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ArribaAbajoApéndices

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ArribaAbajoApéndice I

Diario de la expedición contra Argel con algunas reflexiones, compuesto por N...que se halló en ella


Desde el 25 de maio hasta 22 de junio.

1. Fue Cartagena punto en que se unieron comboyes con tropas, pertrechos, etc., pertenecientes a la expedición, que fueron llegando de Barcelona, Coruña y Cádiz. Todo se hallaba ya junto el 25 de maio de este año 1775; pero desde este día hasta el 22 de junio se passó embarcando batallones, escuadrones y pertrechos, esperando viento, y aún más principalmente en aprontar cosas que cada día iban ocurriendo como precisas.

2. El número de tropas y embarcaciones destinadas a la empresa se ve en un estado (núm. 1.º), de los instrumentos que acompañarán esta relación, con la maior distinción e individualidad.

3. El capitán general de Valencia hizo que la guarnición de Cartagena reconociese por general de la expedición al Excelentísimo Sr. Conde de O'Reylly, antes de llegar a dicha plaza las tropas destinadas a la empresa, y aunque parecía regular que estas tropas conociesen también   —120→   a su general, lo cierto es que no se lo hizieron conocer hasta la bahía de Argel el 1.º de jullio, como se be en la orden núm. 2.º, donde S. E. mismo se da a reconocer con todos los demás generales y aiudantes de campo.

4. No embarazó esto el que desde Cartagena todos obedeciesen al Conde de O'Reylly. Este señor, conociendo, como Inspector general que es de toda la infantería, el mérito de los batallones y el de los oficiales, eligió de entre todo el exército del Rey los que creyó ser más a propósito para desempeñar sus ideas. S. M. le había dado todas sus facultades para llebar consigo el número de tropas, oficiales y todo lo que le pareciese necesario o útil a la empresa. En consequencia de esto, por su disposición, se hizieron todos los preparatibos en todos los departamentos.

5. Mandaba la marina el Excelentísimo Sr. D. Pedro Castejón. Este, para conducir las nabes con felicidad, dividió todo el comboy en ocho trozos, distinguiendo cada uno de los demás por una bandera en el palo de trinquete. Otra bandera de varios colores en el palo mayor expresaba la carga que cada buque llebaba dio a cada trozo o división un gefe o comandante particular, que era el que daba las órdenes a toda la división. Cada división debía elegir en la ruta a su comandante, y cada buque tenía un número en su popa que le serbía de nombre. Cada trozo debía en el mar formar una columna, y cada nabe debía en ella seguir precisamente a su número inmediato que en el puerto le hizieron conocer, como también a su comandante particular. Este procuraba en el puerto instruir a los patrones de su división en la sucesiba formazión que debían seguir a la vela, haciéndoles figurar con las lanchas la marcha y giros que debían hacer con las embarcaciones a la vela, ynstruiéndoles también de las dos embarcaciones entre quienes cada uno debía ir. El plano núm. 3º hace ver esta marcha.

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6. Formó en estos días con sumo secreto el general de las tropas un plan llamado de vatalla, que no es otra cosa que la composición de las brigadas y la asignación de brigadieres y generales a las tropas, para que estos sepan su lugar y jefes. Este plan es el núm. 4º. También incluio otros dos planos, núm. 5º. y 6º, que hacen ver el quartel general y el exército acampado. Estos tres planos no se publicaron en estos días ni después; pero a mí me los han proporcionado.

7. Distribuyóse en Cartagena a los generales y jefes de cuerpos una orden, núm. 7º. Diose otra a los comandantes de cada embarcación en un pliego cerrado, en cuio sobre escrito decía que solo se abriese perdidas de vista las costas de España (núm. 8º).

Reflexiones

8. De no haber estado las cosas prontas ya en Cartagena, se siguió el padecer bastante las tropas que llegaron de otras partes, pues desde su arribo hasta su salida el 23 de junio, sufrieron todas las incomodidades de la mar y la estrechez. Mejor fuera que hubieren esperado en sus primitivos destinos hasta que todo estubiera pronto.

9. También se siguió que se consumieron muchas raziones de armada que después hubieran podido ser útiles y aun precisas. Las tropas de Barcelona salieron el 9 de maio para Cartagena con sólo la provisión para tres meses, con que el 9 de agosto debían morirse de ambre. Las de los otros destinos sacaron de ellos también víveres para tres meses; pero como se embarcaron mucho antes, estaban ya el 8 de jullio sin probisiones. Si los accidentes del mar nos hubiesen detenido, lo hubiéramos pasado mal.

10. El orden de marcha que el General de mar dio a su comboy, es mui bonito para escribirlo en el papel; pero impraticable en la mar. ¿Cómo es posible que 381 buques, todos diferentes en magnitud, número de marineros,   —122→   patrones, estructura y jarcias, puedan andar igualmente como es preciso para observar la formación mandada? Diráse acaso que acortando o dando velas todo se iguala, si hay cuidado. Pero ¿cómo este cuidado puede ser igual en tantos buques? El descuido de algunos patrones, las aberías, la variedad y desigualdad de los bientos, las noches, y en una palabra, todo conspira a la imposibifidad de la obserbancia del orden de marcha. Yo puedo decir, que en tres comboys que he nabegado y que llevaban semejantes órdenes, ni un solo momento las han podido obserbar.

11. Este orden de marcha y división del comboy se hizo separando las diferentes calidades o especies de buques, poniéndolas en ocho divisiones separadas; pero como al cargar los buques en Barcelona, Cádiz, y Galicia, no se había tenido esta ociosa atención a la calidad, resultó que todo iba barajado, porque un mismo batallón o compañía se hallaba embarcada en dos o más buques, que por su calidad serían de divisiones bien distintas; lo mismo los pertrechos y demás, etc.

Días 23, 24 y 25 de junio.

12. El 23 al amanecer se hizo por el navío Belasco, que era el comandante, la señal deseada para hacerse a la vela. Salió todo el comboy a costa de algunas aberías; pero soplando viento contrario a nuestra ruta, en fuerza de otra señal, tomamos puerto la misma mañana en la plaia de la Atugia13, distante tres leguas de Cartagena al poniente; pero las naves y algunas embarcaciones de guerra se mantubieron a la mar. Continuó el mismo viento y nuestro comboy en la misma situación hasta el 26. El 24 se dió la orden, núm. 9º, por el Conde de O'Reylly. y la orden núm. 10º, por el General del mar.

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Reflexiones.

13. Aunque tres trozos o divisiones del comboy se hallaban ya de antemano en el puerto de Escombrera, distante del de Cartagena como una legua, con el fin de evitar la confusión y facilitar el orden de marcha mandado, como las embarcaciones estaban confundidas y mezcladas en el puerto, la salida a la mar era la misma para entrambos puertos, y como todos los buques a una señal se llebaron e hizieron a la vela, resultó la confusión y algunas aberías en que quedaron algunos buques más o menos estropeados, y todos con la imposibilidad de buscar su lugar de formación, hecho un pelotón el comboy y no bastando todo el cuidado para evitar los abordajes.

14. Aquí se bio lo quimérico del orden de marcha, que si de algún modo pudiera obserbarse, fuera saliendo por dibisiones; pero esto tiene el incombeniente de gastarse mucho tiempo en la salida.

Día 26 de junio.

15. En este día por la mañana se hizo la señal de hacerse a la vela. La obedecieron algunos buques de guerra, entre ellos los seis únicos nabíos en que iban los generales, y no permitiendo el viento de tierra, que calmó, salir más que ciento veinte embarcaciones, inclusos dichos nabíos, esta parte del comboy tendió sus velas, abandonando el resto que quedó anclado. Uniéronse a éstos ciento veinte buques, dos fragatas que el Gran Duque de Toscanamandó por nuestras auxiliares, y luego se perdió el todo de bista.

Reflexión.

16. No fue puesto en razón que las ciento veinte embarcaciones abandonasen las restantes, particularmente no habiendo el biento precisado a ello, y debiendo el comandante   —124→   llebar su comboy unido y a su vista para todo evento, y por lo mismo las tropas no debían quedar sin general, porque pudiera sobrevenir algún accidente o acaso en que lo necesitasen. Por exemplo, pudiera el comboy verse precitado a anclar en la costa africana cerca de alguna población, y parecer útil, esperando biento, saquear la población, tomar prisioneros y noticias, y quemar el lugar y mieses. Nada de esto se podía hacer sin General.

Días 27, 28, 29, 30 de junio y 1º de julio.

17. El 27 continuó su ruta felizmente la primera parte del comboy, y habiendo abierto D. Antonio Barceló, como comandante que quedaba del resto, un pliego que le habían dado en Cartagena para el caso de perder el comboy de bista, bió que en él se le mandaba pasar a Argel. Hizo la señal, y todos se hicieron a la bela a costa de algunas aberías.

18. Diose en Cartagena a todas las embarcaciones semejante pliego que al brigadier Barceló, y para igual caso. Este pliego se volvió cerrado.

19. Los 28 y 29 continuó la primera del comboy su ruta felizmente, y el 30 ancló en la bahía de Argel.

20. La segunda parte del comboy se dirigió acia la misma bahía, donde llegó el 1º de jullio, sacando al comandante del cuidado en que estaba ynorando el paradero de nuestra segunda parte. Esta pasó la noche del 30 en una bahía de la costa africana, llamada Serset14 donde se descubría un lugar no mui pequeño, pero no fortificado al parecer, y una batería a la orilla de la mar.

21. El 1º de jullio, en tanto que llegaba la segunda parte del comboy, salió S. E. con algunos yngenieros, y los generales a reconocer la costa desde la plaia de Argel   —125→   hasta la Punta de Pescada. Los moros al paso le tiraron una bomba y un cañonazo, que no le llegaron por estar mui distante. Los yngenieros lebantaron un plano ideal o imperfecto de aquellas inmediaciones.

Reflexiones.

22. De haber anclado la primera parte del comboy antes que la segunda, se siguió dar a los Argelinos un día para prebenirse, quitándoles la duda que podían tener sobre el paraje que queríamos insultar. Verdad es que los enemigos estaban ya mui prebenidos, y que, a mi parecer, habían ya concluido todas las defensas que creieron serles útiles. Lo cierto es que quando llegamos, enarbolaron muchas banderas en los castillos y casa del Dey, y que ya tenían formados y bien distribuídos varios campamentos. Para obstentar su bizarría, los moros a la ora de la retreta el 30 de junio hizieron algunas descargas, ya de artillería, y ya de fusilería, formándose a la orilla del frente de sus campamentos.

23. En el plano, núm. 11, se be la figura de la bahía y la situación que tomaron las nabes a su arribo, que biene a ser como un quadrilongo, cuios lados exteriores eran de buques armados, y el centro era un confuso pelotón de barcas de transporte. Vese también en este plano la situación de la plaza en una ladera y la de las baterías que ceñían la costa entre las dos puntas.

24. En mi juicio no se empleó el cuidado que era necesario para que las nabes anclasen con un orden tal que cada brigada se hallase unida y todo el comboy bien ordenado, a fin de saber donde se hallaba lo que podría necesitarse. Esto hizo despues bien difíciles las órdenes y probidencias del General, pues sólo en encontrar una embarcación, se gastaban muchas oras y repetidos emisarios.

25. El reconocimiento que se hizo jamás podría ser de   —126→   grande utilidad, porque fue hecho a larguísima distancia y desde una embarcación a la vela.

26. Igual reconocimiento se hizo de lo restante de la bahía, paseándose los generales con algunos yngenieros en lanchas por entre el comboy y subiendo a aquellas naves desde las que les parecía podrían descubrir con sus anteojos. Este reconocimiento aún tardó en hacerse hasta el 5 o 6.

27. Los reconocimientos se deben hacer de cerca quanto es posible, aunque en ello se arriesgue el pellexo, y deben hacerlos diferentes sujetos para que unos vean lo que a los otros se oculta. En mi sentir, puede reconocerse quasi toda la bahía sin peligro acercándose a tiro de fusil de la orilla, porque aunque toda la bahía está defendida de baterías, éstas están espaciadas de modo que de una a otra hay dos tiros de cañón largos por elebación, con que yendo derecho a tierra entre dos de ellas podrá berse todo sin peligro, y en prueba de esto, nosotros desembarcamos entre dos baterías sin que nos incomodasen poco ni mucho. Los objetos vistos de lejos parecen diferentes, o no se vén, y jamás se forma buen juicio de ellos ni de su situación, cosa que es bien necesaria para dirigir bien una empresa militar. Yo puedo decir que estaba en una embarcación de las nuestras próximas al paraje donde tomamos tierra y que tenía mi anteojo ynglés, y aun con este auxilio no descubría las cosas como yo quisiera, ni distinguía bien los árboles de las matas, ni de las viñas, todo me parecía verde y nada más. La ladera opuesta me pareció siempre lisa y suabe, como parecen todas las que se miran de lejos sin distinguir los ballados, pitas, cercas, ni los montones de arena que había en la plaia.

28. Yo hubiera querido que nuestros yngenieros, a más de hacer prolijos reconocimientos, hubieran lebantado el plano de la bahía, no en croquis, sino con instrumentos que, segun entiendo, y en los días que estubimos en inacción,   —127→   mui bien pudieran haberlo hecho. De este modo tendríamos a lo menos un papel bastante exacto, en lugar que aora sólo tenemos ideas confusas, como se be en la variedad de planos de la bahía que a penas concuerdan en nada, según lo que e oydo a varios. Nadie sabe el número de cañones de que constaban las baterías ni su calibre, y no será de extrañar que aún se ignore el número de baterías.

Día 2 y 3 de jullio.

29. Fondeadas las nabes en la forma dicha, trató el General el día 2 con los generales subalternos de la formación de las brigadas y del modo de ponerlas en tierra en la plaia occidental del río Jarach, que fue el parage que le pareció más oportuno. Todos los generales parece que fueron del dictamen del generalísimo, o porque entendían lo que él, o porque no quisieron replicar ni poner de manifiesto su dictamen, que acaso no tendrían bien digerido. Lo cierto es que, resuelta la cosa, se dio la orden núm. 12.º a las tropas, y la orden núm. 13.º a la marina. La primera orden manda desembarcar la mañana del 3, pero como no se pudo evacuar todo lo que en ella se manda, ni aun creo que todas las tropas la llegasen a saber hasta el 3, no pudo efectuarse, y se entendió para el 4 al amanecer. La 2.ª orden señala el lugar y ocupación a los buques de guerra como se be en el plano núm. 16.º

30. El mismo 2 salieron los yngenieros en el galeón a retificar el plano que antes habían lebantado ideal de la costa que medía entre la plaza y la Punta de Pescada. Esta noche se acercaron con la obscuridad algunos marinos a sondear el fondo.

