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El barón


Leandro Fernández de Moratín



Nota preliminar: Edición digital a partir de Obras dramáticas y líricas, París, Augusto Bobée, 1825, t. I, pp. 225-369




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En el año de 1787 escribió el autor una zarzuela intitulada El Barón, que se debía representar en casa de la condesa viuda de Benavente, lo cual no llegó a verificarse; pero la obra corrió manuscrita, con más aprecio del que efectivamente merecía.

Una dilatada ausencia del autor dio facilidad a algunos para que apoderándose de ella la trataran como a cosa sin dueño. Alteraron a su voluntad situaciones y versos, añadieron personajes, aumentaron o suprimieron donde les pareció varios trozos cantables, y la desfiguraron de un modo lastimoso. Con estas enmiendas, supresiones y apostillas, la tomó a su cargo D. Josef Lindón, organista de la Capilla Real, y compuso la música según pudo y supo. Entretanto cayó en poder de los que se llaman apasionados: juventud ociosa y alegre, y poco difícil en materias de gusto. Parecioles muy buena (como era de temer), la estudiaron a porfía, la representaron sin música en varias casas particulares y, por último, en el teatro público de Cádiz apareció mutilada y deforme.

Restituido el autor a su patria, vio la mala suerte que había tenido su obra, y una de las mayores dificultades que tuvo que vencer fue la de persuadir a su amigo D. Josef Lidón a que diera por perdido el tiempo que había gastado en componer la música, y a que desistiera del empeño que tenía en que los cómicos se la cantaran. Logrado esto, conoció la necesidad de corregirla, para lo cual suprimió todo lo añadido por mano ajena, y todo lo cantable: dio a la fábula mayor verosimilitud e interés, a los caracteres más energía, y alterando el primer acto, y haciendo de nuevo el segundo, de una zarzuela defectuosa compuso una comedia regular.

Entretanto que la estudiaban los mismos actores, que con tanto celo y acierto habían desempeñado las dos primeras piezas del autor, la compañía de los Caños del Peral se dio por ofendida de aquella preferencia. Sus protectores (gente poderosa y grande influjo en la corte) meditaron una venganza poco delicada, para desahogo de su mal fundado resentimiento. Hallaron un buen hombre que se prestó a sus miras, dilatando en tres actos la zarzuela de El Barón, suprimida la música, añadidos de propio caudal varios trozos y lo restante copiado a la letra del original que estropeaba. Sin haberlo sospechado jamás, se halló de repente poeta: puso por título a sus mal zurcidos retales el de La lugareña orgullosa; la llamó comedia original; insultó en el prólogo al autor de El Barón, y la pieza contrahecha se estudió, se imprimió, y se representó en el teatro de los Caños; antes que en el de la Cruz estuviera corriente la de Moratín. Tanta fue la actividad con que se aceleró la ejecución de aquella materia. El público no quedó, sin embargo, muy satisfecho del mérito de la obra; y siendo ya tan conocida la zarzuela de El Barón; la rapiña del autor intruso, su mala fe, sus cortos alcances y su ridícula presunción, le desacreditación completamente.

La comedia de Moratín se representó en el teatro de la Cruz el día 28 de enero del año de 1803. Sabíase de antemano que iba a ser silbada: el jefe que mandaba la expedición era conocido y temible, la turba que tenía a sus órdenes numerosa e intrépida. Durante la representación intentaron los voceadores el ataque más de una vez; pero el público logró contenerlos; faltaban pocos versos para concluirla, y creyeron que era ya urgente hacer el último esfuerzo, y cumplir el empeño que habían contraído. Voces, gritos, golpes, silbidos, barahúnda espantosa, todo se puso en práctica, y aquella parte del auditorio a quien había parecido bien la comedia, contribuyó con aplausos a crecer el estrépito y la confusión. Unos pedían que se anunciase otra función para el día siguiente y otros gritaban que siguiese la misma.

