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Intermezzo lírico

(1822-1823)



                                                      De mis ansías, tormentos y querellas
es este libro humilde panteón:
al hojear sus páginas, en ellas
aún sentiréis latir mi corazón.
 
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Prólogo

 
   Era un hidalgo sombrío,
de faz adusta y siniestra,
que pálido y silencioso
vagaba con planta incierta,
lleno el pecho de suspiros,
llena el alma de quimeras.
Era tan arisco y fosco
que al verlo pasar, malévolas
mirábanse y sonreían
las flores y las doncellas.
   En el rincón más obscuro
de su lóbrega vivienda,
recatándose de todos,
pasaba la noche entera.
Ambos los brazos al cielo
levantaba con frecuencia,
sin decir una palabra,
sin murmurar una queja.
Pero al tocar media noche,
escuchábanse allá fuera
acordados instrumentos,
coros de voces angélicas,
y al poco rato llamaban,
blandos golpes a la puerta.
   Y cual sombra que resbala,
hermosa, ideal, aérea,
entraba su dulce amante,
en gasas de espuma envuelta.
Era el velo de su frente
de hilos de escarchadas perlas;
sus mejillas, cual la rosa
que la aurora colorea.
Caían sobre sus hombros
olas de doradas crenchas;
derramaban sus pupilas
apasionadas ternezas,
y -¡ay Dios!- ¡cómo se abrazaban
el caballero y la bella!
   Estrechábala el hidalgo,
y el mismo entonces ya no era:
el tímido se aventura,
el soñoliento despierta,
el arisco se enternece,
late el insensible y tiembla.
Y ella, le hostiga mimosa
y le provoca risueña,
y con el fúlgido velo,
envuélvele la cabeza.
   En alcázar diamantino
el caballero se encuentra;
tanta hermosura le asombra,
tanto resplandor le ciega.
Y aún en sus ansiosos brazos
a la encantadora estrecha,
y es su afortunado esposo,
y su dulce esposa es ella,
y en torno tañe la cítara
coro de sílfides bellas.
Tañe la cítara, canta
y el pie a las danzas apresta...
El amante desfallece,
y aún abraza a la hechicera;
pero, de pronto, las luces
se apagan, y en las tinieblas,
en el rincón más obscuro
de su lóbrega vivienda,
otra vez solo y sombrío
está el hidalgo, ¡el poeta!
 
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- 1 -

   En Mayo, cuando las flores
abren todas el botón,
sentí nacer los amores
dentro de mi corazón.
 
   En Mayo, cuando las aves
rompen todas a cantar
les dije mis ansias graves
y mi oculto malestar.
 
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- 2 -

   Vierto una lágrima, y miro
brotar al punto una flor;
y cuando exhalo un suspiro
se trueca en un ruiseñor.
 
   Si me quieres, esas flores
todas para ti serán;
y todos los ruiseñores
en tu reja cantarán.
 
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- 3 -

   La paloma y la rosa, el sol y el lirio,
amaba en otro tiempo con delirio:
hoy, te amo solamente
a ti, mi niña hermosa,
a ti, de todo amor única fuente,
a ti, paloma y lirio, sol y rosa.
 
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- 4 -

   Cuando dulces y tranquilas
me contemplan tus pupilas,
se disipa mi aflicción;
cuando, sin miedos ni agravios,
tus labios das a mis labios,
curado está el corazón.
 
   Cuando la cabeza inclino
en tu seno alabastrino,
el cielo siento bajar;
cuando tu labio sincero
exclama: «¡Cuánto te quiero!»
rompo entonces a llorar.
 
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- 5 -

   Te vi hermosa, purísima, radiante,
en sueño halagador; hoy vuelvo a verte:
aún es tan bello y dulce tu semblante;
pero pálido está como la muerte.
 
   Sólo tus labios el carmín inflama,
y borra el beso sus matices rojos:
¡de aquella que admiré, celeste llama,
       nada queda en tus ojos!
 
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- 6 -

   La frente inclina tú sobre mi frente,
y corran juntos nuestros lloros luego;
el pecho pon sobre mi pecho ardiente,
y los dos ardan en el mismo fuego.
 
   Caiga sobre esa hoguera devorante
nuestro copioso llanto en largo río;
oprímate en mis brazos, loco amante,
y moriré dichoso, dueño mío.
 
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- 7 -

   Depositar quisiera el alma mía
en el cáliz gentil de un lirio en flor,
y que cantara el lirio noche y día
       canciones a mi amor.
 
   Y que se estremecieran palpitantes
esas canciones, como el beso aquel
que recibí en dulcísimos instantes
       de tus labios de miel.
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- 8 -

   Están en el firmamento
inmóviles las estrellas,
y con dulce arrobamiento
se miran y hablan entre ellas.
 
