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ArribaAbajoLa Nochebuena



- I -

   Son hija y madre; y las dos
con frío, con hambre y pena,
piden en la Nochebuena
una limosna por Dios.


- II -

   -Hoy los ángeles querrán-
la madre a su hija decía-,
que comamos, hija mía,
por ser Nochebuena, pan-.


- III -

   Y al anuncio de tal fiesta
abre la madre el regazo,
y sobre él a aquel pedazo
de sus entrañas acuesta.


- IV -

   Al pie de un farol sentada,
pide por amor de Dios...
Y pasa uno... y pasan dos...
mas ninguno le da nada.


- V -

    La niña, con triste acento,
-Pero ¿y nuestro pan? -decía.
-Ya llega -le respondía
la madre. ¡Y llegaba el viento!


- VI -

   Mientras de placer gritando
pasa ante ellas el gentío,
la niña llora de frío,
la madre pide llorando.


- VII -

   Cuando otra pobre como ella
una moneda le echó
recordando que perdió
otra niña como aquélla.


- VIII -

   -¡Ya nuestro pan ha venido!,-
gritó la madre extasiada...
Mas la niña quedó echada
como un pájaro en su nido.


- IX -

   ¡Llama... y llama!... ¡Desvarío!
Nada hay ya que la despierte:
duerme, está helando, y la muerte
sólo es un sueño con frío.


- X -

   La toca. Al verla tan yerta,
se alza, hacia la luz la atrae,
se espanta, vacila... y cae
a plomo la niña muerta.


- XI -

   Del suelo, de angustia llena,
la madre a su hija levanta,
y en tanto un dichoso canta:
-¡Esta noche es Nochebuena!...






ArribaAbajoLas buenas pecadoras


   Después de días de tormentas llenos
te vi en misa rezar con santa calma,
y dije para mí: -¡Del mal el menos:
da el cuerpo al diablo, pero a Dios el alma!






ArribaAbajoLa ley del embudo


   De su honor en menoscabo
faltó un esposo a su esposa;
ella perdonó amorosa,
y el público dijo: -¡Bravo!
Faltó la mujer al cabo,
harta de tanto desdén,
y el falso esposo ¿también
perdonó a la esposa? No;
el esposo la mató,
y el público dijo: -¡Bien!






ArribaAbajoRogad a tiempo


   Marchando con su madre, Inés resbala,
cae al suelo, se hiere, y disputando
se hablan así las dos llorando:
-¡Si no fueras tan mala!... -No soy mala.
-¿Qué hacías al caer?... -¡Iba rezando!






ArribaAbajoHero y Leandro



- I -

   A Hero Leandro adoraba,
y, por verla enamorado
el Helesponto cruzaba
todas las noches a nado.


- II -

   Y, según la fama cuenta,
Hero una luz encendía
que en las noches de tormenta
de faro al joven servía.


- III -

   Una noche a Hero, cansada
de mirar hacia Bizancio,
rendida, aunque enamorada,
la hizo dormirse el cansancio.


- IV -

   Y esto su amor no mancilla,
pues todas, lo mismo que Hero
tienen el cuerpo de arcilla,
aun teniendo alma de acero.


- V -

   Y lo más triste es que, apenas
la pobre Hero se durmió,
cuando un aire, desde Atenas,
la luz, soplando, apagó.


- VI -

   Viendo él la luz apagada
sintió aquel olvido tanto,
que, maldiciendo a su amada,
abrasó el mar con su llanto.


- VII -

   Y queriendo, o sin querer
de pena se dejó ahogar,
sin que él pudiese saber
si le ahogó el llanto o la mar.


- VIII -

   Lo cierto es que al desdichado,
al rayo del sol primero
la tormenta le echó, ahogado,
al pie de la torre de Hero.


- IX -

   Y cuando muerto le vio,
Hero, cual Leandro fiel,
se arrojó al agua y murió
como él, por él y con él.


- X -

   ¡Que ellas fuertes en amar
y flacas en resistir,
si duermen para esperar,
despiertan para morir!






ArribaAbajoGuardas inútiles



- I -

   -Ya anocheció: ¿quieres que hablemos, Lola,
      aquí, a solas los dos?
-La que es buena, señor, nunca está sola;
pues está con su madre o está con Dios.


- II -

   -Lola, ¿es verdad que un día os encontraron
      solos, allí, a los dos?
-Eso es porque aquel día se quedaron
mi madre en casa, y en el cielo Dios.






ArribaAbajoContrastes



- I -

   ¡Mucho le amaste y te amó!
¿Recuerdas por quién lo digo?
Era tu amante, y mi amigo.
¡Amaba, sufrió... y murió!
Cuándo su entierro pasó,
todos te oyeron gemir;
mas yo, Inés, al presentir
que lo habías de olvidar,
sentí, viéndote llorar,
la tentación de reír.


- II -

   Al año justo ¡oh traición!,
al baile fui de tu boda,
y allí, cual la villa toda,
vi el gozo en tu corazón.
¿Y el muerto? ¡En el panteón!
¡Ay!, cuando olvidada de él
a otro jurabas ser fiel,
yo, el verte reír, gemí
y dos lágrimas vertí
amargas como la hiel.
   ¡Primero amor, luego olvido!
Aquí tienes explicado
por qué en el baile he llorado
y en el entierro he reído.
¡Siempre este contraste ha sido
ley del sentir y el pensar!
¡Por eso no hay que extrañar
que quien lee en lo porvenir,
vaya a un entierro a reír
y acuda a un baile a llorar!






