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Edición de la «Historia de Alcida y Silvano» poema de Montemayor

Elizabeth Rhodes Primavera





El texto aquí presentado es el original que se halla en el Segundo cancionero de 1558, excepto en unos pocos casos notados (un asterisco a la izquierda del verso indica que hay una nota referente al verso). Para comparación, se han usado las ediciones siguientes de La Diana, citas de las cuales aparecen en notas según esta clave:

  1. Çaragoza: Pedro Bernuz, 1560.
  2. Anvers: Juan Steelsio, 1561.
  3. Valladolid: Francisco Fernández Córdoba, 1561.
  4. Venecia: Alonso de Ulloa, 1568.
  5. Anvers: Pedro Bellero, 1580.
  6. Venecia: Giacomo Vincenci, 1585.
  7. Madrid: La Imprenta Real (Juan Flamenco), 1602.
  8. Lisboa: Pedro Craesbeeck, 1624.
  9. Madrid: Don Fermín Thadeo Villalpando, 1795.

Como hay tantas variaciones dentro de cada edición y entre ellas, se ha modernizado la ortografía, excepto en casos en que la rima o el ritmo lo prohíbe (en ese caso se mantiene la versión original). Cuando se trata de la asimilación de la «r» del infinitivo a la «l» del pronombre enclítico («creella»), se ha cambiado la primera «l» a «r» con tal que la rima no lo prohíba (véanse vv. 273-80). Las letras añadidas aparecen entre corchetes; las que sobran, entre paréntesis. Para facilitar la lectura, se ha puesto puntuación según el uso moderno.

Se ha criticado mucho el estilo poético poco cuidadoso de Montemayor1, y «Alcida y Silvano» contiene ejemplos de unas malas costumbres características de toda la obra del portugués. Una es la tendencia de poner un verbo singular con sujeto plural: «Su hermosura y ser, aviso y gala / a la fama espantó» (vv. 179-180); «Si te contenta el soto y verde prado» (v. 908)2. Otra tendencia es la de combinar los tiempos verbales de una manera que los sujetos saltan del pretérito e imperfecto al presente dentro de la misma frase (vv. 297-304; 329-36). Se ve la misma tendencia en La Diana, y Moreno Báez dice que «era menos rara en el XVI que lo es en nuestros días, por no hallarse el idioma tan regulado como lo está hoy»3.

En cuanto al silabeo, se nota que Montemayor varía según manda la necesidad. Por ejemplo, para obtener un endecasílabo en el verso 193, hay que leer «trae» con dos sílabas: «Sobre los hombros trae sus cabellos.» Pero en el verso 197, «trae» se lee con sólo una sílaba: «Una toallica blanca trae sobre ellos.» En muchos versos hay que poner un hiato entre dos vocales donde no debe haber uno, para llegar al número de sílabas necesarias: «Y / era justa cosa que él durmiese» (v. 1.098), en que el ritmo hace suponer que hay que separar «y» de «era».

Hay varios versos demasiado largos: «Debajo de los altos pinos muy umbrosos» (v. 57); «Y conoció muy bien de experimentado» (v. 867); «No se resultase en mal su buen suceso» (v. 934). En tales casos no queda más remedio que decir que son errores del poeta, o de algún copista.

Hay una gran confusión en el uso de los pronombres: «que allá lo [Silvano] encaminaba su destino» (v. 106); «le mata [a Silvano] verse ausente de su gloria» (v. 158); «Limpiaba una los ojos y cantaba, / y otra, cogiendo flores, le ayudaba» (vv. 328-89). Puesto que las diferentes ediciones varían entre sí (así en el v. 774, «para llamarla diablo y afrentarla», en que tres ediciones ponen «llamarla» y tres tienen, «llamarle»), es imposible saber cuáles fueron errores del autor, del copista o del editor. Cuando todas las ediciones ponen un verso de la misma manera, no se ha corregido ningún error gramatical, aunque el verso no esté correcto. Cuando hay varias versiones de un verso, se ha puesto el más correcto según el uso moderno, con las variaciones en una nota.




Historia de Alcida y Silvano4

(Se indican con asterisco los versos donde hay palabras o expresiones comentadas.)



   [142r] Suene mi ronca voz y llegue el viento
a ti, ¡Oh Lusitania!, sus acentos;
cante del crudo amor el movimiento
y el repartir de varios pensamientos.
Llorad, húmidos ojos, un contento  5
en quien fundó amor mil descontentos;
mi triste canto sea celebrado
con lágrimas, amor, pena, cuidado.

