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ArribaActo III

 

La escena representa el panteón suberráneo del castillo de Argelez. En esta decoración cabe cuanto la imaginación quiera, y, sin embargo, para las necesidades del drama, todo ello puede reducirse a muy poco. Lo puramente preciso es lo siguiente: puerta en el fondo; estando abierta, se ve bajar de frente, o algo inclinada, una ancha escalera entre dos muros macizos, la cual termina por abajo en un corredor transversal; es decir, que entre la puerta y el principio de la expresada escalera hay un espacio de nivel que representa el ancho pasadizo. Después de la puerta, por la parte inferior de la cripta, puede haber dos escalones, aunque no son precisos. El panteón, muy sombrío; a uno y otro lado se ven los acometimientos de varias galerías transversales. En rigor, basta con uno de cada lado. En primer término, casi de frente, a la izquierda del actor, un sepulcro que se supondrá es del padre de DON JAIME. Este sepulcro no debe ser muy alto: sobre él, una escultura yacente, a ser posible con armadura de bronce y cara de mármol. Al pie del sepulcro, un escalón alto, que puede servir de banco. A un lado, la boca muy baja de un pozo. La decoración, sobre todo, muy severa: detalle que no pueda presentarse dignamente, debe suprimirse.

 

Escena I

 

CABRERA y ZURITA, que son dos soldados de la guardia del REY, armados de picas. Un hachón encendido, clavado en un hueco lateral del sepulcro; ésta ha de ser la única luz.

 
ZURITA
De estas cosas, ¿tú qué piensas?
CABRERA
Yo pienso poco, Zurita.
En estas cosas y en todas
obedezco sin malicia
ni repugnancia a quien manda, 5
si manda en ley. Mi consigna
cumplo como buen soldado;
y que entre por Algeciras
el moro, o que entre el francés
por el Coll de las Panizas, 10
a mí poco se me importa.
Yo no dejo que alma viva
entre, ni dejo que salga
de esos huecos ni una hormiga
sin aplastarla en las losas 15
con el cuento de mi pica.
Y lo demás que lo arregle
el rey, como es de justicia.
Pero, aunque nada me importa
de eso que tú dices, mira 20
que lo que es hoy no cambiara
mi pobreza y villanía
por toda la sangre noble
del bastardo.
ZURITA
¡Mala víbora
le muerda, que no ha de darle 25
más veneno del que cría
el de Provenza en sus venas
y por sus ojos destila!
CABRERA
Dicen que el pobre escudero
era mozo de valía. 30
ZURITA
Dicen que por celos fué.
CABRERA
¿Una mujer en la intriga?
Si era preciso.
ZURITA
Manfredo
hace tiempo perseguía
a Juana; pero ella, honrada, 35
¡porque es muy honrada!, altiva
le rechazó.
CABRERA
Si esa gente
que en la Provenza se anida
fué siempre mala y aviesa
y tocada de herejía. 40
Si esos trovadores traen
con sus cántigas malditas,
la corrupción a esta tierra
y el vicio a nuestras familias.
Si eso lo tengo yo dicho. 45
Pero escucha, yo creía,
porque anoche lo dijeron,
que la causa era distinta,
que en ella nada hay de amor,
sino infame alevosía. 50
ZURITA
¿Pues tú qué sabes, Cabrera?
CABRERA
Lo que la gente allá arriba
murmuraba: que el bastardo
es un traidor.
ZURITA
Lo sería
de fijo.
CABRERA
Que al rey de Francia
55
vendido está de por vida.
Que él fué quien abrió el torreón
aquella noche maldita.
Y que como el escudero
un mensaje de Castilla 60
para el rey don Pedro trajo
de importancia decisiva,
quiso impedirle..., ¿comprendes?,
que lo llevase. ¿Se explica
la cosa de esta manera? 65
ZURITA
Ya lo creo: a maravilla.
Traidor, preciso. Pero esto
a lo que dije no quita.
CABRERA
Habrán sido las dos cosas.
ZURITA
Y si otras cien adivina 70
de escuderos y de pajes,
y de dueñas la malicia,
siendo en contra del bastardo,
ciertas son.
CABRERA
Esa es la mía.
ZURITA
Pero yo digo algo más. 75
A ser yo el rey, ¿qué imaginas
que hiciese?
CABRERA
Pues no lo sé.
ZURITA
En el tormento pondría
dos personas: y a las cuñas,
y a las cuerdas, y de prisa. 80
CABRERA
¡Dos personas!
ZURITA
El bastardo.
CABRERA
Ese, bien.
ZURITA
Y ¿no adivinas
la otra quién es?
CABRERA
No, por Dios.
ZURITA
La condesa.
CABRERA
¡Ave María!
ZURITA
Más culpable es que Manfredo; 85
porque, dime, alma sencilla:
¿no le bastaba mandar
que, con una buena viga
por ariete y diez jayanes
en el golpe, hiciesen trizas 90
la puerta para salvar
de ese pobre hombre la vida?
Pues ¿por qué no lo hizo?
CABRERA
Dicen
que la puerta está bendita.
ZURITA
Más bendito es un cristiano 95
que el bronce de alguna mina
que del diablo fué antesala
y camino a sus guaridas.
Te digo que la condesa
del castigo no se libra 100
de don Pedro, que es gran rey,
y duro cual su loriga.
CABRERA
En eso no piensas mal.
¡Y esta mañana tenía
una cara!... Levantóse 105
con las luces matutinas;
bajó con el de Argelez;
mandóle abrir esta cripta;
puso dobles centinelas;
subieron, oyeron misa 110
él, la condesa y el conde
y el bastardo, en la capilla
principal... En fin, los cuatro
preparáronse en la guisa
de gente que va a juzgar 115
y busca la luz divina,
o de gente que al morir
de sus pecados se limpia.
ZURITA
Ello es que algo se prepara.
¿En cuál de esas galerías 120
estará?

 (Separándose de su puesto y mirando a uno de los lados con curiosidad.)  

CABRERA
¡Guay del curioso!
A tu puesto: es la consigna.
ZURITA
Yo en su caso, por dar fin
de una vez a mi agonía,
de cabeza voy derecho 125
al pozo, y luego a la sima.
CABRERA
¡Gran pecado!
ZURITA
Pero el último.
CABRERA
A tu puesto, que ya brillan
de la escalera en el fondo
luces que en la sombra oscilan. 130
ZURITA
El rey..., que venga y que juzgue.
VOZ

 (Dentro.) 

