Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.

ArribaAbajo

Parte lírica

A don Alberto Lista en sus días

Oda.

                               Del blando lecho de Titón hermoso
     la sonrosada aurora
gallarda se lanzó: rauda traspasa,
precursora del astro refulgente,
     los piélagos de Tetis, 5
y a los campos llegó que riega el Betis.
 
Oye la lira y el cantar sonoro
     del inmortal Fileno (7),
que la inocencia lamentó perdida;
el vuelo enfrena, y al felice vate 10
     que admiración inspira,
��Qué cantas, dice, en la templada lira?
 
�Segunda vez, acaso, la inocencia,
     de la tierra alejada
lamentas, o de nuevo el fiero trono 15
que la superstición erige altiva
     y el negro fanatismo
lanzas a la mansión del hondo abismo?�
 
�No, le responde el vate, interrumpiendo
     su dulcísimo canto: 20
el fiero monstruo que mi voz hundiera,
para siempre le hundió: la virtud pura
     a la tierra tornada,
tiene en ella por fin digna morada.
 
Que Anfriso nace; y la virtud sublime, 25
     la cándida inocencia
fugitivas doquier, buscando errantes
asilo do morar, vieron su pecho
     y en su pecho anidaron,
y virtud e inocencia le inspiraron. 30
 
Este día feliz, cuyos albores,
     bella Aurora, derramas,
le vio nacer: el caudaloso Betis,
torciendo ufano su corriente pura,
     besar la cuna quiso 35
do reposaba el envidiado Anfriso;
 
y la orgullosa frente levantando,
     de laurel coronada,
al sacro Tajo, al rápido Garona,
y al Ródano y al Po y al Manzanares 40
     la vista audaz tendía,
clamando ufano: ��La victoria es mía!�
 
En su cándida mente el mismo Apolo
     la ternura derrama
de Anacreón, y del sublime Horacio 45
la poderosa enérgica armonía;
     baja del Pindo y llega
y su templada cítara le entrega.
 
Anfriso canta; y Píndaro y Horacio
     y cien vates y ciento 50
cantan, y ceden al cantor del Betis,
y la vencida cítara deponen;
     y el coro de Helicona
su docta frente de laurel corona.
 
Ya las cuerdas hiriendo dulcemente, 55
     las blandas guerras canta
de la madre de amor; ya mas robusta
la voz engrandeciendo, tu salida,
     del día precursora,
mensajera del Sol, celeste Aurora. 60
 
Canta la tolerancia (8), y a sus ecos
     la espelunca horrorosa
crugiendo se desploma y sus ruinas
y sus ministros bárbaros consume
     la hoguera aborrecida 65
en su seno por siglos encendida.
 
Pregunta al justo quién el dulce encanto
     de la virtud divina
en su pecho inspiró: pregunta al malo
quién su maldad impávido combate; 70
     pregunta a los pastores
si amores sienten cuando canta amores.
 
A mi pecho pregunta, do se anida
     inextinguible fuego
de sagrada amistad. Sí, caro Anfriso, 75
tuya es mi voz, mi dulce risa tuya,
     tuyo mi triste llanto.
Mi voz remedo informe de tu canto.�
 
Dijo Fileno; y con el plectro de oro
     hirió la acorde lira; 80
y en los senos del Betis cristalino
el canto resonó. La frente alzando
     el Dios lo escucha atento:
callan las aves: enmudece el viento.
1823.


ArribaAbajo

Al rey don Fernando VII en su vuelta a Madrid, después de pacificar la Cataluña

Canto épico. (9)

                               Hijos de Iberia: los que el muro alzado
circunda invicto de la gran Sevilla:
los que enfrena en su término sagrado
del gaditano mar la ardiente orilla:
noble gallego: cántabro esforzado: 5
los que sustenta la feraz Castilla:
mi voz por vuestros campos se dilate;
la lira pulse el inspirado vate.
 
