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30-1-1:


El bárbaro sagaz de espacio andaba [...]


Pasa con de espacio, que siendo aquí completado con preposición, se ha convertido en el adverbio despacio. En esta forma se puso en las ediciones de Sancha, Rosell y otras, pero sin razón, como lo vamos a ver.

Ercilla usó multitud de veces de las voces espacio, espaciosa, a las que atribuye siempre un significado muy diverso del que les damos en Chile. Espacioso vale entre nosotros como amplio, vasto, extendido, en tanto que en La Araucana está empleado como lento, tardo, o en nuestro modo de expresarnos, despacio, tomado, indudablemente, del de espacio de los clásicos, tal como lo dijo nuestro Ercilla en el verso que queda citado y en este (70-1-2):


Batiendo bien de espacio el hueco suelo [...]


Y como en estos ejemplos, en no menos de otros veinte, que no copiamos por no dar fastidio; pero que el curioso podrá ver registrados en el glosario, bajo el adjetivo espacioso.

También empleó, como decíamos, el adjetivo espacioso (117-4-1):


Paréceles que es lento y espacioso [...]


y el adverbio espaciosamente (168-1-2):


Rengo espaciosamente se movía [...]


Facilísima cosa es traer a cuenta el empleo de de espacio en los escritores de la buena época, porque siempre escribían así. Cervantes, Don Quijote, III, 96: «[...] el Cura se le puso a mirar muy de espacio, dando señales de que le iba reconociendo [...]». Id., IV, 61: «[...] antes, luego cuando su padre vio que venía, y de espacio, la llamó y mandó que llegase». «Limpiose el mozo los soñolientos ojos, y miró de espacio al que le tenía asido [...]». «Alcé la cabeza, y mirela muy de espacio [...]». El casamiento engañoso y coloquio de Cipión y Berganza, p. 333. «Púseme de espacio a mirarla [...]». Id., p. 343.

Alcázar, Poesías, p. 193:


¡Oh buen padre!, subiste ya de espacio [...]


Pedro Espinosa, Panegírico a Antequera, Xerez de la Frontera, 1626, 4.º, ed. de Rodríguez Marín, p. 306: «Daste priesa de espacio».

De aquí, que Covarrubias en su Tesoro de la Lengua Castellana defina: «Ir de espacio, o de priesa una cosa. Caminar de espacio. Hablar de espacio».

En América, Pedro de Oña, antes de finalizar el siglo XVI, escribía el vocablo en esta misma forma (Arauco domado, C. XIV, p. 354):


Para que tan de espacio la miraran [...]


Y el P. Hojeda en La Cristiada, hoja 204 v.:


Su gravedad olvidan espaciosa
y procúranle muerte presurosa,


donde con mucha oportunidad se contraponen las dos ideas de tardo y pronto.

  —212→  

Observa don Agustín G. de Amezúa y Mayo, comentando el pasaje del Coloquio que transcribimos, en la nota 277 de su hermosa y acabada edición crítica de esa obra de Cervantes: «Con perfecta lógica, y acusando en ello su primitiva formación, escribíanse antiguamente por separado aquellos adverbios que originariamente eran adjetivos o complemento con preposición, y así se decía: en frente, a prisa, a caso, toda vía, a fuera, etc. Singularmente, el adverbio de tiempo de espacio no aparece en su forma ortográfica actual, despacio, hasta muy entrado el siglo XVII; siendo innecesario alegar ejemplos de esta doctrina, cuando están llenas de ellos las obras todas de nuestros clásicos. El uso moderno, con indudable acierto, ha simplificado su antigua dicción [...]». Añadiremos, sin embargo, nosotros, que ya el mismo Cervantes usó de la forma despacio, como puede verse en el siguiente pasaje del Don Quijote, t. V, p. 80, edición citada de Rodríguez Marín: «-La causa de eso es -dijo Sansón- que como las obras impresas se miran despacio, fácilmente se ven sus faltas, y tanto más se escudriñan cuanto es mayor la fama del que las compuso». Y no sólo en este, sino en varios otros lugares de aquella obra. «Digo que no la he visto tan despacio -dijo Sancho-, que pueda haber notado particularmente su hermosura [...]». Tomo III, p. 123. Y en el mismo tomo, p. 133: «-¡Discreta señora! -dijo don Quijote-. Eso debió de ser por verla despacio y recrearse con ella».

No estará tampoco de más advertir a este respecto, que en las dos ediciones de La Araucana de Madrid, 1578, se halla la variante despacio por de espacio.

