103. Anónimo. Comedia
llamada Feliciana. Juan de Timoneda, en su colección
de novelas intitulada Patrañuelo, impresa en Valencia
año de 1566, al fin de la patraña XIII dice:
«De este cuento pasado hay hecha comedia que se llama Feliciana».
No se sabe otra cosa de esta pieza ni del autor que la compuso.
Tragedia llamada Serafina
104. Alonso de la Vega. Tragedia
llamada Serafina. Argumento. La pieza se divide en ocho escenas,
está escrita en prosa. Serafina, hija de un cardenal
y de una matrona romana, vive en Nápoles en casa de
Alberto, a quien su padre la envió siendo niña
para que la educase: joven ya, hermosa y rica, la solicitaron
varios, y entre ellos dos príncipes de Italia que
se hacen por sus amores una guerra cruel: Marco Atanasio,
hijo de Alberto, está igualmente enamorado de ella,
pero solo recibe desprecios: sueña Serafina que había
de ser casada con el hombre más bello del mundo: consulta
sobre esto a un nigromante, y le dice éste que el
más bello hombre del mundo es el Amor: esto sabido
no aspira a más la doncella que a conocerle, verle
y tratarte, y ofrecerse a su voluntad: solo ama al Amor,
todos los hombres son para ella indiferentes: buscando al
Amor se le aparece una ninfa, y en su compañía
Paris y Narciso: la ninfa le dice que viene de parte del
dios Cupido a presentarle aquellos dos jóvenes los
más hermosos que ha visto el mundo para que elija
entre los dos el que más le guste: Serafina insiste
en que solo quiere al Amor, y las visiones desaparecen: entre
tanto Alberto echa de su casa a su hijo Atanasio porque se
obstinaba en ser amante de su pupila: el hijo valiéndose
de un criado roba a su padre el cofre del dinero para atender
a sus urgencias: la justicia le coge con el hurto: el padre
conviene desde luego en que será menester ahorcarle,
pero a ruegos de Serafina todo se compone: ésta, agitada
siempre de la manía de buscar y conocer al Amor, ve
aparecerse repentinamente dos salvajes que lo enseñan
en un escudo la pintura de Cupido: queda absorta a vista
de tanta hermosura, y los salvajes le echan una cadena al
cuello y se la llevan presa a la floresta solitaria por el
atrevimiento de haberse querido igualar con un dios, de quien
solo puede aspirar a ser esclava: Marco Atanasio se va por
los montes quejándose de la ingratitud de su señora,
e invoca a Cupido para que le favorezca: viene Cupido inmediatamente
y le da su arco y una flecha para que en caso necesario se
la dispare a Serafina: muda Atanasio su vestido en otro pastoril,
sale al encuentro de su querida, le habla amorosamente, y
ella sigue despreciándole: él entonces le dispara
la saeta, y cae Serafina sin sentido: viendo Atanasio que
no se mueve ni responde la cree muerta, saca un puñal
y se quita la vida: Serafina vuelve en sí, y enamorada
ya de Atanasio le halla muerto, sácale el puñal
que tiene clavado en el pecho y con él se mata. Todo
lo que sigue a esto en la escena octava es un conjunto de
impertinencias añadidas a la monstruosa y extravagante
fábula que el autor se atrevió a llamar tragedia.
1563
Comedia de la Duquesa de la Rosa
105. Comedia de la Duquesa
de la Rosa. Preceden a esta comedia el introito y el argumento.
El introito escrito en prosa por le gusto de Lope de Rueda
es muy ingenioso, y el estilo florido y elegante. La comedia
igualmente en prosa no tiene división alguna de actos
ni de escenas. Una infanta de Dinamarca se aficionó
en su juventud a un infante de España llamado Dulcelirio,
que estuvo algún tiempo en la corte del rey su padre:
al despedirse Dulcelirio le dio la infanta un anillo para
memoria de su inclinación: casó después
la infanta en Francia con el duque de la Rosa: empezó
a enfermar de grave dolencia, y le aconsejaron que fuese
en peregrinación a Santiago de Galicia para implorar
del santo apóstol el restablecimiento de su salud:
hizo en efecto su romería; sus achaques desaparecieron,
y a la vuelta pasando por Burgos la hospedó en su
palacio (sin darse a conocer) el infante Dulcelirio; pero
al despedirse, dándole de beber, le echó en
la copa el anillo que había recibido de ella en Dinamarca:
la duquesa le reconoce, pero no dándose por entendida
sigue su camino y llega felizmente a la presencia de su esposo:
un mayordomo del duque enamorado de su ama se atreve a declararle
su pasión: ella le reprende ásperamente diciéndole
que si no desiste de aquella indecente solicitud dará
cuenta de ello a su marido. El mayordomo engañando
a un hermano suyo hace que vaya a esconderse detrás
de las cortinas de la cama de la duquesa, y entre tanto avisa
al duque de que la señora le es infiel, y le hace
maleficio: van todos allá, sale de entre las cortinas
el hermano del mayordomo, y éste, antes que el otro
pueda hablar palabra, le mata a puñaladas: queda presa
la señora y condenada a muerte si en el término
de tres meses no se presenta algún caballero que la
defienda: ella escribe a Dulcelirio lo que le pasa: llega
el mensajero a Burgos en cosa de un minuto, halla modo de
introducirse con la duquesa, y ésta sin reconocerle
se confiesa con él: satisfecho por lo que resulta
de la confesión de la inocencia de su penitente, se
presenta armado en el campo al tiempo que la sentencia va
a ejecutarse: pelea con el mayordomo y le mata: el duque
da gracias al cielo por tan señalado favor, pero de
allí a pocos instantes le da calentura y se muere
y le entierran: Dulcelirio declara a la duquesa que él
ha sido el fraile que la ha confesado y el caballero que
la ha defendido; y esto dicho se casan los dos. Los que no
gustan de fábulas sencillas y prefieren el género
romancesco (lleno de situaciones tan inesperadas como imposibles),
hallarán en esta comedia lo que apetecen: la Verdad,
el Consuelo y el Remedio cantan a coros y dan conversación
a la duquesa cuando está encerrada en la torre esperando
la muerte: un portugués muy enamorado, un Tomé
Santos, bobo, y un bachiller Valentín (personajes
inútiles y pegadizos), son insoportables cada cual
en su género.
Alonso de la Vega murió en Valencia
antes del año de 1566. Timoneda imprimió las
tres piezas de que se ha hecho mención, y dice, hablando
con el lector en un soneto que las precede:
Tres farsas o comedias nos compuso
en prosa castellana tan sentidas
con que tu pensamiento
recrearse.
Y aquí en nuestra Valencia
Dios propuso
sus días para él fuesen cumplidos,
y para el cielo fue do descansase.
Entremés de
un ciego, un mozo y un pobre
106. Juan de Timoneda. Entremés
de un ciego, un mozo y un pobre. Está escrito en coplas
de pie quebrado. Un ciego acompañado de su lazarillo
va pregonando coplas y oraciones: quéjase de que nadie
le da limosna, ensaya la voz para las coplas que se propone
cantar, y sobreviene un pobre cuyas plegarias le incomodan
mucho, conociendo que con ellas atraerá la gente y
él se quedará sin que nadie le dé limosna:
repúntanse de palabras el ciego y el pobre, se insultan
a cual más puede, y el diálogo se concluye
a palos. Es la pieza más antigua de teatro que se
llama entremés.
Paso de dos clérigos cura
y beneficiado, y dos mozos suyos simples
107. Paso de dos
clérigos cura y beneficiado, y dos mozos suyos simples.
En coplas de pie quebrado. Se reduce a una altercación
muy reñida entre el beneficiado y el cura sobre que
cada uno de ellos quiere para sí el pie de altar,
las ofrendas y los responsos: se tratan de majaderos, de
ignorantes en el latín, y llegan a punto de darse
de palos, contando el uno y el otro con que sus mozos les
darán auxilio; pero el beneficiado, no fiándose
demasiado en el valor del suyo, se acobarda, evita la paliza
huyendo, y el cura se queda por dueño del campo.
Paso de dos ciegos y un mozo muy gracioso para la noche
de Navidad
108. Paso de dos ciegos y un mozo muy gracioso
para la noche de Navidad. Escrito en coplas de pie quebrado.
Palillos, mozo travieso y apicarado, desearía aplicarse
a algún oficio, para lo cual refiere al auditorio
sus buenas cualidades, y entre ellas cuenta haber robado
ciertos dineros a un ciego de quien habla sido lazarillo:
Martín Álvarez, ciego, sale por un lado pregonando
sus oraciones, y por otro Pedro Gómez, ciego también,
sale anunciando las suyas: salúdanse entrambos, y
creyendo que están solos hablan con entera confianza:
Álvarez cuenta al otro que su lazarillo le robó
seis ducados que tenía escondidos, y escapó
con ellos: Gómez le aconseja que en adelante lleve
el dinero encima de sí, como él lo hace, y
en prueba de ello le dice que lleva cosidos alrededor del
bonete los ducados que va recogiendo, y así está
seguro de que nadie se los quite: esto dicho, Palillos, que
todo lo ha estado oyendo, le arrebata el bonete de la cabeza
y echa a correr: Gómez cree que es Martín Álvarez
el que le ha hecho aquella burla, y le pide el bonete: el
otro que ignora lo que ha sucedido no sabe qué decirle,
ni halla manera de justificarse: enfádanse los dos,
y se sacuden una gran paliza.
Paso de un soldado, y un
moro, y un ermitaño
109. Paso de un soldado, y un
moro, y un ermitaño. El soldado engaña al moro
diciéndole que es despensero de unos frailes, y con
este pretexto le toma dos gallinas que llevaba el moro para
vender: llama al ermitaño, le dice en secreto que
aquel hombre se quiere confesar, y el ermitaño dice
al moro que se aguarde mientras vuelve, ofreciendo despacharle
muy pronto: persuadido el moro con esto de que se trata de
pagarle de allí a un rato, deja ir al soldado con
las gallinas y se espera a que salga el ermitaño:
vuelve este en efecto, y resulta entre los dos una altercación
muy acalorada. Por último ni el moro se confiesa,
ni el ermitaño le paga, y todo finaliza con una solemne
tunda de garrotazos y mojicones. Está escrito en coplas
de pie quebrado.
