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Véase la Bibliografía para las traducciones. En cuanto a trabajos sobre ellas, véase, para la traducción francesa, Sansone (1974); para la italiana, Zilli (1983), Sansone (1983) y Calvo Rigual (1993); para la neerlandesa, De Nijs (1989); para la inglesa, Rosenthal (1989).

 

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Para la difusión de la obra en Italia y Francia, véase Riquer (1990: 248-52). Para la lectura de Tirante el Blanco por la crítica hispánica, Renedo (1990: incluye también la crítica catalana). Mérida (1994) estudia la crítica de Dámaso Alonso. Hay varios trabajos dedicados exclusivamente a la crítica e inspiración creativa de Vargas Llosa a partir de la lectura y estudio de Tirante el Blanco (Dauster 1980; McNerney 1984; Mérida 1992 y 1994; y Navarro 1980). Para la recepción italiana Calvo Rigual (1993) y Martines (1993). Capítulo especial requieren los trabajos que se refieren a la relación o influencia de Tirante el Blanco sobre Don Quijote, una larga tradición de estudios que comenzaría con Givanel (1922) y llega hasta Solà-Solé (1980) y Grilli (1994). Mérida (1995) ha estudiado los aportes tirantianos en la edición de Don Quijote de Clemencín (1833-39). Eisenberg (1982) calibra la importancia y clasifica las posturas críticas enfrentadas en la interpretación del llamado «pasaje más oscuro» de Don Quijote, el de alabanza (¿o vituperio?) a Tirante el Blanco. Pardo (1995: 196-248) escoge un marco más amplio, que abarca desde la tradición cervantina hasta la novela inglesa del XVIII; como antes, pero con menos detenimiento en Tirante, había hecho Williamson (1991), analiza la obra de Martorell en el camino de desplazamiento (N. Frye) que va desde el román hasta la novela, entre la tradición medieval y la creación cervantina, que recogen Richardson, Fielding y Sterne.

 

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Sin contar el apartado de las ediciones, las versiones, adaptaciones (infantiles, modernizaciones, teatrales, operísticas), etc., ni los artículos periodísticos. La Bibliografía, en una primera etapa, incorporará índices temáticos y onomásticos (esta versión se encuentra en prensa para la revista Llengua & Literatura. En un segundo momento, incluirá un resumen descriptivo y orientativo de cada una de las entradas, e índices más completos. Agradezco a Josep Izquierdo que me haya permitido utilizar la Bibliografía en preparación para el presente artículo. Aquí, sin embargo, aparecerá tan sólo una amplia selección de los trabajos recogidos.

 

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De primeras, y puesto que el libro no se editó dividido en partes, sino en capítulos, estas palabras presentaban un grave problema: ¿dónde comenzaría la cuarta parte, la que dice escrita por Galba? Múltiples opiniones al respecto fueron enunciadas, guiadas por apreciaciones de orden estilístico, temático y de estructura de la obra, y por factores externos a la misma. Véase desde Martínez (1916) y Gutiérrez del Caño (1917), pasando por Coromines (1971), Nicolau (1961), Goertz (1967), Bosch (1987) o Ferrando (1989), hasta Rubiera (1993) y Wittlin (1989, 1990 y 1993). La autoría única había sido ya defendida por Givanel (1912), Vaeth (1918), Marinesco (1979); más recientemente, por Chiner (1992 y 1993), Chiner y Villalmanzo (1992), Casanova (1994) y Riquer (1992). Perujo (1995: 229-58) presenta un completo balance sobre un tema, para él aún sin cerrar, pero encuentra difícil que una segunda mano no hubiera causado mayores incongruencias o fallos de ensamblaje al texto.

 

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Siempre que no exista diferencia entre la traducción castellana y el original catalán, incluiré la primera, sin más anotación. Las citas castellanas corresponderán siempre a Tirante el Blanco, ed. Martí de Riquer, Barcelona, Planeta, 1990 (aquí, pág. 5).

 

6

Para la edición de 1490, ver Indini y Minervini (1990), con algunas conclusiones revisadas por Hauf (ed., Martorell, Tirant [1990]) y Soler (1992). Para la de 1497, Serís (1925).

 

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La dedicatoria falta en la trad. castellana de Valladolid. La suple Riquer en versión moderna en su ed. de 1990 (Tirante, pág. 3).

 

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Para la implicación de la dedicatoria en el problema del género de la obra, y la dialéctica realismo-idealismo, continúa siendo valioso el estudio de Entwistle (1927). La apreciación más reciente sobre la dedicatoria se encontrará en el excurso V de Riquer (1990: 279-84).

 

9

Riquer (1992: 23) ha de reconocer y corregir, gracias a esos aportes, datos biográficos muy recientes suyos (1990: 93-94). el más importante de los cuales es el adelantamiento de la fecha de la muerte de Joanot Martorell.

 

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El cuadro de la vida de Martorell es más completo, pero los tonos de pintura se han hecho también más grisáceos con la restauración. En menos de cien años concluye Chiner (1993: 191) —la familia Martorell había pasado del esplendor de la corte real a la miseria más denigrante, del poder municipal a la prisión, de prestar dinero al monarca a la necesidad de cometer chantajes económicos para sobrevivir.

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