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Oda IV


La gloria de las artes4


ArribaAbajo    ¿Adónde incauto desde el ancha vega
Del claro Tormes, que con onda pura
Y paso sosegado
De OTEA el valle fertiliza y riega,
Hoy el númen procura  5
Su vuelo levantar? ¿De qué sagrado
Espíritu inflamado,
Dexando ya a los tímidos pastores
El humilde rabel, canta atrevido
La gloria de las Artes, sus primores,  10
Y de la patria el nombre esclarecido?

    Qual el ave de Jove, que saliendo
Inexperta del nido en la vacía
Región desplegar osa
La alas voladoras, no sabiendo  15
La fuerza que la guía,
Y hora vaga atrevida, hora medrosa,
Hora más orgullosa
Sobre las altas cimas se levanta,
Tronar siente a sus pies la nube obscura,  20
Y el rayo abrasador ya no la espanta,
Al cielo remontándose segura;

    Entonces el pecho generoso, herido
De miedo y alborozo, ufano late;
Riza su cuello el viento,  25
Que en cambiantes de luz brilla encendido;
El ojo audaz combate
Derecho el claro sol, le mira atento,
Y en su heroyco ardimiento
La vista vuelve, a contemplar se para  30
La baxa tierra, y con acentos graves
Su triunfo engrandeciendo, se declara
Reyna del vago viento y de las aves:

    Yo así saliendo mi humilde suelo
En día tan alegre y venturoso  35
A gloria no esperada,
Dudo, temo, me inflamo y alzo el vuelo,
Do el afán generoso
Al premio corre y afortunada.
Palma, que colocada  40
Al pie de la Verdad y la Belleza,
Quien de divino genio conducido
Consigue arrebatarla, a ser empieza
En fama claro y libre ya de olvido;

    Al modo que en la olímpica victoria  45
El vencedor en la feliz carrera
La ilustre sien ceñía
Del ínclito laurel, y su memoria
Eterna después era.
Mas tú la voz plácida armonía,  50
NOBLE ACADEMIA, guía,
Mi verso al cielo cristalino alzando
¡Felice yo! si tu favor consigo,
Y el dulce plectro de marfil sonando
Las Artes canto tras mi dulce amigo5.  55

    Desde estos lares, su palacio augusto,
Qual vivaz fénix renacer las veo
Del hondo y largo olvido,
En que la Iberia con desdén injusto
Vio un tiempo su alto empleo.  60
¡O nombre de Borbón esclarecido!
A ti fue concedido
Las Artes restaurar: con tus favores
A nueva gloria y esplendor tornaron
La Fama resonó de sus loores,  65
Y los cisnes de Mantua las cantaron.

    Ellas alegres en unión amiga
La frente levantaron con ardiente
Afán, hasta encumbrarse
A la ideal belleza. A su fatiga  70
Cede el bronce obediente,
Y el mármol del cincel siente animarse;
Tus seres mejorarse,
¡O natura! en el lienzo trasladados
El carmín puro de la fresca rosa,  75
Los matices del iris variados,
El triste lirio y la azucena hermosa.

    ¡O divina pintura, ilusión grata
De los ojos y el alma! ¿de qué vena
Sacas el colorido  80
Que al alba el velo cándido retrata,
Quando asoma serena
Por el oriente en rayos encendido?
¿Cómo el cristal bruñido,
Finges de la risueña fuentecilla?  85
¿De los alegres prados la verdura?
¿Tanta varia y fragrante florecilla?
¿El rutilante sol y la nube obscura?

    ¿Cómo en un plano inmensos horizontes,
La atmósfera bañada de alba lumbre,  90
Sereno y puro el cielo,
La sombra obscura de los pardos montes,
Nevada la alta cumbre,
La augusta noche y su estrellado velo,
Del ave el raudo vuelo,  95
El ambiente, la niebla, el polvo leve,
Tu mágico poder tan bien remeda,
Que a competir con la verdad se atreve,
Y el alma enagenada en ellos queda?

