Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Anterior Indice Siguiente



  —359→  

ArribaAbajo Capítulo XV

La instrucción pública durante la República


El 24 de mayo de 1822 quedó el Ecuador independiente del dominio español e integrado a la Gran Colombia. El 27 de junio el Claustro Universitario reconoció el cambio de Gobierno y acordó borrar las armas españolas y sustituirlas por las de la República. Resolvió, al mismo tiempo, exponer al general Sucre la falta de fondos para dotación de cátedras y sugerir los arbitrios para conseguir las rentas. El 18 de julio de 1822 el Intendente General dio su respuesta favorable y con el objeto de «mejorar la instrucción pública y fomentar cuanto esté de su parte el progreso de las ciencias», pidió un informe sobre las actuales cátedras, las materias que se dictaban, los nombres de los catedráticos y la dotación de cada cátedra. Manifestó, asimismo, su deseo de que el Claustro Universitario le expusiese los medios de aumentar las rentas para cátedras que fuesen útiles al progreso efectivo de las ciencias, suprimiendo algunas que eran ya inoficiosas. Pidió también que se le diese a conocer la situación de los Colegios particulares en lo relativo a cátedras y becas. Expresó, en fin, su anhelo de tener a la vista el plan de estudios que seguían tanto la   —360→   Universidad como los Colegios y las Constituciones que los regían, con el fin de que «todos los ramos de literatura se establezcan bajo un pie tan brillante que satisfaga los deseos del Gobierno y las esperanzas que debe prometerse este país de su prosperidad y esplendor».

A base de los informes del Claustro Universitario, Sucre se interesó por mejorar el edificio de la Universidad de Santo Tomás y reunir en uno los Colegios de San Fernando y de San Luis, proyectos que no se llevaron a cabo.

En los ocho años en que el Ecuador formó parte de la Gran Colombia, la Universidad hubo de reconocer la legislación dictada en 1826 en el Congreso de Cundinamarca. Entonces se ordenó en el capítulo séptimo, artículo 23: «En las Capitales de los Departamentos de Cundinamarca, Venezuela y Ecuador se establecerán Universidades Centrales que abracen con más extensión la enseñanza de Ciencias y Artes» «[...] Estas Universidades comprenderán todas las Cátedras asignadas por los Departamentos en el artículo 33, y además las siguientes: Filosofía y Ciencias Naturales, Astronomía y Mecánica Analítica y Celeste, Botánica, Agricultura y Zoología, Mineralogía, Arte, Minas y Geografía, Literatura, Historia Literaria Antigua, Moderna y Bibliográfica».

El artículo 33 prescribía las cátedras de Literatura, Lengua Francesa, Inglesa, Griega y del idioma de los indígenas que se usare en el lugar respectivo; Filosofía, Matemáticas, Ciencias Naturales, Física, Geografía y Cronología, Lógica, Ideología y Metafísica, Moral y Derecho Natural, Historia Natural de los tres Reinos, Química y Física Experimental; Jurisprudencia y Teología: Principios de Legislación Universal, de Instituciones e Historia, Derecho Civil Rumano, Derecho Patrio, Derecho Público y Político, Constitución Económica Política, Derecho Público Eclesiástico, Instituciones Canónicas, Historia Eclesiástica, Fundamentos de Religión y Lugares Teológicos y Morales, Sagrada Escritura, Estudios Apologéticos. El artículo 44 ordenaba que las Universidades   —361→   estableciesen la Escuela de Medicina, con un edificio aparte para su mejor organización.

Para la ejecución de la mencionada ley el Libertador Presidente de Colombia, Simón Bolívar dictó un Decreto en que se contemplaba la forma de administración de las Universidades, mediante una Junta General, Juntas particulares y un Tribunal Académico; el reglamento que regulaba las matrículas, exámenes y grados y la organización de las Cátedras con la enumeración de materias y la indicación de algunos textos117.

Siete meses antes de la muerte de Bolívar el Ecuador se desmembró de la Gran Colombia, como lo había hecho Venezuela. La formalización de este acto se llevó a efecto precisamente en el Salón Máximo de la Universidad Central. A insinuación del doctor Ramón Miño, Procurador General de la Ciudad y con intervención del Ayuntamiento de Quito se reunieron el 13 de mayo de 1830 los representantes del pueblo y declararon lo siguiente: «Primero: que constituían el Ecuador como Estado libre e independiente: segundo, que, mientras se reuniese el Congreso Constituyente del Sur, encargaban el Mando Supremo Civil y Militar, al general Juan José Flores; tercero: que se autorizaba a éste para que nombrase a los empleados públicos y ordenase cuanto fuere necesario para el mejor régimen del Estado; cuarto, que quince días después de recibidas las actas de los demás pueblos que debían componer el Estado, convocase un Congreso Constituyente, conforme al Reglamento de elecciones que tuviera a bien dictar; quinto, que si hasta dentro de cuatro meses no pudiera reunirse el Congreso, el pueblo se congregaría de nuevo para deliberar de su suerte; sexto, que el Ecuador reconocería en todos tiempos los eminentes servicios prestados por el Libertador a la causa de la independencia americana; y séptimo, que estas declaraciones se pasasen al Jefe Supremo, para que las trasmitiera a los otros Departamentos del Sur por medio de Diputaciones».

  —362→  

Durante la primera Presidencia del general Flores, la Universidad Central siguió su marcha, sin cambiar de trayectoria. El Rector fue un canónigo, el doctor José Miguel Carrión y Valdivieso y la Junta de Gobierno integraban canónigos como los doctores Nicolás Joaquín Arteta y José Parreño, religiosos dominicos y mercedarios y catedráticos seglares. La novedad que se introdujo fue la organización de la Facultad de Medicina, a semejanza de la de Caracas, bajo la dirección del doctor José Manuel de la Gala. En 1832 se trazó un bosquejo para el estudio de Ciencias y la Jurisprudencia halló su complemento en la Academia de Derecho práctico, para ejercicio de la oratoria forense, cuyos directores fueron el doctor Francisco León de Aguirre, el canónigo Nicolás Joaquín de Arteta y los doctores Víctor Félix de San Miguel y José María Lasso, ex alumnos de San Fernando.

Al general Flores sucedió don Vicente Rocafuerte. El nuevo Presidente fue el primero que tuvo un concepto cabal de la necesidad de la instrucción para un gobierno democrático. En su mensaje a la Constituyente de 1835 echó de menos la instrucción en la masa del pueblo y atribuyó a la ignorancia la falta de moral cívica y la tendencia a las revoluciones. Por consiguiente concluyó, «la Instrucción pública entra en los deberes esenciales del Gobierno; porque en el momento que el pueblo conoce sus derechos, no hay otro modo de gobernarlo, sino el de cultivar su inteligencia y de instruirlo en el cumplimiento de sus deberes. La instrucción de las masas afianza la libertad y destruye la esclavitud. Todo gobierno representativo que saca su origen de la elección debe establecer un extenso sistema de educación nacional, gradual e industrial, que arroje luz sobre la oscuridad de las masas».

Este planteamiento claro del problema educacional mereció la confianza plena de la Asamblea, la cual, mediante decreto sancionado el 25 de agosto de 1835, autorizó al Gobierno la organización total de los estudios. Rocafuerte, en consecuencia, dictó, el 20 de febrero de 1836, el decreto orgánico de enseñanza pública.   —363→   La Dirección General de Estudios se puso a cargo de una Junta compuesta por un doctor en Jurisprudencia, otro en Medicina y el tercero en Teología. Al principio se tuvo en cuenta tan sólo la reorganización de la enseñanza secundaria y de la Universidad. La Legislatura de 1837 integró el plan de estudios con la organización de la enseñanza primaria. Se creó el cargo de Director General de Estudios, que fue confiado al doctor José Fernández Salvador, quien formuló el «Decreto Reglamentario de Instrucción Pública», que expidió Rocafuerte el 9 de agosto de 1838.

El ramo de instrucción se constituyó con un Director y Subdirector Generales de Estudios con Subdirectores de Instrucción Pública, que debía haber en Cuenca y Guayaquil y con Inspectores para las Provincias de Manabí, Laja, Chimborazo e Imbabura. Las escuelas debían ser primarias y secundarias. Para cada sección se señalaron las materias de enseñanza, cuya aplicación se dejó al criterio de los Subdirectores de Estudios. En cada capital de Provincia se establecerían Colegios, en los cuales, además de las materias comprendidas en la Instrucción secundaria, había de enseñarse Latinidad, Humanidades y Filosofía.

Para el doctorado en Jurisprudencia, Medicina y Teología se exigían seis años de estudios y el título de abogado o médico no se otorgaría sino después de dos años de práctica bajo la dirección de un maestro experimentado.

Además de estas disposiciones generales para la instrucción pública, Rocafuerte mandó que se establecieran escuelas en todos los Conventos Máximos de Quito; creó una cátedra de Medicina en el Hospital de Cuenca; determinó que los estudiantes de Jurisprudencia y Medicina de Quito asistiesen, respectivamente, a los cursos de humanidades y de química y botánica que se dictaban en el Convictorio de San Fernando; procuró que las rentas de los Colegios se administrasen con honradez acrisolada; reorganizó los Colegios de San Fernando de los Dominicos de Quito y de San Bernardo de Loja, que se regía por un reglamento que   —364→   había dictado el Libertador y creó en Quito la Escuela de Obstetricia.

En el último año de su mando inauguró en febrero de 1838 la Escuela Militar, con el fin de dar prestigio a la carrera de soldado y el 21 de julio publicó el Decreto que establecía un Instituto Agrario, que tenía por objeto enseñar la ciencia del cultivo. Con visión de alta cultura hizo reconstruir las pirámides de Caraburo y Oyambaro, que sirvieron de base de triangulación a los académicos franceses; estableció un Museo de pintura, en que se exhibieran las obras de nuestros artistas coloniales y se interesó por la mejora de la Biblioteca Nacional.

En el vasto plan de educación, Rocafuerte tuvo en cuenta también a la mujer. De acuerdo con la autoridad eclesiástica, convirtió la casa del Beaterio, de Asilo de arrepentidas en Instituto de educación femenina, donde se recogieron diez niñas huérfanas hijas de los mártires de la independencia y se proporcionó educación a las señoritas de la sociedad, que en 1837 ascendían ya al número de sesenta y siete.

El afán de realce cultural estimuló a un grupo de jóvenes universitarios a organizar la Sociedad Filantrópica Literaria, que influyó en la inquietud espiritual de la generación de entonces.

Por lo visto, el aspecto educacional comenzó a preocupar al Gobierno como una de las finalidades de la administración política. La falta de fondos se suplió con la orden de que los conventos máximos de religiosos y los municipios estableciesen escuelas gratuitas de enseñanza. Se insinuó, al mismo tiempo, que como método pedagógico se adoptase el sistema Lancasteriano. El general Flores, que sucedió a Rocafuerte, no hizo sino secundar el movimiento iniciado por su antecesor. Mediante decreto de 16 de febrero de 1839, instituyó el cargo de Director General de escuelas primarias, que confió al conocido pedagogo don Juan Rodríguez Gutiérrez, a quien encargó que recorriese todas las provincias, con el fin de establecer «el método de mutua enseñanza en todos los lugares cabezas de cantón y de provincia, erigiéndolas   —365→   en todas las parroquias por el método común, mientras se fabriquen los locales acomodados al sistema Lancasteriano». A la Legislatura de 1841 pudo exhibirse ya el resultado de este primer impulso dado a la instrucción primaria. Las escuelas de varones ascendían entonces a 139 con 4323 alumnos y las de mujeres a 31 con 546 alumnas. De estos 170 centros de enseñanza los 126 eran privados o municipales y los 44, fiscales.

La segunda enseñanza asumió también un incremento. El ex presidente Rocafuerte, nombrado por Flores Gobernador de Guayaquil, obtuvo la autorización del 26 de diciembre de 1841 para crear en la capital del Guayas el Colegio Secundario que lleva su nombre. Al mismo tiempo, el 7 de mayo de 1840, se inauguró en Latacunga el Colegio Vicente León, en el que el ayo del Libertador, don Simón Rodríguez, ensayó los métodos pedagógicos de Pestalozzi y Froebel.

A la vez la Legislatura de 1839 autorizó al Ejecutivo para que contratara en Europa dos o tres profesores de ciencias, artes y oficios, para el realce de la enseñanza universitaria. Vino con este fin el ingeniero don Sebastián Wisse, a quien acompañó García Moreno en su primera excursión al Pichincha. El ingeniero francés llegó al Ecuador a fines de 1843 y se puso a disposición del Gobierno, para dirigir las obras públicas y organizar los estudios relacionados con la ingeniería técnica. Por entonces la Cartera de Gobierno e Instrucción Pública estaba a cargo del doctor Benigno Malo, quien comprendió de inmediato el valor de Wisse y de acuerdo con él redactó un plan de estudios, que se puso en práctica en un local del antiguo colegio franciscano de San Buenaventura. No fue del todo estéril este primer esfuerzo de habilitar el elemento nacional para las labores de carácter técnico. El mismo ingeniero francés informó, al término del primer año, que habían sacado fruto del curso de geometría descriptiva y de construcciones civiles, los jóvenes Luis Malo y José Sánchez Rubio, como algunos otros alumnos del Colegio Militar.

