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ArribaAbajoIV. La mariposa y la efímera

Fábula




LA MARIPOSA

ArribaAbajo Insectillo
singular,
¿quién te puso
donde estás?

LA EFÍMERA

He corrido  5
la mitad
de mi vida
natural,
y he morado
siempre en paz  10
esta mata
de arrayán.

LA MARIPOSA

Yo el cercano
manantial
acostumbro  15
visitar;
y te juro
que jamás
vi tu rostro
ni tu faz;  20
tú no estabas,
en verdad,
há tres horas
por acá.

LA EFÍMERA

Bien lo puedes  25
afirmar:
Yo no tengo
tanta edad.
—145→

LA MARIPOSA

¿Cuánta vida
Dios os da,  30
por el orden
regular?

LA EFÍMERA

Muchas horas,
seis quizá.

LA MARIPOSA

¡Espantosa  35
brevedad!

LA EFÍMERA

¿Hay especie
de animal
cuya vida
dure más?  40

LA MARIPOSA

Infinitos
de los que hay
miles de horas
ven pasar.

LA EFÍMERA

¡Oh qué inmensa  45
cantidad!
¿Luego nunca
morirán?

LA MARIPOSA

Todos tienen
que acabar;  50
ley es esta
general.

LA EFÍMERA

Si su vida
cesará,
no la debo  55
codiciar;
larga o corta,
se hace igual
en el punto
de expirar.  60

HARTZENBUSCH.






V. La niña y la muñeca

ArribaAbajoA una bella
señorita
habla Tisbe
y acaricia;
pero calla  5
siempre esquiva
cual estatua
en su repisa.
Poco a poco
se aproxima,  10
y debajo
de la linda
y graciosa
papalina,
de los lazos  15
y las cintas,
de las blancas
muselinas,
de las bellas
zapatillas,  20
—146→
ve tan sólo
de una niña
la muñeca
más bonita.
«¡Oh!, me pasma  25
y maravilla,
¡qué perfecta!,
¡qué pulida!
   Al mirarla
¿Quién diría  30
que esos ojos
que se animan,
son de vidrio
dos bolitas,
y ese talle  35
y gallardía
mal cartón
y percalina?»
La muñeca
le replica:  40
«Soy la imagen
de otras niñas
que de libros
no se cuidan,
que sus almas  45
no cultivan,
y que luego
muy erguidas
sólo sirven
en la vida  50
para moldes
de modista.

EL BARÓN DE ANDILLA.




ArribaAbajoVI. A María Santísima



ArribaAbajo   Bendita seas,
Madre piadosa,
divina Rosa
de Jericó:
Tus glorias canten  5
en dulces modos
los seres todos
que Dios crió.
   Bendito sea
tu nombre augusto,  10
del bueno y justo
fuerte broquel,
que le asegura
siempre victoria
y allá en la gloria  15
verde laurel.
   Frondosa palma,
rosal bendito,
—147→
nardo exquisito
santo ciprés,  20
tus fieles hijos
a ti clamamos
y nos postramos
hoy a tus pies.
   Gloria del cielo,  25
aurora bella,
luciente estrella,
fúlgido sol.
En ti su dicha
siempre ha cifrado  30
tu muy amado
pueblo español.
   Oye sus preces,
madre amorosa,
mira bondosa  35
nuestra nación,
mira que somos
hijos leales:
De nuestros males
ten compasión.  40
   Fanal divino
que en la atalaya
guía a la playa
consolador,
sé nuestro amparo,  45
luz y alegría,
refugio y guía
del pecador.
   Lirio y espinas,
fuente sellada,  50
tu grey amada,
tu pueblo fiel
rinde a tus plantas
guirnalda hermosa
de azahar y rosa,  55
mirto y clavel.
   Suave azucena
nunca marchita,
Virgen bendita,
madre de amor,  60
séante gratas
nuestras ofrendas;
no desatiendas
nuestro clamor.
   Tu amor divino  65
nos purifique,
en él radique
nuestra virtud,
y de tal modo
la ejercitemos  70
que ver logremos
tu excelsa luz.
   Bendita seas,
madre piadosa,
divina Rosa  75
de Jericó:
Tus glorias canten
en dulces modos
los seres todos
que Dios crió.  80

