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ArribaAbajo El reo de muerte


Para hacer bien por el alma
Del que van a ajusticiar!!!






I



ArribaAbajo   Reclinado sobre el suelo
Con lenta amarga agonía,
Pensando en el triste día
Que pronto amanecerá,
En silencio gime el reo  5
Y el fatal momento espera
En que el sol por vez postrera
En su frente lucirá.

   Un altar y un crucifijo,
Y la enlutada capilla  10
Lánguida vela amarilla
Tiñe en su luz funeral,
Y junto al mísero reo,
Medio encubierto el semblante,
Se oye al fraile agonizante  15
En son confuso rezar.

   El rostro levanta el triste
y alza los ojos al cielo;
Tal vez eleva en su duelo
La súplica de piedad:  20
¡Una lágrima! ¿es acaso
De temor o de amargura?
¡Ay!, ¡a aumentar su tristura
Vino un recuerdo quizá!!!

   Es un joven y la vida  25
Llena de sueños de oro,
Pasó ya, cuando aun el lloro
De la niñez no enjugó:
El recuerdo es de la infancia,
¡Y su madre que le llora,  30
Para morir así ahora
Con tanto amor le crió!!!

   Y a par que sin esperanza
Ve ya la muerte en acecho,
Su corazón en su pecho  35
Siente con fuerza latir,
Al tiempo que mira al fraile
Que en paz ya duerme a su lado,
Y que, ya viejo y postrado,
Le habrá de sobrevivir.  40

   ¿Mas qué rumor a deshora
Rompe el silencio? Resuena
Una alegre cantilena
Y una guitarra a la par,
Y gritos y de botellas  45
Que se chocan el sonido,
Y el amoroso estallido
De los besos y el danzar.
Y también pronto en son triste
Lúgubre voz sonará:  50
   ¡Para hacer bien por el alma
    Del que van a ajusticiar!

Y la voz de los borrachos,
Y sus brindis, sus quimeras,
Y el cantar de las rameras,  55
Y el desorden bacanal
En la lúgubre capilla
Penetran, y carcajadas,
Cual de lejos arrojadas
De la mansión infernal.  60
Y también pronto en son triste
Lúgubre voz sonará:
   ¡Para hacer bien por el alma
Del que van a ajusticiar!

    ¡Maldición! Al eco infausto  65
El sentenciado maldijo
La madre que como a hijo
A sus pechos le crió;
Y maldijo el mundo todo,
Maldijo su suerte impía,  70
Maldijo el aciago día
Y la hora en que nació.


II

      Serena la luna
   Alumbra en el cielo,
   Domina en el suelo  75
   Profunda quietud;
   Ni voces se escuchan,
   Ni ronco ladrido,
   Ni tierno quejido
   De amante laúd.  80

   Madrid yace envuelto en sueño,
Todo al silencio convida,
Y el hombre duerme y no cuida
Del hombre que va a expirar;
Si tal vez piensa en mañana,  85
Ni una vez piensa siquiera
En el mísero que espera
Para morir, despertar;
Que sin pena ni cuidado
Los hombres oyen gritar:  90
   ¡Para hacer bien por el alma
    Del que van a ajusticiar!

¡Y el juez también en su lecho
Duerme en paz!, ¡y su dinero
El verdugo placentero  95
Entre sueños cuenta ya!
Tan sólo rompe el silencio
En la sangrienta plazuela
El hombre del mal que vela
Un cadalso a levantar.  100


   Loca y confusa la encendida mente,
Sueños de angustia y fiebre y devaneo
El alma envuelven del confuso reo,
Que inclina al pecho la abatida frente.

      Y en sueños  105
      Confunde
      La muerte,
      La vida.
      Recuerda
      Y olvida,  110
      Suspira,
      Respira
      Con hórrido afán.

   Y en un mundo de tinieblas
Vaga y siente miedo y frío,  115
Y en su horrible desvarío
Palpa en su cuello el dogal;
Y cuanto más forcejea,
Cuanto más lucha y porfía,
Tanto más en su agonía  120
Aprieta el nudo fatal.
Y oye ruido, voces, gentes,
Y aquella voz que dirá:
   ¡Para hacer bien por el alma
    Del que van a ajusticiar!  125

O ya libre se contempla,
Y el aire puro respira,
Y oye de amor que suspira
La mujer que un tiempo amó,
Bella y dulce cual solía,  130
Tierna flor de primavera,
El amor de la pradera
Que el abril galán mimó.