   * Hermanas de Faetón, dejad el llanto5,
ninfas del hondo Tajo, dadme oídos.  10
Apolo, no guiéis el carro en tanto
que canto de los dos de amor vencidos,
que si el carro guiáis y oís mi canto,
así os lastimará que los sentidos
perdáis, y el carro vaya de la suerte  15
que a vuestro hijo Faetón causó la muerte.

   * Las celebradas ninfas de Mondego6
encima de sus ondas se levanten,
[142v] sintiendo del amor el vivo fuego,
y con su amargo lloro el mundo espanten.  20
Sus blandos ejercicios dejen luego,
y el mal de su pastor conmigo canten.
Y vos, hermanas nueve a quien invoco,
* de aquel suave licor me dad un poco7.

   El claro río Mondego celebrado,  25
su fértil campo, verde y deleitoso,
* el monte, a do su monte está asentado8,
y encima su castillo valeroso,
el su bosque, de olivas adornado,
su alta sierra y valle muy umbroso,  30
* criaron a Silvano, en quien amores9
mostraron si hay amor entre pastores.

   Su opinión, su ser, su fundamento,
jamás a cosas bajas lo inclinaba;
sentía el mozo en sí un movimiento  35
que a más que a ser pastor lo encaminaba.
Jamás le entendió alguno el pensamiento,
ni demostrarlo a nadie se preciaba.
Continuo a cosas altas fue inclinado,
y amigo de la ciencia en sumo grado.  40

   [143r] Buscaba por el campo los pastores
de más virtud y suerte acompañados.
Al que sabe de amor, habla en amores,
y al que de sólo el pasto, en los ganados.
Llegar nunca se pudo a los menores,  45
porque jamás lo fueron sus cuidados,
* y a quien más conversó fue a dos Iusartes10,
a quien él alababa en todas partes.

   Con éstos, su ganado apacentando,
andaba por el campo y su ribera,  50
de día, ora tañendo, ora cantando
al son de rabel, flauta, o de qué quiera,
de noche, unos durmiendo, otros velando
por el hambriento lobo, de manera
que en estos dos hallaba, y lo decía,  55
virtud, saber, esfuerzo, y valentía.

   Debajo de los altos pinos muy umbrosos,
* con los de Pina siempre conversaba11,
cuyo linaje y hechos generosos
al son de su zampoña los cantaba,  60
Y los de Paiva allí por muy famosos
sus virtudes heroicas celebraba,
llorando a dos Antonios, cuya suerte
[143v] muy de presto la atajó la cruda muerte.

   * Miraba aquella cerca antigua y alta12  65
que por trofeo quedó de las hazañas
del santo Abad Don Juan, en quien se esmalta
la honra, el lustre, y prez de las Españas.
Allí la fuerza de Héctor no hizo falta,
pues destruyó su brazo las campañas  70
del sarraceno rey que le seguía
y a su traidor sobrino Don García.

   Miraba aquel castillo inexpugnable,
por tantas partes siempre combatido
de aquel falso Marsilio y detestable  75
y del traidor Zulema en él nacido.
Decía allá entre sí, «¡Oh cuan notable,
muy gran Montemayor, continuo has sido,
pues en tus altas torres fue guardada
la santa fe, y a fuerza de la espada!»  80

   Decía, «¡Oh alto monte y valeroso!,
Montemayor el Viejo tan nombrado,
y monte de fe lleno y muy glorioso,
mayor por más valiente y señalado,
[144r] llámante el viejo a ti por más famoso,  85
antiguo, fuerte, alto, y celebrado,
a do Minerva y Marte se juntaron,
y con la ciencia y armas te adornaron.»

   * Después, aunque no estaba enamorado13,
mil versos, mil canciones les cantaba,  90
y como quien está de amor tocado,
formaba quejas de él, y suspiraba.
Según mostraba siempre su cuidado,
parece que a este tiempo se ensayaba,
o puede ser que entonces ya sentía  95
el grave mal de amor y lo encubría.

   * Partióse el buen Silvano, suspirando14,
del claro río Mondego y su ribera.
Su rostro vuelve atrás de cuando en cuando,
como si amor por fuerza lo moviera.  100
Decía, «¡Oh soledad, ya vas mostrando
lo que después harás!» Y la manera
con que el pastor sentía los enojos,
mostraba bien las aguas de sus ojos.