    Tú de la dulce poesía hermana,  100
Qual ella el pecho blandamente agitas,
Y en amoroso fuego
Con tu expresión y gracia soberana
Le enciendes, o le excitas
A tierna compasión, a rencor ciego,  105
A desmayado ruego
Y amargo lloro. ¡O Sancho! ¡o! ¡tu admirable
Pincel qual ha mi espíritu movido!
¡O! ¡al contemplar tu Virgen adorable
EN SU EXTREMO DOLOR6, quanto he gemido!  110

    La dolorida madre arrodillada
Piedad pide a los bárbaros sayones
Para el hijo postrado.
Su rostro está qual la azucena ajada;
Sus humildes razones  115
Resuenan en mi oído: ¡ay! ¡quan sagrado
Aspecto, aunque ultrajado,
El del hijo de Dios! ¡qual la ternura
De Magdalena y Juan! ¡qual la fiereza
Del que herirte, o Jesús, brutal procura!  120
¡Y en tu celestial mano que belleza!

    ¡O pinceles! ¡o alteza peregrina
Del grande Rafael! ¡o bienhadada
Edad, en que hasta el cielo
En alas del ingenio la divina  125
Invención se vio alzada!
Quando su alma sublime el denso velo
Corrió con noble anhelo
De la naturaleza, y vio pasmado
El hombre ante sus ojos reverente  130
El universo estar, y hermoseado
De su mano salir y augusta mente.

    Admira, o hombre, tu grandeza, admira
Tu espíritu creador, y a la estrellada
Mansión vuela seguro  135
Donde tu aliento celestial suspira:
La mente allí inflamada
Cruza con presto giro del arturo
A do tiene el sol puro
Su rutilante trono; y con brioso  140
Pincel, guiado de furor divino,
Copia el concento raudo y armonioso
Con que se vuelve el orbe cristalino.

    Que no tú sola, o música, el ruido
Finges del arroyuelo transparente,  145
O imitas las undosas
Corrientes de la mar, o el alarido
Del soldado valiente
En las lides de Marte sanguinosas.
No menos pavorosas,  150
O fiero Julio, en tu batalla7 siento
Cruxir las roncas armas y la fiera
Trompa, estrépito, gritos y ardimiento,
Que si en el medio de su horror me viera.

    ¿Pues que, si entre los vientos bramadores  155
Nave de ayradas olas combatida
Diestro pincel me ofrece?
Yo escucho el alarido y los clamores
De la chusma afligida.
Y si de Dios los cielos estremece  160
El carro, y se enardece
Su cólera, y el trueno en son horrendo
Retumba por la nube pavorosa,
De la pálida luz y el ronco estruendo
Mi vista siente la impresión medrosa.  165

    Pero el mármol se anima, del agudo
Cincel herido, y a mis ojos veo
A Laocoon8 cercado
De silbadoras sierpes: en su crudo
Dolor escuchar creo  170
Los gemidos del pecho congojado,
Y al aspirar alzado.
Los hórridos dragones con ñudosos
Cercos le estrechan, y su mano fuerte
En vano de sus cuerpos sanguinosos  175
Librarse anhela y redimir la muerte.

    ¡Mira como en su angustia el sufrimiento
Los músculos abulta, y qual violenta
Los nervios extendidos!
¡Qual sume el vientre el comprimido aliento,  180
Y la ancha espalda aumenta!
Y en el cielo los ojos doloridos,
Por sus hijos queridos
¡Ay! ¡quan tarde su auxilio está implorando!
En tan terrible afán aun la ternura  185
Sobre el semblante paternal mostrando,
Qual débil luz por entre niebla obscura.

    Ellos a él vueltos con la faz llorosa
Y débil gesto al miserable llaman
En quejido doliente,  190
Rodeados de lazada ponzoñosa.
¡O! ¡quan en vano claman!
¡O! ¡como el padre por los tristes siente!
¡Y qual muestra en su frente
La fortaleza y el dolor luchando,  195
Y con las sierpes en batalla fiera,
Sus vigorosos muslos agitando
Los fuertes lazos sacudir quisiera!