No tuvo continuidad este afán de enseñanza técnica. Sin embargo,   —366→   la idea de propender a una instrucción planificada iba robusteciéndose, no obstante las dificultades de la política. A través de los informes de los Ministros encargados del ramo de educación se puede apreciar el proceso de la educación pública en el Ecuador. El señor Marcos Espinel, en los informes de 1853 y 54, afirmó que se habían dictado disposiciones para que la enseñanza primaria fuese completamente gratuita y se extendiese hasta los últimos rincones de la República. Manifestaba, al mismo tiempo, que los Colegios de San Vicente de Latacunga y el mixto de Cuenca iban en progreso, a la par que el Colegio del Socorro de Quito, dedicado a las jóvenes.

El señor Ramón Borja informaba en 1856 que la enseñanza primaria iba en acción progresiva, ya por el número de escuelas, ya también por la dedicación de los maestros. Agradecía a la vez a los Conventos de Santo Domingo, San Francisco y la Merced por el afán con que sostenían las escuelas, dotándolas de institutores rentados a su costa. Pedía también a la Legislatura que derogase la ley de libertad de estudios que se había dictado de modo inconsulto. Su razonamiento al respecto fue el siguiente: «La Ley de 28 de octubre de 1853, ha atrasado la instrucción científica de la juventud ecuatoriana, pues ordena que los estudiantes de latín, filosofía, jurisprudencia, medicina y teología den cuando quieran los exámenes; que con la misma libertad obtengan sus grados que no es necesaria la asistencia a las aulas, ni el certificado de sus preceptores; que de igual libertad gocen los practicantes y que los exámenes no pasen de media hora, distribuida entre los examinadores. Dispone también que la enseñanza continúe en la Universidad y Colegios para los que quieran concurrir a ellos voluntariamente, y que el aprendizaje se haga por las obras que designe el Cuerpo Universitario. Por la razón antepuesta y por el anhelo que tengo de que el país progrese, pido que se derogue esa ley y que con las reformas convenientes se restablezca el Decreto reglamentario que se hallaba en observancia».

  —367→  

La ley de libertad de estudios había relajado la enseñanza superior en general: el Ministro anotaba que por caso de excepción se habían superado el Colegio de San Bernardo de Loja, el de Vicente León de Latacunga y los Seminarios de Quito y Guayaquil, en tanto que habían quedado estacionados el Colegio de San Diego de Ibarra, el de San Fernando de Quito y el Olmedo de Manabí.

El Ministro señor Antonio Mata, en su informe del 19 de setiembre de 1857, hacía el balance del progreso obtenido en el transcurso de veinte años, a partir del impulso dado por Rocafuerte a la instrucción pública del país. La falta de fondos había impedido dotar a las escuelas y colegios de un local adecuado, ni implantar todos los ramos de enseñanza prescritos en el decreto reglamentario. Con todo se había conseguido ya interesar al pueblo por la educación primaria. «Existen, decía, en toda la República 213 escuelas de niños, entre ellas 192 públicas dotadas por los Concejos Municipales o por el Gobierno y 62 privadas costeadas directamente por los padres de familia. El número total de alumnos que concurren a las primeras ascienden a 8839 y a las segundas 1509. La cantidad que anualmente se gasta en las escuelas públicas de uno y otro sexo es de 31405,6 pesos».

En el anhelo de mejorar la instrucción, el Ministro opinaba que «no había otro medio que hacer de la pedagogía una profesión honrosa y lucrativa, estableciendo en cada una de las capitales de distrito una escuela normal de preceptores y dotando a las escuelas de institutores con un sueldo no menor de doscientos pesos en las parroquias de la sierra y cuatrocientos en las del litoral».

Además recomendó a la Legislatura la asignación presupuestaria para crear en la imprenta de Gobierno una sección destinada a la impresión de libros que servirían de textos en las escuelas. Destacó, asimismo, las ventajas que se habían obtenido con la labor de los inspectores escolares en las provincias de Chimborazo, Cuenca y Manabí.

  —368→  

En 1857 se había creado en Loja el Colegio de «La Unión», bajo la dirección de tres pedagogos colombianos, los señores Francisco Ortiz Barrera, Belisario Peña y Benjamín Pereira Gamba, quienes habían sido comprometidos por el señor Miguel Riofrío, Encargado de Negocios del Ecuador en Bogotá.

El Ministro Mata tuvo palabras de encomio para los Colegios del Socorro de Quito, el Mixto de Cuenca, el San Bernardo de Loja, el de San Vicente de Latacunga, y el de San Diego de Ibarra. El de Latacunga se había puesto a la cabeza con la enseñanza de Ciencias Naturales y el establecimiento de laboratorios para la química aplicada a la agricultura y para mineralogía, bajo la acertada dirección del señor Cássola. En cuanto a la Universidad, el Ministro Señor Mata ratificaba la observación de su predecesor. «Puede asegurarse, informaba, que desde la publicación de la ley de 28 de octubre de 1853, sobre libertad de estudios, han quedado reducidos, este importante establecimiento y el cuerpo de profesores que a ella pertenecen, a recibir los exámenes y a conferir los grados científicos a los jóvenes que siguen la carrera literaria. Se conservan las diez cátedras de latín, medicina, jurisprudencia civil y económica y derecho público en todos sus ramos; mas el número de asistentes a cada una de las aulas, excepto a la de Gramática Latina, es tan limitado que puede decirse que la juventud no utiliza de ellos en manera alguna y que, por lo mismo, en el pie que se ha encontrado la Universidad en estos últimos cuatro años, ha sido y es casi enteramente infructuosa para el progreso de las ciencias en el Ecuador».


ArribaAbajoLa obra educativa de García Moreno

Como Rocafuerte, pensó García Moreno que la instrucción pública constituía uno de los deberes esenciales del Gobierno. En su estadía en Francia se había dado cuenta de la labor benéfica que realizaban, en el campo de la enseñanza, los Institutos de reciente   —369→   fundación. Ya en carta de 22 de junio de 1861, anunció el doctor Antonio Flores el inminente viaje del Arcediano de Cuenca, doctor Ignacio Ordóñez, quien debía ir a Europa con la comisión de comprometer a los Hermanos Cristianos para la enseñanza de los niños, a las religiosas de los Sagrados Corazones para los Colegios de niñas y a las hermanas de la caridad para los hospitales.

Efectivamente, el 14 de noviembre de 1861, el señor Ordóñez firmó en París el contrato con la Superiora General, para el envío de religiosas de los Sagrados Corazones, las cuales establecieron sus Colegios, en julio de 1562, en Quito y en Cuenca. En la capital ocuparon el local del Colegio de San Fernando, restaurado recientemente por el Gobierno. Las religiosas se comprometieron a enseñar gratuitamente a las niñas del pueblo y a cobrar una reducida pensión a las demás.

Los Hermanos Cristianos llegaron al Ecuador en marzo de 1863 y abrieron sus escuelas en Quito, Cuenca y Guayaquil. A la Compañía de Jesús se encargó la segunda enseñanza. Los padres de la Compañía vinieron a Quito en 1862 y el 18 de abril de 1864 aprobó el Congreso un contrato con ellos, que les autorizaba para establecer casas y colegios en todo el territorio de la República y servir en las misiones orientales.

El Ministro encargado del ramo de educación anotaba en su informe de 1863 el progreso conseguido con el aporte pedagógico de estos nuevos institutores y enumeraba, como iniciativas de adelanto, la creación del Colegio Bolívar de Ambato, por decreto legislativo del 27 de abril de 1861; la introducción de la enseñanza de Filosofía en la Universidad y la derogación de la ley de libertad de estudios. Don Pablo Herrera, colaborador y amigo de García Moreno, trazaba en agosto de 1865, el cuadro de los primeros resultados de la labor docente de los religiosos y religiosas contratados por el Gobierno. Ponderaba a la vez el éxito obtenido por la enseñanza de los Jesuitas en el Colegio Nacional de Quito, donde se habían establecido un observatorio meteorológico   —370→   y un gabinete de geología e historia natural. Con razón observaba el señor Herrera que «el Gobierno, como en ninguna de las administraciones anteriores había invertido grandes sumas de dinero en la instrucción pública, es decir, en escuelas, colegios, compra de imprenta, instrumentos y útiles para estudios y observaciones científicas».

El impulso dado a la educación por García Moreno iba intensificándose en extensión y profundidad. El ministro señor Manuel Bustamante informaba en agosto de 1867, que había mejorado la educación secundaria en el Colegio Bolívar de Ambato, el Nacional de Quito, el Seminario de Guayaquil, el San Felipe de Riobamba, el San Bernardo de Loja, el Nacional y Seminario de Cuenca, en los cuales se habían introducido nuevas cátedras y afianzado la disciplina. Recomendaba, además, el patriotismo de los Concejos Municipales que habían establecido las escuelas en numerosas parroquias y aumentado el sueldo de los profesores. Había, sin embargo, que lamentar, la deficiencia de locales y maestros en las parroquias rurales.

En cambio era evidente que las escuelas dirigidas en Quito, Guayaquil y Cuenca por los hermanos de las Escuelas Cristianas habían progresado notablemente. El ministro del ramo atestiguaba al respecto: «el establecimiento en la República de los Hermanos de las Escuelas Cristianas ha operado un cambio radical en la educación primaria, por la superioridad del método empleado por estos infatigables obreros de la civilización, método que va introduciéndose en las escuelas de esta capital y causando resultados favorables. Sensible en extremo es que a pesar de los esfuerzos constantes del Gobierno y de los Concejos Municipales de Latacunga, Ambato, Guayaquil, no se haya podido aumentar el número de tan distinguidos profesores para establecerlos en los cantones que los han pedido con instancia, votando al efecto, de sus rentas naturales, la cantidad necesaria para traerlos de Europa, en donde no se encuentran hermanos libres para contratarlos. Sin embargo, no se desespera todavía de conseguir algunos para llenar   —371→   los deseos de la autoridad y de los pueblos. En esta ciudad se ha fundado un noviciado de este instituto y ojalá acreciese el número de los hermanos para llevar la civilización a todos los ángulos de la República, y con ella, la paz a las familias, la riqueza a los pueblos y el engrandecimiento a la nación».

Débese destacar el hecho de la fundación del noviciado de los Hermanos Cristianos, como también de las religiones de los Sagrados Corazones, a los que siguieron las religiosas de la Caridad, del Buen Pastor y de la Providencia. Sin desligarse de la dependencia de sus Casas Madres, afirmaron la continuidad del espíritu y apostolado docente y asistencial, con elemento nacional que garantizó la eficacia de la acción, no obstante el cambio de los gobiernos.

Como era lógico el beneficio de la enseñanza con el profesorado religioso se concentraba en las capitales de Provincia. En el informe de 1871 el Ministro señor Francisco Javier León insinuaba la necesidad de crear Escuelas de Pedagogía bajo la dirección de los Hermanos Cristianos y de las religiosas de los Sagrados Corazones, para formar maestros y maestras que se distribuyeran por cantones y parroquias. Como muestra del progreso que obtenía la educación, informaba el Ministro que en la Provincia de Pichincha funcionaban 47 escuelas de niños y dos de niñas, fuera de las que regentaban los padres de San Agustín, San Francisco, La Merced y Santo Domingo y sobre todo los Hermanos Cristianos con 600 alumnos y las religiosas de los Sagrados Corazones con una escuela gratuita para niños pobres.

En el mismo informe de 1871 se daba a conocer que se había establecido ya en Quito la Escuela Politécnica, creada por el decreto legislativo de treinta de agosto de 1869. Jesuitas alemanes dictaban las ciencias exactas a profesores y estudiantes selectos de toda la República que acudían a este alto centro de formación técnica. En la antigua casa de la Universidad se habían organizado museos de geología, botánica y mineralogía, así como un gabinete de física y un laboratorio de química, con aparatos traídos   —372→   de Europa, para la enseñanza práctica de la ciencia. No se le ocultó al Gobierno la situación excepcional de Quito para las observaciones astronómicas y mandó para el efecto construir un observatorio astronómico, al que dotó de un telescopio de reciente factura.

En el plan de estudios ideado por García Moreno, la Politécnica fue la culminación de la enseñanza que necesitaba el país, para orientar la formación a un sentido pragmático, tan propio del temperamento del ilustre Presidente. Pero su visión alcanzaba todos los sectores de la cultura. Sensible al gusto del arte musical, aprovechó de la presencia de don Antonio Neumane, quien había llegado a Guayaquil como director de una compañía lírica. En marzo de 1870 le comprometió para la organización del Conservatorio de Música, quien comenzó con la enseñanza de piano, canto y orquesta. De inmediato dio orden el Presidente para la formación de una banda militar con veinte y ocho jóvenes seleccionados. A la temprana muerte de Neumane quedó encargado provisionalmente de la dirección el señor Antonio Guerrero. El Conservatorio demostró desde el principio, con sus intervenciones públicas, que había en el ambiente la afición al arte musical. En 1872 llegó a Quito, para dirigir el Conservatorio, el maestro Francisco Rossa, profesor del de Milán. Vinieron luego, para integrar el profesorado, los señores Antonio Casarotto y Pedro Traversari, maestros, respectivamente, de trombón y flauta y Vicente Antinori para enseñar el canto. A este personal extranjero se juntaron algunos nacionales, como el mencionado Guerrero, Manuel Balzar, Manuel Checa, Miguel Pérez, Manuel Jurado y Manuel Valdivieso. Bajo el magisterio de este selecto profesorado, se cultivaron en Quito todas las formas del arte musical, tanto sagrado como profano. El número de alumnos llegó a 73118.

