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La montaña de la Soga

Tradición

                                                                         The dreadful summit of the cliff
that beetles o er his base into the sea.
                       (Shakespeare)
                                           Junto a la ciudad de Dover,
cuya base la mar baña,
hay una áspera montaña,
maldita por el Señor.
     �Siempre la niebla en su cumbre! 5       
Ni cría una sola planta:
nunca jamás allí canta
el sentido ruiseñor.
 
     En torno de esta montaña.
Y en torno de tanta breña, 10
una campiña risueña
se extiende rica y feraz. [126]
     Comarca feliz, por cierto,
do está de la paz el trono,
do nunca el terrible encono 15
descubrió su aviesa faz.
 
     �Cuán dulce es ver en invierno
a aquella gente sencilla
cabe a la hoguera que brilla,
sus nietecillos al pie! 20
     Cuán dulce es ver en un corro,
trémulas ya, algunas viejas,
narrando antiguas consejas
con entusiasmo y con fe.
 
     Y a esos relatos fantásticos, 25
a que acompañan mil guiños,
�cómo sonríen los niños!
�Cómo escuchan con afán
     lo del diablo marrullero,
que le armó una zancadilla 30
a una pastora sencilla,
y a su inexperto galán!
 
     Mas tienen cierto relato
que la alegría destierra:
terrible lección se encierra 35
en su desastroso fin. [127]
     Y es la tradición antigua
de la montaña escarpada
en otros tiempos llamada
montaña de San Martín. 40
 
     Hoy la llaman de la Soga,
que en su alta cumbre se enseña
una formidable peña,
que se adelanta hacia el mar...
     Y de la peña colgada 45
vese una soga raída
sobre la mar suspendida...
Así lo suelen contar.
 
     Diz que cuando el labrador
descubre la yerma altura, 50
inquieto, el paso apresura
pensando en la tradición...
     Cuando el marino descubre
desde el ancho mar la soga,
coge el reino, y boga, boga, 55
y murmura una oración. [128]
 
I
                             So art thou revenge who
                              thou shalt hear.
                                      (Shakespeare)
 
     Salgamos pronto de aquí,
decía John el montero
a dos personajes más,
que juntos con él salieron. 60
El Montero, así le llaman
por excelencia en su pueblo,
jamás se vio en Inglaterra
un cazador mas certero,
ni más astuto tampoco, 65
ni tampoco más travieso,
que el cazador que apellidan
los de Dover, el Montero.
     Tan pronto vieraisle en pos
de velocísimo ciervo; 70
tan pronto en la noche oscura
esperar al lobo hambriento,
o penetrar en el nido
de algún buitre carnicero;
que armado de su cuchillo 75
nunca supo lo que es miedo
el cazador que apellidan
los de Dover el Montero. [129]
 
     Buena estatura, fornido,
de fuerte, abultado pecho, 80
acompaña a sus miradas
un no sé qué de siniestro.
 
     De él en Dover se murmura...
Mas no se sabe de cierto;
que es el vulgo donde quiera 85
a murmurar muy propenso.
 
     Ya de Dover se encontraban
los tres personajes lejos,
cuando le habló al más anciano
de esta manera el Montero. 90
 
          EL MONTERO
     Al monte llegamos ya:
ved cuál se levanta erguido;
mas de los buitres el nido
bajo de la peña está.
     La tempestad lejos suena, 95
y el sol camina a su ocaso:
�Padre! acelerad el paso,
que es larga nuestra faena.
     �Trajiste la soga, hermano?
Dijo el Montero, volviéndose 100
al más joven de los tres. [130]
     -Sí -le contestó el mancebo.
     Y aceleraron el paso,
y todo quedó en silencio:
sólo se oía en el monte 105
de sus pisadas el eco.
 
II
 
                                        Ya al alto llegaron que dijo el Montero.
Y al punto detienen su paso los tres;
y el padre, ya anciano, se sienta el primero.
Y en tanto las olas con ímpetu fiero 110
las rocas azotan que tiene a sus pies.
 
           EL PADRE
     En este sitio, di, John,
�por qué nos has detenido?
�dónde está del buitre el nido?
 
