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ArribaAbajo- XXXIX -


ArribaAbajo   Señor, a eterno ayuno me dedico,
no llegue para mí opulento el día,
si yo no puedo ser por otra vía,
que por litigio, y tribunales rico.

   Por aquella piedad te lo suplico,  5
con que abreviando en la flaqueza mía,
siendo la voz, que tierra y cielos cría,
temiste de la voz de un juez inico.

    ¿Cuán saca la bellísima inocencia,
aun cuando el juez le da la mano amiga  10
de las uñas causídicas el gesto?

    ¡Oh siglo, siervo de servil paciencia!
¿Cuál bruto, cuál frenético litiga,
si puede hacer, que lo condenen presto?




ArribaAbajo- XL -


ArribaAbajo    ¿Por qué habitáis, silvestres homicidas,
entre fieras armados de su furia,
pudiendo en opulencia y en lujuria,
entre las gentes, como Creso y Midas?

   Venid a hacer pacíficas heridas  5
y pacíficos robos en la curia;
que aquí os dará jurídica la injuria
autorizadas y seguras vidas.

   La victoria sin sangre más se alaba,
y del sutil abuso de las leyes  10
(que el juez no puede más) pende el suceso.

    Si robara las vacas y los bueyes
caco por los asaltos de un proceso,
¿qué le valiera a Hércules la calva?




ArribaAbajo- XLI -


ArribaAbajo    Dime, Teodoro, así los sacros huesos
de Bártulo y de Baldo vuestros lares,
como Cástor y Pólux en los mares,
calmen la tempestad en los procesos;

    ¡por qué mostrando la verdad expresos,  5
próvida hasta en los casos singulares,
en las lites, o graves o vulgares,
de arbitrio humano penden los sucesos?

   De las vulgares, Ticio, ni los nombres
llegan a calentarnos la noticia;  10
en las graves hay arte diligente.

    Que exhala en los crisoles su justicia;
entre ambas sacan título aparente;
y así, en entre ambas son los hombres, hombres.




ArribaAbajo- XLII -


ArribaAbajo   Tu aliento, Herminia, en su fragancia viva
tan suaves espíritus ofrece,
que ni un jardín su emulación merece,
aunque todas sus flores aperciba.

    Mas el que por las barbas se deriva  5
de tu esposo, ¿con qué salud se cuece,
que huele a yema o pollo, que perece
corrompido en la cáscara abortiva?

    No es la más grave de las servidumbres
que la boca le des; que su lujuria  10
tus perlas manche y lisie tus corales.

   ¡Oh túmulo, y no tálamo! ¿cuál furia
en ti rindió las leyes naturales
a la fortuna? ¡oh tiempos! ¡oh costumbres!




ArribaAbajo- XLIII -


ArribaAbajo   Dejan las musas arcos y vihuelas,
para oír el correo, que sobre el pelo
crespado trae con alas un capelo,
y en los talones alas por espuelas.

    «Manda Juno (les dice) que echéis telas;  5
que está pobre de sábanas el cielo;
demás que, fabricado de cerbelo,
ociosas no están bien nueve mozuelas».

    Ciñen sus ruecas, y los husos tuercen
con blandos dedos, y los elocuentes  10
labios el aristoso lino mojan.

   De parcas quedan poco diferentes;
pero, por Dios, que es bien que las recojan,
y el día que no hilaren, que no almuercen.




ArribaAbajo- XLIV -


ArribaAbajo    Ni soles, oh tahúr, luna sin auroras
te han visto soñolientas las pestañas;
tu estado espira, al sucesor engañas,
pues tu fe y su esperanza le empeoras.

   Tu abuelo en esas tenebrosas horas  5
que velas tú, jugando sus hazañas,
armado, por difíciles montañas
pasaba sus escuadras vencedoras.

   Sabe que la nobleza es sucesiva
más por nuestra opinión que por su efeto,  10
y sin virtudes nunca meritoria.

    ¿Qué acuerdo tomas pues, oh indigno nieto,
sabiendo que es ajena aquella gloria
que del valor ajeno se deriva?




