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Luz y amor [fragmento]

Sor Gertrudis María de la Santísima Trinidad





Otro día, estando en oración algo fervorosa en pedir a Dios por el bien espiritual de las almas, por la conversión de los infieles herejes y paganos, se derramaba al Señor todo mi corazón y juntamente me humillaba hasta lo profundo en conocimiento de mi miseria, y de serle tan ingrata a sus santos beneficios; pero deseaba, si pudiera, atraerle a su amor y servicio infinitas almas. Estando en esto sentí unas secretas voces en mi interior, en un modo de decirme: «Ya llegó el tiempo en que los niños parecen viejos, y que los viejos parecen niños. Hasta algunos de los infructuosos sacerdotes, porque se pintan a sí mismos. Y pintan con sus pinceles colorines que usa la vanidad de los mundanos». Pintor es el Padre de los hombres. Pintó, pinta y pintará según la luz de su luz, que es el Verbo divino, y sus coloridos no se borrarán. Porque Amén, Amén tiene escrito Dios en su Evangelio. En sustancia, a eso se reduce lo que entendí.

Día de la Ascensión de nuestro Señor a los cielos. Por la mañana, estando en oración asistida de santos pensamientos y deseos de aprovechar en el servicio de Dios y de no perder un punto de tiempo si pudiera. Entre estos pensamientos, me vino a la memoria una merced que el Señor me hizo la noche antes del día de mi profesión, como lo escribí en aquel tiempo en la forma que me sucedió. Y que me pareció que nuestro Señor me entró las manos entre las suyas en donde tenía como un paño, que parecía a modo de cubre-cáliz morado. Y que estando arrodillada yo, el Señor me decía unas palabras en latín. Y yo sólo sabía responder a ellas: «Señor, sí que quiero». Y me parece que lo que me pasaba era darme la profesión de velo negro, (tal como) el siguiente día me lo dieron en la profesión.

Ahora, pues, acordándome de todo eso, como en un rayo que pasó de presto, dije: «Pues ¿cómo el Señor, si me daba la profesión, no tenía el libro de la Regla en las manos, sino un paño de cubrir el cáliz?». Al punto me respondieron interiormente. Aunque no sé bien decir las formales palabras, pero en la sustancia era darme a entender que el mismo Dios es el Libro de la Vida. Y quien lo sigue y lo cree logra la gracia, con frutos de gloria eterna. También tuve luz para conocer que aquel modo de cubrir el cáliz era señal de que en algún modo el Señor me lo quería participar por medio de los trabajos que me tenía ya prevenidos por su voluntad. Aunque yo en aquella hora no lo entendí, pero en ésta sí, y porque la experiencia con el tiempo parece que me lo hace creer. Y por todo le repito ¡gracias! y alabanzas a Dios, y deseo de que todos los bienaventurados del cielo se las den por mí.

Muchas cosas me suelen pasar interiormente que las dejo al silencio, y alguna sólo la escribo para renovar la memoria y ser agradecida al Señor de las misericordias...





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