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Otros sonetos

- 1 -

A la Majestad del Rey Nuestro Señor

   Rinda a la estampa de tu excelsa planta

su yerro cuello Babilonia fiera,

sacro Felipe que en tu cuarta esfera

desde que nace el sol la noche espanta.

   En vano de las aguas se levanta
5

triforme, ardiente, indómita quimera,

cuando Español Belerophonte espera

vibrar en su cerviz la espada santa.

   Donde llevar el pan David solía,

llevó la piedra, que del blanco velo
10

figura fue que piedra y pan vencía.

   Así en los Triunfos de tu santo celo

vio España juntos un alegre día

David, Gigante, Piedra y Pan del Cielo.


- 2 -

Al Excmo. Señor Conde de Olivares

   Ultima es ya persecución sangrienta

con gloria del martirio la que llora

Raquel la Iglesia, cuyas aras dora

púrpura en jaspes, que su altar sustenta.

   Cuando exaltar piadosamente intenta
5

Felipe Cuarto en su primera Aurora

el sacro Pan, que cielo y tierra adora,

da vida al hombre, al Ángel alimenta.

   Por ti, por tu consejo, por tu celo,

Guzmán excelentísimo previno
10

tanta celebridad al blanco velo.

   Honraste el claustro, en que triunfando vino,

y vio la tierra convertida en cielo,

Dios César, Ángel Rey, Triunfo divino.


- 3 -

A la Excma. Señora Condesa de Olivares

   Este Triunfo de amor, que imita el celo

de Felipe Católico aquel día,

que a vista de la ingrata apostasía

ensalzó la verdad del Pan del cielo.

   Cuando con los reflejos de aquel velo,
5

sol que del Aries del Tusón ardía,

de la alta selva de Albión quería

el joven de Austria penetrar el hielo.

   Será triunfo también, que constituyo

a tu valor, porque despojos pise,
10

eterno fénix de su misma llama.

   Porque ninguno habrá que para el tuyo

pueda negar, esclarecida Nise,

laurel a tu virtud, gloria a tu fama.


- 4 -

A la Excma. Señora Condesa de Olivares, de doña Feliciana Félix

    Nise, tu gran virtud, que de ninguna

de nuestro siglo oposición padece,

por si te ensalza sola, y te ennoblece

sin causa accidental de estrella alguna.

   Menos el oro en la primera cuna
5

que en el postrero mármol resplandece,

la heroica fama en las cenizas crece,

que en los bienes del alma no hay fortuna.

   Si versos pueden dar inmortal vida,

si alabanza los méritos decora,
10

feliz la pluma que tal genio alcanza.

    Que es tanto tu valor, y tan debida

la gloria a tu modestia (o gran señora)

que es deuda y no lisonja tu alabanza.


- 5 -

Doña Antonia de Nevares Santoyo a la Excma. Señora Condesa de Olivares

   Símbolo de la paz te cupo en suerte,

ave de Venus celestial, no humana,

que el verde ramo entre la viva grama

sol muestra, nubes limpias flores vierte.

   En la gloria mortal templanza advierte
5

que a la vida inmortal el paso allana,

que a la virtud, que no a la pompa vana,

respeta el mármol, reino de la muerte.

   Tú, pues, escucha en cítara sonante

triunfos del Pan, que vencedor derriba,
10

nuevo David, al Calidón gigante.

   Debidas glorias a tu ilustre oliva,

que con el manto militar delante

dos reyes sirve y con entrambos priva.




Sonetos a Cristo

- 6 -

   Para lucir misericordias tuyas

parece que nací, señor del cielo,

indigno soy de tu piadoso celo,

temblando estoy que en tu furor me arguyas.

   Pero cuando me venzas y concluyas,
5

volviendo al polvo de mi patrio suelo,

y desatado del corpóreo velo,

mi fin a su principio restituyas.

   ¿Qué utilidad, qué gloria se te sigue?

Hombre nací, tu imagen es el hombre,
10

de bárbaro pincel dejé borrarme.

   Mas cuando a renovar amor te obligue,

será mayor grandeza de tu nombre,

que deba dos veces fabricarme.


- 7 -

Del hablar con Dios

   Señor, cuando yo miro mi ignorancia,

y que me llego a hablar con vuestra ciencia,

cuando tiemblo de ver la diferencia,

acobarda mi lengua la distancia.

   ¿Qué puedo yo deciros de importancia,
5

después de tanto error y tanta ausencia?

pues cuanto fue mayor vuestra clemencia,

será de mi temor la repugnancia.

   Príncipes de la tierra en el concepto

que de vana retórica se viste,
10

reparan, porque son tierra en efecto.

   Vos en el alma, en que el amor consiste,

que vos no me queréis a mí discreto,

Si no turbado, arrepentido y triste.


- 8 -

Temores en el favor

   Cuando en mis manos, Rey eterno, os miro,

y la cándida víctima levanto,

de mi atrevida indignidad me espanto

y la piedad de vuestro pecho admiro.

   Tal vez el alma con temor retiro;
5

tal vez la doy al amoroso llanto;

que, arrepentido de ofenderos tanto,

con ansias temo y con dolor suspiro.

   Volved los ojos a mirarme humanos

que por las sendas de mi error siniestras
10

me despeñaron pensamientos vanos.

   No sean tantas las miserias nuestras,

que a quien os tuvo en sus indignas manos

vos le dejéis de las divinas vuestras.


- 9 -7

   Mil veces he advertido en la belleza,

gracia y entendimiento de Teodoro,

que, a no ser desigual a mi decoro,

estimara su ingenio y gentileza.

