aldeas, por villas y por plazas,
de nación en nación, de gente en gente.

   Diablo es amor de angelicales trazas
que, estirpes con estirpes confundiendo,  150
las razas asimila con las razas.

   Ora hacia el lecho conyugal corriendo,
de alta estirpe pervierte al tronco honrado
de un ruin árbol el germen ingiriendo.

   Ora, en traje modesto disfrazado,  155
la inocencia sorprende en la cabaña,
de mirtos y de rosas coronado.

   Ya con infame ardor montando en saña,
la augusta luz de la imperial diadema
con niebla eterna el deshonor empaña;  160

   Y en el furor de su ilusión extrema,
con vil incesto ignominiosamente
el santo hogar donde nacimos quema.

   Pasa, gozada una pasión ardiente,
¡oh fútil brillo de la gloria humana!  165
como todos los goces, de repente.

   Y hasta los fuegos que tu pecho emana,
mañana acabarán, Emilia mía;
¡sí, Emilia mía; acabarán mañana!

   El más seguro amor que el cielo envía,  170
entre el montón de los recuerdas vaga,
después que pasa un día y otro día.

   ¡Es triste que el amor, que tanto halaga,
se extinga, no apagándolo, en pavesas,
o en cenizas se extinga, si se apaga!  175

   Mas, pese a las promesas mas expresas,
muere el amor más tierno confundido
entre cartas y dijes y promesas.

   Y a llegar fácilmente reducido
al término infalible de la muerte,  180
en ceniza o en pavesas convertido,
fuego es amor que en aire se convierte.

   Advierte, Emilia, advierte:
¡Fuego es amor que en aire se convierte!


- V -

La fe.- La gloria


   La bribonada, Emilia, o la simpleza,  185
cometió el hombre de poner FE y GLORIA
donde está la locura, en la cabeza.

   Por eso en nuestra mente transitoria
la fe, que muchos con placer veneran,
es tan fútil cual rápida memoria.  190

   Y aunque se indignen los que en ella esperan,
la gloria es sueño; ¡oh! sí, simple embeleso,
sombra, ilusión, o lo que ustedes quieran.
—221→

   ¡A cuánto exceso arrastra, a cuánto exceso,
ese tropel de imágenes que crea  195
la propiedad fosfórica del seso!

   ¡Por la gloria el mortal llegar desea
a la inmortalidad! ¡Nombre rotundo!
¡Buen lugar para el tonto que lo crea!

   Por la fe, en este piélago profundo,  200
mil cosas aguardamos tras la losa;
¡oh esperanza dulcísima del mundo!

   Y sólo por la gloria, -AQUÍ REPOSA-,
grabamos en sonoras expresiones,
-DON FULANO DE TAL, QUE FUE TAL COSA.-  205

   Y por más que en tan vagas emociones
su existencia malgasta con empeño
(su destino es correr tras de ilusiones),
gloria y fe para el hombre son un sueño.

   No lo olvides, mi dueño:  210
¡Gloria y fe para el hombre son un sueño!


Conclusión

   Ya que mi atroz prolijidad lamentas,
voy, Emilia, a decir, por consiguiente,
lo que es el hombre en resumidas cuentas:

   Ahoga el interés primeramente  215
su honor y su virtud, su fe y su gloria;
y con frío y calor tan sólo siente.

   En fin, porque ya abrumo tu memoria,
de las virtudes lloraré la ausencia,
pues mi pasión por ellas te es notoria.  220

   -¡FE, SENTIMIENTO, AMOR, HONRA Y CONCIENCIA,
pues se os desprecia, abandonad el suelo,
ensueños de mi cándida inocencia!

   ¡Tornad, fuentes del bien, tornad el vuelo,
para castigo de la humana gente,  225
a vuestra patria natural, el cielo!

   ¡GLORIA Y VIRTUD! yo os juro tiernamente
que, al alejaros, desgarráis atroces
el corazón donde os guarde inocente.

   ¡Huid a mi pesar, huid veloces,  230
leves emblemas del orgullo humano,
sonoros ecos de proscritas voces!

   ¡Adiós! Y, por dar fin, bésoos la mano,
pues ya me llena de mortal despecho
la convicción de que predico en vano.  235

   Que a ahogar el hombre sus virtudes hecho,
sólo le han de afectar, a pesar mío
(por Dios, que este final desgarra el pecho),
Calor, hambre, interés, amor o frío...

