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ArribaAbajoII. De libros e imprentas

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ArribaAbajoI. El pleito del lugar de impresión del libro de Cisneros

a) El libro y su pleito

Posiblemente la cuestión que más ha apasionado en la bibliografía venezolana ha sido la de averiguar el lugar donde se imprimió un pequeño volumen, en cuya portada aparece la sola indicación de impreso en Valencia, con la fecha de MDCCLXIV. Lugar, fecha, autor y materia han suscitado un verdadero concurso de opiniones, tanto entre los bibliógrafos nacionales como del exterior, ya que de haber sido impreso en Valencia la Nueva, o Nueva Valencia, capital del actual Estado Carabobo, se convertiría en el primer libro publicado en el país, en prensas nacionales, muchos años antes de la data generalmente admitida como la de la introducción del arte de Gutenberg en Venezuela: 1808. Investigadores de tanta calidad como don Manuel Segundo Sánchez, José Toribio Medina, Arístides Rojas, Charles Leclerc, Antonio Palau Dulcet, Manuel Serrano y Sanz, José Eustaquio Machado, Francisco González Guinán, Santiago Key-Ayala, Enrique Bernardo Núñez, Julio Febres Cordero G., Vicente de Amézaga, Ismael Puerta Flores, y algunos más dedicaron bastantes vigilias al intento de esclarecer el problema. En conjunto sus pareceres son contradictorios respecto a la identificación y localización de la «Valencia» que figura en el pie de imprenta.

El libro que aparece tan prolijamente discutido corresponde a la siguiente ficha:

CISNEROS, JOSE LUIS DE

Descripción exacta de la provincia de Benezuela, por don Joseph Luis de Cisneros. Dedícala a un incógnito amigo suyo. Impreso en Valencia, año de MDCCLXIV. 4 h., 118 p. 19,5 cm.



Leclerc examinó en dos ocasiones el libro de Cisneros con la particularidad de que en cada oportunidad manejó un ejemplar distinto, con algunas diferencias dignas de ser subrayadas. El segundo ejemplar no tenía impresas las hojas preliminares y sin numerar de la edición de Cisneros, las cuales «se hallan manuscritas en el volumen que anunciamos ahora». Además no está claro en la redacción de la segunda apostilla bibliográfica de Leclerc, si el pie de imprenta dice Valencia o Nueva Valencia.

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La obra de Cisneros se reimprimió en 1912, en Madrid, en la imprenta Fortanet, como volumen XXI de la Colección de libros raros o curiosos que tratan de América, editada por la Librería General de Victoriano Suárez. Se le añadió un fragmento del Voyage a la partie orientale de Terre-Ferme... de Depons, y se le hizo preceder de un prólogo (pp. v-xi) firmado por M. S. y S. (i.e. Manuel Serrano y Sanz) en el que, como Advertencia preliminar señala la rareza del libro y los escasos datos que se poseen acerca de su autor, a quien identifica como venezolano, empleado de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, de la que sería agente viajero en Venezuela y aun más allá de los límites de la antigua Provincia. En cuanto al lugar de impresión de la edición prínceps, Manuel Serrano y Sanz se inclina a creer que se había publicado en Venezuela, «ya que lo basto de los tipos, lo incorrecto y lo mendoso de la impresión, alejan la idea de que fuese hecho en Valencia de España». Desecha explícitamente la opinión expuesta por don Arístides Rojas -en la réplica a Leclerc- de que hubiese sido impreso en Valencia del Turia, en España. El prologuista supone, además, que de la obra de Cisneros se imprimieron pocos ejemplares y sospecha que habría sido dedicada a persona que ejercía un alto cargo en la Compañía Guipuzcoana.