¡El rey!
CABRERA
El Rey se aproxima.


Escena II

 

DON JAIME, JUANA y el REY; delante, dos pajes con hachones. CABRERA y ZURITA, siempre de centinela.

 
REY
Sin alardes vengativos,
por hechos claros y ciertos,
en esta mansión de muertos 135
voy a juzgar a los vivos.
Ese banco por sitial,
esa tumba por testero,
y nunca rey justiciero
halló mejor tribunal. 140
¿Dónde presumes, mujer,

 (Volviéndose a JUANA.)  

que el cadáver de tu esposo
cayó buscando reposo?
JUANA
¿Decís..., que dónde Roger...?
¿Dónde?... ¡Me vence el dolor! 145

 (Vacilando.) 

DON JAIME
¡Apóyate, Juana, en mí!

 (Queriendo sostenerla.)  

JUANA
¡No; dejadme!

 (Rechazándole.)  

REY

 (Sosteniéndola.) 

¡Ven aquí!
JUANA

 (Con respeto y asombro.) 

¡Vos me sostenéis, señor!
REY
Quedaron mis pompas reales
en mi cámara desierta; 150
del lado acá de esa puerta
ya todos somos iguales.
Como en región montaraz
la tierra desmoronada
busca en la roca quebrada 155
algo a que asirse tenaz,
sobre mí tu cuerpo inerte
sólo es, si lo miras bien,
«tierra» que busca sostén
en otra «tierra» más fuerte. 160
 

(Pausa. JUANA recobra su fuerza.)

 
Mi pregunta es bien sencilla.
Responde si has comprendido.
JUANA
Sí, señor. Habrá caído
allá..., junto a la capilla.
En sus últimos instantes 165
hacia sí le habrá llamado
con destellos vacilantes.
REY

 (A los centinelas.) 

Donde dice, buscad bien,
y avisadme si le halláis.
 

(CABRERA y ZURITA, precedidos de los pajes, hacen un movimiento para salir.)

 
JUANA
Un momento: no vayáis 170
sin mí, que quiero ir también.
REY
Mas ¿vencer y resistir
podrás al verlo el dolor?
JUANA
Cuando al perderlo, señor,
no me hizo el dolor morir, 175
no ha de matarme, de cierto,
en mi empresa de buscarlo,
la ventura de encontrarlo
ni aun encontrándolo muerto.
 

(Salen por una de las galerías de la izquierda JUANA, ZURITA y CABRERA, precedidos de los pajes.)

 


Escena III

 

DON JAIME y el REY.

 
DON JAIME
Pensáis a todo pensar 180
para mi hermano un castigo,
y pensando estoy conmigo
cómo poderlo salvar.
REY
¿Tan grande afecto le tienes?
DON JAIME
Es mi hermano, y en rigor 185
jamás alcanzó, señor,
ni más gloria ni más bienes
que mi fraternal ternura;
y si a esa piedra tornáis

 (Señalando al sepulcro de su padre.)  

la mirada, y si escucháis 190
algo que sé que murmura,
aunque escuchéis con desdén,
mal que os pese y mal que os cuadre,
oiréis la voz de mi padre
que me dice que hago bien. 195
REY
Sobre cariños humanos
y sobre humanas pasiones,
que al llegar a estas regiones
se deshacen en las manos,
hay, Argelez, algo eterno, 200
algo que no es de este mundo:
«un cielo» allá en lo profundo...
DON JAIME
¡Sí, ya lo sé, y «un infierno»!

 (Con cierto enojo y como si completase el pensamiento del REY.)  

Y bien: será ceguedad,
o pecado, o maleficio; 205
mas si deseáis a tal juicio
someter mi voluntad;
si queréis, rey de Aragón,
que esa justicia severa
que en vos implacable impera, 210
impere en mi corazón,
arrancadme de raíz,
porque yo, señor, no puedo,
el cariño de Manfredo
y el amor de mi Beatriz. 215
REY

 (Después de contemplarle algunos momentos.) 

¡Por Dios que estás apegado
a las cosas de la vida!
No importa: tu rey no olvida
que eres un noble soldado.
Quedamos, pues, en que haré 220
cuanto pueda por el mozo,
que yo ni medro ni gozo
con dar tortura a tu fe.
DON JAIME
¡Ah mi señor!...
REY
En conciencia
no me debes gratitud, 225
que mi virtud no es virtud.
¡Ay de aquel que en la existencia,
renunciando a mejor palma,
y por capricho bizarro
en un ídolo de barro 230
pone por entero el alma!
Que si contra el mármol frío

 (Señalando el sepulcro.)  

choca y se deshace al fin,
al trocarse en polvo ruin
queda el alma en el vacío. 235
Pero escucha...
JUANA

 (Desde fuera.) 

¡Mi Roger!
DON JAIME
¡Es Juana!
REY
¡Su llanto, sí!
JUANA

 (Como antes, pero más cerca.) 

¡Rey de Aragón, por aquí!
DON JAIME
¡Ya viene!
REY
¡Pobre mujer!


Escena IV

 

DON JAIME y el REY; JUANA, por una de las galerías de la izquierda.

 
JUANA

 (Vacilante, pálida, terrible; como la actriz crea que deba presentarse después de haber abrazado el cadáver de su esposo y al venir a reclamar venganza del REY.) 

Me prometisteis justicia, 240
¿no es verdad? Pues ha llegado
el momento. Está encontrado.

 (Señalando hacia dentro.)  

¿No decís que nada vicia
ni destruye en Aragón
la rectitud de la ley? 245
Pues a demostrarlo, rey,
que allá espera la ocasión.
Sobre las losas mi esposo,
muy cerca de la capilla,
y la lámpara que brilla 250
de ordinario en el piadoso
recinto de la sagrada
Virgen que en él se venera,
en el suelo, por de fuera,
a su lado y apagada. 255
Un pergamino o papel
estruja su mano fría:
el mensaje que traía
debe estar, señor, en él;
en la otra mano, un punzón 260
o de madera una astilla...,
lo que sea..., rojo brilla
al resplandor del hachón.
Lo mojó en sangre sin duda,
que encerráronlo ya herido: 265
el pecho tiene partido
y su espada está desnuda.
Venid conmigo de priesa,
venid y vos lo veréis,
venid si es que mantenéis 270
vuestra justicia y promesa.
Y pronto, que están, señor,
este suelo profanado,
aquel cadáver helado
y aún impone el matador. 275
REY
Ya te sigo.
 

