Breve descripción de los estudios más importantes de la escuela rusa, y sus críticos; con observaciones acerca de otras formas narrativas
La Morfología del cuento (Morfologija Skazky) se abre, en su traducción española de María Lourdes Ortiz43, con una importante aclaración de la traductora, donde se nos advierte que ha basado su trabajo en la edición francesa de 1970, basada a su vez en la segunda edición rusa (1968), revisada y ampliada por el propio autor cuarenta años después de su primera edición. Es importante la aclaración, porque las traducciones inglesas e italiana, al menos las primeras, se basaron en la edición original rusa de 1928, y son de 1958-1968 y 1966, respectivamente. Eso puede ayudarnos a valorar los estudios de Greimas a partir de Propp, pues el francés trabajó inicialmente sobre la primera edición inglesa, es decir, no sobre las revisiones y ampliaciones del mismo Propp.
Viene a
continuación un Prefacio, con una larga cita de
Goethe que ya plantea la gran duda del estructuralismo acerca de la
utilidad de los estudios morfológicos y de las operaciones
mentales que hay que realizar para «comparar los fenómenos»
. De
alguna manera, la poderosa intuición de Goethe afecta a otra
cuestión esencial, cual es la verdadera condición de
las estructura, en dónde se hallan en realidad, si en la
mente del investigador o en las cosas. Por fortuna, el genio
alemán nos redime de tan angustioso y romántico
dilema con una apelación de sereno humanismo: «tales operaciones son conformes a la naturaleza
humana y le son agradables»
. Bien mirado, nadie ha
descubierto una justificación mejor a las actividades de las
llamadas ciencias humanas.
Habrá merecido la pena esta divagación en torno a la propia cita de Goethe (de todos modos Goethe traducido nunca resulta demasiado interesante) si con ello nos acercamos al clima científico en que está concebido al trabajo de Vladimir Propp; no es éste otro que el de una sincera conciencia de las limitaciones humanas en su esfuerzo, sólo superables por la intensidad y por la perfección del esfuerzo mismo, esto es, por la calidad científica de un quehacer aparentemente baladí como parecía a priori investigar la composición interna de los cuentos maravillosos rusos. Sólo así se explica el alcance espectacular que tuvo su trabajo al cabo de los años. También aquí se ha de notar la radical diferencia que ya lo separa de las actitudes de los folkloristas decimonónicos.
A
continuación expone Propp la delimitación de su
objeto, que es el de los cuentos maravillosos, «los cuentos en el sentido propio de esta
palabra»
(p. 13), a
los únicos que concede cualidades estructurales como para un
estudio rigurosamente científico. Describe las distintas
versiones del trabajo, hasta lograr una que, sin dejar de ser
rigurosa, puede ser entendida por los no especialistas. Advierte de
las diferencias que hay entre sus dos ediciones y entre las
referencias a la recopilación de Afanasiev (que es el
equivalente a nuestro Espinosa), es decir, al corpus fundamental de cuentos
recogidos44.
El capítulo primero trata de la historia del problema. Va precedido también de una cita de Goethe que representa una defensa de los fundamentos de toda ciencia y una precaución contra el derroche de los continuadores. Merecerá la pena citar las primeras líneas de este capítulo:
«A finales del primer tercio de nuestro siglo, la lista de las publicaciones científicas dedicadas al cuento no era muy rica. Aparte de que se editaba muy poco sobre el tema, las bibliografías tenían el siguiente aspecto: se publicaban sobre todo textos; los trabajos sobre tal o cual tema particular eran bastante numerosos; las obras generales eran relativamente raras. Las que existían, tenían un carácter de diletantismo filosófico en la mayoría de los casos, y estaban desprovistas de rigor científico. Hacían pensar en los trabajos de los eruditos filósofos de la naturaleza del siglo pasado, cuando lo que hacía falta eran observaciones, análisis y conclusiones precisas»45. |
Discute Propp que
«el callejón sin
salida»
(sic) en que se encuentra el estudio de los
cuentos en lo años veinte de nuestro siglo se debiera, como
algunos pensaban, a la falta de material, pues sólo las
colecciones impresas que aparecen ya en la bibliografía de
las Notas sobre los cuentos de los hermanos Grimm, de
Bolte y Polivka, contiene más de mil doscientos
títulos. Hay que añadir todas las colecciones
inéditas (en España tenemos buen ejemplo de ello). No
es, pues, problema de falta de cuentos, sino de falta de
método.
Ante esta falta de método Propp plantea las posibilidades con claridad meridiana:
«Es incontestable que se pueden estudiar los
fenómenos y los objetos que nos rodean desde el punto de
vista de su origen, o desde el punto de vista de los procesos y de
las transformaciones a que están sometidos. Hay otra
evidencia más que no precisa demostración alguna: no
se puede hablar del origen de un fenómeno, sea el que sea,
antes de describir este fenómeno»
46.
De esta forma tan sencilla, Propp toma partido por lo que va a
permitir el desarrollo del estructuralismo lingüístico
y su aportación teórica a las demás ciencias,
tanto en Rusia, (a partir de los formalistas y de su
actuación en países occidentales como Francia o
Estados Unidos), como en otros países, principalmente
Dinamarca.
Rechaza Propp, por
diversas razones, las distintas tendencias metodológicas,
todas las cuales conducen a algún tipo de ambigüedad,
redundancia o imprecisión. La más confusa de todas le
parece la división por temas, tipos y motivos,
aunque le reconoce su alto valor operativo. De un modo particular,
valora el gran esfuerzo de Aarne cuyo índice temático
ha alcanzado valor internacional para cifrar los cuentos
de todo el mundo. El porqué de las refutaciones de Propp al
carácter científico de ésta y de otras listas,
entra de lleno en la discusión metodológica que
abordaremos en el siguiente capítulo. La conclusión
de todas estas escuelas o tendencias viene a ser para Propp una
evidente tautología, que, al respecto de Volkov, expresa no
sin cierto humorismo: «La única
conclusión que de él se saca es la afirmación
de que los cuentos parecidos se parecen, lo cual no lleva a ninguna
parte ni sirve para nada»
47. Y
más adelante: «Igual que todos
los ríos van a dar a la mar, todos los problemas del estudio
de los cuentos deben conducir al fin a la solución de ese
problema esencial que sigue siempre planteado, el de la similitud
de los cuentos del mundo entero. ¿Cómo explicar que
la historia de la reina-rana se parezca en Rusia, en Alemania, en
Francia, en la India, entre los indios americanos y en Nueva
Zelanda, cuando no puede probarse históricamente
ningún contacto entre esos pueblos?»
48.
En el
capítulo segundo, «Método y Materia»,
figura también una cita de Goethe, esta ya definitivamente
asombrosa, por su modernidad y exactitud: «Yo estaba absolutamente convencido de que un
tipo general, fundado en transformaciones, pasa por todos los seres
orgánicos, y que se le puede observar fácilmente en
todas sus partes en cualquier corte medio»
. Desde el
geólogo al antropólogo, cualquier científico
volvería a suscribir ese presentimiento del inmortal, si
bien hay que guardar ciertas reservas sobre el carácter
organicista de esta especie de ciencia general, que también
ha llevado a situaciones sin salida. De ello hablaremos
después.
Como buen científico, el folklorista ruso parte de una hipótesis de trabajo, que es al mismo tiempo una definición empírica, entendiendo por cuentos maravillosos los que están clasificados en el índice de Aarne Thompson entre los números 300 y 479. (Véase, para la definición, la nota 122 de este trabajo.)
Diversas
observaciones le llevarán a la conclusión de que la
verdadera unidad mínima indivisible de estos relatos no es
ni el personaje, ni los temas o motivos, sino la
función: «Por
función entendemos la acción de un personaje definido
desde el punto de vista de su significación en el desarrollo
de la intriga»
49.
En este capítulo, el más importante para la
discusión del método, se enuncian también las
distintas propiedades de las funciones, en cuanto a su orden y a su
agrupamiento. Son éstas:
1.- Los elementos constantes, permanentes, del cuento son las funciones de los personajes, sean cuales fueren estos personajes y sea cual sea la manera en que cumplen esas funciones. Las funciones son las partes constitutivas fundamentales del cuento. (Obsérvese el parecido terminológico y del procedimiento lógico con los principios de la gramática transformacional).
2.- El número de funciones que incluye el cuento maravilloso es limitado.
3.- La sucesión de las funciones es siempre idéntica.
4.- Todos los cuentos maravillosos pertenecen al mismo tipo en lo que concierne a su estructura50.
Poco antes ha
dicho también: «Los cuentos
creados artificialmente no están sometidos a [estas
leyes]»
51.
Estas cuatro tesis, su demostración y su desarrollo, constituyen a partir de aquí el resto del libro.
