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ArribaAbajo- CXIV b -


Amenaza a un poderoso ofensivo, que la dilación de la pena que se le previene del brazo de Dios, es para aumentarla


ArribaAbajo   Duro tirano de ambición armado,
en la miseria ajena presumido,
o la piedad de Dios llamas olvido,
o arguyes su paciencia de pecado.

   Y puede ser que llegues obstinado  5
y de mordaz blasfemia persuadido,
a negarle el valor, cuando, ofendido,
crecer quiere el castigo dilatado.

   No es negligencia la piedad severa;
bien puede emperezar, mas no olvidarse  10
la atención más hermosa de la esfera.

   Estale a Dios muy bien el descuidarse
de la venganza que tomar espera:
que sabe, y puede, y debe desquitarse.




ArribaAbajo- CXV -


Gustoso el autor con la soledad y sus estudios, escribió este soneto


ArribaAbajo   Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

   Si no siempre entendidos, siempre abiertos,  5
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

   Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,  10
libra, ¡oh gran don Iosef! docta la emprenta.

   En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquella el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.




ArribaAbajo- CXVI -


Muestra lo que se indigna Dios de las peticiones execrables de los hombres, y que sus obligaciones para alcanzarlas son graves ofensas


ArribaAbajo   Con mudo incienso y grande ofrenda, ¡Oh, Licas!,
cogiendo a Dios a solas, entre dientes,
los ruegos que recatas de las gentes,
sin voz, a sus orejas comunicas.

   Las horas pides prósperas y ricas,  5
y que para heredar a tu parientes,
fiebres reparta el cielo pestilentes,
y de ruinas fraternas te fabricas.

   (¡Oh grande error! Pues cuando de ejemplares
rayos a Dios armó la culpa, el vicio,  10
víctimas le temblaron los pesares.

   Y hoy le ofenden así, no ya propicio,
que, vueltos sacrílegos los altares,
arma su diestra el mismo sacrificio.)




ArribaAbajo- CLI -


Funeral elogio en la muerte del bienaventurado Rey Don Felipe III


ArribaAbajo   Mereciste reinar y mereciste
no acabar de reinar; y lo alcanzaste
en las almas al punto que expiraste,
como el reinar al punto en que naciste.

   Rey te llamaste, cuando padre fuiste,  5
pues la serena frente que mostraste,
del amor de tus hijos coronaste,
cerco a quien más valor que el oro asiste.

   Militó tu virtud en tus legiones;
vencieron tus ejércitos, armados  10
igualmente de acero y oraciones.

   Por reliquia llevaron tus soldados
tu nombre y por ejemplo tus acciones,
y fueron victoriosos y premiados.




ArribaAbajo- CLII a -


Túmulo al serenísimo Infante Don Carlos


ArribaAbajo   Entre las coronadas sombras mías
que guardas. ¡oh glorioso monumento!,
bien merecen lugar, bien ornamento,
las llamas antes, ya cenizas frías.

   Guarda, ¡oh!, sus breves malogrados días  5
en religioso y alto sentimiento;
ya que en polvo atesora el escarmiento,
su gloria a las supremas monarquías.

   No pase huésped por aquí que ignore
el duro caso, y que en las piedras duras,  10
con los ojos que el título leyere,

   a don Carlos no aclame y no le llore,
si no fuere más duro que ellas duras,
cuando lo que ellas sienten no sintiere.




ArribaAbajo- CLII b -


Al mismo Señor Infante


ArribaAbajo   Tu alta virtud, contar los tiempos fuerte,
tanto, don Carlos, dilató su vuelo,
que dio codicia de gozarla al cielo
y de vencerla al brazo de la muerte.

   Si puede, donde estás, de alguna suerte,  5
entrar cuidado de piadoso celo,
mira, envidioso y lastimado, al suelo,
anegado en las lágrimas que vierte.

   Si el cielo adornas, vuelto estrella hermosa,
cual ojo suyo, puedes ver el llanto  10
que de los nuestros es razón que esperes.

   Pues, según fue tu vida, generosa,
no dudo que tu pie, en el coro santo,
pise estrellas, si estrella en él no fueres.




ArribaAbajo- CLIII a -


Inscripción al túmulo de la excelentísima Duquesa de Lerma


ArribaAbajo   Si, con los mismos ojos que leyeres
las letras de este mármol, no llorares
y en lágrimas tu vista desatares,
tan mármol, huésped, como el mármol eres.

   Mira, si grandes glorias ver quisieres,  5
estos sagrados túmulos y altares;
y es bien que en tanta majestad repares,
si llevar que contar donde vas quieres.

   Guardo en silencio el nombre de su dueño;
que, si le sabes, parecerte ha poca  10
tan ilustre grandeza a sus despojos.

   Sólo advierte que cubre en mortal sueño
al sol de Lerma enternecida roca:
y vete, que harto debes a tus ojos.




ArribaAbajo- CLIII b -


Inscripción en el túmulo de Don Pedro Girón, Duque de Osuna, Virrey y Capitán General de las dos Sicilias


ArribaAbajo   De la Asia fue terror, de Europa espanto,
y de la África rayo fulminante;
los golfos y los puertos de Levante
con sangre calentó, creció con llanto.

   Su nombre solo fue victoria en cuanto  5
reina la luna en el mayor turbante;
pacificó motines en Brabante:
que su grandeza sola pudo tanto.

   Divorcio fue del mar y de Venecia,
su desposorio dirimiendo el peso  10
de naves, que temblaron Chipre y Grecia.

   ¡Y a tanto vencedor venció un proceso!
De su desdicha su valor se precia:
¡murió en prisión, y muerto estuvo preso!




ArribaAbajo- CLIV a -


Compendio de las hazañas del mismo en inscripción sepulcral


ArribaAbajo   Diez galeras tomó, treinta bajeles,
ochenta bergantines, dos mahonas;
aprisionole al Turco dos coronas
y los corsarios suyos más crueles.

   Sacó del remo más de dos mil fieles,  5
y turcos puso al remo mil personas.
¡Y tú, bella Parténope, aprisionas
la frente que agotaba los laureles!

   Sus llamas vio en su puerto la Goleta;
Chicheri y la Calivia, saqueados,  10
lloraron su bastón y su jineta.

   Pálido vio el Danubio sus soldados,
y a la Mosa y al Rhin dio su trompeta
ley, y murió temido de los hados.




ArribaAbajo- CLIV b -


Epitafio del Duque de Osuna, con sus armas habla el mármol


ArribaAbajo   Memoria soy del más glorioso pecho
que España en su defensa vio triunfante;
en mí podrás, amigo caminante,
un rato descansar del largo trecho.

   Lágrimas de soldados han deshecho  5
en mí las resistencias de diamante;
yo cierro al que el ocaso y el levante
a su victoria dio círculo estrecho.

   Estas armas, viudas de su dueño,
que visten de funesta valentía  10
este, si humilde, venturoso leño,

   del grande Osuna son; él las vestía,
hasta que, apresurado el postrer sueño,
le ennegreció con noche el blanco día.




ArribaAbajo- CLV a -


Túmulo funeral de Federico, hermano del Marqués Espinola


ArribaAbajo   Blandamente descansan, caminante,
debajo de estos mármoles helados,
los huesos, en cenizas desatados,
del Marte genovés, siempre triunfante.

   No los pises, no pases adelante,  5
que es profanar despojos respetados,
cuando no de la muerte, de los hados,
que obligan a la fama que los cante.

   El rayo artificioso de la guerra,
émula de virtud la diestra airada,  10
en esta piedra a Federico cierra.

   Que la muerte, en el plomo disfrazada,
no se la pudo dar en mar ni tierra,
sin favor de su mano y de su espada.




ArribaAbajo- CLV b -


Túmulo de Don Francisco de Sandoval y Rojas, Duque de Lerma y Cardenal de Roma


ArribaAbajo   Columnas fueron los que miras huesos
en que estribó la ibera monarquía,
cuando vivieron fábrica, y regía
ánima generosa sus progresos.

   De los dos mundos congojosos pesos  5
descansó la que ves ceniza fría;
el seso que esta cavidad vivía
calificaron prósperos sucesos.

   De Filipe Tercero fue valido,
y murió de su gracia retirado,  10
porque en su falta fuese conocido.

   Dejó de ser dichoso, mas no amado;
mucho más fue no siendo que había sido:
esto al duque de Lerma te ha nombrado.




ArribaAbajo- CLVI a -


Inscripción al Marqués Ambrosio Spinola, que gobernó las armas católicas en Flandes


ArribaAbajo   Lo que en Troya pudieron las traiciones,
Sinón y Ulises y el caballo duro,
pudo de Ostende en el soberbio muro
tu espada, acaudillando tus legiones.

   Cayó, al aparecer tus escuadrones,  5
Frisa y Breda por tierra, y, mal seguro,
debajo de tus armas vio el perjuro
sin blasón su muralla y sus pendones.

   Todo el Palatinado sujetaste
al monarca español, y tu presencia  10
al furor del hereje fue contraste.

   En Flandes dijo tu valor tu ausencia,
en Italia tu muerte, y nos dejaste,
Spínola, dolor sin resistencia.




ArribaAbajo- CLVI b -


Funeral discurso de Aníbal, tomando el veneno para morir, viéndose viejo, solo y desterrado


ArribaAbajo   Quitemos al Romano este cuidado,
y un número a sus muchos prisioneros,
pues me temen, los cónsules severos,
amenaza caduca de su estado.

   Impaciente a los términos del hado,  5
salga la alma que armó tantos guerreros:
no aprenda a servir estos postreros
años, que del afán he reservado.

   Pródigo del espíritu y la vida,
desprecio dilatar vejez cansada:  10
venganza les daré, no triunfo y gloria.

   Que es desesperación bien entendida
buscar muerte a la afrenta anticipada:
quede a guardar la vida a la memoria.