   Y gozoso a verla vuela,
Y alcanzarla intenta en vano,  135
Que al tender la ansiosa mano
Su esperanza a realizar,
Su ilusión la desvanece
De repente el sueño impío,
Y halla un cuerpo mudo y frío  140
Y un cadalso en su lugar.
Y oye a su lado en son triste
Lúgubre voz resonar:
    ¡Para hacer bien por el alma
    Del que van a ajusticiar!  145




ArribaAbajoEl verdugo



ArribaAbajo   De los hombres lanzado al desprecio,
De su crimen la víctima fui,
Y se evitan de odiarse a sí mismos,
Fulminando sus odios en mí.
      Y su rencor  5
Al poner en mi mano, me hicieron
      Su vengador;
      Y se dijeron:
«Que nuestra vergüenza común caiga en él;
Se marque en su frente nuestra maldición;  10
Su pan amasado con sangre y con hiel,
Su escudo con armas de eterno baldón
      Sean la herencia
      Que legue al hijo,
      El que maldijo  15
      La sociedad.»
      ¡Y de mí huyeron,
De sus culpas el manto me echaron,
Y mi llanto y mi voz escucharon
      Sin piedad!!!  20
   Al que a muerte condena le ensalzan...
¿Quién al hombre del hombre hizo juez?
¿Que no es hombre ni siente el verdugo
Imaginan los hombres tal vez?
      ¡Y ellos no ven  25
Que yo soy de la imagen divina
      Copia también!
      Y cual dañina
Fiera a que arrojan un triste animal,
Que ya entre sus dientes se siente crujir,  30
Así a mí, instrumento del genio del mal,
Me arrojan al hombre que traen a morir.
      Y ellos son justos,
      Yo soy maldito,
      Yo sin delito  35
      Soy criminal:
      Mirad al hombre
Que me paga una muerte; el dinero
Me echa al suelo con rostro altanero,
      ¡A mí, su igual!  40

   El tormento que quiebra los huesos
Y del reo el histérico ¡ay!
Y el crujir de los nervios rompidos
Bajo el golpe del hacha que cae,
      Son mi placer.  45
Y al rumor que en las piedras rodando
      Hace, al caer,
      Del triste saltando
La hirviente cabeza de sangre en un mar,
Allí entre el bullicio del pueblo feroz  50
Mi frente serena contemplan brillar,
Tremenda, radiante con júbilo atroz.
      Que de los hombres
      En mí respira
      Toda la ira,  55
      Todo el rencor;
      Que a mí pasaron:
la crueldad de sus almas impía,
Y al cumplir su venganza y la mía
      ¡Gozo en mi horror!  60

   Ya más alto que el grande que altivo
Con sus plantas hollara la ley,
Al verdugo los pueblos miraron
Y mecido en los hombros de un Rey;
      Y en él se hartó,  65
Embriagado de gozo aquel día
      Cuando expiró;
      Y su alegría
Su esposa y sus hijos pudieron notar;
Que en vez de la densa tiniebla de horror,  70
Miraron la risa su labio amargar,
Lanzando sus ojos fatal resplandor.
      Que el verdugo
      Con su encono
      Sobre el trono  75
      Se asentó.
      Y aquel pueblo
Que tan alto le alzara bramando,
Otro rey de venganzas, temblando,
      En él miró.  80

   En mí vive la historia del mundo
Que el destino con sangre escribió,
Y en sus páginas rojas Dios mismo
Mi figura imponente grabó.
      La eternidad  85
Ha tragado cien siglos y ciento,
      Y la maldad
      Su monumento
En mí todavía contempla existir;
Y en vano es que el hombre do brota la luz  90
Con viento de orgullo pretenda subir:
¡Preside el verdugo los siglos aún!
      Y cada gota
      Que me ensangrienta,
      Del hombre ostenta  95
      Un crimen más.
      Y yo aún existo,
Fiel recuerdo de edades pasadas,
A quien siguen cien sombras airadas
      ¡Siempre detrás!  100