El capítulo tercero trata de cuáles son esas acciones fundamentales de los personajes, es decir, las funciones. Propp llegó a aislar treinta y una, a las que hay que añadir seis que se pueden repetir (de la VIII a la XIV), entre la XXII y la XXIII. Estas seis van numeradas con símbolos romanos. Las siete primeras funciones se identifican con las ocho primeras letras griegas, más la situación inicial, alfa, que no tiene número. Las demás, con diversos caracteres latinos o símbolos arbitrarios. Todas las funciones poseen, además, una definición que representa lo esencial de la acción. El conjunto es como sigue:
I | Uno de los miembros de la familia se aleja de la casa. Alejamiento b |
II | Recae sobre el protagonista una prohibición. Prohibición g |
III | Se transgrede la prohibición. Transgresión d |
IV | El agresor intenta obtener noticias. Interrogatorio e |
V | El agresor recibe informaciones sobre su víctima. Información c |
VI | El agresor intenta engañar a su víctima para apoderarse de ella o de sus bienes. Engaño h |
VII | La víctima se deja engañar y ayuda a su enemigo a su pesar. Complicidad q |
VIII | El agresor daña a uno de los miembros de la familia o le causa perjuicios. Fechoría A |
VIII-a | Algo le falta a uno de los miembros de la familia; uno de los miembros de la familia tiene ganas de poseer algo. Carencia. a |
IX | Se divulga la noticia de la fechoría o de la carencia, se dirigen al héroe con una pregunta o una orden, se le llama o se le hace partir: mediación, momento de transición B |
X | El héroe buscador acepta o decide actuar. Principio de la acción contraria C |
XI | El héroe se va de su casa. Partida ↑ |
XII | El héroe sufre una prueba, un cuestionario, un ataque, etc., que le preparan para la recepción de un objeto o de un auxiliar mágico. Primera función del donante D |
XIII | El héroe reacciona ante las acciones del futuro donante. Reacción del héroe E |
XIV | El objeto mágico pasa a disposición del héroe. Recepción del objeto mágico F |
XV | El héroe es transportado, conducido o llevado cerca del lugar donde se halla el objeto de su búsqueda. Desplazamiento G |
XVI | El héroe y su agresor se enfrentan en un combate. Combate H |
XVII | El héroe recibe una marca. Marca I |
XVIII | El agresor es vencido. Victoria J |
XIX | La fechoría inicial es reparada o la carencia colmada. Reparación K |
XX | El héroe regresa. La vuelta ↓ |
XXI | El héroe es perseguido. Persecución Pr |
El héroe auxiliado. Socorro Rs | |
VIII bis | Los hermanos quitan a Iván el objeto que lleva o la persona que transporta (Fechoría A) |
X-XI bis | El héroe vuelve a partir, vuelve a emprender una búsqueda (C↑) |
XII bis | El héroe padece de nuevo las acciones que le llevan a recibir un objeto mágico (D) |
XIII bis | Nueva reacción del héroe ante las acciones del futuro donante (E) |
XIV bis | Se pone a disposición del héroe un nuevo objeto mágico (F) |
XXIII | El héroe llega de incógnito a su casa a otra comarca. Llegada de incógnito O |
XXIV | Un falso héroe reivindica para sí pretensiones engañosas. Pretensiones engañosas L |
XXV | Se propone al héroe una tarea difícil. Tarea difícil M |
XXVI | La tarea es realizada. Tarea cumplida N |
XXVII | El héroe es reconocido. Reconocimiento Q |
XXVIII | El falso héroe o el agresor, el malvado, queda desenmascarado. Descubrimiento Ex |
XXIX | El héroe recibe una nueva apariencia. Transformación T |
XXX | El falso héroe o el agresor es castigado. Castigo U |
XXXI | El falso héroe se casa y asciende al trono. Matrimonio Wº Elementos oscuros |
Cada función, después de su enunciado, numeración y simbolización, va seguida de las distintas variantes que puede presentar en los cuentos, agrupadas a su vez por afinidades en algo que a Propp le parece esencial. Estos grupos llevan un número latino, que aparecerá como potencia de la letra griega o latina. Cada una de las variantes lleva un número entre paréntesis, que corresponde al número del cuento en la colección de Afanasiev, por la edición soviética, es decir, posterior a la Revolución. Veamos como ejemplo el de la primera función:
«I. uno de los miembros de la familia se aleja de la casa (definición: alejamiento, designado con b) 1.- El alejamiento puede ser el de una persona de la generación adulta. Los padres se van a trabajar (113). "El príncipe tuvo que partir para un largo viaje, abandonar a su mujer y dejarla entre gentes extrañas" (265). "Partió (el mercader) a países extranjeros" (197). Las formas habituales del alejamiento son: para ir a trabajar, al bosque, para dedicarse al comercio, a la guerra, "para ocuparse de sus asuntos" (b1). 2.- La muerte de los padres representa una forma reforzada del alejamiento (b2). 3.- A veces son los primeros de la generación joven los que se alejan. Se van a hacer una visita (101), para ir a pescar (108), de paseo (137), a buscar fresas (224)»52. |
Así, cuando un miembro joven de la familia se aleja de la casa en busca de fresas, se representa como b3 y está al principio del cuento número 224 de la colección rusa de Afanasiev.
El capítulo cuarto trata de las asimilaciones y de la doble significación morfológica de la misma función. Propp se plantea cómo definir funciones que aparecen idénticas por su contenido, y que sin embargo están en distintos momentos de la narración. Esta asimilación formal es ciertamente peligrosa, pues puede llegar a confundir funciones que en modo alguno significan lo mismo en el proceso narrativo. Veamos el ejemplo de Propp:
«Tomemos el siguiente caso (160): Iván pide un caballo a Baba Yaga. Ella le propone que elija, entre una manada de caballos idénticos, el mejor potro. Entonces él elige el mejor grano y coge un caballo. El episodio en el caso de Baba Yaga representa la prueba a que el donante somete al protagonista, seguida de la donación del objeto mágico. Pero en otro cuento (219) el protagonista quiere casarse con la hija de una ondina, que exige que elija su novia entre doce doncellas idénticas. ¿Puede definirse este episodio como una prueba a la que el donante somete al héroe? Es evidente que a pesar de la identidad de la acción nos encontramos ante un elemento absolutamente diferente: se trata en este caso de la difícil tarea que se impone en el momento de la petición de matrimonio»53. |
La única norma para conducirse sin error es examinar qué ocurre a continuación de la acción que podría ser identificada como distintas funciones. La consecuencia de la acción resulta, pues, esencial, y ello le confiere un valor importantísimo a la cadena sintagmática del relato, a su «sintaxis», razón por la cual puede decirse que ésta es la verdadera base estructural del cuento y superior, por tanto, a la semántica. Con esto nos situamos ya en puertas de la discusión de las aplicaciones que ha tenido la teoría de Propp en la teoría lingüística general.
El capítulo
quinto se titula «Algunos otros elementos del cuento»,
y en él se habla de «elementos
auxiliares que sirven de lazo entre las funciones»
, que
son informaciones secundarias que ligan unas funciones a otras y
que pueden aparecer o no, pero que constituyen en todo caso
«un sistema de información que
produce a veces formas extraordinariamente sorprendentes desde el
punto de vista de la estética»
54.
Es curioso que muy pocas veces, y ésta es una de ellas,
Propp alude a los componentes estéticos del cuento; casi
nunca por motivos externos y nunca por razones de estilo. La forma
lingüística parece como si no existiera para nuestro
autor, lo cual es perfectamente coherente desde el punto de vista
semiológico. La estética del cuento popular se
sitúa, por consiguiente, en estructuras secundarias de
información, exactamente igual a lo que ocurre en el mensaje
publicitario, con la diferencia de que aquí la
información secundaria, camuflada o subliminal,
también es principal en la intención del comunicante,
pues en ella se basa el éxito de la propaganda. De todas
formas, en el mensaje publicitario, como en la novela burguesa
también, esta información
«secundaria-pero-principal» no es acción sino
que se desprende de la acción como un valor abstracto
(justicia, amor, seguridad, elegancia, confort, etc.), a todo lo cual hemos llamado
paradigma en otro lugar, por cuanto su estructuración no es
paralela al desarrollo de la intriga, sino que se articula
semánticamente en forma de funciones binarias que
actúan a través de cualesquiera elementos del relato
aunque su soporte principal es la lógica del argumento. Las
tres formas del relato apuntadas (cuento, mensaje publicitario,
novela burguesa) coinciden no obstante en que toda su
información secundaria constituye un importante
fenómeno para la observación estética, al que
en el mismo lugar aludido hemos dado la denominación general
de «belleza oculta del
sistema»
55.