  —373→  

Junto con la música, también las Artes Plásticas recibieron el impulso del Presidente García Moreno. Con el fin de promover la arquitectura hizo venir de Europa al alemán señor Francisco Schmidt y al inglés señor Tomás Reed. Con ellos y los profesores de la Politécnica se inició en Quito una etapa de nuevas construcciones, que determinaron la adopción de un nuevo estilo. A cargo de Reed estuvieron la Penitenciaría y el túnel y puente de la Paz, Schmidt dirigió la construcción de la Escuela de Artes y Oficios. Los padres Menten y Dressel de la Politécnica vigilaron la edificación del Observatorio Astronómico. El mismo Reed prestó sus servicios en la construcción de la casa del propio García Moreno, en el edificio del Hotel París y la mansión de don Salvador Ordóñez y Schmidt tuvo a su cargo la casa de la familia León.

Para enseñanza de la Pintura y Escultura inauguró en mayo de 1872 la Escuela de Bellas Artes, bajo la dirección del pintor Luis Cadena, recientemente venido de Italia. La finalidad de esta nueva institución era conservar los tesoros artísticos que encerraban las iglesias y conventos y reanudar la tradición quiteña de los maestros de taller. Para dar continuidad a este proyecto envió de becarios a Italia a Juan Manosalvas y Rafael Salas con la consigna de que integraran a su vuelta el cuerpo del profesorado de pintura. Para Maestro de escultura comprometió al escultor español Juan González y Jiménez, domiciliado en Roma.

Consecuente con su plan de educación total del país, el Presidente inauguró el 1.º de marzo de 1872 el Protectorado o Escuela de Artes y Oficios, destinado a la clase del pueblo. Para dirigirlos contrató en Norte América al hermano Conald, de los Protectorados Católicos de aquella nación, quien trajo consigo varios artesanos especializados en diversas profesiones técnicas.

Además de la artesanía, preocupó a García Moreno la colonización de zonas del país con elemento europeo, como también la tecnificación del cultivo agrícola. Con este fin hizo venir de Europa dos benedictinos para examinar el sitio donde podía establecerse   —374→   la Escuela de Agricultura. Como ensayo práctico se formó una Escuela Normal para indígenas, que llegó a contar con doce alumnos, representantes de Loja, Otavalo, Perucho y Saquisilí.

Finalmente, bajo los auspicios del Gobierno, se inauguró en Quito la Academia Ecuatoriana, correspondiente de la española, el 4 de mayo de 1875. Después de la colombiana, que se había organizado pocos años antes, la ecuatoriana influyó, mediante la iniciativa del doctor Julio Castro, para que se fundara similares en las capitales de las demás naciones hispanoamericanas.

El informe ministerial, presentado el 10 de agosto de 1873, por el señor Francisco Javier León, hacía una síntesis de la labor educacional procurada bajo el Gobierno de García Moreno. Con el ánimo de unificar los métodos de enseñanza, se había puesto en vigencia el Reglamento de Escuelas, redactado oficialmente por los Hermanos Cristianos. Se había, asimismo seleccionado el personal docente, desplazando a los maestros que no reunían condiciones para enseñar con eficacia y aumentando el sueldo a los eficientes. En todas las Provincias se habían creado escuelas en las parroquias. Este afán de difundir la educación primaria había dado excelentes resultados, hasta permitir al Ministro enunciar la siguiente conclusión: «El sistema de educación obligatoria y gratuita establecido en el Ecuador, ha hecho dar un paso de gigante a la instrucción pública, difundiendo las luces en todas las clases de la sociedad. Todos los niños sin distinción de edad, sexo y raza a que pertenezcan, encuentran hoy buenos planteles donde aprender, no sólo a leer y escribir, sino también otros ramos importantes para las artes y oficias». Para confirmar este aserto daba el Ministro cifras estadísticas que comprobaban el ritmo del progreso. En 1871 concurrían a las escuelas 14000 niños; en 1873 el número de escolares avanzaba a 22448; y en 1875 la cifra subía a 31790 sin contar los educandos de la Provincia de Esmeraldas, con los cuales podía afirmarse que eran 32000 los niños que recibían educación primaria. El número de niñas incluido en la   —375→   cifra anterior era de 8513, que recibían su educación en locales separados; pues se habían eliminado las escuelas mixtas.

La enumeración simple de las obras realizadas por García Moreno patentiza su preferencia por la educación primaria y secundaria, lo mismo que por la formación de la juventud en las ciencias exactas, de aplicación práctica a la economía del país. La Universidad había venido a menos con la ley de Libertad de Estudios promulgada por Urbina. García Moreno procuró reorganizar los estudios universitarios en la facultad de Derecho y sobre todo en la de Medicina. A principios de 1874 comprometió a Domingo Domec, doctor en Medicina de Montpellier, para profesor de Anatomía y al doctor Esteban Gayraud, para cirugía. Este último nombrado decano de la Facultad, la organizó con el siguiente personal: doctor Domec, profesor de Anatomía general y descriptiva; doctor Rafael Barahona, de Fisiología general y especial e higiene privada y pública; doctor Antonio Sáenz, de Patología general, medicina legal, toxicología y obstetricia; doctor Rafael Rodríguez Maldonado, de terapéutica y clínica interna; y el doctor Gayraud, de Cirugía. Para completar la enseñanza hizo venir de París a la señora Emilia de Sión, perita en obstetricia, para instalación de una maternidad en Quito.

A los doctores Gayraud y Domec tocó practicar la autopsia del cadáver de García Moreno y presentar la relación del estado en que se hallaba a raíz del asesinato. Más tarde publicaron en París, el 1886, el libro intitulado La capitale de l'Équateur au point de vue médico-chirurgical.

La rápida ojeada que hemos dado a la obra educativa de García Moreno nos convence de que nadie como él se ha interesado tanto por el realce cultural del país. Su información personal le hizo apreciar el valor de una educación integral y práctica. Y la tenacidad de su carácter le llevó a poner por obra un plan meditado y metódico, que abarcaba todos los ramos del saber. El mayor éxito estuvo en establecer institutos de enseñanza, que no desaparecieron con su muerte. Mientras los profesores   —376→   aislados suspendieron su labor a falta del hombre que les dio apoyo, las comunidades religiosas docentes continuaron su apostolado, no obstante las dificultades que comenzaron a ofrecerse con los cambios de Gobierno.




ArribaAbajo La enseñanza después de García Moreno

A raíz de la muerte de García Moreno la educación hubo de experimentar los vaivenes de la política. El ministro señor Javier Endara, en su informe de diciembre de 1877, lamentó la decadencia general de los estudios, anotando que la Escuela Politécnica había venido a menos con el retorno de los alemanes a su patria y que el Colegio San Vicente de Latacunga había perdido su anterior prestigio. Además por decreto del 23 de febrero se había restablecido la ley de la libertad de estudios. Y ante la necesidad de atender a los alumnos que habían comenzado su carrera, el Gobierno se vio obligado a encargar provisionalmente la dirección del Colegio Nacional a los padres de la Compañía de Jesús.

En agosto de 1880, el ministro señor Cornelio E. Vernaza, se reducía a reclamar del Gobierno que hiciese una deuda del Estado la instrucción primaria, para lo cual debía subvencionarse cumplidamente a los preceptores y ordenar la organización de conferencias regulares entre los maestros de primaria para la adopción de textos adecuados. Sin embargo, durante el Gobierno de Veintimilla se edificó el Teatro Sucre desde sus cimientos, se formó el parque de la Alameda, se reorganizó el Protectorado y se refaccionó el Hospital San Juan de Dios119.

El informe del señor José Modesto Espinosa, presentado el 9 de octubre de 1883 a las Cámaras Legislativas, ponía de manifiesto la situación a que había descendido a la Universidad con los   —377→   ataques del general Veintimilla. Privados los profesores y empleados de sus sueldos, habían, no obstante, conservado su dignidad y ofrecido resistencia con una altivez invencible. Para 1883 la Universidad había restablecido sus estudios y trataba de recuperar su antiguo prestigio. Destacaba también el informe la acción que estaban desplegando las religiosas del Buen Pastor en un pensionado de niñas, no menos que las hermanas de la Caridad con una escuela normal que habían fundado en Cuenca. Los Hermanos Cristianos habían fundado un Colegio nuevo en Riobamba y el Gobierno Provisional apoyaba a los Colegios que las Religiosas de los Sagrados Corazones dirigían en Quito, Cuenca y Guayaquil.

La Constituyente de 1884 creó el Ministerio de Instrucción Pública y designó como primer funcionario del ramo el señor Julio Zaldumbide, el cual presentó su renuncia al cabo de pocos meses. Al subsecretario señor Carlos Tobar le tocó, por consiguiente, presentar el informe a las Cámaras Legislativas en 1885. Según datos oficiales el nuevo Ministerio había contratado con los Hermanos Cristianos la fundación de una escuela en la ciudad de Ambato. Con este nuevo centro de docencia, los hermanos regentaban escuelas en Quito, Latacunga, Ambato, Riobamba, Guano, Guaranda, Guayaquil, Cuenca y Loja. Para las escuelas que se crearon en diversas parroquias se exigió del maestro el título y solvencia moral, de acuerdo con los artículos 29 y 33 de la ley de instrucción pública. Mediante decreto legislativo del 5 de abril de 1884 se estableció un Colegio Nacional en la ciudad de Ibarra. Con esta nueva creación, contaban con Colegios Quito, Guayaquil, Cuenca, Ambato, Riobamba, Ibarra, Latacunga, Guaranda, Loja y Portoviejo.

Por decreto ejecutivo de 22 de diciembre de 1883 se instauró la Escuela Politécnica y la Facultad de ciencias, con una Escuela de Agronomía anexa. Para volver práctico el estudio de la agricultura, se acordó la formación de fincas normales, para el cultivo técnico de las distintas especies de plantas que se producían   —378→   en el Ecuador. En Quito, junto a la Alameda, se estableció un jardín botánico, con el objeto de aclimatar las plantas raras y propender a su propagación en el país.

En San Antonio de Ibarra se había conservado una tradición artística, especializada en imaginería. Con el fin de fomentar las dotes naturales de sus habitantes se fundó en el mencionado pueblo una Escuela de Bellas Artes el 1.º de setiembre de 1884.

Una vez restablecida la Universidad se inició la Facultad de Filosofía y Literatura, en la cual se comprometió a dictar gratuitamente la cátedra de Filosofía racional el dominicano padre Jacinto La Cámera. Se inauguró también la escuela práctica de anatomía para el estudio experimental del organismo humano.

En contraste con la enseñanza superior promovida por el Ministerio, se retrocedió en la primaria, con la supresión de escuelas en diversos lugares de la República, por falta de fondos. En algunos cantones, como Manta, Montecristi, Azogues y Babahoyo, los Consejos Municipales suplieron el vacío del apoyo del Estado. Durante el Gobierno del presidente Caamaño, estuvo a la cabeza del Ministerio de instrucción el señor José Modesto Espinosa, varón de cultura, que procuró atender con interés a funciones del ramo de educación pública. Además de las nuevas creaciones anotadas en el informe de 1886, en el de 1887 enumeró los adelantos que se habían conseguido en el transcurso del año. En Tulcán habían tomado a su cargo, una escuela de niñas, las madres Betlemitas.

Por iniciativa del obispo ilustrísimo señor González Calisto se estableció en el Seminario conciliar de Ibarra la enseñanza de la Jurisprudencia y las hermanas de la Caridad fundaron un Colegio Femenino. Al Arzobispado de Quito había ascendido el ilustrísimo señor José Ignacio Ordóñez, a cuyo dinamismo se debió el establecimiento en la capital de los padres Salesianos, para dirigir el Protectorado Católico y la función en Ambato del Seminario de Santo Toribio. A la vez en Guano las hermanas de la Caridad tomaron a su cargo el Asilo de la Infancia y en Azogues las Madres de la Providencia fundaron una escuela de niñas. El Obispo Schumacher dio desde el principio aliento a la obra educacional. Merced a su gran iniciativa se crearon, además del Colegio Olmedo, el Seminario Diocesano, las Escuelas San Luis Gonzaga, Santa Teresa de Jesús y de San José. Como dato trascendental informaron el Ministro que la Universidad de Quito, con la colaboración de distinguidos profesores, había adquirido una imprenta, para publicaciones de relieve cultural.

En marzo de 1883, a iniciativa de profesores y alumnos de la Universidad, apareció el número I de Anales de la Universidad de Quito, periódico oficial de la Universidad, destinado al fomento de la instrucción pública y al cultivo de las ciencias y las letras en el Ecuador. En esta entrega inicial se daba cuenta del prospecto de la Revista y de la reinstalación de la Universidad realizada el 18 de ese mes. Se consignaban a continuación los dos cursos pronunciados en esa ocasión, en que hablaron el doctor José Modesto Espinosa, Ministro del Interior; don Pacífico Villagómez, estudiante de Jurisprudencia; don Manuel María Casares, cursante de Medicina; don Pedro Antonio Guarderas, estudiante en la Facultad de Ciencia; el doctor Camilo Ponce, rector de la Universidad el doctor Julio B. Enríquez, Decano de la Facultad de Jurisprudencia; el doctor Carlos Casares, profesor de Derecho Civil; don Manuel María Pólit, profesor de Lengua y Literatura francesa; don Antonio Muñoz, don Carlos Pérez Quiñones, don Ángel Polibio Chávez, teniente coronel doctor Manuel Nicolás Arízaga, don Leónidas Pallares Arteta, don Eduardo Pérez Chiriboga, don José Ricardo Carrión, don Adolfo Baquero Montaño y el doctor Luis Cordero, miembro del Gobierno provisional. Esta larga lista de intervenciones demuestra el alivio que sintió la culta sociedad de Quito, después del episodio de silencio obligado por la dictadura del general Veintimilla. La publicación de los anales ha constituido a la vez la historia de la Universidad y el exponente de la cultura de sus maestros y alumnos.