   Es el amor común naturaleza,
5

mas yo tengo mi honor por más tesoro;

que los respetos de quien soy adoro,

y aun el pensarlo tengo por bajeza.

   La envidia bien sé yo que ha de quedarme;

que si la suelen dar bienes ajenos,
10

bien tengo de que pueda lamentarme.

   Porque quisiera yo que, por lo menos,

Teodoro fuera más, para igualarme,

o yo, para igualarme, fuera menos.


- 10 -

La Hermosura enojada

   Señor, si fuiste en humano velo

de los hombres, el hombre más hermoso,

más apacible, manso y amoroso,

vida del alma, y de los ojos cielo.

   Con justa causa tiemblo y me desvelo
5

el tribunal pensando temeroso,

donde, si os imagino riguroso,

verme culpado me convierte en hielo.

   ¿Podrán mis culpas levantar por dicha

a vos mis ojos? No, que mi pecado
10

me priva en tanto bien de tanta dicha.

   ¿Cómo podré miraros enojado?

porque no pude haber mayor desdicha,

que ver un rostro tan hermosos airado.


- 11 -

Fuerza de lágrimas

   Con ánimo de hablarle en confianza

de su piedad entré en el templo un día

donde Cristo en la luz resplandecía

con el perdón que quien le mira alcanza.

   Y aunque la fe, el amor y la esperanza
5

a la lengua pusieron osadía,

acordeme que fue por culpa mía

y quisiera de mí tomar venganza.

   Ya me volvía sin decirle nada,

y como vi la llaga del costado,
10

parose el alma, en lágrimas bañada.

   Hablé, lloré y entré por aquel lado,

porque no tiene Dios puerta cerrada

al corazón contrito y humillado.


- 12 -

Dilaciones sin disculpa

   Hablaros quiero y descortés aguardo

que vos me habléis a mí, señor divino,

mirad a que llego mi desatino,

que cuanto más me importa más me tardo.

   Voy a buscaros, y de vos me guardo,
5

más me defiendo, cuanto más me inclino,

quiero que vos hagáis lo que imagino,

y en daros la materia me acobardo.

   De día en día dilatando el día,

que vos me habléis a mí primero quiero,
10

¡qué loco error, qué necedad la mía!

   Si me importa vivir, ¿qué tiempo espero?

pues aunque fuera en buena cortesía,

es bien, Señor, que os hable yo primero.


- 13 -

Quien pide, ¿por qué ofende?

   Si estoy a no pecar determinado,

bien voy para pedir perdón dispuesto;

pero si llego a Dios dudoso en esto,

será lo mismo que no haber llegado.

   Ofender y rogar, vano cuidado,
5

y acometer a amar, y olvidar presto,

que para el cielo, en aceptando el puesto,

no ha de volver atrás el buen soldado.

   A mis profundas voces tus inmensas

misericordias, Rey eterno, aplica,
10

pues hallo en tus deseos mis defensas.

   Pero el que ofende, ¿para qué suplica,

porque pedir perdón y hacer ofensas

al mismo Dios, contradicción implica?


- 14 -

El castigo de quien ama

   Cuando voy a tu cruz para valerme,

allí siento que puedes condenarme,

pues donde mueres tú para obligarme,

para vivir intento socorrerte.

   Pero también te obliga a no perderme,
5

que por ella quisiste remediarme,

que no es el tribunal de castigarme

el altar donde vengo a defenderme.

   Justo temor solicitar me esfuerza

tus manos de tus clavos desasidas,
10

pues hay piedad que tu sentencia tuerza.

   Si allí castigas culpas cometidas,

herir podrás, pero con menos fuerza

para no lastimarte las heridas.


- 15 -

Dios, centro del alma

   Si fuera de mi amor verdad el fuego,

él caminara a tu divina espera;

pero es cometa que corrió ligera

con resplandor que se deshizo luego.

   ¡Qué deseoso de tus brazos llego
5

Cuándo el temor mis culpas considera!

Mas si mi amor en ti no persevera,

¿en qué centro mortal tendrá sosiego?

   Voy a buscarte, y cuanto más te encuentro,

menos reparo en ti, Cordero manso,
10

aunque me buscas tú del alma adentro.

   Pero dime, Señor: si hallar descanso

no puede el alma fuera de su centro,

y estoy fuera de ti, ¿cómo descanso?


- 16 -

Sólo Cristo enseña

   Deseo de saber tan propio al hombre

con años de cuidado y diligencia

me ha tenido por una y otra ciencia

buscando fama, y adquiriendo nombre.

   ¿Mas quién habrá, Señor, que no se asombre
5

de ver turbar la ciencia en tu presencia

de tantos que por psíquica excelencia

quieren, que le mundo los estime y nombre?

   ¡Qué necio en ciencias vanas me divierto!

que si los ojos a tu cruz levanto
10

eres el arte más seguro y cierto.

   ¿Pero cómo calvado enseñas tanto?

debe de ser que siempre estás abierto,

¡o Cristo, o ciencia eterna, o libro santo!


- 17 -

La grandeza y la miseria

   Tú de ningún lugar, Dios, circunscrito,

ni contenido, como siempre eterno,

subsistente verdad, cuyo gobierno

ha sido, es y será tiempo infinito.

   Vuelve a mirar en el mortal distrito
5

entre las sombras del oscuro Averno

aquella imagen con amor paterno,

sujeta a errar desde el primer delito.

   Tú eres causa, Señor, que permanece,

yo breve instante que a la tierra vuelvo,
10

que dio principio a la miseria humana.

