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ArribaAbajo- VII -

Obras dramáticas de Mira de Amescua


Ni durante su vida ni después de sus días se hizo colección especial de ellas. El tomo que cita don Ramón de Mesonero Romanos72, comprensivo de doce obras, será compuesto de piezas impresas sueltas o segregadas de otros tomos colecticios de diversos autores, lo mismo que el que existe en la Biblioteca Nacional de Múnich, descrito hace años por el profesor L. A. Stiefel73. Modernamente sólo se han hecho colecciones diminutas de las obras de este dramático. Para el análisis que sigue las consideramos, pues, como sueltas, tratando separadamente de las comedias y de los autos.


I

La adúltera virtuosa


El único ejemplar de que tenemos noticia de esta comedia suelta, se halla en la Biblioteca Nacional de Múnich. Medel la conoció y cita en esta forma (pág. 4 de su Catálogo): «Adúltera virtuosa. De Mirademescua».

Barrera le dio el segundo título de Santa María Egipciaca, en lo cual hay evidente error, porque esta santa no fue casada y, por tanto, no pudo ser acusada de cometer adulterio, como lo es la reina de Nápoles de la comedia.

Describiremos, ante todo, el ejemplar, único conocido de esta obra74. Es impresión de la segunda mitad del siglo XVII, de apariencia sevillana, y consta de 16 hojas en 4°, numeradas, sin señal alguna de tiempo, oficina ni de lugar. Al final sólo dice «Fin»; y al principio, sin cabecera ni adorno, dice: «Fol. 1. | La adúltera virtvosa. | Comedia | famosa. | Del Doctor Mira de Mesqva.| Hablan en ella las personas siguientes.| ». Son, en todo, diez y ocho.

Esta comedia, si hubiéramos de juzgar sólo por su estructura y desarrollo, nos parecería obra anterior a Lope de Vega. No hay acción seguida, sino una serie de escenas de más o menos efecto, todas a cual más inverosímil y no poco crueles y desaforadas. Además, el interés, que parece concentrarse primero en los amores del Rey de Nápoles por doña Juana de Aragón, se divide luego entre los de un don Felipe de Cardona, por la misma doña Juana, y la acusación de adulterio de la Reina de Nápoles, que ocupa el tercer acto y facilita el frío desenlace de los otros asuntos.

Los antecedentes de la obra son que a una doña Juana de Aragón, hija de un Duque de Ribagorza, pretendían en matrimonio un hijo segundo del Duque de Milán y un hijo del Duque de Cardona. La dama prefería a éste; pero como el milanés socorriese al de Ribagorza, en cierta necesidad, con gran suma de dineros, obtuvo para su hijo la mano de la dama, sin oposición de ésta. En Zaragoza se hicieron los desposorios; y queriendo impedirlos penetraron en la casa el de Cardona, llamado don Felipe, con un hermano y amigos. En la escena tumultuosa que siguió, el joven milanés llamado el duque Mauricio, asesinó traidoramente al hermano de don Felipe, y prevalido del gran número de criados y amigos hizo huir a sus contrarios. El de Cardona se retira para disponer la venganza de la muerte de su hermano.

La escena se abre en la ciudad de Nápoles, en el momento que en su iglesia mayor se van a celebrar las velaciones de doña Juana y Mauricio, apadrinados por el rey Alfonso y su mujer Catalina. Pero apenas ve el Rey a la novia se siente perdidamente enamorado de ella y empieza a maquinar el modo de hacérselo saber y de apartarla de su marido. Para lo primero escribe un papel, que uno de sus cortesanos, en lugar de dárselo a la interesada, lo entrega a la Reina para que se lo dé a doña Juana, suponiendo que es una petición, de socorro de una pobre mujer menesterosa. Pero la Reina había recibido otro papel de unas monjas que le pedían ayuda de costa para terminar las obras de su convento; trueca los papeles, dando a doña Juana el de las monjas, que contesta de un modo que hace creer al Rey que no rechaza su amor y que todo depende de su marido, y quedándose ella con la declaración amorosa del Rey, cuya traición descubre, así como quienes le ayudaban en la empresa.

Por su parte Alfonso, para apartar a Mauricio, finge que el turco baja sobre las costas italianas y envía al desposado a que, en unión del almirante de su flota, el marqués Astolfo, se opongan a la venida del otomano. Pero, en secreto, le manda al Almirante que dé muerte al duque Mauricio. A todo esto había ya llegado de España don Felipe de Cardona y asentado con el marqués Astolfo, que era su primo, al cual había contado sus desdichas familiares y amorosas. El Marqués le comunica la orden del Rey y le dice que la presente será buena ocasión de vengarse de su rival y enemigo. Don Felipe acepta la propuesta y dice será él quien dará muerte a Mauricio. Pero como lo que quiere es matarle en público y cara a cara, y ya le había enviado un cartel de desafío, y aun el motivo de venir ahora a Nápoles era para pedir campo contra él al Rey napolitano, quiere salvarle la vida y preservarle de toda otra asechanza. Urde para ello un embrollo tan confuso como inverosímil, haciendo pasar por muerto al Duque y por ser un criado suyo, con lo cual, y sin descubrirse ni aun a éste, engaña a su primo el Almirante, al Rey y a todos. Mauricio, disfrazado, permanece en los alrededores de Nápoles, para intervenir en la acción cuando sea necesario.

Aunque ya tarde, entra en escena la Reina para increpar al Conde y al Barón, los terceros del Rey en su pretensión amorosa, y amenazarlos de muerte. Estos cortesanos, en lugar de decirle que cumplían sólo las órdenes de su marido, la llaman adúltera, palabra que oye el Rey, y exige de los caballeros le digan el fundamento de tal acusación; los cuales, en vez de declararle la verdad, esto es, que fue por salvarse de la furia de la Reina, mantienen la ofensa, y aun se ofrecen a probársela, aunque ignoran cómo.

El Rey, apenas sabe que Mauricio es muerto, acude a visitar a doña Juana, a quien cree a medias consentida en corresponder a sus deseos. Pero como ésta no sabía nada de ello, pasa de la sorpresa a la indignación y deja al Rey con la palabra en la boca, a tiempo que llega Carlos, criado de Mauricio, a decir a su ama que su marido ha sido asesinado de orden del Rey y que él lo ha visto difunto. El terror de la dama es tan grande, que acuerda huir a Milán aquella misma noche. Y queriendo despedirse de la Reina, en lugar de ir a su cuarto, la cita para la misma noche a la reja, adonde doña Juana se presenta vestida de hombre con su criado Carlos.

Este episodio vino a maravilla a los dos cortesanos calumniadores de la Reina para ofrecerle al Rey la prueba que les había exigido. Tales y tan amorosos son los adioses de la Reina a su amiga, que el Rey queda convencido de la infidelidad de su esposa, y ya ni se acuerda de doña Juana. Manda a don Felipe de Cardona, que tenía gran privanza con él desde que el Almirante le había dicho ser quien había asesinado a Mauricio, que prenda al adúltero de su mujer y le dé muerte. Don Felipe hace lo primero, y antes de intentar lo segundo averigua, con la mayor sorpresa, que es su antigua amante, la cual apenas le satisface, culpando la pereza del galán, al cual había dado aviso antes de casarse con Mauricio. Este episodio, que parece debía de ser el nudo de la acción, se esfuma y disipa como uno de tantos. El de Cardona retiene a su lado a doña Juana con el santo y honrado pero muy poco dramático propósito de devolverla a su marido.

A todo esto ya se había formulado la acusación contra la Reina, al uso antiguo. Los dos mantenedores de ella, que son un par de cobardes, para mayor inverosimilitud, están esperando en el palenque los defensores de la honestidad de la acusada, que se presentan, por un lado el duque Mauricio, y por otro, don Felipe con doña Juana. Todos se descubren después del fácil vencimiento y confesión de los acusadores, y termina el drama reconociendo Mauricio su felonía en la muerte del hermano de don Felipe, perdonando éste, y no sabemos si renunciando el Rey a sus pretensiones cerca de doña Juana. Este episodio o enredo secundario de la acusación de adulterio de una reina o princesa y su salvación en público desafío, es común en todas las literaturas, y en nuestro teatro, desde Alonso de la Vega, el canónigo Tárrega, Lope de Vega, etc., etc.




II

Algunas hazañas de las muchas de don García Hurtado de Mendoza, marqués de Cañete


Esta comedia, como obra de nueve autores, no tiene valor literario que aumente la gloria de ninguno de ellos. Se imprimió muchas veces: la primera a nombre de Luis Belmonte Bermúdez, en Madrid, por Diego Flamenco, en 1622, y en 4º Don Juan Eugenio Hartzenbusch la reimprimió en la colección de Autores españoles, tomo XX (Comedias de Alarcón) y últimamente en la edición de las comedias de Guillen de Castro hecha a expensas de la Academia Española.

La primera escena del acto primero, es decir, todo él menos el final, que es del Conde del Basto, es de Mira de Amescua. En las demás jornadas intervinieron Alarcón, Vélez, don Fernando de Ludeña, don Jacinto de Herrera, don Diego de Villegas, Guillén de Castro y Luis de Belmonte, que asumió la responsabilidad de este engendro poético.




III

Amor, ingenio y mujer


Esta comedia, que don Cayetano Alberto de la Barrera supuso ser igual que La tercera de sí misma, en su afán de dar dobles títulos a las obras, es pieza completamente distinta, aunque ambas pertenezcan a don Antonio Mira de Amescua.

Medel del Castillo, guía y tutor de Barrera para las comedias sueltas, y a quien por su mal abandona algunas veces, atribuye esta comedia a Mira y a Calderón (pág. 8), porque así lo vio escrito en sendos ejemplares75; pero no la identifica con La tercera de sí misma, que cita en su lugar propio (pág. 111), atribuyéndola también a Mira y a Calderón, según las portadas de los textos que tuvo a la vista.

De la titulada Amor, ingenio y mujer conocemos tres ediciones diferentes, aunque las tres contienen el mismo texto y sólo varían las portadas.

Amor, ingenio y mvger. | Comedia famosa | del Doctor Mira de Amescua. | Hablan en ella las personas siguientes:

El Príncipe que es la Infanta.Duquesa.
El Rey, y criados.Castaño.
Enrique.Fabricio.
El Marqués.Domicio, viejo.
Pompeyo, mayordomo.Dos Médicos.

Empieza:

POMP.
Sólo a vuestra Magestad
se espera.


Y acaba:

INF.
Cumpliéronse ya mis dichas,
Rey hice a mi esposo, vean
amor, ingenio y muger
en mi historia verdadera.


FINIS

Esta impresión, que ocupa las págs. 373 a 408 inclusive, fue desglosada de un tomo o Parte hoy desconocida de comedias. Daré algunas más señas por si puede identificarse o completarse esta rarísima Parte. Al final de la pieza no hay reclamo; de modo que pudiera ser última del tomo. El papel es bueno; delgado pero fino, lo cual hace presumir que la impresión es anterior a 1641; tiene buenas márgenes, como las impresiones valencianas y barcelonesas de los primeros treinta años del siglo XVII. Yo la creería catalana, de casa de Cormellas, más bien que valenciana. Los tipos y aspecto son los elzevirianos, usados en esta clase de impresiones en toda España en la primera mitad del siglo XVII76.

2. Comedia famosa, | de Amor, ingenio y mvger. | De Don Pedro Calderón de | la Barca. | Hablan en ella las personas siguientes.

Rey de Sicilia.Fabio.Castaño, gracioso.
La Infanta.Domicio.Médico primero.
El Marqués.Pompeyo.Médico segundo.
La Duquesa.Enrique.Un criado.

Empieza:

POMP.
Sólo a vuestra magestad
se aguarda.


Acaba:

INF.
Cumpliéronse ya mis dichas..., etc.


Como en la anterior, salvo alguna errata.

Esta comedia ocupa las págs. 258 a 295 inclusive, de la rarísima Parte XXXII de Comedias de diferentes autores. Zaragoza, Diego Dormer, 1640.

3. Amor, ingenio y mvger | Comedia | famosa. | Del Doctor Mira de Mescva. | Hablan en ella las personas siguientes:

El Príncipe que es la Infanta.Duquesa.
El Rey, y criados.Castaño lacayo.
Enrique.Fabricio.
El Marqués.Domicio vejete.
Pompeyo Mayordomo.Dos médicos.

Empieza:

POMP.
Sólo a vuestra magestad se aguarda.


No puedo decir cómo acaba, porque al único ejemplar de esta impresión que he visto (B. Nac.: T-20113) le falta la última hoja; pero bien se ve que sigue en su texto al número 1.

4. En la Biblioteca ducal de Parma hay una copia, de letra del siglo XVIII, con el nombre del autor en la primera plana. (Restori: Estudj di Filologia romanza; Fasc. 15. Roma, 1891, página 77.)

Para que se vea cuan distinta es esta comedia de La tercera de sí misma, daremos un extracto de su argumento. Un rey de Sicilia mantiene disfrazada de hombre a su hija única para que le herede, puesto que allí impera la ley Sálica. Llega a Sicilia Enrique, sobrino del Rey de Aragón, y da al traste con los proyectos del padre, porque la Infanta se enamora del español. Por fortuna se consigue derogar la ley de sucesión; la Infanta declara su disfraz y se casa con Enrique.