A juicio de Cuervo, Apuntaciones, p. 448, este uso de despacio por espacio (del cual cita también ejemplos de Cervantes y de otros escritores, en su valor de sustantivo y no de adverbio, como los que dejamos copiado) lo considera un abuso.

Según opina Amezúa, nos parece que, más que otra cosa, indica los primeros pasos de la evolución de la lengua hacia la forma actual.

«De este espacio, dice Cuervo (Apuntaciones, página 446), sale espacioso, del cual, a su vez, procede espaciosamente; nosotros decimos despacioso, despaciosamente, que también hemos visto en libros españoles, mas la Academia con mucha razón no ha pasado por esta corruptela, así como tampoco por la de sustantivar a despacio». Cita luego, entre varios autores, para el uso de ambas voces, a Ercilla, de quien pudiéramos transcribir muchas más de ellas, que insertaremos en el Glosario. Conviene, con todo, advertir que espacioso lo usó Cervantes casi siempre en la acepción de amplio, dilatado, vasto, pues aún en el ejemplo que trae Cuervo como aplicado a lento, deja cierta sospecha en el ánimo de que haya querido referirse a extensa: «[...] se pusieron en pie y todos aquellos que la espaciosa procesión miraban [...]».

No puede caber duda de la acepción general que indicábamos en los siguientes ejemplos, tomados también de Don Quijote: «[...] y digo que con todo cuanto mal había dicho de tales libros, hallaba en ellos una cosa buena, que eran el sujeto que ofrecían para que un buen entendimiento pudiese mostrarse en ellos, porque daban largo y espacioso campo por donde sin empacho alguno pudiese correr la pluma [...]». IV, 233. «Y si éste parece pequeño peligro, veamos si le iguala o hace ventaja el de embestir dos galeras por las proas en mitad del mar espacioso [...]». Tomo III, p. 330. «[...] y sé que sus fines y paraderos son diferentes; porque el del vicio, dilatado y espacioso, acaba en muerte [...]». V, 124.

Puede verse también Román, Dicc. de Chilenismos, t. II, arts. Despacio y Despacioso.

Ercilla usó también de espacioso en esta misma acepción, pero pocas veces (381-2-1; 416-3-5; 437-2-2; 454-3-5; 558-3-4; 578-4-2 y 602-4-4):


En medio desta cámara espaciosa [...]



Y en el dispuesto llano y espacioso [...]



Y en un jardín entramos espacioso [...]



Espaciosa de pecho y relevada [...]



Siempre cubierto el espacioso llano [...]



Es de buscar región más espaciosa [...]



Y en campo abierto, fértil y espacioso [...]


Y en sola esta acepción la hallamos empleada en el Arauco domado (C. IV, p. 94):


Los ríos de sus madres arrancados
sus espaciosas márgenes bañaban.




30-1-4:


Mas él nunca descrece en su porfía [...]


Descrecer, que el léxico da como idéntico a decrecer, y que nadie, nos parece, emplearía hoy; pero usábalo todavía Cervantes (Viaje al Parnaso):


Dilátanse la sombras, y descrece
el día [...]




30-2-2:


Del tenebroso albergue húmido y frío [...]


Húmido, como se decía antaño: «[...] también hay otra cosa notable, que es, haber un viento solo por esta costa, que es el sur; el cual, aunque en otras regiones sea húmido y atrae lluvias, en ésta no lo es [...]». Cieza de León, Crónica del Perú, p. 413.


Dixo, y postrado el húmido semblante [...]


Hojeda, La Cristiada, hoja 53.                




30-2-3:


Desocupando el campo y la floresta [...]


Véase más adelante (49-4-5) la nota relativa a ocupar.



30-3-1:


Por entre dos altísimos ejidos [...]


Define el léxico esta voz ejido: «campo común de todos los vecinos de un pueblo, lindante con él, y donde suelen reunirse los ganados o establecerse las eras»: acepción única contemplada y que no conviene de modo alguno con lo que aparece respecto a su significado en esta frase de Ercilla. Ni es la sola vez que la haya empleado, pues la hallamos en el Canto IX (153-4-8):

  —213→  

Por sierras, valles, montes, por ejidos;


donde se ve también con significado diverso del de la definición del léxico, aunque muy semejante a ella en este otro verso (94-3-7):


Y en esto los mastines del ejido,


aludiendo, al parecer, a una casa de campo y su recinto.

Ejido en aquellos dos primeros pasajes, resulta, pues, como cree Nicolás (que traduce esa voz por montaña), que es sinónimo de monte o sierra.



