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ArribaAbajoRio-Janeiro

Señor don Miguel Piñero.

Rio Janeiro, febrero 20 de 1846.

Son las seis de la mañana apenas, mi querido amigo, i ya estoi postrado, deshecho, como queda nuestra pobre organizacion cuando se ha aventurado mas allá del límite permitido de los goces. El sol está ahí ya, en el borde del horizonte, escudriñando los mas recónditos recesos de este cráter abierto en cuyo interior está fundada Rio Janeiro. Me pone miedo el sol aquí, i concibo que los pueblos tropicales lo hayan adorado. Paréceme ver en él, cuando se presenta en los límites celestes, aquella figura de Miguel Anjel que preside al juicio final, implacable en sus miradas que dominan la tierra, atlética en sus formas que revelan su poder incontrastable. Es un tirano sobre cuya faz no es uno osado de echar una mirada furtiva; sus rayos se sienten presentes a toda hora, agudos como flechas, penetrantes como lluvia de agujas. Despues de veinte dias de residencia en esta ciudad, permanezco inmóvil, los brazos tendidos, las fibras sin elasticidad, agobiado bajo la influencia letárjica. Anúnciase apenas la aurora, i ya el calor del sol ausente aun, pone en movimiento la vejetacion, bulliciosa ella misma, como los enjambres de insectos dorados que la pueblan. Bajo los trópicos, la naturaleza vive en orjía perenne. La vida bulle por todas partes, ménos en el hombre, que se apoca i anonada, acaso para guardar un equilibrio desconocido entre las fuerzas de produccion. El hombre nacido en estas latitudes, resiste a su accion instantánea; pero a la larga, vésele en sus hábitos, en sus hijos, debilitarse i perder la enerjía orijinal de la raza. El estranjero venido de climas templados, se siente paralizado en sus movimientos, como en aquellas pesadillas en que el brazo no obedece a la impulsion que quisiera darle la voluntad en un soñado peligro; anda escondiéndose del astro matador, i asechando su ausencia para ir a contemplar como un intruso las obras de este artífice supremo o las maravillas tropicales. I entónces, cuando la, vista se ha esparcido sobre   —68→   este conjunto de cuadros, de sombras luminosas i de luz reberberada, se comunica a los sentidos la fatiga del espíritu gastado por la sensacion de lo sublime, que en la vida no se ejercita sino de tarde en tarde i por minutos, i que dura aquí horas enteras; i el pobre neófito vuelve a buscar su hogar sintiendo su nada, i la limitacion de sus facultades física i morales.

Hoi me pone al fin la pluma en la mano una de aquellas sensaciones que escitan la efervescencia del ánimo i superan al decaimiento de los miembros. Cuando el sol asoma su disco colosal en el horizonte, sábelo el que duerme en el apartado i oscuro retrete del interior de los edificios. Dormido, siente uno moverse el aire en olas tibias que se vienen empujando, hormiguearle la sangre, dilatarse los poros para convertirse en fuentes de donde fluyen mares; i a las locas ideas que revuelve la imajinacion, se suceden movimientos estraños, como de luces que se apagan, como de fantasmas que huyen o se evaporan, como de pesos que van acumulándose sobre los miembros i estorbando el movimiento, con un alargarse al parecer de las fibras cada vez mas i mas, hasta que a la sensacion de la fuerza se ha sostituido la languidez, la muerte en vida del cuerpo i la enervacion del espíritu. Esto es el despertar del trópico, i esta mañana cuando recordaba el sentimiento de la existencia así mutilada, un desconocido rumor de sonajas metálicas i de voces humanas, porque decididamente aunque estrañas, pertenecian a las modulaciones de nuestra especie, venia a confundirse en aquel caos del espíritu que se llama sueño. Incorpórome pesadamente, i los ruidos toman la forma neta i despejada de la realidad; asómome a la ventana que domina la plaza, i la esclavatura se me presenta en toda su deformidad. Larga recua de negros encorvados bajo el peso de la carga, seguian al trote, al madrin que en la delantera ajitaba sonajas de cascabeles i campanillas. Negros arrieros cerraban la procesion, chasqueando sus látigos sonoros para avivar el paso de las mulas humanas i aquellas bestia en dos piés, léjos de jemir bajo el peso, canta para animarse con el compas de su voz; al oirla en coro con la de los que le preceden i le siguen, se siente hombre todavía i prevé que hai un término próximo a su fatiga, el muelle donde las naves cargan, i un fin lejano, la muerte que cura todos los dolores.

Paréceme que todas las injusticias humanas vinieran del sentimiento de la debilidad. La raza negra queda hoi tan solo   —69→   esclavizada por los últimos en la escala de los pueblos civilizados, los portugueses i los españoles. La esclavatura es como los pañales de la industria. Hasta los romanos, la guerra se hizo como medio de hacer provisiones, hasta ayer no mas la industria que nacia traia un esclavo para atarlo a la tahona, o uncirlo al yugo. Pero cuando el hombre se ha encontrado en posesion de las matemáticas, ha dejado de esplotar hombres, i sostituido a la fuerza de los caballos mismos, la del vapor que pone en movimiento las máquinas de su invencion. Hai esclavos donde no hai poderes dinámicos, donde el individuo se reconoce débil en presencia de las resistencias físicas; hailos en el Brasil, en Cuba, i en la estremidad sur de los Estados Unidos. ¡Pero bien cara que pagan esta injusticia! La raza blanca en Rio Janeiro está plagada de enfermedades africanas, que participan del carácter odioso i deforme de las dejeneraciones de los trópicos, donde lo que no alcanza a ser bello, es monstruoso i repugnante: mariposas doradas o sabandijas espantables. La raza esclava sirve de seguros del despotismo, i el amo no osa ser libre, porque siente removerse bajo sus plantas la víctima que a su vez oprime. La familia, aquel último asilo del egoismo, se disuelve tambien, i el cáncer de la esclavatura lleva la degradacion al hogar doméstico, la crápula sucia a veces, i la relajacion de todos los vínculos sociales. El asilo doméstico es un estrecho i velado santuario en los pueblos lusitanos. El esclavo hace parte obligada de la familia; el amo descubre con su ojo negrero, atractivos raros en su esclava jóven que le hacen olvidar los deberes conyugales; i en aquellas casas cerradas casi siempre a los estraños, se arrastra, como esas feas alimañas que se placen en la oscuridad i en el fango, torpe la guerra entre marido i mujer, orjías de adolescentes que hacen bajo el techo doméstico el aprendizaje del vicio; a veces susúrrase de tal dama que ha tenido un desliz con un esclavo, o la esposa infeliz sufre de continuo las mordeduras atroces de los celos, viendo a la par de la suya, crecer familias espúreas de los que pueden llamar hermanos o padres a sus hijos. Así el crímen cometido contra una raza, i consentido por la moral pública, va deponiendo lentamente sus jérmenes en el seno mismo de la raza opresora, para obrar a la larga una de aquellas grandes e infalibles compensaciones, ¡con que el mal se equilibra en el mundo moral tornándose siempre en desagravio de los oprimidos! ¡Oh! por qué no ha dado Dios a los tiranos una vida mas larga que a sus víctimas   —70→   momentáneas, a fin de que no se sustrajesen con su temprana muerte a la lei infalible del mal, que es matar ¡al mismo que lo promueve!

El mulato se levanta ya en el Brasil amenazando vengar bien pronto las injurias hechas a su tostada madre. Raza viril que conserva la sangre ardiente del africano, templada para bullir bajo los rayos verticales del sol, al mismo tiempo que la organizacion de su cráneo lo liga a la familia europea. Dumas, Plácido, Petion, Barcala, aquellos nobles mulatos, viven aquí en todos cuantos hombres notables brillan por las artes, la música, la poesía, i la ciencias médicas. La raza pura portuguesa cae visiblemente en la decrepitud i en la inanicion, i en las cámaras i en la prensa diaria, mas fecunda aquí en injurias que entre nosotros, todo se dicen los contendientes, hasta sodomitas, ménos mulatos; porque cada una se siente implicado en el reproche, en sus hijos, en sus deudos o en sí mismo. Hai una lei que prohibe el uso de este epíteto, medida segura para pesar la gravedad del mal.

Me detengo sin quererlo sobre brillantes cualidades morales de esta raza intermediaria entre el blanco, que se enerva en los climas ecuatoriales, i el negro, incapaz de elevarse a las altas rejiones de la civilizacion. Otra vez habia notado la predisposicion constante del mulato a ennoblecerse, i su sentimiento esquisito del arte, que lo hace instintivamente músico. Viénele la primera cualidad de haber ensanchado su frente, i la segunda de la sangre africana que calienta su nuevo i mas idóneo cerebro. El negro canta, i sus nervios se robustecen i cobran alientos, cuando habian tocado ya el último término posible de la accion humana. Si un negro va en las calles de Rio Janeiro agobiado bajo el peso de la carga, i otro observa que las piernas le flaquean i su espinazo se estremece, exhautos ya los poderes de tension, corre presuroso en su ausilio, pónesele al lado i le canta acompasandose a la marcha. Responde con voz adolorida i sepulcral el paciente, aviva el canto el ausiliar, i poco a poco la voz se aclara, el paso se afirma, i el duo se sigue alegre i mesurado. Entónces el negro amigo ha terminado su obra de caridad dando al aflijido música que remonte sus fibras, volviendo sobre sus pasos a continuar su camino de que se habia desviado. Cuando los remeros esclavos han bogado dos horas i por sobre sus anchas espaldas corre a mares el sudor, i sus ojos hundidos brillan con luz taciturna, míranse entre sí, i prorrumpen en un canto con palabras intelijibles cual ensalmos   —71→   dirijidos al fetiche. El golpe de los remos mide el compas, i algunos minutos despues, el lijero esquife hiende las olas como arrebatado por una corriente irresistible. Una vez de camino a una visita, encontré un grupo de africanos haciendo corro a uno que cantaba; acompañábanle con los movimientos de los ojos i el golpe de las manos todos los que le rodeaban, i con los piés uno que estaba pesadamente cargado. Dos horas despues, acertando a pasar por el mismo lugar, detúveme asombrado a contemplar el mismo grupo embriagado con aquella ambrosía que hacia olvidar al uno su pesada carga i a todos las horas trascurridas. ¡Cuánta animacion en aquellos semblantes radiosos de felicidad i de entusiasmo, cuánta voluptuosidad en aquellas bocas entreabiertas, i cuánto fuego en aquellas miradas fijas i cenlleantes! ¡No! los artistas de la ópera no me han mostrado sentir la música como una negra a quien requebraba, sin duda en canto mandinga o cafre, un negro que la detenia en la calle. Su boca, sus ojos, sus nérvios todos, seguian por segundos las modulaciones monótonas del tentador, como si cada nota de aquellas se asentase visiblemente en su fisonomía, animada hasta la exaltacion i el delirio. El entusiasmo es la calidad mas dominante en el negro i el amo avaro para escitarlo, hace que su recua cante, a fin de hacerla dar la última partícula de accion i de trabajo ¿Nos vendrá por ventura la música del sol como los colores? ¿Por qué brilla en Italia i va disminuyendo en armonías a medida que se avanza hácia el norte hasta las playas de Inglaterra? Hai en la naturaleza tropical melodías inapercibibles para nuestros oidos, pero que conmueven las fibras de los aboríjenes. Oyen ellos susurrar la vejetacion al desenvolverse, i en los palmeros donde solo escuchamos nosotros murmullos del viento, distinguen los africanos cantos melodiosos, ritmos que se asemejan a los suyos. La armonía i la belleza ¿por qué no han de ser cuerpos imponderables tambien, como el magnetismo i la electrecidad, que solo necesitan un estimulante para producirse? En los climas templados reina sobre toda la creacion un claro oscuro débilmente iluminado que revela la proximidad de las zonas frias, en donde el pinabeto i el oso son igualmente negros. Suba Ud. la temperatura algunos grados hasta hacerla tropical, i entónces los mismos insectos son carbunclos o rubíes, las mariposas plumillas de oro flotantes, pintadas las aves, que engalanan penachos i decoraciones fantásticas; verde esmeralda la vejetacion, embalsamadas i purpúreas las   —72→   flores, tanjible la luz del cielo, azul cobalto el aire, doradas a fuego las nubes, roja la tierra, i las arenas entremezcladas de diamantes i de topacios. Paséome atónito por los alrededores de Rio Janeiro, i a cada detalle del espectáculo, siento que mis facultades de sentir no alcanzan a abarcar tantas maravillas. Desde el mar al aproximarse el buque, llégase a un estrecho pasaje que custodian de pié el jigantesco Pan de Azúcar, i una estraña figura de cadáver humano que parece un rei Borbon tendido sobre su tumba. Los viajeros se muestran este capricho del perfil de una montaña, a cuyos lineamentos la imajinacion presta luego todos los detalles de la realidad. Esto es solo la boca del procenio, i allí colocado el espectador, ve de un golpe desenvolverse ante sus ojos la hasta entónces escondida bahia de catorce leguas de profundidad, sembrada de islas, verdinegras en primer plano, azules mas léjos, i blanquecinas al fin, como para quitar la monotonía de punto de vista tan vasto, terminando a lo lejos el horizonte la montaña de los Órganos, que eleva al cielo sus picos de mayor a menor como las flautas del instrumento que le da nombre.

En medio de la ciudad, en el centro de los barrios mas populosos, se alzan siete morros revestidos de verdura brillante como un mosaico revestido de esmeraldas; el pasto de Africa cubre el terreno, i donde un corte o un derrumbe de la tierra impide la vejetacion, el panizo de un rojo vivísimo se deja ver para hacer contraste con los diversos matices de verdes, plateados, negruscos o amarillos que los árboles entrelazados entre sí por diversas lianas, ostentan en deliciosos sotillos, cual si trataran de prestarse mutuo apoyo en los declives i sinuosidades que los protejen contra las invasiones de la civilizacion que los circunda. El café crece a la sombra del árbol del pan, i el cocotero, los mangos, los naranjos, por poco que hallen espacio i tierra, se agrupan en verdaderas selvas primitivas.

Todas las tardes ascendiamos, penosamente por la fatiga que el calor causa, uno de los morros, i las sensaciones de placer, el inefable deleite, la escitacion de entusiasmo casi delirante que causa esta naturaleza siempre de gala, siempre brillante i recargada de perfumes i de flores, léjos de saciarse era un nuevo aguijon para concertar nuevas esploraciones a un morro inmediato.

Hácia el sur de la ciudad i costeando el mar, se estienden los barrios aristocráticos del Catete i Botafogo, verdaderos   —73→   Saint-Germain de la nobleza estranjera, de la diplomacia, la finanza, i todo lo que puede aspirar a la holganza reposada que exije un clima abrasador. Pero este Saint-Germain brasilero conserva todo el tipo del pais. La mansion inglesa está circundada de jardines, cubierta con una capa de enredaderas que apénas os deja dar con la puerta, abrigada bajo la sombra de los árboles estraños en formas i frutos que el pais produce.

Botafogo tiene una bahia aparte, que semeja un lago tranquilo, casi encerrado por promontorios coronados de palmeros, i a su espalda se levanta el Corcovado, inmenso fragmento de granito que se avanza de una manera amenazante sobre la línea por perpendicular, como si el núcleo de la montaña hubiese querido sacar la cabeza en medio de las covulsiones de la agonía, a respirar el aire libre, sofocado por las masas de vejetacion, yerbas, arbustos, árboles, enredaderas, amontonadas, superpuestas, intrincadas e impenetrables que la cubren, desde la base hasta los cuatro quintos de su elevacion total. El paisaje que desde la cumbre del Corcovado se descubre es estupendo. Al oriente la inmensa bahia con sus buques i sus islas, hácia la base la ciudad i sus alrededores, i los morros mirados a vista de pájaro, i nivelándose aparentemente con el suelo como oasis floridos. A la espalda hácia el occidente i el norte, un mar de verdura, cuyas olas la forman una serie de montañas que se pierden en el horizonte, i que sirven de guarida inabordable a los negros cimarrones.

Las calles centrales de la ciudad son estrechísimas, quizá consultando en ello la escasez de vehículos para el movimiento de las mercaderías que hacen los negros a hombro; pero las mas apartadas i de data mas reciente son espaciosas i rectas de veinte i aun treinta varas de ancho. El empedrado se compone de fragmentos de granito ajustados entre sí con arena i cascajo, lo que le da una tolerable igualdad i la duracion que no puede obtenerse en Chile con los empedrados de guijarro. Entre las ventajas con que la naturaleza se ha complacido en dotar a Rio Janeiro, cuenta la inapreciable de la mas rica especie de granito azul con criaderos de rubí. Parece que hubiera una muestra perceptible en el material de los edificios en América, de los progresos de la civilizacion o de la proximidad de la Europa. En Chile, desde el mas rico propietario hasta el infeliz labriego, construyen con barro o adobes i reboque de tierra mojada. En Montevideo la construccion se hace con ladrillo i cal esclusivamente, lo que revestido   —74→   de estuco, da a la ciudad una apariencia elegante i elevada. En Rio Janeiro se construye con granito, cortado en paralelógramos que sostienen el marco de las ventanas i puertas, distribuidas jeneralmente a tres piés unas de otras, de manera que estos trozos de piedras forman el esqueleto del edificio, cuyos pequeños lienzos rellenan con escombros de granito informes amasados con estuco.

Con tan durables elementos de construccion, ayudados de mármoles de Italia, jarrones, bustos, estatuas, azulejos i arabescos en estuco con que decoran los frisos, los edificios toman un aspecto risueño i culto a la vez. Las plazas públicas, casi siempre pequeñas e irregulares, si se esceptúa el campo de Santa Ana que es una plaza monstruo, a la que desembocan por lo ménos seis calles de cada costado, están dotadas de una fuente de agua que es un edificio o una torre, flanqueada de surtidores multiplicados, a fin de facilitar la provision que por centenares a un tiempo, aguardan los esclavos todo el dia sin interrupcion. Alimenta estas fuentes, entre otros de menor cuantía, el magnífico acueducto de Jacobo IV, que desde la cúspide del Morro de Santa Teresa conduce las aguas sobre arcadas superpuestas como las romanas del acueducto de Valencia. Rio Janeiro posee varias obras públicas de consideracion, pudiéndose contar entre ellas la calzada de Pedro I, que atravesando un terreno fangoso que en otro tiempo ocupó el mar i hoi invade la poblacion, conduce al palacio de San Cristóbal, edificio pasablemente, sino bello embellecido con estatuas, i que situado sobre una eminencia domina el inmenso jardin del Emperador, donde se aclimatan las plantas útiles de todos los climas. El primer dia de carnaval, a fin de escaparnos de la granizada de globillos de cera llenos de agua de olor con que de todas la ventanas asaltan, empapan i aturden al indefenso transeunte, Ruguendas el pintor de costumbres americanas, i yo, nos dirijimos al jardin del Emperador, donde nos hospedó durante todo el dia, Mr. König, un naturalista aleman mui estimable que preside a los trabajos del jardin, casi abandonado hasta la época en que el príncipe de Joinville residió en el pais i afeó tanta incuria. No sé si Ud. ha visitado alguna vez un jardin botánico acompañado de un naturalista, apasionado como lo son casi todos de esta segunda creacion que la ciencia ha hecho, clasificando las plantas, estudiándolas en su oríjen, familia, costumbres, etc., como si fueran pueblos de distintas razas i paises. Es necesario ser mui inculto, para no sentirse   —75→   interesado, en despecho de los nombres técnicos, en esta esposicion que el cicerone naturalista va haciendo, a medida que encuentra una nueva planta que mostraros. «Esta pertenece a la especie... de la familia, del jénero... viene de la isla de Borbon, la flor, la hoja, etc., llaman vulgo... sirve, etc.; esta otra es de Méjico, cual de la nueva Guinea, cual otra del centro de Africa; todas útiles, o raras o estraordinarias, i aun estravagantes por sus formas. Hai calles de árboles hermosísimos del pais, i se estaban formando otras del árbol del pan, i de bambúes; compartimentos ocupados por plantaciones de té, alcanfor, clavo de olor, canela, etc., etc. Mostráronme un sembrado de un pasto fuerte i largo que sirve maravillosamente para techar cabañas; un árbol cuya corteza sirve para hacer ligaduras; una especie de palma para construir con sus hojas un tejido para bolsas de café, i multitud de árboles i plantas productivas o aplicables a la industria de todos los paises tropicales del mundo. Proponíase el Emperador aclimatar en su jardin, todas las plantas exóticas que forman la riqueza del jardín botánico, vasto establecimiento de aclimatacion, situado en direccion opuesta, a tres leguas de la ciudad i detras del Corcovado. Un diputado habia denunciado este jardin como un lujo inútil que absorvia las rentas del Estado. Es efectivamente un bellisimo establecimiento, sostenido con asiduidad estrema, i enriquecido con cuanto vejetal productivo hai en los paises tropicales, i cuyas semillas i plantas se distribuyen grátis a los hacendados que las solicitan. Por lo demas, no sé si el diputado tenia razon o no; pero no hace 50 años que se introdujo la primera semilla de café a Rio Janeiro; no hace treinta que se estrajo la primera bolsa del aclimatado, i hoi pasan de 800000 las que llenan todos los mercados del mundo. La azúcar i los diamantes han cedido su lugar al café como produccion principal; cuatrocientas mil almas forman la provincia de Rio Janeiro que esplota el café; la capital se ha llenado de riquezas, de edificios i de poblacion, la bahia está siempre en movimiento proveyendo café a los centenares de buques que lo demandan, i el café es, en fin, el anjel salvador del Brasil, cuyos azúcares pierden de dia en dia su valor en todos los mercados. La provincia de San Pablo empieza a producirlo de regular calidad, i gracias al Jardin Botánico, el alcanfor, i el clavo, i la canela, i el té brasileros, pueden una vez presentarse en los mercados europeos, si no temibles por su calidad, respetables por las grandes cantidades en que   —76→   son producidos. Es imposible imajinarse las dificultades con que las mejoras o los nuevos ramos de industria tienen que luchar en América, por el apego a la rutina, la incuria i la pereza que en los pueblos enjendra la facilidad de vivir como quiera, i con cualquier cosa. Sin goces, como sin necesidades, el gobierno debe estimular esta pereza, haciendo brillar ante los ojos de estos pueblos niños, las joyas cuya posesion solo les costaria estender las manos. Quién sabe por otra parte cuanto ha contribuido el Jardin Botánico a desenvolver el gusto por la jardinería que he notado, i que tanto embellece la vida doméstica. El paseo público de Rio Janeiro es tambien un hermoso jardin de árboles i plantas brasileras que un particular donó al rei, que en recompensa lo hizo conde o marques del Paseo público, ni mas ni ménos como Napoleon hacia un duque de Bellune o un príncipe de la Moskowa. Para terminar con los jardines i la naturaleza tropical que tan encantado me tienen, diré a Ud. que he debido a los jardines públicos de Rio Janeiro, el placer de conocer la rara vejetacion tropical en cuanto de mas rico ostenta en toda la tierra, conservada en todo su esplendor i su brillo. Mr. Konig me decia: «en Europa en los conservatorios verá Ud. estas mismas plantas, pero tristes, pálidas, como tísicos que en un hospital viven a fuerza de arte i de cuidados. Aquí están como en su pais, bajo este cielo abrasado, alzándose en medio de la atmósfera húmeda i tibia que les conviene, i sacudidas i bañadas por las lluvias que las mantienen siempre brillantes, como si acabasen de salir de las manos del Creador». I en efecto, es el carácter peculiar de la vejetacion de los trópicos esta rareza de formas i de colores cualquiera que sea la dimension del vejetal, revestidos sus troncos de musgo, sus ramas recargadas de parásitas florescentes, i sus hojas brillantes siempres i resplandecientes.