ArribaAbajoEl pájaro ciego



- I -

   Porque dicen que un pájaro en cegando
      canta más y mejor,
los ojos le vació, como jugando,
      Casilda a un ruiseñor.


- II -

   Y después ¿cantó más y con más fuego
      el ruiseñor? ¡Ah, sí!
Se siente más cuando se está más ciego.
      ¡Esto lo sé por mí!






ArribaAbajoDos libros de memorias



- I -

Lo escrito en el libro de él

   Así se hace uno querer.
¡Cuánto gusto a aquella fatua
con mis posturas de estatua!
Miro... y mira... Al fin, mujer.
Escribe para hacer ver
que tiene las manos bellas.
¿Se va? Pues sigo sus huellas,
porque prueba su rubor
que ya está muerta de amor.
Ésta es como todas ellas.


- II -

Lo escrito en el libro de ella

   Aquel don Juan de parada
pone, para enternecerme,
los ojos como quien duerme:
cree el muy necio que me agrada.
¡Qué osadía en la mirada!
¡Qué modos tan importunos!
Me voy, me voy; hay algunos
que, amantes dignos de algunas,
creen que todas somos unas
porque ellos todos son unos.






ArribaAbajoEl amor y el interés


   Sentía envidia y pesar
una niña que veía
que su abuela se ponía
en la garganta un collar.

   -¡Necia!- la abuela exclamó-.
¿Por qué me envidias así?
Este collar irá a ti
después que me muera yo-.

   Mas la niña, que aun no vela
con la ficción la codicia,
le pregunta sin malicia:
-Y ¿morirás pronto, abuela?






ArribaAbajoLo que se piensa al morir



- I -

   Cree la vulgar opinión
que el alma de un moribundo
piensa, más que en este mundo,
en Dios y en la salvación.
Oye, Leonor, la canción
que hirió el pensamiento mío
al son del eco sombrío
de mi funeral campana:
-«Cucú, cantaba la rana,
Cucú, debajo del río».


- II -

   Partiste, y del sentimiento
en cama enfermo caí,
y cuando a exhalar por ti
iba ya mi último aliento,
embargó mi pensamiento,
en vez de tu amor y el mío,
este cantar tan vacío
que oí de niño a mi hermana.
-«Cucú, cantaba la rana,
cucú, debajo del río».


- III -

   Y como todo el que olvida
es de salud un dechado,
después que te hube olvidado
volví otra vez a la vida.
Aun vivo muerto, querida,
pensando con hondo hastío
que tú, en vez del canto mío,
oirás, al morir, mañana:
-«Cucú, cantaba la rana
cucú, debajo del río».


- IV -

   ¿A qué tan grande inquietud
para llenar la memoria
de tantos sueños de gloria,
de amor y de juventud,
si al llegar al ataúd,
podrán tu pecho y el mío
no oír más que el tema frío
de esta canción de mi hermana;
-«Cucú, cantaba la rana,
cucú, debajo del río».






ArribaAbajoLos progresos del amor



- I -

   Así un esposo le escribió a su esposa:
«O vienes o me voy. ¡Te amo de modo
que es imposible que yo viva, hermosa,
      un mes lejos de ti!
   ¡Mi amor es tan profundo, tan profundo,
que te prefiero a todo, a todo, a todo!...»
Y ella exclamó: -¡No hay nada en este mundo
      que él quiera como a mí!


- II -

   Mas pasan unos meses, y la escribe:
«¡Qué hermoso debe estar nuestro hijo amado!
¡Sólo él, él sólo en mis entrañas vive!
      Piensa en él más que en ti.
Su cuna se pondrá junto a mi cama.
No hay cielo para mí más que a su lado».
Y ella prorrumpe: -¡Es que, el ingrato, ya ama
      al hijo más que a mí!


- III -

   Después de algunos años le escribía:
«Espérame. Ya sabes lo que quiero.
mucho orden, mucha paz y economía.
      ¿Estás? Yo soy así.
   Cierra el coche: me espanta el reumatismo;
avísale que voy al cocinero».
Y ella pensó: -¡Se quiere ya a sí mismo
      más que al hijo y a mí!






ArribaAbajoEl último amor



- I -

   Ve un hombre amante a una mujer muy bella;
mas, por fatal disposición del hado,
ella es más joven, y él
calla su amor, porque le apartan de ella
treinta años, en que el triste ha derramado
      un mar de llanto y hiel.


- II -

   ¿Qué pasa luego? Nada. Que entretanto
que ella un amor inmenso, aunque tardío,
      mira en él con piedad,
por la parte de allá del mar de llanto.
-¡Adiós- dice él-, último sueño mío,
      ¡Hasta la eternidad!...






ArribaAbajoVenus sacratísima


   Una estatua de Venus Citerea
vio un abad en un huerto abandonado;
      la vistió, y con fervor
llevándosela al templo de una aldea,
transformó aquella afrenta del pasado
      en virgen del pudor.

   ¡Grande impiedad! ¡La diosa que en Oriente
se hace adorar porque al desnudo ostenta
      su hermosura carnal,
cubierta con un velo en Occidente,
encantando a los fieles, representa
      la belleza moral!

   ¡Hondos misterios de la fe que ignoro!
Se deja Venus contemplar sin velo,
      y es ideal lo real.
Mas se cubre después con seda y oro,
y Venus pasa del Olimpo al Cielo
      y es lo real ideal.