Paso de la Razón, la Fama y el
Tiempo
110. Paso de la Razón, la Fama y el Tiempo.
No hay nada de acción, todo esmero diálogo
alusivo al nacimiento de nuestro Señor Jesucristo:
está escrito en quintillas: el estilo y la versificación
no carecen de mérito.
1564
Tragicomedia llamada Filomena
111. Tragicomedia llamada
Filomena. Preceden a la obra un introito y un argumento en
que se refiere la fábula de Progne y Filomena, y se
pide atención al auditorio. La tragicomedia está
dividida en siete escenas, y escrita en quintillas con algunos
trozos de muy buen estilo y fáciles versos: se muda
frecuentemente el lugar según la acción lo
pide, que unas veces se supone en Atenas y otras en Tracia:
se habla en este drama del puerto de Denia y del castillo
de Alarcón: hay títulos de alteza y empleo
de mayordomo: se elogia el vino de Roda y de San Clemente,
y Filomena dice ¡Jesús! un bobo criado de Tereo que
se mete en todo y todo se lo habla, es tan excesivamente
necio y pesado que no se puede sufrir.
Farsa llamada Paliana
112. Farsa llamada Paliana. Precede a la farsa un introito. Está escrita en coplas de pie quebrado: no tiene división
ninguna de actos ni de escenas: Filomena, mujer de Paliano,
refiere haber soñado que salta fuego de sus entrañas,
y que después venían dos salvajes y le apagaban:
este sueño, por la circunstancia de hallarse Filomena
encinta, atemoriza a Paliano, que envía un criado
a la Seo para que busque a un nigromante y se le traiga,
a fin de preguntarle lo que puede significar el sueño
de su esposa: venido el nigromante se informa de todo, y
le dice a Paliano que le nacerá un hijo que abrasará
como el fuego, y que hasta que se cacen dos salvajes en el
monte, aquel fuego no tendrá fin: le aconseja que
se vaya de la ciudad, y lleve a su mujer a la majada, y cuando
haya parido haga conducir el niño al monte, y dejarle
allí atándole primero un cordón para
que sirva de señal. Todo se hace según el nigromante
lo dispuso: hallan dos salvajes al niño en lo más
áspero de la montaña, se proponen darle a criar,
y a pocos versos después sale tan destetado, tan crecido
y robusto, que ya está enamorado de su madre, a quien
ha visto casualmente por aquellos cerros: los salvajes, que
desean complacerle en todo, van con él a la casa de
campo de Paliano: roban a Filomena y se la llevan a la montaña.
Llega Paliano a su casa, y sabido el suceso, va a ver si
puede hallar a su esposa o a los salvajes o a Infantico (que
así se llama el joven), y los encuentra a todos juntos:
quiere matarlos, ellos se defienden, y la mujer (para desvanecer
los justos celos de su marido) le dice con el mayor candor
que no hace más que ocho días que la robaron.
Paliano en medio de sus furores se acuerda repentinamente
de lo que el nigromante le pronosticó, y halla que
aquel mancebo debe de ser su hijo, y aquellos salvajes los
que vio en sueños su mujer: así se confirma
todo en muy breves palabras: se abrazan y se concluye la
fábula. Ya se ve por este extracto lo que ella será:
baste añadir que en cuanto a los caracteres, afectos,
situaciones, estilo y versos, nada hay tampoco que merezca
alabanza.
Comedia llamada Aurelia
113. Comedia llamada
Aurelia. En el introito de esta comedia se dice:
Y sabrán, cierto, que fue
la intención
del autor y su opinión,
en
su comedia, señores,
esquivar pasos de amores,
y tomar nueva invención.
La invención que
tomó no fue ciertamente de las más felices.
Salucio y Aurelia, hermanos, cuentan cómo su padre
había sido muy rico; y hallándose sin hijos,
trató de guardar su dinero de modo que nadie pudiese
hallarle: valiose para esto de un nigromante y por su consejo
hizo una torre, metió en ella sus riquezas, cerrola
muy bien, y colocada la fuerza del encanto en un anillo (dádiva
del mágico) le partió por en medio: quedose
con la mitad de él y la otra la tiró al mar:
hecho esto, la torre quedó invisible: tuvo después
los dos hijos mencionados, a los cuales solo pudo dejar en
herencia la mitad de aquel fatal anillo, y murió bien
arrepentido de su disparate. Salucio se ya a correr mundo,
dejando el medio anillo a su hermana Aurelia, que le hace
colgar sobre la puerta por si acaso llegase alguno que tenga
la otra mitad, puesto que apenas los dos pedazos le junten,
el encanto quedará deshecho. No hay para qué
seguir la trama irregular y absurda de esta pieza; baste
decir que después de muchas situaciones impertinentes,
Salucio halla en su viaje a dos peregrinos, de los cuales
el uno, entre varias reliquias y dijes curiosos que le enseña,
le hace ver un medio anillo que luego reconoce ser el mismo
que te ha de restituir las perdidas riquezas: cuenta al peregrino
el extraño caso de la torre encantada: vanse juntos
a casa de Salucio, hacen la prueba de unir los dos pedazos
del anillo, y sonando un espantoso estrépito se deshace
la torre, quedan manifiestos los tesoros de su padre, y Aurelia
se casa con el peregrino. Esta comedia se divide en cinco
jornadas, y está escrita en coplas de pie quebrado.
1565
Farsa llamada Trapacera
114. Farsa llamada Trapacera.
Introito en el cual se dice hablando del drama que sigue
después:
El nombre de ella será
Trapacera;
por ser en parle y manera
hecha a modo de
farsalia,
como se usa en Italia
y por toda su ribera.
Flavio, mancebo, acompañado de su lacayo Corbalo,
va a casa de Rufina, mujer de Rodrigo, carretero; la cual
le ha prometido que le tendrá en su casa una linda
doncella llamada Licea, hija de Facio, rico labrador, que
se la envía diariamente para que la enseñe
algunas labores. Recíbelos Rufina asomada a la ventana:
pregunta a Flavio si trae los dineros en que se habían
concertado, y él dice que no: Rufina le despide diciéndole
que no entrará ni verá a la doncella hasta
que los traiga: Flavio se desnuda las ropas de gala que lleva
puestas, se las da a Corbalo para que las empeñe y
le traiga dinero, con lo cual Rufina se ablanda y le deja
entrar: ésta se va después a casa de Facio,
a quien echa en cara su mala correspondencia, pues habiendo
enseñado a hacer mil delicadas labores a su hija Licea,
piensa pagarla con una estrecha habitación que le
da, y un ducado al mes en dinero por única gratificación:
se apartan muy mal contentos el uno del otro, y el viejo
para dar pesadumbre a Rufina trata de fingir que vende la
casa en que ella vive: insta Rufina a Corbalo pidiéndole
el dinero que se le ha prometido, y él se excusa diciendo
que aún no le ha podido adquirir. De orden de Facio
van a medir y tasar la casa de Rufina: ella y los que están
dentro se llenan de consternación, porque hallándose
allí oculto y despojado de sus vestidos el joven Flavio
en compañía de Licea, va a suceder un escándalo
si dan con ellos: para evitar este peligro meten a Flavio
dentro de una cuba; pero hecho esto sobreviene Antolín,
dueño de la cuba, acompañado de un alguacil,
y resuelto a llamársela, porque habiéndola
vendido a Rodrigo, marido de Rufina, no se la paga habiéndose
pasado el término que le dio. Rodrigo no quiero entregar
la cuba: Antolín se empeña en llevársela,
Rufina la reclama, diciendo que todo cuanto hay en la casa
es dote suyo y la cuba también. Facio para ponerlos
en paz dispone que se lleve la cuba a su casa y allí
esté depositada hasta que se averigüe a quién
pertenece: llévansela en efecto, y a Flavio dentro
de ella: Corbalo, valiéndose de Rodrigo y de otros
dos camaradas suyos, urde un enredo al viejo Hilario, padre
de Flavio, a fin de disculpar la ausencia del hijo y sacarle
algun dinero para contentar a la codiciosa Rufina. El pasaje
siguiente dará una idea de las astucias que Corbalo
usa con Hilario, como también del estilo y diálogo
de esta pieza.
HILARIO
¿Corbalo, Flavio do está,
dí, traidor,
mentiroso, trampeador,
por qué
me traes engañado?
Dime, ¿dónde está
encerrado,
falso damnificador?
CORBALO
Señor, ruégoos
por mi amor,
si mandáis
que el enojo despidáis,
que si os mentí no era engaño,
sino deshacer
el daño
y el gran peligro en que estáis.
HILARIO
¿Cómo? Di.
CORBALO
Si
me escucháis
lo diré.
Sepa pues vuesa mercé...
RODRIGO
Salí acá, Flavio, ¿do estáis?
Si el dinero no me dais
aquí la muerte os daré.
HILARIO
¿Y qué es aquello?
CORBALO
Oigame.
Que ha tomado
con su mujer acostado
Rodrigo a Flavio,
y de vero,
a promesa de dinero
le ha la vida otorgado.
HILARIO
¿Y Rodrigo?
CORBALO
Veislo
armado
de un lanzón.
HILARIO
¿Y los otros dos quién
son?
CORBALO
Dos primos de su mujer
que le han venido
a valer
como vieron la cuestión.
HILARIO
¿Y Flavio?
CORBALO
De
un paredón
que saltó,
muy ligeramente entró...
HILARIO
¿Dónde? Dilo.
CORBALO
En
el palacio
de casa del señor Facio.
HILARIO
En
fin, ¿qué, ya se salvó?
CORBALO
A Rodrigo
querría yo
que le demos
los dineros.