La ciudad facilita por medio de ómnibus capacísimos la comunicacion entre el centro i las estremidades. La aduana está en la ribera del mar, i los buques atracan a cuatro o cinco muelles de descarga, que ahorran la intervencion de lanchas, depositando desde la bodega del buque, por medio de un aparejo, la carga en almacenes. Otro muelle hai para la descarga de frutos del pais, otro para descargar café, i diez o doce mas para desembarco de pasajeros, o mayor comodidad de los buques que están cargando. Cada hora parte un vapor que lleva i trae a los vecinos que tienen negocios en Playa Grande, o motivo de visitarla. Todo los dias va uno a   —77→   las islas, cada dos otro al fondo de la Bahia; cada semana salen dos para Santos, San Pedro i Puerto Alegre, i cada quince otro, en fin, que costea la márjen del Atlántico, llega a Pernambuco, Bahia i Pará, límite del imperio al norte. Como Ud. lo vé, el Brasil en locomocion acuática sale ya del rol de los pueblos Sud-Americanos, que tan supina incapacidad han mostrado hasta aquí en todo lo que tiene relacion con la viabilidad. Aquel movimiento parte de la capital, tan prodijiosamente situada en el medio de la América del Sur, a orillas de la bahia mas espaciosa i segura del mundo, entre el cabo de Hornos i el de Buena Esperanza, centro de todos los derroteros marítimos, donde se cruzan las líneas de Europa i Estados Unidos, escala del Pacífico, a la vez que de los mares de la India, astillero i estacion naval indispensable. Rio Janeiro, en la navegacion universal, ocupa el mismo puesto que Bizancio o Constantinopla en la antigua esfera de navegacion dentro del Mediterráneo. El resto del imperio, a medida que sus provincias se alejan de las costas, presenta el aspecto de la naturaleza primitiva; el camino se cambia en senda variable segun los estragos que las lluvias hacen sobre el terreno. La agricultura se hace en Minas Geraes, sin demarcacion de la propiedad, pasando las labores de un lugar a otro, a medida que los matorrales arborescentes del trópico dejan espacio para las plantas cultivables. Existen en las poblaciones de campaña lejanas de Rio Janeiro, asesinos de profesion, matones que ganan su vida ejerciendo la justicia por encargo de las partes agraviadas; el gaucho aparece en San Pablo i en San Pedro, con sus hábitos de incuria i sus poderes sorprendentes de destreza i de enerjía. La descomposicion, en fin, se efectúa en los estremos, como en el resto de la América, si bien la compensan la vida que principia en la capital.

Ya ha visto Ud., mi buen amigo, como el mulato suplanta al blanco; pero aun hai otros movimientos que equilibran esta fuerza, bien que siempre en detrimento de los oriundos del pais. Acumúlanse de dia en dia en Rio Janeiro los portugueses de la península, que ya se cuentan en número de 50000, conservando siempre sobre los habitantes del independiente imperio, aquella superioridad de enerjía i de fuerzas productoras que caracteriza al europeo, aunque sea portugues, i arrogándose ademas pretenciosa superioridad como pertenecientes a la metrópoli. Los portugueses de allá miran a los de acá como una especie de albinos, llamándolos macacos por alusion a una familia de monos. Así el odio de los brasileros   —78→   contra sus godos aquellos, se aviva cada vez mas por la decidida influencia que les dan sus riquezas adquiridas, i no pocas veces su superioridad en intelijencia. Síguenseles los europeos en jeneral que ostentan en la Rua Directa i en la de Ouvidor, todas las magnificencias del comercio europeo, espuestas con gusto parisiense. El europeo es allí la parte viva de la sociedad; de él son las naves, suyos los almacenes, él entra como parte obligada en todas las empresas, i por él i para él, los negros están en continuo movimiento. Yo he buscado en vano en Rio Janeiro al brasilero, sin poderlo encontrar sino por raras muestras que me han dejado sospechar que debe existir en alguna parte. El brasilero de oríjen es noble, aunque a veces mulato, condecorado de cruces de diamantes, ministro, aduanero, empleado, o hacendado, en cuya última funcion tiene que habérselas con el portugues. El brasilero ha bloqueado los empleos, allí no hai cuarentena para el estranjero que no puede ser ni injeniero, razon por la que no hai todavía un mapa del imperio ni una carta topográfica de la provincia de Rio Janeiro. Tal es esta oscuridad del nacional, que la embajada inglesa ha mantenido por tres años consecutivos una tertulia de invierno, a cuyas reuniones no era permitido a los nacionales asistir, aunque formasen sus mujeres i sus hermanas el principal ornato de ella.

En pos de estos movimientos espontáneos de razas i pueblos nuevos que acuden a aquel manantial inagotable de riqueza, vienen las especulaciones de inmigracion que han principiado ya en escala superior, si bien con éxito deplorable. Hai en el fondo de la bahia una colonia de suizos; un enjambre falansteriano vino de Francia a disolverse apénas hubo tocado el suelo caliente del Brasil, i tres mil alemanes depositados en la playa como se deposita el carbon de piedra o las balas de algodon, fueron diezmados, quintados aniquilados en pocos dias por la miseria, el calor, la fiebre i el desencanto. Nada estaba preparado para su recepcion, por esa impericia que nos es comun a todos los decendientes de la península para asimilarnos pueblos estraños. El aleman nacido en climas templados, en lugar de cereales, encontraba el café i la caña, i en vez de frutas europeas, vela con asombro racimos que no eran de uvas; paltas, bananas, ananás, mangos cuanta otra variedad estraña i desconocida ofrecen los tropicos.

De todo este conjunto de movimientos de suplantacion de aquella aglomeracion de fuerzas activas civilizadoras que   —79→   hacen la riqueza i el esplendor del Imperio, se levanta un grito unísono contra el estranjero, que es insolente, astuto, avaro, conspirando contra el Brasil, llevándose el oro i los diamantes en cambio de sus baratijas i sus avalorios. ¡Qué odio contra la Inglaterra que persigue la esclavatura! ¡Qué dia de gloria aquel, en que el Emperador mandase echar a pique las escuadras estacionadas en la bahia, i ahogar a todo estranjero establecido allí, i prohibir la introduccion de artefactos europeos, para que entónces los fabricasen los brasileros mismos, bien entendido que traerian de Europa las máquinas, i acaso consintieran en que viniesen los artesanos a enseñarles a manejarlas! Los diarios i los estadistas mas eminentes propalan la mision del Brasil para ponerse a la cabeza de la cruzada contra las pretensiones europeas; Rosas, que se llama el Defensor de la Independencia americana, es un intruso, un bárbaro, i un pobre diablo, porque el brasilero afecta ignorar que existe por ahí una cosa que se llama República Arjentina, no obstante que sus enviados, su política i sus naves, han sido siempre i son hasta hoi el estropajo de su caudillo.

La política imperial participa de estas preocupaciones. Allí mas que en Buenos Aires, es profunda la conviccion de que no debe permitirse a los estranjeros la libre navegacion de los rios, que los nacionales no navegan, i tener por límites del Imperio el Amazonas al norte, i el Plata al oriente; es el sueño dorado del moderno Imperio, que se envanece de tener como Roma siete colinas en la capital, esclavos que labren la tierra como de antiguo, i la mision de dominar la América por sus escuadras, su diplomacia i su comercio. Los casteçaos son una dejeneracion de la raza portuguesa, i el habla española un dialecto del idioma de Camoëns; pretensiones un poco exajeradas, visto el desigual desarrollo de las fuerzas productivas en proporcion de la riqueza del suelo i de la ¡envidiable posicion jeográfica del Imperio!

La forma de gobierno da aquí sus frutos, con la lozanía de las tierras vírjenes. El emperador es una grande bomba de aspiracion que atrae a sí incesantemente todas las partículas de poder i de riqueza que pueden desprenderse de la masa jeneral; los ministros ejercen la atraccion para su propio centro; i descendiendo la escala de la jerarquía social, se encuentra que cada individuo es un centro, un iman mas o ménos grande. El egoismo es, pues, la lei universal, i aquí como   —80→   en todas partes, puede decirse a los pueblos lo que Beranger decia a los belgas: ¿quereis reyes? ¡tomad rei!

La república se ha mostrado en el Brasil embozada en el poncho i armada del lazo, equipaje semi-bárbaro, que no abona, sin duda, sus principios. Yo no comprendo la república sino como la última espresion de la intelijencia humana, i me desconfio de ella cuando sale del interior de los bosques, de las provincias lejanas de la capital, del rancho del negro, o del espíritu de insubordinacion de algun caudillo de jinetes. La república aparecida en las provincias pastoras de San Pedro i de San Pablo, hizo escursiones momentáneas en Minas Geraes, sin osar acercarse a la capital; descomposicion de los estremos que no admiten gobierno posible, i que despues de algunos años de revueltas, ha vuelto a entrar en la nada, de donde salió, no sin haber dejado escapar algunos destellos de valor, en medio del turbion de desórdenes que trae consigo la guerra de caudillaje.

En materia de bellas artes i de monarquía, me guardo para ir a verlas en su cuna, que aquí sus imitaciones me parecen mamarrachos i parodias necias. El Emperador gana 490000 $ anuales por la lista civil, tiene dos palacios, jardines i otras granjerías. Hai déficit en las rentas, i papel moneda desacreditado, en esclusiva circulacion como el de Buenos Aires. Es el emperador un jóven, idiota en el concepto de sus subditos, devotísimo i un santo en el de su confesor que lo gobierna; mui dado a la lectura, i segun el testimonio de un personaje distinguido, excelente jóven que no carece de intelijencia, aunque su juicio está retardado por la falta de espectáculo, i las malas ideas de una educacion desordenada; la fanfarronería en las palabras i la endecision en los hechos, hé aquí los dos cabos del hilo de la política imperial en todas las transacciones que tienen relacion con el Rio de la Plata. El jeneral Guido había no há mucho arrancádole un tratado, por el cual la policía brasilera se encargaba de hacer el oficio poco honroso de carcelera de los emigrados arjentinos. Teníase la cosa secreta, robóse alguien una copia del manuscrito4, i la prensa de Montevideo lo espuso a la vergüenza pública. Mucho podria añadir sobre la administracion de las rentas públicas, el peculado, el contrabando, i la mendicidad de los empleados, si el orlado manto imperial no cubriese todas estas fealdades que no pertenecen al carácter portugues, sino simplemente a todo desperdicio de   —81→   pueblos, arrojados en las costas americanas al acaso, i para hacer la policía de las naciones que los enviaron

Diré a Ud. algo sobre los hombres que he conocido en Rio Janeiro, porque ya es tiempo que concluya esta larga carta. Cuando Ud. viaje, hágase de buenas cartas de introduccion al principio; no que hayan de servirle de gran cosa aquellos a quienes va recomendado, sino que por una de tantas puertas abiertas, ha de encontrar su pasaje i su camino a donde quiera Ud. llegar; a mas de que la civilidad en todas partes pródiga de aquellas atenciones que nos muestran que no andamos desconocidos e ignorados en el mundo. Traíalas yo para el Dr. Sigaud, médico del Emperador i autor de varios trabajos importantes i que me puso en contacto con el Dr. Chavannes, promotor de la industria de la seda; para Hamilton, Encargado de Negocios de la Inglaterra, quien se dignó presentarme el caballero Saint-Georges, del mismo carácter diplomático por la Francia, el cual a su vez me presentó a un jóven de la marina francesa. No quiero pasar por alto una ocurrencia insignificante en sí misma, i que me valió con el segundo de aquellos personajes la transitoria intimidad que puede establecerse en dos o tres encuentros. Hamilton me habia invitado a comer, i tenia yo en la mesa de un lado a Saint-Georges, i del otro al jeneral Rivera, de Montevideo, i próximo a regresar a aquella ciudad a hacer una de las suyas. Conoce Ud. la historia de este célebre caudillo que ha figurado cuarenta años en la revueltas de la jente de a caballo. Habia sídole presentado ántes por el Enviado del Uruguai i recibídome con aquella afabilidad del gaucho que acoje a un doctorcillo de quien le han hablado bien sus amigos, especie de muñeco, que no suele ser inútil a veces, sobre todo cuando se ofrece escribir una proclama, o un manifiesto, que esplique a las naciones i al pueblo las razones que tiene para alzarse el gaucho i turbar dos años la mal conquistada tranquilidad.

¡Ai! ¡qué estúpidos son los pueblos! ¡No me canso de contemplar a este jeneral Rivera! ¡Qué bruto tan fastidioso i tan insípido! ¡Qué saco de mentiras i de jactancias ridículas, qué nulidad! ¡I sin embargo, hai hombres decentes por millares que no solo se dejan arrastrar por él a los conflictos de la guerra i de la revolucion, sino que aun estando caido, se sienten dominados por su prestijio! Yo concibo que la nulidad que se oculta a las miradas del público i solo se hace sentir por atrocidades, ejerza al fin la fascinacion del misterio i la   —82→   accion endémica del terror que enferma la razon obrando sobre los nervios; pero la insignificancia a cara descubierta, palpable i poco dañina, porque esta justicia se le debe a Rivera, esto es lo que no comprendo. Yo he debido quedar mui mal puesto en su concepto; i todas aquellas fórmulas con que la buena educacion prescribe disimular nuestro pensamiento para no lastimar el amor propio ajeno, no han bastado, a lo que creo, para ocultarle al buen jeneral, no diré mi desprecio porque no es esta la palabra, sino la risa que me da verlo caudillo de pueblos, personaje histórico, i hombre influyente. Hablábase en casa del Enviado montevideano de los negocios del Rio de la Plata, i, como recientemente llegado, yo esponia los últimos acontecimientos. Los interventores, frances e ingles, decia yo, desearian arreglar por un tratado la cuestion si las partes contendientes se sometiesen a entrar en compromisos mútuos, con garantías de su cumplimiento en lo futuro. Montevideo no puede tratar, repuso el jeneral Rivera con un aplomo i una sencillez adorables: si no se trata conmigo, todo lo que se haga es nulo; yo soi Montevideo, yo soi todo, ¡la verdad! Habíame quedado estupefacto al oir este lenguaje en boca de un hombre entrado ya en años, estábamos todos con la circunspeccion conveniente, i de repente, por una de aquellas súbitas revoluciones de la imajinacion mui frecuentes en los niños, yo, el ménos condecorado entro tan altos personajes, yo reventé en risa. Fué para peor que me contuviese, súbitamente, sacara el pañuelo i afectase limpiarme el sudor; mi confusion misma hizo comprender a todos, i al jeneral, que me le reia en sus hocicos.

En la mesa de Hamilton se hablaba de todo, política, fruslerías, incidentes, noticias. En cada cosa Rivera metia su cuchara principiando siempre: pues, yo... i seguia alguna, necedad i siempre él, actor, héroe, i parte integrante del suceso. Nombróse a la reina doña María de la Gloria, i Rivera estuvo listo para añadir que en su mano habia estado casarse con ella, segun se lo proponia don Pedro; pero que él no habia querido. El enviado frances, con una esclamacion para halagar a Rivera, i una mirada a mí para preguntarme si yo entendia mejor que él las habladurías de este payo, me inspiró desusada presencia de ánimo para decirle: ¿por qué no admitió jeneral? ¡habriamos tenido la gloria de verlo rei de Portugal a la hora de esta! Pude hacer llegar a la adrese de Saint-Georges esta palabra: «c'est un bavard», i nuestra   —83→   buena intelijencia quedó en el acto establecida, luchando ambos en adulaciones al jeneral i en compostura, para no traicionar la risa que nos retozaba, i cuyo fardo fuimos a deponer en un rincon apartado a la horá del café, pasando en reseña las ocurrencias divertidísimas de la mesa.

Para reivindicar la honra de Montevideo tan comprometida por esto badulaque, tuve el gusto de conocer al Dr. Vilardebeau, médico, i el sábio americano mas modesto, mas sencillo i estudioso que he conocido. Acompañóme a la visita de las escuelas, habiéndose él mismo encargado de facilitarme con el gobierno autorizacion para hacer de ellas un exámen detenido. Creo haber ganado sus simpatías, i este es un título de que me honro. La emigracion arjentina enseña aquí de vez en cuando algun resto del antiguo partido unitario; Santa Catalina i San Pedro son, sin embargo, los puntos donde mayor número de emigrados se han acojido. Una joya encontré en Rio Janeiro, Mármol, el jóven poeta que preludia sir lira, cuando no hai oidos sino orejas en su patria para escucharlo. Es este el poeta de la maldicion, i sus versos son otras tantas protestas contra el mal que triunfa i que los vientos disipan sin eco i ántes de llegar a su direccion. La poesía tiene su alta conciencia del bien, que no se atreve a traicionar por temor de empañarse. Mármol, al lado de Guido el solícito servidor de Rosas, desencantado, sin esperanza i sin fe ya en el porvenir de su pobre patria, escribe, depura i lima un poema, como aquellos antiguos literatos que confeccionaban un libro en diez años. El Peregrino, que no verá la luz porque a nadie interesará leerlo, es el raudal de poesía mas brillante de pedrería que hasta hoi ha producido la América. Byron, Hugo, Beranger, Espronceda, cada uno, no temo afirmarlo, querria llamar suyo algun fragmento que se adapta al jenio de aquellos poetas. Mi teoría sobre la poesía española está allí plenamente justificada; exhuberancia de vida, una imajinacion que desborda i lanza cascadas de imájenes relucientes que se suceden unas a otras; pensamiento altísimo que se disipa, falto de mejor ocupacion, en endechas, maldiciones i vano anhelar por un bien imposible; bellezas de detalle, hacinadas como las joyas en casa del lapidario, sin que el fin venga a darles a cada una su debida importancia; i el alma replegándose sobre sí misma por no encontrar fuera de ella el espectáculo de las grandes cosas, palpando sus heridas, recontando como el avaro sus tesoros, i repitiendo como el niño en palabras animadas, en eterno i rimado   —84→   monólogo, todos los sentimientos, todas las crispaciones que en aquella prision del no ser, del no poder emplearse esperimenta. Mármol emprendió en vieja nave trasladarse a Chile. A la altura del Cabo, el sud oeste los tuvo dos meses a la capa a los 64º de latitud, luchando con las olas que amenazaban sepultarlos, esquivándose con dificultad de las masas flotantes de hielo alborotadas por la tempestad, viendo venir la muerte por los costados del buque en montañas líquidas, por la bodega donde achicaban sin cesar dia i noche la bomba, por la falta de alimentos cuya duracion podían medir, por la racion de agua que se les acordaba escasa. Al fin, desmantelada la nave, hundiéndose por pulgadas de dia en dia, crujiendo los maderos próximos a desbandarse, llegaron a Rio Janeiro, i Mármol bajó a tierra a rumiar el poema, que entre estos sufrimientos i aquellas escitaciones habia brotado en su pensamiento. Hé aquí la tela, ¡pero el bordado, cuán rico es, i cuántos colores vivísimos le han servido para matizarlo! Las zonas templadas, la pampa i el trópico, la república antigua i el despotismo moderno, los mares procelosos i sus muertos amores, todo pasa por aquel panorama, todo se refleja en aquel espejo, donde lo pasado i lo venidero vienen a confundirse en el vacío que el presente deja. Mármol es poeta, i es lástima que cante lo incantable, la descomposicion, el marasmo. ¿Quién no siente que fragmentos como éste debieran andar entre las Orientales?



    «¡Los trópicos! El aire, la brisa de la tarde
resbala como tibio suspiro de mujer,
i en voluptuosos jiros besándonos la frente,
se nos desmaya el alma con dulce languidez

    Mas, ¡ai! otra indecible, sublime maravilla  5
los trópicos encierran, magnífica: la luz,
la luz radiante, roja, cual san re de quince años,
en ondas se derrama por el espacio azul.

    Allí la luz que baña los cielos i los montes
se toca, se resiste, se siente difundir;  10
es una catarata de fuego despeñada
en olas perceptibles que bajan del cenit.

    El ojo se resiente de su punzante brillo
que, cual si reflectase de placas de metal,
—85→
traspasa, como flecha de imperceptible punta,  15
la cristalina esfera de la pupila audaz.

    A dónde está el acento que describir pudiera
el alba, el mediodía, la tarde tropical,
un rayo solamente del sol en el ocaso,
o del millon de estrellas ¿un astro nada mas?  20

    Semeja los destellos, espléndidos, radiantes,
que en torbellino brota la frente de Jehová
parado en la alturas del ecuador, mirando
los ejes de la tierra, por si a doblarse van.

    I con la misma llama que abrasa, vivifica  25
la tierra que recibe los rayos de su sien,
e hidrópica de vida revienta por los poros
vejetacion manando para alfombrar su pié».



El cerebro de donde han saltado estas abrasadas chispas puede adaptarse mui bien a las cavidades del cráneo de Víctor Hugo o de Lamartine. ¿I dónde, sino entro los mas claros injenios, puede encontrarse concepcion mas alta, pintando la brevedad de los siglos al atravesar la eternidad?



    «De su caos los siglos se desprenden,
llegan, ruedan, levantan en sus manos
jeneraciones, mundos, i descienden
de la honda eternidad a los arcanos;
así del hombre las pasiones hienden  5
por esos del placer goces mundanos,
roban la aroma de la flor, i luego
vuelven al corazon marchito el fuego.

    Tienen i nada mas sobre este mundo
una nacion, un siglo; un hombre, un dia».  10



I cuando busca las causas de la degradacion de su patria, i encuentra en nuestros tristes antecedentes históricos la España:


   «Eso tiene este mundo americano,
como fibras de vida dentro el pecho,
desde el florido suelo mejicano
—86→
hasta la estéril roca del Estrecho,
absolutismo, siervos i tirano,
farsas de libertad i de derecho,
pueblo ignorante, envanecido i mudo;
supersticion i fanatismo rudo».



¡Coraje, mi querido Mármol! Si alguna vez vuelves atras la vista en la ruda senda que has tomado, me divisarás a lo léjos siguiendo tus huellas de Peregrino! Sed el Isaías i el Ezequiel de ese pueblo escojido, que ha renegado de la civilizacion i adorado ¡el becerro de oro! Sin piedad, ¡aféale sus delitos! La posteridad i la historia te harán justicia. Gritadle, con el grito vengador del pudor ofendido:


    «Diputados, ministros, jenerales,
¿Qué haceis? Corred, el bruto tiene fiebre,
Arrastrad vuestras hijas virjinales
como manjar nitroso a su pesebre;
corred hasta las santas catedrales,
a vuestros piés la lápida se quiebre,
i llevad en el cráneo de Belgrano,
sangre de vuestros hijos al tirano».



Me ha dejado atónito, espantado Mármol con la lectura de su poema, i otro tanto esperimentaban Lopez, Pinto, Herrera, que oyeron la lectura de varios fragmentos. Imposible seguir aquel torrente de pensamientos i de imájenes, que van cayéndose i levantándose como el agua que desciende de las alturas de los Andes; la imajinacion se fatiga al fin, con el relampaguear de las figuras i de las comparaciones, que revisten de un empedrado reluciente aun los pensamientos mas comunes. I todos estos tesoros de moral, de justicia, de valor, toda aquella joyería de idealizaciones, de descripcion i de conceptos, todo perdido, oscuro, porque la justicia está calumniada, oprimida, pisoteada, sin esperanzas de ¡mejores tiempos!

Encontre tambien aquí a mi antiguo amigo Ruguendas, que en sus numerosos diseños ha estereotipado la naturaleza i las fisonomías de las diversas secciones de la América del Sud. Su grande obra sobre el Brasil le ha dado un nombre en Europa; pero ni en Europa, ni en América se apreciará por largo tiempo todavía su esquisito talento de observacion, la nimia exactitud de sus cuadros de costumbres.

  —87→  

Ruguendas es un historiador mas bien que un paisajista; sus cuadros son documentos, en los que se revelan las transformaciones, imperceptibles para otro que él, que la raza española ha esperimentado en América. El chileno no es semejante al arjentino que es mas arabe que español, como el caballo de la pampa se distingue de a leguas del caballo del otro lado de los Andes.