La tercera de sí misma es mejor y tiene más enredo, tanto que parece de Tirso de Molina. Lucrecia, hermana del Rey de Nápoles, enamorada del Duque de Mantua, se disfraza de hombre y se presenta en Mantua, en ocasión en que el Duque había enviado a buscar a Porcia, condesa de Flor, para casarse con ella. Lucrecia, con el nombre de César y ya admitido criado del Duque, calumnia a Porcia, diciendo haber sido su amante, y el Duque en el acto manda un aviso a su criado Fisberto para que no traiga a Porcia y la vuelva a su casa. Fisberto, enamorado de Porcia, había ya fingido ser el Duque y tramado un enredo, muy confuso y largo de contar, que constituye la trama de la comedia. Finalmente, el Duque se casa con Porcia y Lucrecia con el Conde, hermano del Duque.




IV

El amparo de los hombres


De esta rarísima comedia sólo conocemos el ejemplar suelto que se halla en un tomo colecticio de la Biblioteca Nacional de Múnich.

Pero como don Agustín Durán tuvo otro, que al presente debería hallarse en la Biblioteca Nacional de Madrid, pues figura como adquirido por el Estado español, con los demás libros de su biblioteca, y citada en el Catálogo (pág. 88), supongo que se hallará en el Museo Británico, entrado a la muerte de J. R. Chorley, que tuvo maña de adquirir todos o casi todos los ejemplares de comedias sueltas muy raras que poseía Durán.

El encabezamiento de dicha obra es como sigue:

El amparo de los hombres. | Comedia | famosa. | Del Doctor Mira de Mesqva. | Hablan en ella las personas siguientes. | Consta de 16 hojas en 4º, numeradas, pero sin lugar ni año ni señas de imprenta. Sin cabecera ni adorno final, más que la palabra FIN. Esta impresión es hermana de la titulada La adúltera virtuosa, e indudablemente fueron estampadas en la misma oficina y por los mismos días. Quizá sean sevillanas, de la segunda mitad del siglo XVII.

El asunto de esta comedia es algo parecido al de El esclavo del demonio, y como si dijéramos un primer esbozo o ensayo de esta obra famosa. Federico, caballero napolitano que en la batalla de Pavía (1525) se había señalado por su valor, no obtuvo, sin embargo, más recompensa que una carta de recomendación para la corte de España, de la que no halló ocasión de hacer uso. En tanto, fue cayendo en tan lastimosa pobreza, que tuvo que ponerse a servir en Génova a Carlos, caballero mozo y rico, pero muy pródigo. Ya en esta humilde situación ve Federico a Julia, amada de Carlos, y se enamora perdidamente de ella, aunque comprende ser para él imposible conseguir el amor de dama tan principal y ya casi desposada con Carlos. Este momento de cansancio y desesperación elige el Demonio, que se le presenta disfrazado de caballero, para proponerle a Federico la compra de su alma a cambio de riquezas y del amor de Julia. Hecho el convenio, Federico se ve inmensamente rico y trata de casarse con la dama, cosa al parecer tanto más fácil cuanto que Carlos, con sus locuras y prodigalidades, había llegado también a la mayor pobreza. Federico habla al padre de Julia y obtiene la promesa de su mano; pero ella permanece fiel al amor de Carlos y se niega a casarse con Federico. Este reclama del Demonio que su rival le deje el campo libre y aun le propone asesinarlo. Pero Carlos, que profesaba gran devoción a la Virgen María, es invulnerable para el Demonio, y así se lo declara a Federico. Únicamente será posible darle muerte si durante un día entero Carlos dejase de acordarse de la Virgen. Confían en este recurso y entretienen a Carlos cierto día en que por sus preocupaciones había padecido aquel olvido hasta cerca de las doce de la noche; pero queriendo Carlos mostrar al Demonio, siempre disfrazado de caballero, el retrato de su dama, le alarga una estampa de la Virgen que también llevaba siempre en el pecho, haciendo caer desmayado al Demonio, y en el acto Carlos se acuerda de su ordinaria devoción y reza un Ave María.

En el acto tercero Federico seduce a Carlos para que se ofrezca al Demonio y se verá rico como él y obtendrá el amor de Julia, algo remisa con Carlos al saber sus locuras y dilapidaciones. Le conduce a una selva tenebrosa, adonde se presenta el Demonio para recibir el pleito homenaje de Carlos. Reniega éste de la fe y de Dios; pero cuando le exige que haga igual renuncia de la Virgen María, Carlos se niega y recoge sus anteriores concesiones, dispuesto a perder a Julia y a padecer constante pobreza. Este es el momento culminante del drama. El Demonio, vencido, se fuga por el escotillón, echando fuego, incendiando el bosque y llenando de terror a Carlos y a Federico, que huyen espantados de lo que han visto.

Julia, que quería hablar por última vez a Carlos, va con su padre en romería a una ermita de la Candelaria, en las afueras de Génova, adonde sabía que su amante no solía faltar. Pero Carlos, entretenido en su conferencia con el Demonio, deja transcurrir gran parte de la noche sin presentarse en la ermita. Sobre la madrugada llega en su brioso caballo, no recobrado aún del terror que le produjo la escena del bosque. Julia y su padre, que habían resuelto pasar la noche en la ermita, al verle entrar se ocultan detrás de una cortina. Carlos se arrodilla ante la imagen de la Candelaria con el Niño en brazos y lleno de arrepentimiento le suplica consiga de su Hijo el perdón de su apostasía. El Niño se niega, y entonces la Virgen deposita a su Hijo en el altar y se arrodilla ante él, renovando sus ruegos, y consigue el perdón, que Carlos recibe humillado en el suelo.

Presenciaron el milagro Julia y su padre, que salen llenos de gozo y reciben como esposo y como hijo al dichoso Carlos. En Génova Federico había entrado de fraile en un convento de franciscanos.

Esta comedia tiene también analogía con otra anónima impresa en la Parte VI de Escogidas (Madrid, 1654), que bien pudo ser sugerida a los autores, que son tres desconocidos, por la de Mira. Se titula El pleito del Demonio con la Virgen, y en ella los nombres de los dos personajes principales son también Carlos y Federico, y también la Virgen salva, aun después de muerto, al bandolero Carlos.




V

El arpa de David


Esta comedia, tal cual hoy la conocemos, se halla manuscrita en la Biblioteca Nacional, número 15.516, en 60 hojas en 4º, de varias letras, pero todas del siglo XVII77. Procede de la Biblioteca ducal de Osuna.

Su título es: Comedia famosa del arpa de | David, leg.º 24. | Del D.or mira de Mesqua. Esto de letra antigua, pero distinta del texto. A la vuelta dice: «Los personajes que entran enesta | comedia son los siguientes. | Un león (tachado) | Saul Rey | Jonatas su hijo...», etc. Este reparto es de otra letra posterior. El primitivo está tachado e ilegible en gran parte.

En la hoja siguiente, con muchos rasgos, el título otra vez con autor, la firma de don Francisco de Alarcón y una dedicatoria «Al Sr. Lucas de Mon Monland (?) g.de Dios ms. as.» (guarde Dios muchos años.) La vuelta en blanco.

En la hoja tercera comienza el texto. En lo alto de la plana y al margen derecho dice de otra letra muy tosca: «es la de el dotor mira de mes cua q es la fina». La letra de este acto es mala y ligada. Al margen hay algunas correcciones que parecen de mano de Alarcón, que firma en la hoja segunda, y que nota al final de este acto lo siguiente: «Esta comedia del Harpa | De Dauid es de don Fran.co | De Alarcon, ijo de do P.º Gonçalez | de Alarcon, Alcalde mayor | De la v.a de Cazeres. Quien lo allare, | quelo Buelba, y se le dara su | Allazgo; y por ser ver- | dad lo firmo. | Don Fran.co De Alarcon». (Rúbrica)

El acto segundo es de mejor letra y de mejor amanuense en cuanto a ortografía. El tercero, de letra aún mejor, es mucho más moderno: hacia 1660.

Como se ve, esta copia, de tantas manos y de épocas diversas, ofrece muy pocas garantías de ser el texto genuino de Mira. La nota, que hemos transcrito, de que había otra comedia de igual título, nos hace dudar acerca de cuál será la verdadera del doctor Mira de Amescua, pues no parece bastante autoridad la del tosco apostillador para resolverlo.

El examen interno de la comedia nos conduce a mayores dudas acerca de su autenticidad, al menos en cuanto al acto tercero y parte del segundo.

La obra es de composición sencilla y primitiva. No hay en ella plan orgánico ni desarrollo creciente de un argumento. Si no estuviera tan gallardamente versificada y no abundasen en ella las espinelas creyérase obra anterior a Lope y aun a Cervantes. Sólo se pretendieron versificar diversos episodios sueltos de la vida de David: 1º, su presencia en la corte de Saúl, a quien distrae con su música y su canto; 2º, el vencimiento del gigante Goliat; 3º, su casamiento con Micol y persecución de Saúl; 4º, enamoramiento y adulterio con Betsabé, muerte de Urías, arrepentimiento de David y composición de los Salmos, especialmente el 50, que se traduce íntegro en romance octosílabo.

En un episodio insignificante de pastores intervienen dos que a la vez eran poetas y rivales en poesía y en amor: Lisardo y Velanio (¿Vélez de Guevara?) Este episodio parece ser una interpolación posterior a la composición de la comedia. Lisardo, que es el que al final se declara autor y ofrece una segunda parte de la obra, censura agriamente a su rival diciendo de él esto que parece aludir a cosa real y sucedida: «Velanio dirá poesías», que no serán como los versos de David, «llenos de sentencias ricas», los cuales, como es de suponer, superaban


los versos de un romancista
como Velanio, poeta
del vulgo de nuestra villa;
aunque aquí nos amenaza,
¡miren qué Apolo!, que un día
tiene de colgar la pluma:
hacerlo será justicia,
para que muera ahorcada
pluma tan necia, y no escriba
cosas que necios alaban
y los hombres sabios rían.



Pero al final de la comedia se dice:

MICOL.
Y aquí Lisardo convida
para la segunda parte.


De esta mención pudiera deducirse, si este tercer acto es de Mira, que el nombre de Lisardo sería el suyo poético. La conclusión parece buena en general. Lo usual era que el nombre que va al final de las comedias de aquella época sea el del poeta que la compuso. A veces es el cómico director de la compañía (autor) quien dice los versos finales, aunque no se nombra. Pero en El arpa de David se da la circunstancia de que Lisardo es a la vez uno de los personajes de la obra y en ella figura como poeta, de un modo igual al que otro Lisardo, poeta y galán, figura en la comedia indubitada de Lope de Vega El mayor imposible. El pasaje es curioso. Entra un galán llamado Lisardo; y después que se canta un romance, dice la

REINA.
¿Eres tú el dueño, Lisardo,
deste romance?
LISARDO.
Yo soy
que sol a unos ojos doy
adonde me abraso y ardo.


Aquí parece aludir Lope a sí mismo, porque luego dice la

REINA.
Tiene Lisardo gran fama.


En otro lugar he demostrado que Guillén de Castro tomó también en varias obras poéticas y aun dramáticas el nombre de Lisardo78. En el mismo lugar se ha visto que Lope de Vega tomó también en otras ocasiones el nombre de Lisardo. El moderno editor de esta comedia, señor Aníbal, ha probado igualmente que llevaron dicho nombre don Luis de Vargas, Góngora, el Duque de Sessa, y un Jiménez79.

De modo que aunque el tercer acto de El arpa de David sea de Mira de Amescua, el nombre de Lisardo no se deduce de un modo seguro que sea seudónimo suyo, porque no lo usó él en ninguna obra propia indubitada, ni se lo dieron otros escritores. El curioso y singular pasaje de la comedia de Lope de Vega La ventura de la fea, aunque se refiera a Mira, como parece indudable, en los versos que dicen:


   Proseguid ese romance;
que pienso que si volviese
de Nápoles su poeta
no pudiera conocerle80,



no quiere decir que Mira usase el nombre de Lisardo, porque empiece un romance de un modo igual a otro de Lope:


Mirando Lisardo un día,



y porque el Lisardo es otro personaje en la misma poesía.

Pero lo que demuestra ese pasaje es que la comedia en que se halla, o sea La ventura de la fea, se escribió en Madrid durante la ausencia de Mira en Nápoles, es decir, entre 1611 y 1616 y por consiguiente no es obra de este poeta; y eso que al final ostenta también el nombre de Lisardo, que Lope puso al concluir sus dos partes del Don Bernardo de Cabrera, diciendo en esta otra comedia:

FRANCISCA.
Y en esto acaba, Lisardo,
La ventura de la fea.


Por otra parte, el acto tercero de El arpa de David, tal como hoy lo conocemos, se despega y separa bastante de los otros dos actos anteriores, convirtiendo la obra en una comedia devota de las más pesadas. La refundición que habrá sufrido veinte o treinta años después de escrito la primera vez se prueba también por la diferencia y modernidad de la letra del manuscrito que la contiene.