ArribaAbajoUna cita en el cielo


   En la noche del día de mi santo
      (a Londres me escribiste,)
mira la estrella que miramos tanto
      la noche en que partiste».

   Pasó la noche de aquel día, y luego
      me escribiste exaltada:
«Uní en la estrella a tu mirar de fuego
      mi amorosa mirada».

   Mas todo fue ilusión; la noche aquella,
      con harta pena mía,
no pude ver nuestra querida estrella...
      porque en Londres llovía.






ArribaAbajoRosas y fresas



- I -

   Porque lleno de amor te mandé un día
una rosa entre fresas. Juana mía,
tu boca, con que a todos embelesas,
besó la rosa sin comer las fresas.


- II -

   Al mes de tu pasión, una mañana
te envié otra rosa entre las fresas, Juana;
mas tu boca, con ansia, y no amorosa,
comió las fresas sin besar la rosa.






ArribaAbajoEl gran festín



- I -

   De un junco desprendido, a una corriente
      un gusano cayó,
y una trucha, saltando de repente,
voraz se lo tragó.
   Un martín-pescador cogió a la trucha
      con carnívoro afán,
y al pájaro después, tras fiera lucha,
      lo apresó un gavilán.
   Vengando esta cruel carnicería,
      un diestro cazador
dio un tiro al gavilán, que se comía
      al martín-pescador.
   Pero ¡ay! al cazador desventurado
      que al gavilán hirió,
por cazar sin licencia y en vedado,
      un guarda lo mató.
   A otros nuevos gusanos dará vida
      del muerto la hediondez,
para volver, la rueda concluida,
      a empezar otra vez.


- II -

   ¿Y el amor? ¿Y la dicha? Los nacidos
      ¿no han de tener más fin
que el de ser comedores y comidos
del universo en el atroz festín?...






ArribaAbajoEl buen ejemplo


   Dejó un proyectil perdido,
de una batalla al final,
junto a un asistente herido,
medio muerto a un general.
   Mientras grita maldiciente
el general: -¡Voto a brios!-
resignado el asistente
murmuraba: -¡Creo en Dios!-
   Callan, volviendo a entablar
este diálogo al morir:
-¿Tú qué haces, Blas?- ¿Yo? Rezar.
¿Y vos, señor? -¡Maldecir!
   ¿Quién te enseñó a orar? -Mi madre.
-¡La mujer todo es piedad!
-¿Y a vos a jurar? -Mi padre.
-Claro: siendo hombre... -Es verdad.
   -Rezad, señor, como yo.
-Eso es tarde para mí.
Yo no creo... porque no.
Tú ¿por qué crees? -Porque sí.
   -Ya hay buitres en derredor,
que nos quieren devorar.
-¡Son los ángeles, señor,
que nos vienen a salvar!-
   Y ambos decían verdad,
pues a menudo se ve
que halla buitres la impiedad
donde halla ángeles la fe.
   -¡Adiós, señor!- ¿Dónde vas?
-Voy allí...- ¿Dónde es allí?
-A la gloria...- ¿Y dejas, Blas
a tu general aquí?
-No me dejes, mal amigo.
-Pues venga esa mano... -Ten;
y, aunque dudé, iré contigo,
creyendo en tu Dios también-.
   Y así, cuando ya tenían
una misma fe los dos,
abrazados repetían
el «¡Creo en Dios!» «¡Creo en Dios!»
   Y, como era ya un creyente,
pasó lo que es natural;
que, abrazado a su asistente,
subió al cielo el general.






ArribaAbajoLa ley del hambre


   Corre la madre al motín,
a donde el rencor la llama,
dejando un niño en la cama,
bello como un serafín;
   niño que al ver junto al lecho
de una virgen el retrato
que da alegre y sin recato
a un niño Jesús el pecho,
   con hambriento frenesí
ansioso a la Virgen toca
en los pechos y en la boca,
como diciendo: «¡A mí, a mí!»
   Pero, aunque con vivo anhelo
el niño el pecho podía,
la Virgen se sonreía
más impasible que el cielo.
   Y mientras la madre hiere
gritando: «¡Muera el tirano!»
y hambrienta y puñal en mano
lucha y lucha, y mata y muere,
   el niño, exánime y yerto,
hunde el deudo en el papel,
gime airado, tira de él,
rasga el cuadro y cae muerto.
   ¡Así, venciendo a los dos
del hambre la dura ley,
ella, inicua, mata al rey,
y él, impío, rasga a Dios!






ArribaAbajoLo que es el Olimpo


   ¿Qué es el Olimpo? -Para el niño, un juego
de pájaros, de música y flores-.
   ¿Qué es para el joven? -Lupanar de amores
eterna forma del Elíseo griego-.
   ¿Qué es para el hombre? -Para el hombre ciego
es un templo de glorias y de honores;
y el viejo se lo finge en sus dolores,
como un rincón de paz y de sosiego-.
   Y el viejo ya senil ¿en qué convierte
del Olimpo la espléndida morada?-
En un «no ser» que es menos que la muerte.
   ¡Así la infancia y la vejez helada
van cambiando el Olimpo de esta suerte
en «flores», en «amor», en «paz», en «nada»!






ArribaAbajoLos tres guardapelos



- I -

   La madre de mi amor, que está en el cielo,
cuando era niño aún, como un tesoro
llevaba en un hermoso guardapelo
cabellos míos del color del oro.


- II -

   Otra mujer, que con el alma toda
me quiere, tan leal como hechicera,
aun guarda desde el día de mi boda
un rizo de mi oscura cabellera.