Humboldt con la pluma i Ruguendas con el lápiz, son los dos europeos que mas a lo vivo han descrito la América. Ruguendas ha recojido todas las vistas del Brasil, i tal cuadro suyo de la vejetacion tropical, sirve de modelo de verdad i de gusto en las aulas de dibujo en Europa; Méjico, el Perú, Bolivia, Chile, Arauco, la República Arjentina i el Uruguai, le han suministrado en 20 años de viajes, tres mil sujetos de paisajes, vistas, costumbres, i caracteres americanos bastantes a enriquecer un museo. Ruguendas tiene, sin embargo, sus predilecciones. Aleman, cosmopolita, es por la candorosa poesía de su carácter, arjentino i gaucho. ¡Cuánto ha estudiado este tipo americano! Los artistas europeos no acertarian a apreciar el mérito de sus composiciones. El gaucho ha pasado al lienzo con sus hábitos, su traje, su carácter moral; la desembarazada inclinacion de su espalda, la contraccion de los músculos de su fisonomía, que le es tan peculiar, correspoden con el talante reposado i como equilibrándose, del que vive a caballo. Entre las escenas de la pampa, Ruguendas tiene dos tipos que repite i varía al infinito. La escena de bolear caballos, i el rapto de las cristianas, el poema épico de la pampa, de que Echeverría sacó tan bello partido en su Cautiva. ¡Cuántos contrastes de matices i de caractéres suministra, en efecto, aquel drama, en que mil familias de los pueblos fronterizos pueden creerse penosamente interesadas! La pampa infinita i los celajes del cielo por fondo, confundidos en parte por las nubes de polvo que levantan los caballos medio domados que monta el salvaje; la melena desgreñada flotando al aire, i sus cobrizos brazos asiendo la blanca i pálida víctima que prepara a su lascivia; ropajes flotantes que se prestan a todas las exijencias del arte; grupos de jinetes i caballos; cuerpos desnudos; pasiones violentas; contrastes de caracteres en las razas, de trajes en la civilizacion de la víctima i la barbarie del raptor, todo ha encontrado Ruguendas en este asunto favorito de su animado pincel. Hálos ejecutado para el Emperador, i recibido en recompensa la condecoracion imperial. Me ha hecho obsequio de una salida   —88→   de los sitiados en Montevideo, en que ha ostentado toda la gala de su talento de reproducir los tipos americanos. Distínguese entre la muchedumbre de soldados improvisados, los arjentinos de los orientales, mas por sus fisonomías diversamente animadas, que por las lijeras variantes del chiripá. Entre los jefes a caballo que forman la cúspide del grupo, conócese el que es europeo por la manera de llevar la cabeza, i un italiano a pié contrasta al lado de los arjentinos i orientales, ménos elegantes en su postura.

Todo de Ud. etc.




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Señor don Cárlos Tejedor.

Mayo 9 de 1846.

Avise usted a los mios, mi buen amigo, que he tocado tierra en Europa, que he abrazado, mas bien dijera, esta Francia de nuestros sueños. Puedo permitirme tal hipérbole con usted que apénas conoce el español como se escribe en España (que es, du reste, como debe escribirse) a fuerza de no pensar ni sentir, sino como nos ha enseñado a pensar i sentir la literatura francesa, única que usted i yo llamamos literatura aplicable a los pueblos sud-americanos. I no le pese a usted de aquella su ignorancia. ¡Ai! de los que han habituado sus ojos desde temprano, a la luz fosforescente reflejada de aquella luna europea llamada la España, de aquellos autores que solo brillan donde hace noche oscura, i poniéndoles lo hueco de la mano en torno, para que el aliento no disipe su fugaz e incierta luz. ¡Cuán pocos son los que mas tarde pueden mirar de frente venir las ideas, sin cerrar los ojos lastimados i sin volverles el rostro! Cúponos a ambos suerte mejor, criándonos al aire libre de nuestro siglo, espuestas nuestras juveniles cabezas desnudas a los rayos del sol, a la lluvia i a la tempestad. Así es que nunca hemos adolecido romadizos, como ciertos individuos, cuando la atmósfera de las ideas recibidas cambia por un libro o por un acontecimiento nuevo. Jesto ninguno hice al leer al metafísica Leroux en 1840 Víctor Hugo me encontraba en un rincón de las faldas orientales de los Andes, dispuesto a seguir   —89→   por el camino nuevo que venia abriendo, i la escuela moderna de historia, no bien se presentó, que hubo desnudado mi espíritu de todos los andrajos de las interpretaciones en uso. Los jóvenes de buena voluntad en América somos el modelo de aquel Jerónimo Paturot, el Quijote de las ideas francesas, si bien debo hacerle a usted la justicia de decir que se quedó en sus trece en 93, siguiendo de mala gana i refunfuñando en los acomodaticios senderos abiertos despues por el eclectismo, aquella corrupcion de la intelijencia a quien tan sendas maldiciones enviábamos.

Por lo que a mí respecta, dijera, si la modestia no tratase de taparme la boca, que nuestros noveles cerebros han pasado en veinte años por todas las revoluciones que en un siglo ha esperimentado el espíritu humano. ¿Por donde empezó usted sus lecturas? ¿Apuesto que cayó en sus manos el primer libro, como cayó en las mias La filosofía de la historia, que tan seductoras mentiras contiene? Estaba seguro de ello. Despues vino La moral universal; puede ser que el Sistema de la naturaleza, i aquí me tiene usted a los veinte años escéptico por lo ménos, con el alma, aunque dura i estéril, rozada de toda mala i buena yerba, limpia como la palma de la mano. Árela usted en seguida, i riéguela abundantemente, siembre buena semilla, i gústeme esos frutos cuando bien zazonados. ¡Qué tal.... eh? Tengo de escribir un tratado de agricultura del alma, para enseñar la materia con que ha de abonársela si se quiere hacerla producir ciento por uno.

Imajínese, pues, como debo estar de contento viéndome a cuatro horas del Paris de Barbier, cuyo versos escribo por fragmentos como me vienen a la memoria, tanto mas que en tierra de Francia, su idioma empieza a hacérseme habitual.


«Il est, il est sur terre une infernale cuve,
on la nomme Paris: c'est un large étuve,
une fosse de pierre aux immenses contours,
qu'une eau jaune et terreuse enferme a triples tours;
c'est un volcan fumeux et toujours en haleine  5
qui remue à longs flots de la matière humaine;
et qui de temps en temps, plein d'une vase immonde,
soulevant ses bouillons, déborde sur le monde.
¡O rase de Paris! ¡race au coeur dépravé!
¡Race ardente à mouvoir du fer ou du pavé!  10
Mer dont la grande voix fait trembler sur les trônes,
—90→
ainsi que des fiévreux, ¡tous les port-couronnes!
Flot hardi qui trois jours s'en va battre les cieux,
et qui retombe après, ¡plat et silencieux!
Race qui joue avec en ce monde, effrayant assemblage  15
des élans du jeune homme et des crimes de l' âge;
race qui joue avec le mal et le trépas,
¡Le monde entier t'admire et ne te comprend pas!».



I en efecto, ahora que me aproximo a aquel foco desde donde parten para nosotros los movimientos del espíritu, uno en pos de otro, como los círculos concéntricos que describen las aguas ajitadas en algun punto de su superficie, siento no sé que timidez, mezclada de curiosidad, admiracion i respeto, como aquel sentimiento relijioso e indefinido del niño que va a hacer su comunion primera. Siéntome, sin embargo, que no soi el huésped ni el estranjero, sino el miembro de la familia, que nacido en otros climas se acerca al hogar de sus antepasados, palpitándole el corazon con la anticipacion de las sensasiones que le aguardan, dando una fisonomía a los que solo de nombre conoce, i tomando prestados a la imajinacion, objetos, formas i conjunto, que la realidad destruirá bien pronto, pero que son indispensables al alma, que como la naturaleza, tiene horror al vacío.

Quiero, pues, ántes quedarme en ayunas de toda impresion estraña, i para conseguirlo necesito contarle algo de mi travesía de Rio Janeiro acá. ¿Por dónde iba Ud.? ¿Romanticismo? Ya pasó. ¿Eclectismo? Lo hemos rechazado. ¿La monarquía moderada? ¡Quite allá! ¿La república, del 93, con la asamblea nacional?... Oiga Ud. al oido, tengo un secreto. ¡El falansterianismo, el furierismo, el socialismo! ¡Qué república ni que monarquía! Voi a contarle el caso.

Habíamosnos reunido en el Brasil Irarrázaval i los jóvenes chilenos que lo acompañaban, i no obstante la amistosa solicitud del enviado estraordinario a Roma, partí en distinto buque, si bien al mismo tiempo que ellos. Con veinte chilenos se vive en Chile siempre aunque esté uno en el Japon i yo queria, desprendiéndome de las reminicencias americanas, echarme en aquel mundo de estraños en cuyo seno habia de vivir en adelante. No quedaron frustrados mis deseos a bordo de la Rose, hermoso paquete que hace la travesía entre el Havre i Rio, construido esprofeso para el lucrativo trasporte de pasajeros, i decorado con un lujo a que no estamos habituados en el Pacífico. Entre 45 pasajeros de proa   —91→   un arjentino i yo perteneciamos al habla castellana; algunas familias brasileras, gran número de franceses, tal cual aleman, he aquí la sociedad en que debiamos movernos durante la navegacion; mundo que tiene por límites el casco del buque, i e n el que no tardan en formarse parcialidades, enredarse intrigas, i nacer malquerencias o aficciones entre individuos que al tocar la tierra van a perderse de vista acaso para siempre. Las formas de la civilidad sirven al principio de tentáculo suave, para examinar el carácter i condicion de cada uno de los habitantes de a bordo, hasta asimilarse los unos i alejar a los otros, segun que se adapta o no a nuestro modo de ser; i tan constante es esta regla, que aquel jóven arjentino que obedeciendo a las simpatías de idioma, habia tomado camarote conmigo, a los tres dias estuvo ya fuera de mi círculo, absorvido por uno de los brasileros, a quien lo apegaban invenciblemente las afinidades de la sangre de 24 años, tan llena de espansion de ordinario, tan rica de ilusiones. No era tan de fácil composicion mi cosmos, i aquella reserva, rayando en timidez en los que no pecan de comunicativos, prolongaba mi aislamiento aun despues de que todos los grupos estaban perfectamente diseñados. Ruguendas me habia presentado un jóven aleman de tan blando carácter, como era lijera su sangre; el caballero Saint-Georges a un capitan de corbeta frances, de regreso de Tahití a Francia, culto en sus modales, pero verdadero oficial de marina, de difícil abordaje; i entre la turba de pasajeros, hacíase notar un jóven pálido, de nariz aguileña, sombreado el conjunto de sus nobles i bellas facciones por una barba negra, reluciente, tupida i prolongada hasta el pecho.

Estos tres individuos eran los que por posicion, educacion i edad parecian mas amalgamables; pero el progreso de nuestras relaciones era lento: bon jour, bon soir, i esta o la otra observacion pasajera, formaban el caudal de nuestros diálogos. Tambien ellos me tenian en cuenta; cada uno contando con atraerme a su círculo, sin que se escediesen de aquella comedida reserva que guardan los que se estiman para los que principian a estimar. Entre el de la barba negra i yo, mediaban ademas circunstancias orijinales. Supo él bien pronto que era yo unitario de los que no transijen, i sabia yo por mi parte que era él, aunque frances, partidario de Rosas; i esta antipatía de ideas nos hacia solícitos i respetuosos recíprocamente, cuidadoso cada uno de no hacer saltar la primera chispa que podria traer el malestar que causan las opiniones   —92→   irreconciliables. No tardó, empero, la ocasion de encontrarnos en presencia uno de otro, sobre aquel escabroso terreno. Descendiendo por accidente a la cámara del buque, encontrélo esplicándole al capitan de corbeta la cuestion del Rio de la Plata; i jamas he consentido entre personas intelijentes, cualquiera que sea su rango i su posicion, que en mi presencia se calumnie o se desfigure el verdadero carácter de la lucha. Este es un penoso deber que me he impuesto, i que hasta hoi he llenado sin ceder a consideracion ninguna. Hai para mí algo de tan santo en las grandes desgracias de los pueblos que creo complicidad imperdonable, el silencio, siquiera, cuando otros se permiten juzgarlas mal. Hube, pues, de tomar parte en la conversacion, no sin disculpar mi no solicitada injeriencia, i despues de esplicar hechos mal comprendidos haciendo salir la cuestion del innoble cuadro en que la tienen encerrada la fisonomía esterior de los sucesos, i la influencia de las personas, el comandante Massin, Mr. Tandonnet el de la barba negra, i yo, formamos un círculo ménos numeroso sin duda, pero en cuanto a intercambio de ideas, el mas escojido, puesto que mui pocos de entre los demas pasajeros pretendian hacerse notar por este lado, salvo un brasileño entrado en años, especie de bufon literato, que intentó hacerse el héroe de la sociedad e hizo fiasco, a causa de la torpe inmoralidad de sus gracias, que no daban, sin duda, la mas alta idea de sus costumbres, relajadas hasta la crápula, seguro lo supimos mas tarde. Tenia, pues, mi mundo, mis amigos, mi círculo en aquel trio tan penosamente formado. Las cuestiones odiosas fueron poco a poco apartándose, quedando para material inagotable de nuestras pláticas, ideas jenerales, accidentes de viaje, reminiscencias artísticas5, libros, poetas, etc. El comandante Massin habia estacionado largo tiempo en Tahití, i penetrado en aquel mundo bárbaro de la Oceanía tan rico en estudios sobre la naturaleza primitiva de los gobiernos i de las relijiones. Cuando el gobierno de Chile mandó ocupar el Estrecho de Magallanes, era él el capitan de vapor frances que los colonos encontraron surto en aquellas aguas, i aunque nada me haya dicho directamente, algunos antecedentes significativos me han dejado traslucir que reconocia el Estrecho de órden de su gobierno para tomar posesion de él. La ocupacion de las Marquesas habia sido recomendada al ministerio en una obra en que el autor se estendia igualmente sobre la conveniencia de ocupar el Estrecho a fin de asegurar las comunicaciones con las islas del Pacífico;   —93→   i esta segunda parte del proyecto, quedó sin ejecucion por la oportuna medida del gobierno de Chile, que obedeciendo a indicaciones análogas en cuanto a asegurar ventajas para su comercio, veia en el Estrecho lo mismo que el gobierno frances buscaba. Creia el comandante Massin que para la navegacion de vapor prestaria aquella colonia de Magallanes importantes servicios, si el gobierno chileno hacia continuar las sondas del Estrecho en la parte que Fitzroy habia dejado incompleta, pues allí estaban las verdaderas dificultades6 de la navegacion, modificando bastante en mí con sus observaciones de marino, las ideas jenerales que yo habia emitido sobre el mismo asunto en la época que precedió a la ocupacion. A propósito de vapor, quejábase el comandante de la incapacidad industrial de los hombres de Chile, i de la oportunidad malograda por algunos individuos de Concepcion, para haber asegurado con el gobierno frances una contrata de carbon de piedra, que habria desenvuelto en el pais aquella industria i asegurado a los empresarios una fortuna. Pero todas sus reflecciones en ocho dias que permaneció en Concepcion, no fueron parte a persuadirles que los precios exijidos, siendo superiores a los del carbon inglés puesto en el Pacífico, hacian imposible todo arreglo.

Mr. Tandonnet, ahora mi amigo, ofrecía aun instructivos detalles de su residencia en América. Con una educacion aventajada, i por la posicion de su familia en aptitud de viajar sin miras de comercio, habia residido en Montevideo largo tiempo, puéstose en contacto con los jóvenes montevideanos i arjentinos, tenido reyertas por la prensa con Rivera Indarte, i formado una pobre idea del personal de los enemigos de Rosas. Contrariado en sus miras como redactor de un diario en frances, por el gobierno de Montevideo, que en los primeros dias del sitio no podia permitir la emision de opiniones que contribuian, con los esfuerzos de Mr. Pichon, a retraer a los franceses de armarse en defensa de la plaza, Mr. Tandonnet abandonó la ciudad, abrigando cada dia mayor enemiga contra aquellas jentes; pasó al campamento de Oribe, i aunque en su círculo no hallase nada mas digno de su aprecio, el jefe se captó su voluntad por sus maneras afables, i una verdadera amistad los ligó desde entónces.

Con estos antecedentes pasó a Buenos Aires, i allí en el círculo de Manuelita, a quien fué presentado, empezó a creer necesario para la República Arjentina un gobierno que tachaban de cruel, i que él solo encontraba rudo como el pais,   —94→   i adaptado perfectamente a los gobernados. Rosas lo recibió en su quinta, como un buen campecino, sin ostentacion, en mangas de camisa. Hablóle cuatro horas de sus trabajos en la campaña como hacendado, del cultivo del trigo introduciendo por él desde mui temprano, i de la injusticia de los unitarios en atribuirle actos de crueldad que nunca habia cometido. Gobernaba pueblos semibárbaros que no podian ser reprimidos sino por la violencia, estaba cansado de aquella penosa tarea, que lo distraia de sus ocupaciones campestres, i asechaba la ocasion de poder consagrarse a la vida doméstica; los federales no querian admitir su dimision, etc. A la caida de la tarde el caballo de Tandonnet se habia estraviado, i Rosas, con la llaneza mas grande, le invitó a pasar la noche, durmiendo en efecto en una pieza inmediata a aquella en que Rosas, Manuelita i uno de los locos dormian. Esta escena campestre, tan inocente, tan contraria a las ideas que tenemos de un tirano, habian dejado en él profundas impresiones. Rosas en momentos de espansion i de buen humor le habia golpeado la espalda i dirijídole bromas sobre su barba monumento de tolerancia, puesto que no habia otra en toda la estension de la república. Rosas era desde entónces un bon enfant, un paisanote sencillo i bonazo, gobernando sus estados como el buen rei Dagoberto que hacia él mismo su puchero, i daba audiencia a sus vasallos sentado a la sombra de una encina, tomando su mate, o comiendo pan i queso. Así se hace i se escribe la historia.

Tandonnet profesaba, ademas, doctrinas que falseaban su razon en punto a libertad. Tandonnet era falansteriano. Habia bebido la doctrina en la fuente misma; era discípulo de Fourier, i el Juan bien amado del maestro, habíale cerrado los ojos, i conservaba en su poder la pluma con que escribió en los últimos momentos de su vida, algunos cabellos suyos, i sus zapatos, como reliquias carísimas. Nuestras pláticas durante los dos meses de navegacion, nuestras lecturas, alimentábalas esta nueva doctrina, i mis meditaciones en las silenciosas horas de las tibias tardes tropicales, despues de haber presenciado el esplendoroso ocaso del sol, cuyas fantásticas i sublimes magnificencias predisponen el espíritu a la contemplacion, volvian otra vez sobre ella, preocupado con la grandeza de las ideas, i la fascinacion de aquel sistema de sociedad que repudia la civilizacion como imperfecta i opresora; la moral como subversiva del órden armónico creado por Dios; el comercio como un salteo de   —95→   caminos; la ciencia de nuestros filósofos como la decepcion i el error; i los seis mil años de historia como la prueba mas flagrante de que aun no vuelve todavía la especie humana de la senda estraviada en que se echó desde la vida salvaje. Fourier rompe con todos los antecedentes históricos, niega el progreso; i el despotismo, la monarquía o la república, todas son palabras vanas sin resultado ninguno positivo. Quiero introducirlo al furierismo por la misma, puerta por la cual he entrado yo.

Fourier propone un sistema de asociacion en el cual el trabajo será atractivo, en lugar de ser repugnante, como lo es ahora. Si las sociedades humanas se organizan segun su plan, hé aquí lo que sucederá. «Cuando el jénero humano habrá esplotado el globo hasta los 60º norte, la temperatura del planeta se dulcificará i se hará mas regular. El calor fecundante adquirirá mas actividad; la aurora boreal, haciéndose mas frecuente, se fijará sobre el polo i se estenderá en forma de anillo o de corona. La influencia de la corona boreal cambiará el sabor de los mares, i precipitará las partículas bituminosas por la espansion de un ácido cítrico boreal. Este flúido combinado con la sal de mar, dará al agua marina el gusto de la especie de limonada que nosotros llamamos agrisal». Esta descomposicion es uno le los preliminares necesarios para las nuevas creaciones marinas, debiendo ser aniquiladas por la inmersion del flúido boreal i la descomposicion que operará en los mares, todas aquellas lejiones de monstros marinos, los cuales serán reemplazados por una multitud de anfibios serviciales. Habrá entónces «anti-ballenas remolcando los buques en las calmas; anti-tiburones ayudando a arrear el pescado; anti-hipopótamos tirando las lanchas en los rios, etc». «El caballo siguiendo este progreso de la naturaleza, será reservado para tiro solamente, cuando se posea la familia de portadores elásticos, el anti-leon, el anti-tigre el anti-leopardo, que serán de triple dimension que los de los mundos actuales. Así, cada paso de un anti-leon, hará cuatro toesas saltando i escurriéndose a la vez, i el caballero que vaya montado sobre la espalda de este corcel, irá mas muellemente que en una berlina suspendida. ¡Qué gusto no dará, esclama Fourier, habitar este mundo, cuando se posean tales servidores!».

I si estas cosas no han sucedido, cúlpese de ello al hombre mismo que no ha sabido preparar los antecedentes. «Se han engañado, dice el profeta, de una manera estraña, sobre el   —96→   papel asignado al hombre, cuando se le ha tratado de criatura frájil, de gusano de la tierra; es al contrario un ser de gran peso en los destinos universales i ello va a reconocerse como un error científico de nuestro globo, pues puede comprometer el universo entero, la masa de los planetas, i el sol de la bóveda celeste que, despues de muchos miles de años, esperimentan este perjuicio de la parte de nuestro planeta».

El sol enjendra mundos i de su cohabitacion con los planetas, nacen lunitas graciosas i retozonas como unos cabritillos. «El sol, aunque mui activo en funciones luminosas, esta contrariado en sus funciones aromales por efectos de derrames de nuestro planeta (fecundacion de las plantas) que no puede suministrar sino aromas de mala calidad (hueros) miéntras no esté organizado en armonía. (Sistema social de Fourier)».

El sol ha fijado ya un cometa, la lunita Vesta o Febin puede haber fijado otras aun, i puede ser que los dos satélites de Saturno, recientemente descubiertos, no estuviesen en línea hace 2000 años. Durante tres siglos anteriores al diluvio, la tierra dió buen aroma, tetra cardinal, de que hizo uso para fijar a Vesta. Pero la provision estaba agotada en tiempo de César, en que el sol ha sufrido una grave enfermedad, de la cual ha esperimentado una recaida en 1785. Por falso que haya estado enfermo en 1816, como lo sospecharon algunos. Era la tierra quien estaba afectada i lo está cada dia mas i mas, segun lo que se observa por la degradacion climatérica i el desarreglo de las estaciones».

«El alma es inmortal, pero perfectible viajando de un mundo al otro, i volviendo a animar nuevos seres, hasta obtener la perfeccion».

«Nuestras almas, al fin de la carrera planetaria, habran alternado 810 veces del uno al otro mundo, en emigracion e inmigracion, de las cuales 810 son intra-mundanas i 810 son tramundanas».

«Las almas en la otra vida toman un cuerpo formado de elemento que llamamos aroma, que es incombustible i homojéneo con el fuego Penetra los sólidos con rapidez como se le ve por el aroma llamado fluido magnético».

«Las almas de los difuntos gozan de diversos placeres que nos son desconocidos, entre otros el placer de existir i de moverse. Nosotros no tenemos conocimiento de este bienestar, comparable al del águila que flota sin ajitar las alas. A esta una facultad de que gozan constantemente en la otra   —97→   vida las almas de los difuntos, provistas de cuerpos aromantes, la felicidad de existir, sin tocar la tierra, ni mover las piernas. Las flores, los animales, todos los seres creados son tipos de las pasiones humanas. «Siendo el ave el ser que se eleva sobre los otros, la naturaleza ha colocado sobre su cabeza los retratos de las especies de espíritus de que están amuebladas las cabezas humanas. El águila, imájen de los reyes, no tiene sino un moño pobre i echado para atrás, en señal del miedo que ajita el espíritu de los monarcas, obligados a rodearse de guardias. El faisan pinta al marido enteramente preocupado de los riesgos de infidelidad. Se vé una direccion contraria en el moño de la paloma, pintando el amante seguro de ser amado. El gallo es el emblema del hombre de mundo, del calavera afortunado con las mujeres. El pato es el emblema del marido engatuzado, que no vé sino con los ojos de su mujer. La naturaleza aflijiendo al pato macho con una estincion de voz, ha querido pintar a aquellos maridos dóciles que no tienen el derecho de replicar cuando una mujer ha hablado. La col es el emblema del amor misterioso. La coliflor es el emblema contrario, el amor sin obstáculo ni misterio, los goces de la juventud libre que voltejea de placer en placer».

Despues de leer estos estractos que hago a la ventura de los libros que me rodean hace dos meses, ¿creerá Ud., mi querido amigo, que se haya compuesto este sistema fuera de un hospital de locos? ¿Han podido realmente escribirse tales cosas, i leerlas sin arrojar el libro hombres intelijentes?