ArribaAbajo- XLV -


ArribaAbajo    Pues no siempre tus rayos vengativos
sobre montes y alcázares fulminas,
y alguna vez destroncas las encinas
y abrasas los pacíficos olivos,

   un pedante que, a gritos excesivos,  5
enseña a variar voces latinas,
júntalo a los estragos y ruinas
cuyas memorias guardan tus archivos.

    El de pálido boj, labrado al torno,
vibra un cetro a mil madres formidable;  10
caiga el brazo inhumano con ejemplo;

   que en el barrio que él hace inhabitable,
hoy te dedico, oh Júpiter, un templo,
y de inscripción piadosa te lo adorno.




ArribaAbajo- XLVI -


ArribaAbajo    Cremes, regala a Lice, y no celebres
su nombre en verso, o quema tus papeles.
Envíale una liebre, como sueles;
aunque, según Marcial, ¿a qué fin liebres?

    Mucho tiempo ha que pasas esas fiebres,  5
de que en ellos frenético te dueles,
desde que le arrojaron los broqueles
(ya sabes quién y adónde) a Mos de Gebres.

   Calla, enfadoso padre, así se halle
docto herbolario, que convierta un cobre  10
la plata hilada que tu barba cría.

    Tú, buena Lice, ruégale que calle;
así una liebre de las que él te envía
en tu figura sus efectos obre.




ArribaAbajo- XLVII -


ArribaAbajo    No temes tú mis versos, Citaredo;
finges temer, para que así propicio
el vulgo, entre el clamor de su bullicio,
te señale por sabio con el dedo.

    A lo menos sin risa, yo no puedo  5
dar tanto a la ambición de tu artificio,
que te halle alguna vez en mi juicio
aprobado por digno de ese miedo.

    Para que obren con ley nuestros decoros,
sus acciones imiten respetuosas  10
al que nace en las fieras no adquirido.

    Teman las uñas del león los toros;
mas pídanle perdón las mariposas,
si se juzgaren dignas de un bramido.




ArribaAbajo- XLVIII -


ArribaAbajo    No hay dudar, Gallo, que esta edad maldita
aborrece los sabios de manera,
que al que en trono obispal poner debiera,
no le fía las llaves de una ermita.

    Mas, pues que la repulsa lo acredita,  5
la injuria ten por gloria verdadera;
y así, no te lamentes; considera
que porque la mereces te la quita.

    Que si el derecho que antes tuvo el sabio
ahora en barbas pródigas consiste,  10
y en no saber, tras esto, el alfabeto,

    tiene razón de andar quejoso y triste;
porque ninguno como tú al respeto
ha recibido tan notorio agravio.




ArribaAbajo- XLIX -


ArribaAbajo   Bilbilis, aunque el dios que nació en Delos
te conserve fructífera sin daño,
y cuando sobre ti desciende el año,
sus guirnaldas te den todos los cielos;

    y aunque hagan tus preciosos arroyuelos  5
fuertes las armas con el noble baño,
y aunque eres patria del cortés tacaño,
que en todas sus palabras puso anzuelos;

    si no encadenas los infieles canes,
que tu aduana a los viandantes suelta,  10
ni tu muro veré ni tu camino;

   que para dar hasta Madrid la vuelta,
embarcarme en Colibre determino,
aunque la de mayor que Magallanes.




ArribaAbajo- L -


ArribaAbajo   Si esperas hoy prosperidad alguna,
solos, en la virtud de tus acciones,
por historia ridícula te expones
al siglo y aun por fábula importuna.

    De dos sacros metales la fortuna  5
en los orbes que abrazan sus regiones,
para influir sus premios y sus dones,
otro sol ha formado y otra luna.

    Si a pretender con fraudes y cautelas,
de estos dos astros amparado, acudes,  10
no habrá accidente que tu gloria impida;

   mas si sólo con letras y virtudes,
toma libranzas para la otra vida,
y en esta ni te muelas ni nos muelas.




ArribaAbajo- LI -


ArribaAbajo   Quita ese afeite, Lais; que se aceda,
y él mismo en el olor su fraude acusa;
déjanos ver tu rostro, y si rehúsa
el despegarse, quítalo con greda.

    ¿Qué tirano la ley natural veda?  5
o ¿qué murtas el diestro acero atusa,
que alegren más que la verdad confusa
de bosque inculto o bárbara arboleda?

