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1562


Comedia llamada Feliciana

103. Anónimo. Comedia llamada Feliciana. Juan de Timoneda, en su colección de novelas intitulada Patrañuelo, impresa en Valencia año de 1566, al fin de la patraña XIII dice: «De este cuento pasado hay hecha comedia que se llama Feliciana». No se sabe otra cosa de esta pieza ni del autor que la compuso.




Tragedia llamada Serafina

104. Alonso de la Vega. Tragedia llamada Serafina. Argumento. La pieza se divide en ocho escenas, está escrita en prosa. Serafina, hija de un cardenal y de una matrona romana, vive en Nápoles en casa de Alberto, a quien su padre la envió siendo niña para que la educase: joven ya, hermosa y rica, la solicitaron varios, y entre ellos dos príncipes de Italia que se hacen por sus amores una guerra cruel: Marco Atanasio, hijo de Alberto, está igualmente enamorado de ella, pero solo recibe desprecios: sueña Serafina que había de ser casada con el hombre más bello del mundo: consulta sobre esto a un nigromante, y le dice éste que el más bello hombre del mundo es el Amor: esto sabido no aspira a más la doncella que a conocerle, verle y tratarte, y ofrecerse a su voluntad: solo ama al Amor, todos los hombres son para ella indiferentes: buscando al Amor se le aparece una ninfa, y en su compañía Paris y Narciso: la ninfa le dice que viene de parte del dios Cupido a presentarle aquellos dos jóvenes los más hermosos que ha visto el mundo para que elija entre los dos el que más le guste: Serafina insiste en que solo quiere al Amor, y las visiones desaparecen: entre tanto Alberto echa de su casa a su hijo Atanasio porque se obstinaba en ser amante de su pupila: el hijo valiéndose de un criado roba a su padre el cofre del dinero para atender a sus urgencias: la justicia le coge con el hurto: el padre conviene desde luego en que será menester ahorcarle, pero a ruegos de Serafina todo se compone: ésta, agitada siempre de la manía de buscar y conocer al Amor, ve aparecerse repentinamente dos salvajes que lo enseñan en un escudo la pintura de Cupido: queda absorta a vista de tanta hermosura, y los salvajes le echan una cadena al cuello y se la llevan presa a la floresta solitaria por el atrevimiento de haberse querido igualar con un dios, de quien solo puede aspirar a ser esclava: Marco Atanasio se va por los montes quejándose de la ingratitud de su señora, e invoca a Cupido para que le favorezca: viene Cupido inmediatamente y le da su arco y una flecha para que en caso necesario se la dispare a Serafina: muda Atanasio su vestido en otro pastoril, sale al encuentro de su querida, le habla amorosamente, y ella sigue despreciándole: él entonces le dispara la saeta, y cae Serafina sin sentido: viendo Atanasio que no se mueve ni responde la cree muerta, saca un puñal y se quita la vida: Serafina vuelve en sí, y enamorada ya de Atanasio le halla muerto, sácale el puñal que tiene clavado en el pecho y con él se mata. Todo lo que sigue a esto en la escena octava es un conjunto de impertinencias añadidas a la monstruosa y extravagante fábula que el autor se atrevió a llamar tragedia.






1563


Comedia de la Duquesa de la Rosa

105. Comedia de la Duquesa de la Rosa. Preceden a esta comedia el introito y el argumento. El introito escrito en prosa por le gusto de Lope de Rueda es muy ingenioso, y el estilo florido y elegante. La comedia igualmente en prosa no tiene división alguna de actos ni de escenas. Una infanta de Dinamarca se aficionó en su juventud a un infante de España llamado Dulcelirio, que estuvo algún tiempo en la corte del rey su padre: al despedirse Dulcelirio le dio la infanta un anillo para memoria de su inclinación: casó después la infanta en Francia con el duque de la Rosa: empezó a enfermar de grave dolencia, y le aconsejaron que fuese en peregrinación a Santiago de Galicia para implorar del santo apóstol el restablecimiento de su salud: hizo en efecto su romería; sus achaques desaparecieron, y a la vuelta pasando por Burgos la hospedó en su palacio (sin darse a conocer) el infante Dulcelirio; pero al despedirse, dándole de beber, le echó en la copa el anillo que había recibido de ella en Dinamarca: la duquesa le reconoce, pero no dándose por entendida sigue su camino y llega felizmente a la presencia de su esposo: un mayordomo del duque enamorado de su ama se atreve a declararle su pasión: ella le reprende ásperamente diciéndole que si no desiste de aquella indecente solicitud dará cuenta de ello a su marido. El mayordomo engañando a un hermano suyo hace que vaya a esconderse detrás de las cortinas de la cama de la duquesa, y entre tanto avisa al duque de que la señora le es infiel, y le hace maleficio: van todos allá, sale de entre las cortinas el hermano del mayordomo, y éste, antes que el otro pueda hablar palabra, le mata a puñaladas: queda presa la señora y condenada a muerte si en el término de tres meses no se presenta algún caballero que la defienda: ella escribe a Dulcelirio lo que le pasa: llega el mensajero a Burgos en cosa de un minuto, halla modo de introducirse con la duquesa, y ésta sin reconocerle se confiesa con él: satisfecho por lo que resulta de la confesión de la inocencia de su penitente, se presenta armado en el campo al tiempo que la sentencia va a ejecutarse: pelea con el mayordomo y le mata: el duque da gracias al cielo por tan señalado favor, pero de allí a pocos instantes le da calentura y se muere y le entierran: Dulcelirio declara a la duquesa que él ha sido el fraile que la ha confesado y el caballero que la ha defendido; y esto dicho se casan los dos. Los que no gustan de fábulas sencillas y prefieren el género romancesco (lleno de situaciones tan inesperadas como imposibles), hallarán en esta comedia lo que apetecen: la Verdad, el Consuelo y el Remedio cantan a coros y dan conversación a la duquesa cuando está encerrada en la torre esperando la muerte: un portugués muy enamorado, un Tomé Santos, bobo, y un bachiller Valentín (personajes inútiles y pegadizos), son insoportables cada cual en su género.

Alonso de la Vega murió en Valencia antes del año de 1566. Timoneda imprimió las tres piezas de que se ha hecho mención, y dice, hablando con el lector en un soneto que las precede:


    Tres farsas o comedias nos compuso
en prosa castellana tan sentidas
con que tu pensamiento recrearse.
    Y aquí en nuestra Valencia Dios propuso
sus días para él fuesen cumplidos,
y para el cielo fue do descansase.






Entremés de un ciego, un mozo y un pobre

106. Juan de Timoneda. Entremés de un ciego, un mozo y un pobre. Está escrito en coplas de pie quebrado. Un ciego acompañado de su lazarillo va pregonando coplas y oraciones: quéjase de que nadie le da limosna, ensaya la voz para las coplas que se propone cantar, y sobreviene un pobre cuyas plegarias le incomodan mucho, conociendo que con ellas atraerá la gente y él se quedará sin que nadie le dé limosna: repúntanse de palabras el ciego y el pobre, se insultan a cual más puede, y el diálogo se concluye a palos. Es la pieza más antigua de teatro que se llama entremés.




Paso de dos clérigos cura y beneficiado, y dos mozos suyos simples

107. Paso de dos clérigos cura y beneficiado, y dos mozos suyos simples. En coplas de pie quebrado. Se reduce a una altercación muy reñida entre el beneficiado y el cura sobre que cada uno de ellos quiere para sí el pie de altar, las ofrendas y los responsos: se tratan de majaderos, de ignorantes en el latín, y llegan a punto de darse de palos, contando el uno y el otro con que sus mozos les darán auxilio; pero el beneficiado, no fiándose demasiado en el valor del suyo, se acobarda, evita la paliza huyendo, y el cura se queda por dueño del campo.




Paso de dos ciegos y un mozo muy gracioso para la noche de Navidad

108. Paso de dos ciegos y un mozo muy gracioso para la noche de Navidad. Escrito en coplas de pie quebrado. Palillos, mozo travieso y apicarado, desearía aplicarse a algún oficio, para lo cual refiere al auditorio sus buenas cualidades, y entre ellas cuenta haber robado ciertos dineros a un ciego de quien habla sido lazarillo: Martín Álvarez, ciego, sale por un lado pregonando sus oraciones, y por otro Pedro Gómez, ciego también, sale anunciando las suyas: salúdanse entrambos, y creyendo que están solos hablan con entera confianza: Álvarez cuenta al otro que su lazarillo le robó seis ducados que tenía escondidos, y escapó con ellos: Gómez le aconseja que en adelante lleve el dinero encima de sí, como él lo hace, y en prueba de ello le dice que lleva cosidos alrededor del bonete los ducados que va recogiendo, y así está seguro de que nadie se los quite: esto dicho, Palillos, que todo lo ha estado oyendo, le arrebata el bonete de la cabeza y echa a correr: Gómez cree que es Martín Álvarez el que le ha hecho aquella burla, y le pide el bonete: el otro que ignora lo que ha sucedido no sabe qué decirle, ni halla manera de justificarse: enfádanse los dos, y se sacuden una gran paliza.




Paso de un soldado, y un moro, y un ermitaño

109. Paso de un soldado, y un moro, y un ermitaño. El soldado engaña al moro diciéndole que es despensero de unos frailes, y con este pretexto le toma dos gallinas que llevaba el moro para vender: llama al ermitaño, le dice en secreto que aquel hombre se quiere confesar, y el ermitaño dice al moro que se aguarde mientras vuelve, ofreciendo despacharle muy pronto: persuadido el moro con esto de que se trata de pagarle de allí a un rato, deja ir al soldado con las gallinas y se espera a que salga el ermitaño: vuelve este en efecto, y resulta entre los dos una altercación muy acalorada. Por último ni el moro se confiesa, ni el ermitaño le paga, y todo finaliza con una solemne tunda de garrotazos y mojicones. Está escrito en coplas de pie quebrado.