El gran bibliógrafo chileno José Toribio Medina habló en diversas publicaciones de nuestro impreso, sin que se atreviera a precisar un dictamen conclusivo y rotundo, cosa que por otra parte no puede exigirse para cada problema monográfico a quien, como Medina, emprendió y realizó una labor tan vasta en la bibliografía americana. En las Notas bibliográficas referentes a las primeras producciones de la imprenta en algunas ciudades de la América Española (1754-1823) describe el ejemplar examinado en el Museo Británico y al terminar la nota bibliográfica del contenido añade un comentario al juicio de don Arístides Rojas, quien, como se ha dicho, no aceptaba como americana la Valencia de la primera edición, Medina dice: «El hecho, sin embargo, es innegable». En el mismo año, el propio Medina publica La imprenta en Cartagena de las Indias (1809-1820), y en ella manifiesta que se siente «inclinado a pensar» que el primer impresor de Cartagena, Antonio Espinosa de los Monteros, hubiese estado antes establecido en Valencia (o Nueva Valencia), ciudad perteneciente al Virreinato de Santa Fe, con lo que se explicaría la existencia de un impresor «de quien no se conoce más que un solo libro publicado ahí». Se refiere, naturalmente, a la Descripción exasta de la provincia de Benezuela. Bien se comprenderá que ello no resuelve nada; al contrario, viene a duplicar el problema que plantea el Cisneros, pues a la duda acerca del lugar, se le añade ahora la del impresor.

Don Manuel Segundo Sánchez aseveraba en 1912 que el libro de Cisneros había sido impreso en Valencia, de Carabobo. Más adelante en informe presentado a la Academia Nacional de la Historia rectificó el referido juicio.

El estudio orgánico, más minucioso, se debe al doctor Santiago Key Ayala, quien en su trabajo «El libro de Cisneros», publicado en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia, n.º 38, Caracas, abril-junio   —211→   de 1927, explica la adquisición de un ejemplar de la obra por la Academia y analiza las características del libro. Plantea el problema bibliográfico, considera las investigaciones que había suscitado y sugiere la posibilidad de que «el incógnito amigo» a quien está dedicada la obra sea don José Solís Folch de Cardona, ex virrey de Santa Fe, quien se retiró a un convento por siete años, lo que aclararía «la soledad de su retiro», de que habla Cisneros en la dedicatoria del volumen.

Otros investigadores de la cultura venezolana han intervenido en el famoso pleito, como José Eustaquio Machado, Francisco González Guinán, Julio Febres Cordero G., Enrique Bernardo Núñez, Vicente de Amézaga y Aresti, sin que se haya esclarecido el problema.

Hasta aquí el libro y la crítica bibliográfica que ha despertado.

b) Dictamen

En realidad, tan nutrida discusión se ha centrado siempre alrededor de Valencia, localidad que aparece como sitio de impresión. Juzgo que ceñirse a descifrar exclusivamente de qué Valencia se trata, ha conducido a los investigadores a esta situación sin salida ni dilucidación posibles. Debo confesar mi propio fracaso en el asunto, mientras he intentado hallar el lugar de publicación, partiendo del pie forzado de Valencia.

Creo, hoy, poder aportar algunos datos de interés para el esclarecimiento del problema y aun sospecho que he dado con la solución después de cambiar la perspectiva en la contemplación del enigma bibliográfico suscitado por la obra de Cisneros. Según entiendo, la Descripción exacta de la provincia de Benezuela no ha sido impresa en ninguna Valencia, ni de España ni de Tierra Firme, sino en San Sebastián, sede de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, en la imprenta de Lorenzo Riesgo y Montero, impresor oficial de la Provincia de Guipúzcoa, de la ciudad de San Sebastián y de la referida Compañía Guipuzcoana.

c) Argumentación de mi tesis

He tenido facilidad de examinar atentamente un ejemplar de la obra de Cisneros. El contenido del texto muestra a las claras que el autor era, al momento de escribir su libro, empleado de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, en los almacenes de venta y distribución de mercancías de la capital venezolana. Cisneros, llevado de su entusiasmo por Venezuela, «su país natal» (lo dice con satisfacción), escribe una suerte de memorial acerca de las posibilidades mercantiles que ofrece a la sazón Venezuela para quien aspire a desarrollar las riquezas de su naturaleza.