ArribaAbajo- CLVII a -


Sepulcro de Jasón al argonauta


ArribaAbajo   Mi madre tuve en ásperas montañas,
si inútil con la edad soy seco leño;
mi sombra fue regalo a más de un sueño,
supliendo al jornalero las cabañas.

   Del viento desprecié sonoras sañas  5
y al encogido invierno cano ceño,
hasta que a la segur villano dueño
dio licencia de herirme las entrañas.

   Al mar di remos, a la patria fría
de los graznidos, vela; fui ligero  10
tránsito a la soberbia y osadía.

   ¡Oh amigo caminante! ¡oh pasajero!,
dile blandas palabras este día
al polvo de Jasón, mi marinero.




ArribaAbajo- CLVII b -


Elogio funeral a Don Melchor de Bracamonte, hijo de los Condes de Peñaranda, gran soldado, sin premio


ArribaAbajo   Siempre, Melchor, fue bienaventurada
tu vida en tantos trances en el suelo;
y es bienaventurada ya en el cielo,
en donde sólo pudo ser premiada.

   Sin ti quedó la guerra desarmada  5
y el mérito agraviado sin consuelo,
la nobleza y valor en llanto y duelo.
y la satisfacción mal disfamada.

   Cuanto no te premiaron, mereciste,
y el premio en tu valor acobardaste,  10
y el excederle fue lo que tuviste.

   El cargo que en el mundo no alcanzaste,
es el que yace, el huérfano y el triste:
que tú de su desdén te coronaste.




ArribaAbajo- CLVIII a -


Sepulcro del buen juez Don Berenguel de Aois


ArribaAbajo   Si cuna y no sepulcro pareciere,
por no sobrescribirme el «Aquí yace»,
huésped, advierte que en la tumba nace
quien, como Berenguel, a vivir muere.

   El que la toga que vistió vistiere  5
y no le imitan en lo que juzga y hace,
con este ejemplo santo se amenace:
el que le sigue su blasón espere.

   Falleció sin quejosos y dinero;
enterrole el Consejo y, enterrado,  10
en él guardo el consejo más severo.

   Edificó viviendo amortajado;
no edificó para vivir logrero;
por él nadie lloró, y hoy es llorado.




ArribaAbajo- CLVIII b -


Elogio fúnebre al Marqués de Siete Iglesias


ArribaAbajo   Tu vida fue envidiada de los ruines;
tu muerte de los buenos fue envidiada;
dejaste la desdicha acreditada
y empezaste tu dicha de tus fines.

   Del metal ronco fabricó clarines  5
Fama, entre los pregones disfrazada,
y vida eterna y muerte desdichada
en un filo tuvieron los confines.

   Nunca vio tu persona tan gallarda
con tu guarda la plaza como el día  10
que por tu muerte tu alabanza guarda.

   Mejor guarda escogió tu valentía,
pues que hizo tu ángel con su guarda
en la gloria lugar a tu agonía.




ArribaAbajo- CLIX a -


Túmulo de Don Francisco de la Cueva y Silva, grande jurisconsulto y abogado


ArribaAbajo   Este, en traje de túmulo, museo,
sepulcro en academia transformado
en donde está en cenizas desatado
Jasón, Licurgo, Bártulo y Orfeo;

   este polvo, que fue de tanto reo  5
asilo dulcemente razonado,
cadáver de las leyes consultado,
en quien, si lloro el fin, las glorias leo,

   éste de don Francisco de la Cueva
fue prisión, que su vuelo nos advierte,  10
donde piedad y mérito le lleva.

   Todas las leyes, con discurso fuerte,
venció; y ansí, parece cosa nueva
que le venciese, siendo ley, la muerte.




ArribaAbajo- CLIX b -


Inscripción en sepulcro de la Señora Duquesa de Nájera, Condesa de Valencia


ArribaAbajo   A la naturaleza la hermosura,
y a toda la hermosura la belleza,
el blasón y la sangre a la nobleza,
al discurso el acierto y la cordura,

   guarda este monumento y sepultura,  5
con más piedad del mármol que dureza,
del mérito vencida la grandeza,
dejada por plebeya la ventura.

   Aquí descansa en paz, aquí reposa
la duquesa de Nájera, y la tierra  10
la guarda el sueño, leve y religiosa.

   ¡Oh huésped!, tú que vives siempre en guerra,
dile blandas palabras a la losa
que tan esclarecidas venas cierra.




ArribaAbajo- CLX a -


Elogio ilustre en la muerte del Marqués de Alcalá, padre de la excelentísima Señora Duquesa de Medinaceli


ArribaAbajo   ¡Cuánto dejarás de vivir si hubieras
vivido una hora más, oh generoso
marqués, pues, ya en el reino del reposo,
ni tiempo temes, ni la muerte esperas!

   Nueva lumbre contemplo en las esferas:  5
la piedad de tu espíritu glorioso
robole a nuestra edad hado envidioso,
a ti. clemente, en glorias verdaderas.

   En vos, excelentísima señora,
cuando vuestro dolor con las querellas  10
en tan piadosas lágrimas le llora,

   estrellas deja, y va a gozar estrellas;
éstas enluta cuando aquéllas dora,
y, para consolaros, vive en ellas.




ArribaAbajo- CLX b -


Al mismo


ArribaAbajo   Ribera, hoy paraíso; Afán, hoy gloria;
que ansí a descanso hoy pasa el apellido,
de tantas majestades deducido,
blasón que vive en inmortal historia;

   contra el tiempo y olvido la victoria  5
os asegura el real esclarecido
hijo, en quien ya dejáis padre y marido
al fénix que os fecunda la memoria.

   Dejáis la pena, sí; pero consuelo
tan cerca, que si ya no alivia el llanto,  10
justo será, más descortés al cielo.

   Dejaisla excelso sustituto, en tanto
que vuestra alma gloriosa deja el suelo,
y llevaisla en el alma al cielo santo.




ArribaAbajo- CLXI a -


Inscripción al túmulo del Rey de Francia Enrique IV


ArribaAbajo   Su mano coronó su cuello ardiente
y el acero le dio cetro y espada;
hízose reino a sí con mano armada;
conquistó y gobernó francesa gente.

   Su diestra fue su ejército valiente;  5
sintió su peso el mar; vio, fatigada,
el alto Pirineo, de gente osada,
la nieve, ceño cano de su frente.

   Su herencia conquistó, por merecerla;
nació rey por la sangre que tenía;  10
por la que derramó, fue rey famoso.

   A Fortuna quitó (por no deberla
sólo a la sucesión) la monarquía:
y vengo a la Fortuna un alevoso.




ArribaAbajo- CLXI b -


Otro a la muerte del mismo rey, sobre la causa que le movió al matador


ArribaAbajo   No pudo haber estrella que infamase
con tal inclinación sus rayos de oro,
ni a tanta majestad perdió el decoro
hora, por maliciosa que pasase.

   Ni pudo haber deidad que se enojase  5
y diese tan vil causa a tanto lloro;
rayos vengan la ira al alto coro:
no era bien que un traidor se la vengase.

   Gusto no pudo ser matar muriendo,
y menos interés, pues no respeta  10
la desesperación precio ni gloria.

   Envidia del infierno fue, temiendo
que el ruido ronco de la guerra inquieta
despertara de España la memoria.




ArribaAbajo- CLXII a -


A la muerte del Cuaro Enrico, Rey de Francia


ArribaAbajo   No llegó a tanta envidia de los hados,
ni bastó para tanto fuerza alguna;
temió quejas del mundo la Fortuna;
vio sus atrevimientos respetados.

   Y veisle: yace en mármoles helados  5
(así lo quiere Dios) el que ninguna
diestra temió debajo de la luna;
el que armó con su pecho sus soldados.

   La cana edad le perdonó piadosa;
la flaca enfermedad le guardó vida  10
con que buscar pudiera honrosa muerte.

   Todo lo malogró mano alevosa,
quitando al mundo el miedo en una herida,
desmintiendo promesas a su suerte.




ArribaAbajo- CLXII b -


Glorioso túmulo a la serenísima Infanta Sor Margarita de Austria


ArribaAbajo   Las aves del Imperio, coronadas,
mejoraron las alas en tu vuelo,
que con el pobre y serafín al cielo
sube, y volando sigue sus pisadas.

   ¡Oh cuán cesáreas venas, cuán sagradas  5
frentes se coronaron con tu velo!
Y espléndido el sayal venció en el suelo
púrpura tiria y minas de oro hiladas.

   La silla más excelsa, más gloriosa,
que perdió el serafín amotinado,  10
premió a Francisco la humildad; y hoy osa

   la tierra, émula al cielo, en alto grado,
premiarle con la frente más preciosa
que imperiales coronas han cercado.




ArribaAbajo- CLXIII a -


Funeral elogio al Padre Maestro Fray Hortensio Félix Paravicino y Argeaga, Predicador de su Majestad


ArribaAbajo   El que vivo enseñó, difunto mueve,
y el silencio predica en el difunto:
en este polvo mira y llora junto
la vista cuando al púlpito le debe.

   Sagrado y dulce, el coro de las nueve  5
enmudece en su voz el contrapunto:
faltó la admiración a todo asunto,
y el fénix que en su pluma se renueve.

   Señas te dio del docto y admirable
Hortensio, tales, que callar pudiera  10
el nombre religioso y venerable.

   La Muerte aventurara, si le oyera,
a perder el blasón de inexorable,
y si no fuera sorda le perdiera.




ArribaAbajo- CLXIII b -


Lamentable inscripción para el túmulo del Rey de Suecia Gustavo Adolfo


ArribaAbajo   Rayo ardiente del mar helado y frío,
y fulminante aborto, tendí el vuelo;
incendio primogénito del yelo,
logré las amenazas de mi brío.

   Fatigué de Alemania el grande río;  5
crecile, y calenté con sangre el suelo;
azote permitido fui del cielo
y terror del augusto señorío.