Veamos algunos ejemplos señalados por Propp:
«La información se intercala entre las más diversas funciones. He aquí algunos ejemplos: la princesa raptada envía a sus parientes un perrito que lleva una carta en la que indica que podría ser salvada por Kojémiaka (vínculo entre el mal causado y el envío del héroe, entre A y B). El rey conoce así la existencia del héroe. Esta información concerniente al héroe puede ser coloreada con matices afectivos diferentes. Las murmuraciones de los envidiosos constituyen una de sus formas específicas ("parece que se vanagloria", etc.); implican que se envíe al héroe. Además (192) en algunos casos el héroe se vanagloria efectivamente de su fuerza. Las quejas, en algunos casos, juegan el mismo papel. Esta información toma a veces el aspecto de un diálogo. El cuento ha elaborado las formas canónicas de toda una serie de diálogos semejantes. Para que el donante pueda transmitir su objeto mágico, debe conocer lo que ha sucedido. De ahí proviene el diálogo de Baba Yaga con Iván. De la misma forma el auxiliar mágico debe conocer la fechoría antes de actuar; por eso se produce el característico diálogo de Iván con su caballo o con sus otros ayudantes. Por muy diversos que sean los ejemplos citados, todos tienen un rasgo común: un personaje se entera de algo por mediación de otro y esto vincula la función precedente con la que viene a continuación»56. |
Esta cualidad narrativa de la información es común también a todas las formas de relato. En el sistema de Roland Barthes se denominan funciones integradoras, en oposición a las funciones distribucionales (acciones principales), a todos los indicios que proyectan su utilidad para «más tarde» en correlación con otro momento del relato. Entre las integradoras del cuento popular se halla información de un personaje a otro sobre aspectos no fundamentales de la historia, pero que permite el enlace de las funciones principales, o funciones propiamente dichas. Algo que distingue fuertemente al relato literario del relato popular es la gran cantidad de estos «indicios» narrativos en el primero, frente a la pobreza en el segundo, donde, además, se hallan inmediatamente encadenados a la acción. Ello se corresponde seguramente con una diferencia entre los oyentes respectivos. El primero, lector culto, puede conservar en su mente los efectos dilatorios de un indicio narrativo cualquiera (un objeto sin importancia aparente, en el relato policíaco, por ejemplo); el segundo, oyente no culto, apenas posee esta capacidad; ni siquiera tiene el texto a mano.
Hay en este capítulo quinto dos apartados más: los «elementos que favorecen la triplicación» y las «motivaciones».
Del primero, que se refiere a un rasgo importantísimo y universal de los cuentos como es que muchos aspectos se presentan en número de tres, señala Propp que puede afectar lo mismo a caracteres atributivos (dragón de las tres cabezas), como a ciertas funciones (tres pruebas que ha de superar el héroe), como a personajes (tres hijas del rey), etc. Pero lo importante es la aparición en el relato de elementos no estrictamente necesarios en el desarrollo argumental, salvo porque sean favorecedores del número tres; así, el héroe puede fallar dos veces intentando hacerse merecedor del objeto mágico (cuya entrega sí es una función principal), y conseguirlo a la tercera. Aunque Propp no lo dice, es evidente para nosotros que estos elementos auxiliares triplicadores sirven para aumentar la tensión intrigante (por lo tanto pertenecen a la sintaxis del relato), pero también constituyen un rasgo semántico independiente que de alguna forma anticipa la clave argumental, aunque siempre es preciso que el oyente tenga un cierto conocimiento -siquiera inconsciente- de cómo funcionan estos relatos. En el cuento español Las tres maravillas del mundo, tres hermanos compiten por la mano de la princesa, y aún haciendo cada uno de ellos méritos sobrados para alcanzarla, será el menor quien se la lleve, nos atreveríamos a decir que por el mero hecho de ser el menor, pues es siempre un personaje privilegiado de estos cuentos (o la menor). Esto llegan a saberlo los oyentes a pocos cuentos que hayan oído. Lo verdaderamente curioso es que no por ello desaparece el interés, sino que hasta se podría decir que aumenta. Es un ejemplo, perfecto nos parece, de implicación mutua entre lo sintáctico y lo semántico, comparable al asombroso mantenimiento de interés en tantos y tantos relatos literarios comerciales, en los que el oyente sabe que el héroe terminará bien, pese a todas las dificultades que se le pongan. El interés aquí se mantiene (basta recordar el caso de las novelas policíacas) por la observación de cómo se las ingenia el héroe para salir airoso. Las consideraciones morales o de cualquier otra índole paradigmática pasan a ser muy secundarias, y de ahí precisamente que la ideología burguesa utilice esas estructuras narrativas (en realidad las ha creado para eso) como vehículos propagandísticos de penetración inconsciente.
El ingenioso y valiente policía, mientras causa la admiración por sus métodos, va lanzando mensajes ocultos a través del restablecimiento de la propiedad privada, la entrega del asesino a la justicia (no su regeneración), la unidad familiar, etc. La violencia llega a ser un atributo esencial de todas estas acciones, pues así es más convincente el restablecimiento del orden. El mensaje final es sin duda el de la protección del Estado a las personas ordenadas y dóciles y la garantía de castigo a los que se salen de las reglas del juego.
Este mecanismo explica que el relato burgués de nuestros días haya alcanzado el punto más alto en su distanciamiento del relato popular, dotando al héroe de las series de televisión de una entidad tal que llega a justificar por sí solo a los relatos en los que interviene. Por ello el desarrollo de la intriga resulta con frecuencia descaradamente arbitrario. En el cuento popular, muy de otra manera, el personaje posee una escasa o nula entidad, hasta el punto de que con frecuencia su psicología es totalmente disparatada para una mirada moderna.
Dice Propp:
«Observemos de forma general que los
sentimientos y las intenciones de los personajes no actúan
en ningún caso sobre el desarrollo de la
acción»
57.
En los cuentos populares hay casos de verdadera crueldad (o nos lo
parece) en las motivaciones de los personajes, que cobran su
sentido en el conjunto de la historia y acaso en sus fundamentos
culturales remotos, como mensaje contra el incesto, la
antropofagia, etc.
Termina este
capítulo quinto con unas consideraciones acerca de las
motivaciones. «Entendemos por
motivaciones tanto los móviles como los fines de los
personajes, que los llevan a realizar tal o cual acción. Las
motivaciones proporcionan a veces una coloración brillante y
completamente particular, pero no por eso dejan de ser uno de sus
elementos más inestables»
58.
Es verdaderamente singular de qué forma las motivaciones se
supeditan en el cuento maravilloso a la estructura misma, de tal
manera que es ella la que genera los motivos (a excepción de
la fechoría inicial o el perjuicio, los cuales dan lugar a
la carencia cuya satisfacción genera todo el cuento),
incluso los sentimientos más inverosímiles. Es, pues,
esta realidad mil veces comprobada en los cuentos, una prueba
más de la tiranía absoluta de la estructura de las
acciones principales. Las motivaciones son tan secundarias que a
veces pueden incluso no existir donde parecerían más
necesarias, al principio del relato. «A
veces el sentimiento de que algo falta no recibe ninguna
motivación. El rey reúne a sus hijos: "hacedme un
servicio", etcétera, y los envía a la búsqueda
de algo».
59
El capítulo 6: Reparto de las funciones entre los personajes
A pesar de que el
investigador ruso no concede apenas importancia a los personajes,
no deja por eso de advertir que las acciones se reparten
también de alguna forma en relación con los distintos
personajes en lo que él llama esferas de
acción. Hasta siete esferas distingue en torno a otros
tantos personajes, y son: esfera de acción del agresor, del
donante, de la princesa, del mandatario, del héroe y del
falso héroe. Por poner un ejemplo, la primera esfera
está compuesta por «la
fechoría (A), el combate y las otras formas de lucha contra
el héroe (H) y la persecución (Pr)»
. Estas
esferas pueden repartirse con arreglo a tres posibilidades:
- Se corresponde exactamente con el personaje.
- Un único personaje ocupa varias esferas.
- Una única esfera de acción se divide entre varios personajes.
Capítulo 7: Las diferentes formas de incluir nuevos personajes en el curso de la acción
Señala
aquí el autor que «cada tipo de
personaje posee su forma propia de entrar en escena»
60
. El
agresor (el malvado), aparece dos veces y de muy distinta manera.
La primera surge inesperadamente, mientras la segunda lo hace como
objeto de una búsqueda. El encuentro con el donante del
objeto mágico es puramente casual, y así cada uno de
los personajes entra de forma particular. Distingue el formalista a
continuación algunas excepciones que se presentan, y admite
finalmente que estos problemas «pueden
ser sometidos a un estudio más
detallado»
61.
Pensamos que esta es una de las formas que más pueden variar
de un país a otro.
Capítulo 8. Los atributos de los personajes y su significación
«Entendemos por atributos el conjunto de las
cualidades externas de los personajes: su edad, sexo,
situación, su apariencia exterior con sus particularidades,
etc. Estos atributos
proporcionan al cuento sus colores, su belleza, su
encanto»
62.
Creemos que es la primera vez que Propp hace una apreciación
estética sobre elementos puramente externos, que en nada, o
casi nada, intervienen en la acción. Pero independientemente
de esto, el capítulo 8 es el que más da de sí
para la polémica, pues el mismo Propp se adelantó,
bajo ciertas hipótesis, a los grandes problemas que se
derivan de la consideración de estos atributos con
relación a la estructura. En primer lugar, el problema de
las transformaciones de los cuentos maravillosos de acuerdo con el
medio social e histórico. «El
cuento sufre la influencia de la realidad histórica
contemporánea, de la poesía épica de los
pueblos vecinos y también de la literatura y de la
religión [...] El cuento conserva las trazas del paganismo
más antiguo, de las costumbres y los ritos de la
antigüedad. Se transforma poco a poco, y esas
transformaciones también están sometidas a unas
leyes»
(el subrayado es nuestro)63.
De esas palabras se puede decir que surgió la gran
controversia de los años sesenta acerca de dos grupos de
problemas básicos:
1)
¿Cómo, si las transformaciones se producen por
influencia del medio social -y son tantos los que hay-, han de
someterse a unas leyes generales de transformación?