(El REY y JUANA se dirigen a la galería por donde ésta vino. DON JAIME los acompaña.)

 
JUANA

 (Deteniéndose.) 

¿El de Argelez
viene con nosotros?
DON JAIME
Sí.
JUANA
Pienso que bastan allí
las dos víctimas y el juez.

 (Con reconcentrado encono.)  

Su presencia no apetezco. 280
DON JAIME

 (Señalando al REY.) 

¿Torcer pretendes su fallo?
REY

 (Con severidad.) 

¡Basta, conde!
DON JAIME
Basta y callo.
REY
Espéranos.
DON JAIME
Obedezco.
 

(Salen el REY y JUANA.)

 


Escena V

 

DON JAIME, solo.

 
DON JAIME
¿Qué tiene esa losa fría,
techumbre de un mundo helado, 285
que ilumina lo pasado
con la luz de un nuevo día?
¿Por qué en su región sombría,
por qué en su cóncavo inerte
todo se ve de otra suerte, 290
todo se ve de otro modo?
¿Por qué se transforma todo
en el seno de la muerte?
Sepulcro de mis mayores,
¿qué me tienen reservado 295
en este cóncavo helado
de la muerte los rigores?
¿Qué suplicios? ¿Qué dolores?
¿Qué engendros de su furor?
¿Ni cómo hasta mí, Señor, 300
sus asaltos llegarán,
si entrar no puede Satán
en el cielo de mi amor?


Escena VI

 

DON JAIME, BEATRIZ y MANFREDO; los dos últimos, por el fondo, ya por la escalera, ya por el corredor en que la escalera termina.

 
DON JAIME
Cuando la negra barrera
que separa vida y muerte 305
traspase, cayendo inerte
hacia dentro desde fuera,
¿bajo qué forma primera
la verdad vendrá hacia mí?
Sepulcro, ¿qué veré en ti 310
que no lo sé y tengo miedo?
BEATRIZ
¡Mi Jaime!
DON JAIME

 (Volviéndose.) 

¡Beatriz! ¡Manfredo!
¡Vosotros!...
BEATRIZ
Nosotros, sí.

  (Pausa. BEATRIZ, con angustia profunda, como si aún viese lo que pinta y como buscando instintivamente amparo en DON JAIME.) 

Las horas pasaban rápidas
y mi impaciencia era grande. 315
Algo sucede, decía,
cuando no regresa Jaime.
Por la ventana miré,
y en el patio hay un enjambre
de escuderos y soldados 320
y de fieros almogávares.
Todos hablan de Roger,
y a veces miran audaces
a mi ventana. De fijo
murmuran cosas infames. 325
Me dió espanto y fuime adentro,
cerrando bien los cristales,
cuyos colores tomaban
tinte cárdeno al mirarme.
El solitario salón 330
más solitario mostrábase
que nunca, y aunque llamé,
fué en vano: no acudió nadie.
Sólo por la galería,
de cuando en cuando, algún paje, 335
como si huyese, cruzaba
muy de prisa y sin mirarme,
o algún soldado del rey,
su oscuro y feroz semblante
mostraba un punto a la puerta 340
entre curioso y cobarde,
o algún pájaro nocturno
que el alba sorprendió errante,
chocaba ya atolondrado
del balcón en los cristales, 345
pintando un monstruo con alas
su sombra en los arquitrabes.
Tuve miedo.

 (Abrazándose a DON JAIME.)  

DON JAIME
¡Mi Beatriz!
BEATRIZ
Perdí el juicio, y a llamarte
me puse a gritos.
MANFREDO
Entonces
350
yo acudí, y a todo trance
quiso bajar al panteón;
con lo cual, para librarla
de impaciencia sin motivo
y de temores sin base, 355
a ser su guía prestéme,
y aunque a mi pesar, la traje.
BEATRIZ

 (Aparte.) 

Parece que es su destino
a estas regiones guiarme.
¡Bien venida!, si hallan fin 360
en sus sombras mis pesares.

 (En voz alta.)  

¡Qué negro todo!
DON JAIME
Fué negro
antes de que tú bajases:
pero al verte, sus tinieblas
se convierten en celajes. 365
¡Vuelva el carmín a tu rostro
con tinta cálida y suave,
y al menos por una vez
aquestos helados mármoles
comprendan lo que es la vida 370
al ver tu hermoso semblante,
y por sus cuerpos de piedra
circule calor de sangre!
MANFREDO

 (A BEATRIZ, que está en los brazos de DON JAIME.) 

Tú eres la vida, bien dice,
y por ser tuya, es de Jaime; 375
conque mal estáis los dos
entre losas sepulcrales.
Idos arriba: a la luz.
A mí entre sombras dejadme,
que yo soy de estas regiones, 380
y aquí estoy con mis iguales,
como ese rey de Aragón
dijo anoche al afrentarme.
DON JAIME
¡Manfredo!
MANFREDO

 (Asomándose a una de las galerías transversales de la izquierda.) 

Mira, allí viene,
y a su lado a Juana trae, 385
y los preceden a entrambos
con hachas dos almogávares.
La justicia y la venganza
juntas por la misma calle
de sepulcros: buen camino 390
tomaron para buscarme.
Que vengan, que yo seré
maldito, mas no cobarde;
que vengan, que, aunque bastarda,
es de Argelez esta sangre, 395
y quizá desde su lecho
de muerte me ve mi padre.


Escena VII

 

BEATRIZ, DON JAIME, MANFREDO, el REY, JUANA, CABRERA, ZURITA y un PAJE. CABRERA y ZURITA vienen delante; los dos pajes, con hachas; después, el REY; después, JUANA; todos por la izquierda. El REY trae un pergamino en la mano.

 
REY

 (A MANFREDO.) 