         EL MONTERO
Debajo de este peñón. 115
 
     E intrépido el mozo, cogido a una encina,
muestra ninguna de miedo o pesar,
su cuerpo abalanza, sus ojos inclina,
e intrépido el mozo con calma examina
del nido la altura, la altura del mar. 120 [131]
 
          EL MONTERO (a su hermano)
     La soga, hermano, con tiento
Ata a la encina... Bien va,
y aguardemos un momento,
que Okiltry no tardará.
 
III
 
                                        Llegó por fin Okiltry, 125
y entonces dijo el Montero:
 
           EL MONTERO
     Vamos a nuestra tarea,
no perdamos ni un momento.
�Hermano! �Okiltry! quedáos:
mi padre y yo bajaremos... 130
Sostened la soga bien;
�entendéis? Sostenednos:
fuerte la soga... Ahora, padre,
no perdamos ni un momento.
 
IV
 
                                        �Ya se han asido a la soga! 135
�Ya sobre el abismo están!...
Ya más horribles parecen
los bramidos de la mar... [132]
Ya la soga lenta, lenta,
se va corriendo a compás; 140
mas John exclamó de pronto,
con voz fuerte: ��Sujetad!�
Y su hermano y Okiltry
sujetaron a la par...
 
El Montero y su buen padre 145
ya dentro del nido están.
 
V
 
      La voz robusta de John
vuelve de nuevo a sonar.
 
           EL MONTERO
     Hermano, Okiltry, la soga:
�Firme! �Firme!... sujetad. 150
 
�Arriba! -Y los dos mancebos
tiran de la soga ya,
y lenta, lenta, muy lenta,
sube la soga a compás.
Asido va John encima, 155
su padre debajo va.
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
A la luz de los crepúsculos [133]
algo tiene de infernal
ver a dos hombres asidos
de una soga sobre el mar; 160
y ver de la mar las olas
encresparse más y más,
y oír sus fuertes murmullos
entre los del huracán.
 
     �Arriba, gritaba John! 165
�Arriba, por Satanás!
�Alza, que ya hemos subido
de la altura la mitad!
 
     De pronto la soga cede:
deslizóse. -Sujetad, 170
exclamó John, y la rabia
viose pintada en su faz:
y su hermano y Okiltry
en vano se esfuerzan ya...
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
 
               EL MONTERO
     �No podéis con fuerza tanta? 175
Pues yo os haré que podáis.
�Padre! que morir los dos,
mas vale que vos muráis. [134]
 
            EL PADRE
     �Ah, ten piedad!...
                                  -Y el Montero, 180
Con insolente ademán,
cogió en su mano el cuchillo...
 
EL MONTERO (fijando en su padre la vista).
     Más vale que vos muráis.
Cortó la soga... y el padre
cayó desplomado al mar, 185
y entre el rumor de las olas
claro distinguióse un �ay!
VI
 
                                        Arriba llega el Montero.
 
            EL MONTERO
Me he salvado, �voto a tal!
 
            SU HERMANO
     John... �y mi padre?... contesta: 190
y mi padre �dónde está?
 
         EL MONTERO
     Era preciso... [135]
 
         EL HERMANO
                          �Preciso?
     �A tu padre osastes?... �Ah!...
�Parricida! 195
                  -Y el hermano,
con espantoso ademán,
del cinto tiró su daga...
Y John cayó dentro el mar...
Y entre el rumor de las olas 200
claro distinguióse, un �ay!
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . [139]




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Walfrido y Elgita

I
 
                                            Cercano a Rosneath y a la laguna (6)
se eleva un monte, y en su collado,
al tibio rayo de incierta luna,
vese un castillo medio arruinado;
nadie, hace siglos, reside allí: 5       
antigua crónica lo narra así.
 
     Es el castillo de Dios maldito.
�Por qué? -Se ignora: háblase empero
de un hecho horrible, de atroz delito,
de cierto conde, mal caballero, 10
que en otros tiempos morara allí:
antigua crónica lo narra así. [140]
 
     Cercano a Rosneath y a la laguna
se eleva un monte, vese a su espalda
al tibio rayo de incierta luna, 15
como una choza sita en la falda;
nadie, hace siglos, reside allí
antigua crónica lo narra así.
 