    Si lo blanco y purpúreo que reparte
Dios con sus rosas, puso en tus mejillas  10
con no imitable natural mistura.

    ¿Por qué con dedo ingrato las mancillas?
Oh Lais, no más; que en perfección tan pura
arte ha de ser el despreciar el arte.




ArribaAbajo- LII -


ArribaAbajo   Sacro metal en Julia Celsa suena,
émulo de proféticos alientos,
que nos previene a insignes movimientos
con propio impulso y sin industria ajena.

    Ofusca el sol su faz limpia y serena,  5
arrojando esplendores macilentos,
y sacudido el orbe de portentos,
se aflige y brama en su fatal cadena.

    Y mientras que el horror de lo futuro
los ánimos oprime o los admira,  10
tú, Cremes, obstinado en tus amores,

    remites a los cetros la gran ira,
y adulas a tu Pánfila con flores,
deshonesto, decrépito y seguro.




ArribaAbajo- LIII -


ArribaAbajo    Incorregible Néstor, de los daños
que trae consigo la vejez te dueles,
porque ardes en afectos más noveles
que Venus alentó en robustos años;

    y obligando la barba y frente a baños  5
que ofuscan pelos y taladran pieles,
negros (sin culpa de los poros fieles),
peinas y enrizas hoy tus desengaños.

   Mas no sin gran prudencia los profanas,
hasta que nuestra risa te convenza  10
a que los restituyas o jubiles;

   porque vergüenza fuera o desvergüenza,
que hablaran de lascivias juveniles
labios cercados de inocentes canas.




ArribaAbajo- LIV -


ArribaAbajo   Si acomodado en mi fortuna aprieto
mi Proteo interior con cautos nudos,
y jamás por mi incienso dio estornudos,
oh Atlante, al humo interesal tu nieto;

   si nunca al vulgo mi opinión sujeto,  5
y con mis risas cínicos barbudos,
y la verdad con sus aplausos mudos
mi frente adorna de laurel secreto,

    ¿Por qué la estéril soledad codicio?
Viviendo al siglo de oro interiormente,  10
¿no estoy bien retirado en mi conciencia?

    ¿Por qué? Porque cursando entre la gente,
si se echa un necio sobre mi paciencia,
verteré por los poros el juicio.




ArribaAbajo- LV -


ArribaAbajo    Licia es aquella; acude, Fausto, y mira
cómo con el cabello dora el viento
y el rostro juvenil, de donde atento,
invisibles amor sus flechas tira;

    cuán bien con la piedad mezcla la ira  5
en el mirar risueño y el violento;
la boca, que entre perlas el aliento
de jazmín salutífero respira.

   Juzga si yo, con más razón que Ticio,
que, por Juno movió a los dioses guerra,  10
pudiera contra el cielo rebelarme.

    ¿Has visto bien que no tiene la tierra
sujeto igual? Pues sabes que un adarme,
un adarme no tiene de juicio.




ArribaAbajo- LVI -


ArribaAbajo   Lico, pues Dios los pérfidos permite
para azote amoroso de los fieles,
y después, como a varas o cordeles
ya inútiles, al fuego los remite,

    Él con sus justos rayos te visite,  5
y chamusque esos cuadros y doseles;
y los perfume que lascivo hueles,
súbito hedor sulfúreo te los quite.

    No suene en el relámpago el aviso
que a Saulo convirtió, porque tu celo  10
no es, como el suyo, digno de clemencia.

    Fuiste en la tierra látigo del cielo;
y pues muestras negar su providencia,
¿no es bien que te ejecute de improviso?




ArribaAbajo- LVII -


ArribaAbajo    Pon, Lice, tus cabellos, con lejías
de venerables, si no rubios, rojos;
que el tiempo vengador busca despojos,
y no para volver huyen los días.

   Ya las mejillas, que abultar porfías,  5
cierra en perfiles lánguidos y flojos;
su hermosa atrocidad robó a los ojos,
y aprisa te desarma las encías.

    Pero tú acude por socorro al arte,
que, aun con sus fraudes, quiero que defiendas  10
al desengaño descortés la entrada;

   con pacto (y por tu bien), que no pretendas
reducir a ruinas ser amada,
sino es de ti, sí puedes engañarte.