30-3-8:


Cual perlas entre piedras de colores [...]


Como ya lo indica la comparación, las piedras de colores son aquellas preciosas entre las cuales suelen engastarse las perlas: los rubíes, zafiros, topacios, esmeraldas, amatistas, turquesas, granates y otras. Falta en el léxico tal calificativo de piedras.



30-4-8:


Tornaba a parecer corriendo apriesa [...]


o bien en la forma (278-1-2):


Corréis a toda priesa a despeñaros [...]


Y en esa forma priesa, en infinitos lugares de la obra; pero en otro está escrito prisa (363-5-3) en todas las ediciones, con excepción de la de Madrid, 1597. Nótase muchísima anarquía en el uso de esta voz y la razón es, porque, como dice Covarrubias, después de definir a priesa, «otros dicen prisa, que es lo mesmo que priesa». Hoy en día, bien lo sabemos, priesa está relegado a la gente del campo. Cervantes escribió priesa, como por ejemplo (IV, 142): «Si sois el ventero, mandad que nos abran; que somos caminantes que no queremos más de dar cebada a nuestras cabalgaduras y pasar adelante, porque vamos de priesa».



30-1-8; 37-4-2:


Se derribó en el ártico hemisfero [...]



Abren las puertas, derribando el puente [...]


Cinco veces aparece en La Araucana este verbo derribar, empleado siempre en la misma acepción de bajar, descender, acepción que no está registrada en el léxico de la Academia, y en el Diccionario de Autoridades sólo por lo relativo a derribar la capa, locución empleada por Ercilla, ya mencionada (28-2-1) y de que se encuentran ejemplos, v. gr., en Villagra (Conquista de Nueva México, hoja 184 v.):


Y cada cual su bando sustentando,
derribando los mantos de los hombros,
probar quisieron todos sus personas [...]


Veamos otros ejemplos del poema (89-1-1; 163-4-3; 242-1-4):


Saca entera la lanza, y derribando



El brazo atrás [...]



Al tiempo que el cuchillo derribaba [...]


Este uso de derribar se halla también autorizado por Cervantes: «[...] bien es verdad que, al entrar, los estudiantes derribaron sus bonetes, con extraordinario modo de crianza y respeto, mezclado de afición, plegando sus rodillas e inclinando sus ojos, como si fueran los más benditos y corteses hombres del mundo [...]»: manera en extremo expresiva de indicar que se sacaron sus bonetes hasta el suelo, que diríamos en Chile.

«[...] y a cada trago que envasaba, volvía y derribaba la cabeza sobre el hombro izquierdo [...]». Cervantes, Las dos doncellas, p. 199, t. I, Colec. Rivad.

Hemisfero, anticuado, pero usado, todavía, por Cervantes (Viaje al Parnaso, cap. III):


Vimos desde allí a poco al más famoso
monte que encierra en sí nuestro hemisfero [...]




31-1-5:


Apolo en seguimiento de su amiga [...]


En esta amiga de Apolo, o sea el sol, alude aquí el poeta a la Aurora, que precede al nacimiento de aquel astro y cuyas huellas va siguiendo. Admirable representación gráfica de este hecho se encuentra en el célebre fresco de Guido Reni, del cual es copia el telón de nuestro Teatro Municipal.



31-1-7:


Y el hijo de Leocán en el semblante [...]


Es bien sabido que los épicos antiguos acostumbraban designar a sus héroes con los nombres de sus padres: el hijo de Peleo, Aquiles; el hijo de Laertes, Ulises; el hijo de Anquises, Eneas. En el caso de Ercilla, tal perífrasis resulta perfectamente clara si se advierte que en la Declaración que puso al frente del poema dijo que Caupolicán fue hijo de Leocán: antecedente que servirá para demostrar cuánto erraron los editores de La Araucana que suprimieron semejante documento.



31-2-1:


Era salido el Sol cuando el inorme [...]


Inorme, anticuado, por enorme, de que nos ofrece muestra un poeta que escribió en América:


Dorados hay inormes y crescidos [...]


Barco Centenera, Argentina, hoja 16.                




31-4-1:


Es cosa en que mil gentes han parado [...]


Por elipsis, parar, subentendido mientes, o por licencia poética, parar por reparar, ya que el léxico no da a parar semejante acepción.



31-4-6:


De tan gran diciplina y pulicía [...]


Diciplina y pulicía, voces anticuadas, la segunda de las cuales salió ya en la edición de Madrid, 1597, en su forma actual, y que no se registra en el léxico en la primera.