I sin embargo, Fourier es un pensador profundo, un injenio de observacion, de estudio, de concentracion. Libre de todo contacto con este mundo, sin educacion no falsificase sus ideas, Fourier ha seguido una serie de soluciones matemáticas que lo han conducido a estas aberraciones, pero bañando de paso de torrentes de luz las cuestiones mas profundas de la sociabilidad humana. Pobre por eleccion, dependiente de una casa de comercio hasta los 66 años para vivir de un salario, ignorado largos años despues de haber publicado su teoría de los cuatro movimientos, vejado, burlado cuando su sistema fué conocido de los sabios; Fourier ha vivido en su mundo armónico, compadeciendo a los pretendidos filósofos, i gozándose en la apoteosis que le aguarda cuando las sociedades humanas entren en el camino que él les deja trazado. ¡Qué risa lo escitan los economistas! Qué desprecio le inspiran los moralistas! ¡De los políticos que hablan   —98→   de libertad i de instituciones, no merece hablarse! Fourier mandó al doctor Francia del Paraguai un ejemplar de sus obras, contando con que aquel sombrío tirano comprendiese su pensamiento. Entre los sabios Newton, entre los conductores de la humanidad Jesus, hé aquí los dos únicos hombres que le han precedido, todo lo demas es canalla, pedantes i majaderos. Contábame Tandonnet que una vez conversando ya en sus últimos dias, decia Fourier sobra Jesucristo: «Hizo mal en entrar tan pronto a Jerusalen; se dejó arrastrar por el amor de la popularidad, todavía su doctrina no habia echado raices profundas en el pueblo; él debió continuar mas tiempo predicando en las campañas i huir de la capital donde la aristocracia i el clero eran poderosos. Pero se dejó alucinar, i la transitoria ovacion del domingo de Ramos, solo sirvió para precipitar su suplicio. Yo en su lugar habria permanecido mas tiempo en Galilea». Ya ve Ud. una manera nueva de esplicar el Evanjelio. Segun este sistema Jesus daba banquetes monstruos a orillas del lago de Cafarnaun o de Genesareth para esponer en un meeting jeneral la nueva doctrina social. ¿Qué estraño era entónces que sobrasen doce canastos de pan, si nadie comia, escuchando al orador, subido sobre alguna roca para hacerse oir a campo raso como O'Connell o Cobden? Ahora comprendo quienes son aquellos fariseos a quienes larga tantas punzadas; son los lores, el parlamento, los partidarios del privilejio i del monopolio, los cuales lo echaron el guante cuando él creia poder derrocarlos, i lo colgaron; nada mas natural. Así se ha hecho siempre con los que han venido a turbar la tranquilidad pública con nuevas doctrinas. Es una fortuna que Fourier haya escapado a esta recompensa que los pueblos tienen prontita para los redentores, desde Sócrates hasta nuestros tiempos.

En despecho de todas estas estrañas lucubraciones de un espíritu que parece hablar desde otro planeta que el nuestro en despecho del ridículo tan fatal siempre para las innovaciones, Fourier tiene discípulos, hombres profundamente convencidos, i que esperan con fe imperturbable la realizacion de su sistema. Varios ensayos de falansterio se han intentado en Francia, en el Brasil, i en los Estados Unidos i si bien el éxito no ha justificado la teoría, todo el mundo está convencido de que el inconveniente no está en ella misma, sino en el medio ambiente, en la falta de recursos suficientes para la realizacion material del hecho. Lo que es innegable,   —99→   lo que sin ultrajar el pudor i la justicia no puede negarse, es que las Cunas Públicas, las Salas de Asilo, las Colonias Agrícolas para los niños delincuentes en que se les enseñan tres oficios, creaciones todas tres que han recibido ya la sancion de la esperiencia, i asumido el rango de instituciones públicas en Francia, son robadas, plajiadas a Fourier, el primero i el único que ha sujerido la idea. Los conflictos de la concurrencia, los alzamientos de los obreros por falta de trabajo, la opresion i la muerte de las clases pobres, aplastadas por las necesidades de la industria, Fourier los habia espuesto a priori, ántes de que el parlamento inglés se ocupase de disminuir las horas de trabajo, ni Cobden hecho su famosa liga de los cereales, lo que prueba que hai algo de fundamental en la doctrina del visionario, doctrina en cuyos detalles no entraré aquí, como le espondré a Ud. las objeciones de mi incredulidad de civilizado. A mí no me espanta la corona boreal, ni se me da un ardite de que el mar se convierta o nó en limonada. Hai tantos limones en Chile, que puede uno prescindir por egoismo de aquella inapreciable ventaja, que para lo que es ahogarse, lo mismo tiene hacerlo en agua salada que en un mar de orchata. Pero yo hubiera querido que Fourier, i esto es lo que objeto a sus discípulos, hubiese basado su sistema en el progreso natural de la conciencia humana, en los antecedentes históricos, i en los hechos cumplidos. Las sociedades modernas tienden a la igualdad; no hai ya castas privilejiadas i ociosas; la educacion que completa al hombre, se dá oficialmente a todos sin distincion; la industria crea necesidades, i la ciencia abre nuevos caminos de satisfacerlas; hai ya pueblos en que todos los hombres tienen derecho de gobernar por el sufrajio universal; la grande mayoría de las naciones padece; las tradiciones se debilitan, i un momento ha de llegar en que esas masas que hoi se sublevan por pan, pidan a los parlamentos que discuten las horas que deben trabajar, una parte de las utilidades que su sudor da a los capitalistas. Entónces la política, la constitucion, la forma de gobierno, quedarán reducidas a esta simple cuestion: ¿cómo han de entenderse los hombres iguales entre sí, para proveer a su subsistencia presente i futura, dando su parte al capital puesto en actividad, a la intelijencia que lo dirije i hace producir, i al trabajo manual de los millares de hombres que hoi emplea, dándoles apénas con que no morirse, i a veces matándoles en ellos mismos, en sus familias i en su projenie? Cuando esta cuestion,   —100→   que viene de todas artes, de Manchester, como de Lyon, encuentre solucion, el furierismo se encontrará sobre la carpeta de la política i de la lejislacion, porque esta es la cuestion que él se propone resolver.

I luego, ¿por qué la libertad ha de ser indiferente, aun para la realizacion misma del descubrimiento social? ¿Por qué la república, en que los intereses populares tienen tanto predominio, no ha de apetecerse, no ha de solicitarse, aunque no sea mas que un paso dado hácia el fin, una preparacion del medio ambiente de la sociedad para hacerla pasar del estado de civilizacion al de garantismo, i de ahí al de armonia perfecta? Esto es lo que no le perdono a Fourier, cuyas doctrinas han hecho a mi amigo. Tandonnet, indiferente a los estragos hechos por el despotismo estúpido en Buenos Aires, i amigo i admirador del bonazo de D. Juan Manuel.

Baste ya de ideas abstractas, i para despejar su espíritu de estas serias preocupaciones, póngase V. conmigo a bordo de la Rose, que ya vamos llegando a Francia. Todos los dias hai una hora o mas de noir et rouge, especie de monte en que cada uno pierde o gana alternativamente algunos francos. Un brasilero ex-escribano i que va a cualquiera universidad alemana a comprar un título de abogado sin rendir exámen cuando ha colectado una buena suma se levanta sin ceremonia dejando a los aficionados mirando. La indignacion se hace jeneral a bordo; un dia protestan todos contra tamaña indignidad; el comandante Massin, tan circunspecto de ordinario, apoya este movimiento con algunas palabras públicas ya que no oficiales de reprobacion; i cuando el indigno se ve oprimido por la opinion unánime de la cámara de proa, se dirije a mí, como americano al fin, ya que no tengo la gloria de ser brasilero, i con voz insegura me dice: «¡Estranjeros canallas, quién les hace caso!» He aquí para lo que sirve la nacionalidad americana; escudo de maldades siempre, mas cara de la nulidad i de la impotencia. ¡Estranjeros! i sin embargo, estamos a dos dias de distancia de las costas de Francia, en un buque frances, entre europeos, formando los americanos de puntos distintos, estranjeros, tambien entre sí una minoría insignificante. ¡América del Sur! española o portuguesa, ¡la misma siempre!

Las costas de Francia se diseñaron al fin en el lejano horizonte. Saludábanlas todos con alborozo, las saludaba tambien yo sintiéndome apocado i medroso con la idea de presentarme luego en el seno de la sociedad europea, falto de trato   —101→   i de maneras, cuidadoso de no dejar traslucir la gaucherie del provinciano, que tantas bromas alimenta en Paris. Saltábame el corazon al acercarnos a tierra, i mis manos recorrian sin meditacion los botones del vestido, estirando el fraque, palpando el nudo de la corbata, enderezando los cuellos de la camisa, como cuando el enamorado novel va a presentarse ante las damas. La Rose entra en los docks o bassins (no conozco la palabra castellana que supla estos nombres), atraca al borde de madera de los canales, i una innoble turba de criados elegantemente vestidos nos asalta, nos grita, escala el buque por las maromas, nos rodea como moscas, nos apesta con su aliento, se insinúa en nuestras manos i en nuestros bolsillos para depositar una tarjeta con el nombre del hotel que los envia. Es en vano hablarlos, injuriarlos, espantarlos con las manos, fugarse, esconderse. ¡Eh! ¡la Europa! triste mezcla de grandeza i de abyeccion, de saber i de embrutecimiento a la vez, sublime i sucio receptáculo de todo lo que al hombre eleva o le tiene degradado, ¡reyes i lacayos, monumentos i lazaretos, opulencia i vida salvaje!

No he podido desimpresionarme en dos dias del mal efecto que me ha producido esta primera impresion. Paréceme que el Havre no es la Francia, sus bellísimos edificios son modernos, no hai antigüedades, no hai monumentos. Un pobre torreon guarda el puerto desde los tiempos de Francisco I; allí un soldado se sublevó contra el rei, contra la Francia i contra la especie humana, tapió la puerta, i fue sitiado, bloqueado i bombardeado, hasta que despues de dos dias de combate, murió i la plaza fué tomada por asalto. He aquí la historia del Havre. El cardenal Richelieu construyó una ciudadela, donde el cardenal Mazarino encerró algunos príncipes molestos. En cambio están los docks que depositan las naves en el centro de la ciudad, monumento que no recuerda nada, pero que hace la riqueza i la fuerza de una nacion, dotando de puerto a Paris, i dejando burladas las tempestades del temido Canal de la Mancha que andan rondando en torno, como los ladrones, aguardándolas que salgan de sus casas para atacarlas. El nombre del primer Cónsul está incrustado humildemente en algun madero; i las naves americanas encerradas en un punto especial, están ahí por sus dimensiones colosales, espantando a los europeos mismos i vomitando de sus entrañas balas de algodon. Los alrededores son bellísimos, i la cultura i los árboles de bosques i los aparatos agrícolas i el césped, al arte i las lindas casillas, todo está revelando   —102→   que se está ya en el mundo antiguo, entro los pueblos cultos, poseedores de todos los poderes que la intelijencia ha puesto en la mano del hombre.

Tengo prisa de seguir adelante, de penetrar en esta tierra que diviso cerrada de masas oscuras de bosque, i pintorreada de alquerías, de châteaux i de campos labrados. El Normandie que llevó a Paris las cenizas de Napoleon i que conserva una inscripcion, parte, i Tandonnet, el rosista, i yo el salvaje, reunidos i haciendo vida comun partimos; él va a servirme de cicerone, de introductor a la presencia de su patria.

El sol comenzaba a apuntar en el horizonte recortado por colinas verdinegras; seis vapores de carga marchaban delante de nosotros, remolcando cada uno cinco embarcaciones, a guisa de cisnes madres seguidas de sus polluelos; las pesadas barcas del Sena descendian lentamente a merced de la escasa corriente, i a ambos costados de la ribera mas o ménos definidamente, veiamos aparecer aldeas, capillas con sus agujas de pizarra, bosques i heredades. Una banda de música compuesta de artistas ambulantes, animaba con sus ecos melodiosos aquel paisaje en fuga. Era a principios de mayo i la vejetacion naciente, añadia, por la viveza cruda de sus colores, nuevos encantos a este pais hechizado. Con toda la novedad de viajero novel teníame yo apartado, a fin de ocultar a la vista de los otros las emociones de novedad infantil que esperimentaba, siguiendo con la vista una casilla campestre, una paisana de la Normandía con su cofia en punta, algun campanario lejano, una cultura de bosque, un grupo de vacas, lamentando la rapidez del vapor que apénas os permite ver en la próxima ribera un objeto; apénas se ha encontrado el punto de un paisaje, cuando ya estais en otro nuevo, i las líneas se han cambiado o cedido su lugar a otras; bien es verdad que a la larga, siéntese que esta rapidez evita la saciedad, acortando, suprimiendo mas bien, los entreactos en aquel bellísimo drama de la naturaleza i del hombre que principia en el Havre, i va a terminar en Ruan. L'Heure, Harfleur, Honfleur, en otro tiempo patria de audaces marineros Fronville, la Berville, han pasado ya delante de nosotros cada una contando una historia, alguna tradicion; cada una dejándome alguna sensacion agradable, hasta que a poca distancia de la roca de Piere-Gatde, la orilla izquierda del Sena forma un promontorio escarpado que parece querer disputar el pasaje al rio, i contra el cual vienen a estrellarse los últimos   —103→   esfuerzos de la barra. Al oeste del Cabo, inmenso ramillete de verdura que llaman la Nariz de Tancarville, está la aldea de Tancarville. En las inmediaciones de este punto delicioso, no léjos de Quillebeuf, vénse sobre la ribera cabañas dispersas, con la gracia pastoril que presentimos en las novelas. En verano vienen de Paris centenares de artistas a abrir sus caballetes en las alturas, para trasportar al papel las campestres vistas de estos parajes. Mas arriba, i dominando aldea i cabañas, se presenta el antiguo castillo de los señores de Tancarville, en otro tiempo chambelanes de los duques de Normandía. Héme aquí, pues, en plena edad media; el castillo flanqueado de torreones i almenado aun, asentado en la punta de una roca como nido de aves de rapiña; abajo el villorrio de los siervos agrupado a tiro de ballesta, como rebaño que se estrecha para ser mejor guardado. Los Tancarville brillaron varios siglos en batallas, fiestas i torneos. Los d'Harcourt, otros barones feudales de la vecindad, se apoderaron con las armas en la mano de un molino aun se enseña, i que fué causa de una batalla dada en Lillebonne entre las jentes de ambas casas, hasta que sir Enguerrand de Marigni, ministro de Felipe el Bello, vino a citarlos a comparecer ante rei. De camino el de d'Harcourt cayó sobre Tancarville i le vació un ojo de un puñetazo con el guante de fierro. Oida por el rei la demanda, se designó el campo i el dia en que habian de batirse en duelo. El rei de Inglaterra i el de Navarra, presentes al combate, pidieron al fin que cesase por no tener el dolor de ver perecer a ninguno de tan valientes caballeros, i el rei para acomodarlos, hizo que el de d'Harcourt pagase a Tancarville 50 libras por su ojo tuerto.

A medida que se remonta el rio, las riberas se acercan, se agrupan las vistas i las aldeas i las cabañas; una ruina de este lado, una iglesia del otro, un recuerdo histórico a cada recodo del rio, una leyenda a cada cresta de la montaña, absorben al viajero, volviendo la vista de la derecha para no dejar escapar el paisaje que va ya a dejar a la izquierda; abandonando con pesar este, vuelta la cara hácia atras, para llevar los ojos al punto que ya tiene por delante. Con las casas de Vatevillese confunden las de una serie de villorrios Quesnoy, Neuville, la Rue, le Plessis, l'Angle, que flanquean el rio. No léjos aparece Caudebec con su iglesia gótica, cuyos rosetones, santos de piedra, pináculos, ojivas i mil columnillas, apénas deja ver en bosquejo el rápido vapor. Algo hubiera dado porque se detuviese en presencia de esta iglesia, la primera de   —104→   la maravillosa arquitectura gótica que se me presentaba; i el todo encerrado en el paisaje mas admirable, la villa misma colocada de un modo pintoresco, a la sombra de una montaña, coronada de bosque, a la embocadura de un vallecito i de un riachuelo que por varios brazos viene a vaciarse en el Sena. La villa vése con su espaldar de verdura, su torre de filigrana, sus terraplenes plantados de grandes árboles, i sus casas blancas, cubiertas de flores i enredaderas, reflejarse en el espejo del Sena, hasta el momento en que el vapor pasa, arrugando su superficie, i levantando en pos una manera que va azotándose por malezas i yerbas en ambas márjenes, recargadas de poblaciones, jardines, botes i casas de campo.

Otro acto de la vida tan dramática de la edad media comienza aquí. Las abadías de los antiguos monjes, colocadas en parajes risueños, en sitios privilejiados, van presentando sus ruinas, sus torres, sus pórticos aislados i desiertos, una en pos de otra. ¡Cuánta leyenda, cuántos sucesos terribles, o lastimosos cuentan estas columnas, i aquellas ojivas que dan paso a la luz del sol! ¡De cuántas revoluciones i de cuántos estragos han sido testigo i víctimas! He gozado sin hartarme de las sensaciones melancólicas que inspira el paisaje cuando alguna noble ruina alza su rugosa i descarnada frente, cubierta de yedras seculares que quieren protejerla atando con mil ligaduras sus hondas grietas. En las noches de invierno cuando los últimos suspiros de la brisa de la tarde ajitan dulcemente las parásitas, si la luna logra asomar su disco por entre las pálidas nubes, me imajino que la oscuridad que no alcanza a disiparse, deja sospechar formas indecisas, imájenes confusas, fantasmas vaporosos; despues la melancólica luz de la luna se refleja en los costados de aquellos arcos abiertos dando relieve a los bultos de los santos de piedra, a las agujas i florones. El paisano que pasa por las inmediaciones, aprieta el paso repitiendo un pater noster, temeroso, ménos de sentir caer algun fragmento de aquellas piedras que nadie sabe como se tienen en el aire, que huyendo de oir los jemidos que otros le han dicho haber sentido salir de las tumbas que por todas partes pisa.

Las ruinas de la Abadía de San Vandrille se ocultan detras de algunas arboledas. En su refectorio i en su claustro de arquitectura gótica, en lugar de las oraciones piadosas de trescientos monjes que en otro tiempo la poblaban, elévanse al cielo bocanadas de humo o de vapor, e incienso de la industria, de las máquinas que hacen mover una filatura de   —105→   algodon. Sus alrededores estaban ántes cubiertos de capillas, calvarios i oratorios que elevaban los peregrinos, atraidos de todas partes por las virtudes milagrosas de una fuente vecina que continúa aun corriendo, i cuyas aguas se venden hoi a medio la cántara; pues que si bien han dejado de hacer milagros, no han perdido su reputacion de saludables. Pero si nada se conserva de la iglesia, el viajero queda recompensado en demasía con la vista de la famosa Abadía de Jumieges, célebre en los análes de la historia i de la ciencia, imponente golpe de vista, rico en cavilaciones tristes. Aquellos muros abandonados, guarida hoi de cuervos i de aves nocturnas, encerraban en otro tiempo una corporacion inmortal de sabios que se trasmitian, al traves de las jeneraciones, la continuacion de estudios de siglos atras comenzados. De las escuelas de los Benedictinos sus reclusos, salieron aquellos maestros, historiadores, teólogos, que imprimian movimiento a las ideas de aquellos siglos de ignorancia universal, i ya echaban de cuajo la Europa sobre el Asia para reconquistar el santo sepulcro, ya dotaban a la civilizacion moderna de aquellas pacientes copias i colecciones de autores clásicos, que anudaron al fin el roto hilo de los progresos de la intelijencia humana. Eran los abades de Jumieges, para mayor prestijio de su saber i piedad, soberanos, ademas, de todo el pais circunvecino. La fundacion de esta famosa abadía alcanza a la época misma en que empezó a tomar consistencia de perfeccion cristiana el espíritu ascético, a los tiempos del rei Dagoberto. Entre sus ruinas se encontraba un sepulcro sobre cuya losa yacian dos jóvenes revestidos de ropas talares. Su túnica inferior, cerrada sobre el pecho con un broche de pedrerías, dejaba su cuello enteramente descubierto, i sus cabellos ensortijados estaban ceñidos en forma de diadema con una faja sembrada de piedras preciosas. Estos eran los enervados de Jumieges, dos hijos de Clovis II, que habiéndose sublevado contra su rei, el padre les cosió las pantorrillas i los arrojó i los abandonó en un bote i recojieron a los reales desgarretados.

Con la raza siguiente los padres fueron aliados de los reyes, i del seno de su comunidad salieron embajadores para Roma, capellanes para Luis el Debonario, sirviendo el convento mismo de prision para algunos nobles rebeldes. Los infieles normandos remontaron una vez el Sena, i Jumieges i San Vandrille suministraron abundante botin a la rapacidad   —106→   de aquellos bárbaros, pábulo a las llamas sus templos i santuarios, i millares de cabezas al filo de sus espadas. Pero los normandos, conquistados por el cristianismo, pagaron con usura mas tarde, en donaciones, ofrendas i construcciones nuevas, aquellos estragos causados por sus padres. De este modo la historia de la abadía se prolonga durante toda la edad media, honrándose con los nombres mas gloriosos, sembrada de acontecimientos maravillosos, piadosas leyendas, historias tiernas i candorosas, i sobre todo, alimentada con espléndidas donaciones. Leíase en una losa sepulcral: «Dama de belleza, de Roqueferrieres, d'Issondun i de Vernon sur Seine, piadosa entre todas las jentes, i que daba abundantemente de sus dineros a las iglesias, i a los pobres, la cual feneció». Esta dama de beldad tan mano abierta, no era otra que la célebre Agnés Sorel, la querida de Cárlos VII, i cuyos amores encubrió piadosamente la abadía en cuyo seno vivieron algun tiempo aquel rei sin alma, i aquella niña que le inspiraba el sentimiento de la gloria, i que lo dispensaba favores, en cambio de que armase ejércitos contra los ingleses.

La estremidad oriental no es ahora mas que un monton de escombros; en el centro, los restos subsistentes aun de la linterna dejan adivinar las imponentes dimensiones de la torre. El techo de la nave principal como el de las laterales, ha desaparecido; i aun aquellas bóvedas mismas, desquiciadas, abiertas en todo su largo, engrosarán bien pronto con su caida los montones de ruinas acumuladas debajo de ellas. Las torres del portal occidental están aun de pié, si no es la techumbre de uno de los campanarios. Al pié de las torres se estienden las murallas sin techo i muchas veces interrumpidas del antiguo monasterio. Detras está la grande iglesia con sus columnas que no sostienen ya bóvedas, i su larga nave desmantelada del lado del oriente. Al mediodía de esta construccion i en línea paralela, se estienden los muros desmantelados de la iglesia de San Pedro, del largo de la nave de la iglesia principal. Consérvanse restos de los departamentos que ocupaba el rei, su querida i sus guardias. Por todas partes en aquellas bóvedas habitadas hoi por sabandijas, lo pasado se esfuerza en ponerse de pié i presentarse a la vista, por donde quiera se encuentra un recuerdo que hace nacer en el espíritu un pensamiento grave. Al traves de las endijas de la piedra, déjanse ver montones de huesos blancos arrancados en otro tiempo acaso para darles mas santa sepultura a los carneros del monasterio, catacumba aérea, que el viento dispersa   —107→   a vuestros piés, i que va rondando con rumor siniestro sobre aquel suelo cubierto ya con hartos escombros.