V. Y.



  —148→  

ArribaAbajoVII. Cántico de los niños

A la Natividad de N. S. Jesucristo




CORO

ArribaAbajo   Del mar al cielo
se alza la nube.
Así a Dios sube
nuestra oración.
Como de perlas  5
sueltos ramales,
danos raudales
de bendición.
   Sobre la tierra
cayó tu enojo,  10
como en rastrojo
llama de pez;
y desde entonces
en fuego ardiendo,
está pidiendo  15
agua su sed.
   Dime, Dios mío,
¿dónde te escondes?...
¿cuándo respondes
a mi oración?  20
Mira mi rostro
bañado en llanto;
de mi quebranto
ten compasión.
   Más pura y limpia  25
que piel de armiño
la voz del niño
¡Oh!, Señor, es...
yo abro mis labios
para alabarte,  30
para besarte
busco tus pies.
   En el Oriente
ve la fe mía
de un nuevo día  35
bello arrebol;
se hizo Dios hombre,
ya no hay tinieblas
porque las nieblas
disipa el sol.  40
   Dios en el cielo
su pacto sella
con esa estrella
de ardiente luz;
—149→
y al suelo bajan  45
sus resplandores
anunciadores
de su virtud.
   Montes y prados
secó el estío:  50
Pero el rocío
vida les da:
Así el Mesías
lluvia es del cielo,
de estéril suelo  55
pensil hará.
   Gloria a Dios-hombre
del cielo el coro
da en liras de oro
y de marfil:  60
Gloria a Dios-hombre
la tierra envía
en armonía
pura, infantil.
   Perlas los mares,  65
agua la fuente,
luz el oriente,
la rosa olor:
Himnos las aves,
gracias la risa,  70
besos la brisa
den al Señor.

CARBONERO Y SOL.




ArribaAbajoVIII. Canto de amor



ArribaAbajo   Mil y mil y veces
bendita sea
la flor del valle
de Galilea.
   Flor más fragante  5
que fresca rosa,
cual azucena
pura y hermosa,
   a quien saludan
las otras flores  10
y cantan himnos
los ruiseñores.
   De un artesano
modesta esposa,
del Verbo Eterno  15
madre gloriosa,
   pobre y humilde
vivió en el suelo,
y hoy es la excelsa
reina del cielo.  20
—150→
   Del mes de mayo
la pura brisa
es menos grata
que su sonrisa.
Del sol naciente  25
son los destellos
menos brillantes
que sus cabellos;
   Y en quieta noche
luna argentada  30
no es tan hermosa
cual su mirada.
   El arpa ebúrnea
del bardo errante
que suelta al viento  35
su voz vibrante,
   no llena el aire
con su armonía
como este nombre:
Virgen María.  40
   Nombre que cantan
los serafines
y a coro ensalzan
los querubines.
   Esas estrellas,  45
que son mi encanto,
cual lentejuelas
bordan su manto,
   y el arco iris,
que adorna el cielo,  50
quizá guarnece
su casto velo.
   Hasta del llanto
de sus dolores
que el mundo riega  55
brotan las flores.
   Porque su pecho
sufrió martirio;
viose abatida
cual mustio lirio;  60
   mas Dios que al malo
hiere y quebranta
y el alma humilde
justo levanta,
   puso a su diestra  65
la Virgen pura
que eterna goce
gloria y ventura.
   Por eso cantan
los serafines  70
y el coro santo
de querubines:
   Mil y mil veces
bendita sea
la flor del valle  75
de Galilea.



  —151→  

ArribaAbajoIX. El canto del cisne

Fábula




LA PALOMA

ArribaAbajo   Dulcísimos ecos
llegaron a mí,
paloma nativa
de extraño país.
Decid, ruiseñores,  5
¿quién canta?, decid,
do igual melodía
jamás os oí.

LOS RUISEÑORES

   Paloma que pasas
por este jardín,  10
el músico dulce
le tienes aquí.
De viejo anhelando
cesar de vivir
el cisne celebra  15
su próximo fin.

LA PALOMA

   Venid, avecillas,
conmigo venid,
la muerte admiremos
del ave feliz.  20
Bien hayan las vidas
que acaban así,
bendito el que puede
cantando morir.

