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ArribaAbajo Semblanzas de la tierra

Leopoldo Velasco





Cabrera


Un puñado de intrépidos varones
comandaba aquel bravo aventurero,
llenos los brazos de vigor guerrero
y las almas pobladas de visiones.

Contemplaron las fértiles regiones  5
que festonan las aguas del Primero,
alto el glorioso pabellón ibero
y jadeantes los rústicos bridones.

Y en nombre de su dios y su monarca
tomaron posesión de la comarca  10
que se hundía en lejanas lontananzas...

Mientras en sus recónditos follajes
las indómitas turbas de salvajes
afilaban las puntas de sus lanzas...




La conquista


Era la nueva raza que venía
de los mares remotos del oriente
y en su mirada audaz resplandecía
el fantástico mundo de su mente.

¡Quién sabe qué dolores presentía,  5
que doblegando la tostada frente,
ante su planta temeraria huía
tímida y triste la nativa gente!

Y buscaban con trágica pavura
las miradas atónitas e inquietas  10
el seno maternal de la espesura,

Y allá por los lejanos horizontes
asomaban las bélicas siluetas
sobre el amplio silencio de los montes...

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Fray Fernando


En la silente soledad moría
el alma de la América llorosa,
el alma vagabunda y silenciosa,
reina en otrora de la selva umbría.

Mientras la fiera inquisición rugía  5
como enorme serpiente pavorosa,
se erguía la ignorancia tenebrosa
como la noche amenazando al día.

Lleno, entonces, de mística clemencia,
quiso alzar otro templo de la ciencia  10
un viejo sacerdote venerando...

Y allí está con su inmóvil apostura
en la perpetuidad de su escultura
la sombra paternal de fray Fernando.




La epopeya


Viento de rebeliones vengadoras
sacudía los tronos carcomidos,
alumbrando los pueblos oprimidos
una risueña claridad de auroras.

Del Plata, por las márgenes sonoras  5
resonaron sus fuertes resoplidos,
y marcharon sus hijos atrevidos
agitando banderas redentoras.

Y cuando a despertar a sus hermanos
pisaban los confines de los llanos  10
al rebelde marcial de sus tambores,

Surgió desde el silencio de la sierra
un aullido frenético de guerra
como una llamarada de rencores...




El deán Funes


Por un raro capricho del destino
del sacerdocio se enroló soldado,
aquel fogoso luchador templado
como agudo estileto florentino.

Tenía algo de trágico y felino  5
su patriótico ardor de iluminado,
cuando escrutaba el porvenir soñado,
señalando a los pueblos su camino...
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Al través de su verba convincente
flotaban las ideas de su mente  10
como lenguas de fuego de una hoguera.

Y ante sus pensamientos luminosos
se plegaban los labios silenciosos
como diciendo: ¡su razón impera!




Paz


Romántico señor de las contiendas,
tenían sus homéricas hazañas
una altiva grandeza de montañas
y un solemne misterio de leyendas.

En la ruda intemperie de sus tiendas  5
que azotaba el rigor de las campañas,
ardía en el altar de sus entrañas
el fuego de sus bélicas ofrendas.

La visión de la patria desolada
anublaba la luz de su mirada  10
con un grave dolor meditabundo,

Y al filo de sus sables vengadores
estrellaban sus bárbaros furores
las selváticas hordas de Facundo...




Vélez Sársfield


Formidable adalid del pensamiento
en su olímpica frente dilatada
revelaba la raza no domada
de Gutiérrez, de Rawson, de Sarmiento.

En las ásperas bregas del talento,  5
cuando tronaba su palabra airada
era su cabellera enmarañada
como un penacho desafiando al viento.

El más temido entre los más temidos,
se azuzaban nerviosos los oídos  10
ante la majestad de su sapiencia,

Cuando al herir sobra la carne viva
fluía de su verba persuasiva
el sonoro raudal de su elocuencia.




Las montañas


Solitarias montañas silenciosas
que dilatan sus páramos desiertos,
escalando los ámbitos abiertos
donde reinan las águilas gloriosas.
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Rememoran leyendas misteriosas  5
en la quietud de sus peñascos yertos,
como si el alma de los tiempos muertos
meditara en la nada de las cosas.

Y cuando el sol desfalleciente arde
envolviendo las crestas del granito  10
en los trémulos brazos de la tarde,

evocando insondables pesadumbres,
parece que soñara el infinito
tendido sobre el lecho de las cumbres...




Romagosa


Caballero cruzado de la idea,
rumbo a la gloria atravesó la vida
con la corona de laurel ceñida
como una aureola de su sien febea.

Guerrero de Micala o de Platea,  5
le atraía la liza embravecida...
y buscaba el abismo del suicida
como el punto final de su odisea...

Derrochaba su intrépida hidalguía,
sin frase torpe ni intención ambigua;  10
la frase altiva, la intención bravía,

Azotando la faz de los malvados,
como esos reyes de la edad antigua,
que peleaban al par de sus soldados...




El dique de San Roque


Serpeando por las costas del Primero
que corre entre la abrupta serranía,
canta el progreso resonante y fiero
en la lira de hierro de la vía.

Al caer de las tardes de febrero  5
sobre la sepulcral monotonía,
gime en el triste resplandor postrero
el fúnebre rumor de una elegía.

Y allá sobre el confín, donde se evoca
soñando en un letárgico embeleso  10
el alma impenetrable de la roca,

Alza el titán su contextura huraña,
como una fortaleza del progreso
enclavada en el pie de la montaña.

La Plata.