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Utilidad de pequeños viajes y de largos paseos


La vida en el campo, la vida en medio de la naturaleza es un encadenamiento de escenas instructivas para el niño, porque desarrolla, fortifica, realza y ennoblece su ser; por ahí, todo recibe en él la vida y la significación más elevadas. Los pequeños viajes y los paseos prolongados deben ser conceptuados como un medio favorable a la educación del niño y a la vida de la escuela, desde los primeros días de la edad del alumno. Para que el hombre pueda alcanzar la cúspide de su destino y convertirse en un ser completo y poderoso, debe conocer y comprender la humanidad y la naturaleza, a fin de sentir que constituye con ellas un todo. Este sentimiento de la unión universal de los seres debe, para llegar a ser un todo, crecer desde temprano con el hombre, para que el hombre presienta el enlace existente entre el desarrollo de la naturaleza y el del hombre, el enlace de las manifestaciones de la humanidad con los de la naturaleza y sus reciprocidades; de ahí la impresión diferente producida en el alma, sea por condiciones externas, por la naturaleza, o sea por condiciones internas suministradas por el hombre mismo. De esta manera profundiza el hombre, todo lo posible, la naturaleza según sus manifestaciones y su ser, y la naturaleza viene a ser entonces más y más, para aquel, lo que debe ser: un guía que le lleve a la más elevada perfección.

En vista de esta unión, de esta unidad, de este enlace vivo de todos los fenómenos de la naturaleza y de su penetración, como asimismo en vista del ser, de la vida y de la fuerza en sí mismas, que emanen necesariamente de la unidad, de la individualidad y de la multiplicidad, como lo menor emana de lo menor; en vista de esto, repetimos, deben verificarse estos largos paseos y estos pequeños viajes, y se someterán a las observaciones de los alumnos, los objetos que, con tal ocasión, se ofrecen a las miradas de los mismos.

Los muchachos aman tanto estos grandes paseos, por causa de su avidez de explicarse y comprender el gran todo de la naturaleza; la investigación de una cosa individual les procurará tanto más gozo, cuanto que mejor comprendan la idea de un todo mayor (pero que no es todavía la universalidad). Esos pequeños viajes y esos largos paseos harán que el alumno considere, como un todo, la comarca en que vive; le harán sentir y comprender la naturaleza como un todo sin interrupción. Sin ello, ¿de qué utilidad serían los mismos para su inteligencia? Hallaría en ellos la muerte, en lugar de la vida; y su alma, en vez de satisfacción, no hallaría sino el vacío. Aspira el hombre, por todos lados, al aire puro, necesario a la salud de su cuerpo; considéralo como si le perteneciese; lo propio debe hacer con respecto a la naturaleza en la cual está envuelto; hágasela suya, para que el espíritu de Dios que en la misma reside, penetre en él por todas partes. Por eso el niño debe considerar y conocer, desde temprano, los objetos de la naturaleza en sus relaciones y su enlace originales. Aprenda, pues, en sus largos paseos a conocer el valle desde el sitio en que comienza hasta aquel en que termina; recorra las cañadas y todas sus ramificaciones; remonte el riachuelo y el río hasta sus fuentes y observe las causas de las diferencias locales que entre ellos median; suba a los puntos altos, a fin de explicarse las ramificaciones de los montes; encúmbrese sobre las más elevadas cúspides, a fin de abarcar toda la comarca en su conjunto y darse cuenta de la misma. Así adquirirá la intuición de las cosas, la explicación de la manera como recíprocamente se coordinan la forma de las montañas y los valles y el curso de los ríos, de los riachuelos, de los arroyos. Considerará en el sitio mismo en que ellas se le ofrezcan, las demostraciones facilitadas por los valles y las llanuras, por la tierra y el agua.

Aplíquese a inquirir, en las comarcas elevadas, los lugares en que se forman y se encuentran las piedras que ruedan por el cauce de los ríos y de los torrentes, y que él halla en sus mismas orillas, en los campos o al pie del monte. Considere igualmente la vida de los animales y la de los vegetales; procure conocer el lugar que aquellos ordinariamente ocupan, cuáles buscan la luz y el calor, cuáles, por el contrario, buscan las tinieblas y la sombra, la frescura y la humedad; vea de qué modo se apegan unos a lo que les da su elemento favorito, como también de qué manera los que quieren la luz y el calor apéganse a lo que pueda hacerles accesibles esas dos condiciones tan necesarias para su desarrollo. En sus paseos, se dará cuenta el niño del influjo de la localidad y de los alimentos en el color y hasta en la forma de los objetos provistos de la mayor actividad vital; sabrá por qué la crisálida, la mariposa y el insecto se acercan tanto, por la forma y por el color, a las plantas, a que parecen pertenecer; notará cuán favorable es para los animales esa analogía en los objetos exteriores, y cómo los animales logran utilizarla ventajosamente; así verán algunos pájaros, que construyen sus nidos sobre ciertos árboles, que ocupan con preferencia a los otros, y de los cuales apenas se distinguen, a causa de la similitud de su color con el color de las ramas; aprenderá también el niño cómo en ciertos animales la época de su aparición en la vida y la expresión del color se relacionan con el carácter del momento del día; cómo se armonizan con la acción del sol: hay el lepidóptero del día, cuyos colores son vivos y definidos, y el lepidóptero del crepúsculo con colores grises y medias tintas.

Al descubrir, al notar y al observar por sí el enlace continuo y vivo de la naturaleza, desarróllase, por la misma intuición del objeto de la naturaleza, no dada a la enseñanza por la palabra; desarróllase más y más en luz y claridad, por poco clara que en un principio sea, la gran idea del enlace interior, continuo y vivo de todas las cosas y de todos los fenómenos de la naturaleza.

Durante estos paseos, el hombre hallará inmediatamente en este gran enlace de la naturaleza, la vida, sus ocupaciones y su destino; algo más lejos, las relaciones sociales de la vida y sus diferentes géneros de carácter, de pensamiento y de acción, en particular sus costumbres, sus usos, su lenguaje: país llano, lenguaje llano. Notemos, empero, que la observación y la explicación de estas realidades resérvanse particularmente para los grados sucesivos del desarrollo del niño, para la edad de joven.

Hemos hasta aquí analizado el modo de enseñanza por medio de la aspiración del hombre hacia un desarrollo espontáneo, y en la cual se implica la enseñanza; en adelante, las exigencias del conocimiento del número, del espacio, de la forma, de la palabra, de la escritura y de la lectura representan al joven, al alumno, de una manera clara y precisa, y como naturalmente emanada de la observación del mundo exterior y del uso del lenguaje; de tal suerte, que podemos discernir con exactitud los puntos en donde germina cada uno de esos objetos, como que ramas de una enseñanza más elevada, y como procedentes del conocimiento anterior de otras ramas de la enseñanza.