31. Conformemente a la orden del 2, se juntaron el 3 las barcas de tropas que estaban esparcidas y confusas; pero no hubo en esto exactitud, porque sólo se cuidó de juntar barcas no de que las deseadas brigadas estubiesen   —128→   unidas. Probeyóse la tropa de cartuchos, galletas, queso, agua y vino para cuatro días; entregósela también los útiles y sacos que expresa dicha orden. Todas estas cosas no se pudieron entregar a todas las tropas hasta después, porque no estubieron a punto para entregarlas; según oí, no pudieron encontrarse los bastimentos en que estaban. No estar la tropa bien probista de todo lo que mandaba la orden del 2, y el viento que refrescó la tarde del 3, hizieron suspender el desembarco.

32. Para desaguar las embarcaciones que debían batir, se trasbordó la tropa de tierra que llebaban a otras embarcaciones.

Reflexiones.

33. El General tenía a su cuidado, no sólo la autoridad suprema, sino también todas las funciones del estado mayor del exército, a quien toca el detalle y la distribución de órdenes, y como nadie le era responsable de las faltas que en este particular se cometieron, no era difícil caer en ellas. En efecto, no se nombraron ni dieron a reconocer del exército las brigadas, brigadieres ni generales. Este reconocimiento es absolutamente necesario para la formación del exército, pues por él saven todos el lugar y gefes que el General le destina. Tampoco se dieron a reconocer los ayudantes del General, ni los de los demás generales, no obstante que es preciso para que los cuerpos sepan que el que les da una orden, en nombre de su General, es sugeto autorizado para ello. Qualesquiera oficial podía mandar lo que gustase, seguro de ser obedecido, y destruir un exército por ignorancia o malicia. He oydo que muchísimos oficiales el día de la función del desembarco llevaron varias órdenes, sin ser autorizados para ello, y aunque es cierto que las que daban eran órdenes del General, también lo es que éstas son cosas que quieren mucha formalidad.

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34. En quanto a la orden del General de tierra (art. 6), no me parece vien pensado lo que dize de que las lanchas con tropas marchen a tierra formadas en columna, porque al llegar a tocar la riva, las lanchas de las cavezas habrían de tomar tierra para hacer lugar a las que le seguían, y éstas deverían esperar a que las primeras estubiesen ya desembarcadas, y constando cada columna como de 70 lanchas, según mi cálculo, se necesitaría mucho tiempo para que las últimas tomasen la riva. En todo este tiempo, el más precioso del mundo, estarían las primeras tropas sin el auxilio de las últimas, y sin poder obrar ofensibamente contra el enemigo, que, presentándose a el momento primero del desembarco, podría arrollar las pocas primeras tropas, precipitándolas sobre las lanchas. El desembarco en batalla tiene la ventaja de hallarse la tropa ya formada, la de poder hacer fuego desde la lancha y la de desembarcar con brebedad. Nada de esto se tubo presente, o se despreció.

35. Puede ser que pareciese al General que, estando el comboy tan lejos de tierra, no podían las lanchas ir sin confusión a ella en batalla, como lo harían en columnas. Esta razón es fuerte, pero combiene mucho desembarcar y formar con prontitud quando el enemigo está próximo.

36. En la orden dada a la marina, hallo que el Velasco toma lugar en combate y se aproxima a tierra apartándose del comboy necesariamente. No obstante esto, quiere el General que las lanchas vaian primero para distribuirlas a las brigadas y que desde su costado buelban al comboy a tomar tropas. Para efectuar esto, se gastaría mucho tiempo ynutilmente en ir y bolber al Velasco y en distribuir las lanchas con la obscuridad, cosa que no es mui fácil. Mexor fuera de antemano decir a cada lancha donde devía ir y la hora.

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Día 4 de jullio.

37. No haviéndose efectuado el desembarco este día al amanecer, como se ha dicho, tubo el General tiempo para mudar de dictamen, resolviendo hacer el desembarco en otra playa. A las tropas no se comunicó esta resolución, pero el General de mar dio la orden núm. 14.º15. En ella no se dice que la playa donde se ba a desembarcar sea de la Mala Muger; no obstante, nadie dudó en el exército, que ibamos a ella.

Reflexiones.

38. No he savido la razón por que se mudó el parage del desembarco: Naturalmente, no sería mui sólida quando duró tan poco. Sea la que fuere, lo cierto es que aunque el desembarco en la Mala Muger se huviese hecho con poca oposición o sin ella, según los enemigos que la defendiesen, cuio número ignoro, para conducirse después hasta Argel, habría que pasar mucho terreno quebrado y vestido, que faborece la guerra moruna y se opone y embaraza las maniobras de un exército arreglado, y a la conducción de víveres y artillería, haciendo al mismo tiempo inútil la cavallería y difícil la comunicación del exército con el mar. Antes de resolber el desembarco en este parage, devió tenerse mui presente y digerido todo esto.

39. En el artículo 2.º de dicha orden se manda clarissímamente que las lanchas del desembarco vayan a tierra formando una sólida línea, a fin de tomar tierra todas las tropas a un tiempo. Esto me parece bien, pero el artículo 6.º manda lo contrario, esto es, manda que se desembarque en columnas. En el artículo 10 se be lo mismo. Yo creo que este General quería que las lanchas marchasen a tierra en columnas, y que antes de llegar a tierra se   —131→   formasen en batalla. Esto es vien meditado; pero no lo explican sus órdenes como devieran, haciéndose cargo de que parte de los oficiales que obedecen son más atónitos que pensatibos.

Día 5 de jullio.

40. Haviendo faltado el viento terral para salir las embarcaciones y marchar hacia la Mala Muger, quedó la resolución tomada sin efecto y el General mudó de parecer, insistiendo en la orden del 2 (núm. 12). Con esta idea dio la orden, núm. 15, bien que no se comunicó hasta el 6, y por esto se entendió para el 7.

41. En este mismo día se construyeron planchas con botas y tablones para llevar a tierra la artillería, y haviendo S. E. embiado a España un pingue genobés con pliego para S. M., lo atisbaron los Argelinos, y saliendo de noche, lo apresaron, entrándolo en su puerto, arrimado a sus baterías de la costa, al remolque y a nuestra vista. Verdad es que el patrón, marineros y papeles se salbaron en la lancha, porque la apreensión fue cerca de nosotros. después oy decir que el patrón perdió su pingue, porque lo abandonó antes de tiempo. El General de mar dió la orden, núm. 15.

Reflexiones

42. Bien pudieran haverse construido las planchas antes; pero oy que no se previno antes este espediente o su utilidad, y que por esto se alargó el plano del desembarco para la madrugada del 7, aunque estaba mandado para la mañana del 6.

43. Pudiera también haverse hecho en Cartagena la prevención de algunos barcones chatos o lanchones, que son mui útiles para desembarcar tropas. Sólo se llevaba dos lanchones que se bautizaron con el nombre de cañoneras. Éstas tenían un cañón de a 12 cada una para proteger   —132→   el desembarco: para esto se hicieron, no para desembarcar. Véanse las prevenciones que hizo el duque de Montemar para el desembarco y conquista de Orán, y se formará más caval juicio de estas cosas.

44. Por las órdenes citadas y por los planos de batalla y campamentos inclusos, se ve que el General dispuso formar las tropas a 6 de fondo. Voy a decir brevemente lo que en contra se me ofrece. Nuestra disciplina, prescrita por las reales ordenanzas, es toda conforme y fundada en el sistema del fuego, que es de tres de fondo, ¿porqué pues variarla repentinamente? Si nuestra disciplina se juzga buena para bencer los que no son moros, ¿porqué contra los moros se ha de juzgar mala? Vien al contrario, los moros nos exceden en número; nosotros les ganamos en disciplina. Si aumentamos fondo, disminuimos frente, y es fácil tomarnos el costado o espalda. El mucho fondo asegura al enemigo sus tiros, la tropa no tiene costumbre de esta formación, y el quinto y sexto soldado quiere tirar y tira en lo vibo de una función, no componiéndose con su ardor estarse sin hacer alguna cosa, y sucede que mata a sus mismos compañeros, como lo havemos experimentado. Mejor que seis de fondo, es una segunda línea o siquiera un fuerte cuerpo de reserba. Los seis de fondo no pueden subsistir contra un doble ataque, porque los de delante creen contrario el fuego que sus compañeros hacen hacia atrás y los turba. Seis filas que, separadas, resistirán un ataque, no lo resistirán juntas. Por fin abentajamos a los moros en cargar y tirar con presteza, esto es, en el fuego. ¿Porqué pues abandonar esta ventaja conocida, renunciando voluntariamente al fuego de las últimas filas?

45. también mandó S. E. que las tropas hiciesen un fuego graneado libre. Es cierto que este fuego tiene la ventaja sobre el fuego uniforme de que en éste el soldado más espedito no tira más que lo que tira el más torpe. En   —133→   aquel el torpe tira como torpe quando puede, y el espedito quanto puede como tal, de que se sigue que el graneado libre es más vivo que el uniforme. Otra ventaja: en el graneado libre, se tira sin sugeción y hecha la puntería, se dispara antes de perderla; pero en el uniforme el soldado apunta maquinalmente y lleva su atención a oyr la voz más que a hacer y conserbar la puntería que, vien o mal hecha, dispara. De que se infiere que el graneado libre es más fixo o certero que el uniforme. Por fin, en el graneado, el soldado no pierde un instante y conoce más vien su fusil. No obstante estas ciertas ventajas, yo no hubiera adoptado el fuego graneado, porque la tropa sólo deve hacer en el día de una acción lo que tiene costumbre de hacer en los exercicios doctrinales. Los días de función no son para ensayos; el soldado tiene mucho de máquina.

46. La embarcación que nos tomaron fue para nosotros un desayre y una afrenta para la escuadra. Yo no sé porque no se mantubieron a la vela y a la mar día y noche algunas embarcaciones armadas para descubrir, apresar o proteger las naves que llegasen o saliesen, etc. Esto hecho, no hubiéramos perdido la embarcación ni expuesto nuestros pliegos. Salía alguna vez algún javeque que luego bolbía a entrar.

47. Tal vez pensó S. E. que estando todos los buques anclados y ocultos entre las puntas de Montefus y de Pescada, sucedería que algunos buques enemigos ignorantes se meterían dentro sin adbertir, y se le bendrían a las manos, como en efecto sucedió con un barco francés que de Túnez trahía efectos pertenecientes a los Judíos de Argel y algunos moros que se escaparon en la lancha. Esta razón podría disculparlo el primer día, no los siguientes, porque la noticia de nuestro arribo bolaría por la costa.

48. Advertí en éste y en los días antecedentes que para la seguridad del comboy rondaban de noche en su torno inmediato, y aun por entre él, algunas lanchas armadas   —134→   y mandadas por los jóvenes oficiales o guardias marinas. Desde todas las embarcaciones por donde pasaban se les gritaba: ¡ha de la lancha! Pregunto ¿si los moros hubieran sido adbertidos, no nos hubieran dado fuego introduciéndose entre dos lanchas de ronda, no pudiendo equibocar el claro por las voces que de becerros parecían? Las rondas devían ser dos, una cerca, otra lexos del comboy, particularmente en la presente más expuesta.

49. Yo aseguro que no las tenía todas conmigo quando pensaba que los moros podían disponer un barco incendiario, soltándole las velas y atándole el timón de manera que el solo viento lo llebase al comboy y le diese fuego. Nada arriesgaban en esto, que sin exponer un hombre, y sin más costa que el de un biexo barco, podían reducir a cenizas nuestra escuadra. En Flandes se usó de semejante artificio para romper y quemar un puente.

50. Otra cosa me ocurría también, y es que los moros tenían armadas galeotas y barcones o baterías flotantes que después vimos, y si de noche al remolque los hubieran arrimado, pudieran havernos bombeado y cañoneado sin perder un tiro en la espesura de nuestro comboy, prendiendo tal vez fuego a algún barco de pólbora. Si nuestras embarcaciones tomaban el partido de hacerles fuego, sobre poder sernos peligroso con la obscuridad y desorden que necesariamente resultaría, porque el patrón expuesto querría levarse y huir a otro lugar, siempre sería nuestro fuego de poquísimo efecto contra unos barcones que a penas salen del agua y que están parapetados sin tener palos ni velas ni dar obgeto aun de día, quanto más de noche, pudiendo irse moviendo cada instante.

51. Si el General tomaba el partido de embiar contra ellos galeotas, podrían los moros tener las suias prontas para este caso y embestir las nuestras que, viéndose atacadas y sorprendidas, no sé cómo huvieran salido del lance, tanto más que las nuestras no podían recivir auxilio   —135→   del fuego de nuestras naves, porque con la obscuridad les perjudicaría; los javeques podrían largar los cables o cortarlos y, haciéndose remolcar, envestir las baterías flotantes, pero esto es maniobra larga y arriesgada por la obscuridad. Yo no dudo que el General hubiera hallado medios de salir del empeño; pero también creo que hubiera havido desgracias y desorden, que tal vez hubiera parado en llebarse- parte del comboy, dándose de cavezadas, y en todo caso nuestra pérdida más o menos era infalible y la de los moros despreciable.

52. En nuestros días quisieron los Ingleses bombardear a Génoba, y con solas dos baterías flotantes que construyó el yngeniero D. Jaime Sicre, ahuyentó la armada ynglesa y las bombardas.

53 Para evitar todos estos daños que nos pudieron benir y hubieran benido si yo hubiese sido moro, yo hubiera tenido todas las noches algún barco de guardia cerca del puerto y una buena lancha lo más cerca que pudiesse de su salida, para que al salir qualesquiera embarcación, hiciese alguna combenida señal; de este modo, conociendo el mal con tiempo, tendría remedio, y no huviéramos perdido el pingue.

54. Quitóse en este día el mando de las galeotas a sus comandantes poniendo otros. Díxose que esto fue porque hicieron alguna falta considerable. Aunque yo no sé qual sea, no dudo que la hicieron, porque los marinos hablan con misterio de esta providencia que jamás pudiera haverse dado sin motivo o pecado gordo

Día 6 de jullio.

55. Creyéndose desembarcar el 7, partió oy 6 a las once del día un navío hacia nuestra derecha; pero quando lo vieron los moros a distancia de tiro por elevación, le hicieron fuego con los cañones de dos baterías que tenían en aquella parte. Los primeros cañonazos no llegaron;   —136→   pero le dieron los segundos y le cortaron el cable de la ancla con que dio fondo. Esto fue causa de que el navío, dexándose llevar de las corrientes, se apartase de una batería y se acercase más a la otra, que estaba más cercana a la plaza, y por consiguiente más apartada del desembarcadero. Correspondió el navío a ambas baterías con su fuego vivísimo y superior, que rompió a las quatro menos quarto de ésta tarde.

56. A esta misma hora sacaron al remo los moros del puerto, arrimados a la costa, seis o siete pontones o baterías flotantes, que tiraron algunas bombas y cañonazos sin efecto, por la mucha distancia a que se detubieron; pero haviendo nuestro General embiado contra ellas algunas embarcaciones, se retiraron al instante a su puesto, luego que conocieron que se les iba a atacar. No falta quien asegurase que el navío echó a pique uno de estos pontones; pero lo cierto es que yo, que procuraba verlo todo, no vi esto, ni lo creo, porque el navío las tiró algún cañonazo a tanta distancia, que creo que ni por elebación podía tocarlas. Algunos creen que dichos pontones eran galeotas; yo creo que habría algunas galeotas que a caso remolcaban los pontones, pero la maior parte de estas embarcaciones eran pontones o baterías flotantes, pues tiraban bombas.