Cisneros conoce muy bien las poblaciones venezolanas de que habla por haberlas transitado por largo tiempo. Sus observaciones pertenecen a hombre que ha ido de un lugar a otro en actividades mercantiles y, en sus viajes, se fija cuidadosamente en las características de toda ciudad, villa, pueblo o región, considerada cada localidad como centro de producción y consumo. Hacia la madurez de su vida ofrece el fruto de   —212→   sus conocimientos y de su experiencia a sus contemporáneos, a fin de que Venezuela halle la senda del propio progreso. La persona a quien dedica la obra constituye tema que acometeré más adelante, en terreno hipotético, razón por la cual lo separo de esta parte para la que dispongo de elementos documentales.

Veamos cómo he llegado a mis conclusiones da carácter bibliográfico.

El ejemplar de Cisneros que he estudiado está empastado con cubiertas de pergamino, encuadernación de la época, de mediados del siglo XVIII. Examiné cuidadosamente las guardas de protección de las tapas y encontré que están forradas con recortes de pliegos impresos, con toda seguridad sobrantes en la imprenta donde se hizo la impresión y encuadernación del libro. Los tipos de imprenta de tales recortes son idénticos a los empleados en el libro de Cisneros. Dichas hojas corresponden a textos religiosos en vascuence en forma de catecismo (preguntas y respuestas) y también en castellano; otros recortes pertenecen a textos administrativos de tipo local con nombres de municipios vascos (Olaberria, Gudugarreta, Azpeytia, Zarauz, Hernani, Cestona, Rentería, Guetaria, etc.); otros recortes son fragmentos de decretos; y otros son trozos de poemas religiosos en castellano. Todo ello me situaba en terreno más firme y daba cierta solidez a mis primeras sospechas de que el libro estuviera vinculado con la Compañía Guipuzcoana, sospechas derivadas del examen del contenido del texto de Cisneros. Pero el recorte de las guardas que ha servido para orientarme concretamente hacia la identificación de la imprenta ha sido un fragmento de las páginas preliminares de un diccionario en el que figuraba el nombre del autor y la aprobación de la «fe de erratas». Dicha obra es el famoso Diccionario trilingüe del castellano, bascuence y latín, escrito por el P. Manuel de Larramendi, cuya primera edición (dos volúmenes en folio) fue impresa con privilegio en San Sebastián, en 1745, por Bartholomé Riesgo y Montero, quien se intitula: «Impresor de dicha M. N. y M. L. Provincia, ciudad de San Sebastián, y de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas».

Sintiéndome ya en buen pie, he proseguido en la averiguación de la vida de esta imprenta hasta dar con ejemplares impresos por Lorenzo Riesgo y Montero, en 1765, en cuyo pie de imprenta figura asimismo como «Impresor de la M. N. y M. L. Provincia, de dicha ciudad (San Sebastián) y de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas». Con ello quedaba despejado el camino para localizar la impresión del Cisneros.

No tiene base el argumento tantas veces aducido y en apariencia convincente de que a causa de ser la impresión del Cisneros tosca y ruda no podía haberse hecho en España, sino en suelo americano. Esta es una de las secuencias obligadas al partir del error inducido por la palabra Valencia. Es posible que tal razón sirviera al comparar las publicaciones del siglo XVIII en Valencia del Turia con la supuesta edición de la Nueva Valencia en 1764, puesto que en la Valencia peninsular existía imprenta desde el último tercio del siglo XV, y, naturalmente, con una larga tradición de tres siglos, la imprenta había alcanzado notorio perfeccionamiento. Pero es muy distinto el caso de San Sebastián. La imprenta se introduce a lo sumo a mediados del siglo XVII, y, por otra   —213→   parte, los impresos coetáneos a la Descripción exacta de la provincia de Benezuela son en Vasconia sensiblemente idénticos.

