Sr. D. José de Urquía
La miseria me llevó a convivir con
los humildes y con los miserables.
Entre ellos escogí modelos para
personajes de mi obra; ellos, con sus dolores, con sus ignorancias, con la
pobreza material y moral a que les reducían la codicia, el
egoísmo y la (crueldad) de explotadores y viciosos, trajeron a mi
corazón primero que a mi inteligencia el trágico poema de los
desheredados, al cual quise dar vida escénica en
Juan José.
Mucho ha progresado el obrero
español desde que escribí la obra; pero la médula de mi
drama subsiste, subsistirá mientras la mujer pueda ser empujada a la
prostitución y el hombre honrado al crimen, por la miseria, por el
abandono y por las explotaciones sociales.
Dedicando usted, querido Urquía, mi
drama a los obreros en la fecha 1.º de Mayo, satisface mi deseo más
firme. No lo he realizado antes por mi propio, temeroso de que tal
acción se atribuyera a vanidad o a ansias ruines de lucro.
Gracias pues y una usted la mía a
su dedicatoria.
Muy sinceramente amigo y admirador de
usted.
Escena I
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IGNACIO,
PERICO, el
TABERNERO, el
MOZO,
BEBEDOR 1.º,
BEBEDOR 2.º y dos bebedores; al final,
ANDRÉS.
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BEBEDOR 1º.-
¡Envido!
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BEBEDOR 2º.-
Diez más.
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BEBEDOR 1º.-
¡Órdago!
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BEBEDOR 2º.-
Quiero.
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BEBEDOR 1º.-
Perder.
(Enseñando las cartas.)
Duples de reyes y caballos.
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BEBEDOR 2º.-
(Tirando las cartas sobre la mesa con
despecho.) ¡Qué suerte!... Hay que hablar con Dios
pa llevar eso.
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BEBEDOR 1º.-
(Tirando una raya con yeso sobre la
mesa.) A dos juegos.
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BEBEDOR 2º.-
(Al
MOZO.) ¡Chico, media docena!
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(El
MOZO llena unas copas en el mostrador; las coloca en
una bandeja y las lleva adonde están los jugadores. Cada uno de
éstos coge una copa. Cuando terminan de beber, el
MOZO coloca una bandeja en el taburete y retira lo que
está sobre el mismo. Llega con ella al mostrador, vacía el
sobrante de los vasos en la jarra y enjuaga las copas. Todas estas operaciones
las hará mientras sigue el diálogo.)
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BEBEDOR 1º.-
(A otro de los bebedores.)
Tú das.
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PERICO.-
(Leyendo en voz alta el periódico
que tiene en la mano y deletreando al leer.) «No... es... posi...
ble... sopor... tar... en... si... lencio... la... con... du... ta... de...
un... go... bierno... que... así... vi... vio... viola... los... sa...
cra... tí... si... mos... de... re... chos... del... ciu... da...
dano... Hora... es... ya... de... que... el... noble... pue... blo... es...
pañol... pro... tes... te... de... tan... ini... ini... ini... ini...
cuos... a... ten... tados... y... salga a... la... defen... sa... de... la...
libertá... y... de... la... patria... escar... escarnecidas... por...
los... se... se... secuaces de la reación.»
(Deja el periódico y da un
puñetazo sobre la mesa.) ¡Pero que ni más ni
menos!... Este papel está muy bien.
(A
IGNACIO.) ¡Hay que echarse a la
calle y acabar con el hato de granujas que nos oprime!
|
IGNACIO.-
(Con desdén.)
¡Echarse a la calle!... No sería mala
primáa.
|
PERICO.-
(Con tono de sorpresa.) ¡Primáa!
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IGNACIO.-
Lo que oyes. Soy más viejo y
sé más que tú esas cosas.
|
PERICO.-
¿Qué sabes
tú?... Vamos a ver.
|
IGNACIO.-
¿Qué sé?...
También me
echao a la calle yo, y he
andao a tiro limpio en las
barricás, y hasta
renqueo de un balazo que me atizaron en
esta pierna... Pues oye: albañil era, y albañil soy; diez reales
ganaba, y diez reales gano; los que me metieron en el ajo van en coche y yo a
pie; ellos sacaron de las
barricás una excelencia y yo un
mote. A ellos les llaman el excelentísimo señor don Fulano de
tal, y a mí, Ignacio el Cojo... Ahí tienes lo que yo he
sacao con echarme a la calle.
|
PERICO.-
Pero lo que dice el papel... la
libertá, los...
|
IGNACIO.-
(Con desdén.) Palabras,
música... el tío del
hiqui. Esas revoluciones de quita a
ésta
pa que suba yo, las aprovechan los
políticos, los señorones de levita... ¿Son
pa ellos? Que las hagan ellos.
|
PERICO.-
De modo que tú...
|
IGNACIO.-
¡Como no hallen otro!... Pon que
te metes en una
trifulca, y pon que ganas y suben los
tuyos. Ya están arriba. ¿Y qué? ¿Echarás un
kilo más de carne en el puchero al día siguiente?... No. Al
día siguiente volverás a morirte de hambre, a trabajar como una
bestia, y los que te, dijeron: «Ayúdame», te dirán:
«¡Arrima el hombro y revienta, que
pa eso has nacido!»
|
PERICO.-
Es que...
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|
(Entra
ANDRÉS por el fondo, desde donde avanza sin ser
visto de
IGNACIO y
PERICO hasta una distancia suficiente para oír
la conversación. El
TABERNERO se dirige al mostrador y permanece en
él.)
|
IGNACIO.-
No. Perico, no.
Pa luchar por nosotros,
pa vengarnos de los que nos explotan,
pa eso estoy pronto siempre, y te
diré ¡Sí! no una, cien veces que me lo preguntes. Por hacer
una revolución así, nuestra, de nosotros, sí me
echaría yo a la calle, y hasta perdería con gusto las dos
piernas.
|
ANDRÉS.-
(Que ha llegado hasta ellos, dice
apoyando la mano en el hombro de
IGNACIO.) Como no las pierdas hasta
entonces irás al cementerio andando.
|
IGNACIO.-
¡Eres tú!...
¿qué dices?
|
ANDRÉS.-
Que me deis una copa, y os
dejéis de revoluciones.
|
PERICO.-
(Llena un vaso y se lo ofrece a
ANDRÉS.) Bebe.
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(ANDRÉS apura el vaso. Los
jugadores se levantan y se dirigen al mostrador.)
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BEBEDOR 1º.-
(Al
TABERNERO.) ¿Se debe algo?
|
TABERNERO.-
Una buena
voluntá.
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BEBEDOR 2º.-
Échenos
unté otro
pa digno.
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(El
TABERNERO llena unas copas, que beben los
otros.)
|
PERICO.-
(A
ANDRÉS.) ¿Quieres
más?
|
ANDRÉS.-
Venga.
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(Apura la copa que le da
PERICO. Salen los bebedores por el fondo.)
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Escena II
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ANDRÉS,
IGNACIO,
PERICO, el
TABERNERO y el
MOZO.
|
IGNACIO.-
(A
ANDRÉS.) A ti, en diciendo que
tienes vino, no te hace falta
náa.
|
ANDRÉS.-
Porque el vino es la sola cosa buena
de este mundo. Si lo será, que con todo y con lo que echan los
taberneros, aún se puede beber.
|
TABERNERO.-
(Acercándose a la
mesa.) ¡Muchas gracias!
|
ANDRÉS.-
No hay de qué darlas.
(A
IGNACIO.) Lo que oyes, y lo que yo le
decía la primera vez que tuve voto a un caballero que me lo
compró en tres pesetas. Allá
estas, de pintor de puertas no he de pasar;
conque vengan las tres pesetas y pague
unté una copa, y de
unté es mi voto y el de mi novia, si
sirve, que quizá que sirva.
|
IGNACIO.-
¿Y por qué partido
votaste?
|
ANDRÉS.-
¡Yo qué sé!...