57. Empeñado este navío en su fuego, fue otro en su auxilio y quemó su pólbora a maior distancia. Esto mismo hicieron otros dos navíos a nuestra izquierda contra la batería del Jarach. Acabóse este vivísimo fuego con el día sin fruto alguno y se separaron los navíos de las baterías.

58. Oí en este día que el General de mar estaba resuelto a dar un castigo exemplar al capitán del navío que rompió el fuego, porque decían haber traspasado la orden que tenía, y porque se apostó a tiro de pistola de las baterías. Apenas se hallaba uno en el exército que no creyese y asegurase que el navío estaba pegado a las baterías.   —137→   Diré después lo que entiendo en este particular. Lo cierto es que haviendo el capitán de dicho navío informado a su General a la noche de todo lo que havía pasado, calmó su enfado, y no sólo no le castigó, sino que le aprobó también su conducta, y todos los marinos por esta acción le declararon héroe después; también el exército le alabó mucho.

59. En este día se dio la orden núm. 2, en que S. E. se hace reconocer por General, nombrándose en ella todos los demás generales etc.16, señalándoles su lugar y mando en la línea. Para entender mejor esto, véase el plano núm. 4º.

Reflexiones

60. La orden de la marina núm. 13.º, art. 14, manda a los navíos que vaian a situarse y tomar el lugar de combate a las nueve y media de la noche con el maior silencio. Esto es vien pensado, porque desde esta hora hasta la madrugada siguiente en que se devía hacer el desembarco, hay bastante tiempo para llegar a sus destinos de que distarían como una legua más o menos. ¿Quien creería, si no lo hubiera visto, que estos navíos, no obstante esta expresa orden, se fuesen a colocar a las once del día, adelantándose diez horas y media y aclarando a los moros la duda que podrían tener sobre el parage elegido para desembarcar? Me persuado que verbalmente se les mandó lo que hicieron, porque, a no ser assí, S. E. los hubiera castigado, como merece falta tan grave, a que se siguió la de dexar el lugar de combate al anochecer, manifestando miedo y dando lugar a los moros para que en esta noche reforzasen las vaterías colaterales a desembarcadero, engrosando sus merlones y lebantando tierra delante para cubrirlas.

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61. Si el adelantar la ora de apartarse hubiere sido con el fin de que en esta tarde quedasen arruinadas las vaterías enemigas, muy bien; pero no fue éste el fin, pues no lo pusieron en práctica ni lo intentaron, porque se detubieron a tanta distancia de las vaterías, que era imposible ofenderlas. Esto es cierto, y para asegurarlo, me fundo en lo que se sigue.

62. Muchos estubimos mirando dar las andanadas enteras de un navío en el agua. Esto no podía ser sino por estar mui lexos de tierra, porque no es regular que tantos artilleros fuesen malos. Aun quando lo fuesen, no podían todos herrar por bajos. Viendo esto, creieron algunos que el nabío tiraba a metrallas y que las valas del agua eran algunas que de la metralla se aterraban. Pensaban éstos assí, porque no podían creer que un navío hiziese tan vivo fuego sin fruto.

63. Llegaban no obstante a la plaia algunos cañonazos, esto es cierto, pero de la incertidumbre estraordinaria de ellos se infiere claramente que los artilleros tiraban por elebación, esto es, a larguíssima distancia y sin poder hacer puntería; no es creíble otra cosa.

64. En tantas oras de vivísimo fuego el navío no pudo hacer callar las baterías ni un instante, siendo de pocos cañones respecto a él. ¿Como pudiera esto ser así, si la batería fue de cerca como suponen, quando en Inglaterra tienen en poco, y aun se castiga, al capitán de un navío que no ha aruinado una batería enteramente a las seis oras de batirla?

65. Dízese que sufrió nuestro navío, luego estaba cerca. Yo digo que de lo que sufrió se infiere que estaba lejos, porque en tantas oras de continuo fuego y entre centenares y millares de cañonazos que le tiraron, sólo le dieron veinticinco, y sus muertos fueron uno. Un amigo que bió en Cartagena componer el navío, me asegura que ningún cañonazo le atrabesó el costado. El que más hizo   —139→   fue dejarle la vala pegada al costado. ¿Qué quiere decir esto sino poca fuerza en las valas y poca dirección en los cañonazos, y de esto no se infiere claramente que le tiraban de lejos por elevación y sin tino por consiguiente? De que el navío padeciese alguna cosa, tampoco se infiere su proximidad, pues los cañones de los moros alcanzaban más que los nuestros, porque los cargan con más pólbora, y porque el alcance desde tierra siempre es mejor que el de mar. De que se infiere que aunque padeciese el navío, podía no padecer la batería por la mucha distancia.

66. Hablo de solo un nabío, pues los otros batieron a maior distancia, gastando todos la pólbora inútil y ociosamente y haciendo su fuego despreciable o poco temible.

67. No faltó quien tubiere a mal que los navíos se retirasen con la obscuridad, pues se decía que pudieran aber embarazado el trabaxo que los moros hizieron en esta noche, y aún pudieran haber hecho.

68. En la orden dada este día se olbidó señalar lugar de batalla a la brigada de Mallorca, mandada por D. Claudio Macé, y también se omitió u olbidó de decir los batallones de que debería componerse, según el plan de batalla. El batallón de Mallorca, el de Navarra, los dos de Saboia, con dos batallones formados de compañías de granaderos, debían formar dos brigadas mandadas por el brigadier coronel de Mallorca y por el coronel de Saboya. Estas dos brigadas debían formar el cuerpo de reserba; pero en dicha orden, aunque todo se explica con suma claridad, ninguno de estos batallones se nombra ni se les señala su lugar y ocupación, cosas que me admiran.

Días 7 y 8 de jullio.

69. No se hizo el desembarco la madrugada del 7 como se tenía mandado, lo 1.º porque, según oí, los patrones estrangeros, no queriendo exponer sus lanchas en el   —140→   desembarco, no acudieron a llebar las tropas, pretestando que su contrata no les obligaba a esto; lo 2.º porque no pudiendo acordarse los maiores de brigada (de alguno me consta por lo menos) con los marinos sobre la distribución de lanchas, causó esto alguna confusión; lo 3.º porque algunos comandantes de buques de tropa no quisieron soltar sus propias lanchas que estaban destinadas a llebar otras tropas; lo 4.º porque algunos buques de tropa procuraban agarrar quantas lanchas pasaban junto a sí aunque fuesen a otros destinos; lo 5.º porque todos los patrones embiaron sus lanchas a tomar tropa. Todo esto contribuió a que la tropa no estubiese embarcada y pronta para marchar a tierra hasta las cinco y media de la mañana, y solamente parte de ella Viendo esto el General, y haciéndose cargo de que había ya pasado el tiempo más oportuno, mandó que la tropa bolbiese a sus buques, difiriendo el desembarco para el 8, y para tener tiempo de remediar qualquiera incidente que pudiese diferir el desembarco, anticipó la ora de desembarcarse las tropas, fixándola a las nueve de la noche del 7, quedando, en quanto a lo demás, las demás órdenes anteriores en su fuerza y vigor.

70. Efectibamente, a las nueve de la noche estaban ya las brigadas por la popa del Velasco, habiéndose evitado los embarazos de la noche anterior y cumplido exactamente las órdenes de este día.

71. Mantubiéronse las brigadas reboloteando en torno del Velasco como hasta la una de la noche, habiendo tiempo para llegar a tierra al apuntar el día y no antes. En estas horas los ofiziales de marina que se habían nombrado para dirijir las brigadas de acuerdo con los sarxentos maiores de ellas, procuraron formar sus lanchas con algún orden, para que al saltar en tierra no hubiese confusión; pero sus buenos deseos no se cumplieron sino en parte.

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72. Como a las diez de la noche se oió sonar acia la ciudad un tambor o atabalillo que llamaba sin duda algunos moros para tomar las armas.

73. Las corrientes, que eran bastantes, aunque el mar en la superficie parecía quietísima, nos llebaban a tierra antes de tiempo. Para ebitar esto, daban las brigadas bordadas a derecha e izquierda, lo que fue causa de confundirse unas con otras las brigadas que iban en columnas, y también entre sí mismas se embrollaron. Prebínose a un coronel, para ebitar los enrredos y extrabios, atar todas las lanchas de su batallón unas a otras con cuerdas, lo mismo que las cuentas de un rosario. De esto se siguió que las lanchas que atrabesaban para buscar sus compañeros se embrollaban en las cuerdas y detenían el rosario entero. Esto produjo algunas bozes, contribuiendo a perder el encargado silencio los marinos directores que lo mandaban.

74. Distaría el Velasco y comboy de tierra dos leguas cortas. Lo infiero de que un cañonazo por elebación alcanza una legua corta, y de que obserbé que los cañonazos moros por elebación se quedaban a menos de la mitad de esta distancia; y para que las brigadas no equibocasen el parage destinado para el desembarco, estaban ya colocadas como a media legua de tierra todas las galeotas. Éstas ocupaban justamente el espacio necesario para desembarcar. La galeota del centro tenía dos faroles y las dos de los costados tenían el suio: así estaba bien marcado el parage donde debían dirijirse las columnas de lanchas.

75 Siguiendo pues estas luces, iban las brigadas a encontrar las galeotas con la obscuridad; pero los directores de ellas no cuidaron de que su brigada fuese precisamente a encontrar la galeota que le correspondía según el rango de su brigada. Todas las dirijían al centro y así las brigadas se ivan arrimando más y más unas a otras a medida que nos acercabamos a tierra.

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76. Llegaron las tropas a las galeotas al apuntar el día, ora en que empezó el fuego de quatro navíos, dos a nuestra derecha y dos a nuestra izquierda, bien que a larguísima distancia y sólo con el fin, al parecer, de distraer y amedrantar al enemigo.

77. Aquí empezamos a ver que por todo el espacio, entre dichos dos y dos navíos que cañonean las baterías colaterales a desembarcadero, estaban colocadas las dos fragatas toscanas, algunas nuestras, los jabeques, las galeotas y los dos lanchones cañoneros. Todos estos buques estaban tan pegados a tierra, más o menos, según el umor de sus comandantes o el modo de entender las órdenes que tenían. La situación de estas naves se ve en el plano núm. 16.

78. También empezamos a ver de cerca las arenas y notamos que no había en ella moros ni otro obstáculo que nos embarazase pisarlas. Esto llenó de alegría a todos, y al aire de voces y vivas, los marineros bogaban a porfía con un brío indecible; pero quanto más nos acercábamos a tierra, más se aproximaban las brigadas, ya fuese por temor de las vaterías enemigas colaterales, que ya hacían fuego desde que lo empezaron los nabíos, o ya porque el alboroto distragese su atención.

79. Notamos también que el parage del desembarco era entre dos baterías, la del Jarach, y su más próxima hacia la plaza. Estas baterías están entre sí tan distantes que dejan bastante lugar en el medio para desembarcar sin peligro, porque sus fuegos no se crucen. En el plano núm. 16, está marcado este parage.

80. Distaríamos de tierra como un tiro de fusil quando la gritería no permitía entendernos y quando de todas las brigadas se halló formado un apretado pelotón sin mobimiento. Los unos reñían a los otros porque se les echaban encima, los otros, queriendo ser los primeros a tomar tierra, reñían a los que se le estorbaban. Por fin de   —143→   todo, era un pelotón en que nadie tenía su lugar y donde ni se podía mandar ni obedecer. Así estubimos un poco hasta que, empezando las lanchas más próximas a la arena a desembarcar, hacían lugar a las que las seguían en el pelotón, que así se fue desembrollando. Esto se pasó, sin que el enemigo pareciere en este momento, que nos pudiera haber dado que sentir.

81. Íbamos en este primer desembarco como unos 8.000 hombres escasos, entre ellos todos los generales; iban también todos los granaderos del exército, y lo restante hasta dicho número era de fusileros. Estas tropas eran de todos los cuerpos del exército, esto es, que no iba a tierra en este desembarco cuerpo alguno entero, porque iban solamente los granaderos y algunas de las primeras compañías de los batallones, de modo que todos los cuerpos tubieron tropas en las nabes y en tierra al mismo tiempo. Iban de cada batallón como 280 hombres.

82. Según el plan de batalla, había tropas de reserba mandadas por D. Diego Navarro. Estas tropas parece que deberían ser las últimas a tomar tierra y lo mismo sus jefes; pero no fue assí, porque fue batallón también en este primer desembarco y desembarcaron con todas las demás progresibamente y mui mezcladas, conforme lo permitía el pelotón de la mar y la estrechez del espacio en que desembarcamos. A mi parecer, el lugar en que tomamos tierra contendría escasamente una brigada en batalla a seis de fondo.

83. Quando las tropas llegaron a tierra, y se ensancharon para formar, dejaron detrás de sí algunas galeotas y hicieron inútil su fuego sin que a sus comandantes ocurriese que haciendo o derecha o izquierda, debían tomar nuestros costados y flanquearnos. Según oí, también faltó en esto un jabeque de quien dicen que se quejó en la plaia.

84. Quantos ofiziales se hallaron en el desembarco y los que no se hallaron admiran y no entienden dos cosas:   —144→   la primera es, cómo haviendo mandado el General, la orden núm. 12, que luego que se tomase tierra se formasen tantas columnas como brigadas, no hicieron caso de esta orden ni las tropas ni sus generales, ni aun el generalíssimo, pues a presencia de todos formaron las tropas en batalla sin saber por qué y sin que nadie se lo mandase ni embarazase; la 2.ª es que principio pudo tener la extraordinaria dislocación de las tropas en este orden de batalla en que se beían muchas tropas fuera de su lugar; hallábanse 20 hombres a la derecha, 30 a la izquierda todos de una misma compañía, etc., y no sólo esto, sino que se beían tropas 3 a 6, a 9, 12 y hasta 29 de fondo: beianse también claros. Todas son cosas bien, irregulares por cierto. Yo creo que entiendo el modo de satisfacer estas dudas. Voy a explicarme.

85. La mezcla o confusión que las tropas tenían en la línea vino de la confusión en que estaban en el pelotón del mar; la misma causa tuvo el orden de batalla.