     Es la cabaña de Dios maldita.
�Por qué? -Se ignora: háblase empero 20
de una villana, la hermosa Elgita
(Lirio marchito del austro fiero),
que en otros tiempos morara allí:
antigua crónica lo narra así.
 

II

        
                                               Un conde de Rosneath 25
un hijo tenía,
Ernesto Walfrido,
así se apellida.
Hermoso es el joven
de gracia infinita, 30
de genio rebelde,
condición altiva.
-�Me agrada la guerra.
�Pues todos afirman
�que se halla en la caza 35
�su imagen más viva, [141]
�al bosque seguidme,
�cacemos,� -decía.
 
     Walfrido, aunque joven,
constante camina 40
delante de todos,
sirviendo de guía.
No excusa el peligro;
su arrojo le incita
más bien a buscarle 45
con loca porfía.
A veces el Conde,
en hora intranquila,
pensando en Walfrido,
recelos abriga. 50
 
     -Por más que me esfuerzo,
no alcanzo el enigma,
extraño este horror;
a un débil me igualo.-
El Conde era malo, 55
su hijo, peor.
 
III
 
                                        Está el castillo de Rosneath
entre tinieblas envuelto: [142]
reina do quier sepulcral
y misterioso silencio. 60
Las estrellas que tachonan
el azul del firmamento.
Sobre la callada tierra
lanzan un fulgor incierto.
De hoja en hoja lento, suave, 65
se va deslizando el viento,
que embalsaman mil olores
que exhala el húmedo suelo.
Roza el aura en el plumaje
del pájaro, que suspenso 70
de algún árbol en la copa
goza de plácido sueño:
del pintado pajarillo,
que del día venidero
saludará los albores 75
con sus trinos y gorjeos.
 
     En la laguna se escucha
un murmullo sordo y hueco;
es del agua, que agitada
con pausado movimiento, 80
después de besar la orilla,
se va retirando al centro.
 
     Esta es la hora en que el hombre [143]
se abandona a sus afectos,
pues cuanto tiene en su torno 85
respira paz y misterio.
Entonces es cuando formas
esos castillos soberbios,
que el vulgo llama en el aire,
por carecer de cimientos: 90
delirios que en breve pasan,
y quiméricos ensueños
de un alma, que es el juguete
quizá del hado perverso.
 
     Ya brilla la blanca luna 95
en la bóveda del cielo,
ya innumerables estrellas
ante su luz se extinguieron.
Inmediato a la laguna,
un bosque se eleva inmenso, 100
donde descuellan mil robles
robustos y gigantescos;
y allí, por donde el tejido
de ramas no es tan espeso,
penetra un rayo de luna, 105
que se dibuja en el suelo.
 
     Y en este bosque hay un hombre,
es agradable su aspecto:
alto, delgado, y parece [144]
como blondo su cabello. 110
Está en pie, su izquierda apoya
en el pomo de su acero,
y su diestra en un peñasco,
que toma rústico asiento.
 
�Por qué se mira clavado 115
en este sitio un mancebo,
y por qué siempre dirige
su vista a un mismo sendero?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
 
     Leves pisadas resuenan...
Corre el doncel vivo, inquieto, 120
y al instante estas palabras
el silencio interrumpieron:
-�Elgita! �Eres tú?-�Walfrido!
�es verdad que te contemplo?
 
          WALFRIDO
Ya perdía la esperanza: 125
si fue mortal la impaciencia
que sentí por tu tardanza,
al mirame en tu presencia,
ventura mayor me alcanza.
Temí... tres horas... escucha, 130
ni aun el rumor más ligero... [145]
 
            ELGITA
�Tu inquietud fue mucha?
 
          WALFRIDO
                                          �Oh! �mucha!
Tres horas de amarga lucha,
mirando siempre a un sendero; 135
mas no pensemos, querida,
en lo pasado.
 
             ELGITA
                      Es verdad.
 