   ¡Oh!, ¿por qué te ha engendrado el verdugo,
Tú, hijo mío, tan puro y gentil?
En tu boca la gracia de un ángel
Presta gracia a tu risa infantil.
      ¡Ay! tu candor,  105
Tu inocencia, tu dulce hermosura
      Me inspira horror.
      ¡Oh! tu ternura,
Mujer, ¿a qué gastas con ese infeliz?
¡Oh! muéstrate madre piadosa con él;  110
¡Ahógale y piensa será así feliz!
¿Qué importa que el mundo te llame cruel?
      Mi vil oficio
      Querrás que siga,
      ¡Que te maldiga  115
      Tal vez querrás!
      Piensa que un día
Al que hoy miras jugar inocente,
¡Maldecido cual yo y delincuente
      También verás!!!!!  120




ArribaAbajoA la muerte de Torrijos y sus compañeros

Soneto




ArribaAbajo   Helos allí: junto a la mar bravía
Cadáveres están ¡ay! los que fueron
Honra del libre, y con su muerte dieron
Almas al cielo, a España nombradía.

   Ansia de patria y libertad henchía  5
Sus nobles pechos que jamás temieron,
Y las costas de Málaga los vieron
Cual sol de gloria en desdichado día.

   Españoles, llorad; mas vuestro llanto
Lágrimas de dolor y sangre sean,  10
Sangre que ahogue a siervos y opresores,
   Y los viles tiranos con espanto,
Siempre delante amenazando vean
Alzarse sus espectros vengadores.  15




ArribaAbajoA la muerte de don Joaquín de Pablo (Chapalangarra)




ArribaAbajo      Desde la elevada cumbre
   Do el gran Pirene levanta
   Término y muro soberbio
   Que cerca y defiende a España,
   Un joven proscrito de ella  5
   Tristes lágrimas derrama,
   Y acaso tiende la vista
   Por ver desde allí su patria,
   Desde allí do a su despecho,
   Llorando deja las armas  10
   Con que del Sena al Pirene
   Se lanzó por libertarla;
   Y al ver la turba de esclavos
   Que sus hierros afianzan,
   De infame triunfo orgullosos,  15
   Alejarse en algazara,
   Solo entonces, contemplando
   El suelo que ellos pisaran,
   Y que aun torrentes de sangre
   Recién derramada bañan,  20
   En su rápida carrera
   Volcando cuerpos y armas,
   Se sienta en la alzada cima,
   A un lado la rota espada,
   Y al rumor de los torrentes  25
   Y del huracán que brama,
   Negra cítara pulsando,
   Endechas lúgubres canta.

   «Llorad, vírgenes tristes de Iberia,
Nuestros héroes en fúnebre lloro;  30
Dad al viento las trenzas de oro
Y los cantos de muerte entonad.
   Y vosotros, ¡oh nobles guerreros!
De la patria sostén y esperanza,
Abrasados en sed de venganza,  35
Odio eterno al tirano jurad.»


Coro de vírgenes

   «Danos, noche, tu lóbrego manto;
Nuestras frentes enlute el ciprés.
El robusto cayó: su sepulcro
Del inicuo mancharon los pies.  40

   Enrojece ¡oh Pirene! tus cumbres
Pura sangre del libre animoso,
Y el tropel de los siervos odioso
En su lago su sed abrevó.
   Cayó en ellos la gloria de España,  45
Cayó en ellas De Pablo valiente,
Y la patria, inclinada la frente,
Su gemido al del héroe juntó.

   Sus cadenas la patria arrastrando,
Y su manto con sangre teñido,  50
Tardamente y con hondo gemido
Va a la tumba del fuerte varón.
   Y el ajado laurel de su frente
Al sepulcro circunda llorosa,
Mientras ruge en la fúnebre losa,  55
Aherrojado a sus pies, el león.»


Coro de mancebos

   «Traición solo ha vencido al valiente;
Sénos astro de triunfo y de honor,
Tú, que siempre a los déspotas fuiste
Como a negras tormentas el sol.»  60




ArribaAbajoDespedida del patriota griego de la hija del apóstata



ArribaAbajo   Era la noche: en la mitad del cielo
Su luz rayaba la argentada luna,
Y otra luz más amable destellaba
De sus llorosos ojos la hermosura.

   Allí en la triste soledad se hallaron  5
Su amante y ella con mortal angustia,
Y su voz en amarga despedida
Por vez postrera la infeliz escucha.