Pulicía, voz que el poeta empleó otra vez más (394-2-6):


Dado más al regalo y pulicía [...]


tomada aquí en su acepción más general, que Suárez de Figueroa en sus Varias noticias importantes   —214→   a la hvmana comunicación, Madrid, 1621, 4.º, define así: «La principal significación de esta palabra policía, corresponde al orden y modo por quien se gobierna una ciudad o muchas. Antes de pasar a sus géneros, será acertado apuntar algo de su fin, y en lo que de ordinario suele poner su mira. Así como todas las vecindades se constituyen por ocasión de conseguir algún bien; así la policía pone la consideración en lo mismo, esto es, en el acertado gobierno de la república. Sólo su intento es mantener los humanos unidos y conformes en compañía, enderezando en el ínter que duraren sus vidas, sus acciones con la regla de la justicia civil. Trata de conformar unos con otros y de sustentarlos en paz, haciendo sea conservado cualquiera en lo que fuere suyo. Es causa de que los súbditos comuniquen y conserven entre sí sin engaño, y que la insolencia de los malos quede con freno y castigo [...]».

Solía valer lo que cultura -para emplear una voz tan de moda hoy-, refinamiento; así, Covarrubias, hablando de las bernias, dijo: «La otra de lana y vedexuda usaron algunos regalados con más pulicía que las ordinarias [...]».

Cuenta el P. Acosta que los indios mexicanos para hacer imágenes de plumas, las arrancaban de los mismos pájaros muertos, «y con un engrudillo que tienen delicado irlas pegando con gran presteza y policía». I, 275.



32-1-3:


La prueba al parecer impertinente [...]


Impertinente, que no hace al caso.

Ercilla dijo «vida impertinente» (458-1-6), «muerte impertinente» (558-4-1), en la acepción de ya inútil, que está de más, lo que conviene recordar por cuanto no corresponde a ninguna de las dos que le da el léxico y se comprueba con este ejemplo de La Austriada (Canto XXII, hoja 340 v.):


Y la edad os excusa justamente,
salid deste peligro impertinente.




32-3-3:


Entre ellos dos soldados de gran cuenta [...]


«Gente o persona de cuenta, enseña el Diccionario de Autoridades, es lo mismo que gente o sujeto de distinción, suposición, grado o autoridad».

Tal voz, como observa Cuervo, citando este verso de Ercilla, lleva envuelta la significación de importancia. Así dijo Valbuena (Siglo de oro, Madrid, 1607, hoja 142): «[...] que por gozar de semejante frescura, no sólo Narciso, mas el mismo Apolo y otro cualquiera dios, si le hay de más cuenta, de buena gana trocarían sus doradas sillas por ellas».

¿Necesitamos recordar que en Chile este modismo se emplea en sentido absolutamente opuesto (aunque castizo), refiriéndose a individuos de perversos antecedentes, como «fulano de tal es pájaro de cuenta»?



32-3-5:


Hombres diestros, usados en afrenta [...]


Queda ya nota sobre el valor de usado (22-1-6) y el de afrenta en tal acepción.



32-4-5:


Guarnecidos de pláticos soldados [...]


Pláticos, adjetivo que Ercilla emplea no menos de quince veces, hoy en desuso, y que corresponde a nuestro actual experimentado, veterano. Lo define así Covarrubias: «plático, el diestro en decir o hacer alguna cosa por la experiencia que tiene, como soldado plático [...]».

Es fácil de suponer que esa voz fue de uso frecuentísimo, de modo que en comprobación apenas necesitaremos alegar un ejemplo que es curioso y algún otro de nuestros antiguos escritores. Vaya el primero:


Sepa cualquier que quisiere
salir de aquesta cibdad,
cómo da Su Majestad
sueldo y paga al que viniere.
Al plático, si lo fuere,
le darán cuatro ducados;
al bisoño tres, pagados
para cuando a Dios pluguiere.


Luis de Miranda, Comedia pródiga, citada por Amezúa en su edición de El casamiento engañoso, de Cervantes, pp. 568-569.                


Cervantes usó de ella en las redondillas con que contribuyó a ilustrar los preliminares del Jardín espiritual de fray Pedro de Padilla (1584):


Y no teme el mal tempero
ni anegarse en el profundo,
porque en el mar deste mundo
es plático marinero.


Y en La Tía Fingida: «La relación que dio el vecino oficial a los estudiantes les puso codicia de dar cima a aquella aventura; porque, siendo ellos pláticos en la ciudad [...] no sabían que tal tía tuviese [...]». Pág. 245 , t. I, Colec. Rivad.

