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ArribaAbajoAl general San Martín

Guayaquil, 22 de febrero de 1822.

Excelentísimo Señor don José de San Martín.

Mi más apreciable y respetado amigo:

Vea usted ya realizados mis temores que le anuncié en mi anterior, de que algún incidente había de impedir la venida de usted. Cuando llegue el caso no sé cómo anunciar tan mala nueva a este pueblo tan devoto de usted y tan preparado para recibirle.

Por acá hemos tenido nuestra campaña naval. Las fragatas Prueba y Venganza se han entregado con las condiciones que usted verá en el tratado. Ésta está ya dentro del puerto, aquélla queda en la Puná para salir el 25 ó 26 para el Callao. Todavía estamos pensando en las seguridades que debemos poner para que no haya una variación sensible de la aguja. Ya decimos a usted de oficio los pasos previos que se dieron al tratado; el fin de hacer venir a la ciudad al comandante, fue porque personalmente podíamos tratar mejor y quizás poner condiciones que no podrían expresarse en los tratados, ni proponerse por medio de los comisionados.

Nuestro Salazar impondrá a usted circunstanciadamente de todo. Este buen amigo se ha portado como un agente honrado, eficaz y patriota; lo mismo digo de   —479→   nuestro La Mar cuyo carácter y honradez conoce usted bien. Don Manuel del Burgo ha llenado su parte como correspondía. Todos merecen la consideración de usted y desearía que usted (con especialidad a los dos primeros) les insinuara que no me he olvidado de hacerle a usted esta justa recomendación.

El nombramiento de La Mar para el mando de la división quizás podrá causar un efecto contrario del que nos proponemos todos. Con la salida de las tropas se ha restablecido el orden, a lo menos en apariencia. Yo bien sé que el fuego está cubierto con una ceniza engañadora; por lo tanto una medida de esta clase puede ser un viento que esparza la ceniza y quede el fuego descubierto. Entonces el incendio civil será inevitable. Si La Mar va a la división, será mal admitido y no es difícil que se le tiendan redes. Sucre que muchas veces le ha ofrecido cordial o excordialmente el mando, ahora lo tomaría a un desaire, y no sabemos de lo que es capaz un resentimiento colombiano. Los jefes y oficiales suyos piensan, hablan y obran lo mismo; no toda la división que marchó de Piura es de confianza, pues es regular que Urdaneta tenga a su devoción, la parte que manda, y la haga obrar según su interés, que no es ni identificado con el del Perú. Estas reflexiones y las que de ellas nacen, nos han hecho acordar que se suspenda el cumplimiento de la resolución de usted hasta que impuesto de todo esto, y de los nuevos riesgos que nos amenazan (como puede usted temerlo por la comunicación que le dirigimos por extraordinario) tome una medida grande, eficaz y poderosa.

La entrevista de usted es indispensable. Aquí hay un agente de Bolívar cerca del gobierno del Perú.

Soy siempre apasionado y respetuoso amigo.

JOSÉ DE OLMEDO.

(Archivo San Martín, tomo VIII, p. 433)



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ArribaAbajoAl general Sucre

JUNTA DE GOBIERNO

Guayaquil, febrero 24 de 1822.

Señor General:

Es muy plausible la oportuna reunión de las tropas del Perú no sólo porque se han frustrado los planes del enemigo para impedirla, sino también por la circunstancia de haberse verificado casi en una misma hora, lo que acredita la exactitud, y acierto de los cálculos militares de Vuestra Señoría.

Por otra parte no son muy sensibles las penalidades que ha sufrido la tropa por la fragosidad de la montaña. Éste fue siempre uno de nuestros mayores cuidados, aunque nos consolaba la benignidad del invierno. Más sensibles son las privaciones que se han padecido en el grado que Vuestra Señoría expresa en su nota del 11; de cuya fatalidad estábamos muy ajenos, pues por las razones que han pasado a Tesorería de Tumbes, de Machala, y otros pueblos, por las mismas relaciones que hemos visto de Vuestra Señoría y por la circunstancia de haber sobrado considerable porción de víveres en el pueblo de la partida estábamos persuadidos de que la División había salido regularmente abastecida.

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Llegó el resto de Paya; se le ha dado armamento, municiones, socorro, y vestuario; mañana sale para Alausí.

Posteriormente hemos recibido la comunicación de Vuestra Señoría del 16 y quedamos impuestos de lo que previene a Vuestra Señoría Su Excelencia el Libertador Presidente sobre auxilios que necesita. Sin esta nueva excitación el Gobierno ha estado siempre, y está dispuesto a franquear cuanto esté en su poder para proporcionar el éxito feliz de la grande empresa de nuestra independencia. Con el señor comandante Illingrot trataremos lo que vaya ocurriendo en virtud de la comisión que Vuestra Señoría le ha dado.

Las primeros pasos de la campaña anuncia un término que corresponderá a nuestros deseos y a la reputación de Vuestra Señoría.

Dios guarde a Vuestra Señoría muchos años.

JOSÉ DE OLMEDO.

Señor general Antonio José de Sucre.

Comandante en Jefe de la División del Sur.



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ArribaAbajoAl general Sucre

Guayaquil, marzo 7 de 1822.

Mi querido amigo:

Pensé escribir a usted muy largo; y mucha parte del día estaba destinada para usted. Pero hoy, esta tarde sale para Panamá un buque, al que hemos obligado toque en Buenaventura para dejar al capitán Caicedo que lleva correspondencia para el Libertador. Con este motivo, y no haber concluido todavía las cartas para Colombia, no puedo satisfacer hoy el deseo y el voto de conversar largo con usted; será mañana, en que sale el capitán Gómez a quien no he visto, pero Rosita recibió la dulce memoria de usted que corresponde con otra si no dulce, quizá más fina.

La Grant llegó como dije a usted con 145 hombres, dejó 30 enfermos en Montecristi; el Sacramento que traía 200 hombres dejó 43 ídem. Ídem. Los primeros ya están aquí. Belalcázar cuida de ellos y se les prepara algún abrigo, pues no encontramos bayetas.

Memorias a Heres, Morales, Ibarra y Santa Cruz, etc., etc., etc. Usted sabe la parte que tiene en el corazón de su amigo.

OLMEDO.

Nos dijeron hoy que una columna de esa división había ocupado a Alausí. Nada tengo ni sé qué decir a usted sino que lo disponga todo de manera que nada se exponga, y que nos prepare un triunfo como el de Cuenca.

(Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas. N.º 100, p. 533)



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ArribaAbajoAl general Sucre

Guayaquil, marzo 21 de 1822.

Mi pensado amigo Sucre.

Mi querido amigo:

La enfermedad de mi triunviro Jimena y la situación del desgraciado Roca, que ha enterrado hoy a una virtuosa madre, me tienen solo, y así no contestamos de oficio la comunicación de usted del 10.

Una chispa causa un incendio: la pequeña ventaja del 8 presagia la libertad de Quito.

Son justas y por desgracia ciertas las observaciones de usted sobre algunos comisionados en los pueblos, pero en esta ocasión no parece que ha habido abuso, pues sólo se han pagado en tesorería los recibos firmados por usted y algunos vales de los Alcaldes de poca consideración.

Luego que salió al público el estado de distribución de caudales por tesorería se dio a luz un impreso reclamando la partida del vestuario. Llamamos al punto a los ministros, y contestaron que la partida no hablaba de los vestuarios da dos a la división de Colombia y que pudiera ser que en adelante se notasen algunas sumas decrecidas y aumentadas porque no se cargaban las deudas   —484→   cuando se causaban si no en el mes en que se pagaban. Van los dos impresos: en el 14 yo hubiera borrado una que otra expresión; en el 24 dos o tres. Pero van como salieron.

Pensé ser muy extenso, pero han ocurrido negocios sobre negocios que me han distraído hasta este momento en que ya se cierra el correo.

Vino Cochrane, encontró a la Venganza en el puerto, y se apoderó de ella. El pueblo se alarmó como nunca, y ya estaban las cosas a punto de romper el fuego.

Todo se compuso con un tratadito, por el cual la fragata debe quedar en este puerto con el pabellón de Guayaquil, no deberá ser entregada, ni negociada con ningún Estado hasta el acuerdo del Perú y Chile.

Otro día, aunque vaya fría haré, si puedo, una relación más circunstanciada. Por ahora conténtese usted con la expresión de mi sincera amistad. Su

OLMEDO.

(Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas, N.º 100, pp. 533-534)



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ArribaAbajoAl general San Martín

JUNTA DE GOBIERNO

Excelentísimo Señor:

Cuando dirigimos a Vuestra Excelencia en copia la nota que el Libertador de Colombia reclama del Gobierno como un deber la incorporación de esta provincia a la República, creímos suficiente la presencia sola de ese documento pura que Vuestra Excelencia viese que era llegado el caso de cumplir su solemne voto de sostener la libertad de este pueblo. Vuestra Excelencia conoce que, aun cuando no hubiesen desaparecido con nuestra transformación los derechos que sobre la provincia se alegan con la autoridad que nos obligó a componer parte del nuevo Reino, las resoluciones de esa misma autoridad nos habían separado últimamente.

El Gobierno ha visto que su esperanza en la protección de Vuestra Excelencia era bien fundada, ya por los repetidos y abundantes auxilios de armas, municiones y oficiales que hemos recibido, ya por la nota que Vuestra Excelencia ha dirigido al Libertador de Colombia en 3 del corriente próximo pasado con aquel motivo, y por las últimas órdenes comunicadas a la división del Norte. ¡Ojalá estas medidas conjuren la tempestad! Pero ellas, sea cual fuese el resultado, son y serán siempre el testimonio más auténtico   —486→   que acreditará en todo tiempo así la generosidad y filantropía del Protector de la Libertad del Perú como la justicia con que este pueblo y el Gobierno descansan en la protección de Vuestra Excelencia.

Desde el momento en que la libre y espontánea voluntad de la provincia fió a nuestras manos el depósito sagrado de sus derechos, el principal, el casi único objeto de nuestra administración ha sido contribuir a la causa general del modo más decidido, porque creímos y creeremos siempre que la cooperación de esta provincia para completar la obra de la independencia hace más respetables nuestros naturales derechos, de constituirnos como más ventajosamente nos convenga.

La conducta franca y generosa del Gobierno del Perú hace conocer que está penetrado de nuestros principios, y de que la marcha de este Gobierno no tiene ni tendrá remotamente ninguna mira individual; pues no hemos podido conseguir igual reputación del de la República, porque se han visto con ojos preocupados los pasos más dignos de merecer la estimación general.

Desde el momento en que nuestro deber y nuestro ardiente deseo de dar la libertad a nuestros hermanos de Quito y Cuenca nos hicieron franquear a las tropas de Colombia el paso por esta provincia y nuestros recursos, la ambición se ha formado agentes que, reuniendo al rededor de sí las pasiones de los mal contentos, que es imposible dejen de existir, han tocado y favorecido todos los medios de trastornar el orden, ya desacreditando al Gobierno y desconociendo los esfuerzos y sacrificios públicos, ya protegiendo abiertamente a los díscolos y mal intencionados, ya persiguiendo o desconceptuando a los que no entraban en sus miras, aunque fuesen los más honrados y ardientes patriotas, y ya autorizando en la oscuridad un partido que hiciese vacilar la autoridad pública.

El Gobierno firme en la resolución de llenar hasta el último aliento sus deberes, aunque apoyado sólo en la pureza de sus intenciones y en la honradez de los buenos   —487→   ciudadanos, ha visto pasar sobre sí estos días de tormentos y de dolor; pero cuando se han visto inutilizados todos los planes, se ha volado a incendiar el espíritu del Libertador de Colombia, para preparar a esta provincia un golpe de fuerza a que no pueda resistir y que quite la ocasión a las justas reclamaciones de sus derechos.

Las adjuntas copias harán conocer a Vuestra Excelencia hasta qué punto se lleva esta última medida. La señalada con el N.º 1, de una carta escrita por el vocal don Francisco Roca sobre el suceso del batallón (de que Vuestra Excelencia está informado) tan sencilla que admira como pudo dar ocasión a la nota del Libertador N.º 2, sin que éste tenga dispuesto el ánimo por los mismos agentes que interceptaron y le remitieron dicha carta. Sensible es ver a un miembro del Gobierno, que ha llenado con desinterés las obligaciones que le impone su patria, sufrir las notas, con que se le infama; pero lo es más la ratificación de las ideas que se adoptan contra las libertades de esta provincia.

El Gobierno ha contestado al Libertador con la dignidad y franqueza conveniente, y le ha reiterado que a la representación de la provincia toca exclusivamente decidir de su suerte; pero no es dable dejar de poner en conocimiento de Vuestra Excelencia este acontecimiento y nuestra invariable resolución de cumplir en todo caso el voto de los pueblos.

Es un deber evitar hasta con nuestra sangre que se encienda la tea de la guerra civil que daría a los españoles un triunfo; y como nos haríamos responsables del más odioso crimen al pueblo que depositó en nosotros su confianza, a los pueblos de América espectadores de nuestra marcha, al mundo y a la posteridad misma, el Gobierno reclama solemnemente la protección que el Perú nos ha ofrecido tiempo hace, reclama la alta y poderosa mediación de Vuestra Excelencia en este arduo negocio , y espera afianzar en sus manos los futuros destinos de este país tan digno de ser libre.

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Con este importante objeto el Gobierno confía a Vuestra Excelencia esta privada exposición.

Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años.

Guayaquil, abril 2 de 1822.

JOSÉ DE OLMEDO.

Excelentísimo Señor Protector del Perú.

(P. Vacas Galindo. Documentos sobre límites. Tomo II, pp. 63-64)



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ArribaAbajoAl mariscal La Mar

JUNTA DE GOBIERNO

Guayaquil, abril 9 de 1822.

(Reservado)

Ilustrísimo Señor:

Por las tres notas reservadas del Supremo Gobierno del Perú que Vuestra Señoría Ilustrísima me transcribe en sus oficios de 4 del presente, queda este Gobierno impuesto de los generosos sentimientos de que aquél está animado, y de las sabias y enérgicas disposiciones que ha dictado para llenar con dignidad el noble objeto de sostener los derechos de este pueblo.

La adjunta copia impondrá a Vuestra Señoría Ilustrísima de la reclamación que hicimos en 2 del corriente sobre este objeto a Su Excelencia el Protector, solicitando al mismo tiempo interponga su alta mediación en negocio tan delicado en que pueden comprometerse los derechos de esta provincia, los respetos del Perú, la dignidad de la República y la reputación de la América.

Cuando la voluntad general de la provincia, consignada en nuestra acta constitucional, se reservó la facultad de unirse a la asociación que más nos conviniera, encargó al Poder Ejecutivo, que ejercemos, la fiel conservación   —490→   de ese natural e incontestable derecho por todos los medios y con toda la fuerza física y moral que nos prestase la opinión de los pueblos y la protección de los Estados libres de América que no podían ver pasivamente sin deshonor de ellos mismos atropellados nuestros derechos por una infracción que amaga los suyos.

El Gobierno tiene la satisfacción de lisonjearse que la protección del Perú solemnemente reclamada por este pueblo, disipará esta tempestad civil, y que las armas que usted manda tan dignamente de aquel Estado y de esta provincia, se emplearán sólo, como hasta aquí, en destruir los últimos restos de los enemigos de la América.

Dios guarde a Vuestra Señoría Ilustrísima muchos años.

JOSÉ DE OLMEDO.

Ilustrísimo señor don José de La Mar, Gran Mariscal del Perú y Comandante General de esta provincia.

(P. Vacas Galindo. Documentos sobre límites. Tomo II, p. 65)



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ArribaAbajoAl Ayuntamiento de Guayaquil

Excelentísimo Señor:

Desvelarnos y sacrificarnos por conservar la tranquilidad interior, por mantener el orden público y sostener los derechos de este pueblo, es no sólo nuestro deber, si no el voto solemne que hizo el Gobierno, al encargarse de la honrosa confianza de sus conciudadanos.

Las varias medidas que hasta aquí se han tomado para descubrir y cortar los planes de los que intentaren subvertir el orden, no han sido infructuosas; y el Gobierno está muy persuadido de que, si llegase la ocasión, hallará en este patriótico y celoso Ayuntamiento la cooperación más eficaz para evitar los peligros de la Patria.

Nada es más difícil que disipar las tempestades civiles: muchas veces las provoca y las enfurece el mismo medio que se adopta para disiparlas.

Es preciso que la prudencia y la política dirijan todas las providencias y animen todos los espíritus, si queremos gozar de los beneficios de la libertad sin los males de la anarquía y los horrores de la discordia civil.

El Gobierno reitera a Vuestra Excelencia los sentimientos que le ha manifestado siempre de que en su patriotismo, celo y luces ha cifrada el más seguro apoyo de la administración pública.

Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años.

Guayaquil, abril 23 de 1822.

Al Excelentísimo Ayuntamiento de esta ciudad.

(Archivo de la familia Pino Icaza)



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ArribaAbajoAl general Sucre

Guayaquil, mayo 29 1822.

Mi querido amigo:

De cuando en cuando como relámpagos veo las cartitas de usted. Si yo conociera a usted menos, creería que llevado de la máxima vulgar de que lo raro es más apreciable, usaba conmigo de esa emboscada; pero estoy muy lejos de esto; y aunque no me contento, me conformo, por ahora atendiendo a la situación de usted.

En 13 del presente me decía usted desde Tacunga que dentro de 8 días estaría en Quito. No quisiera yo que usted lo hubiera intentado; y sólo que el éxito haya justificado la precipitación, la aprobaría yo. Esa tierra que usted pisa es volcánica; y para asegurarlo todo, creo yo que usted debe avanzar siempre pero con pies de plomo, y contraminando. Esto es lo que llamaban los antiguos apresurarse con lentitud. ¡Cómo se reirá usted de mí! Me daré muy contento con que usted celebre en Quito la octava del Corpus Christi.

El día 9 me dio Rosita una... ¿qué se ha de hacer?... una muchacha. Le llama Virginia. ¡Puede ser tan sensible, tan virtuosa como la hermana de Pablo!, pero más feliz. Usted con tanta bondad le desea las buenas calidades de su padre. Amigo, esas buenas calidades, si existieron, ya se han desvanecido, y si hay algunas,   —493→   existirán sólo en mi corazón y en el concepto de usted solo.

Reciba usted afectuosas memorias de Rosita y de toda esta familia y de mis colegas. De mi parte repártalas entre los amigos y quédese con la mayor y mejor parte, como hace todo buen repartidor.

Siempre, siempre apasionado amigo:

JOSÉ DE OLMEDO.

A mi pensado amigo el general Sucre.

(Archivo del doctor Alberto Mena Caamaño)



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ArribaAbajoA don Martín de Icaza

(INÉDITO)

JUNTA DE GOBIERNO

El Gobierno ha recibido con la mayor satisfacción la donación que usted ha hecho al Erario de los ocho mil cuatrocientos sesenta y siete pesos, valor de los suplementos líquidos hasta ahora que hizo el año próximo pasado, y ha agregado esta nueva prueba de su patriotismo a las otras muy recomendables que tiene usted dadas de él y de su amor a la paz y al orden, porque ha hecho tantos sacrificios este vecindario. El Gobierno da a usted las debidas gracias en nombre de la Patria, y ha mandado se publique en los periódicos para su satisfacción este rasgo generoso y patriótico.

Dios guarde a usted muchos años.

Guayaquil, junio 7 de 1822.

JOSÉ DE OLMEDO.

Para don Martín de Icaza.

(Archivo de la familia Pino Icaza)



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ArribaAbajoAl general Sucre

Guayaquil, junio 26 1822.

Mi querido amigo:

Ésta es la primera vez que no se ha portado usted con delicadeza. Usted ha dado a entender que el gozo de ver y abrazar a un ilustre amigo no ha sido tan grande, cuando no ha sido capaz de sanarlo repentinamente.

Pero dejémonos de poesías. La noticia del restablecimiento de usted vino junto con la de su enfermedad; y así el cuidado por su salud ha sido menor que la alegría de su reposición.

Celebro también mucho la mejoría de Ibarra, que, según se dice, ha estado de mucho peligro.

La proximidad del Libertador nos promete la aparición del iris. De todos modos ya yo estaba en vísperas de mi día; es decir, viendo de cerca el momento de volver a mi vida anterior. Siempre a la sombra no se sienten tanto los calores del sol.