Por el partido de las tres pesetas y una copa; Maldito si me importaba
aquello.
|
PERICO.-
¿No?
|
ANDRÉS.-
(Haciendo ademán de morderse la
uña del pulgar.) ¡Ni esto!... Yo tengo mi idea. La
política,
pa los políticos; la mujer, a ratos,
y el vino, a cualquier hora.
|
TABERNERO.-
Conformes.
|
IGNACIO.-
(Al
TABERNERO.) Faltaría que tú
no lo estuvieras.
|
ANDRÉS.-
El vino es el cúralo todo.
¿Que estás
cansao de trabajar? Bajas del andamio, te
echas una
limpia entre pecho y espalda, y tan guapo.
¿Que tienes penas? ¿A quién vas a ir con ellas? ¿A
una mujer? Una mujer te las aumenta. ¿A un amigo? Un amigo las oye si no
está de prisa y para de contar. Al vino, hombre, al vino. Y mejor que al
vino, al aguardiente.
|
PERICO.-
Si quieres aguardiente,
pídelo.
|
ANDRÉS.-
Que lo traigan.
|
TABERNERO.-
(Al
MOZO.) ¿Oyes, chico?
|
|
(El
MOZO llena unas copas de aguardiente y las lleva a la
mesa.)
|
ANDRÉS.-
(Cogiendo una copa.) ¡Vaya
por el triple!...
(A
IGNACIO.) ¿Tú, no
bebes?
|
IGNACIO.-
Aguardiente, no. Me emborracha en
seguida.
|
ANDRÉS.-
¡Buen defecto le pones!...
¿Pa qué bebe uno?...
Pa emborracharse. Pues cuanto antes,
mejor.
|
PERICO.-
Verdá.
|
ANDRÉS.-
Pa mí el
aguardiente está de non. Porque con esto de la bebida pasa como en la
guerra; lo he visto muchas veces cuando era
soldao. Nos decían los jefes:
«¡A ver, muchachos, hay que tomar esa trinchera!...» Y
echábamos por la cuesta arriba con la cabeza
gacha y el fusil
enristrao, mientras los contrarios nos
freían a tiros; y aquí caía uno, y allí otro, y
luego diez, y después veinte, y ¡hala! adelante, siempre adelante;
hasta que llegábamos; pero ¡cómo llegábamos!...
Chorreando sangre y sudor, y dejando el camino lleno de hombres patas arriba.
En cambio, les decían a los artilleros: «¡Abajo esa
casa!», y ¡bum!, ¡bum!, a los cuatro disparos, la casa hecha
cisco. Pues con esto
(Golpeando la mesa con el vaso.)
sucede igual. Las botellas de vino son la infantería: Hay que tumbar
muchas
pa coger la mona, las medias copas de
aguardiente son los artilleros: con pocas basta. Voy a dispararme el primer
cañonazo.
(Apura la media copa.) ¡Esto
es gloria, hombre!
|
IGNACIO.-
¿Y Juan José?
|
ANDRÉS.-
Esperándole estoy. Nos ha
salido una
chapuza, y vamos juntos a arreglarla.
|
PERICO.-
¿Sigue con la Rosa?
|
ANDRÉS.-
Y más
emperrao cada vez. Ahora somos vecinos;
vivimos en el veintitrés, dos puertas más arriba de la taberna.
Rosa trabaja con Toñuela. Aquí vendrán a buscarnos cuando
salgan de la fábrica.
|
PERICO.-
¿Conque Rosa...?
|
ANDRÉS.-
Le tiene vuelto el juicio. Lo malo es
que él lo ha
tomao por donde quema, y ella...
|
IGNACIO.-
Ella, ¿qué?
|
ANDRÉS.-
Ella es, como todas las mujeres,
mala.
|
IGNACIO.-
Como todas, no. Me parece a mí
que Toñuela...
|
TABERNERO.-
No tendrás queja,
Andrés.
|
ANDRÉS.-
Por la presente, no la tengo.
Toñuela se sujeta a mí; si hay dos, con dos pasa; si no los hay,
pone los pucheros a la funerala; y a esperar otro día; y si se me baja
el aguardiente a los
deos y si se me suben los
deos a la cara de ella, se aguanta y como
si tal cosa; pero ya verás cómo a lo mejor sale por
peteneras.
|
PERICO.-
¡Que tú digas eso!...
|
ANDRÉS.-
No me cogería de susto. En fin,
Toñuela es Toñuela, y Rosa...
|
IGNACIO.-
¿Qué?
|
ANDRÉS.-
Está hecha a otra vida. Mucha
juerga, y mucho vestido de raso, y mucha
bota de charol. Lo que tiene siempre una mujer cuando es guapa y tira la
vergüenza a la calle. Así es que la viene muy pelo arriba agarrarse
al trabajo. Y si le quisiera, menos mal.
|
PERICO.-
¿No le quiere?
|
ANDRÉS.-
De capricho no pasa.
(A
IGNACIO.) Ya sabes cómo se
conocieron.
|
PERICO.-
¿Cómo?
|
ANDRÉS.-
Rosa estaba de
juerga con unos señoritos en una
taberna donde entró Juan José, que entonces bebía
más que ahora. En cuanto vio aquella cara de cielo, y aquel cuerpo, y
aquellos ojazos, y oyó cantar a Rosa con la voz de ángel que Dios
la ha
dao, se quedó con tres cuartas de
boca abierta. Siguió la broma, y no sé cómo fue que se
emborracharon los señoritos y quisieron pegar a la chica. Allí
fue la gorda; Juan José, que ya estaba prendao de ella, se
levantó y dijo: «A ésta no hay quien la toque.»
Total, que se movió el
broncazo padre; y como Juan José es
de los que
empujan, y cuando se
arranca se lleva por delante lo que le
estorba, echó de la
tasca a los señoritos y se
quedó solo.
|
PERICO.-
¡Bien hecho!
|
ANDRÉS.-
A ella le gustó aquel
desplante, y lo que pensaría: «Tropecé con mi
hombre.» Cerca de un año lo ha
estao creyendo, y va
pa dos meses que quiere volar por su
cuenta.
|
PERICO.-
¿Tú sabes...?
|
ANDRÉS.-
Sé que no falta quien la ronde,
y sé que a ella no le parece costal de paja porque es joven y de
posibles, y no le duele tirar cinco duros a tiempo.
|
IGNACIO.-
¿Le conoces?
|
ANDRÉS.-
Y tú, y éste. Es
Paco.
|
IGNACIO.-
¿El maestro de la obra donde
trabaja Juan José?
|
ANDRÉS.-
Y si te digo quién trastea a
Rosa de parte suya, verás que el caso no es de los buenos
pa Juan José.
|
PERICO.-
¿Pues quién?...
|
ANDRÉS.-
¡Quién ha de ser! La
infiernacasas de este barrio: la señá Isidra.
|
|
(Se abre la puerta del fondo y entra por ella
JUAN JOSÉ.)
|
TABERNERO.-
(A
ANDRÉS.) ¡Chist!... Juan
José.
|
|
(JUAN JOSÉ se dirige hasta
el sitio donde está
ANDRÉS; el
TABERNERO se va al mostrador.)
|
Escena IV
|
|
JUAN JOSÉ,
ANDRÉS y el
TABERNERO.
|
ANDRÉS.-
(A
JUAN JOSÉ.) Bebe.
(Alargándole una media
copa.)
|
JUAN JOSÉ.-
(Rechazándola con la
mano.) No tengo sed.
(Queda en silencio, con la cabeza apoyada
en la mano.)
|
ANDRÉS.-
¿Qué tienes
entonces?
|
JUAN JOSÉ.-
Ya lo he dicho antes. Estoy
cansao.
|
ANDRÉS.-
No es eso.
|
JUAN JOSÉ.-
Lo que te dé la gana.