   Y bala providente y vengadora,
burlado de mi arnés, defensa vana,  10
me trujo negro sueño y postrer hora.

   Y, despojo a venganza soberana
alma y cuerpo, me llora quien me llora:
el que los pierde, ¿qué victorias gana?




ArribaAbajo- CLXIV a -


Sepulcro relación en el monumento de Wolistan


ArribaAbajo   Diole el León de España su Cordero,
y, lobo, quiso ensangrentar sus galas;
el Aguila imperial le dio sus alas,
y con sus garras se le opuso fiero.

   Más soberbio y aleve que guerrero,  5
al reino de Bohemia puso escalas;
la elección de su cetro dio a las balas
y esperó la corona del acero.

   Cayó deshecho en átomos sangrientos
el duque de Frislant, por advertidas  10
manos en su castigo y sus intentos.

   No se ve el hombre; vense las heridas;
del cuerpo muerto nacen escarmientos:
tú los quieres crecer si los olvidas.




ArribaAbajo- CLXIV b -


Venerable túmulo de Don Fadrique de Toledo


ArribaAbajo   Al bastón que le vistes en la mano
con aspecto real y floreciente,
obedeció pacífico el tridente
del verde emperador del Océano.

   Fueron oprobio al belga y luterano  5
sus órdenes, sus armas y su gente;
y en su consejo y brazo, felizmente,
venció los hados el monarca hispano.

   Lo que en otros perdió la cobardía,
cobró armado y prudente su denuedo,  10
que sin victorias no contó algún día.

   Esto fue don Fabrique de Toledo.
Hoy nos da, desatado en sombra fría,
llanto a los ojos y al discurso miedo.




ArribaAbajo- CLXV a -


Túmulo a la señora Doña María Enríquez, Marquesa de Villamaina


ArribaAbajo   ¿Quién alimentará de luz al día?
¿Quién de rayos al sol? ¿Quién a la aurora
de perlas, que en tu risa y boca llora;
del coral, que en tus labios encendía?

   Ya falleció del mundo la alegría;  5
melancólica y mustia yace Flora,
cuando el cabello de tu frente dora
en negro luto la ceniza fría.

   Por sólo unirse a Dios tu alma pudo
desunirse del cuerpo, que en el suelo,  10
si fue cuerpo o deidad, aún hoy lo dudo.

   Dichoso en tanto llanto fue su vuelo,
pues que sube tu espíritu desnudo
de un cielo, por vestirse de otro cielo.




ArribaAbajo- CLXV b -


Túmulo a Colón: habla un pedazo de la nave en que descubrió el Nuevo Mundo


ArribaAbajo   Imperio tuve un tiempo, pasajero,
sobre las ondas de la mar salada;
del tiempo fui movida y respetada
y senda abrí al Antártico hemisferio.

   Soy con larga vejez tosco madero;  5
fui haya, y de mis hojas adornada,
del mismo que alas hice en mi jornada,
lenguas para cantar hice primero.

   Acompaño esta tumba tristemente,
y aunque son de Colón estos despojos,  10
su nombre callo, venerable y santo,

   de miedo que, de lástima, la gente
tanta agua ha de verter con tiernos ojos,
que al mar nos vuelva a entrambos con el llanto.




ArribaAbajo- CLXVI -


Túmulo de Aquiles cuando llegó a él Alejandro


ArribaAbajo   Por más que el Tiempo en mí se ha paseado,
consumirme, Alejandro, no ha podido:
que del cuerpo que en mí tengo escondido,
fuerzas contra las suyas he sacado.

   Aquiles es quien yace sepultado,  5
y con silencio duerme en largo olvido.
Respeta las cenizas en que ha sido
su valeroso cuerpo desatado.

   Rayo fue de la guerra, a Troya espanto;
Júpiter tuvo miedo de su acero,  10
hasta que dejó el alma el frágil manto.

   Diole la eternidad el docto Homero.
No le llores de Envidia; vierte llanto
de lástima de un hado tan severo.




ArribaAbajo- CLXXXIX -


Amante ausente del sujeto amado después de larga navegación


ArribaAbajo   Fuego a quien tanto mar ha respetado
y que, en desprecio de las ondas frías,
pasó abrigado en las entrañas mías,
después de haber mis ojos navegado,

   merece ser al cielo trasladado,  5
nuevo esfuerzo del sol y de los días;
y entre las siempre amantes jerarquías,
en el pueblo de luz, arder clavado.

   Dividir y apartar puede el camino;
mas cualquier paso del perdido amante  10
es quilate al amor puro y divino.

   Yo dejo la alma atrás; llevo adelante,
desierto y solo, el cuerpo peregrino,
ya mí no traigo cosa semejante.




ArribaAbajo- CXC a -


Compara al Etna con las propiedades de su amor


ArribaAbajo   Ostentas, de prodigios coronado,
sepulcro fulminante, monte aleve,
las hazañas del fuego y de la nieve,
y el incendio en los yelos hospedado.

   Arde el invierno en llamas erizado,  5
y el fuego lluvias, y granizos bebe;
truena, si gimes; si respiras, llueve
en cenizas tu cuerpo derramado.

   Si yo no fuera a tanto mal nacido,
no tuvieras, ¡oh Etna!, semejante:  10
fueras hermoso monstruo sin segundo.

   Mas como en alta nieve ardo encendido,
soy Encéfalo vivo y Etna amante,
y ardiente imitación de ti en el mundo.




ArribaAbajo- CXC b -


Ausente, se halla en pena más rigurosa que Tántalo


ArribaAbajo   Dichoso puedes, Tántalo, llamarte,
tú, que, en los reinos vanos, cada día,
delgada sombra, desangrada y fría,
ves, de tu misma sed, martirizarte.

   Bien puedes en tus penas alegrarte  5
(si es capaz aquel pueblo de alegría),
pues que tiene (hallarás) la pena mía
del reino de la noche mayor parte.

   Que si a ti de la sed el mal eterno
te atormenta, y mirando l'agua helada,  10
te huye, si la llama tu suspiro;

   yo, ausente, venzo en penas al infierno;
pues tú tocas y ves la prenda amada;
yo, ardiendo, ni la toco ni la miro.




ArribaAbajo- CXCI a -


Con ejemplos muestra a Flora la brevedad de la hermosura, para no malograrla


ArribaAbajo   La mocedad del año, la ambiciosa
vergüenza del jardín, el encarnado
oloroso rubí, Tiro abreviado,
también del año presunción hermosa;

   la ostentación lozana de la rosa,  5
deidad del campo, estrella del cercado;
el almendro, en su propia flor nevado,
que anticiparse a los calores osa,

   reprehensiones son, ¡oh Flora!, mudas
de la hermosura y la soberbia humana,  10
que a las leyes de flor está sujeta.

   Tu edad se pasará mientras lo dudas;
de ayer te habrás de arrepentir mañana,
y tarde y con dolor serás discreta.




ArribaAbajo- CXCI a -


Compara el discurso de su amor con el de un arroyo


ArribaAbajo   Torcido, desigual, blando y sonoro,
te resbalas secreto entre la flores,
hurtando la corriente a los calores,
cano en la espuma y rubio con el oro.

   En cristales dispensas tu tesoro,  5
líquido plectro a rústicos amores;
y templando por cuerdas ruiseñores,
te ríes de crecer con lo que lloro.

   De vidrio, en las lisonjas, divertido,
gozoso vas al monte; y, despeñado,  10
espumoso encaneces con gemido.

   No de otro modo el corazón cuitado,
a la prisión, al llanto se ha venido
alegre, inadvertido y confiado.




ArribaAbajo- CXCII -


Finge dentro de sí un infierno, cuyas penas procura mitigar, como Orfeo, con la música de su canto, pero sin provecho


ArribaAbajo   A todas partes que me vuelvo veo
las amenazas de la llama ardiente,
y en cualquier lugar tengo presente
tormento esquivo y burlador deseo.

   La vida es mi prisión, y no lo creo;  5
y al son del hierro, que perpetuamente
pesado arrastro, y humedezco ausente,
dentro en mí propio pruebo a ser Orfeo.

   Hay en mi corazón furias y penas;
en él es el amor fuego y tirano,  10
y yo padezco en mí la culpa mía.

   ¡Oh dueño sin piedad, que tal ordenas,
pues, del castigo de enemiga mano,
no es precio ni rescate l'armonía.




ArribaAbajo- CXCIII -


Amante que hace lección para aprender a amar de maestros irracionales


ArribaAbajo   Músico llanto, en lágrimas sonoras,
llora monte doblado en cueva fría,
y destilando líquida armonía,
hace las peñas cítaras canoras.

   Ameno y escondido a todas horas,  5
en mucha sombra alberga poco día;
no admite su silencio compañía:
sólo a ti, solitario, cuando lloras.

   Son tu nombre, color y voz doliente
señas, más que de pájaro, de amante;  10
puede aprender dolor de ti un ausente.

   Estudia en tu lamento y tu semblante
gemidos este monte y esta fuente,
y tienes mi dolor por estudiante.




ArribaAbajo- CXCIV a -


Exageraciones de su fuego, de su llanto, de sus suspiros y de su pena


ArribaAbajo   Si el abismo, en diluvios desatado,
hubiera todo el fuego consumido,
el que enjuga mis venas, mantenido
de mi sangre, le hubiera restaurado.

   Si el día, por Faetón descaminado,  5
hubiera todo el mar y aguas bebido,
con el piadoso llanto que he vertido,
las hubiera mis ojos renovado.

   Si las legiones todas de los vientos
guardar Ulises en prisión pudiera,  10
mis suspiros sin fin otros formaran.

   Si del infierno todos los tormentos,
con su música, Orfeo suspendiera,
otros mis penas nuevos inventaran.