           WALFRIDO
Deja que a la claridad
del astro que a amar convida, 140
contemple yo tu beldad:
siéntate a mi lado, aquí.
(La estrecha entre sus brazos.)
Pero �qué siento, ay de mí!
Angustiosa agitación
conmueve tu corazón: 145
�Qué tienes, qué tienes? di,
Al suelo vuelves tus ojos:
�Elgita! no te comprendo;
tan desiguales antojos [146]
en mi despiertan enojos, 150
que en vano voy resistiendo.
�Callas?
            ELGITA
               Hablar es preciso:
Sí.
 
         WALFRIDO
     �Elgita! 155
 
          ELGITA
                  �Suerte fatal!
Un espirito infernal...
 
         WALFRIDO
Acaba...
 
             ELGITA
              Perverso hoy quiso
darte un rival. 160
 
          WALFRIDO
                       �Un rival!
 
            ELGITA
Muy poderoso y osado. [147]
 
         WALFRIDO
�Qué nube mi mente embarga?
No es posible...
 
            ELGITA
                          Demasiado. 165
 
           WALFRIDO
�Oh! �quién este malvado
que así mi ventura amarga?
�Su nombre?
 
             ELGITA
                      No.
 
         WALFRIDO
                            �Qué interés 170
en ocultarlo te guía?
Tú que mi congoja ves,
dime su nombre cuál es.
 
           ELGITA
Pronunciarlo no podría.
Piensa tan solo, Walfrido, 175
que imposible es nuestro amor;
y recibe este gemido, [148]
que el corazón desfallido
�ay! exhala en su dolor.
 
            WALFRIDO
�Un rival! �Negra traición! 180
 
             ELGITA
Recobra, mi bien, la calma.
 
          WALFRIDO
�Sabes que envidio este don
de fingir una pasión,
que nunca ha sentido el alma?
�Tú me has amado? Mentira: 185
el grato ensueño pagó.
 
          ELGITA
�Ah! nunca creyera yo...
 
         WALFRIDO
Mi sangre ardiendo está en ira.
 
          ELGITA
Desecha tu duda.
 
       WALFRIDO
                            No; 190 [149]
que desmienten tus acciones
tus palabras: desleal,
�que cese el amor propones,
y el nombre a decir te opones
de mi insolente rival! 195
 
             ELGITA
Walfrido, por Dios, serena
tu frente.
 
           WALFRIDO
               Nada hay que excuse.
 
               ELGITA
Mal tu enojo me condena.
�No viste la horrible pena 200
con que el partido propuse?
Era forzoso �ay de mí!
 
          WALFRIDO
Mas un rival me denigra.
�Y luego perderte?
 
          ELGITA
                                 Sí 205
�Ah Walfrido! yo insisto,
porque tu vida peligra. [150]
 
          WALFRIDO
Al temor no me someto:
lo sabes bien.
 
            ELGITA
                      �Desdichado! 210
�Y si un vínculo sagrado
te obliga a guardar respeto
a ese rival tan odiado?
 
          WALFRIDO
�Quién? �Un vinculo! �Dios mío!
Mi ventura se frustró. 215
 
           ELGITA
�Walfrido! �tú tiemblas!
 
         WALFRIDO
                                       �Yo?
Es un sueño, un desvarío:
�no es verdad, Elgita?
 
           ELGITA
                                    No. 220
 
           WALFRIDO
No hay obstáculo invencible [151]
en el mundo para mí:
mi pensamiento es horrible;
mas vivir me es imposible,
viviendo lejos de ti. 225
El porvenir, el destino,
nos encubre de tal modo,
que no se encuentra el camino.
 
           ELGITA
�Y piensas tú?...
 