El doctor José Modesto Espinosa aludió en su informe de   —380→   1887, además de la adquisición de la imprenta para la publicación de los Anales, a la inauguración de clases prácticas de telegrafía eléctrica, en Ambato y Riobamba. Asimismo en Latacunga se había confiado a las madres Betlemitas la dirección del Colegio de Santa Teresa y a las del Buen Pastor el Colegio femenino de Bolívar. A estas mismas abnegadas religiosas se encargó la dirección de una escuela en Archidona. El Ministro anunció también que había gestionado para que el Brigadier de Infantería de Marina don Antonio de Vivar se pusiese al frente de una Escuela Naval en la República. La paz que gozaba el país propició la continuidad de la instrucción pública.

Durante el gobierno del doctor Antonio Flores estuvo a la cabeza del ramo de educación el señor Elías Lazo, que tenía la experiencia pedagógica por sus largos años de enseñanza. Con conocimiento, por consiguiente, de causas, presentó en junio de 1890 el proyecto de una ley orgánica, de instrucción pública. Según él, el Reglamento existente no había conseguido establecer la uniformidad en el método de enseñanza, o porque no había llegado a todos los extremos de la República o porque no se observaba, a causa de no hallarse ordenado con fuerza de ley.

El proyecto consultaba para la enseñanza secundaria la adopción del método concéntrico de Ferry, que aunque truncaba los estudios, proporcionaba, en cambio, elementos generales que podrían desenvolverse después. Para enseñanza suprema insinuaba el método alemán que combinaba el oral y escrito para grabar mejor las ideas en los alumnos. En cuanto a la enseñanza primaria, insistía en la idea de la obligación del Estado de procurarla obligatoria y gratuita a todos los ciudadanos. «Leer, escribir y contar y los principios generales de la moral son, decía conocimientos que debe poseer todo elector» en un país democrático.

De acuerdo con este criterio se crearon nuevas escuelas en todas las Provincias: en Carchi, la escuela de Taya; en Imbabura las de San Rafael de la Laguna, Atuntaqui y Pimampiro; en Tungurahua   —381→   la de Yanaurco; en Azuay, la de Guarainac, en Guayas para varones, las Torifa, Taguada y Sacachun y para niñas, las de Aguada, Barranea y Olón; en Manabí filas de Estancia Vieja y Paján para niños y para niñas; las de Paján y Pedernales; en Tena una de niños y otra para niñas. Al Gobernador de Esmeraldas se autorizó para que creara escuelas en Taechina, Viche, Calvario, Tabiazo, Colope, Ostiones, Lagarto y Playa de Oro. Fuera de estas nuevas escuelas se procuró conservar y fomentar las ya existentes.

Para la enseñanza secundaria se aprovechó de las asignaciones hechas por la ley reformatoria de aduanas, que permitió establecer cinco nuevos Colegios y organizar mejor la docencia. Uno de ellos fue el de señoritas en Ibarra, a cargo de las madres Betlemitas. Al Colegio Nacional de Ibarra se le dotó de un aparato telegráfico Morse y de algunos aparatos de física para la instalación de un Gabinete. En Otavalo se creó un Colegio de niñas bajo la dirección de las hermanas de la Caridad. En Quito se organizó una escuela dominical de dibujo a cargo de los Hermanos Cristianos, con quienes se hizo también un contrato para que abrieran una clase de tipografía utilizando la Imprenta Nacional. Con los fondos sobrantes del Colegio Vicente León de Latacunga se construyó la casa del Colegio de Santa Teresa. En el Colegio Bolívar de Ambato se establecieron las Cátedras de Botánica y de Historia y para la misma ciudad se abrió un Colegio de Señoritas a cargo de las madres de la Providencia.

El ministro señor Lazo llamó especialmente la atención sobre la Congregación de madres Marianitas, de origen nacional que la había fundado el ilustrísimo señor Ordónez cuando Obispo de Riobamba y que tenían ya sus Colegios en Riobamba, en Guaya y en Loja. Dio también cuenta que el Colegio Nacional de Cuenca se había establecido la enseñanza de ciencias físicas y naturales, con los profesores alemanes señores Carlos y Augusto Rimbach. Otro dato de importancia consignó el Ministro. Se había adquirido para todos los establecimientos de educación y bibliotecas   —382→   públicas un ejemplar de la Historia de la República del Ecuador, escrita por el doctor Pedro Fermín Cevallos. Es la primera vez que se habla de la historia nacional que comenzó a enseñarse a base de un texto de consulta. El señor Lazo celebró también la acción desplegada por el doctor José M. Santistevan como Rector del Colegio Nacional San Vicente de Guayaquil. No menos digna de alabanza fue el celo del Obispo de Portoviejo quien mantenía a su costa el Colegio Comercial de Bahía, las escuelas dirigidas por las religiosas Benedictinas, los Seminarios Mayor y Menor y una escuela que proyectaba establecer en Esmeraldas.

En cuanto a la enseñanza superior informó el Ministro que en la Universidad se habían creado las cátedras de Historia y Religión. El Gobierno había obtenido en Berlín instrumentos nuevos por hallarse dañados los del Observatorio, con el fin de reanudar las clases de Astronomía. Había, además, contratado al señor Gustavo Lagerhein para la enseñanza de Bacteriología en la Universidad de Quito. Con la ayuda del doctor Juan Bautista Aguirre y bajo la dirección de los profesores Rimbach se habían iniciado, en la Universidad de Cuenca, los estudios de Química con un magnífico laboratorio, como también dos de Botánica, Mineralogía y Zoología.

El Ministro observó, en el informe de 1892, la inestabilidad que había afectado a la Legislación en el campo educativo. Se había declarado obligatorio el aprendizaje del francés e inglés en todos los Colegios y se había luego suprimido el inglés y aún el francés limitado a sólo tres Colegios. Se establecieron Juntas universitarias y administrativas que presto fueron disueltas. Los consejos de inspección se habían organizado de distintos modos y con otro personal. Ley hubo que a costa de la Universidad, acordó premiar a todos los jóvenes que habían intervenido en la Restauración Política. Anotó también el abandono educativo en que se tenía tanto al indio de la región Interandina como al montuvio de la Costa.

El señor ministro Lazo presentó el balance de las actividades   —383→   realizadas durante el período de su cargo. De 1890 a 1892 se habían creado 240 escuelas nuevas en toda la República. El Estado había tomado a su cargo todas las escuelas municipales del Azuay y Cañar y de algunas otras provincias, dejando de este modo a los Municipios en la posibilidad de mejorar los locales de enseñanza.

Los Hermanos Cristianos contaban en sus escuelas con siete mil alumnos repartidos así: Escuela de Quito, 1525; de Tulcán, 446; de Ibarra, 438; de Latacunga, 380; de Ambato, 509, más 64 de la Escuela Dominical; Riobamba, 652; Guaranda, 273; Azoguez, 430; Cuenca, 567; Loja, 418 y Guayaquil 858 alumnos.

La Provincia de Manabí era la mejor servida. Contaba con 58 escuelas nacionales, 20 municipales y dos libres, con 2631 las primeras, 1078 las segundas y 46 las terceras.

La enseñanza secundaria se había perfeccionado y extendido con Colegios para hombres y mujeres en todas las Provincias. Los Hermanos Cristianos habían fundado un Colegio en Quito y el 14 de octubre de 1891 los padres Oblatos se habían hecho cargo del Colegio Bolívar de Ambato. En esta misma ciudad el 2 de noviembre de 1891 las madres Marianitas abrieron un Colegio para niñas y otro en Pelileo.

Para el establecimiento de la Escuela de Pintura en Cuenca el Gobierno había contratado al pintor español don Tomás Pobedano y Arcos y para la enseñanza de litografía al señor Kern, quien había traído de Europa los aparatos necesarios.

Se había también organizado el Colegio Nueve de Octubre en Machala y en Esmeraldas un Colegio femenino dirigido por las madres Benedictinas.

El Ministerio se había interesado en la organización de la Biblioteca Nacional, poniéndola bajo la dirección del señor Federico Donoso, quien había formado un catálogo y procurado la adquisición de 2086 volúmenes nuevos.

El Gobierno del doctor Antonio Flores Jijón fue de comprensión para todos los sectores políticos del país. Se acentuó entonces   —384→   la idea de progresismo, que conciliaba la convivencia de la tradición católica con las nuevas ideas de orientación de procedencia liberal. Al doctor Flores sucedió en el Gobierno el doctor Luis Cordero, hombre de cultura, de intachable catolicismo y amante de la libertad bien entendida. A la cabeza del Ministerio de Instrucción Pública puso al doctor Roberto Espinosa, conocido por su preparación en el campo de las letras. Este Ministro en el informe presentado a la Legislatura de 1894 destacaba el valor que debía darse al estudio de las ciencias y las artes por la utilidad práctica que reportaba al país. Anotaba que, gracias al interés de los Gobiernos anteriores, el Ecuador contaba con 24 Colegios Secundarios para hombres y 24 para señoritas y que la mayor parte de ellos estaba a cargo de instituciones religiosas extranjeras. Además se habían establecido escuelas de Artes y Oficios en Quito, Guayaquil, Cuenca y Riobamba. La intención del Gobierno era principalmente mejorar los colegios existentes. Observaba también la ineficacia que resultaba en la educación secundaria el aprendizaje del griego y del latín. En consecuencia debía fomentarse más bien el estudio del francés y del inglés.

Durante el Gobierno de Caamaño y Flores se habían dado facilidades al doctor Teodoro Wolf para sus estudios y en 1892 apareció, publicada en Leipzig, a costa del Supremo Gobierno, la Geografía y Geología del Ecuador, que sirvió de texto de consulta para enseñanza de esa materia en los institutos de estudios superiores. El doctor Roberto Espinosa, en abril de 1885, prologó la publicación de Ecos del Destierro, que compuso Honorato Vázquez cuando hubo de alejarse de la Patria durante el Gobierno de Veintimilla. «Tiempo ha, decía Espinosa que cuatro amigos, digo mal, cuatro hermanos, solemos reunirnos, sin que nunca faltase ninguno, todos los jueves por la noche», para leer por turno composiciones literarias y para charlas y discusiones sobre asuntos de cultura. Esos amigos eran Vázquez y Espinosa, el doctor Carlos R. Tobar y don Quintiliano Sánchez. Ese grupo inicial se aumentó luego con don Carlos M. León y don Vicente   —385→   Pallares Peñafiel y por iniciativa de estos dos últimos jóvenes se organizó el Ateneo de Quito, cuya instalación solemne se llevó a cabo el 2 de abril de 1891 con una velada memorable. Ante un público selecto y con asistencia del Presidente de la República, intervinieron con sus discursos don Juan León Mera, Presidente de la Entidad; el doctor Julio Castro, Vicepresidente; don Miguel Valverde, Secretario de la Sección de Ciencias Naturales, Físicas, Médicas y Matemáticas y el señor Leónidas Pallares Arteta, miembro de la sección de Literatura y Bellas Artes. La parte musical estuvo a cargo del maestro Aparicio Córdoba y de las señoritas Victoria Villagómez, Genoveva Zaldumbide y Rosa Elvira Tola120.

Otro acto social se verificó, durante la Presidencia de Cordero, que demostró el espíritu de culta comprensión que alentaba el ambiente. Fue con motivo de la inauguración del monumento al mariscal Antonio José de Sucre. Como fecha clásica se había escogido el 10 de agosto de 1892. En 1874 el Concejo Municipal de Quito había celebrado un contrato con el escultor español don José González Jiménez para la realización de la estatua de Sucre, conforme a un proyecto trazado por el mismo artista, que no pudo llevarlo a cabo. Por fin, en 1887, el Concejo se dirigió a don Clemente Ballén, Cónsul General del Ecuador en París, encargándole que hiciese trabajar la estatua, de acuerdo con el modelo diseñado por el ingeniero nacional don José Gualberto Pérez. La fundición estuvo a cargo del artista francés monsieur Falguiere. El plano del pedestal trazó el arquitecto francés monsieur C. Chedanne y lo ejecutó el ingeniero civil monsieur H. Beer.

El Municipio Capitalino, para la inauguración del Monumento, envió una invitación que fue correspondida por telegrama por los municipios y Gobernaciones de la República. Al mismo tiempo organizó un programa que comprendía una Exposición, un acto académico y el acto de inauguración del Monumento. El señor   —386→   Alcides Enríquez fue el encargado de organizar la Exposición, que se dividió en cuatro secciones: ciencias naturales y agricultura; artes liberales y bellas artes; artes mecánicas y manufacturas, e industrias. El acta académico se verificó en el Teatro Sucre, con asistencia del Presidente de la República y sus Ministros, de representantes del Poder Legislativo y del Municipio y de público escogido. El programa comenzó por el discurso del doctor Luis Cordero, quien hizo alusión a la parte que tomó el Ecuador en la Exposición Universal celebrada en París en 1889 y estimuló a los expositores a enviar sus obras, a costa del Gobierno, para la Exposición que se proyectaba realizar en Chicago en los Palacios del Yachkson Park. Luego, alternando con piezas musicales, se pronunciaron discursos al entregar el premio a los expositores triunfantes.