Aun no acaba uno de oir o de leer lo que a la famosa abadía pertenece, cuando el presuroso vapor ha quitado de la vista aquel carton admirable del panorama, para presentar otro no ménos bello, no ménos fecundo en reflexiones i en recuerdos fabulosos. No sé si hai en la tierra algo mas bello, mas romanesco, mas poético, que este pedazo del Sena que media entre el Havre i Ruan; pero si lo hai aun, el límite de lo bello en la naturaleza i en el arte debe ser entónces indefinido, ¿Quién no ha oido en América hablar de las maravillas de la ópera de Roberto el Diablo de Meyerbeer? ¿Quién no conoce este cuento del calavera que vende su alma a Satanás, por apurar en dos años la copa del placer; cuento que no pertenece a este o al otro pais, sino al viejo cristianismo, a las creencias populares, i que cada nacion reviste a su modo, segun la idea a que del mal tiene? Roberto el Diablo en Francia, se llama Fausto en Alemania, don Juan en España; el pueblo hace el cuento i el poeta lo recarga i embellece. Nuestro don Juan es la última espresion de lo malo, segun el sentir español; no cree en nada, no tiene miedo a los difuntos; se le rie en sus hocicos a la estatua del Comendador, a quien habia muerto, i quien viene invitada por él a cenar en su compañía; el pueblo en Italia tiene otro don Juan mas terrible, Neron, que servia veneno en copas de oro a sus amigos, en un festin, para gozarse en su sorpresa, al recibir la órden de morir. Roberto el Diablo es como don Juan, el terror de los maridos, el favorito de las guasitas lindas de los alrededores de su castillo. La posicion de estas ruinas, porque en esta parte del viaje aparece el castillo de Roberto el Diablo, justifica la tradicion. Sobre una colina cónica aislada, están aun de pié algunos cuerpos de torres, bastiones i edificios, que muestran la fuerza inespugnable de la guarida. En la base del montículo hai una caverna escavada en el corazon de la montaña, i que va hasta el interior de las ruinas; por ahí, diz que salia el Roberto el Diablo a caza de mujeres, i por aquel antro las introducia. Allí están enterradas sus queridas; allí hizo penitencia en sus últimos dias, porque Roberto el Diablo se salvó de las garras de Lucifer. Entre los matorrales, yerbas i arbustos que cubren la montaña maldita, crece la yerba que estravía, i el viajero que por descuido la pisa, no vuelve a encontrar su camino aunque marche toda la noche. ¡Cuántas muchachas de las vencindades han pisado   —108→   esta fatal yerba! ¡Imposible volver a su casa hasta el siguiente dia! Una vieja crónica cuenta que Roberto, hijo de un gobernador de Neustria en tiempo de Pepino, mató a su maestro de una puñalada; mas tarde se presentó en la vecindad de Ruan en un monasterio, hizo reunir la comunidad escojió la monjita mas salada, i se la llevó al bosque.

Antes de pasar la montaña vése la selva de Mauny i un viejo castillo sobre una roca. El prior de la abadía vecina de San Jorje, pasaba el rio a nado para recocijarse con la castellana que habia sido su prometida; un día sorprendiólo el baron, i para que es decirlo, lo mató. Los monjes hasta la revolucion francesa celebraban cada año oficios espiatorios por el alma del prior muerto sin haber tenido tiempo de arrepentirse. Porque en todas estas tradiciones de la edad media entran siempre como personajes obligados barones, monjes, reyes, queridas i abades, única parte viva de la sociedad de entónces; lo demas, el pueblo, es ripio con que se rellena el edificio social; i al leer una de aquellas antiguas leyendas o al rejistrar las crónicas de la época, vése que el pueblo, el autor, i los personajes mismos, no hacen diferencia entre el monje i el baron para cometer delitos, derramar sangre i saquear pueblos; todos son iguales ante la lei de la época, la violencia i la inmoralidad, bien que sea que de entre esta masa hayan subido los santos a los altares, acaso por la admiracion que causaba ver a un hombre que no fuese un solemne malvado.

Si alguna vez viene Ud. a Francia, desembarque en el Havre i no en Burdeos. Por aquí va el camino de su historia para llegar a Paris. Aquí se encuentra todo su pasado, los señores normandos i los ingleses, las tradiciones i las batallas la edad media con sus conventos, sus agujas i sus castillos; i para el americano, poco conocedor al principio, conviene que se le presenten en grandes masas los objetos para que hieran hondamente su imajinacion. He descrito ya lo mas notable del bellísimo rio, i me tiene Ud. en Ruan, en medio del conjunto de monumentos góticos mas nobles que ostenta ciudad alguna de Europa; los siglos se han parado sobre esta ciudad, i del quince acá, nada de notable hai moderno. Las masas de techumbres de pizarra aumentan la oscuridad de las calles estrechas, flanqueadas de edificios parduscos, dominadas por iglesias, conventos, catedrales, cuyas agujas se desprenden en el aire, como si los edificios de cuatro o seis pisos que la circundan, fueran matorrales al pié de añosos cipreses.   —109→   He recorrido la ciudad i alrededores, escalado las torres de Saint-Ouen i de la Catedral, tocando con mis manos esta piedra tallada, calada, vaporizada como piezas chinescas de ajedrez, para convencerme de que tantas maravillas son obras humanas. Seria en vano que tratase de darle detalles de una arquitectura que ella toda se compone de detalles, bien que allá, donde este jénero no alcanzó, interesarian mas que otros que prodigo sin temor de cansar. Pero ¿qué decirle de estas murallas caladas i cubiertas de vidrios de colores, en los cuales están pintadas las vidas de los santos, cuyos ropajes colorados o azules dejan pasar al interior de la iglesia los rayos del sol teñidos de todos los colores del íris, bañando en seguida las naves, el pavimento con esta luz estraña, esmaltala, fantástica, dando visos sobrenaturales a las estatuas de santos de escultura rara? Lea un libro, alguna descripcion de esta clase de combinaciones; tome Ud. el caleidescopio, i hallará allí uno de estos rosetones que decoran las fachadas de las antiguas catedrales, en lo que cifraban su gloria los maestros, tanto que en Saint-Ouen el que hacia el roseton de la fachada principal, clavó el puñal en el corazon al discípulo que hacia en una fachada lateral otro que el maestro encontró fatal para su reputacion. Suba Ud. a los Andes, i aquellos numerosos penitentes que forma en la nieve la desigual accion del viento, no le darán idea de esta muchedumbre de pináculos, agujas, i torrecillas que decoran, erizan, los edificios desde su base; cada uno de ellos con remate diverso, cada uno en Saint-Ouen rematado en una estatueta de fraile, en todas las aptitudes imajinables. Si quiere darse idea de la forma de las goteras, que en ángulo obtuso contrastan con los pináculos, cierre los ojos i cree monstruos de todas las formas, perros, serpientes, monos, zapos, lagartos, frailes que se roban mujeres, mujeres que vomitan demonios, demonios que se llevan almas, sátiros peleando o que hacen cosas peores, abortos de la imajinacion, cosas sin nombre, pero todos con formas caprichosas, absurdas, fantásticas, imposibles. La lei de esta arquitectura es clara a mi pobre modo de entender, sobreponerse, a la materia, espiritulizarla, darle vida, presentar un drama infinito sin que el espectador descubra la maquinaria, algo del espíritu cabalístico de la época; el arquitecto ha querido pasar en las edades futuras por nigromántico; presentando de pié, despues de siglos, enormes moles de piedra diáfanas; sosteniendo sobre sus murallas de vidrios pintados, techumbres de plomo, apuntaladas sobre hacecillos   —110→   de columnas como manojo de varillas. Si hai dos torres, la una acaba en punta, la otra en una corona rejia de piedra calada; la una es alta i la otra baja; hai un pórtico al frente i al otro costado que es a veces mas lujoso que aquel; las agujas se elevan al cielo sobre bases frájiles que se están meciendo como álamos con el viento; un torreoncillo sube por un costado pegándose al edificio como la yedra, compañera inseparable del monumento gótico; otro torreon por el lado opuesto termina en un segundo cuerpo; un tercero u otra invencion absurda, sin plan sin correspondencia, le arrima su hombro a la base. Caprichos fantásticos, dice uno a primera vista; pero observando con ojo atento, vése que aquellos torreoncitos son los sustentáculos de aquella espuma petrea que afecta formar el cuerpo del edificio; los hacecillos aparentes son en realidad enormes masas de piedra, correspondientes a la mole que sustentan. Tanta lijereza, tanta riqueza de detalles, tanto arte i tanta ciencia encapotada, dan a esta arquitectura el mérito sorprendente, maravilloso que Víctor Hugo reveló a la Europa entera, asombrada de poseer una epopeya en lo que hasta entónces habia creido una pueril rapsodia; ser la última espresion del arte humano, en lo que pasaba plaza de ensayos de la imajinacion de pueblos semibárbaros.

¡Cuán boquiabiertos i estupefactos se quedaron los sabios, cuando en nombre de la edad media les dijo Victor Hugo, bárbaros! I sin embargo, jamás se obró revolucion en el espíritu humano mas rápida, mas pronta que la que produjo Notre Dame en 1831. En el acto los arquitectos corrieron a tapar los estragos que su ciencia habia hecho, i desde entónces la Europa entera se ha ocupado de limpiar aquellas joyas enmohecidas por el orin de los siglos, profanadas por la imitacion romana; i las rentas de las iglesias i las del estado, no bastan para reparar las injurias, completar lo inacabado, i borrar, si es posible, el baldon que sobre la ciencia i el arte moderno habia caido. En este momento se repara el Hótel de Ville de Ruan, imitando un costado para reedificar el otro, i en Saint-Ouen i en la Catedral hai trabajos permanentes, como en Paris los hai en la Santa Capilla que se hace restaurar con la paciencia que demandan sus pinturas microscópicas.

Estas alucinaciones no carecen, sin embargo, de ejemplos mas altos. ¿No se moria de fastidio Buffon al oir a Saint-Pierre leer su Pablo i Virjinia? ¿No han dado coces los españoles,   —111→   Martinez de la Rosa el primero, contra la reabilitacion del arte romántico, ellos a quienes esta resurreccion de Lope de Vega i de Calderon les venia a dar papel en la historia de la intelijencia humana, en que ni ántes ni despues tomaron parte? ¿Pueden llamarse clásicos los que no han estudiado nunca el griego?

La literatura francesa se ha enriquecido i completado con aquellas audaces escursiones hechas en la edad media, estudiando sus costumbres, sus monumentos, sus creencias i sus ideas. Nacion moderna alguna habia penetrado mas hondamente en el espíritu de la Grecia i de Roma. A Esquiles, Sófocles i Eurípides se siguen inmediatamente Corneille, Racine, Voltaire; a Esopo i Fedro, Lafontaine; a Terencio, Molière; a Horacio i Quintiliano, Boileau i La Harpe; a la república romana, la república francesa de 1793, que plajiaba hasta los nombres, llamándose Arístides, Brutus, Gracos, los Saint-Just, los Collot d'Herbois i los Danton. Los Moratines no figuran en aquel plajiado sino como el trapero figura en la fabricacion del papel, recojiendo la materia que otros han producido. Siguiendo esta ancha huella, la Francia habia, ademas, desarrollado en el siglo XVIII, la lójica del espíritu humano, deprimiendo todas las otras cualidades, Rousseau, Montesquieu, Diderot, aquellos grandes retóricos enseñaron a creer que no habia otro Dios sino Dios, i la razon, la lójica que era su profeta; i el mundo entero puso mano a la construccion de la torre de Babel que debia salvar al jénero humano de la arbitrariedad en gobierno, de la supersticion en relijion. La obra se levantó en efecto, hasta 1793, en que sobreviniendo la confusion de las lenguas, la guillotina funcionó en nombre de la humanidad, en nombre de la libertad el terror, i la diosa razon desnichó a la Vírjen María. Napoleon vino, el enemigo de los ideólogos, i por el rastro de sus victorias la barbarie i el despotismo de la Rusia penetró en Paris, deponiendo como sedimiento de su irrupcion a los Borbones, con sus nobles famélicos, sus jesuitas, i su derecho divino, i todos los absurdos que la intelijencia habia pretendido estirpar.

Entónces comienza un movimiento en la literatura i en la filosofía francesa que dura aun. ¡No era, pues, la lójica, tan seguro guia para la humanidad como lo habia prometido el siglo XVIII! Habia que reconstruir desde la base el edificio social, i los escritores empezaron a examinar las piedras del antiguo edificio feudal, que habia desparramado la revolucion.   —112→   Châteubriand se encargó de restaurar el cristianismo, Lamartine de encender el apagado sentimiento relijioso, Victor Hugo de levantar las catedrales góticas i mostrar su importancia artística. Michelet i Thierry reconstruyen la historia para dar otro significado a la feudalidad, a Gregorio VII, a los conventos, a la inquisicion, atenuados, perdonados, disculpados, defendidos. A los desencantados que buscaban la verdad de buena fe, se siguieron los pensadores pagados de par le roi. La monarquía feudal no podia vivir sin la rehabilitacion de todas las creencias i hechos que la habian enjendrado. El rei lejítimo por los cosacos debia ser santitificado por su oríjen divino, i puesto fuera del alcance del látigo de las revoluciones. Todo marchaba a las mil maravillas, hasta el momento en que por sostituir la espúrea libertad de imprenta, por la paternal censura de la Sorbona, vióse bambolear el edificio, i en tres dias desplomarse. A los Borbones lejítimos por derecho divino, sucedió Luis Felipe el ciudadano rei, el rei ciudadano, la mejor de las repúblicas del cándido Lafayette, ¡si la república fuese posible! Pero la república es la guillotina, el terror, 93, i un monarca constitucional vale tanto como una República; una carta verdad, lo allana todo. La obra oficial de reconstruir lo pasado continúa entónces con nuevo afan. La filosofía se vuelve ecléctica como el gobierno, escéptica de otro modo que en el siglo XVIII. Entónces no creia sino en lo que era lójico, demostrable; ahora no cree en la razon; todo hasta el absurdo puede ser bueno, segun la época i el lugar. No hai principios, no hai leyes que guien los destinos de las naciones. Los pueblos que jimen bajo el despotismo están bien, los que han logrado asegurarse algunas libertades, están mucho mejor. Luis Felipe entre tanto, sostiene para su coleto que la obra de los Borbones no era mala en sí, sino que no supieron hacerla; el sacarle la espina al leon, requiere mas maña que fuerza; i he aquí a la Francia en plena restauracion. Porque nadie se ha engañado sobre el alcance de esta palabra. Se restaura el mundo destruido; restaurador se llama don Juan Manuel Rosas, restauradores son todos los astutos que ocultan su obra. Ya la Francia tiene sus leyes de setiembre que han ido mas allá de donde habia querido llegar Cárlos X, i que le costaron el trono.

Ver de cerca esta grande obra es lo que mas me arrastra a Paris; ahí está la piédra angular, el modelo de todos los bastardos edificios que se están levantando en América, Rosas   —113→   restaurador; Oribe, presidente legal; Santa Cruz, protector; Flores parodia del Libertador. ¡Ai! de la república en América ¡si las ideas en Francia no se echan en otro molde! A Ud. ni a mí nos quedará un palmo de la tierra americana para pararnos, si no nos prostituimos ante las restauraciones político-relijiosas, bárbaro-feudales, hispano-coloniales que estan en jérmen por todas partes. Este trabajo no se hace, sin embargo, sin que la razon pisoteada no se queje de cuando en cuando. Hemos leido, Ud. i yo, la Revista Enciclopedia sofocada en su oríjen; la Enciclopédica Nueva, la Historia de los Diez años, el Timon i han quedado entre los instrumentos que sirvieron para zapar la obra borbónica, las canciones de Beranger, los panfletos de P. L. Courier, cuyos filos, aunque tomados de orin, no están embotados. Acaba de darse una batalla al jesuitismo, i en despecho de Montalembert i de los hijos de los cruzados i de la Vendée, ha sido derrotado i espulsado. Una vieja piedra ménos. La lójica no lo ha perdido todo; le quedan los libros i la educacion, i Ud. recordará el capítulo de Victor Hugo titulado: esto ha de matar a aquello.

Quiero despedirme de Ruan, tengo tomado asiento en el ferrocarril, i me estoi comiendo por verme lanzado en aquel torbellino de fuego, de humo i de ruedas que se traga las leguas en un santiamen. Por lo ménos no es el ecléctismo el que ha dotado al hombre con este medio de locomocion. Una cosa hai en Ruan todavía, una tradicion popular, un hecho histórico fabuloso sin ser falso. Aquí está la plaza en que fué quemada viva por la inquisicion la Doncella de Orleans, aquella estraordinaria pastora que se sintió un dia invenciblemente arrastrada a acercarse al rei que no conocia, pedirle el ejército, mandarlo, derrotar a los ingleses, coronar al rei i retirarse en seguida a pastorear sus vacas. Si la iglesia la hubiese hecho una santa, yo no buscaria el oríjen de aquella sublime fascinacion del espíritu de una mujer, aquella trasustanciacion que hace de una niña un jeneral, absorviendo el pensamiento, el interes i la gloria perdida de la Francia. Habria sido un milagro entónces; pero la iglesia ha repudiado a la Doncella de Orleans, por no reconocerla mártir de obispos i de abades. Quédanos, pues, el derecho a salvo de mirar este raro hecho con los ojos de la filosofía, i buscar su oríjen en los poderes sobrenaturales que el entusiasmo da al alma humana cuando una profunda idea la labra. Mas bella   —114→   es así la obra de Dios, que con la cuña de milagros i portentos que mostrarian mayor limitacion de poder.

Esta es la patria de Corneille i de Boieldieu, de nuestro querido Armand Carrel, el Mirabeau del diarismo, que murió cuando habia encontrado que la república era todavía posible.

En la orilla del Sena, al costado del puente, se levanta una casilla monumental, en cuyo frontispicio se lee esta inscripcion:


   A Luis Brune
      La ciudad de Ruan.



¿Creerá Ud. que Luis Brune es algun grande artista de que la ciudad gótica se honra, algun inventor de máquinas para la fabricacion de las ruanerías, aquellos productos, variados al infinito, del sencillo tejido de la calceta que heredó de sus antepasados la Normandía, industriosa como ninguna provincia de Francia? Luis Brune era una especie de perro de Terranova que pasó su vida rondando las orillas del profundo rio, escuchando donde el agua dejaba escapar un sonido, anuncio de que un cuerpo habia caido en ella. Luis Brune habia salvado de ahogarse una a una, sesenta personas; mujeres infelices de corazon destrozado, padres de familia desesperados, niños traviesos, trabajadores endomingados, criminales que se suicidaban, todos han tenido que volver a anudar el que ya habian creido roto hilo de la vida, porque Luis Brune no permitia a nadie ahogarse miéntras él existiese.

Ahora, a Paris, mi amigo.




ArribaAbajoParis

Señor don Antonino Aberastain.

Paris, Setiembre 4 de 1846.

¡Cómo he saltado de gusto al leer su carta datada de Copiapó! Recibir por la primera vez una carta de América en París, es un acontecimiento, una dicha que se saborea dos horas, que hace tregua a la vida europea, transportándonos de nuevo a nuestras predilecciones, a nuestras simpatías   —115→   d'autrefois. Lo veo a Ud., lo palpo, creciendo en corpulencia i en bonohomía, ministro fainéant, abogado en feriado permanente, aburrido, deseando hacer, sin poder bullirse, por los achaques de cuerpo, i, yo añado, de espíritu de su patron. A propósito, he visto aquí a su gobernador de Salta, de quien Ud. era digno ministro tambien. ¡Qué bonito, qué rubenguito mozo! Lo conocí de un modo raro. Hablaba yo de la manía de los pueblos arjentinos cuando la insurrecion jeneral de 1840, de poner viejos, doctores, jente de probidadi de respeto a la cabeza de los gobiernos; un Fraguero en Córdova, un Garmendia en Tucuman, escelentes sujetos, hombres de órden; ¡así salió ello! Su hombre de Ud. estaba tragando saliva, i no sabia yo a que atribuirlo, cuando me observó que él habia sucedido a Otero en el mando en Salta, i que el doctor Aberastain era su ministro, hombre de probidad, doctor etc. Yo no sabiendo por donde salir del apuro, le dije para distraerlo ¿quiere Ud. que vamos al baile Mabille? Esta diversion restableció la buena armonía entre nosotros i bras dessous, bras dessus nos encaminamos al baile Mabille, que de tantas preocupaciones distrae a las jentes de buena voluntad.

Se toma Ud. estrañas libertades al escribirme; abusa Ud. de sus títulos de mentor de mi primera juventud, aquel buen tiempo en que Ud. me cubria con su mole i su prestijio de supremo juez de alzada, contra mis compatriotas, que no habria consentido, sin su asevaracion reiterada de Ud., en creerme dotado de sentido comun.

Pero aquel ausilio tan constante, aquella decision invariable en mi favor, para sostenerme en mis primeros pasos literarios, no lo autorizan a Ud. a decirme que mi carta sobre la Isla de Mas-a-fuera no vale gran cosa, i que en adelante escriba sobre cosas útiles, prácticas, aplicables a la América, so pretesto de que un hombre entre nosotros debe ser teórico i práctico, repicar i andar en la procesion. ¡Cómo! ¿A mí se dirijen estos consejos? ¿Era Ud., por ventura, quién en San Juan, construia máscaras en carnaval, fundaba en mala hora colejios, i creaba el Zonda, aquel diario indigno que los patriotas pisoteaban por las injurias que hacia al decoro, al honor i a la fama de la provincia en el Universo i en otros lugares? ¿Era Ud., doctor, el que iba a la cárcel ántes de pagar los doce pesos que el Podestá nos cobraba inconstitucionalmente por el 6.º número, para ultimarlo, como lo consiguió? ¿Quiere Ud. hombre mas práctico doctor? ¡A mí hombre teórico? A mí   —116→   que no pido como Arquímedes, sino un punto de apoyo para poner mi patria o la de otros, patas arriba, porque no soi difícil en punto a la propiedad i pertenencia de las patrias. Su celo que agradezco, doctor, lo estravía esta vez. Lea con atencion lo que le escribo sobre este París encantado.

Desde luego, si ve Ud. a mis amigas en Santiago dígales de mi parte que no esta aquí en este momento Eujenio Sue; pero que me han mostrado al rengo Tortillard; ya está hombre hecho i derecho, siempre cojo, i malo como siempre Brazorojo se ha hecho honrado con su contacto con la policía i la Rigoleta goza de una grande reputacion en el baile Mabille. ¡Otras pérdidas mayores aun tenemos que deplorar! No hai ya ni aquellas pocilgas i vericuetos donde los Misterios comienzan. Se ha abierto por medio de la cité, una magnífica calle que atraviesa desde el palacio de Justicia hasta hi plaza de nuestra Señora, iluminada de gas, i bordada de estas tiendas de Paris, envueltas en cristales como gasas transparentes graciosas i coquetas como una novia. En vano preguntará Ud. dónde fueron los primeros puñetazos del Churriador con Rodolfo, donde vendia sus fritangas la Pegriote. Estas pobres jentes, ¡oh dolor! no saben nada.

El español no tiene una palabra para indicar aquel farniente de los italianos, el flâner de los franceses, porque son uno i otro su estado normal. En Paris esta existencia, esta beatitud del alma se llama flâner. Flâner, no es como flairer ocupacion del ujier que persigue a un deudor. El flâneu persigue tambien una cosa, que él mismo no sabe lo que es busca, mira, examina, pasa adelante, va dulcemente, hace rodeos, marcha, i llega al fin... a veces a orillas del Sena al boulevard otras, al Palais al con mas frecuencia. Flanear es un arte que solo los parisienses poseen en todos sus detalles; i sin embargo, el estranjero principia el rudo aprendizaje de la encantada vida de Paris por ensayar sus dedos torpes en este instrumento de que solo aquellos insignes artistas arrancan inagotables armonías. El pobre recien venido, habituado a la quietud de las calles de sus ciudades americanas, ¡anda aquí los primeros dias con el jesus! en la boca, corriendo a cada paso riesgo de ser aplastado por uno de los mil carruajes que pasan como exhalaciones, por delante, por detras, por los costados. Oye un ruido en pos de sí, i echa a correr, seguro de echarse sobre un ómnibus que te sale al encuentro; escapa de éste i se estrellara contra un fiacre si el cochero no lograra apénas detener sus apestados   —117→   caballos por temor de pagar dos mil francos que vale cada individuo reventado en Paris. El parisiense marcha impasible en medio de este hervidero de carruajes que hacen el ruido de una cascada; mide las distancias con el oido, i tan certero es su tino, que se pára instantáneamente a una pulgada del vuelo de la rueda que va a pasar, i continúa su marcha sin mirar nunca de costado, sin perder un segundo de tiempo.

Por la primera vez de mi vida he gozado de aquella dicha inefable, de que solo se ven muestras en la radiante i franca fisonomía de los niños. Je flâne, yo ando como un espíritu, como un elemento, como un cuerpo sin alma en esta soledad de Paris. Ando lelo; paréceme que no camino, que no voi sino que me dejo ir, que floto sobre el asfalto de las aceras de los bulevares. Solo aquí puede un hombre injenuo pararse i abrir un palmo de boca contemplando la Casa Dorada, los Baños Chinescos, o el Café Cardinal. Solo aquí puedo a mis anchas estasiarme ante las litografías, grabados, libros i monadas espuestas a la calle en un almacen; recorrerlas una a una, conocerlas desde lejos, irme, volver al otro dia para saludar la otra estampita que acaba de aparecer. Conozco va todos los talleres de artistas del boulevard; la casa de Aubert en la plaza de la Bolsa, donde hai exhibicion permanente de caricaturas; todos los pasajes donde se venden esos petits riens que hacen la gloria de las artes parisienses. I luego las estatuetas de Susse i los bronces por do quier, i los almacenes de nouveautés, entre ellos uno que acaba de abrirse en la Calle Vivienne con doscientos dependientes para el despacho, i 2000 picos de gas para la iluminacion.