   »Determinado está; sí, mi sentencia
Para siempre selló la suerte injusta,  10
Y cuando allá la eternidad sombría
Este momento en sus abismos hunda,

   »¡Ojalá para siempre que el olvido,
Suavizando el rigor de la fortuna,
La imagen ¡ay! de las pasadas glorias  15
Bajo sus alas lóbregas encubra!

   »¿Por qué al nacer crüeles me arrancaron
Del seno de mi madre moribunda,
Y salvo he sido de mortales riesgos
Para vivir penando en amargura?  20

   »¿Por qué yo fui por mi fatal destino
Unido a ti desde la tierna cuna?
¿Por qué nos hizo iguales en riqueza
Y en linaje también mi desventura?

   »¿Por qué mi infancia en inocentes juegos  25
Brilló contigo, y con delicia mutua
Ambos tejimos el infausto lazo
Que nuestras almas míseras anuda?

   »¡Ah! para siempre adiós: vano es ahora
Acariciar memorias de ventura;  30
Voló ya la ilusión de la esperanza,
Y es vano amar sin esperanza alguna.

   »¿Qué puede el infeliz contra el destino?
¿Qué ruegos moverán, qué desventuras
El bajo pecho de tu infame padre?  35
Infame, sí, que al despotismo jura

   »Vil sumisión, y en sórdida avaricia
Vende su patria a las riquezas turcas.
Él apellida sacrosantas leyes
El capricho de un déspota; él nos juzga  40

   »De rebeldes doquier: su voz comprada
Culpa a su patria y al tirano adula;
Él nos ordena ante el sultán odioso
Humilde miedo y obediencia muda.

   »Mas no, que el alma de la Grecia existe;  45
Santo furor su corazón circunda,
Que ávido se hartará de sangre hirviente,
Que nuevo ardor le infundirá y bravura.

   »No ya el tirano mandará en nosotros:
Tristes rüinas, áridas llanuras,  50
Cadáveres no más serán su imperio,
Será solo el señor de nuestras tumbas.

   »Ya osan ser libres los armados brazos
Y ya rompen la bárbara coyunda,
y con júbilo a ti, todos ¡oh muerte!  55
y a ti, divina libertad, saludan.

   »Gritos de triunfo, sacudido el viento
hará que al éter resonando suban,
O eterna muerte cubrirá a la Grecia
En noche infanda y soledad profunda.  60

   »Ese altivo monarca, que embriagado
Yace en perfumes y lascivia impura,
Despechado sabrá que no hay cadena
Que la mano de un libre no destruya.

   »Con rabia oirá de libertad el grito  65
Sonar tremendo en la obstinada lucha,
Y con miedo y horror su sed de sangre
Torrentes hartarán de sangre turca.

   »Y tu padre también, si ora imprudente
So el poder del Islam su patria insulta,  70
Pronto verá cuan formidable espada
Blande en la lid la libertad sañuda.

   »Marcha y dile por mí que hay mil valientes,
Y yo uno de ellos, que animosos juran
Morir cual héroes o romper el cetro  75
A cuya sombra el pérfido se escuda.

   »Que aunque marcados con la vil cadena,
No han sido esclavas nuestras almas nunca,
Que el heredado ardor de nuestros padres
Las hace hervir aún: que nuestra furia  80

   »Nos labrará, lidiando, en cada golpe
Triunfo seguro o noble sepultura.
Dile que solo en baja servidumbre
Puede vivir un alma cual la suya,

   »El alma de un apóstata que indigno  85
Llega sus labios a la mano impura,
Que de caliente sangre reteñida,
Nuevos destrozos a su patria anuncia.

   »Perdóname, infeliz, si mis palabras
Rudas ofenden tu filial ternura.  90
Es verdad, es verdad: tu padre un tiempo
Mi amigo se llamó, y ¡ojalá nunca

   »Pasado hubieran tan dichosos días!
¡Yo no llamara injusta a la fortuna!
¡Cómo entonces mi mano enjugaría  95
Las lágrimas que viertes de amargura!