¿Cuáles son, en fin, esas leyes? Si estas
transformaciones pueden llegar a afectar a las funciones mismas
-afirmación extremadamente grave que hace Propp en la
página 10364,
pues no indica cómo ni da ejemplos-, ¿cabe imaginar
que existió una proto-forma del cuento maravilloso,
que podría ser reconstruida simplemente analizando
catálogos internacionales de formas derivadas y
quedándonos con las fundamentales? y ¿cuáles
serían las fundamentales y las derivadas? Propp no se remite
más que a sí mismo para esta difícil
cuestión: «Las formas que
consideramos fundamentales se hallan siempre citadas en primer
lugar en nuestra lista»
65.
Como se ve, nuestro autor se empieza a mover en un terreno sumamente resbaladizo del que a duras penas logra salir con hipótesis tras hipótesis. En realidad, es porque ha tocado el fondo de la cuestión, y que no es otro que el tema tabú del origen de los cuentos, es decir, el mismo que consumió estérilmente a tantos folkloristas antiguos, en la grandiosa -e inacabable- tarea de catalogar todos los miles de detalles de todos los miles de cuentos de todos los países, tras las huellas de un corpus original que acaso nunca existió.
El lector familiarizado con los problemas de la gramática generativa sabe que éste es ni más ni menos el mismo escollo de dicha gramática. Una vez que se conocen las reglas de transformación de una estructura gramatical, debería ser fácil obtener todas las frases posibles de un idioma, con la simple ayuda del lexicón, ese diccionario especial hecho con lexemas y elementos relacionantes. Luego, en la práctica, resulta que ese lexicón es prácticamente imposible de construir, y no sólo por razones cuantitativas, sino más bien por razones cualitativas. Porque la morfología de una lengua no depende únicamente de estructuras sintácticas, sino también de estructuras que pertenecen al texto y, al parecer, a estructuras semánticas independientes del texto. El ideal de reducir los mecanismos de la lengua (o del cuento popular) a fórmulas básicas engendradoras de formas secundarias, no sólo se contempla como una espejismo mil veces tentado, sino como algo a lo que se podría llegar, pero construyendo prototipos falsos, a partir de cuantificaciones y clasificaciones incompletas, tomadas como completas o considerando un arquetipo cualquiera como prototipo. El arquitecto será siempre el único históricamente posible, según los datos que se puedan recoger, frente a la inmensidad de los desaparecidos o no recogidos jamás. Lo que las gramáticas y las morfologías del cuento podrán construir serán siempre estos arquetipos (nosotros mismos intentaremos dar algunos sobre los cuentos españoles en Cuentos al amor de la lumbre), y todo intento de presentarlos como matrices originarias nos parece especulación.
En esta cadena de
identificaciones indebidas entre lo epistemológico y lo
fenomenológico, el error más frecuente sigue siendo
la identificación del contenido con su forma, esto es, el
nivel semántico con el semiológico, a base de reducir
cada vez más el argumento de un texto narrativo a
categorías sintácticas. Efectivamente, es cierto,
como advierte el mismo Propp, que en definitiva todo relato
responde al esquema de la epopeya: «El
héroe encuentra un obstáculo y venciéndolo
encuentra el medio para llegar a su fin»
66.
De la misma manera, todas las construcciones gramaticales se
reducen a un sujeto en su relación con un predicado, y los
posibles aditamentos de uno y otro núcleo. Lo que ocurre es
que eso no sirve para nada en el análisis, y menos en el
conocimiento de la realidad.
Tuvo fundamento Lévy-Strauss, como veremos con más detalle después, al acusar a Propp de volver a distinguir inútilmente entre forma y contenido, aunque no en todas las razones que da. Lo importante para nosotros es preguntarnos por qué un estructuralista tan riguroso como Propp volvió a caer en las viejas trampas de las dicotomías lógicas, cuando en pureza no necesitaba abordar estos temas. Resabios del ambiente en que se formó, tal vez. Deudas sociales con las fuerzas políticas de su país, tras la revolución de Octubre, posiblemente. La ausencia de una solución dialéctica sorprende tanto más y en ese sentido apuntan nuestras sospechas.
2) El segundo
bloque de problemas surge en torno a la relación entre el
cuento y el mito. En realidad es una problemática derivada
de todo lo anterior, por cuanto la «solución» de
Propp a la cuestión de las transformaciones y a la
búsqueda del prototipo se produjo de forma un tanto
insólita en la afirmación siguiente: «El análisis de los atributos permite una
interpretación científica del cuento. Desde
el punto de vista histórico, esto significa que el cuento
maravilloso en su base morfológica es un
mito»
67.
Afirmación tan rotunda, y tan de emergencia, fue sin duda lo
que motivó la respuesta contundente de Lévy Strauss,
rechazando por completo las tesis de Propp en este punto, y
encomiando todo lo demás.
Como se ve, viejos y nuevos problemas, extrañamente ensamblados alrededor de este capítulo, extraño él también en el conjunto del libro.
El capítulo 9: «El cuento como totalidad». Definición científica
Bajo la noción ya consolidada del proto-cuento (Propp trae a colación una nueva cita de Goethe que se refiere a la proto-planta, del mismo cariz positivista utópico) se nos introduce por fin la idea del cuento como una totalidad que se manifiesta en partes, susceptibles de combinarse entre sí. Se trata de ver las partes de la narración, del texto en sí, con independencia de esas partes esenciales que vienen siendo las acciones de los personajes. Estas constituyen la estructura del prototipo (según nosotros, el arquetipo, el cuento ideal o archi-cuento, valdría decir). A estas alturas, Propp se siente en condiciones de dar una definición científica del cuento maravilloso, como cuestión previa a la de cómo determinar las partes de un relato cualquiera de esta índole. He aquí la definición:
«Se puede llamar cuento maravilloso, desde el punto de vista morfológico, a todo desarrollo que, partiendo de una fechoría (A) o de una carencia (a), y pasando por las funciones intermediarias, culmina con el matrimonio (W) o en otras funciones utilizadas como desenlace. La función terminal puede ser la recompensa (F), la captura del objeto buscado o de un modo general la reparación del mal (K), los auxilios y la salvación durante la persecución (Rs), etc. A este desarrollo le llamamos una secuencia. Un cuento puede comprender varias secuencias»68. |
En la aplicación de esta definición a los cuentos españoles hemos preferido desarrollar algo más la parte que se refiere a las «funciones intermediarias» en especial todo lo que se refiere al objeto o auxiliar mágico y lo que le rodea, por presentar en nuestro ámbito caracteres especiales y fuertemente diferenciadores de los otros tipos de cuentos. En cuanto a las secuencias, nuestro autor sabía, por experiencia de lector de cuentos, que se presenta a menudo el problema de que un mismo texto parece contener más de un cuento. Por eso ha llevado a la definición, de forma muy ingeniosa, la identidad relativa entre cuento y secuencia. De tal modo que unas veces un cuento sólo contiene una secuencia y otras veces más de una. Un problema, ya de menor entidad, es cómo se combinan en el caso de que haya más de una secuencia. En nuestra opinión, tendremos una nueva secuencia cada vez que se produce una nueva fechoría, o carencia, incluyendo la posibilidad de que aparezcan más de una fechoría al principio del relato.
Esto es importante de tener en cuenta, pues hay que aprender a distinguir lo que son cuentos mezclados caprichosamente por el narrador, de lo que son textos compuestos por más de una secuencia. En el estado de degradación o deterioro en que se encuentran los cuentos españoles, resulta especialmente recomendable esta observación.
Así, pues, la primera unidad morfológica del cuento maravilloso (y no la unidad funcional, repetimos) es la secuencia. Cuando hay más de una secuencia, Propp distingue todos aquellos casos, hasta ocho, en que se puede seguir hablando de un sólo cuento. Esta enumeración y explicación nos resulta un tanto ociosa, pues, como hemos indicado, basta considerar como señal de nueva secuencia la aparición de una nueva fechoría o carencia. No obstante, puede resultar útil este nuevo análisis de circunstancias para llevar al investigador una conciencia más clara del asunto.
Un apartado B) de
este capítulo nueve, verdadera recapitulación del
libro por otra parte, nos ofrece un ejemplo de análisis. De
una forma un tanto inesperada, nos encontramos previamente con un
resumen de las categorías de elementos que sirven para
«desmembrar un cuento en sus partes
constitutivas»
69
y que resultan ser:
1.- Funciones de los personajes («partes fundamentales»)
2.- Elementos de unión.
3.- Las motivaciones.
4.- Formas de aparición en escena de los personajes.
5.- Elementos accesorios atributivos.
Es necesario advertir, antes de continuar adelante, que el formalista ruso no distingue en ningún momento entre unidades funcionales y unidades morfológicas. Las primeras serían las acciones fundamentales, y las segundas todo lo demás, es decir, las otras cuatro categorías de elementos. Pero el que no se pronuncie sobre esta distinción, e incluso teniendo en cuenta que acaba de alinearlas en una sola enumeración de cinco categorías, no despeja por completo la duda de que sean para él dos bloques de categorías situados a dos niveles diferenciados. El primer nivel, el de las funciones, sería el nivel de lo genérico, y el segundo el nivel de lo particular. Desde el punto de vista del análisis de un cuento no tiene demasiada importancia, salvo por lo que pudiera haber de distorsión semántica de un elemento cualquiera hasta poder identificarlo con tal o cual elemento de la estructura general, o de la particular, según la conveniencia del investigador.