   Esto poco que soy se desvanece

en viento, en polvo, en nada me resuelvo,

si tú me dejas, ¿qué seré mañana?


- 18 -

A la concepción de la Virgen Nuestra Señora

   Hermosa Virgen, cuando el tempo santo

de Salomón se edificó, ni oído

golpe tocó, ni fue jamás sentido,

que la posteridad cubrió de espanto.

   Ni se trocó su religioso manto
5

por guerra alguna en el marcial vestido,

ni al pacífico trono esclarecido

humanas armas se atrevieron tanto.

   Vos pues, cuando en el claustro soberano

de vuestra madre, o Reina, previniste
10

a Dios el templo que labró su mano.

   Libre del golpe de la culpa fuiste,

ni contra vos se levantó tirano,

que desde que él lo dijo, le venciste.


- 19 -

A la primera madre

   Deseos de ser Dios que se atrevieron

a tanto mal como después pagaron,

si en los cielos al ángel engañaron,

a la primer mujer disculpa dieron.

   Pero si cuantos males no vinieron,
5

de mujer atrevida se causaron,

con la humilde mayor se remediaron,

que honró la tierra, y que los cielos vieron.

   El mundo te agradezca, o madre hermosa,

puesto que el daño universal te culpa,
10

de tus espinas la encarnada rosa.

   Porque quien más se queja de tu culpa,

por lo menos te debe el ser dichosa,

pues tuvo tal remedio por disculpa.


- 20 -

A la bella Sara

   Peregrino Abraham intenta asilo

al cielo airado con la bella Sara,

deja la estéril Canaan, y para

en las riberas del fecundo Nilo.

   Teme que lleve a la garganta el filo
5

de Faraón por su belleza rara,

mas como Dios le guía, Dios le ampara,

que no la industria del humano estilo.

   Vuélvele el Rey a su mujer, y el vario

temor respeta de marido el nombre,
10

que la matara Dios por lo contrario.

   ¿Quién hay que del peligro no se asombre,

viendo que el mismo Dios fue necesario

para defensa del honor de un hombre?


- 21 -

De Sansón

   Duerme seguro el Nazareno fuerte,

que lo estuviera más donde destila

rabia Caribdis y veneno Scyla,

en los hermosos brazos de su muerte.

   A tanta confianza se convierte,
5

y a tanto amor, en Átropos Dalila,

la estambre coge y el acero afila,

porque sin fuerzas a morir despierte.

   Ningún traidor asir con más ejemplo

a la ocasión por el cabello pudo,
10

y aunque llegó de su venganza el día.

   No el templo a él, mas él sepulta el templo,

muere dos veces ciego y dice mudo:

¿Qué espera el hombre, que en mujer se fía?


- 22 -

A San Pedro

   Con ser Cristo de Dios la fortaleza,

rindió las llaves, Pedro, a vuestra mano,

Alcalde de su alcázar soberano

os constituye por mayor grandeza.

   Que si mostrastes al entrar flaqueza
5

en casa del Pontífice titano,

por eso en fe de Capitán Romano,

donde puso los pies, dais la cabeza.

   Lágrimas, bien podéis tener consuelo,

que hasta el pecho de Dios hallaréis puerta,
10

pues por llorar le dieron la del cielo.

   Y que padece fuerza es cosa cierta,

pues parece que quiere desde el suelo,

a fuerza de los pies dejarla abierta.


- 23 -

A San Jerónimo

   Para imitar el coro soberano

de sacras aves celestiales hecho,

entona en la capilla de su pecho

Jerónimo divino un canto humano.

   Lleva el fuerte compás la diestra mano,
5

aunque le deja su rigor deshecho,

y queda todo el cielo satisfecho,

que agrada mucho a Dios el canto llano.

   Queda en cantar Jerónimo tan diestro

el salmo de este canto, que ha tenido
10

en alta admiración los cielos juntos.

   Dando, para más gloria del maestro,

el contrapunto amor, Dios el oído,

los golpes líneas, y la sangre puntos.


- 24 -

A San Hilarión

   Tú, que para estudiar a Dios amores,

divino Archimandrita del desierto,

tuviste de altos árboles cubierto

por libros hojas y por letras flores.

   Hallaste a soledades interiores
5

fuera de la ciudad camino cierto,

que mal se puede hallar tan descubierto

el monte del Señor entre señores.

   Por zarzas fuiste a la divina llama,

en cuyo ejemplo ya de polo a polo
10

tantos soldados tu valor esfuerza.

   Su Fénix hoy la soledad te llama,

por que de no ser Dios, quien fue tan solo

había de ser San Hilarión por fuerza.


- 25 -

En el libro Epítome historial del Reino de la China, de Francisco Herrera Maldonado

   Hizo naturaleza con desvelo,

bien que instrumento del poder divino,

el Imperio mayor del mundo al Chino,

del sol el más ilustre paralelo.

   Con las reliquias de su fértil suelo,
5

diamantes, ámbar, oro, seda y lino,

oprime el hombro al maralado pino

hasta que mira el Lusitano cielo.

   Vierta riqueza propia en tierra extraña,

copia infinita sale, inmensa espera,
10

con que los Indios y Españolas baña.

   Pero quien junta aquí la considera,

verá, que nunca de la China a España

pasó riqueza igual, divino Herrera.


- 26 -

Donde Lope de Vega describe la toma de velo de su hija Marcela

   Sale Marcela, y perdonad, os ruego,

si el amor se adelanta, que quien ama

juzga de los colores como ciego.