Paso de la Razón, la Fama y el Tiempo

110. Paso de la Razón, la Fama y el Tiempo. No hay nada de acción, todo esmero diálogo alusivo al nacimiento de nuestro Señor Jesucristo: está escrito en quintillas: el estilo y la versificación no carecen de mérito.






1564


Tragicomedia llamada Filomena

111. Tragicomedia llamada Filomena. Preceden a la obra un introito y un argumento en que se refiere la fábula de Progne y Filomena, y se pide atención al auditorio. La tragicomedia está dividida en siete escenas, y escrita en quintillas con algunos trozos de muy buen estilo y fáciles versos: se muda frecuentemente el lugar según la acción lo pide, que unas veces se supone en Atenas y otras en Tracia: se habla en este drama del puerto de Denia y del castillo de Alarcón: hay títulos de alteza y empleo de mayordomo: se elogia el vino de Roda y de San Clemente, y Filomena dice ¡Jesús! un bobo criado de Tereo que se mete en todo y todo se lo habla, es tan excesivamente necio y pesado que no se puede sufrir.




Farsa llamada Paliana

112. Farsa llamada Paliana. Precede a la farsa un introito. Está escrita en coplas de pie quebrado: no tiene división ninguna de actos ni de escenas: Filomena, mujer de Paliano, refiere haber soñado que salta fuego de sus entrañas, y que después venían dos salvajes y le apagaban: este sueño, por la circunstancia de hallarse Filomena encinta, atemoriza a Paliano, que envía un criado a la Seo para que busque a un nigromante y se le traiga, a fin de preguntarle lo que puede significar el sueño de su esposa: venido el nigromante se informa de todo, y le dice a Paliano que le nacerá un hijo que abrasará como el fuego, y que hasta que se cacen dos salvajes en el monte, aquel fuego no tendrá fin: le aconseja que se vaya de la ciudad, y lleve a su mujer a la majada, y cuando haya parido haga conducir el niño al monte, y dejarle allí atándole primero un cordón para que sirva de señal. Todo se hace según el nigromante lo dispuso: hallan dos salvajes al niño en lo más áspero de la montaña, se proponen darle a criar, y a pocos versos después sale tan destetado, tan crecido y robusto, que ya está enamorado de su madre, a quien ha visto casualmente por aquellos cerros: los salvajes, que desean complacerle en todo, van con él a la casa de campo de Paliano: roban a Filomena y se la llevan a la montaña. Llega Paliano a su casa, y sabido el suceso, va a ver si puede hallar a su esposa o a los salvajes o a Infantico (que así se llama el joven), y los encuentra a todos juntos: quiere matarlos, ellos se defienden, y la mujer (para desvanecer los justos celos de su marido) le dice con el mayor candor que no hace más que ocho días que la robaron. Paliano en medio de sus furores se acuerda repentinamente de lo que el nigromante le pronosticó, y halla que aquel mancebo debe de ser su hijo, y aquellos salvajes los que vio en sueños su mujer: así se confirma todo en muy breves palabras: se abrazan y se concluye la fábula. Ya se ve por este extracto lo que ella será: baste añadir que en cuanto a los caracteres, afectos, situaciones, estilo y versos, nada hay tampoco que merezca alabanza.




Comedia llamada Aurelia

113. Comedia llamada Aurelia. En el introito de esta comedia se dice:

    Y sabrán, cierto, que fue
la intención
del autor y su opinión,
en su comedia, señores,
esquivar pasos de amores,
y tomar nueva invención.


La invención que tomó no fue ciertamente de las más felices. Salucio y Aurelia, hermanos, cuentan cómo su padre había sido muy rico; y hallándose sin hijos, trató de guardar su dinero de modo que nadie pudiese hallarle: valiose para esto de un nigromante y por su consejo hizo una torre, metió en ella sus riquezas, cerrola muy bien, y colocada la fuerza del encanto en un anillo (dádiva del mágico) le partió por en medio: quedose con la mitad de él y la otra la tiró al mar: hecho esto, la torre quedó invisible: tuvo después los dos hijos mencionados, a los cuales solo pudo dejar en herencia la mitad de aquel fatal anillo, y murió bien arrepentido de su disparate. Salucio se ya a correr mundo, dejando el medio anillo a su hermana Aurelia, que le hace colgar sobre la puerta por si acaso llegase alguno que tenga la otra mitad, puesto que apenas los dos pedazos le junten, el encanto quedará deshecho. No hay para qué seguir la trama irregular y absurda de esta pieza; baste decir que después de muchas situaciones impertinentes, Salucio halla en su viaje a dos peregrinos, de los cuales el uno, entre varias reliquias y dijes curiosos que le enseña, le hace ver un medio anillo que luego reconoce ser el mismo que te ha de restituir las perdidas riquezas: cuenta al peregrino el extraño caso de la torre encantada: vanse juntos a casa de Salucio, hacen la prueba de unir los dos pedazos del anillo, y sonando un espantoso estrépito se deshace la torre, quedan manifiestos los tesoros de su padre, y Aurelia se casa con el peregrino. Esta comedia se divide en cinco jornadas, y está escrita en coplas de pie quebrado.






1565


Farsa llamada Trapacera

114. Farsa llamada Trapacera. Introito en el cual se dice hablando del drama que sigue después:

    El nombre de ella será
Trapacera;
por ser en parle y manera
hecha a modo de farsalia,
como se usa en Italia
y por toda su ribera.


Flavio, mancebo, acompañado de su lacayo Corbalo, va a casa de Rufina, mujer de Rodrigo, carretero; la cual le ha prometido que le tendrá en su casa una linda doncella llamada Licea, hija de Facio, rico labrador, que se la envía diariamente para que la enseñe algunas labores. Recíbelos Rufina asomada a la ventana: pregunta a Flavio si trae los dineros en que se habían concertado, y él dice que no: Rufina le despide diciéndole que no entrará ni verá a la doncella hasta que los traiga: Flavio se desnuda las ropas de gala que lleva puestas, se las da a Corbalo para que las empeñe y le traiga dinero, con lo cual Rufina se ablanda y le deja entrar: ésta se va después a casa de Facio, a quien echa en cara su mala correspondencia, pues habiendo enseñado a hacer mil delicadas labores a su hija Licea, piensa pagarla con una estrecha habitación que le da, y un ducado al mes en dinero por única gratificación: se apartan muy mal contentos el uno del otro, y el viejo para dar pesadumbre a Rufina trata de fingir que vende la casa en que ella vive: insta Rufina a Corbalo pidiéndole el dinero que se le ha prometido, y él se excusa diciendo que aún no le ha podido adquirir. De orden de Facio van a medir y tasar la casa de Rufina: ella y los que están dentro se llenan de consternación, porque hallándose allí oculto y despojado de sus vestidos el joven Flavio en compañía de Licea, va a suceder un escándalo si dan con ellos: para evitar este peligro meten a Flavio dentro de una cuba; pero hecho esto sobreviene Antolín, dueño de la cuba, acompañado de un alguacil, y resuelto a llamársela, porque habiéndola vendido a Rodrigo, marido de Rufina, no se la paga habiéndose pasado el término que le dio. Rodrigo no quiero entregar la cuba: Antolín se empeña en llevársela, Rufina la reclama, diciendo que todo cuanto hay en la casa es dote suyo y la cuba también. Facio para ponerlos en paz dispone que se lleve la cuba a su casa y allí esté depositada hasta que se averigüe a quién pertenece: llévansela en efecto, y a Flavio dentro de ella: Corbalo, valiéndose de Rodrigo y de otros dos camaradas suyos, urde un enredo al viejo Hilario, padre de Flavio, a fin de disculpar la ausencia del hijo y sacarle algun dinero para contentar a la codiciosa Rufina. El pasaje siguiente dará una idea de las astucias que Corbalo usa con Hilario, como también del estilo y diálogo de esta pieza.

HILARIO
¿Corbalo, Flavio do está,
dí, traidor,
mentiroso, trampeador,
por qué me traes engañado?
Dime, ¿dónde está encerrado,
falso damnificador?
CORBALO
Señor, ruégoos por mi amor,
si mandáis
que el enojo despidáis,
que si os mentí no era engaño,
sino deshacer el daño
y el gran peligro en que estáis.
HILARIO
¿Cómo? Di.
CORBALO
Si me escucháis
lo diré.
Sepa pues vuesa mercé...
RODRIGO
Salí acá, Flavio, ¿do estáis?
Si el dinero no me dais
aquí la muerte os daré.
HILARIO
¿Y qué es aquello?
CORBALO
Oigame.
Que ha tomado
con su mujer acostado
Rodrigo a Flavio, y de vero,
a promesa de dinero
le ha la vida otorgado.
HILARIO
¿Y Rodrigo?
CORBALO
Veislo armado
de un lanzón.
HILARIO
¿Y los otros dos quién son?
CORBALO
Dos primos de su mujer
que le han venido a valer
como vieron la cuestión.
HILARIO
¿Y Flavio?
CORBALO
De un paredón
que saltó,
muy ligeramente entró...
HILARIO
¿Dónde? Dilo.
CORBALO
En el palacio
de casa del señor Facio.
HILARIO
En fin, ¿qué, ya se salvó?
CORBALO
A Rodrigo querría yo
que le demos
los dineros.
HILARIO
¿Cómo haremos?
CORBALO
¿Cómo qué? Traer contados
los veinticinco ducados,
y por ahí concluiremos.
HILARIO
Muy mejor es que busquemos
donde está
Facio, que él le librará,
que es amo de ese bestiaso.
CORBALO
Qué, no señor, que es mal caso
que también se agraviará.
HILARIO
Pues di tú cómo será,
que no sé.
CORBALO
Yo, señor, se lo diré,
que por popar el dinero
la vida puesta al tablero
no es justo, señor, que esté.
HILARIO
Muy bien dices; pero ve
y el lanzón
quitarás a ese cabrón,
y promételo de dallos.
CORBALO
¿Cuándo?
HILARIO
Luego, que a sacallos
voy a casa, de un cajón.