   Apréndelo, bien mío:  240
¡CALOR, HAMBRE, INTERÉS, AMOR O FRÍO!...
—222→

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- XXIX -



ArribaAbajo¡Ay del que nace o muere!


    -¡Adiós por siempre, hijo del alma mía!-
un triste anciano al expirar clamaba;
y el tierno infante que su sien besaba,
-¡Adiós por siempre! -el infeliz decía.

   Vertió el viejo la lágrima postrera,  5
y vertió la primera el niño en tanto;
y confundidas última y primera,
símbolo fueron de su igual quebranto.

   ¿Cuál lágrima, decid, en mal tan fuerte,
del corazón brotó más dolorida?  10
¿La del que el mal primero halló en la vida,
o la de aquel que un bien halló en la muerte?...





- XXX -



ArribaAbajoHistoria de un amor

Pero, si alcanza lo que deseaba, siente
luego pesadumbre por el remordimiento
de la conciencia que siguió a su apetito...


(KEMPIS: Imitación de Cristo, lib. I, cap. VI)                



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- I -

Deseo


   -Román, tu ciencia es incierta;
me ha dicho quien bien lo sabe
que es la pureza una llave
que abre del cielo la puerta.

   -Victoria, por Dios, ahora  5
de la juventud gocemos,
porque, después que expiremos,
lo que ha de pasar se ignora.

   -No gozo por no penar.
-Pues es igual, a mi ver,  10
gozar para padecer
que padecer por gozar.

   Si Dios nos cierra su gloria,
en el infierno, algún día,
sera inmortal, alma mía,  15
de este placer la memoria.

   Porque un recuerdo tan fuerte,
de tan grande bienandanza,
traspasa, cual la esperanza,
los límites de la muerte.  20

   Hoy mis deseos coronas
del favor más soberano,
con esta trémula mano
que en tu embriaguez me abandonas.

   Deja que en ansia tan loca  25
una mi frente a tu frente,
porque me ahoga el ambiente
que no perfuma tu boca.

   Pon en tu blando extravío,
para calmar mis antojos,  30
tus ojos junto a mis ojos,
tu corazón junto al mío.
—223→


- II -

Placer


   Es imposible, Victoria,
      que haya un tormento
que me haga olvidar la gloria  35
      de este momento.
No; quien dicha tan cumplida
      a ver llegó,
ni en la eternidad la olvida.
   -¡Ay, no! ¡Ay, no!-  40

   Mi ser de tu ser recibe
      mutuos placeres;
y, pues uno en otro vive,
      nuestros dos seres,
en tan dulce parasismo,  45
      ¿no es cierto, di,
que son partes de un ser mismo?
      -¡Ay, sí! ¡Ay, sí!-

   Si cuestan horas serenas
      penas sin cuento,  50
vale un infierno de penas
      este momento.
Di si en tu virtud pasada
      tu alma encontró
satisfacción más colmada.  55
      -¡Ay, no! ¡Ay, no!-

   Modera tu ardor, querida,
      por un instante,
que no hay deleite en la vida
      más adelante...  60
¡Victoria! -¡Román! -La muerte
      a mí -y a mí
-hállenos ¡ay! de esta suerte.
      -¡Ay, sí! ¡Ay, sí!-


- III -

Hastío


   ¡Pasó! La hiel de un repugnante hastío,  65
ya en tu indolencia paladeando vas;
jamás mi fe te pagará, bien mío,
ese rubor que devorando estás.
      -¿Jamás?
      -¡Jamás!  70

   ¡Pasó! Yo he abierto el insondable abismo
do tu inocencia sepultando irás:
el placer es verdugo de sí mismo;
jamás el gusto sin dolor verás.
      -¿Jamás?  75
      -¡Jamás!

   ¡Pasó! Por culpa de un fugaz contento
siendo ludibrio de ti misma estás:
ya el puñal de un atroz remordimiento
¡perdón! jamás lejos de ti verás.  80
      -¿Jamás?
-¡Jamás, paloma sin candor, jamás!...

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  —224→  

- XXXI -



ArribaAbajoPorvenir de las almas

A R..., en la muerte de su hija.




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    Si de vuestra hija fue estrella
dar tan niña el alma a Dios,
¡ay, feliz mil veces vos!
¡Dichosa mil veces ella!

