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La fiesta del gremio

                                                     
   -Bueno, tú, �qué?, �te metemos
en la lista u no? Contesta,
porque hay que saber hoy mismo
los que van pa hacer la cuenta.
-Pues hombre...
                          -Las cosas claras. 5
�Tú escotas pa la merienda?
�Sí u no!
               -Te diré; yo...
                                      -Mira,
no prencipiemos con medias
palabras, porque resulta
que parece que coperas 10
como los demás, y luego
no hay quien te saque las perras
ni con un buzo.
                         -�No tanto!
-Ya sabes que tengo pruebas.
-�Y cuando es eso?
                               -Mañana. 15
-�Adónde vais?
                          -A la Puerta
de Hierro.
                  -�Lleváis mujeres?
-Ca uno va con su pareja,
y además, llevamos otras
tres o cuatro de reserva 20
por si se ocurre que alguna
se inutiliza en la brega
y hay descabale de grupos
al bailar.
               -No es mala idea.
-Gracias.
                -�Es tuya?
                                  -Me choca 25
que lo preguntes.
                            -Dispensa.
-Ya estás dispensao.
                                  -�Y cuántos
os juntáis?
                    -Hasta la fecha,
veintiséis de los dos sesos,
y además tú, si te agregas. 30
-�Pues ya hace falta forraje!
-�Lo que sobrará es merienda!
�No ves tú que toos llevamos
nuestra cosa? Que yo sepa,
Ramón el Melimis pone 35
kilo y medio de chuletas
en adobo; la Menandra
dos quesos y una botella
de peztona; el señor Prásedes
un cabrito como pueda 40
que no haiga otro en la Península;
las dos chicas almejeras
de Antón Martín, cuatro mazos
de puros y las almejas
que las queden esta noche 45
del sobrante de la venta;
Pepe el Chalao, dos conejos;
su mujer y la Silvestra.
un paquete así de grande
de bollos, hechos por ellas, 50
y Andrés, too el pan que se coma
y too el vino que se beba,
y yo, pa probar que siempre
quedo en el lugar que quedan
los hombres, llevo el laúz, 55
seis lechugas de la tierra
y un sacacorchos de níquel,
y un libro con más de treinta
cuentos, ca uno con su lámina
referente a la materia, 60
que así de que merendemos
y prencipie la franqueza
y haiga libentaz de cultos
y los coja yo y los lea...,
te permito que me mojes 65
el glóbulo de la oreja
si no acaba revolcándose
de risa la concurrencia
por entre el musgo.
                                -Tú siempre
cavilando cosas nuevas 70
y de poco gasto.
                           -Bueno,
�pero te gusta la idea?
                                    -Bueno,
-�No me ha de gustar!
                                    -�Entonces!
-Ahora, que eso de que tengan
que dir toos los comensales 75
cargaos lo mismo que bestias
habiendo allí comestibles
más baratos, con franqueza,
me paece cosas de chicos
del comercio.
                       -Como quieras. 80
-�Pues natural!
                         -Hombre, mira:
lo hacemos de esta manera
pa no tener que pagar
más que las cosas pequeñas
allí, como son el piano 85
y el ónibus de ida y vuelta
y la cocina. Es decirse,
que aparte de lo que lleva
motur propio ca individuo
pa presumir en la juerga, 90
lo demás va a resultarnos
cuasi por una friolera.
�Comprendes? �Por eso mismo
tengo empeño de que vengas!
-�Tú cuánto carculas?
                                    -Hombre, 95
no es fácil echar la cuenta
de pronto, pero por mucho
que pongas de cosas de esas,
carculo que tocaremos
a diez reales por cabeza, 100
que son veinte; los diez tuyos
y los diez de tu pareja,
porque �claro que no vas
a dejar que paguen ellas!
-�Muy mal hecho!
                               -�Son señoras! 105
-�Es que estáis prostituyéndolas
en sus hábitos con tantas
finuras y triquiñuelas,
y siguiendo así te azvierto
que dentro de na, no encuentras 110
una mujer que te pague
ni una guardilla trastera;
