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ArribaAbajo- XXXV -


ArribaAbajo   Ríndeme amor el fuerte de mis ojos
desde los más hermosos de la tierra,
y ofreciéndome paz y dando guerra,
ornan su bello carro mis despojos.

   Y con los encendidos rayos rojos  5
que por los ojos en el alma encierra,
tal vez mis males con su luz destierra
y tal vez acrecienta mis enojos.

   Yo, de mi bien y de mi mal contento,
el que me acaba dulcemente sigo,  10
con las cautivas caras prendas mías.

   Y es el tirano crudo tan violento,
que porque no me opongo a sus porfías,
trata mi fe y amor como enemigo.




ArribaAbajo- XXXVI -


ArribaAbajo   Arrebató mi pensamiento altivo
una visión del cielo soberano,
y herido de un ardiente rayo humano,
huyó del fuego deshonrado y vivo.

   El alma noble que sintió el motivo  5
del ya no altivo pensamiento vano,
parto bastardo de ánimo liviano,
llora que fue su pensamiento esquivo.

   Y afrentada de un hecho semejante
en los ojos se pone de contino  10
para morir honrosamente firme,

   cuando la causa de mi fe constante
no se precia mostrar rayo divino,
para sólo siquiera destruirme.




ArribaAbajo- XXXVII -


ArribaAbajo   ¿Cuál elemento, cuál estrella o cielo
sustenta, influye, encubre, tiene o cría
hierba, piedra, licor, raíz, arpía,
contra la fuerza de un ardiente hielo?

   No cría el agua, ni produce el suelo,  5
la noche esconde, ni descubre el día
encanto duro, ni ponzoña fría,
que rompa el lazo de enemigo celo.

   Esta Medusa, y esta Circe bella,
tal es la fuerza que en sus ojos tiene,  10
tales encantos hace con sus ojos,

   que hiele el alma con su fuego, y de ella
oculta causa juntamente viene,
con que sustenta vivos sus despojos.




ArribaAbajo- XXXVIII -


ArribaAbajo   ¡O, nunca bien asegurados bienes,
cómo seguís las esperanzas vanas,
hechas del tiempo instables y livianas,
por violencia cruel de mil vaivenes!

   Corona, tiempo, tus nevadas sienes,  5
si ya de mis pasiones no te humanas,
y ornen tu carro las reliquias sanas
de quien no triunfa amor con sus desdenes.

   Sigo la multitud aprisionada,
como despojo de la cruel victoria  10
con que el tirano Dios humilla el suelo.

   Deshecha mi firmeza desdichada,
no me admite en su Reino ni a su gloria:
¡y después de esto me sustenta el cielo!




ArribaAbajo- XXXIX -


ArribaAbajo   Turbia y oscura noche, que el sereno
cerco del cielo tienes escondido,
el mar revuelto, el suelo entristecido
y el aire de nocturnos monstruos lleno,

   así de las tinieblas, que el ameno  5
Céfiro te deshace, y el dormido
silencio te acompañe, y del florido
Beleño orne la sien, y adorne el seno.

   Y así de las Arabias y Sabeas
regiones, oloroso Cedro traiga  10
navegante a tu templo y sacrificio;

   que antes que tu niebla oscura caiga,
vea mi luz, y siempre tú me veas;
débate yo tan grande beneficio.




ArribaAbajo- XL -


ArribaAbajo   Tírito, triste, y solo, y apartado,
cielo cruel me tiene y me sustenta
de la más alta gloria, en la tormenta
más profunda que ha dado viento airado.

   ¡Ay del pastor ausente y olvidado  5
que a los dichosos sus trabajos cuenta!
¡Ay del pastor cuidado, que lamenta
dolor seguido de placer pasado!

   Vos, que miráis el no turbado cielo,
y, puestos vuestros ojos en su lumbre,  10
pasáis por el naufragio de esta vida,

   doleos y avisad de quien la cumbre
tuvo y ahora le ha faltado el suelo
para llorar su perdición temida.