Por otra parte, es cosa tan santa i respetable en Paris el flâner, es una funcion tan privilejiada que nadie osa interrumpir a otro. El fâneur, tiene derecho de meter sus narices por todas partes. El propietario lo conoce en su mirar medio estúpido, en su sonrisa en la que se burla de él, i disculpa su propia temeridad al mismo tiempo. Si Ud. se para delante de una grieta de la muralla i la mira con atencion, no falta un aficionado que se detiene a ver que está Ud. mirando; sobreviene un tercero, i si hai ocho reunidos, todos los presentes se detienen, hai obstruccion en la calle, atropamiento. ¿Este es, en efecto, el pueblo que ha hecho las revoluciones de 1789 i 1830? ¡Imposible! I sin embargo, ello es real; hago todas las tardes sucesivamente dos, tres grupos   —118→   para asegurarme de que esto es constante, invariable, característico, maquinal en el parisiense.

El otro signo he reconocido el pueblo de las grandes cosas, el brazo de hierro de las ideas. Aquel frances terror de la Europa en los campos de batalla, aquel fautor i actor de las grandes revoluciones sociales que echa a rodar tronos cada diez años, es el hombre mas blando, mas atento, mas comedido. El pueblo de blusa, como si dijéramos de poncho el leon i el diputado son iguales en sus espresiones de comedimiento. Ayez la complaisance... soyez assez bon pour... cien frases mas como estas comienzan o concluyen una pregunta dirijida a otro. S' il vous plait está por todas partes escrito para indicar la cuerda de una capanilla, el resorte que ha de tirarse. Je vous demande bien pardon, es el reproche que le hace a Ud. aquel a quien por inadvertencia ha pisado un pié codeado fuertemente, o perturbado en su ocupacion. El pueblo de Paris tiene la relijion de la adresse. Si el estranjero pide la direccion de una calle, una casa que busca, un forçat, un bandido que en otra circunstancia lo despojaria, en esta se cree en conciencia obligado a decir lo que el pasante necesita, a interrumpir su camino. Por la incertidumbre de las miradas reconoce alguno al estranjero, i se le acerca i le ofrece darle las señas que busca. Me ha sucedido ser así adivinado; echarme en la direccion indicada, perderme de nuevo, encontrar a mi hombre que me ha seguido, i dándome de nuevo las señas, perderme tercera vez, a encaminarme. I esto le ha pasado cien veces a todo estranjero, i es fama i opinion comun que solo en Francia i sobre todo en Paris, se encuentra esta benevolencia pública, esta bondad fraternal. Solo en Paris tambien, el estranjero es el dueño, el tirano de la ciudad. Museos, galerías, palacios, monumentos, todo está abierto para él, ménos para el parisiense, a toda hora i en todos los dias. Mostrar su pasaporte a la puerta, es mostrar un firman ante el cual se quita el sombrero el conserje. Diga Ud. el mayor desatino, poisson, por poison, veau por beau, i ningun músculo de la fisonomía de un frances se ajitará, porque el estranjero no está obligado a hablar bien su idioma; i no ha mucho que uno de mis amigos, molestado en un lugar siniestro por una turba de ebrios en andrajos: ¡Cómo! les dijo apurado, ¿esto se hace con un estranjero en Paris? ¡Infames! Los beodos al oir la palabra estranjero, empezaron a deshacerse en escusas i protestas, lo acompañaron en silencio hasta mejores parajes, i se despidieron confundidos   —119→   i humillados. Yo sabia, me decia, que esta era mi única tabla de salvacion; haga Ud. lo que quiera en Paris, i diga que es estranjero. I en efecto, de palco en palco i hablando perversamente el frances, logré no ha mucho en una gran revista que se daba a Ibrahim Pachá en el campo de Marte, acercarme hasta el que ocupaba la familia real. Mais où allez-vous, Monsieur? me decian los guardias; yo respondia en castellano puro con calor, con enerjía, i el pobre municipal me dejaba pasar, sospechando que algo de mui racional debia decir puesto que él no entendia jota. Hé aquí la piedra de toque de la cultura intelectual de una nacion, aunque no sea la de la instruccion del individuo.

Acaso no acierto a darle a Ud. una idea de Paris tal que pueda presentárselo al espíritu, tocarlo, sentirlo bullir, hormiguear. Haria si lo intentara mui huecas frases, llenaria pájinas de descripcion insípida, i Ud. no estaria mas avanzado por eso. Paris es un pandemoniun, un camaleon, un prisma. ¿Es Ud sabio? Entónces Paris tiene sus colecciones, sus archivos, su jénesis encerrado en el jardin de las plantas, desde el primer molusco que sin sentirlo él dejó ver el primer rudimento de vida, desde el primer lagarto de los que poblaron durante millares de siglos la tierra, llamándose con insolencia los señores de la creacion, hasta el último cuadrúpedo en que la vida se ensayaba ántes de la aparicion del hombre. Ahí están petrificados todos nuestros antecesores; ahí hai pedazos de todos los mundos pasados, rastros de los animales ante-diluvianos que de creacion en creacion pueden llamarnos a nosotros sus tataranietos. ¿Es Ud. astrónomo? Arago está montando un telescopio que acercará la luna a seis leguas de Paris; i un tal Leverrier, que era ayer empleado en los ferrocarriles, anda persiguiendo en los espacios celestes, i llamando a todos los astrónomos que se aposten en tales i cuales lugares que él señala, para cojerlo al paso a un planeta que él dice que hai en el cielo, porque debe haberlo por requerirlo así una demostracion de las matemáticas. Humboldt, acaba de escribir el credo de las ciencias naturales, dejando que cada cual levante su culto sobre aquella base de dogmas.

Si en lugar de antigüedades de la tierra busca Ud. las de las sociedades humanas, en este momento están poniéndose en órden los bajo-relieves i los fragmentos de palacios arrancados a Nínive que acaban de desenterrar en las llanuras del Tigris, miéntras que otros se despestañan por leer las escrituras   —120→   grabadas en los ladrillos de la torre de Babel, que se están trayendo para colocarlos al lado de los sarcófagos ejipcios, de los cartuchos, que muestran por fechas, y por cifras duras, de granito, que no se doblegan a interpretacion humana, que hai veinte siglos mas que añadir a la historia de la civilizacion del hombre.

¿Es Ud. literato? Entónces consagre un año a leer lo que publican cada dia esa turba de romancistas, poetas, dramatistas, que tienen en ajitacion los espíritus, que hacen de Paris una sociedad pueril, oyendo con la boca abierta a esa multitud de contadores de cuentos para entretener a los niños, Dumas, Balzac, Sue, Scribe, Soulié, Paul Feval, que os hacen llorar i reir, que inventan mundos i pasiones estrañas, absurdas, imposibles para entretener a este pueblo fatigado sin hartarse de sentir emociones, de hacerse pinchar los nervios con descripciones atroces, terribles, irritantes.

¿Es Ud. artista? Aun dura, la esposicion del Louvre de 1846. Dos mil cuatrocientos objetos de arte, cuadros, estatuas, grabados, jarrones, tapices de Gobelin, que ocupan legua i media en los salones del Louvre. Allí están los productos de la pintura relijiosa que va a buscar sus asuntos en las tradiciones de la edad media, al lado de la batalla de Isly, inmenso lienzo de Horacio Vernet, que ha trasportado a Paris un pedazo del Africa con su cielo tostado, sus camellos, su atmósfera polvorosa, sus árabes indómitos ya domados. Detras de cada cuadro hai un nombre, una escuela, una historia, un taller, un artista que ha pasado por todas las angustias, todas las miserias, todos los desencantos, i que con la paleta en la mano, i apartando el pensamiento del suicidio que rueda, susurra i voltejea en torno suyo, ha llegado al fin a la puerta del Louvre, i permitídosele colgar en sus murallas el cuadro que ha de servir de enseña para trabajar su gloria i su fortuna de artista.

¿Gústanle los sistemas políticos? ¡Oh! no entre Ud. en ese dédalo de teorías, de principios i de cuestiones. Una cosa hai estraña, en despecho de la aparente calma de esta ciudad enferma de fiebre cerebral. Diria Ud. que el mundo político está para acabarse; todos los signos son de un cataclismo universal; los hombres andan afanados rejistrando la historia de los tiempos pasados, compulsando las fechas, corrijiendo los errores, reproduciendo libros olvidados, tomando un camino i dejándolo al dia siguiente para echarse en otro. Nadie es hoi lo que ayer era. Michelet está borrando apresurado   —121→   las pájinas, de historia que habia escrito, Châteaubriand en sus ochenta años, llama a Bèranger el único sabio i el único filósofo conocido, miéntras que el bonhomme se rie de todas las instituciones, de reyes i de oráculos. El socialismo cunde, i las novelas de Sue i los dramas lo predican, lo esponen en perspectiva. La-Mennais continúa alejándose de su punto de partida, i en medio de la jendarmería de las ideas dominantes, oficiales, moderadas, ve Ud. moverse figuras nuevas, desconocidas, pensamientos que tienen el aspecto de bandidos, escapados al baño, al presidio en que los han confundido con los criminales de hecho, ellos que no son mas que revolucionarios. Una fisonomía del pensamiento frances ha desaparecido, no obstante ser ella la que pretendia amalgamar esta variedad de opiniones i de creencias contradictorias, el eclectismo, que habia hecho un mosaico de los sistemas, engañándose con la armonía del conjunto. Ha muerto de muerte natural, como todas las cosas caducas que no están fundadas en la verdad. Cuánto estudio i cuánta penetracion necesita el viajero para entender a Paris por este lado. Yo desespero, i sin embargo, empiezo a tener barruntos, a sentir que la lójica late en mi espíritu; me parece que veo de cuando en cuando señales, columnas miliarias, linderos que muestran el camino que ha de seguirse en este laberinto. Déjeme tiempo, i yo he de sentir alguna vez que la conviccion viene formándose, fortificándose, endureciéndose, como aquellas rocas que se ve que han sido al principio capas de arena movediza acumuladas por las aguas i removidas por los vientos.

Desde el Havre habia hecho vida comun con un excelente frances, gran conocedor de su Paris, i deseoso de mostrármelo en toda su gloria. No bien hubimos llegado, llevóme a los Frères Provençaux, donde cenamos ambos por 60 francos; al dia siguiente por 30 almorzamos en el Café de Paris; en un restaurant comimos por 10; en un Pasaje al dia siguiente fuimos a almorzar por 3, i a comer por 32 sueldos al Pasaje Choiseul; últimamente a una abominable pocilga, detras de la Magdalena, decorada con el nombre de Hôtel ingles, donde se sirve carne cruda de procedencia mas que sospechosa, porotos duros, i cerveza infame, todo por un franco para regalo de los que quieren salvar el honor de la bolsa, afectando anglomanía. Habia, pues, en tres dias recorrido los siete escalones de la vida parisiense, i conocido el camino que va de la opulencia a la escasez, haciéndome mi mentor este curso, para   —122→   precaverme de todo accidente. Là-dessus, podia permanecer tranquilo: en una crisis financiera, conocia ya el camino del soi-disant Hôtel ingles.

El folletin es como Ud., sabe la filosofía de la época aplicada a la vida, el tirano de las conciencias, el regulador de las aspiraciones humanas. Un buen folletin puede decidir de los destinos del mundo dando una nueva direccion a los espíritus. Leen Gozlan ha publicado uno en estos dias, que para mí vale mas que el tratado Mackau. Paris, la ciudad de todos los goces, que ha inventado el Hipódromo, el reclame, la carta verdad, con sus veinte teatros, sus jardines, restaurantes, asfaltos, museos i cursos públicos de enseñanza, carece sin embargo, de ciertas comodidades, de que por mas tiempo no puede sin mengua privarse la ciudad cosmopólita. Por ménos de nada véndese la risa en el Palais Royal, suficiente para hacer reventar a un ingles si se deja ir a la tentacion de reirse; el que quiere llorar se dirije a la Porte San Martín, premuniéndose por precaucion de pañuelos, porque las lágrimas corren allí a mares. Dánse gratis las mas profundas lucubraciones del espíritu humano; i tal es la conviccion del parisiense de que en Paris está reunido todo lo que Dios i el hombre han creado, que pidiendo Balzac en un restaurant comme faut, una ala de salamandra, el mozo le contestó sin turbarse V'là, M'sieu, volviendo inmediatamente de la repostería anunciarle que en aquel momento acababa de acabarse. Bien pues, apesar de todo esto Paris carecia, segun Gozlan, de una de las primeras comodidades de la vida, de un establecimiento donde se vendiese sueño, para los dramatistas que hacia fiasco, para los ajiotistas que jugaban a la alta, los amantes desairados, etc., e iba al efecto a construirse un dormitorio modelo cerca de la Bolsa, para evitar suicidios. Murallas colchonadas debian interceptar los ruidos de la ciudad torbellino, i hacer el silencio como la máquina neumática hace el vacio. Un padre de familia que ha especulado sobre los bonos españoles se presenta a la puerta pidiendo dos horas de sueño; un portero mudo lo introduce de recinto en recinto, de salon en salon, hasta dejarlo en una cámara donde hai sofaes i cojines de pluma. Sus cascos están para volar, aguarda el sueño que deben servirle, i cuando en su ignorancia de los procederes, espera oir una música dulce, calmante, eólica desde una ventana oye a un doméstico que lee bostezando Noticias del... del... Riooo... ¡ahh! del... del Riooo... ¡ahhh! de la ¡Pla plaaaaaa tahh! el Je.. ne... er... er... al Madari...   —123→   ia... ga ha de... rrro... rrreo... ¡ohh!... ¡derro... rro... rro... rrohhh! Nuestro enfermo se impacienta, tira el cordon para llamar i nadie responde, grita i él mismo no se oye su voz, absorvida por la muralla i los aparatos antiacústicos. El infeliz que se siente asesinado esconde la cabeza entre los cojines, i el implacable lector sigue: el Jene... jene... ¡jenehh!!! hasta que al fin se duerme el paciente, ronca profundamente, i dos horas despues lo despiertan por no haber pedido mas que dos horas de sueño. Así con veinte francos que paga a la puerta, su cabeza se ha descargado i el pensamiento del suicidio desanidádose de su corazon.

Este es, mi querido doctor, el lugar que en la opinion pública ocupan nuestros asuntos del Plata. Leon Gozlan tomaba para su récipe la noticia mas soporífera que encontró en el primer diario que vino a sus manos; i como estoi seguro de que Ud. no se duerme, doctor, cuando le hablan de las cosas arjentinas, voi a darle mas soporíferos pormenores. Por accidente oigo a Lasalle, editor del Correo de Ultramar, al redactor de la Presse al servicio de Rosas, i a M. Pichon, el ex-cónsul del Montevideo. ¡Que cinismo! El primero escribe segun él mismo, para que Rosas se suscriba por doscientos ejemplares; el segundo por contrata; i el tercero cuéntanos como ha escrito ya a Oribe, trasmitiéndole las propias palabras del rei «N'ayez pas peur, M. Pichon»,es el rei quien habla, es el rei quien habla, «mes pantalons garance ne verrront jamais cette rivière de la Plata. ¡Yo! destronar a ese M. Rosas que gobierna ya 14 años en esas repúblicas americanas, que ha fundado el órden, i sometido ¡a esos anarquistas, alborotadores, a esos unitarios! Dicen que es un bárbaro, sanguinario, ¿qu'est-ce que ça nous fait à nous? Me dice cosas peores la oposicion. ¡Calumnias, contra los gobiernos moderados!».

Recuerda Ud. que Lamartine preguntaba a Varela ¿qué idioma hablábamos? Un redactor en jefe de diario conservador me ha pedido pormenores sobre nuestras luchas en América contra los mahometanos, disertando en seguida ¡con un aplomo admirable sobre la oposicion de creencias, de razas, etc.!

A mi llegada a Paris, Rosales me trasmite la órden de presentarme en el ministerio de Relaciones Esteriores, por órden de M. Guizot. El rei le ha preguntado qué clase de individuo soi yo, i Rosales ha debido decirle que soi un escelente sujeto. Mas tarde sé que el caballero de Saint Georges ha escrito a su gobierno que si desea saber algo sobre la cuestion del Rio de la Plata, oiga a un señor de mi nombre, hombre competente   —124→   para juzgar. Don Francisco Matta me guia al ministerio, i M. Dessage, jefe del departamento político, me recibe. Este funcionario es el ojo con que Guizot ve la cuestion del Plata. Todos los dias presenta el estracto de los diarios i de las noticias recibidas. «Rio de la Plata» artículo de oposicion, no se lee. «Denuncia el National el corte de los bosques» -Recoja Ud. datos. «Nota de Deffaudis pidiendo fuerzas»- No se mandan. Así se maneja el mundo, así se crea la historia. M. Dessage me interroga. Quiero yo establecer los verdaderos principios de la cuestion. Hai dos partidos, los hombres civilizados, i las masas semibárbaras. -El partido moderado, me corrije el Jefe del departamento político, esto es, el partido moderado que apoya a Luis Felipe, el mismo que apoya a Rosas.- No señor, son campecinos que llamamos gauchos. -¡Ah! los propietarios, la petite propriété, la bourgeoisie.- Los hombres que aman las instituciones... La oposicion, me rectifica el ojo i el oido de M. Guizot, la oposicion francesa i la oposicion a Rosas compuesta de esos que pretenden instituciones.... Me esfuerzo en hacerle comprender algo; pero ¡imposible! es griego para él todo lo que le hablo. Hai un partido tomado, i un gobierno no se deja persuadir a dos tirones aunque Deffaudis i Saint Georges, que están en el teatro de los sucesos, acrediten la competencia de la persona. En resúmen:

  • Rosas = Luis Felipe.
  • La mazorca = El partido moderado.
  • Los gauchos = La petite propriété.
  • Los unitarios = Lo oposicion del National.
  • Paz, Varela, etc. = Thiers, Rollin, Barrot.

I como no es propio a un recien llegado echar a pasear un funcionario, doile respuestas sin sentido a todo lo que sobre los hechos me continúa preguntando, i tomo mi sombrero, despues de haber recibido la indicacion de hacerme presentar a Guizot, quien ya aleccionado por M. Dessage de que soi una especie de animalito raro, que vengo hablando, rococo, principios, libertad, instituciones, cuando el señor Rosales le dice que vengo de Montevideo, Guizot corrije, para evitar entrar en esplicaciones sobre este punto: el señor viene de Chile donde reside hace seis años, viene, etc., leccion que se da escrita al ministro para que la repita a la persona que se le presenta, a fin de hacerle sentir cuanto caso hace del presentado. A veces ocurre algo parecido a aquello de mujer de Talleyrand con Denon, que tomó el libro de Robinson   —125→   por el del viaje a Ejipto i le pedia noticias del indio Domingo, del loro i de la llama. M. Guizot me habla de educacion primaria, objeto de mi viaje, i me ofrece la cooperacion del gobierno en cuanto necesite para la realizacion de mi objeto. Me habla con interes de Chile, me interroga sobre varios puntos relativos a la enseñanza, etc.

Mi amigo el comandante Massin, compañero de viaje del Brasil a Europa, habia sido destinado al ministerio de la marina, i cada vez que nos veiamos me referia los progresos que hacia en un plan de operaciones emprendido con el baron Mackau, ministro del departamento. Cuando se habla del Rio de la Plata en el ministerio, me decia, yo suelto alguna frase de intelijencia, la discusion se traba i a lo mejor digo a mi ministro: no conozco a fondo este punto; pero ha venido conmigo un americano que le solveria a Ud. todo jénero de dudas. Le pico la curiosidad, i un dia de estos vengo a llevarlo para que tenga una entrevista. No se pasan en efecto cinco, ántes de que el comandante Massin se presente en mi habitacion, radioso del placer de haberse salido con la suya. Recíbeme Mackau con la amabilidad espansiva del hombre que se siente estúpido, i le han persuadido que su interlocutor es mas intelijente; porque el baron Mackau tiene una reputacion colosal en Paris de ser un animal en dos piés; en la Cámara no lo interrumpe la oposicion a fin de oirlo decir platitudes, i el centro se venga de su servidumbre, riendose de su jefe i amigo, hasta dejar correr las lágrimas, cuando él tiene la palabra. Hablo largamente de los acontecimientos del Plata; i como no es tan sabido como M. Dessage, no me corrije los conceptos, no me sostituye las sanas ideas en lugar de las mias. M. Mackau aprueba todo con un signo de cabeza i una sonrisa. Digo cuanto juzgo oportuno para edificacion del ministro; su benevolencia me anima, siento que mi confusion primera se disipa, mis ideas se aclaran; cito hechos, establezco principios, me escucho elocuente. Massin está contentísimo de su amigo el americano; lo leo en sus ojos animados. El almirante continúa siempre haciéndome reverentes signos de aprobacion; pero son tan metódicos, son tan mecánicos, que parece una palanca; mírole fijamente los ojos, i veo en ellos aquella fijeza sin mirada del hombre que no escucha, absorvido por algun pensamiento interno. Yo me detengo repentinamente en mi improvisacion, i el ministro faltando el ruido de las palabras, despierta, i no sabiendo que decirme porque no está en antecedentes, esplora, tartamudea, i no acaba; hai un momento   —126→   de silencio, trato de escabullirme, i Massin me aprieta la mano al salir, en signo de parabien, creyendo que he depositado alguna idea en aquel cerebro de estopa, ¡había sido tan animado mi discurso! A la puerta del salon del ministro encontramos un individuo que nos mira de piés a cabeza, con aire de empleado del octroi, rejistrando con los ojos al pasante por ver si lleva o trae algo de contrabando. -¿Conoce Ud. a este? -me dice Massin-. -Nó. -¿Es el conde Alley de Cyprey? -¿I quién es ese? -Es aquel empleado oficioso, que despues de la toma de Obligado fué a Buenos Aires de arte del rei, a asegurar a Rosas de la desaprobacion del gobierno por las hostilidades comenzadas. Este es el alma de Mackau, i está furioso conmigo porque lo he introducido a Ud.; es partidario acérrimo de Rosas.

Aquí tiene Ud. pues, íntegro el pensamiento oficial sobre la cuestion del Rio de la Plata, en el gabinete de las Tullerías, jarron dorado que contiene agua sucia. Dessage, Alley, tales como Ud. los ve, son los árbitros de nuestra suerte.

Va Ud. a buscar la opinion de los americanos mismos, i por todas partes encuentra la misma incapacidad de juzgar. San Martin es el ariete desmontado ya que sirvió a la destruccion de los españoles; hombre de una pieza; anciano batido i ajado por las revoluciones americanas, ve en Rosas el defensor de la independencia amenazada, i su ánimo noble se exalta i ofusca. Sarratea, el compañero de orjía de Jorje IV, ántes de ser rei de Inglaterra, viejo escéptico, Voltaire que no ha escrito, hoi todavía en Paris mismo modelo de finura, de gracia noble i de sencillez artística en el vestir, tiene con mas talento i ménos despilfarro la gastada conciencia de Olañeta. Rosales, el hombre mas amable, el cortesano de la monarquía, todo bondad para con todos, ha sido educado en este punto por Sarratea, su Mefistófeles, el cual lo lanza a las confidencias con Luis Felipe, a quien pone miedo con la indiganacion de la América. Esta es la cuerda del Napoleon de la Paz; nada de guerra, la Francia es demasiado grande para sufrir sin pestañear la afrenta; es una marquesa del faubourg Saint-Germain que puede permitirse un capricho con alguno de sus lacayos7, sin desdorar los cuarteles de su escudo de armas. Esos melindres de honor se quedan para los estados de tercer órden, para la bourgeoisie de las naciones.

En fin, soi introducido a M. Thiers, que no puede dedicarme sino un cuarto de hora, porque está reconcentrándose para pronunciar en la cámara un discurso de cuatro horas.