   »Tú padre ¡oh Dios! como engañoso amigo
Cuando la Grecia la servil coyunda
Intrépida rompió, cuando mi pecho
Respiraba gozoso el aura pura  100

   »De la alma libertad, pensó el inicuo
Seducirme tal vez con tu hermosura,
Y en premio vil me prometió tu mano
Si ser secuaz de su traición inmunda,

   »Y desolar mi patria le ofrecía,  105
¡Esclavo yo de la insolente turba
De esclavos del sultán!!! Antes el cielo
Mis yertos miembros insepultos cubra,

   »Que goce yo de ignominiosa vida
Ni en el seno feliz de tu dulzura.  110
¡Ah! para siempre a Dios: la infausta suerte
Que el lazo rompe que las almas junta,

   »Y va a arrancar tu corazón del mío,
Tan solo ahora una esperanza endulza.
Yo te hallaré donde perpetuas dichas  115
Las almas de los ángeles disfrutan.

   »¡Ah! para siempre adiós... tente... un momento
Un beso nada más... es de amargura...
Es el último ¡oh Dios!... mi sangre hiela...
¡Ah! los martirios del infierno nunca  120

   »Igualaron mi pena y mi agonía.
¡Terminara muerte aquí mi angustia,
Y aun muriera feliz! Mis ojos quema
Una lágrima ¡oh Dios! y tú la enjugas.

   »¡Quién resistir podrá! Basta, la hora  125
Se acerca ya que mi partida anuncia.
¡Ojalá para siempre que el olvido,
Suavizando el rigor de la fortuna,

   »La imagen ¡ay! de las pasadas glorias
Bajo sus alas lóbregas encubra!»  130

   Dice, y se alejan. A esperar consuelo
La hija del Apóstata en la tumba;
Él batallando pereció en las lides,
Y ella víctima fue de su amargura.




ArribaAbajo¡Guerra!



ArribaAbajo ¿Oís? Es el cañón. Mi pecho hirviendo
El cántico de guerra entonará,
Y al eco ronco del cañón venciendo,
La lira del poeta sonará.

   El pueblo ved que la orgullosa frente  5
Levanta ya del polvo en que yacía,
Arrogante en valor, omnipotente,
Terror de la insolente tiranía.
   Rumor de voces siento,
Y al aire miro deslumbrar espadas,  10
Y desplegar banderas;
Y retumban al son las escarpadas
Rocas del Pirineo;
Y retiemblan los muros
De la opulenta Cádiz, y el deseo  15
Crece en los pechos de vencer lidiando,
Brilla en los rostros el marcial contento,
Y donde quiera el generoso acento
Se alza de patria y libertad tronando.
      Al grito de la patria  20
      Volemos, compañeros,
      Blandamos los aceros
      Que intrépida nos da.
      A par en nuestros brazos
      Ufanos la ensalcemos  25
      y al mundo proclamemos:
      «España es libre ya.»

      ¡Mirad, mirad en sangre
      Y lágrimas teñidos
      Reír los forajidos,  30
      Gozar en su dolor!
      ¡Oh! fin tan sólo ponga
      Su muerte a la contienda,
      Y cada golpe encienda
      Aún más nuestro rencor.  35

      ¡Oh! siempre dulce patria
      Al alma generosa;
      ¡Oh! ¡siempre portentosa
      Magia de libertad!
      Tus ínclitos pendones  40
      Que el español tremola,
      Un rayo tornasola
      Del iris de la paz.

      En medio del estruendo
      Del bronce pavoroso,  45
      Tu grito prodigioso
      Se escucha resonar.
      Tu grito que las almas
      Inunda de alegría,
      Tu nombre que a esa impía  50
      Caterva hace temblar.

      ¿Quién hay ¡oh compañeros!
      Que al bélico redoble
      No sienta el pecho noble
      Con júbilo latir?  55
      Mirad centelleantes,
      Cual nuncios ya de gloria,
      Reflejos de victoria
      Las armas despedir.