-�No agüeres así!
                            -Pero hombre,
si es lógico que suceda;
porque, si vas y le quitas 115
a la mujer su primera
cualidaz, que es el apoyo
pecunario que nos presta,
�quieres hacerme el osequio
de decirme qué la queda? 120
-��La carnosidaz!!
                              -Abundo
contigo.
               -�Claro!
                             -Pero esta
es una esceción, efezto
del carázter de la juerga;
porque tú ya habrás sabido 125
su alcance.
                    -No sé ni media
palabra.
              -Pues tie dos fines,
que son: el darle una prueba
de gratituz y de afezto
a Pepe, el de la Secreta, 130
por su mutismo, y de paso,
el solenizar la vuelta
de Fermín el Zarrapastra,
que ha estao en la politéznica
del Peñón.
                   -�Fermín?
                                    -Sí.
                                           -�Toma, 135
yo pensé que estaba fuera
de Madriz de volandero,
trabajando por su cuenta!
-Pues se ha mamao quince meses
de arroz.
                -�Alguna faena 140
con mal arate!
                        -�El Jurao,
que no hace más que meterla!
porque el caso de Fermín
ya no tie nombre: le pega
dos puñalás a la Ulalia 145
va a hacer tres años, porque ella
recordarás que no quiso
dejar que Fermín la diera
coba pa que se enredase
con él otra vez. (Rarezas 150
de mujer, pero que deben
respetarse.) Bien; pues llega
la vista y van y le fallan,
de acuerdo con la defensa,
y le ponen en la calle 155
y �a vivir!: pero se entera
la Ulalia del veredizto,
y como eso es una perra
desenfrená y tie la sangre
tan pocha como la lengua, 160
coge y �qué dirás tú que hizo
pa que él no se sonriera?
��Levantarle una caluznia!!
-Eso ya es costumbre en ella,
�pero muy antigua!
                                 -�Toma! 165
�Las que habrá levantao esa!
-�Digo!
            -Na, pues de resultas
le cogen y le enchiqueran
y sigue la causa alante
y �el Jurao!, me lo condena 170
por robar zinc del tejao
del menisterio de Hacienda.
�Y es mentira!, porque aquello
lo hicimos yo y el Paperas,
como costa en las matrices 175
del Registro.
                     -�Pa que veas!
Por supuesto que al volver
del Peñón habrá sido ella
si se han topao.
                           -Lo corriente:
se vieron, hubo sus quejas, 180
se llamaron cuatro cosas
de mal gusto pero ciertas,
y �la anexión!
                      -Vamos, hombre,
menos mal.
                    -�No tien vergüenza!
....................................................
�Conque te animas?
                                 -No puedo. 185
-�Di que no quieres!
                                 -�Por estas!
-�Qué ties que hacer?
                                   -Compromisos
de la vida.
                  -�Pues los dejas!
-Hombre, mira: es que mañana
me se juntan dos docenas 190
de Pepes, algunos de ellos
tan amigos de etiquetas,
que si no voy a tomar
una copa se molestan,
como son Pepe el Botanas, 195
Pepón el de las Chorreras,
Josefa la Sacorina,
Pepillo el Carnestolendas;
y el director del escalo
de la calle de Carretas, 200
�que al fin, es una figura!
-Bueno, tú haces lo que quieras,
pero ya no coloboras
conmigo.
                 -Pues pa que veas
que no es por falta de gusto, 205
dao el móvil de la fiesta
y no habiendo que escotar
na más que a dos con cincuenta,
les pues decir a los otros
que cuenten con mi asistencia 210
también.
               -�Ole!
                          -�Quie decirse
que les mandaré tarjeta!
�De ande salís?
                          -Del Portillo.
-�A qué hora?
                       -A las diez y media.
-�Iré!
             -�Palabra?
                               -�Palabra! 215
-�Choca! �Y a ver lo que llevas,
porque ya has visto que toos
hemos apretao de veras!
-�No tengas miedo! Ya sabes
que cuando voy a una juerga, 220
si no consigo quedar
encima, le ando muy cerca.