En resumen, se puede afirmar respecto de esta comedia: 1º, que Mira compuso probablemente una comedia titulada El arpa de David; 2º, que el manuscrito 15.516 y, por consiguiente, su copia del siglo XVIII, no ofrece bastantes caracteres de autenticidad por las causas apuntadas, y 3º, que, sobre todo, el tercer acto parece una refundición hecha en época muy posterior a la muerte del poeta a quien se atribuye.




VI

El caballero sin nombre


Se imprimió esta obra en la rarísima Parte XXXII, Doce comedias de diferentes autores, impresa en Zaragoza en 1640 por Diego Dormer, a costa de Giusepe Ginobart. Se refiere el asunto a la leyenda genealógica de la familia Cabezas. El fundador de ella, que aunque hijo de una hermana bastarda de Alfonso VI se hacía llamar el Caballero sin nombre, obtuvo el apellido de Cabezas por haber cortado las de un rey moro y sus dos hijos, riqueza, honores y castillos. Como tantas otras de Mira, está bien escrita y versificada. Los caracteres, aunque conocidos, están, enérgicamente pintados y el conjunto de la obra tiene un atractivo romántico que produce buen efecto81.




VII

Los caballeros nuevos


Manuscrito 15.284 de la Biblioteca Nacional, de 33 hojas en 4º, procedente de la Biblioteca de don Agustín Durán. Es copia hecha en 1608.

Portada de varias letras, algo posteriores a 1608 y diferentes en cada frase: «Caballeros nuebos I carboneros de Tracia. De Mirademescua». Este nombre, de letra de principios del siglo XIX. La frase «I carboneros de Tracia» es también, aunque de letra del XVII, distinta del primer título, «Caballeros nuebos». El que la puso debió haber leído mal «Tracia», en lugar de «Francia» o «Fracia», pues aquí y no en «Tracia» pasa la acción de la comedia.

A la vuelta de la portada, también de letra distinta de las anteriores y del texto y bastante posterior a ellas. Dice:

«Los que hablan en esta comedia son los siguientes:

Duque Reymundo.Un capitán de la guarda.Silvia.
Roberto grande.Dos soldados.Olalla.
Ricarda dama.Menalca.Un Viexo.
Rey de Francia.Timbrio.Un muchacho.
Fulbio paje.Damón.Todos Carboneros.

Empieza:

DUQUE.
Mucho siento no haber llegado a tiempo
de ver el nuevo juego de las cañas.
ROBERTO.
Pues fué de gusto, a fe.
RICARDA.
De pasatiempo.


Acaba, con letra de otra mano:

ROBERTO.
Dando aquí principio y fin
de los nuevos caballeros. Laus Deo.


«Entran; con que se da fin a la comedia, la cual está bien y fielmente sacada conforme a su original, y en muchos lugares enmendada por Juan Alvarez de Ledesma, en Valladolid, 7 de março de 1608».

Por la lista de los personajes y principio y fin de la obra, ya se ve que es completamente distinta de otra y más famosa comedia de Mira, titulada Los carboneros de Francia, y alguna vez La Reina Sevilla. La semejanza de títulos y algo del asunto pudo haber dado margen a que se atribuyese a Mira esta comedia de Los caballeros nuevos, que bien puede ser suya.

Veamos el argumento. El Rey de Francia tiene por amante a su sobrina Ricarda, a quien pretende en vano el duque Reymundo; pero ella, con muy poca vergüenza, se declara a Roberto, grande de la corte, el cual por respeto al Rey la desdeña y rechaza con formas corteses. Sigue la escena de los carboneros. Olalla ama al ausente Timbrio; Damón, a Olalla; Silvia ama a Damón, y Menalca ama a Silvia, por lo cual todos cuatro viven disgustados. Sale el Rey, que se había perdido, andando de caza, al seguir un corzo y por habérsele desbocado el caballo. Da con Olalla, quien le marea un poco con su graciosa charla, y le conduce al aduar de los carboneros, que le reciben con amor y le hospedan una noche, sin saber quien fuese.

Roberto, después de su escena con Ricarda, había aconsejado al Rey que le pusiese guarda, y con gran disgusto suyo recibe él mismo este encargo. Como en otros casos semejantes, Ricarda, al verse despreciada, finge que Roberto ha querido forzarla, y a gritos llama la guardia. Pretende luego matarse; pero el galán, siempre respetuoso, permanece inconmovible. Así acaba la primera jornada, que tiene al final la firma de «Diego de Anunzibay», que era un actor de la época. El poeta hace consonantes «tizne» y «cisne», lo cual indica que era andaluz.

En el acto segundo, el Duque, siempre apasionado por Ricarda, logra penetrar en su aposento, donde le halla Roberto, quien, alejando la guarda para evitar el escándalo, hace salir al Duque secretamente. Sigue una escena borrascosa con Ricarda, que amenaza a Roberto con admitir al Duque con todas sus consecuencias. Roberto, que sólo cuida de la honra del Monarca, finge acceder al amor de la dama, y se propone entretenerla con este engaño. En tanto, el Rey recibe el amistoso hospedaje del viejo amo y padre de los carboneros, y en agradecimiento le dice que vaya a la corte para que pueda pagarle su hospitalidad, pero no se descubre: ellos le creen un cortesano de importancia, pero nada más. Se despide, y ellos le guían y acompañan hasta ponerle en camino seguro. El viejo carbonero pone preso a Timbrio, porque Damón le dijo que trataba de robarle a su hija Olalla; pero ésta y Menalca le libertan. Volvemos a palacio. El Rey, después de una conversación con Ricarda, se despide, y al darle ella un abrazo, entrega a Roberto, que estaba presente, un billete. El Duque, que iba a entrar en la sala, sorprende esta acción y se retira sin que le vean. El Rey, a quien Ricarda dijo que el Duque había penetrado en su aposento con violencia, manda matarlo; pero Roberto le salva la vida, haciéndole salir sin que le vean los asesinos. Así acaba la jornada segunda.

En la tercera, después de una escena entre los carboneros, el viejo y Timbrio, ya perdonado, convienen en ir a ver si logran un empleo para este mancebo. Mientras llegan se acerca el Duque al Rey y le dice que Roberto le hace traición y que de noche le verá hablar al balcón con Ricarda: era el contenido y cita del billete que la dama había entregado a Roberto, cuyos pedazos, rotos por éste, había recogido el Duque. Acuden a la entrevista; pero en ella Roberto le dice a Ricarda que había fingido amarla para evitar que se entregase al Duque, como le había dicho; y que en vista de su desfachatez en entregarle un billete en presencia del mismo Rey, ya no quería continuar la farsa. Todos se alegran con esta declaración, hasta el Duque, que concibe nuevas esperanzas al saber que Ricarda tuvo el pensamiento de aceptar su amor. A todo esto han llegado a palacio los carboneros, y se llenan de asombro al conocer el huésped que tuvieron, aunque sólo una noche. El Rey hace sentarse al viejo a su lado, y le manda que traiga a palacio a toda su familia, que los hace nobles, que velará por ellos y casará a sus hijas. A Timbrio le hace capitán, con disgusto de su prometida Olalla, que teme verle de continuo ausente. Ricarda, creyéndose perdida en el ánimo del Rey, trata con empeño de casarse con el Duque. Pero Roberto halla modo de disculpar a la dama y convencer al Rey de que lo pasado fue sólo una ligereza, y el Monarca da la mano a Ricarda. Esta comedia tiene cosas exageradas y de poca moralidad, por lo cual es dudoso que la haya escrito Mira de Amescua. Pero si él fue su autor la habrá compuesto a poco de llegar a Madrid. La ninguna relación que hay entre los dos episodios principales, esto es, el de Ricarda y el de los carboneros, muestra bien la inexperiencia del poeta: desaliño y poco arte, bien comunes en Mira.

Capitán Belisario (El). Véase Ejemplo (El) mayor de la desdicha.




VIII

Los carboneros de Francia


Esta comedia, que también se tituló en algunos textos La Reina Sevilla, fue impresa la primera vez en la Parte XXXIX de la gran colección de Comedias escogidas (Madrid, Buendía, 1673: la 9ª), con el título de «Comedia famosa | Los Carboneros de Francia | Del Doctor Mira de Mescva.- Personas qve hablan en ella:

Carlo Magno.Blancaflor.
Conde de Magança.Ricardo Emperador.
Baruquel.Teodoro.
Gila.Lauro.
Soldados.Zumaque.
Almirante de Francia.Aurelio.
Reyna Seuilla.Luis Infate. Música
Florante. 

Empieza:

ALMIR.
Blancaflor, ¿qué novedad
es ésta...?


Acaba:

REY.
Aquí a la gran Reina Seuilla,
reina de Francia, da fin
quien el perdón os suplica.


Se incluyó en otra Colección titulada Jardín ameno de varias flores..., Madrid, 1704. Suelta se imprimió muchas veces. Conozco las siguientes ediciones:

1. Comedia famosa. | Los Carboneros de Francia. | Del Doctor Mira de Mescva. 4º; 16 hojas sin numerar. Parece impresión de la segunda mitad del siglo XVII.

2. Comedia famosa | Los carboneros | de Francia. | Del Doctor Mira de Mescva. Al final dice: «Hallaráse en Madrid, en casa de Francisco Sanz, en la Plazuela | de la calle de la az» (sic). 4º; 16 hojas sin numerar. En hoja aparte va la Segunda parte del Poeta de Bayles. Esta impresión es de fines del siglo XVII (hacia 1680).

3. Núm. 98. | Comedia famosa. | Los carboneros | de Francia. | Del Doctor Mirademescua. | Al final dice: «Hallaráse en Madrid esta Comedia, y otras de diferentes Títulos, en la imprenta de los Herederos de Juan Sanz, en la Calle de la Paz». 4º; 16 hojas sin numerar. En hoja aparte sigue la Segunda parte del Bayle del Poeta de Bayles, y el Letrado. De Benavente. Esta impresión es de 1728; a todo más de 1729.

4. Los Carboneros de Francia y Reina Sevilla. De D. Francisco de Roxas. Sevilla, Francisco de Leefdael. Sin a. 4º; 32 páginas. Es de hacia 1730 (B. de Ticknor).

5. Núm. 247. Comedia famosa Los carboneros de Francia, y Reyna Sevilla. De Don Francisco de Roxas. Al fin dice: «Con licencia: En Sevilla, en la Imprenta de José Padrino, Mercader de Libros en la calle de Génova». 4º; 28 págs. En la última hoja está el «Bayle del Poeta de bayles, y el Letrado. De Benavente».

6. Los carboneros de Francia. De Don Francisco de Roxas. Barcelona, Pedro Escuder, 1757. 4º.

7. Núm. 27. Comedia famosa. Los carboneros de Francia. Del Doctor Mirademescua. Al final: «Hallaráse esta Comedia, y otras de diferentes títulos en Salamanca, en la Imprenta de la Santa Cruz, y asimismo Historias y todo género de Romancería, calle de la Rúa». 4º; 32 págs., con la Segunda parte del Poeta de Bayles. Impresión de hacia 1790.

Manuscrita existe en la Biblioteca Nacional de Madrid, en dos códices, ambos del siglo XVII, el segundo incompleto. Otro halló el señor Haemel en la Biblioteca Vaticana, con el título de La Reyna Sevilla, Infanta Vengadora. De Mira de Amescua. La letra es del siglo XVII. El título de los manuscritos de Madrid es La Reina Sevilla y carboneros de Francia.

Esta comedia desarrolla la leyenda de la vejez de Carlo Magno; su casamiento con la infanta Sevilla, hija del Emperador de Constantinopla; la traición del conde Magancés; destierro de la Reina; nacimiento de su hijo; venida del griego para vengar la creída muerte de su hija, y, al fin, muerte y arrepentimiento del Conde.

Se comprende que esta comedia fuese tan representada y tantas veces impresa, porque, además de bien dispuesta y escrita, juegan en ella tan altos y nobles afectos que simpatizan íntimamente con los del espectador bien inclinado y de buenos sentimientos.

Quizás el primer título fuese en su origen el de La Reina Sevilla; pero, como hemos visto, prevaleció el de Los carboneros de Francia, que también se dio a la anterior.




IX

La casa del tahúr


Preciosa comedia, por haber llegado a nosotros en un texto casi todo él autógrafo. Se halla en la Biblioteca Nacional, manuscrito R.-118 (que quiere decir «Reservado», núm. 118), en 66 hojas en 4º, procedente de la Biblioteca de Osuna. Lo describiré con puntualidad.

Está encuadernado en pergamino antiguo, con letrero borroso, pero en el que aún puede leerse: «La casa del tahur, a 20 de dic.bre de 1616».

En la primera plana del texto dice: «la Casa del tahur | o | en la Casa del tahur | poco dura la alegría.» (De otra letra:) «del D.r mira de Mescua | acto prim.º | Los q.e hablan en el | Marcelo, viejo; Alexandro su hijo; Roque lacayo; ysabela; Angela, Dama; Angela, su Madre; Don Diego; Don Luys; Carlos; Gómez, escudero viejo; fabián, criado. | Pasa en Madrid. Guarda el arte».

La vuelta en blanco. En la segunda hoja: «salen Marcelo y Alexandro.