Lamar pasa a felicitar en nombre del Gobierno a Su Excelencia el Libertador -no puedo escribir más-. Restablézcase breve, y cuídese mucho, porque por acá no falta quien de cuando en cuando no exhale un suspirito tan ardiente que no se helará al pasar por la falda de Chimborazo. Adiós.

De usted siempre amigo

OLMEDO.

Memorias a Morales, Ibarra, etc., etc.

(Del archivo del señor don Alberto Mena Caamaño)



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ArribaAbajoAl supremo Delegado del Perú en Guayaquil

Guayaquil, julio 15 de 1822.

Excelentísimo Señor:

El 11 del presente entró en esta ciudad Su Excelencia el Presidente de la República de Colombia en medio de las aclamaciones debidas a su nombre.

En el mismo día llegaron 1300 hombres que había indicado Su Excelencia al Gobierno venían destinados a pasar al Perú.

Posteriormente Su Excelencia ha reasumido el mando político y militar de esta provincia, habiendo cesado en consecuencia todas las funciones de la Junta de Gobierno.

Lo participo a Vuestra Excelencia para que en adelante sepa a quién debe dirigir sus comunicaciones oficiales.

Dios guarde a Vuestra Excelencia muchos años.

JOSÉ DE OLMEDO.

Excelentísimo Señor Supremo Delegado del Perú.

(P. Vacas Galindo. Documentos sobre límites, Tomo II, p. 74)



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ArribaAbajoAl Libertador

Julio 29 (1822)

Excelentísimo Señor Libertador Simón Bolívar, etc., etc., etc.

Muy señor mío, y (si usted lo permite todavía) mi respetado amigo:

Es imposible que usted no haya observado que mi situación aquí es difícil y violenta; ni a usted pueden escondérsele las causas. Esta observación justificará todos los pasos de mi conducta política, especialmente habiéndome hallado siempre en medio del conflicto de opiniones y pasiones ajenas desde el principio de mi consulado hasta más allá de su término.

Algunos me acusan de no haber tenido un voto pronunciado en la materia del día; sin atender a que, hallándome a la cabeza de este pueblo, mi carácter público exigía una circunspección bien rara que moderase el calor de los partidos interiormente, y que impidiese que las pretensiones extrañas se precipitasen, aún estando dudosa la existencia política de la Provincia.

Otros me acusan de no haber sostenido los derechos de este pueblo y de haber vendido la Provincia, habiendo llegado a tal extremo el acaloramiento, que aun se   —498→   han formado planes para atropellar esta casa, que no es mía, y hacer un atentado.

Otros en fin, me acusan de no haber hecho protestas y reclamaciones por los últimos sucesos; como si yo debiese preparar una desavenencia entre pueblos hermanos, y encender el primero la tea de la discordia.

Yo puedo equivocarme; pero creo haber seguido en el negocio que ha terminado mi administración la senda que me mostraban la razón y la prudencia: esto es, no oponerme a las resoluciones de usted para evitar males y desastres al pueblo, y no intervenir ni consentir en nada para consultar a la dignidad de mi representación.

Yo tomo, pues, el único partido que puedo, separarme de este pueblo, mientras las cosas entran en su asiento y los ánimos recobran su posición natural. Sólo la malignidad podrá decir que pretendo evadir el juicio de residencia; pues es notorio a todos que nosotros mismos hemos provocado ese juicio, y que le hemos dado en el auto de convocatoria una latitud mayor de la que daba la ley. Teniendo firmeza bastante para oír una sentencia del tribunal más severo, no debo tener la debilidad de sujetarme a un tribunal incompetente, por humano y benévolo que sea.

Sé que está preparada nuestra acusación y aun escrita la sentencia. La condenación del Gobierno aseguran que es el principal argumento para justificar cuanto se le ha hecho. No lo dudo, pues todas las apariencias lo confirman, y cuando en los papeles oficiales se dan a luz exposiciones detractoras, mentirosas, infames, y cuya trama es tan groseramente urdida, que el miserable autor no ha reparado en que ha hecho decir y escribir a un mismo tiempo a tres o cuatro pueblos distintos y distantes muchas leguas, las mismas acriminaciones, con los mismos pensamientos, en las mismas frases, y aun con las mismas palabras. ¡Qué pobreza de imaginación! Pero yo miro todas estas cosas como nubes que vagan y se disipan debajo de mis pies.

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Mas sería precisa toda la filosofía de un estoico o la impudencia de un cínico para ver el abuso que se ha hecho del candor de estos pueblos, obligándolos a decir que han sufrido bajo de nosotros un yugo más insoportable que el español, y para ver esta impostura autorizada con el nombre de usted en los papeles públicos, difundidos por todas partes; y, sin embargo, permanecer en este país, o en cualquier otro de América, donde el conocimiento de nuestra honradez y de nuestros puros sentimientos por la Patria y por la Libertad no desmientan altamente aquella atrocísima calumnia. ¡Qué dirán los Gobiernos libres con quienes hemos tenido relaciones, y a quienes llegó nuestro nombre con honor! ¡Vaya, que ha sido hermoso el premio de tantos desvelos porque fuese este pueblo tan feliz como el primero, y más libre que ninguno! No crea usted que hablo irónicamente. Una aclamación popular me sería menos grata. Usted sabe por la historia de todos los siglos, cuál ha sido la suerte de los hombres de bien en las revoluciones; y es dulce participar de una desgracia más honrosa que un triunfo.

Yo me separo, pues, atravesado de pesar, de una familia honrada que amo con la mayor ternura, y que quizás queda expuesta al odio y a la persecución por mi causa. Pero así lo exige mi honor. Además, para vivir, necesito de reposo más que del aire: mi Patria no me necesita; yo no hago más que abandonarme a mi destino.

Soy y seré siempre de usted atento y respetuoso servidor y amigo,

JOSÉ DE OLMEDO.

(Memorias del General O'Leary, Documentos, Tomo IV, pp. 374-376)





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ArribaAbajo (1823-1846)

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ArribaAbajoAl Libertador

Guayaquil, septiembre 6 de 1823.

Al Excelentísimo Señor Libertador, Simón Bolívar.

Mi más apreciado Señor y muy respetado amigo:

Al ver las playas y suelo del Perú, habrá usted observado cuánto el oro y su maligno influjo esteriliza la tierra. Y como el influjo físico de las cosas se extiende a todo, fácil es conocer las causas principales que han influido en el orden político y moral de ese país, especialmente después que empezó a agitarlo todo el poderoso agente de la revolución.

Todos esperamos con impaciencia los primeros efectos de la aparición de usted en Lima. ¡Que sean los primeros los de conciliar las perpetuas querellas en que viven la independencia y la moderación, la libertad y el orden!

La circunstancia de hallarse reunido el Congreso, antes de llegar usted le ha arrebatado mucha parte del lauro con que la Patria y la Gloria provocaron a usted desde las playas del Perú. Pero conservar es tanta obra como crear; y el piloto que en una tempestad dirige y salva la nave, cuando muchos y furiosos y contrarios vientos la combaten, seguramente no hace menos que el hábil artífice que la construyó en el dique.

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Las noticias del nuevo Estado de Trujillo dicen que Riva-Agüero, para completar la farsa, ha declarado por enemigos de la Patria, traidores y fuera de la Ley, a los Diputados, Jefes y Magistrados de Lima... y a todos los que les prestaren favor y auxilio. Sin armas, sin soldados por tierra... y sin una lancha en el mar, declarar bloqueados los puertos... La insensatez no puede ir una línea más allá.

¿Qué será en tanto de la escuadra del Perú? Como ignoro el partido que en este caso habrá tomado Guise, temo que pudiera servir de apoyo a la guerra civil o entorpecer las medidas contra los godos. Pero ésta será la primera atención de usted, y habrá sido el primer objeto de la sagacidad del general Sucre. Guise es buen amigo de la causa, y es muy de la parte de los jefes y comerciantes, argentinos. Dos circunstancias dignas de memoria.

De la serenísima República de México ha habido noticias recientes. Hierve en partidos: la federación, el gobierno central, el imperio, y hasta el pobre Fernandito. Algunas provincias han empezado ya a desmembrarse; todo es confusión, porque no hay una voz, y porque todos los puntos quieren ser centros. Esto no lo dice un papel oficial que he visto, sino algunas cartas y relaciones particulares; y se puede asegurar que es indefectible, hallándose ese pueblo en el principio de una revolución de revolución. Si el feto de Emperador hubiera pensado en enervar o disolver el ejército real, tendríamos esa plaga menos; que es la más temible, y no veríamos nunca realizado lo que misteriosamente anunció a las Cortes el Secretario de Ultramar, que el Gobierno Español se prometía mucho de las medidas exteriores e interiores que había tomado sobre México.

El coronel Salas que vino en comisión cerca de usted nos impuso de las últimas ocurrencias de Lima; pero la inquietud de la curiosidad no calma, porque él salió antes del arribo de usted allá, que es la crisis de la expectación.

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Usted habrá hallado en el congreso bastante celo por el bien público, y en Tagle mucha honradez, disposición para todo lo bueno y amor patrio sin aspiraciones. La masa del pueblo parece dócil; a lo menos maleable no puede dejar de ser. Dicen que es muy blanda; pero creo que no será difícil darle consistencia. Estos elementos combinados por el genio de usted fijarán la suerte de ese pueblo, especialmente si se restablece el crédito, que es el verdadero tesoro de los Estados.

Toda la familia saluda a usted respetuosamente, distinguiéndose Papá, Rosita y su más obsecuente servidor y respetuoso amigo,

JOSÉ J. DE OLMEDO.

¿Se ha olvidado usted de La Mar?

(Memorias del general O'Leary, Documentos, Tomo IV, pp. 377-378)



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ArribaAbajoAl Congreso Constituyente del Perú

Excelentísimo Señor:

En mi oficio anterior expuse a Vuestra Excelencia, para conocimiento del Congreso los motivos que me impelieron a permanecer en este pueblo después de la escandalosa disolución de la Representación Nacional.

Posteriormente los señores Secretarios me han comunicado la soberana resolución para que se incorporen al Congreso todos los diputados ausentes, cuya comunicación vino en un tiempo en que ya me disponía a cumplir con mi deber, con el solo rumor que aquí se divulgó de la reinstalación del Congreso bajo los auspicios del moderado y generoso peruano que dignamente ha sido nombrado Supremo Jefe de la República.

Pero en este intervalo se difundió la noticia de que el Congreso pensaba, luego que se serenasen las inquietudes domésticas, suspender sus sesiones durante el mayor conflicto de la guerra. Esta disposición después de puestas las bases para precaver los males que nos preparó el Gobierno del parricida, y después de bien autorizado el poder civil y militar, era digna de la sabiduría del Congreso. Ella daría una nueva vida al espíritu público y nuevo impulso al carro de la administración. Justa o injustamente, los Congresos, en circunstancias como las presentes, son siempre acusados de detener la marcha de los negocios y regularmente se les atribuye los males que causas extrañas e imprevistas produjeron.   —507→   De donde tarde o temprano nace el descrédito de la Representación, se entibia el amor de los pueblos, se disminuye el respeto, se despierta la ambición de los que quieren ver libre su patria, pero mandándola ellos, y se preparan lentamente los principios de los movimientos civiles.

Por otra parte, cuando aún está presente el peligro de la patria, es posible que siempre ocurran motivos para que callen las leyes, y que con más frecuencia se vea el imperio de las circunstancias sobreponiéndose al imperio de la ley. Esta subordinación, este silencio de las leyes es necesario a la salud del pueblo y por eso se sufre; pero no puede dejar de ser indecoroso, estando abierto el santuario de las mismas leyes, que se vean obligadas a callar y servir.

Si estas razones han movido el ánimo del Congreso para suspender sus sesiones, mi viaje y la separación de mi familia serán un sacrificio inútil a la patria. Pero si, con detenido acuerdo, ha resuelto continuar, yo estoy pronto a obedecer los preceptos que me impusiere.

Dios guarde a Vuestra Excelencia.

Guayaquil, octubre 7 de 1823.

Excelentísimo Señor:

JOSÉ JOAQUÍN DE OLMEDO.



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ArribaAbajoAl señor Secretario de la ilustre municipalidad, señor M. Benítez

Guayaquil, febrero 3 de 1824.

Por el oficio de usted de 12 del pasado que he recibido con mucho atraso quedo impuesto del honor que me ha hecho la Ilustre Municipalidad nombrándome entre los Jueces que deben intervenir en los juicios de imprenta.

Aunque estoy resuelto a no separarme de mi país, sin embargo, mientras subsista el Congreso del Perú, no puedo considerarme como residiendo permanentemente aquí, porque no sé si continuará las insinuaciones del Congreso para que me restituya a su seno, y tampoco sé cuál será el grado de exigencia que tengan las insinuaciones posteriores.

Me es muy sensible por este motivo no poder admitir el presente encargo, especialmente hallándome dispuesto a ocuparme aun en los más laboriosos en beneficio público hasta donde alcancen mis débiles fuerzas intelectuales y físicas.

A este inconveniente se agrega el que, subsistiendo el Congreso peruano, debo reputarme por su Diputado; y como éstos están excluidos por ley de admitir ningún encargo civil, temo que, admitiendo yo el presente, crea el Congreso que yo por mi propia voluntad me he separado de su seno, o que no respeto una ley, que casi se ha hecho de derecho público en todos los países que felizmente gozan del sistema representativo, o, lo que me sería más sensible, temo que por esto el Congreso se persuada de que habrá en mí disposición de admitir también algún cargo lucrativo; lo que me sería muy deshonroso.

Espero que haga usted presente a la Ilustre Municipalidad estas justas razones, y mi reconocimiento al honor con que ha querido distinguirme.

Dios guarde a usted.

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

(Boletín del Centro de Investigaciones Históricas. Guayaquil. N.os XXI-XXII, pp. 166-167)



  —510→  

ArribaAbajoA Torre Tagle

Guayaquil, marzo 1 de 1822.

Mi muy querido Pepe Bernardo:

No podré expresarte el cuidado y sobresalto en que quedo. La inútil misión de Berindoaga, la sublevación del castillo, la aproximación de los enemigos, la lejanía de nuestras fuerzas que, aun cuando no comprometieren una acción, podían contener el ímpetu de los godos en otras situaciones, el orgullo español creciendo cada día por su propia virtud y por el pábulo que le prestan nuestras mismas divisiones domésticas, el espíritu público entibiándose a proporción que se disminuye la fuerza armada, cuando crecen los peligros. En fin, tantas cosas bullen en esta cabeza, que en este momento no acierto a escribir, según me parece, ni con sentido ni con orden. Ahora conozco más que nunca cuánto te amo, pues no te me apartas un instante de la imaginación, y te considero en el laberinto mayor del mundo, y en una inquietud de espíritu solo comparable a tu pundonor y a tu patriotismo.

Estas reflexiones son tan gravemente tristes que no me permiten sentir como se merece la otra noticia del saqueo del Callao y del castillo, en el cual me dicen has perdido todas las alhajas de Manana y cosas de mucho valor. Nada me has dicho. Tu silencio es una nueva prueba de tu genial desprendimiento; pero no te olvides   —511→   de hablarme sobre este punto, porque, pasada esta inminente tempestad, y venido el tiempo en que podamos sentir males personales, me ha de incomodar mucho este suceso, si acaso es cierta.

Siempre es un favor especial del cielo, el hallarte bueno en medio de este mar agitado y turbulento. Procura cuidarte lo posible, pues tu enfermedad sería un nuevo mal público.

Han llegado dos buques de Panamá, que debían traer tropas, y se han venido sin ellas. Dicen de Europa que es cierto el nuevo compromiso entre Francia, Alemania y España para reconquistar la América. Se levantarán cincuenta mil hombres que vendrán por diversos puntos. La Rusia, por supuesto, dará su contingente. Es consecuencia necesaria que tantas fatigas, tantos gastos que impenden estos infames Quijotes por meternos en orden, no quedarán sin remuneración y tendrá efecto la repartición de que te hablé en mi anterior, esto es Colombia para Francia, el Perú para Rusia, México para España, y el resto para las demás potencias.

A Mamá, Manana, Pepa, María Chepita, Carmelita y Pepita, finísimas memorias; a las Pipis mil cariños. Mi Virginia se ha vacunado tres veces y no le prende. Rosita, sus padres y hermanos te saludan. ¿Y yo?

Yo soy el mismo que siempre, tu,

JOSÉ JOAQUÍN.

Adición.- Recibí y agradezco los impresos y la cinta patriótica.

(Memorias del general O'Leary, Documentos, Tomo IV, pp. 378-379)



  —512→  

ArribaAbajoAl Secretario de la Municipalidad

Guayaquil, junio 30 de 1825.

Señor Secretario de la Muy Ilustrísima Municipalidad:

Aproximándose mi salida a Londres a cumplir la comisión con que me ha honrado el Gobierno del Perú, creo de mi deber reiterar a la Muy Ilustrísima Municipalidad mi reconocimiento por las distinciones que le he merecido en todas circunstancias, y mi disposición a ocuparme con el mayor interés en todo cuanto ceda en beneficio de un país en donde tengo la gloria de haber nacido.

Sírvase usted hacer presentes a la Muy Ilustrísima Municipalidad estos sentimientos y reconocerme por su atento servidor.

JOSÉ JOAQUÍN DE OLMEDO.

(Boletín del Centro de Investigaciones Históricas. Guayaquil. Tomo IX, n.º XXI-XXII, p. 168)



  —513→  

ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores del Perú

LEGACIÓN PERUANA

Kingston (Jamaica) octubre 18 de 1825.

El señor Ministro de Relaciones Exteriores del Perú.

Tenemos la satisfacción de comunicar a Vuestra Señoría nuestro feliz arribo el 11 del presente y nuestra próxima salida para Londres en el Paquete real Zéfiro que dará la vela mañana para Falmouth.

Los rumores que corrían en Panamá de guerra entre Inglaterra y Francia se han disipado enteramente lo mismo que los de desembarco de 150 hombres en la isla de Cuba. Es verdad que hay más de 20 buques de guerra franceses en estos mares de las Antillas; pero ninguno ha traído tropas de desembarco, sino guarniciones para sus colonias. De estos buques, algunos están destinados a proteger el comercio francés que debe tomar nueva actividad después del reconocimiento, de la República de Haití. Se asegura que toda esta escuadra se halla en tan mal estado que se está dirigiendo a Norte América para repararse.

Ha llegado a Méjico un navío de 64 que el Gobierno ha comprado en los Estados Unidos. El día de su arribo logró tomar con estratagema dos lanchas cañoneras bajo les fuegos del castillo de San Juan de Olúa.

  —514→  

Se habla como se hablaba desde ahora dos años de una expedición contra América que España forma en la Coruña; pero lo que hay de cierto es que jamás puede reunir ni gente, ni dinero. Su abatimiento y miseria sólo es comparable con su descrédito en todas las plazas de Europa, de modo que no encuentran un peso a ningún interés. Se ha dado un decreto para que sean admitidos oficiales para la expedición aunque sufrido el juicio de punificación; prueba, de que no se exceptúa a nadie, ni aun para los empleos más subalternos.

Los ingleses no tienen en estos mares la mitad de la fuerza que tienen los franceses. El parlamento inglés se ha abierto extraordinariamente en el mes de agosto. Sería muy sensible que el aspecto que pueda tomar la Europa respecto de la América después del último congreso de los Aliados alterase las felices circunstancias en que ha estado Inglaterra relativamente a nuestra comisión.

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

JOSÉ GREGORIO PAREDES.

(El Congreso de Panamá. 1826. Lima, pp. 247-248)



  —515→  

ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores del Perú

LEGACIÓN PERUANA

Londres. Diciembre 12 de 1825.

Al señor Ministro de Estado y Relaciones Exteriores del Perú.

Tenemos la satisfacción de anunciar a Vuestra Señoría nuestro feliz arribo a esta corte, el 10 del presente; y al mismo tiempo el pesar de decir que hemos venido en la más triste situación mercantil de esta plaza. Muchas causas han concurrido a la baja portentosa de todos los fondos extranjeros, en término que los de Méjico han bajado a 63; los de Colombia a 62 y los del Perú a 48, desde el 93 y aun más, en que estuvieron con la noticia de la victoria de Ayacucho. Los fondos europeos han sufrido igual descenso, siendo el último el de España que se halla al 15. Por esta causa hemos resuelto no tratar por ahora del empréstito que nos ha encargado porque sería verdaderamente ruinoso, y esperar a que dentro de algunos meses varíe el aspecto de las cosas. Entre tanto nosotros disimulamos lo posible el objeto de nuestra venida para que no se especule sobre la urgencia que podrá obligarnos a hacer sacrificios. Como acabamos de llegar, y hoy mismo sale la correspondencia para el   —516→   paquete de Jamaica que toca en Cartagena, no podemos extendernos más hasta la próxima ocasión.