Con harta frecuencia se había insistido asimismo que la impresión del Cisneros, en 1764, no podía aceptarse como hecha en España, por lo defectuoso de la redacción, especialmente por las faltas deslizadas en su texto. Probablemente la más escandalosa, o, por lo menos, la más estridente, sea la de escribir Benezuela, con B, en lugar de Venezuela. Pues bien, los impresos de este tiempo en el pueblo vasco -y de manera particular los que hemos visto en relación con la Compañía Guipuzcoana- escriben siempre, sin una sola excepción, Benezuela, con B, y no con V. Por ejemplo, en un impreso de Lorenzo Riesgo y Montero, de 1758, Suplemento de los fueros, privilegios, y ordenanzas... que referiré más adelante, se lee en el capítulo «De la fundación de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas», de la que era impresor oficial Riesgo y Montero: «... una Compañía que condugese de la Provincia de Benezuela el cacao...» y más adelante, al enaltecer la victoria que «... con tanta gloria del Nombre Guipuzcoano, logró el año de mil setecientos quarenta y tres, quando el Almirante Inglés Knovles imbadió con poderosa Esquadra, primero, el Puerto de la Guaira, después, el de Puerto Cabello, y los defendió Don Gabriel Joseph de Zuloaga, Conde de la Torre Alta, Mariscal de Campo, y Gobernador de la Provincia de Benezuela, hoy Theniente General...». Sería fácil aducir otros testimonios. Véanse, a guisa de ejemplo, estos dos impresos: a) Instrucción que la Junta de Interesados de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas da al señor Don Joseph de Yarza, Vezino de esta ciudad, para lo que en representación suya, ha de executar en la Provincia de Benezuela, con comunicación, consejo, y auxilio de los señores don Martín de Lardizaval, gobernador actual, y Don Gabriel de Zuloaga, que ha de subcederle, a quien la Junta escribirá en este assumpto (1737). Citado por Jules Humbert en Origines Vénézuéliennes, p. 101n, como documento existente en el Archivo General de Guipúzcoa (Tolosa), sección 2, negociado 22, legajo 72, 3 fajos; y b) Noticia de la Compañía formada en la provincia de Guipúzcoa, con real permiso de Su Majestad, para embiar dos navíos cada año con Registro a la Provincia de Benezuela, y conducir carga de cacao, y otros frutos de ella a estos Reynos, la qual se hace pública, a fin de que los naturales de este Reyno, que quisieren interesarse en esta Compañía, se hallen enterados de sus circunstancias. Fol. Port. v en blanco, pp. 338 y hoja final en blanco. Sin fecha, y probablemente de fines de 1728, año en que se dictó la real cédula que fundó esta Compañía. Existe en el Archivo de Indias. Noticia contenida en Biblioteca Americana de José Toribio Medina, número 7284.

Para un vasco la grafía B en lugar de V no es un error, sino profundo convencimiento de corrección. La V es inexistente y sólo debe escribirse B, que es la única ortografía válida. Allende-Salazar en su Biblioteca del Bascófilo plantea la cuestión ortográfica de la B y la V. Dice categóricamente: «Vemos, pues, que aun admitiendo que el sonido v existiera entre los bascongados, no se escribiría sino con b, pues la primera no se encuentra entre las 26 letras de que se compone el alfabeto, según los filólogos más distinguidos, que dicen que si hoy se usa en   —214→   las Provincias Bascongadas, se debe a las modernas comunicaciones de las mismas con pueblos de lenguas románicas», y es más, a principios de este siglo Zamacola añadía: «Jamás los bascos han confundido la pronunciación de la b con la v latina, que no existe en su abecedario». Llega el caso a mayor rotundidad. En un impreso de Madrid, de 1738, relacionado con la Compañía Guipuzcoana, se escribe siempre Venezuela con B, y no con V.

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Los Riesgo y Montero constituyen una dinastía de impresores: Bartolomé, su fundador, después su descendiente Lorenzo, quien asimismo logró para Francisco Javier, su hijo, el privilegio de ser impresor de la provincia de Guipúzcoa.