En medio de este tumulto, que se dilataba con tesón de una y otra parte, Antonio Pinto, amigo del autor, logró con dificultad que le oyeran, y dijo: «Los cómicos han creído que la comedia que se acaba de representar es una de aquellas pocas composiciones que más ilustran el teatro español. Una parte del público abunda en esta opinión y lo manifiesta de un modo indubitable; otra parece que la desaprueba y quiere que se anuncie para mañana pieza distinta. Deseando los cómicos acertar, quisieran saber si la comedia de El Barón ha de repetirse mañana, o no. Lo que decida el público, eso harán ellos, su obligación es complacerle». Esta alocución, lejos de calmar el desorden y conciliar los ánimos, sirvió solo de aumentarle y dividirlos, y hubiera durado mucho tiempo aquella discordia, si los conjurados, dando ya por seguro su triunfo, no hubieran salido atropelladamente a dar el anuncio a los que esperaban afuera.

Corrió la voz por las esquinas y callejuelas, tabernas, cafés y tertulias, de que la comedia de Moratín había sido silbada, noticia que llenó de regocijo a los que lamentándose continuamente de que nada se hace bueno en España, cuando alguna vez se hace, desestiman lo que echaban de menos y atropellan el mérito que son incapaces de competir. Algunos sabios y sabias se acostaron tarde aquella noche, ocupados en escribir coplillas mordaces e insípidas en celebridad de la gran victoria que habían logrado contra el talento y la aplicación virtuosa, la parcialidad y la ignorancia. Corrieron estos opúsculos al otro día de mano en mano, y a pocas horas de existencia perecieron en desprecio y olvido. En la segunda representación no hubo más ruido que el de los aplausos; los conspiradores no asistieron, el vino los había reunido, y el vino está caro en Madrid. El público desapasionado vengó con su aprobación los insultos anteriores; retuvo como frases proverbiales muchas expresiones de la comedia, y desde entonces oye siempre con aprecio esta fábula sencilla, verosímil, cómica, instructiva, y en la cual se observan, como en todas las otras del autor, los preceptos del arte y del buen gusto.

Antonio Ponce desempeñó con mucha inteligencia el difícil personaje de El Barón. Antonio Pinto, para quien era muy acomodado el carácter de D. Pedro, satisfizo las esperanzas del autor y del público. Mariano Querol, en el de Pascual, acertó como siempre lo hacía cuando copiaba la rústica y lerda sencillez de nuestros lugareños. El papel de la Tía Mónica en boca de María Ribera se admiró como lo más perfecto que puede presentar la ficción dramática.


Noli adfectare quod tibi non est datum,
delusa ne spes ad querelam recidat.


Phedri, Fab. Lib. III.                




PERSONAJES
 

 
DON PEDRO.
LA TÍA MÓNICA.
ISABEL.
LEONARDO.
EL BARÓN.
FERMINA.
PASCUAL.
 

La escena es en Illescas, en una sala de casa de LA TÍA MÓNICA.

   

El teatro representa una sala adornada al estilo del lugar. Puerta a la derecha que da salida al portal, otra a la izquierda para las habitaciones interiores, y otra en el foro, con escalera por donde se sube al segundo piso.

   

La acción empieza a las cinco de la tarde y acaba a las diez de la noche.

 




ArribaAbajoActo I


Escena I

 

LEONARDO, FERMINA.

 
LEONARDO
Sí, Fermina, yo no sé
que extraña mudanza es esta;
ni apenas puedo creer
que en tres semanas de ausencia
se haya trocado mi suerte 5
de favorable en adversa.
¿Qué misterios hay aquí?
¿Por qué su vista me niega
Isabel? ¿Por qué su madre,
que me ha dado tales pruebas 10
de estimación, me despide,
me injuria?... ¡Oh! ¡Cuánto recela
un infeliz!... Pero, dime,
ese Barón que se hospeda
en esta casa...
FERMINA
¿El Barón?
15
LEONARDO
Sí, ¿qué pretende? ¿Qué ideas
son las suyas?
FERMINA
No es posible
que un instante me detenga.

  (Mirando adentro con inquietud.)  