86. A proporción que las lanchas del pelotón llegaban a la orilla, el oficial o sarxento formaba la tropa de su lancha y marchaba adelante como 60 pasos, siguiendo las primeras lanchadas a los generales que se pusieron a su cabeza para guiarlas y adelantarlas los 60 pasos. Las lanchas que se seguían también formaron a la orilla, y luego que el ofizial tenía ya formado la de su lancha, marchaba adelante con ella hasta emparejar con las primeras tropas y con los generales. Estas segundas y terceras lanchadas de tropa yban adelantando hasta los generales, no todas a un tiempo, sino conforme iban llegando del pelotón, y sucedía que una lanchada al llegar a los generales, hallaba ia otras tropas de las primeras formadas a su frente y se quedaba atrás duplicando el fondo. Otra lanchada, al llegar a los generales, no hallaba tropa delante de sí y emparejando con ellos, hacía alto sin saber que hacerse, y así las demás lanchadas creiendo la formación en batalla   —145→   que beían como empezada o bosquejada, la procuraban perfeccionar llenando claros a porfía y las lanchadas que no hallaban tropas delante duplicaban, triplicaban, etc. los fondos. Así se halló en un instante todo el primer desembarco formado en batalla. Para entender esto, es preciso tener bien presente el pelotón del mar o remolino con que las lanchas estaban, como también que estas lanchas desembarcaban progresibamente y sin atención de una a otras, esto es, que cada una marchaba hasta los generales separadamente de las tropas, y a más debe atenderse a que las lanchadas no marchaban los 60 pasos unas tras otras o por el mismo camino, si no por su frente.

87. De esto se infiere claramente que la formazión en batalla que nadie mandó no fue tan voluntaria como algunos piensan, fue quasi forzosa resulta de la confusión que las tropas del primer desembarco sacaron del remolino de la mar, porque ¿qué hará un ofizial con media compañía, si se hallaba a la izquierda debiendo estar en el centro, biendo que las tropas de junto a sí no son de su columna o división, y si a esto se añade el no encontrar quien le guie o le adbierta, ni tal vez quien le responda? ¿Qué hará? ¿Buscará su dibisión que no sabe donde para, embrollándose con otras en el camino? Necesariamente este ofizial hará alto; otro ofizial con las mismas dudas hará también alto a su lado y algún otro más allá, todos quasi al mismo tiempo, y así en un instante se halla bosquejado un confuso orden de batalla que otras tropas procuran perfecionar. En efecto, así se formó en batalla, sin que nadie lo mandase ni lo embarazase, porque para nada se tomó probidencia. Los generales dejaron obrar a las tropas y callaron; lo mismo sus aiudantes.

88. No estaba enteramente formada la línea quando atisbé que el General pisaba las arenas acia la derecha del exército. Lo primero que hizo fue embiar todos sus aiudantes repartidos por la línea, quedándose con ninguno.   —146→   Esto me hizo creer algún movimiento en las tropas, o que iban a mandarnos formar en columna; pero luego vi que nada mandaban los Señores aiudantes, después supe que abían ido a la línea sin llebar orden alguna. Así lo dijeron algunos de ellos.

89. Adbierto que en este tiempo acudieron algunos generales y otros acia el General dándole parabienes de la felicidad del desembarco. Veía S. E. concluir la formación en batalla y nada decía. No intentó formar las columnas ni reprendió a nadie por no haberlas formado desde el principio. Acaso quando pisó la tierra, bió las tropas mui embrolladas y adelantadas en la formazión, y creió que habría mucha confusión si mandaba formar las columnas, y que dado caso que se llegasen a formar, sería cada una una baraja de naipes, en que los cincos tendrían el lugar de las sotas. Creería acaso también que los Moros no le darían lugar para formar sus columnas, y por esto no probidenció desde luego esta formación, aunque la considerase precisa, pues la creió impracticable.

90. Para comprender lo que sigue es preciso tener bien presente el plano de bahía a que añado, para maior inteligencia la sucinta discrepción que sigue.

91. Desde la punta de Pescada, y aún más allá, hasta el río Jarach, hay una cordillera de montes interrumpidos por algunos barrancos. Estos montes, más elebados hacia dicha punta, van siendo más bajos a proporción que se acercan al Jarach, donde terminan. Desde este río Jarach hasta la otra punta de Montefus es todo llanura, lleno de jarales o pequeños matorrales, bien que inmediato al Jarach hay una suabe loma que insensiblemente se desaparece hacia Montefus. Esta distanzia se reputa de dos leguas.

Por toda la orilla del mar desde el Jarach a la plaza, que será de dos leguas, hay un arenal que tendrá como 250 pasos de ancho, poco más o menos, según los parages donde desembarcaríamos. Dichas arenas, llevadas por el viento   —147→   o las olas, formaron barios montones o desigualdades y son sumamente incomodas al piso. Desde el arenal hasta la cumbre de los montes, hay una ladera que sigue la interrupción de los montes y su pendiente es hacia la mar. Al fin del arenal y principio de la ladera empiezan las huertas que se estienden ladera arriba hasta que la rapidez de la pendiente embaraza el riego. Las huertas están separadas unas de otras con cercas, pitas, zarzas, higueras, etc. y por lo regular están mui llenas de árboles frutales. Dichas laderas, aunque desde la mar me parecieron lisas y suabes, al estar en tierra vi que havía en ellas muchos embarazos y desigualdades de consideración.

92. Los barrancos que hay en estas laderas que víamos desde la mar parece que no profundan o que no se meten dentro del país; pero yo no dudo que muchos de ellos calan dentro, y mucho: lo infiero de su profundidad y figura y dudo mucho que me engañe.

93. La distancia entre las dos puntas que forman la bahía se reputa de cinco leguas por la orilla. Ésta está llena de baterías, cuia situación, la de la plaza y la del castillo del Emperador se ve en los planos, núm. 16.

94. Formada pues la tropa, como se ha dicho, en batalla, empezaron los Moros la función con un balbuciente tiroteo, parecido al de los Croatos. Estos tiros se oyan, mas no se veyan los que tiraban. A este mismo tiempo se presentaron ante nuestras tropas de la derecha como unos ocho o diez moros que llevaban dos vanderas alistadas que clavaron en la arena. Venían éstos hacia nosotros mui despacio, pero empezó nuestra tropa su fuego y los mató a quasi todos.

95. No obstante que no víamos Moros en todo nuestro frente, continuaba su tiroteo y perdíamos gente. Nosotros hacíamos continuo fuego, lo que fue causa que muchos de nuestros oficiales creyesen terrible el fuego de los Moros confundiéndolo con el nuestro.

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96. Apenas estabamos enteramente formados, quando la cavallería enemiga, viniendo de dos campamentos, uno hacia el Jarach y otro hacia la plaza, intentó tomarnos ambos costados; pero como para atacarnos era preciso que viniese largo trecho por el arenal de la orilla que estaba enteramente descubierto a nuestras naves de derecha e izquierda, tubo dicha cavallería que retirarse con pérdida. Ésta y otras veces que después intentó el mismo ataque, jamás se berificó que llegase a incomodar nuestra infantería de los costados a quien sólo llegó a presentarse uno i otro cavallo que a costa de rodeos se aparecía entre los árboles. No obstante, la aprensión de la tal cavallería hizo que se formasen martillos de los costados. Algunos dicen que estos martillos se formaron al mismo tiempo que el orden de batalla; pero se engañan, porque tardaron mucho tiempo en formarse.

97. El rechazo de la cavallería se devió enteramente a las naves, sin que en el tubiese la más mínima parte el exército. Las fragatas toscanas y algunas nuestras por nuestra izquierda y los javeques por la derecha lo hicieron todo, ayudadas aquellas y éstos por las galeotas.

98. Continuaban los Moros su tiroteo cubiertos de sus pitas y montones, sin presentarse a nuestras tropas. Visto esto por el General, se propuso de desalojarlos de sus abrigos. A este fin mandó abanzar las compañías de cazadores que de antemano se havían formado, una por batallón, Abanzaron éstas con efecto; pero viéndose acrivilladas y sin ver al enemigo; se retiraron con pérdida, sin haver conseguido bentaja alguna.

99. Hacían fuego las tropas y la artillería que havía desembarcado; pero no se beía efecto alguno de este fuego, porque ni enemigos se veían, a excepción de uno a otro que se veía tirar de detrás de algún montón de arena o que salía como a insultar, o tal vez a cortar la caveza de alguno herido o muerto.

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100. Viendo el General que mantenerse en la formación de batalla era perder su gente a chorrillo, sin hacer daño ni incomodidad al enemigo, pensó en que abanzase la línea y lo mandó a toque de caxa. Abanzóse a vaioneta calada; obliquando y ganando terreno hacia nuestra derecha; pero como no se veían enemigos, parecía ridícula la vaioneta calada, no haviendo donde clabarla sino en las pitas del frente.

101. He oído decir que la línea abanzó sin orden del General, y también he oydo que esto es falso. Lo que yo sé es que abanzó a son de caja y que con la línea abanzaron personas graduadas. No es regular que los tambores tocasen la calacuerda sin que se lo mandasen, ni que los sugetos graduados abanzasen sin parecerles que obraran bien. Como salió mal el lance, nadie quiere confesarse autor. Yo confieso no dudé que el abance era dispuesto por el General, pues no lo intentó estorbar, pero si S. E. no quiere confesar suya esta providencia, ni los otros generales tampoco, porque realmente no fue cosa de éstos ni de aquel, nada me importa. Lo positivo es que no se han hecho averiguaciones contra el autor del abance, siendo esto un delito enorme si el General no lo mandó.

102. La línea abanzando llegó a las pitas y abrigos de los enemigos; pero no se metió dentro, porque hizo alto al llegar a ellos. Así estaba la línea sin saver qué partido tomar, porque le era imposible pasar adelante en la formación que tenía, los embarazos eran muchos, y la línea en batalla no podía adelantar, aun quando no huvieran enemigos al frente. En esta detención o inacción estaba la línea, quando se embió a preguntar al General lo que debería hacerse y se oyó sonar la retirada en la retaguardia junto al mar. Se retiraron las tropas en virtud del tambor que lo ordenaba, y bastante confusas, llegaron por fin a la orilla del mar sin que nadie las persiguiese. Esta retirada se hizo como a las 8 horas de la mañana, con la particularidad   —150→   de que hubo batallones que se retiraron como es regular, y otros que lo hicieron andando para atrás.

103. En el tiempo de esta batalla (si es que así puede llamarse) no se vieron Moros, a la excepción de uno o otro, de modo que el oficial que más vería en toda la función serían cinquenta, y éstos los vería en veinte veces. Aun quando llegamos a sus abrigos o pitas, no se bieron, ni las tropas ligeras que entraron en las huertas adelantándose bastante de la línea vieron enemigos a su frente. No obstante no berse Moros, no cesaba su tiroteo y nuestra pérdida.

104. Sacaron los Moros durante la función por nuestra izquierda como unos treinta camellos, y los iban conduciendo hacia la derecha por nuestro frente. Piensan algunos que los Moros querían parapetarse con ellos, y otros creen que lo hacían para auyentar nuestra cavallería, pensando que estaría ya desembarcada. Como quiera, llobieron sobre los pobres camellos tantas pelotas de plomo, que, cojos o muertos, quedaron en el campo todos con parte de sus conductores.

105. Aunque no víamos Moros al frente, los víamos en la cumbre fuera de tiro de fusil y aun de cañón. Éstos estaban mirando lo que pasaba sin hacer movimiento alguno. De tanto en tanto se veía que de la cumbre baxaban a la acción ya dos y ya quatro moros, nada más.

106. Las tropas del 2.º desembarco fueron llegando a chorrillo; esto es: ya llegaba una lancha, ya dos, ya tres, y a proporción que iban llegando, o se conducían a la acción, o formaban el doble martillo, o se quedaban inmediatas a la mar, sin saver qué hacerse. Estas últimas fueron las que ayudaron a los yngenieros a trazar un retrincheramiento a la orilla, y lo empezaron a executar; pero lo concluyeron las retiradas tropas, que tubieron a gran dicha hallar agua dulce en el mismo retrincheramiento y a cortísima profundidad.

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107. Este retrincheramiento era tan pequeño, que su frente no llegaría a 700 varas; según oy, se hizo para el cuerpo de reserba solamente. Como quiera, las tropas se acinaron en él; pero como todo él estaba dominado por naturaleza del terreno, empezaron desde luego a sentir las tropas este defecto de difícil remedio. Como el terreno iba subiendo desde el retrincheramiento hasta la cumbre, los Moros en qualesquiera parte se hallaban más elebados y descubrían nuestras atrincheradas tropas y las herían o mataban.

108. Más que esto congojó a nuestro exército un cañón de la batería de nuestra derecha, que, enfilando con acierto el retrincheramiento, mataba muchos, siendo mayor su estrago porque las tropas estaban mui apiñadas.

109. Este cañón havía tirado toda la mañana hacia la mar y no hacia el exército, que lo hubiera incomodado. Yo creo que esto sería por no hacer daño a su cavallería que quería atacarnos por la parte del cañón. Otros creen que fue ignorancia de los Moros.

110. Viendo el General el estrago de dicho cañón, pensó embotarlo de dos modos: el uno fue embiando al yngeniero D. Antonio Narváez al Velasco para que hiciese presente al General de mar el perjuicio del cañón y que combenía desmontarlo a toda costa. El General de mar no dio providencia sobre esto, que yo sepa. El de tierra le bolbió a embiar otra vez al mismo Narváez, y este segundo recado tampoco surtió efecto, y el cañón tiraba, amedrentaba y destruía a su satisfacción, sin que nadie se lo estorbase en todo este día y noche, porque los dos navíos que batían hacia esta parte dirigían sus fuegos, no a la batería de dicho cañón, sino principalmente a otras más apartadas, cuia destrucción (aunque se hubiese verificado) nada mejoraba nuestra suerte. Este cañón en fin no se desmontó como deviera: tampoco las baterías de mui lejos.

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111. El otro medio que se practicó para evitar el estrago de dicho cañón fue mandar S. E por voca de don Francisco Longoria, oficial de Guardas Españolas, que por todo el retrincheramiento se construyesen espaldones perpendiculares a la frente del retrincheramiento. Hízose esto al momento y quedó el retrincheramiento en todo semejante a un bancal de cardos aporreados, detrás de cuios espaldones estaban los soldados sin peligro.

112. Dichos espaldones tenían la caveza unida a la frente del retrincheramiento, y su cola dexaba un pequeño espacio entre ella y la mar, para dar paso a las tropas. Se ve en el plano.

113. Abrigadas pues las tropas, resolbiendo el General el reembarco y abandono de la empresa, con este fin mandó se restituyesen los cañones y artilleros de la 2.ª remesa o división a sus buques antes de tomar tierra, bien que estaban ya en camino. Al mismo tiempo se retiraban efectos por todo el día. Al principio de la noche se reembarcaron ya las tropas ligeras, a quienes fueron siguiendo otras, siendo las últimas un batallón con tres compañías de granaderos de Guardias Españolas. Su brigadier quedó mandando la retirada, y se retiró, como devía, el último con la luz ya del día siguiente, no haviéndolo podido hacer antes por falta de medios y porque tenían expresa orden de no abandonar la playa hasta que para ello tuviese orden del General. Dicho brigadier representó al General las circunstancias en que se hallaba, haciéndole presente que con las pocas tropas que tenía no podía subsistir si aclaraba el día. Esta justa representación no sé que llegase al General. Éste embió la orden de retirarse a dicho brigadier, yo no sé por quien; me han dicho que un granadero llegó a la playa con ella.