- III -

   ¡Ay! ¡Como nadie, por horror al frío
quiere hoy tocar de mi cabeza el hielo,
ya sólo para ti, cabello mío,
mi sepulcro será tu guardapelo!






ArribaAbajoViaje redondo



- I -

A la ida


   Parte el buque, y lo bate inútilmente
      la tempestad. ¿Por qué?
Porque, al ir, la tormenta es impotente
      contra el genio y la fe.

   Sobre el buque los pájaros cayeron
      cansados de sufrir.
Los hombres, sin piedad, se los comieron;
      salió el sol, y ¡a vivir!

   ¡Qué hermoso, es el principio de la vida!
      ¡Sentir, creer, triunfar!
¡Un viaje, en buque nuevo, es a la ida
      un festín sobre el mar!


- II -

A la vuelta


   Nada, a la vuelta, a resistir alcanza
      los ímpetus del mar.
¡Sin juventud, sin fe, sin esperanza,
      es inútil luchar!

   De pedazos del buque haciendo naves,
      y ansiando otro festín,
en cómoda actitud vieron las aves
      el naufragio hasta el fin.

   Y haciendo ellas después lo que antes vieron,
      con un hambre voraz
las aves a los hombres se comieron...
      y ¡todo quedó en paz!






ArribaAbajoCaballos y caballeros



- I -

   Cercado un francés quedó;
pero, escapando ligero
el caballo, al caballero
de los prusianos salvó.
De éstos el corcel huyó
con tanto ardor y constancia,
que el francés con arrogancia,
después que pasó el rastrillo,
desde su propio castillo
libre gritó: -¡Viva Francia!


- II -

   Sitiado por hambre, y fiero
destrozándolo a sablazos,
se fue comiendo a pedazos
al caballo el caballero.
-¿Al que lo salvó primero
le pudo matar después?-
¡Sí!, ¡por un vil interés
hacen mil gentes que callo
lo que hizo con su caballo
el caballero francés!






ArribaAbajoLa insurrección del agua


   Una fuente de un valle en Santa Elena
      ve correr Napoleón,
cierto día de invierno, en que la pena
      le atrofia el corazón.

   -Como yo -murmuró-, que impenitente
      caeré en el ataúd,
aspirando a ser mar vive esta fuente
      en perpetua inquietud-.

   Y una pobre aguadora que le oía,
      contestó a Napoleón:
-El agua, con su eterna rebeldía,
      huye de la opresión.

   ¿Cómo, señor, el agua de las fuentes
      tranquila podrá estar,
si la arrastran, en tierra, las pendientes,
      los vientos en el mar?-

   Sintiendo un frío, que le llega al alma,
      dice el héroe: -Es verdad:
buscando el agua en su nivel la calma,
      busca la libertad.

   La insurrección del agua de esta fuente
      no se podrá calmar
hasta que halle cabida suficiente
      en la extensión del mar.

   Con los diques que alzó mi tiranía
      he faltado al deber,
y trajo, en vez del orden, la anarquía
      mi omnímodo poder.

   ¡Sí!, ¡sí! Pese a mi nombre, no es la historia
      una vieja locuaz,
cuando dice que el mundo, antes que gloria,
      pide a los dioses paz-.

   Y terminó diciendo: -En el planeta
      la loca humanidad,
como esa agua que corre, estará quieta
      cuando esté en libertad-.

   ¡Y al pensar que ha llevado el desconcierto
      al mundo su poder,
con la cara más lívida que un muerto
      mira el agua correr!






ArribaAbajoLa fe de las mujeres


   Cierto monte por su altura
no dejaba ver el mar
desde la casa del cura
      de un lugar.

   Para ampliar el horizonte
con un cuento, baladí
transportó el cura aquel monte.
      -¿Cómo?- Así:

   «A las que una piedra -dijo-,
lleven de aquel monte, Dios
les dará a algunas un hijo,
      y a otras dos».

   Hubo mujer diligente
que se llevó de una vez,
no una piedra solamente,
      sino diez.

   Con fe, rubias y morenas
fueron al monte a buscar
más hijos-piedras que arenas
      tiene el mar.

   Despojando grano a grano
las niñas el monte aquel,
lo pusieron como el llano
      a un nivel.

   Perdió así el monte su altura,
y al fin vino a resultar
que desde casa del cura
      se vio el mar.

   ¡Como, cree con las entrañas
toda mujer, cuando cree
transporta hasta las montañas
      con la fe!






ArribaAbajoEl sol perdido



- I -

   Un sabio, a cuya hija fue la muerte
      de la cuna a arrancar,
como sabio, a la madre de esta suerte
      la quiere consolar:

   -¡Oh, qué inmenso, dolor! ¡Esas estrellas
      que ves resplandecer,
circundaban a un sol más grande que ellas
      que se ha apagado ayer!

   ¡Cuántos hijos y padres sin consuelo
      habrán muerto quizás
en ese sol que se perdió en el cielo
      para siempre jamás!


- II -

   Mirando con desprecio al firmamento
      mientras el padre habló,
-¿Qué le importa tu ciencia al sentimiento?-
      la madre replicó-.

   Si hoy falta en el espacio de una estrella
      el pálido arrebol,
la cuna de tu hija está sin ella
      como el cielo sin sol.

   No hay locura mayor que la locura
      de querer comparar
un sol con aquel ser cuya hermosura
      al cielo fue a alegrar.

