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ArribaAbajo

Sonetos de comedias, novelas, entremeses y otras obras



ArribaAbajo   Huye el rigor de la invencible mano,
advertido, y enciérrase en el arca
de todo el mundo el general monarca
con las reliquias del linaje humano.

   El dilatado asilo, el soberano  5
lugar rompe los fueros de la Parca,
que entonces, fiera y licenciosa, abarca
cuanto alienta y respira el aire vano.

   Vense en la excelsa máquina encerrarse
el león y el cordero, y en segura  10
paz. la paloma al fiero halcón unida;

   sin ser milagro, lo discorde amarse:
que en el común peligro y desventura
la natural inclinación se olvida.

De Persiles y Sigismunda, Libro I, capítulo XVIII                





Canción del enamorado portugués


ArribaAbajo   Mar sesgo, viento largo, estrella clara,
camino, aunque no usado, alegre y cierto,
al hermoso, al seguro, al capaz puerto
llevan la nave vuestra, única y rara.

   En Scilas ei en Caribdis no repara,  5
ni en peligro que el mar tenga encubierto,
siguiendo su derrota al descubierto,
que limpia honestidad su curso para.

   Con todo, si os faltare la esperanza
de llegar a este puerto, no por eso  10
giréis las velas, que será simpleza.

   Que es enemigo amor de la mudanza
y nunca tuvo próspero suceso
el que no se quilata en la firmeza.

En Los trabajos de Persiles y Sigismunda, Libro I, capítulo IX                




ArribaAbajo   Cintia, si desengaños no son parte
para cobrar la libertad perdida,
da riendas al dolor, suelta la vida,
que no es valor ni es honra el no quejarte.

   Y el generoso ardor que, parte a parte  5
tiene tu libre voluntad rendida,
será de tu silencio el homicida
cuando pienses por él eternizarte.

   Salga con la doliente ánima fuera
la enferma voz, que es fuerza y es cordura  10
decir la lengua lo que al alma toca.

   Quejándote, sabrá el mundo siquiera
cuán grande fue de amor tu calentura,
pues salieron señales a la boca.

De Persiles y Sigismunda, Libro II, capítulo III                




ArribaAbajo   ¡Oh grande, oh poderosa, oh sacrosanta,
alma ciudad de Roma! A ti me inclino,
devoto, humilde y nuevo peregrino,
a quien admira ver belleza tanta.

   Tu vista, que a tu fama se adelanta,  5
al ingenio suspende, aunque divino,
de aquél que a verte y adorarte vino
con tierno afecto y con desnuda planta.

   La tierra de tu suelo, que contemplo
con la sangre de mártires mezclada,  10
es la reliquia universal del suelo.

   No hay parte en ti que no sirva de ejemplo
de santidad, así como trazada
de la ciudad de Dios al gran modelo.

De Persiles y Sigismunda, Libro VI, capítulo III                




ArribaAbajo   Maestro era de esgrima Campuzano,
de espada y daga diestro a maravilla,
rebanaba narices en Castilla
y siempre le quedaba el brazo sano.

   Quiso pasarse a Indias un verano,  5
y vino con Montalvo el de Sevilla;
cojo quedó de un pie de la rencilla,
tuerto de un ojo, manco de una mano.

   Vínose a recoger aquesta ermita
con su palo en la mano, y su rosario,  10
y su ballesta de matar pardales.

   Y con su Magdalena, que le quita
mil canas, está hecho un San Hilario.
¡Ved cómo nacen bienes de los males!

De El rufián arrepentido                




ArribaAbajo   Cuando Preciosa el panderete toca,
y hiere el dulce son los aires vanos,
perlas son que derrama con las manos;
flores son que despide de la boca.

   Suspensa el alma, y la cordura loca,  5
queda a los dulces actos sobrehumanos,
que, de limpios, de honestos y de sanos,
su fama al cielo levantado toca.

   Colgadas del menor de sus cabellos
mil almas lleva, y a sus plantas tiene,  10
Amor, rendidas una y otra flecha.

   Ciega y alumbra con sus soles bellos,
su imperio amor por ellos le mantiene,
y aún más grandezas de su ser sospecha.