   * Para la gran Vandalia fue su vía15,  105
que allá lo encaminaba su destino.
[144v] Acá y allá mil veces revolvía,
hasta que después de esto acaso vino
do el caudaloso Duero parecía,
tan manso como airado va continuo,  110
de sauces y de alisos muy cercado,
de la una parte un soto, y de la otra un prado.

   * No fue como este prado y su ribera16,
y un cierto montecillo y fuente clara,
aquel que Palas vio, que si éste viera,  115
con muy más justa causa se admirara.
Y si las ninfas de éste conociera,
cuando las nueve vio, no se espantara,
que aquella diferencia viera entre ellas
que vemos entre el sol y las estrellas.  120

   Todo el gracioso campo allí se veía
de sauces y de alisos muy cercado.
La hiedra por sus troncos revolvía
con un enredo extraño y concertado.
Según la verde hierba, parecía  125
que allí Medea las hierbas ha cortado,
con que al olivo viejo hizo nuevo
y al padre de Jasón volvió mancebo.

   [145r] Allí las avecillas resonaban,
mostrando su dolor y sus querellas,  130
sobre que dulcemente discantaban,
y el eco respondía acentos de ellas,
los cuales a las ninfas informaban
del crudo mal de amor y las centellas,
que aun en las avecillas sin sentido  135
aquel hijo de Venus ha encendido.

   Al tiempo que llegó aquí Silvano,
llegada era la dulce primavera,
con las alegres nuevas del verano,
de hoja y flor poblando la ribera.  140
Dejar de suspirar no fue en su mano,
ni aun de sentir dejar a quien lo viera,
allá dentro en su alma, un movimiento
de enamorado y triste pensamiento.

   Luego Silvano vio una clara fuente  145
al pie de un verde sauce en este prado.
El céfiro la ornaba blandamente
de un ventecico fresco y muy templado,
el cual menea el sauce y la corriente.
Hace con él un son tan concertado  150
que no le hicieran tal, según yo creo,
[145v] de Apolo la vihuela y la de Orfeo.

   Como el que de su dama está apartado,
y su idea tiene en la memoria,
que si le aflige amor, pena, o cuidado,  155
comienza a imaginar su dulce historia,
y ya después de haberla imaginado
le mata verse ausente de su gloria,
así deja al pastor muy sin sosiego
ver al hermoso Duero y no a Mondego.  160

   Cansancio, soledad, poca alegría
mostraba allí Silvano en su semblante.
Congoja es quien le tiene compañía;
ningún mal puede haber que ya le espante,
mas la tristeza grave que sentía.  165
Al sueño fue a llamar, y en un instante
al sauce se arrimó, y sobre la mano
su cabeza afirmó, y durmió Silvano.

   Y aunque el cansado cuerpo reposaba,
el alma, como suele, no dormía  170
mas ante el crudo amor le revelaba
el mal, de que el pastor ya se temía.
Y entre muchas cosas que soñaba,
[146r] * muy llena de temor le parecía17
que hacia él venía una pastora,  175
la cual él conoció luego a la hora.

   * Armía se llamaba esta zagala18
que de Silvano fue muy gran amiga.
Su hermosura y ser, aviso y gala
a la fama espantó y ella lo diga;  180
ninguna de su tiempo se le iguala,
aunque fortuna fue tan su enemiga
que no cortó a medida su ventura
de su valor, estado, y hermosura.

   Venía la pastora así adornada  185
como tras el ganado andar solía:
la saya verde, clara, y muy plegada,
que el blanco pie descalzo le encubría,
sayuelo blanco y manga no apretada
ni muy ancha tampoco en demasía,  190
y aunque es alto, el collar desabrochado,
por no ofender al cuello delicado.

   Sobre los hombros trae sus cabellos
como rayos del sol y más dorados,
y como quien se precia poco de ellos,  195
[146v] de una cierta desorden adornados.
Una toallica blanca trae sobre ellos,
los cabos por la punta ambos tomados,
no puestos por igual, no muy derechos,
presos con alfiler sobre los pechos.  200

   Al hombro una zamarra mal doblada,
del brazo su zurrón traía colgando,
en la derecha mano una cayada,
y el blanco pie en la arena matizando.
Llegó a Silvano ya como cansada,  205
el cual de verla allí se está admirando,
y no piensa que es sueño o desconcierto,
sino que aquella es, y está despierto.

