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El 28 de mayo me lo madrugue a mi amigo el imprentero, al levantarse de la cama... que la tiene en el mesmo caserón, pero en otro cuarto muy rumboso, todito pintao y con estampas colgadas: y luego unos trastos primorosos y hasta chuces y cueros de tigre tendidos por el suelo... Como que es hombre ricachón.
Es de alvertir que yo iba algo chamuscao31, porque esa madrugada estuve en jarana en la Batería nueva de Mester-horno, en donde con los —21→ soldaos del coronel Chanagusia y los Guardias Nacionales del coronel Bustillos, y otros mozos del ejército todos mansitos para las moras32, y alarifes para arrebatarles vacas a los Urquizanos; y como eso nos es cosa fácil, les recogimos una punta de ellas en la tarde anterior, y luego, por supuesto, nos pusimos las botas: y échele vino superior, que para eso cada soldao de la Patria tiene trescientos cincuenta pesitos todos los meses y buenas cacharpas de abrigo.
En fin, todos, y yo particularmente churrasquié a mi gusto, y luego medio en chaucha33 me vine a lo del imprentero.
Cuando llegué a la puerta, me topé con un moreno, entrando con una tipa llena de carne, patos y gallinas, y muy peinao; el cual al verme se paró de golpe, y abriendo tamaña boca, dijo: -¡Ché! ¡Mirá el Gallo! Entre, señor, que en aquel cuarto está el patrón en bata. -¿En bata? ¡Qué lindo! -Sí, señor, ya está levantado: vaya usté, asómese a esa puerta que tiene entreabierta, y lo llamará al momento, porque ya es hora en que el señor patrón empieza a recibir a los operarios.
¡Ah, moreno ladino!
-Bueno, amigo, le dije: y enderecé al cuarto mencionao, que mesmamente tenía entreabierta una puerta, y por la rendija lo estuvo vichando al hombre, que estaba sentao repatigándose en una silla de barbero, toda retobada, y vestido con una leva de pana, de color como yaguané, que le cubría —22→ hasta las tabas; una golilla de lana envuelta en el cogote; una gorra negra sumida hasta las orejas, y con un cigarro en la boca del tamaño de una macana; y por último leyendo embelesao en un gacetón de la mesma marca y tamaño de un montón de gacetas fresquitas que tenía al lao. En fin: después de vicharlo y que le tomé la filiación, me resolví a meter la mitá del cuerpo y le pegué el grito:
-¡Que Dios me lo guarde, patroncito!
-¡Oh, famoso don Aniceto! Adelante. ¿Cómo está usté?
-Alentadito, señor: y a usté, ¿cómo le va yendo?
-Perfectamente, amigo Gallo.
-Me alegro mucho.
-Gracias: yo también me alegro de ver a Vd. tan bizarro con ese uniforme de Guardia Nacional, y esa gorra que le sienta a Vd. muy bien en la cabeza.
-Dispense, patroncito, no me la he quitao, porque es contra ordenanza.
-Hace Vd. muy bien, puesto que yo estoy de gorra igualmente: ¿no lo ve usté?... y así me lo paso siempre en este tiempo.
-Ya lo creo, señor: en el día, por acá se usa mucho el vivir de gorra34 no más.
-Cierto: porque en el invierno la gorra es un mueble muy cómodo, sumamente económico y muy abrigado.
-Debe ser, desde que a todos les acomoda, —23→ y desde que me dicen que a muchos les abriga hasta la barriga, mayormente a ciertos nutriales35 que diariamente reciben gorras en los botes que vienen de Palermo. En fin, Dios los ayude. ¿No sabe a lo que vengo, patroncito?
-Dirá Vd., amigo Gallo.
-Al tiro le diré, señor, que vengo ganoso de pagarle los riales que le debo por las dos gacetas que me ha impresao.
-Como Vd. guste: aunque eso no corre prisa.
-No correrá prisa, señor, pero corre riesgo; en primer lugar, porque yo no me escuendo en la descubierta; y luego porque soy arca llena y arca vacida; y por las dudas, velay tiene la plata en que ajustamos, y cien pesos más de remojo para el mocito aquel que hace de apretador en la imprenta. ¡Ah, mozo vaquiano!
-Corriente, hará que se le entregue el tal remojo al mocito; y gracias por mi parte. Pero, mire usté: aquí me ha dado quinientos pesos de más y a sus pies... se le ha caído otro billete de mil pesos. ¡Canario! siempre anda Vd. cargado de billetes; parece que fuera Vd. banquero, ¿eh?
-Eso es porque acostumbro ser banquero entre los míos.
-¡Es posible! ¿y cómo le va a usté?