La importancia de esta cuestión vuelve a situarse en los planteamientos teóricos, y de ahí que Lévi-Strauss apoyara su crítica a ciertas hipótesis de Propp -principalmente la hipótesis mitológica-, en esta misma sospecha acerca del pensamiento último del folklorista. Para nosotros, que de momento no entramos en el debate antropológico, la cuestión afecta a los planteamientos lingüísticos que se han derivado de las oscuras contradicciones -digámoslo así- que hay en la mente de un científico tan singular, anclado todavía en ciertos esquemas de positivismo ingenuo (idealistas al fin y al cabo) y ensayando, acaso por primera vez en el mundo de las ciencias humanas, perspectivas funcionalistas puras, cuyo desarrollo completo no puede producirse más que en el terreno del materialismo dialéctico.
Con toda claridad, el problema es el mismo que el de forma y función en la lingüística estructural. Los análisis morfosintácticos, tan actuales y tan útiles para comprender fenómenos gramaticales, no resuelven en definitiva ciertos problemas de relación entre las partes del discurso, sencillamente porque esa relación no se puede aislar en morfemas, ni en suprasegmentos, sino que puede depender de cosas tales como la colocación en la cadena sintagmática y, más allá de la frase, en las relaciones entre frases.
La relación entre las secuencias de un cuento plantea estos mismos problemas, ya que siendo distintas desde el punto de vista morfológico, pertenecen a un mismo todo desde el punto de vista funcional. Y no es porque este todo tenga que ser una unidad mayor que la secuencia (pues ya hemos visto que a veces secuencia y cuento son la misma cosa), sino una unidad de distinta naturaleza.
En un planteamiento dialéctico, esto no ofrece ninguna dificultad, pues puede ser explicado perfectamente a través del postulado que dice que todo cambio cuantitativo comporta un cambio cualitativo. Según esto, dos o más secuencias maravillosas pueden componer un sólo cuento y a veces cuentos distintos, sin que exista contradicción ni absurdo70. De la misma manera, la distinción entre morfema y lexema puede desaparecer en el discurso, como sucede de hecho con muchas de las llamadas formas irregulares de los verbos.
En estas formas, generalmente, no se pueden distinguir partes, porque, aunque exista la huella del lexema original, (caso del español hay) su enorme polivalencia funcional hacen imposible una definición abstracta de su sentido. Todas las definiciones se habrán de producir en el ámbito contextual de la frase. Igual puede decirse del nivel frase en relación a su respectivo contexto, es decir, el texto propiamente dicho; e incluso del nivel texto con relación a otros textos, por ejemplo de un mismo autor.
La integración de todas las unidades morfológicas se perfila, pues, como una integración de sentido, esto es, de la semántica particular de un texto. Lo que, en terminología de Hjelmslev, llamaríamos la forma del contenido, y en términos de semántica estructural el nivel semiológico. Lo que ya no se suele decir es que esta integración semiológica, por la que se dan casos tan singulares como que un morfema puede convertirse realmente en un semantema, (ya que funciona como tal y fuera de su contexto no significa nada) no puede ser aislada de ninguna manera, por mucho que en literatura, por ejemplo, se haya llegado a hablar de «estilemas» y otros atrevimientos. No puede ser aislada porque se trata de un cambio cualitativo, y no de un mero cambio cuantitativo a un nivel de unidades mayores, como en principio se suele pensar que ocurre. Lo único que se puede hacer es una descripción abstracta del funcionamiento de estas integraciones, y es lo que en realidad hace Propp al relacionar las acciones de los personajes en el cuento maravilloso, y lo que hace Greimas cuando aplica su concepto de la isotopía de un texto literario.
Es evidente que Propp no tuvo una conciencia muy clara de la revolución que él mismo estaba llevando a cabo, y así, cuando quiso darse a sí mismo una explicación teórica general, cayó en viejas e inservibles dicotomías. Las mismas que, en el campo de la lingüística, ha tiranizado esta ciencia hasta que, abandonando la rigidez esquemática de los discípulos de Saussure, se retomó el discurso lingüístico de Hjelmslev y empezó a tomar cuerpo la hipótesis de que la forma es un determinante de la sustancia y que esta misma existe, no fuera del texto, sino en su interior y precisamente porque hay texto. Se trata, en definitiva, de la identificación dialéctica de los contrarios, no como algo que vuelva a ser ideal, sino como un instrumento útil de análisis que permite ver en abstracto el funcionamiento de una realidad concreta, y sin que esto tenga absolutamente nada que ver con la metafísica. Más bien representaría la destrucción final de la metafísica.
Tras un ejemplo del análisis de un cuento en sus partes constitutivas, que nosotros haremos respecto a un cuento español, Propp se plantea el problema de la clasificación sobre la base de dos cuestiones: la diferencia de los cuentos maravillosos con los demás cuentos y la clasificación de los primeros por sí solos. Dos intentos nuevos de definición alrededor del término maravilloso (en español encantamiento), se producen y ambas son rechazadas por el mismo autor, quien pasa a tratar otro tema: la semejanza de ciertos cuentos no maravillosos con la estructura de los que lo son, y algunas cuestiones más.
Un apartado importante todavía de este enjundioso capítulo es el que se refiere a la relación de las formas particulares con la estructura general. Aunque ya nos hemos adelantado a este asunto de varias maneras, interesa ver más de cerca el tratamiento que le da Propp en el último asalto de su libro. De hecho, este acercamiento va a constituir un verdadero resumen.
A lo largo del
apartado que acabamos de mencionar, Propp va trazando diferentes
esquemas generales, derivados de la simple superposición de
los esquemas de diferentes cuentos. Este sencillo método
conduce a averiguar «qué
representan las diferentes especies de nuestros
cuentos»
71.
Es de notar que la palabra especie interviene en este
pasaje de su libro, aunque de una forma poco precisa, como
sinónimo de los distintos contenidos en los que se
manifiesta la acción de los textos concretos. Así, el
raptar, el robar y el saquear son
especies de la función Fechoría (A), con
otras menos frecuentes. La Fechoría sería, en
oposición a la especie, el género, si seguimos
utilizando la terminología de las ciencias de la naturaleza,
que es lo que hizo Lévy-Strauss en su crítica al
investigador ruso.
Para nosotros, sin
embargo, la falta de precisión afecta de un modo más
importante a saber qué serían las distintas
modalidades de rapto, robo y saqueo, que son las que verdaderamente
se dan en los cuentos. No es que Propp mencione estos
términos aislados como especies de la acción
principal abstracta, puesto que él siempre dice «rapta a la princesa»
, «roba un objeto mágico»
,
«saquea un sembrado»
,
etc. Pero tampoco distingue
estas acciones -con su desarrollo particular-, de las acciones
puras, con lo cual nos quedamos sin saber qué clase de
unidad intermedia sería robar, entre
fechoría y robar un objeto mágico.
Naturalmente, no habría ningún problema si siempre
que se produjera un robo como manifestación de la
fechoría inicial se tratara del robo del objeto
mágico, y de ninguna otra cosa. Pero esto no es siempre
así, aunque los casos más frecuentes se presenten de
esa manera. Propp se da cuenta de este escollo y, como otras veces,
adopta una solución técnicamente cómoda, cual
es aislar las formas principales (más frecuentes) como una
sola, e inventariar el resto: roba la espada del rey, roba las
manzanas de oro, arrebata la luz del día72,
etc. Todos los demás
casos quedan, por consiguiente, como roba el objeto
mágico.
El método, sin él saberlo, es muy similar al de la gramática estructural cuando, en el nivel fonológico, se procede a constituir el fonema, como entidad abstracta integrada por rasgos diferenciados de los sonidos reales de la lengua general, dejando ciertas variantes posicionales del discurso como casos particulares de los sonidos, alófonos, fácilmente inventariables, aunque a veces puedan representar fenómenos revolucionarios en embrión. El problema subsiste, sin embargo, aun para la lingüística, pues, de hecho, esas situaciones de excepción son las que cambian las lenguas.
La analogía con los métodos lingüísticos tendrá que ser apurada, y en algo mucho más decisivo como es el universo de la significación, cuando estudiemos la aplicación que, precisamente ha tenido el método de Propp en los dominios de la semántica estructural.
De los esquemas resultantes de sus confrontaciones, Propp deduce varias propiedades generales de gran importancia.
La muerte del agresor, por ejemplo, puede ser consecuencia de la pareja de acciones principales combate-victoria (H-J), o simplemente producirse sin la intervención del héroe. El esquema conjunto de los dos casos resulta ser:
ABE ↑ DEFGHIJK ↓ Pr-Rs OLQExTUWº
Si reunimos a continuación en un esquema todos los cuentos donde se producen tareas difíciles para probar al héroe, el cual las supera, es decir, M-N, el esquema es:
ABC ↑ DEFGOLMJNK ↓ Pr-RsQExTUWº
Comparando los dos esquemas anteriores, y analizando otras circunstancias, se llega a la conclusión de que la pareja combate-victoria y la pareja tarea difícil-realización de la misma, no aparecen nunca en un mismo cuento, salvo que sea en secuencias diferentes, y siempre en el orden que aquí se mencionan. Si el orden fuera inverso, se trataría de una combinación mecánica, no «orgánica», de dos cuentos, por capricho del narrador. Es una conclusión teórica. Los cuentos que reúnen las dos parejas arrojan el siguiente esquema:
ABC——FH-JK——LM - NQExUWº
Esta combinación no se presenta en ningún caso concreto de los estudiados por Propp, hecho que vendría en auxilio de nuestra tesis acerca de la condición no sólo abstracta, sino ideal, de los esquemas.