   Se hablan con amor profundo
en lengua tan singular,
que ningún sabio del mundo
la ha podido descifrar.
 
   Yo la tengo descifrada
y jamás la olvidaré;
en el rostro de mi amada
el vocabulario hallé.
 
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- 9 -

   Te llevaré en las alas de mi canto,
te llevaré muy lejos, dueño mío;
a la orilla feliz del Ganges santo
tengo un albergue espléndido y umbrío.
 
   A la luz de la luna, en valle ignoto,
floresta yace allí, fresca y lozana,
do la flor pura del sagrado loto
espera fiel a su amorosa hermana.
 
   Allí charlan las pálidas violetas
y a los astros sonríen cariñosas;
allí dicen, en pláticas discretas,
sus cuentos aromáticos las rosas.
 
   Allí, vagos rumores escuchando,
se para la gacela diligente;
allí, a lo lejos, con murmurio blando
fluye del Santo Río la corriente.
    Reclinados allí, mi dulce dueño,
a la trémula sombra de las palmas,
de paz y dicha celestial ensueño
disfrutarán unidas nuestras almas.
 
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- 10 -

   A la lumbre del sol abrasadora
cierra la flor del loto el tierno broche;
       y aguarda, soñadora,
       la apetecida noche.
 
   La luna, que es su amante,
con sus pálidos rayos la despierta;
y la flor los recibe palpitante,
       la faz ya descubierta.
 
   Arde, fulgura, exhala su perfume,
       contempla ansiosa el cielo,
tiembla, suspira, llora y se consume
       en amoroso anhelo.
 
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- 11 -

   El Rhin sagrado desata
su caudaloso raudal,
y en sus espejos de plata
Colonia copia y retrata
su famosa catedral.
 
   En la catedral aquella
hay, sobre cuero dorado,
pintada una imagen bella,
que en mi cielo encapotado
siempre fue benigna estrella.
 
   Es la Virgen, que triunfante
está de ángeles cercada;
sus ojos, su labio amante,
todo en ella es semejante
al rostro de mi adorada.
 
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- 12 -

   ¿Por qué jurar y ofrecer?
Bésame con frenesí,
pues nunca, hermosa, creí
en palabras de mujer;
si tu voz me da placer,
más dulce tu beso siento;
que eres mía experimento,
y así mi ventura labras;
que lo demás son palabras,
palabras que lleva el viento.
 
   Pero, no; ¡promete y jura!
Una palabra, mi vida,
de tu boca bendecida
toda mi dicha asegura.
Alcanzo tanta ventura
cuando en tus brazos me ves,
que sueño yo -¡soñar es!-
que has de amarme, en puridad
por toda la eternidad,
y aún mucho tiempo después.
 
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- 13 -

   No me quieres, no me quieres,
y soporto tu desdén;
tu rostro de cielo miro,
y soy más feliz que un rey.
   Me odias; de tus propios labios
lo escucho: ¡cómo ha de ser!
¡Deja que tus labios bese;
y así me consolaré!
 
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- 14 -

   ¡Cuántas canciones dediqué a los rojos
       labios de mi adorada!
¡Cuántos tercetos a sus bellos ojos
       y a su dulce mirada!
 
   Y si mi hermosa corazón tuviera,
       también, fino y discreto,
a su sensible corazón hiciera
         un bonito soneto!
 
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- 15 -

   El mundo está ciego y loco;
¡cuán vanos sus juicios son!
Dice, ¡oh bien a quien invoco,
que tienes mal corazón!
   El mundo está loco y ciego!
No te conoció jamás.
No sabe cómo arde el fuego
en los besos que me das.
 
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- 16 -

   Dímelo tú, dueño mío:
¿Eres sueño halagador
que en una tarde de estío
forjó el dulce desvarío
del vate, loco de amor?
 
   ¡Oh! no: tus labios de rosa,
tu gracia alegre y donosa,
tu pupila, que arde inquieta,
no pueden ser, niña hermosa,
un ensueño del poeta.
 
   Basiliscos y dragones,
horripilantes visiones
y monstruosos disparates;
esas son las creaciones
permitidas a los vates.
 
   Pero tu dulce alegría,
tu travesura discreta,
tu genial coquetería,
no pueden ser, vida mía,
un ensueño del poeta.
 
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- 17 -

   Como al nacer del mar Venus gloriosa,
hoy con todo el fulgor de su hermosura,
brilla mi dulce amada: tierna esposa,
amor a otro hombre jura.
 