           WALFRIDO
                           Yo imagino, 230
que es fuerza romper por todo;
los recelos no me oprimen:
si el placer de poseerte,
de ser tuyo hasta la muerte,
me arrastra intrépido al crimen, 235
culpa será de la suerte.
Resuelto está, no hay clemencia:
la conciencia no me espanta;
si algún día en su impotencia
su voz imbécil levanta, 240
yo acallaré la conciencia. [152]
 
IV
 
                                        Al fin consumóse
El crimen horrendo:
Ya Rosneath acaba
la ley de otro dueño. 245
Elgita ha fijado
en Rosneath su asiento;
Walfrido lo quiso,
y es ley su deseo.
El clero murmura 250
el joven soberbio,
desprecia indolente
el voto del clero.
Festines prepara
de estilos diversos; 255
tras unos van otros,
no cede su esfuerzo.
Él ríe en las zambras;
Con todo... hay momentos
que cobra su rostro 260
un aire siniestro;
disipase en breve
con raro misterio.
Elgita es dichosa:
�y cómo no serlo, 265
si el mundo a sus ojos [153]
se ostenta tan bello,
amada del hombre
que amó con desvelo?
Hermosa, cual nunca 270
pintóla el deseo,
es reina en las zambras;
con todo, hay momentos,
que cobra su rostro
un aire funesto; 275
disipase en breve
con raro misterio.
 
V
 
           WALFRIDO
Logróse nuestro deseo,
Elgita; al fin sin rebozo
entre mis brazos te veo. 280
Apenas, apenas creo
la inmensa dicha que gozo.
Las horas vuelan; decía
que el instante de ventura
nunca jamás llegaría. 285
Hélo ahí, bien haya el día
en que admiré tu hermosura. [154]
 
           ELGITA
(Siento un recelo profundo.)
 
           WALFRIDO
Elgita, tu frente abrasa.
 
           ELGITA
Pensando �ay Dios! me confundo, 290
 
           WALFRIDO
Todo llega en este mundo,
 
           ELGITA
Todo llega... todo pasa.
Si, el mal pasó, �puede ser
la dicha eterna, Walfrido?
 
           WALFRIDO
�Oh! calla, hermosa mujer, 295
no emponzoñe mi placer
un recuerdo aborrecido.
�Quién vuelve atrás su mirada?
Bebamos alegremente;
piensa que el alma embriagada 300
te idolatra extasiada.
Pensemos en lo presente. [155]
 
           ELGITA
Cesó mi amarga aflicción.
Tú solo mi dicha labras.
 
           WALFRIDO
No cederá mi pasión. 305
 
           ELGITA
Devuelves con tus palabras
la vida a mi corazón.
�Oh! repitelas; el lazo
que nuestras almas obliga,
jamás la suerte enemiga 310
podrá romperlo... Un abrazo,
y que la fiesta prosiga:
bulle mi sangre impetuosa,
un porvenir lisonjero
descubre la mente ansiosa. 315
 
           WALFRIDO
�Qué apasionada! Eso quiero.
Jamás te vi tan hermosa:
bebamos sin descansar.
 
           ELGITA
(Bien a mi amor corresponde.) [156]
 
           WALFRIDO
Di, Guillermo, a ese juglar, 320
que entone un dulce cantar,
que le está escuchando el Conde.
 
           JUGLAR
Suprema ley, el corazón inquieto
�Qué busca, di, con incansable ardor?
Suprema ley, un adorable objeto, 325
un corazón que alivie su dolor.
 
           ELGITA
�Walfrido!
 
           WALFRIDO
                  Elgita adorada,
no en alabanzas prorrumpas,
de tu entusiasmo llevada. 330
 
           ELGITA
�Cuán hermosa es la balada!
 
           WALFRIDO
Silencio, no le interrumpas.
 
           JUGLAR
Fuente es amor de celestial ventura, [157]
�Ay! para aquel que el vicio resistió;
fuente es amor de duelo, de amargura, 335
de eterno mal, si el hombre vaciló.
 
           WALFRIDO
Basta, Juglar (mal encubro
mi soberbia y mi despecho):
Juglar, muy bien lo habéis hecho.
�Ángel hermoso! descubro 340
que está agitado tu pecho:
mortal es tu palidez.
 
           ELGITA
�Hora infausta! De mi seno
salió el horrible veneno.
 
           WALFRIDO
�Oh! calla; por esta vez 345
finge no semblante sereno.
 