HARTZENBUSCH.




ArribaAbajoX. El glotón

Fábula




ArribaAbajo   Un niño goloso
al par que imprudente,
de dulce una fuente
entera comió.
   Recibe su gula  5
el justo escarmiento,
—152→
que el niño al momento
enfermo cayó.
   El médico al punto
de tanta dolencia  10
la causa y esencia
llegó a penetrar,
   y docto dispone
amarga bebida
y el plan que la vida  15
al niño ha de dar.
   Y el pobre goloso
en vez de almíbar,
ajenjos y acíbar
llorando tomó.  20
   Así por momentos
de gozo y dulzura,
constante amargura
cien días sufrió.

BAEZA.




ArribaAbajoXI. El perezoso y el madrugador

Fábula




ArribaAbajo   Dos niños la tarde
de un día de fiesta
en una floresta
deciden pasar.
Allí pajaritos  5
coger se proponen,
y diestros disponen
la red de cazar.
   Las dejan entrambos,
pensando al tenderlas  10
volver a cogerlas
del sol al nacer,
a fin que la caza
ninguno avanzado
descubra, y osado  15
la llegue a coger.
   El uno despierta
apenas la aurora
el cielo colora,
y al campo corrió,  20
en donde registra
la red, anhelante,
y caza abundante
en ella cogió.
   Contento a su casa  25
veloz corre, vuela,
y a tiempo a la escuela
consigue llegar.
El otro entre tanto
tranquilo dormía,  30
—153→
y claro ya el día
llegó a despertar.
   Entonces del lecho
saltó presuroso,
y corre afanoso,  35
bañado en sudor,
en busca la presa
que vio más temprano
y muy de antemano
cogiera un pastor.  40
   Sin caza, y tostando
el sol su cabeza,
con grande tristeza
a casa volvió.
La madre -¡A la escuela,  45
le dice, tunante!
Y vase al instante,
mas tarde llegó.
   Allí su tardanza
recibe castigo;  50
en tanto el amigo,
por su madrugar,
a más de la caza
que en casa tenía
logró en aquel día  55
un premio alcanzar.
   ¡Qué suerte tan dura
al niño le aqueja
que el lecho no deja
del día al albor!  60
Y en cambio se encuentra
gozando contento
placeres sin cuento
el madrugador.

ID.






XII. Plegaria

ArribaAbajo   María, cuyo nombre
como conjuro santo
ahuyenta con espanto
la saña de Luzbel,
escríbeme en el pecho  5
tu nombre omnipotente
porque jamás intente
aposentarse en él.
—154→
   María, Soberana
de cuanto el orbe encierra,  10
rocío de la tierra,
estrella de la mar;
tu nombre misterioso
será el fanal tranquilo
que alumbrará el asilo  15
de mi terreno hogar.
   María, cuyo nombre
es fuente de pureza
que lava la torpeza
del frágil corazón;  20
tu nombre será el agua
que el mío purifique
de cuanto en él radique
maligna inclinación.
   María, luz del cielo  25
cuya brillante esencia
es luz de toda ciencia
y del saber raudal;
tu nombre sea antorcha
cuyo fulgor ahuyente  30
de mi acotada mente
la lobreguez letal.
   María, cuyo nombre
es música más suave
que el cántico del ave  35
y que del agua el son;
tu nombre sea fuente
do beban su armonía
mi tosca poesía,
mi pobre inspiración.  40
—155→
   María, a cuyo nombre
la divinal justicia
al pecador propicia
se inclina a perdonar;
tu nombre sea, cuando  45
la eternidad se me abra,
la última palabra
que exhale al expirar.

ZORRILLA.