En el Arauco domado de Pedro de Oña se emplea no menos de seis veces. Para muestra baste con una:


En bello alarde, a guisa de pelea
se representa el plático soldado
y el milite bisoño se señala
para llevar la joya de la gala.


Canto I, p. 18.                


Tanto como plático, vale también prático -hoy práctico-, voz que Ercilla acostumbró menos que aquella (494-2-7; 520-1-1):


Lenguaz, ladino, prático, discreto [...]



Dejando, pues, un prático ladino [...]


Y a veces prática (566-3-2):


Con prática y lucida compañía [...]


Oña, que usó de plático, como acabamos de ver, dijo también praticar (Arauco domado, Canto XVI, p. 415):


Y apercibiendo ejército ponerse
a praticar sus crudas intenciones [...]


Y no pocas veces en Don Quijote; por ejemplo (III, 230): «Apurola si pasaban sus pláticas a más   —215→   que serlo», que citamos con preferencia, por cuanto ha merecido de Rodríguez Marín la siguiente nota: «Plática por práctica. El léxico de la Academia trae el sustantivo plática, por práctica; pero omite el adjetivo plático, que cuenta con la autoridad de Cervantes y con la de otros buenos escritores». Fr. Francisco de Osuna, Abecedario espiritual, Parte V, tratado I, cap. XXVI: «El pobre de Christo no es fanfarrón ni plático en las cosas del mundo». Juan de la Cueva, Comedia de la libertad de España por Bernardo del Carpio, jorn. IV (Primera parte de las comedias y tragedias de [...], Sevilla, 1588):

ROLDÁN
El exército todo está dispuesto
cual conviene a tan pláticos soldados.



33-1-3; 353-2-7:


Otros que con formados escuadrones [...]



Entrando con ejército formado [...]


Y en este otro verso (591-2-3) en que esa voz formado, se ve más claramente tiene la misma acepción de formal, que diríamos hoy:


En batallas formadas y escuadrones [...]


como se escribía antes en Chile. El P. Ovalle (I, 306): «Suponiendo, en primer lugar, al gobernador Pedro de Valdivia, que fue el primero que con efecto de formada conquista entró gente en este reino [...]».



33-2-1; 34-4-7; 127-2-3:


Para entrar el castillo fácilmente [...]



Entran en ellos, hieren y derriban [...]



Para poderla entrar, y la Serena [...]


Entrar, como verbo activo, en su significado de «invadir u ocupar a fuerza de armas una cosa. Entrar la tierra, la ciudad, un castillo».

«Don Alonso de Sande [...] defendió el hechizo fuerte tres u cuatro meses, sin se le poder entrar con muchos y muy terribles asaltos [...]». Zapata, Miscelánea, p. 43.

«[...] hizo un alférez francés, enemigo, una señalada hazaña a lo gentilicón romano, mas no conforme a buena cristiandad, que cuando vio la batalla perdida y que su navío se le entraban, le vieron los nuestros poner la proa de su navío y envuelto en su bandera, porque no viniese a las manos del enemigo, echarse dentro en la mar [...]». Id., pág. 45.

«[...] y como los indios quedaron victoriosos, por haber echado de la tierra a don Francisco Pizarro, se le defendían animosamente, y aun le hacían harto daño, hasta que un día los indios le entraron un fuerte donde se defendían [...]». Agustín de Zárate, Descubrimiento y conquista del Perú, p. 463, ed. Rivad.

Habla Suárez (Estudios gramaticales, p. 93) de los verbos que han pasado de activos a neutros y de neutros a activos, entre los cuales cita a entrar, poniendo el caso de este primer verso de Ercilla.



33-2-4:


Metan a fuego y a rigor de espada [...]


El léxico considera el uso de meter con la preposición a y nombres que significan profesión o estado; pero no con la misma preposición y el instrumento que sirve para ejecutar el acto, como en este ejemplo de Ercilla, o cuando se dice meter a saco, que indica la manera en que se verifica. ¿No valdría la pena incluir tal acepción?

El P. Acosta (II, 93) en caso semejante al indicado por nuestro poeta en el segundo de aquellos conceptos, se valió de un modismo sumamente expresivo: «Mas, como sin saber nada de esto, entramos por espada, sin oírles ni entenderles [...]».



33-2-8; 37-3-8:


Pusieron en efeto lo tratado [...]



La partida pusieron en efeto [...]