(Con impaciencia y mirando el reloj de
pared.) ¡Cuánto tardan!
|
ANDRÉS.-
¡Qué han de tardar, si
salen a las siete largas de la fábrica y necesitan más de un
cuarto de hora
pa llegar aquí!... Tus celos son los
que tienen prisa, y te traen a mal
traer. ¡Parece mentira que
tú!...
|
JUAN JOSÉ.-
Déjalo estar. No hablemos de
ello.
|
ANDRÉS.-
Es
pa empezar contigo a trastazos.
Estaría bueno que un hombre se acongojase por una mujer. Todas juntas no
valen una
perra.
|
JUAN JOSÉ.-
¡Qué sabes tú!
|
ANDRÉS.-
Más que tú, que no sabes
lo que te pescas porque estás
encelao.
|
JUAN JOSÉ.-
Sí lo estoy, Andrés, y
la sangre se me enciende en el cuerpo cuando imagino que Rosa puede dejarme de
querer.
|
ANDRÉS.-
¿Y quién te manda
imaginarlo?
|
JUAN JOSÉ.-
¡Qué sé yo!... Es
una idea que se me ha metido aquí dentro
(Señalando la frente.)
poco a poco, pero con fuerza; igual que si me la hubieran
clavao a martillazos; y no puedo deshacerme
de ella, y me martiriza, y me azuza, y me tiene como sobre carbones
encendíos.
|
ANDRÉS.-
Eres un chico de la escuela.
|
JUAN JOSÉ.-
No sé lo que soy; sólo
sé lo que me sucede; sólo sé que Rosa no es la misma de
antes
pa mí.
(Con tono sombrío.) Y
luego, Paco, ese mozo que no ha tenido más que hacer en el mundo que
heredar la parroquia y los
dineros de su padre, no la deja ni a sol ni
a sombra. Él se figura que no me entero. ¡Sí me entero!
(Con acento amenazador.)
¡Que lleve
cuidao!
|
ANDRÉS.-
Serán cavilaciones tuyas.
|
JUAN JOSÉ.-
No lo son, Andrés, no lo son.
Hace tiempo que le vengo
oservando. La otra mañana me fue
Rosa a buscar a la obra, y Paco se puso delante de ella y empezó a
soltarle requiebros y pasearle por los ojos sus
deos llenos de sortijas, y a decirle,
mirando
pa mí y como en broma:
«¡Qué suerte tienen algunos hombres y qué mal
ganáa...» Ella se reía
de oírle, y yo... Yo seguía trabajando mientras bromeaba el
señorito, y me fijaba en él, y a la vez que en él, en mi
blusa
remendáa y en su ropa nueva, en el
yeso que había en mis manos y en las sortijas que había en las
suyas, y sentí... No sé lo que sentí entonces; pero
apreté con rabia el mango del palustre y estuve a punto de meterle por
el pecho adelante aquella herramienta
mancháa con la cal que nosotros
amasamos
pa que él se luzca...
|
ANDRÉS.-
(Con zumba.) Haberlo hecho, y
después, ¡a presidio!...
(Con ironía triste.)
Tienes una manera de arreglar las cosas, que da gozo.
|
JUAN JOSÉ.-
(Luego de pasarse la mano por la frente
como si quisiera desechar un mal pensamiento.) Yo no soy malo,
Andrés, no quiero serlo. Y ocasiones de serlo he tenido muchas, que a
quien le dejan en la calle sin otro amparo que el de Dios, más cerca le
ponen del presidio que de la iglesia. No, no quiero; no he querido ser mal
hombre nunca; pero
en tocante a Rosa, ¡qué no la
toquen!, ¡que no me la toquen, porque seré peor que malo!...
(Con desesperación.)
¡Si ella!...
|
ANDRÉS.-
(Interrumpiéndole.) A eso
voy. Si yo sospechase que me faltaba una mujer, ¿sabes tú lo que
haría?
|
JUAN JOSÉ.-
¿Qué?
|
ANDRÉS.-
Lo primero, enterarme si era verdad,
que a veces, se le meten a uno los infundios en la
sesera porque sí, y cree que un
cañamón es una bola del puente de Segovia.
|
JUAN JOSÉ.-
¿Y si era verdad?
|
ANDRÉS.-
¡Si era verdad!...
|
JUAN JOSÉ.-
¿Qué harías?
|
ANDRÉS.-
Muy sencillo. A él nada;
porque, bien mirao, nadie tiene la culpa de que sea mala la mujer que vive con
uno. A ella, sí; a ella, cogerla por el moño y madurarla las
costillas con un garrote, y abrirle la puerta y darle dos
patás y
ponerla al fresco y quedarme tan
fresco.
|
JUAN JOSÉ.-
¡Yo dejar a Rosa!...
|
ANDRÉS.-
Si te engañaba, ¿por
qué no? ¿Has
firmao escritura
pa vivir con ella hasta que te
entierren?
|
JUAN JOSÉ.-
No hace falta. En las cosas del
querer, se firma con éste
(El corazón.) ; y cuando
éste dice «quiero de veras»,
firmao está
pa toa la vida.
|
ANDRÉS.-
(Con tono de broma.) ¡Pocas
firmas así he puesto yo! Y luego a borrarlas. Ni señal queda.
Antes se borra el querer que la tinta.
|
JUAN JOSÉ.-
Será el tuyo, que el
mío, no. ¡Dejar yo a mi Rosa!... ¡Perderla!...
¡Echarla de aquí!...
(Golpeándose el pecho.) No
podría; está muy
agarráa y... Yo me entiendo... no
sé explicarlo, pero me entiendo... Vamos, que si yo dijese, se
acabó Rosa, mi corazón, y mi alma, y todo yo, nos habíamos
acabao con ella.
|
ANDRÉS.-
¡Bah! ¡En seguida me
desazonaba yo por ninguna! Ponte en lo peor, en que la pena sea tan grande que
no consigas descuajarla de un
tironazo. ¡A distraerse!,
¡qué
contra!... no se acabó el mundo por
eso. Otros
quereres hay, a ellos se coge uno hasta que
no se le pase la basca...
|
JUAN JOSÉ.-
Tú, sí, porque tienes
padres, hermanos, familia que te consuele y te saque las malas ideas del
cuerpo. Yo no tengo nada. ¿Padres?... Dios los dé; no sé
quiénes fueron los míos, sólo sé que me tiraron a
la calle,
mismamente que se tira la basura al arroyo
pa que la recoja el trapero.
(Con tristeza profunda.)
¡Debe ser tan bueno tener padres!... Lo veo por ti cuando vas a casa de
los tuyos, y la pobre vieja de tu madre se alza de su silla y te mira que
parece que se te va a comer con los ojos, y te dice: «¡A ser hombre
de bien, Andrés!» Tú te ríes, como si no te
importase verla ni oírla; pero en la cara se te conocen que no te
cogen el gozo en el cuerpo y la
alegría en el corazón.
|
ANDRÉS.-
(Con ternura.) Porque ciego por
ella; porque se trata de mi madre, y la madre es la sola mujer que no
engaña.
|
JUAN JOSÉ.-
Yo no he conocido a esa mujer.
Sólo he conocido a la mujer que me recogió junto a las piedras de
una cantería
pa llevarme en brazos por las calles y
compadecer a la gente llamándome hijo suyo. ¡Pa eso me recogieron! Y luego, cuando fui mayor y pude andar
solo,
pa que pidiera limosna, con los pies
descalzos, y la pidiera bien, y llevase mucha, que si llevaba poca, me
ponían maduro a palos.
|
ANDRÉS.-
¡Sí es desgracia!