El aspecto político de Europa parece en el día sereno y favorable a la América. Se puede asegurar que la Francia no piensa absolutamente en ligarse con España y auxiliarla contra nosotros; y, si no sigue abiertamente la conducta de Inglaterra, es por no dificultar más el cobro de la deuda inmensa que tiene con España. El Gabinete francés ha admitido agentes privados de los Gobiernos independientes y también públicos para los negocios mercantiles. Aunque Méjico ha sido reconocido, no ha sido presentado su Enviado porque no estaban en forma las credenciales. Tampoco el de Buenos Aires porque sus despachos eran generales para las demás Potencias Europeas, y el Ministro inglés ha dicho que el Rey de Inglaterra bien merecía que los Gobiernos americanos le disputasen un Enviado particular, cuyas noticias no nos ha parecido inútil comunicar a Vuestra Señoría.

En primera ocasión hablaremos sobre los negocios de los señores García del Río y Robertson a quienes apenas hemos podido ver, sin entrar en materia.

Somos con el debido respeto obsecuentes servidores

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

JOSÉ GREGORIO PAREDES.

(El Congreso de Panamá. 1826. Lima, pp. 248-249)



  —517→  

ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores del Perú

LEGACIÓN PERUANA

Londres, diciembre 28 de 1825.

Al señor Ministro de Estado y Relaciones Exteriores.

Señor Ministro:

Hasta esta fecha no ha ocurrido más novedades dignas de atención que la continuación en la baja de los fondos públicos habiendo llegado los del Perú a 39. Por consiguiente continuamos también nosotros con el propósito de no abrir el empréstito hasta mejor oportunidad.

La otra grande novedad de estos días es la muerte del Emperador de Rusia, que debe hacer una revolución en Europa. Como él era el Jefe, y la Cabeza de la Santa Alianza, es regular que ésta no tenga ya el influjo que ha dominado a la Europa, y amenazaba a la América. Ha sido coronado emperador Constantino I, hermano de Alejandro; se dice que protege abiertamente la causa de los Griegos; esto dará ocasión a una guerra entre Rusia y Turquía, en que podrá mezclarse toda la Europa. Esta tempestad hará más dulce y estable la serenidad de nuestro hemisferio.

Somos de Vuestra Señoría con la debida consideración muy respetuosos servidores.

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

JOSÉ GREGORIO PAREDES.

(El Congreso de Panamá. 1826. Lima, p. 251)



  —518→  

ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores del Perú

LEGACIÓN PERUANA

Londres, enero 7 de 1826.

Al señor Ministro de Estado y Relaciones Exteriores del Perú.

Señor Ministro:

Por oficio de 28 de diciembre último anunciamos a Vuestra Señoría la muerte del Emperador de Rusia, que es en el día el objeto de las cálculos de los políticos. Le ha sucedido su hermana Constantino que dicen tiene ideas contrarias en todo a su antecesor: protege abiertamente la causa de los Griegos, pero no por liberalidad de principios, sino porque aspira a ser rey de Grecia, excitado por un presagio de su abuela la emperatriz Catalina; que no sólo le anunciaba ese reino, sino también el imperio de Constantinopla; y por eso quiso que se le llamase Constantino. Estas circunstancias, que deben parecernos insignificantes y pueriles, tienen la mayor influencia en estas gentes dominadas de ambición y fanatismo. Lo cierto es que, si el nuevo Emperador sostiene a los Griegos, tendrá indispensablemente guerra con Turquía, en que deben mezclarse varias potencias de Europa; y, como los intereses de ésta no permiten mayor engrandecimiento de Rusia, debe resultar de todo   —519→   un choque de planes, de intereses y de partidos que abrazará todo el continente. Aseguran que el carácter de Constantino es más duro que el de Alejandro y menos disimulada, que ama la guerra y aborrece la paz. Todo hace creer que la Europa está amenazada de un sacudimiento general. Ésta es una triste perspectiva, y sólo podemos consolarnos con la idea de que entre tanto no será interrumpido el reposo de la América, y de que ésta podrá con más sosiego consolidar sus instituciones y empezar a coger el fruto de sus sacrificios. Aunque puede fallar la conjetura de una guerra general, pero no fallará la de que cesará la perniciosa influencia de la Santa Alianza, que, habiendo hasta aquí reglado y avasallado la Europa, dirigía ya todas sus miras al Nuevo Mundo. Faltando Alejandro que era la cabeza y el alma de esa asociación, será desde hoy un cuerpo muerto que debe disolverse en poco tiempo.

La situación de España es cada día más triste, si puede ser más. Es inútil decir lo que pasa porque parecerá exageración. El Embajador que estaba aquí se ha retirado porque no podía sostenerse; quedó un encargado de negocios, y también se ha marchado porque ya no querían aquí adelantarle ni el miserable sueldo que le había asignado su Gobierno sin remitirle nada, de suerte que se ha ido sin despedirse, muerto de hambre y de vergüenza. El Gabinete inglés viendo exenta la legación, tiene que entenderse con el cónsul español que reside en Londres.

A pesar de esta miseria no abandona su visible capricho de reconquistar la América. Siguen reuniéndose en La Habana los elementos de una expedición contra Méjico, que debe desembarcar en Campeche: Como la falta de recursos hace proceder a esta pobre nación con lentitud en todo, se saben en América sus planes antes que se acaben de concertar en su gabinete. Puede ser que ya tome otro giro está empresa después de la rendición del castillo de San Juan de Olúa, el 17 de noviembre por capitulación. La guarnición ha sido transportada a La Habana en los buques de guerra mejicanos.   —520→   Creemos que por el mismo tiempo haya caído el castillo del Callao; cuya noticia esperamos con la mayor ansia.

Por una memoria que presentó el Enviado de los Estados Unidos en España al duque del Infantado, Ministro de Estado al presente, sobre la situación de los Gobiernos independientes de Sud América, parece que se ha desarmado un poco la cruel política de aquel gabinete que ha dado más crédito a la relación de un extranjero que a las noticias de los mismos agentes y funcionarios españoles. Sabemos positivamente que han llegado a Londres dos comisionados secretos para tentar a todos los Ministros y enviados de América, e inclinarlos a entrar en composiciones y ofertas, que deben tener por base principal el que la América se preste a dar a la España indemnizaciones, como ha dado la República de Haití a la Francia. Para cuando llegue el caso de esta extraña tentativa estamos resueltos a contestar que ya hemos conquistado nuestra libertad con las armas, y que nosotros somos los que debemos dictar las leyes de las negociaciones, declarando desde el principio que la América no está dispuesta a libertarse por plata como los esclavos de Santo Domingo.

Con toda seguridad podemos afirmar a Vuestra Señoría que los Estados Unidos mandarán diputados al Congreso de Panamá, como verá Vuestra Señoría en el mensaje del presidente Adams inserto en uno de los periódicos que remitimos en esta ocasión. Uno de ellos, nombrado es míster Loyncet, sujeto que ha estado en Chile algún tiempo, de muchos conocimientos y viveza (quizá más de la que nos conviene). Es muy regular que también vayan diputados del Brasil; así lo ha asegurado míster Canning al Enviado de Colombia; en esto ha intervenido el gabinete inglés con eficaces insinuaciones (el mismo Gobierno inglés sabemos va a remitir un agente cerca de aquel Congreso, para observar y dar parte de cuanto ocurra) con el carácter de asistente. Parece después de estas medidas que se realizará esa asamblea, sobre cuya reunión se hablaba con incertidumbre y desconfianza.

  —521→  

El general San Martín se halla en Bruselas (Flandes) igualmente que lord Cochrane y don José Riva Agüero. Este último parece que ha escogido ese país porque, siendo allí menos conocido, puede con más libertad vivir con desahogo y lujo, sin hallarse embarazado en la contestación, si aquí se le preguntare, cómo se aviene en riqueza con la miseria en que él mismo dijo que venía después de su mando.

No ocurre por ahora otra novedad que merezca atención. Somos respetuosos servidores

JOSÉ GREGORIO PAREDES.

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

(El Congreso de Panamá. 1826, Lima, pp. 252-255)



  —522→  

ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores del Perú

LEGACIÓN PERUANA

Londres, febrero 3 de 1826.

Al señor Ministro de Estado y Relaciones Exteriores.

Señor Ministro:

En los números 6 y 7 manifestamos a Vuestra Señoría el estado político de la Europa, como también la tristísima situación mercantil de esta plaza. Posteriormente no ha habido en el continente otra variación que la ocurrida en Rusia: Constantino fue, según se asegura, obligado a renunciar el trono en favor de su hermano Nicolás; pero, aunque se ha querido dar a esta abdicación todo el carácter de espontánea, el descontento de algunos cuerpos de ejército y el descubrimiento de una conspiración que, ramificada en todo el Imperio, tenía objeto destronar a la familia reinante, acreditan que el cetro aún no está seguro en manos de Nicolás, y prestan fundamento para creer que aquel imperio se verá envuelto en una guerra civil. La política del Gabinete Británico sobre estos grandes acontecimientos es absolutamente misteriosa, y parece extraño que en el mensaje del Rey al Parlamento no se haga la menor mención de estos   —523→   sucesos, ni aun de la muerte del emperador Alejandro; asuntos que excitan al presente la expectación general y tienen en fermento la política de Europa.

Tenemos el sentimiento de repetir a Vuestra Señoría que continúa el abatimiento de nuestros fondos en la bolsa de que hablamos en el N.º 6. Con pequeñas variaciones no se le han visto subir del 42. Puede influir mucho en esto el grande y extraordinario sacudimiento que ha sufrido el comercio inglés, sacudimiento que parece no tiene igual en la historia de este pueblo. Pasan ya de quinientas las bancarrotas, y algunas de casas de grandes fondos y créditos; lo que nos hace fijar más y más en la decisión que anunciamos a Vuestra Señoría habíamos tomado de suspender todo paso sobre empréstito por ahora.

Somos con la debida consideración de Vuestra Señoría muy respetuosos servidores

JOSÉ GREGORIO PAREDES.

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

(El Congreso de Panamá, 1826. Lima, pp. 255-256)



  —524→  

ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores del Perú

LEGACIÓN PERUANA EN LONDRES

Londres, febrero 8 de 1826.

Al señor Ministro de Estado y Relaciones Exteriores del Perú.

Señor Ministro:

Para el más expedito despacho de los negocios diplomáticos hemos acordado mi compañero y yo que uno solo de nosotros se entienda con la Secretaría de Estado de este Gobierno; a cuyo efecto yo me he hecho cargo de esta comisión.

Desde luego han pasado una nota al señor secretario Canning avisándole mi arribo a esta corte, y pidiéndole me designe el día en que pueda tener el honor de presentarle personalmente la carta credencial y los sentimientos del respeto del gobierno del Perú. Las graves atenciones de este Gabinete y las ocupaciones del tiempo, con motivo de haberse abierto en estos días el Parlamento, quizás han hecho retardar hasta ahora la contestación. Luego que la reciba me presentaré y daré a Vuestra Señoría cuenta del resultado para conocimiento de Su Excelencia

  —525→  

Soy, con la debida consideración muy respetuoso servidor

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.



Marzo 9.

Se me ha contestado por la Secretaría de Estado que la presentación de una carta tal como la que he anunciado de parte de mi Gobierno no puede verificarse hasta que Inglaterra no haga formal reconocimiento del Perú; pero que se recibirán con el mayor aprecio cuantas noticias yo quisiera dar por escrito relativas a aquel Estado. En esta virtud cuidaré siempre de cumplir en la parte que se pueda con mi comisión, pero nunca de un modo en que aparezca que hacemos el papel de suplicantes.

Soy con la debida consideración muy respetuoso servidor:

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

(El Congreso de Panamá. 1826, Lima, pp. 256-257)





  —526→  

ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores del Perú

LEGACIÓN PERUANA

Londres, febrero 9 de 1826.

Al señor Ministro de Estado y Relaciones Exteriores.

Señor Ministro:

Por lo que importan en sí, y por el efecto favorable que puedan tener para la consecución del empréstito, las negociaciones diplomáticas cerca de esta corte dirigidas al reconocimiento de la independencia del Perú, se hallan ya iniciadas por parte del señor Olmedo, con quien, atendiendo al tenor de las credenciales (el cual supone un solo agente), a la primacía en el orden de nominación que aparece en las instrucciones, y a otras razones de congruencia, se acordó fuese él el que desempeñase la legación. En cuya conformidad no extrañará Vuestra Señoría que las comunicaciones relativas a dicha clase de negocios no vayan en lo sucesivo suscritas por mí.

Los papeles públicos imponen de diversas ocurrencias en las cortes del continente por las que se ve una tendencia a seguir los pasos de la Gran Bretaña con respecto   —527→   a la América del Sur. Míster Gorostiza, cónsul general de Méjico en Bruselas, mandó a las provincias occidentales de la Prusia un encargado de abrir relaciones mercantiles con Méjico, y su carácter fue reconocido por el Ministro del Interior en Berlín. La Francia ha nombrado enviados para Bogotá y Chile a un Martini y a Laforet, aunque con una calificación no bien definida. El Nuncio de Su Santidad en Madrid ha solicitado el reconocimiento de América, cooperando a lo mismo el embajador francés. Y a una carta significativa de Su Santidad al Presidente de los Estados Unidos mejicanos, en contestación a otra que recibió de él, se agrega la buena recepción que han tenido dos diputados de dichos Estados recién llegados a Roma para entrar en arreglos eclesiásticos, esperándose que la influencia de España no sea un obstáculo al logro de su misión.

Tengo el honor de ofrecer a Vuestra Señoría mi consideración y respeto como su muy atento y obediente servidor.

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

JOSÉ GREGORIO PAREDES.

(El Congreso de Panamá. 1826. Lima, pp. 258-259)



  —528→  

ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores del Perú

LEGACIÓN PERUANA

Londres, marzo 1 de 1826.

Al señor Ministro de Estado y Relaciones Exteriores.

Señor Ministro:

Con la nota de Vuestra Señoría de 12 de septiembre hemos recibido los cuatro diplomas que Su Excelencia el consejo de Gobierno se ha servido hacer extender para cada uno de nosotros, nombrándonos Enviados Extraordinarios y Ministros Plenipotenciarios a las cortes de Inglaterra, Francia, Roma y España. Sírvase Vuestra Señoría presentar a Su Excelencia nuestras respetuosas gracias por este honor al que procuramos corresponder con el posible celo y honradez. Quedan igualmente en nuestro poder las instrucciones ostensibles, y la copia íntegra de las que para el empréstito trajo el señor Robertson.

Luego que el sella, que ya hemos mandado abrir, este concluido, haremos uso de la facultad que, en la misma fecha, se nos concede de estamparlo en el diploma, remitiendo la lámina en primera oportunidad para los usos de ese ministerio.

Somos, con la debida consideración de Vuestra Señoría respetuosos servidores

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

JOSÉ GREGORIO PAREDES.

(El Congreso de Panamá. 1826. Lima, pp. 259-260)



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ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores del Perú

LEGACIÓN PERUANA

Londres, abril 11 de 1826.

Al señor Ministro de Estado y Relaciones Exteriores. señor Ministro:

Después de nuestra última comunicación en nada ha variado el aspecto político de Europa. La cuestión relativa a la intervención de la Rusia en los negocios de los Griegos queda aún problemática, viéndose el emperador Nicolás obligado a contrapesar el poder de Inglaterra y el influjo particular de su enviado lord Wellington, interesados en que se sostenga solamente la independencia de la Grecia sin atacar las demás posesiones de la Puerta, con los intereses del imperio y los ardientes votos del ejército que ansía por llevar la guerra a la Turquía. Parece indudable que, si el Emperador cediendo a las instancias toma este último partido, se le alarmarán varias potencias en oposición al engrandecimiento de la Rusia, y volverá el Continente a hacerse un vasto campo de discordia. Deseoso probablemente de disminuir para un tal caso el número de sus enemigos , se asegura que el nuevo Emperador ha propuesto   —530→   disolver la Santa Alianza y establecer relaciones amigables y bajo diferentes bases con los demás poderes. Con relación a lo que nos toca más de cerca no podemos dejar de compadecer la terquedad del Gabinete de Madrid, que no sólo ha desoído las insinuaciones del Nuncio de Su Santidad y del embajador francés, reducidas a manifestarle que sus intereses reclaman el reconocimiento de la independencia americana, sino que actualmente se ocupa en preparar una expedición contra Méjico o Colombia, y cuyos gastos debe hacerlos la casa de Biera y Compañía del Comercio de Barcelona, por el privilegio de introducir libres de derecho doscientos millones de reales en tejidos ingleses de algodón, y una cantidad considerable de granos, a pesar de que los fabricantes de Cataluña han reclamado de los perjuicios de esta medida. Se dice que el jefe designado para mandar dicha expedición es el general Valdés, capitulado en Ayacucho, que goza de un gran favor; lo disfrutaba también La Serna hasta que tuvo la franqueza de anunciar al Rey que para reconquistar el Perú se necesitaban veinte mil hombres.

Según noticias las fuerzas de La Habana con los últimos refuerzos que se han remitido de España subirán a 15 mil hombres; las que en unión de la parte que pueden tomar los hacendados temerosos de perder sus esclavos a consecuencia de la revolución, exigen que sea bien respetable la expedición proyectada de Colombia y Méjico contra Cuba.

La contienda entre el Brasil y las Provincias Unidas del Río de la Plata se presenta muy reñida. La muerte del Rey de Portugal dividiendo la atención de don Pedro, o más bien obligándolo a decidirse entre sus ricas posesiones en América y este rincón de la Península, disminuirá probablemente su fuerza moral, mucho más cuando parece imposible concertar los intereses de ambos estados. Aquí se ha publicado que lord Ponsomby, Ministro plenipotenciario de este Gabinete acerca del de Buenos Aires, lleva instrucciones de procurar un acomodamiento sobre la base de que las Provincias Unidas   —531→   proporcionen al Brasil una indemnización en dinero, y que si aquéllas no se conforman la Gran Bretaña reconocerá el derecho del Emperador al territorio en cuestión. Igualmente ha ocurrido que el Emperador ofrece a Montevideo como una ciudad anseática.

Esperamos con inquietud el resultado de esta misión.

Somos de Vuestra Señoría con la debida consideración muy respetuosos servidores.

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

JOSÉ GREGORIO PAREDES.

(El Congreso de Panamá. 1826. Lima, pp. 280-262)



  —532→  

ArribaAbajoAl Libertador

(FRAGMENTO)

Londres, 22 de abril de 1826.

Nuestra situación aquí no puede ser más desagradable. Entre muchas causas indicaré dos: 1.ª: Que nos hallamos sin recursos para subsistir, pues no podemos recaudar un peso de los empréstitos anteriores. El contratista Kinder (con quien negociaron García del Río y Paroissien, y después Robertson, a pesar de la triste experiencia, pues entre todos éstos hay una santa alianza como he dicho a usted otra vez) es un hombre sin créditos, y lo que es peor sin fondos. (No extrañe usted que yo dé aquí más importancia a los fondos que al crédito; porque en el mercado se ven las cosas al revés que en moral.)