Por tu impulso viniste: no me pesa.
Mi enojo no te espanta: que me place.
El hombre que no afronta su destino 400
de cara y sin temblar es un cobarde.
Puedes estar tranquilo por tu víctima:
del suelo del panteón sepulcro y cárcel
hicieron esos dos, dando piadosos

 (Señalando a los almogávares.)  

cristiano fin a lo que tú empezaste. 405
Al lado de su fosa, ya colmada,
otra mandé cavar profunda y grande,
por si hay quien quiera, al acabar sus días,
junto al fiel escudero reclinarse.
Él cumplió como bueno, que afanoso 410
guardó en su helada mano este mensaje;

 (A JUANA.)  

buen marido te dió tu buena estrella;
mala muerte le dió mano implacable.
DON JAIME
Señor...
REY
Espera. A tu castillo sube,
ordena que mi gente se prepare, 415
y la tuya dispón, que antes que el día
del cielo hasta la cumbre se levante,
voy a partir, y partirás conmigo,
a librar de un segundo Roncesvalles
al rey de Francia, que humillado vuelve 420
en procesión luctuosa a sus hogares.
Demandóme perdón; yo generoso
le permití volver sin inquietarle.
Pero vamos a ver desde las cumbres
quien entra en esta tierra cómo sale. 425
DON JAIME
Obedezco.
REY
Salid.
 

(A los almogávares y a los pajes. Se dirigen al fondo JAIME, los almogávares y los pajes; éstos, delante.)

 
Tú, Juana, vete.
JUANA

 (En voz baja.) 

¿Y el castigo, señor?
REY

 (Lo mismo.) 

Aquí con sangre
tu Roger lo escribió.
JUANA
¿Y ha de cumplirse?
REY
Cuando venció mi brazo en el combate,
yo siempre perdoné; decirlo puede 430
ese soberbio rey que a Francia vase.
Mas nunca en mí clemencia hallar pudieron
de la traición las alevosas artes;
que lo diga también, y era mi hermano,
desde el fondo del Cinca, Fernán-Sánchez. 435
JUANA

 (A BEATRIZ.) 

Tranquila os dejo.
REY
En mi palabra fría.
Yo, a castigar su muerte; tú, a llorarle.
 

(Sale JUANA mirando a MANFREDO y a BEATRIZ, que, instintivamente, están juntos.)

 
Vosotros, no. Que de este pergamino

 (Previniendo un movimiento de ambos.)  

hemos de hablar los tres, ¡voto a San Jaime!


Escena VIII

 

BEATRIZ, el REY y MANFREDO.

 
REY
Con sólo miraros creo 440
lo que me dice el escrito,
que la prueba del delito
la lleva en el rostro el reo.
MANFREDO
Inútil prueba, a mi ver,
porque jamás he negado 445
que esté mi hierro manchado
con la sangre de Roger.
REY
Escucha y el labio sella,
que con la verdad arguyo:
tu crimen no es sólo tuyo; 450

 (Señalando a BEATRIZ.)  

un cómplice tienes: ella.
MANFREDO
¿Quién?... ¿Beatriz?...
BEATRIZ

 (Aparte.) 

La expiación.
MANFREDO

 (Con violencia y señalando el pergamino.) 

¡Miente el impostor inmundo!
REY
¡Jamás miente un moribundo!,
ni miente el rey de Aragón. 455
Con su mano casi inerte,
y con caracteres rojos,
la causa de tus enojos
y la historia de su muerte,
en aqueste pergamino 460
dejó escrito el infeliz.
MANFREDO

 (Con ansiedad.) 

¿Y en él habla...?
REY
De Beatriz,
y, además de su asesino.

 (Acercándose al hachón que está en el sepulcro, y leyendo.)  

«Yo juro, y juro al morir,
ante esa santa capilla, 465
decir la verdad sencilla
en lo que voy a decir.
Anteayer de madrugada
bajé al salón, según creo,
a recoger del trofeo 470
para mi viaje una espada.
La estancia estaba desierta,
la mañana estaba oscura,
rechinó una cerradura
y a poco abrióse una puerta. 475
Alzó un doncel el tapiz,
pasó una dama el dintel;
era Manfredo el doncel
y era la dama Beatriz.
Se miran con embeleso 480
y se despiden los dos,
ahogando un último adiós
en un suspiro y un beso.
Grito: «¡Infames!», sin querer;
viene a mí, después luchamos, 485
luchando al panteón llegamos,
y llego para caer.
Él la puerta de metal
empuja sobre su gonce,
y da sepulcro de bronce 490
a su secreto fatal.
De este modo conseguir
mi silencio imaginaba:
si acertaba o no acertaba,
que lo diga el porvenir. 495
Yo la infamia de los dos,
y su pena o su destino,
dejo en este pergamino
a la voluntad de Dios.
Sea, pues, lo que ha de ser: 500
yo muero como leal.»

 (Sin leer.)  

Y acaba y dice al final:

 (Leyendo.)  

«El escudero Roger.»
 

(Pausa. MANFREDO y BEATRIZ quedan confundidos y anonadados. El REY los contempla frío y sereno.)

 
¿Es exacto lo que aquí
ese vasallo escribió? 505
Responde, Manfredo.
MANFREDO

 (Con enérgica desesperación.) 

No.
REY
Responde, condesa.
BEATRIZ

 (Resueltamente.) 

Sí.
REY
Confesión de buena ley.
MANFREDO
Que sólo el delirio arranca.
REY
No tan firme, no tan franca. 510
BEATRIZ
Como la debo a mi rey.
REY

 (A BEATRIZ.) 