ArribaAbajoXIII. A la muerte de D. J. Antonio Conde

Docto anticuario, historiador y humanista




ArribaAbajo   ¡Te vas, mi dulce amigo,
la luz huyendo el día!
¡Te vas, y no conmigo!
¡Y de la tumba fría
en el estrecho límite  5
mudo tu cuerpo está!
   Y a mí, que débil siento
el peso de los años,
y al cielo me lamento
de ingratitud y engaños,  10
para llorarte, ¡mísero!,
Largo vivir me da.
   O fuéramos unidos
al seno delicioso,
que en sus bosques sombríos  15
—156→
guarda eterno reposo
a aquellas almas ínclitas
del mundo admiración;
   o a mí solo llevara
la muerte presurosa,  20
y tu virtud gozara
modesta, ruborosa,
y tan ilustres méritos
ufana tu nación.
   Al estudio ofreciste  25
los años fugitivos,
y joven conociste
cuánto le son nocivos
al generoso espíritu
el ocio y el placer.  30
   Veloz en la carrera
al templo te adelantas
donde Temis severa
dicta sus leyes santas
y en ellas digno intérprete  35
llegaste a florecer.
   Ciñéronte corona
de lauros inmortales
las nueve de Helicona,
sus diáfanos cristales  40
te dieron, y benévolas
su lira de marfil.
   Con ella renovando
la voz de Anacreonte,
eco sonoro y blando  45
sonó de Pindo el monte,
y te cedió Teócrito
—157→
la caña pastoril.
   Febo te dio la ciencia
de idiomas diferentes;  50
el ritmo y afluencia
que usaron elocuentes
Arabia, Roma y Ática
supiste declarar;
   y el cántico festivo  55
que en bélica armonía
el pueblo fugitivo
al Numen dirigía,
cuando al feroz ejército
hundió en su centro el mar.  60
   La historia alzando el velo
que lo pasado oculta,
entregó a tu desvelo
bronces que el arte abulta,
y códices y mármoles  65
amiga te mostró.
   Y allí, de las que han sido
ciudades poderosas,
de cuantas dio al olvido
acciones generosas  70
la edad, que vuela rápida,
memorias te dictó.
   Desde que el cielo airado
llevó a Jerez su saña,
y al suelo derribado  75
cayó el poder de España,
subiendo al trono gótico
la prole de Ismael:
   Hasta que rotas fueron
—158→
las últimas cadenas,  80
y tremoladas vieron
de Alhambra en las almenas
los ya vencidos árabes
las cruces de Isabel;
   a ti fue concedido  85
eternizar la gloria
de los que han distinguido
la paz o la victoria,
en dilatadas épocas
que el mundo vio pasar.  90
   Y a ti, de dos naciones
ilustres enemigas
referir los blasones,
hazañas y fatigas,
y de cantor histórico  95
dignos ejemplos dar.
   Europa, que anhelaba
de tu saber el fruto,
y ofrecerte esperaba
en aplausos tributo,  100
la nueva de tu pérdida
debe primero oír.
   La Parca inexorable
te arrebató a la tumba,
en eco lamentable  105
la bóveda retumba,
y allá en su centro lóbrego
sonó un ronco gemir.
   ¡Ay!, perdona; ofendido
espíritu, perdona,  110
si en la región de olvido
—159→
ciñes áurea corona,
y tus virtudes sólidas
tienen ya galardón,
no de la envidia ingrata  115
el duro aceño acuerdes,
que nunca se dilata
la existencia que pierdes,
sin que la turben pérfidas
falsía y ambición.  120

L. F. DE MORATÍN.




ArribaAbajoXIV. El oso, la mona y el cerdo

Fábula




ArribaAbajo   Un oso con que la vida
ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.
   Queriendo hacer de persona  5
dijo a una mona: «¿Qué tal?»
Era perita la mona
y respondiole: «Muy mal».
«Yo creo, replicó el oso,
que me haces poco favor,  10
¡pues qué!, ¿mi aire no es garboso?,
¿no hago el paso con primor?»
   Estaba el cerdo presente,
y dijo: «¡Bravo, bien va!,
—160→
bailarín más excelente  15
ni se ha visto, ni verá».
   Echó el oso al oír esto
sus cuentas allá entre sí,
y con ademán modesto
hubo de exclamar así:  20
   «Cuando me desaprobaba
la mona, llegué a dudar:
Mas ya que el cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar».
Guarde para su regalo  25
esta sentencia un autor:
Si el sabio no aprueba, ¡malo!,
si el necio aplaude, ¡peor!

IRIARTE.




ArribaAbajoXV. Resignación



EL HOMBRE.