Dicho esto, Corbalo despide a Rodrigo y a sus camaradas. Facio, al registrar la cuba que tiene en depósito, baila dentro al joven Flavio, y a las sospechas que concibe se añade el aviso que le da Dominica, criada de Rufina, refiriéndole que ha visto en casa de su ama a Flavio y Licea que se estaban abrazando: desesperado Facio con esta noticia se queja muy sentidamente: Hilario procura mitigar su cólera, pero el ofendido padre no halla consuelo...

Hasta aquí llega el ejemplar incompleto que poseía el erudito Don Pedro Caro, marqués de la Romana. Si se atiende al estado de la fábula, poco puede ser lo que falte. Parece verosímil que el desenlace consista en que Licea se case con Flavio, los viejos queden amigos y perdonen las picardías de Corbalo y de Rufina, causa principal de tanto disgusto. Hay en esta pieza una acción cómica bien conducida, sin episodios inútiles que la dilaten o la compliquen, caracteres bien desempeñados, enredo verosímil, progresivo interés, diálogo animado y gracioso. Puede contarse entre las mejores fábulas dramáticas que se compusieron en aquel tiempo. Está escrita en coplas de pie quebrado, sin división de actos ni de escenas.




Farsa llamada Rosalina

115. Farsa llamada Rosalina, muy apacible y graciosa, con introito. Está escrita en coplas de pie quebrado, sin división ninguna de actos ni de escenas. Antonio Pomar y Leandro Pisano, mercaderes, reflexionando sobre la vanidad de las cosas humanas, y desengañados del mundo, determinan retirarse a un convento: Leandro tiene una hija llamada Rosalina, y el considerar que ha de abandonarla si se mete fraile le hace vacilar en su propósito, bien que después advierte que mientras viva Lucano su suegro nada puede faltar a su hija: resuelven pues los dos amigos poner en ejecución su designio sin dar cuenta a nadie, y este diálogo se interrumpe más de una vez con las simplezas de Joan, criado de Leandro que entra y sale muy fuera de propósito y entre él y Lorenzo, otro criado tonto, dicen después mil boberías; que ocupan una larga escena: el viejo Lucano da cuenta a su nieta Rosalina de que Leandro falta de casa y no se sabe adónde ha ido ni cuándo volverá: los criados salen a cada instante con varios pretextos a interrumpir la conversación y decir frialdades. No es menos inútil el diálogo de Rosalina con su criada Marisánchez, y el que se sigue de un portugués muy enamorado y muy hidalgo que requiebra a Rosalina: Marisánchez le despide, él no hace caso y sigue ponderando su pasión amorosa y el ruego que le consume las entrañas, lo cual oído por Marisánchez coge un barreño lleno de agua y se le echa encima: Antonio y Leandro buscan en un desierto a un ermitaño venerable, a quien piden les dé el hábito de penitencia y les permita vivir en su compañía: el ermitaño aplaude su resolución, y les dice que cuando oigan sonar la campanilla de la ermita, vayan allá y les tendrá prevenida la cena y los hábitos que piden: apenas quedan solos, cuando se les aparecen el Demonio, el Mundo y la Carne, procurando todos tres disuadirlos de abrazar aquel estado tan lleno de aspereza y aflicción, pero ellos se mantienen firmes, se encomiendan a Dios, hacen la señal de la cruz, desaparecen aquellas visiones, suena la campanilla, y se van en busca de los hábitos y la cena. Lucano refiere a su nieta que ha recibido una carta de Leandro en que le dice que ha ido a servir a Dios: Rosalina oye esta noticia con mucha resignación, y exhorta a su abuelo a que se consuele: vuelven los criados con sus acostumbradas tonterías, y luego que han dicho bastantes, le ocurre a Lucano la idea de hacerse fraile también y meter monja a Rosalina: ella recibe la proposición de muy buena voluntad, y ambos se van a poner en ejecución sus santos deseos: quedan solos los criados y despiden al auditorio.




Farsa llamada Floriana

116. Farsa llamada Floriana. Introito. Escrita en coplas de pie quebrado. No he podido formar juicio de esta pieza porque sólo se conservaba una hoja de ella en el ejemplar que tuve presente.






1566

Auto de la Oveja perdida


117. Auto de la Oveja perdida. Esta pieza de Juan de Timoneda se imprimió en Valencia en el año de 1597 en un libro intitulado: Cuaderno espiritual al Santísimo Sacramento y a la Asunción. Auto de la Oveja perdida y otras cosas. Lo considero como reimpresión.




1567

Coloquio pastoril


118. Coloquio pastoril. No le he visto. Le imprimió en Valencia Pedro Mey, año de 1567.

Juan de Timoneda, natural de Valencia, adquirió mucha celebridad lo solo por las obras de honesto entretenimiento que publicó a su costa, sino por las que él mismo compuso, y le acreditaron de hombre de buen ingenio y de no vulgar erudición: vivió en Valencia junto a la Merced, y allí tenía su tienda de libros. Se ignoran las circunstancias de su vida, como también el año de su nacimiento y el de su muerte: la primera obra que publicó, intitulada Silva de varias canciones, se imprimió en Sevilla en el año de 1511: llegó a edad muy avanzada, como lo comprueba un retrato suyo que conservo, y aun mucho más otro que vi en la Biblioteca Real de París, que sirve de adorno a la primera llana de su obra intitulada Memoria hispánica. Allí le representó el artífice con barba larga y crecida, y coronada la frente con una guirnalda de hiedra. Cervantes aludió a la vejez de este benemérito literato, diciendo en la comedia de Los Baños de Argel:


    Antes que más gente acuda
el coloquio se comience,
que es del gran Lope de Rueda,
impreso por Timoneda
que en vejez al tiempo vence.



La mayor parte de sus obras dramáticas (de las cuales, a excepción de dos, no tuvo noticia Jimeno) la publicó el autor en Valencia, impresa por Joan Mey Con este título: Turiana en la cual se contienen diversas comedias y farsas muy elegantes y graciosas, con muchos entremeses y pasos apacibles, agora nuevamente sacados a luz por Joan Diamante (anagrama de Joan Timoneda), dirigida al muy ilustre señor Don Joan de Villarrasa, gobernador y teniente de visorrey y capitán general del reino de Valencia, mi señor. -Impresa en Valencia en casa de Joan Mey, con licencia del santo oficio. Con privilegio real por cuatro años. Debe advertirse que aunque las piezas de que se compone la Turiana tienen las diferentes fechas de 1563, 1564 y 1565, todas juntas forman una sola colección, como lo indica el título.




1570


Comedia de la Constanza

119. Gaspar Vázquez. Comedia de la Constanza. Alcalá de, Henares, año de 1570.

El autor de esta pieza fue comediante. Don Tomás Tamayo de Vargas hace mención de él en su Biblioteca manuscrita.




Pluto

120. Pedro Simon de Abril. El Pluto, de Aristófanes.




Medea

121. Medea, de Eurípides.

Hace mención de estas dos traducciones Don Nicolás Antonio en su Biblioteca.






1575

Callar hasta la ocasión


122. Alonso Cisneros, Comedia intitulada: Callar hasta la ocasión.

Alonso Cisneros, autor de esta comedia (que no he tenido presente), fue natural de Toledo, comediante y autor de compañía, después de haber representado cuando joven en la de Lope de Rueda. En los libros de la contaduría del hospital general de Madrid hablando de las limosnas que se dieron para edificar el corral de la Cruz en el año de 1579, se halla esta partida: «Miércoles 19 de octubre dio Cisneros una comedia de limosna para ayuda a la obra del teatro que las obras pías, Pasión y Soledad labran en la calle de la Cruz: y valió el aprovechamiento de la entrada de la puerta que pertenecía al dicho Cisneros, doscientos treinta y tres reales, y para las cofradías hubo aquel día de entramos tablados, corredor y ventanas ciento setenta y cuatro reales». Luis de Cabrera, en su Historia de Felipe II, libro VII, tratando del carácter violento e iracundo del príncipe Don Carlos, dice: «Había mandado que le representase una comedia Cisneros, excelente representante; y por orden del cardenal Espinosa impedido y desterrado, no osó venir a palacio. Indignose contra el cardenal (a quien sumamente aborrecía por su imperioso gobierno y gracia que tenía con el rey); y viniendo a palacio le asió del roquete, poniendo mano a un puñal, y le dijo: Curilla, ¿vos os atrevéis a mí, no dejando venir a servirme Cisneros? Por vida de mi padre, que os tengo de matar. Del cardenal arrodillado y humilde fue detenido y satisfecho».