   ¡Al arma!, ¡al arma!, ¡mueran los carlistas!  60
Y al mar se lancen con bramido horrendo
De la infiel sangre caudalosos ríos,
Y atónito contemple el Oceano
Sus olas combatidas
Con la traidora sangre enrojecidas.  65

   Truene el cañón: el cántico de guerra,
Pueblos ya libres, con placer alzad.
Ved, ya desciende a la oprimida tierra
Los hierros a romper, la libertad.4




ArribaAbajoA la patria

Elegía




ArribaAbajo   ¡Cuán solitaria la nación que un día
Poblara inmensa gente,
La nación cuyo imperio se extendía
Del Ocaso al Oriente!
   ¡Lágrimas viertes, infeliz ahora,  5
Soberana del mundo,
Y nadie de tu faz encantadora
Borra el dolor profundo!
   Oscuridad y luto tenebroso
En ti vertió la muerte,  10
Y en su furor el déspota sañoso
Se complació en tu suerte.
   No perdonó lo hermoso, patria mía;
Cayó el joven guerrero,
Cayó el anciano, y la segur impía  15
Manejó placentero.
   So la rabia cayó la virgen pura
Del déspota sombrío,
Como eclipsa la rosa su hermosura
En el sol del estío.  20
   ¡Oh vosotros, del mundo habitadores,
Contemplad mi tormento!
¿Igualarse podrán ¡ah! qué dolores
Al dolor que yo siento?
   Yo desterrado de la patria mía,  25
De una patria que adoro,
Perdida miro su primer valía
Y sus desgracias lloro.
   Hijos espúreos y el fatal tirano
Sus hijos han perdido,  30
Y en campo de dolor su fértil llano
Tienen ¡ay! convertido.
   Tendió sus brazos la agitada España,
Sus hijos implorando;
Sus hijos fueron, mas traidora saña  35
Desbarató su bando.
   ¿Qué se hicieron tus muros torreados?
¡Oh mi patria querida!
¿Dónde fueron tus héroes esforzados,
Tu espada no vencida?  40
   ¡Ay! de tus hijos en la humilde frente
Está el rubor grabado;
A sus ojos caídos tristemente
El llanto está agolpado.
   Un tiempo España fue: cien héroes fueron  45
En tiempos de ventura,
Y las naciones tímidas la vieron
Vistosa en hermosura.
   Cual cedro que en el Líbano se ostenta,
Su frente se elevaba;  50
Como el trueno a la virgen amedrenta,
Su voz las aterraba.
   Mas ora, como piedra en el desierto,
Yaces desamparada,
Y el justo desgraciado vaga incierto  55
Allá en tierra apartada.
   Cubren su antigua pompa y poderío
Pobre yerba y arena,
Y el enemigo que tembló a su brío
Burla y goza en su pena.  60
   Vírgenes, destrenzad la cabellera
Y dadla al vago viento;
Acompañad con arpa lastimera
Mi lúgubre lamento.
   Desterrados, ¡oh Dios!, de nuestros lares,  65
Lloremos duelo tanto.
¿Quién calmará, ¡oh España!, tus pesares?
¿Quién secará tu llanto?

Londres 1829




ArribaAbajoSoneto



ArribaAbajo   Fresca, lozana, pura y olorosa,
Gala y adorno del pensil florido,
Gallarda puesta sobre el ramo erguido,
Fragancia esparce la naciente rosa.

   Mas si el ardiente sol lumbre enojosa  5
Vibra del can en llamas encendido,
El dulce aroma y el color perdido,
Sus hojas lleva el aura presurosa.

   Así brilló un momento mi ventura
En alas del amor, y hermosa nube  10
Fingí tal vez de gloria y de alegría.

   Mas ¡ay! que el bien trocose en amargura,
Y deshojada por los aires sube
La dulce flor de la esperanza mía.




ArribaAbajoA una estrella



ArribaAbajo   ¿Quién eres tú, lucero misterioso,
Tímido y triste entre luceros mil,
Que cuando miro tu esplendor dudoso,
Turbado siento el corazón latir?
   ¿Es acaso tu luz recuerdo triste  5
De otro antiguo perdido resplandor,
Cuando engañado como yo creíste
Eterna tu ventura que pasó?
   Tal vez con sueños de oro la esperanza
Acarició su pura juventud,  10
Y gloria y paz y amor y venturanza
Vertió en el mundo tu primera luz.
   Y al primer triunfo del amor primero
Que embalsamó en aromas el Edén,
Luciste acaso, mágico lucero,  15
Protector del misterio y del placer.
   Y era tu luz voluptüosa y tierna
La que entre flores resbalando allí,
Inspiraba en el alma un ansia eterna
De amor perpetuo y de placer sin fin.  20
   Mas ¡ay! que luego el bien y la alegría
En llanto y desventura se trocó:
Tu esplendor empañó niebla sombría;
Sólo un recuerdo al corazón quedó.
   Y ahora melancólico me miras  25
Y tu rayo es un dardo del pesar;
Si amor aún al corazón inspiras,
Es un amor sin esperanza ya.