   Parécele al pastor que le abrazaba,
llorando de sus ojos y decía,  210
«No sé. Silvano, yo, amor dó estaba
cuando en el duro pecho se imprimía
de aquel pastor cruel que me mostraba
que más que su alma propia me quería,
pues hubo en él tan súbita mudanza  215
que me dejó sin vida ni esperanza.

   »Mudado se ha Teonio y tan mudado
[147r] que Dorida lo goza y es su esposo.
Un blando corazón desengañado
burlóle un crudo, ingrato, y cauteloso.  220
El uno está casado, otro cansado;
el uno en gran dolor, otro en reposo.
¡Oh ásperas mudanzas de fortuna,
vida enojosa, triste, e importuna!

   »Dios sabe, ¡oh mi Silvano!, cuántos días  225
después que el río Mondego así dejaste,
se me acordó de ti, que me decías,
cuando mi pena viste y la notaste,
'Dejar debes, Armía, tus porfías,
mas ya no has de poder, pues te entregaste.'  230
Bien debías tú entender aquél quién era,
y aun yo, si no lo amara, lo entendiera.

   »Más, ¡ay de quien se ve de amor robada!,
que nunca jamás cree consejo alguno.
Y así fui triste yo: quedé engañada.  235
Te tuve entonces a ti por importuno;
contra su amor jamás creyera nada,
que en su fe me mostró ser solo uno,
y tanto era el amor que le tenía
que no creí mi mal, aunque le veía.  240

   [147v] »A Venus, de su hijo me [he] quejado,
y a su hijo llamó por informarse.
Por todo el universo se ha buscado
y creen que por demás será hallarse,
que en este soto espeso está emboscado  245
y parecer no quiere hasta vengarse
de una hermosa ninfa muy exenta,
que nunca jamás de él ha hecho cuenta.

   »Y que esto ha de hacer a costa suya
y de un pastor mancebo y extranjero.  250
Ha miedo el falso amor que ella le huya,
por eso se emboscó, mas yo no quiero
que seas tú el pastor y te destruya.
Silvano, vete luego, y sea primero
que a esta ninfa veas o te vea,  255
y a tu costa el amor vengado sea.

   * »No sabes qué es amor sino de oídas19.
No quieras, ¡oh Silvano!, la experiencia;
No quieras ver mil lágrimas perdidas;
ni quieras entender el mal de ausencia.  260
No quieras ver pasiones nunca oídas,
y después de esto el áspero sentencia
que da contra el amante el que es amado,
[148r] si no está muy de veras lastimado.

   »¿A quién no matará sólo un olvido?  265
¿A quién un disfavor no llega al cabo?
¿Qué medio ha de tener quien no es querido,
para de amor sufrir dolor tan bravo?
Pues, ¡ay de aquel que fue favorecido!
si un pensamiento viene de otro cabo  270
y causa en la que ama un movimiento,
que a este mal no llega entendimiento.

   »¿Qué es ver un amador si llega un celo,
ora sea con causa, ora sin ella,
aquella ansia perpetua y desconsuelo,  275
aquel no ver la cosa y asir de ella,
aquel sin ocasión quejarse al cielo,
aquel oír la disculpa y no creella?
Y a veces, aunque es mal para matarlo,
temiendo otro mayor, disimularlo.  280

   »Así que, vete luego, mi Silvano,
y mira el crudo amor do me ha llegado.
No pongas tu contento en una mano
de quien jamás le dio que haya durado.
Servirle y ser leal es muy en vano.  285
[148v] ¡Ved qué será de aquel que se ha entregado
sin más ni más a este niño ciego,
variable, falso, libre, y sin sosiego!»

   Y estando en este sueño muy metido,
le pareció llegar [a] aquella fuente,  290
con grande majestad, pompa, y ruïdo,
el niño dios de amor, que de repente
mandaba a Armía prender por haber sido
contra lo que ordenaba, y brevemente
fue puesta en la prisión de los culpados  295
que contra amor han sido conjurados.

   Y con el gran ruïdo despertando,
temió luego el pastor lo que soñaba,
de Armía las palabras contemplando,
y lo que hizo amor consideraba.  300
Entre soltura y sueño está temblando
al tiempo que la aurora comenzaba
a matizar el campo, río, y prado,
y el montecillo y soto celebrado.