En el acto inaugural del Monumento tomó nuevamente la palabra el presidente Cordero y, después de él, el ex presidente doctor Antonio Flores; el presidente del Concejo Municipal doctor José María Bustamante; el ministro de Colombia doctor Francisco de Paula Urrutia y el doctor Lorenzo R. Peña, en representación de la prensa de Guayaquil. Luego hubo tribuna libre, que ocuparon varios otros ciudadanos121.

Al presidente Cordero le tocó también presidir el programa de festejos, organizado para celebrar el cuarto centenario del descubrimiento de América. Los actos principales fueron la Misa de Acción de Gracias, en que llevó la palabra de ocasión el padre José María Aguirre. Luego, al pie de un monumento que se había levantado en el centro de la Plaza Mayor, pronunció un discurso alusivo, al hecho el doctor Francisco Andrade Marín, Ministro de Obras Públicas. La concurrencia se dirigió enseguida, al son de la música, a la inauguración de la nueva calle que el mismo Ministro había abierto para conectar la carrera Ambato con la García Moreno. De vuelta al Palacio de Gobierno, el presidente   —387→   Cordero dirigió una alocución a la multitud, declarando inaugurados el Colegio Militar y la Escuela Naval del Ecuador, hechos que destacó en su discurso el ministro de guerra y marina general José María Sarasti. El relator de las fiestas, señor Antonio Alomía Ll. anotaba lo siguiente: «Verdaderamente nuestra patria ha tenido la fortuna de celebrar el cuarto centenario del Descubrimiento, con actos que no son para olvidarse. Los de beneficencia ejecutados por el excelentísimo señor Presidente del Ecuador y la inauguración de edificios públicos, nuevas y útiles vías, escuelas de pintura, de música y de educación general en varias provincias de la República, claramente pregonan que ésta ha pactado ya estrecho maridaje con el progreso». Entre las obras de beneficencia constaba el terreno que el Gobierno entregó a los padres Salesianos para que ampliasen la obra de educación de los niños desvalidos. Por la noche se verificó el Acto Académico organizado por la Academia Ecuatoriana. Llevaron la palabra el presidente Cordero, académico correspondiente; el director de la Academia doctor don Julio Castro; don Quintiliano Sánchez con su poema titulado Colón y la Fe y el señor Emilio María Terán, Secretario particular del Presidente.

Por los actos mencionados se echa de ver el realce cultural del ambiente de Quito durante la Presidencia de Cordero y su visión de la política en los colaboradores que escogió para su Gobierno. Antes de narrar el cambio de orientación que se va a imprimir a la instrucción pública, es preciso echar una ojeada a los principios que dirigieron hasta entonces la educación ecuatoriana. La idea de la educación gratuita y obligatoria, como deber del Gobierno democrático, la formuló y enunció Rocafuerte y fue la que alentó a sus sucesores en la difusión de la enseñanza primaria, que comenzó por las capitales de Provincia, se extendió a los cantones y a algunas parroquias, sin llegar al campesinado, ni a los indios. A partir de García Moreno la educación primaria y media se puso en manos de institutos religiosos, procedentes particularmente de Francia, que dieron a la enseñanza su metodología   —388→   y su orientación católica. Con García Moreno se acentuó también la idea de dar a la enseñara superior y universitaria una orientación técnica con el fin de aprovechar las riquezas del país. En el fomento de la educación intervinieron los Municipios y los Obispos en colaboración con el Gobierno. La educación superior formó una generación de profesionales, médicos, abogados y científicos, que elevaron a un nivel considerable la cultura ecuatoriana. En ese período surgió Cuenca como centro de proyecciones literarias, que mereció el calificativo de Atenas del Ecuador. Cabe anotar, por fin, que los vaivenes de la política se dejaron sentir en el campo de la educación; pero conservaron la orientación católica que imprimió García Moreno.




ArribaAbajo La enseñanza desde el Gobierno del general Alfaro

Producida la renuncia del presidente Cordero, subió al poder el general Eloy Alfaro. El Ministro encargado de la Instrucción Pública señor José de Lapierre, en su informe a las Cámaras Legislativas de 1896, después de ponderar la necesidad de una educación, «bajo los modernos principios científicos adoptados en todo el mundo», pidió a los Legisladores textualmente lo siguiente: «que establezcáis la enseñanza laica obligatoria; que fundéis las Escuelas Normales, por lo menos en Guayaquil y en Cuenca, de donde surgirán institutores idóneos para regentar las escuelas en toda la República, después de haber optado en grado de maestro; que autoricéis al Ejecutivo para contratar pedagogos alemanes competentes para la dirección, y que esto no lo dejéis al tiempo, sino que le deis preferencia a cualquiera otro asunto». Para la educación de la mujer pedía el Ministro además de la instrucción general la «pintura, la música, las labores de mano, en una palabra, las Bellas Artes». «Os pido, concluía, en nombre de la mujer, la apertura de Colegios Pestalazianos, donde puedan ellas beber las saludables aguas de la instrucción. El alabado sistema Pestaloziano,   —389→   cuya enseñanza se dicta por medio del cuento o narración, tiene la ventaja de abarcar la educación primaria y secundaria: un niño o niña sale de esos planteles con el grado de Maestro a Maestra de pedagogía, porque allí mismo aprende esta ciencia prácticamente en la instrucción primaria que dan esos establecimientos los alumnos de las clases superiores».

A la formulación de la enseñanza laica había precedido el hecho consumado de la privación de sus escuelas a los Hermanos Cristianos en Quito, Tulcán, Ibarra, Otavalo, Ambato, Riobamba, Guayaquil y Loja. Tan sólo subsistieron los de Latacunga, Azogues y Cuenca. En Quito, el ilustrísimo señor González Calisto, compadecido de los mil quinientos niños que quedaban sin escuela, tomó a su cargo sostenerla con fondos de la Curia, en un local provisional y con el pago de veinte sucres mensuales a cada hermano profesor. Comenzó, de este modo, la Iglesia a promover por su cuenta la educación católica de la niñez frente a la enseñanza oficial, definidamente laica122. Manabí fue la Provincia más afectada por la transformación liberal. Después de diez años de labor educacional emprendida y costeada por su celoso Obispo, fue éste perseguido y hubo de abandonar la Diócesis y tras él salieron las Franciscanas de Chone, las Benedictinas de Rocafuerte, Calceta y Jipijapa y los padres del Sagrado Corazón. Toda la Provincia quedó sin escuelas y las parroquias sin curas.

Igual suerte que a los Hermanos Cristianos les tocó a los padres Salesianos, que se vieron obligados a abandonar las obras que dirigían en Quito y Riobamba.

El informe de 1898, después de tres años de experiencia liberal, declaraba la educación como monopolio del Estado. Decía al respecto el Ministro doctor Rafael Gómez de la Torre: «Sin aceptar el principio de que la enseñanza se deje enteramente a los particulares, aunque éstos merezcan el apoyo del Gobierno, ha tomado el actual la educación e instrucción como un deber sagrado   —390→   que está estrictamente obligado a cumplirlo. De hecho continuaban algunas escuelas de regímenes anteriores: la preocupación del Gobierno en este caso era no aumentar el número sino reglamentar su funcionamiento de acuerdo a los sistemas modernos de enseñanza. Por falta de fondos acordó el Ministro que tan sólo en las Provincias de Pichincha, Azuay y Loja subsistiese el cargo de Director de Estudios; debiendo ejercerlo en las demás los Gobernadores».

Por decreto legislativo de 11 de junio de 1897 se creó el Colegio Nacional «Mejía» con instrucción primaria, secundaria y normal. Comenzó a funcionar en el Beaterio, con un gabinete de física y un laboratorio de química entregados por los Hermanos Cristianos, con una biblioteca de 400 volúmenes obsequiados por Alfaro y un jardín y un invernáculo para enseñanza de botánica. Pocos meses después, el 10 de agosto de 1897 se fundó el Colegio «Olmedo» de Guayaquil y se reorganizó el Colegio «Bolívar» de Tulcán.

Al doctor Gómez de la Torre sucedió en el Ministerio de Instrucción Pública el doctor José Peralta, uno de los pensadores del liberalismo. En el informe de 1900 aportó como ideas nuevas, la necesidad de crear escuelas nocturnas para educación de los adultos, centros de enseñanza para los indios y de hermanar, con la instrucción, el trabajo manual, a fin de desarrollar todas las aptitudes en los niños y niñas del Ecuador. Conforme a estos principios, se creó, mediante decreto legislativo del 21 de setiembre de 1900, la Escuela Nocturna para adultos con todos los elementos de enseñanza, edificio espacioso, material didáctico y profesores preparados. Con el afán de facilitar la instrucción de huérfanos y pobres se establecieron 581 becas, repartidas en los diferentes Colegios de la República: 20 en el Colegio Vicente Rocafuerte, 50 en el Instituto Mejía, 200 en la Escuela de Artes y Oficios, 30 en el Liceo Rocafuerte, 70 en el Colegio del Buen Pastor, 30 en el Colegio de la Providencia   —391→   de Quito, 30 en el de la Providencia de Guayaquil, 45 en el Colegio de los Sagrados Corazones de Quito, 30 en el de la Inmaculada Concepción, 10 en el Colegio de Santa Teresa de Latacunga, 10 en el Colegio de la Providencia de Ambato y en el Colegio Mariana de Jesús. Además 4 en la Universidad Central y 12 en el exterior.

El doctor Peralta expresó por primera vez la idea de admitir a la mujer en los estudios universitarios. Además, en la Universidad Central restableció a Facultad de Matemáticas e introdujo algunas materias especiales en la Facultad de Medicina. Por decreto ejecutivo de 5 de diciembre de 1900 se instalaron en el Colegio Bolívar de Ambato las cátedras de Jurisprudencia y Matemáticas y en el Colegio Vicente Rocafuerte de Guayaquil, las de Agronomía y Topografía, especialmente para oficiales del ejército. Ya en 1895, por Decreto de la Jefatura Suprema de 26 de diciembre se había establecido en el Colegio San Bernardo de Loja las Facultades de Jurisprudencia y Medicina.

Con el fin de continuar la labor del Conservatorio de Música contrató para profesores a los señores Marconi, Traversari y Traversari Salazar. Con igual fin puso el Observatorio bajo la dirección del Astrónomo francés señor Gonnessiat, y la Escuela de Artes y Oficios, del señor Murillo.

En 1901 daba cuenta el doctor Peralta que se habían establecido en Quito Institutos Pedagógicos de varones y señoritas y de varones en Cuenca y que se había reorganizado en Quito la Escuela de Bellas Artes. Al mismo tiempo destacaba el hecho de que se habían publicado escritos que honraban al Ecuador como la Historia General del Ecuador por el ilustrísimo señor González Suárez, Obispo de Ibarra; los «comentarios del Derecho Civil Chileno» del doctor Luis Felipe Borja; Tratados de Botánica del padre Luis Sodiro; la Clave de Jurisprudencia del doctor Francisco Andrade Marín; Recopilación de Leyes del Ecuador por el doctor Aurelio Noboa; los textos de enseñanza primaria arreglados por don Roberto Andrade y Cuestiones Pedagógicas, escritas por don Manuel de Jesús Andrade.

Por decreto ejecutivo de 2 de julio de 1900 se erogó   —392→   la suma de 4000 sucres para sostenimiento de la Sociedad «El Liceo de la Juventud» de la ciudad de Cuenca. Y se dio decidido apoyo a la Comisión Geodésica, compuesta por Jefes del Ejército Francés, que había iniciado sus estudios en la Provincia del Chimborazo. El doctor Peralta pudo trazar, al terminar su trienio de Ministerio, la estadística siguiente: a las 407 escuelas nacionales, regentadas por 459 instituciones y a las 130 municipales, dirigidas por 161 profesores, concurrían 36296 alumnos. A las 360 escuelas nacionales de niñas, con 403 preceptoras y 75 municipales a cargo de 125 institutoras, concurrían 24480 niñas. A los 20 colegios nacionales de varones concurrían, aproximadamente 1948 alumnos, y a los 28 Colegios de niñas asistían 6252 educandas.

Al doctor Peralta sucedió el señor Julio Arias. A la Legislatura de 1902 interesó para que se asignaran fondos suficientes a fin de mejorar los sueldos y condiciones de los maestros y proveer del material necesario a los centros de instrucción. Con este objeto tuvo la iniciativa de crear almacenes escolares en Quito y Guayaquil, pidiendo a los Estados Unidos y a Europa textos y útiles de enseñanza. Al señor Arias se debió también la idea de implantar la estadística en las escuelas, para conseguir lo cual hizo el reparto de cuadros con las instrucciones debidas sobre matrículas y asistencia media de los alumnos.