De La gitanilla                




ArribaAbajo   A ti me vuelvo, gran Señor, que alzaste
a costa de tu sangre y de tu vida
la miseria de Adán, primer caída,
y adonde él nos perdió tu nos cobraste;

   a ti, pastor bendito, que buscaste  5
de las cien ovejuelas la perdida,
y, hallándose del lobo perseguida
sobre tus hombros santos te la echaste;

   a ti me vuelvo en mi aflicción amarga,
y a ti toca, Señor, el darme ayuda:  10
que soy cordera de tu aprisco ausente,

   y temo que, a carrera corta o larga,
cuando a mi daño tu favor no acuda,
me ha de alcanzar esta infernal serpiente.

De La Gran Sultana doña Catalina de Oviedo, Primera jornada, SULTANA                




ArribaAbajo   Raro, humilde sujeto, que levantas
a tan excelsa cumbre la belleza,
que en ella se excedió naturaleza
a sí misma, y al cielo la adelantas;

   si hablas, o si ríes, o si cantas,  5
si muestras mansedumbre o aspereza
(efecto sólo de tu gentileza),
las potencias del alma nos encantas.

   Para que pueda ser más conocida
la sin par hermosura que contienes  10
y la alta honestidad de que blasonas,

   deja el servir, pues debes ser servida
de cuantos ven sus manos y sus sienes
resplandecer por cetros y coronas.

De La ilustre fregona                




ArribaAbajo   Si al fuego natural no se le pone
materia que en la tierra le sustente,
volverase a su esfera fácilmente,
que así naturaleza lo dispone.

   Y el amante que quiere que se abone  5
su fe con afirmar que no consiente
en su alma esperanza, poco siente
de amor, pues a su ley justa se opone.

   Cual sin el agua quedaría la tierra,
sin sol el cielo, el aire sin vacío,  10
el mar en tempestad, nunca en bonanza,

   y sin su objeto, que es la paz, la guerra,
forzado sin su gusto el albedrío,
tal quedara amor sin esperanza.

De El laberinto de amor, jornada segunda, Porcia                




ArribaAbajo   Vuela mi estrecha y débil esperanza
con flacas alas, y aunque sube el vuelo
a la alta cumbre del hermoso cielo,
jamás el punto que pretende alcanza.

   Yo vengo a ser perfecta semejanza  5
de aquel mancebo que de Creta el suelo
dejó, y, contrario de su padre al celo,
a la región del cielo se alabanza.

   Caerán mis atrevidos pensamientos,
del amoroso incendio derretidos,  10
en el mar del temor turbado y frío;

   pero no llevarán cursos violentos,
del tiempo y de la muerte prevenidos,
al lugar del olvido el nombre mío.

De La entretenida, Primera jornada, CARDENIO                




ArribaAbajo   ¡Ay dura, ay importuna, ay triste ausencia!
¡Cuán lejos debió estar de conocerte
el que al furor de la invencible muerte
igualó tu poder y tu violencia!

   Que, cuando con mayor rigor sentencia,  5
¿qué puede más su dilatada suerte
que deshacer la liga y nudo fuerte
que a cuerpo y alma tiene inconveniencia?

   Tu duro alfanje a mayor mal se extiende,
pues un espíritu en dos mitades parte.  10
¡Oh milagros de amor, que nadie entiende!

   Que, del lugar de do mi alma parte,
dejando su mitad con quien la enciende,
consigo traiga la más frágil parte.

De La entretenida, Primera jornada, DON ANTONIO                




ArribaAbajo   Por ti, virgen hermosa, esparce ufano,
contra el rigor con que amenaza el cielo,
entre los surcos del labrado suelo,
el pobre labrador el rico grano.

   Por ti surca las aguas del mar cano  5
el mercader en débil leño a vuelo;
y, en el rigor del sol como del hielo,
pisa alegre el soldado el risco y llano.

   Por ti infinitas veces, ya perdida
la fuerza del que busca y del que ruega,  10
se cobra y se promete la victoria.

   Por ti, báculo fuerte de la vida,
tal vez se aspira a lo imposible, y llega
el deseo a las puertas de la gloria.