Por consiguiente, nada podemos esperar de Kinder; nada tampoco del empréstito que vinimos a levantar, porque no debe levantarse en las funestas circunstancias de esta plaza, en que han bajado los fondos extraordinariamente; los de Méjico están a 51, los de Colombia a 47 y los del Perú a 25 y pronto nos pondremos al nivel de los de Grecia y aun de los de España. Agrégase a esta pintura que los fondos de la legación que trajimos del Perú y algunos propios míos, vinieron desde Jamaica en letras contra Londres, y todo ha caído en el pozo de Goldschrnidt, aquel famoso banquero de Colombia y de varias potencias europeas, de cuya ruidosa quiebra y más ruidosa muerte he hablado a usted en una de mis anteriores. Con estos datos ya puede usted formarse   —533→   una idea de la situación de los embajadores del Perú en Londres. Pero esta causa, por odiosa que sea, no es intolerable para quien tiene aquí un amigo y sabe vivir con poco. La causa principal de nuestro cuidado y de nuestra desgracia es que ha pasado el 15 de abril, día en que debieron pagarse los primeros dividendos de este año, y el señor Kinder no los ha pagado, a pesar de que tenía en su poder fondos destinados a este objeto, y a pesar de las repetidas promesas que nos había hecho de cumplir con este deber, que es de la mayor trascendencia. Se ha levantado con este motivo una tempestad en el comercio. Esta falta siempre es ominosa en todas circunstancias, porque el público en esta materia no discurre sino por los hechos y los pagos. El Gobierno que no paga, sea por su propia mala fe o la de sus agentes, sea por pobreza o porque sus fondos casualmente se demoraron, siempre, siempre pierde su crédito y su estimación, aunque se sepa que tiene inmensos recursos; que tiene a Bolívar en su seno; que ha destruido a todos sus enemigos, y que resplandece con todos los rayos del oro y de la victoria. Los acreedores no nos dejan vivir un instante; nos vienen a visitar en tropel; se quejan, se lamentan, nos piden explicaciones de este suceso, nos piden esperanzas; en fin, no nos dejan; porque si, como acabo de decir, la falta de este pago es ominosa en todas circunstancias, en las presentes es horrible y mortal, pues muchas familias subsisten de esos intereses, y en el día que todo está paralizado, que pasan de 600 las bancarrotas y que no circula dinero, nadie tiene cómo vivir34.

(J. M. Torres Caicedo, Ensayos biográficos y de crítica literaria sobre los principales poetas y literatos hispanoamericanos. Primera Serie, pp. 118-120)



  —534→  

ArribaAbajoAl Libertador

(FRAGMENTO)

182635.

Si es cierto que usted me tiene algún afecto; si no es una mera fórmula la expresión de amigo de mi corazón con que usted cierra todas sus cartas; si algo merece el cantor de Junín; y, en fin, si usted cree que no he sido un hombre del todo inútil a mi patria y a la causa americana; yo ruego a usted con todo el encarecimiento de que soy capaz me envíe o mande que me envíen una licencia para volver. No se admire usted; no me culpe usted. Yo no quiero irme mañana; yo no querré ir me luego que tenga mi licencia; pues con licencia y todo, yo sería un desertor si dejase pendientes los negocios que me están encomendados. Yo me lisonjeo con que usted me hará el favor de creerme poco capaz de una acción fea por consultar a mi comodidad o a mi conveniencia. Con el permiso adelantado que pido ahora sólo intento estar asegurado y pronto para cuando los negocios estén arreglados; porque en llegando ese caso, preveo que mientras va mi memorial, mientras se pierden o se extravía el principal, mientras llega, mientras se resuelve, se pasará un año; tiempo que pueda ahorrar de ausencia y que puedo aprovechar en la educación de mis dos niñas de mis ojos.

(Torres Caicedo. Ensayos biográficos... pp. 120-121)



  —535→  

ArribaAbajo Al mariscal La Mar

A mi amigo J. La Mar.

Londres, junio 10 de 1826.

Amigo y primo mío:

No habrás tenido mucho gusto con mis anteriores, porque sé que me amas y porque mi situación es tal, que bien pueden compadecerla aun aquéllos para quienes yo sea del todo indiferente.

Empecemos por lo menos (aunque otras dijeran que es lo más). Aquí no hay cómo subsistir. El dinero que trajo la Legación y una parte mía vino desde Jamaica en letras contra la Casa del famoso Goldschmidt, de cuya ruidosa quiebra y más ruidosa muerte te he hablado en otras ocasiones; pero yo te repito las cosas, para que las repeticiones sirvan de duplicados. Por este fatal accidente todo el dinero que se traía cayó en este horrendo pozo.

Inmediatamente reclamamos los fondos de los empréstitos del Perú; pero éste es un enredo, una trápala de tal naturaleza que se puede considerar que esos fondos se hallan en un pozo más hondo que el anterior. En este asunto nada me sorprende más que la conducta de Robertson, sí, de nuestro Robertson. ¡Quién lo creyera!   —536→   Éste vino; vio que Kinder había sido el contratista del empréstito de García del Río y Compañía. El tal contratista no era ni de fondos, ni de crédito; sus cuentas estaban enredadas; no había cumplido con las entregas oportunas, y a pesar de eso Robertson lo escoge para tratar con él el segundo empréstito, y enredar más de ese modo una pita que bien enredada estaba. Sucedió lo que debía suceder. No han entregado lo que nos debían entregar; no han pagado al público los intereses; no quieren o no pueden exhibir los restos; y el Perú se ha quedado sin fondos en esta plaza, cargado de una grande deuda, y lo que es peor, sin crédito.

En estas circunstancias sería la mayor necedad abrir el empréstito que se nos encargó, pues nuestros fondos no pasan de 29 ó 30. Y soy de parecer que, aunque abriésemos en tan viles términos un empréstito para pagar los intereses (que no han pagado los anteriores agentes, y que es el punto crítico en este mercado), soy de parecer, repito, que nuestro crédito no se restablecería; pues, aunque aquí no supieran tanto como saben, no dejarían de conocer que el pagar la deuda de intereses con nuevos y nuevos empréstitos, no es más que redoblar las obligaciones y las cargas e imposibilitarse más y más de pagar en adelante. Hace algún tiempo que hemos consultado al Gobierno sobre este punto, y sólo nos resolveremos a levantar otro empréstito cuando el Gobierno, en vista de todo lo que le hemos informado, nos lo mandase terminantemente. Hemos creído hacer un servicio al Perú, procediendo de este modo.

De todo esto resulta que tampoco por este medio podemos procurarnos recursos para vivir. Pero no es esto todo. El Gobierno, por consultar más a nuestro bien estar, no sólo puso a nuestra disposición todos los fondos que tenía en Londres, sino que por evitar cualquier accidente nos dio carta libranza para Robertson para que nos proveyese de lo que necesitásemos. Pero esta generosa previsión del Gobierno ha sido inútil, pues hemos ocurrido a ese Señor, y sólo hemos sacado esperanzas para cuando sus negocios mejoren de aspecto. Ésta es   —537→   nuestra situación; de manera que es preciso irse acostumbrando à manger du eheval, pour regal. Gai gui, mon ami36.

Siguiendo la escala, debía referir las desazones y disgustos que sufrimos en este laberinto, y especialmente en el punto de cuentas, que es el archipiélago en tempestad. Aumenta nuestros embarazos el que no podemos usar ninguna medida coactiva, ya porque aquí los trámites judiciales son lentísimos, costosísimos sobre toda exageración, y poco favorables a los extranjeros, ya porque, aunque se triunfase nada sacaríamos, y aun perderíamos, porque entonces Kinder se declaraba por quebrado, y santas pascuas.

El principal de nuestros disgustos es el que hemos tenido en estos días. El señor Hurtado, Ministro de Colombia, no pudiendo pagar los dividendos próximos (entre otras razones por la quiebra de Goldschmidt, por la que parece que Colombia perderá dos millones), nos pasó una nota pidiéndonos millón y medio de pesos a cuenta de la deuda del Perú, y en virtud de una noticia que había recibido, anticipada de su Gobierno sobre que el del Perú debía girar muy en breve contra nosotros una suma igual. Conociendo Hurtado que no teníamos fondos algunos disponibles nos proponía que abriésemos un empréstito con este solo objeto aun a pesar de las circunstancias, pues los servicios hechos por Colombia al Perú y la urgencia de sostener su crédito exigían y justificaban cualquier sacrificio. Nosotros no pudimos acceder a esta solicitud, alegando varias razones. Primera, que hallándose nuestros fondos a 29 y 30, el empréstito no podría verificarse sin perder más de 70%; y que, por consiguiente, para realizar una suma efectiva de millón y medio de pesos, era preciso levantar un empréstito de más de cuatro millones, cuya operación nos haría perder de un golpe más de dos y medio millones, a más de los accesorios; que este inconveniente   —538→   era para nosotros de tanta gravedad, que no nos habíamos atrevido a hacerlo ni por nuestros propios dividendos. 2.ª: Que si abríamos un empréstito, caerían sobre nosotros las infinitas letras que nuestro Gobierno había girado contra nosotros, las que no habíamos aceptado con la excusa de que no se había realizado la condición del levantamiento del nuevo empréstito. En fin, expresamos todo lo que habrás visto en nuestra comunicación oficial sobre este negocio. Pero, sobre todo, insistimos en la poderosísima razón de que por pagar un solo dividendo no se sostendría un crédito que debía caer cuando no se pagasen los siguientes; y que no habiendo posibilidad de que éstos se pagasen, nuestro sacrificio quedaría hecho sin utilidad alguna, y sin otro efecto que haber reagravado la carga del Perú; hacer más difícil el pago de los antiguos dividendos recargados con los nuevos, e imposibilitarnos de cumplir con las precisas obligaciones en adelante. Todo lo que sería dar el golpe mortal y decisivo a nuestro crédito y una demora necesaria al reconocimiento de nuestra República.

Esas razones que nos parecieron y parecen muy poderosas, creo que no hicieron impresión en Hurtado, pues ha hablado sin templanza de la ingratitud de los peruanos hacia Colombia, a quien le deben su libertad y su existencia, por cuya causa ella no ha perdonado sacrificio de sangre, ni de ningún género.

Yo no sé cómo el Gobierno de Colombia y el Libertador recibirán este asunto; pero yo insisto en que el sacrificio del Perú en estas circunstancias era inútil, y sin ningún efecto; y que de otro modo estamos dispuestos a todo, reconociendo, como reconocemos, cuanto debemos a la República de Colombia. Este cuidado es de los mayores que nos afligen, y añadido a la melancólica perspectiva de lo futuro, nos da a conocer de cuando en cuando que es de algún valor el servicio que estamos haciendo, aun cuando no resulten las ventajas que se esperaban, por causas que no están en nosotros.

  —539→  

Habiéndose perdido el resto de fondos de la Legación por las letras de Jamaica, y no habiendo aquí recogido un peso de lo que existía en poder de los agentes anteriores, será inútil decir a Vuestra Excelencia Señor Presidente, que no he recibido un real a cuenta de mis sueldos, a excepción de un poco que le dejé a mi mujer a mi salida del Guayas.

Esta carta por supuesto es toda para ti y toda para nuestro Néstor, el señor Unanue. El splin que me devora no me permite hablarte de la magnificencia de esta corte y de la imponderable belleza de este país, especialmente en esta situación en que por todas partes ríe la primavera.

Esto es sobre toda ponderación caro: hasta el vestirse cuesta más que allá: El ministro de Chile tiene 15 pesos de renta (corriente), y se ha visto obligado a dejar el coche. Yo, por supuesto, que no lo tengo, y cuando lo necesito, me sirvo del de Vicente, que como enviado de México vive comete il faut37. Como no es propietario no tiene más que el tercio de sueldo, que son 6000 pesos, pero le abonan casa y coche, que son 4000 pesos más. Y también le pasan mil pesos por dar la mesa a cada uno de los 4 agregados a la Legación, que son otros 4 pesos.

Ya estarás aburrido de estas conversaciones que son la materia de todas mis cartas; pero como he perdido todo el buen humor, también he perdido la vergüenza, para hablar de estas miserias. Te vuelvo a recomendar con el mayor interés el que me mandes la licencia que te he pedido para volver, repitiendo que no abusaré de ella, sino que marcharé cuando los negocios estén corrientes. Sólo deseo no perder tiempo, pues ya puedes considerar que, aun cuando estuviera expedito debe pasar un año en ida y vuelta del permiso; quiero pues estar asegurado desde ahora. Hazme este favor.

Este encargo es de mucho interés, pero otro voy a hacerte de mayor importancia, porque no es de provecho   —540→   particular mío, sino del Estado. Se reduce a recomendarte la urgencia del medio que he propuesto al Gobierno en mis anteriores comunicaciones para restablecer un poco el ruinoso y vacilante edificio de nuestro crédito. Desengáñense ustedes aquí no hay nada que esperar de Robertson, ni de Kinder, ni de nadie. Es preciso, es indispensable que ustedes se esfuercen a mandar dinero, aunque sean dos remesas de a 300 pesos cada una ustedes se reirán seguramente, viendo que los agentes que, vinieron para nadar en plata, y remitir millones, ésos mismos les piden que venga de allá. Pues no hay remedio, y esto no se compone de otro modo. Si nos mandan levantar un empréstito por fas o por nefas, se hará sin dificultad, porque no faltan apasionados al Perú, pero será la ruina del país. Una casa fuerte de París ha mandado un agente que me visita todos los días; ya se ve, pues, a pesar del triste aspecto de nuestro crédito, cualquiera se aventuraría a dar dinero a plazos largos al 7% al contratar, y después cobrar un 5% sobre la masa idea, exponiéndose a que luego que se arreglen las cosas, triplicar su dinerito con la mejor intención del mundo.

Este recurso de mandar dinero, por raro que sea es el único: lo hemos indicado hace dos meses; si dentro de seis no se presenta aquí un buque lleno de plata, no extrañen usted verme allá de repente, huyendo de la tempestad. Entonces no esperaré ni contestación, ni permiso; la ley de la conservación, la ley de la necesidad, es la suprema ley.

Después de lo que hemos dicho al Gobierno en las comunicaciones anteriores sobre noticias europeas, nada hay que añadir al presente. Parece que ya están convenidas Rusia y Turquía; aquélla no teniendo más que los dos tercios de Europa se hallaba muy estrecha y necesitaba los dos nuevos desiertos que ha adquirido. La otra, embarcada en la guerra de Grecia, y no estando en aptitud de disputar, ha cedido de su territorio por asegurar la presa que se le va de las manos. Este convenio es fatal para los Griegos. No hubiera sido así, si las intrigas de Rusia no hubieran quitado el cetro a   —541→   Constantino, quien, por miras particulares y por amor a la guerra, había prometido sostener a los Griegos, y era la principal esperanza de estos desgraciados. La reciente pérdida que han hecho éstos de la importante plaza de Misolongi ha atrasado mucho su causa y aumentado la vergüenza de los Príncipes cristianos que los han abandonado a su suerte. Los que en otro tiempo se ligaron con enormes sacrificios por rescatar el sepulcro del Salvador, cuya cautividad no influía en la estabilidad y gloria de la religión, hoy se conjuran todos en mirar pasivamente el triunfo del alcorán. ¡Qué importa la mengua del Evangelio y el abatimiento de la Cruz!

Éstos son los tiempos; éstos son los hombres. Ya fastidia la relación de las cosas de España. La misma mujer y los mismos pecados, como dicen allá conspiraciones, delaciones, partidos, suplicios, hambre y miseria. En el día, es muy poderoso el partido por el Infante Don Carlos, porque los frailes y comparsa no consiguen de Fernando todo, todo lo que quieren, y del adusto fanatismo de Carlos esperan más. La cosa llegó al extremo de que le propusieron al rey que abdicase; éste se sostuvo un poco, y la cosa se reservó para mejor ocasión. En el gabinete español se ha tratado mucho y se trata del reconocimiento de la América y aun han venido emisarios a Londres para tentar a los ministros americanos; pero nada sacamos en limpio, sino que su venida se ha reducido a indagar la verdadera situación de América y la disposición de los Ministros. Y como todos estamos prontos a entrar en partidos honrosos, no se han vuelto descontentos. Pero, a pesar de todo, yo creo que España da estos pasos por condescender en algo con los embajadores extranjeros que le hacen repetidas exhortaciones sobre este asunto, pero su ánimo está muy lejos de reconocernos. Cualquier sargento que se acerca al Consejo y dice que con cinco hombres, conquistará desde Patagonia hasta la Lusiana y Sierra Verde, es creído, halagado, y no sólo enfría las disposiciones de ajuste, sino enardece las medidas de nuevas expediciones y conquistas morales. Uno de los últimos verdugos de Venezuela está en grande predicamento, porque   —542→   ha hecho la protesta de que con poca fuerza, irá, verá y vencerá.

Los acopios militares de todo género continúan haciéndose en La Habana; en aquel mar hay una escuadra competente, y será reforzada por tres o cuatro buques más de línea.

Portugal está en inquietud: la Reina, hija de María Luisa, todo lo mueve, y dicen que está prevaleciendo contra el partido del Infante Don Miguel, que estaba desterrado en Viena, y ha sido llamado últimamente. Todos tienen por seguro que si Don Pedro no viene, perderá el Reino de Europa, y que viniendo perderá el imperio de América. La guerra de Buenos Aires dio bastante que hablar al principio; ahora ya está la cosa dormida. El Ministro inglés, lord Pensonby, que debe estar ya por allá, se espera que arreglará ya este negocio, pero creo que el arreglo no será muy satisfactorio para los Gobiernos republicanos. Para sacar alguna ventaja de esta negociación, era preciso que Buenos Aires se presentase en una actitud respetable, o habiendo conseguido alguna ventaja de consideración con las armas.

Ya estoy cansado, y además me has quitado el tiempo para escribir a otros. Ya se acabó la impresión del Canto de Junín, que se ha hecho con bastante lujo. Vicente me presentó un librero de nombre, amigo suyo, a quien se lo cedí con el cargo de que me diese algunos ejemplares. Por conducto del señor Santiago Fabara que sale mañana para Panamá, te remito dos ejemplares. Como hasta ahora no me han traído más que doce, no puedo remitir a todos los amigos. Será después.

Cuando escribas a mi querida hermana Chepita, dile mil cosas de mi parte; y adiós, mi General. Buena falta le hice yo a usted en Ayacucho. Adiós otra vez.

TU AMIGO:

OLMEDO.

Memorias al señor Unanue, Ximena y a todos los amigos. Memorias a Dorita Argudo, y a todas las amigas. Ya sabrás que Mariquita Alcázar murió en Madrid.

  —543→  

Ha caído una lluvia de letras del Gobierno contra nosotros: buen rigor; sin saber cómo andaban estas cosas, y sin esperar las primeras noticias que mandamos desde aquí. En este comercio es una cosa fea esto de protestar: la vergüenza siempre cae sobre nosotros, y el descrédito contra el Gobierno. Por otra parte, nuestra situación es triste, y el Gobierno para ayuda de costas, nos está remitiendo pacotillas de muchachos en cada buque que viene del Perú. La pensión de éstos, con los gastos, pasará de 700 pesos por cada uno, y se paga adelantado: c'est égal38. El general Herrera con instrucciones de Su Excelencia el Mariscal Riva-Agüero ha salido de Bruselas para Buenos Aires, de donde debe pasar al Perú. Su Excelencia se gloría de que tiene continuas y circunstanciadas comunicaciones de los generales sujetos de Lima; no cesa de hacer escribir folletos infames contra Bolívar y los Gobiernos de América. No piensa sino en vengarse, aunque se perdiera toda la América .

El señor Tudela tiene una letra bien clara. Adiós.

(Archivo de la familia Pino Icaza)



  —544→  

ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores del Perú

LEGACIÓN PERUANA EN LONDRES

Londres, junio 28 de 1826.

Al señor Ministro de Estado y Relaciones Exteriores del Perú.

Señor Ministro:

Nos apresuramos a poner en conocimiento del Supremo Gobierno por medio de Vuestra Señoría un asunto de gravedad y sobre el cual necesito pronta contestación.

Se trata en los gabinetes de Inglaterra y Francia de que, en caso de continuar España en su obstinación de no reconocer la independencia de América, se haga entre las dos una tregua de 10 hasta 20 años. El señor Ministro de Colombia promueve ahora este negocio de orden de su Gobierno con el señor Secretario Canning; y Corl Lam, agente de la misma República en París, ha dado allí iguales pasos con el conde de Villèle. Uno y otro gabinete han recibido con mucho agrado esta disposición, y parece que la han transmitido a sus respectivos Ministros en España para que preparen la marcha de esta importante transacción.

  —545→  

Las razones en que se funda el Gobierno de Colombia para seguir esta conducta son: 1.ª Que, después de 15 años de sangrienta lucha en que tantos sacrificios han reducido los restos de la población a la miseria, están ya los habitantes cansados de los estragos de la guerra y suspiran por la paz, y que este estado de paz es necesario para cultivar los campos y poner en movimiento los grandes recursos de aquel suelo, lo que no puede verificarse mientras subsista el temor de nueva guerra. 2.ª: Que, habiéndose armado toda la población para sacudir el yugo español, existe un germen de despotismo militar contrario a la libertad pública, el cual no podrá extinguirse continuando las hostilidades o la posibilidad de que vuelva a encenderse la guerra con su primer furor. 3.ª: Que para cubrir una extensión de costas de 300 leguas para impedir una invasión con que parece amenazar el general La Borde, necesita Colombia tener un ejército y marina que consumirán toda la hacienda pública. De allí los embarazos en que se halla para pagar sus dividendos en Londres y hacer frente a las contingencias, como son las quiebras de banqueros y otras de ese género. 4.ª: Que en fin los militares que conocen su importancia promueven disensiones internas que entorpecen la marcha del Gobierno y de las leyes.

