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Este artículo está basado en un segmento del segundo capítulo de mi libro Gender and Nation in the Spanish Modernist Novel.

 

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Otra escritora que debe ser estudiada a la luz de la influencia de Gabriel Miró es Carmen Laforet que escribió su primer ensayo de crítica literaria durante sus estudios de bachillerato sobre Miró y siguió admirando la obra del escritor alicantino a lo largo de su vida. En la narrativa de Laforet se encuentra un énfasis en las sensaciones físicas (el olor, la vista, el sonido), igual que en Miró.

 

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Ver Barbero y Martínez Marín para un análisis más completo de los retratos novelísticos mironianos de la mujer.

 

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Distingo entre el modernismo latinoamericano iniciado por Rubén Darío y el high modernism europeo de novelistas como Marcel Proust, James Joyce, Virginia Woolf y Tomás Mann que no se limita al estilo lingüístico del autor e incluye una gama más amplia de técnicas y temas que desafían al realismo decimonónico. En este ensayo, cuando escribo «modernismo» siempre me refiero al modernism europeo.

 

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Obviamente, no es un tema nuevo en la literatura española. Dos de los ejemplos más famosos de novelas sobre el contraste entre la España tradicional y la modernidad europea son de finales del siglo diecinueve-Pepita Jiménez de Juan Valera y Doña Perfecta de Benito Pérez Galdós. Como las novelas de Miró y Espina, las dos novelas decimonónicas retratan hombres jóvenes que van de la ciudad a las provincias para encontrar otro estilo de vida; en aquélla logra la felicidad en el campo, y en ésta acaba muriéndose a manos de los locales. Estas dos novelas se encuentran en la misma relación entre sí que estoy proponiendo para Las cerezas del cementerio y La esfinge maragata. La primera sirve de modelo tanto para imitar como para modificar. Galdós transformó en tragedia la historia de Valera en que un joven de la ciudad encuentra el amor, el matrimonio y la felicidad en el campo. Los desenlaces son inversos en las novelas de Miró y Espina, ya que Las cerezas acaba en tragedia y La esfinge en fin feliz. Otra importante diferencia entre las dos novelas del siglo diecinueve y las de principios del siglo XX que se estudian aquí es el uso de un lenguaje poético, no realista, para evocar la región y elaborar las historias de los protagonistas.

 

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Rogelio es de hecho un poeta que gana la vida por su imaginación y lo que escribe. Aunque Felix es estudiante de ingeniería, su imaginación y su lenguaje le asocian más bien con el temperamento artístico. Mi ánalisis de Las cerezas del cementerio (sobre todo del protagonista Félix) debe mucho a la excelente introducción de Miguel Ángel Lozano a su edición de la novela (ver especialmente pp. 59-77).

 

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Es útil notar que, según Ian Macdonald (1984), Miró empezó Las cerezas del cementerio en primera persona, pero por alguna razón cambió la voz narrativa a tercera persona aunque al efectuar el cambio mantuvo largos pasajes que filtran la narrativa por la conciencia de Félix.

 

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En este pasaje se oyen ecos del concepto de la intrahistoria o la tradición eterna que se asocian con Miguel de Unamuno y Azorín y que yo he encontrado también en alguna obra de Miró (ver mi Fuego cruzado, pp. 162-70).

 

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James H. Hoddie y Francisco Márquez Villanueva dan más detalles sobre algunos de los intertextos literarios que Miró emplea en Las cerezas del cementerio, pero no las relacionan con la tendencia mironiana de proyectar una imagen de la mujer por la conciencia masculina y el canon literario.

 

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Ver mi Gender and Nation in the Spanish Modernist Novel (sobre todo el primer capítulo titulado «Women and the Soul of Spain»).