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La cueva de San Antolín

Juan Agapito Revilla





Es tradicional, más que hecho indubitable, que el milagro de la cueva de San Antolín1 fue la causa de la reedificación de la ciudad y catedral por don Sancho, rey de Navarra y conde de Castilla.

Nada se ha podido descubrir, y parece natural que hicieran referencia al suceso milagroso los documentos de la época, sobre la autenticidad de la tradición, pero le consignan la Historia general de España2 y el arzobispo D. Rodrigo al referirse en su crónica a Palencia3.

Cazaba por el entonces despoblado de Palencia, convertido en bosque por la acción de los tiempos, el rey de Navarra don Sancho el Mayor, cuando persiguiendo y dando alcance a un jabalí penetró tras él en una cueva, que tal debió parecerle una capilla «soterraña», uno de los pocos restos que habían quedado aquende el río, desde la destrucción de Palencia por los árabes, y en la que de tiempo inmemorial se daba culto a San Antolín, mártir.

La fiera se cobijó junto a uno de los altares de la capilla, no pudiendo  adelantar en su carrera y menos retroceder por tener cerrada la salida con potente brazo; levantó el venablo el rey Sancho para rematar al animal, pero al instante notó la inmovilidad del brazo que sostenía el arma. Extrañóse el rey de tan súbita paralización —12—, fíjase entonces en la imagen del mártir San Antolín que de repente se le aparece, comprende que a tamaña profanación es debido tal castigo, y se arrodilla ante el altar, arrepentido de pensamiento sanguinario, volviendo a mover el brazo paralizado por intercesión del mártir; en gracia de tal milagro hizo levantar sobre la misma capilla subterránea una buena iglesia dedicada al Salvador, a su madre la Virgen y al mártir San Antonino4.

Repetimos que es de extrañar que ni el rey Sancho en su privilegio de erección de la catedral, ni su hijo Fernando en otro privilegio curioso y notable hagan la más mínima referencia al episodio de la caza del jabalí; antes al contrario, el primero expresa que «reconociendo que los divinos Templos, canónicamente instituidos, por todas partes, habiendo sobrevenido los Barbaros, por pecados del Pueblo, y de nuestros predecesores, estaban desolados... halló en las letras Canónicas que Palencia avía sido la segunda Iglesia Pontifical después de Toledo. La cual, estando totalmente demolida por la invasión de los paganos, interviniendo el consejo de la Sede Apostólica; y por persuasión de Poncio Obispo, fue mi voluntad se restaurase, a honor de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y de la Virgen, Madre de Dios, en tiempo».

No parecen demostrar —13— los documentos el hecho de la tradición, «sucedido en el año 1017, según el canónigo Arce, y en 1030 según Pulgar»5, pero lo cierto es que la capilla «soterraña» existía antes de la erección de la catedral, pues la cita también Navamuel, que la historia ha admitido a aquél sin reparo y que la tradición es general.

 Otra cosa que se echa de menos en el privilegio del rey don Sancho es el nombre de San Antolín al hablar de la advocación del templo ¿cómo explicar esta omisión u olvido si la iglesia se construía debiéndose a un milagro suyo?

No cabe otra solución que la que da Pulgar, a nuestro juicio poco convincente, ni se cita el milagro, ni la advocación de San Antolín porque el privilegio más que nada se refiere a la restauración material del templo [...].





FUENTE:

Agapito Revilla, Juan. La catedral de Palencia. Palencia, Abundio Z. Menéndez, 1896, pág. 13.



Edición: Pilar Vega Rodríguez.



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