Este proyecto se estampó hace tiempo en el periódico servil francés La Estrella por los enemigos de los principios liberales, y parece extraño que se haya adoptado por una República que ha proclamado la primera esos principios, los ha consignado en su código y los ha sellado con su sangre. Todas las razones que la mueven a ese paso se debilitan con una sola reflexión, y es que, en el tiempo de la tregua, se debe vivir como en el de guerra. De consiguiente, ni los soldados volverán a sus hogares, ni cesarán los gastos del Erario, ni serán menores los embarazos de la hacienda para atender a su crédito, ni el régimen militar y su prepotencia se extinguirán; antes por el contrario deberán continuar, por que armas y militares en rigurosa disciplina, todo será necesario al expirar el término de la tregua. Se diría   —546→   que no ha sido la política la que ha inspirado ese pensamiento, sino un espíritu amigo de la guerra.

¿Qué más quisiera España que encontrar a Colombia sin ejército, sin marina, adormecido el espíritu marcial, entregada a las artes de la paz cuando concluyese la tregua o antes, si por cualquier pretexto violase el convenio, lo que no sería extraño, tratándose con un enemigo despechado, pérfido, y que piensa que todo le es permitido, aun proceder abiertamente contra el derecho de gentes, para castigar vasallos rebelados?

Este proyecto de tregua es una imitación de lo que practicó Holanda para forzar a España a reconocer su independencia, pero los tiempos y las circunstancias son al día diversísimas. España no es hoy lo que era en aquel siglo; y Holanda ni por su extensión, ni por su posición geográfica, ni por sus recursos es comparable (y en aquel tiempo lo era mucho menos) con América, inmensa en territorio, riquísima en toda clase de riquezas, remotísima de la Península, no teniendo en su seno un solo enemigo, ilustre por sus victorias, respetable por su organización civil y fuerte por los lazos que unen y estrechan a todos los Estados que la componen.

¿Será posible que, cuando España ha llegado al último grado de miseria y abatimiento, cuando está despedazada por la furia de los partidos y por la codicia y fanatismo del clero, desacreditada por la imbecilidad y crueldad de su Rey; degradada por la inepcia de ministros estúpidos y obscuros, destituida de todos los elementos de vida, sin erario, sin crédito, sin comercio, sin ejército, sin marina; vilipendiada, mofada por todos los pueblos, será posible que se escoja este momento para proponerle una tregua cuando ella está en situación de pedirnos la paz?

Cuando rendido el Callao y Chiloé todo nuestro continente está libre de enemigos, cuando va a reunirse el Congreso de Panamá, al tocar el deseado instante de uniformar nuestra política y presentar al mundo el grandioso cuadro de nuestro poder que debe resultar de la unión   —547→   de todos, cuando está reconocida la independencia por la Inglaterra y los Estados Unidos, garantida por la solemne declaración que han hecho de no consentir la intervención de ninguna potencia en la contienda de España con los Estados de América; en el momento de coger el fruto de los sacrificios y de los triunfos, ¿cómo renunciar a tantas ventajas y dar un paso retrógrado que ofende a nuestra dignidad y nuestra gloria? Por otra parte, y aquí es preciso fijar mucho la atención, ¿qué ocasión no proporciona esta tregua a España para restablecerse, para hacer grandes preparativos, para contraer nuevas relaciones, en fin, para variar de situación? No podemos negar que ése es un país de grandes recursos, y que sólo por su mala administración se halla en la miseria o en la nulidad presente; pero cuando, adoptada la tregua, vea el campo abierto para reconquistar sus Indias, no hay duda que esta perspectiva le dará prudencia, y que esta esperanza reuniendo los ánimos y los partidos, calmando las pasiones, y lisonjeando el interés de los particulares y el orgullo nacional será la verdadera crisis de la mortal dolencia de España. ¿Y creerá la América sacar mejor partido de la España cuando se halle restablecida después de 10 ó 20 años de convalecencia y arreglo y de preparación, que en el día en que se ve casi en desfallecimiento y disolución? ¿Y habrá quien piense que cuando España se vea restablecida deponga su antigua soberbia, renuncie a su venganza y a su engrandecimiento cuando ahora, hallándose en las agonías, cuenta todos los medios que puede, aun aquellos que una triste experiencia le acreditó como ineficaces? El mismo nombre de tregua, ¿no está diciendo que España no desistirá de su ánimo hostil?, ¿y no manifiesta que ella querrá solamente ganar tiempo con ese pretexto? Y nosotros, después que un reposo de tantos años haya relajado todos los nervios de la guerra, ¿seremos más fuertes contra un enemigo que en todo ese mismo tiempo no habrá pensado más que en fortalecerse y en espiar el momento favorable de acometernos?

Pero se dirá quizás que las condiciones del convenito serán tales que nos quiten toda sospecha de mala fe   —548→   de parte de España, y que, siendo garantizado por otras naciones, nada tenemos que temer.

Mas ¿qué confianza deben inspirarnos las protestas de una nación que siempre creerá que los tratados y todos los principios de derecho público y de gentes no tienen efecto, ni aplicación a transacciones con vasallos rebeldes?, ¿ni qué seguridad podemos tener de que las naciones fiadoras no excusarán, y aun justificarán, la perfidia de España, en caso de que en aquel tiempo convenga a su proyecto y a sus intereses la reducción de la América, o a lo menos una guerra que la debilite y embarace su rápido engrandecimiento, o si no hallan otro medio de que les pague España sino recobrando sus colonias?

Además, la tregua abrirá necesariamente el tráfico y comercio español con nuestros países; y no es fácil calcular todas las ventajas que puede sacar España de esta libertad, si aun ahora en que todo español inspira desconfianza, si ahora en que la vigilancia de los Gobiernos es mayor sobre su conducta, si ahora en que hay tanta precaución para admitir uno que otro en el país, se ven cada día ejemplares de tentativas y conspiraciones contra el sistema, como lo comprueba entre otros un suceso reciente de Guatemala, ¿qué será entonces cuando, a favor de la tregua y con pretexto de comercio, remita España colonias de agentes secretos, espías y emisarios que vayan sordamente trastornando las cosas y pervirtiendo la opinión, y preparando la misma para que haga a su debido tiempo la explosión?

Aunque se apartase la consideración de estos inconvenientes, no se podrá hacer lo mismo con los males que deben originarse del entorpecimiento que sufrirían las negociaciones iniciadas ya con varias potencias privada y aun públicamente. La Francia no sigue, desde luego, la conducta de Inglaterra porque teme que su declaración entorpezca el pago de lo que le debe España; pero ha entablado ya relaciones comerciales con los Estados de América sobre la base de una perfecta neutralidad;   —549→   y ha procurado atraer a ese sistema conciliatorio a la Austria y Rusia; y probablemente lo habrá hecho con las demás Potencias subalternas de Alemania que acaban de sacrificar al comercio sus preocupaciones aristocráticas, como se comprueba por una nota que ha pasado a los ministros de Colombia y México el Enviado de Baviera, y por otra el Ministro del Rey de Wurtemberg al del Estado de México, relativas ambas a establecer comunicaciones comerciales con cierto carácter de política. Los Gabinetes inglés y francés han calmado la irritación que causaba a la Rusia y Austria nuestro sistema y sus progresos, y las han excitado a que prevengan a sus enviados se unan a los de Inglaterra y Francia para promover en el Gabinete del Escorial la causa del reconocimiento, que acaso se decidiría pronto si, en lugar de los mezquinos medios de una tregua, se emplease el noble lenguaje del valor y se procediese con dignidad y confianza. Un paso de debilidad, o una importuna aplicación de la conducta de Holanda con España ahora 300 años, nos puede acarrear graves males, y sobre todo la vergüenza de dar a la estúpida política de España el triunfo que no pudieron alcanzar las armas. Los gobiernos Europeos que con algún suceso han dado pasos para nuestro reconocimiento sin más condición que la concesión de algunas ventajas mercantiles a favor del comercio peninsular, ¿qué concepto formarán de nuestros Gobiernos cuando vean que, al terminar con honor nuestra carrera, retrocedemos y adoptamos una medida que humilla tanto la dignidad republicana? Es muy regular que se resfríen en sus buenas disposiciones (que no tienen por amor nuestro; sino por su propio interés), y que al fin, lisonjeados con las ventajas que pueden sacar de nuestra debilidad, favorezcan decididamente la causa de España, la ambición del nuevo Emperador del Brasil y los principios de la Santa Alianza, que, si está en el día adormecida, despertará entonces con más brío y más audacia. ¿Qué no pueden hacer todas estas potencias conjuradas acumulando por 10 o por más años contra nosotros cuantos elementos estén en su poder de guerra o de política?

  —549→  

Como puede suceder que a mí también me toquen sobre este particular, me adelanto a consultarlo desde ahora, en la inteligencia de que responderé entre tanto que no tengo instrucciones de mi Gobierno para intervenir en un asunto tan delicado.

Parece que este proyecto no se promueve ahora con mucha actividad; pero estoy seguro de que los gabinetes inglés y francés se valdrán de él como un último recurso para fijar el plan de política que más les convenga y sea más acomodada al sistema europeo.

Somos con la debida consideración de Vuestra Señoría muy respetuosos servidores.

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

JOSÉ GREGORIO PAREDES.

(El Congreso de Panamá. 1826. Lima, pp. 262-268)



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LEGACIÓN PERUANA EN LONDRES

Londres, junio 30 de 1826.

Al señor Ministro de Estado y Relaciones Exteriores del Perú.

Señor Ministro:

En mis anteriores comunicaciones he tenido el honor de poner en conocimiento de Vuestra Señoría la actitud estacionaria de la comisión diplomática en virtud de que el señor Secretario Canning se detiene en admitir la carta credencial de mi legación hasta que el Perú no haya sido reconocido por la Gran Bretaña.

Yo esperaba la noticia oficial de la rendición del Callao para aprovechar esa ocasión de hacer una insinuación eficaz a este Ministro sobre reconocimiento; pero esa noticia llegó a mis manos muy tarde, después que por muchos días habían ya hablado de ella los papeles públicos insertando las Gacetas de Lima; y cualquiera comunicación a este Gobierno de mi parte sobre este acontecimiento habría parecido una fría importunidad, aun cuando se prescindiese de la especie de vergüenza que había en manifestar que yo tenía esas noticias   —552→   el último de todos en Londres. Ahora espero la de la instalación del Congreso para transmitirla a este Ministerio y avanzar algún paso relativo a mi comisión.

No porque yo haya dejado de hacer diligencias oficiales sobre este punto me he descuidado de hacerlas indirectamente. He procurado el conocimiento de personas que se acercan a este Gabinete para dar y recibir las noticias que puedan importar. Y por este conducto sé que el Gobierno procederá con el Perú del mismo modo y con los mismos preliminares con que ha procedido con los estados reconocidos ya; en lo cual pretende no sólo manifestar consecuencia en los principios que ha adoptado en este negocio de reconocimiento de los nuevos estados americanos, sino también evitar con la uniformidad de su política que se renueven recelos de las otras potencias.

También sé que el Gobierno no procederá nunca a dar tus paso adelante en este punto mientras la República exista bajo el régimen dictatorial (por alta y merecida que sea la reputación del Dictador), mientras el país no esté constituido, mientras todos los pueblos no se hayan formado con el régimen que se adopte, y mientras no se restablezcan sólidamente en esta plaza el crédito de la República. Todas estas circunstancias indicarán a Vuestra Señoría los medios que es preciso poner en movimiento para acelerar el reconocimiento de ese Estado. Entre esos medios me tomo la libertad de recomendar a Vuestra Señoría la remisión de dinero, sobre cuyo particular, como absolutamente indispensable, hemos insistido tanto mi compañero y yo en nuestras anteriores comunicaciones. Nada, nada hay que esperar de los fondos que aquí tiene la República y de los sujetos que los han manejado, sino cuentas enredadas e interminables, y la certeza de la imposibilidad de realizar lo poco que resulte liquidado. Bastante idea damos de esto en los oficios de la materia que dirigimos en esta ocasión.

No contribuye poco a nuestro descrédito y a la lentitud o indiferencia que manifiesta este Gobierno en el negocio del reconocimiento la infame conducta de los enemigos   —553→   de nuestro país, entre los cuales cuento al primero a don José de la Riva-Agüero. Éste no hace en Bruselas más que disfrutar los caudales que sacó de allá y escribir folletos contra el Gobierno del Perú, en desacreditar todas las medidas que se toman, en disipar las esperanzas de orden y prosperidad que manda aquel país, y sugerir a este gabinete por medio de personas a propósito, cuantas noticias adversas adquiere o finge. Y en verdad que las tiene prestísimas y puntualísimas; él se gloria (con razón) de que conserva en el Perú amigos fieles y agentes activos que le dan noticias de las menores ocurrencias, y que hallándose éstos allí en situación de saber los asuntos secretos del Gobierno, merecen todo crédito. Yo no podré decir si es verdad o no que todos los amigos que dejó allá le permanecen fieles, pero lo cierto es que de las noticias que él imprime y de las que astutamente insinúa aquí, se verifican muchas, y todas son creídas por la puntualidad y colores con que las refiere. Hace días que está anunciando un trastorno general en el Perú, y tiene a todos en una mortal expectación; pues aun aquéllos que no lo creemos no podemos dejar de irritarnos al ver la impresión que estos rumores hacen, y las fatales consecuencias que producen. Su compañero, el que se dice general Herrera lió ahora un mes para el Perú por la vía de Buenos Aires con instrucciones del que se llama Gran Mariscal Presidente del Perú, de cuyas insignias ridículamente ataviado esparce su retrato por todas partes.

Tengo el honor de ser muy obsecuente y seguro servidor

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

(El Congreso de Panamá. 1826, Lima, pp. 268-271)



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LEGACIÓN PERUANA

Londres, agosto 9 de 1826.

Al señor Ministro de Estado y Relaciones Exteriores señor Ministro:

No hay tiempo para copiar para los usos de ese ministerio el adjunto duplicado, y así nos permitirá Vuestra Señoría lo incluimos original, para que, haciendo sacar copia de él, si Vuestra Señoría lo cree conveniente, mande después entregarlo al señor Robertson cuando llegue a esa capital. Este documento debe considerarse como parte de la copiosa comunicación que remitimos a fines del mes pasado, con don Pedro Serreño, en el bergantín Waterloo, sobre las cuentas del segundo empréstito.

El 31 de julio se había jurado en Lisboa la constitución que ha dado a Portugal el Emperador del Brasil. Este acontecimiento es de mucha importancia en la Europa, especialmente por las relaciones de Alemania con la nueva Reina del Portugal. Toda España está conmovida. Se dice unas veces que se admitirán en el Gobierno las formas que propuso ahora tres años el duque de   —555→   Angulema; otras, que va a establecerse en la frontera del Portugal un cordón sanitario, porque no hay peste más ominosa para los Gobiernos despóticos que las constituciones, aunque no sean del todo liberales.

En el Courrier del 31 de julio hay un artículo del tenor siguiente: «Bruselas, julio 26. Míster de la Riva-Agüero, presidente de la República del Perú, que vino a Europa con intención de permanecer hasta la conclusión de la dictaduría de Bolívar, ha casado con la hija mayor del finado duque de Loos Corswaren». Y en Nuevo Times de 8 de agosto, se dice: «Míster Riva-Agüero, ex-presidente de la República del Perú, que vino con su novia a Holanda después de su matrimonio, regresará pronto a Bruselas. Él celebra mucho los sucesos de Venezuela, que cree abreviarán la duración de la dictaduría de Bolívar en el Perú. Míster Riva-Agüero tendrá entonces oportunidad de volver allá, donde será otra vez colocado al frente del Gobierno, como se lo hacen esperar de allá, sus amigos. Es un sujeto muy respetable y de temple moderado. El rasgo más notable de su carácter es su enemistad a Bolívar, a quien llama el mayor déspota del universo». Sobre cuyas noticias hará Vuestra Señoría las observaciones convenientes.

Somos con la debida consideración de Vuestra Señoría muy respetuosos servidores.

JOSÉ GREGORIO PAREDES.

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

Postdata:

Sabemos que míster Kinder ha mandado a un D. N. Castilla como agente suyo con ciertas solicitudes dirigidas al Gobierno del Perú; como resultan tantos cargos contra él, y no nos ha dado noticias de esa misión, nos es algo sospechosa, y lo comunicamos a Vuestra Señoría por lo que importe.

(El Congreso de Panamá. 1826. Liana, pp. 271-272)



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ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores del Perú

LEGACIÓN PERUANA

Londres, septiembre 6 de 1826.

Al señor Ministro de Estado y Relaciones Exteriores señor Ministro:

Tenemos la honra de acusar a Vuestra Señoría el recibo de la nota 22 de abril a que es adjunta una copia del oficio que dirigió a nuestro Gobierno el de la República de Colombia sobre proponer una tregua de 20 años a España, como un paso preparativo para negociar la paz. Habiendo el Gobierno aprobado este proyecto y previniéndonos que obremos en arreglo a él, procuraremos llenar debidamente este delicado encargo cuando llegue la ocasión; y cuanto expusimos a Vuestra Señoría en nota reservada de 28 de junio sobre esta materia se deberá reputar como una opinión particular nuestra, que de ningún modo nos impedirá obrar conforme a las prevenciones de Vuestra Señoría que acabamos de recibir.

Somos con la mayor consideración de Vuestra Señoría muy respetuosos servidores.

JOSÉ GREGORIO PAREDES.

JOSÉ JOAQUÍN OLMEDO.

(El Congreso de Panamá. 1826, Lima, p. 273)



  —557→  

ArribaAbajoAl Libertador

(FRAGMENTOS)

París, 14 de enero 1827.

... Pero usted ha avanzado ideas que no se hubiera atrevido a enunciar, si no tuviera franqueza y sanas intenciones. Hablo, entre otras cosas, de la sucesión en el poder. ¿Tenemos muchos hombres probados? Las precauciones que ahora parecen justas porque se está formando la nación, ¿no serán con el tiempo ocasiones peligrosas? ¿Y un jefe tendrá siempre bastante virtud, para no limitar en sus hijos, parientes y amigos la elección del Congreso, y asegurar en su familia o en su secta la herencia del poder? Esta condición del proyecto ha hecho filosofar y politiquear mucho por acá, porque en efecto ha habido monarquías muy estrictas, muy absolutas en que no era tan rigurosa la sucesión hereditaria. Yo mismo no estoy lejos de creer que este carácter no cuadra bien con la idea de República.

(Torres Caicedo, Ensayos Biográficos..., p. 121)



  —558→  

ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores del Perú

París, mayo 20 de 1827.

Al señor Ministro de Estado, Departamento de Relaciones Exteriores.

Señor:

Con fecha del 14 he tenido la honra de acusar a Vuestra Señoría recibo de los oficios N.os 16 y 17, y la de duplicar y triplicar los míos en contestación a los números anteriores. La ocasión que se presenta hoy no da lugar para duplicar mi comunicación del 14 que dirigí a Londres, para que siguiese a Colombia por el paquete de Jamaica que es la vía acostumbrada. Queda en mi poder hasta por cuatriplicado el conocimiento de los 19000 pesos que conduce el Cambridge, capitán Ytaling. Por pequeña que pueda parecer esta cantidad, no puedo dejar de repetir mis gracias al Gobierno, por la oportunidad con que ha llegado este auxilio. Me hallaba perurgido de los maestros de las pensiones, y de los de mis principales acreedores, cumplidos ya los plazos y condiciones de su crédito. El Cambridge no ha llegado; pero he prevenido que se realice el dinero sobre la seguridad del conocimiento, pagando como es preciso el descuento correspondiente. Ese descuento, el flete, la comisión y el seguro que es indispensable, disminuirán en mil pesos más o menos la remesa,   —559→   y si se agrega la pérdida en el cambio de nuestra moneda, la disminución será más considerable.