ArribaAbajo- LVIII -


ArribaAbajo   Por verte, Inés, ¿qué avaras celosías
no asaltaré? ¿Qué puertas, qué canceles,
aunque los arme de candados fieles
tu madre, y de arcabuces las espías?

   Pero el seguirte en las mañanas frías  5
de abril, cuando mostrarte al campo sueles,
bien que con los jazmines y claveles
de tu rostro a la aurora desafías;

    eso no, amiga, no; que aunque en los prados
placido iguala el mes las hierbas secas,  10
porque igualmente les aviva el seno;

    con las risueñas auras, que en jaquecas
sordas convierte el húmedo sereno,
hace los cimenterios corcovados.




ArribaAbajo- LIX -


ArribaAbajo    Di, Erine, aunque a Pitágoras leyendo
pienses quedar tan ajustada y fina,
que a tu celebro imite la oficina,
donde él redujo a música el estruendo.

    ¿Cinco años te abstendrás de hablar, mordiendo  5
la lengua, por seguir la disciplina,
que sus filosofantes examina
con aquel noviciado tan horrendo?

   Bien será que al silencio te prevengas,
y por decoro de una ley tan grande,  10
enciendas por si acaso buenas lumbres,

    mas ¿cómo tú has de hacer cuando te mande?
que (por ser tan golosa de legumbres)
de las que favorece más te abstengas?




ArribaAbajo- LX -


ArribaAbajo    Tuya es, oh Lucio, esa canción sin duda
como esa greña es de tu calva lisa,
y, a pesar de la tos y de la risa,
los dientes que en la boca el arte anuda.

    Y así nos muestra Erine la tez cruda  5
del rostro, aunque sin rígida pesquisa,
del pegajoso lustre nos avisa,
verdadera su frente, cuando suda.

   Recibe, por los versos que refieres
(pues que son tuyos) pronto y alabanza;  10
que a un tercero, que en esto funda agravio,

   tu fe interior le sirve de venganza;
pues cuando allá en el centro de algún sabio
mueves envidia, tú de envidia mueres.




ArribaAbajo- LXI -


ArribaAbajo   Si conoces tus menguas, no te adules,
Cedro, a ti mismo, y eso que nos dices,
dilo allá a los que alquilan sus cervices
para mudar bufetes y baúles.

   Que ya tus gracias, cuanto más las pules,  5
se arrojan en tu voz más infelices
que excrementicio humor por las narices
sobre esas canas pálidas y azules.

    Si a las fuerzas penúltimas que guardas
para que el paso juvenil prosigan,  10
ignoras el honor que les ofreces;

    caballos con su ejemplo te lo digan,
que ostentaron bozales y jaeces,
y ahora rozan jáquimas y albardas.




ArribaAbajo- LXII -


ArribaAbajo   Más teme en su raíz, Lauso, aquí un pino,
que si a surgir en Asia o en Europa,
siendo fiel mástil de obstinada popa,
atravesara el proceloso Euxino.

   Al cierzo y nieves, de este horror vecino,  5
suele vestida helársenos la ropa;
y aunque el sol salga, espera nuestra copa
que benigna segur le corte el vino.

   Impaciente yo al humo, que sin llama
entre mojados leños se concibe,  10
soy huésped de unas tejas desleales.

   Invierne en esta sierra algún caribe
execrable a las leyes naturales,
si se averigua que tus versos ama.




ArribaAbajo- LXIII -


ArribaAbajo   Yo vi una ninfa, que entre rosas fuera,
Guzmán, y entre jazmines blanca y lisa;
pero con metamórfosi improvisa
verde horror le ofuscó la tez primera.

    Díjome: «Euterpe soy, que esta ribera,  5
que con sus flores céfiro divisa,
a mí, que aliento su nativa risa,
procura, ingrata, convertirme en fiera».

    Si el Tormes, dije yo, mancilla, Euterpe,
tu lustre con escama tenebrosa,  10
¿quién se podrá quejar del Lago Averno?

    ¿Tú sólo ignoras, replicó la Diosa,
que el estilo enigmático moderno
es quien de ninfa me transforma en sierpe?




ArribaAbajo- LXIV -


ArribaAbajo    Pues nos va bien con adular, Cratilo,
rindamos la verdad a la cautela;
que en sus aplausos la virtud se hiela
sin que nadie la abrigue con un hilo.