La obra educacional iniciada por el doctor Peralta trató de continuarla el señor Julio Andrade otro de los dirigentes del liberalismo en el Ecuador. A su juicio había entrado la Patria en un renacimiento intelectual, que debía pasar a la historia, no sólo como una época de paz, fundando para ello sociedades literarias y científicas, fomentando la labor del Conservatorio de Música y las Escuelas de Pintura y Escultura, promoviendo concursos artísticos con gratificaciones a los triunfadores, alentando los estudios científicos y la literatura periodística. Insistió también en la necesidad de formar maestros capacitados en los Institutos Pedagógicos, lo mismo que de perfeccionar los métodos de enseñanza, difundiéndoles mediante la revista y conferencias especializadas.   —393→   Durante el Ministerio del señor Andrade se reorganizó la Escuela de pintura en Cuenca, anexándola a la Universidad y poniéndola bajo la dirección del artista quiteño don Joaquín Pinto. Se publicaron asimismo los tomos IV y V de la Historia del ilustrísimo señor González Suárez y los tres tomos de Límites Ecuatoriano-Peruanos del dominico padre Enrique Vacas Galindo, a quien el general Alfaro facilitó el trabajo de investigaciones históricas en el Archivo de Indias de Sevilla. Como militar distinguido supo por experiencia la utilidad del desarrollo físico y se interesó por introducir en la Escuela Normal de varones la enseñanza de la gimnasia a cargo del profesor señor Pimental. Favoreció también el establecimiento de escuelas profesionales, la «Escuela Filantrópica» en Guayaquil y otra en Quito, bajo la dirección del padre Salesiano Guido Roca.

En los años de 1904-1905 estuvo al frente del ramo de instrucción el señor Luis A. Martínez, hombre conocedor de los problemas educacionales, bajo cuya dirección trabajó con eficiencia el Consejo General de Instrucción Pública. A su juicio el plan de estudios de la escuela primaria adolecía, entre otros defectos, del recargo de materias, que mal podían asimilar los niños, mucho menos en las escuelas rurales. Era menester organizar un plan general armónico que permitiera a los educandos pasar de la escuela de orden inferior a la del inmediato superior sin solución de continuidad, a fin de proporcionar a los alumnos los conocimientos adecuados al medio en que les tocara vivir. Juzgaba para esto oportuno distribuir las materias en seis grados, con la división en escuelas elemental y superior, de acuerdo con la condición y necesidades de los alumnos que las frecuentaran.

Para la secundaria se había expedido un nuevo plan de estudios formulado por el Consejo General de Instrucción Pública, en que se había introducido para todos los Colegios la instrucción militar, como medio de formar generaciones vigorosas y valientes. Los Colegios Normales no habían dado los resultados apetecidos, acaso por haber sido prematuramente creados. Creía conveniente   —394→   clausurarlos por entonces y destinar los fondos a costear becas en el exterior para alumnos idóneos, que una vez capacitados en la técnica del magisterio, pudiesen asentar sobre base segura la reforma de la enseñanza.

Entretanto, de acuerdo con el Consejo de Instrucción Pública, se había obligado a los maestros de primaria a rendir exámenes de aptitud en un plazo fijo y ante un tribunal designado para el efecto. Por otra parte se había dictado un reglamento para los exámenes de secundaria, dejando la prueba oral en segundo término e imponiendo la tarea del examen escrito.

El Congreso de 1904 había autorizado al Ejecutivo para que previa consulta con el Consejo de Instrucción Pública, pudiese clausurar los Colegios que no llenasen las condiciones del Reglamento vigente. Por esta causa fueron clausurados los Colegios de Azogues, Guaranda y Pelileo.

El 12 de octubre de 1904 había facultado al Ministro de Instrucción Pública para que reorganizara la Universidad, clausurada un año antes. El Consejo de Instrucción Pública llevó a cabo esa reorganización, con el nombramiento de profesores para las Facultades de Jurisprudencia y Medicina, los empleados de Secretaría y el personal de servicio. Esta vez nombró el Congreso para Rector de la Universidad al doctor Carlos Freile Zaldumbide, quien inauguró el 20 de octubre el año lectivo correspondiente a 1904-1905.

Se estableció también la Escuela de Farmacia para Señoritas, como la sección de litografía bajo la dirección de don Víctor Puig, con excelente material traído de Alemania. Frente al Conservatorio de Música se puso al señor Domingo Brecia, nativo de Chile, en vez del señor Traverssari, que había fallecido.

El señor Martínez introdujo también reformas en las Escuelas de Artes y Oficios, modificando el programa de enseñanza, con el fin de hacerlo efectivamente práctico.

Anexa a la Universidad creó asimismo la Escuela de Ciencias Físicas y Naturales, bajo la dirección del señor Gonnessiat y con la cooperación de los señores Gentey, Boirivant, Lagrulla y Elavette, contratados para dictar las clases de Física, Química, Historia Natural, Matemáticas, Mecánica Superior e Ingeniería Civil.

En marzo de 1904 se instaló en Ambato una Estación Meteorológica, dependiente del Observatorio de Quito, con una sección sismográfica, con dos aparatos de primera clase. En la misma capital del Tungurahua, se adquirió para el Colegio Bolívar la Biblioteca que había pertenecido al señor Juan León Mera.

Con ayuda del Gobierno se publicaron las siguientes revistas: Revista de la Sociedad Jurídica Literaria, Revista de la Corporación de Estudios de Medicina, Revista Literaria del Azuay, Guayaquil Artístico, las Monografías Botánicas del padre Sodiro y el Repertorio de Instrucción Pública.

Entre 1906 y 1910 se sucedieron en el Ministerio de Instrucción Pública los señores Julio Román, Alfredo Monge, César Borja y Alejandro Reyes. La preocupación por la enseñanza organizada siguió su ritmo. Pero hubo algo nuevo en los informes oficiales y fue la declaración de la orientación laica de la enseñanza. Refiriéndose concretamente a la mujer, expresó el señor Román en octubre de 1906: «El afán del Gobierno ha sido la instrucción laica en la conciencia de la mujer. Para ello ha multiplicado los planteles y Liceos, que con el carácter de normales comienzan a organizarse satisfactoriamente, sin que se encuentren como antaño la sistemática resistencia de añejas preocupaciones».

Más o menos igual concepto manifestó el señor Monge en el informe de junio de 1807. «El Gobierno liberal desde su ascensión al poder, empapado de la importancia que encierra la educación de la mujer, ha prestado su preferente atención a su desenvolvimiento, ha fundado instituciones normales en varias ciudades de la República, ha abierto cursos especiales para señoritas en el Conservatorio Nacional de Música y en la Escuela de Bellas Artes, ha fomentado por medio de becas los estudios de obstetricia, facilitándoles también el ingreso a la Facultad de Farmacia». «El feminismo triunfa en el Universo entero y entre nosotros   —396→   también. La mujer ha hecho sentir su poderosa influencia en los diversos ramos de la actividad humana y en el literario una distinguida poetisa ha sido coronada, doña Dolores Sucre. Se funda en la ciudad de Guayaquil una sociedad para el cultivo de las gayas ciencias, la Academia de Señoritas, y en Quito se funda la Revista literaria La Mujer, donde se ensayan nuestras jóvenes intelectuales y doña Mercedes González de Moscoso, escribe su drama La Abuela y otros más».

En cuanto al espíritu de la educación oficial del país se proclamó en el artículo 16, de la Ley Orgánica de Instrucción Pública, que la enseñanza oficial y la costeada por las Municipalidades eran esencialmente seglares y laicas y que la enseñanza primaria, además de laica, sería obligatoria y gratuita.

El señor Monge insistió también en la eficacia del concepto de moral. Según él, «la instrucción moral es una verdadera necesidad exigida por la sociedad a los encargados de la enseñanza de la juventud: exigencia que se explica satisfactoriamente si se tiene en cuenta que dicha educación contribuye eficazmente al bienestar, a la paz y solidaridad universal [...] Moralidad, Moralidad y más Moralidad es lo que la civilización moderna reclama incesantemente; moral social, moral política, moral conventual para llegar a la moral universal, la augusta religión del porvenir».

La estadística escolar de 1907 permite colegir los resultados del afán educador en el país. Contaba entonces la República con 1339 escuelas primarias; 12 colegios de enseñanza secundaria; 3 Universidades y una Junta Universitaria y 30 establecimientos de enseñanza. A las escuelas acudían 69634 niños, o sea que por 934 habitantes había una escuela.

El 27 de marzo de 1909 el presidente general Eloy Alfaro expidió un Decreto en que se reglamentó la forma de distribuir el presupuesto de Instrucción Primaria señalado por el Congreso de 1908, que consistía en el producto íntegro del impuesto sobre timbres, el 10 por ciento de los impuestos municipales y el 20 por ciento sobre los derechos de importación.

  —397→  

El señor Reyes, en su informe de junio de 1910, dio a conocer que de acuerdo con el n.º 10 del Artículo 17 de la Ley de Instrucción Pública, se había patrocinado la publicación de la Revista Pedagógica, destinada a divulgar los principios filosóficos de la enseñanza, como también la Educación Popular para los maestros de primaria; en Loja, la Organización Escolar, y en Guayaquil, el Boletín de las Escuelas Primarias y Pedagogía y Letras.

El Ministro mencionado enumeró el número y calidad de los Colegios entonces existentes. El Colegio «Juan Bautista Vázquez», de Azogues, fue establecido con el carácter de exclusivamente mercantil. A los Colegios de San Alfonso de Ibarra y San Luis de Cuenca se les cambió de nombre, por el de Teodoro Gómez de la Torre y Benigno Malo. Además de estos Colegios se enumeraban el del Seminario «San Diego» de Ibarra (particular); en Quito, el «Mejía» (fiscal), el «San Gabriel» y el Seminario de «San Luis» (particulares); en Latacunga, el «Vicente León» (fiscal); en Riobamba, el «Maldonado» (fiscal) y el «San Felipe» (particular); en Guaranda el «Pedro Carbo» (fiscal); en Cuenca, el Seminario Conciliar (particular); en Loja, el Seminario (particular) y el «Bernardo Valdivieso» (fiscal); en Machala, el «Nueve de Octubre» (fiscal); en Ambato, el «Bolívar» (fiscal); en Guayaquil, el «Vicente Rocafuerte» (fiscal); y, en Potoviejo, el «Olmedo» (fiscal).

En cuanto a la primaria, Carchi contaba con 62 escuelas y un alumnado de 13469 alumnos; Pichincha, con 154 escuelas y un alumnado de 36655; León, con 83 escuelas y 9853 niños; Tungurahua, con 79 escuelas y 23390 educandos; Chimborazo, con 123 escuelas y un total de 16250 alumnos; Bolívar, con 51 escuelas y 8390 niños; Cañar, con 30 escuelas y 15142 alumnos; Azuay, con 177 escuelas y un total de 25181 niños; Loja, con 250 escuelas y un alumnado de 22776; El Oro, con 65 escuelas y 4466 niños; Guayas, con 20 escuelas y 22253 alumnos; Los Ríos, con 26 escuelas y 3756 niños; Manabí, con 122 escuelas y 16454 alumnos;   —398→   Esmeraldas, con 44 escuelas con un total de 2844 educandos; en el Oriente había 14 escuelas y una en el Archipiélago de Colón.

En 1910 había transcurrido tres lustros de la implantación del liberalismo en el país. El poder ejecutivo había tenido al frente, alternativamente, a los generales Eloy Alfaro y Leónidas Plaza. Pasada la primera etapa de violencia, había sucedido un período de organización del país conforme a un criterio liberal, que trascendió principalmente al ramo de educación pública. Desde luego la idea de que la educación del pueblo era un deber del Estado la había formulado Rocafuerte. García Moreno la puso en práctica con una orientación de sentido católico, como convenía a un pueblo de formación tradicional. El liberalismo transformó el espíritu de la educación oficial, imponiéndola con un sentido laico. La Iglesia, a través de sus institutos docentes, asumió la labor heroica de mantener escuelas y colegios, que comenzaron a llamarse particulares, o sea al margen del erario público. De hecho los católicos se vieron obligados a contribuir a la vez para la educación oficial y laica y para la educación de sus hijos en institutos particulares.

Fuera de esta marginación fiscal, la educación católica se vio afectada también por la ley de cultos, formulada en el Congreso de 1904 y sancionada por el General Leónidas Plaza. Se proclamó la libertad de cultos, se prohibió la inmigración de Comunidades Religiosas y se limitó a los ecuatorianos de nacimiento el derecho de ser superiores en las congregaciones religiosas. Además se prohibió el cobro de diezmos y se estableció el control administrativo sobre los bienes eclesiásticos.

El Congreso de 1908, bajo el Gobierno del General Alfaro, expidió la «Ley de Beneficencia», por la que se declaraba del Estado todos los bienes raíces de las Comunidades Religiosas, dedicándolos a la beneficencia pública. Las Juntas de Beneficencia no tenían más obligación que suministrar la congrua sustentación a los religiosos que entonces eran profesos. Es fácil colegir las   —399→   consecuencias que de esta situación hubieran de redundar a la educación católica de la niñez ecuatoriana.

Sin cambiar el espíritu de la educación oficial, pero reconociendo la realidad de la educación particular, se consignó en el Modus Vivendi firmado el 26 de julio de 1937 entre el Gobierno del Ecuador y la Santa Sede, el artículo 2.º que dice textualmente: «El Gobierno del Ecuador garantiza en la República la libertad de enseñanza. La Iglesia Católica tiene, pues, el derecho de fundar planteles de enseñanza, proveyéndolos de personal suficientemente idóneo y de mantener los existentes. En consecuencia, el Gobierno se obliga a respetar el carácter propio de los institutos; y, por su parte, la Iglesia se obliga a que ellos se sujeten a las Leyes, reglamentos y programas de estudios oficiales, sin perjuicio del derecho de la iglesia para dar, además, a dichos planteles carácter de orientación católica. Los estudios en los Seminarios y Escolásticos de religiosos dependerán de los respectivos Ordinarios y Superiores».