   No mira allí Silvano el claro río,  305
ni el campo tan diverso en sus colores.
Ni mira el arboleda, ni el rocío,
[149r] como grano de aljófar en las flores,
mas de lo que soñó está tan frío
que no dirá que oyó los ruiseñores  310
ni la calandria, dulce enamorada,
que entonce a sus amores da alborada.

   No ve Febo venir resplandeciendo,
ni ve el lustre que da a toda cosa.
No siente un airecillo que, bullendo  315
la hermosa arboleda, no reposa.
No ve una espesa niebla irse huyendo
de encima el claro río, presurosa.
No ve sino un dolor y pena extraña,
* con quien el corazón jamás se engaña20.  320

   Estando fuera en su fatiga muy metido,
bien fuera de pensar en otras cosas,
hirióle un dulce canto en el oído,
de dos voces suaves y graciosas.
Fue a levantar los ojos, constreñido,  325
* y allí dos ninfas vio asaz hermosas21.
Limpiaba una los ojos y cantaba,
y otra, cogiendo flores, le ayudaba.

   Mostró la una estar de amor herida,
[149v] y otra mostró vivir de amor exenta.  330
Una mostró al amor estar rendida,
la otra con amor no tener cuenta.
La una está en amor muy encendida,
la otra fría en él y muy contenta,
y como a tal, la vio cogiendo flores,  335
* muy fuera de pensar en mal de amores22.

   Belisa es la que llora muy quejosa
de una deslealtad con ella usada.
No le valió ser casta, no hermosa,
leal, honesta, firme, y avisada.  340
No le valió poner su amor en cosa
tan alta, ilustre, clara, y levantada,
para dejar de ver por sí mil males
* que causan corazones desleales23.

   Alcida era la ninfa que cogiendo  345
las flores va, muy fuera de cuidado,
la pena de Belisa no sintiendo,
ni el mal que amor le tiene aparejado.
A la fuente se vienen, concluyendo
su dulce canto extraño y concertado.  350
Y aunque traían sueltos sus cabellos,
mil corazones presos traen a ellos.

   [150r] Y no vido Silvano después de esto
de qué venían vestidas, de turbado.
Cegó mirando luego el claro gesto  355
de quien principio dio a su cuidado.
Y así no fue a mi pluma manifiesto
de las dos el vestido, ni el tocado.
Sólo dijo Silvano que traían
guirnaldas de laurel cuando venían.  360

   Y no vieron las ninfas a Silvano
hasta llegar las dos junto a la fuente.
Alcida, que lo vio, el sobrehumano
rostro se le mudó muy brevemente.
Amor, que el arco tiene ya en la mano,  365
luego apuntó a los dos con flecha ardiente,
y no errando el blanco en aquel punto,
cada uno por el otro está difunto.

   * ¡Quién viera allí a Silvano estar vencido24
de amor, el cual de oídas conocía!  370
¡Quién viera estar Alcida sin sentido
en ver que siente un mal que no temía!
¡Quién ve a Silvano estar embebecido
en solamente ver por quien moría!
¡Quién ve meter [a] Alcida aquella hora  375
[150v] si a dicha ama el pastor otra pastora!

   Los ojos de Silvano bien mostraban
que por los de su Alcida se perdían,
y los de Alcida allí disimulaban
lo menos, que lo más ya no podían.  380
Los de Belisa, claro, divisaban
* por experiencia, y más por lo que veían25,
lo que en los dos amor había hecho,
rompiendo a cada uno el blando pecho.

   Suspensa y espantada estaba Alcida,  385
y muerto más que vivo está Silvano.
* De amor cree la pastora estar herida26,
y el triste, no de amor mas de su mano.
Está disimulada aunque vencida,
y está el pastor perdido y muy ufano  390
en sólo ver que mira y es mirado,
ora sea voluntario, ora forzado.

   Los ojos de los dos están hablando,
las lenguas están mudas por un poco.
* Los de Silvano en hito están mirando27,  395
y los de Alcida miran poco a poco.
Los de Belisa salen derramando
[151r] lágrimas y diciendo, «¡Oh amor loco,
hasta en los prados, selvas, do hay pastores,
* quieres que se padezca mal de amores!28»  400

   El tiempo les faltó, y el recogerse
a un alto palacio fue forzado.
* Sivano en verlas ir y solo en verse29,
de un grave y nuevo mal fue traspasado.
Seguirles quiere y teme el atreverse,  405
aunque le ponga fuerzas su cuidado.
Y en fin se queda allí cabe la fuente,
su grave mal llorando amargamente.