  —127→  

Tan fastidiado estoi de los grandes hombres que he visto, que apénas siento entusiasmo8 al acercarme a este diarista, historiador, estadista, financista, orador. En la calle Nueva de Saint-Georges tiene su hotel rodeado de árboles frondosos, i separado de la calle por una verja de hierro que deja ver el verde cesped que alfombra el suelo. Esperábame en su jardin a la sombra de los árboles, a la orilla de un estanque lleno de pescadillos rojos que tenian el agua en continuo movimiento. Es M. Thiers un hombre chiquito, moreno, cara redonda como un boliviano; su metal de voz es poco sonoro, su palabra fácil, su aproche alentador. La conversacion se hubo entablado luego; no habia momento que perder. Al principio me aventuré con timidez, el chasco de Mackau me venia a la memoria; i luego esponer ideas a M. Thiers, es una tarea que se la doi, no digo a un americano, al mas pintado, a un escritor europeo. Pero habia tanta induljencia en su semblante, me detenia medroso, i él me decia: continúe Ud. El cuarto de hora pasó i quise levantarme. -Nó, todavía nó, me interesa, siga Ud.- I al fin de tantos sufrimientos tuve la dicha, tan cara para los hombres que comienzan i no tienen prestijio, de verse animados, aprobados, aplaudidos por una de las primeras intelijencias de la tierra.

¿Para qué he de decir a Ud. el tema de mi discurso? Conócelo Ud. i podria repetir las mismas palabras, los mismos pensamientos. Mr. Thiers, al oirme me decia: continúe Ud.; la cuestion toma otro aspecto que no le conocia; esto es grande, continúe Ud. I yo seguia, amigo; la palabra me venia fácil i neta en frances, como en aquellas horas de interminable charla con mis amigos. Decia todo mi pensamiento, i vi un momento la América toda i su porvenir desarrollarse ante mis ojos, claras todas las cuestiones, rodando sobre un punto céntrico, único, la falta de intereses industriales. -¿Rosas cuenta con la mayoría?- Sí, señor, sus enemigos verdaderos, de corazon, son los pocos que tienen por la rejeneracion de las ideas el sentimiento de la unidad de los pueblos cristianos. Mi introductor me punzaba para que no continuase en este mal camino. Despues me decia, ¡malo! dígale que la inmensa mayoria lo es hostil.

Preguntóme en seguida por Florencio Varela, i mi introductor se apresuró a decirle que por él le venia recomendado. Varela habia dejado una agradable impresion en su espíritu, i los elojios que en la cámara tributó a su nombre, los mas exajerados aun, que sobre su mérito i la fascinacion de su palabra   —128→   hizo el petate de Mackau, son sin duda timbres de que puede gloriarse un americano. Es Varela, en efecto, no el hombre mas instruido que tiene hoi la República Arjentina, sino la naturaleza mas culta, el alma mas depurada de todos los resabios americanos, es el europeo aclimatado en el Plata ya, como aquellas plantas exóticas que a tres o cuatro jeneraciones, i mediando la cultura esmerada, recobran al fin el perfume i el sabor que les eran orijinales. Varela ha dejado aquí amigos apasionados i entusiastas, es conocidamente el centro de la accion intelijente contra Rosas en Montevideo, i su contacto diario con todos los hombres notables que toman la jestion de aquellos negocios tan complicados, hace valer la influencia de sus modales tan cordialmente cultos, de su espíritu tan sensatamente elevado. Poniendo su nombre al frente de un diario, ha querido por respeto a sí mismo ponerse un freno para no ceder a la tentacion a que sucumbió Rivera Indarte de volver injuria por injuria, en aquella lucha en que contra el razonamiento i los principios se arrojan las pasiones groseras i la violencia. Sobre todo, lo que hace de Varela un hombre inestimable en las crisis en que tiene que figurar, es su posesion completa de los idiomas modernos, que hace de él un intermedio indispensable entre los enviados europeos i los americanos interesados en la lucha. Mr. Thiers lo habia favorecido con una distincion que rayaba en la amistad, i así nos lo espresó esta vez9. Al despedirnos, Mr. Thiers dijo, sin duda no con otro objeto que el de prodigar una de esas amables palabras con que e frances hace feliz al que se le acerca: hé oido con placer a este señor. Su modo de ver la cuestion es nuevo, fecundo, me interesa; no me pesa el tiempo que le he consagrado; hablaremos mas despacio despues; necesito mas datos. Llévelo a la cámara pasado mañana que hago una reseña jeneral de la política del ministerio; hablaré tres horas; no diga Ud. nada;   —129→   quiero caerles de improviso. Yo me retiré, como Ud. puede imajinarlo, satisfecho de mí mismo, radioso, inflado, i tiñendo de rosa mi porvenir de Paris.

Sígame a la cámara; voi a introducirlo a otro mundo. En la sala de los pasos perdidos, soi presentado a Armand Marrast, redactor de El National, i opositor a Rosas simplemente por desafeccion a Guizot. Hablamos, me escucha, me aprueba; pero me pide datos escritos para hacer con ellos artículos de oposicion. Pido que se escriba en el sentido de nuestros intereses americanos, i no en los de la oposicion, i me hace sentir que eso no le importa, si no hacer la oposicion.

Entremos a la cámara. La sesion comienza. Mr. Sauzot, la flor de los presidentes de cámaras presentes i futuros, ocupa el fauteuil; mango intelijente de campanilla, robinete que deja escapar el chorro de palabras que conviene de la boca de cada orador. La cámara es un semicírculo, la mitad de un reñidero de gallos de dimensiones colosales. No es por lo moral la afinidad. En el corte, en el diámetro, están la alegoría de la fuerza, contrapuesta a la de la prudencia; el órden público a la libertad; la justicia a la elocuencia. La fuerza, el órden público, i la justicia, están al lado de la izquierda; lenguaje mudo que la oposicion traduce así: la fuerza se llevará por delante al órden público para llegar a la justicia, i dar cuenta de la elocuencia, la libertad i la prudencia como las entienden el centro i la derecha. Los bancos de los diputados se estienden en círculos concéntricos en derredor de un pequeño hemiciclo, en que está la tribuna de los oradores, i a su espalda el presidente i enturage. Detras, a la izquierda, hai un gran cuadro del rei distribuyendo banderas a la guardia nacional; otro en que está recibiendo la carta, hácia la derecha. Hai tribunas para los diaristas, tribunas públicas, de los ajentes diplomáticos, de los antiguos diputados, de la casa real, etc., que forman el semicírculo de la circunferencia del hemiciclo.

Los semidiámetros que de todos los puntos converjen al centro, dividen los bancos en centro ministerial con los ministros al frente, centro derecho, centro izquierdo, costado derecho, costado izquierdo, estremo derecho, estremo izquierdo. Una vez conocido el mapa, mi amigo Lelong iba satisfaciendo mi curiosidad. Aquí tiene Ud. a Larochejaquelin, el vendeano, descendiente de los cruzados, extreme droite, lejitimista. ¿Dónde está M. Fulchiron que me hace mucha gracia?   —130→   -M. Fulchiron, chose, M... hélo ahí; Maugin centro izquierdo; Berryer centro derecho. Allí los ministros. Diviso a Mackau en el estremo, el último de los ministros, término en que la naturaleza ministerial pasa de un reino a otro, de roca a molusco, de ministro a ordenanza. ¡Oh! ¡me pagareis, imbécil, mi bello discurso, el mejor, el único que he hecho en mi vida, i que no tuvísteis el honor de oir! Siguiendo el frente de la columna de los bancos, en la estrema izquierda diviso a Odilon Barrot, a Arago el astrónomo; Cormenin, autor del Timon, i Ledru Rollin, están tres bancos atras. Lamartine, el vizconde, que tenia su asiento en la estrema derecha, va caminando hácia la izquierda; otro tanto sucede con Beaumont, Duvergier d'Hauranne; Emilio Girardin está en el beau milieu del centro, es ministerial. Cada diputado tiene por delante un bufete, i cuando la discusion comienza, un cuchillo de madera en la mano para hacer ruido. Léese la órden del dia, sube un orador a la tribuna, i el chas, chas de los papeles ajitados intencionalmente comienza; nuevos oradores i mas o ménos bulla segun el color a que pertenecen; un diputado jóven decía: pero, por Dios señores, ¡permítanme decir una sola palabra! ¡Hum! ¡qué ruido, qué risa! Al fin el orador desciende riéndose tambien. Yo que estoi a la altura de Paris, cosa que esperimentan otros ántes de llegar, no presto atencion a todas estas habladurías; estoi iniciado en el secreto; sé lo que pocos saben. M. Thiers sube a la tribuna. Grande movimiento en el centro izquierdo a que él pertenece; en el derecho, donde están sus adversarios. Se tose, se acomodan en el asiento, se escucha. M. Thiers deja asomar la mitad de su cuerpo sobre la tribuna como un corista en el púlpito. Lleva pantalon de mahon, un chaleco de color i levita oscuro. Saca un pañuelo blanco que lleva a la cara en via de ensayo, esplora con la vista los vasos de agua que hai a ambos estremos del mármol, mira hácia la cámara i aguarda que haya silencio. El silencio se produce; i su voz pequeña empieza a deslizarse, sin vehemencia, como una gotera de agua límpida que filtra de una roca; conversa, jesticula, acciona desembarazadamente, pero sin formas oratorias. No olvide Ud. que el gobierno tiene una inmensa mayoria i que esta mayoria va a oirse llamar en sus propias barbas, corrompida. Yo sigo el discurso por los efectos que causa; un sordo-mudo habria comprendido perfectamente el sentido de aquella improvisacion. Al principio, atencion profunda en todos los bancos; mas, a medida que avanza, la cámara   —131→   va ajitándose en diversos sentidos, aprobaciones en los estremos; descontento, malestar en los centros; los rumores van creciendo, son ruidos, son murmullos ya. La frase indica que va a soltar una palabra terrible, ofensiva, humillante, i en el momento de lanzarles sobre las cabezas este dardo, la cámara estalla en un grito de reprobacion. Thiers está parado, con las manos apoyadas en el mármol, el cuerpo lanzado hácia delante, esperando el silencio que no tarda en venir, i entónces les lanza la fatal palabra que habian querido cubrir con sus gritos, i con la que el astuto lidiador no habia hecho mas que amenazarlos; la reciben, pues, a boca de jarro, i hacen ruido miéntras toma él un sorbo de agua, se enjuga, i vuelve a tomar posiciones. El semblante de Guizot está sublime de cólera i de desden, las estremidades de sus labios naturalmente inclinados hácia abajo se contraen de una manera absoluta, dominante. De cuando en cuando sacude la cabeza como diciendo: ya esto es demasiado; pero Thiers apénas ha principiado. Ha pasado ya la revista de la política esterior, el Oriente, la Inglaterra, Pritchard, el Rio de la Plata, por todas partes la Francia humillada, decaida de su rol de gran nacion. Viene en seguida el sistema electoral, la disipacion de las rentas para corromper pueblos con el sebo de las obras públicas hechas en su beneficio, empeñado el crédito de la Francia, haciendo el bien no por el bien mismo, sino para obtener diputados para la cámara. Cuando el orador observa que los semblantes de los diputados están morados, i verdes de cólera los de los ministros, entónces hablando con volubilidad, les arroja repentinamente la mas amarga de sus frases, el reproche mas sangriento, i se retira al fondo de la tribuna, miéntras los centros se arrojan furiosos sobre la palabra que les daña, como los perros que muerden la piedra con que se les tira. Tiene cuidado de que no se reviente alguna arteria, i les deja desahogarse, soltándoles la brida que hasta entónces llevaba tirante. Si la cámara está fatigada de oirle, hace concesiones; reconoce algun mérito en los actos del gobierno, signos de aprobacion salen del centro; pero un mais..., acentuado, vibrante, detiene a media inclinacion una cabeza que iba asintiendo; i entónces no son ya palabras las que se suceden, son centellas, es una tempestad relámpago i de rayos, una lluvia de granizo, que los desmoraliza i oprime tanto mas cuanto que los habia distraido, desmontado, aflojádoles los nervios, i preparádolos para sentimientos blandos. Despues de una nueva pausa, en   —132→   pos de dos horas ya de discurso, de tormento, de azotes, la mayoría grita: ¡assez! ¡assez! Pero Thiers dice, con una gracia infinita, con tanta atencion, «una sola palabra», que la cámara consiente, i oye una hora sin poder interrumpir, porque son cálculos que se están ejecutando en el aire con la misma precision que sobre la pizarra, son consejos paternales, son palabras de amigo, previsiones de lo futuro, el interes personal de los mismos miembros. El rei se deja ir, el sistema se destruye, la autoridad personal reaparece, i las conquistas hechas a costa de tanta sangre, van a perderse; i todo esto moviéndose como una ardilla, ajitando las manos hácia la cámara, como si derramara sobre ella palabras a puñados, estirándose, para seguir las diversas inflexiones del discurso; entreteniendo a la cámara con el encanto de sus modales llanos, su palabra acentuada, popular, insinuante. La sesion se termina, en fin, sin que se le haya quedado al orador nada por decir, nada por echar en cara.

Al dia siguiente, medio Paris quiere escuchar la réplica de Guizot. Yo logro procurame dos entradas; pero las tribunas todas están ya ocupadas, i en vano rondamos de uno a otro vomitorio sin poder abrirnos paso. Al fin logramos meter la punta de la nariz por la puerta de la tribuna que ocupa Martinez de la Rosa, enviado español.... Guizot está ya en la tribuna. El silencio profundo de la cámara deja repercutirse su voz metálica, sonora, vibrante, por todos los ángulos del edificio. Su actitud es naturalmente insolente, tiene como en sus retratos, la cabeza echada hácia atras, la frente dominante, el corte de la boca encorvado para abajo. Sus maneras son las de un lord, su tono el de un ministro omnipotente; su acento el del antiguo catedrático de la Universidad. Hablando a la cámara, justificándose, mintiendo, manda, enseña, hace un curso de historia, de moral, de política, de filosofía; i si algo faltara al orador, daríaselo la aprobacion escrita, marchamada en la cara de la mayoría, el respeto, la gratitud pintada en los semblantes. En cuanto a los estremos, no existen para él, no los mira siquiera; a bien que tiene a Thiers frente a frente en el centro izquierdo, para aplastarlo con su lójica fulminante, su desden matador, su desprecio insoportable.

I luego, ¡es tan sencilla la defensa del gobierno! Comparad la situacion actual con la situacion de 1840, con lo que el funesto misterio de M. Thiers habia producido. Hoi dia el gran partido conservador está reconstituido, fortificado, disciplinado.   —133→   Hoi dia la Francia es respetada, influyente afuera, tranquila i próspera en el interior. La fortuna pública ha tomado un desarrollo al cual nunca se creyó posible llegar. ¡Qué rico espectáculo de trabajos públicos!¡caminos de hierro, rutas, canales, puertos, construcciones navales, fortificaciones de Paris i de todas nuestras plazas de guerra! ¡Qué homenajes, qué corona de gloria discernida a nuestro rei por las mas orgullosas naciones, en todos los paises del mundo! ¡Qué profunda seguridad, qué órden interior! ¡qué accion fácil i regular de las leyes! Al reproche de no hacer nada para mejorar las instituciones, Guizot responde: Este período de 16 años ha sido un verdadero statu quo, como era necesario para apaciguar tantas ajitaciones, para vigorizar los nervios i los músculos de la Francia. Con la lejislatura nueva vamos a entrar en una era de iniciativa, de desarrollos mas marcados, de progresos mas profundos; i esta iniciativa pertenece al partido conservador. La mayoría se ajita de placer i de entusiasmo al sentirse tan omnipotente. Los cuadros que Guizot traza ante sus ojos la fascinan; i las magnificencias de aquel lenguaje severo i ameno a la vez, turban a las minorías mismas. Mi compañero, que es enemigo irreconciliable de Guizot, electrizado por aquella elocuencia que aplasta a sus amigos, políticos, esclamaba por lo bajo c'est beau! c'est beau! Guizot desciende de la tribuna, triunfante, victorioso; corónalo con sus aplausos la mayoría tan ensalzada por él, tan incensada. En vano sube a la tribuna Odilon Barrot para replicar, apénas se puede hacer escuchar, lucha un momento i cede ante la impulsion dada a los espíritus.

Hai una fraseolojía parlamentaria que ejerce, en efecto, una fascinacion completa. Hai un pais legal, un pais electoral, una mayoría, ministros responsables; el rei repite en cada discurso del trono: la carta es una verdad. ¿Qué pueden reprocharle a este gobierno que tiene su mayoría parlamentaria?

Pero vea Ud. algunas cifras. La Francia tiene 35000000 de habitantes i 270000 electores, elejidos segun lo que poseen i no segun lo que saben; el sabio que no paga impuestos no entra en el pais electoral. Hai en Francia entre ciudades, villas, aldeas i villorrios, treinta i seis mil poblaciones, i la cámara se compone de 550 diputados. Toca, pues, un diputado a cada 490 electores. Ya Ud. ve que 490 personas no es ganado tan arisco que no pueda amansársele or los dones, por los favores. La mayoría dispone de empleos, donaciones,   —134→   i colocaciones para los electores; cada diputado reparte estancos, percepturías, etc. La Epoca, diario ministerial, persigue a todo desertor de la mayoría, publicando de los rejistros oficiales la lista de los favores recibidos, con lo cual prueba el gobierno que nadie tiene derecho de tirar la piedra contra la corrupcion. Mrs. Beaumont (de la Somme), Corne, Havin, Duvois, La Doucette, cada uno de aquellos transfugas ha sido ensambenitado. Si quiere formarse idea de lo que este manejo importa, oiga Ud. Mr. Pieron acaba de pasar a los bancos de la izquierda. Para probarle que él es tan corrompido como los demas, La Epoca rejistró un documento, del cual resulta con todo el cinismo de los detalles que en resúmen, M. Pieron ha obtenido trescientos cuatro empleos o favores, de los cuales 42 son receptorías, 10 percepturías, 8 receptorías de contribuciones directas, 43 empleos de aduana, 20 estancos, 8 favores, i 173 servicios en el ministerio de la guerra.

He aquí el secreto del gobierno de M. Guizot, porque se observa que todas las listas principian en 1840. M. Pieron ha tenido el coraje de desertar; imajínese Ud. como será la cuenta corriente de los que quedan firmes en la mayoría. Los electores eran 490, i los dones repartidos son 304, estos van a los hijos, a los hermanos, a los allegados de los electores de campaña, aquellos buenos paisanotes, la petite proprieté de M. Dessage, aquellos sostenedores del órden, puesto que siembran patatas. La Francia ha caido en este horrible lazo, i en vano se ajita, lucha, protesta; ella no es el pais legal, ni el país electoral. Cuando se echa en cara a M. Guizot esta corrupcion del elector i del elejido, se dirije a la mayoría i la apostrofa en estos términos: ¿Os sentis corrompidos? No, grita la mayoría, con gran confusion de las pobres minorías que ven realmente que no hai corrupcion, puesto que cuatrocientos ajiotistas lo repiten. Cuando se denuncia en la tribuna un delito evidente como la luz, una dilapidacion escandalosa, probada, M. Guizot pide que la cámara decida si está o no satisfecha, i un movimiento en masa de la turba de cómplices, absuelve de toda culpabilidad al rei i al ministerio. ¡He ahí el país legal, he ahí los grandes hombres de la tierra!

Las minorías prontas a desaparecer, se han coaligado, i sus esfuerzos se dirijen a la fuente del mal, a la lei electoral, a deshacer si pueden esa gavilla de paniaguados, electores i diputados. El programa para las elecciones que acaban de tener lugar era de parte de la oposicion:

  —135→  
  • La reforma electoral i parlamentaria;
  • La reorganizacion de la guardia nacional;
  • La revision de las leyes de setiembre;
  • La derogación de la lei sobre anuncios judiciales;
  • La repulsa de todo proyecto de dotacion para la familia real;
  • Que la confeccion de las listas del jurado sea arrancada a la arbitrariedad de los prefectos;
  • Que las rentas i todos los ramos del servicio público sean administrados con intelijencia, economia i honradez;
  • Que un sistema mas digno del nombre i del poder de la Francia, regle sus relaciones con las otras naciones;
  • I que en el interior, en fin, los poderes del estado se preocupen con una seria atencion de la educacion, i del bien estar de las clases trabajadoras.

¿Cuál le parece a Ud. que ha sido el resultado de las elecciones? El gobierno tuvo miedo, redobló sus esfuerzos, i sacó mas diputades satisfechos que los que hubiera deseado. Los cuatro quintos, los nueve décimos de la cámara nueva formarán la mayoría. El gobierno ha tenido vergüenza de su triunfo; jugó la máquina con mas actividad de lo que esperaba. ¡Pobre humanidad, qué va a ser de ella ahora!

El hecho viene apoyado en la doctrina. Guizot ha dicho en plena cámara que es necesario detener el progreso, que hai ya demasiado progreso; i estos doctrinarios, amigo mio, son los casuistas de la política. Se arroja una opinion reaccionaria, para irla convirtiendo en opinion probable poco a poco. No hai verdad ninguna reconocida. Los pueblos no marchan a un fin, la historia no tiene hilacion; hai hechos, voila tout; i el hecho consumado es la lei del jénero humano.

Cárlos X, Luis XVIII, ¡qué cuitados erais! nosotros hemos pasado ya de Luis XV, estamos en Luis XIV, le grand roi. El diario de los Debates llama al Jardin de las plantas, le Jardin du roi; el palacio du roi, la biblioteca du roi. Al rei ciudadano no le llaman sus palaciegos, Su Majestad, que eso seria ponerse en contacto con él, le llaman el Rei, al dirijirle la palabra: «el Rei se ha dignado mandarme llamar; el Rei me ha ordenado, etc». I sabe Ud. ¿quién es este rei? Juzgue por estos dos hechos. La lista civil, despues de las dotaciones, apanages, para cada hijo, para cada nietecito, se ha hecho acordar la corta de los bosques que produce cuatro millones anuales, calculando hacer una corta en cada siglo, sobre cada   —136→   uno de los lotes. Este año se han desflorado todos los bosques a un tiempo, escojiendo los árboles mas corpulentos, operacion que ha producido setenta i cinco millones. Interpelado el ministerio en la cámara, no supo que responder porque ignoraba, en efecto, tal depredacion; al dia siguiente, mejor informado, dijo con una adorable sencillez, que se habia adoptado el sistema aleman, con lo que la cámara quedó satisfecha, i el buen rei guardó setenta i cinco millones10. Hai en la lista civil una suma destinada para la reparacion, guarda i conservacion de los monumentos públicos. El personal de Saint-Cloud, Versailles, Fontainebleau, Vincennes, el Louvre, el Jardin de las Plantas, se compone de artesanos que deben tener dos oficios por lo ménos, hojalatero i vidriero, carpintero i albañil, alfarero i constructor de teja i ladrillo. Su sueldo se les paga de la lista civil, pero el trabajo es una carga que les impone el rei. A la hora de funcion, revisten la casaca colorada, pasada la cual vuelve cada uno a su trabajo; i al año presenta el buen rei abultados gastos de reparacion, tantos miles en tejas, tanto en estucos, tanto en vidrios, que lo han fabricado gratis sus dependientes. Esto es rejio, ¿no le parece a Ud., digno de un rei de Francia?

Cambiemos de asunto, i dejando en paz a los que en paz realizan tan grandes cosas, volveré a lo que conmigo tiene relacion. Hago viajecitos a todos los alrededores célebres, i a Mainville, donde estudio el arte de cultivar la seda, bajo la direccion de M. Camilo Beauvais, por si un dia en América, en Mendoza, en Chile, piensan sobre el porvenir industrial de los paises templados de la América del sur, tan oscuro, tan inseguro. A una legua de Mainville, no léjos de la márjen del Sena, vive olvidado don José de San Martin, el primero i el mas noble de los emigrados que han abandonado su patria, su porvenir, huyendo de la ovacion que los pueblos americanos reservan para todos los que los sirven. Nuestro don Gregorio Gomez, el jeneral Las-Heras, i otros restos del mundo antiguo me habian recomendado con amor, con interes, i el jeneral Blanco díchole tan buenas cosas de mí, que me recibió el buen viejo sin aquella reserva que pone de ordinario para con los americanos en sus palabras cuando se trata de la América. Hai en el corazon de este hombre una llaga profunda   —137→   que oculta a las miradas estrañas, pero que no se escapa a la de los que se la escudriñan. ¡Tanta gloria i tanto olvido! ¡Tan grandes hechos i silencio tan profundo! Ha esperado sin murmurar cerca de treinta años la justicia de aquella posteridad a quien apelaba en sus últimos momentos de la vida pública, i tiene setenta i cinco hoi; las dolencias de la vejez i el legado de las campañas militares, le empujan hácia la tumba, i ¡espera todavía!