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Un amigo

                                                     
   -�Quién la armó?
                                     -Yo. Por supuesto,
ya saben a quién se arriman,
porque hombre más calzonazos
no nace.
              -Las simpatías
que ties, y que a toos les costa 5
que estás en primera fila
pa organizar diversiones
baratas, pero castizas.
-Algo será, porque chico,
no está bien que yo lo diga, 10
pero la cosa es que no hay
una zaragata, hoy día,
donde Nestorio Barreda
no dance de coronilla.
-�Y es natural!
                         -Pero a veces 15
abusan de uno y le quitan
hasta el humor. La otra noche,
creo que fue la antevíspera
de San Isidro, acabábamos
de acostarnos la familia, 20
después de jugar un tute,
y estábamos yo y la Rita
hablando de nuestras cosas
hasta ver si nos venía
el sueño, porque entre cónyugües 25
siempre hay alguna pamplina
de que hablar, cuando de pronto
llaman a la campanilla
y oigo la voz del hermano
del Colindres, que decía 30
desde fuera: -�Tú, Nestorio,
si estás echao, espabila!
-�Qué se ofrece?
                           -Que te vengas.
-No puedo.
                   -�Vamos, arriba!
-�Hombre, déjenos usté 35
descansar!, dijo la Rita
con razón porque, en efezto,
la pobre estaba rendida
de andar por ahí con los peines
acuestas too el santo día; 40
pero él, que es más ventilao
que lo alto de las Vistillas
y que lleva telarañas
en la educación, le arrima
dos meneos a la puerta 45
con los cascos, y replica:
�Abrir ya, que hace aquí fuera
un frío que Dios tirita!
Conque yo, en vez de mandarle
donde fue el padre Padilla, 50
como hubiese hecho cualquiera
sin andarse con políticas,
contesté: -�Mete la mano
por el ventanillo y tira
del picaporte, que yo 55
no pesco una pulmonía
ni por el Nuncio!
                            -�Pa bromas
estaba la nochecita!
-Y sobre too, que el que quiera
peces..., ya sabes la mía. 60
Resumen: que iba a sacar
yo la mano por encima
del embozo, con ojecto
de encender la lamparilla,
contra el gusto de mi esposa, 65
la pobre, que no quería
que la sacase, por causa
del pasmo que tengo encima
desde Otubre, cuando en esto
va de pronto y se ilumina 70
la alcoba y me veo al socio
que entra con una cerilla
y sin avisar, a pique
de que hubiese estao la Rita
destapá, porque te azvierto 75
que como ella no se fija
tie costumbre de dormirse
tal y conforme la pilla.
-�Mia que es fresco!
                                  -�Que si es fresco?
Bueno; pues entodavía 80
entró diciendo: -�Se paecen
ustedes a las gallinas,
camará! �Vaya unas horas
de acostarse! Y en seguida,
como es así, tan gracioso, 85
prencipió a hacerme cosquillas
en las plantas y a gastarle
chirigotas a la Rita
sobre su estao, y a meterse
con hechos de nuestra vida 90
privá, y a tomarse ciertas
libertades permitidas
en despoblao, �pero nunca
donde uno está de visita!...
En fin, chico, na; que tuve 95
que cantarle la cartilla,
porque si no se la canto,
�tú suponte!
                    -�Pero a qué iba?
-Pues cuando yo me esperaba,
como es natural, que iría 100
a contarme, supongamos,