   ¡Ha muerto un sol; mas de la niña bella1
      al invencible imán,
en el espacio azul, al paso de ella,
      mil soles brotarán!

   ¡Ay! ¡Desde el día en que sus labios fríos
      quedaron sin color,
no habrá sol que a los tuyos ni a los míos
      les devuelva el calor!

   ¡Ya esta cuna vacía nos condena
      a eterna soledad...-
Y el sabio murmuró con honda pena:
      -¡Es verdad! ¡Es verdad!-


- III -

   ¡E implorando los padres sin fortuna
      la clemencia de Dios,
abrazaron, cayendo ante la cuna
      de rodillas los dos!






ArribaAbajoLa copa del rey de Thulé


   -¿Me quieres?- le preguntó
un galán a una doncella.
Él era muy pobre, y ella
le contestó airada: -¡No!
   Quedó él lleno de pesar
sobre una roca sentado,
y al verse tan despreciado
se echó de cabeza al mar.

   Llegó al fondo, y al morir,
tentando un cáliz lo asió,
pensó en Dios... nadó... subió
y dijo: -¡Quiero, vivir!-
   Cuando hizo a la orilla pie,
vio el cáliz de oro, en que había
un letrero que decía: «Copa del rey de Thulé».

   Sobre la roca después
se hablaron él y ella así;
-Soy rico; ¿me quieres? -Sí.
-Dame un beso... -Y dos y tres...
   Mas cuando, le fue a besar,
viendo él la codicia de ella,
rechazando a la doncella
la echó de cabeza al mar.






ArribaAbajo¡Si una pudiera amar!


   ¿Te acuerdas, madre mía? Apasionada
      le iba a hablar de mi amor,
cuando ahogaste mi voz con tu mirada
      en nombre del pudor.

   Alcé los ojos apelando al cielo...
      me volviste a mirar,
y, obediente otra vez, mordí el pañuelo
      para poder callar.

   Te escribo, protestando, madre mía,
      que en pláticas de amor,
si es muy malo pecar, la hipocresía
      es mil veces peor.

   ¡El dolo y la mentira son las cosas
      que convirtiendo van
la sangre femenil, de agua de rosas
      en lava de volcán!

   Nunca encauza a la fuerza el albedrío,
      como el cielo no dé
gran temple a la razón, gran lecho al río
      y al corazón gran fe.

   Aunque es, con un amor incontrastable,
      imposible luchar,
aun sería la vida insoportable
      ¡si una pudiera hablar!

   Y en vano es resistir: cuando se adora,
      a pesar del pudor
nace, brilla, se extiende y nos devora
la llama del amor.

   ¡Callar y sucumbir! ¡Cuántas mujeres
      sintiéndose abrasar,
cumpliendo lo que llaman sus deberes,
      se mueren por no hablar!

   Gangrenando, el fastidio hasta sus huesos,
      ¿qué fue de él? Que, cual yo,
con la fiebre del hambre de dar besos,
      sufrió mucho, y murió.

   Y yo muero también; con él unida
      gozaré la embriaguez
de un amor que callé toda mi vida
por no hablar una vez.

   ¿Quién no anhela morir con la experiencia
      de que, si es bueno amar,
un martirio sin gloria es la existencia
      por no poder hablar?

   He visto otras hermosas criaturas,
      pero a su imagen fiel,
en lo hondo de sus ojos no hallé honduras
      como en los ojos de él.

   Aun quema la raíz de mi cabello
      su imagen celestial,
y le llevo al morir colgado al cuello
      lo mismo que un dogal.

   ¡Adiós! Como una tromba de alegría
      voy de su amor en pos...
Espejo de mi alma, madre mía,
      ¡adiós!, ¡adiós!, ¡adiós!






ArribaAbajoLa santa realidad


   ¡Inés! Tú no comprendes todavía
      el ser de muchas cosas,
¿Cómo quieres tener en tu alquería,
si matas los gusanos, mariposas?

   Cultivando lechugas, Diocleciano,
      ya decía en Salerno
que no halla mariposas en verano
el que mata gusanos en invierno.

   ¿Por qué hacer a lo real tan cruda guerra,
      cuando dan sin medida
almas al cielo y flores a la tierra
las santas impurezas de la vida?

   Mientras ven con desprecio tus miradas
      las larvas de un pantano,
el que es sabio, sus perlas más preciadas
pesca en el mar del lodazal humano.

   Tu amor a lo ideal jamás tolera
      los insectos, por viles.
¡Qué error! ¡Sería estéril, si no fuera
el mundo un hervidero de reptiles!

   El despreciar lo real por lo soñado,
      es una gran quimera;
en toda evolución de lo creado
la materia al bajar sube a su esfera.

   Por gracia de las leyes naturales
      se elevan hasta el cielo
cuando logran tener los ideales
la dicha de arrastrarse por el suelo.

   Tú dejarás las larvas en sus nidos
      cuando llegue ese día
en que venga a abrasarte los sentidos
el demonio del sol de mediodía.

   Vale poco lo real, pero no creas
      que vale más tampoco
el hombre que aferrado a las ideas,
estudia para sabio y llega a loco.

   Tú adorarás lo real cuando, instruida
      en el ser de las cosas,
acabes por saber que en esta vida
no puede haber sin larvas mariposas.

   ¡Piense que Dios, con su divina mano
      bendijo lo sensible,
el día que, encárnandose en lo humano,
lo visible amasó con lo invisible!