   Pues ya huella  5
las celestiales alturas,
no halle en vos nunca lugar
      el pesar,
porque para almas tan puras
morir es resucitar.  10

   ¿Para qué lloráis perdida
esa prenda de amor tierno,
si por un lugar eterno
dejó un lugar de partida?
      Si es la vida  15
caos de dudas y penas,
¿quién la muerte, al que bien quiere,
      no prefiere,
si el que vive, vive apenas,
y resucita el que muere?  20

   Siempre, llena de consuelo,
viendo a un ser puro sin vida,
la multitud, de fe henchida,
prorrumpe: -¡Ángeles al cielo!-
      Ni ¿a qué duelo  25
es mostrar, cuando la carga
de la existencia maldita
      Dios nos quita,
si tras de una vida amarga,
muriendo se resucita?  30
—225→

   No dé a vuestra alma afligida
la más leve pesadumbre
esa negra incertidumbre
del más allá de la vida.
      Si es mentida  35
la fe de ulterior solaz,
al menos, los que viviendo
      van gimiendo,
en otro mundo de paz
resucitarán muriendo.  40

   Ya habita, aunque el desconsuelo
os haga implacable guerra,
un triste menos la tierra,
y un dichoso más el cielo.
      De su vuelo  45
iréis vos, muriendo, en pos,
si a Dios dais en implorar
      sin cesar,
pues para justos cual vos
morir es resucitar.  50





- XXXII -



ArribaAbajoTodos son unos



- I -

    Voy a contaros la historia
de una entrañable pasión,
aunque se haga, a su memoria,
pedazos mi corazón.

    Que hay historias que, aunque pasan,  5
por siempre, a nuestro despecho,
los ojos en llanto arrasan,
y ayes arrancan del pecho.

   Pues siempre entre las pasiones
hay una a cuyos reveses  10
se agostan las ilusiones
como al estío las mieses.

   Cuento la historia querida
de esa pasión desgraciada
que, aunque amarga nuestra vida,  15
sin ella la vida es nada.

   Pues tras de ese amor tan tierno,
siempre queda en la memoria
todo el dolor del infierno,
todo el placer de la gloria.  20

   No hay mortal afortunado,
para quien la triste idea
de un buen querer mal pagado,
eterno dogal no sea.

   Si la mujer con rigores  25
paga tan tiernos quereres;
si es tan cruda en sus amores,
hombres, ¡lo que son mujeres!


- II -

   Pues cuento de amor historias,
copiaré letra por letra  30
el libro en que sus memorias
grababa la hermosa Petra.

   Después de amar con locura,
tuvo de morir la suerte;
que hay males que sólo cura  35
el bálsamo de la muerte.

   Petra, cual dije al principio,
su historia dejó al mundo hecha,
y en ella hasta el menor ripio
es para el alma una flecha.  40

   Pues no hay sensible lectora
que, al repasar sus anales,
si a todo llorar no llora,
no exclame: -Aquí de mis males.-

   Pues llega en ella a hacer ver,  45
de su ciencia en testimonio,
que es un ángel la mujer,
y que es el hombre un demonio.

   Y después que al hombre injuria
con frases por el estilo,  50
de este modo el ángel-furia
coge de su historia el hilo:

   -Que no hay fe en hombres contemplo
(prosigue la hermosa Petra),
-y son de esto buen ejemplo,  55
Pablo, Juan, Luis, Diego... -etcétera.
—226→

   De esta manera injuriando
sigue nombres tras de nombres,
y al fin concluye exclamando:
-Mujeres, ¡lo que son hombres!  60


- III -

   Si a los dos sexos igualo,
es porque infiero con pena
que, si es el hombre algo malo,
es la mujer no muy buena.

   Donde las toman, las dan,  65
asienta un refrán de amor;
y cual dice otro refrán,
a un pícaro, otro mayor.

   A buena fe, mala fe;
a un adelante, un arredro;  70
quien más mira menos ve;
tan bueno es Juan como Pedro.

   Con cuyos versos, acaso
probar a los hombres plugo
que el que es víctima en un paso,  75
en otro paso es verdugo.

   Por eso sé que, al que falso
a una mujer asesina,
le han de servir de cadalso
las rejas de otra vecina.  80

   Y la que dice -no quiero-,
cuando amor la canto amante,
sé que amará a otro coplero,
aunque epitafios la cante.-

   Porque esta es la ley más triste  85
que impone amor justiciero:
Cuando quise, no quisiste,
y ahora que quieres, no quiero.

   Pues hombre y mujer son seres
con fe igual y varios nombres,  90
hombres, ¡lo que son mujeres!
mujeres, ¡lo que son hombres!...

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