Que mucho arriesgas advierte.
BEATRIZ
A todo estoy prevenida.
REY
¿Tanto te pesa la vida?
BEATRIZ
Tanto, que busco la muerte. 515
REY
Quien deshonra su blasón
y deshonra al de Argelez;
quien echó sobre su tez
para siempre tal borrón,
si ha buscado por castigo 520
la muerte en esta jornada,
que la dé por encontrada
al encontrarse conmigo.
MANFREDO
Si alardes de justiciero
queréis hacer, no me opongo, 525
y el cuello tranquilo pongo
bajo el corte de ese acero.
Pero es irritante yugo,
más que justicia severa,
confundir de esa manera 530
la víctima y el verdugo.
Yo terco la perseguí,
yo en mi fuego la inflamé,
ocasiones preparé
y por la fuerza vencí. 535
Yo, don Pedro de Aragón;
yo, que triunfé de este modo,
lo merezco todo, todo;
ella, sólo compasión.
BEATRIZ
Cuando no perdí la vida 540
es que falté a mi deber;
cuando me dejé vencer
es que debí ser vencida.
Ya veis que todo me acusa,
que yo misma me he juzgado, 545
que no busco en mi pecado
causa, pretexto ni excusa.
Pero ya que de este modo
mi vida yo misma os doy,
por quien sois y por quien soy, 550
¡que Jaime lo ignore todo!
MANFREDO
Él debe ignorarlo, sí.
REY

 (Aparte, y pensativo.) 

Quizá lo mejor sería.
MANFREDO
Y yo sólo sufriría
lo que sólo merecí. 555
BEATRIZ
Si de ambos la culpa ha sido,
de ambos el castigo sea.
REY
Ya ves cómo lo desea.
MANFREDO

 (Al REY, procurando convencerle.) 

¡Si ha mentido! ¡Si ha mentido!
BEATRIZ
¿Tú solo? No. Yo también. 560

 (Al REY, como suplicando.)  

¿No es verdad?
MANFREDO
¡Calla, infeliz!
BEATRIZ
¡Quiero morir!
MANFREDO
¡No, Beatriz!
BEATRIZ
¡Quiero morir!
MANFREDO
¡No, mi bien!

  (En un arranque de pasión, olvidándose del REY, acercándose a ella y cogiéndole las manos.) 

REY
¿Tanto os amáis, ¡vive Dios!,
que ni la misma agonía 565
os ataja en tal porfía?
¡Pues bien, moriréis los dos!

 (Con terrible enojo.)  

Nada sabrá el de Argelez,
limpia su honra quedará,
que venganza le dará 570
su monarca como juez.
Y libre veráse al fin,
por justicia soberana,
de una esposa cortesana
y de un hermano Caín. 575
MANFREDO
Basta ya.
BEATRIZ
Gracias, ¡oh rey!;
cuanto deseaba me dais.
MANFREDO
¡La justicia atropelláis!
REY
A igual delito, igual ley.


Escena IX

 

BEATRIZ, MANFREDO, el REY y DON JAIME, cuatro pajes con hachones, varios caballeros y escuderos. Todos por la puerta del fondo.

 
REY
Mas un rumor lejano se percibe 580
cual si bajase gente la escalera,
haciéndola crujir el peso grave
y el choque rudo del arnés de guerra.
Ahí vienen, sí, con Argelez al frente,

 (Acercándose al fondo.)  

y entre rojas antorchas que flamean. 585
DON JAIME
Justicia, ¡oh, rey!, a demandaros vengo,
aunque ya di comienzo por mi cuenta
a la que vos sin duda haréis más tarde
en esa maldecida soldadesca,
y algunos que braveaban hace poco 590
en el patio las losas ensangrientan.
REY
A punto vienes si justicia pides,
que estábamos los tres en tal faena.
¿Quiénes faltaron, conde?
DON JAIME
Los soldados
a que con vos, señor, la fortaleza 595
hospedaje leal brindó orgullosa.
REY
¿Y cuál la causa fué?
DON JAIME
La airada lengua
de Juana, y de mis gentes las patrañas,
y la ruin condición de la plebeya.
REY
En suma: ¿a qué llegaron?
DON JAIME
¡A pedirme!...
600
¡Si no lo adivináis! ¡Si no hay quien pueda,
ni la maldad llevando hasta el delirio,
ni alzando hasta lo absurdo la insolencia,
ni aun así, sospechar lo que esos hombres
pidieron...; no, que aullaron como fieras! 605
REY
¿Pidieron?... Di.
DON JAIME
¡La vida!...
REY
¿De tu hermano?
DON JAIME

 (Hace una señal afirmativa, se detiene y al fin dice, acercándose al REY.) 

¡Y la vida, señor, de la condesa!
¡De Beatriz!..., ¡de mi esposa!... ¡Si yo al pronto
ni pude comprender tanta demencia!
REY
¿Y comprendiste al fin?
DON JAIME
Ellos lo digan,
610
pues ellos recibieron la respuesta.
«¿Vidas queréis -les dije-, miserables?
Pues a cargo de aquéllas, tomad ésta»;
y arremetiendo a la canalla imbécil,
de tal modo sacié mi rabia en ella.... 615
que ya lo veis, señor, casi tranquilo
pude volver del rey a la presencia.
REY
Que a la ley de hospedaje mis soldados
turbulentos faltaron, bien me pesa,
que aun pidiendo en justicia, quien mal pide 620
de su propia razón hace su afrenta.
DON JAIME
¡Aun pidiendo en justicia!

  (Pausa. Mira al REY con asombro; mira alternativamente a BEATRIZ y a MANFREDO, que deben estar a su espalda y derecha del actor, y queda, durante algunos momentos, como extático.) 

No comprendo
lo que queréis decir.
REY
Que una sentencia,
por crimen de traición a su monarca,
dictaba yo aquí dentro, mientras fuera 625
por reclamar castigo semejante
acuchillabas a la guardia regia.
DON JAIME
¿Una sentencia?
REY
Sí: contra el bastardo...
y otro cómplice más.
DON JAIME
¿Quién?
REY
La condesa.
DON JAIME
¡Contra Beatriz! ¡No es cierto! ¡No es posible! 630
¡Contra Beatriz, y vos! ¡Vana quimera!
¡Yo solo soy su dueño! Esa corona,
todo vuestro poder, vuestra grandeza,
las glorias de Sicilia, las del mundo,
ante Beatriz, ¿qué son? ¡Humo y pavesas! 635
REY
Que yo nunca he pecado de sufrido,
y que hablas con tu rey ten muy en cuenta,
y freno de respeto date prisa
a poner a tus manos y a tu lengua,
si no quieres que ponga otro de hierro 640
que hace bajar al suelo las cabezas.
Roger por mi mensaje era sagrado
hasta llegar con él a mi presencia.
Sin embargo, Manfredo muerte dióle,
y Beatriz toleró tan grave ofensa. 645
Condesa de Argelez, perpetuo encierro
te enseñará con sombras y tristezas
que a la lealtad debida no se falta

 (Con doble intención.)  

mientras don Pedro de Argelez gobierna.
Bastardo de Argelez, saldremos todos 650
de esta mansión en que la muerte impera:
nosotros, a buscar la luz del día;
a entregar tú al verdugo la cabeza.