Pasan de 17000 pesos los que estoy debiendo; de los cuales 13 son urgentísimos, porque me fueron prestados con mi responsabilidad, y para ser pagados de los primeros caudales que remitiese el Perú; y ya me están apremiando los acreedores casi desde el momento en que se divulgó la noticia de lo que traía el Cambridge. La mayor parte de esta deuda urgentísima proviene de lo que he invertido en los gastos de la legación. Secretaría, Secretario, mantención y educación de los jóvenes peruanos, todo ha corrido por mi mano sola en todo el tiempo de mi residencia en Londres hasta ahora, a excepción de los últimos meses, en que ha pagado una parte del último tercio de las pensiones de los jóvenes el señor Pared es quien reclama también ahora con fuerza, aquella parte contra la masa de los 15000 pesos.

La otra parte de mi deuda proviene de lo que he impendido en mi subsistencia, que no ha podido ser más modesta; pues con el fin de no inhabilitarme de atender a los gastos de la legación, he cercenado cuanto he podido a mi decencia, y a mi comodidad, más de lo que he debido.

Por estas breves indicaciones conocerá Vuestra Señoría que mi situación va a ser en adelante más crítica de lo que ha sido hasta ahora. Las últimas noticias del Perú, han aumentado el descrédito de nuestros fondos; y encontraré más difícilmente personas que me adelanten auxilio. Aun cuando los últimos acaecimientos tengan allá una feliz terminación, por acá se disiparán muy tarde las impresiones que han hecho en aquellos ánimos poco dispuestos a nuestro favor; en aquéllos que de antemano envidian la prosperidad a que se elevarán los pueblos americanos desde que se consolide en ellos el orden, y una buena administración, y especialmente en aquéllos que se han hecho demasiado cautos y tímidos, por lo que han sufrido los años anteriores en todas sus especulaciones de ultramar.

  —560→  

Así, es muy triste la perspectiva que tengo por delante. El arbitrio de mendigar nuevos recursos, sobre ser indecoroso, será ineficaz, y creo que me veré forzado a regresar, para no ser yo mismo un nuevo comprobante de la miseria y descrédito de la República. Digo miseria y descrédito, en el sentido y expresión de estos comerciantes europeos (y aun iba a decir de estos gabinetes), para quienes es pobre y quebrado todo el que no paga, sean cuales fuesen las causas, y para quienes el no pagar es un argumento más fuerte de descrédito que todas las noticias más funestas de guerras civiles en que nos abrasásemos.

Con este motivo, reitero a Vuestra Señoría la súplica que he hecho anteriormente al Supremo Gobierno, pidiendo mi licencia. A todas las razones que justifican esta solicitud, se agrega la incontestable de ser en el día forzosa mi separación. La imposibilidad de subsistir y la obligación de cortar el mayor descrédito del Gobierno (consiguiente a la tristísima pensión de su representante), me darán la Ley, y me obligarán a hacer una honrosa deserción, que bien justificada queda con ser necesaria. Sobre todo en este estado de cosas, nada hago ni nada puedo tentar financial ni diplomáticamente. El sueldo corre; y no es justo que el país se grave con una misión inútil y que pague tan caro su descrédito.

Tengo el honor de ser de Vuestra Señoría muy atento y respetuoso servidor.

J. J. OLMEDO.



  —561→  

ArribaAbajoAl editor de «El Telégrafo» de Lima

Señor Editor:

Sírvase usted insertar en su estimable periódico la adjunta copia de la carta que con esta fecha escribo al señor Editor de El Mercurio de Valparaíso.

Soy de usted muy atento servidor.

J. J. OLMEDO.



(Copia)

Señor Editor de El Mercurio de Valparaíso.

Lima, junio 29 de 1829.

Muy señor mío:

He leído en el número 98 del apreciable periódico de usted una carta que se dice escrita por mí a un sujeto de Méjico, en 20 de noviembre pasado, sobre mi supuesto nombramiento de Secretario de Estado y Relaciones Exteriores de Colombia; y me veo en la necesidad de desmentir semejante imputación.

  —562→  

La carta que usted ha publicado, no es mía ni puede serlo:

1.º: Por contener datos notoriamente falsos; como son, el mismo nombramiento, mi renuncia, y la especie muy nueva para mí de hallarme acosado de acusaciones inicuas.

2.º: Por contener noticias tan circunstanciadas, tan prolijas de la situación de Colombia, y de providencias tan interiores de aquel Gobierno, que es imposible hubiesen llegado a mi conocimiento, aun cuando no existiese la absoluta incomunicación en que desgraciadamente viven estos dos pueblos.

3.º: Por tener frases oscuras, locuciones impropias, expresiones violentas, y una erudición vulgar y estudiada; cuando mi estilo ha sido siempre urbano, claro, simple, correcto, como mi carácter y mi conducta.

4.º: Por suponer que alguna vez me he postrado en presencia de un Visir, calumnia que perdono no sin alguna dificultad. Felizmente el cielo me ha preservado de tal infamia en mi juventud; y espero que en mi edad provecta me preservará de tal desgracia. Yo he amado y amaré la libertad, por ser una deidad a quien se sirve de pie, y con la frente levantada. Ella me inspiró alguna vez cantos que no me deshonran; entre las alabanzas de los héroes de la patria reluce la verdad que debe aterrar a los tiranos.

Finalmente, repito que, aun cuando las razones expuestas no descubriesen la impostura por sí mismas, me excitaría a contradecirla la sola razón de ser una impostura, aun simpatizando con mis propios sentimientos. Tan satisfecho, tan honrado me creo con la profesión de principios liberales y republicanos que jamás se han desmentido, cuanto me avergonzaría de prestarme pasivamente a ser el conductor eléctrico de pasiones ajenas.

  —563→  

Estimaré a usted señor Editor, el favor de insertar esta carta en su apreciable periódico, y de reconocerme por su más atento servidor.

J. J. OLMEDO.

(El Telégrafo de Lima, del 23 de junio de 1829)





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ArribaAbajoA don José D. Espinar

Señor Secretario de Estado y General de Su Excelencia El Libertador Presidente .

Guayaquil, agosto 22 de 829.

Señor Secretario:

Tengo el honor de participar a Vuestra Señoría haber recibido el decreto de Su Excelencia el Libertador Presidente, por el que se dignó nombrarme Ministro de Relaciones Exteriores.

En cualquiera otra circunstancia esta honra inesperada bastaría a reparar todo lo que he sufrido en la dilatada separación de mi patria; mas al presente no haría más que destruir sin provecho público el débil resto de fuerzas físicas e intelectuales que he podido salvar de la malhadada comisión que me llevó a Europa.

Sírvase Vuestra Señoría hacerlo así presente a Su Excelencia manifestándole mi profunda gratitud por su dignación, y la renovación de mi antiguo propósito de consagrar a la República los servicios que me permitiere mi situación.

Nada puede ser más lisonjero para un honrado ciudadano, ningún estímulo más noble para llenar su deber, que el aprecio del Gobierno de su patria y de sus conciudadanos.

  —565→  

La comunicación a que contesto me ha sido también muy plausible, por presentarme una nueva ocasión de desmentir el contenido de una carta impresa en Méjico contra la administración de Su Excelencia, que se supone escrita por mí, luego que se publicó mi nombramiento al Ministerio. Algún genio turbulento, enemigo de la gloria de Su Excelencia y de la dignidad de la República, tomó mi nombre para desahogar sus propias pasiones; y temiendo yo que mi silencio me diese una indecorosa complicidad, me apresuré a desmentir en los periódicos de Chile y del Perú aquella impostura aunque bien claramente la manifestaban, prescindiendo del inexacto cómputo del tiempo, el incorrecto estilo, el viciado lenguaje, y la erudición trivial e impertinente de aquella carta.

En el día me veo en la doble obligación de hacer una declaración semejante; porque a proporción que voy adquiriendo noticia de los sucesos ocurridos en mi ausencia, y que voy observando los hechos por mí mismo, conozco que las circunstancias difíciles en que se ha hallado la República, exigía medidas extraordinarias para salvarla; y que a pesar de esta situación violenta, la dictadura del Libertador ha sido casi siempre la dictadura de las leyes.

Reitero a Vuestra Excelencia, señor Secretario, mi súplica de manifestar a Su Excelencia estos sentimientos, y de aceptar los particulares de consideración y respeto con que soy de Vuestra Señoría muy obediente servidor.

J. J. OLMEDO.

(Del borrador hológrafo. Archivo de la familia Pino Icaza)



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ArribaAbajoAl general Flores

(N.º 40)

REPÚBLICA DE COLOMBIA

Prefectura del Departamento de Guayaquil, a 21 de abril de 1830. -20.

Al Benemérito Señor General, Prefecto General del Distrito del Sur.

Señor:

Se ha recibido el decreto de Su Excelencia el Libertador Presidente, mandando abrir el camino de Esmeraldas; merece en verdad sumo reconocimiento el recuerdo que hace Su Excelencia de los pueblos del Sur, y el celo con que procura promover su adelantamiento, aun en medio de los gravísimos cuidados que le cercan.

Pero como un efecto necesario de estas mismas atenciones y de la distancia en que vivimos, no ha sido posible que Su Excelencia tuviese presente todas las circunstancias, que por ahora hacen impracticables aquel benéfico proyecto, a lo menos en la parte que tiene relación con este   —567→   Departamento, gravado con la pensión de doce mil pesos anuales, para costear aquella importante empresa.

Por esta causa, luego que se divulgó el Decreto, se me presentaron algunos vecinos con el objeto de indicarme los inconvenientes que de él nacían y la necesidad de reunir una junta general para deliberar sobre el modo de suspender su cumplimiento, y de elevar una representación al Supremo Gobierno, sobre la materia.

La experiencia ha dado a conocer que en semejantes reuniones rara vez se promueve el bien con serenidad y calma. El espíritu de partido, el interés personal, y hasta el ardiente deseo del bien público, se producen con el acaloramiento de las pasiones, del cual nada bueno puede resultar. Después de haber oído las razones que se querían exponer en público, conseguí evitar la reunión, prometiendo representar al Gobierno cuanto me habían expuesto, por el respetable conducto de Vuestra Señoría. Como el nombre de Vuestra Señoría es tan querido y respetado en todo este Departamento y como es conocido el noble interés con que se afana por la prosperidad, todos los vecinos amantes de su país, desistieron de reunirse apenas entendieron que Vuestra Señoría intervendría en este importante negocio.

En cumplimiento de mi promesa, procedo a especificar a Vuestra Señoría los expresados inconvenientes, con menos vivacidad y calor con que fueron indicados por aquellos vecinos, pero no con menos interés, y atreviéndome a mezclar mi particular opinión.

La idea de abrir el camino de Esmeraldas, es grande y ventajosa; ¡ojalá que todo el territorio de la República estuviese arado de caminos y canales! Esto daría un movimiento vital al comercio, a la agricultura y a la población. Esto facilitaría la comunicación de los pueblos, que quizás en el día no se aman porque no se conocen, y porque no hay un mutuo interés que los atraiga y que los una. De esta unión parcial, resultaría la unión de toda la República, que es la sola que puede   —568→   darle nombre, riqueza, crédito y poder. Con este fin, el Gobierno debe promover y proteger semejantes empresas; y cada Departamento tiene derecho de procurarse cuantas ventajas le brinde su clima y su localidad. Y este derecho debe ser subsistente aun cuando las ventajas que se proponga cada país no sean del todo compatibles con las de los pueblos vecinos; pero la justicia también exige que los trabajos y costos de las mejoras particulares de cada territorio, salgan de sus propios fondos, pues sería duro y violento obligar a los pueblos perjudicados a costear las ventajas ajenas, y pagar su propio daño.

Ésta es, señor General, la razón principal que alega este vecindario, para la reforma del decreto en cuestión. El camino de Esmeraldas es útil a otro Departamento; pues debe ejecutarse, aunque perjudique a los intereses de éste; pero obligar a este Departamento a que contribuya a su perjuicio, es sujetarlo, contra los principios de la justicia natural, a que se labre su propia decadencia y ruina.

Además, la situación presente de este Departamento es tal, que no le permite sufrir la pensión asignada en el Decreto. Sin comercio, este Departamento es el más pobre de la República; Vuestra Señoría, mejor que nadie, conoce esta verdad, y sabe por experiencia propia que todos nuestros recursos están suspensos en el día y quizá perdidos para siempre. El cacao que es fruto principal que nos sostiene ha venido a tal abatimiento que hace años que se dejan perder las cosechas, porque no resarcen los costos; en Europa se van acostumbrando ya a pasar sin él y cada día lo piden menos. En los dos meses corridos, después que Vuestra Señoría me honró con la confianza de esta Prefectura, no ha salido un grano, ni ha entrado un s olo buque en esta ría; la Aduana no ha entregado un peso en el Tesoro y sólo hemos podido subsistir por medio de convenios onerosos, a que nos ha obligado la imperiosa ley de la necesidad.

A pesar de esta triste condición, las atenciones y cargas de nuestro erario son las mismas que siempre o   —569→   más bien crecen cada día. Aquí se sostienen la mayor y principal fuerza de tropas que defiende todo el Distrito; aquí se mantiene toda la fuerza naval que, dominando el Pacífico, protege todo el Sur; aquí se está amortizando toda la deuda contraída desde el año de 820, por la guerra contra los españoles que ocupaban a Quito y Cuenca, por el mantenimiento de la división auxiliar que libertó al Perú, y por la última guerra con esa República que bajo el mando de Vuestra Señoría ha confirmado la gloria de la nuestra; aquí se consolida una parte considerable del crédito nacional; y aquí por fin se prestan auxilios a los agentes diplomáticos que la nación tiene en Europa y en varios Estados Americanos.

Por otra parte los estancos de tabaco y aguardientes en nada auxilian al Erario, pues, todo su fondo está destinado, por especiales Decretos de Su Excelencia el Libertador. Esta carga, aun sin un nuevo peso, es ya insoportable; en adelante todo va a parar, porque este esqueleto abrumado y oprimido se halla sin acción ni movimiento.

Por último, debo informar a Vuestra Señoría que también es imposible contribuir la pensión asignada por el Decreto de Vuestra Señoría por el estado de la renta afecta a su pago. Vuestra Señoría sabe muy bien que los rematadores del ramo de sales, desde antes que yo entrase en la Prefectura, habían pagado hasta el mes de mayo, y que, por decreto de Su Excelencia el Libertador Presidente, están exentos de pagar estos restantes meses del año. De consiguiente, no existiendo el fondo de donde debe salir aquella erogación, nos hallamos en la imposibilidad de satisfacerla. Con este motivo tengo el pesar de informar a Vuestra Señoría que son y serán infructuosos todos los esfuerzos que Vuestra Señoría me previene hacer para remitir a Quito los cuatro mil pesos del primer cuatrimestre de este año a disposición de la junta encargada de la dirección de la obra proyectada. Antes por el contrario reitero a Vuestra Señoría mi súplica de que se reparta proporcionalmente entre estos Departamentos los gastos comunes que se hacen por este solo, en beneficio de todo el Distrito de su mando.

  —570→  

Yo suplico a Vuestra Señoría encarecidamente se sirva elevar al Supremo Gobierno el contenido de esta exposición para que se digne reformar el Decreto de 7 de febrero; en lo cual Vuestra Señoría no hará sino atender al justo clamor de este pueblo y proceder según los principios de rigurosa justicia.

Dios guarde a Vuestra Señoría:

J. J. OLMEDO.

(Documentos para la Historia. Quito, Vol. I, pp. lij-liv.)



  —571→  

ArribaAbajoAl señor Ministro de Estado

Guayaquil, marzo 26 de 1831.

Señor:

Con notable atraso vino a mis manos la apreciable nota de Vuestra Señoría 28 del pasado; lo que acredita que todavía no se hallaba libre y segura la comunicación entre estos pueblos; y yo por la misma causa he retardado la contestación hasta el día; en que a pesar de no haber llegado el Correo de Quito, se han recibido cartas del Cuartel General.

Me es sumamente sensible tener que decir a Vuestra Señoría que no me es posible por ahora emprender mi marcha a esa Capital. Inconvenientes de todo género, indisposición física, y otras causas, entre las cuales el rigor de la estación ocupa el último lugar, si ocupa alguno, me retienen de modo que no puedo desprenderme por ahora del país.

Sin estos embarazos yo marcharía luego donde me llama la voz de mi deber; pero debo añadir hablando con franqueza que no marcharía de grado, ni contento; porque ya que es inevitable la ausencia del Jefe del Estado, estoy persuadido de que la Administración echaría de menos algo, si fuese regida por otras manos que las presentes; y mucho, si lo fuese por las mías.

Sírvase Vuestra Señoría ponerlo en la consideración de Su Excelencia el encargado del Poder Ejecutivo y admitir los sentimientos de singular estimación y respeto de su más atento obsecuente servidor

J. J. OLMEDO.

(Archivo del Instituto Superior de Humanidades Clásicas. Cotocollao)



  —572→  

ArribaAbajoAl señor Ministro de Estado

Guayaquil, abril 2 de 1831.

Señor:

Cuando este pueblo restableció el orden Constitucional en el mes de febrero creyó que, hallándonos en absoluta incomunicación con el Gobierno Supremo, había llegado el caso del artículo 32 de la Constitución. Algunas inconveniencias resultaban de este procedimiento, pero mayores habrían resultado de que las autoridades locales se viesen obligadas por las circunstancias a salir de la esfera de su poder para ocurrir a las atenciones urgentes que debían nacer del estado irregular y violento en que nos hallábamos colocados.

Yo tuve que acceder a los votos del pueblo y ejercer una autoridad que no parecía inconstitucional. Bueno es que los pueblos conozcan que su Constitución es adaptable a todos los casos; y justo salvarlos de los peligros de esas Facultades extraordinarias de que han solido revestirse en estos últimos tiempos hasta los magistrados inferiores, y que han dejado a estos departamentos una experiencia muy cara.

Constituido como Vicepresidente del Estado en esa autoridad temporal he procurado ejercerla lo menos que ha sido posible, y de modo que no se creyese rota la unidad del Gobierno; y habiendo cesado las causas que motivaron   —573→   este orden de cosas imprevisto, cesa también la autoridad que lo presidía.

He prevenido al Secretario de Gobierno haga al Poder Ejecutivo una relación exacta de las providencias dictadas en este corto período de mi provisoria administración para conocimiento de Su Excelencia; acompañando todos los documentos que deben existir en la Secretaría de Estado. Me sería muy satisfactorio que Su Excelencia no desaprobase mi conducta en esta época difícil y tempestuosa.

Con sentimientos de aprecio y distinguida consideración.

Soy de Vuestra Señoría muy atento obsecuente servidor.

J. J. OLMEDO.

(Archivo del Instituto Superior de Humanidades Clásicas. Cotocollao)



  —574→  

ArribaAbajoAl Prefecto del Departamento del Guayas

A Guayaquil, noviembre 28 de 1831.

Al señor Prefecto del Departamento.

Señor:

Acabo de tener la honra de recibir la nota de Vuestra Señoría en que me comunica que el Supremo Gobierno se ha dignado nombrarme Prefecto de este Departamento. En el día que Vuestra Señoría se sirva señalar, estoy pronto a prestar el juramento prevenido por la Constitución.

Con la debida consideración me suscribo de Vuestra Señoría.

Muy atento y obediente servidor

J. J. OLMEDO.

(Archivo de la familia Pino Icaza)



  —575→  

ArribaAbajoAl Ministro del Interior

ESTADO DEL ECUADOR

Guayaquil, a 28 de marzo de 1832.

PREFECTURA DEL GUAYAS.

Al señor Ministro de Estado en la Sección del Interior.

Señor:

Tengo la honra de elevar al conocimiento del Supremo Gobierno por el respetable órgano de usted el parte, actas e instrucción original, que el señor coronel Ignacio Hernández ha pasado a esta Prefectura, de regreso de la comisión de Juez de Paz que llevó a nombre del Gobierno del Estado, para tomar posesión del archipiélago del Ecuador (antes de Galápagos) y darla en la mejor de sus Islas a l a compañía Colonizadora, conforme al proyecto aprobado por Su Excelencia el Presidente. El resultado de esta expedición, tanto en el proyecto de poblar dichas islas, como en el establecimiento del presidio criminal, corresponde sin duda a las esperanzas que el Gobierno y el público tenían aun antes de que se pusiese en obra;   —576→   y a dichos documentos he dado en consecuencia la publicidad conveniente.

Con sentimientos de respeto me suscribo de usted muy atento obediente servidor

J. J. OLMEDO.

(Archivo del Ministerio de Gobierno)



  —577→  

ArribaAbajoAl Ministro del Interior

ESTADO DEL ECUADOR

PREFECTURA DEL GUAYAS.