El siguiente esquema procede de la superposición de todos los cuentos donde no hay ni combate ni tarea difícil, esto es, faltan las dos parejas de acciones consideradas hasta aquí. Este nuevo esquema resulta ser:
ABC——DEFGK——Pr-RsQExTUWº
En un segundo asalto teórico, la confrontación de los tres esquemas anteriores presenta un nuevo esquema, que Propp llama alternativo, pues se debe a una mera construcción teórica que lo hace útil sólo si hacemos sobre él tomas parciales sucesivas. Así es, pues, el esquema general, y definitivo, de todos los cuentos maravillosos:
Dice Propp:
«Las secuencias con H-J se desarrollan
según la rama superior; las secuencias con M-N según
la rama inferior; las secuencias que incluyen las dos parejas,
primero de acuerdo con la rama superior, y luego, sin llegar hasta
el final, según la inferior; en cuanto a las secuencias que
no presentan ni H-J ni M-N se desarrollan evitando los elementos
que diferencian unas secuencias de otras»
73.
Tras considerar el
comportamiento un tanto anómalo de la acción
L (pretensiones engañosas del falso héroe),
nuestro autor concluye de una manera terminante su «tesis general sobre la uniformidad absoluta de
la estructura de los cuentos maravillosos. Las variaciones de
detalle aisladas o las excepciones no rompen la constancia de esta
ley»
74.
Propp es el primer
sorprendido ante la fuerza de esta constatación y, aunque
advierte que no le corresponde al morfólogo (hoy
diríamos estructuralista) «interpretar» lo que
esta ley quiere decir, no resiste a la tentación de hacerlo,
aun a modo de interrogante: «¿no
significa esto que todos los cuentos proceden de la misma
fuente?»
. Una vez más, como la tenaz mariposa de
luz contra aquello que le fascina, Propp se siente atraído
por el misterio del origen de los cuentos. Sin ánimo de
competir con el historiador, reconoce que su pregunta no deja de
ser una hipótesis, para agregar, muy sagazmente, que acaso
no sea cuestión para el historiador, sino para el
psicólogo, pues pudiera ser que «los límites del cuento se explican por
los límites de las capacidades imaginativas del
hombre»
75.
Esta opinión, sin embargo, es rechazada por él mismo
en seguida, con el débil argumento de que, de ser
así, no habría más cuentos que los del tipo
maravilloso. La existencia de otras clases de cuentos pensamos
nosotros, bien podía responder a diversas capacidades de la
propia imaginación. Pero dejando a un lado este asunto, que
nos llevaría -y tal vez nos llevará- a
consideraciones psicoanalíticas de la escuela de
Jung76,
se echa de ver en seguida que Propp no renuncia fácilmente a
la creencia de que «la fuente
única puede encontrarse en la
realidad»
77,
preparando así el camino a su siguiente libro, de
carácter materialista histórico.
En esta
línea adelanta que «es bastante
posible que exista un vínculo regido por leyes, entre las
formas arcaicas de la cultura y la religión por un lado, y
entre la religión y los cuentos por
otro»
78.
En apoyo de esta tesis pone el ejemplo siguiente, digno de ser
tenido en consideración: «Los
cuentos nos presentan a los transportadores aéreos de
Iván bajo tres formas fundamentales: el caballo volador, los
pájaros y el barco volador. Estas formas son las que
representan precisamente a los portadores del alma de los muertos;
el caballo, que predomina entre los pueblos pastores y
agricultores, el águila entre los pueblos cazadores, y el
barco en aquellos que viven a orillas del mar. Por tanto, se puede
pensar que uno de los principales fundamentos estructurales de los
cuentos, el viaje, es el reflejo de ciertas
representaciones sobre los viajes del alma al otro
mundo»
79.
De pronto parece que Propp se haya olvidado de la relación con el mito, lo que viene a confirmar nuestra impresión de que aquello fue una ligereza, tomada excesivamente en consideración por Lévi-Strauss.
Viene a continuación un estudio de ciertas excepciones a la estructura general, que Propp resuelve como excepciones aparentes, como variantes o como auténticas infracciones debidas a una transmisión degradada, o a otras causas.
La segunda ley
importante dice: «Los cuentos dan una
forma incompleta del esquema de base. En cada cuento falta una u
otra función. La ausencia de una u otra función no
modifica para nada la estructura del cuento: las demás
funciones conservan su lugar. En muchos casos se puede demostrar,
basándose en algunos detalles rudimentarios, que esta
ausencia es una omisión»
80.
La primera parte de esta ley deja bien a las claras una prueba más de nuestra tesis contraria a Propp, varias veces apuntada, pues, si en ningún cuento de los muchos estudiados por Propp ni siquiera se han presentado todas las funciones del esquema general, ¿cómo pretender que hubo alguna vez un proto-cuento que las llevara todas? De ser así tendría como contenido argumental una cadena con la especie más frecuente o más importante (?) de cada función. Pero lo frecuente ya es histórico, no puede estar en el proto-cuento; y lo «importante», ¿quién y cómo decidirlo?
Nuestro
estructuralista pasa a continuación a estudiar por separado
las funciones correspondientes a la parte preparatoria, esto es,
las siete funciones simbolizadas con otras tantas primeras letras
griegas, a partir de b, puesto que a se reserva para la
situación inicial, donde aún no se ha producido
ninguna acción. Propp admite que el estudio de esta parte se
complica «porque las siete funciones que
la constituyen jamás se encuentran todas juntas en un mismo
cuento y su ausencia nunca puede explicarse por una
omisión»
81. Llama la
atención que no se pronunciara en el mismo sentido respecto
del caso anterior, a pesar de que allí las ausencias se
explican, según él, por omisión «en
muchos casos». Esta explicación era, ya se ve,
incompleta, pero no llega a ser realmente inquietante hasta que se
compara con la naturalidad con que Propp admite la dificultad del
problema en la parte secundaria de la estructura o, en todo caso,
menos importante que la que empieza en la función VIII
(fechoría, (A)). ¿Es que Propp se guarda sus
escrúpulos en la parte principal para no poner en crisis su
hipótesis de la estructura general y, más el fondo,
la del origen único e histórico de todos los
cuentos?
Hay dos parejas excluyentes, según él, en estas funciones preparatorias, y son g-d y h-q (prohibición-transgresión de la prohibición y engaño del agresor a la víctima-complicidad involuntaria de la víctima).
Un nuevo e
importante problema plantea y estudia nuestro investigador, con
soluciones muy acertadas: «¿Las
especies de una función se hallan indefectiblemente unidas a
las especies correspondientes de otra
función?»
82.
Explicaremos un poco este problema. Se trata de ver si, por
ejemplo, cuando hay un combate en pleno campo entre el héroe
y el agresor (especie H1 de la función
Combate, H), la victoria del héroe se produce
igualmente en el campo (especie J1 de la función
J), o si la victoria se produce en cualquier otro lugar. Aunque
esto pudiera parecer absurdo, téngase en cuenta que en estos
cuentos los saltos de lugar, como otras muchas rupturas de esquemas
de la lógica habitual, son perfectamente posibles; ocurren,
sin más explicación. Pues bien, Propp llega a la
conclusión de que estas correspondencias se presentan: 1:
Siempre, entre algunos elementos. 2: Existen parejas de funciones
en las que una de las partes puede ligarse con algunas especies de
la otra, pero no con todas. 3: Se presenta libertad absoluta en
tales correspondencias.
La objeción salta a la vista: ¿no es todo esto un esquema puramente lógico que Propp cree estar viendo? Estas consideraciones le llevan a esbozar, en un párrafo francamente pintoresco, cómo se podrían fabricar cuentos, esto es, producirlos artificialmente, teniendo en cuenta todo lo dicho hasta aquí en el resumen. Se despierta en él una nueva inquietud de tipo marginal acerca de si, con tantas leyes, y a pesar de la combinatoria posible, no podría afirmarse que el pueblo está privado de libertad estética creadora cuando se dedica a los cuentos. Dicho de otra manera: qué le queda al pueblo para producir arte en esta tarea. Una vez más, Propp distingue: a) los casos en que no puede inventar ni variar nada, como el orden de las funciones; los elementos de aquellas especies vinculadas por una dependencia absoluta o relativa; determinados atributos de un personaje para una función determinada; ciertas dependencias entre la situación inicial y las funciones siguientes. b) Es libre en cambio: en la elección de las funciones que omite o utiliza; la elección de la especie (aquí es donde mayores posibilidades se le ofrecen); en la elección del nombre del personaje y sus atributos.
Pese a todo ello,
no deja de reconocer que «el creador de
un cuento muy raras veces inventa y que, además, coge de la
realidad contemporánea la materia para sus innovaciones y la
aplica al cuento»
83.
Finalmente dice Propp: «el narrador es
libre para elegir los medios que le ofrece la
lengua»
84.