      ¡Ay, lucero! yo te vi
      Resplandecer en mi frente,  30
      Cuando palpitar sentí
      Mi corazón dulcemente
      Con amante frenesí.

      Tu faz entonces lucía
      Con más brillante fulgor,  35
      Mientras yo me prometía
      Que jamás se apagaría
      Para mí tu resplandor.

      ¿Quién aquel brillo radiante
      ¡Oh lucero! te robó,  40
      Que oscureció tu semblante,
      Y a mi pecho arrebató
      La dicha en aquel instante?

      ¿O acaso tú siempre así
      Brillaste y en mi ilusión  45
      Yo aquel esplendor te di,
      Que amaba mi corazón,
      Lucero, cuando te vi?

      Una mujer adoré
      Que imaginara yo un cielo;  50
      Mi gloria en ella cifré,
      Y de un luminoso velo
      En mi ilusión la adorné.

      Y tú fuiste la aureola
      Que iluminaba su frente,  55
      Cual los aires arrebola
      El fúlgido sol naciente,
      Y el puro azul tornasola.

      Y, astro de dicha y amores,
      Se deslizaba mi vida  60
      A la luz de tus fulgores,
      Por fácil senda florida,
      Bajo un cielo de colores.


      Tantas dulces alegrías,
      Tantos mágicos ensueños,  65
      ¿Dónde fueron?
      Tan alegres fantasías,
      Deleites tan halagüeños,
      ¿Qué se hicieron?

      Huyeron con mi ilusión  70
      Para nunca más tornar,
      Y pasaron,
      Y sólo en mi corazón
      Recuerdos, llanto y pesar
      ¡Ay! dejaron.  75

      ¡Ah lucero! tú perdiste
      También tu puro fulgor,
      Y lloraste;
      También como yo sufriste,
      Y el crudo arpón del dolor  80
      ¡Ay! probaste.

      ¡Infeliz! ¿por qué volví
      De mis sueños de ventura
      Para hallar
      Luto y tinieblas en ti,  85
      Y lágrimas de amargura
      Que enjugar?

      Pero tú conmigo lloras,
      Que eres el ángel caído
      Del dolor,  90
      Y piedad llorando imploras,
      Y recuerdas tu perdido
      Resplandor.

      Lucero, si mi quebranto
      Oyes, y sufres cual yo,  95
      ¡Ay! juntemos
      Nuestras quejas, nuestro llanto:
      Pues nuestra gloria pasó,
      Juntos lloremos.

   Mas hoy miro tu luz casi apagada,  100
Y un vago padecer mi pecho siente;
Que está mi alma de sufrir cansada,
Seca ya de las lágrimas la fuente.

   ¡Quién sabe!... tú recordarás acaso
Otra vez tu pasado resplandor,  105
A ti tal vez te anunciará tu ocaso
Un Oriente más puro que el del sol.

   A mí tan sólo penas y amargura
Me quedan en el valle de la vida;
Como un sueño pasó mi infancia pura,  110
Se agosta ya mi juventud florida.

   Astro sé tú de candidez y amores
Para el que luz te preste en su ilusión,
Y ornado el porvenir de blancas flores,
Sienta latir de amor su corazón.  115

   Yo indiferente sigo mi camino
A merced de los vientos y la mar,
Y entregado en los brazos del destino,
Ni me importa salvarme o zozobrar.




ArribaA Jarifa en una orgía



Arriba   Trae, Jarifa, trae tu mano,
   Ven y pósala en mi frente,
   Que en un mar de lava hirviente
   Mi cabeza siento arder.
   Ven y junta con mis labios  5
   Esos labios que me irritan,
   Donde aún los besos palpitan
   De tus amantes de ayer.

   ¿Qué la virtud, la pureza?
   ¿Qué la verdad y el cariño?  10
   Mentida ilusión de niño
   Que halagó mi juventud.
   Dadme vino: en él se ahoguen
   Mis recuerdos; aturdida,
   Sin sentir, huya la vida;  15
   Paz me traiga el ataúd.