Bartolomé Riesgo y Montero de Espinosa, denominado también Bartolomé Riesgo Espinosa de los Monteros y Bartolomé Riesgo de los Monteros de Espinosa, y aun Bartolomé Riesgo de los Monteros era natural de Madrid, hijo de Simón, del principado de Asturias, y Juana, natural de Arguete, jurisdicción de Madrid, casado con Manuela de Esquerra, oriunda del Reino de Navarra, tuvieron once hijos, de los cuales murieron nueve en tierna edad. Sólo alcanzaron la madurez, Lorenzo, que continuó la empresa del padre en San Sebastián, donde se casó, y Josefa Justina de la Concepción, religiosa profesa de las Concepciones de Vergara, en Guipúzcoa.

Parece que antes de 1722, Bartolomé Riesgo y Montero de Espinosa, «de San Sebastián trasladó (a Vitoria) tipos, cajas, prensas y otros menesteres, con los cuales montó su establecimiento, objeto en los primeros días de la mayor curiosidad».

En 1735 aparece ya Bartolomé Riesgo y Montero como impresor de las Juntas de San Sebastián. Fue traído de Vitoria gracias a una Gestión expresa de la Provincia de Guipúzcoa encomendada a José de Loneola, quien da cuenta del encargo en las Juntas de Hernani de 1736, «manifestando que convino con aquél (Riesgo v Montero) en que viniera a esta ciudad (San Sebastián), ofreciéndole al efecto el salario de 50 ducados al año, más 50 escudos por una vez para gastos de viaje de su familia y conducción de muebles, a los que añadió la ciudad de San Sebastián 25 ducados de salario al año y otros 25 su Consulado y varios partidos muy convenientes de la Real Compañía d e Caracas». A estas gestiones hay que añadir un importante rasgo, sospechado por Juan Allende-Salazar, cuando dice que «probablemente atraído por la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, pasó desde Vitoria a San Sebastián, Bartolomé Riesgo y Montero».

Hay más: don José de Lopeola, el representante de la Provincia de Guipúzcoa que logra el establecimiento de Riesgo y Montero en San Sebastián, era tercer Director de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, desde su fundación. Este hecho vincula muy estrechamente a Riesgo y Montero con la Compañía Guipuzcoana.

En efecto, Bartolomé Riesgo y Montero aparece con el título oficial de «Impresor de dicha M. N. y M. L. Provincia, ciudad de San Sebastián, su Consulado y de la Real Compañía de Caracas».

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En 1745, Bartolomé Riesgo y Montero pone a la consideración de las juntas de Villafranca «que en razón de su avanzada edad y la fatiga que le producían las tareas ordinarias de su oficio, le era necesaria la ayuda de otra persona y teniendo a su hijo (Lorenzo o Lorenzo José) habilitado en aquellos menesteres, les suplica le honrasen con las ausencias, enfermedades y futura del empleo de impresor de la Provincia para que desde luego pudiera dedicarse a su servicio». Y la Junta acordó concederle la gracia que pedía.

En 1751, pone su pie de imprenta en el último impreso conocido: el Registro de las Juntas, de Tolosa.

En 1752, Lorenzo aparece en el Registro de las Juntas de Mondragón, que se publica con el siguiente pie: «Impreso en San Sebastián: Por Lorenzo Joseph Riesgo y Montero. Impresor de dicha M. N. y M. L. Provincia, ciudad de San Sebastián, su Consulado y de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas».

Y así continuó hasta 1802, con el cambio de 1785, al pasar a ser impresor de la Real Compañía de Filipinas, con la que se había fusionado la Compañía Guipuzcoana de Caracas.

En 1764 está fechada la obra de Cisneros, y de ser cierta nuestra tesis, debe atribuirse a Lorenzo Riesgo y Montero la obra de impresión. No cabe la menor duda, como se ve, de que ha existido estrechísima relación entre los Riesgo y Montero y la Compañía Guipuzcoana de Caracas.