 (A los caballeros, señalando a BEATRIZ.)  

Llevadla a Barcelona.

 (A MANFREDO.)  

Tú, a la muerte.

 (A DON JAIME.)  

Y tú conmigo, a lo alto de la sierra. 655
DON JAIME

 (Con ira contenida, pero con reposo y dignidad, y refiriéndose primero a BEATRIZ, luego, a MANFREDO.) 

Ni a Barcelona irá mientras yo exista
y un hierro sostener mi mano pueda,
ni he de salir sin él, si el firmamento
encima de la torre se viniera,
ni el conde de Argelez ha de seguiros, 660
monarca de Aragón, ni en paz ni en guerra,

 (Golpeándose el pecho.)  

varón aragonés, el fuero escudo
de libertad en la ocasión extrema.
Diránlo así de desafiamiento
cartas que provocó vuestra fiereza. 665

 (Señalando a BEATRIZ y a MANFREDO.)  

Y con ella y con él y con mi gente
pasaré de Castilla las fronteras.
Desnaturalizarme es mi derecho,
la ley me ampara de mi noble tierra.
Y a donde más sus glorias se respeten 670
mi espada llevo y llevo mi bandera.
REY
Desnaturalizarte es tu derecho,
y nadie lo disputa ni lo niega;
por más que en esta vez el fuero ampare
torpes ingratitudes y soberbias. 675
Pero Beatriz, pero Manfredo, conde,
bajo mi ley están y aquí se quedan.
Traidores a su rey fueron entrambos,
y ha de cumplirse en ellos mi sentencia.
¡Hola! De esa mujer y de ese hombre, 680
sin más vacilación, de grado o fuerza,
afiáncense los cuerpos, y tú, ingrato,
vete, que yo te libro de obediencia.
 

(Los caballeros a quienes el REY se ha dirigido pretenden apoderarse de BEATRIZ y de MANFREDO; DON JAIME desnuda la espada; describe con ella un terrible semicírculo, aleja a todos y pónese delante de su esposa y de su hermano.)

 
DON JAIME
Quien se acerque a los dos bueno es que mire
que a mi espada y a mí también se acerca. 685
REY
¡Preciso es acabar!
DON JAIME
Todo se acaba:
el honor, la lealtad...
BEATRIZ

 (A MANFREDO, señalándole el lado en que está el REY y como proponiéndole que pasen.) 

¡Allí!...
MANFREDO
Pues sea.
Gracias, hermano.
 

(Por la espalda de DON JAIME pasa al grupo de caballeros y se entrega.)

 
BEATRIZ
Gracias, Jaime.

 (Lo mismo que MANFREDO.)  

¿Adónde,
insensatos, corréis?
BEATRIZ

 (Ya desde la izquierda.) 

A donde llevan
a tu hermano, el deber, porque es tu sangre; 690
a mí, Jaime, tu amor y mi conciencia.

 (Al REY.)  

Tuyos somos, señor; que Jaime salga.
DON JAIME
¿Sin vosotros? ¡Jamás! ¡Pensad que llegan
olas de sangre al corazón hirviente;
olas de fuego a la abrasada lengua; 695
olas de sombra a mi cerebro loco;
olas de muerte a mi indomable diestra!
Y en esta tempestad de mis pasiones,
sobre el mar de mis aras turbulentas,
sólo flotan dos seres, dos tan sólo: 700
Manfredo..., ¡por hermano! Ella..., ¡por ella!
REY

 (Sin poderse contener.) 

Mal te está en defender con tanto empeño...
¡tu deshonra!
 

(Movimiento de DON JAIME, BEATRIZ y MANFREDO.)

 
DON JAIME
¡No más!
REY
¡Y tu vileza!
DON JAIME
¿Por vileza tenéis que de un hermano
la vida con mi vida así defienda? 705
Bien se advierte, señor, que el fratricidio
¡es el primer florón de tu diadema!
REY

 (Arrojándose sobre él.) 

¡Miserable!
DON JAIME
¡Yo, no; quien en el Cinca
hundió de Fernán-Sánchez la cabeza!
 

(El REY se detiene; queda un momento como acobardado ante aquel recuerdo; después, con acento sombrío y reconcentrado.)

 
REY
¡Mejor es eso que vivir sin honra! 710
DON JAIME
¿Y quién vive sin ella?
REY
¡Tú!
 

(DON JAIME, que está todavía con la espada desnuda, se arroja sobre el REY; los caballeros que rodean a éste se arrojan sobre Argelez; DON PEDRO los separa con ademán soberbio y se acerca a él. DON JAIME se detiene.)

 
DON JAIME
¡La prueba!
REY
Por traidor a tu rey, más que la muerte
de merecer acabas. Toma, y lean
esos ojos, si pueden, estas líneas
y cieguen, lloren, salten de vergüenza. 715
 

(Le entrega el pergamino. Pausa. DON JAIME lo toma sin comprender nada y mirando a todos con asombro; después se aproxima al hachón que está clavado, desde que principió el acto, en el sepulcro de su padre. BEATRIZ y MANFREDO se hunden, por decirlo así, en la sombra, a espaldas de dicho sepulcro, pero de manera que sean vistos por el público. El REY, a la derecha de DON JAIME.)

 
DON JAIME

 (A medida que lee.) 

¡Ah!... ¡No!... ¡Jesús!...

  (Suspende la lectura, se oprime la cabeza entre las manos como para coordinar sus ideas. De pronto, lanza un grito, como recordando la extraña escena de la noche precedente, cuando se presentó de improviso a su esposa y a su hermano.) 

¡A mi llegada!... ¡Pronto!...
¡Beatriz!

 (Buscando por todas partes.)  

REY
Se oculta entre la sombra espesa:
no acudirá a tu voz.

 (Al oído.)  

DON JAIME

 (Vacila; mira al REY, mira a todas partes; al fin se acerca a la tumba de su padre.) 