ArribaAbajoLa cruzada de Pachín


   Como cruzado, a Judea
fue de escudero Pachín
con el abad de la aldea
      de Serín.

   Para hacer un relicario
juró traer a su amor
un pedazo del sudario
      del Señor.

   Pero Pachín ¿no sabría
que, si Dios bajó a morir,
volvió al cielo al tercer día
      a subir?

   Y si la tumba sagrada
no encerró a Cristo jamás,
¿qué halló en ella? -¡Polvo y nada,
      nada más!

   -Por un sepulcro vacío-
Pachín se atrevió a decir,
-¡cuánto hombre viene, Dios mío,
      a morir!-

   Y, sin lograr los tesoros
que, al ir, pensaba traer,
le vapulearon los moros
      al volver.

   Perdió la fe en tal jornada...
y se condenó por fin.
Así acabó la cruzada
      de Pachín.






ArribaAbajoEl origen del mal



- I -

   Sabrá todo el que estudie esta dolora,
      si ya no lo sabía,
que el diablo antiguamente, como ahora,
era un bribón de la mayor cuantía.

   Y sabrá con escándalo la gente,
      con qué vil artificio
pudo el diablo probar que es solamente,
prolongación de la virtud, el vicio.


- II -

   Le dijo Dios a un ángel cierto día
      en viejo castellano:
-Bajarás al Edén de parte mía
a animar con mi aliento el barro humano-.

   Y bajó. Y las virtudes cardinales
      trajo de la alta esfera,
para nervios de Adán, por ser iguales
a un haz de filamentos de palmera.


- III -

   Una tarde que el ángel contra un pino
      se durmió dulcemente,
el demonio llegó por un camino
que es cauce en julio y en abril torrente.

   Y como es un traidor, diestro en su oficio,
      probó el diablo con maña
que va entrañando en la virtud el vicio
coma se halla el castaño en la castaña.

   Y estirando, a medida de su gusto,
      las fibras vegetales,
pasó de un justo medio a un cabo injusto
a todas las virtudes cardinales.

   Y resultó pecado la belleza;
      el poder, tiranía;
un horror a la especie, la pureza;
y el grande amor a Dios, idolatría.

   La esperanza extendida, hace que el hombre,
      aspirando a la gloria,
se lance a la ambición, porque le nombre
sol de primera magnitud la historia.

   Y ayer perseguidor, y hoy perseguido,
      con el fuego y el hierro,
va el hombre con su gloria haciendo un ruido
como el que hace la res con el cencerro.

   Y hasta es la caridad una estulticia,
      y no existe conciencia,
si la ley que hace Dios con gran justicia
la aplica la bondad con gran clemencia.

   Y ¿qué es la fe agrandada? Un buen deseo
      llevado al desvarío;
hay creyente, más tonto que un ateo,
que es, más bien que un fanático, un impío.

   Y lo justo, Señor, ¿qué es de lo justo,
      si con mayor pericia,
después del juez, con fallo más augusto
la equidad ajusticia a la justicia?


- IV -

   Ya veis que mató el diablo en lo futuro
      lo bueno y verdadero,
como el que sorbe un huevo está seguro
que se come un presunto gallinero.


- V -

   Duerme el ángel, y el diablo, que celebra
      su dejadez tranquila,
huye escurriendo el cuerpo de culebra,
reptil en tierra y en el agua anguila.


- VI -

   Tocando el polvo, un hálito del cielo
      pasó como un conjuro,
y Adán y Eva después, surgen del suelo
vestidos con sus trajes de aire puro.

Sin linde el vicio y la virtud, absortos
      ven con hondas miradas,
que siendo las virtudes vicios cortos,
los vicios son virtudes alargadas.


- VII -

   Después que de Adán y Eva recibieron
      esta herencia tan triste,
por el mundo sus hijos se esparcieron
buscando una ventura que no existe.

   Y unas veces gimiendo, otras llorando,
      las pobres criaturas
en cenizas de muertos van cavando
para otros nuevos muertos sepulturas.

   ¡Paciencia, hijos de Adán! Ya un gran cristiano
      en vuestro honor decía
que, al marchar por el mundo el ser humano,
si el demonio te mueve, Dios le guía!






ArribaAbajoEl vacío del alma



- I -

   Aunque, buscando impresiones,
cruza la tierra y el mar,
nunca se llena el vacío
del alma de Soledad.
De la vida que maldice
sintiendo el terrible afán,
joven, rica, sana y bella,
desolada viene y va
desde la ciudad al campo,
desde el campo a la ciudad,
y nunca aquel gran vacío
llegan a terraplenar
ni la historia ni la ciencia,
ni lo real ni lo ideal,
por más que con el estudio
le llegaron a prestar
le religión sus misterios,
el tiempo su eternidad.


- II -

   Y al fin a la niña ilusa
la hubiera muerto el pesar,
si no fuera porque un día,
por obra providencial,
llenó el inmenso vacío
del alma de Soledad
el perfume de una rosa
que la regaló un galán.






ArribaAbajoLo que humilla, salva


   Cuando murió la infiel, celoso un hombre,
      en la tumba de Inés
pisoteando la losa, fue su nombre
      borrando con los pies.

   Fue mala; mas al ver con cuánta furia
      el hombre la humilló,
la dio por penitencia aquella injuria,
      ¡y Dios la perdonó!






ArribaAbajoLa sal del diablo



- I -

   Al salir del Edén los dos impíos,
      el diablo los miró,
y diciendo gozoso: -Ya son míos-,
      con desprecio escupió.