-Sigo echando güeno36. Sí, señor.
-¿Cómo dice usté?
-Digo, que sigo acertando siempre.
-¡Ah! sí, sí: ya he visto el acierto con que —24→ usté ha publicado su periódico, que varios le han aplaudido, y que a todos les gusta leer el Gallo.
-De balde... patroncito. ¡Ja, ja!
-¿Cómo de balde, señor Aniceto
-Óigame, señor: digo que de balde me quiere usté ilucinar, porque en mi tierra yo sé con los güeyes que aro.
-Sí sabrá Vd., no lo dudo; como que sabrá darme hoy alguna noticia respecto a la situación.
-¿De cuál sitiación, patroncito?
-De la nuestra, o más claro, de la de Buenos Aires en la presente lucha.
-Yo, señor, lo único que sé de la sitiación, es que estamos sitiaos, y que así mesmo, la patria de la ciudá a la de ajuera le lleva la media arroba en la razón y en el arrempujón; y por eso, en tocándome a caballo, muento en cualquier hora, y me siento bueno para forcejiar por la causa justa en contra de todo tirano. ¿No le parece que hago bien?
-Seguramente: hace Vd. muy bien: y dígame: ¿Qué juicio se ha formado Vd. de la constitución de que se habla ya? ¿La ha leído usté?
-¡La custitución!... ¿de qué?
-La Constitución que ha sancionado ya el Congreso de Santa Fe, que es la que yo estaba leyendo, aunque estoy de purga; y luego voy a mandarla repartir al público, pues aquí se han impreso dos mil ejemplares. ¿No ve usté? todos estos impresos son de la Constitución.
-¡Barbaridá! ¿De veras?
-Sin duda: y ¿qué piensa Vd. de la Constitución?
-¡Ché! eso es velorio, patrón.
—25→-¡Cómo, velorio, señor Gallo! todo lo contrario: a mí me parece un asunto muy serio, desde que ya ha sido aceptada por el Director, quien ha prometido respetarla.
-No eche pelos, patroncito, mire que su Ecelencia creo que no sabe hasta ahora lo que es la Custitución: y además es hombre que promete mucho; pero, como es de muy mala memoria, a veces no cumple nada.
-Pero, hombre: esta vez por lo menos respetará los mandatos del Congreso soberano.
-¿Soberano? recúlele el soberano, y créame por conclusión, que para el general Urquiza no hay nada soberano en el mundo, porque (perdonándome la mala ausiencia) el Diretor es un peine37, ¡ahi-juna! capaz de mandar desgarretar38 por gusto a todos los costitucioneros y a la custitución en ancas. Y últimamente, yo no aguanto más custitución que la de que en mi tierra mande un criollo, sea del pelo que fuere como sea hombre de bien; y no que nos venga a sobajear cualquier forastero diablo, así retaciándonos la provincia, y arriándose las vacas para carniarlas en los saladeros de Santa Fe: y yo no digo que esto sea en los saladeros del Diretor, porque es hombre que no sabe ajeniar39, pero sabe afusilar a un pobre gaucho, porque saca un par de botas de potro40. En fin, me voy a retirar, patroncito, y me...
—26→-No, no: espere Vd., amigo Aniceto, y...
A este tiempo entró el moreno ladino con una bandeja cargada de copas y tazas, y un calentador aonde venía ya la agua hirviendo; de ahí una chocolatera y una limeta de ron, me pareció al echarle el ojo. Y todo se lo acomodó en una mesita dorada; y ésta la puso frente a las rodillas del imprentero, y atrás de la mesita, como a una vara de distancia, estaba otra silla grandota, barrigona y aforrada en cuero verde muy relumbroso. Luego que el patrón se acomodó la mesita medio entre las piernas, me dijo con agrado:
-Vamos, amigo D. Aniceto, siéntese Vd. con franqueza en ese sillón, estrénelo usté y me acompañará a tomar una taza de café y una copa de buen coñac, todo lo que puedo ofrecerle a Vd. por ahora.
-¿De coñato, decía?
-Sí, de coñac: ¿qué, no le agrada a Vd. este licor?
-Señor, a mí siendo juerte, me gusta aunque sea lejía.
-¡Bravo! eso es ser buen soldado: vamos, siéntese Vd., que ya la agua está hirviendo y voy a preparar el café que tomaremos a salud de la constitu...
Y el hombre no acabó la palabra, porque en ese istante yo de golpe le asenté las nalgas a la silla a macho: ¡ah, Cristo! y había estao inflada, de suerte que me enterré hasta las aujas41, y en la sumida alcé las patas, y con ellas suspendí a los infiernos la mesita con cachibaches y todo: y por —27→ desgracia la caldera de agua hirviendo se le derramó al imprentero en el mismísimo cogote: de ahí pegó un alarido y entró a sacudirse.