No vi en mi vida tan hermosa dama,

   Tal cara, tal cabello y gallardía;
5

mayor pareció a todos que su fama.

Ayuda a la hermosura la alegría,

al talle el brío, al cuerpo, que estrenaba

   los primeros chapines aquel día.

La señora Marquesa de la Tela,
10

pues que nos la deshizo, hermosa estaba.

   No pudo encareceros a Marcela

hipérbole mayor que su hermosura,

si a la envidia deslumbra, al sol desvela.


- 27 -

   Peligro tiene el más probado vado;

quien no teme que el mal le impida pida,

mientras la suerte le convida vida,

y goce el bien tan sin cuidado dado.

   Mas cuanto en más afortunado hado
5

fuerza y poder se descomida mida,

cuán presto adonde más resida es ida

la gloria vil desde prestado estado.

   La honra puede tu estandarte darte,

amor, por quien la recatada atada
10

tuvo en el fuego que reparte, parte.

    Fue la defensa, aunque ordenada, nada,

pues es por ti, sin remediarte arte,

la cuerda, loca; la encerrada, errada.


- 28 -

El alma a su Dios

   ¿Cuándo en tu alcázar de Sión y en Beth

de tu santo David seré Abisac?

¿Cuándo Rebeca de tu humilde Isaac?

¿Cuándo de tu Josef limpia Aseneth?

   De las aguas salí como Jafet,
5

de la llama voraz como Sidrac,

y de las maldiciones de Balac

por la que fue bendita en Nazareth.

   Viva en Jerusalén como otro Jasub,

y no me quede en la ciudad de Lot,
10

sabiduría eterna, inmenso Alef.

   Que tú, que pisas el mayor querub,

y la cerviz enlazas de Behemoth,

sacarás de la cárcel a Josef.


- 29 -

En el libro el Galanteo español, de Lucas Gracián Dantisco

   La hermosa y muy discreta gallardía,

hija del cortesano buen deseo,

tuvo un hijo llamado Galateo,

que en virtud y valor resplandecía.

   Mamó la leche de cortesanía,
5

en su buen trato, celo, ornato arreo,

su mucha gentileza, y limpio aseo

es tal, que el más galán por él se guía.

   Este se nos presenta aventajado

con otros ejemplares documentos,
10

por otro Galateo que le iguala.

   ¿Quién corrige defectos sin enfado?

¿quién da gusto y placer, con dulces cuentos?

Gracián y Galateo, gracia y gala.


- 30 -

Al Conde de Villamediana

   Al que sobró de buen entendimiento

vino a faltar tan presto su sentido,

y el que en ajenas vidas se ha metido,

la propia le sacó su atrevimiento,

   principio fue, no fin de su tormento,
5

el caso lastimoso que ha tenido,

o por su lengua y mano merecido,

con que aplauso ganó por sentimiento.

   Con un tiro fatal más esforzado

una Villamediana destruida
10

se mira, ¡oh tiempo duro! ¡oh dura suerte!

   su fin, sus hechos le han pronosticado;

su vida fue amenaza de su muerte,

y su muerte fue paga de su vida.


- 31 -

Al libro Eternidad del rey D. Felipe III, de Ana de Castro Egeas

   Tu dulce voz, cual suele en Primavera

suave despertar céfiro a Flora,

en las cenizas, que animó sonora,

vivir Felipe, donde espira, espera.

   Sol amanece a la terrestre esfera,
5

y del polo Español las líneas dora,

que tú, naciendo de su ocaso Aurora,

vuelves sus rayos a su luz primera.

   Si en dar al Fénix vida cuando espira,

la más alta virtud del sol consiste,
10

divina Musa, tu milagro admira.

   Que si la tuya nuevas plumas viste,

de España al Fénix en tan alta pira,

tú sola sol de los ingenios fuiste.


- 32 -

Al libro El peregrino indiano, de Antonio Saavedra

   Un gran Cortés y un grande Cortesano,

autores son de esta famosa historia,

si Cortés con la espada alcanzó gloria,

vos con la pluma, ingenio soberano.

   Si él vence al Indio, debe a vuestra mano
5

que no venza el olvido su memoria,

y así fue de los dos esta victoria,

que si es César Cortés vos sois Lucano.

   Corteses sois los dos que al Cristianismo

dais vos su frente de laurel cercada,
10

y él vuestra Musa bélica Española.

   Y aun más Cortés sois vos, si hacéis lo mismo,

que Cortés con el corte de la espada,

siéndolo tanto con la pluma sola.


- 33 -

Al libro Historia ejemplar de las dos constantes mujeres españolas, de Luis Pacheco de Narváez

   A la esfera de Marte reservada

a solos Héroes de inmortal memoria

llegó don Luis por última victoria

de tanta envidia vanamente armada.

   La pluma de las armas retirada,
5

esta moral ocupa dulce historia,

por dividir entre las dos la gloria,

emulación de su famosa espada.

   A dos ilustres Damas asegura

Marte en su esfera, y resplandece en ellas
10

su aspecto y su virtud cándida y pura.

   Las dos eran de Venus luces bellas,

mas ya para guardar tanta hermosura

en la esfera de Marte son estrellas.


- 34 -

En el libro Rimas varias, de Miguel Colodrero de Villalobos

   Sale la Aurora en su oriental esfera,

y el campo, que las lágrimas, que llora,

en plantas coge, en flores atesora,

como amanece el sol la tarde espera.

   Tu tierna y verde edad, tu luz primera,
5

así tu patria y tu nobleza honora,

que por los resplandores de tu Aurora

la gloria de tus años considera.