LEONARDO
Pero, dime...
FERMINA
Es que si viene
mi señora, y os encuentra, 20
habrá desazón.
LEONARDO
Después
que yo de tu boca sepa
mi desventura, me iré.
Di...
FERMINA
Pues bien, la historia es esta.
Ya sabéis que hace dos meses 25
con muy corta diferencia,
que el barón de Montepino
se nos presentó en Illescas.
Tomó un cuarto en la posada
de enfrente. Estando tan cerca, 30
desde su ventana hablaba
con nosotras... bagatelas,
y chismes de vecindad.
Vino hasta media docena
de veces a casa, y luego 35
fue la amistad más estrecha.
Hablaba de sus vasallos,
de su apellido y sus rentas,
de sus pleitos con el Rey,
de sus mulas, etcétera. 40
Mi señora le escuchaba
embebecida y suspensa,
y todo cuanto él decía
era un chiste para ella.
Hizo el diantre que a este tiempo 45
se os pusiese en la cabeza
ir a ver a vuestro primo
que, a la verdad, no pidierais
haber ido en ocasión
más mala.
LEONARDO
Estando tan cerca
50
de Toledo, estando enfermo
de tanto peligro, ¿hubiera
sido razón...?
FERMINA
Yo no sé...
Voy a acabar, no nos sientan.
Nuestro Barón prosiguió 55
sus visitas con frecuencia:
siempre al lado de mis amas,
siempre haciéndolas la rueda,
muy rendido con la moza,
muy atento con la vieja; 60
de suerte, que la embromó.
La ha llenado la cabeza
de viento; está la mujer
que no vive ni sosiega
sin su Barón; y él, valido 65
de la estimación que encuentra,
quejándose muchas veces
de que la posada es puerca,
de que no le asisten bien,
que los gallos no le dejan 70
dormir, que no hay en su cuarto
ni una silla ni una mesa;
tanto ha sabido fingir,
y ha sido tan majadera
mi señora, que ha enviado 75
por la trágica maleta
de El Barón, y ha dado en casa
eficaces providencias
para que su señoría
coma, cene, almuerce y duerma. 80
En efecto, ya es el amo:
se le han cedido las piezas
de arriba; viene a comer,
se sube a dormir la siesta,
vuelve a jugar un tresillo, 85
o sale a dar una vuelta
con las señoras; después
vienen a casa, refresca,
cena, sin temor de Dios,
vuelve a subir y se acuesta. 90
Tal es su vida. El motivo
de haber venido a esta tierra,
ha sido, según él dice...
¡Para el tonto que lo crea!
No sé que lance de honor, 95
de aquellos de las novelas:
persecuciones, envidias
de la corte, competencias
con no sé quien, que le obligan
a andarse de zeca en meca... 100
En fin, mentiras, mentiras,
mal zurcidas todas ellas.
Esto es lo que pasa. Ahora
inferid lo que os parezca.
Isabel os quiere bien; 105
pero Patillas lo enreda
a veces y...
LEONARDO
Sí, su madre
es tal que podrá vencerla;
y hará que me olvide, hará
que a su pesar la obedezca... 110
¡A su pesar!... Pero, ¿quién
me asegura su firmeza?
¿Quién sabe si, ya olvidada
del que la quiso de veras,
a un hombre desconocido 115
dará su mano contenta?...
Adiós... Pero tú, que sabes
cuanto mi amor interesa,
haz que yo la pueda hablar;
dila el afán que me cuesta... 120
Dila, en fin, que no hay amante,
por más infeliz que sea,
que si no merece afectos,
desengaños no merezca.

 (Hace que va y vuelve. Vase.) 

FERMINA
¡Pobrecillo! Mucho temo 125
que el tal Barón te la juega.
Y al cabo de tantos años
de ilusiones lisonjeras,
tantos suspiros perdidos,
tanto rondar a la puerta, 130
tus proyectos amorosos
en esperanzas se quedan.
¿Y esto es amar? Esto es
vivir remando en galeras.


Escena II

 

LA TÍA MÓNICA, FERMINA.