   ¡Paciente corazón, tu enojo apaga!
no acuses su perjurio y su mancilla:
disculpa, pobre corazón, cuanto haga
       la adorable loquilla.
 
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- 18 -

   No te acuso, al perderte, dueño mío:
no te acuso, aunque el alma me quebrantes:
¡Bella estás con tu espléndido atavío!
¿Podrá, empero, el fulgor de los diamantes
iluminar tu corazón sombrío?
 
   ¡Ah! lo sé todo: en dolorido ensueño
vi tu hondo corazón: ¡era morada
de noche obscura, horrible, encapotada!
Y víboras vi en él, ¡oh dulce dueño,
y vi que eras también desventurada!
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- 19 -

   Desdichada eres tú, querida mía;
desdichados al par somos los dos;
desdichados seremos hasta el día
que cure nuestro mal la muerte pía,
       ¡hasta que quiera Dios!
 
   Brilla en tus labios risa de despecho,
y en tu mirar irónica altivez;
       glorioso y satisfecho,
late el orgullo en tu triunfante pecho;
y somos desdichados a la vez!
 
   Al arder más espléndidos tu ojos,
una lágrima en ellos asomó;
mueren las risas en tus labios rojos;
tu pecho esconde míseros enojos,
¡y eres tan desdichada como yo!
 
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- 20 -

   Preludia el violín sonoro;
sigue la música toda;
la dulce niña que adoro
celebra el baile de boda.
 
   La flauta y el violonchelo
marcan su alegre compás:
los angelitos del cielo
lloran a no poder más.
 
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- 21 -

   ¿Olvidar pudiste así
que tu corazón fue mío,
tu corazón -¡ay de mi!
el más dulce, falso y frío,
de cuantos yo conocí?
 
   ¿Así pudiste olvidar
mi querer y mi penar,
tan grandes ambos -¡ay Dios!-
que aún no he podido aclarar
cuál fue mayor de los dos?
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- 22 -

   Si supieran las pobres florecillas
cuán vivo es mi dolor,
me ofrecieran, piadosas y sencillas,
       su aroma bienhechor.
 
   Si supieran los tiernos ruiseñores
       cuán grande es mi penar,
dieran algún alivio a mis dolores
       cantando sin cesar,
 
   Si supiesen los astros en el cielo
       cuán hondo es mi sufrir
dejaran para darme algún consuelo,
       su alcázar de zafir.
 
   Pero no saben ¡ay! la pena mía
       estrella, ave ni flor;
sábela sólo quien desdeña impía
       mi afán y mi dolor.
 
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- 23 -

   ¿Por qué veo tan pálidas las rosas?
       ¡Dímelo, vida mía!
¿Por qué están las violetas pesarosas
       en la floresta umbría?
 
   ¿Por qué la alondra fúnebres clamores
       desde los cielos vierte?
¿Por qué aspiro en la esencia de las flores
       un hálito de muerte?
   ¿Por qué derrama el sol, lánguido y frío,
       lumbre incierta y obscura?
¿Por qué está el mundo tétrico y vacío,
       como una sepultura?
 
   ¿Por qué yo propio estoy tan muerto y triste?
       ¡Habla! ¡contesta! ¡di!
¿Por qué, mi amor, si un tiempo me quisiste,
       me abandonaste así?
 
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- 24 -

   Hablaron mucho de mí
para robarte la calma;
mucho murmuraron, sí;
pero no ha llegado a ti
lo que me destroza el alma.
 
   Entre mucho «¡Guarda, Pablo!»
soltaban, haciendo el bú,
algún horrible vocablo;
decían que yo era el diablo,
y los escuchabas tú.
 
   Pero, entre tanto fiscal,
quedó lo más criminal,
lo más grave y de más bulto,
en el abismo fatal
de mi corazón oculto.
 
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- 25 -

   El ruiseñor cantaba; florecía
el tilo, y fulguraba el sol radiante.
Entonces me besaste, vida mía,
y trémulo tu brazo me oprimía
contra tu ansioso pecho palpitante.
 
   La guirnalda cayó, que el tilo viste;
graznaba el cuervo; desmayado y triste
se hundía el sol; con fría indiferencia
nos dijimos 'adiós' y tú me hiciste
la más ceremoniosa reverencia.
 
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- 26 -

(30)   ¡Mucho, en verdad, los dos hemos sentido
tú por mí, yo por ti!... ¡y hemos vivido
llevándonos tan bien!... y hemos jugado
a marido y mujer, sin que arañado
nos hayamos jamás, ni sacudido.
   Juntos en risa y regodeo y broma
supimos tiernamente
jugar a beso-daca y beso-toma.
 