   Y como por celajes de alegría,

introduciendo al oro los colores,
10

vencer la sombra occidental porfía.

   Así serán cantando tus amores,

cuando amanece de tu ingenio el día,

sol los conceptos y los versos flores.


- 35 -

La Vega del Parnaso 1637, en el libro Ulissea edificada, del doctor Gabriel Pereira

   Lisboa, por el Griego edificada,

ya de ser Fénix inmortal presuma,

pues debe más a tu divina pluma,

Docto Gabriel que a su famosa espada.

   Voraz el tiempo con la diestra airada
5

no hay imperio mortal que no consuma:

pero la vida de tu heroica suma

es alma ilustremente reformada.

   Mas ay! que cuando más enriqueciste

la Patria, que su artífice te llama,
10

por la segunda vida que le diste.

   Ciprés funesto tu laurel en rama,

si bien ganaste en lo que más perdiste,

pues cuando mueres tú, nace tu fama.


- 36 -

Al desdén de doña Casilda

   ¿Qué basilisco de mis ojos fieros,

suaves y risueños en miraros,

pudo ofender los vuestros y obligaros

a no comunicarme el bien de veros?

   ¿Qué nube os eclipsó, claros luceros?
5

Dejaos mirar si pretendéis vengaros;

mas ¡ay! que os imagino tan avaros,

que aun no daréis el mal de conoceros.

   No merecen gozar ojos humanos

de un ángel bello que se tiene a mengua,
10

pero advertir para excusar enojos

   que cuando huyáis los ojos soberanos

no habléis, que si ellos mudos tienen lengua,

la lengua hará el oficio de los ojos.


- 37 -

A Juliana y Juana

   Amanecieron en el claro oriente,

entre el aurora, perlas y cristales,

los dos hermosos soles celestiales

que al mundo alumbra con su luz ardiente.

   Daba el menor divino, refulgente,
5

con rayos de oro, luz a los mortales;

daba el mayor los rayos orientales,

cubiertos de una nube transparente.

   Cual águila caudal miré atrevido

los bellos ojos de Juliana y Juana
10

contra los rayos del inmenso fuego...

   Mirelos solos de su luz movido,

y por pagar mi confianza vana,

hiriome el resplandor y quedé ciego.


- 38 -

Al maestro Vicente Espinel

   Aquesta pluma, célebre maestro,

que me pusisteis en las manos cuando

los primeros caracteres firmando

estaba, temeroso y poco diestro;

   mis verdes años, que al gobierno vuestro
5

crecieron, aprendieron e imitando,

son los que ahora están gratificando

el bien pasado que presente os muestro.

   La pura voluntad, que no la pluma,

porque la vuestra os eterniza y precia,
10

en estas letras la destreza extraña;

   pero diré que si Mercurio en suma,

la instruyó en Italia y Cadmo en Grecia,

vos nuevamente a la dichosa España.


- 39 -

A Elena Osorio

   Vireno, aquel mi manso regalado

del collarejo azul, aquel hermoso

que con balido ronco y amoroso

llevaba por los montes mi ganado;

   aquel del vellocino ensortijado,
5

de alegres ojos y mirar gracioso,

por quien yo de ninguno fui envidioso

siendo de mil pastores envidiado;

   aquel me hurtaron ya, Vireno hermano.

Ya retoza otro dueño y le provoca.
10

Toda la noche vela y duerme el día.

   Ya come blanca sal en otra mano.

Ya come ajena mano con la boca

de cuya lengua se abrasó la mía.


- 40 -

   Anticipó la púrpura olorosa

un temprano clavel: Fabio admirado

dijo a Phenisa, que bajaba al pardo,

corta su breve vida, Parca hermosa,

   lástima fuera, respondió piadosa,
5

y dejole con vida y 3nojado,

y Fabio de sus labios engañado

dejó el clavel, y respetó la rosa.

   ¡Ay necio Fabio! la siguiente Aurora

de un Etíope vil la negra mano,
10

en el jardín entrándose a deshora,

   cortó el clavel y le gozó tirano:

Así perdida la ocasión se llora,

y al más indigno se defiende en vano.


- 41 -

A la muerte de Girolamo Preti, excelente poeta, viniendo de Italia a España

   Preti, la muerte que con pie invisible

rígida penetró la tierra extraña,

porque en la propia, que tu llanto baña,

donde eres inmortal, fuera imposible.

   Salió del mar, y con furor terrible
5

halló tu fin, donde comienza España,

el de tu fama no, que le acompaña

el alma de tu pluma inaccesible.

   ¡O inculta España, a todo ingenio dura!

mas si el veneno de tus ojos vierte
10

emula de tu sol la envidia impura.

   Y para no volver, volviendo a verte,

desde Italia te sigue en sombra oscura,

¿qué culpa tiene España de tu muerte?


- 42 -

A Juan de Vander Hamen, pintor excelente

   Si cuando coronado de laureles

copias, Vander, la primavera amena,

el lirio azul, la cándida azucena,

murmura la ignorancia tus pinceles.

   Sepa la envidia, Castellano Apeles,
5

que en un atabla de tus flores llena

cantó una vez burlada Filomena,

y cercaron abejas tus claveles.

   Pero si las historias vencedoras

de cuanto admira en únicos pintores,
10

no vencen las envidias detractoras;

   y callan tus retratos sus favores,

vuelvan por ti, Vander, tantas Auroras

que te coronan de tus mismas flores.


- 43 -

   Seyano, aleves culpas, graves penas,

valor piden a un pecho generoso;

o tenerle o morir, será forzoso,

o trasladar la patria a las ajenas.