ArribaAbajo- XLI -


ArribaAbajo   Menalca, de este monte y su espesura
gallardo cazador, habiendo el fuerte
diente del jabalí la cruda muerte
dado a Melampo, con fiereza dura,

   a ti, diosa, ornamento y hermosura  5
de la selvas y cielos, se convierte,
llorando y despidiendo de esta suerte
la voz que disminuye la tristura.

   Salve, en tres formas adorada Diosa,
salve, y recibe aqueste don sagrado,  10
que murió peleando en tu ejercicio.

   Melampo, espanto y miedo de la odiosa
compañía de lobos, sacrificio
es chico, pero mucho fue estimado.




ArribaAbajo- XLII -


ArribaAbajo   Claro y sagrado Sol, que con la viva
lumbre del alto Júpiter serenas
las turbias nubes, las tinieblas llenas
de espanto, ¿viste Ninfa más altiva?

   Luna, gloria y honor de la cautiva  5
gente del llanto, cuyas altas penas
alivias cuando tu beldad ajenas
del cielo, ¿viste Ninfa más esquiva?

   Santa madre de Amor, lumbreras bellas,
fieles amigas del silencio eterna,  10
¿contemplasteis belleza más divina?

   Claro Sol, Venus bella, Luna, Estrellas,
¿oísteis nunca mi lamento tierno
que no os mueve pasión ni agravio indina?




ArribaAbajo- XLIII -


ArribaAbajo   Soberana beldad, extremo raro
del alma, conocido por divino;
al exterior sentido peregrino,
y al interior por sobrehumano claro.

   Si de vuestro sin par valor declaro  5
lo que el alma me dice de contino,
poco bien tiene el cielo cristalino
si al soberano vuestro le comparo.

   El alma os reverencie, que os entiende,
que del velo mortal divina Idea  10
no es gloria para vos la reverencia.

   Que quien como deidad no os comprende
aunque de lo posible que desea,
con no entenderos niega vuestra esencia.




ArribaAbajo- XLIV -


ArribaAbajo   Las peligrosas bravas ondas de oro
donde perdió mi navecilla el cielo,
el resplandor del soberano velo,
que esconde la deidad del alto coro;

   el estrellado y celestial tesoro  5
del florecido, aljofarado suelo;
la pertinacia y el dañado celo
del alma idolatrada que yo adoro;

   las iris de mi cielo sosegado;
la mansedumbre y el semblante humano  10
de quien ahora libremente triunfo;

   el altivo desdén del pecho helado,
armas fueron del crudo amor tirano
y ahora son trofeos de mi triunfo.




ArribaAbajo- XLV -


ArribaAbajo   Este Coloso de mis pensamientos,
máquina inmensa de mi devaneo,
por ser cosa trazada a mi deseo,
temo la furia de contrarios vientos.

   Que, como en mal seguros fundamentos  5
de más de derribarme mi trofeo,
pueden hacer de daño lo que creo
de mil contrarios de mi fin sedientos.

   Este temor del perdimiento mío
parece que le tiene ya en el suelo  10
y que muero en el punto me parece.

   Y puede tanto aqueste desvarío,
que, aunque tengo seguro de mi cielo,
crece mi miedo y mi tormento crece.




ArribaAbajo- XLVI -


ArribaAbajo   Ofrece amor a mis cansados ojos,
por sustentar la guerra rigurosa,
eterno mal del alma dolorosa,
la causa celestial de mis enojos.

   Con cuyos encendidos rayos rojos,  5
traspasando mi vista deseosa,
hasta donde su propio ser reposa,
furiosa rinde todos mis despojos.

   Y en lo secreto de mi pecho puro
-templo a su simulacro consagrado-  10
de las vencidas prendas le rodea.

   El alma confiada del seguro
que su firmeza tiene asegurado,
adora en sí su celestial idea.




ArribaAbajo- XLVII -


ArribaAbajo   Llega mi mal a tal extremo, cuando
llegar a su postrero fin debía,
que lo que pudo la esperanza mía
puedo de lo que fue desesperando.

   Híceme guerra contra mí, fiando  5
de quien con su beldad me desconfía;
los cielos aspiré, cuya osadía
eternamente pago lamentando.