ArribaAbajo- CXCIV b -


Acuérdase de su libertad cobrada, y vuelta a perder; y aunque confiesa la felicidad de aquel estado, se reconoce así mismo sin valor para desearle


ArribaAbajo   Ya que no puedo l'alma, los dos ojos
vuelvo al dulce lugar, donde, rendida,
dejé mi antigua libertad, vestida
de mis húmedas ropas y despojos.

   ¡Oh, si sintiera ya los lazos flojos  5
en que tirano Amor la tiene asida,
o el desengaño tardo de mi vida
a su prisión burlara los cerrojos!

   A ti me fuera luego, y de tu techo
las paredes vistiera, por honrarte,  10
con duro lazo, por mi bien, deshecho.

   Mas hállome en prisión tan de su parte,
¡oh libertad!, que faltas a mi pecho
para poder sin Fili desearte.




ArribaAbajo- CXCV a -


No se disculpa, como los necios amantes, de atreverse a amar; antes persuade a ser superior hermosura, la que no permite resistencia para ser amada


ArribaAbajo   ¡No si no fuera yo quien solamente
tuviera libertad después de veros!
Fuerza, no atrevimiento, fue el quereros,
y presunción penar tan altamente.

   Osé menos dichoso que valiente;  5
supe, sino obligaros, conoceros;
y ni puedo olvidaros ni ofenderos:
que nunca puro amor fue delincuente.

   No desdeña gran mar fuente pequeña;
admite el sol en su familia de oro  10
llama delgada, pobre y temerosa;

   ni humilde y baja exhalación desdeña.
Esto alegan las lágrimas que lloro;
esto mi ardiente llama generosa.




ArribaAbajo- CXCV b -


Ardor disimulado de amante


ArribaAbajo   Salamandra frondosa y bien poblada
te vio la antigüedad, columna ardiente,
¡oh Vesubio, gigante el más valiente
que al cielo amenazó con diestra osada!

   Después, de varias flores esmaltada,  5
jardín piramidal fuiste, y luciente
mariposa, en tus llamas inclemente,
y en quien toda Pomona fue abrasada.

   Ya, fénix cultivada, te renuevas,
en eternos incendios repetidos,  10
y noche al sol y al cielo luces llevas.

   ¡Oh monte, emulación de mis gemidos:
pues yo en el corazón, y tú en las cuevas,
callamos los volcanes florecidos!




ArribaAbajo- CXCVI a -


A Aminta, que teniendo un clavel en la boca, por morderle se mordió los labios, y salió sangre


ArribaAbajo   Bastábale al clavel verse vencido
del labio en que se vio (cuando, esforzado
con su propia vergüenza, lo encarnado
a tu rubí se vio más parecido),

   sin que, en tu boca hermosa, dividido  5
fuese de blancas perlas granizado,
pues tu enojo, con él equivocado,
el labio por clavel dejó mordido;

   si no cuidado de la sangre fuese,
para que, a presumir de tiria grana,  10
de tu púrpura líquida aprendiese.

   Sangre vertió tu boca soberana,
porque, roja victoria, amaneciese
llanto al clavel y risa a la mañana.




ArribaAbajo- CXCVI b -


Venganza en figura de consejo a la hermosura pasada


ArribaAbajo   Ya, Laura, que descansa tu ventana
en sueño que otra edad tuvo despierta,
y, atentos los umbrales de tu puerta,
ya no escuchan de amante queja insana;

   pues cerca de la noche, a la mañana  5
de tu niñez sucede tarde yerta,
mustia la primavera, la luz muerta,
despoblada la voz, la frente cana:

   cuelga el espejo a Venus, donde miras
y lloras la que fuiste en la que hoy eres;  10
pues, suspirada entonces, hoy suspiras.

   Y ansí, lo que no quieren ni tú quieres
ver, no verán los ojos, ni tus iras,
cuando vives vejez y niñez mueres.




ArribaAbajo- CXCVII a -


A una fénix de diamantes que Aminta traía en el cuello


ArribaAbajo   Aminta, si a tu pecho y a tu cuello
esa fénix preciosa a olvidar viene
la presunción de única que tiene,
en tu rara belleza podrá hacello.

   Si viene a mejorar, sin merecello  5
de incendio (que dichosamente estrene),
hoguera de oro crespo la previene
el piélago de luz en tu cabello.

   Si varias de muerte y de elemento
quiere, y morir en nieve, la blancura  10
de tus manos la ofrece monumento.

   Si quieres más eterna sepultura,
si ya no fuese eterno nacimiento,
con mi envidia la alcance en tu hermosura.




ArribaAbajo- CXCVII b -


A Aminta, que se cubrió los ojos con la mano


ArribaAbajo   Lo que me quita en fuego, me da en nieve
la mano que tus ojos me recata;
y no es menos rigor con el que mata,
ni menos llamas su blancura mueve.

   La vista frescos los incendios bebe,  5
y, volcán, por las venas los dilata;
con miedo atento a la blancura trata
el pecho amante, que la siente aleve.

   Si de tus ojos el ardor tirano
le pasas por tu mano por templarle,  10
es gran piedad del corazón humano;

   mas no de ti, que puede, al ocultarle,
pues es de nieve, derretir tu mano,
si ya tu mano no pretende helarle.




ArribaAbajo- CXCVIII a -


Dificulta retratar una grande hermosura, que se lo había mandado, y enseña el modo que solo alcanza para que fuera posible


ArribaAbajo   Si quien ha de pintaros ha de veros,
y no es posible sin cegar miraros,
¿quién será poderoso a retrataros,
sin ofender su vista y ofenderos?

   En nieve y rosas quise floreceros;  5
mas fuera honrar las rosa y agraviaros;
dos luceros por ojos quise daros;
mas ¿cuándo lo soñaron los luceros?

   Conocí el imposible en el bosquejo;
mas vuestro espejo a vuestra lumbre propia  10
aseguró el acierto en su reflejo.

   Podraos él retratar sin luz impropia,
siendo vos de vos propia, en el espejo,
original, pintor, pincel y copia.




ArribaAbajo- CXCVIII b -


Ceniza en la frente de Aminta, el miércoles de ella


ArribaAbajo   Aminta, para mí cualquiera día
es de ceniza, si merezco verte;
que la luz de tus ojos es de suerte
que aun encender podrá la nieve fría.

   Arde, dichosamente, el alma mía;  5
y aunque amor en ceniza me convierte,
es de fénix ceniza, cuya muerte
parto es vital, y nueva fénix cría.

   Puesta en mis ojos dice eficazmente
que soy mortal, y vanos mis despojos,  10
sombra oscura y delgada, polvo ciego.

   Mas la que miro en tu espaciosa frente
advierte las hazañas de tus ojos:
pues quien los ve es ceniza, y ellos fuego.




ArribaAbajo- CXCIX a -


A una dama que apagó una bujía, y la volvió a encender en el humo soplando


ArribaAbajo   La lumbre, que murió de convencida
con la luz de tus ojos y, apagada
por sí en el humo, se mostró enlutada,
exequias de su llama ennegrecida,

   bien pudo blasonar su corta vida,  5
que la venció beldad tan alentada,
que con el firmamento, en estacada,
rubrica en cada rayo una herida.

   Tú, que la diste muerte, ya piadosa
de tu rigor, con ademán travieso  10
la restituyes vida más hermosa.

   Resucitola un soplo tuyo impreso
en humo, que tu boca es milagrosa
aura, que nace con facción de beso.




ArribaAbajo- CXCIX b -


Impugna la nobleza divina, de que presume el amor, con su orden y con sus efectos


ArribaAbajo   Si tu país y patria son los cielos,
¡oh Amor!, y Venus, diosa de hermosura,
tu madre, y la ambrosía bebes pura
y hacen aire al ardor del sol tus vuelos;

   si tu deidad blasona por abuelos  5
herida deshonesta, y la blancura
de la espuma del mar, y (a) tu segura
vista, humildes, gimieron Delfo y Delos,

   ¿por qué bebes mis venas, fiebre ardiente,
y habitas las medulas de mis huesos?  10
Ser dios y enfermedad ¿cómo es decente?

   Deidad y cárcel de sentidos presos,
la dignidad de tu blasón desmiente,
y tu victoria infaman tus progresos.




ArribaAbajo- CC a -


Describe a Leandro fluctuante en el mar


ArribaAbajo   Flota de cuantos rayos y centellas,
en puntas de oro, el ciego Amor derrama,
nada Leandro; y cuanto el Ponto brama
con olas, tanto gime por vencellas.

   Maligna luz multiplicó en estrellas  5
y grande incendio sigue pobre llama:
en la cuna de Venus, quien bien ama,
no debió recelarse de perdellas.

   Vela y remeros es, nave sedienta;
mas no le aprovechó, pues desatado,  10
Noto los campos líquidos violenta.

   Ni volver puede, ni pasar a nado;
si llora, crece el mar y la tormenta:
que hasta poder llorar le fue vedado.




ArribaAbajo- CC b -


Encareciendo las adversidades de los troyanos, exagera más la hermosura de Aminta


ArribaAbajo   Ver relucir, en llamas encendido,
el muro que a Neptuno fue cuidado;
caliente y rojo con la sangre el prado,
y el monte resonar con el gemido;

   a Xanto en cuerpos y armas impedido,  5
y en héroes, como en peñas, quebrantado;
a Héctor en las ruedas amarrado
y, en su desprecio, a Aquiles presumido;

   los robos licenciosos, los tiranos,
la máquina de engaños y armas llena,  10
que escuadras duras y enemigos vierte,

   no llorarán, Aminta, los troyanos,
si, en lugar de la griega hermosa Helena,
París te viera, causa de su muerte.




ArribaAbajo- CCI a -


A Aminta, que para enseñar el color de su cabello llegó una vela y se quemó un rizo que estaba junto al cuello


ArribaAbajo   Enriquecerse quiso, no vengarse,
la llama que encendió vuestro cabello;
que de no codiciarle, y poder vello,
ni el tesoro del sol podrá librarse.