Efecto se le ve en las ediciones de 1569, las dos de 1578 y en la de 1597, pero en las demás se dijo efeto: anomalía que ha de repetirse después, respecto de otras voces, haciendo una reversión a la forma anticuada, que siguió siendo corriente hasta mucho más tarde.

Oña, escribiendo en principios del siglo XVII, dijo lo mismo: efeto:


Qué bien, a este propósito decía
un cortesano viejo, asaz discreto,
que todo aquel que necio parecía
lo era llanamente y con efeto.


Y Cervantes varias veces en Don Quijote (I, 59): «[...] y así, con estos tan agradables pensamientos, llevado del extraño gusto que en ellos sentía, se dio priesa a poner en efeto lo que deseaba».

Poner en efecto, es frase, dice el léxico, que vale como ejecutar, poner por obra un proyecto, un pensamiento, etc.


Fue la conjuración puesta en efeto [...]


Rufo, La Austriada, Canto I, hoja 12 v.                



Y por estar el mar todo quieto
la partida pusieron en efeto [...]
Pusieron en efecto la partida.


Castellanos, Elegías, p. 142.                




33-3-8:


De feno, yerba y leña iban cargados [...]


Feno por heno, del latín foenum. «Y dicen algunos que el hazezillo de feno, sinifica la abundancia del pasto: y muchos se ensoberbecen porque han engordado comiéndose las haciendas y sustancias de los demás, con que están lozanos y atropellan a los pobres». Covarrubias, verbo Cuerno.

Por lo demás, aunque no se hubiese empleado en tal forma esa voz, la medida del verso habría exigido que se cambiase la h por la f.

Usose indistintamente feno y heno, pero prevaleció en la última forma.

«También se ordenó [...] se le diese el día que llegasen a los tambos, leña y feno y un celemín de maíz para su cabalgadura [...]». Calvete, Vida de Gasca, II, 252.


Y a la puerta una casa era acostada,
do había paja, y feno allí, y cebada.


Urrea, Orlando Furioso, Canto X, p. 103.                


  —216→  

¿Cómo es posible dejar de recordar aquí que el heno «es símbolo de las cosas transitorias, que hoy están verdes y mañana se secan»?, tan admirablemente empleado por el autor de la Epístola moral, atribuida Rioja, al hablar de la vida del hombre, cuando exclama:


¿Qué más que el heno, a la mañana verde,
seco a la tarde?


En América la usaron Juan de Castellanos, Elegías, p. 236:


De caza, que las llamas van rompiendo,
saltan venados el ardiente feno [...]


y Barco Centenera dos veces en su Argentina (hojas 206 v. y 213 v.) en la forma feno:


Tendidas por la yerba y por el feno,
se comenzó el convite [...]



El poderoso rey fue convertido
en bestia, y feno y yerbas ha pastado.




33-5-2:


Miserables, los gestos afligidos [...]


Queda ya nota sobre el significado de gesto (12-1-1).



34-1-1:


Los fuertes españoles salteados [...]


Salteados, en su acepción de asaltados. Véase la nota correspondiente a salto (55-1-5).



34-1-6:


Cuál con celada, cuál con coracina [...]


Diminutivo, al parecer, de coraza, que traduciríamos pequeña coraza, así llamada porque «en un principio las hacían de correas de cuero fuerte, añudándolas unas con otras [...]». Covarrubias. Pero no hay tal, según el Diccionario de Autoridades, que, al citar este verso de Ercilla y un pasaje de la Historia de los Xerifes de Torres, la define expresando que se dijo así por ser hecha de cuero.



35-2-4:


Cala sin miedo y sin ayuda el puente [...]


Calar, en su acepción náutica de «arriar o bajar cualquiera cosa que corre por un agujero». En el mismo sentido dijo nuestro poeta poco más adelante (37-2-5):


Levan el puente, calan el rastrillo [...]


Pero, sin estos pasajes en los que calar reviste una acepción especialísima, el poeta usó también de ese verbo en no menos de veintiuno más, en todos los cuales le corresponde simplemente el significado de bajar o descender, verbi gratia: «al calar de un monte» (145); «al calar de una loma» (204); «al sesgo la ferrada maza cala» (50-2-5), donde calar vale tanto como «bajar alguna cosa para resguardarse y cubrirse», valor que el léxico ha omitido y que puede comprobarse con los siguientes ejemplos (descontados los de La Araucana), que por el momento se nos ocurren.

Pedro de Oña, Arauco domado:


El español, que vio calar la gente [...]


hablando de los indios que estaban emboscados en la cuesta de Andalicán (Canto X).


Cala de arriba el mensajero santo
y llega al verde y religioso monte [...]