   Peligrosas aquí dulces Sirenas
5

mejores son que el ocio perezoso,

que es menos mal el golfo proceloso,

que solas en la playa las arenas.

   Mas tú no vives solo, acompañado,

aunque tú fueras el opuesto polo,
10

de tu agravio, tu amor y tu cuidado.

   Que quien está, desde que nace Apolo,

de tantos pensamientos ocupado,

¿cómo puede decir que vive solo?


- 44 -

Imitación

   Llevaba un ciego al hombro los despojos

de un cojo, cuyos ojos le guiaban,

y andando y viendo, a un tiempo se prestaban,

este al ciego los pies, y aquel los ojos.

   Los dos de su fortuna los enojos
5

con amistad recíproca templaban;

los ojos con los pies del ciego andaban,

y él trocaba los pies por los antojos.

   Así Firmio a Damón versos neutrales

en su cerviz incógnito dispone,
10

y andan entrambos en un cuerpo iguales.

   Que este le da los libros que compone,

y el otro la vergüenza de ser tales,

que no sé cual mayor trabajo pone.


- 45 -

Al Príncipe

   Teócrito Español, en quien se humana

Apolo con blandura tan divina,

que sin voz extranjera o peregrina

eternizas la tuya soberana.

   Honor de nuestra lengua siempre llana,
5

como su propio nombre determina,

que sin perder la imitación Latina,

no excedes la pureza castellana.

   Pues con tan alto estilo se levanta,

donde la envidia tus laureles mira,
10

y de tu pluma la excelencia canta.

   Escribe, inventa, mueve, enseña, admira,

y las Arpías de su mesa espanta

Alcides con el arco de la lira.


- 46 -

A don Luis de Góngora

   Claro cisne del Betis, que sonoro

y grave ennobleciste el instrumento

más dulce, que ilustró músico acento,

bañando en ámbar puro el arco de oro.

   A ti la lira, a ti el Castalio coro
5

debe su honor, su fama y su ornamento,

único al siglo, y a la envidia exento,

vencida, si no muda en tu decoro.

   Los que por tu defensa escriben sumas,

propias ostentaciones solicitan,
10

dando a tu inmenso mar viles espumas.

   Los Ícaros defiendan que te imitan,

que como acercan a tu sol las plumas,

de tu divina luz se precipitan.


- 47 -

   Como es el sol la causa conficiente,

que forma con su propia fuerza el día,

tu honesto amor infunde al alma mía

dulce templanza de tu fuego ardiente.

   Sin que ninguno rebelarse intente,
5

sujetan los sentidos su porfía,

que el cuerpo, a quien tu luz y virtud guía,

de cuanto no es el alma vive ausente.

   Rendido al fin a la suprema parte,

no quiero aun con los ojos ofenderte,
10

más espíritu solo contemplarte.

   Sin desearte yo, quiero quererte,

que si te quiero yo sin desearte,

dentro del alma no podré perderte.


- 48 -

   Quien dice, que es amor cuerpo visible,

qué poco del amor perfecto sabe;

que es el honesto amor llama suave,

a los humanos ojos invisible.

   Es su divina esfera inaccesible
5

a materia mortal, a cuerpo grave;

no hay fin, que su inmortal principio acabe

como acabarse el alma es imposible.

   Tú, Persio, como tienes a tu lado

un cuerpo igual al tuyo, no imaginas,
10

que hay limpio amor en noble amor fundado.

   Yo que soy alma todo, en peregrinas

regiones voy de un genio acompañado,

que me enseña de amor ciencias divinas.


- 49 -

A Marta de Nevares Santoyo

   Canta Amarilis, y su voz levanta

mi alma desde el orbe de la luna

a las inteligencias, que ninguna

la suya imita con dulzura tanta.

   De su número luego me transplanta
5

a la unidad, que por sí misma es una,

y cual si fuera de su coro alguna,

alaba su grandeza, cuando canta.

   Apártame del mundo tal distancia,

que el pensamiento en su hacedor termina
10

mano, destreza, voz y consonancia.

   Y es argumento, que su voz divina

algo tiene de angélica sustancia,

pues a contemplación tan alta inclina.


- 50 -

   Cuando con puntas de marfil labrado

animas, Labradora, el instrumento,

cantando en sonoroso y limpio acento

los dulce hurtos del amor al prado.

   Ni suena arroyo en éxtasis parado,
5

ni entre las hojas se deleita el viento,

ni por estar a tu dulzura atento

se escucha voz de pájaro pintado.

   Duerme inocente el lobo, que ha vencido

el son divino de tu dulce lira,
10

y entre el mismo ganado está rendido.

   Pues donde tu suave acento admira

a quien falta razón, vida y sentido,

¿qué hará con alma quien por ti suspira?


- 51 -

A Marta de Nevares, que amenaza con no cantar más

   Dejaba a un sauce el instrumento asido

Amarilis con justo sentimiento

de un cabrero mordaz, que de su acento

con vana presunción hablo atrevido.

   Viole en las ramas el pastor Leonido,
5

y dijo, conociendo el instrumento,

al dueño ausente, con piadoso intento,

no menos lastimado, que ofendido:

   No por villanos rústicos nos prives

de tu sonora voz, por más que intente
10

la pena, que de bárbaros recibes.

   Canta y alaba al cielo eternamente,

pues eres de su coros, mientras vives,

con voz divina humana pretendiente.


- 52 -

   De la beldad divina incomprensible

a las mentes Angélicas desciende

la pura luz, que desde allí transciende

el alma de este punto indivisible.