   Y de la gloria de este atrevimiento
hace despojos el amor tirano,  10
con que pretendo sustentarme vivo,

   sacando de mi mal contentamiento,
cuyo desesperado efecto vano
tiene por fundamento mi motivo.




ArribaAbajo- XLVIII -


ArribaAbajo   Esta celosa hidra, que en mí siento,
con quien peleo muerto eternamente,
si de sus siete quito un cuello ardiente,
por uno nacen tres, y a veces ciento.

   Crece con los contrarios el tormento  5
y crecen los contrarios cruelmente,
que con una sospecha solamente
no paran en un número sin cuento.

   Quiero, por socorrerme, retirarme,
y mi sólo temor me da osadía  10
para volver a la batalla osado.

   Y si me aparto de ella, por librarme,
en una sospechosa fantasía
muere mi vida y vive mi cuidado.




ArribaAbajo- XLIX -


ArribaAbajo   Estas fuentes de lágrimas cansadas,
que fueron la ocasión de mis tormentos,
por cuyos miserables instrumentos
fueron las fuerzas al contrario dadas,

   menos altivas cuanto más penadas,  5
de aquellos años de mirar exentos
pagados con prisiones sus intentos,
a llanto eterno viven condenadas.

   Y, si entre duras piedras no cayera,
bien pudiera esperar del triste llanto  10
el campo de esperanzas florecido;

   mas quiere mi contraria suerte fiera
que los remedios de tan gran quebranto
no caigan en sujeto agradecido.




ArribaAbajo- L -


ArribaAbajo   No la belleza que la noche adorna,
Cintia cercada de ojos, ni la estrella,
cuya resplandeciente lumbre bella
los elementos y los cielos orna;

   no, si cuando se parte Febo y torna  5
resplandeciendo entre esta y entre aquella
nube sutil, que la blancura de ella
claras y transparentes Iris torna;

   no la memoria de mi pena eterna
en el alma divina sustentada,  10
desde el punto que humana parte informa

   pueden causar visión de amor interna,
como la vista de mi Ninfa amada
cuando en sus ojos bellos me transforma.




ArribaAbajo- LI -


ArribaAbajo   Si lo que el alma me revela, cuando
Filis, contemplo la divina y rara
beldad al mundo más que el cielo clara,
que adoro ardiendo y reverencio amando,

   con el acento doloroso y blando  5
que me quejo de ti significara,
parara el Sol, las fieras humillara,
arrebatara el cielo contemplando.

   Mas como el rayo de tus bellos ojos
otras tinieblas amanece ahora  10
en el que fue mi ocaso oscurecido,

   silencio eterno esconde el que te adora,
a quien los rayos de tu Oriente rojos
encubren nubes de perpetuo olvido.




ArribaAbajo- LII -


ArribaAbajo   La fatal influencia que recibo
del movimiento de las dos estrellas
al cielo más divinas y más bellas
al mundo que de Febo el rayo vivo;

   la oscura nube del desdén altivo  5
impide que resulte ahora de ellas
bien a mi mal, alivio a mis querellas,
fin al dolor y fin al llanto esquivo.

   Suspiro de continuo y, suspirando,
apenas disminuyo la cerrada  10
niebla que esconde mi divina lumbre.

   Venus, si agravios mueven tu hijo blando,
asegura tu Reino y de pasada
haz que piden altivos gloria y cumbre.




ArribaAbajo- LIII -


ArribaAbajo   Lejos Amintas de su fiel ganado,
toro viejo y fortísimo buscando,
por la espesura de la selva errando,
en la manada de Damón prendado,

   bella cabra perdida, el enriscado  5
cerro paciendo, Cytiso mirando,
su cayado le tira, y, en llegando,
cayó mortal al florecido prado.

   Halló dos cabritillos en la dura
concavidad del monte, diolos luego  10
a su Filis y de ella una comida;

   y las armas, los pies, la vestidura
y el matador cayado, vuelto en fuego,
Pan, dejaron su planta enriquecida.




ArribaAbajo- LIV -


ArribaAbajo   Ay, no te alejes, Filis, ay, espera
el tu Damón que más que a su ganado
te reverencia y ama, y si el osado
curso prosigues, tiembla la carrera.