No el sangriento laurel bañado en lloro,
que orló la frente al vencedor de Jena, 10
cantaré, �oh patria!, que mi lira de oro
nunca entre horror y mortandad se suena.
No el brazo vengador que al torvo moro
lanzó de Libia a la abrasada arena;
ni al tremendo cañón de Navarino, 15
la rota entena, el abrasado lino.
 
Otro eternice su funesto nombre,
cuando las lides y la muerte entona,
y al escucharlo en el hogar se asombre,
y al hijo estreche la infeliz matrona: 20
jamás el hombre degollando al hombre
en los horrendos campos de Belona
a mi blando laúd fue digna hazaña:
pueblos, yo canto al bienhechor de España.
 
Tú, numen tutelar del pueblo ibero; 25
tú, domador de la morisma impía,
que en la mezquita del alarbe fiero
los pendones dejaste de María;
tú, que a Fernando el áspero sendero
mostrar supiste que al empíreo guía, 30
tú me inspira, y mi voz al aire dando,
cantaré las virtudes de Fernando.
 
A la sombra de un sauce reclinado,
que retrata en su linfa Manzanares,
do en otro tiempo el corazón llagado 35
se exhalaba en tristísimos cantares;
al dulce olor del viento embalsamado,
libre el pecho de bárbaros pesares,
el astro hermoso de la luz miraba,
que a los mares atlánticos bajaba. 40
 
Entre celajes su encendida hoguera
por el ancho horizonte se derrama,
y al terminar la plácida carrera,
templada brilla su fulgente llama:
el fuego inspirador mi pecho altera; 45
la voz se eleva, el corazón se inflama;
y arrebatada vuela mi memoria
a los pasados siglos de la historia.
 
Miro a Régulo impávido marchando,
entre el clamor de la llorosa plebe, 50
donde el fiero sayón le está esperando
y perecer entre tormentos debe:
a Aníbal miro con su hueste hollando
de las alpinas cumbres la honda nieve;
y a un ejército entero haciendo frente 55
a Cocles miro en el cortado puente.
 
Vagaba así mi ardiente fantasía;
y entre el bullir de las inquietas olas
Manzanares su frente descubría,
coronada de juncos y amapolas; 60
en la siniestra mano suspendía
el blasón de las armas españolas:
así suena su voz; y humilde para
su blando ruido la corriente clara.
 
��Por qué de Roma tu ofuscada mente 65
hazañas busca en la remota historia?
�Para asombrar a la futura gente
no basta acaso la española gloria?
Cuando virtud y honor tu lira intente
eternizar del mundo en la memoria, 70
los campos corre de la madre España
y cada monte te dirá una hazaña.
 
Tiende la vista a la encumbrada peña
donde el Astur su independencia adora;
mira de Cristo a la triunfante enseña 75
despavorida la falange mora:
mira humillada la soberbia isleña
ante la ibera hueste vencedora:
el abatido orgullo de la Francia,
los abrasados techos de Numancia. 80
 
Mas �ay! �qué grito de victoria suena
al repetido herir del arpa de oro?
�Por qué el ronco cañón súbito truena?
�A quién celebra el matritense coro?
�Oyes el himno que los aires llena? 85
�Oyes del parche el retumbar sonoro,
y en las torres del templo estremecido
el trémulo sonar del bronce herido?
 
Victoria clama al inmortal Fernando
la campiña en que el Ebro se derrama; 90
el clarín de la fama retumbando,
�Gloria a Fernando! por los aires clama.
Llegó, miró, triunfó; pero triunfando,
no la venganza el corazón le inflama,
que si humillarlos el monarca anhela, 95
también Amalia a perdonarlos vuela.
 
En el regazo de la paz amiga
la venturosa España reposaba;
el labrador descanso a su fatiga
en el hogar pacífico encontraba; 100
con blando susurrar la rubia espiga
el inocente céfiro halagaba;
y el libre arroyo, rápido saltando,
iba las florecillas salpicando.
 
Truena indignada la tartárea roca, 105
y envuelto lanza en encendida nube
del negro Averno la escondida boca
al triste mundo el infernal querube:
muere la hierba que su planta toca;
el ronco ahullido hasta el empíreo sube; 110
y vuela ardiendo en furibunda saña
a los campos católicos de España.
 