114. En el tiempo que estubimos en el corral o retrincheramiento los Moros no parecieron ni nos atacaron; tiraban si algunos fusilazos; nosotros también. La tropa   —153→   que no guarnecía el parapeto descansaba con negligencia de sus armas. En este asumpto puedo decir que creo que parte de ellas estaban inservibles, por la arena que se metió en cañones y llaves. De esto fue causa el General, pues mandó que las tropas para descansar echasen armas, y como la arena es tan movediza, luego las cubría. Devieran haverse hecho armeroles con los porta-fusiles. El poco cuidado de las armas se infiere de ver que se hallan en los batallones muchíssimos fusiles trocados con otros batallones y aún ay batallones a quienes faltan sin señal de 80 a 100 fusiles. Ha gastado cada batallón sólo en avilitar sus armas como 1.600 reales.

115. Los Moros en toda la función no dieron aquellas voces y gritos que acostumbran dar en las peleas, sin que se sepa que razones hubo para que obrasen en esto contra lo que hacen siempre. No falta quien diga que dejaron de gritar por miedo.

116. Hízose al fin la retirada o reembarco con toda felicidad y sin la menor oposición, sin que en ella hubiese otra particularidad que la de haberse reembarcado tropas de la izquierda sin saberlo el que mandaba, de modo que estubo parte de la izquierda del retrincheramiento sin un Español que la guardase, y sin que el que mandaba lo supiese. Bien pudieran los Moros haber entrado sin peligro por esta parte, y sin duda nos hubieran sorprendido, porque ignorabamos lo que pasaba en el mismo retrincheramiento; pero habiendo el que mandaba embiado un oficial a ver lo que havía hacia la izquierda, y traiendole éste la noticia de que estaba desguarnecida, providenció con la mayor priesa de que con su poca tropa se mantubiese fuego continuo por todo el retrincheramiento, a fin de engañar al enemigo, y lo engañó con efecto, pues no le atacó creiendo lleno el retrincheramiento. Sin duda pensaban los Moros que no estabamos aun de humor de retirarnos, y esto les hizo negligentes en hacer las diligencias   —154→   regulares y obvias para aberiguar lo que se pasaba en la mar y en el retrincheramiento.

117. De esto se infiere que faltaron los que se retiraron sin adbertirlo al que mandaba; faltaron también los que pasaban la palabra, pues devían conocer la falta de tropas por la falta de palabra de que devían dar parte. En este retrincheramiento tampoco havía continuas rondas como deviera; santo y contraseña tampoco.

118. No llegó a desembarcar la cavallería, sin duda porque, puesto el General en tierra, vio que lexos de servirle, le sería embarazosa, inútil y aun perjudicial, no pudiendo maniobrar y deviéndola sostener; y también porque ya se creió el día y todo perdido quando acabó de desembarcar la infantería última, que era el momento de desembarcar la cavallería última.

119. Reparóse en el reembarco que los oficiales de marina que dirigían las grandes lanchas y botes de los navíos y fragatas por fuerza tomaban la carga en la mitad del camino a las lanchas mercantes que benían de tierra, haciéndolas bolver por nueva carga, mientras llevaban ellos la pillada a las embarcaciones. Criticóse este modo de obrar; yo no lo apruebo tampoco absolutamente ni lo repruebo, porque podía suceder que tubiesen orden para ello o que lo hiciesen para estorbar que los mercantes gastasen un tiempo tan precioso en inútiles y perezosos rodeos.

120. Clamóse en este día contra el General porque no havía nombrado gentes como es costumbre para retirar los heridos, y porque no hizo saltar en tierra el hospital de la sangre. Es cierto que no vimos las tales gentes y que si el herido se retiraba, era porque algún amigo lleno de caridad le ayudaba, faltando a su obligación. Pero he oydo por cierto que estando ya el exército en tierra y en vista de los clamores de los heridos, mandó su S. E, a D. Lorenzo Rolan, cirujano mayor del exército, que saltase en   —155→   tierra con algunos ayudantes y ligaduras; pero ateniéndose dicho Rolan a un capítulo de su ordenanza cirúrjica en que no estoy instruido, no saltó en tierra ni embió ayudantes.

121. No puedo decir a punto fixo nuestra pérdida en este día; pero con bastante fundamento creo que no llegó a tres mil hombres; entre muertos y heridos; pero dexamos al enemigo 13 cañones, 2 obusos, casi todos los útiles y sacos. La pérdida de los enemigos se echa de ver por lo que diré en las reflexiones.

Reflexiones.

122. Es asumpto de los hombres grandes el saber dirigir vien un desembarco, porque es mui difícil hacerlo con método. Qualesquiera cosa que se yerra u omita lo echa todo a perder. Yo confieso que la providencia del día 3 de juntar las barcas de tropas me gustó, pareciéndome que contribuiría esto al buen éxito. Después de reflexionada la cosa, no la huvieran yo mandado cómo se hizo, porque las barcas con ynfantería serían como 60; todas estaban juntas, las lanchas que havían de llevar tropas eran como 381: todas éstas havían de acudir por cargar a las 60. Reflexiónese qué gritería y embrollos han de resultar con tantas lanchas juntas, que parecerían un enjambre de abejas, y qué dificultades no habría de costar el desembrollar las brigadas con la obscuridad. Lo que yo tengo por más acertado en este particular y en las circunstancias de Argel, es hacer juntar las barcas de una brigada en un punto, lo mismo las otras brigadas; pero éstas separadas unas de otras quanto se pudiese, sin caer en otro incombeniente. Cada lancha particularmente deve saver, antes de se atracar de su bordo, la brigada cuia tropa deve llevar y el lugar en que se halla. Mandar que todas las lanchas acudan a un pelotón confuso formado de todas las brigadas y esperar a destinarlas al tiempo mismo de embarcar la   —156→   tropa, como dice la orden núm. 13, art. 28, no me gusta. Tampoco me parece bien la orden núm. 15, arts. 2 y 3, en que para repartir las lanchas se atiende a que todas las brigadas lleven precisamente determinado número de tropa a tierra, trabajando para esto los mayores de brigada y los marinos. ¡Qué complicaciones! Mucho mejor fuera hacerlo bien y en un instante, dando 70 lanchas, por exemplo, a cada brigada, grandes o chicas. Esto no puede tener más inconveniente que el de llebar a tierra más hombres la brigada que casualmente tenga maiores las lanchas o más apretados los hombres. Y esto ¿qué importa? ¿Qué quiere decir 20 uniformes blancos en lugar de 20 azules, para que los pobres mayores anden a bueltas con sus listas de barco en barco y los marinos con el equilibrio de la igual capacidad de las lanchas? La distribución de éstas en la orden núm. 15, art. 6, también tiene sus inconvenientes. Si se reflexionase, encontrarán toda esta orden, aunque no lo explica, no podría tener otro efecto que el de poner tropas en tierra confusamente. Algunos marineros, conociendo las dificultades de hacer un desembarco con orden y método, prefieren el expediente de llegar al parage y desembarcar sobre la marcha, echando las tropas en tierra de cualquiera manera confundidas, dejando el cuidado de ordenarlas a los gefes de tierra después de haver ya desembarcado. Los de este dictamen alegan en su favor la prontitud del desembarco. Los que opinan al contrario dicen que siempre se deve evitar la confusión. Ésta es inconveniente, si hay enemigos que esperan; pero si no los hay, no es mucho inconveniente. El General de tierra quiere siempre hallar sus tropas perfectamente formadas y ordenadas al pisar las arenas, y el de marina no aspira sino a meterlas en tierra, para quedar sin embarazos. Esto es lo regular. La dificultad está en unir ambas ideas por un buen medio que satisfaga ambos generales, y que de él resulten las maiores ventajas al servicio del Rey.

  —157→  

123. El primer error que se cometió en el desembarco fue el de no aproximar a tierra las barcas de tropas, peltrechos, hospitales, y las que tenían efectos que pudieran ser necesarios y útiles en los momentos primeros. Si acaso se creyó que era exponerlos al fuego del enemigo, esto sería estar destituido de conocimiento en alcances de cañón. Las fragatas toscanas, las nuestras, nuestros javeques y galeotas estaban situadas todas, o por lo menos, parte de ellas a menos de tiro de fusil de la playa, y en esta situación que conserbaron todo el día y noche del 8, nada padecieron, ni el fuego enemigo pudo incomodarlas. Algunos de estos buques estaban barados en tierra, y todos ocupaban los costados del desembarcadero, esto es, estaban más cerca de las baterías enemigas que el centro del parage donde desembarcabamos, que es justamente donde deverían haverse situado los buques de tropa, etc. a fondo era muy a propósito para acercarse.

124. De no haverse aproximado, se siguió: 1.º hacer tardo el desembarco, porque las segundas tropas tardaron mucho; 2.º que los remeros y las tropas se fatigaron inútilmente en las lanchas; 3.º que éstas se mezclaron unas con otras, como era preciso en tanta distancia; 4.º que los heridos no tuvieron puntuales los regulares alivios; 5.º que dejamos muchas cosas al enemigo que se huvieran retirado sobrandonos tiempo; 6 º se sigue estubo parte a lo menos del exército espuesta a ser pasada a cuchillo por un enemigo cruel y sanguinario.

125. Aunque en la orden núm. 13 toma lugar el Velasco en el combate, no dejó el que tomó cuando llegó a la bahía. Los navíos he dicho que hacían su fuego a tanta distancia, que era su efecto despreciable, como se comprehende de que en todo este día no desmontaron las baterías a que tiraron con viveza. Criticase esto y se atribuye a las órdenes del General de mar el que los navíos no se acercaron. Lo que yo veo es que la orden núm. 13, artículos   —158→   2 y 3. manda a dos navíos situarse a 7 brazas o menos de agua, a fin de batir el fuerte del Jarach. En los arts. 6 y 7 manda situar otros dos navíos, y aunque no señala las brazas a que se deven poner, ni qué deverán hacer, es regular creer que deven obrar contra el fuerte o batería de la derecha, lo mismo que los otros dos contra la de la izquierda. Los capitanes de los navíos yo no sé cómo entendieron esto de batir un fuerte, que quiere decir destruirle y arruinarle, y para esto es preciso acercarse. Sin duda creyeron que batir es lo mismo que cañonear, y así lo hicieron; pero si huviesen leydo el art. 4 de esta misma orden, huviesen visto que en él se manda a la fragata Santa Marta que se situe inmediatamente a uno de dichos navíos y que esté pronta a acercarse a la playa para acabar de batir el fuerte. Esto quiere decir que como la fragata cala menos agua, se acercará más al fuerte para deshacer sus reliquias quando los navíos hayan ya enteramente desmontado sus cañones y deshecho los merlones, con el fin también de embarazar la reposición de este fuerte. Yo no sé qué salida darán a estos cargos que resultan de la orden del General de mar, contra los capitanes de los navíos. Podría ser que el General verbalmente les mandase lo que hicieron, en cuyo caso el General es responsable de todo. Yo no sé esto; pero me persuado que el General fue la causa de que los buques de guerra diesen al exército motibos de quejas, porque no hallo verosímil que justamente todos los capitanes obrasen lo mismo contra una orden expresa. El ver que haviendo obrado así no se les ha castigado, me confirma en mi concepto, a más de que la orden núm. 13, art. 1, confirma mi creencia. Todo el exército se dio por contento y satisfecho de los auxilios que le franqueron los buques menores de guerra, los javeques, las toscanas, y se resintió de lo poco que hicieron nuestros buques maiores, extrañando ver que todas las fragatas y javeques tenían las   —159→   mismas órdenes que las toscanas, como se ve en la citada orden, y no obstante esto, con una misma orden, unos buques se acercaron a tierra y los otros se quedaron lejos; unos entendieron una cosa y otros la contraria.

126. He dicho también que en el primer desembarco iban tropas de todos los cuerpos. Ésta es una cosa que jamás huvieran yo hecho, porque me parece que contribuye a la confusión. Mucho mejor es, en mi juicio, desembarcar cuerpos enteros, pues aunque un cuerpo al tomar tierra se embrolle en sí mismo, es fácil componer esta falta. Los oficiales y soldados se conocen y saben el lugar de cada uno en su propio batallón, y la emulación de ser preferidos para el primer desembarco los hace obrar con mayor espíritu.

127. He dicho también que en el primer desembarco iríamos como 7.000 hombres, porque lo dice su S. E. en sus papeles; pero, a la verdad, yo no creo que llegamos a 6.000, ni a 5.000, porque sobre que a la vista me pareció todo el desembarco de 5.000 hombres a lo sumo, computando 381 lanchas por otras tantas embarcaciones del comboy, y a 15 hombres una con otra, resultan 5.715 hombres en el primer desembarco. Aunque los buques de guerra tenían más de una lancha, havía otros muchos buques que ni una útil tenían. Algunas lanchas, que no eran las peores, remolcaban barcos de guerra; otras llevaban pertrechos, y no faltaron otras que se agacharon. El computo de 15 hombres por lancha es sin duda el más prudente, respecto que las lanchas, sobre ser muy pequeñas, generalmente lleban más remeros de los que necesitaban. Siendo pues esto indudable, ¿no es un milagro que los Moros no arrollasen estos 5.000 hombres precipitandolos en la mar? Quando menos debían haver ido en el primer desembarco los dos tercios del exército, esto es 12.000 hombres. ¿Y cómo 5.000 hombres podrían resistir y mantener la playa tres oras que devía tardar la segunda remesa? Éste es demasiado arrojo,   —160→   tanto más que estos 5.000 hombres estaban fatigados de las noches anteriores. Repito que se devieran llebar de Cartaxena barcos chatos para desembarcar apriesa. ¿Si los Moros se huvieran mezclado con los 5.000, como pudieron y devieron haverlo hecho, qué fuera de nosotros? Verdad es que el General havía puesto tropas en algunos buques de guerra próximas al desembarco para tenerlas más cerca y más a mano. Esto no era mucho socorro ni podría llegar a tiempo, si los Moros no tubiesen en sus cavezas 300.000 Españoles, como algunos Españoles 300.000 Moros.

128. Luego que pisamos las arenas, y mientras tanto que las tropas se formaban, yo no vi que nadie se adelantase a la frente con motivo de reconocer el terreno y el enemigo que no parecía. Es muy regular el desear saver noticias del contrario y de su situación.

129. Yo no sé a qué atribuirlo; pero es cierto que en este día fatal sólo hubo un ayudante del General muerto y dos heridos; no obstante, quasi todas las órdenes que el General dio las llebaron otros oficiales del exército, haciendo asunto de curiosidad el lugar donde estubieron los señores ayudantes y qué es lo que hicieron.

130. El abance de la línea de quien nadie se confiesa autor, lo tengo por cosa mal pensada, porque ¿a qué viene abanzar una línea con la bayoneta calada, quando no hay enemigos delante, y quando se ve claramente que el abanze no se puede continuar y que se da el flanco al enemigo?