    Mientras en Apolo9 la beldad divina
Se ve grata animar un cuerpo hermoso,  200
Do la flaqueza humana
Jamás cabida halló. Su peregrina
Forma y el vigoroso
Talle en la flor de juventud lozana,
Su vista alta y ufana,  205
De noble orgullo y menosprecio llena,
El triunfo y el esfuerzo sobrehumano
Muestran de Dios, que en actitud serena
Tiende la firme omnipotente mano.

    Parece en la soberbia excelsa frente  210
Lleno de complacencia victoriosa
Y de dulce contento,
Qual si el coro de Masas blandamente
Le halagara; la hermosa
Nariz hinchada del altivo aliento;  215
Libre el pie, en firme asiento,
Ostentando gallarda gentileza;
Y como que de vida se derrama
Un soplo celestial por su belleza,
Que alicata el mármol y su hielo inflama.  220

    Ni el lugar merecido a ti, o divina
Venus10, tampoco faltará en mi canto;
¡Ay! ¡do fuiste formada!
¡Quien ideó tu gracia peregrina!
Tu tierno y dulce encanto  225
Al ánimo enagena en regalada
Suspensión; tu delgada
Tez excede a la cándida azucena
Quando acaba de abrir; tu cuello erguido
Al labrado marfil; la alta y serena  230
Frente al sol claro en el zenit subido.

    ¡O reyna de las Gracias, blanda Diosa
De la paz y el contento, apasionada
Madre del niño alado!
Tus soberanos ojos de amorosa  235
Ternura, tu preciada
Boca do ríe el beso delicado,
Tu donayre, tu grado,
Tu suave expresión, tus formas bellas
Del suelo me enagenan: yo me olvido,  240
Y de cincel en ti no hallando huellas,
Absorto caygo ante tus pies rendido.

    Tan divinos modelos noche y día
Contempla atenta, o juventud hispana,
Y el pecho así excitado,  245
La senda estrecha que a la gloria guía,
Emprende alegre, ufana.
El genio creador vaya a tu lado:
Aquel que al cielo alzado
Huye lo popular, qual garza hermosa,  250
Quando del suelo rápida se aleja,
Al firmamento se levanta ayrosa,
Y el vulgo de las aves atrás dexa.

    ¡O venturoso, el que en las Artes siente
Propicio al cielo, que al nacer le infunde  255
Su vivífica llama!
Dadme, Musas, guirnalda floreciente
Que su frente circunde;
Mientras el pecho latiéndose se inflama
De noble ardor, exclama  260
Desvelado en su afán, no halla reposo
Al inquieto furor, teme, suspira
De un número lleno, y con pincel fogoso
Odio, miedo, terror y amor me inspira.

    Quizá algún joven al mirar la gloria  265
De tan augusto día, y de mi canto
Quizá también herido,
Se excita ya a la próxima victoria;
No la duda, y en llanto
Se baila de placer. ¡O esclarecido  270
Premio, muy más subido
Que el tesoro más rico! quien merece
Que tú le enxuges el sudor dichoso,
Inmortal vuela por el orbe, y crece
En cada edad con nombre más famoso.  275

    Así Phydias, Lisipo, Apéles viven
En eterna memoria; así la rara
Fama de Zéuxis dura;
Y el grande Urbino y Michael reciben,
Qual ellos honra clara.  280
Ni a ti, o Velázquez, en tiniebla obscura
Sumió la muerte dura.
Sus huellas, noble juventud, sus huellas
Sigue; imítalos, insta, y denodada
Hiere con alta frente las estrellas,  285
En sus divinas obras inflamada.

    Mas de las Musas y el crinado Apolo
Oye también la celestial doctrina,
Que a Phydias dio el modelo
El cantor Frigio del que el alto polo  290
Conturba, su divina
Frente moviendo, y estremece el suelo.
Y no en torpe desvelo
Al vicio el pincel desee la virtud santa,
O artistas, retratad, y disfamado  295
El vicio huirá con vergonzosa planta,
Qual sombra triste al resplandor sagrado.