De su fétido aliento el soplo inmundo
los catalanes campos infestando,
vierte el veneno que abortó el profundo 115
en corazones que rigió Fernando.
Guerra declara al angustiado mundo:
fiero convoca el seducido bando:
su voz envuelta en macilenta llama,
�Victoria al Orco! enronquecida clama. 120
 
Su voz retumba en la celeste almena,
do resplandece el serafín armado:
en la diestra del Dios que el mundo truena
el rayo vengador bulle indignado.
No a quebrantar la bárbara cadena 125
vuela otra vez el escuadrón alado:
Tú, Fernando, serás, dijo el Eterno;
y temblaron las huestes del Averno.
 
Entre los brazos de su dulce esposa,
Fernando oyó la voluntad del cielo: 130
al campo va, y Amalia congojosa
en llanto de dolor inunda el suelo.
�Marcha, le dice, y de la paz hermosa
torna a la Iberia el bienhechor consuelo:
la verde oliva enlaza a tu corona: 135
vuela, esposo, a triunfar; triunfa y perdona.�
 
No armando el brazo de tajante acero
hiere el bridón con bélico acicate:
no circundado de escuadrón guerrero
lánzase airado al funeral combate: 140
inerme y solo en el tumulto fiero
su noble frente al sedicioso abate;
y huye, la rabia inútil exhalando,
el infernal espíritu bramando.
 
Huella Fernando la extinguida tea, 145
y el rayo de la paz brilla más puro;
ni en sangre tinta la campaña humea,
ni ostenta escombros de rompido muro.
El pendón de concordia al aire ondea,
al ronco retumbar del bronce duro; 150
y entre el rumor de armónicos cantares
torna Fernando a sus augustos lares.
 
Por contemplar su rostro soberano,
�cuál corre el pueblo con ardiente anhelo
y en sus trémulos brazos el anciano 155
alza gozoso al tierno nietezuelo!...
Pulsa el laúd; que si el acento humano
a tanto puede remontar su vuelo,
tu canto, por la fama conducido,
vencerá las injurias del olvido. 160
 
Yo cantaré mientras la mente mía
el soplo celestial fecundo inflame
y el puro rayo del luciente día
en mí su influjo inspirador derrame.
Por cuanto el claro sol su luz envía, 165
tu triunfo, �oh rey!, el universo aclame:
tú enjugaste de Iberia el triste llanto:
tuya es mi débil voz; tuyo mi canto.
 
Tú, dulce Amalia, de virtud modelo;
tú, del pueblo español amparo y guía, 170
a quien su lumbre inspiradora el cielo
y su arpa de oro el serafín confía;
si de tu voz el remontado vuelo
seguir intenta osada la voz mía,
grato será a tu pecho generoso; 175
que glorias canto de tu dulce esposo.
 
A ti, padre del pueblo que te adora,
lleguen los ecos de mi humilde lira;
y mi voz de los siglos vencedora
será, gran rey, si tu virtud me inspira. 180
Ya del ocaso a la radiante aurora
la ilustre gloria de tu nombre gira:
ya por los aires resonar se escucha:
��Gloria inmortal al que venció sin lucha!�
Agosto de 1828.


ArribaAbajo

Cantata epitalámica

En las bodas de Filena.

AMOR, HIMENEO
AMOR Numen que el mundo adora y aborrece,
     Himeneo tirano,
     destructor inhumano
de la hermosura que mi imperio ofrece,
�qué te conduce aquí? �Tornas de nuevo 5
     con tu falaz promesa
     de falsas alegrías,
     de caducos placeres,
     y de las ninfas mías
la más hermosa arrebatarme quieres? 10
 
     Alado cefirillo,
yo haré que eternas, espirando olores,
     vivan las gayas flores
de ese pensil donde contento vagas,
si vuelas hoy al bárbaro Himeneo 15
y el ala bates y la antorcha apagas
que entre sus manos agitarse veo.
 