Se trata, pues, de una concesión al estilo personal del
narrador, tema este en el que, contrariando la magnanimidad de
Propp, no hay más remedio que admitir que no se hace uso de
esta libertad tal como podría parecer (desde luego en
España, muy poco), por una razón fundamental: el
cuento, por sus relaciones profundas con la estructura de la
lengua, es casi un metalenguaje y, como tal, muy poco susceptible
de variaciones estilísticas. Ello, por otro lado, nos
sitúa mucho más cerca del archicuento, que
del proto-cuento, ya que si éste hubiera existido
alguna vez, las variantes se habrían multiplicado en
razón de una cierta competencia de originalidad con el
original -vale la redundancia-, y no, como de hecho ocurre, con
poquísima e irrelevante diferencia estilística de
unas versiones a otras, como cuidando de que no se pierda el
estándar expresivo porque con él peligraría el
cuento todo. Pero, además, baste considerar que el narrador
de cuentos populares se dirige a un público cuya competencia
lingüística es tan reducida que cualquier apartamiento
puede producir extrañeza en él. Esto último
explica, por añadidura, que la calidad estética del
cuento se mantenga más bien latente en determinaciones
estructurales, en la semiología del conjunto.
El último apartado del capítulo, y del libro, todavía comprende una cuestión de bastante interés, y es el de la posible determinación del argumento, con sus variantes como algo aislable, a pesar de la ambigüedad del término; término no en vano responsable de las complicadísimas elucubraciones de los folkloristas antiguos, a lo que se unía otro elemento no menos perturbador: el personaje. Propp, que ha demostrado la inoperancia del argumento y del personaje como objetos de atención para la descripción científica del cuento, quiere no obstante echar una última ojeada al primero de los dos.
Es admirable la
claridad con que este autor, que no era lingüista,
intuyó lo esencial de la relación entre la estructura
del cuento y la estructura de la lengua, al decir: «Todos los predicados reflejan la estructura del
cuento y todos los sujetos, complementos y las demás partes
de la oración definen el argumento»
85.
En efecto, si colocamos los significados de todas las especies uno
debajo de otro, por ejemplo:
el agresor rapta a la princesa,
el donante entrega el objeto mágico,
el héroe mata al dragón,
el héroe recibe una marca en el combate,
el falso héroe reivindica falsos méritos,
el héroe es perseguido por sus hermanos,
el héroe sufre una prueba,
el héroe se casa con la princesa, etc.,
se aprecia con absoluta claridad una misma relación y casi un mismo número de funciones sintácticas en todas ellas. Es decir, que el contenido -argumento-, ya en su mera sustancia presenta un atisbo formal, cuya inmediata concreción es elevar los predicados -verbos- a la categoría de abstracciones suficientemente genéricas, las cuales serán ya formas del contenido y dan nombre a las distintas funciones principales. Conforme al ejemplo anterior, y por el mismo orden, obtendríamos:
Fechoría (Función A)
Recepción del objeto mágico (F)
Reparación de la fechoría (K)
El héroe recibe una marca (I)
El falso héroe quiere suplantar al héroe (L)
Persecución (Pr)
Primera función del donante (D)
Matrimonio (Wº)
Como se ve, no siempre la forma del contenido (el «género») difiere claramente de la especie, lo cual puede ser debido a problemas lexicales, de variable importancia, que pueden, desde luego, cuestionar la validez misma de todo el procedimiento.
Por sugerencias de esta importante intuición de Propp, despertadas en otros autores, es por lo que el estudio La morfología del cuento popular ha llegado a ser un libro tan importante. En la aplicación del paralelismo entre cuento y lengua, que a poco que se reflexione es mucho más que un paralelismo, el siguiente paso es comparar la estructura de las relaciones entre las frases del discurso, esto es, la gramática del texto, con la relación entre las distintas acciones principales del cuento, la estructura general del cuento popular maravilloso con la estructura general de la lengua. Pero, ¿de toda lengua? Dicho de otra manera: así como cada función del cuento equivale a una oración gramatical, el cuento completo habría de corresponderse con lo que es la lengua a todos sus niveles. Decimos bien con «a todos sus niveles», pues también hemos visto importantes analogías con otros niveles del lenguaje -el fonológico-, como para poder concluir en la hipótesis de que, en efecto, la relación entre cuento y lengua es mucho más que una analogía, es una homología, tal vez lograda por necesidades de la memoria colectiva de los pueblos mucho antes de que la escritura llegara a ser un patrimonio extendido, y porque acaso la estructura de la mente lo requiere de igual manera, como canon elemental para la comprensión del mundo. La estructura ideal del cuento maravilloso vendría a tratar de aliviar estas limitaciones psicológicas e históricas del hombre en la tentativa más antigua -y esa sí absolutamente presente en todos los pueblos-, de explicarse lo desconocido -la muerte- pero sin perder ni por un momento la relación con lo real a través de las estructuras de la mente, del lenguaje, del cuento maravilloso.
Propp publicó en el mismo año que el de su libro fundamental, 1928, este otro trabajo complementario dedicado a estudiar cómo cambian algunos elementos no fundamentales del cuento, y siempre sobre la base de que las funciones y su sucesión permanecen inalterables. De este artículo existen varias ediciones en castellano, y fue publicado por primera vez en una lengua europea, el francés, en 1966, en el volumen dedicado a los formalistas rusos, bajo la coordinación de Tzvetan Todorov, por la colección «Tel Quel» de la editorial Du Seuil, París.
Tentado una vez más por las grandes cuestiones de este tema, el investigador extrae sus propias conclusiones acerca del origen del cuento y de su desarrollo histórico. Dichas conclusiones las hemos resumido nosotros en las siguientes tesis:
-«El cuento maravilloso viene de las antiguas
religiones; pero la religión contemporánea no viene
de los cuentos. Tampoco los crea, sino que modifica sus
elementos»
(p.
29).
-Las formas primarias del cuento maravilloso derivan de religiones arcaicas; las formas derivadas se vinculan con la realidad. (Resumen.)
-«La vida real no puede destruir la estructura
general del cuento»
(p. 33).
-«La interpretación maravillosa de una
parte del cuento es anterior a la interpretación
racional»
(p. 37).
-«La interpretación heroica es anterior a
la interpretación humorística»
(p. 38).
-«La forma internacional es anterior a la forma
nacional»
(p. 38).
-«La forma difundida es anterior a la forma
rara»
(con reservas) (p. 39).
A continuación presentamos otro resumen, éste del análisis de cómo se modifica un elemento, realizado por Propp sobre el aspecto que tiene en los cuentos rusos la choza donante, Baba Yaga.
Ejemplo de modificación de un elemento
Forma fundamental: la choza Baba Yaga se sustenta sobre patas de gallina, está en el bosque y es giratoria.
1. Reducción.- Todas las posibilidades quitando uno o más elementos: choza.
2. Amplificación.- Lo contrario: sostenidas con crespones.
3. Deformación: la choza gira constantemente en torno a un eje.
4. Inversión: La forma fundamental se transforma en su opuesta. Choza abierta en lugar de choza cerrada.
5. y 6. Intensificación y debilitamiento. Sólo se refiere a los personajes: el héroe es expulsado, en lugar de enviado (intensificación). Se omiten amenazas (debilitamiento).
7. Sustitución interna. Cambios tomados del propio cuento, por desplazamiento casi siempre. Los desplazamientos son importantísimos en la transformación de los cuentos. La hija de Baba Yaga es la princesa; Baba Yaga ya no vive en una choza, sino en un palacio. La donante y la princesa se funden.
8. Sustitución realista. La choza es sustituida por viviendas corrientes.
9. Sustitución confesional. El diablo sustituye al transportador aéreo.
10. Sustitución por superstición. (Más raras de lo que parece).
11. Sustitución arcaica. Hay que distinguirlas de la sustitución por creencia o superstición. No siempre es fácil.
12. Sustitución literaria. El cuento integra muy difícilmente elementos literarios. Incluso la novela de caballería es a menudo producto de los cuentos.
13. Modificaciones. Casi siempre creaciones del cuentista.
14. Sustituciones de origen desconocido. (Concepto provisional).
15. Asimilación interna. Choza bajo un techo de oro, procede de choza-palacio bajo techo de oro.
16. Asimilación realista. Choza en el extremo de la aldea o cueva en el bosque. Mantienen el elemento morada aislada.
17. Asimilación confesional. Dragón por diablo. El diablo en un lago como el dragón.
18. Asimilación por superstición (rara).
19 y 20. Asimilación literaria y asimilación arcaica. (Más raras aún).
Es importante señalar que Propp, al estudiar las transformaciones, emprendió un camino distinto al de sus seguidores y críticos, especialmente Lévi-Strauss y Greimas. Para éstos, con sus respectivas escuelas, el estudio de las transformaciones ha de referirse a la estructura misma, reagrupando las funciones en parejas casi siempre, y según diversos tipos de relación. Esta orientación, que es la que ha potenciado la semántica estructural, coincide con la problemática final del estructuralismo, a saber, cómo se transforman las estructuras sintácticas. Decimos problemática final porque el siguiente paso viene dado por la relación entre sintaxis y semántica, que es propia de la gramática transformacional. No es de extrañar, pues, que algunos discípulos o seguidores de Chomsky hayan intervenido recientemente en el estudio de los cuentos maravillosos86.
A continuación veremos la polémica entre Lévi-Strauss y Propp, seguida del intento conciliador de Greimas.