alguna buena noticia
pa el país, u pa el que vive
de un jornal, como sería
la separación del clero 105
y el Estao u la caída
de San Luis, va y me se viene
con la siguiente pamplina:
Pasao mañana se casa
totalmente la sobrina 110
del Almortas con el último
que la ha tratao, que es Elías
el Chaufer...
                    -No, tú, Nestorio;
perdóname y retifica,
porque ha sido mi persona 115
la que ha alternao con la chica
últimamente.
                      -Dispensa;
pero es que a los pocos días
de romper tú, la muchacha
volvió con él.
                      -Volvería; 120
pero es que los dos hablemos
otra vez hasta la víspera
de la boda, y no seguimos
por delicadeza mía.
�Digo, y ahí está su padre! 125
-Bueno, es igual. A lo que iba.
El hecho es que yo le dije:
Te agradezco la noticia,
pero como no me importa
ni tanto así, me podías 130
haber ahorrao la molestia.
-No es eso, Nestorio; mira
(me añidió): por uno de esos
sascarmos que hay en la vida,
resulta que es el padrino 135
Melquiades el estuquista,
que ya sabes lo que tuvo
con la madre de la chica
cuando soltera, y Melquiades,
que no entiende ni una sílaba 140
de estos asuntos, me ha dicho
que la parte recreativa
de la boda tie deseo
de que yo se la dirija;
pero como yo conozco 145
que tú estás muy por encima
de too el mundo pa estas cosas,
porque ties iniciativas
y costumbre, vengo a verte
con el fin de que me digas 150
lo que hago pa que resulte
la fiesta con alegría
y novedaz. No se trata
de la parte alimenticia,
porque como tú comprendes 155
ya sé que en una comida
de boda no pue faltar
el cabrito, la tortilla
y la ensalá de escabeche
y su miaja de bebida, 160
como es de cajón. Aquí
se trata de que ese día
quiero que haiga en el pograma
una cosa llamativa
de verdaz, y que se piensen, 165
naturalmente, que es mía
la idea, porque si no
no tie gracia. -Bueno, mira,
le dije yo, más que na
por quitármelo de encima, 170
tú quies quedar como un hombre
de gusto y con inventiva,
�no es eso?
                   -Na más.
                                   -Pues, chico,
la cuestión es muy sencilla,
mirándolo bien. Yo armaba, 175
pa detrás de la comida,
el cake-wal, que ya sabes
que es una cosa bonita
y que alegra los ojeztos
y que está muy poco vista. 180
-Claro, y le gustó.
                              -No sé;
porque el hombre va y me mira,
luego le da como un vuelco,
sale después de estampía,
llevándose unas enaguas 185
de mi mujer a escondidas,
(too esto sin decir �por ahí
te pudras�). Se verifica
la boda, bailan el cake,
gusta un porción, se alucinan 190
las señoras de resultas,
porque es un baile que encita;
el amigo se aprovecha,
se lo agradecen encima,
come, bebe, baila, triunfa, 195
mientras yo estoy hecho un lila,
y �tú has venido a decirme:
���muchas gracias!�? �En seguida!
�Tú has visto por un casual
las enaguas de la Rita? 200
�Pues yo tampoco!
                               -Qué quieres;
me paece una porquería.
-�Por eso te estoy diciendo!
-Resulta que te descrismas
pensando cosas difíciles, 205
�y ya ves!
                 -�Y ese quería
que le diese yo mi voto
pa Correcher!... �La morcilla!