131. Dicen algunos que es cierto que no era posible que la línea en batalla pudiese adelantar ni subir a la altura opuesta, y que tampoco en columnas podría subirse. Yo no dudo que las columnas huvieran llegado y dominado la altura, lo primero; porque conozco el valor de las tropas, y lo segundo, porque no havía quien nos lo embarazase, como se infiere del siguiente cálculo.

  —161→  

132. Por el plano del campamento y orden de batalla consta que nuestro frente de batalla devía ser de 2.790 varas; pero como parte de las tropas que devían estar en este frente contribuyeron a la formación de los martillos, y parte duplicó, triplicó, etc. los fondos, y aun parte quedó atrás a la orilla, como se ha dicho, y como los interbalos entre los cuerpos eran pocos o ningunos, quedó el frente muy disminuido y reducido como a 1.000 a 1.500 varas a lo sumo. Luego los Moros que cavían en nuestro frente serían 1.500 a lo sumo, necesitando una vara cada uno. No es regular ni creíble que los Moros, detrás de sus pitas y estrechos abrigos, estubiesen a más que a uno de fondo; lo primero, porque necesitan mucho lugar para cargar sus escopetones; lo segundo, porque carecen de unión y disciplina, y lo tercero, porque no pudiendo tirar unos detrás de otros, no es creíble que los de atrás estubiesen mirando los de adelante sin hacer nada, pudiendo irse a otra parte.

133. Pero quando estuviesen a tres de fondo, que es lo sumo, serían 4.500 los Moros de ynfantería que nos estaban a la frente; es verdad que nos escedieron en frente combengo en la mitad más, y serían los Moros de 1.500 a 2.250 en la primera y más prudente suposición y de 4.500 a 6.750 en la segunda. Su frente nos excedía en poco porque las embarcaciones barrían nuestros costados y su fusil no llegaría. Bájese de estos números la mitad, por los claros que havía sin Moros a la frente, y se verán los Moros con quienes nos escopeteamos.

134. Nadie de cuantos oficiales y soldados presenciaron la función vio en toda ella de 50 Moros arriba, y estos, en 20 veces, ni aun quando llegamos a las pitas, y ¿en qué puede consistir no verlos, sino en que no los havía?

135. Nadie vio hacer movimiento alguno a los Moros de ynfantería, ni hicieron esfuerzo alguno por nuestra derecha, izquierda o centro. Si huvieran muchos Moros al   —162→   frente ¿no se huvieran visto bullir o maniobrar intentando o fingiendo varios ataques? ¿No nos huvieran cargado en la retirada, siendo éste su frente? ¿No huvieran embarazado los travajos del retrincheramiento? ¿No lo huvieran atacado? ¿No los huvieran visto por lo menos nuestras tropas ligeras que entraron en sus abrigos y huertos en que por ociosidad se divirtían en comer frutas? ¿Es fácil ocultar un exército que nunca está quieto, a tiro de fusil, sin verlo, no estando bajo de tierra?

136. Hay quien diga que los Moros estaban colocados en amphiteatros en la pendiente de la montaña. Yo no lo creo, porque la pendiente no era tan fuerte que permitiese amphiteatros, y para ganar un poco de altura, unos tras de otros, era preciso estar los de atrás muy atrasados y fuera del alcance de fusil. Prueban algunos la multitud de los Moros, diciendo que fueron muchos muertos y heridos, y que devieron ser muchos los matadores. No se hacen cargo los que así piensan que la función duró un día y una noche y que los Moros tiraban con acierto y elección, como se infiere de que son más los ofiziales muertos y heridos de lo que corresponde al número de soldados. El cañón mató a muchos.

137. De esto se infiere que peleamos con pocos, y tan pocos, que nadie podrá persuadirse. Es verdad que havía Moros en la cumbre como espectadores o mirones de lo que pasaba. Éstos no entran en esta cuenta, porque luego hablaré de ellos, incluyéndolos en el cálculo de todo el exército argelino.

138. La cavallería enemiga que quiso tomarnos los costados tampoco está comprendida en este cómputo; pero puede calcularse por el espacio por donde venía, y suponiendo que vendrían de frente 50 cavallos y 20 de hilera (aunque realmente era un pelotón), serían 1.000 los cavallos de la izquierda, y póngase otros tantos por los de la derecha. Comprendo que este cómputo es excesivo; pero   —163→   con él se puede formar idea de esta cavallería. Esta tropa parecía la más escogida y brillante entre los Moros. De éstos murieron muchos al fuego de las naves.

139. Es cosa que admirará oír lo que digo y ver que, no obstante, nos retiramos. ¿En qué pudo consistir esto? Yo sólo sé que quando las tropas llegaron a las pitas y vieron la imposibilidad de pasar adelante en la formación que tenían, hicieron alto por precisión, y como este abance se havía hecho sin destino ni obgeto, preguntó el brigadier de Guardias españolas por un oficial suyo al General el quid faciendum in hoc casu, y esperó firme su resolución, que parece fue la de mandar sonar la retreta. Esto es lo que pasó, de que se infiere que nos retiramos porque el General quiso.

140. Quejóse S. E., pasada la función, de que las tropas al pisar la tierra, no huviesen formado en columnas, como estaba mandado en la orden núm. 13, y atribuyó a esto las desgracias que se siguieron. Ya he dicho en otro lugar que no haverse obedecido esta orden provino de la confusión que las tropas sacaron de la mar, y esta confusión fue causada por el que las mandó ir a tierra desde tan lejos. En fin, no se formó en columnas ni se procuró practicar dicha orden, de que S. E. se queja. No tiene ya remedio. Pero si se huvieran obedecido al General en esto ¿qué huvieran sucedido? Nadie lo sabe. Yo creo que no huviéramos sido más felices, porque si S. E. quería en estas columnas, compuestas de 7.000 hombres, esperar las tropas del 2.º y 3.º desembarco, en el tiempo de esperar huvieran sido maior nuestra pérdida, porque como las columnas son larguísimas, llegarían con sus cabezas cerca de los abrigos del enemigo, de donde nos matarían gente con toda comodidad. Si S. E. pensaba con solas estas pocas tropas en columnas subir a la altura antes de llegar el 2.º desembarco, esto era exponerlo todo, porque en la cumbre y en el camino huvieran havido fuerte función, en que huviéramos   —164→   perdido gente, y las ganas tal vez de subir con las facultades de bajar. Yo comprendo que pues no es prudente pensamiento el de no esperar el 2.º desembarco para subir a la altura, la formación en columnas para esperar es peor que la de batalla, porque da menos fuego y porque no cubre y oculta tan bien los travajos que se hacen detrás. Discurriendo por lo que vi en la función, digo: que qualquiera de las dos formaciones sólo son buenas o malas según la del enemigo. Éste no sólo no tenía formación al frente con quien comparar la nuestra, sino que aun se duda que huviese al frente Moros para formar un batallón.

141. En mi juicio, todo lo que hicieron estos 7.000 hombres hasta llegar los restantes fue mal hecho, y la formación de columnas lo mismo se la huvieran hecho. En aquellas circunstancias sólo havía un partido que tomar y no se pensó en él. Desde el punto que se llegó a tierra, se devió haver procurado por todos los medios hacer un retrincheramiento a la orilla del mar. Éste huvieran servido para cubrir las tropas y esperar su total desembarco, para ordenar los batallones que estaban confundidos, y en fin, para aprontar en él todos los efectos que pudiesen servir para después y para desde él reconocer las cosas más de cerca. Ya havían llegado las tropas del 2.º desembarco, quando un oficial que vino con ellas advirtió a S. E. la utilidad de un retrincheramiento que S. E. aprobó y fue el que se hizo. No sólo se omitió hacer un retrincheramiento al principio, sino que tampoco se usó de la común precaución que se practica siempre en los desembarcos y pasos de ríos quando el enemigo está cerca, que es la de armar lo primero a la frente y costados porciones de cavallos de frisa, sembrando también abrojos, bien que éstos no harían mucho mal a los cavallos enemigos, aun quando los pisasen, porque la arena cede y los ocultaría. La ynstrucción dada en Cartagena dice que los yngenieros   —165→   irán con la tropa del primer desembarco y que harán algunas obras. Esto prueba que S. E. quería retrincherarse. Yo lo creo así; pero como esta ynstrucción fue únicamente para los generales, estos, y también S. E., se olvidaron de ella al pisar tierra. Los yngenieros la pisaron con las primeras tropas; pero nada cuidaron de retrincheramiento. Naturalmente, no tendrían la orden, o en la misma playa se les mandó no hacer cosa alguna hasta ver el semblante de las cosas.

142. El retrincheramiento que se hizo, sobre el defecto de ser mui pequeño y malo en su especie, tubo el de estar dominado y enfilado. Con los espaldones se remedió en parte la enfiladura. No se puede negar que la providencia de formar los espaldones fue la más acertada que se podía dar. Con el mismo fin, si bien se reflexiona, se conocerá que los espaldones devían haverse hecho, aun quando no huviese, tal cañón, pues era mui del caso para facilitar, el reembarco de las últimas tropas y para poder defender, el retrincheramiento a palmos; también eran mui útiles para que unas tropas no viesen reembarcar a las otras y las desordenasen. Sólo hallé ridículo en el retrincheramiento que los cavallos de frisa se pusiesen sobre las crestas de los espaldones y de lo fuerte del retrincheramiento, pareciéndome que si algún cañonazo o rempujón nos los echase encima, nos perjudicarían y echarían del parapeto. Como yo nunca havía visto ni leído esta colocación de cavallos de frisa, me admiré de verla; pero como los que dispusieron esto saben más que yo, tomo el partido de callar. Yo creya que los cavallos de frisa en esta situación sólo podrían ser útiles para dificultar la escalada de una plaza de guerra, no en nuestro retrincheramiento, que, por no tener foso delante, contra lo que es regular, podía el enemigo a pie llano y corriendo meterse sobre la cresta del parapeto y reempujar los cavallos de frisa sobre los defensores que estaban hondos, porque la tierra para el parapeto   —166→   se tomó de la parte adentro. Yo huvieran colocado los dichos cavallos del retrincheramiento adelantados 20 a 30 pasos: así detendrían al enemigo a una distancia en que podríamos ofenderle a nuestra satisfacción.

143. No creo que se conoció el que el retrincheramiento estaba enfilado del cañón hasta que ya estaba hecho, porque dicho cañón no hizo fuego hacia esta parte hasta que el retrincheramiento estaba ya formado, pues si antes se huvieran previsto, se huvieran retirado el retrincheramiento hacia nuestra izquierda. Para salirse de su alcance no era menester andar mucho y podíamos retrincherarnos entre las dos baterías sin riesgo de sus cañones.

144. Todo el exército cree que fue un solo cañón el que tiraba a nuestro retrincheramiento; nadie lo duda. Pero lo cierto es que las balas que se hallaban en el retrincheramiento eran por lo menos de dos calibres bien diferentes y verosímilmente de dos cañones.

145. En el reembarco del exército sin duda no hubo méthodo, porque desde que S. E. lo resolvió, como a las once de la mañana, hasta la luz del día siguiente en que se reembarcaron las últimas tropas, pasaron más oras de las que gastamos en echarlo todo en tierra; con que lo que no retiramos fue por culpa nuestra, pues tiempo y lanchas hubo.

146. Algunos en el exército estan impacientes porque no bombardeamos a Argel en estos días. El alcance del mortero es como de 1.200 tuesas, el del cañón de a 24 es como de 2.250 tuesas por elevación, de donde se comprehende que la plaza puede ofender las bombardas, sin ser ofendida de estas; pero como el cañón por elevaciones poco temible, por el poco daño que hace quando da, y porque es su tiro sumamente incierto, no deve temer una bombarda a la plaza hasta que ésta le tire de punta en blanco, esto es a la distancia de 300 a 400 tuesas, y alcanzando sus morteros 1.200, puede una bombarda, poniéndose   —167→   como a 500 o a 600 tuesas y tirar sus bombardas sin estar mui arriesgada, porque no la llegarían las balas sino por elevación, que es lo mismo que con mucha incertidumbre, y tocarla con poca fuerza. A más que las bombardas podían empalletarse o tirar de noche para hacer más inciertos los fuegos de los enemigos. Los suyos contra una ciudad no podían errarse, y aún puede la bombarda irse moviendo de noche, y de día puede cubrirse con algunas embarcaciones de poco dinero. Aunque aseguran todos que los Moros tienen en su muelle cañones de calibres exorbitantes, los alcances no crecen a proporción que los calibres. Lo que parece cierto es que hay en el muelle y linterna baterías en bovedas. Estas baterías estan reprobadas en buena fortificación, porque el humo las hace luego inservibles. Si esto fuese así, serían menos temibles sus fuegos de lo que parece. De todos modos, yo huvieran querido echar a pique las bombardas a fuerza de tirar bombas. Tengo entendido que hubo muchas órdenes y contraordenes sobre bombardear a Argel, y por último nada se hizo en este particular, no sé si por miedo de perder las bombardas, que no sirven para otro fin. El detalle de los alcances del mortero y cañón que acabo de escrivir sirben para conceptuar lo fundado de estos temores que apartaron de su oficio a las bombardas. Éstas el día 8 tiraron como 51 bombas a las baterías colaterales a nuestro desembarco, y se dijo que de esto sólo havían quedado bastante desmejoradas, porque havían escupido algunas estopas y hacían agua más de lo que era regular. Generalmente se atribuyó esto a defecto de su construcción, asegurándose todos en este concepto con lo que vieron travajar en Cartaxena antes de la expedición en componer o disponer una bombarda nueba para poder llevarla a Argel. Esta bombarda cavezeaba mucho y para ponerla en estado se travajó bien. Las 51 bombardas tiradas a las baterías enemigas, sin que los cañonazos de éstas tocasen   —168→   las bombardas confirman la posibilidad de haver bombardeado a Argel sin mucho riesgo. El general de mar sabe porque no lo hizo; acaso tendría poderosas razones para no hacer trabajar las bombardas. Ygnoro las órdenes que tendría y los auxilios que le pidió el general de tierra, a que generalmente se ciñería en sus providencias. Yo, discurriendo por lo que vi así tal vez hablo en términos que pueden ofender estos gefes a quien el Rey ha premiado; pero yo no, puedo hablar de otro modo, porque esto sería pronunciar lo que no tengo por cierto y contra lo que entiendo. Hablo superficialmente, como lo haría qualquiera oficial particular. El conocimiento de todo lo que realmente pensaron los generales y de sus órdenes y providencias, de que acaso carezco, me podría hacer variar algunas reflexiones y sobstituir otras; pero esto no me sería más útil, porque tan instructivo me es pensar sobre los principios que tengo, como lo sería pensar sobre los otros que el general me podría dar.

147. Reembarcado nuestro exército, pensó S. E. en llebarlo a España, como lo hizo, trayendonos a Alicante, donde a un mismo tiempo supieron nuestro destino, ignorado hasta entonces, nuestras acciones y desgracias, que fueron lloradas amargamente por todos, tanto más que no las esperaban. Dejamos sin embargo algunos buques ante Argel para embarazar la salida y comercio de aquel puerto.