Guayaquil, a 14 de abril de 1832.

Al señor Ministro de Estado del Despacho del Interior.

Señor:

He tenido la satisfacción de imponerme por la respetable nota de usted, 7 del presente, que el Gobierno del Centro ha nombrado comisionado cerca del nuestro para arreglar amigablemente las diferencias que por desgracia existen entre los dos pueblos. Con este paso renace la esperanza.

La elección que se ha servido hacer en mí Su Excelencia el Vicepresidente para conferenciar con los señores Comisionados de Bogotá me es sumamente honrosa; y la acepto por su objeto con tanta mayor voluntad cuanto más cierto estoy de que será útil a mi patria mi disposición natural a servirla, dirigida por las luces de mi digno compañero.

  —578→  

Los caminos están intransitables por la estación; pero si fuese necesario no me detendrán estos peligros para emprender mi marcha sin demora.

Dígnese usted presentar mis rendidas gracias a Su Excelencia por un nombramiento que tanto me honra, y de aceptar los sentimientos de consideración con que soy de usted

Muy respetuoso servidor.

J. J. OLMEDO.

(Archivo del Ministerio de Gobierno)



  —579→  

ArribaAbajoAl Ministro de Hacienda

PREFECTURA DEL GUAYAS

Guayaquil, a 28 de diciembre de 1832-22.

Al señor Ministro de Estado del Despacho de Hacienda.

Señor:

Adjunta hallará Vuestra Señoría copia de la nota que por el último buque arribado de la Floriana he recibido del señor Coronel Gobernador del Archipiélago José Villamil. Así por ella como por la relación que consta en el N.º 170 de El Colombiano y en el siguiente, se informará Vuestra Señoría y el Supremo Gobierno de los rápidos progresos que se hacen en la cultura y población de la Floriana, y en la navegación del Archipiélago, cuyo incremento es debido tanto al celo de la compañía, como a los auxilios del gobierno, quien puede gloriarse de ser el primero que ha fundado una colonia en el Sur de Colombia.

Dios guarde a Vuestra Señoría:

J. J. OLMEDO.



  —580→  

ArribaAbajoAl general Farfán

ESTADO DEL ECUADOR

Prefectura del Guayas.

Guayaquil, a 21 de enero de 1833-23.

José Joaquín Olmedo, Prefecto del Departamento del Guayas.

Certifico en la forma que haya lugar:

Que el general Antonio Farfán como oficial del Batallón Granaderos de Reserva cooperó eficazmente a la transformación política de este Departamento en el año de 820 y que hallándome yo de Presidente del Gobierno en aquella época tuve frecuentes ocasiones de conocer el celo y honradez del señor Farfán. Éste continuó sus buenos servicios a la Patria desde entonces; se distinguió en la empresa de sujetar las fuerzas sutiles que se sublevaron en este puerto; lo mismo que en la acción de Riobamba, y en la gloriosa jornada de Pichincha. En fin puedo asegurar en obsequio de la justicia que el señor Farfán se ha acreditado siempre por su adhesión a la causa de la independencia por su celo en el servicio militar, y sobre todo por su lealtad y moderación.

J. J. OLMEDO.

(Archivo del Instituto Superior de Humanidades Clásicas. Cotocollao)



  —581→  

ArribaAbajoAl Ministro del Interior

EL ECUADOR EN COLOMBIA

Prefectura del Guayas.

Guayaquil, a 21 de febrero de 1833.

Al señor Ministro de Estado del despacho del Interior.

Señor:

Son adjuntos los documentos que me han remitido el Gobernador de Manabí y el Corregidor de Daule acerca de las mandas forzosas para la canonización de la venerable Mariana de Jesús. Y tengo la honra de dirigirlas a usted en cumplimiento de la orden del Supremo Gobierno sobre este particular.

Dios guarde a usted.

J. J. OLMEDO.

(Archivo del Ministerio de Gobierno)



  —582→  

ArribaAbajoAl Ministro García del Río

ESTADO DEL ECUADOR PREFECTURA DEL GUAYAS

Guayaquil, a 7 de abril de 1833-23.

Al Señor Ministro de Hacienda, encargado del Ministerio del Interior, Juan García del Río.

Señor:

Hace tiempo que estoy resuelto a separarme de esta Prefectura, por mi salud quebrantada, y por otros motivos tan importantes como la salud; pero he ido de día en día difiriendo mi dimisión por continuar sirviendo hasta donde me fuese posible.

Entre tanto, Vuestra Señoría fue llamado al Ministerio, y desde luego se anunció la reforma radical de nuestra Hacienda. Y conociendo yo que ésta no era empresa de un solo día ni de un solo hombre, me resolví a permanecer en este punto, prescindiendo de toda consideración, porque no me era posible resistir al deseo de contribuir a una obra de que pendía la suerte de este pueblo.

La persuasión de que mi cooperación pudiera no ser inútil, no fue enteramente necia, porque la indicada reforma, menos debía ser la obra de los talentos y de la   —583→   ciencia económica, que de la paciencia, de la constancia, y de la discreta contemporización con las circunstancias extraordinarias de este país, y aun con sus mismos abusos, que, siendo generales y antiguos, no podían extirparse de una vez, sin causar nuevos inconvenientes, sin hacer mayores los males que se deploraban, y sin acelerar en cierto modo la ruina que se intentaba precaver.

El Ministerio, con mejor discernimiento, ha pensado de un modo diferente, y ha creído que son aplicables a todos los países, a todos los tiempos y a todos los casos, los principios generales de Hacienda y de Gobierno. Y ya hemos visto que varias providencias que ha dictado últimamente, por más arregladas y simples que aparecían a primera vista, han presentado en la práctica dificultades insuperables; cuya falta no está, como se cree, en la negligencia de los agentes, sino en la situación de los negocios de este Departamento agitado, atormentado trece años continuos por revoluciones propias y extrañas, por vicisitudes frecuentísimas en el orden civil y político, y por el trastorno de sus rentas, que son siempre el blanco principal a que asestan los que encienden, los que apagan y los que hacen renacer las revoluciones.

No sólo en esos tiempos calamitosos, sino también en los posteriores, en que tomó una nueva forma política el Ecuador, necesidades urgentísimas obligaron al Gobierno a solicitar recursos extraordinarios, y a entrar en compromisos de toda clase.

Duras podían ser estas condiciones, pero más duro habría sido perder el país. Era, pues, preciso sufrir la ley de los tiempos, para no aventurarlo todo; y más cuando por experiencia sabíamos que una noche de revolución militar cuesta más al Estado y a los pueblos que un año de desorden en la administración de sus rentas.

No es de extrañar que la codicia y el egoísmo hubieran querido al principio sacar ventajas de la situación de la Patria. De allí provinieron esas contratas gravosas, ese   —584→   interés desmedido y ese agio ominoso de billetes, que han sido las plagas del erario y del comercio.

Pero más de extrañar fuera que hubiese sucedido lo contrario. Esto hubiera sido un portento inaudito en la historia de la revolución o, por mejor decir, en la del mundo.

Esos abusos los introdujo la necesidad; los peligros que se sucedían sin cesar, los hicieron frecuentes; la frecuencia les quitó la odiosidad, y hombres honrados y patriotas, en unos tiempos en que había cesado todo giro, y en que esta cesación había hecho inútil todo género de industria, tuvieron que seguir la corriente de los abusos para no ser arrebatados por el torrente de la miseria.

Estos males debían cortarse en algún día; y es muy laudable la resolución que sobre esto ha tomado el Ministerio. Pero en mi juicio, los medios adoptados deben ser ineficaces, como sucede siempre, cuando se promueve el bien del mismo modo con que se promovería el mal. Perjudiciales son las especulaciones que se han hecho sobre los fondos públicos; enorme el interés que los grava; pero, como esas prácticas se introdujeron por la necesidad, se reiteraron por la misma causa, se implicaron con incidencias y pactos solemnes, y sobre todo se confirmaron y autorizaron por la tolerancia, consentimiento y aun aprobación del Gobierno que solicitó muchas veces recursos con esas mismas condiciones que ahora llaman inmorales y detestables, creo que no pueden cortarse tales abusos violentamente sin grave perjuicio de los particulares, sin mengua de la dignidad del Gobierno, y sin una insigne ofensa a la fe pública.

Es, pues, indispensable, poner a la cabeza de este Departamento un agente provisto de más luces, para discernir mejor las medidas que tienden al bien común, dotado de más ceguedad para no conocer las dificultades, o de más talentos para superarlas, y, en fin, dotado de mayor energía para llevar a efecto los planes del Gobierno, a pesar de todos los inconvenientes.

  —585→  

Luego que Vuestra Señoría entró en el Ministerio, pidió, como era justo, todas las noticias y datos convenientes sobre esta Hacienda.

Siendo estos informes indispensables para una reforma tan deseada por todos, y tan reclamada por este exhausto erario, puse cuanto estudio y diligencia estaban de mi parte para satisfacer los deseos del Gobierno, y procuré que los estados y cuadros se formasen con la mayor exactitud, expresando todos los ramos de ingreso, y excluyendo los que por disposiciones vigentes estaban aplicadas a otras cajas.

Sin embargo, Vuestra Señoría ha reprendido agriamente aquella justa omisión, fundado, sin duda, en informes privados que se han tenido por más seguros que los míos. Así, no se ha detenido Vuestra Señoría en afirmar que he tenido un estudio particular de abultar al Gobierno la carga enorme de las deudas que lo agobian, y de ocultarle los medios de satisfacerlas.

Yo, Señor Ministro, he dicho en mis informes la verdad, como siempre, y estoy íntimamente persuadido de que he llenado mi deber. ¿Yo debía hacer formar esperanzas al Gobierno, que, saliendo fallidas, acreciesen algún día sus compromisos y sus angustias?

Los que aspiran a sostenerse en los empleos son los que siempre están dando esperanzas lisonjeras, porque piensan, no sin razón, que los Gobiernos tienen interés en sostener aquellos empleados, que habiéndoles dado grandes esperanzas, parecen comprometidos en cierto modo, a realizarlas.

Yo, que lejos de querer sostenerme en este empleo, lo dimito muy voluntariamente, debo pensar y obrar de diferente modo, y no consentir en que se me dirijan expresiones desconocidas en la buena sociedad, impropias de la dignidad de un Ministro, y duras y ofensivas para dichas a un ciudadano que ha servido tantos años con lealtad y desinterés. Me creo más honrado de simple ciudadano, que de Prefecto; y esta lección debe ser de .alguna importancia para el Gobierno y para nosotros,   —586→   pues es regular que no se presten a servir estos destinos sino aquéllos que quieran sacrificar a miras personales su delicadeza y su pundonor.

Por otra parte, el Ministerio ha mandado imprimir todas las observaciones que ha hecho sobre los varios estados y cuadros que le he remitido sobre las rentas de este Departamento. Si esas observaciones hubiesen sido simplemente tales, habría que aplaudir el celo que las dictaba; pero siendo más bien unas amargas e improvisas acrimonias, parece que nada podrá conseguirse de ese modo, sino descrédito de este Departamento y sus empleados, aumento de inconvenientes a la reforma, y remociones y dimisiones de los funcionarios más leales y diligentes.

Si las observaciones del Ministerio se imprimían, parece que la buena fe exigía que se imprimiesen también las contestaciones. Si éstas no satisfacían al Ministerio, al menos habían satisfecho a todos aquéllos que tienen conocimiento práctico de la situación de este Departamento, noticia de los desastres y trastornos que ha sufrido, y conocimiento de las personas a quienes está encomendado su administración; particularidades todas, que no pueden estar al alcance de Vuestra Señoría, que acaba de llegar a este país, y que pasó rápidamente por este Departamento.

La reforma anunciada por el nuevo Ministerio, hizo esperar a todos el restablecimiento de la Hacienda pública, en que están librados ahora el nombre y los destinos del Ecuador. Las bases que se anunciaron eran firmes y sencillas: esclarecimiento de las rentas; liquidación y clasificación de la deuda pública; suspensión temporal del pago de papeles de crédito.

Estas medidas, por ser generales y por preparar un arreglo de la Hacienda, fueron aplaudidas aun por aquellos que salían perjudicados. Bien pronto se disipó esta ilusión, pues antes de publicarse, y aun antes de formarse el plan tan deseado, ya han venido órdenes de pago y admisión de papeles a favor de dos o tres nuevos negociadores,   —587→   que han absorbido todos los ingresos del era río, en términos que pasan meses sin dar a las tropas y oficiales más que la ración de cuartel; ni aun para esto habría, si los proveedores exigiesen de contado sus alcances.

Queda, pues, restablecido como antes, el reino anterior de los abusos, pero con esta diferencia: que antes absorbían las rentas 15 ó 20 especuladores, por sus contratas con el Gobierno, y en el día las absorben dos o tres, por privilegios particulares.

Así como la esperanza de ver restablecido el orden en esta parte suspendió el propósito de separarme de la Prefectura, disipada esa esperanza, no hay cosa que me haga ya variar de mi primera resolución.

En meses anteriores se difundió aquí el rumor de que el Gobierno había reconocido como deuda del Ecuador 70 mil pesos, valor de unas letras giradas por el Gobierno de Bogotá contra el empréstito de Londres, y que fueron protestadas. Al principio, nadie podía dar asenso a una noticia tan extraña; pero después, por la transacción que en cierto pleito ruidoso se ha hecho en virtud del mencionado reconocimiento; ya nadie duda del hecho, y todos lamentan la suerte de este mísero país. Posteriormente, la negociación que ha hecho el interesado con el documento reconocido, acredita de que está seguro de que se le mandará pagar, porque, en realidad, más difícil es el reconocimiento de una deuda extraña, que la orden de satisfacerla. Después de reconocida, el pago es un paso natural, y lo que es peor, con las apariencias de justicia.

Éste es un motivo más para apresurarme a dejar este puesto, pues debo evitar la complicidad que me resultará de dar cumplimiento a una disposición que completará la ruina de este país.

Éstas son, señor Ministro, las razones en que se funda la renuncia formal que hago de esta Prefectura, que podrá ser desempeñada por personas más capaces que yo   —588→   de llevar a efecto los meditados planes del Ministerio en beneficio del Ecuador.

Me tomo la libertad de recomendar a Vuestra Señoría que al poner en conocimiento del Supremo Gobierno esta dimisión, se sirva hacerle presente que la hago con la misma firmeza y resolución con que dimití anteriormente la segunda magistratura del Estado.

Dios guarde a Vuestra Señoría.

J. J. OLMEDO39.



  —589→  

ArribaAbajoAl Ministro de Gobierno

ESTADO DEL ECUADOR

Prefectura del Guayas.

Guayaquil, a 30 de abril de 1833.

Al señor Ministro de Gobierno.

Señor:

Me ha sido muy plausible que el Gobierno haya admitido la dimisión que hice de esta Prefectura, y mucho más satisfactorio el testimonio de aprobación con que todos mis conciudadanos han honrado mi conducta mientras he servido este destino.

Dios guarde a usted.

J. J. OLMEDO.

(Archivo del Ministerio de Gobierno)



  —590→  

ArribaAbajoAl general Flores

(FRAGMENTO)

9 de febrero de 1835.

La victoria de usted es tan gloriosa como inesperada. Todos debemos desear que ésta sea la última victoria. Todos debemos hacer más de lo que se trabajó en la guerra, para conservar la paz, hija de esta victoria.

(Herrera, Apuntes biográficos de don José Joaquín Olmedo, 1887, p. 37)



  —591→  

ArribaAbajoAl general Flores

(FRAGMENTO)

25 de febrero de 1835.

Ya sabía yo que entraría usted bajo de arcos triunfales en Quito, y que se vería rodeado de adictos, de amigos y de admiradores. Que no se pierda, por Dios, el fruto de la victoria, que no sea inútil el hecatombe de Miñarica; que no se aparte un momento del alma de usted el terrible pensamiento de que cada año tendremos otra tempestad, mientras dejemos los elementos que formaron la primera.

(Herrera, Apuntes biográficos..., p. 37).



  —592→  

ArribaAbajoAl general Flores

REPÚBLICA DEL ECUADOR

Al Excelentísimo señor General en Jefe, Juan José Flores.

Presidencia de la Convención Nacional.

Ambato, julio 4 de 1835.

Señor:

La Convención Nacional ha oído con sumo agrado las felicitaciones que le hace Vuestra Excelencia por su instalación, y los votos que forma por el acierto de sus deliberaciones; y de igual modo acepta el homenaje de respeto y sumisión a las leyes que hace Vuestra Excelencia y sus protestas siempre fieles de servir a esta patria que le es tan cara por ser la patria de su elección.

La Convención aplaudiendo la rara generosidad y delicadeza de Vuestra Excelencia no ha podido acceder a la proposición de Vuestra Excelencia de cargar sobre sí, después de terminado el período de su mando, una responsabilidad que no le imponen las leyes.

Cesaron ya los furores de la guerra civil; la tranquilidad de los pueblos se ha restablecido y renace la esperanza   —593→   de ver asegurado el orden público al huir las facciones deslumbradas, confundidas al terrible esplendor del día de Miñarica.

La Convención, reconociendo los eminentes servicios de Vuestra Excelencia, le ofrece una solemne acción de gracias en nombre de la patria, por haber dado a los pueblos lo que tanto necesitan, paz y reposo, después de haberles dado con las armas reputación y gloria.

Señor

J. J. OLMEDO.

(Archivo del Instituto Superior de Humanidades Clásicas. Cotocollao)



  —594→  

ArribaAbajoAl general Flores

(FRAGMENTO)

16 de julio de 1835.

La igualdad de representación produjo acalorados debates; cosa inesperada para mí, pues, creía que todos veníamos convenidos en este punto cardinal; pero no ha sido así; y los dos quitovitas40 que, estuvieron con nosotros, fueron insultados por sus paisanos y tratados de traidores. Perdido por ellos este artículo, trataron de evadir la igualdad, sosteniendo con un calor extraordinario la división del territorio en provincias, dándolas igual representación. De aquí nacía que el departamento que más provincias tuviese, tendría más representación. Descubierto este tortuoso medio, propusieron otros; pero, como en todos se traslucía capciosidad, se alarmaron muchos; pero siempre triunfaron y se admitió la división por provincias contra mi voto... allá se las avengan.

(Herrera, Apuntes biográficos..., p. 40)



  —595→  

ArribaAbajoAl general Flores

(FRAGMENTO)

30 de julio de 1835.

Ya se está concluyendo la discusión de la carta (Constitución del Estado) que, poco más o menos, es como todas. Vamos a entrar en la gran cuestión de nombramiento de Presidente. Sea en odio de Rocafuerte o afecto a mí, todos o los más, me han apremiado para que admita esa terrible carga; pero yo he denegado con firmeza, o si usted quiere, con obstinación.

Después del correo se ha notado gran variación sobre esta materia, y en vista de mis firmes propósitos y de las expresiones de las cartas de usted se ha observado que muchos firmes del partido opuesto han empezado a bambolear.

Hasta ahora se han exigido siempre los dos tercios de los votos para la elección y sobre esta base era casi imposible la elección de Rocafuerte; pues siendo dudosa en su favor la mayoría absoluta, era cierto que no reuniría los dos tercios de los votos. Pues, amigo, se puso estudiosamente en un artículo que bastaba la mayoría para la elección, y sin mucha oposición se aprobó. Primer triunfo.

Mezquinamente, en mi concepto, se aprobó otro artículo que requiere, para ser Presidente, la calidad de   —596→   ecuatoriano de nacimiento -Nacho queda, pues, excluido-. Segundo triunfo sobre sus parciales.

Nuestro Marcos ha mostrado mucho sentimiento de que se le haya tenido por contrario a Rocafuerte y aun me ha encargado le escriba en su nombre que es una falsedad el que sea jefe de un partido contrario a él; en el mismo tono hablan todos los socios, y este abatimiento será como un tercer triunfo. Sin embargo, creo que se sostendrán contra toda esperanza y seguirá su marcha aunque no sea con bandera desplegada, ni con tambor batiente. Ésta es la pertinacia de los derrotados en Miñarica.

Con tales elementos no me hable usted ni me aconseje sobre la necesidad de organizar bien la República ni me excite a que yo haga valer mi influjo para reconciliar los partidos. Sólo el poder de Dios o el del diablo o la presencia del peligro podrá hacer semejante milagro. Esta noche ha concluido la famosa discusión. La Constitución es como todas las nuestras que son todas buenas y todas malas.