ArribaAbajo   Arroyo que en lecho de arena
recorres el bello jardín,
y riegas fragante azucena,
y riegas el blanco jazmín:
   Tu linfa ligera salpica  5
las flores que hiciste brotar,
y alegra la vega más rica
tu grato y feliz murmurar.
   Mas ¿sabes, fugaz arroyuelo,
—161→
dó llevas tu puro cristal?  10
El suave declive del suelo
conduce al desierto arenal.
   Por ese florido camino,
que adornan el sauce y laurel,
te arrastra implacable el destino  15
al mar iracundo y cruel.
   Acaso al mirarte entre breñas
presientas tu fin con dolor,
y apaguen las ásperas peñas
tu vago y doliente rumor,  20
   detén la corriente liviana,
detén ese curso fatal,
es tiempo, y acaso mañana
lamentes en vano tu mal.
   Hoy tienes perfumes de flores,  25
las aves te cantan aquí,
e insectos de vivos colores
ufanos se miran en ti.
   Si arrostras incauto tu suerte,
no esperes mañana encontrar  30
amigos que endulcen tu muerte
o al menos la puedan contar.

EL ARROYO.

   Si un día trazó mi sendero
Jehová con su dedo inmortal,
por bellos pensiles, primero,  35
después por desierto arenal;
   si he visto la aurora en su alarde,
si he visto las flores reír,
—162→
la pálida luz de la tarde
verame tranquilo morir.  40
   ¿Qué sirven las vidas muy largas
si llegan el cielo a irritar?
Prefiero las ondas amargas,
prefiero los senos del mar.
   Quien corre las sendas del mundo  45
siguiendo la ley del Señor,
aun dentro de abismo profundo
verá sus miradas de amor.




ArribaAbajoXVI. Amor fraternal



ArribaAbajoBello grupo de hermosas estrellas,
lindo tallo de un mismo rosal,
son las niñas que nunca en querellas
ultrajaron su amor fraternal.
   ¡Oh, feliz la que siente el consuelo  5
que derrama el cariño de hermano!
¡Es tan dulce en el áspero suelo
estrechar en la nuestra una mano!
   Contemplar el semblante inocente
del que duerme al arrullo materno  10
e imprimir en su angélica frente
nuestro beso de amor dulce y tierno;
   escuchar este nombre de hermana
que tan grato resuena al oído,
que disipa la angustia tirana,  15
que mitiga el doliente gemido;
—163→
   el decir sangre tuya es la mía,
nuestro ser al ser mismo debemos,
y una mano en el mundo nos guía
y el amor de una madre tenemos!  20
   Respetad ese lazo sagrado
con que Dios al nacer nos unió:
¡Ay del niño que el nombre ha injuriado
del que padre a su padre llamó!




ArribaAbajoXVII. La meditación



ArribaAbajo   Hay un sitio en la orilla del río
que no azota el Levante cruel;
salpicado de flores, sombrío,
donde crecen el sauce y laurel;
   donde siempre la brisa resuena,  5
donde siempre descuella la flor,
donde el sol entre ramas apena
lanza un tibio y velado esplendor.
   Corre el Betis, y besa la orilla,
murmurando, su puro cristal:  10
Asomado a Occidente el sol brilla,
solitario y lejano fanal.
   De los cisnes escucho allí el canto
y el murmullo del negro ciprés;
la onda pura y dorada entre tanto  15
viene triste a estrellarse a mis pies.
—164→
   Sueños vagos encantan el alma;
tristes voces se escuchan doquier;
desparece el dolor en la calma,
desparece en la calma el placer.  20
   Ningún eco, el silencio turbando,
interrumpe mi vago pensar:
Sólo escucho las ondas silbando;
sólo escucho las brisas pasar.
   Y las ondas que llegan rizadas  25
se deshacen, y vienen después
otras mil, que a su vez arrolladas
con espuma salpican mis pies.
   Se suceden cual todo en el mundo,
cual sucede una flor a otra flor;  30
cual del alma en el valle profundo
el dolor sigue siempre al dolor;
   cual el llanto a los llantos sucede;
como sigue el afán al afán:
cual la sangre abrasando precede  35
en el pecho un volcán a un volcán.
   Así siempre corriendo y llegando,
todo pasa y se gasta, y se va;
así siempre sintiendo y pensando
la esperanza la vida nos da.  40
..............................................
..............................................

CASTRO.