Terrible Dios, �piedad! Esa Filena
es la columna del imperio mío:
su palpitante pecho es la azucena 20
     donde oculto me río
acechando rebeldes corazones
     que hieren mis arpones
     y rindo por despojos
a la celeste lumbre de sus ojos. 25
 
�Has visto al huracán enfurecido,
     que con bramido ronco
     en el vergel florido
     abate el verde tronco
     que sustentaba ufano 30
     tres hermosos claveles?
     Pues tú, numen tirano,
tú eres el huracán de mis vergeles,
     tú destrozas mis flores,
tú dejas �ay! el mundo sin amores. 35
 
     Tente, importuna Aurora,
     funesta precursora
     del malhadado día;
tente, no alumbres la desdicha mía.
     Contempla de tu esposa, 40
feliz Titón, la cándida hermosura;
no permitas que parta presurosa,
     y con amantes lazos
     estréchala en tus brazos;
nadie sus quejas alzará al Olimpo; 45
que cuando asoma a la afligida tierra,
     su antorcha alumbra sólo
     rencor y llanto y dolo,
y negro crimen, y sangrienta guerra.
�Inútil demandar! Por el Oriente 50
la pérfida, anunciando el triste día,
     muestra su faz riente.
     �Oh desventura mía!
�Es ella, sí!... Ni escucha mis gemidos,
     ni le duele mi pena... 55
�Lució! �Lució! -Funesto en mis oídos
     el canto epitalámico resuena.
     �Adiós, crudo Himeneo!
     Yo parto: vendrá un día
     en que la ausencia mía 60
     despierte tu dolor.
     Que nunca a tus esposos
     darás dulces instantes,
     si no los hace amantes
     la flecha del Amor. 65
 
HIMENEO Bellas ninfas del patrio Manzanares,
a Himeneo cantad. -La linda Aurora,
de los tranquilos mares desprendida,
se alza al Olimpo ya, y al Dios del rayo
del nuevo Sol anuncia la salida. 70
�Sol de Himeneo, ven! Tu inmensa llama
     del enlace dichoso
digna antorcha será: tu lumbre pura
     que el universo llena
     refleje de Filena 75
     la cándida hermosura.
El pronuncia; y de carmín bañada
     la nieve de su frente,
     dirige su mirada
     placentera, inocente, 80
     al esposo felice,
     y �tuya soy� le dice.
En sus amantes brazos se reclina,
y al beso conyugal modesta ofrece
la púdica mejilla ruborosa, 85
como al soplo del céfiro se mece
sobre tallo gentil purpúrea rosa.
     No apagues la pura llama
     que en su corazón ardía,
     si tú la victoria mía 90
     quieres, Amor, coronar.
     Guarda benigno en su pecho
     de tu dulce fuego un rayo,
     como alumbra el sol de mayo,
     que brilla sin abrasar. 95
 
AMOR �A qué me llamas? De tu triunfo goza,
     y gózate en mi duelo;
que yo al regazo de mi madre vuelo.
 
HIMENEO �Yo en tu duelo gozar! �Yo que mi triunfo
     a coronar te llamo! 100
�Qué es sin ti mi poder? �Qué es Himeneo
     si en torno Amor no vuela?
�Raudal fecundo que el invierno hiela!
     Mil veces de tus ninfas
dispuse a mi placer; �en cuántos pechos 105
     arde la dulce llama
de conyugal amor, y de tu templo
por siempre los robé! Nunca en tu rostro
     el llanto ni la pena...
 
AMOR �Ay que no me robabas a Filena! 110
     el lindo pie de Amira,
cuando en la danza volador giraba,
     un corazón me daba;
     los ojos de Glicera,
cuando vivas centellas despedían, 115
     un pecho me rendían;
     el cabello de Lesbia,
cuando al soplo del céfiro ondeaba,
     un alma me entregaba;
     mas �ay! en mi Filena 120
el talle, el pie, los ojos, el cabello,
     todos eran arpones,
todos me cautivaban corazones.
     �Tirano! �Y tú me robas
la que más triunfos a mi imperio daba! 125
     �Adiós! En esta encina
el arco inútil colgaré y la aljaba.
     Yo parto: Amor ausente
la rosa virginal de su inocencia
     no verá deshojar...
 