Y yo me desenredé de la silla y acudí a arrancarle la leva por aliviarlo al hombre; pero un diablo de mastín bayo, parecido al perro del Diretor, se me echó encima furioso, de suerte que tuve que pelar el cuchillo, porque el mastín me acosó tanto que me hizo recular y subirme a la cama del patrón: la mesma que, en cuanto me le trepé, se sumió hasta lo infinito; y abajo, entonces se rompió no sé qué cosa insufrible, porque los mozos que acudieron a los gritos del patrón entraban haciendo gestos con las narices, y así lo hallaron al imprentero desollao desde la nuca hasta la raíz del espinazo; al perro con cuatro mojadas42 y ocho tajos; y a mí lleno de mordiscones; finalmente el moreno, a la cuenta medio en chicha43 o asustao, para limpiar el chuce de junto a la cama del imprentero, echó mano de unos papeles que se habían desparramao en la tremolina; y, vea el diablo! habían sido las gacetas de la maldita Custitución, que tuvo la culpa de todo.
Por último, yo me salí apestao y renguiando, dejándole a un mocito mi Gallo nº 3, que quién sabe cómo saldrá.
—28→
Digo bien, aparcero; pues, sin duda, usté andaría, con la vista ñublada como el 25 de Mayo por la mañana, cuando quizá se acercó usté a ver las estautas de la Pirami, y dice de que vio a la libertá mirando al Sur. ¡Ah, mal haya! pero, no, amigo: no estaba así, sino que las figuras estaban... velay cómo-
La Libertá, en figura de Porteña, estaba como sacándole el cuerpo a un Tigre Entrerriano45 que lo tuvo muy cerca, y hasta ahora lo tiene, me parece: ello es que la Libertá sin duda por eso que está mirando al río, como diciendo: me largaré a lejas tierras, si los defensores de Buenos Aires no me defienden de este animal de Montiel.
Luego: en ancas de la Libertá estaba la Anarquía chuciada, y mirando a San José de Flores, como diciendo: ¡ah, Director mío!
De ahí... la Justicia sí que está frente al Sur, pero con un facón de punta sobre unas balanzas, —29→ y mirando de rabo de ojo a la Polecía, como diciéndole: «no te descuides con el peso del pan y los porotos, porque los almaceneros también se están poniendo las botas con borlas».
Después, en otra esquina de la Pirami está la Esperanza medio tristona y de sabanilla46, y arrecostada en una cosa ansí como un anzuelo47 grande, y como diciendo:
«Me voy a pescar al río para alivio de los pobres enfermos».
¡Pero, qué necesidá tiene doña Esperanza de irse a pescar al bajo del río, si, con echar su anzuelo ahí no más en la plaza grande, pescará a muchísimos zurubises!48 porque ahora con la peste de las virgüelas ha salido un cardumen de esos pescados, de suerte que no se ve otra cosa por las calles de Buenos Aires; y ansí con esa pesca se podrá aliviar la hambruna que también hoy es peste en el hospital de la Residencia49, pues aun cuando entra a la ciudá muchísima carne diariamente... ¡No te oigo en el hospital!
Al mesmo tiempo la Esperanza estaba mirando a la catedral, como diciéndole: «no te aflijas, que te acabarán en cuanto el Director entre a Buenos Aires y respete la Constitución.
Esto es, aparcero Nacional, lo que yo he comprendío de las figuras del 25 de Mayo, y creo que, si no digo la verdá, raspando le pasaré.
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¡Viva la confederación!
¡Mueran los salvajes unitarios!
Corrales de Miserere, a 30 de mayo de 1853.
A mi mujer:
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Severo Pucheta.
—[34]→
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—[36]→
Anoche anduve de paseo por la retreta, que tocó muy primorosamente la música de la ¡LEGIÓN VALIENTE! y al pasar yo frente a una moza muy linda, como son todas las Porteñas, sentí que decían: «¡Jesús, qué gaucho tan zonzo y bullicioso».
Entonces yo les pregunté, receloso, si soltaban esa indireta por mí; y me contestaron: «no, señor Gallo; lo decimos por ese general guarango55 que todas las noches nos aturde a cañonazos como si con esa brutalidad quisiera asustarnos. ¿No le parece a Vd., señor Aniceto, que todo eso no prueba sino bestialidá? Como igualmente eso de pegarle fuego a una mina, y destruir una casa de un infeliz, aprovechándose de la suspensión de armas del 25 de Mayo». -Dejen ustedes no más, paisanitas, les contesté: que en cuanto a prenderles minas, el día que se ofrezca, ya verán los teruteros cómo, desde las trincheras hasta San José de Flores, les ponemos las chacras y —37→ las casas, y a ellos adentro todos patas arriba. Y Dios les dé muy buenas noches.