   Codicia fue, que puede mal culparse,  5
robarle quien no pudo merecello;
milagro fue pasar por vuestro cuello
y en tanta nieve no temer helarse.

   O quiso introducir en sol su llama,
y aprender a ser día, a ser aurora,  10
en las ondosas minas que derrama,

   o la hazaña de Eróstrato traidora
repite, y busca por delitos fama,
quemando al sol el templo que él adora.




ArribaAbajo- CCI b -


Descripción del ardor canicular, que respeta el llanto enamorado y no le enjuga


ArribaAbajo   Ya la insana Canícula, ladrando
llamas, cuece las mieses, y, en hervores
de frenética luz, los labradores
ven a Proción los campos abrasando.

   El piélago encendido está exhalando  5
al sol humos en traje de vapores;
y, en el cuerpo, la sangre y los humores
discurren sediciosos fulminando.

   Bébese sin piedad la sed del día
en las fuentes y arroyos, y en los ríos  10
la risa y el cristal y la armonía.

   Sólo del llanto de los ojos míos
no tiene el Can Mayor hidropesía,
respetando el tributo a tus desvíos.




ArribaAbajo- CCII a -


A una dama bizca y hermosa


ArribaAbajo   Si a una parte miraran solamente
vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?
Y si a diversas partes no miraran,
se helaran el ocaso o el Oriente.

   El mirar zambo y zurdo es delincuente;  5
vuestras luces izquierdas lo declaran,
pues con mira engañosa nos disparan
facinerosa luz, dulce y ardiente.

   Lo que no miran ven, y son despojos
suyos cuantos los ven, y su conquista  10
da a l'alma tantos premios como enojos.

   ¿Qué ley, pues, pudo mover al mal jurista
a que, siendo monarcas los dos ojos,
los llamase vizcondes de la vista?




ArribaAbajo- CCII b -


A una dama tuerta y muy hermosa


ArribaAbajo   Para agotar sus luces la hermosura
en un ojo no más de vuestra cara,
grande ejemplar y de belleza rara
tuvo en el sol, que en una luz se apura.

   Imitáis, pues, aquella arquitectura  5
de la vista del cielo, hermosa y clara;
que muchos ojos, y de luz avara,
sola la noche los ostenta oscura.

   Si en un ojo no más, que en vos es día,
tiene cuantos le ven muerte y prisiones,  10
al otro le faltara monarquía.

   Aun faltan a sus rayos corazones,
victorias a su ardiente valentía
y al triunfo de sus luces aun naciones.




ArribaAbajo- CCIII a -


A otra dama de igual hermosura y del todo ciega


ArribaAbajo   Envidia, Antandra, fue del sol y el día,
en que también pecaron las estrellas,
el quitaros los ojos, porque en ellas
el fuego blasonase monarquía.

   A poder vos mirar, la fuente fría  5
encendiera cristales en centellas;
viera ceniza sus espumas bellas,
tronara fulminando su armonía.

   Hoy ciega juntamente y desdeñosa,
sin ver la herida ni atender al ruego,  10
vista cegáis al que miraros osa.

   La nieve esquiva oficio hace de fuego;
y en el clavel fragante y pura rosa
vemos ciego al desdén, y al Amor ciego.




ArribaAbajo- CCIII b -


Llanto, presunción, culto y tristeza amorosa


ArribaAbajo   Esforzaron mis ojos la corriente
de este, si fértil, apacible río;
y cantando frené su curso y brío:
¡tanto puede el dolor en un ausente!

   Mireme incendio en esta clara fuente  5
antes que al prendiese yelo frío,
y vi que no es tan fiero el rostro mío
que manche, ardiendo, el oro de tu frente.

   Cubrió nube de incienso tus altares,
coronelos de espigas en manojos,  10
sequé, crecí con llanto y fuego a Henares.

   Hoy me fuerzan mi pena y tus enojos
(tal es por ti mi llanto) a ver dos mares
en un arroyo, viendo mis dos ojos.




ArribaAbajo- CCIV a -


Persuade al río que, pues crecido va con sus lágrimas, también vaya significando su dolor


ArribaAbajo   Frena el corriente, ¡oh Tajo retorcido!,
tú, que llegas al mar rico y dorado,
en tanto que al rigor de mi cuidado
busco (¡ay, si le hallase!) algún olvido.

   No suenes lisonjero, pues perdido  5
ves a quien te bebió con su ganado;
viste de mi color desanimado
los cristales que al mar llevas tendido.

   Pues en llantos me anegan mis enojos,
con el recién nacido sol no rías,  10
ni alimente tu margen sino abrojos.

   Que no es razón que, si tus aguas frías
son lágrimas llovidas de mis ojos,
rían cuando las lloran ansias mías.




ArribaAbajo- CCIV b -


A Amarili, que tenía unos pedazos de búcaro en la boca y estaba muy al cabo de comérselos


ArribaAbajo   Amarili, en tu boca soberana
su tez el barro de carmín colora;
ya de coral mentido se mejora,
ya aprende de tus labios a ser grana.

   Apenas el clavel, que a la mañana  5
guarda en rubí las lágrimas que llora,
se atreverá con él, cuando atesora
la sangre en sí de Venus y Diana.

   Para engarzar tu púrpura rompida,
el sol quisiera repartir en lazos  10
tierra, por portuguesa, enternecida.

   Tú de sus labios mereciste abrazos:
presume ya de aurora, el barro olvida;
pues se muere, mi bien, por tus pedazos.




ArribaAbajo- CCV -


Quiere que la hermosura consista en el movimiento


ArribaAbajo   No es artífice, no, la simetría
de la hermosura que en Floralba veo;
ni será de los números trofeo
fábrica que desdeña al sol y al día.

   No resulta de música armonía  5
(perdonen sus milagros en Orfeo),
que bien la reconoce mi deseo
oculta majestad que el cielo envía.

   Puédese padecer, mas no saberse;
puédese codiciar, no averiguarse,  10
alma que en movimientos puede verse.

   No puede en la quietud difunta hallarse
hermosura, que es fuego en el moverse,
y no puede viviendo sosegarse.




ArribaAbajo- CCVI -


Quejarse en las penas de amor debe ser permitido y no profana el secreto


ArribaAbajo   Arder sin voz de estrépito doliente
no puede el tronco duro inanimado;
el robre se lamenta, y, abrasado,
el pino gime al fuego, que no siente.

   ¿Y ordenas, Floris, que en tu llama ardiente  5
quede en muda ceniza desatado
mi corazón sensible y animado,
víctima de tus aras obediente?

   Concédame tu fuego lo que al pino
y al robre les concede voraz llama:  10
piedad cabe en incendio que es divino.

   Del volcán que en mis venas se derrama,
diga su ardor el llanto que fulmino;
mas no lo sepa de mi voz la Fama.




ArribaAbajo- CCVII -


Elige el morir amando, por no dar muerte a la amante o a la amada, hallándose en peligro de morir alguno


ArribaAbajo   La que me quiere y aborrezco quiero
librar, porque acompañe mi ventura;
pues me aborrece en Floris la hermosura,
por quien amante y despreciado muero.

   Mas ¿cómo? ¿Del amor en que ardo, espero  5
contra mi propia vida tal locura?
La que yo adoro pasará segura:
obligarála ver que la prefiero.

   Mas si por no vivir desesperado
soy ingrato, mi propio amor desprecio,  10
y contra mí aconsejo mi cuidado.

   Si el uno por los dos ha de ser precio,
más quiero ser amante y ahogado,
que al favor o al desdén ingrato o necio.




ArribaAbajo- CCVIII a -


Amor no admite compañía de competidor, ansí como el reinar


ArribaAbajo   No admiten, no, Floralba, compañía
Amor y Majestad; siempre triunfante
solo ha de ser el rey, solo el amante:
humos tiene el favor de monarquía.

   El padre ardiente de la luz del día  5
no permite que muestre su semblante
estrella presumida y centelleante
en cuanto reina en la región vacía.

   Amor es rey tan grande, que aprisiona
en vasallaje el cielo, el mar, la tierra,  10
y única y sola majestad blasona.

   Todo su imperio un corazón le cierra;
la soledad es paz de su corona;
la compañía, sedición y guerra.




ArribaAbajo- CCVIII b -


A una dama de singular gracia y hermosura, que estuvo en Francia, y hablaba la lengua francesa con mucho donaire


ArribaAbajo   Si en Francia, tan preciada de sus Pares,
no hallo, Manuela, par vuestra hermosura,
la ardiente rosa en vuestra nieve pura
blasones sean de España singulares.

   De Orlando las hazañas militares,  5
si a vuestra luz probaran aventura,
mejor calificaran su locura,
cuando el vencido os dedicara altares.

   Vuestra boca, riéndose, es aurora;
es francesa, si habla; y es Oriente  10
que con todas las Indias enamora.

   Por vos la rosa castellana ardiente
en París fue gloriosa vencedora
del lirio de oro, que hoy la envidia ausente.




ArribaAbajo- CCIX a -


A unos hermosos ojos que vio al anochecer


(Soneto en toscano)


ArribaAbajo   Diviso el sole partoriva il giorno,
languido nella tomba d'occidente;
risorse dal sepolchro il lume ardente
di bionde stelle coronato intorno.

   Era di maestà imperiosa adorno  5
il mio signor, che co'l pensier cocente
la mia vita depreda egra, giacente,
per far incinerir il suo soggiorno.

   La vita che dié al giorno, a me la tolse,
prodiga a lui di luce ed a me avara,  10
donna la amai, e riverilla dea.

   Ligommi il core il biondo crin, che sciolse,
che dal suo sguardo ad esser crudo impara,
e vedi fulminante Citherea.