Hojeda, La Cristiada, hoja 56 v.                




36-5-7:


Así martillan, baten y cercenan [...]


Batir, golpear, conforme a su procedencia latina, del verbo batuo. Batir es uno de los verbos cuyo uso aparece prodigado en La Araucana. Así, v. g., se lee (153-2-3):


Bate al caballo y dale suelta rienda [...]


en cuyo caso diríamos hoy azota. En otro lugar (320-4-6) lo ha sustantivado con elegancia, diciendo:


El batir de las armas presuroso [...]


Y Oña (Arauco domado, Canto XI, p. 262), haciendo seguir ese verbo de una comparación bastante expresiva y apropiada:


Apriesa juegan todos de calcaño,
batiéndolos con todo el cuerpo entero,
según sus alas bate la paloma [...]




37-1-3, 4:


Mas gran ventaja y diferencia había
en el número y copia de la gente [...]


Ercilla usa repetidas veces de esta voz copia en el sentido de abundancia, que en Chile no empleamos, si bien son frecuentes sus derivados acopio, acopiar, copioso y copiosamente y su compuesto cornucopia.

Como era de suponerlo, los escritores antiguos se valieron muchas veces de esa voz. Ejemplos: «[...] y haber grande abundancia de aves, y señaladamente perdices; había, sin esto, copia mucha de todo bastimento». Las Casas, Hist. de las Indias, t. III, página 36.

«Hacían copia de caballeros en la corte para un juego de cañas [...]». Zapata, Miscelánea, p. 378. Este mismo en su Carlo famoso, hoja 54 vlta.:


Sanó copia de enfermos, coxos, tuertos [...]


«[...] y aún, según entonces se entendió, se les mandó, que aunque tuviesen copia de gente no le diesen batalla». Zárate, Conquista del Perú, p. 523.


No tinto solamente en sangre ajena,
a causa de tener en harta copia
para poder teñirse de la propia.


Oña, Arauco domado, C. VI, p. 152.                


«[...] en este lugar se ha sacado y saca siempre [oro] en mayor o menor copia, conforme es lluvioso el ivierno [...]». Ovalle, I, 302.



37-1-6:


Viendo que un nuestro a ciento resistía [...]


Nuestro, sustantivo aquí, que precedido del artículo indefinido equivale a decir «uno de nuestros españoles».



37-4-4; 396-2-2:


El escuadrón embisten de la frente [...]


  —217→  

La enemiga real que iba en la frente [...]


El régimen que pide embestir es por, nos parece, y diríamos hoy: el frente. En La Araucana de Álvarez de Toledo se lee también la frente:


Que del fuerte acomete lo más alto
y más dificultoso por la frente [...]


Ovalle, Histórica Relación, t., II, p. 46.                




37-4-5:


Rompen por él, hiriendo y tropellando [...]


Tropellar, que aparece usado seis veces en el poema, forma antigua de atropellar:


El blanco caballo de mis excelencia
en el que justaba la casta doncella
encuentra, derriba, por tierra tropella [...]


Alonso de Proaza, canción en loor de Santa Catalina de Sena, en el Cancionero general.

«[...] que las competencias hanse de huir, y si forzoso las ha de haber, sea con iguales, y si con mayores, no a lo menos menores que tú, ni tan adventajados a ti que te tropellen [...]». Alemán, Guzmán de Alfarache, p. 28.

Laso de la Vega (Cortés valeroso, hoja 48):


Siguen los españoles el sangriento
alcance y su destino venturoso,
hieren, tropellan, matan con violento
furor, tratando al bárbaro medroso [...]



Sin norte, en noche escura y contra viento
a las hinchadas ondas contrastaban
los míseros forzados, y el violento
camino de las aguas tropellaban.


Rufo, La Austriada, canto XXII, hoja 392 v.                



Tropelle, rompa estorbos y contrastes.


Oña, Arauco domado, C. XIX, p. 502.                



A un punto barajando la baraja
tropella por el medio y llega presto
adonde, aunque orgulloso, más trabaja [...]


Monteagudo, Guerras de Chile, C. X, p. 198.                




37-4-7, 8:


Arriban a Purén, plaza segura,
cubiertos de la noche y sombra escura [...]


Escura, anticuado. Aún lo decía Cervantes en 1613: «[...] que no es tan escura la calidad y el nombre de mi padre, y el mío, que no lo sepan en los patios de Palacio [...]». La Gitanilla, p. 104, t. I, Colección Rivadeneyra.

