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La religión


Al deseo que alimenta el hombre de elevar su ser intelectual hasta el conocimiento de Dios, para establecer con este Ser supremo una unión consciente y relacionar con él todas las acciones de su vida, se le llama Religión.

La Religión es la vida, la fijeza dada a ese presentimiento del hombre, de que el ser intelectual de su alma, de su espíritu, de sus sentimientos, proviene de Dios; es la proclamación de las propiedades del alma, del espíritu y de los sentimientos del hombre creado por Dios; es la proclamación del ser de Dios y la de la acción de Dios en el hombre; la proclamación de las relaciones de Dios para con los hombres tal como se manifiestan en el alma de cada cual, tal como se revelan en la vida y en la historia del desarrollo de la humanidad, tal en fin como nos las muestra la Sagrada Escritura; es el conocimiento de los deberes del hombre, y de la obligación que le es impuesta de manifestar el origen divino de donde procede; es la facultad concedida a todo individuo de realizar el deseo, que le es natural, de vivir en relación con Dios, y de reencender este deseo, cuando se lo dejó apagar en el alma.

Para que surta tan buenos efectos y tenga una acción tan efectiva en la vida la enseñanza religiosa, cuya importancia supera la de todas las ciencias, conviene necesariamente que encuentre en el alma humana ese instinto religioso, indeterminado, vago e inconsciente, que es el principio de todo positivo sentimiento religioso. Si fuese posible hallar a un hombre desprovisto del sentimiento de religión, fuera imposible insinuar la Religión en su corazón. Medítenlo bien esos padres insensatos que dejan llegar a sus hijos a la edad de alumno, sin haber proporcionado el menor alimento a sus aspiraciones religiosas.

Si el hombre reconoce claramente que su ser intelectual procede de Dios, que originalmente estuvo unido a Dios, y que por esta causa, depende siempre de Dios; si se reconoce el hombre en comunidad con Dios; si de esta dependencia necesaria y de esta comunión en la cual él se siente ante Dios, deduce que este primer Ser debe necesariamente constituir el fin de todas sus acciones, del mismo modo que constituye el origen de su paz interna, de sus goces y de su felicidad y es el autor de su existencia; si reconoce verdaderamente a Dios por padre; si se reconoce hijo de Dios, y si conforma toda su vida con arreglo a este origen, entonces posee realmente la religión de Cristo, la religión de Jesús.

La religión cristiana, la religión de Cristo, es el eterno testimonio de la verdad de las palabras de Jesús, testimonio de la verdad que proclama a Jesús, y se apodera por entero del hombre aplicado que la busca. No bien este la abraza, siente que sólo ella puede elevarle al conocimiento del ser individual, no sólo del hombre, sino de toda criatura; que sólo ella puede hacerle descubrir el infinito en lo finito, lo eterno en lo temporal, lo celeste en lo terrestre, la vida en la muerte, la acción de Dios en la humanidad y en la naturaleza, y revelarle, en fin, que el ser único, eterno, viviente, Dios, debe ser necesariamente trinitario. Con efecto, la religión de Jesús publica a Dios en su unidad como creador, conservador, soberano y padre de todas las cosas; publica al ser completo y perfecto provenido de su propio ser, a su Hijo encarnado y único, Jesucristo; publica que Dios se manifiesta diversamente en todo lo que aparece, en todo lo que es y obra, y que el espíritu de cada cosa, en tanto que espíritu y vida, emana del espíritu de Dios, del Dios único y vivo. Y por lo mismo que decimos, dando a estas palabras una significación intelectual profunda, que el espíritu de paz, de orden, de gozo y de pureza de tal o cual familia se revela en el menor de sus miembros, como en la familia entera, que el espíritu del padre se manifiesta en todos sus hijos y en toda su familia; por lo mismo que decimos con verdad que el espíritu del artista se manifiesta en todas sus obras, como en cada una de sus menores partes, así también decimos, con un sentimiento de convicción profunda, que el espíritu de Dios se revela a nosotros por testimonios vivos.

La religión de Cristo es la única que conduce no sólo al conocimiento del hombre, sino también al de todos los seres individuales creados por Dios, dando a comprender al hombre la vocación y el fin de los seres y de las cosas.

Cada ser individual, para llegar a la meta de su destino, debe necesariamente manifestarse también de una manera trinitaria, manifestarse en la unidad y por la unidad, en la individualidad y por la individualidad, en la multiplicidad y por la multiplicidad.

Tal verdad es la única base del conocimiento de todas las cosas, la única piedra de toque de toda acción, la base de toda enseñanza. Merced a su conocimiento y a su penetración, la naturaleza es verdaderamente reconocida por lo que ella es, el libro de Dios, la manifestación de Dios.

Merced al conocimiento de esta verdad, el elemento humano, el lenguaje, toda instrucción y toda enseñanza, toda ciencia y todo saber reciben su verdadera significación, su verdadera vida; la vida se presenta como unidad, todos sus aspectos, todas sus tendencias, todas sus manifestaciones reconócense como procedentes de una misma causa y encaminadas a un mismo fin; la educación del hombre recibe todo su precio; se asegura al hombre la luz de la vida y, en caso necesario, el consuelo, el socorro, el apoyo; en fin, desígnase claramente a la existencia un origen y un objetivo.

He ahí también porqué esta verdad de la manifestación trinitaria de un Dios único a la cual la religión cristiana conduce al hombre en espíritu y en verdad, es la base, la piedra angular de la religión que los hombres de todas las zonas vagamente han presentido.

Cada hombre creado por Dios, como conservado que está por Dios, debe elevarse hasta la religión de Jesús, hasta la religión cristiana. Por esta razón las escuelas deben elegir, entre todas, la religión de Cristo, enseñarla y propagarla sobre toda la tierra, y conformar con ella toda la enseñanza.