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El lugar de Europa en el mundo

Javier Solana

Alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior y la Seguridad Común y Secretario General de la Unión Europea

Un entorno mundial cambiante

Hoy por hoy, una Europa renovada asume su papel en un mundo transformado, ya que, al tiempo que la integración europea ha avanzado, también el mundo ha cambiado de manera profunda. En los últimos 50 años se han producido progresos espectaculares en Europa occidental: del conflicto y la confusión a la libertad, la paz y la estabilidad. Más allá de Europa occidental, la última década ha sido testigo de movimientos tectónicos del entorno geopolítico: la caída del comunismo, la disolución del bloque soviético, la transformación de Europa central y oriental, la inminente reunificación de Europa y el desarrollo de una nueva relación constructiva entre la comunidad euroatlántica y Rusia.

En este nuevo paisaje geopolítico, la Unión Europea constituye un polo magnético de estabilidad, democracia y prosperidad. Hemos elevado al máximo grado nuestro estatuto de exportadores netos de estabilidad, al reconocer las aspiraciones legítimas de adhesión a nuestra Unión, sin dejar de recalcar que esta adhesión está supeditada a un compromiso con nuestros valores comunes. Por consiguiente, en la ampliación se velará para que Europa se vea unida por estos valores fundamentales, tanto a escala interna como en sus relaciones con el resto del mundo. Por primera vez en nuestra historia, podemos esperar con ilusión la unificación y la estabilización de nuestro continente sin que responda a una conquista ni a un equilibrio impuesto por el poder de las armas, sino a la aceptación voluntaria de una serie de valores en los que se inspira nuestra civilización y al compromiso con esos valores.

El mundo también ha cambiado, en el sentido de que actualmente vivimos en una era de mundialización, caracterizada por la magnitud de nuestra interdependencia y por nuestra conciencia de ella. Esta interdependencia tiene múltiples facetas: económica, medioambiental y política. Se trata de una era en que las crisis humanitarias o de los derechos humanos hacen mella no solo en nuestra conciencia sino también en nuestra propia sensación de seguridad y estabilidad. Las plagas de nuestra era -el terrorismo, el tráfico de drogas, la explotación de mujeres y niños, los problemas medioambientales y la proliferación de armamentos- desconocen las fronteras nacionales y únicamente es posible hacerles frente mediante esfuerzos transnacionales, a escala mundial.

Existe una demanda de Europa

Tengo la convicción de que, en esta era global, una unión de las dimensiones de la nuestra, con nuestros intereses, nuestra historia y nuestros valores, tiene la obligación de asumir su parte en las responsabilidades. Podríamos -teóricamente- eludir tales responsabilidades, pero en caso de que lo hiciéramos, no podríamos eludir las consecuencias. Estoy persuadido, no obstante, de que los mismos motivos que dan origen a las responsabilidades de la Unión Europea -nuestras dimensiones e intereses, nuestra historia y nuestros valores- nos dan asimismo los medios para asumirlas. Por lo tanto, la cuestión consiste no tanto en determinar si jugamos un papel a escala mundial, sino en el modo en que lo desempeñamos.

Esta sensación de responsabilidad compartida respecto del destino de nuestro planeta se refleja en la presión, tanto de los dirigentes como de la opinión pública, en pro de una Europa más eficaz en campos fundamentales de formulación de políticas, especialmente el medio ambiente y la política exterior. Sistemáticamente, las encuestas de opinión a escala de toda la Unión Europea nos muestran que la política exterior y de seguridad común se encuentra entre las políticas de la Unión Europea que cuentan con el máximo grado de respaldo. Igualmente fuera de Europa, se nos anima cada vez en mayor medida a asumir una participación más importante en los asuntos internacionales. Existe una demanda de Europa, que se vincula a nuestra experiencia en materia de integración regional, a nuestra disponibilidad para afrontar las crisis humanitarias, y a los valores de participación y de tolerancia social comunes a todos nuestros países. Debemos fijarnos el objetivo de responder a esta demanda con una oferta adecuada.