   El sudor mi rostro quema,
   Y en ardiente sangre, rojos
    Brillan inciertos mis ojos,
   Se me salta el corazón.  20
   Huye, mujer; te detesto,
   Siento tu mano en la mía,
   Y tu mano siento fría,
   Y tus besos hielo son.

   ¡Siempre igual! Necias mujeres,  25
   Inventad otras caricias,
   otro mundo, otras delicias,
   ¡O maldito sea el placer!
   Vuestros besos son mentira,
   Mentira vuestra ternura,  30
   Es fealdad vuestra hermosura,
   Vuestro gozo es padecer.

   Yo quiero amor, quiero gloria,
   Quiero un deleite divino,
   Como en mi mente imagino,  35
   Como en el mundo no hay;
   Y es la luz de aquel lucero
   Que engañó mi fantasía,
   Fuego fatuo, falso guía
   Que errante y ciego me tray.  40

   ¿Por qué murió para el placer mi alma,
Y vive aún para el dolor impío?
¿Por qué, si yazgo en indolente calma,
Siento en lugar de paz árido hastío?

   ¿Por qué este inquieto abrasador deseo?  45
¿Por qué este sentimiento extraño y vago
Que yo mismo conozco un devaneo,
Y busco aún su seductor halago?

   ¿Por qué aún fingirme amores y placeres
Que cierto estoy de que serán mentira?  50
¿Por qué en pos de fantásticas mujeres
Necio tal vez mi corazón delira,

   Si luego en vez de prados y de flores
Halla desiertos áridos y abrojos,
Y en sus sandios o lúbricos amores  55
Fastidio sólo encontrará y enojos?

   Yo me arrojé, cual rápido cometa,
En alas de mi ardiente fantasía,
Do quier mi arrebatada mente inquieta
Dichas y triunfos encontrar creía.  60

   Yo me lancé con atrevido vuelo
Fuera del mundo en la región etérea,
Y hallé la duda, y el radiante cielo
Vi convertirse en ilusión aérea.

   Luego en la tierra la virtud, la gloria  65
Busqué con ansia y delirante amor,
Y hediondo polvo y deleznable escoria
Mi fatigado espíritu encontró.

   Mujeres vi de virginal limpieza
Entre albas nubes de celeste lumbre;  70
Yo las toqué, y en humo su pureza
trocarse vi, y en lodo y podredumbre.

   Y encontré mi ilusión desvanecida,
Y eterno e insaciable mi deseo;
Palpé la realidad y odié la vida:  75
Sólo en la paz de los sepulcros creo.

   Y busco aún y busco codicioso,
Y aún deleites el alma finge y quiere;
Pregunto, y un acento pavoroso
«¡Ay! -me responde-, desespera y muere.  80

   »Muere, infeliz: la vida es un tormento,
Un engaño el placer; no hay en la tierra
Paz para ti, ni dicha, ni contento,
Sino eterna ambición y eterna guerra.

   »Que así castiga Dios el alma osada,  85
Que aspira loca, en su delirio insano,
De la verdad para el mortal velada,
A descubrir el insondable arcano.»

   ¡Oh, cesa! No, yo no quiero
   Ver más, ni saber ya nada;  90
   Harta mi alma y postrada,
   Sólo anhela el descansar.

   En mí muera el sentimiento,
   Pues ya murió mi ventura,
   Ni el placer ni la tristura  95
   Vuelvan mi pecho a turbar.

   Pasad, pasad en óptica ilusoria,
Y otras jóvenes almas engañad;
Nacaradas imágenes de gloria,
Coronas de oro y de laurel, pasad.  100

   Pasad, pasad, mujeres voluptuosas,
Con danza y algazara en confusión;
Pasad como visiones vaporosas
Sin conmover ni herir mi corazón.

Y aturdan mi revuelta fantasía  105
Los brindis y el estruendo del festín,
Y huya la noche y me sorprenda el día
En un letargo estúpido y sin fin.

   Ven, Jarifa; tú has sufrido
   Como yo; tú nunca lloras;  110
   mas, ¡ay triste!, que no ignoras
   Cuán amarga es mi aflicción.
   Una misma es nuestra pena,
   En vano el llanto contienes...
   Tú también, como yo tienes,  115
   Desgarrado el corazón.