ArribaAbajo- CCIX b -


Indignación contra el amor, porque prendiendo con una hermosura una libertad, deja libre la hermosura


ArribaAbajo   ¿Tú, dios, tirano y ciego Amor? Primero
adorare por dios la sombra vana.
Hijo de aquella adúltera profana,
dudoso mayorazgo de un herrero;

   viejo de tantos siglos embustero,  5
lampiño más allá de barba cana;
peste sabrosa de la vida humana,
pajarito de plumas de tintero.

   ¿Dejas libre a Floralba, y en sus manos
me prendes, donde ardiendo en nieve, enjugo  10
mis venas con incendios inhumanos?

   Si quiere coger fruto, dios verdugo,
aprende a labrador de los villanos:
que dos novillos uncen en un yugo.




ArribaAbajo- CCX a -


Admírase de que Flora, siendo todo fuego y luz, sea todo hielo


ArribaAbajo   Hermosísimo invierno de mi vida,
sin estivo calor constante yelo,
a cuya nieve da cortés el cielo
púrpura en tiernas flores encendida;

   esa esfera de luz enriquecida,  5
que tiene por estrella al dios de Delo,
¿cómo en la elemental guerra del suelo
reina de sus contrarios defendida?

   Eres Scytia de l'alma que te adora,
cuando la vista, que te mira, inflama;  10
Etna, que ardientes nieves atesora.

   Si lo frágil perdonas a la fama,
eres al vidrio parecida, Flora,
que siendo yelo, es hijo de la llama.




ArribaAbajo- CCXII -


Filosofía con que intenta probar a un mismo tiempo puede un sujeto amar a dos


ArribaAbajo   Si de cosas diversas la memoria
se acuerda, y lo presente y lo pasado
juntos la alivian y la dan cuidado,
y en ella son confines pena y gloria;

   y si al entendimiento igual victoria  5
concede inteligible lo criado,
y a nuestra libre voluntad es dado
numerosa elección, y transitoria,

   Amor, que no es potencia solamente,
sino la omnipotencia padecida  10
de cuanto sobre el suelo vive y siente,

   ¿por qué con dos incendios una vida
no podrá fulminar su luz ardiente
en dos diversos astros encendida?




ArribaAbajo- CCXIII a -


Verifica la sentencia de arriba en dos afectos suyos


ArribaAbajo   Tal vez se ve la nave negra y corva
entre aquilón y el euro combatida;
y cuanto más del uno es impelida,
el otro con adverso mar la estorba.

   De éste la saña de su frente torva  5
la embiste; aquél la calma; y, suspendida,
teme la gavia vela mal regida,
la quilla Euripo que voraz la sorba.

   No de otra suerte entre Rosalba y Flora,
en naufragio amoroso distraído,  10
ardiente el corazón suspira y llora.

   En dos afectos peno dividido;
y una hermosura espera vencedora
que dos triunfos alcance de un vencido.




ArribaAbajo- CCXIII b -


Amor que, sin detenerse en el efecto sensitivo, pasa al intelectual


ArribaAbajo   Mandome, ¡ay Fabio!, que la amase Flora
y que no la quisiese; y mi cuidado,
obediente y confuso y mancillado,
sin desearla, su belleza adora.

   Lo que el humano afecto siente y llora,  5
goza el entendimiento, amartelado
del espíritu eterno, encarcelado
en el claustro mortal que le atesora.

   Amar es conocer virtud ardiente;
querer es voluntad interesada,  10
grosera y descortés caducamente.

   El cuerpo es tierra, y lo será, y fue nada;
de Dios procede a eternidad la mente:
eterno amante soy de terna amada.




ArribaAbajo- CCXIV a -


Es sentencia platónica que la armonía y contextura universal del mundo con la del amor halla presunción amorosa


ArribaAbajo   Alma es del mundo Amor; Amor es mente
que vuelve en alta espléndida jornada
del sol infatigable luz sagrada,
y en varios cercos todo el coro ardiente;

   espíritu fecundo y vehemente  5
con varonil virtud, siempre inflamada,
que en universal máquina mezclada
paterna actividad obra clemente.

   Este, pues, burlador de los reparos,
que, atrevidos, se oponen a sus jaras,  10
artífice inmortal de afectos raros,

   igualmente nos honra, si reparas;
pues si hace trono de tus ojos claros,
Flora en mi pecho tiene templo y aras.




ArribaAbajo- CCXIV b -


Música consonancia del movimiento de unos ojos hermosos, imperceptible al oído, como la música de los orbes celestiales


ArribaAbajo   Las luces sacras, el augusto día
que vuestros ojos abren sobre el suelo,
con el contento que se mueve el cielo,
en mi espíritu explican armonía.

   No cabe en los sentidos melodía  5
imperceptible en el terreno velo;
mas del canoro ardor y alto consuelo
las cláusulas atienden l'alma mía.

   Primeros mobles son vuestras esferas,
que arrebatan en cerco ardiente de oro  10
mis potencias absortas y ligeras.

   Puedo perder la vida, no el decoro
a vuestras alabanzas verdaderas,
pues, religioso, alabo lo que adoro.




ArribaAbajo- CCXV a -


Majestuosa hermosura de semblante disimulado


ArribaAbajo   Esa benigna llama y elegante,
que inspira amor, hermosa y elocuente,
la entiende l'alma, el corazón la siente,
aquélla docta y éste vigilante.

   Los misterios del ceño y del semblante  5
y la voz del silencio que, prudente,
pronuncia majestad honestamente,
bien los descifra mi respeto amante.

   Si supe conoceros y estimaros,
y al cielo merecí dicha de veros,  10
no os ofenda, señora, ya el miraros.

   Yo ni os puedo olvidar ni mereceros;
pero si he de ofenderos con amaros,
no os pretendo obligar con no ofenderos.




ArribaAbajo- CCXV b -


A un caballero que se dolía del dilatarse la posesión de su amor


ArribaAbajo   Quien no teme alcanzar lo que desea
da prisa a su tristeza y a su hartura:
la pretensión ilustra la hermosura,
cuanto la ingrata posesión la afea.

   Por halagüeña dilación rodea  5
el que se dificulta su ventura,
pues es grosero el gozo y mal segura
la que en la posesión gloria se emplea.

   Muéstrate siempre, Fabio, agradecido
a la buena intención de los desdenes,  10
y nunca te verás arrepentido.

   Peor pierde los gustos y los bienes
el desprecio que sigue a lo adquirido,
que el imposible en adquirir, que tienes.




ArribaAbajo- CCXVI a -


Celebra a una dama poeta, llamada Antonia


ArribaAbajo   Antes alegre andaba, agora apenas
alcanzo alivio, ardiendo aprisionado;
armas a Antandra aumento acobardado;
aire abrazo, agua aprieto, aplico arenas.

   Al áspid adormido, a las amenas  5
ascuas acerco atrevimiento alado;
alabanzas acuerdo al aclamado
aspecto, a quien admira antigua Atenas.

   Agora, amenazándome atrevido,
Amor aprieta aprisa arcos, aljaba;  10
aguardo al arrogante agradecido.

   Apunta airado; al fin, amando, acaba
aqueste amante al árbol alto asido,
adonde alegre, ardiendo, antes amaba.




ArribaAbajo- CCXVI b -


Amante agradecido a las lisonjas mentirosas de un sueño


ArribaAbajo   ¡Ay, Floralba! Soñé que te... ¿Direlo?
Sí, pues que sueño fue: que te gozaba.
¿Y quién, sino un amante que soñaba,
juntara tanto infierno a tanto cielo?

   Mis llamas con tu nieve y con tu yelo,  5
cual suele opuestas flechas de su aljaba,
mezclaba Amor, y honesto las mezclaba,
como mi adoración en su desvelo.

   Y dije: «Quiera Amor, quiera mi suerte,
que nunca duerma yo, si estoy despierto,  10
y que si duermo que jamás despierte.»

   Mas desperté del dulce desconcierto;
y vi que estuve vivo con la muerte,
y vi que con la vida estaba muerto.




ArribaAbajo- CCXVII a -


Venganza de la edad en hermosura presumida


ArribaAbajo   Cuando tuvo, Floralba, tu hermosura,
cuantos ojos te vieron, en cadena,
con presunción, de honestidad ajena,
los despreció, soberbia, tu locura.

   Persuadiote el espejo conjetura  5
de eternidades en la edad serena,
y que a su plata el oro en tu melena
nunca del tiempo trocaría la usura.

   Ves que la que antes era, sepultada
yaces en la que vives; y, quejosa,  10
tarde te acusa vanidad burlada.

   Mueres doncella, y no de virtuosa,
sino de presumida y despreciada:
esto eres vieja, esotro fuiste hermosa.




ArribaAbajo- CCXVII b -


A Flori, que tenía unos claveles entre el cabello rubio


ArribaAbajo   Al oro de tu frente unos claveles
veo matizar, cruentos, con heridas;
ellos mueren de amor, y a nuestras vidas
sus amenazas les avisan fieles.

   Rúbricas con piadosas y crueles,  5
joyas facinerosas y advertidas,
pues publicando muertes florecidas,
ensangrientan al sol rizos doseles.

   Mas con tus labios quedan vergonzosos
(que no compiten flores a rubíes)  10
y pálidos después, de temerosos.

   Y cuando con relámpagos te ríes,
de púrpura, cobardes, si ambiciosos,
marchitan sus blasones carmesíes.




ArribaAbajo- CCXVIII a -


Confusión de peligros contemplando la hermosura de quien los causa, y consuelo en el riesgo mayor


ArribaAbajo   No lo entendéis, mis ojos, que ese cebo
que os alimenta es muerte disfrazada
que, de la vista de Silena airada,
con sed enferma, porfiado, bebo.

   Sólo de mí os quejad, que sólo os llevo  5
donde la alma dejáis aprisionada,
peregrinando, ciegos, la jornada,
con más peligro cada vez que os muevo.

   Si premio pretendéis, sois atrevidos;
y si no lo esperáis, desesperados;  10
cautivos si miráis, si lloráis tristes.