Desde una posición estructuralista ya muy sólida, claramente influida por Jakobson, Lévi-Strauss publicó en 1960 un artículo titulado «La estructura y la forma», donde plantea importantes objeciones al sistema de Propp, sin dejar de reconocer sus méritos fundamentales e indiscutibles.
Conviene advertir, de entrada, que Lévi-Strauss no conocía la edición revisada y ampliada del trabajo de Propp, sencillamente porque ésta vio la luz en 1968. Algunas de las discusiones de Lévi-Strauss son, pues, superadas por la segunda edición de la Morfología del cuento. Otras, sin embargo, permanecen, y son las que veremos a continuación.
Lévi-Strauss basa su planteamiento en la diferencia, para
él irreductible, entre formalismo y estructuralismo,
diferencia que ha sido ampliamente negada o al menos matizada por
los formalistas. El propio Jakobson se defendía en 1970,
diciendo: «El formalismo, una etiqueta
vaga y desconcertante que los detractores lanzaron para
estigmatizar todo análisis de la función
poética del lenguaje, creó el espejismo de un dogma
uniforme y consumado»
87.
Pero la
posición de Lévi-Strauss, al menos en 1960, cuando
redacta el artículo que comentamos, es clara y terminante:
«Al contrario que el formalismo, el
estructuralismo se niega a oponer lo concreto a lo abstracto, y a
conceder a este último una posición de privilegio. La
forma se define por oposición a una materia que le
es extraña, pero la estructura no tiene distinto
contenido: es el mismo contenido, recogido en una
organización lógica concebida como propiedad de lo
real»
88.
Tal vez Lévi-Strauss se dejó influir demasiado por el
fenómeno histórico que supuso la condena oficial del
formalismo por las autoridades soviéticas, sin advertir que
no era la solidez del formalismo como doctrina lo que
combatían las autoridades de la URSS,
sino la necesidad de imponer la doctrina del realismo socialista
frente a cualquier cosa. Pero dejemos esta cuestión, que nos
llevaría demasiado lejos, para mejor momento.
La base de las
objeciones de Lévi-Strauss (ya apuntadas en páginas
anteriores) es que las diversas abstracciones que realiza Propp
para construir su sistema dejan de lado significaciones concretas
que para el estructuralista, que trabaja con los contextos
culturales, son irreductibles y sólo tienen sentido a partir
de dicho contexto. Para el antropólogo, Propp «aparece desgarrado entre su ilusión
formalista y su obsesión por las explicaciones
históricas»
89.
Con
relación al mito, Lévi-Strauss advierte que «es posible comprobar cómo narraciones
que tienen carácter de cuentos en una sociedad, son para
otros mitos, y viceversa»
90,
con lo cual parece demostrado que no es el paso del tiempo lo que
debilita o transforma estos relatos de una en otra cosa, sino las
necesidades culturales de cada pueblo, en cuyo seno sí
pueden tener lugar degradaciones o transformaciones. Esta
impresión vuelve a confirmarse más adelante cuando
dice: «La experiencia etnológica
actual nos induce, por el contrario, a pensar que cuentos y mitos
aprovechan una sustancia común, pero cada uno a su manera.
Sus relaciones no son de anterior o posterior, sino que más
bien se trata de una relación de complementariedad. Los
cuentos son mitos en miniatura, en los que éstos aparecen a
escala reducida y es lo que hace difícil su
estudio»
91.
Comparemos esta
última afirmación con la de Propp, en su
edición revisada: «Desde el punto
de vista histórico [...] el cuento maravilloso en su base
morfológica es un mito»
92.
Hay diferencias importantes. En primer lugar, Lévi-Strauss
niega, por su experiencia etnológica, que haya una
transformación de cuento en mito o viceversa a lo largo del
tiempo. En segundo lugar, no parece lo mismo la «base
morfológica» de Propp que la «miniatura»
del antropólogo, pues mientras el primero se refiere a
ciertos elementos comunes al cuento y al mito, el segundo todo lo
más que admite es que el cuento es una versión
reducida del mito.
No deja de sorprender la necesidad de una explicación histórica en Propp, que él dejó en hipótesis y que desarrolló más tarde en un voluminoso libro. Pensamos era la deuda que tenía que pagar por haber sustraído demasiado los contenidos particulares de los cuentos, en beneficio de su «metaestructura», y por no destruir su propio axioma, según el cual, para conocer el origen de una cosa primero hay que describirla bien.
Lévi-Strauss, en definitiva, lo que reprocha a Propp es que
haya dividido la realidad de los cuentos en forma y contenido, y
que este último le haya parecido arbitrario y pendiente de
una explicación histórica. «Antes del formalismo -dice- ignorábamos
lo que tenían en común estos cuentos, pero
después de él estamos sin medios para comprender en
qué difieren»
93.
Nosotros mismos ya expresábamos nuestra decepción al
comprobar que entre Fechoría (género) y sus
distintas especies (rapta a la princesa, roba el objeto
mágico, saquea un sembrado, etc.) había demasiada distancia, y
que todo lo que tiene de admirable el enorme esfuerzo de
síntesis por encontrarlo común, es de lamentar que
nos prive en la comprensión de lo diverso. El acierto de
Propp, dice Lévi-Strauss, es advertir que el contenido de
los cuentos es permutable, pero concluyo demasiado deprisa
que también es arbitrario. Nada es arbitrario si se
examina de cerca en su contexto cultural, habría que
añadir, y es sin duda lo que piensa Lévi-Strauss.
Aplicando el método fonológico, Lévi-Strauss ejemplifica su punto de vista con la aparición del águila o del búho en un mismo punto de una narración oral. Se podría pensar, al estilo de Propp, que el contenido de estos pájaros es arbitrario, pues lo importante es la función que realizan. Oponiéndolos, sin embargo, vemos que el búho es el águila de la noche, y viceversa, por lo que la verdadera oposición es día/noche. Si introducimos en el sistema a todas las aves que forman parte del universo cultural de un pueblo, aparecerán pertinencias relativas a rapacidad/carroñez, acuáticos/no acuáticos, etc., en virtud de todo lo cual cada elemento no tendrá definición por sí mismo, pero sí en relación a los demás del conjunto.
Propp, como se recordará, desarrollaba un ejemplo aparentemente similar, cuando decía que el viaje en los cuentos podía ser representación de la creencia de los pueblos en el transporte del alma al otro mundo, y que la utilización del caballo, el águila o el barco venía condicionada por la condición de pueblo pastor, cazador o marinero, respectivamente. Esto es lo que Propp concibe como explicación histórica, y puede que no le falte razón. Pero el etnólogo lo que busca, y halla con frecuencia, no son símbolos religiosos, sino el sentido de la realidad de un pueblo expresado en todas sus representaciones. Y lo cierto es que lo real suele estar más presente que lo sobrenatural, tanto en los mitos como en los cuentos.
Lévi-Strauss aclara que, para él, la permutabilidad del contenido tiene su correlato en la permutabilidad de la forma, y aquí es donde comienza el gran debate de nuestro tiempo. No deja de parecer esta postura un tanto «política», como si estuviera dispuesto a admitir la ligereza de Propp cuando éste analiza los personajes y sus atributos, a cambio de que se reconozca que hay, por el contrario, una rigidez excesiva en la estructura funcional, en las célebres 31 funciones de Propp. El párrafo que introduce esta parte es muy confuso, a lo que tal vez no sea ajena la mala traducción94. Pero es un hecho que ha admitido implícitamente la dicotomía forma-contenido, que venía negando hasta aquí.
Greimas se
inspiró seguramente en esta afirmación de
Lévi-Strauss: «Entre las 31
funciones que distingue (Propp), muchas parecen reducibles, es
decir, asimilables a una misma función, que reaparece en
momentos distintos de la narración, pero después de
haber sufrido una o más transformaciones»
(subrayado del autor)95.
Así, mientras el ruso había emprendido el estudio de
las transformaciones por el camino de los elementos sueltos
(atributos), sus críticos lo emprenderán por lo que
el otro consideraba prácticamente inalterable: la estructura
funcional. Lévi-Strauss establece la hipótesis de que
la asignación de una tarea difícil podría ser
la transformación de la prueba; la transgresión
sería la inversa de la prohibición, y ésta a
su vez una transformación negativa de la orden; la partida y
la vuelta del héroe serían el negativo y el positivo
de la función de separación; lo mismo se
relacionarían la búsqueda y la persecución,
etc.
Lévi-Strauss abunda con estas hipótesis en su tesis
de que la representación del tiempo tiene un doble
carácter en todos los sistemas míticos, pues se
establece como sucesión a la vez que resulta «fuera del tiempo»
, con un significado
siempre igual. Es tanto como decir que estos relatos son lengua y
habla a la vez, utilizando la dicotomía de Saussure.
El compromiso
adquirido por Lévi-Strauss en esta etapa se formula con
claridad cuando admite la «constancia
del contenido (no obstante su permutabilidad), y permutabilidad de
las funciones (no obstante su constancia)»
96.
Es lo que la semiótica actual viene reconociendo como la
capacidad de cualquier elemento dentro de un sistema para funcionar
como forma y como contenido, a cualquier nivel.
Las funciones del cuento se agruparán binariamente por inversión, exclusión, implicación, univocidad, reciprocidad, etc., con lo que estamos en condiciones de pasar al punto de vista desarrollado por Greimas y otros.