Acaba de pasar una tempestad en nuestro gran salón; porque de improviso presentó Uscátegui el decreto de la traslación de la capital. Éste fue un rayo terrible atravesado por una atmósfera electrizada. No se restableció la calma sino en virtud de una proposición difiriendo la discusión para después que se dé la Ley sobre división territorial.

Este suceso turbó el buen humor de nuestra majestad, que se había difundido entre todos con motivo de haberse concluido la grande obra y de haberse sancionado un decreto muy satisfactorio para todos, tributando una solemne acción de gracias al fundador, defensor y conservador del Estado. A mí me lo encargaron el proyecto, y lo presenté al incomparable Aguirre (Francisco) que es un exaltado amigo de la parte. En la discusión el proyecto sufrió ligeras alteraciones de palabras que dañaron la simplicidad y concisión que es carácter del   —597→   vientre que lo parió; pero Aguirre clamó y reclamó porque las cosas fuesen muy claras y porque la cosa estaría mejor mientras más palabras se dijesen; con cuya razón habría conseguido que se le nombre a usted hasta Obispo o Abadesa.

(Herrera, Apuntes biográficos..., pp. 40-42.



  —598→  

ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores

Guayaquil, marzo 1 de 1836.

Al señor Ministro del Interior y Relaciones Exteriores Señor:

Acepto con tanta desconfianza como gratitud la grave comisión con que me honra Su Excelencia el Presidente para la mediación decretada por el Congreso en las diferencias que desgraciadamente existen entre las Repúblicas de Chile y el Perú.

Espero, señor Ministro, que mi ardiente y cordial voto por la común amistad de los Estados Americanos, el propósito de emplearme siempre en cualquier servicio público en que pueda ser útil, el deseo de corresponder a tanta confianza del Gobierno, y las luces de mi ilustre compañero en este grande encargo, harán en mí las veces de los talentos y discreción que demanda un asunto de tanta trascendencia.

Dígnese Vuestra Señoría presentar a Su Excelencia mis más respetuosas gracias por este nuevo testimonio del concepto con que siempre me ha distinguido, y admitir la particular consideración de su muy atento y respetuoso servidor

J. J. OLMEDO.

(Archivo del Instituto Superior de Humanidades Clásicas. Cotocollao)



  —599→  

ArribaAbajoAl Gobernador de la provincia del Guayas

(INÉDITA)

Babahoyo, noviembre 2 de 1837.

Al señor Gobernador de esta Provincia.

Señor:

Después de contestada la estimada de Vuestra Señoría del mes pasado, ha vuelto a mis manos a los 15 días el pliego de contestación por uno de aquellos accidentes que son tan comunes en las comunicaciones que se dirigen de las haciendas del campo a la ciudad. Espero que Vuestra Señoría no atribuirá esta demora a falta de atención y urbanidad.

En la citada nota se sirvió Vuestra Señoría decirme que el Supremo Gobierno me había nombrado miembro de la comisión encargada de presentar algunos puntos principales que deben contener los tratados que van a celebrarse con los Gobiernos de Méjico y España.

Procuraré llenar esta honrosa confianza en cuanto esté de mi parte, ayudado de las conocidas luces de mis compañeros.

Soy con la debida consideración y respeto atento servidor

J. J. OLMEDO.

(Archivo de la familia Pino Icaza)



  —600→  

ArribaAbajoAl Gobernador de la provincia del Guayas

(INÉDITA)

Guayaquil, diciembre 6 de 1838.

Al Señor General Gobernador de esta provincia.

Señor:

He tenido el honor de recibir la apreciable nota de Vuestra Señoría con fecha de ayer, transcribiéndome la del Ministerio de Hacienda, en la cual se me nombra miembro de la comisión que ha de liquidar el crédito del señor Anzoátegui.

Y en su contestación puedo asegurar a Vuestra Señoría que procuraré desempeñar este encargo con el celo y puntualidad posible, ayudado de las luces de mis dignos compañeros; con quienes concurriré a la tesorería, en donde se servirá Vuestra Señoría prevenir que estén prontas los documentos que necesitare la comisión.

Dios guarde a Vuestra Señoría.

J. J. OLMEDO.

(Archivo de la familia Pino Icaza)



  —601→  

ArribaAbajoAl Gobernador de la provincia del Guayas

(INÉDITA)

Guayaquil, enero 31 de 1839.

Al señor General Gobernador de esta provincia.

Señor:

En contestación de la estimable nota de Vuestra Señoría fecha de ayer, en que me comunica que ha puesto en conocimiento del Supremo Gobierno que, cesando Vuestra Señoría en las funciones de Gobernador de esta provincia me las ha encargado a mí, como Alcalde 1.º Municipal, debo decir a Vuestra Señoría que me presentaré en este día al Ilustrísimo Concejo a prestar el juramento de estilo.

Dios guarde a Vuestra Señoría.

J. J. OLMEDO.

(Museo Municipal de Guayaquil)



  —602→  

ArribaAbajoAl Ministro del Interior

Guayaquil, agosto 14 de 1839.

Al señor Ministro de Estado en el Despacho del Interior.

Señor:

En el campo he tenido el honor de recibir la estimable nota de Vuestra Señoría de 7 del corriente en que me recomienda la formación de un proyecto de reglamento de policía en unión de los señores Luzarraga y Vivero. He venido a la ciudad cuando va a salir el correo, y sólo hay tiempo para asegurar a Vuestra Señoría que pondré cuanto este de mi parte para desempeñar este encargo con la posible regularidad y prontitud.

En meses pasados hallándome de corregidor accidental de este cantón, y conociendo la necesidad de reglamentar el ramo de policía, me dediqué con el señor Síndico procurador, por comisión del Consejo Municipal, a formar un reglamento que se puso a discusión para someterlo a la aprobación del Supremo Gobierno. Esta discusión se ha prolongado en extremo, como sucede regularmente en cuerpos colegiados, que tienen varios negocios en que dividir su atención. Concluido este trabajo, lo presentaré a los nuevos socios nombrados por el Gobierno y con las reformas que creyesen convenientes   —603→   será remitido a la superior aprobación, en uno de los primeros correos subsiguientes.

La circunstancia de estar ya formado el reglamento nos proporciona la satisfacción de llenar prontamente los patrióticos deseos del Gobierno; y el hecho de haber pasado por la detenida discusión del Concejo Municipal nos procura la ventaja de presentar un proyecto con la presunción a su favor de regularidad y conveniencia pública.

Dios guarde a Vuestra Señoría.

J. J. OLMEDO.

(Archivo del Instituto Superior de Humanidades Clásicas. Cotocollao)



  —604→  

ArribaAbajoAl Ministro del Interior

Guayaquil, enero 8 de 1840.

Al señor Ministro de Estado en el Despacho del Interior.

Señor:

He tenido la satisfacción de recibir la muy estimable nota de Vuestra Señoría de 1 del presente, comunicándome que Su Excelencia el Presidente se ha dignado nombrarme Asistente del Gobierno para presenciar las actas de oposición a las canonjías teologal y penitenciaria del nuevo Coro de esta diócesis.

Reconocido a este honor procuraré desempeñar con el mayor celo que me sea posible tan honrosa y delicada comisión. Dígnese Vuestra Señoría hacerlo así presente a Su Excelencia y aceptar la particular consideración de su más atento y respetuoso servidor.

J. J. OLMEDO.

(Archivo del Instituto Superior de Humanidades Clásicas. Cotocollao)



  —605→  

ArribaAbajoAl Gobernador de la provincia del Guayas

Guayaquil, mayo 6, 1840.

Al Señor Gobernador de esta Provincia.

Señor:

Por la apreciada nota de usted, 4 del presente, quedo impuesto que la Junta de incendios me ha nombrado miembro de la compañía destinada a custodiar los intereses de las personas cuyas casas tengan la desgracia de sufrir un incendio.

Procuraré responder a esta confianza con la diligencia y celo que me sea posible.

Dios guarde a usted.

J. J. OLMEDO.

(Museo Municipal de Guayaquil)



  —606→  

ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores del Perú

Comisión del Gobierno del Ecuador cerca del Perú.

Paita, febrero 10 de 1846.

Al Señor Ministro de Relaciones Exteriores de la República del Perú.

Señor:

Por las copias que tengo el honor de acompañar, se informará Vuestra Excelencia que el Gobierno del Ecuador ha nombrado una comisión con el interesante objeto de reclamar del Gobierno del Perú los restos mortales del ilustre gran mariscal La Mar, que por un efecto del patriotismo de una recomendable señora peruana, se hallan casualmente en la ciudad de Piura.

Nuestro gobierno cree que ha llegado el caso de hacer este reclamo, suspendido tantos años por causas que es inútil indicar, pues todos conocen que por aquel tiempo no se podía llevar a bien, que existiese en el Ecuador una tumba, un monumento, que exclusivamente arrebatase la veneración de los pueblos, que recordase siempre un nombre que debía eclipsar tantas reputaciones en el orden moral, civil y militar, y que diese ocasión a inquirir y divulgar los misterios de sus reveses en la campaña de su destierro y de su muerte.

  —607→  

El pueblo ecuatoriano sufría no sin indignación esta indiferencia de su gobierno; pero nada podía hacer, y a la misma familia del inmortal difunto le habría sido más difícil que a nadie vencer los inconvenientes que se presentían para levantarle en su patria una tumba, aunque fuese muy humilde. Posteriormente los años de peste y después la guerra interior no nos permitieron pensar en realizar nuestros deseos. Pero apenas el cielo nos concedió poder disipar todas las terribles plagas que por tantos años asolaron el país, cuando todos se apresuraron a excitar al nuevo gobierno para que con su intervención e influjo facilitase la recaudación de tan preciosas reliquias. El gobierno ocurrió a la Convención Nacional, y ésta no pudo dejar de acoger favorablemente el voto público.

Espero, pues, Señor Ministro, que el Gobierno del Perú se prestará fácil y justo a esta solicitud, y que se dignará dar las órdenes convenientes para que se nos entreguen los restos mortales del general La Mar. De este modo el ilustrado gobierno peruano llenará un deber de justicia, y también merecerá la gratitud del pueblo ecuatoriano, por haber contribuido a que satisfaga el ardiente deseo de poseer un polvo inestimable que sin controversia pertenece a su tierra natal.

Si el general La Mar tuvo la felicidad de prestar servicios eminentes al Perú que él amaba apasionadamente, el pueblo peruano satisfará esa gran deuda de gratitud conservando siempre su memoria; repitiendo siempre y respetando un nombre tan querido y proponiéndoselo siempre por modelo en las acciones de la vida pública y privada. Éste podrá ser un deber del Perú; pero este deber no le da un título sobre el derecho que la patria de La Mar tiene a poseer sus restos, como una triste y preciada herencia de un hijo que le debe el ser.

Cualesquiera que sean los honores fúnebres que el Perú prepare a estos venerables restos; por suntuoso que sea el monumento que levante a su memoria; por unida que esté a esa gloria, la gloria de su patria; ésta siempre   —608→   creería haber faltado a su deber, contrariado sus naturales sentimientos y procedido como madre desnaturalizada, cediendo una propiedad que no se puede ceder sin mengua indecorosa y sin ingratitud.

Estos derechos del suelo natal son los que representa el Gobierno del Ecuador, y espera que no serán desatendidos por el del Perú, que sabe posponer sus propios sentimientos a los principios de justicia. Pero si por un efecto de extremado celo en pagar un homenaje de veneración y gratitud al virtuoso ciudadano, al valiente y leal guerrero que tanto amó al Perú, vacilase algún tanto el Gobierno de Vuestra Excelencia en acceder al presente reclamo; forzoso será que se resuelva a ceder sabiendo que la digna viuda de La Mar, y su estimable familia lo reclaman igualmente, y que, luego que se presentó la oportunidad, clamaron a su gobierno para que se apresurase a recobrar esas reliquias, no queriendo proceder por sí directamente a recoger su propiedad en cualquier parte en que se hallase, por respeto al Gobierno del Perú, pues sabían que el mismo gobierno y aun su Congreso, habían dictado algunas providencias sobre la traslación de esas cenizas a la Capital. Este reclamo añade nueva fuerza al que hacemos en nombre de nuestro Gobierno, quien, conseguido el objeto de esta comisión, no podrá menos que ceder al derecho preferente de la digna esposa de La Mar y de su recomendable familia, pues ni los Gobiernos ni los Congresos pueden arrogarse derechos sobre la propiedad ajena.

Repito, señor Ministro, que el Gobierno del Ecuador espera confiadamente, que el del Perú reconocerá el peso de las razones en que se funda el presente reclamo, y que, en su consecuencia, se dignará mandar que se pongan a nuestra disposición los restos mortales del gran mariscal La Mar, que existen en la ciudad de Piura, para poder trasladarlos a Guayaquil, y consolar de algún modo, con tan inestimable depósito el profundo pesar de su familia y de su patria.

Esta esperanza del Gobierno ecuatoriano, se funda también, señor Ministro, en la persuasión de que por notoria   —609→   ilustración del pueblo peruano y de su Gobierno, se conocerá allí mejor que en otra parte, que ya pasaron los tiempos en que la desgracia de un naufragio era el título para adquirir cuantas ricas mercaderías arrojaba el mar sobre la costa, y el arca que contiene los restos del virtuoso La Mar, no es más que un arca preciosa arrojada sobre las playas peruanas, después de un terrible naufragio en el mar de la revolución.

Con la mayor consideración nos suscribimos de Vuestra Excelencia muy respetuosos servidores.

Solo, por ausencia del señor general Elizalde,

J. J. DE OLMEDO.

(Boletín de la Academia Nacional de Historia. Quito, Vol. XVII, n.º 69, pp. 117-119)



  —610→  

ArribaAbajoAl Secretario general del Gobierno

Paita, febrero 12 de 1846.

2.ª de la Libertad.

Al Señor General Secretario General del Supremo Gobierno del Ecuador.

Señor:

He tenido el honor de recibir la respetable nota de usted, 24 de enero, en que me comunica que el Supremo Gobierno se ha dignado nombrarme miembro de la Comisión que debe reclamar del Gobierno del Perú los restos mortales del gran mariscal Lamar, o acompañar en caso necesario, el convoy que debe trasladarlos al lugar en que han de ser depositados. -En contestación no puedo decir más, sino que el Gobierno debe considerar cuál será la satisfacción que recibo con esta honrosa confianza, cuando si no hubiese sabido con alguna anticipación que me estaba destinada, me habría apresurado a solicitarla en premio de esos grandes servicios a la Patria que usted me atribuye tan generosamente. -El nombre de Lamar es un timbre de la América: los servicios que prestó a la causa de nuestra Patria son eminentes; e inestimable para mí sobre toda medida la genial amistad   —611→   con que me distinguió siempre. De manera, Señor Ministro, que como Americano, como patriota, y como amigo me glorío de esta Comisión; y rindo al Gobierno las más ardientes gracias por haberme llamado a tener parte en los honores que se preparan a tan venerables cenizas. -Con la mayor consideración me suscribo del Señor Ministro General, muy respetuoso servidor.

J. JOAQUÍN OLMEDO.

(Boletín de la Academia Nacional de Historia, Vol. XVII, n.º 69, pp. 116-117)



  —612→  

ArribaAbajoAl Ministro de Relaciones Exteriores

Comisión del Ecuador cerca del Gobierno del Perú.

Paita, abril 7 de 1846.

Al Señor Ministro de Relaciones Exteriores.

Señor:

Acabamos de recibir la contestación del Gobierno del Perú al reclamo que hicimos de los restos mortales del ilustre general Lamar. El Gobierno Peruano no accede a nuestros deseos por razones bastante honrosas al Ecuador y a las venerables cenizas que disputamos; pero solamente especiosas, cuando se examinen detenidamente; y podrían ser rebatidas con ventaja si no fuera intempestiva la ocasión de entrar en una polémica seria, odiosa y quizás de funestos resultados.

Cuando el Gobierno del Perú dice que llamando al general Lamar para confiarle los destinos de la República y al aceptar éste tan honroso encargo, abandonó su Patria y renunció a todos sus derechos; se le puede responder, que el derecho de Patria es de la Naturaleza, y que por tanto no es renunciable, ni en alguna manera enajenable, que podrá suspenderse temporalmente su goce y ejercicio, pero renunciarse jamás.

Reservado: Cuando se nos dice que al conferir el Perú al general Lamar todos los fueros y derechos que tienen sus hijos, se le declaró peruano, y que como tal le pertenece, podemos responder que todos esos fueros, gracias y derechos se anularon, se perdieron desde el momento en que el Perú lo expelió de su territorio en 1829, con tanta ignominia como barbarie; y lo mandó a morir en una tierra extraña, lejos de su país natal, de su familia y de sus amigos.

Pero qué se ganaría con todo esto? Turbar la buena armonía que al presente reina en ambos pueblos,   —613→   despertar fatales recuerdos que lastimarían el honor y carácter del pueblo peruano, y sembrar fecundas semillas de odios recíprocos y rivalidades que ningún buen fruto pueden producir.

Quizás el Supremo Gobierno por estas indicaciones conocerá que nos hallamos en el caso de ceder, como podemos hoy hacerlo decorosamente, o prevenirnos lo que debemos hacer. Entre tanto nosotros nos hallamos preparados para acompañar el convoy fúnebre, al instante en que seamos llamados.

Tenemos el honor de acompañar a usted copia de la contestación del Gobierno del Perú.

Con la mayor consideración nos suscribimos de usted muy respetuosos servidores.

Sólo por ausencia del señor general Elizalde,

J. J. OLMEDO.

(Boletín de la Academia Nacional de Historia. Vol. XVII, n.º 69, p. 119).



  —614→  

ArribaAl encargado de negocios del Ecuador en Lima

Comisión Especial del Ecuador cerca del Gobierno del Perú.

Lima, junio 1 de 1846.

Al Señor Encargado de Negocios del Ecuador.

Señor:

A principios de enero salí de Guayaquil para Paita, con el objeto de permanecer allí un mes por restablecer mi salud; y cuando ya estaba resuelto a aprovecharme del vapor Chile para ir a Panamá y regresar por esa larga vía a mi casa (porque la navegación y los aires del mar me eran conocidamente provechosos), recibí de nuestro Gobierna la honrosa comisión de reclamar del Gobierno del Perú los restos del ilustre general Lamar que se hallaba casualmente en la ciudad de Piura.

Me fue preciso suspender mi proyectado viaje y esperar en Paita a mi compañero el general Elizalde y especialmente al bergantín de guerra Seis de marzo, que según avisos de la Gobernación, debía salir muy pronto para trasladarnos a Lima, a desempeñar nuestro encargo, o en caso de que no tuviese efecto la reclamación, acompañar el convoy que debía transportar a esta capital reliquias tan preciosas.

Inútilmente esperé algún tiempo; y juzgué conveniente dar principio a mi comisión, y abrir desde luego las comunicaciones con el Gobierno del Perú; conducta que fue aprobada por el del Ecuador.

El indicado reclamo no fue atendido como era de esperar, y aunque las razones en que este Ministerio apoyó su negativa podían haberse rebatido victoriosamente, lo excusé considerando los inconvenientes que traerían contestaciones por escrito, en que era indispensable mencionar hechos que   —615→   la prudencia y la política aconsejaban no recordar. Pero como no era decoroso ceder a la primera insinuación de negativa (para que no se creyese que nuestro reclamo había sido un mero cumplimiento), resolví venir a esta capital personalmente y arreglar este negocio en conferencias privadas y amigables. Nuestro Gobierno se ha dignado aprobar también este procedimiento.

El Gobierno del Perú ha insistido en su negativa; yo he debido ceder; y se ha convenido en que luego que llegue el buque de guerra peruano, que se espera de Arica, se aprestará convenientemente para dirigirse a Paita con los señores Diputados nombrados ya por este Gobierno, y conducir los restos del general Lamar a la tumba que se le destina. Yo me uniré a la honorable diputación peruana, volveré acompañando el convoy fúnebre, y llenaré con el decoro que sea posible las intenciones y deseos del Gobierno y pueblo ecuatoriano.

Me dirijo a usted, señor Ministro para cumplir un deber de atención informándole del objeto de la honrosa comisión que me ha traído a esta capital y del estado en que se halla al presente. Con la mayor consideración me repito de usted muy atento y respetuoso servidor.

J. J. OLMEDO.

(Boletín de la Academia Nacional de Historia, Vol. XVII, n.º 9, pp. 121-122)