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ArribaAbajoJuan Rejano

Juan Rejano

Juan Rejano
(Puente Genil, Córdoba, 1903-México, D. F. 1976)

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Juan Rejano, autodidacta, periodista, militante comunista, antes de la guerra civil no publicó más que algunos poemas dispersos. En 1939 se trasladó a México, junto con otros exiliados, a bordo del Sinaia. Allí desempeñó una importante labor cultural, como director de la revista Romance y de otras publicaciones, muy especialmente el suplemento literario del diario El Nacional. Su primer libro, Fidelidad del sueño, se publicó en 1943, y el último, La tarde, en 1976, el mismo año de su muerte. Hay en su poesía compromiso político y nostalgia de España, ecos de Quevedo y Machado y un neopopularismo que nos recuerda inevitablemente a Rafael Alberti. A primera vista, parece haber una cierta contradicción entre sus convicciones políticas -fue miembro del Comité Central del PCE desde 1954 hasta su muerte- y el carácter «arcaico, clasicista y en el fondo conservador» [Teresa Hernández, pág. 38] de su poética; pero esa contradicción quizá resulte sólo aparente.

Obra poética

Fidelidad del sueño, México, Editorial Diálogo. 1943.

El Genil y los olivos, México, Litoral, 1944.

Víspera heroica, México, Gráfica Panamericana, 1947.

El oscuro límite, México, Cuadernos Americanos, 1948.

Noche adentro, México, Compañía Editora y Librera ARS, 1949.

Oda española, México, Nuestro Tiempo, 1949.

Constelación menor, Morelia, La Espiga y el aurel, 1950.

Canciones de la paz, México, Editorial España y La Paz, 1955.

La respuesta. Homenaje a Antonio Machado, México, 1956.

El río y la paloma, México, Finisterre, 1960.

Libro de los homenajes, México, UNAM, 1961.

Elegía rota para un himno, México, Finisterre. 1963.

El jazmín y la llama, México, Finisterre, 1966.

Alas de tierra (Poesía 1943-1973), México, UNAM, 1975.

La tarde, México, Arte y Libros, 1976; 2.ª ed., Málaga, Centro Cultural de la Generación del 27, 1989. Edición de Teresa Hernández.

Elegías mexicanas, México, Era, 1977.

Antología de urgencia, Madrid, Dulcinea, 1977.

La mirada del hombre (Antología), Madrid, Casa de Campo, 1978; 2.ª ed., Anthropos, Barcelona, 1988. Introducción de Aurora de Albornoz.

Bibliografía

Cano, José Luis, «La poesía de Juan Rejano», en VV. AA., Señales de Juan Rejano, págs. 148-157.

Hernández, Teresa, «Introducción», en La tarde (2.ª ed.), págs. 9-55.

Miró, Emilio, «Juan Rejano por Juan Rejano», en VV. AA., Señales de Juan Rejano, págs. 158-166.

VV. AA., Señales de Juan Rejano. Vida y obra. Antología poética, en Litoral, núms. 91-92-93, Málaga, 1980.

——, Juan Rejano, número monográfico de Cuadernos del Sur, suplemento de Diario Córdoba, Córdoba, 23-XI-2000.

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ArribaAbajo Presagio


ArribaAbajo A través de la noche sosegada
escucho junto a mí pasar un viento
conocido. Los ojos un momento
cierro, y hundida la razón, templada

la sangre por la voz enamorada
que entre sus linfas brota, un viejo acento
de inefable locura toma aliento
sobre el olvido y puebla mi morada.

¿Será, será, por fin?, digo y deshojo
lejanas luces que algún día alzaron
mi amanecida frente a un cielo rojo.
¿Serán los sueños, que su puerta hallaron?

Mas pasa el viento, y otra vez perdido
me deja entre la noche y el olvido.

[Noche adentro]

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ArribaAbajoFebrero, 1939


ArribaAbajo Entre harapos de niebla y lluvia
viene dando
traspiés y al fin despéñase
la mañana sobre
el Pirineo: viene
dando traspiés montaña arriba,
calado hasta los huesos
del espíritu, un hombre,
un hombre solo -un pueblo solo-
(consigo trae la rosa intacta
de su patria, la voz más pura
que ha sonado en el alto páramo
del Duero),
en el angosto
puerto de la frontera
se detiene, mira
hacia atrás, contempla
la tierra desollada
y triste, la hermosa tierra
hendida
por las bocas del odio
y sus tumores,

«¡España vencida toda,
de río a río, de monte a monte, de mar a mar!»

con el pañuelo, trémulas
las manos, ojos
que ya no ven, se enjuga luego
las gotas -¿o las lágrimas?-
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que tiemblan en su rostro
y de nuevo
comienza a caminar.

(Inmediata, quién sabe
si presentida, pero siempre
repintada alcahueta, más allá
de la montaña, en un
pueblo de pescadores,
en la cama
de un pobre hotel,
la muerte
entre las húmedas
sábanas está
esperándolo como
una amante impaciente.)

[La montaña y el mar]

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ArribaAbajo [La tarde como un cuerpo...]


ArribaAbajo La tarde como un cuerpo desnudo que reposa
agotado de amor sobre una tierra
de donde huyó el amor, se abre a mis ojos
y en su espejo redondo me contemplo.
Otras tardes evoco que el olvido
me devuelve a esta luz cuya caricia
en mi frente dejó sus oros trémulos
en horas ya lejanas. Lo apacible me infunde
una piedad gozosa que lentamente afluye
a mis labios, acaso como un ansia
de perdón de mí mismo. Agua lustral que busca
regresar a su origen, limpiar no sé qué máculas
que viven soterradas, entre oscuros repliegues,
donde tanta miseria se acumula.
Al sol que ya tramonta, alzo luego la frente
y a lo lejos escucho un vibrar de campanas.

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ArribaAbajo [Era como un pequeño príncipe...]


ArribaAbajo Era como un pequeño príncipe entre papeles
y libros: la pelambre suave y atigrada,
cambiantes las pupilas, ya irisado topacio,
ya esmeralda, irradiando misteriosos fluidos,
dialogaba conmigo, me hablaba como un hombre
o junto a mí pasaba desdeñoso y altivo
sin mirarme siquiera. Voluptuoso siempre,
sensible a la caricia, distante, tierno, huraño,
nunca sumiso, nunca dócil, mi camarada
fue en las horas funestas y compartía gozoso
mis vigilias nocturnas al amor de las páginas.
Una noche apacible, ya envejecido y torpe,
vino a echarse a mis plantas, me miró como un niño,
me habló con voz muy triste, y dobló la cabeza
para siempre.
Tenía la dignidad, la gracia
de la plena criatura.
Lo nombro y me acongojo.

[La tarde]