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Una consulta

                                                     
-�Por qué no quieres contarlo?
-Porque no vais a creerlo
de chocante que es.
                                -No importa.
Vamos que lo cuente.
                                    -Bueno,
si pagáis unos culitos 5
de mollate, sos lo cuento.
-Yo los pago. �Tú, Piruli,
tráete cinco!
                     -Pues empiezo:
Veráis; bajaba yo el jueves
a echarle un ojo a los cerdos, 10
por la Ronda, cavilando
respetive a lo que semos
los españoles, hoy día,
cuando de repente veo
de venir echando el bofe 15
y sudando por ca pelo
más que un sifón, a mi nieta,
camino alante. �Qué es eso?
la pregunto, y ella entonces
después de tomar resuello 20
y de quitarse los pábilos
de las velas, saca un pliego
y me lo alarga y me dice
mirando atrás con recelo:
Un cevil ha estao en casa 25
buscándole a usté con esto!
-�Adiós, Madriz!
                            -Conque lo abro
con mi miaja de canguelo,
porque pa mí los ceviles
son bichos de mal agüero, 30
y �a que no acertáis nenguno
qué era lo que había dentro?
-Algún exhorto.
                          -�Nequáquam!
-�Un sudónimo!
                           -�Na de eso!
Una carta con membrete 35
y cantos doraos a fuego
que decía: -Mi querido
Gandumbas: Con el ojezto
de consultarte un asunto
muy delicao y muy serio 40
te suplico que te pases
por aquí. Tuyo, Toñuelo
Maura. Posdata. No alteres
si no quieres, el conceto
que tenías cuando joven 45
de lo tocante al aseo
personal, porque entre amigos
no hacen falta cumplimientos.
-�Roña! �Pero tú te tratas
con Maura?
                     -�Pues ya lo creo 50
que sí! Como que hemos sido
más liberales que Riego
los dos y hemos trabajao
por la redención del pueblo,
vulgo libertaz.
                         -�Vosotros? 55
-�Con la cara y con el pelo!
-�Ya hará días!
                         -Más de un año.
�Dejar que continúe!
                                  -Bueno;
pues no ostante la posdata
mandé a mi nieta por medio 60
kilo de jabón de Mora
a fin de llevar el cuerpo
si no descombrao del too
con comodidaz al menos;
me puse la ropa buena, 65
cogí dos reales en perros
y el vergajo, y a los veinte
minutos, diez más u menos,
ya estaba frente a la casa
donde él habita; penetro, 70
subo, llamo, noto que hurgan
el ventanillo, me arreglo
con saliva las persianas,
porque tenía los pelos
alborotaos, y de pronto 75
van y dicen desde dentro:
�Dios le socorra!
                            -�Pijota!
�Te tomaron por un méndigo?
-�De solenidaz! Yo estuve
pa atizar con los extremos 80
en la puerta y armar una
de barba de grillo huérfano,
pero me hice el loco a fin
de disimular...
                        -Bien hecho.
-Y exclamé con cierta sorna 85
y con mi miaja de imperio:
�Dígale usté al señorito
que está aquí don Indalecio
Montánchez, el Gandumbitas!
-Y abrirían.
                     -�Que si abrieron? 90
�Las dos hojas pa que entrara
bien holgao!
                     -Ni más ni menos
que los yanquis en Santiago...
-�Y en Puerto Rico! Por cierto
que el hombre salió a buscarme 95
muy fino al recibimiento
y delante de too el mundo
me dijo: -�Pasa, moreno!
-�Qué leción pa los sirvientes!...
-�Como suya! Conque entremos 100
en su despacho, lo cual
que al entrar me dio un arceso
de bilis, y él, que es muy llano,
viéndome mirar al suelo
too avergonzao, fue y me dijo: 105
�Como andes con cumplimientos
aquí, te pongo la geta
más larga que el presupuesto
de Clases pasivas! Con que
me sobrecogí...
                          -�Lo creo! 110
-Y ahora empieza lo curioso.
-Venga.
               -Veráis: nos sentemos;
él en un montón de libros
que eran, según supe luego,
la Costitución y...
                              �Al grano! 115
-�Callar!
               -�Que siga!
                                  -�Molesto?
-�No, no!
                 -Pues sacó dos brevas
de a cuarta con ombliguero
plateao, las encendimos,
escupimos, nos rasquemos 120
y prencipió la siguiente
conversación: �-Indalecio:
tú eres uno de los pocos
españoles con talento
natural y con riñones 125
pa presidir un Gobierno
de altura, si no con arte,
tan bien como yo lo menos.
-�Qué cosas ties!
                            �Que me amputen