HILARIO
¿Cómo
haremos?
CORBALO
¿Cómo qué? Traer contados
los veinticinco ducados,
y por ahí concluiremos.
HILARIO
Muy mejor es que busquemos
donde está
Facio, que él le librará,
que es amo de
ese bestiaso.
CORBALO
Qué, no señor, que es
mal caso
que también se agraviará.
HILARIO
Pues di tú cómo será,
que no sé.
CORBALO
Yo, señor, se lo diré,
que por popar
el dinero
la vida puesta al tablero
no es justo, señor,
que esté.
HILARIO
Muy bien dices; pero ve
y el
lanzón
quitarás a ese cabrón,
y
promételo de dallos.
CORBALO
¿Cuándo?
HILARIO
Luego,
que a sacallos
voy a casa, de un cajón.
Dicho
esto, Corbalo despide a Rodrigo y a sus camaradas. Facio,
al registrar la cuba que tiene en depósito, baila
dentro al joven Flavio, y a las sospechas que concibe se
añade el aviso que le da Dominica, criada de Rufina,
refiriéndole que ha visto en casa de su ama a Flavio
y Licea que se estaban abrazando: desesperado Facio con esta
noticia se queja muy sentidamente: Hilario procura mitigar
su cólera, pero el ofendido padre no halla consuelo...
Hasta aquí llega el ejemplar incompleto que poseía
el erudito Don Pedro Caro, marqués de la Romana. Si
se atiende al estado de la fábula, poco puede ser
lo que falte. Parece verosímil que el desenlace consista
en que Licea se case con Flavio, los viejos queden amigos
y perdonen las picardías de Corbalo y de Rufina, causa
principal de tanto disgusto. Hay en esta pieza una acción
cómica bien conducida, sin episodios inútiles
que la dilaten o la compliquen, caracteres bien desempeñados,
enredo verosímil, progresivo interés, diálogo
animado y gracioso. Puede contarse entre las mejores fábulas
dramáticas que se compusieron en aquel tiempo. Está
escrita en coplas de pie quebrado, sin división de
actos ni de escenas.
Farsa llamada Rosalina
115. Farsa
llamada Rosalina, muy apacible y graciosa, con introito.
Está escrita en coplas de pie quebrado, sin división
ninguna de actos ni de escenas. Antonio Pomar y Leandro Pisano,
mercaderes, reflexionando sobre la vanidad de las cosas humanas,
y desengañados del mundo, determinan retirarse a un
convento: Leandro tiene una hija llamada Rosalina, y el considerar
que ha de abandonarla si se mete fraile le hace vacilar en
su propósito, bien que después advierte que
mientras viva Lucano su suegro nada puede faltar a su hija:
resuelven pues los dos amigos poner en ejecución su
designio sin dar cuenta a nadie, y este diálogo se
interrumpe más de una vez con las simplezas de Joan,
criado de Leandro que entra y sale muy fuera de propósito
y entre él y Lorenzo, otro criado tonto, dicen después
mil boberías; que ocupan una larga escena: el viejo
Lucano da cuenta a su nieta Rosalina de que Leandro falta
de casa y no se sabe adónde ha ido ni cuándo
volverá: los criados salen a cada instante con varios
pretextos a interrumpir la conversación y decir frialdades.
No es menos inútil el diálogo de Rosalina con
su criada Marisánchez, y el que se sigue de un portugués
muy enamorado y muy hidalgo que requiebra a Rosalina: Marisánchez
le despide, él no hace caso y sigue ponderando su
pasión amorosa y el ruego que le consume las entrañas,
lo cual oído por Marisánchez coge un barreño
lleno de agua y se le echa encima: Antonio y Leandro buscan
en un desierto a un ermitaño venerable, a quien piden
les dé el hábito de penitencia y les permita
vivir en su compañía: el ermitaño aplaude
su resolución, y les dice que cuando oigan sonar la
campanilla de la ermita, vayan allá y les tendrá
prevenida la cena y los hábitos que piden: apenas
quedan solos, cuando se les aparecen el Demonio, el Mundo
y la Carne, procurando todos tres disuadirlos de abrazar
aquel estado tan lleno de aspereza y aflicción, pero
ellos se mantienen firmes, se encomiendan a Dios, hacen la
señal de la cruz, desaparecen aquellas visiones, suena
la campanilla, y se van en busca de los hábitos y
la cena. Lucano refiere a su nieta que ha recibido una carta
de Leandro en que le dice que ha ido a servir a Dios: Rosalina
oye esta noticia con mucha resignación, y exhorta
a su abuelo a que se consuele: vuelven los criados con sus
acostumbradas tonterías, y luego que han dicho bastantes,
le ocurre a Lucano la idea de hacerse fraile también
y meter monja a Rosalina: ella recibe la proposición
de muy buena voluntad, y ambos se van a poner en ejecución
sus santos deseos: quedan solos los criados y despiden al
auditorio.
Farsa llamada Floriana
116. Farsa llamada
Floriana. Introito. Escrita en coplas de pie quebrado. No
he podido formar juicio de esta pieza porque sólo
se conservaba una hoja de ella en el ejemplar que tuve presente.
1566
Auto de la Oveja perdida
117. Auto de la Oveja perdida.
Esta pieza de Juan de Timoneda se imprimió en Valencia
en el año de 1597 en un libro intitulado: Cuaderno
espiritual al Santísimo Sacramento y a la Asunción.
Auto de la Oveja perdida y otras cosas. Lo considero como
reimpresión.
1567
Coloquio pastoril
118. Coloquio pastoril. No le he visto.
Le imprimió en Valencia Pedro Mey, año de 1567.
Juan de Timoneda, natural de Valencia, adquirió mucha
celebridad lo solo por las obras de honesto entretenimiento
que publicó a su costa, sino por las que él
mismo compuso, y le acreditaron de hombre de buen ingenio
y de no vulgar erudición: vivió en Valencia
junto a la Merced, y allí tenía su tienda de
libros. Se ignoran las circunstancias de su vida, como también
el año de su nacimiento y el de su muerte: la primera
obra que publicó, intitulada Silva de varias canciones,
se imprimió en Sevilla en el año de 1511: llegó
a edad muy avanzada, como lo comprueba un retrato suyo que
conservo, y aun mucho más otro que vi en la Biblioteca
Real de París, que sirve de adorno a la primera llana
de su obra intitulada Memoria hispánica. Allí
le representó el artífice con barba larga y
crecida, y coronada la frente con una guirnalda de hiedra.
Cervantes aludió a la vejez de este benemérito
literato, diciendo en la comedia de Los Baños de Argel:
Antes que más gente acuda
el coloquio se comience,
que es del gran Lope de Rueda,
impreso por Timoneda
que en vejez al tiempo vence.
La mayor parte de sus obras dramáticas (de las cuales,
a excepción de dos, no tuvo noticia Jimeno) la publicó
el autor en Valencia, impresa por Joan Mey Con este título:
Turiana en la cual se contienen diversas comedias y farsas
muy elegantes y graciosas, con muchos entremeses y pasos
apacibles, agora nuevamente sacados a luz por Joan Diamante (anagrama de Joan Timoneda), dirigida al muy ilustre señor
Don Joan de Villarrasa, gobernador y teniente de visorrey
y capitán general del reino de Valencia, mi señor.
-Impresa en Valencia en casa de Joan Mey, con licencia del
santo oficio. Con privilegio real por cuatro años. Debe advertirse que aunque las piezas de que se compone la
Turiana tienen las diferentes fechas de 1563, 1564 y 1565,
todas juntas forman una sola colección, como lo indica
el título.
1570
Comedia de la Constanza
119. Gaspar Vázquez. Comedia
de la Constanza. Alcalá de, Henares, año de
1570.
El autor de esta pieza fue comediante. Don Tomás
Tamayo de Vargas hace mención de él en su Biblioteca manuscrita.
Pluto
120. Pedro Simon de Abril. El Pluto,
de Aristófanes.
Medea
121. Medea, de Eurípides.
Hace mención de estas dos traducciones Don Nicolás
Antonio en su Biblioteca.
1575
Callar hasta la ocasión
122. Alonso Cisneros,
Comedia intitulada: Callar hasta la ocasión.
Alonso
Cisneros, autor de esta comedia (que no he tenido presente),
fue natural de Toledo, comediante y autor de compañía,
después de haber representado cuando joven en la de
Lope de Rueda. En los libros de la contaduría del
hospital general de Madrid hablando de las limosnas que se
dieron para edificar el corral de la Cruz en el año
de 1579, se halla esta partida: «Miércoles 19 de octubre
dio Cisneros una comedia de limosna para ayuda a la obra
del teatro que las obras pías, Pasión y Soledad
labran en la calle de la Cruz: y valió el aprovechamiento
de la entrada de la puerta que pertenecía al dicho
Cisneros, doscientos treinta y tres reales, y para las cofradías
hubo aquel día de entramos tablados, corredor y ventanas
ciento setenta y cuatro reales». Luis de Cabrera, en su Historia
de Felipe II, libro VII, tratando del carácter violento
e iracundo del príncipe Don Carlos, dice: «Había
mandado que le representase una comedia Cisneros, excelente
representante; y por orden del cardenal Espinosa impedido
y desterrado, no osó venir a palacio. Indignose contra
el cardenal (a quien sumamente aborrecía por su imperioso
gobierno y gracia que tenía con el rey); y viniendo
a palacio le asió del roquete, poniendo mano a un
puñal, y le dijo: Curilla, ¿vos os atrevéis
a mí, no dejando venir a servirme Cisneros? Por vida
de mi padre, que os tengo de matar. Del cardenal arrodillado
y humilde fue detenido y satisfecho».
1577
Andria
123. Pedro Simon de Abril. Comedias de Terencio.
Andria.
El Eunuco
124. El Eunuco.
El Heautontimorúmenos
125. El Heautontimorúmenos.
Los Adelfos
126.
Los Adelfos.