   A la materia corporal visible
5

da vida y movimiento, el sol enciende,

conserva el fuego, el aire, el fuego extiende,

la tierra viste amena y apacible.

   Enseña nuestro humano entendimiento

de un grado en otro a contemplar la cumbre,
10

de donde viene tanta gloria al suelo.

   Y entre los ecos de tu claro acento

halla mi honesto amor tan alta lumbre,

que en oyendo tu voz, penetra el cielo.


- 53 -

   Este vínculo noble de las cosas

celestes y terrestres tan fecundo,

que encierra en sí, como pequeño mundo,

tantas naturalezas prodigiosas.

   Este de uniones almas tan gloriosas,
5

como es el mundo angélico profundo,

celeste, elemental y rey segundo

de cuantas formas le han servido hermosas.

   Terrena parte con los brutos tiene,

aunque por la suprema inteligencia
10

conviene con la Angélica sustancia.

   Pues si con tal desigualdad conviene,

ni te admires, don Félix, de su ciencia,

ni tampoco te espante su ignorancia.


- 54 -

   ¿Qué Schythia fiera, qué Cimeria oscura

fue patria de aquel bárbaro, que trata

ofensa de mujer con alma ingrata,

más que las almas de los montes dura?

   ¿Qué Baco le infundió sangre tan pura,
5

que así fuera de sí rompe y maltrata

la imagen, donde el cielo más retrata

su cristalina luz y su hermosura?

   ¿Qué mal la deuda general advierte

mano, que en tal flaqueza imprime herida,
10

pues nunca fue blasón de brazo fuerte?

   Porque si fue mujer la que atrevida

abrió tan dura puerta a nuestra muerte,

también lo fue la que nos dio la vida.


- 55 -

   Los tigres ablandé, paré los ríos,

templé la mar con mi sonoro canto,

Euménides, Cerbero y Rhadamantho,

entre el rigor de áspides fríos.

   ¡Mísero yo! que locos desvaríos
5

de las mujeres Tracias entre tanto

me dieron muerte, convirtiendo en llanto

los dulces ecos de los versos míos.

   Así Fausto lloró del claro Orfeo

la muerte con afrentas desiguales,
10

Poeta ilustre y Músico divino.

   Mas olvidose de decir Sabeo,

que como eran mujeres Bacanales,

el vino disculpó su desatino.


- 56 -

   La parte doce de los peces de oro

tocó la luna cándida de plata

en dignidad de Venus, que retrata

de mi ascendente el natural decoro.

   Si ni en el mismo grado, o en el Toro
5

tienes el sol, no me serás ingrata,

indisoluble amor nos prende y ata,

y por aspecto celestial te adoro.

   Verdad es, que no pueden las estrellas

vencer, bella Leonarda, el albedrío,
10

y que el hombre nació para vencellas.

   Mas yo de lo que puedo me desvío,

y les permito que me venzan ellas,

así es honesto y dulce el amor mío.


- 57 -

   Si vas a conocer un gran Poeta,

¿qué señas llevas tú, Leónido, hermano?

¿ha de ser alto o ha de ser mediano,

ha de andar a la brida, o a la gineta?

   ¿Ha de ser texto, o ha de ser receta,
5

ha de hablar Bergamasco, o Castellano,

ha de ser barbinegro, o barbicano,

lampiño Alexis, o barbón Dameta?

   Tú, que tan sabio en todas artes eres,

que sepa este secreto me permite,
10

y algunos te diré, si me le enseñas.

   Silvio, si conocer Poetas quieres,

a las obras impresas te remite,

que aquella son las verdaderas señas.


- 58 -

   De letras grandes el ajeno escrito,

y el propio error del propio amor borrado,

todo hombre juzga, y el juicio errado

tiene en su idea bárbara prescrito.

   Es la culpa del hombre el sobrescrito,
5

y así juzga el culpado del culpado,

que de sus propias culpas olvidado

es juez severo de cualquier delito.

   Vive, Licinio tú, vida tan buena,

que de toda virtud parezcas templo;
10

riñe ejemplar, y cándido condena.

   No como ahora indigno te contemplo;

que el hombre ha de culpar la vida ajena,

no con su entendimiento, con su ejemplo.


- 59 -

   Habla Tebandro, y saca de la frente

una disparatada librería;

y si escribe, parece algarabía,

gramática de niño balbuciente.

   La memoria es tesoro y excelente,
5

pero es, si no hay doctrina, hipocresía;

parece ciencia, y es bachillería,

que no hay ciencia en el mundo de repente.

   El juicio vulgar le da la gloria

del inmenso parlar, confuso y vario,
10

que sin doctrina es bárbara la historia.

   Y yo siento, Damón, por lo contrario,

que es pregonero vil de su memoria,

y de su entendimiento secretario.


- 60 -

   Pasaba el claro Eveno a Deianira

Neso Centauro, Alcides sin sospecha

en la contraria margen por la estrecha

senda del agua que la contempla y mira.

   Mas viendo que la fuerza, ardiendo en ira,
5

del arco venenoso se aprovecha,

toma el Centauro la sangrienta flecha,

y en estas voces últimas espira.

   No fuera tan cruel mi airada suerte

si amara tu hermosura con modestia,
10

y del ser racional me aprovechara.

   Ser hombre y bestia me causó la muerte,

que no te codiciara como bestia,

si con la parte superior te amara.


- 61 -

   Silvio, ¿para qué miras las ruinas

de este edificio, fáciles victorias

del tiempo en largos años, cuyas glorias

con lágrimas parece que imaginas?