148. El que por maior, o en globo, reflexione todo lo hasta aquí dicho, llegará sin duda a formar sobre lo succedido los conceptos generales que siguen, sobre los que sin duda hará nuebas reflexiones. El primer concepto general, que toca todo al General y sus providencias, es que un solo y único desembarco se mandó hacer el 3; que se dilató para el 4, verbalmente, en el mismo parage; que se mandó para el 5 el trasladarlo a otra parte, que se cree ser la Mala Muger; que se mandó hacer el 6 en el parage   —169→   que se tenía mandado para el 3; que se dilató para el 7 en el mismo parage y que, por fin, no se hizo hasta el 8. No creo que haya muchos exemplares de haver mandado una misma cosa tantas veces. Esto quiero decir que no se mandaba con previsión y conocimiento de lo necesario al desembarco y del tiempo preciso para aprontarlo. No faltara acaso quien quiera atribuir la repetición de órdenes a otras causas, sacando sin culpa al General. Yo todo lo he dicho. Reflexiónese que yo no quiero repetir ni entrar aquí en largo detalle de si S. E. pudo prever y evitar todas las dilaciones del desembarco.

149. El segundo concepto general toca a las tropas, al General e yngenieros, y es que, haviendo tomado tierra, lo primero que hicimos fue formar un confuso orden de batalla, contra una orden expresa; que abanzamos sin saber a qué; que nos retiramos andando hacía atrás; que nos retrincheramos donde estabamos dominados y enfilados, y que, a las 24 horas, estabamos en nuestros barcos para bolver a España. Lo que esto quiere decir, lo infirirá qualquiera por lo que he dicho, y escuso repetirlo.

150. El tercero concepto general toca al General y a las tropas, y es que hicimos un desembarco en un país enemigo, a las barbas de su capital, en medio de su exército y baterías; que despreciamos la multitud y todas las prevenciones que mui de antemano se havían hecho contra nosotros; y, en fin, que nos reembarcamos sin que nos lo intentasen estorbar. Todo esto es valor, spíritu, vizarrias, riesgos despreciados y atrevimientos poco oydos. Todo esto, pues, pasó en veinte y quatro oras.

151. Antes de dejar la pluma, quiero añadir algunas cosas que no desdicen del asunto. Como los Moros pueden mantener un tiroteo continuo, sin exponerse, aprobechando las pitas y abrigos que se hallan en las immediaciones de la plaza, es preciso que se hallen medios para librar de este tiroteo al exército conquistador que marcha   —170→   a poner sitio a Argel, porque, de no hacerlo así, es imposible adelantar. Yo no allo arbitrio para no perder gente, y bastante; pero para perder menos, me manejaría de este modo. Desembarcando al exército, me retrincheraría para ordenar las tropas, que siempre salen de la mar con bastante confusión. Hecho esto, formaría una buena vanguardia con buen gefe, a quien haría ocupar las alturas de los montes; ésta devería ser capaz de hacer frente a un ataque de tropas enemigas. Es cierto que esta vanguardia sufriría el tiroteo, pero libraría de él al exército por la frente. Por el flanco opuesto que mira al campo del Moro, destacaría tropas que se encargasen de sufrir el tiroteo por este costado, amparándose también de las muras que le viniesen bien. Muchas tropas ligeras andarían en esto para aprovechar qualquiera descuido de los Moros, ya rodeándoles, ya atacándoles cuando menos lo esperen y, en fin, separandoles del exército quanto se pudiese, a fin de que éste haga su marcha con tranquilidad. La parte de la costa u de la orilla del mar no necesita tanto cuidado. Confieso que no alcanzo otros medios de marchar un exército por este pays hasta la plaza, y si los Moros saben aprovechar sus ventajas, aun con todo esto se perderá gente, y mucha. La cavallería es de poquísima utilidad para estas cosas en las circunstancias de que trato. Las tropas ligeras son utilisimas, y todos los flancos del exército deven tener quantas se pueden de estas tropas, para poder adelantar o marchar a la plaza: verdad es que este mal camino vestido sera de dos o tres leguas, según donde se desembarque.

152. Ygnórase qual fuese el exército argelino, esto es, a que ascendían todas sus fuerzas prevenidas para nuestra oposición. Creen algunos que todo su exército era de 14.000 hombres; otros aún aumentan, fundados en cartas, que suponen ser de cónsules, en que con la maior individualidad se cuentan tantos del bey de Constantina, tantos del de   —171→   Máscara, etc., que suman lo que he dicho. Yo, discurriendo por lo poco que vi, boy a exponer quanto se me ofrece en este particular.

153. Es cierto que detrás de los montes y tierra adentro podría haver y caben muchos exércitos numerosos; pero yo creo que todo el exército moro se vía desde la mar, y me fundo en que los Moros son ostentosos y su fuerte es aparentar, como se infiere de sus descargas y sus formaciones que hicieron a la orilla del mar antes que tomasemos tierra. Esto me persuade a que vimos todas sus fuerzas, que no es regular ocultasen, quando deseaban intimidarnos y aparentar el valor que no tenían. Esto supuesto, voy a computar los Moros que vimos, esto es, en mi dictamen, el exército completo de los Argelinos.

154. Dícese que la tarde del 30 de junio toda la orilla, desde la Punta de Pescada hasta la de Montefus17, estaba como acordonada de Moros que hacían fuego al ayre. Yo no vi esto, porque llegue un día después. La distancia entre dichas puntas es de cinco leguas, que hacen 30 a 40 mil varas: suponiendo un hombre por vara, havría en toda la bahía de 30 a 40 mil Moros. Aunque concedamos que en algunos parages havía hileras de Moros, esto es, que estaban unos tras otros como en formación, también es preciso conceder que más bahía havía sin Moros que con Moros. No podían las hileras ser numerosas, porque todas hacían fuego, y por esto estaban muy estendidos.

155. Havía en la orilla de la bahía algunos campamentos de Moros, próximos a sus baterías. Entre estos campamentos se distinguía por su magnitud el que estaba inmediato al Jarach18, que era como la mitad de todos juntos los restantes. Encendían los Moros algunas tardes al anochceer fuegos en dichos campamentos. Estos fuegos   —172→   estaban esparcidos irregularmente como sus tiendas, y los harían naturalmente por obstentación. Muchos amigos contaron, a instancias mías, muchos fuegos en el Jarach, y sin embargo que parecía que se tocaban y que, antes de contarlos, parecía que havía más de 1.000, después de contados, hallaron 56 hogueras en este maior campamento, siendo pues creíble que cada rancho o compañía hiciese su hoguera, como se infiere de que las hogueras eran proporcionadas al número de tiendas en todos los campamentos; y, computando cada rancho o compañía de 100 Moros, resultan en este maior campamento 5.600 hombres, y, suponiendo duplicados en los demás campamentos, serían todos 16.800 Moros, y quando este maior campamento fuese el tercio de los otros, serían 22.400 los Moros que vimos en toda la bahía.

156. Hay quien diga que en el maior campamento del Jarach contó 500 tiendas entre grandes y chicas, computando a 10 hombres por tienda; resultan en este campamento 5.000 hombres, y 15.000 por todos los campamentos de la bahía. Si en cada tienda huviese 20, serían 10.000 los del Jarach y 30.000 los de la bahía.

157. Junto a la batería del Jarach vimos formados los Moros de este campamento grande, y el terreno que ocupaban no era el tercio de la distancia de dicha batería a su inmediata; pero esta distancia era dos tiros de cañón largos, esto es, como diez mil varas; luego los Moros ocuparían como 3.333 varas y eran otros tantos, en el concepto de uno de fondo, y si fuesen tres de fondo (no podían ser más porque hacían todos fuego) serían 9.999 los Moros de este campamento y como 30.000 los de toda la bahía.

158. En lo más elevado de este campamento havía una tienda que, entre todas, se distinguía por lo grande, y sería del gefe del campamento. Siguiendo la cumbre de la lomita, en cuya falda estaban todas las tiendas menores, havía otras tiendas como en línea menores que la maior;   —173→   pero visiblemente maiores que las demás. Estas tiendas serían de capataces o gefes subalternos, que mandarían alguna división o regimiento. Suponiendo, pues, cada gefe con 300 súbditos uno con otro, y no llegando las tiendas de dichos gefes a 30, se sigue 9.000 por este campamento, y 27.000 por todos juntos.

159. Todos estos computos, aunque admitan algún error, son sin embargo más fundados que quantos juicios se pueden hacer a bulto. De todos ellos se infiere que todos los Moros no eran 30.000, si aun llegaban. El que piensa otra cosa, haga sus cálculos que lo justifiquen. No faltará quien, en vista de lo que digo, crea que mis computos ban mui por arriba. Yo creo lo mismo; pero, sea como fuere, yo no me he propuesto en este cálculo otra cosa que enseñar a indagar las cosas más difíciles por varios medios que aproximan a la verdad, enemiga siempre del que abla a bulto.

160. Entiendo que al número prescrito en mi último cálculo deve añadirse la guarnición de la plaza y castillo del Emperador. Una y otra son inaberiguables por cálculos; pero lo cierto es que entre nosotros, 6 u 8.000 hombres serían bastante guarnición, si se ha de creer las cartas de cónsules. Se asegura en ellas que guarnecían la plaza 1.200 hombres, que, aunque se engañen en un cero, sería 12.000. No es creíble que estos hombres que tanto aumentan el número de los Moros disminuyan la guarnición de la plaza.

161. También convengo que a dichos cálculos se añada 3.000 artilleros, que son los que se necesitarían para servir 300 cañones en el concepto de 10 hombres por cañón.

162. Disminuye estos cálculos el que la cavallería necesita más terreno que la ynfantería, esto es, que en el mismo espacio caben menos cavallos que ynfantes, según los cálculos que ordinariamente están admitidos: un   —174→   cavallo de frente ocupa lo que hombre y medio a pie.

163. En vista de esto se podrá pensar que nuestro exército era bastante para esta empresa o conquista, porque siendo el exército argelino de 30 mil hombres, bien pudieran 18 mil nuestros vencerlos. Esto es positibo; pero no se ha de discurrir así, sino se ha de tener presente la página en que digo que, antes de llegar a Argel, se perderá bastante gente sin poderlo remediar. Los 18.000 hombres son pocos, no para dar una batalla y ganarla a los Moros, sean los que fuesen, sino para ir a Argel y llegar a poner el sitio. Qualquiera pérdida es insuportable para tan poca gente y qualquiera accidente podría hacer perecer a todos. Esto tienen estas cosas: perder uno, no es nada para quien tiene muchos; pero para quien tiene solamente dos, no sólo es perder uno, sino también perder los dos, porque el que queda no puede subsistir solo.

164. Se me antoja decir brebemente alguna cosa sobre los parajes donde se puede desembarcar en las inmediaciones de Argel, con el fin de conquistar esta plaza, como también de las ideas o proyectos que parece tenía el General resueltos para conseguir la posesión de la plaza; aunque éstas son cosas propias para los generales y en que puedo estenderme poco. No obstante, opino que es permitido, aun al más ínfimo oficial, discurrir sobre las cosas más difíciles para instruirse, y aun el criticar las acciones y resoluciones de su General, después de pasadas, quando esto lo hace para adelantar sus conocimientos. Nadie deve limitarse a pensar lo que le toca, deve pensar más allá, porque si así no lo hace, llegará más allá y no sabrá lo que le toca.

165. Puedese desembarcar en la playa de la Mala Muger o Mala Dona, De este paraje no tengo conocimiento proprio; pero he oydo que está a tres leguas de Argel hacia el poniente. Hombres prácticos dicen que, como es   —175→   plaia abierta, está expuesta a muchos vientos, que su fondo es de peñas donde no agarran las uñas de las anclas o con el mobimiento de las mismas envarcaziones las peñas cortan los cables y se pierden las anclas, y tal vez las naves. La riva parece que es de fácil acceso a las lanchas. El desembarco en este paraje tiene a mas las dificultades dichas para llegar a Argel.

166. Puedese también desembarcar entre el Jarach y Montefus; el fondo es excelente para anclar y la riva de fácilísimo acceso. En esta distancia ai dos baterías, sin contar la del Jarach y Montefus; pero entre dos de ellas, o bien arruinando una, se puede tomar tierra sin peligro. Estas dos baterías son corto almuerzo para qualquiera navío que verdaderamente quiera batirlas. No ay en esta parte montes, árboles ni otro embarazo para que la artillería de las naves no bata el alcance de su cañón, que es llano y descuvierto, a excepción que ay jarales o bajos matorrales. Es verdad que este parage dista una legua mas de la plaza que el de donde desembarcamos, y para hacer la conducción de artillería, etc., ay las dificultades del terreno vestido y embarazado. No obstante, haviendo desembarcado en este parage, si el enemigo se hubiera presentado, huviéramos conocido su fuerza para tomar nuestras medidas y partido, y el, al descuvierto, huviera padecido sumo extrago de las naves por el flanco nuestro, y de las tropas y artillería por el frente. No creo que en este parage huviéramos sido jamás precisados a retirar nos precipitadamente y huviéramos sin duda rechazado al enemigo, que tal vez, espantado, se auientaria, quitadas las cabezas a sus proprios gefes, como les es costumbre.

167. El parage donde desembarcamos tiene el yncombeniente de que, como desde la mar hasta la cumbre de la opuesta altura va el terreno ascendiendo, no pueden las embarcaciones batirlo bien, porque las balas se clavan   —176→   contra la ladera y sólo hacen daño sin revotar. Los Moros pueden, detrás de los montones, pitas, etc., estar ocultos y atacar las primeras tropas antes de tomar formación. Por lo demás, es cierto que la orilla es a propósito, que no ay mas que pedir; las naves protectoras pueden arrimarse quanto se puede desear, y la plaza no está lejos, cuia conquista era el fin principal.

168. No faltará quien diga sería conveniente desembarcar parte del exército donde lo hicimos y parte hacia Montefus. De este modo los dos desembarcos cogerían en medio a los enemigos, que se turvarían; pero para esto se necesitaba un exército fuerte, exponiendose a ser batido en detalle.

169. Puedese desembarcar, según he oydo, saliendo de la Bahía, dando buelta a la punta de Montefus y no lejos de ella. Se me ha asegurado que la riva es a propósito para desembarcar; pero necesariamente se tendrían que ir tomando succesivamente todas las baterías de la Bahía. Este parage dista de la plaza 6 leguas; pero tiene la comodidad de poderse retrincherar el exército recién desembarcado en la misma punta, como se ve en el plano núm.º 16.º. Así lo hizo Carlos Quinto.