La Hecira
127. La Hecira.
El Formion
128. El Formion.
Pedro Simon de Abril, natural de Alcaráz,
fue uno de los literatos más sobresalientes de su
siglo: enseñó lengua griega en la universidad
de Zaragoza, y letras humanas en otras escuelas de Aragón:
se ignora el año de su muerte, que debió ser
después del de 1589. Puede verse el crecido número
de sus obras en la Biblioteca de Don Nicolás Antonio,
de las cuales algunas se han perdido manuscritas, y entre
ellas la traducción del Pluto, puesto que la de Medea
asegura Velázquez haberse publicado en Barcelona en
el año de 1599. Merece mucho aprecio su traducción
completa de Terencio, que después de impresa en Zaragoza
en el año que indica este catálogo, se reimprimió
por el autor en Alcalá de Henares en el año
de 1583 más corregida que la primera, y arreglado
el texto latino por el que Gabriel Faerno publicó
en Florencia, valiéndose también de las observaciones
que le comunicó su amigo Francisco Sánchez
de las Brozas, catedrático de retórica en la
universidad de Alcalá. Esta versión de Terencio
se reimprimió en Barcelona en 1599 y en Valencia en
1762, recomendada como lo merece por el erudito Mayans, circunstancia
que fue bastante para inspirar a Don Juan de Iriarte un epigrama
insípido, en que quiso desacreditar el mérito
de la traducción y desairar de camino al editor, con
quien tenía resentimientos particulares. Obras de
tal naturaleza no se deslucen con un equívoco chabacano
disuelto en cuatro versos fríos, y siempre se estimará
la traducción de Abril como una de las mejores entre
las pocas que se han hecho en España de los clásicos
latinos. Pondré una muestra (sin particular elección)
sacada de la Hecira para que por ella se vea la fidelidad
del traductor, su lenguaje y su estilo. Es la escena segunda
del acto cuarto.
SOSTRATA, PANFILO.
SOSTRATA.-
Bien
sé yo, hijo mio, que tú tienes de mi sospecha
que tu mujer se ha ido de casa por mi terriblez y malas costumbres,
aunque lo disimulas cuerdamente. Pero así los dioses
me amen, y así vea de ti aquel gozo que deseo, como
nunca (que yo sepa) he merecido que ella me aborreciese con
razón. Y aquel grande amor que yo hasta aquí
creía que me tenías, agora por la experiencia
lo has mostrado, porque tu padre me ha contado allá
dentro como me has preferido a tu amor. Y yo agora estoy
determinada de darte por ello el galardón, para que
sepas, Panfilo, que tengo con qué premiarte ese maternal
amor. Hijo mío, yo entiendo que esto es lo que a vosotros
cumple y a mi honra: yo estoy determinada de irme de aquí
con tu padre al alquería porque mi presencia no os
haga estorbo, ni quede escusa ninguna para que no vuelva
a casa tu Filomena.
PANFILO.-
¿Qué determinación
es esta, madre mía? ¿Por su necedad de ella te has
de ir a morar de la ciudad al alquería? No harás
tal, ni yo daré lugar que los que mal nos quieren
digan que eso lo ha cansado mi porfía y no tu comedimiento;
demás de esto yo no quiero que tú por mi respeto
dejas tus amigas y tus parientas y tus días de regocijo.
SOSTRATA.-
Ninguna cosa de esas me da ya contento ninguno:
mientras mis años lo sufrieron, ya yo me he gozado
harto de eso; ya agora todos estos ejercicios me cansan:
lo que yo agora mas procuro es que mis muchos años
no den pena a nadie, ni que nadie desee ver el fin de mis
días. Yo veo que aquí sin razón soy
aborrecida: tiempo es ya de dar higar. De esta manera entiendo
que quitaré a todos las ocasiones, y yo me libraré
de esta sospecha, y a ellos les daré contento. Dame
por tu vida lugar de librarme de esta mala fama que comúnmente
tienen las mujeres.
PANFILO.-
Cuán dichoso soy
con todo lo demás, si no fuera por esto, en tener
tal madre como esta y tal mujer como aquella.
SOSTRATRA.-
Hijo
mío, yo te ruego que no se te haga de mal sufrir este
inconveniente, como quiera que él sea. Si en todo
lo demás ella es a tu gusto, y como yo creo que lo
es, hijo mío, hazme este placer y hazla volver a casa.
PANFILO.-
¡Ay desdichado de mí!
SOSTRATA.-
Y
también de mí. Porque eso no menor pena me
da a mí que a ti, hijo mío.
Tragedia de Nise
lastimosa
129. Jerónimo Bermúdez. Tragedia
de Nise lastimosa. Está escrita en varios metros,
verso suelto de once y siete sílabas, sáficos
y adónicos, liras, sextinas y sonetos. Acto primero.
Después de un monólogo del infante Don Pedro
(que no tiene menos de ciento treinta y seis versos endecasílabos)
sale el secretario, y quiere persuadirle a que se aparte
de la linda Inés. El infante indignado de tal propuesta
exclama con vehemente pasión:
Hombres de entrañas fieras y dañadas,
¿Qué me queréis? ¿Qué sinrazón
os hago
en amar de esta suerte a quien me paga
con otro
tal amor? A quien el mundo,
a quien todo este reino, a
quien vosotros
que así me perseguís, debéis
servicio,
y gracias a los cielos que quisieron
de cosa
tan divina enriqueceros.
Hombres que procuráis mi
mal y muerte,
poned los ojos donde yo los míos,
y el alma y corazón, y veréis luego
la
ceguera en que están. ¿Qué monarquía
de aquel acatamiento glorioso
colgada no estará?
Y aquella cara
que tanto aborrecéis, ¿no es mas
que humana?
En cuerpo tan hermoso, al alma hermosa,
discreta,
noble, honesta, casta y pura,
¿Qué tacha podéis
dar?
Sigue el primer coro de coimbresas, y a este el segundo,
en el cual se dice hablando del poder de amor:
También
el mar sagrado
se abrasa en este fuego:
también allá Neptuno
por Menalipe anduvo
y por Medusa ardiendo...
También
las voladoras
y las músicas aves,
y aquella sobre
toda,
de Júpiter amiga,
no pueden con sus alas
huir de Amor, que tiene
las suyas mas ligeras.
¿Qué
cosa hay en el mundo
que del amor se libre?
Antes el
mundo todo
visible y que no vemos,
no es otra cosa en
suma,
si bien se considera,
que un espíritu inmenso,
una dulce armonía,
un fuerte y ciego nudo
de
amor con que las cosas
están trabadas todas...
Amor puro las cría,
amor puro las guarda...
Seriamos
peores
los hombres que las fieras
si amor no fuese cebo
de nuestros corazones.
Acto segundo. Pacheco y Coello
aconsejan al rey Alfonso que mate a Inés: queda solo
el rey, se queja de los afanes del reinar, y pide favor a
Dios en la tribulación que padece: el coro primero,
habiendo observado las agitaciones del rey, dice:
Triste pobreza nadie la desee,
ciega riqueza nadie la procure,
la bienaventuranza de
esta vida
es
medianía.
Príncipes, reyes
y monarcas sumos,
sobre nosotros vuestros pies tenéis;
sobre vosotros la cruel Fortuna
tiene
los suyos.
Sopla en los altos montes
mas el viento,
los mas crecidos árboles derriba,
rompe también las mas hinchadas velas
la
tramontana.
Como sosiegan en el mar las
ondas,
así sosiegan estos pechos llenos;
nunca
quietos, nunca satisfechos,
nunca
seguros.
Acto tercero. Inés con sus tres hijos (que
no hablan) sale asombrada y refiere a su ama un sueño
espantoso, en que vio que tres leones la despedazaban a vista
de sus hijos: el ama procura consolarla y distraerla; pero
el coro le anuncia que vienen a matarla: crecen la perturbación
y el terror, y acaba así este bellísimo acto:
CORO
Cerca viene
la muerte que te busca. Ponte en salvo.
Huye, cuitada,
huye, que ya suenan
las duras herraduras: gente armada
corriendo viene aquí; viene a buscarte
el rey
determinado ¡oh desdichada!
A descargar su saña
en ti. Tus hijos
esconde si hallas donde, no les queda
de estos tus hados parte.
INÉS
¡Oh
sin ventura!
¡Oh sola sin abrigo! Señor mío,
¿Dónde estás que no vienes? ¿Quién
me busca?
CORO
El rey.
INÉS
¿Pues
qué me quiere?
CORO
¡Rey
tirano,
Y tales los que tal le aconsejaron!
Por ti pregunta,
y a tus tiernos pechos
con duro hierro traspasar pretende.
AMA
Cumpliéronse tus sueños.
INÉS
Ama,
huye,
huye de esta ira grande que nos busca;
Yo sola
quedo, sola aunque inocente.
No quiero mas socorro: venga
luego
por mí la muerte, pues sin culpa muero.
Vosotros, hijos míos, si ella fuese
tan cruda que
de mí apartaros quiera,
por mí gozad acá
de aqueste mundo
socórrame hora Dios... y... socorredme,
mujeres de Coimbra... ¡Oh caballeros,
ilustre sucesión
del claro Luso,
pues veis esta inocente en tal estrecho,
amigos, socorredla!...
Mis hijos, no lloréis,
que tiempo os queda:
gozaos de esta madre en cuanto os
viva
y vosotras, amigas, rodeadme,
cercadme en torno
todas, y pudiendo,
libradme ahora, porque, Dios os libre.
Acto cuarto. Alvar González y Pacheco instan al
rey para que apresure la muerte de Inés: ésta
se le presenta acompañada de sus hijos y de las mujeres
de Coimbra en la escena segunda, en la cual se admiran con
razón los trozos siguientes:
Venid también vosotras, a tal punto
no me dejéis. Pedid misericordia,
pedid misericordia
para aquesta
tan inocente cuanto desdichada:
llorad el
desamparo de estos niños
tan tiernos y sin madre.