   Y -¡cosas de muchachos!- de repente
jugar al escondite resolvimos;
y tal jugado habemos,
y tal maña nos dimos,
y tan rebién, por fin, nos escondimos,
que ya nunca jamás nos hallaremos.
 
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- 27 -

   Con cariñosa afición
y con obsequios seguros
respondiste a mi pasión;
y en una y otra ocasión
me hiciste salir de apuros.
 
   Me diste -¡cómo ha de ser!
de comer y de beber;
me arreglaste el equipaje,
y hasta te hube de deber
el pasaporte del viaje.
 
   El cielo te guarde pío
en invierno y en estío;
el cielo te guarde... Mas
lo que hiciste en favor mío,
no te lo pague jamás.
 
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- 28 -

   Fue crudo y mucho duró
el triste invierno infecundo;
pero, al fin, Abril llegó:
alegróse todo el mundo,
¡todo el mundo, menos yo!
   Abriéronse flores suaves;
el cencerro del rebaño
sonó con acentos graves;
y como en tiempo de antaño,
hablaron todas las aves.
   No quise atender, adusto,
su idioma revelador:
tachábalo todo, injusto;
no escuchaba a nadie a gusto,
ni aun al amigo mejor.
   Esto recuerdo que fue
en aquella época en que
comenzó la gente, odiosa,
a llamar 'Señora de...'
a mi niña veleidosa.
 
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- 29 -

   Mientras yo en tierras extrañas
soñaba mil despropósitos,
el tiempo se le hizo largo
a la niña a quien adoro;
cosió el vestido de bodas,
y abrazó, cual dulce esposo,
de todos sus pretendientes
al pretendiente más tonto.
 
   Más hermosa cada día
la veo, y admiro absorto
las rosas de sus mejillas,
las violetas de sus ojos;
y esforzarme en olvidarla
ha de ser -bien lo conozco-
de todos mis desatinos
el desatino más tonto.
 
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- 30 -

   Las azules violetas ruborosas
de su pupila, que serena brilla;
las delicadas rosas
de su fresca mejilla;
las blancas azucenas de su mano:
todo, para robarme dicha y calma,
todo aún florece espléndido y lozano:
nada hay marchito en ella, más que el alma.
 
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- 31 -

   Es hoy tan bello el mundo; la alta esfera
tan azul; tan sereno el claro río;
tan blando el viento; se abre en la pradera
tanta flor empapada de rocío;
bulle tan jubilosa y placentera
la feliz muchedumbre en torno mío,
que estar quisiera en el sepulcro helado,
a su yerto cadáver abrazado.
 
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- 32 -

   Cuando en la tumba yazgas, dueño mío,
en el lecho de sombra y de reposo,
iré a buscarte en su regazo frío,
y allí por fin te abrazaré dichoso.
 
   Te abrazaré, te besaré incesante,
pálida, inmóvil, silenciosa, muerta;
estremecido, extático, anhelante,
te oprimiré a mi pecho, muda y yerta.
 
   Tocará media noche; irán los muertos
a danzar, de sus tumbas evocados;
y por la losa funeral cubiertos,
estaremos los dos bien abrazados.
 
   La trompeta final sonará un día;
acudirán al juicio los difuntos;
y sordos a sus ecos, vida mía,
seguiremos allí, quietos y juntos.
 
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- 33 -

   Envuelto en frío sudario
de hielo, sobre un peñón,
se alza un pino solitario
del árido septentrión,
 
   Sueña con una palmera
que en el oriental edén,
en abrasada ribera
suspira y sueña también.
 
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- 34 -

La cabeza
   ¡Si fuera yo el escabel
de tus plantas, vida mía!
Por más que golpease en él
tu pie caprichoso y cruel,
nunca, amor, me quejaría.
 
El corazón
 ¡Si el acerico yo fuera
do tu mano clava fiera
la aguja de tu labor!
¡Cuántas más veces me hiriera
fuera mi gozo mayor!
 
La copla
   ¡Si fuera yo el retorcido
papel, al bucle prendido
que tu sien ha de adornar!
¡Cómo dijera a tu oído
lo que hoy tengo que callar!
 
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- 35 -

   Huyó la risa de mis labios tristes,
hermosa infiel, cuando te vi partir;
escucho sin cesar bromas y chistes;
       ¡y no puedo reír!
 
   El llanto huyó de mis cansados ojos,
hermosa infiel, cuando te vi marchar;
rasgan mi corazón duelos y enojos
       ¡y no puedo llorar!
 
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- 36 -

   ¡Ay! de mis penas más graves
compongo breve canción,
y agitando plumas suaves,
va a posarse (tú lo sabes)
en tu ingrato corazón.
 