Después de cuarenta años de Gobierno liberal se había ya impuesto el laicismo en la educación. El Modus Vivendi consiguió a lo más que el Gobierno del Ecuador garantizase la libertad de enseñanza y reconociese el derecho de la Iglesia Católica a fundar planteles propios, pero obligándola a sujetarse a las leyes, reglamentos y programas de estudios oficiales.

Es preciso, sin embargo, reconocer que la educación pública había entrado en los cauces de la técnica, sin dejar de inspirarse en el espíritu del laicismo. En esta, obra de orientación definitiva intervinieron con eficacia los ministros Luis Napoleón Dillon y Manuel María Sánchez.

El ministro Dillon, en su informe de 1913, afirmó su propósito de procurar «educación para todo y para todos», como medio de regeneración personal y colectiva. Por decreto de 3 de octubre de 1912 se estableció la Procuraduría con los fondos necesarios para adquirir muebles, útiles y textos escolares, con el fin de distribuirlos en las escuelas. De hecho comenzaron a llegar de   —400→   los Estados Unidos bancas unipersonales graduables, que ofrecían comodidad a los alumnos.

Por Decreto de enero de 1913 se reorganizó la oficina de Estadística destinada a formar el censo escolar en la República, el escalafón del personal docente, el registro de propiedad escolar y el control de enseres, que demandaba la técnica administrativa de esta función pública.

El 28 de abril de 1913 decretó el Ministerio la creación de un Museo Pedagógico, que fuese a la vez la muestra objetiva del progreso en la enseñanza y un medio de ilustración para los maestros. El 8 de abril de 1913 reorganizó la escuela «Rita Lecumberry» de Guayaquil convirtiéndola en escuela normal elemental, con un plan de estudios adecuado, anexándole una escuela fiscal para la práctica de la enseñanza.

Con el fin de proporcionar a la mujer las posibilidades de una carrera que le redimiese la economía de la vida, creó un Instituto de Señoritas con un curso para oficinistas, con el estudio del castellano, redacción oficial y comercial, contabilidad, taquigrafía, mecanografía, francés e inglés.

Dependiente del Museo Pedagógico, estableció una Biblioteca especializada, con una sección circulante en beneficio de los maestros rurales que residían fuera de Quito y otra sección didáctica compuesta de obras de consulta y una compilación de textos escolares adoptados en los países más cultos de América y Europa.

Mediante repetidas circulares promovió la organización de sociedades pedagógicas, destinadas a estudiar y discutir los problemas comunes al Magisterio.

Después de García Moreno fue el ministro Dillon quien mejor comprendió la necesidad de contratar técnicos europeos para inyectar nueva vida en la educación ecuatoriana, esta vez con elemento alemán de preferencia. En 1913 manifestó que había conseguido en Berlín un grupo de siete profesores normalistas para los dos Institutos de la capital; dos especialistas en París,   —401→   uno de Viticultura y otro de Horticultura para la Quinta Agronómica de Ambato; y para la escuela de Bellas Artes, uno en París como profesor de Arquitectura, dos en Roma, una para pintura y otro para escultura y uno en Hamburgo para enseñar litografía.

Se hallaban ya prestando sus servicios en la Escuela de Bellas Artes los señores Raúl María Pereira, profesor de pintura; León Camarero, profesor de composición y colorido; Alfredo Bar, profesor de dibujo y francés; y A. Dobe y Juan Castells, profesores de litografía: en el Instituto Normal Juan Montalvo, Fernando Pons, Francisco San Cristóbal y Francisco Estrada, como profesores, respectivamente, de pedagogía y matemáticas; en el Conservatorio de Música, José María Trueba, como profesor de canto y Enrique Fosfero, profesor de instrumentos de metal. Enrique Williams y Eduardo Adams enseñaban inglés en la Escuela Nocturna de Obreros y en el Instituto Normal «Manuela Cañizares» y en ambos Institutos era profesor de gimnasia el señor Flores Sanhuesa.

Durante el Ministerio del señor Dillon se creó la Dirección General de Bellas Artes, anexa al Ministerio de Instrucción Pública. El señor Pedro Pablo Traverssari, encargado de la dirección, llevó a cabo la reconstrucción del teatro Sucre e inauguró la Galería Nacional de Arte, destinada a exposiciones y concursos anuales de los artistas del país y extranjeros, y comenzó a coleccionar las obras notables de los grandes artistas nacionales, como Miguel de Santiago, Goríbar, Legarda, Caspicara, Salas, Vélez, Salguero y Pinto.

Bajo los auspicios de la Sociedad Geográfica de Lima, el ministro Dillon creó la Sociedad Geográfica del Ecuador, compuesta de un núcleo de jóvenes entusiastas y preparados, que organizaron un plan de trabajo que comprendía estudios geográficos, hidrográficos y cartográficos. Se inauguró, por fin, el monumento en la Alameda, que recordaba a los Geodésicos franceses que vinieron en dos ocasiones el Ecuador para medir un arco de meridiano;   —402→   y se comenzó a reconstruir las señales geodésicas que esos sabios habían dejado en el territorio de sus operaciones. Con el propósito de obligar al pueblo a educar a sus hijos, prohibió el ejercicio de cualquier arte u oficio a quien no supiera leer y escribir correctamente; prohibió asimismo aceptar, bajo penas severas, en talleres, fábricas y casas particulares a niños analfabetos que se hallasen en edad escolar; compulsó, con amenaza de multas, a padres y patronos al cumplimiento de la Ley Escolar a los hijos y sirvientes y estableció el Registro, la Libreta y la Policía escolar.

En cuanto a la enseñanza secundaria observó, que, por falta de un programa cíclico concéntrico que eslabonara lógicamente la escuela con el colegio, hacía que los primeros años de colegio significara una repetición de materias, con la consiguiente pérdida de tiempo de los alumnos. Con vista a esta realidad insinuó la conveniencia de traspasar los cursos de Filosofía a la Facultad Universitaria de Filosofía y Letras y reorganizar los Colegios de Secundaria convirtiéndoles en Escuelas Superiores en que se refundieran los cursos de Humanidades. Opinaba el ministro Dillon que el medio mejor para promover la educación en el país sería centralizar el ramo de educación en el Poder Ejecutivo y dictar una buena ley de enseñanza común, basada en la experiencia de los pueblos más adelantados en la aplicación de los principios de la pedagogía moderna

Al señor Dillon sucedió en el Ministerio de Instrucción Pública el doctor Manuel María Sánchez, que tenía en su haber la experiencia pedagógica y literaria de su padre, señor Quintiliano Sánchez. El nuevo Ministro continuó y perfeccionó la obra orientadora de su predecesor en el cargo. Mediante circulares trató de elevar la moralidad profesional del elemento docente. Ante todo se interesó en la seriedad, con que debían actuar los tribunales examinadores para la concesión de títulos de maestros. Prohibió a los visitadores escolares alojarse en las casas de habitación de las maestras para evitar suspicacias. Reclamó honradez en la   —403→   concesión de certificados a los maestros con el fin de prevenir conflictos entre las autoridades del ramo. Insistió en la importancia de la práctica de la gimnasia y recomendó la creación de Boy Scouts, para cuyo establecimiento envió a los maestros el reglamento de esta institución. Insinuó la conveniencia de introducir en las escuelas femeninas de las provincias los cursos de costura, lavado, aplanchado y cocina, conforme el plan que adoptaron los Consejos Escolares.

Por primera vez aclimató en el ambiente la idea del indujo que ejerce sobre el educando la aula escolar espaciosa, saturada de aire y luz, que consulta la higiene y la alegría infantil. Con este criterio comenzó la serie de construcciones cómodas y provistas de los elementos necesarios. «Educar es hacer el porvenir», fue el pensamiento que dirigió las actividades del ministro doctor Sánchez. Para tecnificar el magisterio y la docencia hizo venir de Alemania un grupo selecto de profesores, entre los que constaban el doctor Augusto Rubbel, Walther Hinmelmann, Otto Scharnow, Franz Warzawa, Elena Sohler y Eleonora Nauman. Con este personal comenzó una nueva etapa del Normal Juan Montalvo, instalado en la histórica Quinta de «El Placer», dotándole de un gabinete de Física y un laboratorio de Química y de pupitres modernos unipersonales. Convencido de que el aporte extranjero debía completarse con elemento nacional, aprovechó de la oferta generosa del Gobierno de Chile y envió becarios al Normal «Abelardo Núñez», a los jóvenes ecuatorianos Rafael Coronel y Segundo Moscoso, del Instituto Mejía, Emilio Uzcátegui y Reinaldo Murgueytio, alumnos distinguidos del Instituto Juan Montalvo.

Dio a conocer los resultados de la oficina de Fomento, establecida por el señor Dillon. Desde entonces se había desterrado de las escuelas fiscales los libros de lectura basados en el método llamado del silabeo y sustituido por otros, dispuestos según los métodos fonéticos, de palabras normales y combinado con la escritura. Se habían también reemplazado los textos de gramática escritos en forma catequística, por aquellos que tendían a enseñar   —404→   más el lenguaje mismo que las reglas. Para la enseñanza de la Geometría se habían introducido textos del método intuitivo. Se repartieron en las diversas escuelas del país 2300 pupitres americanos unipersonales y 100 pizarrones de factura alemana a planteles de instrucción primaria del Pichincha; 10 para Chimborazo; 100 para Bolívar y 80 para el Guayas.

Por cuenta del Ministerio, se comenzó a publicar una serie de obras que debían constituir la Biblioteca del Maestro Ecuatoriano. Además se inició la publicación de la Revista de Educación como órgano del Ministerio del Ramo.

Ha recibido, asimismo, notable incremento el Museo Pedagógico, que contaba ya con aparatos para las escuelas y material didáctico para enseñanza en los Kindergarten, según el sistema de Froaebel; utensilios, mapas murales, cuadros, carteles, aparatos mecánicos, colecciones varias para la enseñanza de todas las materias.

Iniciativa trascendental del doctor Sánchez fue establecer en la capital, adscritos a los Normales, cursos rápidos de profesores de uno y otro sexo. A ellos debían asistir dos maestros y maestras, menores de treinta años, seleccionados entre quienes se hubieran distinguido por su comportamiento y eficiencia. Ganarían el sueldo como si estuvieran en función de servicio. Concluidos los cursos obtendrían el título correspondiente.

El 8 de noviembre de 1913 se creó, en el Colegio «Benigno Malo» de Cuenca, una sección especial de Agrimensura, Topografía y Nivelación. Igual adelanto se procuró para el Colegio «Bolívar» de Ambato, mediante acuerdo del 17 de diciembre del mismo año. El 28 de marzo de 1914 se creó también la sección especial de Comercio en el Colegio «Vicente Rocafuerte» de Guayaquil. En octubre de 1913 se restableció el Colegio «9 de Octubre» de Machala y en mayo de 1914 se creó en Babahoyo el Colegio «Francisco Santa Cruz y Espejo».

También las Universidades del País merecieron las atenciones del comprensivo Ministro. En la de Guayaquil se estableció   —405→   el estudio de Farmacia. En la Central de Quito se incrementaron los Gabinetes de Física, Química y Bacteriología, y se creó el de Electroterapia con aparatos pedidos al exterior; asimismo se dieron providencias para adquirir útiles a la enseñanza de clínica y prácticas de anfiteatro: para estas materias se contrataron profesores extranjeros. En la Universidad del Azuay se formaron los Gabinetes de electricidad médica y Bacteoreología y un laboratorio de Química. En la del Guayas se incrementaron también los laboratorios existentes. En todas las Universidades se hacían edificaciones. Para entonces habían aumentado en el país los centros de educación. A las escuelas concurrían 86981 alumnos: a los 18 colegios existentes asistían 1840 estudiantes y a las Universidades de Quito, Cuenca y Guayaquil y Junta Universitaria de Loja concurrían 474 alumnos.

El señor Ministro Sánchez permaneció en el Ministerio el tiempo suficiente para ver el fruto de sus iniciativas reformadoras de la educación ecuatoriana. En su informe de junio de 1915 anotaba varios hechos demostrativos de su espíritu organizador. Bajo la dirección técnica de la misión alemana, se habían elaborado y puesto en vigencia los Reglamentos para los Institutos Normales, para los exámenes de los mismos establecimientos y para la obtención de títulos. Se había llevado a cabo el curso intensivo de profesores, iniciando en octubre de 1914. Vale la pena consignar los nombres de los primeros graduados, que habían de sobresalir más tarde en puesto de figuración docente. De la Provincia de Imbabura: Manuel de Jesús Burgos, Amador Sandoval, José A. Villamar y Rafael A. Varela; de la Provincia de Pichincha: José Vinueza, Leopoldo Chávez, Ricardo Murgeytio y Eloy Bracero; de la Provincia, de León: Agustín Albán, Pastor Mata, Juan Navas y Carlos Suárez; de la Provincia de Tungurahua: César Silva, Luis Darquea y Óscar Efrén Reyes; de la Provincia de Chimborazo: Tomás y Neptalí Oleas, y de la Provincia del Azuay, José Nivelo.