Construcción de una política exterior eficaz

Para aumentar la eficacia de Europa en el ámbito de la política exterior es preciso que determinemos claramente nuestros intereses comunes, que tengamos un mensaje claro y coherente, y que dispongamos de los instrumentos de actuación política que le sirvan de sustento. Hemos dado grandes pasos hacia delante. A la hora de medir el éxito de nuestro esfuerzo, debemos tener en cuenta el escaso tiempo que llevamos en este viaje y reconocer los límites de nuestras ambiciones. Recordemos asimismo que estamos hablando de una política exterior común, y no de una política única. Se trata de una diferencia importante. No nos hemos propuesto reemplazar a 15 ministerios nacionales de asuntos exteriores, a 15 políticas exteriores soberanas, por una política única de la Unión Europea dirigida desde Bruselas. Nuestra ambición común -y mi cometido personal- consiste en identificar lo que es común a todas esas políticas exteriores nacionales y encontrar cauces para perseguir metas comunes de un modo que aporte una plusvalía real.

La Unión Europea dispone ya de todos los componentes de una política exterior eficaz: una presencia masiva en el comercio y la inversión internacionales, enormes recursos financieros y conocimientos especializados en materia de ayuda al desarrollo y ayuda humanitaria, amplias redes y conexiones diplomáticas (acumuladas) y, desde este año, un mecanismo de gestión de crisis en fase de desarrollo, que incluye la posibilidad de desplegar efectivos militares. Debemos articular nuestra política de manera coherente y adecuada para que sirva a nuestros intereses comunes. A mi juicio, nuestras prioridades deberían ser bien claras:

  1. En primer término, nuestros vecinos tanto al Este como al Sur de la Unión Europea ampliada. Cada vez en mayor medida, nuestra seguridad -y en parte nuestra prosperidad- dependerá de la estabilidad en nuestras fronteras.
  2. Nuestros socios más importantes, todos los cuales son protagonistas fundamentales del panorama internacional. Citemos en primer lugar a Estados Unidos, único en su categoría, pero también las relaciones con Rusia, China y Japón revestirán una importancia crucial.
  3. Las principales organizaciones internacionales en las que la Unión Europea o sus miembros tienen intereses importantes (la ONU, las IFI, la OSCE, la OMC, etc.) y otros «conjuntos» regionales (Mercosur, la ASEAN, la SADC), muchos de las cuales intentan reproducir el modelo de la Unión Europea. La Unión Europea es y seguirá siendo un actor multilateral «instintivo», que valora la cooperación frente a las tendencias unilateralistas.

Ahora bien, nuestra política exterior común no puede fundarse exclusivamente en intereses. La protección y la promoción de los valores europeos, que son parte de nuestra historia y ocupan un lugar muy caro en el corazón de nuestros ciudadanos, deberán seguir constituyendo una prioridad. Los valores de solidaridad, tolerancia, amplia participación y compasión son parte fundamental de la integración europea. No podemos prescindir de ellos, especialmente en este momento en que vuelven a renacer despreciables pulsiones racistas y en que la lucha contra la pobreza asume una importancia crucial para impedir que sociedades enteras sean presas de movimientos radicales y terroristas. Casi exactamente a la mitad de mi mandato de cinco años como Alto Representante, espero y confío en que hayamos logrado progresos significativos en la vía de una mayor coherencia, perceptibilidad y selectividad de nuestros esfuerzos colectivos. Y se trata efectivamente de un esfuerzo colectivo, que aprovecha los recursos y la energía de múltiples actores. La política exterior consta de muchos componentes.

Se han conseguido progresos por lo que atañe a los instrumentos de que disponemos, aunque queda camino por andar. Nuestra posibilidad de ejercer influencia -sin necesidad de nuevos recursos- es enorme, a condición de que empleemos nuestros recursos colectivos de manera coherente y coordinada. Por ejemplo, en comparación con Estados Unidos, nuestro personal diplomático duplica al de ese país y el número de nuestras embajadas quintuplica al suyo. A escala mundial, facilitamos más de la mitad del total de la ayuda oficial al desarrollo. Disfrutamos de una pauta exclusiva de diálogo y de acuerdos preferenciales de comercio con países y regiones de todo el mundo. Todos estos aspectos nos brindan oportunidades reales de influencia, a condición de que saquemos de ellos el máximo provecho.

La Unión Europea como actor en la gestión de crisis

Estamos creando nuevos instrumentos y capacidades en ámbitos importantes. En el Consejo Europeo de Laeken, conseguimos un mecanismo europeo operativo de gestión militar y civil de crisis. Pronto llegaremos a la etapa en que pueda recurrirse a estas capacidades en cualquier momento para la totalidad de tareas de mantenimiento de la paz que se relacionan con la gestión de crisis. En pocos meses enviaremos una misión policial a Bosnia -primera operación de gestión civil de la Unión- dirigida por un danés, el Comisario de Policía Sven Frederiksen. Y observen ustedes la contribución de las naciones europeas en Afganistán: participación de 13 Estados miembros, siendo europeas más del 90% de las tropas de la Fuerza internacional de asistencia para la seguridad.