   Penetra en su oculto centro,
y volviendo luego atrás
viene llorando a mi encuentro,
sin que me diga jamás
qué es lo que ha visto allá dentro.
 
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- 37 -

   Horteras endomingados
triscan por selvas y prados
cual cabrito en la maleza,
admirando alborozados
la feraz naturaleza.
 
   Los matorrales floridos
contemplan embebecidos;
y el cantar de los gorriones
causa en tus toscos oídos
románticas emociones.
 
   Cubre mi ventana en tanto
negra cortina, y así,
en las alas del encanto,
los fantasmas que amé tanto
vienen de nuevo hasta mí.
 
   Viene mi perdido amor,
rompiendo el sepulcro frío;
me abraza consolador
y sucumbe a su dolor
el pobre corazón mío.
 
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- 38 -

   A veces, una imagen ilusoria
       del bien que ya perdí,
renace, por traer a mi memoria
aquellos tiempos en que fue mi gloria
       estar cerca de ti.
 
   De día, por la calle, a la ventura,
       vagaba soñador;
la gente, sospechando mi locura,
contemplaba mi extraña catadura
       con sorpresa y temor,
 
   De noche, era mejor; lóbrega, fría,
       desierta la ciudad;
yo, con mi sombra, en grata compañía,
silencioso y pausado recorría
       la muda soledad.
 
   Lento cruzaba el extendido puente,
       resonante a mis pies;
y rasgando el nublado transparente
me mandaba la luna complaciente
       salutación cortés.
 
   Delante de tu casa embebecido,
por fuerza incontrastable conducido,
       paréme veces mil;
alcé los ojos, agucé el sentido,
       delirante, febril.
 
   Yo sé que te asomaste a la ventana
       en más de una ocasión;
y me viste, triunfante soberana,
inmóvil, en la esquina más cercana,
       como un guardacantón.
 
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- 39 -

   Un doncel ama a una bella;
ésta adora a otro galán;
el preferido por ella
enamora a otra doncella,
y al altar felices van.
 
   La víctima de su amor
al primer pobre señor
que encuentra, le da la mano;
el joven que la amó en vano,
sufre y calla su dolor.
 
   Este es un antiguo cuento,
que siempre nuevo será;
y aunque es común el evento
¡ay de quien sufre el tormento
que al alma sensible da!
 
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- 40 -

   Cuando escucho la canción
que cantaba mi adorada,
me da un vuelco el corazón,
y por la amarga emoción
siento el alma desgarrada.
   Un indefinible anhelo
me conduce; corro, vuelo,
y en el bosque voy a dar;
allí encuentro algún consuelo;
¡pero, a fuerza de llorar!
 
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- 41 -

   Soñé con una princesa:
huella de mortal dolor
llevaba en el rostro impresa:
bajo la enramada espesa
la abracé, loco de amor.
 
   -«¡Ah princesa! No ambiciono
corona, cetro ni trono;
guárdelos tu padre, sí;
todo el resto lo abandono,
si lograrte puedo a ti.
 
   -No puede ser: ¡triste suerte!
ya es la tumba mi mansión:
sólo de noche, por verte,
vengo, burlando a la muerte:
¡ve si es grande mi pasión!»
 
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- 42 -

   El piélago sin ribera
surcábamos, dulce bien,
una noche placentera,
mecidos por el vaivén
de nuestra barca ligera,
 
   Isla encantada a lo lejos
divisábamos perplejos;
oíamos dulces sones:
y entre pálidos reflejos,
danzaban blancas visiones.
 
   Y cada vez el cantar
era más dulce, y al par
más fantástica la danza;
y por el inmenso mar
íbamos sin esperanza.
 
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- 43 -

   Un añejo y dulce cuento
lleva el alma enamorada,
en las alas del portento,
hacia una tierra encantada.
   Do, al abrirse, cada flor,
del ocaso al blando arrullo
contempla, llena de amor,
a otro entreabierto capullo.
   Donde todo árbol murmura
y habla su lenguaje incierto;
donde toda fuente pura
toma parte en el concierto:
   Y es tan dulce la armonía,
y es tan grata la ilusión,
que rinde su poesía
al más duro corazón.
   ¡Ah! ¡Si en tan bello lugar
lograse feliz reposo,
y mis penas olvidar,
y ser libre, y ser dichoso!
   Mas, si esa tierra encantada
logro de noche entrever,
borra su imagen soñada
el sol al amanecer.
 
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- 44 -

   Te amé, y mi pobre corazón aun te ama;
y aunque se hundiera el universo un día,
de sus escombros la triunfante llama
de mi insensato amor renacería.
 