a Vadillo si te miento! 130
-Pues gracias.
                        -No se merecen.
-Lo que quieras.
                           -A mi ojezto;
como eres un estadista
consumao y ties criterio
y me llevas la ventaja 135
de que conoces al pueblo,
te he pedido que vinieras,
no pa que me des consejos
prudentes, porque la cosa
ya ves que no tie remedio, 140
pero sí pa que me digas
como amigo verdadero
si te gusta mi manera
de gobernar.
                     -�No te entiendo!
-Vamos a ver: �tú qué opinas 145
del Concordato?
                            -Toñuelo:
no es porque tú estés delante,
pero desde el Monasterio
del Escorial hasta el día,
pue que no haiga menumento 150
que se acerque al Concordato
ni a cien leguas.
                           -�Dices eso
de corazón?
                   -Con la mano
puesta aquí.
                    -Te lo agradezco,
Gandumbas.
                      -He de advertirte, 155
no ostante, que si con esos
menistros tan superiores
que ties, haces un buñuelo,
merecías que te hubiesen
llamao inútil, lo menos, 160
�porque así se las ponían
al rey don Fernando sétimo!
-�De manera que te gusta?
-�Más que el repollo!
                                  -�Qué peso
tan grande me estás quitando 165
de encima!
                 -�Por qué?
                                   -Por eso.
Porque sé que se murmura
de mis aztos.
                      -�Cuatro méndigos!
-Más de seis mil.
                            -Pero �concho!,
y dispénsame si suelto 170
algún ajo, porque hay cosas
que encienden. Sin ir más lejos
�no has hecho de Sánchez Guerra
un personaje de mérito
que baja Dios y no lo hace 175
con too su poder? �No has puesto
a la vuelta de ca esquina
una iglesia o un convento
pa que triunfe el Vaticano
y pa que se eduque el pueblo? 180
-�Me parece!
                      -�No, has tenido
chirumen, vista y salero
pa cargarte a Villaverde,
por más que tie tan bien puestos
los calzones y que se ha 185
cargao a too el Universo?
-Ya lo ves.
                  -�Pues qué quien que hagas
entonces los muy gangueros?
�Que sube el trigo ca vez
que tú subes al gobierno? 190
�Y qué?, �no paece si no
que tú comercias con eso!
-A mí con qué el Concordato
te haiga gustao...
                            -Por supuesto,
y a too Dios. Antiguamente, 195
cuando era salvaje el pueblo,
es muy posible que hubieran
arrastrao al Menisterio
(porque no reflexionaban),
pero hoy día que tenemos 200
estetas y destroyeres
y vedículos elétricos,
y más coltura que el gallo
y más práztica que el Verbo,
�has obrao non pus!
                                 -�Mecachis 205
qué bien hablas, Indalecio!
-�No te burles!
                         -�Ya quisieran
hablar así mis cuneros!
�Sabes inglés?
                        -Poca cosa:
Velay y dominus tecum. 210
�Por qué?
                 -Porque cuando vaque
la Embajá de Londres, cuento
contigo.
               -Mira, (le dije);
no lo tomo a pitorreo
porque el que ha metido al Conde 215
de San Luis en el Gobierno,
y paece que le ha pegao
con cola de carpintero,
lo pue hacer too.
                           �Pues pa ti
la Embajá!
                   -�Te lo agradezco!� 220
.................................................
Al llegar aquí me largan
un puñetazo en el pecho
y me dicen: -�Hasta cuándo
vas a estar echao, so cerdo?
-�Pero qué gruñes?
                               -Pues nada; 225
que ayer cargué de lo negro
pa celebrar un remate
de guarros, me entró el mareo
natural, me prencipiaron
a dar vueltas los ojeztos 230
y a dormírseme los pieses,
me se apuntó el hormiguero
de la garganta, que indica
que te has pasao del completo,
le di salida al sobrante, 235
tumbé la raspa en el suelo
y allí me soñé la historia
que sos he contao.
                              -�Qué fresco!
-�Vaya un desahogao!
                                      -�De modo
que te has metido en el cuerpo 240
entre vino y aguardiente
valor de setenta céntimos
y encima vas y te vienes
tomándonos el cabello?
�Ya estás evacuando!
                                  -�Piscis! 245
-�Vamos, arza!
                        -Nombraremos
una comisión...
                          -�Evacúas
o pagas o te caliento!
-Evacuaré, pero coste
que me atropellas, y luego 250
no me eches a mí la culpa
si hay un conflito uropeo.