Mis amores,
el padre veis aquí de vuestro padre,
la mano le besad, a su clemencia
os entregad, pedidle
que la empleo
en esta vuestra madre, cuya vida
os vienen
a robar...
¿No me oves, señor mío? ¿Así
te dejas
llevar de la pasión y del engaño?
¡Oh!, mis amigos, llámome a vosotros,
hablad al
rey por mí, favorecedme,
pedidle piedad: si en algun
tiempo
entró en vuestras entrañas, o si dulce
amor de hijos pudo enterneceros,
que si no me valéis
pudiendo ahora,
vosotros me matáis...
¿Pecados
contra ti? ¿Tan gran pecado
es bien querer a quien a mí
me quiere?
Si amor con muerte pagas, ¿con qué piensas,
Señor, pagar el odio? Amé a tu hijo,
no
le maté, que amor amor merece.
¿Y estos son mis
pecados? ¿Estos quiere,
con muerte castigar? ¡Cruel castigo!
El rey se enternece y quiere que viva, pero Coello, González
y Pacheco, quedando solos con él, le culpan de excesivamente
débil.
REY
No veo culpa que merezca pena.
GONZÁLEZ
¿Aun hoy la viste y no la ves ahora?
REY
Mas quiero perdonar que ser injusto.
GONZÁLEZ
No
se consiente al rey pecar en nada.
REY
Soy hombre.
GONZÁLEZ
Pero
rey.
REY
El
rey perdona.
Insta de nuevo Alvar González, el rey
vacila; y diciendo que no quiere intervenir en aquella muerte,
los deja en libertad para que si lo creen necesario y justo
quiten la vida a Inés. Coro primero, coro segundo,
que refiere haberse ejecutado aquella atrocidad lamentable.
Yace en su sangre envuelta la cuitada
a los pies tiernos de sus tristes hijos,
que a ellos acudió
la sin ventura;
mas ellos no pudieron guarecella,
porque
los tiernecitos no tenían
fuerzas para quitar los
duros hierros
a manos tan crueles, que a sus ojos
tan
delicadas carnes traspasaban.
¡O manos crudas!
Acto quinto.
Después de un soliloquio del infante viene un mensajero
que le refiere la muerte de Inés: el infante prorrumpe
en un largo discurso, en que a pesar de algunos extravíos
hay afectos oportunos y bien expresados, y así concluye
la tragedia.
Su defecto principal es la falta de acción
y enredo dramático: el acto quinto es inútil:
el personaje del infante es de absoluta nulidad: el del rey
mal desempeñado por indeciso y débil. Entrega
a Inés en manos de sus asesinos al mismo tiempo que
la reconoce inocente: el interés que hace cometer
tanta crueldad a Coello, Pacheco y González no se
manifiesta: la ausencia del infante ni se motiva ni se disculpa:
la escena es en Lisboa y en Coimbra: la versificación
es floja y desaliñada no pocas veces. El estilo, prescindiendo
de uno u otro descuido, no carece de elevación y afectos
trágicos. Los coros, en que hay muy buenos trozos
de poesía, son tan inverosímiles como en las
tragedias griegas y latinas, y en las que los italianos hacían
entonces.
Tragedia de Nise laureada
130. Tragedia de
Nise laureada. Está escrita en variedad de metros
como la antecedente. Acto primero. Diálogo pesadísimo
entre el rey y el obispo: el rey se lamenta de la muerte
de Inés, y el obispo en ciento noventa y cuatro versos
endecasílabos hace lo que puede por consolarte, contándole
la creación del mundo y el pecado de Adán,
y hablándole de Moisés y de Agamenón:
el rey se lo agradece y le llama padre en Cristo, pero tan
triste se queda como se estaba. Sale el alcalde y le entrega
las llaves del castillo de Coimbra: preséntansele
sus hijos: el rey se enternece al verlos, y dice:
REY
Hijos de mis entrañas, ¿conoceisme?
amores, ¿dónde es ida vuestra madre?
¿Por qué
se fue? ¿Por qué os dejó tal, solos?
AMA
Su
madre desde el cielo los bendice.
Si toda la pieza se pareciese
a esto, ¡cuánto habría que admirar en ella!
Un camarero, que se presenta sin necesidad, empieza a dar
consejos al rey, y a decirle sentencias para que se consuele
de la pérdida de Inés: el rey con mucha razón
exclama:
¡Pesado aviso de filosofía!
Sin la causa quitar de las tristezas
querellas hacer dulces
y suaves.
El coro primero canta un soneto, acabado el cual
asegura el rey que castigará cruelmente a los tres
matadores de Inés, trocándolos por otros tantos
forajidos de Castilla que tiene en su poder. El coro segundo
canta una canción en que hay muy buenos versos. Acto
segundo. El condestable dice a solas un par de octavas: después
canta el coro.
¡O corazones
mas que de tigres!
¡O manos crudas
mas que de fieras!
¿Cómo pudistes
tan inocente,
tan apurada
sangre
verte?
¡Ay!, que su grito,
¡Oh Lusitania!
¡Patria mía!
Trae los rayos
del vivo fuego,
que purifica
toda
la tierra,
contaminada
de la crueza
que cometiste.
Sigue a estos buenos versos una enfadosa escena entre el
rey, el embajador de Castilla y el condestable, el cual no
lleva a bien que se entreguen los tres fugitivos castellanos
en cambio de los tres portugueses, sobre lo cual altercan
él y el rey. Los siguientes versos darán alguna
idea del pedantismo, la garrulidad y redundancia del condestable.
Habla de cuán excelente virtud es la justicia, y dice:
Ella es la fuente mas que pegasea
de todos los arreos y grandezas
que en los humanos pechos
se atesoran:
ella es el cuento, el peso y la medida
en
que consiste el ser de los vivientes:
ella es la madre
pía del sentido,
el nervio del sentido y del juicio,
de la tranquilidad y del descanso
de todos los ilustres
pensamientos.
Ella es aquel ambrosia regalado
y aquel
suave néctar de los dioses,
aquel sagrado cuerno
de Amaltea
que está vertiendo siempre los tesoros,
y enriqueciendo los dorados siglos
de gracias y virtudes
inefables.
Así prosigue disparatando hasta que logra
enfadar al rey como es natural: queda resuelto que se haga
sin dilación el cambio de los delincuentes: el condestable
acompañado del coro dice un soneto: sigue el coro
después cantando unas estrofas que no valen mucho.
Acto tercero. El camarero a solas y después el coro
anuncian en muy buenos versos la próxima coronación
de Inés: sigue un diálogo simétrico
entre el camarero y el rey: cada uno de ellos dice una sentencia
de dos en dos versos, de tres en tres y de cuatro en cuatro.
La escena siguiente no es menos ridícula: hablando
el rey, y respondiendo el eco las últimas sílabas
Ida... Es... Sombra... Es. El coro intenta consolar al rey,
que prorrumpe en una larga lamentación, y así
que acaba, toma la palabra el obispo y le echa una plática
de cosa de ochenta versos sobre las excelencias de la tierra.
Viene el condestable, y entre él y el rey sigue otro
diálogo simétrico e impertinente: descúbrese
el trono, y en él adornado de vestiduras reales el
cadáver de Inés: el rey la corona, y el condestable
le da las gracias por haber concedido a Portugal tan excelente
reina: el coro primero canta una oda en sáficos y
adónicos: sigue el coro segundo y canta otra en versos
cortos menos buenos que la anterior. Acto cuarto. Aparecen
presos en la cárcel González, Pacheco y Coello:
un guardia les escupe en la cara, el verdugo les da la enhorabuena
de que hayan venido gordos y frescos: insultos de una y otra
parte: viene el alcalde, alterca con ellos, y por último
manda que les den tormentos crueles durante la noche, hasta
que al día siguiente se les remate. El verdugo enterado
de la orden dice:
Un rato al potro y otro rato al brete.
Los coros primero y segundo cantan dos composiciones de
ningún mérito. Acto quinto. Monólogo
inútil del alcalde: sale el rey acompañado
de grandes y caballeros, guardias y pueblo: preséntanse
los reos: el rey levanta un látigo que tiene en la
mano y cruza la cara a Coello: empieza la ejecución:
el coro alterna en el diálogo con los personajes del
drama: saca el verdugo el corazón por las espaldas
a Alvar González, y le muestra al rey y a toda la
corte, diciendo:
Si alguno está tocado de la rabia,
podrá quemalle y deshacelle en polvos,
que así
bebidos son de grande efecto.
Después hace lo mismo
con Pacheco y Coello sacándoselos por el pecho. Manda
el alcalde que lleven a quemar los cuerpos, el rey lo aprueba,
y concluida esta matanza atroz sigue un largo discurso del
rey, tan lleno de amor de Dios, de arrepentimiento de sus
culpas, de vehementes deseos de penitencia para merecer por
ella el eterno descanso, que no hay más que pedir:
los coros primero y segundo reflexionan sobre la vanidad
de las cosas humanas, y la necesidad de que el hombre se
convierta a Dios y abomine los vicios.
¡No hay fábula
en esta pieza, ni interés ni enredo, ni desenlace,
ni afectos, ni caracteres, ni situaciones: todo es languidez,
desaliño, impertinencia, atrocidad feroz, olvido continuo
de los preceptos que dicta el buen juicio en esta clase de
composiciones. Si se exceptúan algunos pedazos dignos
de estimación que ya se han citado en su lugar, todo
lo restante es en extremo defectuoso.