   Ya no te sigo, Filis, la ligera  5
plata refrena, que el temor helado
de tu mal me detiene, y tú el amado
Damón huyes cruel, cual cruda fiera.

   Detén, Filis, cruel, detén el paso;
no te ofenda la planta riguroso  10
cardo cruel de tierra no labrada.

   Diciendo aquesto triste y doloroso,
esquivando la vida desdichada,
cayó Damón al Sol del campo raso.




ArribaAbajo- LV -


ArribaAbajo   Viva yo siempre así con tan ceñido
lazo, Filis, contigo, como aquesta
hiedra inmortal en esta encina puesta,
que le enreda su tronco envejecido.

   Mira allí un olmo seco y un florido  5
junto a la fuente, que una vid le presta
hermosura y valor; y tú dispuesta
a perseguirme, pónesme en olvido.

   Por ti, cruel, olvido mi ganado,
y le dejo sin guarda del ardiente  10
lobo cruel, ganado que tú amaste.

   Un cabritilla de este coronado
monte, vi yo llevar, lloré, y, presente
a mi dolor, soberbia te gozaste.




ArribaAbajo- LVI -


ArribaAbajo   De hiedra, roble y olmo coronado,
al pie de una copiosa y verde encina
por cuyo tronco y ramas encamina
dorada vid su lazo enamorado.

   Damón del Tajo, a ti Padre sagrado  5
Baco, consagro aquesta cabra; inclina
tu rostro ahora, si la faz divina
volviste al deshojar tu tronco amado.

   Esta cabra te ofrezco que solía
ahora con el diente y con el cuerno  10
descomponer tus vides sin sosiego.

   Dijo Damón, y, haciendo una ancha vía
al cuello, cayó en tierra y con el tierno
olor de Arabia, al cielo subió el fuego.




ArribaAbajo- LVII -


ArribaAbajo   Filis, más bella y más resplandeciente
que el claro cielo y que el ameno prado;
este gamo de flores coronado
que a su madre quité, te ofrezco ausente.

   Riyéndoseme ahora dulcemente.  5
me lo pidió Testiles; mas cansado
me tienen ya sus risas; que tu helado
ceño me ha de perder eternamente.

   A ti le doy y a ti también te guardo
dos tórtolas hermosas y una bella  10
garza que ayer cogí del monte al río.

   Y si el amor de Tirsis por el mío
quieres dejar, escoge tú de aquella
manada mía un toro blanco y pardo.




ArribaAbajo- LVIII -


ArribaAbajo   «Cuándo Filis podrá sin su querido
Damón vivir ausente y apartada,
la corriente del Tajo acelerada
buscará su principio conocido».

   Leyendo aquesto escrito en un florido  5
tronco de un haya de una vid cercada,
Tirsis, perdida su color rosada,
cayó llorando en tierra sin sentido.

   Después, lleno de rabia el desdichado,
quebrando su zampoña, y en aquella  10
y en esta rama dando, su mal mira.

   Y hablando con el árbol deshojado,
dijo llorando: Filis, dura y bella…
Mas no pudo acabar, vencido de ira.




ArribaAbajo- LIX -


ArribaAbajo   Mi propio amor entiendo que es la cierta
causa que mi ganado sin contento
se rige apena en pie; no lluvia o viento,
ni pasto amargo de montaña yerta.

   Mas ¿qué cuidado es éste, si la incierta  5
muerte luchando con el alma siento,
y, Filis cruda, nunca me arrepiento
de verte siempre de piedad desierta?

   ¡O, si al menos sobre este monte yerto,
adonde lloro de continuo llanto,  10
aquel pino cubriese el cuerpo mío

   y pasando por este valle umbrío
dijeses, Filis, con amargo llanto:
Aquí yace mi triste amante muerto!




ArribaAbajo- LX -


ArribaAbajo   Santa madre de amor, que el yerto suelo
vistes de los colores del Oriente,
sereno el cielo y quieto el viento ardiente,
rota la nieve y desligado el hielo,

   mientras al descubierto y raso cielo  5
pacen sus vacas hierba floreciente,
Tirsis, pastor de toros, útilmente
te esparce aquellas flores sin consuelo.