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Intimidades del teatro

     Realmente, aquello no podía continuar. Era tan grande la tirantez de nervios y tan violenta la situación, que una palabra de doble sentido, un gesto, la cosa más leve, hubiera provocado un conflicto. Me explicaré.

     Allá por el año 90 monopolizaba los carteles de los teatros pequeños de Madrid un excelente amigo mío autor saladísimo y fecundo, a quien envidiábamos los principiantes de aquella generación el ingenio rico y lozano y la fuerza cómica de su pluma, superada por muy pocos desde entonces acá.

     Era X, y aún lo es (a pesar de sus cincuenta corridos), mujeriego incorregible, de boca tan dura y de estómago tan fuerte en este punto, que para él los mismos encantos tenía la Caramán Chimay que la Tonta de la pandereta, y de igual modo le despertaba los sentidos el chipre de la gran señora que el pachulí de la atropellaplatos. No le importaba más que el sexo. �Veía una falda de seda o un refajo de muletón? �Pues era lo mismo! Dentro de aquel refajo o de aquella falda había una mujer, y donde hubiera una mujer se acababan para mi amigo las contemplaciones.

     -�Otra cosa sería perder el tiempo! -decía él.

     Asombrábase la gente, con mucha razón, de que tuviera verdadero poder sugestivo sobre las hembras un hombre pequeñuco, verdinegro y descuidadote; porque, eso sí; aun en el apogeo de su popularidad y en sus tiempos de mayor recaudación no era extraño verle pisar con el contrafuerte o lucir en el pecho algún lamparón que había de cubrir más tarde una María Cristina, ganada gloriosamente en el campo de batalla. Pero el hecho es exacto, y quien tratara de competir con X en lides amorosas �iba servido!, porque las mujeres se despepitaban materialmente por aquel renacuajo.

     �Era la expresión de sus ojos truhanescos y vivos, lo que las rendía? �Averígüelo Vargas! �Las fascinaba el donaire de su conversación, siempre graciosa y amena? �Qué sé yo! �Obraban las pobrecitas impulsadas por alguna fuerza sobrenatural? �Vaya usted a saber! Una de las criaturas que se disputaban el amor de X en aquel momento histórico, la más vehemente de todas, era la Fulana; artista de escaso mérito, pero de espléndida hermosura. Por ella andaba loco rematado mi amigo, y su locura se comprendía, porque aquellos ojazos negros y ardientes y aquella boca fresca y lasciva eran capaces de hacer sudar a un glauco en la Mandchuria. Yo, que siempre fui hombre de pasiones moderadas y respetuoso con la propiedad ajena, hubiera traicionado a mi amigo sin remordimiento alguno.

     Se explica, pues, que la Fulana tuviera los pretendientes a puñados y que X, convencido de la fragilidad de las cosas humanas, no la dejara sola en su camerino más que aquellos momentos en que el limitado pudor de la prójima lo exigía.

     No podía evitar, sin embargo, que este pollo insípido o aquel viejo lúbrico, se la comieran con los gemelos cuando lucía sus morbideces en las tablas, ni que la florista del teatro, perra vieja en ardides galantes, la dejara caer en el oído, al revuelo de un capote, el recadito misterioso o la proposición tentadora; fundamentos más que suficientes para que mi amigo anduviera receloso y escamón.

     Entre los que con más insistencia habían puesto los puntos a la muchacha estaba un Don Lamberto (por este nombre se le conocía), hombre despierto, gran disector del corazón femenino, y aunque algo ajamonado, más que por la edad, por las turbulencias de la vida alegre, en todo tiempo gallardo y calavera, y con un cartel que envidiaría el difunto Mañara (q. e. p. d.).

     Hacían temible a Don Lamberto, no tanto la gentileza de su figura y las esplendideces que su posición social le permitían, como su caída de ojos y principalmente la movilidad de su lengua, sobre la que ejercía un dominio absoluto.

     -�Es mucha labia la de este hombre!, decían las muchachas del coro con profunda convicción.

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     Y ocurrió cierta noche que Don Lamberto, más arriesgado que los otros galanes o creyendo más eficaz el ataque directo que la cartita o el ramillete, se presentó en el cuarto de la Fulana, deslumbrador, grandioso, �magnífico! El brillo de la flamante canoa; los cambiantes infinitos del solitario; la longitud extraordinaria del águila imperial que aquel hombre mordía, más que chupaba; su conjunto soberbio, en fin, arrancaron de los ojos de X una mirada de gallo en celo. Pero Don Lamberto, alentado por la complaciente acogida de la Fulana, tomó asiento, cruzó las piernas, levantose con disimulo el pantalón y dejó ver un riquísimo calcetín de seda verde oliva, con cuchilladas, encerrado en un impecable zapato de charol, que su dueño movía sin cesar, para que nos fijáramos en aquel prodigio. Y todos nos fijamos: ella con curiosidad; yo con indiferencia, y X con antipatía. A la noche siguiente, Don Lamberto repitió la jugada, y volvió a cruzar las piernas y a balancear el pie, y enseñó otro calcetín de torzal oro viejo, que quitaba el sentido, y la curiosidad de la chica se convirtió en sorpresa, y la antipatía de X en rencor.

     �Recristo, qué calcetines! -murmuraba sombríamente-. �Qué diría la Fulana recordando los suyos de algodón crudo?

     Y el despecho le hacía morderse las uñas.