MARCELO.
Hijo, que único heredero
de mi casa y de mi honor
has nacido, no es amor
la pasión con que te quiero».


En el vuelto de la hoja 12 empieza lo autógrafo. En el acto tercero la letra se hace más confusa y rasgueada, terminando la comedia en el recto de la hoja 61, con estas palabras:

ISA.
¡Qué no hará la que te adora!
ROQ.
Levántate, Juan Garín.
¡Ea!, todos se perdonan;
perdonen vuesas mercedes,
y aquí paz y después gloria.


0.861 Vea esta comedia P.o de Vargas Machuca. | Esta come-
1.081(Sondia cuyo título es la Casa del Tahur, su autor el D.r
1.023losMira de Amescua, se puede representar, que no hay que
----------versos.)advertir en ella. Madrid, 3, de diciembre. 1621.- Pedro
2.023 de Vargas Machuca

Siguen otras seis hojas, la primera autógrafa de Mira y las demás de buena letra de escribiente, y acaba así: «Esta comedia, intitulada En casa del taur poco dura la alegría, se puede representar reservando vayles, cantares y entremeses a la vista. Zaragoza y noviembre, 15 de 1619.- El Dor. Luis Brauo».

De modo que se estrenó antes en Zaragoza que en Madrid. La llevaría allí el autor, que se la compró a Mira.

Alejandro, joven, rico, galán, pero jugador, se casa con Isabela, de las mismas cualidades, menos jugar, y tan afecta a su marido, que le da sus joyas para que intente desquitarse de sus pérdidas. En este primer acto hay una linda escena de juego en casa de unas tomajonas, madre e hija, que se van quedando con las alhajas de los jugadores, como regalo de los que ganan, todos enamorados de la hija. Antes de acabar el acto Alejandro queda despojado por sus amigos, y vuelve sin dinero y sin prendas de valor ante su mujer, que con amor le ofrece más. Se nombra dos veces al célebre Bilhan, como tahúr, comparándole, por boca de Roque, a Alejandro, dudoso entre el amor y el juego:


ya Bilhan y ya Narciso
te quedabas indeciso;
ya tahur, ya enamorado.



En el acto segundo Alejandro está arruinado y enamorado de Ángela, la buscona. Su mujer Isabela, modelo de amor y sumisión, no tiene que darle, ni aun para comer en casa; oye insultos, y aun su marido saca para ella la daga y le exige que busque dinero y le dé de comer. La mísera acude a su suegro, y contándole el cambio moral de su marido, añade:


   ¿Qué más, señor, dijera
un hombre sin honor que al ocio y gula
se entrega de manera
que a su incasta mujer le disimula
vivir libre y consiente
el invisible peso de la frente?



Siguen las escenas de juego hasta en los lacayos. Es curiosa esta comedia por lo mucho que se habla del juego, y refleja muy bien el extremo a que había llegado este vicio en los últimos años del reinado de Felipe III, donde hasta este Rey santo era un jugador desenfrenado. Quizá por esto no se podría representar en Madrid esta comedia hasta después de la muerte del Rey.

Interviene, al fin, en el drama Marcelo Gentil, genovés muy rico, padre de Alejandro, con intento de apartarle de aquel feo vicio. Colma de preseas y víveres la casa de su hijo; da joyas y dineros a Isabela, y, como es natural, se despiertan los celos de Alejandro, que, ignorando la procedencia de tales bienes, piensa que su mujer puso en práctica el consejo de «buscar que comer» que le había dado, y termina el acto segundo con el arrepentimiento de Alejandro, que confiesa a su padre sus flaquezas.

Marcelo, para apartar a su hijo de la correspondencia con Ángela, había fingido querer casarse con la madre de la joven; pero al ver a ésta se apasiona de tal modo, que quiere casarse con ella. Pero entonces la vieja Ángela cambia en los papeles necesarios para la boda los nombres de los padres de su hija por los suyos, y como también se llamaba Ángela, es ella la que se casa con el viejo Marcelo. En tanto crecían las sospechas de Alejandro, por haber hallado en un escritorio las joyas y un vestido que él había enviado a Ángela, y que su criado Roque había entregado, no a ésta, sino a la virtuosa Isabela.

Y desde aquí cesa ya el autógrafo seguido, y se ve que un refundidor anónimo alteró la conclusión de la obra, aunque aprovechando parte de lo escrito por Mira. Las últimas hojas, de letra confusa, son de este arreglador, y aun hay alguna nota marginal de otra mano. Después de la conclusión postiza que hemos copiado siguen otras seis hojas, en que vuelve el autógrafo, del cual se ha tachado hoja y media, pero sólo otra hoja, y termina con letra de buen escribiente, distinta de todas las anteriores. Alejandro, arrepentido, se arrodilla ante su mujer; Ángela se pone, para la ceremonia del casamiento, las tocas de viuda de su madre, para facilitar ante los testigos el engaño de su madre, y acaba otra vez la obra, diciendo Alejandro:


y la Casa del tahur
enmienda y fin tiene agora:
vuesas mercedes perdonen
y aquí gracia y después gloria.



Esta comedia, aunque algo confusa en el desarrollo de la acción, agrada por el fin moral que persigue y varias buenas situaciones y excelentes trozos de versificación y lenguaje. La nota amorosa, bien sentida y expresada, brilla por su ausencia, como en casi todas las obras del doctor Mira. De cuando en cuando aparece el seco moralista, como en aquel pasaje en que, defendiendo Ángela el amor como legítima pasión del ánimo, le responde su madre:


   Esas son bachillerías
que aprendes en las comedias:
no irás más a los teatros,
que eres presumida y necia.






X

El clavo de Jael


También esta comedia ha llegado a nosotros solamente manuscrita, pues aunque Barrera en su Catálogo la pone entre las impresas sueltas del autor, es casi seguro que no vio ningún ejemplar de tal clase, y será tal noticia una confusión con el manuscrito que poseía don Agustín Durán.

Pasó éste a nuestra Biblioteca Nacional, donde tiene hoy el número 15.331, y consta de 34 hojas, de letra de mediados del siglo XVII.

En la anteportada dice, en letra moderna: «Clavo de Jael | Copiada. | Es de Mira de Mescua». En la hoja segunda: «Comedia famosa del clauo de Jael. figuras. |

Jael.Abdías.
Tamar.Barac.
fineo.Ruben.
Simanco.Delbora.
El rey Jaben.Músicos.
Sofonisa, su hermana.un capitán.
Sísara, capitán. 

Salen Jael y Tamar, criada

JAEL.
Ya no puedo caminar.
TAM.
Y a descanso te convida
aquesta fuente.
JAEL.
¡Ay, Tamar,
que es símbolo de la vida
un correr y un murmurar!
Ya son sus cristales fríos,
ya furiosos, ya tardíos,
ya por peñas, ya por prados,
hasta que en el mar meclados
pierden sus nombres los ríos.


La letra es mala, pero bastante clara y toda de la misma mano. El copista era rudo. Dice: «Disierto, impusible, felisce», por «felice»; «el tribu de Benjamín, impiadad, discrición, obidiencia, interto, disperto». (Parece italiano).

Jael y su criada, fatigadas por el camino, se sientan al borde de una fuente. Llegan Fineo y su criado Simanco, que andan de caza. Fineo se enamora de Jael; le cuenta su vida y recibe sus confidencias. Anda peregrina porque sus tres hermanos la privaron de la herencia paterna. Él le ofrece su amparo, y ella acepta. Cambio de lugar. Escena entre el rey Jabén, su hermana y su capitán Sísara, que ha conquistado la Judea. El autor se muestra muy empapado en la lectura de la Biblia, y hace infinitas referencias a hechos y lugares. Entra Délbora con varios judíos, a quienes profetiza que vencerán a Sísara, el cual se presenta ante ellos de caza, acompañado de Sofonisa; pero en lugar de asustarlos aguanta sus amenazas y hasta que Délbora le quite la espada y le profetice su muerte. Escena en la tienda de Jael. Ella y su amado Fineo se requiebran con el Cantar de los cantares.

FINEO.
Levanta, paloma mía.
Suene en mi oído tu voz;

 (Canta la música.) 

la de la tórtola ansí
en nuestra tierra se oyó.
JAEL.
Muéstrame, adorado mío,
donde al ardiente calor
apacientas tus rebaños,
pues ves que a buscarte voy.
Estando el rey en su trono
el nardo dióme su olor;
hijas de Jerusalén,
hermosa, aunque negra, soy.

 (Canta una voz.) 

    «A estos montes de Judá
mi bella esposa subió,
hermosa como la luna,
escogida como el sol.»
JAEL.
Si viéredes a mi esposo,
bellas hijas de Sión,
llamalde y decilde todas
que estoy muriendo de amor.


Poco después vuelven a aparecer Jael y Fineo, y sigue esta bella escena, aunque con bastantes erratas, que no podemos corregir:

JAEL.
   Levántome, esposo a verte
cuando mi alma te oyó,
llenas de mirra las manos
para que abrieses mejor.
FINEO.
Ábreme, esposa querida,
que el invierno ya pasó
y el verano a dar empieza
dulce fruto entre la flor;
frutos ha dado la higuera,
la viña flores brotó.
Por el desierto subiste,
como hermosa inspiración
y el vino que de la mirra
y del incienso nació;
es aceite derramado
tu nombre; tras ti me voy
al olor de tus aromas
de infinita estimación.
Los tabernáculos santos
del Cedar, del rey Magor
el vestido, a tu belleza
son propia comparación.
Hermosa eres, mi Jael,
y mancha en ti no se halló;
tórtolas son tus mejillas;
palomas tus ojos son;
tu cabellera el rebaño
de las cabras que subió
del monte Galad que daba
bellísimo resplandor.


En el acto segundo Barac trae a Délbora diez mil soldados, que ella le había pedido para oponerse a Sísara. Tiene muy poca acción esta pieza: todo es diálogo, y los hechos no tienen la trabazón debida. Barac va al campamento de Sísara, donde le prenden, y estando en la tienda del General, éste se duerme y sueña que una mujer semidivina le pasa las sienes con un clavo.

Los amores de Jael y Fineo no progresan, porque son de distinta ley religiosa. Jael quiere que él cambie, pero Fineo no se resuelve. Entonces Délbora se presenta a Jael pidiéndole socorro de vituallas para los soldados hebreos, que por falta de ellas no pueden bajar del monte Tabor. Fineo, que era rico en ganados, se las ofrece porque Jael se lo ruega, y va él mismo a llevarlas.

En la jornada tercera bajan los hebreos y derrotan a Sísara. Sale éste huyendo y tropieza con Délbora, que le amenaza, pero le deja huir. Viene luego una escena entre Jael y Tamar, preparatoria de la que sigue. Continuando Sísara en su fuga, lleno de terror y desaliento llega ante la tienda de Jael. Esta, que le conocía, le recibe muy bien; él la celebra de hermosa y le pide su amparo, que Jael le ofrece, diciendo:

   Mi tienda es aquella
entra donde halles
descanso y reposo:
tu miedo se aplaque.
Mi tienda es aquella
que entre alisos sale,
pirámide altiva
que al sol se levante.
No está mi esposo.
¿Qué importa que falte
porque yo te ofrezca
mi humilde hospedaje?
Pasarás la noche,
que ya por los valles
sombras espereza
de montes gigantes.
Tendrás, señor mío,
guarda vigilante
y en casa tan pobre
ricas voluntades.
Dame aquesa mano,
que quiero llevarte
donde mis palabras
a las obras pasen.


Entra el engañado General, y mientras el criado de Fineo le cuenta a éste la traición de Jael, ésta recibe a Sísara, y luego le dice:

   Duerme y descansa, señor.
Seguramente podrás,
pues ya satisfecho estás
de mi cuidado y mi amor.


Se retira, en efecto, a dormir. Jael pronuncia un discurso histórico, y pide a Jehová fortaleza para cumplir su designio. Con el clavo asesina al dormido Capitán, cuando Fineo entra a castigar la traición de Jael y llegan Délbora, Barac, Abdías, que se maravillan del valor de la heroína, y Délbora le dice: «Bendita tu casa sea -y bendita eres, Jael, - entre todas las mujeres - hijas de Jerusalén»

Como se ve, no hay asunto para un drama. El poeta no quiso inventarlo fuera de los libros sagrados, y prefirió espaciarse por los campos de la poesía lírica, incorporando aquí lindos versos, escritos quizá para otras ocasiones.




XI

El conde Alarcos


Fue publicada por primera vez esta comedia en 1653, en la Parte V de la colección de Escogidas (Madrid, Pablo del Val. La cuarta del tomo).

Sucesivamente se reimprimió suelta varias veces, porque el público español de aquel tiempo gustaba mucho de estos asuntos tiernos, en que se ensalzaban las primitivas y fundamentales cualidades de nuestro pueblo: el honor, la devoción conyugal, la amistad, etc.

Las ediciones sueltas que conocemos son las siguientes:

1. El Conde Alarcos. | Comedia famosa. | Del Doctor Mira de Mescva. Sin lugar ni año (parece madrileña y de mediados del siglo XVII); 18 hojas en 4º, sin numerar; signaturas A-E, todas de a 4 hojas, menos la última, que sólo tiene dos.