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Las investigaciones de don Vicente de Amézaga y Aresti, dan un nuevo y sorprendente sesgo al asunto, pues se ha comprobado documentalmente que don Bartolomé Riesgo y Montero estuvo residenciado en Caracas, por lo menos entre los años de 1756 y 1770. En efecto, en 1756, figura como «abonador» de la señora Juana de Orea, quien había comprado una casa al doctor Blas de Orea (Registro Principal. Caracas. Escribanías, 1756, T. 1, f. 208); en 1761, otorga «poder cumplido» a don Isidro Caballero (ídem, ídem, 1761, T. 2, f. 34); en 1762 otorga otro poder a don Baltasar Solano y don Carlos (ídem, ídem, 1762, T. 5, f. 117); en 1764, compra un esclavo a Francisco García Gallardo (ídem, ídem, 1764, T. 8, f. 135); en 1766 como «natural de los Reinos de España» vende ese esclavo (ídem, ídem, T. 7, f. 222). El 15 de marzo de 1768, como «residente en Caracas y vecino de la de San Sebastián, capital de la Provincia de Guipúzcoa», da poder cumplido al señor Alcalde ordinario de primera elección y, en su defecto, al de segunda, para que, en atención a que ha fallecido en San Sebastián intestada su mujer, doña Manuela Esquerra, puedan pedir inventarios, avalúos, etc. Solicita también que se deposite formalmente todo lo así detallado en don Lorenzo José de Riesgo, su legítimo hijo, nombrando para ello peritos, etc., etc., «para que el ejercicio de la imprenta no pare de tener su curso, ni por ello se perjudique el ejercicio y uso de la venta de la tienda de librería, cuyo depósito y ejercicio de todo ha de quedar precisamente en el expresado don Lorenzo, mi hijo, llevando   —216→   cuenta y razón de todo ello, ínterin doy las providencias... arreglándose para ello a las órdenes que les consignare por mis cartas misivas...» (Registro Principal. Caracas. Escribanías, 1768, T. 3, f. 24).

Pocos días después, el 24 de marzo, aparece firmando el avalúo de los libros dejados por don José de Iturriaga, según nombramiento hecho al efecto por don Antonio de Egaña y don Francisco Guasch, albaceas del difunto. (Registro Principal. Caracas, Testamentarias, 1768, Tomo H.I.M.). Este avalúo lo hace en su condición, que consta expresamente, de, «impresor de libros», lo que induciría a creer que pudiese haber establecido en Venezuela un taller de imprenta, pero a pesar de la fuerza y simpatía con que podría acogerse esta conclusión, creo que el texto del testamento que redacta el 30 de marzo de 1770, es suficientemente explícito para convencernos de lo contrario, pues hace constar que los bienes que tiene consisten en dos oficios de imprenta: el uno en Álava y el otro en San Sebastián, más una casa en dicha ciudad y otra con sus tierras en la villa de Arguete. Enumera otros bienes consistentes en algunas joyas y objetos de oro y plata y 400 pesos «de que estoy sacando para mi manutención». Añade, además, que tiene embarcados, en el navío de don Miguel Casañas, 30 fanegas de cacao, cuyo producto declara ser suyo.

Declara que ha tenido «varias intervenciones y negocios» tanto en tribunales, como fuera de ellos, todo lo cual consta en sus libros de apuntes y otros papeles que tiene en sus papeleras, así como sus créditos y deudas.

Nombra por sus albaceas en primer lugar al Br. don Marcos Reyes; en segundo, al doctor don Jacobo Montero. Clérigo Presbítero, y en tercero, al Licenciado don Carlos Montero, abogado de la Real Audiencia.

Nombra único y universal heredero del remanente de sus bienes a su hijo Lorenzo. (Registro Principal. Caracas, Escribanías, 1770. T. 2, f. 36).

No es de creer que hubiese instalado imprenta en Venezuela, pues si en 1745 había solicitado que por avanzada edad y por la fatiga de las tareas de su oficio, necesitaba ayuda de su hijo Lorenzo, no es lógico que veinte años más tarde tuviese voluntad y audacia para trasladar su taller a tierras americanas. Por otra parte, sus actividades en Caracas están referidas minuciosamente en los documentos transcritos y no hubiese olvidado el recuerdo a su profesión de haberla ejercido en suelo venezolano. «Impresor de libros» es, pues, su identificación personal, no una referencia a tarea s en América.