HIMENEO                                      Amor, detente. 130
Cuelga a tus hombros la dorada aljaba,
vuelve a empuñar el arco omnipotente.
     No cual ciego imaginas
tu imperio feneció. La vista torna:
     mis ninfas peregrinas 135
     tus leyes obedecen,
y a las agudas puntas de tus flechas
el inocente corazón ofrecen.
Y crecerá tu imperio. -De Filena
el escondido porvenir dudoso 140
yo en las obscuras páginas he visto
del destino inmutable y misterioso.
Larga prole de hermosas dar promete
a su materno amor: que tuyas sean;
para ti crecerán, en hermosura 145
     iguales a Filena,
de candor, de virtud, de gracia ejemplo;
     y en sazonado fruto
yo cien Filenas te daré en tributo
por una sola que robé a tu templo. 150
     Injusto dios vendado,
     de este modo Himeneo
la ruina de tu imperio ha decretado.
 
�Has visto al huracán enfurecido
     arrebatar bramando 155
     la rosa nacarada,
     honor de la pradera,
     del ámbar perfumada
aliento de la dulce primavera?
La roba, sí; mas por el blando suelo 160
     sus pétalos derrama,
y al punto brota la fecunda tierra;
     y el campo engalanado
     así cien flores goza
por una flor que el huracán destroza. 165
 
AMOR      �Qué flor en mis vergeles
igualará a la flor que tú me robas?
Mi poder acabó: rebelde el mundo
     burlará mi cadena.
Mortales, respirad: perdí a Filena. 170
 
HIMENEO No la perdiste, Amor. -Si es tu deseo
sólo flechar incautos corazones,
no la perdiste, Amor.
 
AMOR                                     �Habla, Himeneo!
 
HIMENEO      Nuestro poder unamos
     y de Filena hermosa 175
el tormento y placer del mundo hagamos.
     Yo su mirada artera,
     su sonrisa hechicera,
     su habla encantadora,
su mano de marfil, su pie gallardo, 180
     te cedo desde ahora:
sólo su corazón para mí guardo.
Escóndete en la nieve de su pecho,
     asesta tus arpones,
     cautiva corazones: 185
     cien amantes heridos
     adórenla rendidos;
     y a la virtud ligada
     por mágica cadena,
a su esposo no más ame Filena. 190
 
AMOR Ven, hermano de Amor, ven a mis brazos.
     �Oh dicha inesperada!
�Qué otra victoria a mi poder agrada?
     Herir sin ser herida
es de mis ninfas ley: ame en buen hora 195
     a su feliz esposo;
que a mí me basta, oculto entre los rizos
     de su negro cabello,
o en los hoyuelos de su dulce risa,
ostentar mi poder flechando el seno 200
     de cien y cien amantes,
     que caigan delirantes
     a sus plantas rendidos,
y de amor y desdén a un tiempo heridos.
 
HIMENEO �Oh venturosa unión! -Llévense luego 205
     los vientos del olvido
la contienda fatal. -Amor, volemos;
y el tálamo de rosas coronando,
el enlace feliz juntos cantemos.
     Bajad, del sacro Olimpo 210
     alados moradores.
 
AMOR      El lecho orlad de flores,
     ministros del amor.
 
HIMENEO      Goce Filena hermosa
     perpetua primavera. 215
 
AMOR      Nunca su pecho hiera
     la espina del dolor.
 
HIMENEO      Yo haré que en dulce dicha
     correr sus años mire.
 
AMOR      Yo haré que el orbe admire 220
     su mágica beldad...
 
HIMENEO      No perderá su talle
     la esbelta gentileza.
 