   Bien os podéis contar con los perdidos;
pero podéis perderos consolados,
si la causa advertís por que os perdistes.




ArribaAbajo- CCXVIII b -


Inútil y débil victoria del amor, en el que ya es vencido amante


ArribaAbajo   ¡Mucho del valeroso y esforzado,
y viéneslo a mostrar en un rendido!
Bástame, Amor, haberte agradecido
penas, de que me puedo haber quejado.

   ¿Qué sangre de mis venas no te he dado?  5
¿Qué flecha de tu aljaba no he sentido?
Mira que la paciencia del sufrido
suele vencer las armas del airado.

   Con otro de tu igual quisiera verte;
que yo me siento arder de tal manera,  10
que mayor fuera el mal de hacerme fuerte.

   ¿De qué sirve encender al que es hoguera,
si no es que quieres dar muerte a la Muerte,
introduciendo en mí que el muerto muera?




ArribaAbajo- CCLXV -


Que de Lisi el hermoso desdén fue la prisión de su alma libre


ArribaAbajo   ¿Qué importa blasonar del albedrío,
alma, de eterna y libre, tan preciada,
si va en prisión de un ceño, y, conquistada,
padece en un cabello señorío?

   Nació monarca del imperio mío  5
la mente, en noble libertad criada;
hoy en esclavitud yace, amarrada
al semblante severo de un desvío.

   Una risa, unos ojos, unas manos
todo mi corazón y mis sentidos  10
saquearon, hermosos y tiranos.

   Y no tienen consuelo mis gemidos;
pues ni de su victoria están ufanos,
ni de mi perdición compadecidos.




ArribaAbajo- CCLXVI a -


Retrato no vulgar de Lisis


ArribaAbajo   Crespas hebras, sin ley desenlazadas,
que un tiempo tuvo entre la manos Midas;
en nieve estrellas negras encendidas,
y cortésmente en paz de ella guardadas.

   Rosas a abril y mayo anticipadas,  5
de la injuria del tiempo defendidas;
auroras en la risa amanecidas,
con avaricia del clavel guardadas.

   Vivos planetas de animado cielo,
por quien a ser monarca Lisi aspira,  10
de libertades, que en sus luces ata.

   Esfera es racional, que ilustra el suelo,
en donde reina Amor cuando ella mira,
y en donde vive Amor cuando ella mata.




ArribaAbajo- CCLXVI b -


Padece ardiendo y llorando sin que le remedie la oposición de las contrarias calidades


ArribaAbajo   Los que ciego me ven de haber llorado
y las lágrimas saber que he vertido,
admiran de que, en fuentes dividido
o en lluvias, ya no corra derramado.

   Pero mi corazón arde admirado  5
(porque en tus llamas, Lisi, está encendido)
de no verme en centellas repartido,
y en humo negro y llamas desatado.

   En mí no vencen largos y altos ríos
a incendios, que animosos me maltratan,  10
ni el llanto se defiende de sus bríos.

   La agua y el fuego en mí de paces tratan;
y amigos son, por ser contrarios míos;
y los dos, por matarme, no se matan.




ArribaAbajo- CCLXVII a -


Procura cebar a la codicia en tesoros de Lisi


ArribaAbajo   Tú, que la paz del mar, ¡oh navegante!,
molestas, codicioso y diligente,
por sangrarle las venas al Oriente
del más rubio metal, rico y flamante,

   detente aquí; no pases adelante;  5
hártate de tesoros, brevemente,
en donde Lisi peina de su frente
hebras sutil en ondas fulminante.

   Si buscas perlas, más descubre ufana
su risa que Colón en el mar de ellas;  10
si grana, a Tiro dan sus labios grana.

   Si buscan flores, sus mejillas bellas
vencen la primavera y la mañana;
si cielo y luz, sus ojos son estrellas.




ArribaAbajo- CCLXVII b -


Ofrece a Lisi la primera flor que se abrió en el año


ArribaAbajo   Esta, por ser, ¡oh Lisi!, la primera
flor que ha osado fiar de los calores
recién nacidas hojas y colores,
aventurando el precio a la ribera;

   ésta, que estudio fue a la primavera,  5
y en quien se anticiparon esplendores
del sol, será primicia de las flores
y culto con que la alma te venera.

   A corta vida nace destinada:
sus edades son horas; en un día  10
su parto y muerte el cielo ríe y llora.

   Lógrese en tu cabello, respetada
del año; no mal logre lo que cría:
adquiera en larga vida eterna aurora.




ArribaAbajo- CCLXVIII a -


Encomienda su llanto a Guadalquivir en su nacimiento, para que le lleve a Lisi, donde va muy crecido


ArribaAbajo   Aquí, en las altas sierras de Segura,
que se mezclan zafir con el del cielo,
en cuna naces, líquida, de yelo,
y bien con majestad en tanta altura.

   Naces, Guadalquivir, de fuente pura,  5
donde de tus cristales, leve el vuelo,
se retuerce corriente por el suelo,
después que se arrojo por peña dura.

   Aquí el primer tributo en llanto envío
a tus raudales, porque a Lisi hermosa  10
mis lágrimas la ofrezcas con que creces;

   mas temo, como a verlas llegas río,
que olvide tu corriente poderosa
el aumento que arroyo me agradeces.




ArribaAbajo- CCLXVIII b -


Comunicación de amor invisible por los ojos


ArribaAbajo   Si mis párpados, Lisi, labios fueran,
besos fueran los rayos visuales
de mis ojos, que al sol miran caudales
águilas, y besaran más que vieran.

   Tus bellezas, hidrópicos, bebieran,  5
y cristales, sedientos de cristales;
de luces y de incendios celestiales,
alimentando su morir, vivieran.

   De invisible comercio mantenidos,
y desnudos de cuerpo, los favores  10
gozaran mis potencias y sentidos;

   mudos se requebraran los ardores;
pudieran, apartados, verse unidos,
y en público, secreto, los amores.




ArribaAbajo- CCLXIX a -


Afectos varios de su corazón, fluctuando en las ondas de los cabellos de Lisi


ArribaAbajo   En crespa tempestad del oro undoso,
nada golfos de luz ardiente y pura
mi corazón, sediento de hermosura,
si el cabello deslazas generoso.

   Leandro, en mar de fuego proceloso,  5
su amor ostenta, su vivir apura;
Icaro, en senda de oro mal segura,
arde sus alas por morir glorioso.

   Con pretensión de fénix, encendidas
sus esperanzas, que difuntas lloro,  10
intenta que su muerte engendre vidas.

   Avaro y rico y pobre, en el tesoro,
el castigo y la hambre imita a Midas,
Tántalo en fugitiva fuente de oro.




ArribaAbajo- CCLXIX b -


Ejemplos de otras llamas que parecen posibles. Comparadas a la suyas


ArribaAbajo   Hago verdad la fénix en la ardiente
llama, en que renaciendo me renuevo;
y la virilidad del fuego pruebo,
y que es padre, y que tiene descendiente.

   La salamandra fría, que desmiente  5
noticia docta, a defender me atrevo,
cuando en incendios, que sediento bebo,
mi corazón habita y no los siente.

   Y porque un brazo sólo dio a la llama
Scévola, su valor y valentía  10
ocupa los autores y la fama.

   Ventura es suya y desventura es mía:
pues ninguno me escribe ni me aclama,
teniendo en fuego la alma noche y día.




ArribaAbajo- CCLXX a -


Peligros de hablar y de callar, y lenguaje en el silencio


ArribaAbajo   ¿Cómo es tan largo en mí dolor tan fuerte,
Lisis? Si hablo y digo el mal que siento,
¿qué disculpa tendrá mi atrevimiento?
Si callo, ¿quién podrá excusar mi muerte?

   Pues ¿cómo, sin hablarte podrá verte  5
mi vista y mi semblante macilento?
Voz tiene en el silencio el sentimiento:
mucho dicen las lágrimas que vierte.

   Bien entiende la llama quien la enciende;
y quien los acusa, entiende los enojos;  10
y quien manda silencios, los entiende.

   Suspiros, del dolor mudos despojos,
también la boca a razonar aprende,
como con llanto y sin hablar los ojos.




ArribaAbajo- CCLXX b -


Comparación elegante de Hércules con sus penas, y del «non plux ultra» de sus columnas, que desmintió el Rey Católico


ArribaAbajo   Si el cuerpo reluciente que en Oeta
se desnudó, en cenizas desatado
Hércules, y de celos fulminado
(ansí lo quiso Amor), murió cometa,

   le volviera a habitar aquella inquieta  5
alma, que dejó el mundo descansando
de monstruos y portentos, y el osado
brazo armaran la clava y la saeta,

   sólo en mi corazón hallará fieras,
que todos sus trabajos renovaran,  10
leones y centauros y quimeras.

   El Non Plus Ultra suyo restauraran
su dos columnas, si en tus dos esferas,
Lisi, el fin de las luces señalaran.




ArribaAbajo- CCLXXI a -


El temor que tenía Lisi de los truenos


ArribaAbajo   ¿Temes, ¡oh Lisi!, a Júpiter Tonante,
y pálido tu sol sus llamas mira,
cuando Jove, del ceño de tu ira,
tiembla vencido y de querella amante?

   Témale armado el pertinaz gigante  5
que a la conquista de su trono aspira;
y Juno, que celoso le suspira,
le tema ardiendo y en tu amor constante.

   A ti el trueno es requiebro, si amenaza
el tirano, le atiende en el tesoro,  10
cuando su sien temor precioso enlaza.

   Al robre baja en rayo y a ti en oro;
y si renueva Amor la antigua traza,
en lugar de tronar, bramará toro.




ArribaAbajo- CCLXXI b -


Náufrago amante entre desdenes


ArribaAbajo   Molesta el Ponto Bóreas con tumultos
cerúleos y espumosos; la llanura
del pacífico mar se desfigura,
despedazada en formidables bultos.