   Y cuanto puede te suplica y ruega,
con la voz y el espíritu cuidado,  10
que entienda el cielo su dolor estrecho.

   Que Filis, por quien vive apasionado,
no le aborrezca tanto y de esta ciega
ligadura de amor lo libre el pecho.




ArribaAbajo- LXI -


ArribaAbajo   Títiro, al asomar de dos hermosos
luceros, con quien hace amor temerse,
vi los ojos de Tirsis encenderse
y andar tirando amor rayos furiosos.

   Espera Tirsis, y ellos con piadosos  5
pero falsos descuidos dejan verse;
arde Tirsis, y ciega, y, sin valerse,
entran su alma enemigos engañosos.

   ¡Ay del estrago que el pastor cuidado
padeció sin razón mirando a Filis!  10
Olvida el prado y aún a sí se olvida.

   Quéjase el cielo, y quéjase Amarilis,
también al cielo, su pastor trocado,
sin esperanza y con segura vida.




ArribaAbajo- LXII -


ArribaAbajo   Tírito, voy por esta solitaria
senda siguiendo mi fortuna sola;
que como el cielo pudo levantola
de muy clemente y mansa en muy contraria.

   Voy tan confuso y mustio que ordinaria-  5
mente me llaman y me grita: ¡Hola,
que se despeña tu ganado, Iola!
Yo lloro y sigo mi fortuna varia.

   Tal es la deuda que a mis ojos debo,
que con menos pasión de la que paso  10
no pagaré la gloria que recibo.

   ¡Ay, yo la dejo y el adverso caso
que se me da por enemigo nuevo,
sin ella quiere sustentarme vivo!




ArribaAbajo- LXIII -


ArribaAbajo   Solo, y callado, y triste, y pensativo,
huyo la gente, con los ojos llenos
de dolor y de llanto, los serenos
ojos huyendo que me tienen vivo.

   Allá queda mi espíritu cautivo  5
penando su pasión; y ello, ajenos
de su primer amor, los bellos senos
humedecen, llorando su hado esquivo.

   Yo, que aguarde la luz de su belleza,
dentro del alma lleva el golpe fiero,  10
y allí me sigue donde voy su ira.

   Gran bien quito a mis ojos; y el primero,
por quien llora mi alma su dureza,
es ver la pena que en su rostro mira.




ArribaAbajo- LXIV -


ArribaAbajo   Este encelado altivo pensamiento,
por otro atrevimiento derribado,
en este pecho, mongibel tornado,
tal fuego lanza, que abrasarme siento.

   Y sin memoria del soberbio intento,  5
por quien en vida vive sepultado,
tan furioso revuelve mi cuidado,
que mueve guerra al estrellado asiento.

   Padece el desdichado eternamente,
y padeciendo a libertad espira;  10
procuro de ayudarle lo que puedo.

   Mas si miro mi cielo reluciente,
tales y tan ardientes rayos tira,
que como el triste pensamiento quedo.




ArribaAbajo- LXV -


ArribaAbajo   Camino por el mar de mi tormento
con una mal segura lumbre clara,
falta la luz de mi esperanza cara,
y falta luego mi vital aliento.

   Llévame la tormenta en el momento  5
por adonde viviente no llevara,
si rigurosamente no trazara
dar fin en una roca al mal que siento.

   Espántame del crudo mar hinchado
la clemencia que tiene de matarme  10
y en el punto me gozo de mi muerte.

   Caí; la mar, en habiéndome gozado,
y porque era matarme remediarme,
a la orilla me arroja y a mi suerte.




ArribaAbajo- LXVI -


ArribaAbajo   Tirsis, la nave del cuidado Iolas,
hecha tablas, la vuelca el mar furioso;
cuerpo muerto y espíritu penoso
le traen fiera Leucipe y fieras olas.

   Dio mil voces al cielo y escondiolas  5
crudo cielo en el manto tenebroso
de la callada noche; y el rabioso
Bóreas le apresuró la muerte a solas.