    Tu príncipe al Salustio y al Tranquilo  5
prefiere el gusto de una nueva tela;
y suélese reír cuando la escuela
pondera las grandezas de su estilo.

    Oh, dueño de las cosas, ignorancia,
ampara a dos filósofos ayunos,  10
que a la virtud queremos oponernos,

    dispuestos a no ver libros algunos
sino de los poetas más modernos:
tanto podrá el olor de la ganancia.




ArribaAbajo- LXV -


ArribaAbajo    Engañaste, Galeso, si barruntas
que alguna vez me pareciste sabio;
que tu fisonomía es astrolabio
por donde yo averiguo mis preguntas.

    Tu frente es breve, a quien las cejas juntas  5
y la roma nariz hacen agravio
los dos bigotes sobre el grueso labio,
que se miran recíprocas las puntas.

    Dirásme que desmiente a las facciones
espíritu gentil algunas veces,  10
y así, no puede haber certeza en esto.

    Pero si no eres tú lo que pareces,
sino que hay discreción tras ese gesto,
en la encinas nacerán melones.




ArribaAbajo- LXVI -


ArribaAbajo    «Piensa, oh Mercurio, que unges los gentiles
miembros, que en red de acero viste presos;
sienta Lais, por tu antídoto, en los huesos
otro abril, que no envidie a mil abriles.

    Y mira bien que cuan le destiles,  5
líquidos por la boca, sus excesos,
no se la injurien los humores gruesos
más que a la tersa carne los sutiles».

   Esto le pide Venus; mas Remete,
«Yo, Señora, le dice, también siento  10
que tal boca se ofusque o se lastime;

   pero ¿mandaste tú que la respete
para la de un vulgar, necio, opulento,
en cuyas cerdas sin horror la imprime?».




ArribaAbajo- LXVII -


ArribaAbajo   Si aspiras al laurel, muelle poeta,
la docta antigüedad tienes escrita;
la de Virgilio y la de Horacio imita;
que el juglar del vocablo es triste seta.

    Mas ni el heroico honor de la trompeta,  5
ni la lírica voz tu mente incita;
y como es tu caudal de hilo de pita,
tus versecillos son de cadeneta.

   No muestres el envés de los vocablos,
ni los recalques en los labios tiernos;  10
que el diablo es bellacón, mas no ignorante.

   Y pues te ha de llevar a los infiernos
ese ejercicio, indigno de un pedante,
no fuera malo granjear los diablos.




ArribaAbajo- LXVIII -


ArribaAbajo    Si de Grecia sacaba el ostracismo
los buenos por insignemente buenos,
contigo, que tan pérfido a lo menos,
¿no hicieran sus repúblicas lo mismo?

   La de Corinto echárate del istmo  5
(con ser viciosa) a límites ajenos.
y aun regalado en uno de los senos
más sordos y profundos del abismo.

    Y andas entre nosotros con ofensa
de la virtud; mas no me desconsuelo  10
de que dilate un rayo la venganza.

    Que cuando en los castigos tarda el cielo,
justamente irritado, su tardanza
después en el furor la recompensa.




ArribaAbajo- LXIX -


ArribaAbajo    Cuando los aires, Pármeno, divides
con el estoque negro, no te acuso
si por ángulo recto o por obtuso,
atento al arte, las distancias mides.

    Mas di. el luciente en verdaderas lides,  5
por defensa o venganza puesto en uso,
¿herirá por las líneas en que puso
conformidad, y no pendencia, Euclides?

    No esperes entre súbitos efetos
ira con atención, ni que prefiera  10
al valor un sofístico ejercicio;

    porque, a la mente humana no se altera,
o nos quiso ver locos en juicio
quien redujo la cólera a precetos.




ArribaAbajo- LXX -


ArribaAbajo   Ni amor ni Marte esperen que en mi acento
suene de hoy más su gloria ni su ira;
que de las dos empresas se retira
infuso el superior conocimiento.

    A honor de la moral virtud frecuento,  5
sublime Urania, mi estudiosa lira;
tú en mi voz y en sus números inspira
la persuasión de tu divino aliento.