2. El Conde Alarcos | Comedia | famosa, | del Doctor Mira de Mescva. Sin lugar ni año (parece edición sevillana de fines del siglo XVII); 14 hojas en 4º, sin numerar; la última plana en blanco, cosa inusitada en el siglo XVIII.

3. Sevilla, Imprenta Real. Sin año (principios del siglo XVIII); 32 págs. en 4º.

4. Sevilla, Lucas Martín de Hermosilla; 32 págs. en 4º.

5. Barcelona, Pedro Escuder, 1757. 4º; 16 hojas.

6. Barcelona, Juan Serra y Nadal, núm. 122. Sin año (hacia 1780); 14 hojas sin numerar.

7. Salamanca, Imprenta de la Santa Cruz, Sin año (hacia 1790).

Tres grandes poetas trataron casi a la vez este asunto. El primero en orden e importancia fue Lope de Vega, cuya comedia La fuerza lastimosa, escrita hacia 1597, aparece ya citada en el Peregrino de 1604, e impresa en 1609 en la Parte II de sus comedias82. Compuso Guillén de Castro la suya de El Conde Alarcos antes de 1602, en que aparece representado un Conde de Alarcos83. El último en escribir su Conde Alarcos suponemos que sería Mira de Amescua, ya que su obra fue la que se imprimió después, y no tardó en obscurecer a las dos anteriores.

Todos ellos tuvieron por fuente única el romance antiguo del mismo título, pero todos se apartaron de él, urdiendo una historia de amores y haciendo que la muerte de la Condesa sea supuesta, y en Castro y Mira la de un hijo o hija, porque si no la obra se acababa en el primer acto. El drama de Lope es muy superior a los de sus imitadores; entre otras razones, por hacer que la Infanta sea verdaderamente burlada, aunque no por el Conde, lo cual disculpa sus furores; bien que tampoco es tan malvada y fríamente criminal como la de Castro y Mira, que quiere hacer a su rival lavarse con la sangre y comer el corazón de su propio hijo.

La obra de Mira es, en gran parte, un plagio de la de Guillén de Castro, y como aquel autor es de los más originales de su tiempo, no sabemos qué pensar de la tardía atribución que se le ha hecho tantos años después de haber dejado de componer comedias y aun después de muerto. Es muy probable que El Conde Alarcos no sea suyo, sino de cualquiera poeta de orden inferior, que, como Matos, usurpaban o remendaban sin escrúpulo las obras ajenas.




XII

La confusión de Hungría


Se imprimió esta comedia en la Parte XXXV de la gran colección de Escogidas, en 1671, con este encabezado: La confvsion de Vngria, | Comedia famosa | Del Doctor Mira de Mesqva (páginas 274 a 316).

Se reimprimió suelta, sin lugar ni año, según consta en el Catálogo de don Agustín Durán, pág. 88; pero la comedia ha desaparecido de la Biblioteca Nacional, donde debía hallarse, como tantísimas otras que no llegaron a entrar en dicha Biblioteca, por obra y gracia de J. R. Chorley. Hoy estará, seguramente, en el Museo Británico, adonde ha ido a parar la colección dramática de aquel bibliófilo.

En un tomo de comedias de Lope de Vega que cita don Juan Isidro Fajardo, en su Catálogo, se incluía (según éste) una titulada La confusión de Hungría, aunque no consta que estuviese atribuida a Lope, porque el tomo contenía varias de otros autores. Un fragmento de este tomo, con seis piezas pero no la Confusión, ha desaparecido hace algunos años de la Biblioteca Nacional, con otros dos compañeros suyos: los tres adquiridos por el Estado en la venta de Osuna.

Esta comedia es muy ingeniosa e interesante, aunque bastante inverosímil.

Un príncipe Ausonio de Tracia, enamorado de un retrato de la princesa Fenisa, de Hungría, despacha a un privado suyo, el conde Vertilo, para que con toda solemnidad pida su mano. Pero éste, enamorado también de la misma Princesa, concibe el atrevido proyecto de suplantar a su amo y casarse él con Fenisa.

Envía, pues, con las cartas de creencia que Ausonio le había dado un travieso criado suyo, Ricardo, y luego se presenta él mismo en la corte de Hungría, titulándose el príncipe Ausonio. Pero éste había enviado ya un mercader de joyas con un retrato suyo que presentó a la Princesa, la cual se enamoró de él, y recibió un gran desengaño y disgusto al ver cuan diferente era el original de la copia que le había dado el mercader.

Pero temiendo Vertilo y su cómplice que Ausonio, cansado de esperar, no viniese en persona a Hungría, y aprovechando una firma en blanco del Rey, hermano de Fenisa, que ésta inadvertidamente había dejado caer y recogió Ricardo, fingen una carta del Monarca a Ausonio noticiándole la repentina muerte de Fenisa. El dolor del pobre caballero es tal, que casi raya en locura, y se resuelve a venir a Hungría para ver el sepulcro de su amada. El terror de Ricardo, que era quien le había dado la noticia de la muerte de la dama y llevado la falsa carta del Rey, le obliga a urdir un nuevo enredo. Con la mayor celeridad y antes que Ausonio emprendiese su viaje, regresa a Hungría, y ayudado de su amo, esparce la noticia de que el conde Vertilo se había vuelto loco, y que su manía era creerse el príncipe Ausonio y suponer que Fenisa era muerta. Créenselo todos, y el falso Ausonio hace grandes extremos de dolor por la desgracia de tan gran caballero y su privado; así es que cuando Ausonio, sin más acompañamiento que un criado, llega a la corte de Hungría, todos le reciben como a un verdadero loco. Su cólera al verse traicionado por Vertilo y su manía de suponer a la Princesa muerta, que sólo cede cuando logra verla viva, confirman a todos en la supuesta locura, al extremo de que el Rey manda encerrarle en una torre.

Pero el proyecto de Vertilo no adelantaba, porque la Princesa, enamorada del retrato, aborrecía al fingido Ausonio, y cuando se presentó el verdadero, cuya figura coincidía con la imagen que ella tenía, su oposición al casamiento se hizo invencible. Creía, como todos, que Vertilo era Ausonio, y que el joyero la había engañado dándole un retrato del loco Vertilo por el de Ausonio. Pero habiendo vuelto el mercader a Hungría a ofrecerle nuevas joyas, tuvo ocasión de convencerse de que el preso por loco en la torre era el verdadero Príncipe. Sin embargo, la intriga urdida por Vertilo y Ricardo era tan fuerte y cerrada, que para desenredarla se hizo necesaria no menos que la presencia del padre de Ausonio, llamado por el criado de éste cuando se convenció de que no estaba loco y de que la Princesa era viva. El generoso Príncipe perdona al traidor y hasta le casa con una dama principal de la corte húngara.




XIII

Cuatro milagros de amor


Esta divertida y original comedia se conservó hasta hoy en ejemplares sueltos, de los que no se conocen actualmente más que dos: uno en la Biblioteca Nacional de Múnich, y otro que debería hallarse en la nuestra, por haber sido adquirido con los demás libros de Durán y estar registrado en el Catálogo que se imprimió poco después (pág. 88). Pero, como hemos dicho, en otros muchos casos semejantes, o no llegó a entrar en la Biblioteca Nacional o fue sustraído más tarde. Debe hallarse en el Museo Británico, procedente de la colección Chorley.

El ejemplar impreso tiene la siguiente portada o encabezado:

Qvatro milagros de amor. | Comedia | famosa | Del Doctor Mirademescva. | Hablan en ella las personas siguientes. |

Alberto.Gomez y Lucrecia.
Don Sancho. Doña Ana.
Don Juan. Ines y Aldonça.
Don Fernando. Vn Comendador.
El Capitan Albarado. 

Impresión de la segunda mitad del siglo XVII; sin lugar ni año; 18 hojas en cuarto; signaturas A-E. Tiene al principio, sobre el título, una cabecerita estrecha, formada con adornos tipográficos.

En la Biblioteca Nacional hay un manuscrito (núm. 15.252), copia moderna de dicha edición, hecha con algún cuidado. Se titula: «Quatro milagros de amor. Copiada de la impresa que tiene el Sr. Quiroga, librero de Madrid»84. En lo demás sigue fielmente el impreso.

Doña Lucrecia tiene dos pretendientes: uno es un caballero llamado don Sancho, de buen solar, pero muy cobarde, y otro un indiano avaro: el capitán Alvarado. Doña Ana tiene otros dos: uno un hombre muy tosco y desaliñado, don Juan, y otro excesivamente redicho y presumido, don Fernando. Las dos damas no están contentas con sus galanes y quieren deshacerse de ellos. La primera escena en que se dibujan los caracteres de estos personajes es una con el presumido de hablar bien. No es precisamente culterano, sino extravagante, que emplea vocablos rebuscados y da sentido metafórico a otros comunes. Sigue luego el encuentro del Capitán con el caballero cobarde, su competidor, al cual propone un duelo, que don Sancho no acepta.

Digamos desde luego que, como otras de Mira, está muy bien escrita esta comedia. Habla con repetición de las fiestas al nacimiento del príncipe Baltasar Carlos, lo que prueba que en 1629 o por entonces habrá sido escrita.

Para mejor reírse de sus galanes cambian las damas de nombre y se disfrazan una de dueña de la otra. Pero como Lucrecia era muy hermosa y señoril, aun disfrazada de dueña enamora al Capitán, que la pide por mujer. Don Sancho también se prenda de Lucrecia, aun creyéndola criada de doña Ana, y abandona a ésta, que cree es la verdadera Lucrecia.

Tiene escenas y episodios graciosos. Por ejemplo, la burla que Lucrecia hace del lenguaje de don Fernando, diciéndole:

   Pues halcón que a lozanías
luciente, aun agora esfera,
altiva volaréis mente
garza pretendiendo aquesta.
A la blanca llegad nieve
de la hermosamente perla
y ansí veréis vuestra ansí
novia ansí, que si os alegra
ansí seréis destrozado,
que ansí gran desdicha tenga.


Por donde se ve que se estimaba ya afectado el adverbio «ansí» por «así».

El amor va limando las asperezas de los cuatro caracteres. El cobarde don Sancho por el amor de Lucrecia se hace valiente y acuchilla a los otros pretendientes con ocasión de dar una música a su amada; don Juan se hace aliñado y decente en sus dichos y hechos; el avaro Capitán se hace desprendido y generoso; hasta el necio palabrero se hace discreto y sobrio. Al fin don Sancho se casa con Lucrecia y don Fernando con doña Ana, a quien amaba creyendo que era doña Lucrecia.

Es de las últimas y mejores obras del autor.




XIV

La desgracia de Raquel


De este célebre drama existe un manuscrito, copia, fechado a 1º de abril de 1625, en la Biblioteca que fue de Jorge Ticknor, benemérito historiador de nuestras letras, en Boston, en los Estados Unidos. Consta de 151 páginas en 4º, y tiene el siguiente encabezado:

«Comedia famosa | La Desgraciada Raquel y | Rei D.n Alphonso el 8º | Del Dotor Mira de Mescua.

Personas que hablan en ella.
El Rey D.n Alphonso.Raquel judía.
Fernando Illan.Zara judía.
Albar Nuñez.Dauid judío padre de rrachel.
garzi lopez. Una muger.
Calbo criado.Un biejo. Soldados.»
Otro criado. 

Pero esta obra sufrió en 1635 varias reformas, que se acreditan por el ejemplar de Boston. A este ejemplar, pues, se arrancaron varias hojas y se sustituyeron con otras, que contienen versos que no estaban en el primitivo original ni en las refundiciones impresas de que hablaremos luego.

Además se escribió al final de la obra y con letra y tinta de una parte de lo añadido lo siguiente: «Vea esta comedia el censor y informe en orden a su contenido y ...se traiga...»85. Y de otra letra: «Illmo. señor. | Por mandado de V. S. I. he visto esta comedia, cuyo título es la desgraciada Raquel, y observando que no se represente ni diga lo atajado86, los quales son unos lebes reparos en lo demás está escripta con toda erudición acierto y decencia y conforme a tantos historiadores que hacen relación de este caso. V. S. I. mandará lo que más fuere servido. | Md. 12 de abril 1635». Y con otra letra diferente de las anteriores: «Md. 13 de abril 1635. Dase lizencia para que se haga esta Comedia, observando no se diga lo atajado».

Como en esta licencia no hay firma ninguna, cabe suponer que o bien este manuscrito es copia de otro en que los documentos estuviesen firmados o bien que no llegó el caso de poner en escena la obra, según las reformas hechas en este ejemplar, al menos por entonces. El hecho de haber sido arrancadas las hojas en este ejemplar mismo y el de contener al final la fecha 1625, cifra que se ha querido enmendar por 1635 con la misma tinta de la licencia, prueban que la segunda hipótesis es más verosímil, pues si este manuscrito fuera copia de 1635 o posterior no hubiera habido necesidad de arrancar las hojas ni de enmendar la fecha de 1625.

Ticknor, que no conocía la letra de Mira ni las circunstancias de su vida, creyó que una de las clases de letra de las adiciones era suya. Rennert afirma que la letra que Ticknor creyó de Mira es menuda y estrecha; pero hoy sabemos por los varios autógrafos que existen que su letra era grande, ancha y tendida. Además, las hojas existentes son de letras diversas. Por otra parte, desde 1632 estaba Mira retirado en su patria, sin acordarse para nada de la corte ni de sus teatros.