170. Puedese desembarcar entre la plaza y Punta de Pescada, arruinando primero los navíos las baterías que ay en esta parte que puedan estorvar el desembarco. Puesto el exército en tierra en este parage, y perfectamente atrincherado, no ay más que marchar a la plaza por la misma trinchera, que desde luego puede empezará abrir se por la proximidad de la plaza. Antes que esta, deben tomarse el castillo de Bábaloet19y tres baterías que tiene debaxo a la orilla de la mar. Tomando esto, tiene poco que hacer el abrir brecha a la plaza. Dichas baterías y castillo de Bábaloet pueden batirse por los navíos, pero   —177→   padecerían en esto bastante los buques, ya por el fuego de dichas baterías y castillo, ya por el del muelle que les llegaría, a mi juicio. Si se supiese el número de los cañones y su calibre que tienen dichas baterías y castillo y muelle, no sería difícil calcular el estrago que podrían causar en los navíos antes de arruinarlas. Carezco de estas noticias, y por esto no me meto en este detalle, que sin duda sería muy curioso. No es dudable que para destruir estas baterías enemigas serían mui útiles las baterías flotantes, que podrían ser tantas y tan bien construidas que tal vez ellas vastarán para hacer cenizas el muelle y la ciudad. No computo su número ni utilidad, porque de Argel no tengo más noticias que las que pillé desde mi embarcazión, que, como todas, estaba mui distante. El desembarco en este parage siempre tiene la ventaja de no tener que andar por quebraduras hasta la plaza; pero, a mi parecer, tiene no mui buena riva para tomar tierra. Verdad es que yo miré esto de tan lejos que no pude ver nada con la distinción que se necesita para formar juicios cavales de las cosas. Haviendo desembarcado en esta parte con las precauciones correspondientes, y haviendo nos fuertemente retrincherado junto al mar y en poca extensión, tal vez huviéramos hecho algo de bueno, saviéndonos dirigir y haciendo la marina por nosotros lo que es capaz de hacer. Por esta parte no ay las dificultades que por las otras en cuanto a bosques, etc. Es verdad que es mas difícil el desembarco; pero todo lo allanan las naves. Buelbo a decir que bien y mas que bien atrincherados, y sabiendo dirigir desde el retrincheramiento los ramales contra la plaza, protegidos de las naves, no me causaría novedad que los 18 mil triunfasen de la turba, como César en Alexia: pero insisto en que, desembarcando en otro parage, la cosa era mas que difícil y nuestras fuerzas por lo común desproporcionadas. No quiero decir tampoco que sea prudente el que quiera con 18 mil hombres conquistar   —178→   a Argel desembarcando en Bábaloet; solo digo que no me admiraría, esto es, que puede verificarse esta conquista.

171 Dicen algunos que es locura llevar exército contra Argel, creiendo ynconquistable esta plaza, y que el medio más seguro de acabar con estos piratas es mantener a su vista envarcaciones de guerra que apresen las argelinas que quieran-salir o entrar en el puerto, quitándoles de este modo el comercio actibo y las fuerzas, marítimas, consiguiéndose también que nadie fuese marinero, y extinguirles este oficio. Lo que yo al pronto entiendo en este asunto es que no es tan fácil mantener una esquadra con este destino, teniendo precisión la monarquía de atender a otras necesidades que pueden ocurrir, y también porque perderíamos sin duda muchas naves en la costa, que es braba, y la maior parte del año arriesgada, por los vientos y temporales que reynan en ella, no teniendo donde abrigarnos. El comercio de los Moros es de sus frutos que, aunque ellos no los sacasen fuera, se los sacarían sus potencias aliadas, y siempre serían ricos teniendo frutos que vender y quien por ellos les llevase todo lo que les pudiese faltar, que no es mucho siendo tan sobrios. Es cierto que si la esquadra durase siempre, no habría marineros ni fuerzas navales; pero habría mas cultibadores de las tierras y las artes, de que les resultarían otras ventajas y a nosotros la única de hacer el comercio con sosiego.

172. En quanto a suponer que Argel es inconquistable, se engañan. El exército o las fuerzas de los Argelinos se save lo que son, pues 6 o 8 mil Turcos la dominan. Las de los beyes que pueden ser sus aliados, aunque quasi siempre son sus enemigos, tampoco son muchas, pues no pueden dominar a los Argelinos con quienes tienen frequentes guerras y a quienes, como a mas poderosos, pagan tributos. La plaza por si no tiene por tierra defensas que lleguen a ser medianas; las murallas son antiquísimas, sin   —179→   más terraplenos que en algunos torreones. No ay baluarte alguno ni flanco de ninguna especie que sea de una magnitud regular, no ay camino cuvierto ni más que una señal del foso antiguo del tiempo de las murallas. El castillo del Emperador que domina la ciudad es un quadradito con quatro torreones redondos en los quatro ángulos. Creo que tiene foso, y acaso camino cuvierto; pero de todos modos es una vicoca. Los otros castillos de Bábaloet, Babasan20, etc., son menores y de menos resistencia, son realmente unas baterías. Verdad es que la parte que mira la mar está sumamente fortificada; pero esto no la hace ynconquistable, ni le aprobecharán estas defensas si se le ataca por tierra. La principal defensa de la plaza no está en sus murallas ni el número y valor de sus defensores ni su destreza; está en sus contornos. Estos son montañosos, quebrados, llenos de árboles, márgenes y cercas, de modo que por lo menos legua y media o dos de la plaza se puede decir que es todo trincheras que forzar, barrancos que pasar y embarazos que vencer, donde el mejor general perderá mucha gente. Esto es menester atender para proporcionar nuestro exército a la empresa, porque si solo atendemos a las fuerzas actibas de los enemigos, quedaremos siempre engañados. En Bábaloet no ay estas dificultades.

173. Estos embarazos que ofrece el terreno al conquistador para que no pueda su exército llegar a la plaza, tampoco la hacen ynconquistable: lo 1.º, porque estos se pueden vencer con la advertencia, constancia y precaución, y lo 2.º, porque los mismos obstáculos ay para que la cavallería enemiga haga el daño que es capaz de hacer, siendo la parte más escogida de su exército y que en todos tiempos ha tenido grandes créditos.

174. El plano. núm. 16 hace ver las ydeas que el General   —180→   tenía para dirigir sus operaziones después del desembarco hasta poseer la plaza. Boy a poner en claro estas ydeas o proiectos de S. E., sin meterme en la exactitud del plano, pues nada ymporta a las reflexiones que quiero hacer, y sobre todo, lo pongo como me lo han dado.

175. Tenía pensado S. E. hacer dos reductos a la orilla, marcados con la letra L, y seguidamente hacer el campo retrincherado marcado con la letra O. Este campo parece que debía tener de frente en la cumbre de la montaña, de baluarte a baluarte, lo que necesitaban las tropas para formar en batalla, como se ve en ii, esto es, 2.790 varas. Desde los reductos L hasta la cumbre O hay 3.000 varas, que es quarto y medio de legua, con que 3.000 por cada lado del campo, que hacen 6.000, y 2.750 de frente en la cumbre, hacen el retrincheramiento de 8.750 varas de circuito. Añádanse 250 varas, que no es mucho, por lo que alargan los ángulos salientes y reductos de la orilla y baluarte del frente de la cumbre y por lo que alargan el ámbito las desigualdades del terreno con las obras a que esto obliga, y serán 9.000 varas de obra que hacer y que guardar. Para guarnecer esta extensión de parapeto a uno de fondo y hombre por vara se necesitarían 9.000 hombres, y para guarnecerlo a tres, que es lo regular, se necesitan 27.000. Aquí se ve que no hay tropas para guarnecerle.

176. Tampoco hay para construirle, y para hazer ver esto con claridad, supongo que el perfil, plano 7.º, sea el campo retrincherado. Este perfil es simplicisimo, y de tan poco trabaxo que las tropas competentes y que ordinaria mente se ponen al trabaxo de estas obras pueden hacerlo en 4.½ horas, para hacer las 9.000 varas de retrincheramiento en las quatro horas y media, se necesitarían 400 o 500 trabajadores, como se ve en la explicación del mismo perfil. Esto se entiende quando todo se construiese a un mismo tiempo y se pusiesen tres excavadores en la anchura del foso. Si solo se pusieran dos, se necesitarían 27.000   —181→   hombres para hacerlo todo a un tiempo en 6 ¾ horas, y si sólo se ponía uno en lo ancho del foso, se necesitarían 13.500 hombres para hacerlo a un tiempo todo en 13 ½ horas de tiempo. ¿Qué tropas sostendrán y relebarán a los travajadores? ¿Cómo 5.200 hombres que quedarían sin trabajar cubrirían 9.000 varas de terreno, con los enemigos siempre encima por todos lados? ¿Quién reemplazaría los heridos y los muertos?

177. Tampoco se podrían hacer estas obras por partes, porque en la suposición de que se construiese solo la quarta parte, esto es 2.250 varas, se necesitarían 10.125 hombres continuos y 16 oras, empleando tres hombres en la anchura del foso, y si dos, 6.750 hombres, continuos y 27 oras, y si uno. 3.375 hombres continuos y 54 oras. No ay arvitrio: 6 emplear muchos hombres, o emplear muchas oras, y como el retrincheramiento es grande, de uno y otro necesita. Pero, tanto emplear muchos hombres, como emplear mucho tiempo, nos era ynsufrible, porque hombres no los teníamos, y el perder tiempo era ganarlo los enemigos y perder nuestros hombres. Pues, si este perfil, que no puede ser mas simple ni de menos travaxo, porque solo puede resistir un fusilazo, tiene tantas dificultades el construirle ¿quantas mas tendría otro qualquiera?

178. Yo opino que en caso de retrincherarse debería hacerse ynmediato a la mar, y que el retrincheramiento no sea nunca maior que lo necesiten las tropas.

179. Acaso pensó S. E. que desde la mar a la cumbre habría solo la mitad de la distancia que yo pongo. Si fuese así, no sería tan grande y defectuoso el retrincheramiento. Sea pues la mitad, y computese la gente y tiempo necesarios a su custodia y travajos, y se verá que tampoco nos era factible. A mas de que esta suposición es falsa: 1.º porque al que carece de conocimientos ópticos le parece que las cumbres de los montes están más cerca de lo que realmente es; 2.º porque todo el exército asegura que   —182→   la mar distaba de la cumbre mas de un quarto de legua, que es 4.000 varas, y se fundan en reflexiones sobre lo que andubieron y lo que les faltaba hasta la cumbre, donde ni nuestros cañonazos llegaban ni los Moros de ella pudieron ofender, y 3.º porque cotégese la distancia de la mar a la cumbre con otra conocida en los planos y fórmese un concepto de ella, o bien reflexiónese si las tropas formadas en batalla pueden ocupar desde la mar hasta la cumbre, y se verá que ni con mucho, siendo así el que el frente de batalla debía ser de 2.790 varas.

180. Se ve en el plano que el retrincheramiento sola se haría para esperar el total desembarco de la artillería. Para esto era bien escusado, pues que no podía tardar el desembarco de la artillería lo que se tardaría en construir dicho atrincheramiento.

181. Pensó S. E. marchar después como lo expresan las letras P hasta el parage K, retrincherándose como se expresa en dicho plano, haviendo tomado antes por la espalda las dos baterias C. Hecho esto, pensaba llevar su artillería por la orilla del 1.º al 2.º retrincheramiento y empezar desde luego las trincheras de la plaza.

182. En cuanto al 2.º retrincheramiento siempre habría las dificultades que tiene el primero, y en quanto a tomar las baterías por la espalda, no es tan fácil, porque desde la cumbre no se podían batir con los cañones de batallón, que eran los únicos que quería llevar S. E. por esta parte. Llevar otros más gruesos es sumamente difícil, pues para llevar los pequeños se necesitaban pasar tantos travajos, que aún dudo de su posibilidad, porque aunque estas montañas o alturas a la visla no son mui elevadas, ni mui escarpadas, están sin embargo mui embarazadas y de todos modos los cañones no son cabras. Alguna de estas baterías estaba cerrada por la gola. Los Moros, aunque fuese al descuvierto, bolverían sus cañones que eran gruesos, y tal vez teniendo tiempo y proporción,   —183→   harían contrabaterías con sus meriones que jamás desmontaríamos con cañones de a 4, y aun quizá tomarían otros arvitrios. Si la vista no me engaña, yo vi a la orilla que los Moros tenían baterías dirigidas únicamente a embarazar la marcha por el arenal. Es creíble que tubiesen otras para embarazar el paso por los montes, o que tubieran cortaduras, aunque no las distinguí, ni era posible. Esto me hace mirar como cosa dificultosa la translación del exército de un retrincheramiento a otro.

183. Desde el 2.º retrincheramiento quería S. E. sacar sus ramales contra la ciudad y castillo del Emperador. La cosa en sí es bien dificultosa, por lo quebrado y vestido del terreno donde los Moros nos harían continuo fuego días y noches, teniéndonos en suma ynquietud. Nuestra ynfantería era 18.000 hombres; parte de ella havía de descansar; de la restante se havía de proveer a la defensa del extraordinariamente grande retrincheramiento O y obras de sitio executadas, y a más, debía mantener continuo un proporcionado número de travajadores para las necesarias obras de un sitio. ¿Cómo podría ser esto? Estas obras serían siempre peligrosas, porque sería mui costoso y difícil librarlas de enfiladuras, debiendo hacerse en pendientes de los montes.

184. No sé si S. E. quería atacar la plaza y castillo del Emperador a un tiempo o separados, ni qual pensaba pillar primero. Por esto no me detengo en explicar las dificultades que esto tiene, y porque quiero acavar.

185. No dexarán de hallarse muchos que se rían de todos los cálculos de mi diario, creiéndolos puramente metafísicos; pero yo sé bien que lo dificultoso de arguir contra ellos en fabor de la multitud de Moros es de la facilidad de hacer retrincheramientos. Soy amigo de calcular, es cierto, porque es el medio único de apurar las cosas. Soy de aquellos que dicen vale más errar calculando y discurriendo que acertar por casualidad o a bulto.

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Este es mi diario en que van escritos los sucesos conforme los he conceptuado y las reflexiones que me han parecido más útiles. Omito algunos detalles, por ejemplo, ¿qué navíos y qué tropas se necesitan para vencer las dificultades que se hallarán desembarcando en qualquiera parage? ¿A qué ascendería nuestra pérdida? En una palabra, falta un diario de lo que sucederá en la conquista de Argel en que por día se expresen los progresos y perdidas hasta poseer la plaza. Este es asunto de un genio militar, no mío, porque no lo soy, y porque, aunque no ygnoro el camino por donde se puede llegar a desempeñar esta ydea, me faltan algunos principios. Me he limitado en este escrito a ciertas cosas. He callado otras que qual quiera las ynfiere. He omitido puerilidades de que se entretiene el bulgo tanto. Reflexiónese bien todo y se verá con claridad la verdad y verosimilitud en que todo lo fundo, y al mismo tiempo se formará ydea caval de lo acaescido, cosa que es bien ymposible lograr, si se oye a los que se hallaron en esta expedición, porque quentan las cosas de modo que les resulte onor proprio; o a sus cuerpos, no omitiendo para esto medio alguno, segun su capacidad, ni olvidando yntroducir en su relazión las circunnstancias más ynverosímiles, como hagan a su fabor. De nada de quanto he dicho me puede resultar onor alguno, aun quando todo huviera salido bien. Nada hice ni pude, nada valgo, ni soy mas que un amante de la verdad vestido de uniforme.