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- 45 -

   Era hermosa y brillante la mañana;
era el jardín espléndido y fecundo;
la flor charlaba con la flor galana:
       yo iba meditabundo.
 
   La flor charlaba con la flor galana,
y decía, mirándome el semblante:
-«¡No guardes, no, rencor a nuestra hermana,
       hosco y pálido amante!»
 
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- 46 -

   Fulgura mi loco amor,
fogoso al par y sombrío,
cual canto conmovedor
que refiere un trovador
en una noche de estío.
 
   En jardín lleno de flores
gozan, solos, su fortuna
dos rendidos amadores:
¡Cuál cantan los ruiseñores!
¡Cuál resplandece la luna!
 
   Detiénese la doncella;
póstrase el galán ante ella;
entra, de pronto, en el huerto
el Gigante del desierto;
y huye aterrada la bella.
 
   Cae el caballero herido,
y a su antro vuelve el gigante.
Lo mismo me ha sucedido;
la fosa abridme al instante,
y está ya el cuento concluido.
 
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- 47 -

   Me han atormentado el alma,
me han descolorido el rostro,
los unos con sus cariños,
con sus rencores los otros.
 
   Me han envenenado el agua
que bebo y el pan que como,
con sus cariños los unos,
con sus rencores los otros.
 
   Pero la que me ha causado
más tormentos, entre todos,
esa, ni jamás me quiso,
ni me odió nunca tampoco.
 
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- 48 -

   Brilla el ardoroso estío,
¡adorado dueño mío!
en tu rostro floreciente;
y el invierno, siempre frío,
en tu pecho indiferente.
 
   Mas no pasa el tiempo en vano:
tu rostro el invierno cano
mustiará sin compasión;
y entonces ¡ay! el verano
arderá en tu corazón.
 
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- 49 -

   Cuando se dan la mano dos amantes,
por siempre separándose quizás,
los sollozos, las quejas delirantes
       no terminan jamás.
 
   Nosotros, en tan críticos momentos,
ni un ¡ay! tuvimos; pero, ya lo ves,
los suspiros, los lloros, los lamentos
       han venido después.
 
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- 50 -

   Tomaban té y platicaban
a la vez sobre el amor,
ellos, con tono dogmático,
ellas, con dulce emoción.
   -«Amor debe ser platónico»
el mustio corregidor
dijo, y exclamó sonriendo
la corregidora: -«¡Ay Dios!»-
   -«El amor intemperante
es nocivo» prorrumpió
el doctoral, y una joven
-«¿Por qué?» -dijo a media voz.
 
   -«Amor», dijo la marquesa
«es invencible pasión»,
miró al conde de soslayo
y una taza le ofreció.
   Aun cabías tú en el corro,
mi bien, y seguro estoy
de que mucho mejor que ellos
dijeras lo que es amor.
 
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- 51 -

   ¡Están emponzoñadas mis canciones!...
       ¿No lo han de estar, mi amor?
Tú mataste mis dulces ilusiones
       con tósigo traidor.
 
   ¡Mis canciones están emponzoñadas!...
       ¿No lo han de estar, mi bien?
Llevo en el alma sierpes enroscadas;
       ¡te llevo a ti también!
 
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- 52 -

   Soñé: ¡mi sueño de siempre!
estaba a solas contigo;
eterno amor nos jurábamos
a la sombra de los tilos.
   Después de los juramentos,
de largos besos seguidos,
en la mano por memoria,
me clavaste los colmillos.
   Niña, la de ojos azules,
la de los dientes blanquísimos,
bastábame el juramento;
de más estaba el mordisco.
 
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- 53 -

   Subí a la cumbre altanera;
estaba sentimental.
«¡Si pajarito yo fuera...»
dije, pensando en mi mal.
 
   Si fuera -¿qué más placer?
golondrina, bien querido,
pronto me vieras tejer
en tu ventana mi nido.
 
   Si fuera yo ruiseñor,
iría a darte un concierto,
himnos cantando de amor
en los tilos de tu huerto.
 
   Si fuera canario, a verte
también, y a cantarte, iría,
ya que tanto te divierte
tu canario, vida mía.
 
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- 54 -

   ¡Anda que andarás! Corría
sin detenerse el carruaje:
vivo el sol resplandecía,
y animación y alegría
daba al hermoso paisaje.
 
   Iba yo triste y mohíno,
recordando de contino
a mi dulce amor ausente:
tres fantasmas, de repente,
me salieron al camino.
 
   Al pasar, me saludaron,
y horribles muecas hicieron,
y los brazos levantaron,
y gimieron y silbaron,
y a lo lejos se perdieron.
 