1577


Andria

123. Pedro Simon de Abril. Comedias de Terencio. Andria.




El Eunuco

124. El Eunuco.




El Heautontimorúmenos

125. El Heautontimorúmenos.




Los Adelfos

126. Los Adelfos.




La Hecira

127. La Hecira.




El Formion

128. El Formion.

Pedro Simon de Abril, natural de Alcaráz, fue uno de los literatos más sobresalientes de su siglo: enseñó lengua griega en la universidad de Zaragoza, y letras humanas en otras escuelas de Aragón: se ignora el año de su muerte, que debió ser después del de 1589. Puede verse el crecido número de sus obras en la Biblioteca de Don Nicolás Antonio, de las cuales algunas se han perdido manuscritas, y entre ellas la traducción del Pluto, puesto que la de Medea asegura Velázquez haberse publicado en Barcelona en el año de 1599. Merece mucho aprecio su traducción completa de Terencio, que después de impresa en Zaragoza en el año que indica este catálogo, se reimprimió por el autor en Alcalá de Henares en el año de 1583 más corregida que la primera, y arreglado el texto latino por el que Gabriel Faerno publicó en Florencia, valiéndose también de las observaciones que le comunicó su amigo Francisco Sánchez de las Brozas, catedrático de retórica en la universidad de Alcalá. Esta versión de Terencio se reimprimió en Barcelona en 1599 y en Valencia en 1762, recomendada como lo merece por el erudito Mayans, circunstancia que fue bastante para inspirar a Don Juan de Iriarte un epigrama insípido, en que quiso desacreditar el mérito de la traducción y desairar de camino al editor, con quien tenía resentimientos particulares. Obras de tal naturaleza no se deslucen con un equívoco chabacano disuelto en cuatro versos fríos, y siempre se estimará la traducción de Abril como una de las mejores entre las pocas que se han hecho en España de los clásicos latinos. Pondré una muestra (sin particular elección) sacada de la Hecira para que por ella se vea la fidelidad del traductor, su lenguaje y su estilo. Es la escena segunda del acto cuarto.

 

SOSTRATA, PANFILO.

 

SOSTRATA.-   Bien sé yo, hijo mio, que tú tienes de mi sospecha que tu mujer se ha ido de casa por mi terriblez y malas costumbres, aunque lo disimulas cuerdamente. Pero así los dioses me amen, y así vea de ti aquel gozo que deseo, como nunca (que yo sepa) he merecido que ella me aborreciese con razón. Y aquel grande amor que yo hasta aquí creía que me tenías, agora por la experiencia lo has mostrado, porque tu padre me ha contado allá dentro como me has preferido a tu amor. Y yo agora estoy determinada de darte por ello el galardón, para que sepas, Panfilo, que tengo con qué premiarte ese maternal amor. Hijo mío, yo entiendo que esto es lo que a vosotros cumple y a mi honra: yo estoy determinada de irme de aquí con tu padre al alquería porque mi presencia no os haga estorbo, ni quede escusa ninguna para que no vuelva a casa tu Filomena.

PANFILO.-   ¿Qué determinación es esta, madre mía? ¿Por su necedad de ella te has de ir a morar de la ciudad al alquería? No harás tal, ni yo daré lugar que los que mal nos quieren digan que eso lo ha cansado mi porfía y no tu comedimiento; demás de esto yo no quiero que tú por mi respeto dejas tus amigas y tus parientas y tus días de regocijo.

SOSTRATA.-   Ninguna cosa de esas me da ya contento ninguno: mientras mis años lo sufrieron, ya yo me he gozado harto de eso; ya agora todos estos ejercicios me cansan: lo que yo agora mas procuro es que mis muchos años no den pena a nadie, ni que nadie desee ver el fin de mis días. Yo veo que aquí sin razón soy aborrecida: tiempo es ya de dar higar. De esta manera entiendo que quitaré a todos las ocasiones, y yo me libraré de esta sospecha, y a ellos les daré contento. Dame por tu vida lugar de librarme de esta mala fama que comúnmente tienen las mujeres.

PANFILO.-   Cuán dichoso soy con todo lo demás, si no fuera por esto, en tener tal madre como esta y tal mujer como aquella.

SOSTRATRA.-   Hijo mío, yo te ruego que no se te haga de mal sufrir este inconveniente, como quiera que él sea. Si en todo lo demás ella es a tu gusto, y como yo creo que lo es, hijo mío, hazme este placer y hazla volver a casa.

PANFILO.-   ¡Ay desdichado de mí!

SOSTRATA.-   Y también de mí. Porque eso no menor pena me da a mí que a ti, hijo mío.






Tragedia de Nise lastimosa

129. Jerónimo Bermúdez. Tragedia de Nise lastimosa. Está escrita en varios metros, verso suelto de once y siete sílabas, sáficos y adónicos, liras, sextinas y sonetos. Acto primero. Después de un monólogo del infante Don Pedro (que no tiene menos de ciento treinta y seis versos endecasílabos) sale el secretario, y quiere persuadirle a que se aparte de la linda Inés. El infante indignado de tal propuesta exclama con vehemente pasión:

    Hombres de entrañas fieras y dañadas,
¿Qué me queréis? ¿Qué sinrazón os hago
en amar de esta suerte a quien me paga
con otro tal amor? A quien el mundo,
a quien todo este reino, a quien vosotros
que así me perseguís, debéis servicio,
y gracias a los cielos que quisieron
de cosa tan divina enriqueceros.
Hombres que procuráis mi mal y muerte,
poned los ojos donde yo los míos,
y el alma y corazón, y veréis luego
la ceguera en que están. ¿Qué monarquía
de aquel acatamiento glorioso
colgada no estará? Y aquella cara
que tanto aborrecéis, ¿no es mas que humana?
En cuerpo tan hermoso, al alma hermosa,
discreta, noble, honesta, casta y pura,
¿Qué tacha podéis dar?


Sigue el primer coro de coimbresas, y a este el segundo, en el cual se dice hablando del poder de amor:

    También el mar sagrado
se abrasa en este fuego:
también allá Neptuno
por Menalipe anduvo
y por Medusa ardiendo...
También las voladoras
y las músicas aves,
y aquella sobre toda,
de Júpiter amiga,
no pueden con sus alas
huir de Amor, que tiene
las suyas mas ligeras.
¿Qué cosa hay en el mundo
que del amor se libre?
Antes el mundo todo
visible y que no vemos,
no es otra cosa en suma,
si bien se considera,
que un espíritu inmenso,
una dulce armonía,
un fuerte y ciego nudo
de amor con que las cosas
están trabadas todas...
Amor puro las cría,
amor puro las guarda...
Seriamos peores
los hombres que las fieras
si amor no fuese cebo
de nuestros corazones.


Acto segundo. Pacheco y Coello aconsejan al rey Alfonso que mate a Inés: queda solo el rey, se queja de los afanes del reinar, y pide favor a Dios en la tribulación que padece: el coro primero, habiendo observado las agitaciones del rey, dice:

    Triste pobreza nadie la desee,
ciega riqueza nadie la procure,
la bienaventuranza de esta vida
       es medianía.
    Príncipes, reyes y monarcas sumos,
sobre nosotros vuestros pies tenéis;
sobre vosotros la cruel Fortuna
       tiene los suyos.
    Sopla en los altos montes mas el viento,
los mas crecidos árboles derriba,
rompe también las mas hinchadas velas
       la tramontana.
    Como sosiegan en el mar las ondas,
así sosiegan estos pechos llenos;
nunca quietos, nunca satisfechos,
       nunca seguros.


Acto tercero. Inés con sus tres hijos (que no hablan) sale asombrada y refiere a su ama un sueño espantoso, en que vio que tres leones la despedazaban a vista de sus hijos: el ama procura consolarla y distraerla; pero el coro le anuncia que vienen a matarla: crecen la perturbación y el terror, y acaba así este bellísimo acto:

CORO
       Cerca viene
la muerte que te busca. Ponte en salvo.
Huye, cuitada, huye, que ya suenan
las duras herraduras: gente armada
corriendo viene aquí; viene a buscarte
el rey determinado ¡oh desdichada!
A descargar su saña en ti. Tus hijos
esconde si hallas donde, no les queda
de estos tus hados parte.
INÉS
¡Oh sin ventura!
¡Oh sola sin abrigo! Señor mío,
¿Dónde estás que no vienes? ¿Quién me busca?
CORO
El rey.
INÉS
¿Pues qué me quiere?
CORO
¡Rey tirano,
Y tales los que tal le aconsejaron!
Por ti pregunta, y a tus tiernos pechos
con duro hierro traspasar pretende.
AMA
Cumpliéronse tus sueños.
INÉS
Ama, huye,
huye de esta ira grande que nos busca;
Yo sola quedo, sola aunque inocente.
No quiero mas socorro: venga luego
por mí la muerte, pues sin culpa muero.
Vosotros, hijos míos, si ella fuese
tan cruda que de mí apartaros quiera,
por mí gozad acá de aqueste mundo
socórrame hora Dios... y... socorredme,
mujeres de Coimbra... ¡Oh caballeros,
ilustre sucesión del claro Luso,
pues veis esta inocente en tal estrecho,
amigos, socorredla!...
Mis hijos, no lloréis, que tiempo os queda:
gozaos de esta madre en cuanto os viva
y vosotras, amigas, rodeadme,
cercadme en torno todas, y pudiendo,
libradme ahora, porque, Dios os libre.