   De la orilla amenaza los indultos  5
que, blanda, le prescribe cárcel dura;
la luz del sol, titubeando obscura,
recela temerosa sus insultos.

   Déjase a la borrasca el marinero;
a las almas de Tracia cede el lino;  10
gime la entena, y gime el pasajero.

   Yo ansí, náufrago amante y peregrino,
que en borrasca de amor por Lisis muero,
sigo insano furor de alto destino.




ArribaAbajo- CCLXXII a -


Hermosura cruel y fastosa, y infeliz fortuna de amante


ArribaAbajo   ¿De cuál feral, de cuál furiosa Enío
informas el rigor de tus entrañas?
Y con el parto tuyo, ¿qué montañas
tu corazón infama, helado y frío?

   ¿De cuál tirano aprende señorío  5
las mesuras que ostentas por hazañas?
Esas hermosas furias con que engañas,
¿por qué hipócritas son de afecto pío?

   ¿Por qué añades el ceño y los enojos,
si al paso que no pueden merecerte,  10
te siguen de tus triunfos los despojos?

   El vencimiento de sobró en mi muerte;
y fue castigo y gloria el ver tus ojos,
cuando fue dicha y fue delito el verte.




ArribaAbajo- CCLXXII b -


Que amor de una vista se enciende y alimenta la llama


ArribaAbajo   Quien bien supo una vez, Lisi, miraros
y quien pudo arribar a conoceros,
bien merece poder vivir sin veros,
y no poder morir si sabe amaros.

   Ni supo veros, ni sabrá estimaros  5
quien más codicia ver esos luceros;
y quien os vio una vez, osa ofenderos
si otra procura para contemplaros.

   Esas lumbres de amor, ricas y avaras,
o tiene las del cielo por centellas,  10
menores en ardor, si menos raras,

   o juntó en vuestros ojos las estrellas
Naturaleza, o vuestras luces claras
dividió por los cielos para hacellas.




ArribaAbajo- CCLXXIII a -


Que como su amor no fue sólo de las partes exteriores, que son mortales, ansí también no lo será su amor


ArribaAbajo   Que vos me permitáis sólo pretendo,
y saber ser cortés y ser amante;
esquivo los deseos, y constante,
sin pretensión, a sólo amar atiendo.

   Ni con intento de gozar ofendo  5
las deidades del garbo y de semblante;
no fuera lo que vi causa bastante,
si no se le añadiera lo que entiendo.

   Llamáronme los ojos las facciones;
prendiéronlos eternas jerarquías  10
de virtudes y heroicas perfecciones.

   No verán de mi amor el fin los días:
la eternidad ofrece sus blasones
a la pureza de las ansías mías.




ArribaAbajo- CCLXXIII b -


Dice que su amor no tiene parte alguna terrestre


ArribaAbajo   Por ser mayor el cerco de oro ardiente
del sol que el globo opaco de la tierra,
y menor que éste el que a la luna cierra
las tres caras que muestra diferente,

   ya la vemos menguante, ya creciente,  5
ya en la sombra el eclipse nos la entierra;
mas a los seis planetas no hace guerra,
ni estrella fija sus injurias siente.

   La llama de mi amor que está clavada
en el alto cenit del firmamento,  10
ni mengua en sombras ni se ve eclipsada.

   Las manchas de la tierra no las siento:
que no alcanza su noche a la sagrada
región donde mi fe tiene su asiento.




ArribaAbajo- CCLXXIV a -


Amante culpable en todas sus acciones por desdichado


ArribaAbajo   Diome el cielo dolor y diome vida;
el nombre, no los hechos, ha negado
de muerte a mi pasión, pues he quedado
vivo, y ella con nombre de homicida.

   Amar, que fue locura bien nacida,  5
me castiga Fortuna por pecado:
siempre fue delincuente el desdichado:
si no le acusa Amor, Amor le olvida.

   Yo persevero y dicen que porfío;
mis sacrificios llama robo el cielo,  10
cuando en prisión me tiene el albedrío.

   Y ansí se extrema ya mi desconsuelo,
que hasta de breve muerte desconfío,
que hasta de larga vida me recelo.




ArribaAbajo- CCLXXIV b -


Amor impreso en el alma que dura después de las cenizas


ArribaAbajo   Si hija de mi amor mi muerte fuese,
¡qué parto tan dichoso que sería
el de mi amor contra la vida mía!
¡Que gloria, que el morir de amar naciese!

   Llevara yo en el alma adonde fuese  5
el fuego en que me abraso, y guardaría
su llama fiel con la ceniza fría
en el mismo sepulcro en que durmiese.

   De esa otra parte de la muerte dura,
vivirán en mi sombra mis cuidados,  10
y más allá del Lethe mi memoria.

   Triunfará del olvido tu hermosura;
mi pura fe y ardiente, de los hados;
y el no ser, por amar, será mi gloria.




ArribaAbajo- CCLXXV a -


Advierte con su peligro a los que leyeren sus llamas


ArribaAbajo   Si fuere que, después, al postrer día
que negro y frío sueño desatare
mi vida, se leyere o se cantare
mi fatiga en amar, la pena mía;

   cualquier que de talante hermoso fía  5
serena libertad, si me escuchare,
si en mi perdido error escarmentare,
deberá su quietud a mi porfía.

   Atrás se queda, Lisi, el sexto año
de mi suspiro: yo, para escarmiento  10
de los que han de venir, paso adelante.

   ¡Oh en el reino de Amor huésped extraño!,
sé docto con la pena y el tormento
de un ciego, sin ventura, fiel amante.




ArribaAbajo- CCLXXV b -


Sepulcro de su entendimiento en las perfecciones de Lisi


ArribaAbajo   En este incendio hermoso que, partido
en dos esferas breves, fulminando,
reina glorioso, y con imperio blando
autor es de un dolor tan bien nacido;

   en esta nieve, donde está florido  5
mayo, los duros Alpes matizando;
en este Oriente, donde están hablando
por coral las sirenas del sentido;

   debajo de esta piedra endurecida,
en quien mi afecto está fortificado  10
y quedó mi esperanza convertida,

   yace mi entendimiento fulminado.
Si es su inscripción mi congojosa vida,
dentro del cielo viva sepultado.




ArribaAbajo- CCLXXVI a -


Recuerdo que de la felicidad perdida atormenta


ArribaAbajo   Aquí, donde su curso, retorcido,
de parlero cristal, Henares santo,
en la esmeralda de su verde manto
ya engastándose va, y ya escondiendo,

   sentí, molesta soledad viviendo,  5
de engañosa sirena docto canto,
que, blanda y lisonjera, pudo tanto,
que lo que lloro yo, lo está riendo.

   Luego mi lira y voz al monte hueco
tu nombre, Lisa esquiva, le enseñaron,  10
y fue piadoso en repetirle el eco.

   Ya todos estos bienes se pasaron
y a mis labios dejaron sólo en trueco
un «¡Ay, que fueron!» «¡Ay, que se acabaron!»




ArribaAbajo- CCLXXVI b -


Exhorta a Lisi a efectos semejantes de la víbora


ArribaAbajo   Esta víbora ardiente, que, enlazada,
peligros anudó de nuestra vida,
lúbrica muerte en círculos torcida,
arco que se vibró flecha animada,

   hoy, de médica mano desatada,  5
la que en sedienta arena fue temida,
su diente contradice, y la herida
que ardiente derramó, cura templada.

   Pues tus ojos también con muerte hermosa
miran, Lisi, al rendido pecho mío,  10
templa tal vez su fuerza venenosa;

   desmiente tu veneno ardiente y frío;
aprende de una sierpe ponzoñosa:
que no es menos dañoso tu desvío.




ArribaAbajo- CCLXXVII -


Retrato de Lisi que traía en una sortija


ArribaAbajo   En breve cárcel traigo aprisionado,
con toda su familia de oro ardiente,
el cerco de la luz resplandeciente,
y grande imperio del Amor cerrado.

   Traigo el campo que pacen estrellado  5
las fieras altas de la piel luciente;
y a escondidas del cielo y del Oriente,
día de luz y parto mejorado.

   Traigo todas las Indias en mi mano,
perlas que, en un diamante, por rubíes,  10
pronuncian con desdén sonoro yelo,

   y razonan tal vez fuego tirano
relámpagos de risa carmesíes,
auroras, gala y presunción del cielo.




ArribaAbajo- CCLXXVIII -


Goza el campo de primavera templada y no el corazón enamorado


ArribaAbajo   Ya tituló al verano ronca seña;
vuela la grulla en letra, y con las alas
escribe el viento y, en parleras galas,
Progne cantora su dolor desdeña.

   Semblante azul y alegre el cielo enseña,  5
limpio de nubes y impresiones malas;
y si a estruendo marcial despierta Palas,
Flora convida al sueño en blanda greña.

   La sed aumenta el sol, creciendo el día;
de la cárcel el yelo desatado,  10
templa el arroyo el ruido en armonía.

   Yo solo, ¡oh Lisi!, a pena destinado,
y en encendido invierno l'alma mía,
ardo en la nieve y yélome abrasado.




ArribaAbajo- CCLXXIX a -


Imagina hacer un infierno para Lisi, en correspondencia del infierno de amor que ya ella le había hecho


ArribaAbajo   Alimenté tu saña con la vida
que en eterno dolor calificaste,
¡oh Lisi!; tanto amé como olvidaste:
yo tu idolatra fui, tú mi homicida.

   ¿Cómo guarecerá fe tan perdida  5
y el corazón que, ardiente, despreciaste?
Siendo tu gloria tú, le condenaste,
y ni de ti blasfema ni se olvida.

   Mas para ti fabricará un infierno
y pagarán tus ansias mis enojos,  10
pues negaste piedad al llanto tierno.

   Arderán tu victoria y tus despojos;
y ansí, fuego el Amor nos dará eterno:
a ti en mi corazón, a mí en tus ojos.