Fray Jerónimo
Bermúdez, natural de Galicia, religioso dominicano,
catedrático de teología en Salamanca, nació,
según la opinión del colector de El Parnaso
español, pasado el año de 1530, y aun vivía
en el de 1589. Fue muy erudito en las lenguas sabias y en
el estudio de las buenas letras: compuso entre otras obras
las dos tragedias mencionadas en este catálogo, y
las dio a luz en Madrid año de 1577 con el nombre
supuesto de Antonio de Silva: la primera de ellas no es original,
sino traducción libre de la que escribió antes
del año de 1558 el portugués Antonio Ferreira,
intitulada Castro. «La acción de la Nise lastimosa (dice Signorelli en la Historia de los teatros) se representa
parte en Lisboa y parte en Coimbra como la Castro del portugués,
a la cual sigue servilmente de escena en escena la tragedia
castellana. Empieza, prosigue y concluye de la misma manera,
copiando las situaciones, los pensamientos y las palabras:
en suma Bermúdez siguió a Ferreira como la
sombra al cuerpo, copiándolo y traduciéndolo
todo, hasta los defectos, los adornos líricos, y los
pensamientos demasiado sutiles en boca del príncipe».
Montiano y Lampillas hablaron de las dos tragedias de Bermúdez
con excesiva parcialidad.
1578
Comedia intitulada Metamorfosea
131. Anónimo.
Comedia intitulada Metamorfosea, en tres jornadas, escrita
en verso. Belisena, amante despreciada de Medoro, Eleno,
amante despreciado de Belisena, Albina, amante despreciada
de Eleno, Rovina, amante despreciada de Alisio: unos suplican
y otros despiden, hasta que llegándose a cansar los
desdeñados de su mala suerte resuelven poner su afición
en los que antes los querían; pero como estos se habían
cansado también de rogar, ya no los quieren, de modo
que se renueva la misma dificultad que hubo al principio,
aunque en sentido contrario, y la fábula se acaba
sin desenlazarse. Todos los personajes hacen y dicen lo mismo:
los seis interlocutores pudieran reducirse a dos, y las tres
jornadas a tres escenas. El estilo es incorrecto y trivial.
Se halla esta pieza en la biblioteca del Convento de Santa
Catalina de Barcelona.
1579
Comedia de la muerte del rey Don Sancho y reto de Zamora
132. Juan de la Cueva. Comedia de la muerte del rey Don
Sancho y reto de Zamora por Don Diego Ordóñez.
Esta farsa fue representada la primera vez en Sevilla, año
de 1579, siendo asistente de ella Don Francisco Zapata de
Cisneros. Representola, Alonso Rodríguez, autor de
comedias, en la huerta de Doña Elvira. Ésta
y las demás piezas dramáticas de Juan de la
Cueva están divididas en cuatro Jornadas, y su diálogo
es una mezcla continua de estrofas líricas, endecasílabos
sueltos, redondillas, tercetos y octavas. La fábula
carece de artificio dramático: los sucesos se representan
en acción unos después de otros como la historia
los refiere. No se comprende cómo pudo verificarse
en ningún teatro la mudanza continua de lugar sin
que el diálogo de los personajes se interrumpa. ¿Cómo
se han de representar con verosimilitud los paseos del rey
y Bellido Dolfos, la fuga precipitada de éste, la
muerte de su caballo herido por el Cid que le sigue corriendo,
la batalla de Don Diego Ordóñez y los tres
hijos de Arias Gonzalo combatiendo todos a caballo, el ejército
castellano rodeando la valla, Zamora a la vista, y sus muros
coronados de pueblo, y hablando todos desde lugares tan distantes?
El autor contó sin duda con que la imaginación
de los espectadores supliría todo lo que faltaba a
la imitación teatral. El estilo de Juan de la Cueva
es fácil y abundoso, descuidado muchas veces, otras
humilde en demasía, otras magnífico y muy próximo
al tono de la epopeya, pero casi nunca afectuoso ni dramático.
Cuando el rey admito en su favor a Bellido Dolfos y va con
él reconociendo los muros de Zamora, uno de los que
están de guardia grita desde las almenas, avisando
al rey que no se fíe de aquel malvado. El poeta intercaló
en este discurso algunos trozos de un antiguo romance, artificio
ingenioso, que siempre produce muy buen efecto en la escena
si se aplica con oportunidad como él lo hizo. Los
versos tomados del romance son:
Rey don Sancho, rey don Sancho,
no dirás que no te aviso
que del cerco de Zamora
un traidor había salido.
Bellidos Dolfos se llama,
hijo de Dolfos Bellido,
cuatro traiciones ha hecho,
y con esta serán cinco.
Comedia del saco de Roma
y muerte de Borbón, y coronación de nuestro
invicto emperador Carlos V
133. Comedia del saco de Roma
y muerte de Borbón, y coronación de nuestro
invicto emperador Carlos V. Fue representada esta farsa la
primera vez en Sevilla por Alonso Rodríguez, famoso
representante, en la huerta de Doña Elvira, siendo
asistente Don Francisco Zapata de Cisneros, conde de Barajas.
Juan de la Cueva fue el primero entre nosotros que se atrevió
a hacer una comedia del asalto y saqueo de una ciudad: la
pintura que presenta en esta de la insaciable codicia, las
violencias y el brutal desorden de un ejército vencedor,
es muy conforme al original que imita. El lugar de la escena
se supone en las cercanías de Roma, en sus muros,
en sus plazas y calles, en las inmediaciones de Bolonia,
dentro de ella, y en el presbiterio de la iglesia de San
Petronio. La acción dura desde el mes de mayo del
año de 1527 hasta el de febrero de 1530: las desigualdades
de versificación y estilo corresponden a la desatinada
estructura de la pieza.
Tragedia de los siete infantes
de Lara
134. Tragedia de los siete infantes de Lara. Esta
tragedia representó la primera vez en Sevilla en la
huerta de Doña Elvira Alonso Rodríguez, siendo
asistente Don Francisco Zapata, etc. Montiano tuvo razón
en decir que esta pieza no debió intitularse. Los
siete infantes de Lara, y en efecto antes que empiece la
acción ya están muertos los tales infantes.
Con cualquier título que se la ponga, la tragedia
quedará siempre mala. La escena es en Córdoba,
en Salas y en Barbadillo: dura la acción unos veinte
años: toda se compone de situaciones sueltas siguiendo
el orden histórico. La infanta Zilda, aficionada a
hechicerías, acompañada de su criada Hafa diestra
en estas artes, hace un conjuro para que Gonzalo Bustos no
se vaya, invocando a los ministros de Averno a fin de que
estorben su viaje, pero los ministros de Averno se están
quietos: el conjuro no tiene efecto (cosa muy verosímil)
y Bustos se va: queda Mudarra en el vientre de su madre al
fin de la segunda jornada, y al acabarla tragedia mata a
Ruy Velázquez (después de haber recibido el
santo bautismo) y hace quemar viva a doña Lambra dentro
de su casa. En cuanto al estilo debe advertirse que entre
la magnificencia y pompa de algunos diálogos, hay
expresiones que distan demasiado de la gravedad del coturno.
Por ejemplo las siguientes cuando Gonzalo Bustos está
comiendo con el rey Almanzor:
ALMANZOR
¿Coméis así por allá?
BUSTOS
Si señor, del mismo modo
se sirve y se come
tollo,
no en el suelo como acá.
ALMANZOR
Bueno
ha estallo este guisado.
¿Hate dado gusto, Bustos?
BUSTOS
Es tal, que a todos los gustos
será por fuerza extremado.
ALMANZOR
¿Ha faltado alguna cosa?
BUSTOS
Señor,
a lo que imagino,
tener sabor de tocino.
ALMANZOR
¡Oh
qué comida enfadosa!
No sé por qué
los cristianos
tan sucia comida usáis,
si no es
porque gustáis
de comer cieno y gusanos.
No sin
causa el dios Mahoma,
so pena de grande afán,
nos veda por su alcorán
que ningún moro lo
coma.
Comedia de la Libertad de España por Bernardo
del Carpio
135. Comedia de la Libertad de España
por Bernardo del Carpio. Esta farsa fue representada la primera
vez en Sevilla por Pedro de Saldaña, famoso autor
y excelente representante. Representose en las Atarazanas,
etc. Esta fábula empieza ab interitu Meleagri. En
las primeras escenas se pintan los amores del Conde de Saldaña
y la infanta doña Jimena, y en las últimas
la gran victoria de Roncesvalles debida al prodigioso valor
de su hijo Bernardo del Carpio: así es que su duración
viene a ser unos veinte años: la escena es en León,
en Saldaña y en los Pirineos. A pesar de tanta materia
como eligió el poeta para su obra, todavía
hay en ella episodios y personajes inútiles: el número
de estos llega a veintitrés, sin contar los dos ejércitos
combatientes. Alfonso el Casto es feroz, pusilánimo,
caviloso, inconsecuente y nulo: Bernardo un baladrón
temerario que insulta al rey su tío y amenaza a todo
el universo. Véanse algunos rasgos de su carácter,
y de camino los descuidos de estilo y decoro en que incurrió
el autor:
¿Esto me encubrías, cielo?
¡O cielo! ¿Tal me encubriste?
¿Qué fue la causa? ¿Temiste
verme destruir el suelo?
Sí haré, y el mundo y mundos:
si hay mil
mundos, mil espero
asolar con brazo fiero,
y mil horribles
profundos.
¡O rey fiero! ¡O rey tirano!
Rey injusto,
rey cruel,
rey soberbio, rey infiel,
rey sin ley, rey
mal cristiano.
¿En qué fundas tu locura?
¿En las
armas? Sus, al arma,
al arma; mas no te arma
de armas
el armadura...
Id presto con diligencia
y decid que esta
es sazón
de conseguir el blasón
de su ilustre
descendencia.
Que domen el arrogancia
del enemigo y su
saña,
porque vean que es España
España,
y no España Francia.
Si en el centro del mar por
mas seguro,
Carlos, a ti y tus doce lleva el miedo,
o
al reino horrible del Erebo oscuro,
temiendo lo que en
todos hacer puedo;
en su profundidad no os aseguro
que
allá os irá buscando mi denuedo:
y si al
cielo os subís, allá la muerte
os iré
a dar con este brazo fuerte.