Acto cuarto. Alvar González y Pacheco instan al rey para que apresure la muerte de Inés: ésta se le presenta acompañada de sus hijos y de las mujeres de Coimbra en la escena segunda, en la cual se admiran con razón los trozos siguientes:

    Venid también vosotras, a tal punto
no me dejéis. Pedid misericordia,
pedid misericordia para aquesta
tan inocente cuanto desdichada:
llorad el desamparo de estos niños
tan tiernos y sin madre. Mis amores,
el padre veis aquí de vuestro padre,
la mano le besad, a su clemencia
os entregad, pedidle que la empleo
en esta vuestra madre, cuya vida
os vienen a robar...
¿No me oves, señor mío? ¿Así te dejas
llevar de la pasión y del engaño?
¡Oh!, mis amigos, llámome a vosotros,
hablad al rey por mí, favorecedme,
pedidle piedad: si en algun tiempo
entró en vuestras entrañas, o si dulce
amor de hijos pudo enterneceros,
que si no me valéis pudiendo ahora,
vosotros me matáis...
¿Pecados contra ti? ¿Tan gran pecado
es bien querer a quien a mí me quiere?
Si amor con muerte pagas, ¿con qué piensas,
Señor, pagar el odio? Amé a tu hijo,
no le maté, que amor amor merece.
¿Y estos son mis pecados? ¿Estos quiere,
con muerte castigar? ¡Cruel castigo!


El rey se enternece y quiere que viva, pero Coello, González y Pacheco, quedando solos con él, le culpan de excesivamente débil.

REY
No veo culpa que merezca pena.
GONZÁLEZ
¿Aun hoy la viste y no la ves ahora?
REY
Mas quiero perdonar que ser injusto.
GONZÁLEZ
No se consiente al rey pecar en nada.
REY
Soy hombre.
GONZÁLEZ
Pero rey.
REY
El rey perdona.


Insta de nuevo Alvar González, el rey vacila; y diciendo que no quiere intervenir en aquella muerte, los deja en libertad para que si lo creen necesario y justo quiten la vida a Inés. Coro primero, coro segundo, que refiere haberse ejecutado aquella atrocidad lamentable.

    Yace en su sangre envuelta la cuitada
a los pies tiernos de sus tristes hijos,
que a ellos acudió la sin ventura;
mas ellos no pudieron guarecella,
porque los tiernecitos no tenían
fuerzas para quitar los duros hierros
a manos tan crueles, que a sus ojos
tan delicadas carnes traspasaban.
¡O manos crudas!


Acto quinto. Después de un soliloquio del infante viene un mensajero que le refiere la muerte de Inés: el infante prorrumpe en un largo discurso, en que a pesar de algunos extravíos hay afectos oportunos y bien expresados, y así concluye la tragedia.

Su defecto principal es la falta de acción y enredo dramático: el acto quinto es inútil: el personaje del infante es de absoluta nulidad: el del rey mal desempeñado por indeciso y débil. Entrega a Inés en manos de sus asesinos al mismo tiempo que la reconoce inocente: el interés que hace cometer tanta crueldad a Coello, Pacheco y González no se manifiesta: la ausencia del infante ni se motiva ni se disculpa: la escena es en Lisboa y en Coimbra: la versificación es floja y desaliñada no pocas veces. El estilo, prescindiendo de uno u otro descuido, no carece de elevación y afectos trágicos. Los coros, en que hay muy buenos trozos de poesía, son tan inverosímiles como en las tragedias griegas y latinas, y en las que los italianos hacían entonces.




Tragedia de Nise laureada

130. Tragedia de Nise laureada. Está escrita en variedad de metros como la antecedente. Acto primero. Diálogo pesadísimo entre el rey y el obispo: el rey se lamenta de la muerte de Inés, y el obispo en ciento noventa y cuatro versos endecasílabos hace lo que puede por consolarte, contándole la creación del mundo y el pecado de Adán, y hablándole de Moisés y de Agamenón: el rey se lo agradece y le llama padre en Cristo, pero tan triste se queda como se estaba. Sale el alcalde y le entrega las llaves del castillo de Coimbra: preséntansele sus hijos: el rey se enternece al verlos, y dice:

REY
Hijos de mis entrañas, ¿conoceisme?
amores, ¿dónde es ida vuestra madre?
¿Por qué se fue? ¿Por qué os dejó tal, solos?
AMA
Su madre desde el cielo los bendice.


Si toda la pieza se pareciese a esto, ¡cuánto habría que admirar en ella! Un camarero, que se presenta sin necesidad, empieza a dar consejos al rey, y a decirle sentencias para que se consuele de la pérdida de Inés: el rey con mucha razón exclama:

    ¡Pesado aviso de filosofía!
Sin la causa quitar de las tristezas
querellas hacer dulces y suaves.


El coro primero canta un soneto, acabado el cual asegura el rey que castigará cruelmente a los tres matadores de Inés, trocándolos por otros tantos forajidos de Castilla que tiene en su poder. El coro segundo canta una canción en que hay muy buenos versos. Acto segundo. El condestable dice a solas un par de octavas: después canta el coro.

    ¡O corazones
mas que de tigres!
¡O manos crudas
mas que de fieras!
¿Cómo pudistes
tan inocente,
tan apurada
sangre verte?
¡Ay!, que su grito,
¡Oh Lusitania!
¡Patria mía!
Trae los rayos
del vivo fuego,
que purifica
toda la tierra,
contaminada
de la crueza
que cometiste.


Sigue a estos buenos versos una enfadosa escena entre el rey, el embajador de Castilla y el condestable, el cual no lleva a bien que se entreguen los tres fugitivos castellanos en cambio de los tres portugueses, sobre lo cual altercan él y el rey. Los siguientes versos darán alguna idea del pedantismo, la garrulidad y redundancia del condestable. Habla de cuán excelente virtud es la justicia, y dice:

    Ella es la fuente mas que pegasea
de todos los arreos y grandezas
que en los humanos pechos se atesoran:
ella es el cuento, el peso y la medida
en que consiste el ser de los vivientes:
ella es la madre pía del sentido,
el nervio del sentido y del juicio,
de la tranquilidad y del descanso
de todos los ilustres pensamientos.
Ella es aquel ambrosia regalado
y aquel suave néctar de los dioses,
aquel sagrado cuerno de Amaltea
que está vertiendo siempre los tesoros,
y enriqueciendo los dorados siglos
de gracias y virtudes inefables.


Así prosigue disparatando hasta que logra enfadar al rey como es natural: queda resuelto que se haga sin dilación el cambio de los delincuentes: el condestable acompañado del coro dice un soneto: sigue el coro después cantando unas estrofas que no valen mucho. Acto tercero. El camarero a solas y después el coro anuncian en muy buenos versos la próxima coronación de Inés: sigue un diálogo simétrico entre el camarero y el rey: cada uno de ellos dice una sentencia de dos en dos versos, de tres en tres y de cuatro en cuatro. La escena siguiente no es menos ridícula: hablando el rey, y respondiendo el eco las últimas sílabas Ida... Es... Sombra... Es. El coro intenta consolar al rey, que prorrumpe en una larga lamentación, y así que acaba, toma la palabra el obispo y le echa una plática de cosa de ochenta versos sobre las excelencias de la tierra. Viene el condestable, y entre él y el rey sigue otro diálogo simétrico e impertinente: descúbrese el trono, y en él adornado de vestiduras reales el cadáver de Inés: el rey la corona, y el condestable le da las gracias por haber concedido a Portugal tan excelente reina: el coro primero canta una oda en sáficos y adónicos: sigue el coro segundo y canta otra en versos cortos menos buenos que la anterior. Acto cuarto. Aparecen presos en la cárcel González, Pacheco y Coello: un guardia les escupe en la cara, el verdugo les da la enhorabuena de que hayan venido gordos y frescos: insultos de una y otra parte: viene el alcalde, alterca con ellos, y por último manda que les den tormentos crueles durante la noche, hasta que al día siguiente se les remate. El verdugo enterado de la orden dice:

Un rato al potro y otro rato al brete.


Los coros primero y segundo cantan dos composiciones de ningún mérito. Acto quinto. Monólogo inútil del alcalde: sale el rey acompañado de grandes y caballeros, guardias y pueblo: preséntanse los reos: el rey levanta un látigo que tiene en la mano y cruza la cara a Coello: empieza la ejecución: el coro alterna en el diálogo con los personajes del drama: saca el verdugo el corazón por las espaldas a Alvar González, y le muestra al rey y a toda la corte, diciendo:

    Si alguno está tocado de la rabia,
podrá quemalle y deshacelle en polvos,
que así bebidos son de grande efecto.


Después hace lo mismo con Pacheco y Coello sacándoselos por el pecho. Manda el alcalde que lleven a quemar los cuerpos, el rey lo aprueba, y concluida esta matanza atroz sigue un largo discurso del rey, tan lleno de amor de Dios, de arrepentimiento de sus culpas, de vehementes deseos de penitencia para merecer por ella el eterno descanso, que no hay más que pedir: los coros primero y segundo reflexionan sobre la vanidad de las cosas humanas, y la necesidad de que el hombre se convierta a Dios y abomine los vicios.

¡No hay fábula en esta pieza, ni interés ni enredo, ni desenlace, ni afectos, ni caracteres, ni situaciones: todo es languidez, desaliño, impertinencia, atrocidad feroz, olvido continuo de los preceptos que dicta el buen juicio en esta clase de composiciones. Si se exceptúan algunos pedazos dignos de estimación que ya se han citado en su lugar, todo lo restante es en extremo defectuoso.