Ejemplo de arribar que copia el Diccionario de Autoridades al decir que ese verbo «por ampliación y alusión significa llegar a algún lugar, principalmente al que va destinado».



38-2-6:


Hallaba en pie el castillo arruïnado [...]


Hallaba, forma de indicativo por la de subjuntivo, que solía acostumbrarse antaño y de que se encuentran ejemplos en Don Quijote.



38-3-5:


Resoluto en hacer allí de hecho [...]


Trasciende a las claras su origen latino resolutus, p. p. irreg. ant. de resolver; hoy resuelto. Ercilla lo usó varias veces (198-1-1; 282-3-8):


Y en el presto remedio resoluto [...]



Vario, indeterminable o resoluto [...]


Y no menos de tres más, que sería inoficioso citar. He aquí algunos ejemplos de otros autores:

D. Juan de Jáuregui en una de sus Rimas:


Arrójase, en efeto,
a todo atrevimiento
vuestro linaje resoluto y ciego [...]


GALÁN
Pues muera, que yo no soy
de quien no es bien que se alabe.
¿Cuándo quieres que lo acabe?
Porque resoluto estoy.

Alcázar, Poesías, p. 105.                


«[...] y así con resoluta determinación se fue a poner de hinojos ante Dorotea [...]». Don Quijote, IV, 193.

«Desesperose el poeta con la resoluta respuesta de Auristela [...]». Persiles y Sigismunda, p. 626, t. I, Colec. Rivad.


Así tan enojada cuanto bella
cerró con el cadáver de la bruta,
en le quitar la vida resoluta [...]


Oña, Arauco domado, C. XII, p. 308.                



«Tú, tú, dice Aypinande resoluto,
ha sido quien, movido de injusticia,
rompiste de placer el estatuto [...]


Monteagudo, Guerras de Chile, C. X, p. 198.                


Y poco más adelante, en el mismo canto dice:


Y así firme, en su intento resoluto [...]




38-3-8:


Porque jamás moviesen otra guerra [...]


Mover guerra, así se decía antaño, tal como se conserva hoy mover pleitos. Testigo también Cervantes (Viaje al Parnaso, cap. I, p. 279):


Tus obras los rincones de la tierra,
llevándolas en grupa Rocinante,
descubren, y a la envidia mueven guerra.


«Pasando el Emperador por la posta por Francia a Flandes, a castigar la rebelión de Gante, cuyo rey había sido su preso y le había movido después grandes guerras y debates [...]». Zapata, Miscelánea, p. 348.

Juan de Torres en un soneto que se halla en las Flores de poetas ilustres de Calderón, p. 199:


Yo muevo contra mi guerra importuna [...]


Gabriel Laso de la Vega (Cortés valeroso, hojas 7 y 82):


[...] Sólo a mover con él sangrienta guerra [...]



Y me muevan ya guerra, no mortales,
mas los inmensos dioses inmortales.


Y en el Romancero (hoja 148):


Suficiente a mover sangrienta guerra [...]
Al quinto lustro de su edad llegando
le vimos cuando a España movió guerra [...]



Las fábulas morales, y elegantes
nos cuentan que unos hijos de la tierra
(fiándose en sus fuerzas de gigantes)
osaron contra el cielo mover guerra.


Rufo, La Austriada, V, 79 v., y XIX, 327 v.                


El licenciado Bartolomé Martínez (Espinosa, Flores de poetas ilustres, p. 42):

  —218→  

El mercader, temiendo
al áfrico furioso, que luchando
con las icarias alas mueve guerra [...]


Y este mismo (Id., p. 72):


Que rigiendo la tierra,
será inferior a ti de buena gana,
y tú moverás guerra
con truenos de potencia soberana [...]


Don Diego Ponce de León (Id., p. 59):


Y no temió la mucha
furia del bóreas y áfrico arrojado,
y la importuna lucha
del uno y otro viento arrebatado,
que mueve guerra al bravo mar hinchado.


Y mover en tal acepción no sólo se aplicaba a la guerra, sino también en general, como mover litigio, cuestión, pendencia, etc.


Si aquí moviese cuestión
arguyendo tu elocuencia,
yo te demando perdón [...]


Zapata, Miscelánea, p. 279.                




38-5-7, 8:


Quiero dar fin al canto, porque pueda
decir de la codicia lo que queda.


«Y así como hay casos, observa Suárez (p. 167), en que el infinitivo puede reemplazar al indicativo, los hay en que desempeña la misma función respecto del subjuntivo», citando como ejemplo de tal uso este verso de Ercilla.