     Al otro día se reprodujo la escena, y a la vista de un nuevo calcetín, color guinda, que superaba en riqueza y buen gusto a los anteriores, la sorpresa de la muchacha ya fue asombro y odio el rencor de X.

     �Estaba visto! Aquellos calcetines eran el espejuelo de que su rival se valía para fascinar a la alondra. �Bien claramente lo demostraban el despego de ella y el arrobamiento con que oía la conversación del otro!

     Dos veces más concurrió Don Lamberto al cuarto, y dos nuevos pares de calcetines gris perla y humo de Londres vinieron a colmar la medida. Ya el odio de mi amigo llegó a su límite. Había sorprendido miradas de inteligencia, mohines sospechosos, �cosas muy extrañas!

     Aquella noche se suscitó una bronca terrible entre X y la Fulana. A ella le parecía inaguantable la presencia de él en el cuarto cuando estaba el otro, y él juzgaba francamente indecorosa la conducta de su amante. Enconáronse los ánimos; hubo reproches y lágrimas; se cruzaron entre los dos adjetivos duros, que va conocía yo de la calle de la Ruda, y, gracias a mi intervención, quedó así la cosa.

     -�De mañana no pasa! -me decía luego X-. �Como ese tío quiera colocarme otro par, le degüello! Y salimos del teatro, después de terminada la última, él agitado y lívido, y yo temeroso de que cumpliera la amenaza, porque conocía su exagerado amor propio, y su acometividad, verdaderamente temible.

     Traté, por tanto, de convencerle de que la cosa no merecía que él se comprometiera, y �nada! Hícele reflexiones juiciosas, invocando nuestra antigua amistad, y, �como si no! Le acompañé, bajo una lluvia torrencial y sin paraguas, hasta donde vivía (un poco más acá de donde Cristo dio las tres voces), y �todo inútil!; mi amigo, obsesionado por los calcetines de su rival, se despidió de mí, repitiendo fatídicamente: ���Le degüello!!�

     Aquella noche no dormí pensando en X y en la manera de conjurar el conflicto. Revolví en mi mente cuantos recursos teatrales conocía; pensé otros nuevos; di cien vueltas a la imaginación, y al despuntar el día, cuando descorazonado y rendido iba a entregarme al sueño, me asaltó una idea tentadora. �X estaba salvado! Podía ocurrir que Don Lamberto me sacudiera una bofetada; pero �a mi qué? �Una más!...

     Y llegó la noche temida. Nuestro hombre, inflado por el éxito y por la vanidad, entró en el cuarto, seductor como jamás le vi, hermoso, �irresistible! Los ojos de mi amigo brillaban siniestramente sobre el fondo asartenado de su piel; pero Don Lamberto, sin fijar su atención en este detalle, se puso en facha, como de costumbre; marcó la suerte, dirigiendo a la Fulana una mirada de orgullo inefable, y cuando X, ciego de rabia, trataba de lanzarse sobre aquel hombre que le ofendía de nuevo con su ostentación ridícula, cogí una silla, senteme con gran ceremonia frente a Don Lamberto, adopté su misma actitud gallarda, alcé el pantalón majestuosamente, lo mismo que él, y balanceando mi pierna a compás de la suya, puse frente a la riqueza mortificante de sus calcetines heliotropo, mis pantorrillas desnudas, y tocando con sus deslumbrantes zapatos de charol las alpargatas negras y deslucidas que para el acto me prestó un tramoyista de Eslava.

     �El efecto fue mortal! La cara de Don Lamberto, radiante de satisfacción hasta entonces, tornose lívida; la Fulana, que miraba en profundo éxtasis aquel par de alhajas de torzal riquísimo, soltó el trapo, y el chasqueado galán levantose airado, se encasquetó de golpe la chistera, gruñó las buenas noches, después de lanzar sobre mí una mirada terrible, y desapareció.

     Aquel recurso sencillo alejó para siempre a Don Lamberto del cuarto de la actriz y llevó la calma al espíritu de X, que siguió disfrutando con relativa tranquilidad la posesión de aquella hermosa mujer; pero yo vivo desde entonces atormentado por una duda terrible. �Llegó el recurso a tiempo? ��Chi lo sá!!

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