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Desde que comencé a escrebir esta Gaceta, creyendo merecer un agrado de todos, me veo en continuos apuros, pues cada vez que suelto el Gallo me aturden a quejas, a pesar del esmero que pongo para que lo lleven a las casas de todos los alistaos63, ecétera, como me decía en un tiempo el comendante Yuan das Botas. -¿Se acuerdan?
Pues, sí, señor: muchas ocasiones me lamento y hasta reniego a veces de haber tomao el cargo de Gallero que tanto me calienta; pero luego me enfrío, moralizando en mi pecho el que quizás no —41→ seré yo sólo el único Gaucho apurao en el día y en esta tierra, aonde contemplo los aprietos en que se encuentra todo un señor Diretor de la docena del flaire, desde que se metió a organicista y custitucionero, pretendiendo solamente agradar a los Porteños, y luego afirmársele nada menos que ¡diez años! de la primera sentada a la silla inflada del Gobierno de la Ciudá: arrejando a salir patas arriba en un pueblo, que ya está acostumbrao a no aguantar un Gobernador diez años, sino a tener ¡diez Gobernadores por año! gracias a la organizadura que Vuecelencia le dio después de la zapallada de Caseros, ecétera, ecétera.
¡Qué barbaridá, la casaca por aonde le da! ¡y luego el empeño que pone el señor Diretor para hacer estirar la docena del flaire hasta catorce provincias y un pico para él! Pero ¡qué pico! nada menos que la ciudá de Buenos Aires, aonde V. E. parece que ya está aquerenciao, desde que es éste el pueblo que ha separao para venirse a gobernar holgadamente con la Custitutión, por la cual tendrá la facultá de hacer, si quiere, hasta tres provincias de ésta, y en ancas la mamada de disponer de la Aduana lechera, como así mesmo del Banco de la moneda, y últimamente de la obedencia de todo el porteñaje de casaca o de poncho; y al fin también del clubo64, ese clubo encantador de las Porteñas lindas, con las cuales sueña Vuecelencia el que ya se les viene a bailarles la contradanza, etc., etc.
Después empezará la organizadura en regla, mandando que gaucho ninguno porteño o provinciano —42→ pueda nunca tomar un trago, ni jugar a la brisca, ni comer carne con cuero, porque los gauchos de Entrerríos así le obedecían en un tiempo; que ahora, sigún dicen, le han perdido el respeto a tal punto, que el otro día, ahí mesmo en San José de Flores, como sesenta Entrerrianos de la escolta de S. E. le alzaron el poncho65, y lo echaron a la Pu...nta de San Fernando, y... ¡viva la libertá!
Dejuramente: ¿hasta cuándo quiere el señor Diretor que lo aguanten los pobres paisanos, y mucho menos que anden haciéndose matar por él, ni por naides, saliendo a campaña todos los días, trayendo sus caballitos y cangallas? ¿y carniando flaco cada tres días a veces, y sin pitar, ni tomar mate, mientras el Diretor viene en galera y con tres carretas de golosinas para él solo?¿O se presume ser más gaucho ni más hombre que naides? ¡Diaonde! Después que cayó D. Juan Manuel, es zonzo todo el que pretenda gobernarnos como quiere D. Justo; y cada criollo sabe ya que vale tanto como el que más, por la LEY y su derecho.
-Cabalito.
De balde ahora se nos viene haciendo el sarnoso por engatusarnos más con las galantías66 de la Custitutión Urquizana, y con galantíasy todo nos tiene amolaos peliando unos con otros, comiéndonos las vacas y acabándonos los mancarrones, y sin poder acabar la guerra después de tanto crédito de que presumía cuando vino a voltiar a Rosas con los 25 mil hombres prestaos; y —43→ ahora salimos con que por junto ha mandao traír a los pobres Cordobeses, diciéndoles que venían solamente para amuchar67, y el caso es, que con ellos está amuchando los dijuntos de la Recoleta... ¡qué lindo!
Vamos, el señor Diretor se presumió que porque los Porteños, ya cansaos de las guerras, para que se acabasen, le juyeron en Caseros, acá en el pueblo le han de recular, y ajuera le han de sufrir a la helada, mientras que Su Ecelencia noche por noche se lo pasa en las casas de San José de Flores, calientito bailando con las muchachas, ecétera.
-¡No te oigo! después que sacó las uñas en Palermo, asigún lo que nos cuenta el paisano Ceballos en la conversación de más abajito. Óiganle.