 
TÍA MÓNICA
Fermina, ¿diste el recado 135
de que mi hermano viniera
al instante?
FERMINA
Sí, señora.
TÍA MÓNICA
Mucho tarda.
FERMINA
Si es un pelma.
TÍA MÓNICA
Y es para una cosa urgente.
FERMINA
¿Para qué?
TÍA MÓNICA
¡Cierto que es buena
140
la curiosidad!
FERMINA
¡Señora!
¿Pues a qué santo es la fiesta?
¡No es cosa! ¡La paletina,
la saya rica, las vueltas
de corales!...
TÍA MÓNICA
Calla, loca.
145
FERMINA
¡Válgame Dios! Si lo viera
el difunto.
TÍA MÓNICA
¿Qué difunto?
FERMINA
El que está comiendo tierra.
TÍA MÓNICA
¿Quién?
FERMINA
Mi señor, que en su vida
pudo lograr que os pusierais 150
una cinta, y os llamaba
desastrada, floja y puerca,
andrajosa, y...
TÍA MÓNICA
Si no callas
he de romperte las piernas,
habladora.
FERMINA
Yo...
TÍA MÓNICA
Bribona.
155
FERMINA
Si...
TÍA MÓNICA
¿Qué palabras son esas?...
FERMINA
Señora, si él lo decía,
y los vecinos se acuerdan...
¡Válgame Dios, que yo no
lo saco de mi cabeza! 160
Por cierto que muchas veces
daba unas voces tremendas,
que alborotaba la casa;
y os llamaba majadera...
TÍA MÓNICA
Calla.
FERMINA
Y...
TÍA MÓNICA
Calla.
FERMINA
Bien está.
165


Escena III

 

DON PEDRO, LA TÍA MÓNICA, FERMINA.

 
DON PEDRO
Hola, ¿quién riñe?
TÍA MÓNICA
Es con esta
picudilla.
FERMINA
Mi señora
me pone de vuelta y media
porque digo la verdad,
y porque...
TÍA MÓNICA
Vete allá fuera.
170
FERMINA
Porque digo que mi amo...
TÍA MÓNICA
Vete.
FERMINA
Ya me voy.
TÍA MÓNICA
No vuelvas
sin que te llame; y cuidado,
no te plantes a la reja.


Escena IV

 

DON PEDRO, LA TÍA MÓNICA.

 
DON PEDRO
Con que, mi señora hermana, 175
asunto de consecuencia
debe de ser el que ocurre.
Yo, como sé tus vivezas,
no me he dado mucha prisa

 (Sentándose.) 

a venir; pero se enmienda 180
todo con haber venido.
Vaya pues.
TÍA MÓNICA
Sólo quisiera

  (Se sienta junto a DON PEDRO.) 