Estimo, más bien, que la presencia de Bartolomé Riesgo y Montero, en Caracas, refuerza considerablemente la tesis de la impresión del Cisneros en el taller de su hijo Lorenzo, en San Sebastián.

***

No cabe pensar que la Real Compañía hubiese trasladado una imprenta a Nueva Valencia de Carabobo para sus trabajos y publicaciones, y con ello se explicara la edición del Cisneros en Venezuela. Tal supuesto chocaría, naturalmente, en primer lugar con que en 1765 existía en San Sebastián un impresor que se anunciaba oficialmente como «impresor de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas». Pero aun admitiendo   —217→   tal absurdo, subiría de bulto la contradicción al vernos obligados a aceptar que para ponerle forros y protecciones a unas pastas hechas en Venezuela, se transportaran recortes de impresos antiguos, de los que se amontonan en el fondo de una imprenta con los sobrantes, y, además, recortes en suficiente buen estado a fin de que sirvieran para tales usos, ya que sería de todo punto imposible admitir que los dos volúmenes en folio del Diccionario de Larramendi, el catecismo en vascuence, y los impresos administrativos locales de Guipúzcoa que sirven de refuerzo a la encuadernación, hubiesen sido sobrantes de pliegos impresos en Venezuela. O tener como bueno que los pliegos impresos en Venezuela se mandaran encuadernar al País Vasco.

Huelgan hasta cierto punto todos estos argumentos ad absurdum, pues basta, por otra parte, comparar los tipos de imprenta -letras y cifras, capitaletas y adornos- para identificar el Cisneros con las publicaciones salidas del taller de los Riesgo y Montero de San Sebastián.

Tengo la seguridad de que será fácil encontrar impresos formularios de carácter administrativo pertenecientes a la Compañía Guipuzcoana en el Archivo Nacional de Caracas, y, realizado el cotejo con el libro de Cisneros, habrá de reforzarse muy considerablemente mi argumentación.

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Resumo mi dictamen y mi conjetura.

Conjeturo que don José Luis de Cisneros escribe después de los primeros meses de 1764 su asendereado libro Descripción exacta de la Provincia de Benezuela y creo lo dedica con gran elogio y respeto a don José Solano y Bote, Gobernador y Capitán General de Venezuela.

El dictamen bibliográfico es que la obra de Cisneros se publica en San Sebastián, en la imprenta oficial de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas, en el taller de Lorenzo, o Lorenzo José, Riesgo y Montero. Del lugar de impresión no me cabe la menor duda.

Es muy alentador para mi tesis que en el País Vasco se hayan encontrado dos ejemplares más de la primera edición del Cisneros, cuya rareza no es necesario ponderar. Durante los años que lleva apasionando este pleito bibliográfico (desde Arístides Rojas y Leclerc, hace ya sus buenos noventa años) no se han contado más allá de tres o cuatro ejemplares. Ha bastado una comunicación epistolar con don Fausto Arocena -¡claro que investigador ejemplar!- para que se localizaran dos ejemplares en la misma San Sebastián. El hecho es rotundamente elocuente, a mi juicio.

De la interpretación hipotética de la dedicatoria tengo un convencimiento menos firme, pero suficiente para escribir este estudio. Hago votos para que se aclare definitivamente la relación humana que hay escondida en las palabras de ofrenda del libro de Cisneros, regalo hecho a base de la amistad y la gratitud, que son las prendas personales más dignas de un ser viviente; y, por añadidura, repleto del amor a su país que impulsa noblemente a don José Luis de Cisneros.

A cada cual lo suyo; y si es Solano quien merece el elogio que le prodiga Cisneros, es justo que lo recordemos en estos nuestros tiempos,   —218→   cuando proporciona tanto consuelo contemplar actos de hidalguía entre los hombres.

1967.