AMOR      Triunfará su belleza
     del tiempo y de la edad. 225
 
EL POETA Y tú perdona si mi humilde lira
tu hermosura a cantar y la alta pompa
de tus ilustres bodas hoy se atreve.
Cese ya la ficción: no es a Filena
     a quien mi canto suena: 230
a ti, Señora, que la noble frente
de majestad y de candor ceñida
     entre hermosuras tantas,
gloria y adorno de Madrid, levantas,
     cual suele en la pradera 235
     cuando a la excelsa nube
alto ciprés entre tomillos sube.
Tu frente, sí, tu frente a quien por alto
misterioso decreto roba el cielo
     la diadema esplendente 240
     que de tu grande abuelo
el Sabio Alfonso coronó la frente (10).
Mas qué digo, insensato. -�Acaso pudo
     el imperio arrancarte?
Natura te le da. -Mira a tus plantas 245
si la sangre real hierve en tus venas
     y te agradan despojos
cuantos te ven, vasallos de tus ojos.


ArribaAbajo

Imitación de los Salmos



                               �Ay! No vuelvas, Señor, tu rostro airado
     a un pecador contrito.
Ya abandoné, de lágrimas bañado,
     la senda del delito.
 
Y en ti, humilde, �oh mi Dios!, la vista clavo, 5
     y me aterra tu ceño;
como fija sus ojos el esclavo
     en la diestra del dueño.
 
Que en dudas engolfado, hasta tu esfera
     se alzó mi orgullo ciego, 10
y cayó aniquilado cual la cera
     junto al ardiente fuego.
 
Si en profano laúd lanzó mi boca
     torpes himnos al viento,
yo estrellaré, Señor, contra una roca 15
     el impuro instrumento.
 
Levántate del polvo, arpa sagrada
     henchida de armonía.
Y tú, por el perdón purificada,
     levántate, alma mía. 20
 
Y yo también al despuntar la aurora,
     y por el ancho mundo
cantemos de la diestra vengadora
     el poder sin segundo.
 
Te cantaré, �oh mi Dios!, cuando te plugo 25
     bajo tu amparo y guía
a Israel acoger, que bajo el yugo
     de Faraón gemía.
 
Del tirano en el pecho diamantino
     pusiste fiero espanto. 30
Tembló: tu brazo conoció divino;
     soltó tu pueblo santo.
 
El mar lo vio y huyó: de enjuta arena
     ancha senda le ofrece:
síguelo Faraón... -La mar serena 35
     lo traga, y desparece.
 
Violo el Jordán, y huyó: monte y collado,
     cual tierno corderillo,
saltaron de placer: el risco alzado,
     cual suelto cabritillo. 40
 
�Oh mar! �Por qué tus aguas dividiste
     y a Faraón tragaste?
�Por qué, humilde Jordán, retrocediste?
     Monte, �por qué saltaste?
 
Ante el Dios de Jacob tembló la tierra; 45
     las trompetas sonaron;
parose el sol, y Gabaón se aterra;
     �y los tuyos triunfaron!
 
Y brotaste, Señor, de piedra dura
     agua en mansa corriente, 50
y aplacó de tu pueblo su dulzura
     allí la sed ardiente.
 
�Canta, Israel, al Justo, al Fuerte, al Santo,
     al que enjugó tu lloro:
acompañe la cítara tu canto, 55
     y el tímpano sonoro.�
 
Lánzase al hondo mar, con mente ciega,
     osado el marinero,
y pide al polo el que la mar le niega
     ya borrado sendero. 60
 
Huye a tu voz el céfiro suave;
     y el hondo mar turbando
cruzan los vientos, y la triste nave
     combaten rebramando.
 
Ya sube al firmamento, ya desciende 65
     al abismo horroroso;
ruge el trueno: veloz el aire hiende
     tu rayo fragoroso.
 
Gime el nauta y te implora, y aplacado
     lo miras con ternura. 70
El vendaval es céfiro: el hinchado
     mar, tranquila llanura.
 
