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Andrés Trapiello

Semblanza crítica de Andrés Trapiello

por Fernando Yubero

Andrés Trapiello en su casa de Las Viñas (Cáceres), 2002.

Autor de una caudalosa obra que abarca también la novela, el memorialismo y el ensayo, la poesía de Andrés Trapiello (Manzaneda de Torío,1953) ha seguido, desde sus inicios, un camino muy personal, más bien desentendido que alejado de tendencias y modas dominantes.

Se dio a conocer con un libro intimista, de tono apagado y vagas impresiones: Junto al agua (1980). Para entonces, el experimentalismo novísimo ya había sido superado por nuevas corrientes poéticas, que iban desde el purismo o la poesía del silencio a la estética plural de la llamada poesía de la experiencia, enlazando con las diversas estancias de la tradición. La escritura de Andrés Trapiello no se apoyaba en los más habituales referentes del 27 y del medio siglo, sino que escogía una tradición propia que le permitía renovar el pasado desde la estricta modernidad, «con los ojos puestos en el hoy» como él mismo especifica. Hay un retorno, en fin, al sentido clásico de la poesía; o lo que es lo mismo: una vuelta a la conciencia de compromiso con la vida y la belleza, para lo que opta por una expresión depurada, sobria y contenida.

A Junto al agua, libro de tanteos poéticos, le siguió Las tradiciones (1982), que abrió las compuertas de esta nueva sensibilidad: la que entendía la tradición como una forma de la modernidad. Es este un libro de diferentes tonos y «sin un centro claro», como afirma el propio Trapiello, que supuso una revisión actual del simbolismo europeo en un silencioso diálogo con sus «maestros»: Verlaine, Jammes, Laforgue, Mallarmé, Corbière, Rilke, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado. Junto a los ecos de esta poesía simbolista, de un vagaroso esteticismo, aparece también cierto hermetismo, característico del poema-imagen y la tendencia al verso libre (Ezra Pound, William Carlos Williams, o el Rilke de Libro de las imágenes). En el libro están ya presentes algunos rasgos sostenidos de su poética: la plasticidad de las imágenes junto al temblor emotivo y la elección de un tono apagado, en voz baja, a la búsqueda de la mayor naturalidad posible.

Andrés Trapiello en Zaragoza, noviembre de 2018.

La vida fácil (1985), su tercer libro, aúna un acendrado sentimiento de la naturaleza, la temporalidad y la fascinación por el siglo XIX. La utilización de metros clásicos y suaves asonancias evoca la sentimentalidad otoñal de algunos poetas modernistas como Fortún, González Blanco o Pimentel. Son estos, según señala su autor, «poemas de clima, que trataban de hacer en la ruidosa vida nuestra de la ciudad un rincón sentimental y oscuro».

A partir de El mismo libro (1989) encontramos plenamente afirmada la voz personal del autor. El título revela el desinterés por la «originalidad» falsamente considerada; o sea, por la novedad (un rasgo de su poética mantenido hasta hoy). La mirada del poeta ahonda en su poesía anterior y la matiza. En ella se concitan el sentimiento elegiaco ante la belleza de lo marchito, la tarde y su melancolía, el crepúsculo en las viejas ciudades de provincia, la contemplación emocionada de la naturaleza, el misterio del tiempo, la infancia evocada... Y todo ello «para cantar una vida de otro tiempo». Son, al cabo, los grandes temas de la gran poesía de siempre, que comparecen expresados de manera cada vez más sobria y amortiguada, cercana a esa naturalidad de estirpe simbolista tan grata al poeta. Rasgo característico del libro es la recuperación del ruralismo, algo insólito en la poesía de ese momento. A todo ello se une el uso dominador, aunque sin alardes, de la métrica clásica.

En 1991 reúne Trapiello la poesía de toda esa etapa —la primera, en orden cronológico— bajo el título Las tradiciones, donde introduce numerosas correcciones para, en sus palabras, volver su voz «menos artística y más callada».

De 1993 es Acaso una verdad, libro con el que obtiene el Premio de la Crítica. Tanto en este volumen como en el siguiente, Rama desnuda (2001), hay una mayor interiorización y meditación sobre un tema ya presente en El mismo libro: la temporalidad. En tono elegiaco, de aceptación serena, este tema se nos presenta sugerido a través de la contemplación de paisajes rurales, estampas de un Madrid provinciano, humildes objetos domésticos. El sentimiento del paisaje aparece ahora más vinculado a la intimidad y lo biográfico, con un denso sentido moral.

Andrés Trapiello. Foto de Rafael Trapiello, agosto 2020.

Un sueño en otro (2004), de un lirismo muy acendrado, vuelve sobre las preocupaciones existenciales de los títulos anteriores. El libro plantea un homenaje a sus maestros a través de una serie de composiciones en las que queda de manifiesto la profunda asimilación y su afinidad con ellos (Juan Ramón Jiménez, Unamuno, Emily Dickinson, Keats, Leopardi...), mediante la reelaboración de motivos como la rosa, el otoño, el jardín.

Segunda oscuridad (2012) es un conjunto heterogéneo de poemas en el que Trapiello dirige su mirada meditativa y siempre emocionada sobre las cosas y los seres menudos, situados tanto en un ambiente urbano como rural. La poesía logra un perfecto equilibrio entre emoción y reflexión, en un tono cada vez más íntimo y ensimismado, en que la sordina que se impone convierte los poemas en susurros. En esta línea ha de leerse Y (2018), libro más unitario que el anterior, quizá porque tiene como referente casi único la mirada contemplativa sobre el paisaje extremeño, desde el que se han escrito la mayor parte de los poemas. Desde aquella geografía rural (y moral) que el poeta rescata, retornan los eternos temas de la poesía para seguir cantando, himno y elegía, el misterio de la existencia.

He aquí, en definitiva, un mundo poético que, un libro tras otro, se ha ido consolidando con una sorprendente belleza, pureza y coherencia entre tradición y recreación personal.

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