Fray Jerónimo Bermúdez, natural de Galicia, religioso dominicano, catedrático de teología en Salamanca, nació, según la opinión del colector de El Parnaso español, pasado el año de 1530, y aun vivía en el de 1589. Fue muy erudito en las lenguas sabias y en el estudio de las buenas letras: compuso entre otras obras las dos tragedias mencionadas en este catálogo, y las dio a luz en Madrid año de 1577 con el nombre supuesto de Antonio de Silva: la primera de ellas no es original, sino traducción libre de la que escribió antes del año de 1558 el portugués Antonio Ferreira, intitulada Castro. «La acción de la Nise lastimosa (dice Signorelli en la Historia de los teatros) se representa parte en Lisboa y parte en Coimbra como la Castro del portugués, a la cual sigue servilmente de escena en escena la tragedia castellana. Empieza, prosigue y concluye de la misma manera, copiando las situaciones, los pensamientos y las palabras: en suma Bermúdez siguió a Ferreira como la sombra al cuerpo, copiándolo y traduciéndolo todo, hasta los defectos, los adornos líricos, y los pensamientos demasiado sutiles en boca del príncipe». Montiano y Lampillas hablaron de las dos tragedias de Bermúdez con excesiva parcialidad.






1578

Comedia intitulada Metamorfosea


131. Anónimo. Comedia intitulada Metamorfosea, en tres jornadas, escrita en verso. Belisena, amante despreciada de Medoro, Eleno, amante despreciado de Belisena, Albina, amante despreciada de Eleno, Rovina, amante despreciada de Alisio: unos suplican y otros despiden, hasta que llegándose a cansar los desdeñados de su mala suerte resuelven poner su afición en los que antes los querían; pero como estos se habían cansado también de rogar, ya no los quieren, de modo que se renueva la misma dificultad que hubo al principio, aunque en sentido contrario, y la fábula se acaba sin desenlazarse. Todos los personajes hacen y dicen lo mismo: los seis interlocutores pudieran reducirse a dos, y las tres jornadas a tres escenas. El estilo es incorrecto y trivial. Se halla esta pieza en la biblioteca del Convento de Santa Catalina de Barcelona.




1579


Comedia de la muerte del rey Don Sancho y reto de Zamora

132. Juan de la Cueva. Comedia de la muerte del rey Don Sancho y reto de Zamora por Don Diego Ordóñez. Esta farsa fue representada la primera vez en Sevilla, año de 1579, siendo asistente de ella Don Francisco Zapata de Cisneros. Representola, Alonso Rodríguez, autor de comedias, en la huerta de Doña Elvira. Ésta y las demás piezas dramáticas de Juan de la Cueva están divididas en cuatro Jornadas, y su diálogo es una mezcla continua de estrofas líricas, endecasílabos sueltos, redondillas, tercetos y octavas. La fábula carece de artificio dramático: los sucesos se representan en acción unos después de otros como la historia los refiere. No se comprende cómo pudo verificarse en ningún teatro la mudanza continua de lugar sin que el diálogo de los personajes se interrumpa. ¿Cómo se han de representar con verosimilitud los paseos del rey y Bellido Dolfos, la fuga precipitada de éste, la muerte de su caballo herido por el Cid que le sigue corriendo, la batalla de Don Diego Ordóñez y los tres hijos de Arias Gonzalo combatiendo todos a caballo, el ejército castellano rodeando la valla, Zamora a la vista, y sus muros coronados de pueblo, y hablando todos desde lugares tan distantes? El autor contó sin duda con que la imaginación de los espectadores supliría todo lo que faltaba a la imitación teatral. El estilo de Juan de la Cueva es fácil y abundoso, descuidado muchas veces, otras humilde en demasía, otras magnífico y muy próximo al tono de la epopeya, pero casi nunca afectuoso ni dramático. Cuando el rey admito en su favor a Bellido Dolfos y va con él reconociendo los muros de Zamora, uno de los que están de guardia grita desde las almenas, avisando al rey que no se fíe de aquel malvado. El poeta intercaló en este discurso algunos trozos de un antiguo romance, artificio ingenioso, que siempre produce muy buen efecto en la escena si se aplica con oportunidad como él lo hizo. Los versos tomados del romance son:

    Rey don Sancho, rey don Sancho,
no dirás que no te aviso
que del cerco de Zamora
un traidor había salido.
Bellidos Dolfos se llama,
hijo de Dolfos Bellido,
cuatro traiciones ha hecho,
y con esta serán cinco.





Comedia del saco de Roma y muerte de Borbón, y coronación de nuestro invicto emperador Carlos V

133. Comedia del saco de Roma y muerte de Borbón, y coronación de nuestro invicto emperador Carlos V. Fue representada esta farsa la primera vez en Sevilla por Alonso Rodríguez, famoso representante, en la huerta de Doña Elvira, siendo asistente Don Francisco Zapata de Cisneros, conde de Barajas. Juan de la Cueva fue el primero entre nosotros que se atrevió a hacer una comedia del asalto y saqueo de una ciudad: la pintura que presenta en esta de la insaciable codicia, las violencias y el brutal desorden de un ejército vencedor, es muy conforme al original que imita. El lugar de la escena se supone en las cercanías de Roma, en sus muros, en sus plazas y calles, en las inmediaciones de Bolonia, dentro de ella, y en el presbiterio de la iglesia de San Petronio. La acción dura desde el mes de mayo del año de 1527 hasta el de febrero de 1530: las desigualdades de versificación y estilo corresponden a la desatinada estructura de la pieza.




Tragedia de los siete infantes de Lara

134. Tragedia de los siete infantes de Lara. Esta tragedia representó la primera vez en Sevilla en la huerta de Doña Elvira Alonso Rodríguez, siendo asistente Don Francisco Zapata, etc. Montiano tuvo razón en decir que esta pieza no debió intitularse. Los siete infantes de Lara, y en efecto antes que empiece la acción ya están muertos los tales infantes. Con cualquier título que se la ponga, la tragedia quedará siempre mala. La escena es en Córdoba, en Salas y en Barbadillo: dura la acción unos veinte años: toda se compone de situaciones sueltas siguiendo el orden histórico. La infanta Zilda, aficionada a hechicerías, acompañada de su criada Hafa diestra en estas artes, hace un conjuro para que Gonzalo Bustos no se vaya, invocando a los ministros de Averno a fin de que estorben su viaje, pero los ministros de Averno se están quietos: el conjuro no tiene efecto (cosa muy verosímil) y Bustos se va: queda Mudarra en el vientre de su madre al fin de la segunda jornada, y al acabarla tragedia mata a Ruy Velázquez (después de haber recibido el santo bautismo) y hace quemar viva a doña Lambra dentro de su casa. En cuanto al estilo debe advertirse que entre la magnificencia y pompa de algunos diálogos, hay expresiones que distan demasiado de la gravedad del coturno. Por ejemplo las siguientes cuando Gonzalo Bustos está comiendo con el rey Almanzor:

ALMANZOR
¿Coméis así por allá?
BUSTOS
Si señor, del mismo modo
se sirve y se come tollo,
no en el suelo como acá.
ALMANZOR
Bueno ha estallo este guisado.
¿Hate dado gusto, Bustos?
BUSTOS
Es tal, que a todos los gustos
será por fuerza extremado.
ALMANZOR
¿Ha faltado alguna cosa?
BUSTOS
Señor, a lo que imagino,
tener sabor de tocino.
ALMANZOR
¡Oh qué comida enfadosa!
No sé por qué los cristianos
tan sucia comida usáis,
si no es porque gustáis
de comer cieno y gusanos.
No sin causa el dios Mahoma,
so pena de grande afán,
nos veda por su alcorán
que ningún moro lo coma.





Comedia de la Libertad de España por Bernardo del Carpio

135. Comedia de la Libertad de España por Bernardo del Carpio. Esta farsa fue representada la primera vez en Sevilla por Pedro de Saldaña, famoso autor y excelente representante. Representose en las Atarazanas, etc. Esta fábula empieza ab interitu Meleagri. En las primeras escenas se pintan los amores del Conde de Saldaña y la infanta doña Jimena, y en las últimas la gran victoria de Roncesvalles debida al prodigioso valor de su hijo Bernardo del Carpio: así es que su duración viene a ser unos veinte años: la escena es en León, en Saldaña y en los Pirineos. A pesar de tanta materia como eligió el poeta para su obra, todavía hay en ella episodios y personajes inútiles: el número de estos llega a veintitrés, sin contar los dos ejércitos combatientes. Alfonso el Casto es feroz, pusilánimo, caviloso, inconsecuente y nulo: Bernardo un baladrón temerario que insulta al rey su tío y amenaza a todo el universo. Véanse algunos rasgos de su carácter, y de camino los descuidos de estilo y decoro en que incurrió el autor:

   ¿Esto me encubrías, cielo?
¡O cielo! ¿Tal me encubriste?
¿Qué fue la causa? ¿Temiste
verme destruir el suelo?
Sí haré, y el mundo y mundos:
si hay mil mundos, mil espero
asolar con brazo fiero,
y mil horribles profundos.
¡O rey fiero! ¡O rey tirano!
Rey injusto, rey cruel,
rey soberbio, rey infiel,
rey sin ley, rey mal cristiano.
¿En qué fundas tu locura?
¿En las armas? Sus, al arma,
al arma; mas no te arma
de armas el armadura...
Id presto con diligencia
y decid que esta es sazón
de conseguir el blasón
de su ilustre descendencia.
Que domen el arrogancia
del enemigo y su saña,
porque vean que es España
España, y no España Francia.
Si en el centro del mar por mas seguro,
Carlos, a ti y tus doce lleva el miedo,
o al reino horrible del Erebo oscuro,
temiendo lo que en todos hacer puedo;
en su profundidad no os aseguro
que allá os irá buscando mi denuedo:
y si al cielo os subís, allá la muerte
os iré a dar con este brazo fuerte.