   Salieron a la playa deseada
Lícidas y Damón, del mar echado;  10
oyéronle, mas no le socorrieron.

   ¡Ay, teme, Tirsis, la tormenta airada,
que en el lugar donde otros perecieron,
mal te pueden valer tus crudos hados!




ArribaAbajo- LXVII -


ArribaAbajo   Tirsis, aquí donde los ojos bellos;
de tu Amarilis bella deshicieron
las turbias nubes, que otro tiempo fueron
ira del crudo cielo y rigor de ellos,

   aquí me tiene amor de los cabellos,  5
forzando el alma y cuerpo, que se dieron
a enemigos extraños, que trajeron
nueva traición para matar sin vellos.

   Tal me tienen mis ojos engañosos,
dando camino al alma a mis contrarios,  10
que conozco mi mal y temo el daño.

   Yo los traeré por valles solitarios,
entre sauces y espinos escabrosos,
para pagar mi bien y ver su engaño.




ArribaAbajo- LXVIII -


ArribaAbajo   Ya quebradas prisiones, ya cadenas
reforzadas amor arrastra, en tanto
que, de tu sinrazón y de mi llanto,
tomas seguro para darme penas.

   No son de menos fuerza las serenas  5
lumbres del cielo que idolatro, cuanto
las ligaduras del furioso encanto
con que de mi sentido me enajenas.

   No, amor, no dejaré tu real bandera,
menos, que con la vida y alma triste;  10
cantaré donde fuere tu grandeza.

   Dame seguro tú de una firmeza
que vacila en mi daño, que, aunque muera,
no dejaré de amar lo que me diste.




ArribaAbajo- LXIX -


ArribaAbajo   La blanca nieve y la purpúrea rosa,
que no acaba su ser calor ni invierno,
el Sol de aquellos ojos, puro, eterno,
donde el amor como en su ser reposa;

   la belleza y la gracia milagrosa  5
que descubres del alma el bien interno,
la hermosura en donde yo discierno
que está escondida más divina cosa;

   los lazos de oro donde estoy atado,
el cielo puro donde tengo el mío,  10
la luz divina que me tiene ciego;

   el sosiego que loco me ha tornado,
el fuego ardiente que me tiene frío,
yesca me han hecho de invisible fuego.




ArribaAbajo- LXX -


ArribaAbajo   Este vital aliento que respiro,
que parece la vida que sustento,
cuando, con presuroso y presto aliento,
el fuego ardiente que me hiela aspiro,

   si fuera parte de mortal suspiro,  5
ya hubiera consumido mi tormento.
Fuego debe de ser, que yo lo siento
cuando vencido de mi mal suspiro.

   Las lágrimas también, que ardiendo vierto,
si son lo que parece solamente  10
de helado fuego y abrasado hielo,

   ¿qué ordena tras mi grave pena el cielo,
si de los daños de mi estado incierto
alcanzo el orden de mi mal ardiente?




ArribaAbajo- LXXI -


ArribaAbajo   Ninfas, de los Arabios y Sabeos
olores de jazmín, acanto y nardos,
cuajad los aires y cubrir los cardos
de estos lugares de sepulcros feos.

   Después que derribaron mis trofeos  5
las prestas Parcas y los hados tardos,
no parecen los cielos, de mil pardos
turbios velos que cuajan mis deseos.

   Quiera la majestad del que gobierna
la divina y humana pesadumbre,  10
que adorne su beldad tu simulacro.

   Dijo Damón, y oyó su endecha tierna
Júpiter, y, tronando en la alta cumbre,
Iris resplandeció y el cielo sacro.




ArribaAbajo- LXXII -


ArribaAbajo   Al asomar del Sol por el Oriente
de oro su frente y de cristal ornada,
al pie de un verde mirto, que colgada
tiene un alira inútil aún ausente,

   Tirsis rompió el silencio, la doliente  5
voz desligando al alma encadenada
de los revueltos Áspides, que atada
tiene la fuerza de su pecho ardiente.

