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Asimismo es rama de un refrán tradicional asentado por Sbarbi: «Mañana será otro día y verá el tuerto los espárragos».

 

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Ludmer hace referencia a la ley del Talión en el caso de Vizcacha, cuando Dios lo castiga en el brazo y la mano de los hurtos. Lo cierto es que la pampa se presenta como un territorio sin leyes modernas. La justicia no existe, «Es señora la justicia / que anda en ancas del más rico» (II, 3395-96), y la venganza y el duelo criollo (en el que sobrevive el más fuerte) ocupan el lugar de esta ausencia.

 

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Los refranes tradicionales se estructuran bien como consejos: «Zapatero, a tus zapatos», «Donde fueres haz lo que vieres», etc., bien como máximas: «Quien ha de dar, por los suyos ha de comenzar», «Quien dineros ha de cobrar, muchas vueltas ha de dar», etc.

 

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De este refrán se conocen dos versiones. La más antigua: «¿A dó irá el buye no are, pues arar sabe?», y otra abreviada e irónica que esperaba una respuesta: «A la carnicería».

 

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Observa Vigara Tauste (1992, 257-58) que «Metáforas, comparaciones, proverbios, máximas, sentencias, dichos, refranes... son, como decía Coseriu, equivalentes de otras oraciones e incluso de textos completos, que están ahí, formando parte del caudal lingüístico de los hablantes para ser usados cuando se desee o se necesite». Y más adelante: «En realidad, como es sabido, muchas de estas expresiones (particularmente refranes) ni siquiera es preciso citarlas completas; basta con iniciarlas (suelen ser bimembres) y dejar al conocimiento del receptor la tarea de completarlas mentalmente y reconocer, instalado en la situación de comunicación, su sentido».

 

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Mansilla sostiene que todo hombre «encuentra su zapatero» en lugar de «la horma de su zapato» y reformula humorísticamente el sentido de una verdad histórica al decir «no hay civilización sin agua, y, de mi cuenta y riesgo, agrego: y sin jabón» (Carricaburo, 2000, 78).

 

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A Tiscornia lo sorprenden las asociaciones paradigmáticas en las comparaciones y las metáforas del poema, en las cuales se relacionan dos ámbitos semánticos muy distantes. En este caso entre tiento y tiempo es notable la semejanza en el significante. Sbarbi recoge un refrán en que riman ambas palabras: «Cual el tiempo, tal el tiento» (lo que no ocurre en Hernández), pero la significación global del refrán que «recomienda la prudencia que se debe tener en acomodarse a las circunstancias», es muy distinta. Hay que partir de la diferencia en la significación misma de la palabra tiento, que en el caso de Hernández recoge un argentinismo que desconoce el refrán tradicional.

 

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Mucho más apegado a la visualización concreta es este refrán tradicional, que posiblemente esté en la base de los versos de Hernández: «Quien ha de ser burro de carga / del cielo le cae la albarda».

 

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Referidos al tiempo y que muestran cierta abstracción Canellada-Pallares (2001, 327) recogen solo dos: «Tiempo tras tiempo y agua tras el viento», asociado más bien a los cambios de la fortuna, y «Es ligero el tiempo, y no hay barranco que lo detenga».

 

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Esta imagen de la ley tiene, según Di Bernardo (1984-85, 61), sus orígenes en Roma: «[...] Valerio Máximo refería que la escita Anacarsis ingeniosamente comparaba las leyes con las telas de las arañas, porque del mismo modo que estas retienen a los insectos más débiles y dejan pasar a los fuertes (infirmiora animalia retinere, valentiora transmittere), las leyes constriñen a los humildes y a los pobres y no contienen a los ricos y a los poderosos [...]». Asimismo, encuentra otra fuente latina en Publio Siro: Etiam capillus usus habet umbran suam (Hasta un cabello solo tiene su sombra) (58). Esta perduración a través de los siglos es oral. De Roma ha pasado al español y de allí se transforma en una expresión gauchesca en Hernández. La folclorización posterior es el espaldarazo que una cultura da a las formas que considera y hace propias.