�Canta, Isabel, al Justo, al Fuerte, al Santo,
     al que enjugó tu lloro:
acompañe la cítara tu canto, 75
     y el tímpano sonoro.�
 
Los tiranos del mundo en liga impía
     para el mal se adunaron,
y a la incauta Israel: ��Dios nos envía!�
     desde el solio gritaron. 80
 
Y entre sí concertados: �Fiera lucha
     al justo renovemos:
blasfememos, que Dios no nos escucha:
     dios no ve: degollemos.�
 
Dijeron, y no son. -Su raza impía 85
     cual humo se deshizo.
�No oirá quien dio el oído? �No vería
     el que los ojos hizo?
 
�Canta, Israel, al Justo, al Fuerte, al Santo,
     al que enjugó tu lloro: 90
acompañe la cítara tu canto,
     y el tímpano sonoro.�
 
Los impios que tus casas allanaron
     de uno al otro horizonte,
y con hachas sus puertas destrozaron 95
     como leña del monte;
 
los fuertes, que se alzaban cual montaña
     que a las nubes se eleva,
desparecieron como débil caña
     que el huracán se lleva. 100
 
Los robustos de Edón y los tiranos
     de Moab �qué se hicieron?
El Señor los miró, y abrió sus manos,
     �y al abismo se hundieron!
 
�Canta, Israel, al Justo, al Fuerte, al Santo, 105
     al que enjugó tu lloro:
acompañe la cítara tu canto,
     y el tímpano sonoro.�
1826.


ArribaAbajo

El canto de la Esposa

Imitación del Cantar de los Cantares.

LA ESPOSA      Ven a tu huerto, Amado;
que el árbol con su fruto te convida,
     y el céfiro callado
     espera tu venida:
tú al céfiro y al huerto das la vida. 5
 
     La aurora nacarada
desdeña esquiva la purpúrea rosa,
     a la tierra inclinada:
     la abeja silenciosa
ni en torno gira, ni en la flor se posa. 10
 
     Ni a su consorte halaga
el ruiseñor, sin ti cantando amores;
     ni mariposa vaga
     entre las gayas flores,
desplegando sus alas de colores. 15
 
     Ven a tu huerto, Esposo;
ven a gustar las sazonadas pomas
     en mi seno amoroso;
     ven, que si tú no asomas,
sin ti mi seno es huerto sin aromas. 20
 
     Ven, que por ese prado
el sol ardiente tus mejillas tuesta:
     aquí el roble copado
     blanda sombra nos presta,
y en mi regazo pasarás la siesta. 25
 
     Yo duermo en mi morada;
mas del Esposo, el corazón velando,
     espera la llegada.
     Ya oí su acento blando;
el Esposo a mi puerta está llamando. 30
 
EL ESPOSO      Abre, Esposa querida;
no te detengas, no, consuelo mío;
     ábreme por tu vida;
     que yerto estoy de frío,
mis cabellos cubiertos de rocío. 35
 
LA ESPOSA      �Ay que el desnudo pecho
temo al aire sacar, Esposo amado,
     de mi caliente lecho!
     �Ay que el pie delicado
temo llegar al pavimento helado! 40
 
     Sus dedos el Esposo
entró por los resquicios de la puerta:
     a su tacto amoroso
     mi corazón despierta,
y toda tiemblo avergonzada, incierta. 45
 
     Alceme presurosa
para abrir al Esposo que esperaba,
     y mirra muy preciosa
     mi mano destilaba,
que corrió por los gonces de la aldaba. 50
 
     Mas el Esposo amado
no me esperaba, �ay triste!, y era ido
     celoso y despechado.
     Mi acento dolorido
llámale, y no responde a mi gemido. 55
 
     Los guardas me encontraron
que la ciudad custodian, y me hirieron,
     y el manto me quitaron,
     como sola me vieron,
y ramerilla pobre me creyeron. 60
 
     Doncellas de Judea,
si por dicha encontráis mi fugitivo,
     decidle que no sea
     con su adorada esquivo,
que ya morada y lecho le apercibo. 65
 
     �Conocéis por ventura,
castas doncellas, a mi Esposo ausente?
     Gallarda es su figura
     como el cedro eminente,
y bruñido marfil su tersa frente. 70
 
     Conoceréis quién sea,
si al verle os encendéis con fuego vivo.
     Doncellas de Judea,
     traedme al fugitivo;
que amor y esposa y lecho le apercibo. 75
1825.