La gran victoria que obtiene Bernardo, en que él solo combate y vence ar los doce pares, haciendo en el ejército una espantosa carnicería, no es menos admirable que las hazañas de Amadís, de Morgante o de Don Cirongillo, ni menos distante de la verosimilitud dramática. El dios de la guerra, maravillado de tanto valor, baja del Olimpo, corona a Bernardo, y le dice al acabar esta descabellada composición:

    Yo só el dios Marte, que tan alto hecho
quiero remunerar, tu esfuerzo y maña;
y esta corona de laurel te endono,
y por segundo Marte te corono.





Comedia del Degollado

136. Comedia del Degollado. Esta comedia representó la primera vez en Sevilla Pedro de Saldaña. Recitose en la huerta de Doña Elvira, etc. La fábula de esta comedia está dispuesta con tan poca economía, que de cuatro jornadas que tiene pudiera reducirse fácilmente a dos. La escena se finge en las cercanías de Vélez de la Gomera, y en una ciudad de África que no se nombra: los amores del príncipe moro con su esclava Celia están pintados sin la menor inteligencia del arte, y tanto, que para expresar el poeta cuan excesiva era su pasión, le convierte de repente en un personaje ridículo de entremés, y a la ilustre y castísima Celia en una moza chocarrera y descocada. Le dice el príncipe que le trate como a un criado suyo, que ella debe mandar y él obedecerla; Celia, haciendo el papel de señora, le llama indiscreto, bárbaro, majadero y badajo: le destina a servir al mozo de la cocina, y a ser ayudante del barrendero: le hace bailar y dar saltos, y luego manda que se vaya a acostar. A vueltas de estos desatinos hay sin embargo algunas situaciones no mal desempeñadas, entre las cuales merece estimación la última escena de la jornada cuarta.




Tragedia de la Muerte de Ayax, Telamón sobre las armas de Aquiles

137. Tragedia de la Muerte de Ayax, Telamón sobre las armas de Aquiles. Representó esta tragedia Pedro de Saldaña, haciendo él mismo la figura de Ayax admirablemente. Recitose la primera vez en Sevilla en la huerta de Doña Elvira, etc. La escena es en Troya en el monte Ida, y en el acampamento de los griegos: la acción no empieza hasta lo último de la segunda jornada, resultando inútil todo cuanto precede, y por consiguiente inútiles también los personajes de Eneas, Anquises, Acates, Venus, Elena, Andrómaca y Canopo. Imitó Cueva en las primeras escenas a Virgilio, poniendo en acción mucha parte de lo que se refiere en el segundo libro de la Eneida: imitó a Ovidio en los discursos de Ayax y Ulises reduciéndolos mucho como convenía a la forma dramática, pero hubiera debido no apartarse del poeta latino en la conclusión del razonamiento de Ulises.


    [...]aut si milú non datis arma,
Huie date: et ostendit signum fatale Minervae.



A esta situación verdaderamente teatral hace Ovidio seguir la adjudicación de las armas de Aquiles en favor del elocuente Ulises, y a esto la desesperada muerte de Ayax. Cueva, en vez de imitar aquella rapidez, gasta otra jornada en diálogos Impertinentes de Agamenón y Menelao, que están discordes en su opinión. Ulises y Ayax vuelven a comparecer para ser juzgados, y se repite inútilmente una misma situación, se entorpece el progreso de la fábula y el interés se debilita: convienen todos los reyes y caudillos en que Néstor decida, y se publica esta ridícula sentencia:

    Visto todo lo alegado
de Telamón el valiente
y de Ulises elocuente
sobre lo que han demandado,
fallamos que a Ulises den
las armas porque es razón,
y esto firma Agamenón,
Diomedes, Néstor también.


Ayax se mata al oír esto: se aparece la Fama y dice que nadie toque el cuerpo de Ayax, porque Júpiter quiere que le convierta en una flor.

    Y porque el auditorio circunstante,
que oído ha la tragedia dolorosa,
se vaya a reposar, pido en descuento
que muestre con aplauso el ir contento.


Montiano dijo hablando de esta pieza, que abunda de sentencias, y en toda la fábula es admirable la dicción. No a todos parecerá admirable, pero puede decirse que aunque el estilo serpit humi en muchas ocasiones, en general es una de las piezas mejor escritas de Juan de la Cueva.




Comedia del Tutor

138. Comedia del Tutor. Fue representada esta comedia la primera vez en Sevilla en la huerta de Doña Elvira por Pedro de Saldaña, etc. La escena es en Sevilla y en Salamanca: los personajes van y vienen de una parte a otra a pesar de tan larga distancia con imposible facilidad la acción dura unos siete u ocho meses: Leotacio, que se enamora por un retrato, y solicita ser correspondido de Aurelia, es una figura inútil que sólo sirve de duplicar la acción y confundirla: el episodio de la tercera jornada en que Licio vestido de diablo espanta a Leotacio y Astropo, no sólo es inoportuno, sino contrario a los fines que Licio se ha propuesto. Con más estudio y meditación hubiera podido el autor simplificar su fábula dándole mayor unidad, interés y verosimilitud, pero nada de esto hizo. Sin embargo, hay en ella un fin moral, algunas situaciones cómicas y facilidad en el diálogo.




Comedia de la Constancia de Arcetina

139. Comedia de la Constancia de Arcetina. Fue representada esta comedia con grandísimo extremo en la huerta de Doña Elvira por Pedro de Saldaña, etc. Nada omitió en esta comedia Juan de la Cueva para hacerla agradable a los ojos del vulgo: amores, celos, venganzas, disfraces, homicidios, reo, alguaciles, verdugo, horca, magia, conjuros, espíritus, pastores, magistrados, caballeros, montes, cabañas, buen lenguaje, sonoros versos. Si hoy se repitiese en el teatro, hoy la desaprobarían los doctos y la aplaudiría la multitud. La escena es en Colibre y en sus cercanías. Menalcio está enamorado a un tiempo de las dos hermanas Arcelina y Crisea: igualmente enamoradas de él, echan suertes para saber cuál de las dos ha de quererle exclusivamente: Arcelina mata a su hermana para quedar sola en el cariño de Menalcio: Fulcino, amante de Arcelina, trata de matar a Menalcio para que Arcelina le quiera, y si no lo consigue matar a las dos hermanas. Suposiciones todas tan inverosímiles y violentas, que cuanto resulta de ellas es repugnante confusión, no enredo dramático. Son inútiles los personajes de Fulcino, Gelcino, Orbante, Tesífone, Zoroastres, Aquiles, Egisto, Ifis, Dido, Pastulcio, Olimpo, Don Porcelo y Don Cristino: quitados todos estos, y cuanto hacen y dicen, todavía puede quedar la fábula en toda su integridad: la jornada segunda es ociosa y absurda a pesar de la excelente versificación en que está escrita. Véase una prueba de talento perdido en las siguientes octavas:

ORBANTE
    ¿Del dulce fuego del amor que aspira
tu firme pecho eres conmovido,
fiel Fulcino, a despreciar la ira
del reino horrible del eterno olvido?
¿Y quieres ser (que su crueldad no admira
tu excelso corazón de amor regido)
los que habitan el triste río Aqueronte
y los del encendido Flegetonte?
    ¿Y quieres por mi apremio poderoso
que parar haga de Ixion la rueda,
que tenga Ticio de su mal reposo,
que Sisifo en descanso verse pueda,
que deje el Can trifauce el espantoso
ladrido, y salir fuera les conceda
a las terribles furias y a mi mando
vengan, el reino de Plutón dejando?
FULCINO
    Cuando por mi amistad, amigo Orbante,
Hicieres que pervierta el movimiento
el sol, que no se mueva el cielo errante,
que del infierno pare el cruel tormento,
entenderé de tu amistad constante
que es poco, y esto ha dado atrevimiento
a mi necesidad pedir tu amparo,
por entender que no has de serme avaro.
ORBANTE
    Para que se confirme en esta parte
lo que entiendes de mí, Fulcino amigo,
y cuanto gusto mío es agradarte
y verte libre de cruel castigo,
a aquella parte cumple desviarte,
en tanto que con mago apremio ligo
al rey estigio del sulfúreo infierno,
y a los ministros del castigo eterno...
    Agora es tiempo, ¡o tú Plutón potente!
Que des lugar al fuerte encanto mio
sin que impida ningún inconveniente
lo que demando y lo que ver confío
y es que envíes con priesa diligente
un alma de tu estigio señorío
a ver la luz del mundo que aborrece,
y a declarar un caso que se ofrece...
    Si así no lo hicieres, dura guerra
a tu reino daré con nuevos males:
con luz heriré el centro que te encierra
mostrando tus cavernas infernales;
tus tres jueces, que a aquel que en vida yerra
condenan, a las penas eternales,
quitaré de su asiento y duro mando,
si no me das, Plutón, lo que demando.
TESÍFONE
    Potente Orbante, cuyo fuerte encanto
el reino de Plutón todo ha movido
de tal suerte, que puesto en grave espanto,
el uso del tormento ha suspendido:
mira qué pides, no te tardes tanto,
que solo a que tu mando sea cumplido
me envía el rey de la región oscura
a ver la luz a los dañados dura.