Así, pues, el manuscrito de Boston será una copia de la comedia de Mira, hecha en 1625, año en que quizá compondría la comedia. En 1635, cuando ya nadie pensaba en el autor, un refundidor de los que andaban en torno de los autores de compañías recibiría el encargo de arreglarla, para darla al público como nueva. Extenderían las licencias, que no llegaron a firmarse por tener otras obras más nuevas o por otra causa, y así quedó el asunto.

Más difícil es explicar la existencia del texto impreso de esta obra como de Diamante. Se imprimió por primera vez en la Parte XXVII de la colección de Comedias escogidas (Madrid, Andrés García de la Iglesia, 1667, la última) con este encabezado: «La Ivdia de Toledo. | Comedia famosa. De D. Ivan Bautista Diamante.»

Ahora bien; en 1667 aún vivía Diamante. Es seguro que conocía, como todos los poetas dramáticos del tiempo, la colección de Escogidas, en que solían imprimirse obras suyas. ¿Cómo toleró que se diese su nombre a una obra ajena? Según el cotejo hecho por Rennert, fuera de los pasajes contenidos en las hojas añadidas del manuscrito de Boston, todo lo demás es igual en éste y el impreso de 1667; de modo que aun cuando fuese diferente lo contenido en las hojas arrancadas del antiguo manuscrito, siempre quedaría material bastante para calificar de plagio servil la obra de Diamante.

Buena ocasión de protestar contra aquella atribución se le, ofreció tres años después, al publicar en 1670 la primera parte de sus comedias, y otra vez en 1674 al imprimir el segundo volumen o parte de ellas, y no lo hizo; si no es que se entienda que es harta protesta el no incluir la Judía entre las 24 comedias que integran los dos tomos.

Sea como quiera, la comedia atribuida a Diamante no sólo prevaleció, sino que hizo olvidar la de Mira. Después de la edición de 1667 se repitió otras muchas veces, como las siguientes:

1. La | Judía de Toledo,| Comedia famosa. | De | D. Juan Bautista Diamante. | Págs. 1 a 42 de Comedias nuevas de los más célebres Autores, y realzados | Ingenios de España. | En Amstardam (sic), A Costa de David García Henríquez, 1726; 4º; 2 hojas prels. y 506 págs.

2. Madrid, imprenta de Juan Sanz; sin año (hacia 1728).

3. Barcelona, Pedro Escuder; sin año (hacia 1756), 39 páginas.

4. Valencia, viuda de José de Orga, 1764, 32 págs.

5. Madrid, Librería de Quiroga, 1792, 32 págs.

Todas en cuarto y a nombre de Diamante.

6. Y, por último, en Autores Españoles (Dramáticos posts. a Lope: I, 1.) Edición que sigue a la de 1792.

En cuanto a fuentes, digamos, ante todo, que este asunto de la Judía es una leyenda, un cuento forjado a mediados del siglo XIV para explicar la enorme derrota de Alarcos, que por poco vuelve a España a los tiempos de don Rodrigo, así como para explicar la rota de Guadalete se forjó la leyenda de la Caba. Ni el arzobispo don Rodrigo ni la Crónica general del Rey Sabio hablan una palabra de tal judía.

Menéndez y Pelayo, que no conoció de la Crónica más versión que la de Ocampo, en que ya la leyenda aparece redondeada, le concedió crédito en el fondo, aunque no a los absurdos accidentes y falsos milagros de que la fueron rodeando los falsarios interpoladores de la primitiva compilación del rey don Alfonso X. En ésta se dice que el Monasterio de las Huelgas de Burgos fue construido «por los muchos ruegos et por el grand afincamiento de la muy noble reina donna Leonor». Y así debió de ser; pero un primer interpolador, un siglo después, ya se atrevió a desmentir la verídica y natural relación del Rey Sabio, diciendo: «Este monasterio fizo facer el rey D. Alfonso por tres cosas: la primera por servicio de Dios; la segunda por nobleza de su cuerpo, et de su alma, et de so regno, et de los que dél viuiesen; la tercera porque este rey don Alfonso el sobredicho ovo de facer pesar a Dios en siete años que moró en la judería de Toledo con una judía des y mal so tiempo. Et deste pecado ovo Dios tan gran sanna contra él et fizole veer en vision de como ge lo querie calonniar; la cual vision vio él en Illescas una mannana en amaneciendo ados annos despues de la batalla de Alarcos». Esta visión fue un hombre de gran estatura, de cabellos y barba blancos, que le dice que por el gran pecado que hizo con la judía, así como hizo David cuando tomó la mujer de Urías (no hay que decir de dónde salió la patraña), se lo quiso Dios calomniar «et por esso fuste vençido en la batalla de Alarcos et perdiste y toda tu gente; ca el pecado del rey calomnia Dios en el pueblo», y sigue profetizándole otras desgracias que ya estaban, hacía largos años sucedidas87.

En la refundición de la Crónica, hecha en el siglo XV, que sirvió de texto a Florián de Ocampo, ya está completa la leyenda, pues los cortesanos conjurados asesinan a la pobre judía, a la cual se da el nombre de Fermosa, confundiendo quizá la persona con la calidad. En cuanto a la visión de Illescas, en lugar del anciano de barba y cabellos blancos es un ángel, que cuando se retiró «dejó la cámara llena de gran claridad e de tan buen olor e tan sabroso, que maravilla era». El que interpoló el Libro de los castigos y documentos del rey don Sancho sólo conoció, como es natural, la primera interpolación de la Crónica, y a ella se atiene y la repite.

El primer poeta que sacó del olvido esta poética leyenda fue Lope de Vega, en su Jerusalén conquistada (1609), y luego en su hermosa comedia de Las paces de los reyes y Judía de Toledo. Él fue también el que dio el nombre de Raquel a la heroína. Siguiole Mira de Amescua en 1625, como acabamos de ver; luego don Luis de Ulloa, en un poemita escrito en 1650 e incluido después entre sus demás poesías, y en España sólo es célebre después la Raquel de don Vicente García de la Huerta, estrenada en 1778. En Alemania, La Judía de Toledo, del poeta Grillparzer, tan amante de Lope de Vega.

La obra de Mira es de una gran sencillez: la acción es única, sin episodios que dividan la atención, y va recta a su desenlace. En el acto primero, en que Raquel se presenta al Rey acompañada de mujeres y hombres de su secta para pedirle que suspenda el decreto de expulsión contra ellos, el Rey se prenda violentamente de ella, y le ofrece mirar en lo que le pide. En el acto segundo tiene a Raquel en una quinta y consigue enamorarla. En el tercero es ya el alma de todo el gobierno de Castilla. Surge la oposición de los nobles, y acuerdan la conjuración contra la judía, cuya ejecución les facilita la ausencia del Rey, que se va de caza. Vuelve; formulan sus quejas y amenazas, y termina el drama.

Las hojas añadidas al manuscrito no tienen valor alguno, y proponen dos conclusiones distintas y ninguna plausible. Una de ellas ofrece una segunda parte, que se titularía El prodigio de Illescas, o sea la visión del ángel, de la que no sabemos qué provecho podía sacar el poeta muerta ya la judía, que es el alma de este argumento.




XV

Las desgracias del rey don Alfonso el Casto


Comedía muy rara, por no haberse impreso más que una vez en la colección titulada Flor de las comedias de España, de diferentes autores, impresa dos veces, en 1615 y 1616, pero tan raras una y otra, que sólo se conocen de ellas uno o dos ejemplares.

Al folio 25 de dicho tomo empieza la Comedia famosa | de las desgracias | del rey Don Alfonso| el Casto. Compuesta por el Doctor Mira | de Mescua. |

«Hablan en ella las personas siguientes: el rey Don Alfonso el Casto; Doña Ximena, su hermana; el Conde Don Sancho Díaz; Doña Elvira, dama; Don Suero Velázquez; Ramiro; Ordoño; Ancelino; Tibaldo, conde; Mauregato; Bernardo; Sancha, labradora; Don Gonzalo; un Capitán moro; Moros de acompañamiento; dos Ciudadanos; dos Criados; Dos Peregrinos.»

A este encabezado siguen la loa, que empieza: «Queriendo la hermosa Dido»; el «Bayle del amor y el interés», y luego el acto primero de la comedia, que comienza con la jura del Rey, que se verifica acompañada de varios augurios desfavorables. Doña Jimena refiere a su dama Elvira sus amores con don Sancho y el nacimiento de su hijo Bernardo.

El Rey tiene también noticia del desliz de su hermana, y para saber el nombre del amante finge hacerle tomar un veneno; pero en balde, pues ella no lo dice. Pero el terco Monarca lo descubre por medio de otra sutileza, que es despertando los celos de la dama88.

De este acto al segundo han pasado muchos años. Se entabla la conjuración de Mauregato. Sale ya Bernardo enamorando a Sancha, labradora, y él también labrador, como se había criado, pero guerrero antes que todo. Del desgraciado don Sancho sólo se sabe que está preso. Triunfa la rebelión, y el rey Alfonso huye a Navarra. Bernardo liberta a Elvira, que los moros llevaban presa, y acaba el acto.

En el tercero vuelve Alfonso con ejército y triunfa de Mauregato, y queda ya en la pacífica posesión del trono. Reconoce a Bernardo por su sobrino, a quien encomienda el mando del ejército que va a oponerse al invasor de los franceses. El héroe leonés vence las huestes de don Bueso, y le trae preso a la corte. La comedia acaba con la fabricación de la Cruz de los Ángeles por los divinos plateros.

Tiene varios episodios sin relación con el asunto principal, que parece ser la enemistad entre Ancelino y don Suero por amores de Elvira. Don Suero es protegido de Bernardo.

Esta comedia es otra prueba de lo defectuoso del sistema dramático de Mira, que era reunir en torno de un asunto cualquiera diversos episodios a él atinentes, aunque sólo sea accidentalmente, sin trabazón ni dependencia entre sí y a veces sin relación íntima con el tema principal, y desenlazar la obra con el término de cualquiera de dichos episodios. Este método, que deja mucho que suplir y adivinar al espectador, sólo tiene la ventaja de la rapidez en el curso de la acción y la omisión de incidentes aclaratorios, que a veces alargan con exceso el desarrollo de la misma. Pero, en cambio, crea confusiones y obscuridad, y en no pocas ocasiones incongruencias y faltas de lógica, que perjudican y aun quitan todo mérito a la obra.




XVI

El ejemplo mayor de la desdicha


Se halla esta comedia en el manuscrito autógrafo existente en la Biblioteca Nacional (R-112), con censura de Lope de Vega, fechada en 1625, lo cual indica que por entonces se habrá compuesto la obra.

El título dice: El ejemplo mayor de la desdicha. Acto primero. Siguen los personajes de la comedia y luego ésta. Al final dice la firma: «El D.r Mira | de Amescua»89.

En la misma Biblioteca hay otro manuscrito, copia, fechado en 1635, cuyo título dice: El Capp.an Velisario. Comedia famosa. De otra letra moderna: «de Lope de Vega»: 45 hojas en 4º. Al final dice: «Fin de la comedia sacada en Md. a 20 de sep.e de 1635.»

Esta comedia fue una de las que más veces se imprimieron, lo que prueba su excelencia y agrado con que siempre la veía el público.

Salió a luz por primera vez en la Parte XXV de comedias de Diferentes autores (Zaragoza, 1632), a nombre de don Juan Pérez de Montalbán, y con el título de El capitán Belisario.

Se imprimió como de Lope de Vega, en una Parte de éste, hoy no conocida, pero que vio y cita don Juan Yáñez Fajardo en su Catálogo manuscrito de comedias antiguas, que existe en la Biblioteca Nacional. De esta edición probablemente saldría la titulada Comedias de los mejores y más insignes ingenios de España, Lisboa, 1652, en que también se incluye esta comedia a nombre de Lope.

Con el referido título de El Capitán Belisario y como de Lope se estampó en una Parte sexta de Comedias escogidas de los mejores ingenios de España. Zaragoza, por los herederos de Pedro Lanaja, 1653.

Y con el de El ejemplo mayor de la desdicha, y atribuida a Matos Fragoso, se reimprimió en el tomo de Comedias de los mejores y más insignes ingenios de España, Colonia, 1697.

Las impresiones sueltas de los siglos XVII y XVIII son muchas. Conocemos las siguientes:

Con el primer título (El ejemplo, etc.), sin lugar ni año (Biblioteca ducal de Parma).- Con el primer título y luego el segundo (El Capitán Belisario) y a nombre de Lope. Sevilla, Imprenta Real, Casa del Correo Viejo. 4º, sin año (hacia 1730), 24 págs.- Con ambos títulos y a nombre de Lope. Sevilla, sin año, 32 págs. (Bib. de Ticknor).- Con ambos y a nombre de Lope. Valencia, Orga, 1781, 28 págs.- Con ambos e igual atribución. Madrid, 1799, 28 págs.90.

Es curioso observar que en tantas ediciones ni siquiera una vez se adjudique a su autor verdadero. Desde 1640 el nombre de Mira de Amescua había caído en completo olvido.