           ELGITA
Todos dirigen su vista
sobre mí: �qué afán!
 
           WALFRIDO
                                 �Silencio! [158]
 
           ELGITA
No hay firmeza que resista. 350
 
           WALFRIDO
�Será preciso que insista?
 
           ELGITA
Tu voluntad reverencio.
 
           WALFRIDO
Oye, mujer... Un delito
une tu suerte a mi suerte.
Calma ese duelo infinito, 355
que aun podría aborrecerte...
Lo que está escrito, está escrito.
 
VI
 
                                        Ernesto Walfrido,
a quien todos llaman
el conde de Rosneath, 360
partió a una cruzada,
al Santo Sepulcro,
que está en Tierra-Santa.
Con él van varones [159]
de alcurnia muy alta; 365
valientes vasallos
también te acompañan.
Walfrido en la Siria,
con noble arrogancia,
ostenta en el pecho 370
la cruz encarnada.
Walfrido en la Siria
dio envidia a la fama;
ningún caballero
le excede en pujanza. 375
Si acaso se empeña
reñida batalla,
de estragos y muertes
un círculo traza
su espada sangrienta, 380
que es rayo su espada.
�Oh cómo la guerra
deleite le causa!
Pensando en la gloria,
olvida a su patria: 385
ni un solo recuerdo
a Elgita consagra;
mas hay una idea
de fuerza tirana,
que imprime en su rostro 390
funesta mudanza; [160]
bien quiere vencerla,
sus votos no bastan.
�Y Elgita? Está en Rosneath,
señora y esclava 395
de inicuos temores
que oprimen su alma.
�Las horas trascurren
tan lentas!... Aguarda;
jamás vienen nuevas 400
del hombre a quien ama.
De más cada día
prolóngase el ansia;
a veces da treguas
su angustia, �mal haya! 405
que luego una idea
de fuerza tirana
imprime en su rostro
funesta mudanza;
bien quiere vencerla, 410
sus votos no bastan.
 
VII
 
                                        Ernesto Walfrido
llegó de la guerra.
�Tres años! �Son mucho
tres años de ausencia! 415 [161]
Al verle, la joven
le abraza, le estrecha
con loco arrebato,
y llora, y se queja;
mas luego la joven 420
se muestra risueña.
Walfrido acaricia
la incauta doncella;
empero su pecho
no late con fuerza. 425
�Tres años! �Son mucho
tres años de ausencia!
Al día siguiente
Elgita la bella
hablaba a Walfrido 430
de aquesta manera:
 
           ELGITA
�Cuánto te he llorado ausente!
�Cuánto he llegado a sufrir!
 
           WALFRIDO
Lo comprendo fácilmente.
 
           ELGITA
Pesares que el alma siente 435
y no se pueden decir. [162]
�Y tú?
 
           WALFRIDO
          �Qué, inútil pregunta!
Juzga por ti.
 
           ELGITA
                    Me cercaba 440
noche triste, �pobre esclava!
Mas hoy para mí despunta
la aurora que deseaba:
para el alma hecha pedazos,
tu vista mil goces crea. 445
 
           WALFRIDO
Mucho el alma lisonjea
buscar reposo en tus brazos
después de tenaz pelea;
pero... ruegote... (�qué infierno!
�hace seis años!) Elgita... 450
No mi amor se debilita;
mas... �Crees que hay algo eterno
en esta tierra maldita?
 
           ELGITA
Antes con otro cariño
me hablabas. 455 [165]
 
           WALFRIDO
                      Sí, note asombre:
mal mi pensamiento aliño;
ha tres años yo era un niño,
mas hoy el niño es un hombre.
�Por qué permaneces muda? 460
 
           ELGITA
Habla tú.
 
           WALFRIDO
               Seré conciso.
Hoy quiere la suerte ruda...
Separarnos... es preciso.
 
           ELGITA
�Y tú lo dices? 465
 
           WALFRIDO
                         Sin duda.
 
           ELGITA
No me ofusco ni vacilo:
pregunto con mucha calma,
�deseas no verme?... Dilo. [164]
 
           WALFRIDO
No está tu rostro tranquilo. 470
 
           ELGITA
Miente: tranquila está el alma.
�No verme?
 