    A merecer tu lauro nos eleve,
oh musa, el celo que en tu insigne escuela  10
tan fervoroso los ingenios llama;

    que los aplausos de la edad que vuela,
ya en la victoria adulen, ya en la fama,
no son más que ilusión de un sueño breve.




ArribaAbajo- LXXI -


ArribaAbajo    «Dime, Padre común, pues eres justo,
¿por qué ha de permitir tu providencia
que, arrastrando prisiones la inocencia,
suba la fraude a tribunal augusto?».

   «¿Quién da fuerzas al brazo que robusto  5
hace a tus leyes firme resistencia,
y que el celo, que más la reverencia,
gima a los pies del vencedor injusto?».

    «Vemos que vibran victoriosas palmas
manos inicuas, la virtud gimiendo  10
del triunfo en el injusto regocijo».

   Esto decía yo, cuando riendo
celestial ninfa apareció, y me dijo:
«¡Ciego!, ¡es la tierra el centro de las almas?».




ArribaAbajo- LXXII -


ArribaAbajo    ¿En qué veré que tú a mi llanto ahora,
Padre benigno, aplicas los oídos,
si el corazón que forma estos gemidos,
sus dulces lazos tiernamente adora?

   ¡Oh, rómpelos, Señor; que ya no es hora  5
de contemporizar con los sentidos;
que puesto que a su daño están asidos,
parte hay en mí que sus errores llora:

   Bien veo que él resiste al favor tuyo,
mas perdonar a la cerviz sujeta,  10
eso, Señor, es de ánimos humanos.

    El sacarlo de error mal grado suyo,
es obra digna sólo de tus manos;
mas ¡oh amor propio, oh lástima imperfeta!




ArribaAbajo- LXXIII -


ArribaAbajo    Ya tu piedad magnánima derriba
mis ídolos, Señor; ya por ti espero
que restituya el resplandor primero
a mi templo interior su luz nativa.

   Animoso al afecto se aperciba  5
para víctima al fuego verdadero;
sienta el furor del religioso acero,
pues que no ha de arder víctima viva.

    Silencio y soledad, ministros puros
de alta contemplación, tended el velo  10
a profanos sentidos inferiores.

   No acechen cómo ciñe el tercer cielo
la mente de tan limpios resplandores,
que a todos los visibles deja oscuros.




ArribaAbajo- LXXIV -


ArribaAbajo   Ni opinión, Carlos, ni esperanza fundo
en los aplausos que el favor derrama;
¿quién los aprueba o sus lisonjas ama,
por más que en bronce las escriba el mundo?

    Sí, rotas por el tiempo vagabundo,  5
muere el hombre otra vez cuando su fama,
¿son más que esfuerzos de una débil llama,
que turbia cesa en el morir segundo?

   Y si el no conocerse es el abismo
de todo error, y cunde sin mudanza  10
una vez en los ánimos impreso,

    ¿buscaré mi verdad en mi alabanza?
¿cuándo has visto volver con buen suceso
a quien se busca fuera de sí mismo?




ArribaAbajo- LXXV -


ArribaAbajo   Firmio, en tu edad ningún peligro hay leve;
porque nos hablas ya con voz oscura,
y, aunque dudoso, el bozo a tu blancura
sobre ese labio superior se atreve.

   Y en ti, oh, Drusila, de sutil relieve  5
el pecho sus dos bultos apresura,
y en cada cual, sobre la cumbre pura,
vivo forma un rubí su centro breve.

    Sienta vuestra amistad leyes mayores:
que siempre Amor para el primer veneno  10
busca la inadvertencia más sencilla.

    Si astuto el áspid se escondió en lo ameno
de un campo fértil, ¿quién se maravilla
de que pierdan el crédito sus flores?




ArribaAbajo- LXXVI -


ArribaAbajo    Bástale al día su malicia, Fabio;
quiebra esa esfera, en cuya industria sales
a recibir los venideros males,
dos veces ofendido de un agravio.

    De los vidrios soberbios en que un sabio  5
copió los movimientos celestiales,
Júpiter se rió; que sus fatales
causas no las infunde el astrolabio.

    Pero dirás que en él te da noticia,
para que, apercibido, las estorbes,  10
porque flechas previstas menos hieren.

   Vive tú a la razón y a la justicia,
y caigan rotos los celestes orbes;
que no los temerás cuando cayeren.

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