La fuente de esta comedia pudo haber sido la Historia secreta, de Procopio, ya que su publicación, precedió dos años a la composición de la obra de Mira. Pero desde la Edad Media eran ya conocidísimos y citados a cada paso los sucesos de Belisario, en lo esencial; porque las circunstancias particulares y episodios son de la invención del autor español.

Lo cerrado y único del argumento no permitió a Mira extraviarse en acciones secundarias ni en pormenores accidentales de los personajes; así es que esta comedia, a diferencia de otras muchas del autor, tiene unidad de asunto, que le da gran valor en cuanto al plan y pensamiento total de la comedia. No es tampoco menos importante el desarrollo del tema, con talento notorio para mantener el interés sin decaer, sino, al contrario, en todo su proceso. Y, por último, completa el excepcional mérito de esta pieza la versificación grave, dulce y armoniosa y siempre adecuada con que Mira ha sabido revestirla como con rico manto de púrpura.

Los caracteres, salvo el de Teodora, son todos nobles y dignos de loa. Quizá pueda tacharse de precipitado el de Justiniano en castigar a Belisario sin cerciorarse de su delito; pero quizá logre disculpa la pasión celosa que en él, como en otros, produce verdadera ceguedad moral. La misma Teodora no es tan malvada como la mayor parte de las mujeres de Mira puestas en semejante caso. Procede movida por una pasión rabiosa; pero de sus antecedentes y palabras no se deduce que tuviese intención de causar todo el daño que produjo su enredo. Hay en esta obra mucho de la fatalidad griega. Por eso desde el principio comprendió el público el verdadero alcance moral y ejemplaridad de la fábula: lo poco que hay que fiar ni en la gloria ni en las dichas humanas.

La prisa que el autor se da en redondear la leyenda o historia según los datos conocidos, haciendo que Belisario pida ya limosna, cuando aún están chorreando sangre sus ojos y a las mismas personas que sabía que no podían dársela, era necesaria si no había de componer otro acto, para que este último triste episodio de la vida del ilustre General tuviese tiempo y ocasión de realizarse.

También es minucia curiosa y que nos revela al leguleyo, acordándose de cuando en las aulas granadinas decoraba la Instituta aquellos versos que dice Justiniano:


   Mas si el derecho civil
y leyes de los romanos
pongo en orden y reduzgo
a un volumen reformado,
justiciero debo ser,
satisfacer debo agravios,
castigar debo delitos
y huir respetos humanos.



En suma: El ejemplo mayor de la desdicha es de las mejores obras de Mira de Amescua.




XVII

El esclavo del Demonio


Este célebre drama se imprimió primero en la Tercera parte de las comedias de Lope de Vega y otros autores... En Barcelona, en casa de Sebastián de Cormellas... Año de 1612, y Madrid, 1613; en ambas ediciones, la novena del tomo. Se reimprimió en una Sexta parte de comedias nuevas escogidas, de Zaragoza, 1654; ocupando el séptimo lugar en el orden del tomo, aunque con bastantes omisiones y erratas, respecto de las anteriores91.

Después sólo se ha impreso suelta a fines del siglo XVII o principios del siguiente, dos o tres veces, todas sin lugar ni año ni imprenta. De ellas he visto una de 20 hojas, sin numerar, signaturas A-E, en la Biblioteca de San Isidro92, y yo tengo otra del siglo XVII, cuyo encabezado dice: El Esclavo del Demonio. Comedia famosa. Del Doctor Mira de Mescva. Consta de 16 hojas en 4º sin foliar, signaturas A-D. Lo característico de esta impresión es un gran adorno tipográfico al final, que ocupa la mitad de la plana.

Sin más señas he visto citada otra en 44 páginas, signaturas A-D, en lo que parece hay error; porque signaturas de seis hojas no se usaron en la imprenta más que en el final de los libros.

Modernamente se han hecho tres buenas ediciones de esta famosa comedia, que hoy ya puede leer todo el mundo fácilmente93.

El asunto de su drama pudo tomarlo Mira del Flos Sanctorum, de Alonso de Villegas, ediciones de Toledo, 1591, o Madrid, 1594, porque en las anteriores no figura la vida de San Gil de Santarem, o bien de la Primera parte de la historia general: de Sancto Domingo, por el Maestro Fray Hernando de Castillo (Madrid, Francisco Sánchez, 1584), de quien Villegas la recogió, como él mismo declara.

Castillo, a su vez, la recibió de Portugal, probablemente de los escritos de su compañero de hábito fray Andrés de Resende94, o de alguna otra de las vidas, más o menos apócrifas, que en su tiempo existían en Portugal, según algunas que cita Teófilo Braga en su extravagante poema Frei Gil de Santarem95.

Pero, sea como quiera, de estas leyendas Mira no tomó más que el nombre y patria del protagonista y el recuerdo fugaz, en tal o cual frase de alguna especie biográfica. Todo es invención suya. Las circunstancias de su caída y hasta las de su arrepentimiento y rehabilitación son diferentes de las apuntadas por Villegas. Es una comedia de santos, con las dos partes de hombre malo y hombre bueno, por más que en ésta falte esta segunda parte; pero es una de las mejores y más antiguas de esta clase y modelo más o menos notorio de muchas otras, ahora sea hombre o hembra el personaje principal.

Como lo que el poeta, al parecer, se propuso fue contar a su modo la vida de un fraile real o imaginario, se comprende que considere secundarias las demás figuras del cuadro; y, sin embargo, en la ejecución resulta mucho más interesante Lisarda, víctima de la brutal incontinencia de fray Gil que éste. Lisarda, al verse burlada y ya sin remedio humano, se lanza a la vida forajida; pero no realiza ningún acto punible más que apoderarse de unas joyas que en realidad le pertenecían. Muestra su arrepentimiento desde el primer momento, y llega al extremo de venderse como esclavo de su padre y herrar su rostro para no ser conocida, y muere practicando actos de rigurosa penitencia. Por el contrario, fray Gil es un malvado, frío y tranquilo; no hay en él una nota, una chispa siquiera de rectitud, ya que no de bondad moral. Después de escarnecer por engaño a Lisarda se enamora violentamente de su hermana, y para conseguirla vende su alma al diablo; pero en el intermedio fuerza otras mujeres, roba y asesina por el gusto de hacerlo. Y sólo se acuerda de volver en sí cuando, engañado a su vez por el diablo, al entregarle cubierta con un manto a Leonor, ve que sólo le ha entregado un esqueleto. Entonces se acuerda de rescindir el pacto que había hecho con el diablo y firmado con su sangre; pero como no tiene fuerza alguna, pues ha renegado de todos los poderes celestiales, recurre al Ángel de su guarda, que por insignificante había olvidado, en su renuncia, y éste se toma la molestia de sostener rudo combate con el Demonio para, quitarle la cédula que éste arroja a los pies de don Gil, pero amenazándole con que se las ha de pagar «con las setenas». Entonces don Gil se presenta a sus víctimas y declara ser el causante de todos los males de dos familias amigas, y ofrece entrar en la orden de Santo Domingo, con lo cual cree el autor que ha cumplido. Pero falta la otra mitad: los actos de penitencia y de arrepentimiento que pudieran mover a compasión al público y para que la leyenda quedase completa.

Tiene, además, otro defecto, que divide la atención del espectador y quita grandeza e importancia a la acción principal. Es el episodio y segunda acción relativa a Leonor, hermana de la infeliz Lisarda. Pase que nominalmente intervenga en lo relativo a las brutales pasiones de fray Gil, porque es un dato más del carácter de éste; pero que ella se convierta en centro y agente de una acción que es como una comedia dentro de otra, con sus personajes y episodios especiales, es una falta de arte que sólo se explica por el temor que sintiese Mira de no poder mantener el interés dramático durante los tres actos. Se olvidó de que dejaba mutilada la leyenda hagiográfica que le había servido de base para su obra.

Así se explica que a los extranjeros y aun al público de su tiempo, o inmediatamente posterior, que no podían apreciar la gran superioridad que en poesía, en estilo y energía de afectos y sombría grandeza tiene esta comedia sobre el plagio que de ella hicieron años después Matos, Cáncer y Moreto, con el título de Caer para levantar, prefiriesen esta última, ya para oírla en el teatro96 o; ya para traducirla en lengua extranjera97, porque era obra más regular y conservaba la unidad de asunto.

Esta comedia corresponde a la juventud de su autor. Como se ha dicho, fue impresa la primera vez en 1612; pero entonces hacía ya dos años que Mira se hallaba en Nápoles, y, por consiguiente, El esclavo del Demonio debió de haberse representado y compuesto en 1609 o antes.

Su influencia fue grande y visible en la mayor parte de las comedias de vidas de santos que la siguieron inmediatamente, las cuales, a su vez, influyeron en la producción de otras cuando ya la de Mira había caído en olvido. Calderón la tuvo, sin duda, a la vista cuando compuso su Mágico prodigioso. Además de la elección del personaje, tan parecido, aunque mucho más poético que el de Amescua, hay pasajes visiblemente imitados del autor guadijeño. Pero no debe exagerarse este alcance hasta el punto de suponerla influyente en otras obras, en que el parecido es insignificante, pues no debe olvidarse que El esclavo del Demonio fue siempre poco popular y conocida.




XVIII

Examinarse de rey (o Más vale fingir que amar)


Con el segundo título fue impresa suelta, sin lugar ni año. Existe un ejemplar de ella en el Museo Británico, procedente de Durán, que la menciona en el Catálogo de su Biblioteca (Madrid, 1864, pág. 88). Con el primero se halla en la Biblioteca Nacional un antiguo manuscrito, de letra del siglo XVII, en 34 hojas en 4º (Ms. 14.953, antiguo M-180), cuya portada dice:

Comedia famosa Dexa | minarse de Rey. | Del dotor Mira | Deamesqua. En el encabezado dice: «Comedia famosa Desaminarse | a ser Rey eza». Pero en la primera de las conclusiones, pues tiene dos, que responden a los dos títulos con que se la denomina, dice:

DOM.
¿Y mis cien bueyes, señor?
P.e
Mi palabra ha de ser ley;
ya una vez los prometí.
DOM.
Dámelos y acabe aquí
Examinarse de rey;


con lo que se ve que la primera forma del título es la verdadera.

La otra conclusión dice:


-¿Quién los bueyes me ha de dar?
-Ya para ellos te ofrecí.
-Dámelos, y acabe aquí
Más vale fingir que amar.



Este manuscrito, copia hecha para el teatro, tiene varias tachaduras y atajos con las palabras «sí» y «no», usuales para indicar lo que se había de decir o callar98.

El asunto de esta comedia lo forma la duda que un rey de Nápoles, Federico, tiene sobre cuál será un hijo que tuvo en su juventud y dio a criar en una aldea, a la vez que Manfredo, su hermano bastardo, dio a criar a la misma mujer otro hijo, también natural. Ambos se llamaban Carlos, como su abuelo. La mujer, que era la única que sabía quién era el padre de cada cual, murió de repente, sin poder declarar a su marido este secreto. Pasados muchos años y muerto también Manfredo, el Rey, que no tenía más sucesión que una sobrina, heredera del trono de Sicilia, trata de casarla con su hijo, y se presenta en la aldea a recogerlo, cuando, con harta sorpresa, se halla con dos jóvenes, que cada uno podía serlo, y pasaban por hijos del labrador que los había criado. Opta por llevarlos a entrambos, llamándolos sobrinos suyos, en espera de que el tiempo descubra la verdad.

Empieza por cambiar el nombre de uno de los jóvenes, el que más congeniaba con su gusto, llamándole Federico, y con sumo cuidado estudia las inclinaciones, entendimiento, moralidad y valor militar de entrambos, ayudado en esta indagación por un fiel ministro y la propia Margarita, su sobrina. Pronto se revelan las condiciones de los mancebos. Federico es franco, sencillo, recto y bondadoso; Carlos hipócrita y disimulado, ambicioso, cruel y egoísta.

Ambos desean obtener la mano de su prima; Federico porque la ama y Carlos porque va a ser reina; pero a quien quiere es a una dama de Margarita. Esta vacila entre sus dos pretendientes, porque aunque se inclina más a Federico le parece que éste no la quiere, y, en cambio, la engañan y seducen los rendimientos y falsas adoraciones de Carlos, hasta que la desengaña la declaración que, escondida, oye de los mismos labios de Carlos.

El Rey por su parte obtiene resultado satisfactorio de varias pruebas que hace con sus sobrinos, a que se unen luego otras materiales, que, al fin, le presenta el labrador que los había criado, y la obra acaba felizmente.

Tiene poco interés, porque las deducciones que el Rey hace son todas inseguras, por ser falsos los principios de que se derivan. Que la fuerza de la sangre habla; que los nobles sentimientos sólo pueden ser propios de un hijo suyo, y otras simplezas semejantes. Gracias a que el labrador Albano aporta al final otras pruebas más eficaces, aunque no se dice cuáles, puede el Rey declarar por hijo suyo al que lo era realmente.




XIX

La Fénix de Salamanca


Es la más antigua y mejor de las comedias de enredo de Mira de Amescua. Estaba escrita ya antes de salir el autor para Italia, como hemos probado en la biografía.