(Con tristeza.)
|
JUAN JOSÉ.-
No lo sabes, Andrés, hay que
pasarlo. Pidiendo un pedazo de pan
pa que comieran otros, como ahora lo gano
pa que otros disfruten, he vivido yo mucho
tiempo. Cariño, ninguno. Malas razones y peores hechos. Golpes, no
golpes buenos, de los que los padres dan a sus hijos
pa que se corrijan, sino golpes de los que
da el arriero a su bestia cuando no puede con la carga. A mí nunca me
han dicho al pegarme: «¡Toma, pillastre,
pa que te enmiendes!» A mí me
decían: «¡Toma, granuja,
pa que traigas más!» ¡Ya
ves qué diferencia! El recuerdo de aquellos golpes, de los que dan los
padres, debe saber a gloria; el de los que yo recibía me sabe amargo, y
me trae a la boca mucho rencor y muchos odios.
|
ANDRÉS.-
¡Pobre Juan José!
|
JUAN JOSÉ.-
Más tarde, cuando me vi libre
de la
caena y dije: «¡a
trabajar!», ¿qué encontré? De aprendiz, cachetes del
maestro, y de los oficiales, y una cazuela de sobras en un rincón;
después, mucho trabajo y muchas fatigas, y un jornal escaso
ganao sobre dos tablones mal unidos,
tiritando de frío en invierno, abrasándome la piel en verano,
afanándome desde la mañana a la noche,
pa llegar por la noche a mi casa y
encontrarme solo sin que nadie viniera a decirme: «¡Descansa,
hombre, que bien lo mereces!» Así vivía cuando
conocí a Rosa. Ella me dio lo que aún no había
encontrao en el mundo, cariño.
¿Crees tú que puedo dejarla, o conformarme con que me
deje?...
|
ANDRÉS.-
Yo...
|
JUAN JOSÉ.-
¡Dejarme ella a mí!...
No, Andrés, ¡que no lo haga, que no lo intente!... ¡Si se
atreviera a hacerlo!...
(Con tono de amenaza.)
|
ANDRÉS.-
¿Vuelves a las mismas?
|
JUAN JOSÉ.-
¡Eso quisiera yo, no volver!...
Pero estas cavilaciones mías pueden más que yo, me levantan en
peso, y cuando imagino que Rosa me puede abandonar, marcharse con otro, se me
pone una nube de sangre delante de los ojos, y...
(Con angustia y odio.) ¡Que
no suceda, Andrés, que no suceda; porque si sucede, estoy
perdío!
|
ANDRÉS.-
Déjate de tontunas, que por la
presente, no tienes fundamento y bébete esa media copa.
(Alargando la que habrá quedado
llena sobre el velador.)
|
JUAN JOSÉ.-
Tienes razón. Más vale
callar.
|
|
(Apurando la copa de un sorbo. Se abre la
puerta del fondo y entra por ella
ISIDRA, que se dirige al mostrador.)
|
Escena V
|
|
JUAN JOSÉ,
ANDRÉS,
ISIDRA y el
TABERNERO.
|
ISIDRA.-
(Al
TABERNERO.) Dame una de
tiple
|
|
(El
TABERNERO sirve la copa a
ISIDRA; ésta la apura a sorbos junto al
mostrador.)
|
ANDRÉS.-
La Isidra.
(A
JUAN JOSÉ, que se habrá vuelto al
oír la voz de
ISIDRA.)
|
JUAN JOSÉ.-
Esta vieja es la que trae a mal traer
a Rosa con sus comadreos.
|
ISIDRA.-
(Como si viera por primera vez, desde que
entro, a
JUAN JOSÉ y
ANDRÉS.) ¡No había
reparao!
(Acercándose a ellos.)
¡Buenas noches hijos!
|
ANDRÉS.-
Señora,
haga
usté el favor de no faltar, que
nadie se ha metido con
usté.
|
ISIDRA.-
(Sorprendida.) ¡Faltar!
|
ANDRÉS.-
Dice que no, y acaba de llamarnos
hijos. Contentos andarían los suyos como los tuviese.
|
ISIDRA.-
(Con despecho.) ¡Poca
vergüenza!
|
ANDRÉS.-
(Con seriedad cómica.) A
todo hay quien gane.
|
ISIDRA.-
(A
JUAN JOSÉ.) ¿Ves qué
mala lengua?
|
JUAN JOSÉ.-
(Con sequedad.) Peores las hay y
más daño hacen.
(Con dureza.) Miré
usté en qué emplea la suya,
porque puede salirle caro.
|
ISIDRA.-
¿A mí?
(Como sorprendida.)
|
JUAN JOSÉ.-
(Con el mismo tono de antes.)
¡A
usté!
|
ISIDRA.-
(Como si no le entendiera y con fingida
sinceridad.) ¿Qué te pasa, chico?... ¿Te ha
picao la víbora?
|
JUAN JOSÉ.-
Quizá que sí. Ya sabe
usté lo que quiero decirle, y
ándese con cuidao porque
too el monte no es orégano, y un
día, por culpa de sus trapisondas, va
usté a tropezarse con algo que le
duela.
|
ISIDRA.-
¡Yo! ¿Pero qué
dices?
|
JUAN JOSÉ.-
Lo que he dicho, y con ello basta.
(A
ANDRÉS.) Vamos en busca de Antonio,
que ya es hora.
(Levantándose.)
|
ANDRÉS.-
Vamos.
(Se levanta también.)
Cuando vengan ésas, que esperen.
|
TABERNERO.-
Quedar con Dios.
|
|
(JUAN JOSÉ y
ANDRÉS se dirigen al fondo; al llegar delante
de
ISIDRA,
ANDRÉS le da a ésta un golpecito en el
hombro, y le dice con tono zumbón:)
|
ANDRÉS.-
(A
ISIDRA.) Hasta luego, mamá...
|
|
(Salen por el fondo
ANDRÉS y
JUAN JOSÉ.)
|
Escena VI
|
|
El
TABERNERO e
ISIDRA.
|
ISIDRA.-
(Por
JUAN JOSÉ y
ANDRÉS.)
¡Condenaos!... Y no es más que
porque Juan José ha
pensao que yo aconsejo mal a Rosa
(Al
TABERNERO.)
|
TABERNERO.-
¿No lo hace
usté?
(Con sorna.)
|
ISIDRA.-
(Con tono de inocencia.)
¡El Señor me libre!...
Usté me conoce, Manuel.
|
TABERNERO.-
Porque la conozco a
usté no la creo.
|
ISIDRA.-
¿No?
|
TABERNERO.-
Dígame
usté,
señá Isidra. Yo no me meto en
los asuntos de mi parroquia porque no debo, y porque todo el que entra en mi
casa a dejar un duro, o una peseta, o una
perra chica, es
sagrao pa mí. Yo sé
oír, y ver, y callar, y respetar a cada uno
su marcha, que ese es mi oficio y mi
negocio; pero no me venga
usté con pamplinas. Aquí no
cuelan.
|
ISIDRA.-
¿Yo?
|
TABERNERO.-
Déjese usté de
historias. Desde que Paco se mudó a esta calle y conoció a Rosa,
¿qué ha hecho Paco sino rondar a Rosa, y qué ha hecho
usté más que meter a Paco por
los ojos de Rosa?
|
ISIDRA.-
¿Soy yo responsable de que se
echen a mala parte mis buenas intenciones?
|
TABERNERO.-
(Con tono de duda.) ¿Buenas
intenciones
usté?
|
ISIDRA.-
¡Claro! Paco es una gran
proporción, y me duele que no se aproveche de ella Rosa. Eso es cierto;
tan cierto, como no me he metido nunca en que ella quiera o deje de querer a
Juan José. ¿Qué tiene que ver lo uno con lo otro?
|
TABERNERO.-
¡Una friolera!... ¿Usté se ha creído que Juan José iba a
conformarse?
|
ISIDRA.-
No sería el primero.
|
|
(Se abre la puerta del fondo y entra
PACO seguido de dos mujeres y dos hombres. Los hombres
llevan capas y sombreros anchos, las mujeres pañuelos de seda a la
cabeza y mantones de flecos.)
|
PACO.-
(Desde la puerta.)