que me dieras unos cuartos.
DON PEDRO
¿Para qué?
TÍA MÓNICA
Para una urgencia.
DON PEDRO
¿Urgencias tú?... Bien está. 185
¿Cómo, cuánto?
TÍA MÓNICA
Si tuvieras
cien doblones.
DON PEDRO
Sí los tengo;
pero ajusta bien la cuenta,
que se acabará el dinero
a pocas libranzas de esas. 190
Doce mil reales me diste,
si la mitad se cercena
quedan seis mil, nada más.
TÍA MÓNICA
Ya lo sé.
DON PEDRO
Pues bien, receta;
ello es tuyo, si lo quieres 195
todo, allá te las avengas.
TÍA MÓNICA
No, todo no, cien doblones
me darás.
DON PEDRO
¿Con que hay urgencias?
TÍA MÓNICA
Sí señor, lo necesito,
y no quiero darte cuentas 200
de cómo, y cuándo, y por qué.
DON PEDRO
Pues yo tengo mis sospechas
de que tú quieres decirlo.
TÍA MÓNICA
¿Decirlo yo? No lo creas.
DON PEDRO
¿No? Pues bien, no hablemos ya 205
del asunto.
TÍA MÓNICA
¡Bueno fuera
que siendo el dinero mío
cada vez que se me ofrezca
gastar algo, te pidiese
el dinero y la licencia! 210
DON PEDRO
No dices mal.
TÍA MÓNICA
Pues, tú quieres
tenernos como en tutela.
¡Buena aprensión!
DON PEDRO
Sí, por cierto;
y a fe que es mala incumbencia
querer mandar a una viuda, 215
tan verde y tan peritiesa,
con paletina y brial.
TÍA MÓNICA
¿No podré, cuando yo quiera,
ponerme mi ropa?
DON PEDRO
Sí;
pero me admiro de verla 220
salir a lucirlo, al cabo
de medio siglo que lleva
de cofre.
TÍA MÓNICA
Ya que lo tengo,
quiero gastarlo.
DON PEDRO
Es muy cuerda
resolución; tanto más 225
que convienen la decencia
y el adorno a una señora
en cuya casa se hospeda
todo un Barón.
TÍA MÓNICA
Es verdad,
ya entiendo tus indirectas. 230
Sí señor, le tengo en casa,
ni un solo ochavo le cuesta
comer y dormir aquí.
Le regalo, y le quisiera
regalar con tal primor, 235
que en vez de sufrir molestias,
no echara menos su casa,
su fausto y sus opulencias.
DON PEDRO
¡Sus opulencias!... ¡El pobre
Barón!... Y ¿qué mala estrella 240
redujo a su señoría
a ser vecino de Illescas?
¿De qué enfermedad murieron
sus lacayos? ¿En qué cuesta
se rompió el coche, y cayeron 245
la Chispa y la Vandolera?
¿Qué gitanos le murciaron
el bagaje? ¿Qué miserias
son las suyas, que se vino
sin sombrero y sin calcetas? 250
¿No podrás satisfacerme
a estas dudas?
TÍA MÓNICA
No tuviera
la menor dificultad.
DON PEDRO
Pero, en efecto, ¿me dejas
en la misma confusión? 255
TÍA MÓNICA
Sí; piensa de él lo que quieras,
nada importa.
DON PEDRO
Y, en efecto,
hermana, hablando de veras,
¿es un caballero ilustre?
TÍA MÓNICA
De la primera nobleza 260
de España, muy estimado
en las cortes extranjeras,
primo de todos los duques.
DON PEDRO
¡Oiga!
TÍA MÓNICA
Y es, por línea recta,
nieto de no sé que rey. 265
DON PEDRO
¡No es cosa la parentela!
TÍA MÓNICA
Si le trataras, verías
qué conversación tan bella
tiene, qué cortés, qué afable,
qué expresivo con cualquiera, 270
y qué desinteresado.
DON PEDRO
Eso la sangre lo lleva.
TÍA MÓNICA
Pero el pobre caballero,
¡válgame Dios!, cuando cuenta
sus desgracias...
DON PEDRO
¿Qué desgracias?
275
TÍA MÓNICA
Hará llorar a las piedras.
Ha sido gobernador,
yo no sé si de Ginebra...