El 10 de agosto de 1914 se inauguró la II Exposición Anual de   —406→   Bellas Artes y obtuvieron premios: en la sección de paisajes, Antonio Salguero, Eugenia Mera de Navarro, Pablo Bar y Juan León Mera; y en la pintura de figura humana, Víctor Mideros, José Yépez y Enrique Gómez Jurado; en la sección de pinturas de género, Luis Salguero; en la de Dibujos, Roura Oxandaberro y en la de Arte Retrospectivo, Jesús Vaquero Dávila. A la galería de Arte habían enviado trabajos los ecuatorianos becados en el exterior, señores Manuel Rueda, Antonio Salgado, José Salas Salguero, José Moscoso, Luis Aulestia, Luis Veloz y Nicolás Delgado. A la Escuela de Bellas Artes se adjudicó el kiosco de la Alameda, para los cursos superiores de escultura y pintura decorativa, para salón de exposiciones, anuales y galería permanente de obras de arte.

El Ministro hizo venir a Quito, en mayo de 1915, un regulador eléctrico para anunciar la hora meridiana por medio de un cañonazo y un péndulo normal de la casa Favarger para hacer funcionar eléctricamente más de ochenta relojes, distribuidos en zonas de cuatro grupos. En el Normal «Manuela Cañizares» se creó una cantina escolar, destinada a niñas pobres, se organizaron dos centros o clubs para estimular la sociabilidad entre las alumnas y se enrumbó la enseñanza según planes de estudios y métodos nuevos, trabajados por la misión alemana.

Fue, además, el doctor Sánchez el primero en insinuar la idea de dar autonomía a las Universidades, a fin de que se hallasen a cubierto de influencias extrañas.

Estimulados por el Ministro trabajaron de consumo el Consultor técnico del Ministerio y el Consejo Superior de Educación y como resultado se expidieron, además del Reglamento para los exámenes del preceptorado, el Reglamento de Régimen escolar, el Acuerdo sobre clasificación de escuelas, el Plan de estudios para las escuelas medias y elementales y el Plan de estudios para escuelas superiores.

A fin de poner en práctica estas reformas esenciales, el Ministerio organizó una Conferencia Escolar en la ciudad de Quito,   —407→   en la que intervinieron los visitadores escolares y un representante de cada sección cantonal, con el objeto de solucionar las dificultades que pudieran presentarse en la aplicación de los nuevos planes de enseñanza.

El afán reformador del ministro doctor Sánchez se extendió también a la enseñanza superior. Bajo su influjo, el Consejo Superior organizó una Comisión formada por los delegados de las Universidades de la República y encargada de formular un plan, que consultara la unificación de la enseñanza en esos centros de cultura, y los progresos de la ciencia.

El Ministro propició también la reunión del primer Congreso Médico Ecuatoriano que se inauguró el 9 de octubre de 1915, en la ciudad de Guayaquil, con asistencia de las autoridades locales y representantes de las Facultades de Medicina de las Universidades del país. Se presentaron como cien trabajos y se aprobaron cincuenta y cinco conclusiones, que contribuyeron al adelanto de la ciencia médica en el Ecuador y a la vinculación solidaria entre los profesionales.

También se organizó, por primera vez, bajo la dirección del profesor Franz Warzawa, de la misión alemana, un curso rápido de gimnasia, para todos los preceptores que quisiesen obtener título de especializados en educación física.

En el informe de 1916 el ministro Sánchez daba el siguiente cuadro estadístico:

Escuelas fiscales de niños 496 de niñas 481
Escuelas municipales de niños 67 de niñas 53
Escuelas particulares de niños 66 de niñas 56
Colegios nacionales de niños 13 particulares 5
Universidades 4


  —408→  

ArribaAbajo Ojeada general de la Instrucción Pública después de 1916

En el segundo período de gobierno del General Plaza se definió ya la orientación francamente laica de la instrucción pública en el Ecuador. Tanto el general Alfaro como el general Plaza tuvieron acierto en escoger hombres capacitados para implantar las ideas nuevas de la revolución liberal. Hay que reconocer al doctor José Peralta como al doctor Manuel María Sánchez cual los padres del laicismo en la educación ecuatoriana.

La idea de que la instrucción pública era función obligatoria del Gobierno se interpretó en la práctica, como el Monopolio del Estado en asuntos de educación. Al mismo tiempo se estableció la libertad de enseñanza, dentro de los cauces impuestos por el Estado, como también la enseñanza gratuita y obligatoria, que presuponía en el Estado el número suficiente de maestros capacitados y el presupuesto necesario para la construcción de aulas adecuadas.

Consecuencia lógica de este nuevo orden de ideas fue la creación en 1901 de los Normales «Juan Montalvo» y «Manuela Cañizares». Desde la venida de la primera misión alemana en 1913 y de la segunda, traída por el Ministro doctor Pablo A. Vázcones, durante el Gobierno del doctor José Luis Tamayo, la educación ecuatoriana se orientó por los principios de la técnica pedagógica alemana. Fuera de este aporte, el Ministerio del Ramo no ha cesado de enviar becarios ecuatorianos a diversos centros europeos y americanos, con el fin de aprovechar de las experiencias nuevas en el campo de la pedagogía. Durante el Gobierno del doctor Isidoro Ayora se hizo una revisión del sistema educativo, que fue una toma de conciencia de la educación ecuatoriana. Para la Reforma de la ley de Instrucción Pública intervinieron ya elementos experimentados del profesorado nacional, como los doctores Emilio Uzcátegui, Leónidas García, Alfonso Cordero Palacios y los señores Leopoldo Chávez, Abelardo Flores e Isaac Barrera y el técnico extranjero señor Otto Sharnow.

En el acápite de la Educación Común, se hacía la declaración   —409→   de principios que regían la enseñanza en el país. «La Instrucción y Educación comunes son funciones privativas del Estado. Sin embargo, toda persona en el pleno ejercicio de sus derechos cívicos, puede fundar establecimientos docentes y enseñar cualquier ramo de los conocimientos, sujetándose en todo a los principios fundamentales de la Instrucción Pública y a las condiciones prescritas en la presente Ley» (Artículo 1).

La Instrucción primaria es pública o particular: es pública la que se da en los establecimientos nacionales por el Estado: es particular la que se da en los establecimientos que no son fundados ni sostenidos por el Estado, sino por corporaciones o por particulares.


(Artículo 2)                


La enseñanza primaria es gratuita y además, obligatoria.


(Artículo 39)                


El Ministro de Educación Pública es la autoridad superior administrativa de todos los servicios y organismos escolares.


(Artículo 44)                


El Ministro debía ejercer sus funciones mediante el Director General de Educación Común, los Inspectores Provinciales y los Visitadores Escolares.

En el Capítulo de la Enseñanza Secundaria, después de señalar el ciclo de cursos para obtener el Bachillerato en los Colegios Oficiales, se consignaba lo siguiente: «Todos los Planteles de Enseñanza Secundaria de fundación particular estarán, en consecuencia sujetos de modo expreso a la vigilancia suprema del Ministerio de Educación».

Se creó en esta nueva Ley el Consejo Técnico de Educación Secundaria, adscrito al Ministerio de Educación Pública, compuesto por el Ministro del Ramo, el Director de un Colegio o Profesores de enseñanza secundaria y de un ciudadano especializado en el ramo de Segunda Enseñanza. Correspondía al Consejo Técnico dictar el Reglamento General, los planes de Estudio y los respectivos Programas.

La mencionada Ley señalaba finalmente los sueldos del preceptorado   —410→   y el escalafón del Magisterio. Durante los años 1930 y 1931 estuvo nuevamente a la cabeza del Ministerio de Educación el doctor Manuel María Sánchez. Volvía a ese cargo después de quince años. Su afán fue ahora aumentar el número de preceptores. Con este fin consiguió establecer cursos de aspirantes en el Magisterio en las ciudades de Ibarra, Quito, Riobamba, Cuenca, Guayaquil y Portoviejo. Al mismo tiempo se crearon secciones de pedagogía en los Colegios «Vicente Rocafuerte» de Guayaquil y «Nueve de Octubre» de Machala. Por decreto del 28 de octubre de 1929 se facultó a los Bachilleres el ingreso directo al sexto curso de los Institutos Normales. Y el 19 de diciembre de 1929 se dictó el Plan de Estudios para la sección Pedagógica de la Facultad de Filosofía y Letras, con un horario que facilitase al profesorado la asistencia al curso. En ese mismo año se creó también el Servicio Médico Escolar.

En 1930 se reunió el Primer Congreso Nacional de Educación Primaria bajo la Presidencia del doctor Leónidas García e intervención del doctor Emilio Uscátegui, como Director General de Educación. Se analizó en él el funcionamiento actual de la educación primaria y la preparación del personal docente de acuerdo con las condiciones del alumnado. Se estudió, asimismo, la orientación que debía darse a la Escuela ecuatoriana, para poner en práctica los principios de la «Escuela Activa». Como consecuencia, se creó, por decreto, del 30 de setiembre de 1930, un tipo especial de escuela rural, con un plan de estudios que tendía a despertar y arraigar en el campesino el amor por la tierra y elevar su nivel económico y social, capacitándolo para el aprovechamiento racional de los recursos naturales y enseñarles haciendo prácticamente las cosas.

Por decreto de 25 de octubre de 1929 se estableció y reglamentó el Escalafón del Magisterio Primario. Al doctor Sánchez se debió también la creación de la Escuela de Pintura en la Universidad de Cuenca, las de Arquitectura y Enfermería en la de Guayaquil y la Facultad de Filosofía y Letras con el de Pedagogía   —411→   en la Universidad Central. Por primera vez también se nombraron Senadores Funcionales por la Educación Pública.

En el informe presentado por el doctor Catón Cárdenas en 1933 se anotaba la adquisición, para el Ministerio de Educación, de la casa que fue de García Moreno y que por concepto de impuestos a la herencia vino a parar en poder del Gobierno. Además se puso en vigencia un nuevo plan de estudios para la enseñanza secundaria, en que se hacían constar las materias asignadas a cada uno de los seis cursos normales del Bachillerato.

En 1934 ascendió al Gobierno el doctor José María Velasco Ibarra, quien preocupado por la formación integral de la mujer, estableció el Colegio «24 de Mayo», en el local en que venía funcionando la escuela y jardín de Infantes del mismo nombre. Además en febrero de 1935 creó la Escuela Politécnica y mediante decreto de abril del mismo año, organizó la Misión Pedagógica, compuesta por un ingeniero, un agrónomo, un médico, un visitador del Ministerio de Educación.

En 1936 estuvo a la cabeza del Ministerio el doctor Carlos Zambrano, quien informó que se habían fijado las dependencias que funcionaban en el Ministerio, con el objeto de dar eficiencia, seriedad y continuidad a la labor educacional. Dos eran las dependencias caracterizadas con una función específica: una de carácter administrativo, que comprendía las secciones Jurídica y de personal, de correspondencia y archivo, de contabilidad y pagaduría, de almacén escolar y de estadística; y otra de carácter técnico que abarcaba las Direcciones General de Educación, de Higiene Escolar, de Educación Física y Deportes y las secciones de Educación Rural, Educación primaria y Normal, Educación Primaria y Superior, Educación profesional y Especial, de Publicaciones y Extensión Educativa, de Construcciones Escolares y de Bellas Artes.

Por lo visto, a partir de 1936, se sistematizó el control del Estado sobre la enseñanza Secundaria, mediante inspectores y la organización y reglamentación precisa para los Colegios particulares.   —412→   Además la Educación Secundaria se especializó en tres direcciones, a saber: Ciencias Físico-Matemáticas, Ciencias Biológicas y Ciencias Sociales. En 1937 se llevó a cabo también la primera Conferencia Nacional de Rectores de Colegios y Directores de Educación. La Estadística de educación en el país ofrecía ya las características de un control técnico. De los cinco mil cuarenta y tres maestros que prestaban sus servicios, el 1,6 % tenían títulos de primera clase, el 1,77 % de segunda, el 20,55 % de tercera, el 7,97 % solamente certificado de aptitud y el 43,75 % no tenían título.

El 23 de julio de 1937, bajo el Gobierno del señor ingeniero Federico Páez, se firmó el Modus Vivendi, en que el Gobierno del Ecuador garantizaba la libertad de enseñanza, reconociendo a la Iglesia el derecho de fundar planteles propios y a su vez la iglesia se comprometía a sujetarse a las leyes, reglamentos y programas oficiales de la educación en el país.

A partir de 1937 se puso de manifiesto la situación a que había llegado en el Ecuador el aspecto educacional. El Estado ejerce el control de la educación total del país y costea la instrucción impartida en los planteles oficiales, cuya orientación es definidamente laica. La educación particular, en sus niveles de primaria y secundaria, sólo tiene derecho a subsistir, sometida a la supervigilancia del Estado, mediante las secciones técnicas del Ministerio de Educación. En cuanto a la Educación Particular Universitaria, ella goza de autonomía, en virtud del artículo 172 de la Constitución de 1946. La autonomía se interpretó como una forma de Gobierno propio en el cual participan profesores y alumnos. También en la educación Universitaria, las Particulares se encuentran al margen del erario nacional.

En el proceso educativo del país, cabe anotar su progreso constante, tanto en el aspecto técnico como en la extensión de la cultura. No cabe tampoco desconocer que en estos últimos años, gracias a los estímulos creados por el Proyecto Principal n.º 1 de la Unesco, para América Latina, la educación ecuatoriana ha tomado   —413→   notable incremento. Es posible que la idea de fomentar hábitos de convivencia y cooperación parar alcanzar la seguridad y libertad, obligue a una revisión del sistema educativo, en forma que la educación sirva a los fines de mejoramiento individual y social.





Anterior Indice Siguiente