De La entretenida, Segunda jornada, DON AMBROSIO                




ArribaAbajo   Que de un lacá la fuerza poderó-
hecha a machamarti con el trabá-
de una fregó le rinda el estropá-,
es de los cie no vista maldició-.

   Amor el ar en sus pulgares to-,  5
sacó una fle de su puli carcá-,
encaró al co, y diome una flechá-,
que el alma to y el corazón me do-.

   Así rendí, forzado estoy a cre-
cualquier mentí de aquesta helada pu-,  10
que blandamen me satisface y hie-.

   ¡Oh de Cupí la antigua fuerza y du-,
cuánto en el ros de una fregona pue-,
y más si la sopil se muestra cru-!

De La entretenida, Segunda jornada, OCAÑA                




ArribaAbajo   En la sazón del erizado invierno,
desnudo el árbol de su flor y fruto,
cambia en un pardo desabrido luto
las esmeraldas del vestido tierno.

   Mas, aunque vuela el tiempo casi eterno,  5
vuelve a cobrar el general tributo,
y al árbol seco, y de su humor enjuto,
halla con muestras de verdor interno.

   Torna el pasado tempo al mismo instante
y punto que pasó: que no lo arrasa  10
todo, pues tiemblan su rigor los cielos.

   Pero no le sucede así al amante,
que habrá de perecer si una vez pasa
por él la infernal rabia de los celos.

De La entretenida, Tercera jornada, DON ANTONIO                




ArribaAbajo   Crezcan las simples ovejuelas mías
en el cerrado bosque y verde prado,
y el caluroso estío e invierno helado
abunde en hierbas frescas y aguas frías.

   Pase en sueños las noches y los días,  5
en lo que toca al pastoral estado,
sin que de amor un mínimo cuidado
sienta, ni sus ancianas niñerías.

   Este mil bienes del amor pregona;
aquel publica del vanos cuidados;  10
yo no sé si los dos andan perdidos,

   ni sabré al vencedor dar la corona:
sé bien que son de amor los escogidos
tan pocos, cuanto mucho los llamados.

De La Galatea, Libro I, Florisa                




ArribaAbajo   Afuera el fuego, el lazo, el hielo y flecha
de amor, que abrasa, aprieta, enfría, hiere;
que tal llama mi alma no la quiere,
ni queda de tal nudo satisfecha.

   Consuma, ciñe, hiele, mate, estrecha  5
tenga otra la voluntad cuanto quisiere;
que por nardo, o por nieve, o red no espere
tener la mía en su calor deshecha.

   Su fuego enfriará mi casto intento,
el nudo romperé por fuerza o arte,  10
la nieve deshará mi ardiente celo,

   la flecha embotará mi pensamiento,
y así, no temeré en segura parte
de amor el fuego, el lazo, el dardo, el hielo.

De La Galatea, Libro I                




ArribaAbajo   En vano, descuidado pensamiento,
una loca altanera fantasía,
un no sé qué, que la memoria cría,
sin ser, sin calidad, sin fundamento;

   una esperanza que se lleva el viento,  5
un dolor con renombre de alegría,
una noche confusa do no hay día,
un ciego error de nuestro entendimiento,

   son las raíces propias de do nace
esta quimera antigua celebrada  10
que amor tiene por nombre en todo el suelo.

   Y el alma que en amor tal se complace,
merece ser del suelo desterrada,
y que no la recojan en el cielo.

De La Galatea, Libro I, Lenio                




ArribaAbajo   Sabido he por mi mal adonde llega
la cruda fuerza de un notorio engaño,
y como amor procura, con mi daño,
darme la vida que el temor me niega.

   Mi alma de las carnes se despega,  5
siguiendo aquella que, por hado extraño,
le tiene puesta en pena, en mal tamaño,
que el bien la turba y el dolor sosiega.

   Si vivo, vivo en fe de la esperanza,
que, aunque es pequeña y débil, se sustenta  10
siendo a la fuerza de mi amor asida.

   ¡O firme comenzar, frágil mudanza,
amarga suma de una dulce cuenta,
cómo acabáis por términos la vida!

De La Galatea, Libro II, Theolinda                




ArribaAbajo   Ante la luz de unos serenos ojos
que al sol dan luz con que da luz al suelo,
mi alma así se enciende, que recelo
que presto tendrá muerte sus despojos.