Ello es en Indias; y un conde,
hermano de una duquesa, 280
cuñada de un primo suyo,
el picarón, mala lengua,
le ha puesto en mal con el rey.
DON PEDRO
¡Haya bribón!
TÍA MÓNICA
Y por esta
calumnia se ve obligado 285
a disfrazar su grandeza
y andar de aquí para allí;
pero, Dios querrá, que venga
a saberse la verdad,
y entonces... ¡Pero, si vieras 290
cuanto favor le merezco
al buen señor! Él me enseña
todas sus cartas y algunas
que vienen en otras lenguas,
de Francia y de más allá 295
de Francia, para que sepa
lo que dicen, las explica
en español todas ellas.
¡Pero, qué cosas le escriben!
DON PEDRO
¿Qué cosas?
TÍA MÓNICA
Cosas muy buenas.
300
DON PEDRO
Ya.
TÍA MÓNICA
Le dicen que se vaya
a Londres, o a Inglaterra,
que el rey de allí le dará
mucho dinero y haciendas...
Pero él no quiere salir 305
de España.
DON PEDRO
Pues no lo acierta.
¿Por qué no se va al instante
a tomar esas monedas?
¿Qué puede esperar? ¿Que un día,
ahí en una callejuela, 310
le conozcan, se le lleven,
y le corten la cabeza
por una equivocación?
TÍA MÓNICA
No, que según las postreras
noticias, van sus asuntos 315
de mejor semblante, y piensa,
dentro de poco, poner
tan en claro su inocencia,
que al que levantó el embuste
quizás le echarán a Ceuta. 320
DON PEDRO
Eso es natural... Y, dime,
hablando de otra materia
que nos interesa más,
y conviene tratar de ella.
¿Qué tenemos de tu hija? 325
TÍA MÓNICA
Nada.
DON PEDRO
¿Nada? ¿Estás dispuesta
a casarla con Leonardo?
Lo supongo.
TÍA MÓNICA
No, no es esa
mi intención.
DON PEDRO
¡Calle! Y ¿por qué,
se ha mudado la veleta? 330
TÍA MÓNICA
Porque sí.
DON PEDRO
Ya, ¿con que quieres
hacerla morir doncella?
TÍA MÓNICA
¿Qué prisa corre el casarla?
DON PEDRO
¡Oiga! ¡No es mala la idea!
¿Qué prisa corre? ¡Ahí es nada! 335
Tú, hermana, ya no te acuerdas
de cuando tuviste quince.
¡Qué prisa corre! Es muy buena
la especie, por vida mía.
TÍA MÓNICA
Digo bien.
DON PEDRO
Vamos, ya empiezas
340
a delirar, y estas cosas
piden discurso y prudencia.
Es menester que se case.
TÍA MÓNICA
Pues yo no quiero que sea
con un pelgar, infeliz. 345
DON PEDRO
Muy bien, pero considera
que casándose a mi gusto
es suyo cuanto yo tenga.
Que Leonardo es un muchacho
de talento y buenas prendas; 350
que en Madrid le dio su tío
una educación perfecta,
y cuando llegó a faltarle,
(renunciando a las ideas
de ambición, considerando 355
que el producto de su hacienda
bien cuidada, y sobre todo
su moderación, pudieran
hacerle vivir feliz)
vino, reclamó la oferta 360
que le hiciste de casarle
con Isabel... Lo desean
entrambos; todo el lugar
su esperada unión celebra,
tú lo has prometido, y...
TÍA MÓNICA
Sí;
365
pero las cosas se piensan
mejor, y... vamos... Yo sé
lo que he de hacer, no me vengas
a predicar.
DON PEDRO
Eso no.
Tú harás lo que te parezca; 370
pero, mira que es tu hija.
No la oprimas, no la tuerzas
la voluntad, ni presumas
que con gritos y violencia
has de extinguir en un día 375
una inclinación honesta,
que el trato y el tiempo hicieron
inalterable.
TÍA MÓNICA
No temas
nada... Yo me entiendo.
DON PEDRO
Adiós.