   Alcida va consigo peleando,
y crece poco a poco su herida,  410
su mal allá entre sí disimulando,
fingiendo del amor no estar vencida.
Pero mirando atrás de cuando en cuando,
decía allá entre sí, «¡Ay triste Alcida!»
Mas calla suspirando y dice luego,  415
«No temo al crudo amor ni a su gran fuego.»

   Algunas veces por allí tornaban
las ninfas, y al pastor Silvano veían.
[151v] * Mirándole, las dos disimulaban30,
y, sólo en él mirarlas, lo entendían.  420
Y como al gran palacio se tornaban,
* al triste amador nuevo así afligían31,
que con suspiros, lágrimas, mostraba
que ya su vida triste se acababa.

   Después de algunos días ser pasados,  425
Alcida, que sufrir ya no podía
la gran pasión, los ásperos cuidados
que a su causa Silvano padecía,
se vino con Belisa a los collados
ado el pastor Silvano estar solía,  430
con determinación de no pesarle
sin aquel pastor su mal quiere mostrarle.

   Llegadas do Silvano está llorando,
Belisa se sentó cabe la fuente.
Silvano mira [a] Alcida, suspirando,  435
y Alcida disimula sabiamente.
Mas el amor allí sobrepujando
a lo que fingir quiere el que lo siente,
en contemplarlo se quedó suspensa,
sufriendo allá entre sí su pena inmensa.  440

   [152r] Pues, como cada cual está elevado,
quiso hablar Belisa, interviniendo.
Llegóse a él, tiróle del cayado;
dejóselo llevar, no lo sintiendo.
Y díjole, «Ah pastor, ¡cuán descuidado  445
estás!» Pero Silvano, en si volviendo,
le dijo, «No hay cuidados más derechos
que los descuidos por amores hechos.»

   Respóndele Belisa, «Bien lo creo.
* ¡Triste de la que ha tanto que lo siente!»32  450
Y como de le oír tuvo deseo,
llegóse junto a él cabe la fuente
y dijo, «¿Cuyo sois?» «De lo que veo»,
le respondió Silvano blandamente,
«amor no me dio cuyo hasta [ah]ora,  455
que me ha dado una ninfa por señora.»

   Belisa replicó, «¿Quién es aquella
que en un punto, pastor, pudo robarte?»
Silvano respondió, «No sé más de ella
que no saber por ella de mi parte.  460
Después que con mis ojos pude vella,
para tratar de mí, soy poca parte.»
Y aunque Belisa entiende su fatiga,
[152v] no se lo da a entender, porque él lo diga.

   Alcida, aunque elevada, bien oía  465
lo que el pastor responde, y sospecha
si es ella, y otra no, por quien decía
si de su amor o de otro preso estaba.
Y como quien amaba en demasía,
y en lo que respondió no se fiaba,  470
dijo a Belisa paso y al oído,
«Pregúntale por quién está perdido.»

   Tornó Belisa luego a importunalle,
diciendo, «Di, ¿quién causa tu fatiga?»
Silvano respondió, «La lengua calle  475
lo que en mi alma entró, y amor lo diga.»
No quiso más Belisa importunalle,
y como su dolor en fin le obliga,
* se va su, paso a paso, por el prado33,
* dejando allí los dos con [su] cuidado34.  480

   Suspéndele a Silvano su tormento
pensar que amor en él está seguro.
No siente la pastora descontento
en ver que entró en su alma el amor puro,
mas por honrar la entrada al pensamiento,  485
[153r] de su gran discreción derriba el muro.
Y así se están los dos, porque a hablarse
ninguno de ellos osa aventurarse.

   Parécele a Silvano que ya tarda.
Hablar quiere y no dice cosa alguna.  490
Amor es quien lo mueve y acobarda;
el atrever y el miedo están a una.
Temor es el que está diciendo, «¡Aguarda!»
Su mal dice que hable y lo importuna.
No halla medio alguno el desdichado  495
* a quien no hurte el cuerpo su cuidado35.