¡Adentro!... ¡Ahora veréis si llevo razón!
|
|
(Entran los dos hombres y las dos
mujeres.)
|
Escena VII
|
|
ISIDRA,
PACO el
TABERNERO, dos mujeres y dos hombres; luego, el
MOZO.
|
TABERNERO.-
(Dirigiéndose a
PACO con la oficiosidad propia de un tabernero
cuando entra un buen parroquiano en su casa.) ¡Señor
Paco!...
|
PACO.-
¡Hola, Manuel! Les he dicho a
éstos que tienes la mejor copa de vino del distrito, conque echa unas
pa que se enteren.
|
TABERNERO.-
(Llenando unas copas y poniéndolas
sobre la repisa del mostrador.) Éstas son las mías.
|
PACO.-
(A
ISIDRA.) ¿Qué bebe
usté?
|
ISIDRA.-
Aguardiente.
|
|
(El
TABERNERO sirve a
ISIDRA; los demás apuran sus copas.)
|
PACO.-
(A los que le acompañan.)
¿Qué tal?
|
MUJER lª.-
¡Superior!
|
PACO.-
(Al
TABERNERO.) Danos otras, y que nos
arreglen un arroz con pollos y unas chuletas. Cenamos aquí.
|
TABERNERO.-
¡Chico!
(El
TABERNERO sirve otras copas; el
MOZO sale por la puerta de la izquierda. Al
MOZO.) Entra en la cocina y que
avíen un arroz con pollos y unas chuletas. Son
pa el señor Paco; no digo
más. Ponles la mesa en ese cuarto.
|
|
(El de la derecha. El
MOZO sale por la izquierda.)
|
PACO.-
(Al
TABERNERO.) ¿Tienes guitarra?
|
TABERNERO.-
(Con afán de agradar.) Pa usté se buscaría aunque no la hubiera.
Ahí dentro
(Por el cuarto de la derecha.)
encontrarán ustedes una, y de primera.
|
PACO.-
(A las mujeres.) ¿No
bebéis?
|
MUJER 1ª.-
¿Digo?
(Apurando la copa.)
|
PACO.-
(Al
TABERNERO.) Repite.
(El
TABERNERO llena otras copas.
PACO se dirige al velador de la izquierda,
enfrente del cual se habrá sentado
ISIDRA. El
MOZO sale de la cocina con un servicio de platos y
manteles; atraviesa la escena y entra en la habitación de la derecha,
que se ilumina como si acabasen de encender el gas. A
ISIDRA.) ¿La ha visto
usté?
|
ISIDRA.-
Sí.
|
PACO.-
¿Y qué?
|
ISIDRA.-
Durilla anda; pero déjela
usté de mi cuenta, que ya se
dará.
|
PACO.-
Si me ayuda
usté no ha de pesarle.
|
ISIDRA.-
¿Ayudarle a
usté...? Con alma y vida. A un mozo
tan rumboso y tan guapo se le ayuda siempre. Y no lo hago por interés,
Dios lo sabe; lo hago porque le tengo a
usté simpatías.
|
PACO.-
Si yo pudiera hablar a solas con ella;
pero no encuentro ocasión nunca; se pasa el día en el taller;
sale del taller con Toñuela, y en cuanto Juan José viene de la
obra, no se aparta de ella un instante.
|
ISIDRA.-
¿Ocasión?... Esta noche
se le puede ofrecer a
usté una.
|
PACO.-
¿Esta noche?
|
ISIDRA.-
Rosa vendrá aquí, y
vendrá antes que él, porque él ha ido a arreglar un
negocio, y a poco que tarde, tardará un poco; si
en tan y mientras ella se queda sola, sale
usté del cuarto, se hace el
encontradizo, y... Créame
usté, Paco, con dinero y con
simpatías se va a todas partes.
|
|
(Sale el
MOZO de la habitación de la derecha y se dirige
al mostrador.)
|
PACO.-
(A
ISIDRA.) ¿Quiere
usté cenar?
|
ISIDRA.-
Gracias, ya lo he hecho. Ahora voy en
casa de una vecina a que me preste unos cuartejos. Poca cosa: un apuro de
veinte reales.
|
PACO.-
(Metiendo la mano en el bolsillo del
chaleco y sacando de él unas monedas.) Ahí van dos duros,
y quédese
usté por si la necesito.
|
ISIDRA.-
(Toma el dinero y lo guarda con
expresión de profunda codicia.) ¡De rodillas le
serviría yo a
usté, Paco!
|
TABERNERO.-
(A
PACO.) Cuando
ustées quieran; eso está
listo.
(Por la habitación de la
derecha.)
|
PACO.-
(A los que le
acompañan.) Vamos.
|
TABERNERO.-
(Abriendo de par en par la puerta de la
derecha.) Pasen
ustées.
|
|
(Entran los dos hombres y las dos mujeres en la
habitación de la derecha.)
|
PACO.-
(Al
TABERNERO desde la puerta de la derecha.)
Mándanos dos docenas y unas aceitunas,
pa hacer boca.
(Entra
PACO en la habitación de la derecha, cuya
puerta se cierra tras él.)
|
Escena IX
|
|
ROSA,
ISIDRA,
TOÑUELA y el
MOZO.
|
TOÑUELA.-
(A
ROSA.) ¡De bonito humor va a ponerse
Andrés cuando lo sepa!...
|
ISIDRA.-
¿Qué ocurre?
|
TOÑUELA.-
¡Qué va a ocurrir,
señora! Que han puesto en la calle,
por una quincena, a la
mitá de las obreras de la
fábrica, y nos ha
tocao la china a nosotras.
|
ISIDRA.-
¡Vaya por Dios, mujer!
|
TOÑUELA.-
¡Dos pesetas diarias que se va
a baños! ¡Qué remedio! ¡Tendremos paciencia!
|
ROSA.-
¡Pa lo
que yo ganaba!... ¡Valiente
puñao son tres moscas o seis reales,
que era mi jornal, por estarme dale que le das desde las siete de la
mañana!
|
TOÑUELA.-
No es tan poco. Con seis reales se
puede hacer mucho.
|
ISIDRA.-
(Con burla.) ¡Lo menos un
hotel!...
|
ROSA.-
(Riendo.)
¡Sí!...
|
TOÑUELA.-
Menos mal que quince días pasan
a escape. Lo siento por Andrés, que tendrá que acortar su
ración de vino.
|
ISIDRA.-
Que se aguante. Demás
hacéis con trabajar
pa ellos y estropearos las manos por
ellos.
|
ROSA.-
(Mirándose las manos con aire
triste y mal humorado.) ¡Buenas las tengo yo!
|
TOÑUELA.-
Cuando se es pobre, hay que arrimar el
hombro. A mí me sabe a gloria el dinero que gano
pa ayudar a Andrés. ¿A ti no
te sucede igual?
(A
ROSA.)
|
ROSA.-
(Con displicencia.) Sí,
claro está que sí.
|
ISIDRA.-
(Con desdén.)
¡Aperrearse por un hombre!...
|
TOÑUELA.-
Queriéndole y viéndole
apurao, se hace a gusto.
|
ROSA.-
¡Queriéndole!...
|
ISIDRA.-
Déjate de
quereres. El querer se acaba un día
u otro. ¡Cualquiera me tosía a mí si fuese joven y bonita
como vosotras dos!...
(A
ROSA.) ¡Quita allá,
infeliz!... Mujeres conozco que no valen la
mitá que vosotras y viven con
desahogo, y las tienen a boca que pides, y son las reinas de su casa.
|
ROSA.-
Sí las hay, y están
como se les antoja, y se ríen del mundo.
|
TOÑUELA.-
Mientras que les dura el palmito.