¡Yo también quiero
silencio!... ¡y soledad!..., ¡muerte! y ¡tinieblas!
¡Acógeme en tu seno, padre mío! 720
¡Dame un beso de amor, uno siquiera!
¡Escultura que duermes, junta, junta
a mi afrentada faz tu faz de piedra!
 

(Cae sobre el sepulcro de su padre, abrazándose a la escultura yacente y uniendo su rostro al de ella. Pausa. Toda esta situación queda encomendada al actor y a su talento. Algo hay que hacer aquí: el autor no lo sabe; la inspiración del artista puede adivinarlo tan sólo.)

 
Gracias, padre: me dió tu helado mármol
cuanto a poder pedir yo le pidiera: 725
el frío de la muerte. A tus mejillas
de las mías pasó toda la afrenta.
Mas yo te vengaré: me diste calma;
yo te daré satisfacción completa.
REY

 (Acercándose y en voz baja.) 

Te perdono, Argelez.
DON JAIME

 (Lo mismo.) 

Ya no es posible
730
ni perdonarme a mí, ni a él ni a ella.

 (En voz alta.)  

En vez de ese perdón, yo necesito
una gracia no más.
REY
Pide y no temas.
DON JAIME
Dejadme castigar a los infames.
Consentid que una vez el juez yo sea... 735
REY
Mi autoridad te doy: lo que dispongas
se cumplirá.
DON JAIME
Juradlo.
REY
Por la eterna
memoria y por el alma de mi padre.
Que Dios, si falto, me lo tome en cuenta.
DON JAIME
Gracias, señor.

 (Pausa. Inclinándose ante el REY, como suplicando.)  

Salid de este recinto.
740

 (A los demás.)  

Al monarca seguid. La doble puerta
a su cerco de bronce haced que ajuste.
REY
¿Y tú?
DON JAIME
Me quedo aquí.
REY
¿Solo?
DON JAIME

 (Con acento que el actor sabrá cuál ha de ser.) 

¡Con ella!
Y también con Manfredo. Ha de cumplirse,
y con creces, señor, vuestra sentencia. 745
REY
¡La tuya! ¿Por qué causa?
DON JAIME
Yo a la vida
del monarca atenté. Mi torpe lengua
a su corona osó.

 (En voz baja.)  

Yo fui quien, loco,
por aquella mujer la fortaleza
entregó al enemigo.
 

(El REY le mira con sorpresa.)

 
¿No os parece
750
que a mi crimen se ajusta bien mi pena?
Jurasteis por don Jaime, vuestro padre.
REY
¿Tú lo quieres?
DON JAIME
Lo exijo.
REY
Pues bien, sea.
Salid.
 

(Al acompañamiento, que comienza a salir muy lentamente.)

 
DON JAIME
Señor, la mano.
REY
Toma, conde.

 (Se arrodilla y besa la mano del REY.)  

Aún es tiempo.
DON JAIME
Ya no. Vedlos: esperan.
755

 (Señalando a BEATRIZ y a MANFREDO, que están en un ángulo.)  

REY
¡Que Dios, cuando te juzgue por tus faltas,
tu amor y tu maldad reciba en cuenta!
 

(Sale también por el fondo. Se ve subir lentamente por la escalera una masa de caballeros, pajes, luces y pendones. Es la vida que sube y se ve como expresan los siguientes versos. DON JAIME va en último término. Siempre procurando ocultarse, BEATRIZ y MANFREDO; la actitud de ambos queda encomendada a los actores.)

 
DON JAIME
Ya la luz, ya la vida, ya las pompas
del mundo, y sus honores y grandezas;
ya del arnés el fulgurante brillo, 760
ya el soberbio ondular de las bandejas,
ya todo huye de mí; ya lodo sube
de mi viejo castillo a las almenas.
¡Adiós, fantasmas de ilusiones vanas,
seres que allá volvéis a la existencia, 765
imágenes de luz y de colores,
tornad al sol; yo quedo en las tinieblas!
 

(Cerrando él mismo la puerta del fondo; se oye el rechinar de los goznes y el choque metálico al encajar. Esto es preciso, porque es de buen efecto. Queda el panteón iluminado tan sólo por la antorcha del sepulcro; en un rincón, BEATRIZ y MANFREDO; en el centro, DON JAIME.)

 
¡Cruje, puerta de bronce negra valla
que entre dos mundos el camino cierras!
No volverás a abrirte, que tu llave 770
a un abismo sin fin conmigo rueda.

 (Arroja la llave en el pozo. Pausa.)  

¡Ya estamos en el seno de la muerte,

 (A BEATRIZ y a MANFREDO, pero sin acercarse a ellos y con acento terrible.)  

caiga deshecha en polvo la materia;
almas, mostrad lo que en la vida fuisteis:
si espíritus, la luz; si tierra, tierra! 775


Escena X

 

BEATRIZ, DON JAIME y MANFREDO.

 
DON JAIME
Para hacerme traición habéis tenido
no más que rapidísimos momentos;
para vengarme yo y atormentaros
tengo ante mí la eternidad del tiempo.
Acércate, Beatriz; ven a mis brazos, 780
 

(Le obedece BEATRIZ maquinalmente, pero con lentitud.)

 
esposa de mi amor, luz de mi cielo,
la de la tersa frente alabastrina,
la del nevado y pudoroso seno.
Ven a mí: más aún.

 (Al fin la coge y la sujeta fuertemente entre sus brazos.)  

Quiere tu Jaime.
de esa antorcha contar a los reflejos, 785
sobre tu suave cutis nacarado,
de tu amante feliz todos los besos.
 

(Le arroja la cabeza hacia atrás y le acerca la luz; ella lucha por ocultar el rostro y por separarse de DON JAIME.)

 
¡No te separes, no: si no es posible!
¡Si siempre ya los tres hemos de vernos
unidos por los mismos eslabones 790
de infamia y de dolor en el infierno!
Habla, Beatriz, ¿por qué fuiste traidora?
¡Habla pronto! ¿Por qué? ¿Por qué?
BEATRIZ
No puedo:
un nudo en la garganta...
DON JAIME
¡En la garganta,
en ella con mis manos debí hacerlo 795
la vez primera en que de amor ya loco
ceñí mis brazos a tu blanco cuello!
¡Beatriz! ¿No me contestas? ¿Que no puedes?
Pues descansa, respira, toma aliento;
si no quiero que mueras todavía; 800
si quiero oír tu voz, si escuchar quiero
cómo mientes, y finges, y me acusas;
descansa... Ya hablarás...
 