   En esta confusión está metido,
y Alcida está también metida en ella.
Cada uno está cobarde y atrevido
para decir al otro su querella;  500
cada uno de su pena está vencido.
Pero Silvano, en fin, forzado de ella,
temblando, bajo, ronco, y comoquiera,
le comenzó a hablar de esta manera:

   «Señora mía, si este mi tormento  505
disimular pudiera de alguna arte,
o si en amor cupiere sufrimiento,
[153v] callara yo mi mal por no enojarte.
Mas es tan desusado el mal que siento
que yo para encubrirlo no soy parte,  510
ni soy quien en decirlo tiene culpa,
que amor es quien me mueve y me disculpa.

   »El gran amor que tengo no es acaso;
por elección ha sido, yo lo siento.
Un paso contó amor tras otro paso;  515
en todo hubo su cuenta y su descuento,
quitando, ninfa mía, el mal que paso,
vuestro valor y mi merecimiento.
En todo hubo su cuento, pero en esto
poderla haber jamás es manifiesto.  520

   »Mis ojos no sin causa te miraron,
pues no hay cosa que ver después de verte.
Mi espíritu cansado te entregaron,
que contra tu beldad no hay cosa fuerte-
El alma y los sentidos se juntaron,  525
y acuerdan todos juntos de una suerte
de se entregar a ti, y quien huyere,
que pierda luego el ser que en mí tuviere.

   »Padezco sólo un mal y mil dolores,
[154r] de quien mi mal en torno está cerrado.  530
Y aunque me forzó amor a mis amores,
* pues yo no resistí, no fui forzado36.
Fatigas, descontentos, disfavores,
no me harán llamar triste a mi hado,
que no es tan malo el mal de ser cautivo,  535
cuan bueno es el vivir, pues por ti vivo.

   »Si estando yo sin mí hablo contigo,
y viéndote no estoy corto y medroso,
* no soy, señora, yo, el que esto digo37;
hablar debe otro en mí, pues hablar oso.  540
Amor, aunque sea parte, es buen testigo
de cómo lo que digo me es forzoso,
o sea atrevimiento, o sobra, o mengua,
mover delante ti mi ruda lengua.»

   Y así calló, quedando sosegado,  545
y no callar tan presto, bien quisiera.
Hubo temor, en fin, de haber callado
por lo que aquella ninfa oír espera.
Piensa que la indignó en haber hablado,
y que hablando más entretuviera  550
la terrible sentencio que esperaba,
y esto causó el temor cuando callaba.

   [154v] Mas ella, aunque a Silvano está escuchando,
bien muestra que de amor no está segura:
ora el divino rostro matizando  555
con un vivo color de grana pura,
ora secretamente suspirando,
ora un dulce mirar, una blandura
que a él para respuesta le bastara
si el crudo mal de amor no le cegara.  560

   Si él volvía los ojos hacia el suelo,
dando alguna razón con movimiento,
alzaba ella los suyos con un celo
de ver a quien causaba su tormento.
Y cuando él otra vez los vuelve al cielo  565
para le encarecer su pensamiento,
Alcida iba los suyos abajando,
y así le va su vista salteando.

   La ninfa no quisiera responderle,
mas ya su voluntad no está en su mano.  570
Pensando que el tardar será ofenderle,
mil veces lo acomete y es en vano.
Y aunque vergüenza llega a entretenerle,
en fin, amor y fe, y el su Silvano
en su memoria entraron, y en un credo  575
[155r] quitaron todos tres la fuerza al miedo.

   Con un blando suspiro comenzando,
y con un rostro puro y muy sereno
le dijo. «Tu dolor estoy notando,
y no sé si me salvo o me condeno;  580
por ser tuyo, tu mal lo estoy pasando.
Y si mi hado en esto es malo o bueno,
no estoy tan libre yo para juzgalle,
mas ya que habla amor, la razón calle.

   »Si temo yo tu fe, si tengo miedo,  585
que no viene sin causa esta sospecha,
si en tu mano es fingirte triste o ledo,
imaginarlo yo, ¿qué me aprovecha?
Saber que ya no mando en mí ni puedo
me hace estar contenta y satisfecha,  590
y pues que tú y amor tenéis la culpa,
en ambos tendrá Alcida su disculpa.

   »Quisiera yo fingirme muy exenta
y padecer secreto lo que siento;
quisiera estar quejosa y descontenta,  595
llamando a tu pasión atrevimiento.
Mas el dolor que ahora me atormenta
[155v] no da tanto lugar al pensamiento
para que encubrir pueda su accidente,
mostrándose al revés de lo que siente.  600
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