La gran victoria que obtiene
Bernardo, en que él solo combate y vence ar los doce
pares, haciendo en el ejército una espantosa carnicería,
no es menos admirable que las hazañas de Amadís,
de Morgante o de Don Cirongillo, ni menos distante de la
verosimilitud dramática. El dios de la guerra, maravillado
de tanto valor, baja del Olimpo, corona a Bernardo, y le
dice al acabar esta descabellada composición:
Yo só el dios Marte, que tan alto
hecho
quiero remunerar, tu esfuerzo y maña;
y esta corona
de laurel te endono,
y por segundo Marte te corono.
Comedia del Degollado
136. Comedia del Degollado. Esta
comedia representó la primera vez en Sevilla Pedro
de Saldaña. Recitose en la huerta de Doña Elvira,
etc. La fábula de esta comedia está dispuesta
con tan poca economía, que de cuatro jornadas que
tiene pudiera reducirse fácilmente a dos. La escena
se finge en las cercanías de Vélez de la Gomera,
y en una ciudad de África que no se nombra: los amores
del príncipe moro con su esclava Celia están
pintados sin la menor inteligencia del arte, y tanto, que
para expresar el poeta cuan excesiva era su pasión,
le convierte de repente en un personaje ridículo de
entremés, y a la ilustre y castísima Celia
en una moza chocarrera y descocada. Le dice el príncipe
que le trate como a un criado suyo, que ella debe mandar
y él obedecerla; Celia, haciendo el papel de señora,
le llama indiscreto, bárbaro, majadero y badajo: le
destina a servir al mozo de la cocina, y a ser ayudante del
barrendero: le hace bailar y dar saltos, y luego manda que
se vaya a acostar. A vueltas de estos desatinos hay sin embargo
algunas situaciones no mal desempeñadas, entre las
cuales merece estimación la última escena de
la jornada cuarta.
Tragedia de la Muerte de Ayax, Telamón
sobre las armas de Aquiles
137. Tragedia de la Muerte de
Ayax, Telamón sobre las armas de Aquiles. Representó
esta tragedia Pedro de Saldaña, haciendo él
mismo la figura de Ayax admirablemente. Recitose la primera
vez en Sevilla en la huerta de Doña Elvira, etc. La
escena es en Troya en el monte Ida, y en el acampamento de
los griegos: la acción no empieza hasta lo último
de la segunda jornada, resultando inútil todo cuanto
precede, y por consiguiente inútiles también
los personajes de Eneas, Anquises, Acates, Venus, Elena,
Andrómaca y Canopo. Imitó Cueva en las primeras
escenas a Virgilio, poniendo en acción mucha parte
de lo que se refiere en el segundo libro de la Eneida: imitó
a Ovidio en los discursos de Ayax y Ulises reduciéndolos
mucho como convenía a la forma dramática, pero
hubiera debido no apartarse del poeta latino en la conclusión
del razonamiento de Ulises.
[...]aut si milú non datis arma,
Huie date: et ostendit signum fatale Minervae.
A esta
situación verdaderamente teatral hace Ovidio seguir
la adjudicación de las armas de Aquiles en favor del
elocuente Ulises, y a esto la desesperada muerte de Ayax.
Cueva, en vez de imitar aquella rapidez, gasta otra jornada
en diálogos Impertinentes de Agamenón y Menelao,
que están discordes en su opinión. Ulises y
Ayax vuelven a comparecer para ser juzgados, y se repite
inútilmente una misma situación, se entorpece
el progreso de la fábula y el interés se debilita:
convienen todos los reyes y caudillos en que Néstor
decida, y se publica esta ridícula sentencia:
Visto todo lo alegado
de Telamón el valiente
y de Ulises elocuente
sobre lo que han demandado,
fallamos que a Ulises den
las armas porque es razón,
y esto firma Agamenón,
Diomedes, Néstor también.
Ayax se mata
al oír esto: se aparece la Fama y dice que nadie toque
el cuerpo de Ayax, porque Júpiter quiere que le convierta
en una flor.
Y porque el auditorio circunstante,
que oído ha la tragedia dolorosa,
se vaya a reposar,
pido en descuento
que muestre con aplauso el ir contento.
Montiano dijo hablando de esta pieza, que abunda de sentencias,
y en toda la fábula es admirable la dicción.
No a todos parecerá admirable, pero puede decirse
que aunque el estilo serpit humi en muchas ocasiones, en
general es una de las piezas mejor escritas de Juan de la
Cueva.
Comedia del Tutor
138. Comedia del Tutor. Fue
representada esta comedia la primera vez en Sevilla en la
huerta de Doña Elvira por Pedro de Saldaña,
etc. La escena es en Sevilla y en Salamanca: los personajes
van y vienen de una parte a otra a pesar de tan larga distancia
con imposible facilidad la acción dura unos siete
u ocho meses: Leotacio, que se enamora por un retrato, y
solicita ser correspondido de Aurelia, es una figura inútil
que sólo sirve de duplicar la acción y confundirla:
el episodio de la tercera jornada en que Licio vestido de
diablo espanta a Leotacio y Astropo, no sólo es inoportuno,
sino contrario a los fines que Licio se ha propuesto. Con
más estudio y meditación hubiera podido el
autor simplificar su fábula dándole mayor unidad,
interés y verosimilitud, pero nada de esto hizo. Sin
embargo, hay en ella un fin moral, algunas situaciones cómicas
y facilidad en el diálogo.
Comedia de la Constancia
de Arcetina
139. Comedia de la Constancia de Arcetina.
Fue representada esta comedia con grandísimo extremo
en la huerta de Doña Elvira por Pedro de Saldaña,
etc. Nada omitió en esta comedia Juan de la Cueva
para hacerla agradable a los ojos del vulgo: amores, celos,
venganzas, disfraces, homicidios, reo, alguaciles, verdugo,
horca, magia, conjuros, espíritus, pastores, magistrados,
caballeros, montes, cabañas, buen lenguaje, sonoros
versos. Si hoy se repitiese en el teatro, hoy la desaprobarían
los doctos y la aplaudiría la multitud. La escena
es en Colibre y en sus cercanías. Menalcio está
enamorado a un tiempo de las dos hermanas Arcelina y Crisea:
igualmente enamoradas de él, echan suertes para saber
cuál de las dos ha de quererle exclusivamente: Arcelina
mata a su hermana para quedar sola en el cariño de
Menalcio: Fulcino, amante de Arcelina, trata de matar a Menalcio
para que Arcelina le quiera, y si no lo consigue matar a
las dos hermanas. Suposiciones todas tan inverosímiles
y violentas, que cuanto resulta de ellas es repugnante confusión,
no enredo dramático. Son inútiles los personajes
de Fulcino, Gelcino, Orbante, Tesífone, Zoroastres,
Aquiles, Egisto, Ifis, Dido, Pastulcio, Olimpo, Don Porcelo
y Don Cristino: quitados todos estos, y cuanto hacen y dicen,
todavía puede quedar la fábula en toda su integridad:
la jornada segunda es ociosa y absurda a pesar de la excelente
versificación en que está escrita. Véase
una prueba de talento perdido en las siguientes octavas:
ORBANTE
¿Del dulce fuego del amor que aspira
tu firme pecho eres conmovido,
fiel Fulcino, a despreciar
la ira
del reino horrible del eterno olvido?
¿Y quieres
ser (que su crueldad no admira
tu excelso corazón
de amor regido)
los que habitan el triste río Aqueronte
y los del encendido Flegetonte?
¿Y
quieres por mi apremio poderoso
que parar haga de Ixion
la rueda,
que tenga Ticio de su mal reposo,
que Sisifo
en descanso verse pueda,
que deje el Can trifauce el espantoso
ladrido, y salir fuera les conceda
a las terribles furias
y a mi mando
vengan, el reino de Plutón dejando?
FULCINO
Cuando por mi amistad, amigo Orbante,
Hicieres que pervierta el movimiento
el sol, que no se
mueva el cielo errante,
que del infierno pare el cruel
tormento,
entenderé de tu amistad constante
que
es poco, y esto ha dado atrevimiento
a mi necesidad pedir
tu amparo,
por entender que no has de serme avaro.
ORBANTE
Para que se confirme en esta parte
lo
que entiendes de mí, Fulcino amigo,
y cuanto gusto
mío es agradarte
y verte libre de cruel castigo,
a aquella parte cumple desviarte,
en tanto que con mago
apremio ligo
al rey estigio del sulfúreo infierno,
y a los ministros del castigo eterno...
Agora
es tiempo, ¡o tú Plutón potente!
Que des
lugar al fuerte encanto mio
sin que impida ningún
inconveniente
lo que demando y lo que ver confío
y es que envíes con priesa diligente
un alma de
tu estigio señorío
a ver la luz del mundo
que aborrece,
y a declarar un caso que se ofrece...
Si
así no lo hicieres, dura guerra
a tu reino daré
con nuevos males:
con luz heriré el centro que te
encierra
mostrando tus cavernas infernales;
tus tres
jueces, que a aquel que en vida yerra
condenan, a las penas
eternales,
quitaré de su asiento y duro mando,
si no me das, Plutón, lo que demando.
TESÍFONE
Potente Orbante, cuyo fuerte encanto
el reino de Plutón todo ha movido
de tal suerte,
que puesto en grave espanto,
el uso del tormento ha suspendido:
mira qué pides, no te tardes tanto,
que solo a
que tu mando sea cumplido
me envía el rey de la
región oscura
a ver la luz a los dañados
dura.
A estos rasgos épicos desatinadamente inoportunos
suceden situaciones y afectos más verosímiles,
más convenientes a la buena comedia: véase
este corto excelente monólogo en que Arcelina fugitiva,
oculta en la aspereza de los montes, manifiesta la inquietud
y los temores que la agitan:
Injusto y severo amor,
que me traes a tal extremo,
que ausente la villa temo
porque vivo en tal dolor.
¿Qué puedo hacer, ¡ay
cuitada!
Del cielo tan perseguida,
y del mundo aborrecida,
y de Menalcio apartada?
Huyendo la cruda muerte
que
a mi hermana dí, ¡ay cruel!