   Con la luz se conciertan los manojos  5
de aquellos rayos del señor de Delo:
tales son los cabellos de quien suelo
adorar su beldad puesto de hinojos.

   ¡Oh clara luz, oh rayos del sol claro,
antes el mesmo sol! De vos espero  10
sólo que consistáis que Erastro os quiera.

   Si en esto el cielo se me muestra avaro,
antes que acabe del dolor que muero,
haced, ¡oh rayos!, que de un rayo muera.

De La Galatea, Libro II, Erastro                




ArribaAbajo   ¡Ay, que al alto designio que se cría
en mi amoroso firme pensamiento,
contradicen el cielo, el fuego, el viento,
el agua, la tierra y la enemiga mía!

   Contrarios son de quien temer debía,  5
y abandonar la empresa el sano intento;
mas ¿quién podrá estorbar lo que el violento
hado implacable quiere, amor porfía?

   El alto cielo, amor, el viento, el fuego,
el agua, la tierra y mi enemiga bella,  10
cada cual con su fuerza, y con mi hado,

   mi bien estorbe, esparza, abrase, y luego
deshaga mi esperanza; que, aun sin ella,
imposible es dejar lo comenzado.

De La Galatea, Libro II, Elicio                




ArribaAbajo   Más blando fui que no la blanda cera,
cuando imprimí en mi alma la figura
de la bella Amarili, esquiva y dura
cual duro mármol o silvestre fiera.

   Amor me puso entonces en la esfera  5
más alta de su bien y su ventura;
y ahora temo que la sepultura
ha de acabar mi presunción primera.

   Arrimose el amor a la esperanza
cual vid al olmo, y fue subiendo aprisa;  10
mas faltole el humor, y cesó el vuelo:

   no el de mis ojos que por larga usanza,
fortuna sabe bien que jamás cesa
de dar tributo al rostro, al pecho, al suelo.

De La Galatea, Libro II, Damon                




ArribaAbajo   Por medio de los filos de la muerte
rompió mi fe, y a tal punto he llegado,
que no envidio el más alto y rico estado
que encierra humana venturosa suerte.

   Todo este bien nació de sólo verte,  5
hermosa Fili, ¡oh Fili!, a quien el hado
dotó de un ser tan raro y extremado,
que en risa el llanto, el mal en bien convierte.

   Como amansa el rigor de la sentencia
si el condenado el rostro del rey mira,  10
y es ley que nunca tuerce su derecho,

   así ante tu hermosísima presencia
la muerte huye, el daño se retira,
y deja en su lugar vida y provecho.

De La Galatea, Libro II, Tyrsi                




ArribaAbajo   ¡Oh sombra oscura que continuo sigues
a mi confusa triste fantasía;
enfadosa tiniebla, siempre fría,
que a mi contento y a mi luz persigues!

   ¿Cuándo será que tu dolor mitigues,  5
monstruo cruel y rigurosa arpía?
¿Qué ganas en turbarme la alegría,
o que bien en quitármela consigues?

   Mas si la condición de que te arreas
se extiende a pretender quitar la vida  10
al que te dio la tuya y te ha engendrado,

   no me debe admirar que de mí seas
y de todo mi bien fiero homicida,
sino de verme vivo en tal estado.

De La Galatea, Libro III, Orfenio                




ArribaAbajo   ¡Rica y dichosa prenda, que adornaste
el precioso marfil, la nieve pura!
¡Prenda que de la muerte y sombra oscura
a nueva luz y vida me tornaste!

   El claro cielo de tu bien trocaste  5
con el infierno de mi desventura,
porque viviese en dulce paz segura
la esperanza que en mí resucitaste.

   Sabes cuánto me cuestas, dulce prenda.
El alma, y aún no quedo satisfecho  10
pues menor doy de aquello que recibo.

   Mas porque el mundo tu valor entienda,
sé tú mi alma, enciérrate en mi pecho;
verán como por ti sin alma vivo.

De La Galatea, Libro V, Lauso                




ArribaAbajo   Ligeras horas del ligero tiempo,
para mí perezosas y cansadas:
si no estáis en mi daño conjuradas,
parezcaos ya que es de acabarme tiempo.