    Y los que de la noble arquitectura
La ardua senda seguís, los cuidadosos
Ojos volved de contino  300
A la augusta grandeza y hermosura
De los restos preciosos,
Que del griego poder y del latino
Guardar plugo al destino.
Allí estudiad la magestad suntuosa,  305
Sólida proporción, sencilla idea,
Que a Herrera hicieron claro, y su dichosa
Edad de nuevo amanecer se vea.

    Mas tú en quien CARLOS de la patria fía
La suerte y el honor, o esclarecido  310
Conde, escucha oficioso
Lo que me inspira el cielo en este día.
Si de ti protegido
Sigue el genio español, si el lauro honroso
En su afán generoso  315
Galardón fuere que al artista anime,
Ni envidiaremos la Piedad toscana11,
Ni tus Estancias12 Rafael sublime,
Ni la soberbia mole vaticana.

    Feliz entonces el pincel íbero  320
Del GRAN CARLOS la imagen gloriosa
Copiará reverente,
Y al príncipe brillando qual lucero
A par su augusta esposa.
Brille el valor impreso en su alta frente,  325
Y el consejo prudente;
Las gracias todas en la amable Luisa,
Y en el real pimpollo ¡ay! el consuelo
De dos mundos, la paz y tierna risa
Con que recrea al venerable abuelo.  330




Oda V


De la verdadera paz


Al Mtro. Fr. Diego González


ArribaAbajo   Delio, quantos al cielo
Importunan con súplicas, bañando
En lloro amargo el suelo,
Van dulce paz buscando,
Y a Dios la están contino demandando.  5

    Las manos extendidas
En su hogar pobre el labrador la implora,
Y entre las combatidas
Olas de la sonora
Mar la demanda el mercader que llora.  10

    ¿Por qué el feroz soldado
Rompiendo el fuerte muro, a muerte dura
Pone su pecho osado?
¡Ay Delio! así asegura
El ocio blando que la paz procura.  15

    Todos la paz desean,
Todos se afanan en buscarla y gimen
Mas por artes que emplean,
Las ansias no redimen
Que el apenado corazón comprimen.  20

    Porque no el verdadero
Descanso hallarse puede ni en el oro,
Ni en el rico granero,
Ni en el eco sonoro
Del bélico clarín, causa de lloro;  25

    Sino sólo en la pura
Conciencia, de esperanzas y temores
Altamente segura,
Que ni bienes mayores
Anhela, ni del aula los favores;  30

    Mas consigo contenta
En grata y no envidiada medianía,
A su deber atenta,
Sólo en el Señor fía,
Y veces mil lo ensalza cada día.  35

    Ya si de nieve y grana
Pintando asoma el sonrosado oriente
La risueña mañana,
Ya si en su trono ardiente
Se ostenta el sol en el cenit fulgente,  40

    O ya si el velo umbroso
Corre la augusta noche y al rendido
Mundo llama al reposo,
Y el escuadrón lucido
De estrellas lleva el ánimo embebido;  45

    Ensálzalo, y le entona
Humilde en feudo el cántico agradable
Que su bondad pregona:
Su ley santa inefable
Con faz obedeciendo inalterable.  50

    ¡O vida! ¡o sazonado
Fruto de la virtud! ¡de la del cielo
Remedo acá empezado!
¡Quando el hombre en el suelo
Podrá seguirte con derecho vuelo!  55

    ¡Quando será que dexe
El suspirar, temer y el congojoso
Mandar, o que se aleje
Del oro a su reposo,
Muy más letal que el áspid ponzoñoso!  60

    Entonces tornaría
Al lagrimoso suelo la sagrada
Alma paz, y sería
Tan fácil, Delio, hallada,
Quan hora es ¡ay! en vano procurada.  65

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