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- 55 -

   Lloraba en sueños con horrible espanto
soñé que estabas muerta, vida mía;
       desperté, y aun el llanto
       por mi rostro corría.
 
   Lloraba en sueños: con mortal despecho
soñé que me dejabas, bien que adoro;
       desperté y largo trecho
       corrió amargo tu lloro.
 
   Lloraba en sueños: con anhelo suave
soñé, mi dulce amor, que aún eras mía;
       desperté, y -¡Dios lo sabe!-
       hoy lloro todavía!
 
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- 56 -

   Todas las noches, en feliz ensueño,
hermosa y melancólica te miro;
tú me sonríes, y con loco empeño,
me prosterno a tus pies, lloro y suspiro.
 
   Contemplas dolorida mi quebranto,
doblas después la cabecita rubia;
y las divinas perlas de tu llanto
tus ojos vierten en copiosa lluvia.
 
   Y me das de ciprés rama siniestra,
y una palabra dejas en mi oído;
y despierto azorado, y en la diestra
falta la rama y la palabra olvido.
 
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- 57 -

   ¡Horrible noche! Un torrente,
vierten las lluvias sonoras;
silba el ábrego inclemente:
¿qué estará haciendo a estas horas,
mi pobre niña inocente?
 
   Viéndola estoy, asomada
al balcón, meditabunda,
la faz en lloros bañada,
y perdida la mirada
en la obscuridad profunda.
 
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- 58 -

   El cierzo silba en las ramas;
húmeda y fría es la noche;
envuelto en mi capa negra,
cabalgo a través del bosque.
   Delante de mí cabalgan
mis pensamientos indóciles,
y a la mansión de mi amante
me conducen al galope.
   Ladran los perros; con luces
salen ya los servidores;
van sonando mis espuelas
al subir los escalones.
   En cámara que tapizan
estofas de mil colores,
mi dulce amante me aguarda
y entre sus brazos me acoge.
   Y el viento silba en las ramas,
y me dice el viejo roble:
-«¿Adónde vas, loco hidalgo,
con tus locas ilusiones?»
 
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- 59 -

   Una estrella pura y bella
caía, sin dejar huella,
en la inmensidad sombría:
del amor era la estrella,
la estrella que así caía.
 
   En lluvia de hojas y flores
al viento, verde manzano
daba sus galas mejores,
y en sus giros voladores
las llevaba el aire vano.
 
   Blanco cisne en limpia fuente
bogaba con blandas plumas,
cantando armoniosamente:
y se hundía en las espumas
de su tumba transparente.
 
   Todo, ¡ay mis tristes amores!
obscuro y mudo quedó:
volaron hojas y flores;
perdió el astro sus fulgores;
el blanco cisne calló.
 
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- 60 -

   A un maravilloso alcázar
transportóme el Dios del sueño,
lleno de mágicas luces
y de vapores siniestros.
   Tropel confuso de gente
iba con pasos inciertos
por el largo laberinto
de cámaras y aposentos.
La puerta buscaban todos,
dudosos, pálidos, trémulos;
gritos angustiosos dando,
manos convulsas tendiendo.
Mezclábanse en el tumulto
señoras y caballeros,
y en el obscuro gentío
encontrábame yo envuelto.
   Hállome de pronto a solas;
miro en torno, y no comprendo
cómo pudo disiparse
la turba en tan breve tiempo.
Solo, enteramente solo,
echo a andar, sin rumbo cierto;
pero plomo son mis plantas,
plomo mi angustiado pecho:
la salida busco en vano,
y de hallarla, desespero.
De pronto llegó a la puerta,
mas, cuando a la puerta llego,
encuentro en ella... ¡Dios mío!
¿Cómo decir lo que encuentro?
   Era mi hermosa tirana,
era mi adorado dueño
con el suspiro en los labios
y en la frente el desconsuelo.
Vuelvo atrás despavorido,
y ella me llama en silencio
con un ademán, que ignoro
si es de súplica o imperio;
pero en sus ojos celestes
brilla dulcísimo fuego,
que en la frente y las entrañas
sentí arder al mismo tiempo.
Me miraba y me miraba
con aire amante y severo,
y a lo mejor de mirarme,
me hallé, de pronto, despierto..
 
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- 61 -

   La noche es negra y fría;
por la selva sombría
arrastro sollozando mi tristeza;
a los robles despierta la voz mía,
y mueven, compasivos, la cabeza.
 
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- 62 -

   En cualquier encrucijada
dan sepultura ignorada
a quien se quita la vida:
nace una flor azulada;
la flor del alma perdida.
 