           WALFRIDO
                    Sí.
 
           ELGITA
                         Suerte horrible
hoy se conjura en mi daño. 475
�Para eso año tras año
te lloré? No, no es posible
que sufra un vil desengaño.
�Walfrido!
 
           WALFRIDO
                 Elgita, prudencia. 480
 
           ELGITA
Señales en ti se notan...
 
           WALFRIDO
De estudiada resistencia. [165]
 
           ELGITA
Hablan con mucha elocuencia
estas lágrimas que brotan
de mis ojos... 485
 
           WALFRIDO
                       Tu cautivo
siempre fui, mucho te adoro,
inmenso placer recibo
al mirarte; mas... concibo
que debe cesar tu lloro: 490
ante motivo mayor
cede todo. No mereces
tan inaudito rigor;
mas hoy de un dulce licor
nos quedan solo las heces: 495
la copa arrojar prefiero.
 
           ELGITA
�Sí?
 
           WALFRIDO
        Sí.
 
           ELGITA
             �Míseros antojos! [166]
Excitando tus enojos 500
si una arrojas, otra empero
se ofrecerá ante tus ojos:
otra copa emponzoñada:
recuerda la noche �ay triste!
Recuerda... tú me la diste... 505
Bebió tu padre... malvada
fui yo, malvado tú fuiste.
Era en mi choza...
 
           WALFRIDO
                              �Mujer!
No quieras hacer alarde... 510
 
           ELGITA
Tú �qué tienes que temer?
 
           WALFRIDO
�Cierra ese labio!
 
           ELGITA
                             Ya es tarde,
Walfrido, no puede ser:
aunque la historia os inquiete, 515
habéis de oírla... Lo he dicho.
�No es verdad... que el mozalbete
necesitaba un juguete [167]
que sirviera a su capricho?
Hallarlo en mí presumió... 520
 
           WALFRIDO
�Olvidas, Elgita en dónde
y a quién hablas?
 
           ELGITA
                             Cierto, no:
estoy hablándole a un conde,
que aun ignora quién soy yo; 525
a un hombre que me ha apartado
del camino de inocencia;
a un hombre, cuya existencia,
con la mía, está de un hado
sujeta a igual dependencia; 530
a un hombre...
 
           WALFRIDO
                        El cielo maldiga...
 
           ELGITA
Conde, fallasteis muy mal;
y es forzoso que yo os diga,
que hay un crimen que nos liga, 535
y este vínculo es fatal. [168]
 
VIII
 
                                        El lazo esta roto
que a entrambos unía;
no hay nada en el mundo
que al tiempo resista; 540
horribles tormentos,
sus pechos agitan.
�Qué mucho! Del crimen
no nace la dicha:
quien siembra recoge. 545
Walfrido y Elgita
espinas sembraron,
cogieron espinas.
Ya al fin la doncella
en Rosneath no habita: 550
se alberga en su choza,
mansión fementida,
do el padre del Conde
con leve sonrisa
bebió la ponzoña, 555
que abrevia la vida.
La mísera joven,
objeto de envidia
en días pasados,
es rosa marchita. 560
Los dulces, suaves [169]
recuerdos de niña,
más hoy acrecientan
su pena infinita.
Tristeza y enojos 565
la cercan; la ira
enciende a las veces
su yerta mejilla.
�Cuál sufre! Constante
de noche, de día, 570
un negro fantasma
se ofrece a su vista
y siempre en la mano
la copa vacía,
y siempre en sus labios 575
aquella sonrisa.
En vano la joven
temblando lo esquiva;
si intenta esquivarlo,
se engaña a sí misma. 580
Su sangre se hiela,
sus ojos desvía
de un lado a otro lado;
mas �ay! que maligna
la sombra no cede, 585
ceder no podría.
�Ay! vive muriendo
la joven Elgita, [170]
ni el término alcanza
a tanta agonía. 590
     Walfrido en su alcázar,
en torpes orgías,
sepulta ese tedio
que abruma la vida.
�Inútil esfuerzo! 595
Ahí viene su víctima
llevando en la mano
la copa vacía:
y el hombre que osado
venció en Palestina, 600
al ver una sombra
se turba, vacila,
y tiembla convulso
y apenas respira.
 