   Estas columnas ya del sol vecinas
5

hojas son que rompió de sus historias,

ejemplo a las humanas vanaglorias,

que respetaron mal fuerzas divinas.

   No mires piedras, donde vive y dura

reliquia alguna de este excelso templo;
10

mira, Silvio, de Filis la hermosura.

   Que si te acuerdas como yo contemplo,

que fue dorado sol y noche oscura,

¿en quién podrás hallar tan buen ejemplo?


- 62 -

   Como de aquella imagen que recibe

del cuerpo, engendra amor la fantasía,

que los sentidos de la luz desvía

a su apetito racional proclive.

   Así de las especies que percibe
5

de la razón, el puro Amor se cría;

aquel la voluntad sin ojos guía,

y este en el cielo contemplado vive.

   De aquesta celestial naturaleza

es, Francisco, mi amor sagrado,
10

que el otro amor ya fuera en mí bajeza.

   Esto le debo al tiempo, que me ha dado

conocimiento de inmortal belleza,

por lo que de la vida me ha quitado.


- 63 -

   Tú que Epitafios a los vivos haces,

y en tu imaginación muertos los tienes,

¿qué exequias para ti, qué honras previenes?

pero si no las tienes no las traces.

   Todos yacen por ti, ¿tú por quién yaces?
5

¿qué funesto ciprés das a tus sienes?

¿qué mal dirás de ti? porque los bienes

vendrán aun a ti mismo pertinaces.

   No es bien que vivos como muertos trates,

y aun muertos con libelos descubiertos,
10

no es tanta tu virtud que lo presuma.

   Pues que no los heredas, no los mates,

que abrir las sepulturas a los muertos

más es del azadón que de la pluma.


- 64 -

   Yo dije siempre, y lo diré, y lo digo,

que es la amistad el bien mayor humano;

¿más qué Español, qué Griego, qué Romano,

nos ha de dar este perfecto amigo?

   Alabo, reverencio, amo, bendigo
5

aquel, a quien el cielo soberano

dio un amigo perfecto, y no es en vano,

que fue confieso liberal conmigo.

   Tener un grande amigo y obligarle

es el último bien, y por quererle,
10

el alma, el bien y el mal comunicarle.

   Mas yo quiero vivir sin conocerle,

que no quiero la gloria de ganarle,

por no tener el miedo de perderle.


- 65 -

   Cuéntame, Lidia, que la Reina Helena

nació de un huevo, y que el rocín Troyano

parió mil hombres, y con fiera mano

vengado a Pirro y muerta a Policena.

   Cuéntame, Lidia, el caso de Porsena,
5

pues conociste a Scevola Romano,

cuéntame las desdichas de Seyano,

pues tú le viste en la sangrienta arena.

   O si esto es mucho, porque no te alteres,

cuéntame la traición, que a Valdovinos
10

hicieron de Carloto los engaños.

   Y no me cuentes que casarte quieres,

que no es justo que diga desatinos

mujer de tanto ingenio y tantos años.


- 66 -

   Yo he visto en tierra y mar casos extraños,

en mal y bien materias prodigiosas

a eternos versos, a historiales prosas,

Celio, por el discurso de mis años.

   Guerras, paces, amor, envidia, engaños,
5

letras premiadas, armas victoriosas,

imperios nuevos, muertes poderosas,

de toda humana gloria desengaños.

   Y no he visto jamás, aunque he notado

lo que el orbe más bárbaro contiene,
10

que deje de dar honra el que es honrado.

   Que si de la que da también le viene,

¿cómo la puede dar el deshonrado,

que nadie puede dar lo que no tiene?


- 67 -

   Subió atrevido miserable Enano

en una hormiga de su cuerpo Atlante,

gloriosa de llevar su semejante;

tal puede en proporción el arte humano.

   Sin espuela en el pie, rienda en al mano,
5

caminaba tan bravo y arrogante,

como pudiera el César más triunfante

en el aplauso del laurel Romano.

   Corrió la hormiga, y dio con él en tierra,

y entonces dijo: Envidia, ¿qué te ríes,
10

de una suerte caímos yo y Phaetonte?

   Lidio, camina en paz, no me des guerra,

que es grande diferencia, aunque porfíes,

caer de hormiga y de celeste monte.


- 68 -

   Vive en las flores del rosado Oriente

un ave sola al mundo, a quien decoro

guarda hasta el mismo sol, el pico de oro,

los ojos de un zafiro transparente.

   Con punta de rubí ciñe su frente
5

de azules plumas un turbante Moro;

sin nácar, plata y púrpura no hay poro

que no produzca pluma diferente.

   Salve, Fénix hermosa, a quien consagro

cuantas mirras Sabá y inciensos corta,
10

y en cuanto el Ganges y Eúfrates pasean.

   Este honor de mi patria, este milagro,

Licinio, no eres tú, pues ¿qué te importa,

si no lo puedes ser, que otros lo sean?


- 69 -

   Paso las negras aguas del Leteo,

pidiendo al reino del eterno llanto

su ya difunta esposa en dulce canto

el siempre amante en vida y muerte Orfeo.

   Ganó el amor allí tan gran trofeo
5

que le volvió a Eurídice Rhadamantho;

no pudiendo estar sin verla tanto,

quedose con la sombra su deseo.

   Dejo, Lisena, el arte con que mides

el Reino de Plutón de engaños lleno,
10

amor no es fuerza, voluntad se nombra.

   Que si a tan bajos Dioses favor pides,

cuando pienses que tienes a Phileno,

podrás apenas abrazar la sombra.