ArribaAbajo

Villancicos

Que se cantaron en palacio la Nochebuena de 1844.

CORO Al himno que los ángeles
entonan en el cielo
unamos nuestros cánticos
desde el humilde suelo:
cantad, cantad, mortales, 5
al Niño Redentor.
Hossana al Unigénito
que del celeste trono
hoy baja a ser la víctima
del mundanal encono. 10
Hossana al que desciende
en nombre del Señor.
 
COPLA QUE CANTÓ LA REINA ISABEL
                     Cual de remotos climas
los reyes se acercaron
y humildes adoraron 15
la cuna de Belén,
permite que, depuestos
corona, cetro y manto,
en tu pesebre santo
te adore yo también. 20
 
COPLA QUE CANTÓ LA INFANTA LUISA, SU HERMANA
La estrella rutilante
que al pueblo señalaba
la senda que guiaba
al místico portal,
de la virtud cristiana 25
la senda me ilumine,
y salva me encamine
al reino celestial.
 
COPLA QUE CANTÓ LA REINA MADRE DOÑA MARÍA CRISTINA
A ti, que en esta noche,
bañada en llanto tierno, 30
de dulce amor materno
sentiste el vivo ardor,
te ruego, �oh virgen Madre!,
que el sacro manto extiendas
sobre las caras prendas 35
de mi materno amor.


ArribaAbajo

A mis amigos



                               No muera, amigos, en el pecho helado
tímido el fuego creador del genio:
llega el momento en que la lira el libre
          cántico suene.
 
Ese que os hizo de abundante vena 5
rico presente la deidad del Pindo,
no es vuestro sólo; de la patria es feudo:
          ella lo pide.
 
��Ay! �De la patria!..., preguntar os oigo:
�Dó está la patria?... Al corazón no llega 10
del que contento en la cadena vive
          himno sonoro.
 
Francia que el trono de ignominia, alzado
de Waterloo sobre los muertos héroes
fiero padrón de servidumbre indigna 15
          rompe y sepulta.
 
Francia en buen hora renacer la dulce
lira contemple en que cantaba Horacio
rotos al bote de romana lanza
          Partos y Medos. 20
 
Goce al cantor de las Mesenias (11), goce,
          Alfonso (12), tu gigante numen;
Píndaros tenga la que tiene tantos
          héroes cual hijos.
 
�Ay de nosotros! -Sobre todos cruje 25
látigo alzado déspota altanero,
y hunde en el polvo y con la planta huella
          liras y leyes.�
 
Sí; mas la Musa que inspiró el robusto
son que la trompa eternizó de Herrera, 30
cuando Lepanto enrojeció con turca
          sangre sus olas;
 
y la que tierna suspiró en Rioja,
la que del Tormes encantó las aguas,
todas llorosas os demandan nuevas 35
          aras y culto.
 
�Jóvenes, dicen, a la dulce sombra
de ese laurel que vuestra frente anhela,
santa amistad y poesía junten
          vates hermanos. 40
 
Harto las iras de belleza ingrata
supo ablandar enamorado canto,
y vuestra lira enguirnaldó de rosas
          alma ciprina.
 
Otros acentos las Pimpleas aman, 45
cuando despunta suspirada aurora,
pruebe a lanzar el inflamado plectro
          ronca tirteida.
 
�Veis? Ya Pirene de sus cumbres lanza
hijos de Iberia que a salvarla vienen (13). 50
�Veis? Ya el tirano en su caduco trono
          pálido tiembla.
 
�Caros alumnos! A la nueva patria,
ya desligada de servil coyunda,
himnos de gloria y libertad la corva 55
          cítara ensaye.�
Madrid, 1830.

Arriba