   Era de noche, y en una
encrucijada escondida
paréme; ¡negra fortuna!
¿Que vi? ¡Brillar a la luna
la flor del alma perdida!
 
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- 63 -

   ¡Ah! doquiera que voy, triste y sombrío
cíñeme obscuridad llena de enojos,
desde que no me alumbra, vida mía,
       el rayo de tus ojos.
 
   Apagóse la luz tan clara y pura
la estrella de amor plácida y tierna;
abre a mis pies horrible sepultura;
       ¡trágame, noche eterna!
 
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- 64 -

   Mis ojos todo eran sombra;
mi boca, pesado plomo:
la sien fría, el pecho inmóvil,
yacía en sepulcro lóbrego.
   Cuánto tiempo allí dormía
es un misterio que ignoro;
desperté porque en la tumba
me llamaban, no sé cómo.
-«¿No te levantas, Enrique?
Ya despunta venturoso
el día eterno, y los muertos
se alzan del sepulcro todos.
-Mi bien; no puedo moverme:
aún están ciegos mis ojos;
tanto su desdén lloraron,
que los cegaron los lloros.
-Verás cómo el velo, Enrique,
a fuerza de besos rompo;
y aparecerá a tu vista
todo el celestial emporio.
-Mi bien, moverme no puedo:
el corazón tengo roto;
aún mana sangre la herida
que le hicieron tus antojos.
-Sobre el corazón, Enrique,
la piadosa mano pongo,
y ya no duele la herida
ni mana sangre tampoco.
-Mi bien, moverme no puedo.
las sienes tengo hechas trozos;
yo mismo las destrozaba
al saber que tú eras de otro.
-Venda, Enrique, de tus sienes
haré con mis rizos propios,
restañando de tu sangre
los derramados tesoros».
   Resistir más ya no pude
el halagüeño coloquio;
por levantarme y seguirla
hice un esfuerzo espantos.
   Abriéronse las heridas;
y saltó la sangre a chorros;
al verme anegado en ella,
grité y desperté de pronto.
 
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- 65 -

   Quiero enterrar mis cantares,
quiero enterrar mis ensueños;
y un ataúd voy buscando
donde quepan todos ellos.
   ¡Cuántas cosas, cuántas cosas
he de meter allí dentro!
Como el tonel de Heidelberga
habrá de ser, por lo menos.
   Para conducirle a cuestas
necesito dos maderos:
como el puente de Maguncia
han de ser largos y recios.
   Buscaré doce gigantes,
los doce tan corpulentos
como aquel santo Cristóbal
que es de Colonia portento.
   En hombros han de llevarlo
a orillas del mar revuelto;
han de arrojarlo al abismo:
¡tal fosa para tal féretro!
   ¿Preguntáis por qué tan grande
la caja fúnebre quiero?
¡Porque he de encerrar en ella
mi amor y mis sufrimientos!
 
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Apéndice al «Intermezzo lírico»

 
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- 1 -

                                             

   Puras, doradas, fúlgidas estrellas,
saludad gratas a mi dueño cruel;
decidle que soy siempre, luces bellas,
tierno y sumiso, desgraciado y fiel.
 
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- 2 -

   Encadéname en tus brazos,
mujer, estréchame más;
aprieta bien tus abrazos,
y anuda tanto esos lazos,
que no se rompan jamás.
   ¡Así! ¡logré mi ambición!
Ya ceñido, corazón,
por la más bella serpiente,
gozarás perpetuamente
las dichas de Laocón.
 
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- 3 -

   Aunque me lo diga el cura,
no creo en el cielo, no;
creo en tus radiantes ojos,
que mi único cielo son.
   Aunque me lo diga el cura,
no creo en Dios padre, no;
en tu corazón yo creo,
tu corazón, que es mi Dios.
   No creo, no, en el infierno;
solamente creo yo
en tus bellísimos ojos
y en tu infame corazón.
 
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- 4 -

   Eterna y dulce memoria
me roba sosiego y calma,
recuerdo -¡dicha ilusoria!-
que en breves días de gloria
fuiste mía en cuerpo y alma.
   Aún tu cuerpo palpitante
tan mórbido y arrogante,
estrechara, de amor loco;
el alma me importa poco;
alma, tengo yo bastante.
   Partirla quisiera, si,
y en abrazo sin igual
la mitad dártela a ti;
y de cuerpo y alma, así
fuera el conjunto cabal.
 
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- 5 -

   Oí elogiar por igual
tres cosas de gran valor;
la piedra filosofal
y la amistad y el amor.
   Ansioso tras ellas fui;
pero, ¿existen?; no lo sé.
He de deciros, de mí,
que jamás las encontré.

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