   La saliva del diablo fue un fermento
      que vino a dar el ser
a la muerte, a la ira, al sentimiento,
      al dolor y al placer.

   Queriéndolos librar de ese amor ciego
      que aviva la traición,
que pone, ardiendo, a las ideas fuego
      y abrasa el corazón,

   vino un ángel de Adán a la presencia
      y le dijo: -Quizás
Dios os vuelva al jardín de la inocencia-;
      y Eva exclamó: -¡Jamás!

   La virtud es luchar. Con los placeres
      que matan de dolor,
sentiré de las cosas y los seres
      el tormentoso amor.

   La virtud es luchar, y ya desdeño
      el no sentido bien
que no saca del límite del sueño
      al alma en el Edén.

   Sufriendo, probarán nuestros amores
      del pecado la sal,
el gran placer que vive de dolores,
      y el bien que vence al mal.

   Lleva mejor el sufrimiento al cielo
      que la paz del Edén.
El dolor es más santo que el consuelo,
      y más nuestro también.

   ¡A sufrir!, ¡a luchar!, ¡a la victoria!
      ¡Todo gran corazón,
con la sal del dolor, que sabe a gloria,
      gana la salvación!


- II -

   Ve el ángel de deseos saturado
      el humano sentir;
compadece a Adán y Eva, y, humillado,
      vuelve al cielo a subir.






ArribaAbajoEl candil de Carlos V


   En Yuste, en la pobre cama
de una pobre habitación
alumbrada por la llama
de un candil, medio velón,
   soñando está Carlos Quinto
que en un duelo personal,
ve a sus pies, en sangre tinto,
al rey francés, su rival.
   Se incorporó de ira loco,
mas pasó un viento sutil
que movió la luz un poco
del velón, medio candil,
   y, tosiendo, con cuidado
se arropó el emperador,
por si aquel aire colado
puede más que su valor;
   y -¿Por qué el ciclo consiente-
dice el héroe ya febril-,
que mate a todo un valiente
lo que no apaga un candil?-






ArribaAbajoEl cielo de Leopardi


   ¡Genio infeliz!, en su primer momento
a su amiga la muerte le decía:
-Dame la nada, esa región vacía
en que no hay ni placer ni sufrimiento.
Donde se halla la vida está el tormento.
Dame paz en la nada -repetía-,
y mata con el cuerpo el alma mía,
esta amarga raíz del pensamiento-.

   Al oírle implorar de esta manera,
consolando al filósofo afligido,
la muerte le responde: -Espera, espera;
que, en pago de lo bien que me has querido,
mañana te daré la muerte entera
y volverás el ser del que no ha sido-.






ArribaAbajoContradicciones



- I -

   Se halla con su amante Rosa,
a solas en un jardín,
y ya su empresa amorosa
iba tocando a su fin,
   cuando ella entre la arboleda
trasluce el grupo encantado
en que, en cisne transformado,
ama Júpiter a Leda;
   y encendida de rubor,
viendo el grupo repugnante,
se alza, rechaza al amante,
y exclama huyendo: -¡Qué horror!-


- II -

   Corrida del mal ejemplo,
entra a rezar en un templo,
mas al ver Rosa el ardor
con que en el altar mayor
una Virgen de Murillo
besa a un niño encantador,
volvió en su pecho sencillo
la llama a arder del amor.


- III -

   ¿Será una ley natural,
como afirma no sé quién,
que por contraste fatal
lleva un mal ejemplo al bien
y un ejemplo bueno al mal?






ArribaAbajoLa poesía



- I -

   Del mundo en las edades misteriosas
      el que todo lo crea
dio el alma con la «música» a las cosas
y al espíritu cuerpo con la «idea».


- II -

   Conquistando después la Poesía
      de las artes la palma,
se hizo, uniendo la «idea» y la «armonía»,
alma del cuerpo, y cuerpo de nuestra alma.






ArribaAbajoBautismos que no bautizan



- I -

   Cierto cura en Torrevieja
bautizó a una niña un día
con el agua que cabía
en una concha de almeja.
   La poca agua bautismal
obró en la niña de modo
que no le borró del todo
el pecado original.
   La dejó mal bautizada
el cura, porque sabía
que así la niña sería
una furia en forma de hada.
   Furia de instinto tan fiero,
que mató a muchos de amor.
Atrae al hombre el dolor,
como el imán al acero.
   Y aunque hizo a tantos penar,
fue ella amada hasta morir;
que el saber hacer sufrir
es saber hacerse amar.


- II -

   Pensando en esta conseja,
mil veces me he preguntado
si a ti te habrá bautizado
el cura de Torrevieja.






ArribaAbajoAmor y vanidad


Dedicado a mi ilustre amigo y compañero,
el Sr. D. Fermín Hernández Iglesias
.




   Al cuello de una humilde golondrina
      ató un cordón Inés,
la dio cien besos, la llamó «divina»,
      y la soltó después.

   Voló la golondrina libremente,
      y, al tiempo que voló,
vio una zarza ondular sobre una fuente,
      y en ella se posó.

   Contemplaba en el agua que corría
      su collar carmesí,
y, charlando, parece que decía:
      «¡Qué hermosa estoy así!».

   Fue de nuevo a volar la golondrina,
      mas con desdicha tal,
que el cordón, enredado en una espina,
      le sirvió de dogal.

   Cuando la prenda de su amor ahorcada
      ve a la primera luz,
llora por ella Inés, arrodillada,
      con las manos en cruz.