Se imprimió la primera vez en la Parte tercera de comedias escogidas de los mejores ingenios de España. Madrid, Melchor Sánchez, 1653: la octava en el orden del tomo.

Se volvió a estampar suelta a fines del siglo XVII con el título de La Fénix de Salamanca. | Comedia famosa. | Del Doctor Mira de Mescva. Sin lugar ni año, en 22 hojas, algunas numeradas, con errores y sin adornos ni señal especial alguna.

Entró en la diminuta colección de Ortega (Madrid, 1830, 8º), en Autores Españoles, y en la colección de La Lectura.

Lo que más agrada en esta comedia es la frescura y aire juvenil que reina en ella, la pintura de costumbres y modas de la vida cortesana y lo franco de los caracteres, especialmente los femeninos, que son deliciosos.

El argumento, en breves términos, es como sigue:

Doña Mencía, joven viuda de Salamanca, había tenido honestos amores con el estudiante don Garcerán, caballero valenciano, el cual, terminados sus estudios, se alejó bruscamente de la dama, sin darle aviso siquiera de su partida. Doña Mencía, vestida de caballero sanjuanista y con hábito largo, por mejor disfrazar su sexo, le busca inútilmente en Valencia, y llega a Madrid, donde sospecha que se halle, en ocasión en que casualmente tropieza con él en el momento en que el galán presta un servicio de honra al conde Horacio, caballero italiano enamorado de cierta Alejandra, asunto que forma la segunda acción de la comedia. Alejandra está para casarse con un tío suyo, antiguo capitán, faltando sólo la dispensa del parentesco, y ya el enredo de la comedia consiste en que doña Mencía consiga su objeto y Alejandra se case con el Conde.

Don Garcerán se había alejado de la dama salmantina porque era casado; pero como a poco de llegar a Valencia quedase viudo, revive en él su amor a doña Mencía, a la cual no reconoce, aunque le sorprende el gran parecido entre ella y el supuesto don Carlos, caballero de San Juan. Por su parte esta joven, que, vestida en cierta ocasión con su propio traje, logra deslumbrar y enamorar a don Juan, hermano de Alejandra, va poco a poco demoliendo la protección que éste dispensaba a su tío cerca de su hermana, cuyo matrimonio viene al fin a desbaratar la negativa de la dispensa llegada de Roma.

Don Garcerán reconoce a su amada bajo su disfraz y las bodas quedan concertadas al acabarse la comedia.




XX

El gran secreto


Esta comedia se imprimió la primera vez en la Parte treinta y quatro de la colección de Escogidas (Madrid, Buendía, 1670) con este encabezamiento: Comedia famosa. | El galán secreto | Del Doctor Mira de Mescua. (Folios 348 a 350 vuelto.)

Pero once años después, y con el título de: Comedia famosa. | El secreto entre dos amigos.| De Don Agvstin Moreto se reimprimió en la Tercera parte auténtica de las comedias de este ingenio (Madrid, Zafra, 1681; págs. 378 a 412) sin más diferencia que variar algo la conclusión de la pieza, que en la atribuida a Mira, dice:

FEDERICO.
Pues dile al senado que El Galán
Secreto, callando pide
hoy el perdón de sus faltas.
Quien calla, que otorga dice99.


Cuyo primer verso, en la edición 1681 dice: «Pues dile al senado que el», modificación que no forma sentido claro.

El asunto tiene bastante interés por cuanto se ve un caballero que por no descubrir que había pasado la noche en compañía de una dama, prefiere ser condenado a muerte por un crimen que no había cometido. La sentencia no se ejecuta porque la misma dama, hermana de un Duque de Ferrara, declara la verdad de lo sucedido.




XXI

Galán valiente y discreto


De esta comedia, una de las más estimables de su autor, hay en la Biblioteca Nacional dos antiguos manuscritos. Uno con el número 17.025, tiene el primer acto o jornada, todo él de mano de Mira de Amescua: los segundo y tercero son copia, pero de una misma letra del siglo XVII. Tiene encabezado que solo dice: Galán Valiente y Discreto. | Mira de Mesqua. El otro, número 15.323, se titula: Com.a famosa de Galán valiente | y discreto, es copia de fines del siglo XVII con muchas enmiendas y tachaduras, lo cual demuestra que habrá servido para el teatro.

De impresiones hechas en el siglo XVII sólo conocemos una incluida en la Parte veinte y nueve de comedias de Varios autores: Valencia, por Silvestre Esparsa, año de 1636; la tercera en el orden del tomo, con el encabezado: Galán valiente y discreto. De Mira de Amescua.

En cambio, en el siglo XVIII se reimprimió muchas veces, lo cual prueba lo mucho que gustaba en la representación y la lectura. Conocemos las siguientes: Madrid, Herederos de Juan Sanz. Madrid, sin año (hacia 1729). Sevilla, Francisco de Leefdael, núm. 127; 32 págs. Valladolid, Alonso del Riego, sin año (hacia 1735). Sin lugar ni año: núm. 264; 16 hojas; signaturas A-D2. Sin lugar ni año, 32 págs. (Catál. de Durán, página 88 y Bibl. de Ticknor). Madrid, sin año (Bib. de Ticknor). Barcelona, Carlos Sapera, 1771: núm. 160: 14 hojas. Barcelona, Suriá y Burgada: sin año: num. 160: 16 hojas.

Entró en las colecciones de Ortega (Madrid, 1830); Ochoa (Tesoro; París, 1838) y Autores españoles (Madrid, 1858; tomo 45 de la colección).

En cuanto a la fecha de su composición es casi seguro que pertenece a 1630; por cuanto al final del acto segundo menciona y copia el soneto a unas flores, de Calderón, que éste incluyó en su famosa comedia de El Príncipe constante, estrenada y escrita en 1629,


Estas, que fueron pompa y alegría;



haciéndolo preceder de esta honrosa mención:

El hombre joven se engaña
si en verdes años se fía.
¡Oh, qué bien que lo decía
un gran poeta de España
en un soneto que advierte
que pasa la vida así,
como rosa y alelí!
DUQUESA.
¿Cómo dice?
FADRIQUE.
De esta suerte.


A cambio de este préstamo diole Mira para su Vida es sueño, si no ideas, cierta manera de exponerlas en este pasaje:

   Si a la música y reclamo
arrulla, y cada gemido
alma irracional ha sido
que está diciendo «yo amo».
Si a la música y reclamo
que de su consorte alcanza,
rayo de pluma se lanza,
ama y espera favor,
¡teniendo yo más amor,
tengo menos esperanza!
   Si la leona más fiera
en los ásperos desiertos
pare sus hijuelos muertos
y darles la vida espera
bramando, de la manera
que su bruto amor alcanza;
si espera tener mudanza
en sus ansias y dolor,
¡teniendo yo más amor,
tengo menos esperanza!


El asunto es sencillo. Una Duquesa de Mantua sospecha que sus cuatro pretendientes, más que a su mano o por amor a ella, aspiran a la posesión del ducado: son los Duques de Ferrara, de Parma y de Urbino y un español caballero de buena casa, pero sin fortuna; y para averiguarlo finge no ser ella la Duquesa, sino una dama suya con la cual se sustituye. El recurso, bastante pueril e inverosímil, pues parece imposible que ella o los suyos no cometan algún descuido en tantos días como se comunican unos con otros, no prueba nada, porque lo natural es que viniendo a ver y tratar a la Duquesa acepten por tal a la que se les presente con este título y no pongan atención en ninguna de sus criadas. Otra cosa sería si ella, ya reconocida como Duquesa, dejase de serlo, por haber parecido otro personaje con más derecho, recurso ya empleado a veces en el teatro.

Pero, en fin, así se planeó el asunto; y por otro descuido y aunque los tres Duques, como es natural, dirijan sus atenciones a la dama Porcia, pues no conocen otra Duquesa, no lo hace así el español, que por medio de un criado suyo, fingido loco y muy admitido en palacio, conoce el ardid de la Duquesa, y, por consiguiente, enamora a la supuesta criada y consigue fácilmente el triunfo.

Como esta comedia, que es una de las últimas que compuso Mira, está versificada con esmero y tiene buen lenguaje y estilo poético y florido, que empezaba a dominar en el gusto público, se comprende que, no obstante aquellos defectos de plan, agradase generalmente, y mucho más cuando abunda en nobles ideas y altos sentimientos y muy españoles.




XXII

Hero y Leandro


Esta obra sólo ha llegado a nosotros manuscrita, cosa un poco extraña si se advierte que tuvo en su tiempo alguna celebridad, de lo cual nos da testimonio no menos que don Pedro Calderón, al comienzo de su insigne comedia La dama duende, cuando dice:

DON MANUEL.
Por un hora no llegamos
a tiempo de ver las fiestas
con que Madrid generosa
hoy el bautismo celebra
del primero Baltasar;100


a lo cual le responde su criado Cosme:

   Como esas cosas se aciertan
o se yerran por un hora...
Por un hora que pensara
si era bien hecho o no era
echarse Hero de la torre,
no se echara, es cosa cierta;
con que se hubiera excusado
el doctor Mira de Mescua
de haber dado a los teatros
tan bien escrita comedia,
y haberla representado
Amarilis101 tan de veras
que volatín de carnal
(si otros son de cuaresma)
sacó más de alguna vez
las manos en la cabeza.


De esto parece deducirse que la comedia de Hero y Leandro fue poco anterior a la de La dama duende, que, como se ve, se escribió o representó los días del bautismo del príncipe de Asturias, Baltasar Carlos; que se estrenó en los días de Carnaval de 1629, y que se hizo muchas veces, pues en más de una se causó María de Córdoba daño al arrojarse en el escenario desde lo alto al foso.

El manuscrito a que se ha hecho alusión existe en nuestra Biblioteca Nacional con el número 15.264, de 34 hojas en 4º y letra de principios del siglo XIX, copiado de otro que, a fines del XVII o principios del siguiente, poseía el autor de compañías Juan de Cárdenas.

En la anteportada de esta copia se dice:

Comedia de Hero y Leandro. Del Doctor Mira de Mescua. Copiada de un Ms. antiguo Inédito. En el texto repite: Comedia de Hero y Leandro, del Dr. Mira de Mesqua, Del Auttor Juan de Cardenas.

Personas:
Leandro.Zintio.Ero.
Polidoro. Eliano.Mitilene.
Nicanor. Leonardo, barba. Silena.
Floro, gracioso.Lucindo. Tidora.

Cantan.

   Hoy se celebra en el valle
el fénix de la hermosura,
la que es madre del amor
y nació de las espumas.


En una fiesta de Venus ve Leandro a Hero y se enamora de ella. Hero, que era sacerdotisa de Venus, al ver la valentía de Leandro en defender a su amigo Nicanor, que hizo a hurtadillas el retrato de Hero y que luego se salva a nado del furor del pueblo, se enamora también de Leandro, y más cuando ve su retrato hecho por el mismo Nicanor.

Mitilene, enamorada de Leandro y pariente suya, le acosa y persigue con sus amores. Leandro se esquiva.

Hero llega a Abidos con el objeto y orden ostensibles de matar a Leandro para cumplir el oráculo de la diosa por la violación de su templo, cometida por el joven. Al fin convienen en volverse a ver. Hero finge dar con una daga a Leandro, que cae como muerto para engañar a la comitiva de Hero, que, satisfecha, se retira. Sigue una escena de celos de Mitilene, prima y prometida de Leandro, que ahora no se quiere casar con ella, y acaba el primer acto o jornada.

Jornada segunda. Ya Leandro visita por mar a Hero. Esta pone la luz de señal en la torre. Llega Leandro en un barco pequeño, y apenas empieza a hablar con Hero aparecen el hermano Eliano y Polidoro, pretendiente de la dama. Hero consigue hacer pasar por alma en pena a Leandro, aquéllos se retiran asustados. Mas Polidoro, celoso, vuelve cerca de su amante y se esconde con tal oportunidad, que Leandro, creyéndole su criado, le da un papel y una banda, obsequio de Hero.

Salen Leonardo, padre de Leandro, y Mitilene, que entra en el templo en que Hero es sacerdotisa, y fingiéndose loca, habla con la diosa de modo que Hero la oye y conoce sus relaciones con Leandro.

Termina este acto con una larguísima relación de Hero, que se cree burlada por Leandro, por el error de éste en dar a Polidoro los regalos de la dama.

Jornada tercera. En el barco de Leandro entra Hero, fingiendo uno y otro no conocerse. Leandro disculpa su equivocación. Los ve Polidoro desde tierra y dispara nada menos que una pistola contra ellos. No les toca, y salen felizmente a tierra, quedando citados para el día siguiente a la noche. Hero pone luz de aviso en la torre. Pero el mar está alterado y no hay barco que se atreva a cruzar el estrecho. Leandro se arroja al agua para pasarlo a nado. Sale medio desnudo y muere. Al amanecer Hero, que sabe la muerte de su amante, se arroja de la torre. Acaba:

Y aquí, senado, da fin
la historia y tragedia insigne
de Hero y Leandro del modo
que en griego y latín se escribe.


La versificación y el estilo son muy buenos; pero el desarrollo de la obra es confuso.