Ausente vivo de aquel
que causó mi acerba suerte.
En estas malezas moro,
sola, entre animales brutos,
comiendo silvestres frutos,
bebiendo el agua que lloro.
Paso el día suspirando,
de ansias y recelos llena,
revuelta en mi culpa y pena,
la noche en vela llorando.
Miro, ¡ay sin ventura!, al
cielo
a quien enemiga soy,
cuéntole el mal en
que estoy,
y no hallo en el consuelo...
Es tal el temor
que tengo
y el amor que en mi alma está,
que acometo
a ir allá,
y queriendo ir me detengo.
Con sobresaltos
resuelvo
esconderme en la espesura,
donde nada me asegura,
y a mi acerbo llanto vuelvo.
Del silbo del ganadero,
del canto del ruiseñor,
del aire si hacer rumor,
me sobresalto y me altero.
Menalcio manifiesta una vileza
que horroriza, instando a que muera Arcelina que acaba de
declararse delincuente para salvarle la vida a él:
hay artificio en el desenlace, y es oportuna la astucia del
gobernador, encaminada a que el padre de Arcelina perdone
a quien quitó la vida a Crisea.
Tragedia. La gran
Semíramis
140. Cristóbal de Virués.
Tragedia. La gran Semíramis. Prólogo en verso
suelto en el cual se dice:
Y solamente porque importa advierto
que esta tragedia con estilo nuevo
que ella introduce,
viene en tres jornadas
que suceden en tiempos diferentes,
en el sitio de Batra la primera,
en Ninive famosa la
segunda,
la tercera y final en Babilonia,
formando en
cada cual una tragedia
con que podrá toda la de
hoy tenerse
por tres tragedias, no sin arte escritas.
Jornada primera. Nino tiene sitiada la ciudad de Batra:
Semiramis sugiere a su esposo Menón, general de Nino,
un medio seguro de ganarla, y en efecto se logra: el rey
agradece a su general la victoria, y él presenta a
Semiramis, diciendo cómo se casó con ella en
Ascalón, como se la llevó después a
Ninive, etc.: quedan solos Semiramis y Nino: éste
le hace una declaración amorosa, y le propone que
se casará con ella, dando a Menón su hija por
mujer: Semiramis resiste, llega Menón, el rey le hace
el mismo partido y le rehúsa: irritado Nino le amenaza
y se lleva por fuerza a Semiramis: hace Menón gran
sentimiento, determina ahorcarse, despídese de su
esposa ausente en una larga canción de estilo lírico,
florido y redundante, y se ahorca en efecto: salen dos soldados,
le descuelgan y se le llevan a enterrar. Jornada segunda.
De la primera a la segunda jornada pasan dieciséis
años. Manda Nino llamara a los grandes del reino a
instancias de Semiramis, y la corona en su presencia, dándole
absoluto poder en todos sus estados por término de
sólo cinco días, en lo cuales nada podrá
él mandar y nadie deberá obedecerle: Sembramos
da sus órdenes secretas a Zelabo y a Zopiro, del cual
está enamorada, como se lo declara después
con harta impudencia: Zelabo, en cumplimiento de lo que se
le ha encargado, viene diciendo que ha sorprendido al rey
y le deja encerrado en la torre: Zopiro anuncia después
a Sembramos que ya ha llevado a su hijo Ninias al templo
de Vesta, en donde queda con el traje de virgen vestal: a
continuación de un soliloquio de Zopiro y un diálogo
insípido entre éste y Zelabo se junta el consejo:
preséntase a él Sembramos con las vestiduras
de Ninias (por quien todos la tienen, atendida la semejanza
idéntica de hijo y madre), les da una carta escrita
y firmada por ella misma, y al irla a leer dicen entre todos
esta ridícula octava:
JANTO
De la reina es la letra y firma y sello.
CREON
Suyo es el sello y suya es firma y letra.
TROILO
Bien
conocida es letra y firma y sello.
ORÍSTENES
No hay
que dudar en sello, firma o letra.
SEMBRAMOS
Pues conocéis
la letra y firma y sello,
dejad el sello y firma, oíd
la letra,
leed y oíd la letra de esta carta,
de
esta importante cuanto triste carta.
La carta dice en suma
que Belo y Juno se aparecieron en un carro tirado de cisnes,
entrando en la sala donde estaban Sembramos y Nino, y asiendo
a éste de las manos y sentándole en un solio
de crista, le arrebataron consigo, diciendo a Sembramos que
era su voluntad que el trono de Asiria pasase a su hijo Ninias,
y que ella se hiciese vestal: concluye la carta mandando
la reina que coronen a su hijo, y firma en el templo de Vesta,
en donde finge que está ya retirada: los del consejo
creen de buena fe cuanto la carta dice, y resuelven coronar
al rey en el siguiente día: queda sola Sembramos y
hace traer encadenado a su esposo Nino, que no la reconoce,
y creyendo que habla con su hijo sospecha que haya muerto
a Semiramis: ésta le hace beber un vaso de veneno
y se retira: llora el rey la suerte de su esposa que supone
muerta por orden de Ninias, pero contándole los asistentes
la verdad del caso espira lleno de desesperación y
angustias. Jornada tercera. De la segunda a la tercera jornada
pasan seis años: Semiramis declara a los grandes cómo
ha estado reinando todo aquel tiempo en hábito varonil:
nombra por rey a su hijo, se despoja de toda su autoridad,
y quedándose a solas con él le manifiesta,
como ya parece que lo había hecho otras veces, su
pasión incestuosa: insiste una y otra vez en su propósito.
Véase una muestra de la manera con que expresó
el poeta la vehemente pasión de Semiramis:
Mayor dolor que la muerte
me causará el alejarte,
que mi tormento más
fuerte
será no poder mirarte,
pues mi mayor gloria
es verte.
Muera, y sea en tu presencia
(que muerte será
gustosa)
y no viva yo en ausencia,
que es muerte más
rigorosa
y más áspera sentencia.
No puedo
sin ti pasar,
no puedo sin ti vivir:
por fuerza te he
de buscar,
por fuerza te he de seguir,
por fuerza te
he de alcanzar.
No puedes huir de mí,
que he de
correr mucho yo,
pues quiere que sea así
el cruel
que me hirió,
dejándote sano a ti.
Duda
Ninias en un soliloquio si matará a la reina en venganza
de su padre y castigo de su desenfreno y sus vicios: ella
vuelve a instar y él a despreciarla: Zelabo en un
monólogo insufrible de doscientos versos se queja
de la corrupción de las cortes, la ingratitud que
reina en ellas, la adulación, la envidia: mas dijera
si no le interrumpiese Diarco, que vienen muy afligido de
haber visto el trágico fin de Sembramos muerta a manos
de su hijo, y repite en dos canciones las palabras que oyó
decir a la reina moribunda. Con este motivo conversan muy
despacio los dos refiriendo que era hija de una ramera; la
crianza que las aves le dieron, y los principales hechos
de su reinado; su lujuria feroz, la muerte de sus amantes
(y entre ellos Zopiro), sus victorias, la sedición
apaciguada en Babilonia, la fábrica de sus muros,
los huertos pensiles y otras particularidades con que dilatan
una larga escena, en la cual el poeta se olvidó enteramente
del arte: Ninias cuenta a los grandes que Sembramos acaba
de convertirse repentinamente en paloma, volando al cielo,
en donde la recibieron Belo, Nino y Juno: los consejeros
y magnates, acostumbrados a creer patrañas, reciben
ésta con la misma candidez que las anteriores: el
rey, quedándose a solas con Zelabo y Diarco, les confiesa
de buena fe que todo cuanto acaba de decir ha sido un embrollo,
y que él es en efecto el que ha quitado la vida a
su madre: esto dicho les ruega que le acompañen para
quemar el cuerpo. La Tragedia se presenta después
al auditorio, y dice una octava que pudiera haberse omitido.
Si la Sembramos es una tragedia, tiene tres acciones, sin
unidad de lugar ni de tiempo, y sea una o tres (como el autor
lo indicó en el prólogo), la economía
y distribución de la fábula de cada una de
ellas es muy defectuosa. En unas partes los incidentes se
atropellan y confunden, y en otras se entorpece el movimiento
de progresión con dilaciones impertinentes: en la
segunda jornada se verán ejemplos del primer defecto,
y en la tercera del segundo. La muerte de Menón produce
una catástrofe mezclada de horror y ridiculez: la
de Nino es más teatral, la de Sembramos del todo repugnante,
ni es necesaria ni está preparada con arte: algunas
situaciones afectuosas están desempeñadas con
oportuna expresión: el estilo es muy desigual, rara
vez dramático, y cuando se eleva más, degenera
en lírico: contribuye no poco a la impropiedad del
diálogo el estar escrita esta obra (como las restantes
del mismo autor) en sonetos, quintillas, redondillas, estrofas
líricas, verso suelto, tercetos y octavas, mezcla
monstruosa y extravagante.
Tragedia. La Cruel Casandra
141. Tragedia. La Cruel Casandra. Prólogo. Esta
pieza está dividida en tres partes: hay en ella tres
o cuatro acciones, siendo por consecuencia su plan complicado
en extremo e incomprensible; los caracteres inoportunos,
inverosímiles; las costumbres depravadas en todos
los personajes principales: si se exceptúan uno o
dos (que apenas tienen parte en la fábula), el príncipe,
Fulgencio, Alberto, Fabio, Tancredo, Filadelfo, Casandra,
y hasta un pajecillo llamado Matías, todos son malvados,
y cuanto hacen y dicen es un conjunto de indecencias, atrevimientos
y picardías: la catástrofe es brutal, y como
todo lo restante complicada y violenta: los muertos son ocho,
y al desenlace aparecen cinco cadáveres en la escena:
sólo queda vivo el rey y unos criados. Ni en el estilo
ni en la versificación hay cosa tolerable, todo es
desaliño, puerilidades y bajezas: es verdad que todo
sucede en un salón y en una mañana.