Cuando éste se acaba, ¿qué es de ellas? Ni los perros las
quieren.
|
ISIDRA.-
¡Qué sabes
tú!...
|
TOÑUELA.-
¡Quiá!... Prefiero
sujetarme a mi Andrés, y sufrir su pobreza, y aguantar su genio, a pasar
lo que pasan otras, y llegar a vieja y verme como
usté se ve, sola, sin la calor de
nadie.
|
ISIDRA.-
¿Y por qué me veo yo
así?... Por tonta y por no llevarme de buenos consejos... Y si no, anda,
fíate de los hombres; quiérelos por ellos, pasa por ellos
fatigas, y penas, y disgustos... ¡ya verás qué pago te
dan!
|
ROSA.-
(A
TOÑUELA.) En eso tiene razón
la
seña Isidra. Te afanas por un
hombre, pasas con él tu juventud, te aperreas por él, y el
día menos
pensao se cansa de ti, te pone
en la del rey, y si te he visto no me
acuerdo. Ahí está lo que ocurre.
|
TOÑUELA.-
No siempre. En fin, cada uno hace de
su capa un sayo; y yo me voy a casa a dejar este lío
(Uno que habrá puesto al entrar
sobre un taburete.) y a preparar la cena, que esta noche tengo
convidaos.
(Se levanta.)
|
ISIDRA.-
¿Convidaos?...
|
ROSA.-
Sí; Juan José y yo.
|
TOÑUELA.-
Pa mí,
como si fuéseis el rey y la reina de España.
(Coge el lío de encima del
taburete. A
ROSA.) ¿Me esperas aquí?
|
ROSA.-
Bueno.
|
TOÑUELA.-
Bajo en un Jesús. ¡Pobre
Andrés!... ¡Tan contento como estaba, y ahora dos semanas de
ahogos!...
(Como desechando su mal humor.)
¡Qué demonio!... Dios proveerá. Menos ganan los gorriones y
viven
(Sale por el fondo.)
|
Escena X
|
|
ROSA,
ISIDRA y el
MOZO; al final,
PACO y sus compañeros, dentro.
|
ROSA.-
(A
ISIDRA, por
TOÑUELA, y con acento de despecho.)
Ahí la tiene
usté, tan satisfecha y tan alegre...
Parece que le ha
tocao el premio gordo con su Andrés.
¿Cómo podrá estar alegre con la vida que lleva?
|
ISIDRA.-
Porque está
acostumbrá a ella desde que
nació y no ha visto el mundo por un
bujero, ni sabe lo que son comodidades y
bienestares y llevar a los hombres de
mérito
amarraos a la cola del vestido.
(Con desprecio.)
¡Qué sabe esa
méndiga!...
(Con fingida compasión y
cariño, y cogiendo las manos de
ROSA entre las suyas.) No te ocurre a ti
lo mismo, pobrecilla. ¡Quién te ha visto y te ve! Caro
estás pagando el capricho.
|
ROSA.-
(Con tristeza.) ¡Sí
lo pago, sí!...
(Con despecho.)
¡Encontrarme como me encuentro!... ¡Ay,
señá Isidra, cada día
me acostumbro menos a estas miserias!...
|
ISIDRA.-
Naturalmente.
|
ROSA.-
Nada, que no es posible. Yo procuro, y
quisiera y no puedo... ¡Vamos, que no sé a punto fijo lo que me
pasa! Un
deo de la mano diera yo por saberlo, y por
explicármelo.
|
ISIDRA.-
A que yo te lo explico.
|
ROSA.-
Usté...
|
ISIDRA.-
Yo... En primer lugar, te figuras que
quieres a Juan José, y no lo quieres.
|
ROSA.-
(Con sorpresa.) ¿No?
|
ISIDRA.-
Vamos, quererle, sí le quieres;
pero no con ese cariño que ciega y pone una venda en los ojos.
|
ROSA.-
Yo...
|
ISIDRA.-
No, así no le quieres. La
prueba es, que notas lo que al lado suyo te falta; y como no eres una
imbécil, reflexionas en que vales mucho y dices: «¿Voy yo a
conformarme con esto?», y no te conformas; y haces bien.
|
ROSA.-
¡Conformarme!...
|
ISIDRA.-
¡Calla, mujer, calla!... Es un
dolor que estés como estás. ¿Y por quién? Por un...
Así como así, lo merece la prenda.
|
ROSA.-
(En un arranque de vanidad de
hembra.) Eso no; Juan José es un buen mozo.
|
ISIDRA.-
Los domingos, que se lava y se
desenyesa la cara; los demás días cualquiera averigua lo que es.
¡Y aunque sea un buen mozo!... Tan buenos los hay y se mueren por tus
pedazos, y no te obligarían a trabajar y a sufrir privaciones... Quita,
que no tienes perdón de Dios. ¡Si yo estuviera en tu
pellejo!...
|
ROSA.-
Señá Isidra, ¿qué voy a hacer
sino lo que hago? ¿Cómo le dejo, si no me da motivo, y se muere
por mí, y me considera, y dos que gane, míos son? No tengo
más remedio que agradecérselo y aguantarme.
|
ISIDRA.-
Y morirte de agradecimiento en un
rincón.
|
ROSA.-
Es...
|
ISIDRA.-
(Interrumpiéndole.) ¡Ése sí
que es un hombre ñora; porque sólo agradecimiento le tienes ya!
¿Crees que yo me chupo el dedo?... pues no; yo sé de alguien que
no te disgusta, y te ha ido interesando poco a poco, y metiéndose en tu
sentir.
(Como respondiendo a una señal
negativa de
ROSA.) No me hagas señas de que no,
porque es verdad. ¿Quieres que te lo nombre? Paco.
|
ROSA.-
No; no suponga
usté...
|
ISIDRA.-
(Interrumpiéndole.)
¡Ése sí que es un hombre cabal y buen mozo, y dispuesto a
cuanto sea menester por gustarte!... Sólo que tú, con tus
desprecios y con tus
repulgos, acabarás por aburrirle y
hacer que se canse de ti...
|
ROSA.-
(Con orgullo.) ¡Cansarse!...
Apueste
usté que no. ¡Como yo
quisiera!...
|
ISIDRA.-
Pero no quieres, y acaso cuando vayas
a acordarte de él, se haya él
olvidao hasta del santo de tu nombre.
|
ROSA.-
¡Quiá! Paco será el mismo de hoy mientras
a mí me dé la gana. No me gusta presumir ni
echar plantas, pero, sépalo
usté; así, mal vestida, y con
esta facha, y sin dármelas de
farolera, donde estuviera Paco y mi cuerpo
se presentase, no habría más que un ama; yo.
|
ISIDRA.-
(Con cariño.)
¡Vanidosa!
|
|
(Se escucha en la habitación de la
derecha el rasgueo de una guitarra, acompañado con palmadas y
taconazos.)
|
ROSA.-
¿Hay música ahí
dentro?
|
|
(UNA VOZ DE HOMBRE entona dentro
la salida de una malagueña.)
|
ISIDRA.-
Es...
|
ROSA.-
(Levantándose y
dirigiéndose hacia la derecha.) Oiga
usté, que va a cantar.
|
UNA VOZ DE HOMBRE.- | | (Dentro y cantando acompañado por la
guitarra.) | | vivir sin ti no es vivir, | | | | y sin ti no vivo yo; | | | | más vale esperanza en ti | | | | que no andar en procesión, | | | | hoy aquí, mañana allí. | | |
|
|
VOCES.-
(Dentro.) ¡Olé!
¡Viva lo bueno!... ¡Viva!...
|
ROSA.-
(Con alegría.)
¡Olé!
(A
ISIDRA.) ¡Que muy rebién
cantao!
|
ISIDRA.-
(A
ROSA.) ¿Lo ves? No puedes
remediarlo. Ya te está saltando el alma del cuerpo. De buena gana
entrarías a
echar una copla.
|
ROSA.-
¡Que lo diga
usté!...
|
ISIDRA.-
(Con sorna y haciendo un gesto
picaresco.) Ahora que caigo... ¡Pues no se me había
olvidao!... ¿A qué no
adivinas quién está ahí dentro?
|
ROSA.-
¿Quién?
|
ISIDRA.-
Paco. Ha venido con unos amigos y con
dos mujeres muy guapas
(Recalcando la frase.)
|
ROSA.-
¿Sí?
(Con despecho mal
disimulado.)
|
ISIDRA.-
¡Guapas de veras!