IX
 
                                        Ejército armado 605
con miras siniestras
del fuerte castillo
los muros rodea
de fieros soldados
que empuñan ballestas, 610
se ven coronadas
las fuertes almenas: [171]
Walfrido impasible
faltó a una promesa
que a un duque vecino 615
de Lytton hiciera,
y el Duque en venganza
le llama a la guerra.
 
     En breve, terrible
la lucha comienza: 620
la sangre del hombre
ya tiñe la tierra.
 
Tras breve descanso,
la lid se renueva.
Vasallos del Duque 625
los tiros asestan
a un noble fornido,
de hermosa presencia;
mas van por encima
silbando las flechas. 630
 
El noble es Walfrido
que el riesgo desprecia,
sin casco que cubra
su erguida cabeza.
 
Llegada es la noche, 635
cesó la pelea. [172]
 
     Apenas el día
despunta, ya inquieta
la hueste enemiga
se agita en sus tiendas; 640
de nuevo a la lucha
con brío se apresta
y nuevos raudales
de sangre se esperan.
 
Soldados del Duque, 645
con frente serena,
escalan el muro
que a Rosneath rodea.
Entraron: la lucha
es ya más sangrienta 650
que están hombre a hombre,
y el odio los ciega.
En tanto tumulto
un grito resuena
de fuego, y mil voces 655
al grito contestan.
 
En medio del polvo
de la ardua pelea,
se lanza una joven:
Elgita es aquella. 660
Cual sombra ha pasado [173]
por entre las flechas;
flotando el cabello,
la ropa dispersa,
ha entrado en la estancia 665
do el Conde se alberga.
 
Un dardo, del Conde
el pecho atraviesa:
exhala a sus solas
suspiros que aterran; 670
que ya los infiernos
reclaman su presa.
De espíritus malos
falanges le cercan,
y ríen, danzando 675
con torpe licencia.
Y al ver a la joven,
con vana soberbia
levántase y clava
sus ojos en ella. 680
 
           WALFRIDO
�Tú también! �A qué has venido?
 
           ELGITA
A salvarte. [174]
 
           WALFRIDO
                 �Oh vilipendio!
Mientes, Elgita:
 
           ELGITA
                           Walfrido, 685
el palacio fementido
es ya presa de un incendio.
Es ocasión todavía
de salvarte.
 
           WALFRIDO
                     �Horrenda suerte! 690
�Tú salvame! �Qué ironía!
Nunca me espantó la muerte,
y me espanta tu osadía.
Véte... mujer: �dónde están
esos viles servidores? 695
 
           ELGITA
Combatiendo con afán.
 
           WALFRIDO
Me abandonan: los mejores,
malditos de Dios serán.
Déjame solo, si... no: [175]
de Dios me amenaza el dedo. 700
Huyamos... �Ay! que no puedo.
Llégate aquí, porque... yo
Elgita... yo... tengo miedo:
Nunca lo digas... me pasma,
mas no me puedo vencer. 705
 
           ELGITA
Aun te adora esta mujer.
 
           WALFRIDO
Huye, por Dios. �El fantasma!
�Y detrás va Lucifer!
Sombra horrenda, en su aflicción,
a esta mujer que aquí llora, 710
respeta: �perdón! �perdón!
La verdad aterradora
llega tarde, corazón.
�Ah! �La copa! Estaba escrito:
Bajo mis plantas abierto 715
veo el abismo maldito.
Yo fui... yo solo... el delito...
Ella... no...
 
           ELGITA
                  �Socorro! �Ha muerto! [176]
 
X
 
                                        El alma del Conde 720
voló estremecida:
cayó desmayada
la joven Elgita:
volver de su sueño
no pudo a la vida 725
del fuego el estrago
se ve todavía:
las torres se hundieron...
Walfrido y Elgita
por túmulo tienen 730
montones de ruinas.

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