He pasado con él momentos sublimes que quedarán para siempre grabados en mi espíritu. Solos un dia entero, tocándole con maña ciertas cuerdas, reminiscencias suscitadas a la ventura, un retrato de Bolívar que veia por acaso. Entónces, animándose la conversacion, lo he visto transfigurarse, i desaparecer a mi vista el campagnard de Grandbourg i presentárseme el jeneral jóven, que asoma sobre las cúspides de los Andes, paseando sus miradas inquisitivas sobre el nuevo horizonte abierto a su gloria. Sus ojos pequeños i nublados ya por la vejez, se han abierto un momento, i mostrádome aquellos ojos dominantes, luminosos de que hablan todos los que le conocieron; su espalda encorvada por los años se habia enderezado, avanzando el pecho, ríjido como el de los soldados de línea de aquel tiempo; su cabeza se habia echado hácia atras, sus hombros bajádose por la dilatacion del cuello, i sus movimientos rápidos, decisivos, semejaban al del brioso corcel que sacude su ensortijada crin, tasca el freno i estropea la tierra. Entónces la reducida habitacion en que estábamos se habia dilatado, convirtiéndose en pais, en nacion; los españoles estaban allá, el cuartel jeneral aquí, tal ciudad acullá; tal hacienda, testigo de una escena, mostraba sus galpones, sus caserías i arboledas en derredor de nosotros...

¡Ilusion! Un momento después, toda aquella fantasmagoría habia desaparecido; San Martin era hombre i viejo, con debilidades terrenales, con enfermedades de espíritu adquiridas en la vejez; habiamos vuelto a la época presente i nombrado a Rosas i su sistema. Aquella intelijencia tan clara en otro tiempo, declina ahora; aquellos ojos tan penetrantes que de una mirada forjaban una pájina de la historia, estaban ahora turbios, i allá en la lejana tierra veian fantasmas de estranjeros, i todas sus ideas se confundian, los españoles i las potencias europeas, la patria, aquella patria antigua, i Rosas, la independencia i la restauracion de la colonia; i así fascinado, la estatua de piedra del antiguo héroe de la independencia,   —138→   parecia enderezarse sobre su sarcófago para defender la América amenazada.

De otras correrías es teatro Paris. Al despedirme de mi buen amigo el señor Montt, le decia yo con aquella modestia que me caracteriza; la llave de dos puertas llevo para penetrar en Paris, la recomendacion oficial del gobierno de Chile i el Facundo; tengo fe en este libro. Llego, pues, a Paris i pruebo la segunda llave. ¡Nada! ni para atras ni para adelante, no hace a ningun ojo. La desgracia habia querido que se perdiese un envío de algunos ejemplares hecho de Valparaiso. Tenia yo uno; pero ¿cómo deshacerme de él? ¿Como darlo a todos los diarios, a todas las revistas a un tiempo? Yo queria decir a cada escritor que encontraba, ¡io anco! pero mi libro estaba en mal español, i el español es una lengua desconocida en Paris, donde creen los sabios que solo se habló en tiempo de Lope de Vega o Calderon; despues ha dejenerado en dialecto inmanejable para la espresion de las ideas. Tengo, pues, que gastar cien francos para que algun orientalista me traduzca una parte. Tradúcela en efecto, i dóila a un amigo que debe recomendarla a las revistas. Ya han pasado dos meses entre traducir i leer, i nada me dice. -¿Qué hai de mi libro? -Estoi leyéndolo. -Mala espina me da esto. Vuelvo mas tarde, pido mi manuscrito i me dice: lo hallo... un poco difuso... hai novedad e interes, pero... La verdad era que no habia leido una palabra. ¿Quién lee lo que ha escrito uno a quien juzgamos inferior a nosotros mismos? El autor tiene un santo horror al manuscrito ajeno. Lo sé por esperiencia. Habíame dado tambien un manuscrito cierto amigo en América, díchole yo que lo estaba leyendo, como mi amigo de Paris, i llegó el caso de pedirme el suyo, como yo pedia el mio ahora. -¿Qué lo parece a Ud. la idea? me dice; i como yo no sabia de que trataba el manuscrito, en cuanto a la idea es escelente, le contesto; pero ¿cómo realizarla entre nosotros? -Ya lo digo; buscando dos personas en cada provincia. Esto no es en Chile, me digo para mí, debe ser en la otra banda; ¡bueno! pero ¿dónde están esas personas; ¿cómo se comunica uno con ellas? -Pero, por los medios indicados, por los signos convenidos. -(¡Ah ya caigo, esto es algo de lójias!) Hombre, le diré a Ud. francamente, en nuestro tiempo las lójias, las cosas como lójia, aunque no sean precisamente lójias, son impotentes; el carbonarismo ha caido, no es posible contar con la relijiosidad de aquellos tiempos de fe, como en la lójia de Lautaro. -Por eso   —139→   propongo las modificaciones que Ud. ha visto. -A ellas me refiero, i es lo único que puede hacerse en nuestra época; pero hombre...! -El proyecto es deshechado por unanimidad i el no leido manuscrito devuelto. La pago, pues, ahora. Quiero entenderme con un redactor de la Revista de Ambos Mundos, i otro amigo me dice: no haga Ud. tal; los redactores ganan en proporcion de los artículos que introducen por rotacion de rol; un artículo estraño pospone los suyos, i se ligarán entre sí para no dejarlo entrar, entiéndase con Mr. Buloz, director de La Revista. Mr. Buloz es un respetable tuerto, director de la Opera cómica i de La Revista, tan versado en la contaduría del uno como del otro establecimiento. Me presentan, i queda en la oficina de La Revista mi manuscrito, para pasar a comision que juzgue de su importancia, quedando citado yo para el otro juevés a la misma hora. Aquí principia aquella eterna historia de los autores que comienzan en Paris, i que lanzan su vuelo de una guardilla del quinto piso. De ahí salieron Thiers, Mignet, Michelet i tantos otros, me digo para alentarme; todos han aguardado a la puerta de alguna redaccion, el corazon endurecido de humillacion, ídose, vuelto. Vuelvo el juéves, golpeo tímidamente, i el terrible cíclope de La Revista saca su ojo en la punta de la cara, lo pasea, busca, véme, i me lanza cerrando la puerta, este empujon: «No se ha leido aun, hasta el otro juéves». De juéves en juéves, un dia, dia por siempre memorable en la biografía de todo garrapateador de papel, las puertas de la redaccion se me abren de par en par. ¡Qué transformacion! Mr. Buloz tiene dos ojos esta vez, el uno que mira dulce i respetuosamente, i el otro que no mira, pero que pestañea i agazaja, como perrito que menea la cola. Me habla con efusion, me introduce, me presenta a cuatro redactores que esperan para solemnizar la recepcion. Soi yo el autor del manuscrito (una reverencia), el americano (una reverencia), el estadista, el historiador... Me saludan, me hacen reverencias. Se habla del libro; hai un redactor encargado del compte-rendu de los libros españoles, que quiere ver la obra entera para estudiar el asunto. Mr. Buloz me suplica humildemente que me encargue de la redaccion de los artículos sobre América. La Revista ha faltado a su título de Ambos Mundos por falta de hombres competentes; podemos arreglarnos. Desgraciadamente el artículo sobre mi libro no puede aparecer sino en dos meses. Están tomadas las columnas para muchos mas; pero se hará una alteracion.

  —140→  

Esto me satisface; i ya han pasado cuatro semanas en idas i venidas hasta el momento en que escribo.

Pero aquel artículo me hace falta para presentarme ante los escritores. En Paris no hai otro título para el mundo intelijente, que ser autor, o rei. No he querido ser presentado a Michelet, Quinet, Luis Blanc, Lamartine, porque no quiero verlos como se ven los pájaros raros; quiero tener títulos para presentarme a ellos, sin que crean que satisfago una curiosidad de viajero. He visto ya a Jules Janin, a Ledru Rollin; éste en casa de San Martin, de quien es vecino; el otro en su escritorio adonde me condujo Tandonnet, que es su amigo. ¡Qué espiritual i qué consentido es en su trato familiar este folletinista!

Mr. Lasserre, aquel buen frances que reside en Chile, víctima antigua de sus ideas republicanas, i el liberal mas ardiente que anda errante entre nosotros, me habia dado preciosas recomendaciones para los Aragos i para Mme. Tastu, célebre poetiza que brilló en este ramo en su juventud i fué coronada por la Academia, i hoi está consagrada a la educacion maternal, para cuyo ausilio ha publicado preciosos tratados. Recibe los mártes, i allí en aquel círculo escojido, encuéntrase al anciano Tissot, de la Academia, unas veces, i a varias otras reputaciones literarias. Es la modesta habitacion de esta escritora, el reflejo de aquellos antiguos salones que ya van desapareciendo en presencia de los intereses industriales. El de Mme. Tastu ha recibido sucesivamente a Humboldt, Champollion, Ampère, el célebre matemático, i todas las ilustraciones de aquella época. Cormenin, Tissot, i varios viejos i jóvenes literatos frecuentan su tertulia, i todos se hallan a sus anchas en aquel reducido círculo en que el gusto i la simplicidad presiden a las causeries, conversaciones mas amenas i variadas. En esta sociedad, donde era siempre recibido con mas distincion que pudiera esperarlo, he podido entrar bien adentro la mano en las llagas actuales de la Francia. Mr. Tissot habia sido uno de los quince diaristas que habian derrocado la restauracion de los Borbones; desechando cuatrocientos mil francos que le ofreció Cárlos X, solo por que dejase de escribir, hoi vivia en la miseria, enseñando a la edad de setenta años, para subsistir; porque el nuevo rei, el rei ciudadano, habia tenido buen cuidado de oscurecer, de sepultar a todos aquellos enérjicos liberales, que despues de haber volteado un ídolo, no habian querido adorar al que se habia alzado en su lugar. Allí se oian tantos   —141→   secretos de corte, ¡tantos detalles que la prensa no revela! Allí se hacian votos por un órden mejor, entre las manifestaciones mas nobles de indignacion por el abatimiento de la Francia, por el escamotaje de la libértad, por la degradacion de la nacion, por la ruindad i ¡el descaro de los manejos!

Omito otros detalles que no importan gran cosa en mi vida de Paris. Mis estudios sobre la educacion primaria me ponen en contacto con savants, empleados i hombres profesionales; pero hai aun otro costado de Paris que me ha llamado profundamente la atencion, i son los placeres públicos, i la influencia que ejercen sobre las costumbres de la nacion. Aquí donde la intelijencia humana ha llegado a sus últimos desenvolvimientos, donde todas las opiniones, todos los sistemas, las ciencias como las creencias, las artes como la imajinacion, marchan en líneas paralelas, sin atajarse las unas a las otras como sucede en otras naciones, sin descollar un ramo por la excesiva depresion de otros aun mas importantes; aquí donde el hombre marcha en la verdad como en el error sin tutela, sin trabas, la naturaleza humana se muestra a mi juicio en toda su verdad, i puede creerse que es realmente tal como ella se presenta, i que ha de presentarse así toda vez que se la deje seguir sus inclinaciones naturales. No hai que decir que el lujo corrompe la enerjía moral del hombre, ni ménos que el placer lo enerva, puesto que a cada momento vése a este pueblo dar síntomas de enerjía moral desconocida entre los pueblos mas frugales o mas sobrios. El frances de hoi es el guerrero mas audaz, el poeta mas ardiente, el sabio mas profundo, el elegante mas frívolo, el ciudadano mas celoso, el jóven mas dado a los placeres, el artista mas delicado, i el hombre mas blando en su trato con los otros. Sus ideas i sus modas, sus hombres i sus novelas, son hoi el modelo i la pauta de todas las otras naciones; i empiezo a creer que esto que nos seduce por todas partes, esto que creemos imitacion, no es sino aquella aspiracion de la índole humana a acercarse a un tipo de perfeccion, que está en ella misma i se desenvuelve mas o ménos, segun las circunstancias de cada pueblo. ¿No es, sin duda, bello i consolador imajinarse que un dia no mui lejano todos los pueblos cristianos no serán sino un mismo pueblo, unido por caminos de hierro o vapores, con una posta eslabonada de un estremo a otro de la tierra, con el mismo vestido, las mismas ideas, las mismas leyes i constituciones, los mismos libros, los mismos objetos de arte? Puede esto no ser mui próximo; pero   —142→   ello marcha i llegará a su blanco, en despecho, no del carácter de los pueblos en que no creo, sino del diverso grado de cultura en que la especie se encuentra, en puntos dados de la tierra. I será siempre la gloria de Fourier haber llevado la intelijencia del hombre hasta hacerla capaz de mejorar el universo, de haber deificado en la criatura el poder del Criador, poetizando el trabajo i la intelijencia humana, en lugar de la fuerza destructora de héroes sanguinarios, que hacen hasta hoi el caudal de la poesía épica, como en los tiempos antiguos dioses inmorales, caprichosos e injustos.

Sujiérenme estas reflecciones tan sesudas los bailes públicos de Paris, adonde me asomo de vez en cuando, para curarme del mal de la patria que me incomoda. No tengo ni tiempo, ni gusto, ni dinero para engolfarme en las gustosas frivolidades cuyo goce envidio a otros. ¡Ah! si tuviera cuarenta mil pesos nada mas, ¡qué año me daba en Paris! ¡Qué pajina luminosa ponia en mis recuerdos para la vejez! Pero soi sage, i me contento con mirar, en lugar de pilquinear, como hacen otros.

Los bailes son en Paris establecimientos públicos que se siguen a los teatros, luchando con ellos en magnificencia, alumbrado i gusto. El Rannelag correspondiera a la ópera italiana por la clase de los concurrentes. Allí he visto a Balzac, Jorje Sand, Soulié i otras notabilidades literarias. El Château-Rouge enciende cada fin de mes ochenta mil luces; el Bal Maville ostenta las bailarinas mas afamadas: la Chaumière es el eden de los estudiantes i estudiantas del cuartel latino, i la ciudadela en cuya puerta deja su sable el municipal para penetrar. Un dia sí i otro nó hai en todos ellos baile en la semana, a que concurren millares de aficionados. Un dia pagan los varones a la entrada tres francos, dos otro, uno i medio el lúnes, i cinco al fin de cada mes que hai grand festival; las damas entran siempre gratis. Compónense éstas de todas las clases de la sociedad, mas o ménos ínfimas segun el dia; pues esto depende de sus relaciones con los que pagan, i éstos son de a un franco i medio o de a cinco, segun sus recursos. Damas mui comme il faut asisten como espectadores, i los jóvenes de todas las categorías son apasionados habitués de tal o cual baile. El local está adornado con gusto primoroso; jarrones i estátuas descuellan sobre masas de verdura, terraplenes de flores raras i embalsamadas, i en medio de una atmósfera de fuego por la iluminacion   —143→   del gas, los lampiones i los vasos de color, se ajitan sobre avenidas de asfalto, cuadrillas de doscientas parejas, ejecutando polkas frenéticas, valses febriles. Allí descuellan reputaciones tan altas, tan europeas como la de Dumas, o la de la Rachel. Cuando la Rigolette se para con su compañero que no es Jerman, todos los asistentes se la señalan, la turba de espectadores se apiña en el estremo que ella ocupa, i lores ingleses, boyardos i príncipes rusos pagarian cien francos por estar en primera línea. La orquesta alemana comienza a hacer vibrar las fibras de aquel torbellino de seres humanos, a irritarlas, a crisparlas con las armonías en que domina la corneta-piston. El baile va tomando animacion, fuego, rapidez; entónces las naturalezas, los caractéres empiezan a diseñarse, el chiste en unos, la dulzura voluptuosa en otros, lo estrambótico, lo absurdo, lo furioso en los demas. La Rigolette váse ajitando, animándose, perdiendo el sentido i las formas humanas. Sus admiradores estrechan cada vez mas el círculo, la aguijonean con aplausos, la aturden con sus vivas, hasta que la pasion estalla, el estro poético se manifiesta, la inspiracion desciende a la pitoniza, en destellos del jénio, en cabriolas imposibles, en contorsiones de bacante. Es la fiebre, la convulsion del placer, la enajenacion del poseido, que ha dejado de presidir a los movimientos del cuerpo, i se abandona a otra alma que la suya que está haciendo cosas sobrehumanas, no soñadas. Entónces no pisa ya el suelo, es un torbellino o un huracan, va, remolinea, i al fin cae sobre los brazos de alguno, pálida, moribunda, llorando, jadeando, los ojos cerrados, i volviendo a la vida a fuerza de oir la tormenta de aplausos, los gritos de admiracion, los vivas delirantes que acompañan su nombre. Como la Rigolette, hubo ántes la Reina Pomaré que murió, vive la Reina Margot, Marion i otras celebridades, bautizadas por el público segun el carácter de su poesía, salvaje, bulliciosa, o llena de fiereza. Al dia siguiente la Reina Margot es simplemente Adela Rimbaut, costurera de ropa blanca, u otra cosa peor; pero una hora al ménos ha sido reina por la aclamacion universal, sentídose grande, cubierta de gloria como Napoleon o Murat, i gozado de las fruiciones que le están al vulgo vedadas.

Esta es la parte dramática de los bailes públicos; la positiva es que la sociedad se igualiza, las clases se pieden, la mujer de clase ínfima se pone en contacto con los jóvenes de alta alcurnia, los modales se afinan, i la unidad i homojeneidad del pueblo queda establecida; el público se constituye, i   —144→   una miaja de gloria cae tambien a los piés de la mujer del bajo pueblo, entre los placeres con que aturde su miseria, o su vileza. La luz suministrada a torrentes, la música de los maestros puesta al alcance de la muchedumbre por una ejecucion artística i sábia, aquellos jarrones i estátuas que la habitúan a los primores de las artes, aquel lujo i aquel gusto en fin prodigado en el lugar que el roto o la hija del artesano de Paris llama suyo por un momento, concluye por ennoblecer su espíritu, iniciarlo en la civilizacion, i hacerle aspirar a una condicion mejor. La decencia reina en un círculo un poco ancho, trazado por la policía; pero las escentricidades no están en las costumbres, ni en los modales, sino en la licencia poética del baile, en el delirio de la pasion que quiere sacudir todas las trabas. Me hicieron conocer a una particular, a quien dejándose arrastrar por los aplausos, el municipal vecino habia llamado al órden tres veces, i como insistiese hubo de llevarla al violon. Rabió, se resistió i concluyó como concluye toda historia con la autoridad, obedeciendo; pero estaba con su mejor vestido, i el esbirro era demasiado culto para no acompañarla a su casa a mudar de traje. Llegados al quinto piso, abrió la ventana para buscar lumbre, i de un salto se arrojó a la calle, a suicidarse, estrellándose sobre el empedrado, cayendo de treinta varas de alto. La infeliz habia, mediante una fractura sobrevivido a su deshonra; halláronla viva, merced a los vestidos que le habian servido de paracaidas. Paris es, por otra parte, poco ceremonioso en materia de costumbres privadas, i seria largo recorrer la escala que media entre la prostituta i la mujer casada, entre cuyos estremos se encuentran gradaciones del matrimonio, admitidas por la sociedad, justificadas por las diversas condiciones, i por tanto respetadas. De aquí nace a mi juicio la cultura de las mujeres de Francia, la gracia infinita de la parisiense, i el vestir igual, en su caprichosa variedad, de todas las clases de la sociedad. De aquí viene tambien aquella injerencia de la mujer en todos los grandes acontecimientos de la historia de esta nacion, desde Eloisa, dos veces célebre, la doncella de Orleans, Agnes Sorel, hasta Mme. Roland, Carlota Corday, Mme. de Staël, Jorje Sand, la Rachel, la Reina Margot, diversas manifestaciones de aquella habilitacion de la mujer, de aquel olvido de las debilidades inherentes a su sexo, que cuenta por poco en la clasificacion de las clases, reinando en lo público siempre un tierno respeto por la mujer, que se muestra en dilijencias, omnibus   —145→   i ferrocarriles. ¿Se acuerda Ud. de las chinganas de Chile? Este recuerdo me ha hecho mirar con interes los bailes públicos de Paris. ¡Qué poderoso instrumento puesto en manos hábiles!

Hai otro espectáculo aun mas adaptable a nuestra manera de ser, civilizador por el costado mismo que tenemos del bárbaro, por la destreza i la posesion popular del caballo. El hipódromo es una creacion nueva del espíritu parisiense, que se incorporará bien pronto en el catálogo11 de diversiones públicas de todas las naciones europeas, i que debiera ser trasportado incontinenti a América, en donde echaria raices profundas, como todo lo que es eminentemente popular. Es el hipódromo un inmenso circo de caballos, en cuyo rededor, como en nuestras antiguas plazas de toros, caben diez o doce mil espectadores. El pueblo gusta de la luz del sol, del espacio i de la libertad de hablar en voz alta que no encuentra en el teatro; en el hipódromo, ademas, nuestro pueblo de ambos lados de los Andes seria juez supremo, el artista por escelencia, el digno apreciador de los pasos de destreza i osadía de los equitadores. Juéganse cañas i cabezas en el hipódromo por cuadrillas de hombres i de mujeres, que cabalgan admirablemente, i visten con todo el primor elegante del gusto inglés. A esta esposicion jeneral se sigue el gran drama, que hace el objeto de la fiesta, tal como la Cruz de Berny, o el Campo de la Bandera de Oro, terminando la funcion por una carrera de cuádrigas romanas, la exhibicion de un carruaje cuyos tiros se desprenden cuando los caballos se desbocan, la carrera de una corsa, Roberto Macaire con su cuadrilla de monos a caballo, i juegos de equitacion de una osadía i perfeccion asombrosa.

El hipódromo, pues, presenta todas las aptitudes del caballo, i cuanto hai de noble i de artístico en el hombre para dominarlo i dirijirlo. Nuestros gauchos i nuestros guasos son insignes equitadores, i veinte veces nos hemos dicho los americanos en el hipódromo, si una cuadrilla de chilenos o de arjentinos mostrase su lazo o sus bolas aquí, i cojiese un toro, o domase un caballo salvaje, se quedarian pasmados estos parisienses, i los que introdujesen aquella nueva variedad del arte de equitacion harian su fortuna. Pero fáltanos a nosotros arte, esto es, el arte antiguo, las posiciones nobles de la estatuaria, el estudio de las fuerzas, i la gracia i jentileza de las clases cultas. Con nuestro poder de guasos sobre el caballo i el arte europeo, el hipódromo seria en América una diversion   —146→   popular i una alta escuela de cultura. Todos los juegos de la equitacion inglesa, desde la cerca de seis piés que salvan, hasta la zanja de veinte que saltan, se incorporarían en nuestros usos del caballo americano, defectuoso en esta parte; i luego, los espectáculos del antiguo arte ecuestre, la carrera de los carros, tirados por cuatro caballos, el manejo frances, i las poses artísticas, cuya falta desagracia tanto nuestras esterioridades, irian a mejorar nuestras costumbres, anudando, por la representacion de dramas magníficos como la entrevista de Francisco I con el rei de Inglaterra, el hilo de la historia de los pueblos, roto para el roto americano, que no sabe lo que es edad media, ni torneos, ni caballeros, ni mundo anterior a su poncho i a su lazo. Pero en Chile empiezan a creer hombres mui serios, que el chileno es chileno, i no europeo, sin acordarse que Quiroga, Rosas, Lopez sostenian lo mismo con respecto a los arjentinos, i han dado los espectáculos de que hemos sido víctimas i testigos. Tengo cosas sin fin que decirle, ópera, teatros, libros; pero me parece esta dosis ya mas que doblada para paciencia ménos ejercitada que la suya. ¿Lee Ud. todavía todo un cuerpo de autos para poner un traslado? ¡Yo no leeria ni el último escrito para sentenciar, con costas, contra el que haga escritos mas fastidiosos, que es la pena del que escribe! En mi vida he leido libro malo, por cuya razon conozco tan poco los autores españoles.

Necesito educarme en Italia i en España para hablar de bellas artes i de teatros. A mi vuelta de aquellos paises, volveré a hablarle de Paris.

Adios mi querido Doctor.