(La arroja a un lado, haciéndola pasar por delante con extrema violencia, y llama con la mano a MANFREDO.)

 
Ven tú, Manfredo.
 

(MANFREDO, que ya estaba muy cerca, se aproxima.)

 
Y en tanto que la sierpe sus anillos
prepara y que destila su veneno, 805
cuéntame tú de la traición infame
los lances mil, dulcísimos y tiernos.
¡Todo! ¡Todo! ¿Comprendes? Allá arriba
mi deshonra saber y hundir mi hierro
en aquel corazón y en tu garganta 810
hubieran sido rápidos momentos;
pero aquí, ¿para qué? Si estamos solos;
si escapar no podéis; si ya hemos muerto.
¡Si éste es el solo goce que me resta
al bajar con vosotros al averno! 815
¡Habla, hermano! ¿También tú desfalleces
como débil mujer o niño enfermo?
¡Como niño! ¡No hay más! Es que recuerdas
de nuestra infancia los alegres juegos.

 (Señalando el sepulcro.)  

El que ahora duerme allí, en sus rodillas 820
a los dos nos tomaba, y algún cuento
refería de moros o gigantes
del ancho hogar junto al rojizo fuego.
Con sus robustas manos acercaba
tu cabeza a la mía... ¡Así, Manfredo! 825
 

(Hace lo que dice con feroz complacencia, juntando mucho su cabeza a la de su hermano. BEATRIZ los contempla con terror.)

 
Y en una sola, espléndida madeja,
tu cabello abarcaba y mi cabello.
Ahora escuchar le toca en ese mármol,
quizá le ha despertado nuestro acento,
y para oír mejor, hacia la piedra 830
arrastrándose van sus pobres huesos.
¡Háblale de tu infamia y mi deshonra!
¡Devuélvele a tu vez cuento por cuento!
Pero el tuyo ha de ser largo, muy largo:
¡que no acabe jamás! Ya ves, el tiempo 835
es como tu traición y mi desdicha:
¡inagotable, inconcebible, eterno!
MANFREDO
Di pronto qué prefieres: ¿darme muerte
o que me mate yo? Si lo primero,
toma y clava.

 (Presentándole el puñal.)  

Si acaso es lo segundo,
840
dilo, y yo mismo lo hundiré en mi pecho.
DON JAIME
Junto a la de Roger, dijo el monarca
que abierta está una fosa.
MANFREDO
Basta; entiendo.
DON JAIME
Yo daré luz a tu camino, hermano.
 

(Arranca DON JAIME la antorcha del sepulcro, viene al centro del escenario y la levanta en alto; MANFREDO, apretando el puñal contra su pecho, con la cabeza baja, pero mirando hacia atrás como para ver a su hermano, se dirige a una de las galerías laterales.)

 
¡Adiós, Caín! No tuerzas tu sendero. 845
MANFREDO
¡Adiós! Si soy Caín por mi delito,
no lo soy por odiarte.
 

(Con cierta ternura, y ya desde dentro.)

 
DON JAIME
¡Adiós, Manfredo!
 

(Se oye el ruido de un cuerpo que cae.)

 
¡Cuanto en el mundo amé!
 

(Después de mirar a BEATRIZ, que permanece inmóvil en el centro, y también hacia el sitio en que se supone que cayó MANFREDO.)

 
¡Luz, ya me sobras!
 

(Arroja la antorcha hacia la izquierda, se apaga y queda la escena completamente a oscuras; da algunos pasos, se oprime la cabeza con las manos; arranque de desesperación que el actor interpretará.)

 
¡Y tú también me sobras, pensamiento!
 

(Se hiere en el pecho, da unos pasos vacilante y va a caer junto al sepulcro. BEATRIZ se acerca.)

 


Escena XI

 

DON JAIME y BEATRIZ.

 
BEATRIZ

 (Buscándole.) 

¡Jaime!... ¡Jaime!... ¡Por piedad! 850

 (Al fin le encuentra, le abraza y le sostiene.)  

DON JAIME
¡Me encontraste!... ¡Buena suerte!
Antes se encuentra la muerte
que no la felicidad.

 (Rechazándola.)  

¡Adiós! Vete.
BEATRIZ
¡No ha de ser!
¡Antes, Jaime, de morir, 855

 (Desesperada.)  

quiero hablarte!... ¿Vas a oír?
Dime, ¿y me vas a creer?
DON JAIME
¿Creerte?... ¡Bah!... ¿Por qué no?
La mentira inútil fuera;
con aguardar a que muera 860
te bastaba. Pero no:
 

(BEATRIZ se prepara a decir algo. DON JAIME la interrumpe.)

 
responde y no digas nada,
que no hay tiempo para todo,
y llega el fin de tal modo
que mi vida está acabada. 865
BEATRIZ
¿Si supieras?...
DON JAIME
¡Basta; aquí...

 (Llevándose la mano a la garganta.)  

siento de sangre una ola!
Contesta una cosa sola...
¿Has de contestarme?
BEATRIZ
Sí.
DON JAIME
Manfredo murió también, 870
y tú pronto morirás:
al morir..., ¿dónde caerás?
BEATRIZ
A tu lado.
DON JAIME
¿Sí? Pues ven...,
acércate... ¿No es mentira?
Responde.

 (Incorporándose.)  

BEATRIZ
¡No!
DON JAIME
Y, entre tanto,
875
¿dónde correrá tu llanto?
BEATRIZ
¡Sobre tu cuerpo!
DON JAIME
Pues mira...
Abraza mi cuerpo inerte...,
y no ceses de... llorar...,
que así... vinimos a dar... 880
en el seno... de la muerte.
 

(Cae muerto sobre el banco de piedra, y BEATRIZ se abraza a él sollozando. Hasta que el telón baje por completo deben oírse sus horribles y desesperados sollozos. Telón.)

 

 
 
FIN DE «EN EL SENO DE LA MUERTE»
 
 





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