En el plano regional (y únicamente en ese plano), podemos confiar en el despliegue de instrumentos lo bastante polivalentes e integrados para responder a amenazas variadas para la paz y la estabilidad en los años venideros. La Unión Europea, tras reconocer esta situación, ha acometido una serie de medidas en el campo de los asuntos internos y judiciales, así como del control de los flujos financieros, a fin de combatir los tipos de delitos que financian la violencia y el terrorismo, como por ejemplo el tráfico de drogas, el tráfico transfronterizo de personas y el blanqueo de capitales.

Se han conseguido avances importantes por lo que atañe a nuestra capacidad de desplegar con rapidez y coherencia un «paquete de instrumentos». Piensen en los ejemplos de los dos últimos años en los Balcanes: en la ERYM, en el Valle del Presevo, en Kosovo y en Montenegro. En cada uno de esos casos hay pruebas indiscutibles de la actuación rápida y eficaz de la Unión Europea. Existen incentivos abrumadores para actuar de este modo: así se limitan y contienen los conflictos; se salvan vidas; se reducen las violaciones de los derechos humanos. Y no solo se trata de buena diplomacia, sino de rentabilidad económica. En la ERYM, el coste de la prevención de conflictos será de menos de la décima parte del coste de la gestión de conflictos en el vecino Kosovo.

Multilateralismo constructivo

El papel mundial constructivo que nos proponemos desempeñar no depende únicamente del logro de la coherencia y coordinación a las que aspiramos en el plano interno de la Unión. También tendremos que colaborar estrechamente con nuestros socios internacionales. Una Europa más amplia y más coherente no significará que tendremos mayor tentación de actuar en solitario. Nuestro instinto nos lleva a la participación, y estamos comprometidos con el multilateralismo. Una Unión asentada en el principio de la participación seguirá invitando a la participación de otros socios y agrupaciones regionales, porque entendemos y valoramos el proceso de diálogo. La asociación transatlántica seguirá desempeñando un papel importante para la estabilidad del siglo futuro. Esta asociación se basa en sólidos cimientos y genera ventajas recíprocas sustanciales. El desarrollo de nuestra asociación con Rusia es una de las tareas más urgentes y una de las más exigentes que afrontamos conjuntamente. El éxito de esta tarea brinda una gran oportunidad de incidir positivamente en el curso de los acontecimientos mundiales.

Será menester un alto grado de solidaridad para que la comunidad internacional pueda hacer frente a algunos de los retos más complejos que se avecinan. Las Naciones Unidas, en su calidad de única institución mundial neutral sin fines de lucro que puede concitar un amplio grado de confianza en todo el planeta, cuenta con nuestro total apoyo, y lo merece. Debemos acoplar el potencial de que disponemos a la hora de actuar con nuestros socios internacionales -ya se trate de Estados Unidos, Rusia u otros- con los mecanismos multilaterales a nuestro alcance. De este modo conseguiremos la máxima influencia sin menoscabo de nuestra legitimidad. No debemos pensar que la eficacia y la participación amplia se excluyen mutuamente. Actuar en solitario tiene como ventaja una dirección clara, pero a expensas de la legitimidad, y por ende, de la eficacia a más largo plazo.

Consideraciones finales

El modo en que Europa ocupará su lugar en el mundo pasa por la construcción de esta política exterior particular y eficaz. No somos, desde luego, los únicos que promovemos la democracia y los derechos humanos. Tampoco somos los únicos que propugnamos el Estado de derecho y un sistema comercial abierto. Sí nos caracteriza de manera exclusiva, en cambio, la combinación de nuestro empeño en estos objetivos con el nivel de ayuda y asistencia sin precedentes que aportamos colectivamente, y con nuestra adhesión a un multilateralismo auténtico y generalizado en las relaciones internacionales.

Nuestra visión -la visión europea- combina la mundialización con el multilateralismo en todos los sentidos, de modo que cada Estado (por grande o pequeño que sea) y cada persona (por rica o por pobre que sea) tengan influencia en su propio futuro. Tal es el camino hacia un mundo equitativo y justo, y también hacia un mundo seguro. No se trata aquí de «seguridad blanda», se trata de «seguridad inteligente». No se trata de una política exterior romántica, sino de una política exterior realista, racional e ilustrada. La realización de esta visión es el reto para los años venideros.