A estos rasgos épicos desatinadamente inoportunos suceden situaciones y afectos más verosímiles, más convenientes a la buena comedia: véase este corto excelente monólogo en que Arcelina fugitiva, oculta en la aspereza de los montes, manifiesta la inquietud y los temores que la agitan:

    Injusto y severo amor,
que me traes a tal extremo,
que ausente la villa temo
porque vivo en tal dolor.
¿Qué puedo hacer, ¡ay cuitada!
Del cielo tan perseguida,
y del mundo aborrecida,
y de Menalcio apartada?
Huyendo la cruda muerte
que a mi hermana dí, ¡ay cruel!
Ausente vivo de aquel
que causó mi acerba suerte.
En estas malezas moro,
sola, entre animales brutos,
comiendo silvestres frutos,
bebiendo el agua que lloro.
Paso el día suspirando,
de ansias y recelos llena,
revuelta en mi culpa y pena,
la noche en vela llorando.
Miro, ¡ay sin ventura!, al cielo
a quien enemiga soy,
cuéntole el mal en que estoy,
y no hallo en el consuelo...
Es tal el temor que tengo
y el amor que en mi alma está,
que acometo a ir allá,
y queriendo ir me detengo.
Con sobresaltos resuelvo
esconderme en la espesura,
donde nada me asegura,
y a mi acerbo llanto vuelvo.
Del silbo del ganadero,
del canto del ruiseñor,
del aire si hacer rumor,
me sobresalto y me altero.


Menalcio manifiesta una vileza que horroriza, instando a que muera Arcelina que acaba de declararse delincuente para salvarle la vida a él: hay artificio en el desenlace, y es oportuna la astucia del gobernador, encaminada a que el padre de Arcelina perdone a quien quitó la vida a Crisea.




Tragedia. La gran Semíramis

140. Cristóbal de Virués. Tragedia. La gran Semíramis. Prólogo en verso suelto en el cual se dice:


    Y solamente porque importa advierto
que esta tragedia con estilo nuevo
que ella introduce, viene en tres jornadas
que suceden en tiempos diferentes,
en el sitio de Batra la primera,
en Ninive famosa la segunda,
la tercera y final en Babilonia,
formando en cada cual una tragedia
con que podrá toda la de hoy tenerse
por tres tragedias, no sin arte escritas.



Jornada primera. Nino tiene sitiada la ciudad de Batra: Semiramis sugiere a su esposo Menón, general de Nino, un medio seguro de ganarla, y en efecto se logra: el rey agradece a su general la victoria, y él presenta a Semiramis, diciendo cómo se casó con ella en Ascalón, como se la llevó después a Ninive, etc.: quedan solos Semiramis y Nino: éste le hace una declaración amorosa, y le propone que se casará con ella, dando a Menón su hija por mujer: Semiramis resiste, llega Menón, el rey le hace el mismo partido y le rehúsa: irritado Nino le amenaza y se lleva por fuerza a Semiramis: hace Menón gran sentimiento, determina ahorcarse, despídese de su esposa ausente en una larga canción de estilo lírico, florido y redundante, y se ahorca en efecto: salen dos soldados, le descuelgan y se le llevan a enterrar. Jornada segunda. De la primera a la segunda jornada pasan dieciséis años. Manda Nino llamara a los grandes del reino a instancias de Semiramis, y la corona en su presencia, dándole absoluto poder en todos sus estados por término de sólo cinco días, en lo cuales nada podrá él mandar y nadie deberá obedecerle: Sembramos da sus órdenes secretas a Zelabo y a Zopiro, del cual está enamorada, como se lo declara después con harta impudencia: Zelabo, en cumplimiento de lo que se le ha encargado, viene diciendo que ha sorprendido al rey y le deja encerrado en la torre: Zopiro anuncia después a Sembramos que ya ha llevado a su hijo Ninias al templo de Vesta, en donde queda con el traje de virgen vestal: a continuación de un soliloquio de Zopiro y un diálogo insípido entre éste y Zelabo se junta el consejo: preséntase a él Sembramos con las vestiduras de Ninias (por quien todos la tienen, atendida la semejanza idéntica de hijo y madre), les da una carta escrita y firmada por ella misma, y al irla a leer dicen entre todos esta ridícula octava:

JANTO
De la reina es la letra y firma y sello.
CREON
Suyo es el sello y suya es firma y letra.
TROILO
Bien conocida es letra y firma y sello.
ORÍSTENES
No hay que dudar en sello, firma o letra.
SEMBRAMOS
Pues conocéis la letra y firma y sello,
dejad el sello y firma, oíd la letra,
leed y oíd la letra de esta carta,
de esta importante cuanto triste carta.


La carta dice en suma que Belo y Juno se aparecieron en un carro tirado de cisnes, entrando en la sala donde estaban Sembramos y Nino, y asiendo a éste de las manos y sentándole en un solio de crista, le arrebataron consigo, diciendo a Sembramos que era su voluntad que el trono de Asiria pasase a su hijo Ninias, y que ella se hiciese vestal: concluye la carta mandando la reina que coronen a su hijo, y firma en el templo de Vesta, en donde finge que está ya retirada: los del consejo creen de buena fe cuanto la carta dice, y resuelven coronar al rey en el siguiente día: queda sola Sembramos y hace traer encadenado a su esposo Nino, que no la reconoce, y creyendo que habla con su hijo sospecha que haya muerto a Semiramis: ésta le hace beber un vaso de veneno y se retira: llora el rey la suerte de su esposa que supone muerta por orden de Ninias, pero contándole los asistentes la verdad del caso espira lleno de desesperación y angustias. Jornada tercera. De la segunda a la tercera jornada pasan seis años: Semiramis declara a los grandes cómo ha estado reinando todo aquel tiempo en hábito varonil: nombra por rey a su hijo, se despoja de toda su autoridad, y quedándose a solas con él le manifiesta, como ya parece que lo había hecho otras veces, su pasión incestuosa: insiste una y otra vez en su propósito. Véase una muestra de la manera con que expresó el poeta la vehemente pasión de Semiramis:

    Mayor dolor que la muerte
me causará el alejarte,
que mi tormento más fuerte
será no poder mirarte,
pues mi mayor gloria es verte.
Muera, y sea en tu presencia
(que muerte será gustosa)
y no viva yo en ausencia,
que es muerte más rigorosa
y más áspera sentencia.
No puedo sin ti pasar,
no puedo sin ti vivir:
por fuerza te he de buscar,
por fuerza te he de seguir,
por fuerza te he de alcanzar.
No puedes huir de mí,
que he de correr mucho yo,
pues quiere que sea así
el cruel que me hirió,
dejándote sano a ti.


Duda Ninias en un soliloquio si matará a la reina en venganza de su padre y castigo de su desenfreno y sus vicios: ella vuelve a instar y él a despreciarla: Zelabo en un monólogo insufrible de doscientos versos se queja de la corrupción de las cortes, la ingratitud que reina en ellas, la adulación, la envidia: mas dijera si no le interrumpiese Diarco, que vienen muy afligido de haber visto el trágico fin de Sembramos muerta a manos de su hijo, y repite en dos canciones las palabras que oyó decir a la reina moribunda. Con este motivo conversan muy despacio los dos refiriendo que era hija de una ramera; la crianza que las aves le dieron, y los principales hechos de su reinado; su lujuria feroz, la muerte de sus amantes (y entre ellos Zopiro), sus victorias, la sedición apaciguada en Babilonia, la fábrica de sus muros, los huertos pensiles y otras particularidades con que dilatan una larga escena, en la cual el poeta se olvidó enteramente del arte: Ninias cuenta a los grandes que Sembramos acaba de convertirse repentinamente en paloma, volando al cielo, en donde la recibieron Belo, Nino y Juno: los consejeros y magnates, acostumbrados a creer patrañas, reciben ésta con la misma candidez que las anteriores: el rey, quedándose a solas con Zelabo y Diarco, les confiesa de buena fe que todo cuanto acaba de decir ha sido un embrollo, y que él es en efecto el que ha quitado la vida a su madre: esto dicho les ruega que le acompañen para quemar el cuerpo. La Tragedia se presenta después al auditorio, y dice una octava que pudiera haberse omitido.

Si la Sembramos es una tragedia, tiene tres acciones, sin unidad de lugar ni de tiempo, y sea una o tres (como el autor lo indicó en el prólogo), la economía y distribución de la fábula de cada una de ellas es muy defectuosa. En unas partes los incidentes se atropellan y confunden, y en otras se entorpece el movimiento de progresión con dilaciones impertinentes: en la segunda jornada se verán ejemplos del primer defecto, y en la tercera del segundo. La muerte de Menón produce una catástrofe mezclada de horror y ridiculez: la de Nino es más teatral, la de Sembramos del todo repugnante, ni es necesaria ni está preparada con arte: algunas situaciones afectuosas están desempeñadas con oportuna expresión: el estilo es muy desigual, rara vez dramático, y cuando se eleva más, degenera en lírico: contribuye no poco a la impropiedad del diálogo el estar escrita esta obra (como las restantes del mismo autor) en sonetos, quintillas, redondillas, estrofas líricas, verso suelto, tercetos y octavas, mezcla monstruosa y extravagante.




Tragedia. La Cruel Casandra

141. Tragedia. La Cruel Casandra. Prólogo. Esta pieza está dividida en tres partes: hay en ella tres o cuatro acciones, siendo por consecuencia su plan complicado en extremo e incomprensible; los caracteres inoportunos, inverosímiles; las costumbres depravadas en todos los personajes principales: si se exceptúan uno o dos (que apenas tienen parte en la fábula), el príncipe, Fulgencio, Alberto, Fabio, Tancredo, Filadelfo, Casandra, y hasta un pajecillo llamado Matías, todos son malvados, y cuanto hacen y dicen es un conjunto de indecencias, atrevimientos y picardías: la catástrofe es brutal, y como todo lo restante complicada y violenta: los muertos son ocho, y al desenlace aparecen cinco cadáveres en la escena: sólo queda vivo el rey y unos criados. Ni en el estilo ni en la versificación hay cosa tolerable, todo es desaliño, puerilidades y bajezas: es verdad que todo sucede en un salón y en una mañana.