   Si ahora me acabáis, hareislo a tiempo  5
que están mis desventuras mal colmadas;
mirad que menguarán si sois pesadas,
que el mal se acaba si da tiempo al tiempo.

   No os pido que vengáis dulces, sabrosas,
pues no hallaréis camino, senda o paso,  10
de reducirme al ser que ya he perdido.

   ¡Horas a cualquier otro venturosas!
¡Aquella dulce del mortal traspaso,
aquella de mi muerte sola os pido!

De La Galatea, Libro V, Silerio                




ArribaAbajo   Tan bien fundada tengo la esperanza,
que, aunque más sople riguroso viento,
no podrá desdecir de su cimiento:
tal fe, tal fuerza, tal valor alcanza.

   Tan lejos voy de consentir mudanza  5
en mi firme amoroso pensamiento,
cuan cerca de acabar en mi tormento
antes la vida que la confianza.

   Que si, al contraste del amor, vacila
el pecho enamorado, no merece  10
del mismo amor la dulce paz tranquila.

   Por esto el mío, que su fe engrandece,
rabie Caribdis o amenace Cila,
al mar se arroja y al amor se ofrece.

De La Galatea, Libro V, Timbrio                




ArribaAbajo   Gracias al cielo doy, pues he escapado
de los peligros de este mar incierto,
y al recogido favorable puerto,
tan sin saber por donde, he ya llegado.

   Recójanse las velas del cuidado,  5
repárese el navío pobre abierto,
cumpla los votos quien con rostro muerto
hizo promesas en el mar airado.

   Beso la tierra, reverencio al cielo,
mi suerte abrazo mejorada y buena,  10
llamo dichoso a mi fatal destino,

   y a la nueva sin par blanda cadena,
con nuevo intento y amoroso celo,
el lastimado cuello alegre inclino.

De La Galatea, Libro V, Silerio                




ArribaAbajo   Voy contra la opinión de aquel que jura
que jamás del amor llegó el contento
a do llega el rigor de su tormento,
por más que al bien ayude la ventura.

   Yo sé que es bien, yo sé que es desventura,  5
y sé de sus efectos claro, y siento
que cuanto más destruye el pensamiento
el mal de amor, el bien más lo asegura.

   No el verme en brazos de la amarga muerte,
por la mal referida triste nueva,  10
ni a los corsarios bárbaros rendida,

   fue dura pena, fue dolor tan fuerte,
que ahora no conozco y haga prueba
que es más el gusto de mi alegre vida.

De La Galatea, Libro V, Nisida                




ArribaAbajo   Cual si estuviera en la arenosa Libia,
o en la apartada Citia, siempre helada,
tal vez del frío temor me vi asaltada,
y tal del fuego que jamás se entibia.

   Mas la esperanza, que el dolor alivia,  5
en uno y otro extremo, disfrazada
tuvo la vida en su poder guardada,
cuando con fuerzas, cuando flaca y tibia.

   Pasó la furia del invierno helado,
y, aunque el fuego de amor quedó en su punto,  10
llegó la deseada primavera,

   donde, en un solo venturoso punto,
gozó del dulce fruto deseado,
con largas pruebas de una fe sincera.

De La Galatea, Libro V, Blanca                




ArribaAbajo   Por ásperos caminos voy siguiendo
el fin dudoso de mi fantasía,
siempre en cerrada noche oscura y fría
las fuerzas de la vida consumiendo.

   Y aunque morir me veo, no pretendo  5
salir un paso de la estrecha vía;
que en fe de la alta fe sin igual mía,
mayores miedos contrastar entiendo.

   Mi fe es la luz que me señala el puerto
seguro a mi tormenta, y sola es ella  10
quien promete buen fin a mi viaje,

   por más que el medio se me muestre incierto,
por más que el claro rayo de mi estrella
me encubra amor, y el cielo más me ultraje.

De La Galatea, Libro V, Erastro                




ArribaAbajo   Si el áspero furor del mar airado
por largo tiempo en su furor durase,
mal se podría hallar quien entregase
su flaca nave al piélago alterado.