   Si en un rapto de amor a lo divino
      pecó por presunción,
hoy castiga con creces el destino
      su amor y su ambición.

   ¡Oh sabio rey! ¡De todas tus verdades,
      es la mayor verdad
que el mundo es «vanidad de vanidades»,
      y todo «vanidad».






ArribaAbajoAvisos del cielo


   ¡Bella estación! Todo a gozar convida
      del placer sin medida...
-Mas, ¿qué eso que vuela?
-Una hoja que cae, y nos revela
la nada de las cosas de la vida.






ArribaAbajoLas hazañas del fisco


A mi buen amigo el Sr. D. Vicente Ortí y Brull.





- I -

   Al llegar, cualquier día,
un recaudador cualquiera
a una choza que tenía
por cortina una palmera,
   ve una cabra en el umbral,
y a una esposa, y a un esposo
que hacen ser al animal
nodriza de un niño hermoso.
   Por contribución y dietas
de improviso al labrador
le reclama dos pesetas
el brusco recaudador.
   Mas ni mujer ni marido
pueden cumplir con la ley,
porque nunca han conocido
por sus monedas al rey.
   Para cobrar se utiliza
la cabra el recaudador,
dejando así sin nodriza
al niño del labrador.
   Su amparo entonces la madre
pide a la Virgen María,
y exclama furioso el padre,
-¡Cuándo llegará la mía!-


- II -

   ¿Y el niño? -De hambre expiró,
la madre murió de pena,
de rabia el padre se ahorcó
y aquí terminó la escena.


- III -

   ¡Aunque esta tragedia espanta,
ved con qué aire indiferente
la alondra en los cielos canta
y el sol marcha hacia Poniente!






ArribaAbajoJustos por pecadores


   Tronaba tanto aquel día,
que viendo al cielo irritado,
-Castiga sólo al culpado-
una devota decía.
Mas cuando al cielo pedía
contra el culpado rigor,
perdonando al pecador,
cayó en un árbol del huerto
un rayo, que dejó muerto
en su nido a un ruiseñor.






ArribaAbajoEl mal negocio del diablo



- I -

   Siguiendo con espíritu moderno
      del progreso la ley,
quiso el diablo alhajar su pobre infierno
      con el fausto de un rey.

   Harto ya de sus muchas peticiones,
      le ofreció el cielo dar
de aquello en que más piensan las pasiones
      un precioso ejemplar.

   Creyó el diablo que ponen sus deseos
      con un ansia sin fin
el ladrón y el pirata en sus saqueos
      el héroe en su botín;

   que, soñando, el que es rico, en su tesoro,
      prescinde de otro amor;
que sólo piensa en sus coronas de oro
      el que es emperador.


- II -

   Y un día, en vez de perlas y diamantes,
      empezó a recibir
muchas hojas de flor, rizos de amantes
      y poco oro de Ofir.

   Y siguió recibiendo de ellos y ellas
      bagatelas de amor,
pelos, cartas, retratos... ¡cosas bellas!
      mas... ¡cosas sin valor!

   Ser amados y amar es la divisa
      de los hijos de Adán,
y el amor de Abelardo y Eloísa
      es su sabio Alcorán.


- III -

   Viendo el diablo de tanta fruslería
      el mísero montón,
su sangre se quedó como agua fría
      y dijo: -¡Maldición!

   ¡Si no hay más que un placer en los placeres,
      piensa el poeta bien!
Son almas hechas carne las mujeres,
      y los hombres también.

   ¿Dónde está en los humanos corazones
      la sublime ambición,
si en el alma, esa tromba de pasiones,
      sólo hay una pasión?-


- IV -

   Por ser el pobre diablo un usurero,
      se engañó al presumir
que consiste tan sólo en el dinero
      todo humano sentir.

   No sabe que es el único adorado
      el pecado de amor,
y que es el corazón, de ese pecado
      único autor y actor.

   El gran negocio, con su astucia toda,
      lo calculó tan mal
porque el necio creyó que no está en moda
      el culto a lo ideal.


- V -

   Y quemando furiosos de ellas y ellos
      los símbolos de amor,
vio exhalar de las flores y cabellos
      ¡humo, sombras y hedor!

   Y así fue que, aunque siempre aterradora,
      la mansión infernal
era pobre y muy limpia, pera ahora
      ¡es pobre y huele mal!






ArribaAbajoLa copa eterna


   De las penas de muerte que ejecuta
      nuestro destino impío,
en Sócrates se llama la «cicuta»,
en Cristo «hiel», y en los demás «hastío».






ArribaAbajoCeguedades de la fe


   Hoy recuerdo con espanto
que, de niño, recé un día
ante un busto que creía
que era la imagen de un santo.
   Mas supe, cuando llegué
a la edad de la razón,
que el santo ante el cual recé
era un busto de Nerón.






ArribaAbajoMorir es dormir


   Una niña decía:
-Madre, ¿qué es una muerta?
-¡Una muerta! -la madre respondía-,
es la que duerme y que jamás despierta!






ArribaAbajoAun hay arte



- I -

   -Al ver mi desamor, piensan mis celos
   en morir y en matarte.
-¡Morir! ¡Matar! ¡Doy gracias a los cielos!
   ¡Cuánto amor! ¡Aun hay arte!


- II -

   -Voy a partir, mas fía en mi constancia,
   que es eterna en amarte.
-¿Aun la fe vence al tiempo y la distancia?
   ¡Gloria a Dios! ¡Aun hay arte!