   Cielo, dice, si es fuerza que yo muera,
como a muchos han muerto sus intentos  10
atrevidos, sin nombre y engañados,

   un hombre triste soy como cualquiera;
pero los de tan altos pensamientos
siempre han sido del cielo derribados.




ArribaAbajo- LXXIII -


ArribaAbajo   Silencio mudo, que en tu manto envuelto,
me conduces al punto riguroso
de mi dolor, mi espíritu penoso
en dolorosas lágrimas resuelto,

   si como le contemplo ahora vuelto  5
pronóstico y agüero temeroso
de la vida, que temo, tenebroso
monstruo le viera por tus sombra suelto

   no llorara recelos inhumanos
antes de ver trocada la ventura  10
que ha de ser ocasión de mi tormento.

   Ya se han hecho temer los soberanos
claros ojos que adoro, que un contento
cuando más enriquece menos dura.




ArribaAbajo- LXXIV -


ArribaAbajo   Clara luna, que altiva y arrogante
vas haciendo reseña por el cielo
de tu hermosura, que el nevado hielo
de tus cuernos la torna rutilante,

   si en la memoria de tu dulce amante  5
no se ha muerto la gloria y el consuelo,
que recibiste amando, y el recelo
con que le adormeciste en un instante,

   vuelve a mirar de la miseria mía
la sinrazón, si acaso graves males  10
hallan blandura en tus serenos ojos.

   Que ya -culpa del cielo- los veo tales,
que apartarán la amarga compañía
de estos tristes y mísero despojos.




ArribaAbajo- LXXV -


ArribaAbajo   Vuelvo los aojos graves y caídos
al dolor, que el espíritu congoja
y apenas mi piadoso llanto afloja
el lazo al cuello, al alma los sentidos.

   Ellos mal concertados y avenidos  5
acrecienta al alma su congoja,
y ella apremiada, como puede, arroja
la grave carga que los trae rendidos.

   No se puede valer con su fortuna,
que ha mucho que la sigue, procurando  10
dar un fin desastroso a su contento.

   Deja el cuerpo mortal si está penando,
alma doliente, que sin duda alguna
morirás, que te cerca gran tormento.




ArribaAbajo- LXXVI -


ArribaAbajo   Ahora que de nubes la cabeza
o, Rey de montes, tienes coronada,
la frente yerta y de turbada helada
destilando del Tajo la braveza,

   cuya vejez temprana, la belleza  5
del rostro de la tierra despojada,
encaneciendo con tu faz nevada,
todo mi bien conviertes en tristeza,

   hiela mi pecho, y enmudece mi alma;
no consuman agravios una vida  10
con tanto riesgo de perderse amando.

   Y el triunfo rico de corona y palma,
que lleva una belleza encruelecida,
consagraré al lugar que estás bañando.




ArribaAbajo- LXXVII -


ArribaAbajo   Filis, no busca desangrada cierva
con más ardor el agua, cuya pura
vena mitiga el fuego, que la dura
flecha del cazador llevó en la hierba,

   como mi alma a ti; tú, cuya acerba  5
condición inhumana no asegura
la soberana gracia y hermosura,
que a su firmeza el cielo le reserva.

   Más terrible y más brava tú que el fiero
mar alterado, y más que el ofendido  10
áspid crudo te muestras ofendida.

   Vuelve, Filis, por mí, que el atrevido
dolor que en tu desgracia ve que muero,
despojo inútil hace mi alma y vida.




Arriba- LXXVIII -


Arriba   Bellas lumbres del alto firmamento,
que puestas en su cumbre soberana
dais vuestra luz a la región humana,
y al trono eterno del empíreo asiento,

   ¿vistes jamás amante tan contento  5
en perdición tan conocida y llana
ninfa tan dura, fe tan inhumana,
tan mal pagado amor, tan gran tormento?

   ¿Vistes, en cuanto la sagrada lumbre
del claro padre de Faetón alcanza,  10
ídolo más divino y adorado?

   Si de su luz es vuestra luz vislumbre,
y es de más perfección su semejanza,
¿qué puede ser mi simulacro amado?




 
 
FIN DE LOS SONETOS DE FRANCISCO DE TORRE
 
 


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