(Con tono insidioso.) Lo que
pensará el hombre: un clavo saca otro...
|
ROSA.-
Lo que tiene es rabia porque no le
hago cara.
|
|
(Se abre la puerta de la derecha y sale por
ella
PACO.)
|
PACO.-
(Desde la puerta. Al
MOZO.) ¡Chico!... ¡Vino!...
(Como si reparase en
ROSA.) ¿Es
usté, vecina?
(Dirigiéndose a ella.)
|
ROSA.-
Ya me ve
usté.
|
PACO.-
¡Y la veo tan real moza como
siempre!
|
ROSA.-
Como que soy la misma.
|
|
(El
MOZO llena una bandeja de copas, la lleva a la
habitación de la derecha.
ISIDRA se retira al segundo término.)
|
Escena XI
|
|
ROSA,
ISIDRA y
PACO; luego, el
MOZO.
|
PACO.-
(A
ROSA.) ¿Me deja
usté que la convide?
|
ROSA.-
Se estima.
(Con ligero acento de despecho.)
No quiero entretenerle. Podía enfadarse la reunión.
|
PACO.-
¡Valiente
cuidao se me da! Estando como estoy ahora,
al lado de
usté, cien años me
parecerían un minuto.
|
ROSA.-
¡Cien años!
(Con acento irónico.) Iba
usté a encontrar calvo cuando
volviese, a las señoras que le acompañan.
|
PACO.-
Por mí, que se les caiga el
pelo.
|
|
(Sale el
MOZO de la habitación de la derecha con una
bandeja llena de copas a medio apurar; llega con ellas al mostrador y
vacía el sobrante de las copas en la jarra.)
|
ROSA.-
(A
PACO.) Ande
usté, que le esperan; ande
usté con ellas y
diviértase.
|
PACO.-
¡Divertirme!... ¡Yo ya no
me divierto, Rosa!
|
ROSA.-
(Con ironía.) ¿Le
ha ocurrido a
usté alguna desgracia?
|
PACO.-
La mayor de todas,
penar por causa de una mujer, que maldito
si hace caso de mí.
|
ROSA.-
¡Qué pícara!...
¿Y quién es? ¿Alguna de las señoras que está
ahí dentro?
|
PACO.-
No se burle
usté. Conmigo no ha venido nadie.
Esas mujeres vienen con dos amigos míos, y están ahí
porque ellos las han
invitao.
Pa mí, como si no estuvieran.
|
ROSA.-
¡Vamos!...
|
PACO.-
La persona por quien yo
peno no está en aquel cuarto;
usté lo sabe, y si cualquiera de
esas mujeres le estorba a
usté, lo dice y se marcha a la
calle, y si la estorbo yo, me voy yo; porque donde yo esté y
usté se presente,
usté es la dueña, y la que
manda, y la que dispone, y aquí está quien lo dice, y no se ha
ido.
|
ROSA.-
Gracias, Paco.
(Dirige a
ISIDRA una mirada de triunfo y orgullo
satisfecho.) No lo decía yo por tanto.
(Después de una ligera pausa y
como si quisiera variar de conversación.) ¡Vaya una
malagueña bien
cantáa la de antes!
|
PACO.-
No está mal; pero al lado de
usté... ¡Usted sí que
canta como un ángel del cielo!
|
ROSA.-
(Entre satisfecha y avergonzada.)
¡Eche
usté arena!
|
PACO.-
Como si fuese hoy, tengo presente la
primera vez que la oí a
usté cantar. Llevo la copla en el
corazón, y daría lo que me pidiesen por volverla a
oír.
|
ROSA.-
No sea
usté romancero, Paco. Cualquiera
pensará que nunca ha
escuchado usté nada mejor.
|
PACO.-
¡Nada! Y, ahora que caigo en
ello, ¿por qué no entra
usté a cantarnos una
malagueña?
|
ROSA.-
¿Yo?
|
PACO.-
Hágame
usté ese obsequio.
|
ROSA.-
De buena gana; pero no es
posible.
|
PACO.-
¿Por qué?
|
ROSA.-
Estoy esperando a Juan José;
él es muy poco
aficionao a que yo entre y salga y
alterne. Podía enfadarse.
|
PACO.-
¡Enfadarse! Si yo fuera un
desconocido, se comprende que se enfadara. Tratándose de mí, no
hay caso.
|
ROSA.-
Claro que
usté es su maestro, y Juan
José le debe los dos o los cuatro que gana, pero...
|
PACO.-
Pero, ¿qué?
|
ROSA.-
No puedo; de veras no puedo.
Él tiene su carácter, y si lo toma a mal...
|
PACO.-
No lo tomará. Es un momento, y
si en ese momento llega él, que pase y se beba una copa, o diez, o
cuarenta; están ustedes con nosotros lo que les
cumpla, y cuando les dé la gana, se
van.
(Con insistencia cariñosa y como
tratando de vencer la actitud indecisa de
ROSA.) Vaya, haga
usté algo en su vida por mí;
aunque sólo sea
cantarse una copla...
(A
ISIDRA, que permanece en segundo término
junto a un velador, apurando a sorbos un vaso pequeño de
aguardiente.) Señá Isidra, ayúdeme
usté a convencerla.
|
ISIDRA.-
(Acercándose.)
¿Qué es ello?
|
ROSA.-
Que Paco se empeña en
oírme cantar un rato; yo no me atrevo a complacerle, porque Juan
José va a venir y puede figurarse cualquier cosa y darme un
disgusto.
|
ISIDRA.-
No hay motivo
pa que Juan José se incomode; entre
amigos un obsequio se acepta, que no somos salvajes
pa desairar a las
presonas.
|
ROSA.-
Yo...
|
ISIDRA.-
Anda, mujer, anda; y no te hagas de
rogar tanto.
|
ROSA.-
Iré.
(A
PACO.) Advierto que no hago más que
cantar dos coplas y salir.
|
PACO.-
A gusto de
usté. De esa puerta adentro,
usté es la reina.
(A
ISIDRA.) ¿Viene
usté?
|
ISIDRA.-
Yo me voy a acostar.
|
PACO.-
(Abriendo la puerta de la
derecha.) Entre primero la gracia de Dios.
|
|
(Entran
PACO y
ROSA en la habitación de la derecha, cuya
puerta se cierra detrás de ellos.)
|
Escena XIV
|
|
TOÑUELA,
JUAN JOSÉ,
ANDRÉS y el
TABERNERO; dentro,
PACO,
ROSA, los dos hombres y las dos mujeres.
|
ANDRÉS.-
¡Qué vas a tardar, si
eres un
conómetro pa eso de quitarme el
beber! ¡Sólo que hoy te has
retrasao, prenda! Llevo
sopláas unas pocas.
|
TOÑUELA.-
No lo digas, que bien se te conoce,
borracho.
|
ANDRÉS.-
A mucha honra.
(Se acerca a
TOÑUELA y la pone la mano en el hombro
cariñosamente.)
|
TOÑUELA.-
(Rechazándole cariñosamente
también.) Aparta, que no estoy
pa bromas.
(A
JUAN JOSÉ.) ¿Y Rosa?
|
JUAN JOSÉ.-
(Sorprendido.) ¿No
subió contigo?
|
TOÑUELA.-
No; la dejé aquí.
|
JUAN JOSÉ.-
¡Aquí!...
¿Dónde puede haberse
marchao?
|
|
(Vuelve a oírse dentro el rasgueo de la
guitarra.)
|
ANDRÉS.-
(Al
TABERNERO.) ¿Tienes gente?
|
VOCES.-
(Dentro.) ¡Olé!...
¡Vamos a oírla!...
|
|
(Una voz de mujer entona dentro la salida de
una malagueña.)
|
JUAN JOSÉ.-
¡Qué!...
(A
ANDRÉS.) ¿No es esa voz la
de Rosa?
(Avanza hacia la derecha; al oír
el comienzo de la copla se detiene.)
|
ROSA.- | | (Dentro. Cantando.) | | Compañero de mi alma | | | | mira lo que están hablando; | | | | sin tener que ver contigo | | | | la gente anda murmurando. | | |
|
|
VOCES.-
(Dentro.) ¡Olé!