 (Se levantan los dos.)  

TÍA MÓNICA
Anda con Dios.
DON PEDRO

  (Aparte.)  

¡Qué cabeza!
380
Voy a contar los seis mil
y haré que el muchacho venga
conmigo para traerlos.
A más ver.
TÍA MÓNICA
¡Qué mosca lleva!


Escena V

 

LA TÍA MÓNICA, EL BARÓN.

 
BARÓN
Señora, muy buenas tardes. 385
TÍA MÓNICA
Estoy a vuestra obediencia,
señor Barón.
BARÓN
Hoy ha sido
mucho más larga la siesta.
TÍA MÓNICA
¡Qué! No señor... A las tres
ya estaba haciendo calceta. 390
Mi alcoba es un chicharrero...
Y la calor la desvela
a una, de modo que...
BARÓN
Cierto.
Aquí faltan unas piezas
de verano... Ya se ve, 395
¡Estas casas tan mal hechas!
¿Estuvisteis mucho tiempo
en Madrid?
TÍA MÓNICA
Muy poco; apenas
estuve un mes.
BARÓN
De ese modo

 (Paseándose.) 

es casualidad que vierais 400
mi casa.
TÍA MÓNICA
¿En qué calle está?
BARÓN
Es un caserón de piedra
disforme.
TÍA MÓNICA
¿En qué calle?
BARÓN
Y tengo
pensado, luego que vuelva,
echarle al suelo.
TÍA MÓNICA
¿Por qué?
405
BARÓN
Para hacerle a la moderna.
TÍA MÓNICA
Será lástima.
BARÓN
No tal;
además que se aprovechan
todos los jaspes, y al cabo
por mucho, mucho, que pueda 410
gastarse, vendrá a costar
tres millones... y aún no llega.
TÍA MÓNICA
¿Y hacia adonde está?
BARÓN
He pensado
reducirle cuanto sea
posible; y según los planos 415
que me vinieron de Antuerpia,
queda más chico y mejor.
Una columna abierta,
circular, y en el ingreso
esfinges, grupos y verjas. 420
Gran fachada, escalinata
magnífica, cinco puertas,
peristilo egipcio... Y dentro
su jardín con arboledas,
invernáculos, estanques, 425
cascada, gruta de fieras,
saltadores, laberinto,
aras, cenotafios, bellas
estatuas, templos, ruinas...
En fin, cuatro frioleras 430
de gusto... Y sobre la altura
del monte que señorea
el jardín, un belveder
de mármoles de Florencia,
con bóvedas de cristal, 435
en medio de una plazuela
de naranjos del Perú.
TÍA MÓNICA
¡Válgame Dios, qué grandeza!
BARÓN
Todo es vuestro; allí estaréis
servida como una reina. 440
Mi palacio, mis sorbetes;
mis papagayos, mi mesa,
mis carrozas de marfil
con muelles a la chinesca,
todo es para vos.
TÍA MÓNICA
Señor,
445
tanto favor me avergüenza.
BARÓN
Más merecéis, más os debo,
que habéis sido en mi deshecha
fortuna el iris de paz,
y es justo que a tanta deuda 450
corresponda... Mas, decidme,
(que entre los dos la reserva
y el misterio no están bien)
un joven que nos pasea
la calle, y atentamente 455
nuestras ventanas observa.
¿Quién puede ser? Él es nuevo
en el lugar.
TÍA MÓNICA
De manera,
señor Barón, que...
BARÓN
Esta noche...
No sé si estabais despierta... 460
Ello era tarde, sonó
una cítara, y con ella
un romance de Gazul,
cierto moro que se queja
de que su mora, por otro 465
nuevo galán le desdeña.
¿No me diréis...?
TÍA MÓNICA
Sí señor...
¡Válgame Dios! Yo estoy muerta.
Por más que procuro...

 (Aparte.) 

BARÓN
En fin,
¿podré yo saber quién sea? 470
TÍA MÓNICA
Sí señor, sí... Ya se ve,
como él es de aquí.
BARÓN
¿De Illescas?
TÍA MÓNICA
Sí señor, y ha vuelto ahora
de Toledo... Pero ella...
No señor... nunca...
BARÓN
Ya estoy.
475
TÍA MÓNICA
Él es un tonto, y se empeña
en que... ¡Vaya! Lo primero
que la diré, cuando vuelva,
cuidado, no ha de ponerme
los pies en casa.
BARÓN
¡Discreta
480
prevención! Si Isabelita
no le quiere, que no venga.
TÍA MÓNICA
¡Qué ha de querer! No señor,
nada de eso. ¿Pues no fuera
un disparate?... No digo 485
que la muchacha merezca
un marqués...
BARÓN
¡Merece tanto,
Doña Mónica!... Es muy bella,
muy amable... Ved que es mucho,
mucho, lo que me interesa 490
su felicidad... Adiós,
que aún no es tiempo de que os deba
decir más. Llegará el día
de mi fortuna y la vuestra.

  (Asiéndola de la mano y apretándosela con expresión de cariño.)  


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