   No permanece siempre en un estado  5
el bien y el mal, que el uno y el otro vase;
porque si huyese el bien, y el mal quedase,
ya sería el mundo a confusión tornado.

   La noche al día, y el calor al frío,
la flor al fruto van en seguimiento,  10
formado de contrarios igual tela.

   La sujeción se cambia en señorío,
en placer el pesar, la gloria en viento,
«che per tal variar natura è bella».

De La Galatea, Libro V, Damon                




ArribaAbajo   Tanto cuanto el amor convida y llama
al alma con sus gustos de apariencia,
tanto más huye su mortal dolencia
quien sabe el nombre que le da la fama.

   Y el pecho opuesto a su amorosa llama,  5
armado de una honesta resistencia,
poco puede empecerle su inclemencia,
poco su fuego y su rigor le inflama.

   Segura está, quien nunca fue querida
ni supo querer bien, de aquella lengua  10
que en su deshonra se adelgaza y lima;

   mas si el querer y el no querer da mengua,
¿en qué ejercicios pasará la vida
la que más que al vivir la honra estima?

De La Galatea, Libro VI, Galatea                




ArribaAbajo   Bien puse yo valor a la defensa
del duro encuentro y amoroso asalto;
bien levanté mi presunción en alto
contra el rigor de la notaria ofensa.

   Mas fue tan reforzada y tan intensa  5
la batería, y mi poder tan falto,
que, sin coger amor de sobresalto,
me dio a entender su potestad inmensa.

   Valor, honestidad, recogimiento,
recato, ocupación, esquivo pecho,  10
amor con poco premio se conquista.

   Así que, para huir el vencimiento,
consejos jamás fueron de provecho:
de esta verdad testigo soy de vista.

De La Galatea, Libro VI, Nisida                




ArribaAbajo   ¿Quién dejará del verde prado umbroso
las frescas hierbas y las frescas fuentes,
la suelta liebre o jabalí cerdoso?
¿Quién de seguir con pasos diligentes?

   ¿Quién, con el son, amigo y sonoroso,  5
no detendrá las aves inocentes?
¿Quién, en las horas de la siesta ardientes,
no buscará en las selvas el reposo,

   por seguir los incendios, los temores,
los celos, iras, rabias, muertes, penas  10
del falso amor, que tanto aflige al mundo?

   Del campo son y han sido mis amores;
rosas son y jazmines mis cadenas;
libre nací, y en libertad me fundo.

De La Galatea, Libro VI, Gelasia                




ArribaAbajo   Si de este herviente mar y golfo insano,
donde tanto amenaza la tormenta,
libro la vida de tan dura afrenta
y toco el suelo venturoso y sano,

   al aire alzadas una y otra mano,  5
con alma y voluntad contenta,
haré que amor conozca, el cielo sienta
que el bien les agradezco soberano.

   Llamaré venturosos mis suspiros,
mis lágrimas tendré por agradables,  10
por refrigerio el fuego en que me quemo.

   Diré que son de amor, los recios tiros
dulces al alma, al cuerpo saludables,
y que en su bien no hay medio, sino extremo.

De La Galatea, Libro VI, Elicio                







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Otros trabajos repasados

Los astericos corresponden a sonetos.

El cerco de Numancia
El gallardo español
El juez de los divorcios (entremés)
El laberinto de amor*
El retablo de las maravillas (entremés)
El rufián dichoso
El rufián viudo llamado Trampagos (entremés)
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El viejo celoso (entremés)
El vizcaíno fingido (entremés)
La casa de los celos**
La conquista de Jerusalem
La cueva de Salamanca
La elección de los alcaldes de Daganzo (entremés)
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La gran sultana Doña Catalina de Oviedo*
La guarda cuidadosa (entremés)
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Selvas de ardenia
Sonetos encontrados en sus novelas repasadas

La Galatea (22 sonetos)
La gitanilla*
El amante liberal
Rinconete y Cortadillo
La española inglesa
El Licenciado Vidriera
La fuerza de la sangre
El celoso extremeño
La ilustre fregona*
Las dos doncellas
La señora Cornelia
El casamiento engañoso
El coloquio de los perros



 
 
FIN DE LOS SONETOS DE CERVANTES
 
 



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