¡Olé!
|
JUAN JOSÉ.-
(Que ha llegado seguido por
ANDRÉS hasta la puerta de la derecha, luego
de mirar por el hueco que dejan libres las cortinas. A
ANDRÉS.) ¡Es ella!
(Con ansiedad.)
¿Quién está con ella?
(Vuelve a mirar. Con rabia.)
¡Paco!... ¡Lo ves, Andrés!... ¡Está cantando
paque él la escuche!... ¡Y
él la obsequia!... ¡Y ella le mira!... ¡Te juro que va a
durarles poco la diversión!...
|
|
(Abre la puerta de la derecha con violencia.
Estas frases las dirá
JUAN JOSÉ al mismo tiempo que canta
ROSA; de suerte que cuando él abra la puerta
del cuarto, quede cortada la copla donde sea y llegue el canto.)
|
TABERNERO.-
¿Qué es esto?
|
JUAN JOSÉ.-
(Desde la puerta y hablando con los de
dentro.) ¡Rosa!
(Con dureza.)
|
PACO.-
(Dentro.) Entra, Juan
José.
|
JUAN JOSÉ.-
(Con sequedad.) No, señor.
(Como si hablara a
ROSA.) ¡Has oído, que vengas
aquí!... ¡Date prisa!...
(Con impaciencia y
cólera.)
|
TOÑUELA.-
(Bajo a
ANDRÉS. Por
ROSA.) ¡Qué loca!
|
|
(Sale
ROSA por la puerta de la derecha.)
|
ROSA.-
(A
JUAN JOSÉ.) Aquí estoy.
(Reparando en la actitud descompuesta de
JUAN JOSÉ.) ¿Qué
tienes?
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JUAN JOSÉ.-
(Cogiendo a
ROSA por la muñeca con dureza y
llevándola al primer término.) ¡Qué
tengo!... Y tú, ¿qué hacías en esa
habitación?... ¡No te he dicho que no quiero verte con nadie, y
menos con él!...
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(Sale
PACO por la puerta de la derecha, y detrás de
él las dos mujeres y los dos hombres.)
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Escena XV
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ROSA,
TOÑUELA,
JUAN JOSÉ,
PACO,
ANDRÉS, el
TABERNERO, los dos hombres y las dos mujeres.
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PACO.-
(Dirigiéndose a
JUAN JOSÉ.) ¿Qué es
esto, Juan José?
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JUAN JOSÉ.-
(Con dureza.) Ya lo ve
usté. Saco de ahí a Rosa,
porque tal es mi gusto; y no creo que haya quien me lo estorbe.
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PACO.-
¿Te enfadas porque la he
convidao a una copa? Mía es la
culpa; la vi al entrar y la invité de buena manera.
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ROSA.-
(A
JUAN JOSÉ.) Yo no quería.
Fue él quien se empeñó.
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PACO.-
Me parece a mí que un amigo no
ofende convidando a la mujer de otro.
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JUAN JOSÉ.-
Un amigo, no.
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PACO.-
Entonces...
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JUAN JOSÉ.-
Pero, ¿usté es un amigo mío?
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PACO.-
(Sorprendido.) ¿Qué
dices?
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JUAN JOSÉ.-
Que no es amigo de uno el que enamora
a la mujer que vive con uno y quiere quitársela.
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ANDRÉS.-
¡Juan José!...
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JUAN JOSÉ.-
Estoy harto de disimulos.
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PACO.-
¿Tú dices?
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JUAN JOSÉ.-
Lo que
usté sabe tanto como yo; que Rosa le
parece buena para sus entretenimientos, y que yo he debido parecerle a
usté muy poca cosa cuando se atreve
a poner en ella sus ojos.
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TABERNERO.-
(A
PACO.) No le haga
usté caso.
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ROSA.-
(Como asustada.) ¡Dios
mío!
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TOÑUELA.-
Tú tienes la culpa.
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PACO.-
Está loco.
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JUAN JOSÉ.-
No estoy loco. Hace tiempo que le
vengo observando a
usté y sabiendo que, con capa de
amigo, quiere
usté robarme lo que más
aprecio en el mundo, lo sé; y como alguna vez teníamos que jugar
limpio, hice antes lo que hice, y le hablo a
usté como le estoy hablando en este
momento.
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ANDRÉS.-
(A
JUAN JOSÉ.) ¡Ten
prudencia!
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PACO.-
(A
JUAN JOSÉ.) Pues hablas mal y
apuras mi paciencia, y te olvidas de quien soy yo.
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JUAN JOSÉ.-
No me olvido.
Usté es mi maestro, el que me da el
jornal con que como, y dispone de mí y de estos brazos desde que sale el
sol hasta que anochece. ¡Ya ve
usté cómo no me olvido! Sin
duda por eso, porque me paga
usté, ha
llegao a creerse que todo lo mío le
pertenece, y no contento con lucirse a costa de mi sangre, quiere
usté mandar también
aquí dentro y coger lo que aquí dentro vive y llevárselo.
¡Pues eso no, no señor Paco; eso, no!
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PACO.-
(Con cólera.) ¡Mira
lo que dices!
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JUAN JOSÉ.-
Digo, que pobre, pero no tanto. Mi
sudor, bueno; mi trabajo, bueno también; de
usté son, porque
usté los paga.
(Cogiendo a
ROSA por un brazo y atrayéndola a
sí.) Pero esto no se paga con dinero; no hay dinero que lo pague
en el mundo. Esto es mi vida, mi alma, me pertenece y no lo suelto.
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TABERNERO.-
(A
JUAN JOSÉ.) No armes
escándalo en mi casa.
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PACO.-
(A
JUAN JOSÉ.) Acaba de faltarme,
porque se me acaba el aguante.
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(Avanzando hacia
JUAN JOSÉ; los hombres que acompañan a
PACO hacen ademán de seguirle.)
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ANDRÉS.-
(Interponiéndose entre los que
avanzan.) Quietos, que son dos hombres solos.
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PACO.-
(A
JUAN JOSÉ.) ¿Conque buscas
peleas?
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JUAN JOSÉ.-
¡Yo no busco nada; digo lo que
debo decir, y me atengo a los
resultaos!
(Con energía.)
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PACO.-
(Con ira.) Tentao estoy de responderte que tienes razón, que la
quiero, y que he de poder poco si no te la quito, aunque sea delante de tus
ojos.
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(Trata de avanzar hacia
JUAN JOSÉ; los que van con él le
detienen.)
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JUAN JOSÉ.-
(Avanza al mismo tiempo que
PACO.) ¡Quitármela!...
(Se detiene como reprimiendo su
cólera. A los hombres que contienen a
PACO.) No sujetarle.
(A
PACO.) Pruebe
usté. A la calle vamos.
(Dirigiéndose a
ROSA.) Sal delante, y sal tranquila, y ve
despacio. Anda.
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TOÑUELA.-
Yo iré.
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(Haciendo ademán de acompañar a
ROSA, que se dirige al fondo.)
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JUAN JOSÉ.-
(A
TOÑUELA.) He dicho que sola.
(A
PACO.) Esa mujer es la mía, la que
yo quiero; y la quiero
pa mí solo, ¡solo!...
(ROSA abre la puerta del
fondo y sale por ella.) ¿Hay quien dice que desea
quitármela? ¡Que pruebe!... Sola va. El que la quiera que salga
por ella. ¡Pero no olvide que tiene que salir por esta puerta
(La del fondo.) , y que en esta
puerta estoy yo!...
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(La actitud de los actores será la
siguiente:
JUAN JOSÉ en el fondo.
PACO, en primer término, sujeto por los hombres
y las mujeres que le acompañan. El
TABERNERO al lado de
PACO.
ANDRÉS cerca de
JUAN JOSÉ.
TOÑUELA junto a
ANDRÉS.)
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